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María Magdalena ¿por qué nos cuesta llamarla “santa”?, por Consuelo Vélez

Sábado, 22 de julio de 2023
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De su blog Fe y Vida:

“Tenemos la certeza que María Magdalena fue Apóstola y así lo celebramos”

En 2016 el papa Francisco decretó que la conmemoración de María Magdalena (22 de julio) debía pasar a ser “fiesta litúrgica como el resto de los apóstoles”, llamándola “Apóstola de los apóstoles”

Esta recuperación de la figura de María Magdalena todavía no ha penetrado suficientemente en el imaginario y en la creencia de la mayoría de los cristianos. Persiste lo que se afirmó de ella durante siglos:  pecadora (prostituta) a la que Jesús había perdonado”

“Otra consecuencia es que siendo la primera evangelizadora no hay razón para no tomar las enseñanzas de las mujeres con el mismo valor que la de los varones”

En 2016 el papa Francisco decretó que la conmemoración de María Magdalena (22 de julio) debía pasar a ser “fiesta litúrgica como el resto de los apóstoles”, llamándola “Apóstola de los apóstoles”. Según explicó el secretario de la Congregación para el Culto Divino de ese momento, esa decisión respondía “al contexto actual que requiere una reflexión más profunda sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina”.

Recordaba que ya Juan Pablo II había prestado atención a la importancia de la mujer en la misión de Cristo y de la Iglesia, poniendo énfasis en la figura de María Magdalena como primera testiga de la resurrección y quién anunció a los apóstoles ese acontecimiento. Por esto se afirma, en el decreto que, “Santa María Magdalena es un ejemplo de evangelización verdadera y auténtica, es decir, una evangelista que anuncia el gozoso mensaje central de Pascua”.

Sin embargo, esta recuperación de la figura de María Magdalena todavía no ha penetrado suficientemente en el imaginario y en la creencia de la mayoría de los cristianos. Persiste lo que se afirmó de ella durante siglos: pecadora (prostituta) a la que Jesús había perdonado. Esta imagen de María Magdalena surgió por haberla identificado con la pecadora arrepentida que entra en casa de Simón el fariseo (Lc 7, 36-50) y con María la hermana de Lázaro y Marta, la cual también unge a Jesús (Jn 12, 1-8).

Cuando el texto de Lucas se refiere “a algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios” (8.2), está queriendo decir que fue curada de su enfermedad -probablemente muy grave -de ahí los siete demonios-, pero en ningún momento refiriéndose a su condición moral.

Aunque en la actualidad hay muchos estudios sobre María Magdalena, no se han concretado, en la práctica, todas las consecuencias que la correcta interpretación bíblica sobre ella trae para las mujeres en la Iglesia. La primera, es el reconocimiento de María Magdalena al mismo nivel que los apóstoles. De hecho, ella -y otras mujeres- le siguieron desde Galilea hasta Jerusalén, condición que luego se invoca en el libro de Hechos de los Apóstoles para nombrar al apóstol en reemplazo de Judas (Hc 1,21). Por lo tanto, no debería costar tanto imaginar a las mujeres formando parte del colegio apostólico. Tenemos la certeza que María Magdalena fue Apóstola y así lo celebramos.

Otra consecuencia es que siendo la primera evangelizadora no hay razón para no tomar las enseñanzas de las mujeres con el mismo valor que la de los varones. Todavía cuesta aceptar la enseñanza teológica impartida por mujeres en seminarios y facultades de teología. Por supuesto, algo ha cambiado y más mujeres son reconocidas en el ámbito teológico y en el servicio eclesial. Sin embargo, su participación sigue siendo pequeña, nada equitativa con respecto al número de varones que ocupan dichos espacios, ni sus logros académicos y pastorales son tomados con la misma seriedad, interés y respeto que tantas veces se toma el aporte de los teólogos y de los clérigos.

Quiero hacer notar, además, las pocas veces que damos a María Magdalena el título de “santa”. Efectivamente, ella lo es y así la podríamos llamar para seguir borrando esa imagen tan invocada de prostituta y que ha contribuido a identificar a las mujeres con los pecados referidos a la sexualidad. No sólo no hay muchos esfuerzos por llamarla santa, como tampoco de resaltar demasiado su fiesta. Sería una ocasión propicia para posicionar la verdad sobre ella.

maria-magdalena-biblia-scaledMucho menos hay interés en llamarla Apóstola, ni primera evangelizadora aunque tres evangelistas relatan el envío que Jesús le hace para que anuncie a los discípulos su resurrección (Mc 16, 7; Mt 28, 7; Jn 20, 17) e, incluso Lucas, quien progresivamente fue invisibilizando el papel de las mujeres en su evangelio, de todas maneras, no deja de constatar que son las mujeres las que anuncian esa buena noticia a los apóstoles, colocando a María Magdalena en primer lugar (Lc 24, 9).

Últimamente se ha utilizado su figura -en la literatura y en el cine- para mostrarla como compañera de Jesús o resaltando su protagonismo en la primera comunidad, con el fin de contrarrestar la figura de Pedro. Pero, ninguna de estas dos aproximaciones, están en la Biblia.

En tiempos de trabajar por una Iglesia sinodal, seguir visibilizando a María Magdalena en los roles que verdaderamente tuvo al lado de Jesús y en la naciente comunidad cristiana, ayudará significativamente a acelerar la participación plena de las mujeres en la Iglesia. Por eso, es de desear que esta celebración de su fiesta, el próximo 22 de julio, podamos vivirla con más profundidad, sintiendo así que no es una rareza que 50 mujeres voten en el próximo sínodo sino, por el contrario, lo extraño es que no haya muchas más mujeres en esos niveles de decisión donde se gesta el futuro de la Iglesia, esta misma Iglesia que sin el primer anuncio hecho por María Magdalena, tal vez nunca habría existido.

Cabe anotar, finalmente que, a pesar de las resistencias al lenguaje inclusivo en algunos círculos eclesiásticos (y sociales), fue Santo Tomás quien habló de ella como “apóstola” y el Decreto de su fiesta mantiene ese término en femenino. Sería bueno, dejar las resistencias y acostumbrar nuestros oídos a los términos femeninos que permiten visibilizar a las mujeres. Sin darnos cuenta pronto esas palabras nos sonarían igual de normales que todos los términos que hasta hoy se han ido creando en nuestro lenguaje.

(Foto tomada de: https://misionerosdeguadalupe.org/santa-maria-magdalena-apostola-de-los-apostoles/)

Espiritualidad ,

“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

Jueves, 25 de mayo de 2023
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magdalenaA propósito de Jn 20,1-18*

José Rafael Ruz Villamil Yucatán (México).

ECLESALIA, 05/05/23.- Los testimonios de los cuatro Evangelios son unánimes al relatar que los primeros testigos de la Resurrección de Jesús de Nazaret son las discípulas del propio Maestro. Así, Marcos: “pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle.” (Mc 16,1); y luego Mateo: “pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.” (Mt 28,1); Lucas, menciona que “las mujeres [… María Magdalena, Juana y María la de Santiago…] que habían venido con él desde Galilea […] el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado” (Lc 23,55; 24,1.10); y Juan: “el primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro…” (Jn 21,1).

Vale notar que las listas de discípulas que recuerdan los sinópticos difieren entre sí, a excepción de María Magdalena, de la que el cuarto evangelio guarda memoria como la única visitante que del sepulcro del Maestro. Y es que, si se me permite la comparación, el evangelio de Juan es a los sinópticos lo que la pintura abstracta a la pintura figurativa, esto es, mientras los tres primero testimonios evangélicos buscan en la memoria histórica —con toda las salvedades de la historiografía del mundo del Nuevo Testamento—, los datos más rigurosos para transmitir la Buena Nueva de Jesús de Nazaret, el cuarto evangelio, a la distancia de muchos años de los hechos en cuestión, decanta, sintetiza y abstrae la realidad histórica en beneficio de la realidad teológica, pero guardando, empero y paradójicamente, valiosísimos datos históricos en el sentido más actual del término (así R. E. Brown, El Evangelio según san Juan, Madrid 1999).

Siendo, pues, María Magdalena el icono por antonomasia de las discípulas de Jesús en la tradición joánica, vale intentar una aproximación a la memoria conservada de ella en las doce veces que la mencionan los Evangelios. Así, Marcos (15,40-41.42-47; 16,1-8.9-13) y Mateo (27,55-56.57-61; 28,1-8) la recuerdan, de modo paralelo, entre las mujeres que permanecen en el Calvario, que, luego, observan cuidadosamente el lugar de la sepultura de Jesús, y, que, finalmente, visitan la tumba del Maestro. La memoria de Lucas es harto interesante: antes de recordarla en su visita al sepulcro (24,9-11), la menciona en el grupo de discípulas que acompañan a Jesús y patrocinan su trabajo: “Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.” (8,1-3).

Y es, precisamente. esta mención la de “los siete demonios” —repetida en Mc 16,9-13—, la que ha dado pie el rol de prostituta redimida que una cierta tradición, fatalmente ignorante tanto de los evangelios como de su contexto histórico cultural, ha sostenido sin tener en cuenta que, en términos generales, éstos relacionan el término demonio con la enfermedad, ya física, ya psicológica: ¿habrá que suponer que los demonios de la sexualidad y de la prostitución atormentaban, más bien, a los detractores de quien el Evangelio presenta como una mujer social y económicamente acomodada?.

Finalmente, si bien el evangelio de Juan menciona a María Magdalena en el Calvario (19,25-27), la referencia cumbre a esta discípula es cuando, luego de encontrar el sepulcro vacío y llorando junto a él, mantiene con el Resucitado el primer diálogo que de él conserva el cuarto evangelio.

En efecto, María Magdalena acude en cuanto puede a cumplir el homenaje al difunto que las mujeres de entonces acostumbran: llorar y lamentarse por tres días ante su sepulcro. El horror de encontrarlo abierto y vacío la convierte en mensajera de la gran Buena Nueva que aún ignora: no será sino hasta después de la visita de Pedro y el discípulo amado a la tumba vacía, cuando de rienda suelta al llanto que, si bien ritual, lo provoca ya no sólo la muerte del Maestro sino el robo de su cuerpo. La visión de dos ángeles precede al encuentro: con el rasgo característico con que el evangelio de Juan describe al Resucitado —irreconocible, en un primer momento, por su nueva realidad existencial—, Jesús se dirige a su discípula con una frase de consuelo que no disipa su confusión sino hasta que la llama por su nombre: «María». La reacción de la mujer de aferrarse a quien le hubiera transformado la vida es detenida y cambiada por un envió que, convirtiéndola literalmente en apóstol, cumple a cabalidad: “Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: «He visto al Señor»…”.

Es así que el primer anuncio de la Resurrección de Jesús de Nazaret se da en el contexto de la igualdad radical por él mismo generada en el grupo de sus seguidores: la supresión del status de inferioridad de la mujer en una dimensión entonces—y probablemente ahora— impensable (cf. H. Küng, La mujer en el cristianismo, Madrid 2002), y que, junto con otros grupos sociales marginados y sometidos, habrá de ser el rasgo característico del nuevo orden en todos, absolutamente todos los ámbitos de las relaciones humanas tal como lo iniciara el Jesús histórico en el arco de su tiempo y lo avalara de modo definitivo el Padre con su Resurrección.

*El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería y les dice:

– «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró.Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa.

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos:

– «Mujer, ¿por qué lloras?»

Ella les respondió:

– «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.»

Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús:

– «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice:

– «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»

Jesús le dice:

– «María.»

Ella se vuelve y le dice en hebreo:

– «Rabbuní que quiere decir: «Maestro»—.

Dícele Jesús:

– «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»

Fue María Magdalena y dijo a los discípulos:

«He visto al Señor»

y que había dicho estas palabras.

*

Juan 20,1-18

***

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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María Magdalena: pionera de la igualdad.

Jueves, 1 de septiembre de 2022
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41B6A585-F775-4646-B032-C47BCF42AEC6Del blog de Juan José Tamayo:

“Tenemos una tarea urgente: despatriarcalizar a Dios, a Jesús de Nazaret y a las organizaciones cristianas”

Durante las últimas décadas se está produciendo un fuerte movimiento de recuperación de la figura de María Magdalena por parte de especialistas de la biblia cristiana, que leen los textos en perspectiva de género, de historiadores e historiadoras

Fue precisamente esa corriente que pretendía emanciparse del dominio patriarcal la que posibilitó el nacimiento del movimiento de Jesús como discipulado igualitario de hombres y mujeres, en el que estas ocuparon un lugar central y no puramente periférico

Las mujeres que siguen a Jesús suelen ser citadas en los evangelios en referencia a un varón; María Magdalena, no: una prueba más de su independencia de toda estructura patriarcal

Ella cumplió las tres condiciones para ser admitida en el grupo apostólico: haber seguido a Jesús desde Galilea, haber visto a Jesús resucitado y haber sido enviada por él a anunciar la resurrección

El reconocimiento de María Magdalena como primera testigo del Resucitado explica su protagonismo en el cristianismo primitivo, al mismo nivel que Pedro, e incluso mayor en algunas iglesias

María Magdalena nos convoca el 22 de julio, día de su fiesta, a un gran encuentro contra las brechas de la desigualdad cada vez mayores entre el Norte Global y el Sur Global y los dualismos excluyentes, por la sororidad-fraternidad eco-humana y la  ciudada-nía y cuidada-nía entre los seres humanos y la naturaleza con capacidad para superar las discriminaciones e injusticias de género y de todo tipo que destruyen  el tejido eco-social. Con motivo de tan importante efeméride voy a hacer una reflexión sobre la figura de María Magdalena, la otra Magdalena desconocida, olvidada, maltratada, a quien defino como “pionera de la igualdad (no clónica)”.

Durante las últimas décadas se está produciendo un fuerte movimiento de recuperación de la figura de María Magdalena por parte de especialistas de la biblia cristiana, que leen los textos en perspectiva de género, de historiadores e historiadoras, que llevan a cabo una reconstrucción antipatriarcal de los primeros siglos del cristianismo, y de la teología feminista, que hace unalúcida y certera hermenéutica de la sospecha de los textos patriarcales. Papel fundamental han desempeñado en esta recuperación los evangelios de carácter gnóstico, entre los que cabe citar el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el Evangelio de María y Pistis Sophia.

El movimiento igualitario de Jesús de Nazaret

Las actuales investigaciones sociológicas, de historia social, antropología cultural y hermenéutica feminista sobre los orígenes del cristianismo sitúan el grupo de seguidores y seguidoras de Jesús en el horizonte de los movimientos de renovación del judaísmo del siglo I, junto con los esenios, terapeutas, penitenciales y otros. Lo ubican asimismo dentro de los movimientos que lucharon contra la explotación patriarcal en las distintas culturas: griega, romana, asiática y judía. En la historia de Israel/Palestina hubo intensas luchas protagonizadas por mujeres que ocuparon un lugar político y cultural muy importante.

Las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas que se reunían para comidas comunes, eventos de oración y encuentros de reflexión religiosa con el sueño de la liberación de las mujeres en Israel/Palestina. Fue precisamente esa corriente que pretendía emanciparse del dominio patriarcal la que posibilitó el nacimiento del movimiento de Jesús como discipulado igualitario de hombres y mujeres, en el que estas ocuparon un lugar central y no puramente periférico. La presencia y el protagonismo de las mujeres en dicho movimiento, reconoce la teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza, fue de la mayor importancia para la praxis de la solidaridad desde abajo. Su actividad fue determinante para que el movimiento de Jesús continuara después de la ejecución del fundador y se extendiera fuera del entorno judío.

Las diferentes tradiciones evangélicas coinciden en señalar que estas mujeres fueron protagonistas en momentos fundamentales del movimiento puesto en marcha por Jesús de Nazaret: al comienzo en Galilea, en su seguimiento como itinerantes, junto a la cruz en el Gólgota y en la resurrección como primeras testigos. La mayoría de las veces se citan tres nombres de mujeres dentro de un grupo femenino numeroso (Lucas 8,2-3, por ejemplo, cita a María Magdalena, Juana y Susana). Es la misma tendencia seguida en el caso de los varones (Pedro, Santiago y Juan). Con ello se pretende mostrar el lugar destacado que unas y otros ocupan en la comunidad.

La mujer que aparece casi siempre citada en primer lugar en el grupo de las amigas y discípulas de Jesús es María Magdalena, que toma el nombre de su lugar de origen, Magdala, pequeña ciudad pesquera de la costa oriental del lago de Galilea, entre Cafarnaún y Tiberíades. Ella es discípula de primera hora, pertenece al grupo más cercano a Jesús, ocupa un lugar preeminente en él, hace el mismo camino que el Maestro hasta Jerusalén, comparte su proyecto de liberación y su destino. Las mujeres que siguen a Jesús suelen ser citadas en los evangelios en referencia a un varón; María Magdalena, no: una prueba más de su independencia de toda estructura patriarcal.

La fidelidad o infidelidad a una causa y a una persona se demuestran “cuando vienen mal dadas”, en la hora de la persecución y del sufrimiento. Cuando Jesús es condenado a muerte, los discípulos varones huyen por temor a ser identificados como miembros de su movimiento y correr la misma suerte que él. Solo las mujeres que le habían seguido desde Galilea le acompañan en el camino hacia el Gólgota y están a su lado en la cruz. Dentro del grupo de mujeres, como acabo de indicar, los evangelios citan a María Magdalena en primer lugar. Ella funge como discípula fiel no de un Mesías triunfante, sino de un crucificado por subvertir tanto el orden establecido religioso como el político de carácter imperial y patriarcal.

Testigo de la resurrección

Los distintos relatos evangélicos coinciden en presentar a las mujeres como testigos de la resurrección y a María Magdalena como la primera entre ellas. Es precisamente ella quien comunica la noticia a los discípulos, quienes reaccionan con incredulidad. Ella cumplió las tres condiciones para ser admitida en el grupo apostólico: haber seguido a Jesús desde Galilea, haber visto a Jesús resucitado y haber sido enviada por él a anunciar la resurrección. El reconocimiento de María Magdalena como primera testigo del Resucitado explica su protagonismo en el cristianismo primitivo, al mismo nivel que Pedro, e incluso mayor en algunas iglesias.

Sin embargo, en las cartas paulinas y otros escritos dela Biblia cristiana, el testimonio de las mujeres ya no aparece, y María Magdalena es sustituida por Pedro. Ello se debe a que la Iglesia estaba empezando a someterse al dominio masculino, que muy pronto comenzó a suprimir el importante lugar ocupado por las mujeres en el movimiento de Jesús.

El silenciamiento, por parte de Pablo y de otras tradiciones de la Biblia cristiana, de la aparición de Jesús a María Magdalena y a otras mujeres llevó derechamente a la exclusión de estas de los ámbitos de responsabilidad comunitaria. Pero, a pesar de ese silenciamiento, las mujeres constituyen la referencia indispensable de la transmisión del mensaje evangélico; más aún, son el eslabón esencial para el nacimiento de la comunidad cristiana. Sin el testimonio de las mujeres, hoy quizá no habría Iglesia cristiana.

Interlocutora preferente de Jesús

En los diálogos de revelación de los Evangelios de tendencia gnóstica, María Magdalena aparece como interlocutora preferente de Cristo resucitado y hermana de Jesús, discípula predilecta y compañera del Salvador.

Esa posición privilegiada provoca celos en algunos apóstoles, especialmente en Pedro, quien, según el apócrifo Pisis Sophia, reacciona en estos términos:Maestro, no podemos soportar a María Magdalena porque nos quita todas las ocasiones de hablar; en todo momento está preguntando y no nos deja intervenir”.

Apóstola de apóstoles es el título que da a María Magdalena Hipólito de Roma, quien no considera a las mujeres mentirosas, sino portadoras de la verdad, y las llama apóstolas de Cristo. En la misma línea se expresa Jerónimo, quien reconoce a María Magdalena el privilegio de haber visto a Cristo resucitado “incluso antes que los apóstoles”.

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La opción de Jesús ante el amor de Magdalena

Sin embargo, con el proceso de patriarcalización, clerizalización y jerarquización del cristianismo, María de Magdala fue relegada al olvido; más aún, es representada como la penitente y la sirvienta de Jesús en agradecimiento por haber expulsado de ella los malos espíritus. Mejor suerte tuvo María de Nazaret, madre de Jesús, que fue declarada Madre de Dios, elevada a los altares y tratada casi con honores divinos.

Veinte siglos después, se vuelve a hacer justicia a María Magdalena. Lo que hace falta es vencer las resistencias del pensamiento androcéntrico y de la organización patriarcal de la mayoría de las iglesias cristianas, y recuperar en la práctica la tradición del movimiento de Jesús como discipulado de iguales en el seguimiento de Jesús y el proseguimiento de su causa de liberación de todas las esclavitudes.

El movimiento feminista ha reconocido a María Magdalena como “pionera de la igualdad”. Es hora ya de que las iglesias cristianas hagan el mismo reconocimiento en su seno y devuelvan a las mujeres el protagonismo que tuvieron en el movimiento de Jesús y en el cristianismo primitivo y que deben recuperar hoy.

La patriarcalización de Dios y de Jesús se traduce en organizaciones cristianas jerárquico-patriarcales, que, en un círculo vicioso, legitiman, apoyan y refuerzan el patriarcado político, familiar, moral, educativo, etc. Patriarcado religioso y patriarcado político ejercen una doble legitimación

Despatriarcalizar a Dios y a Jesús de Nazaret

Afirma la prestigiosa intelectual feminista Mary Daly (1928-2010) en su libro emblemático Más allá de Dios Padre. Hacia una filosofía de la liberación de la mujer (1973): “Si Dios es varón, el varón es Dios”. En la misma dirección apunta Kate Millet, referente del feminismo radical, en su obra pionera Política sexual (1970): El patriarcado tiene a Dios de su lado”. Hoy se sigue presentando a Dios como varón, que solo se deje presentar por varones y convierte a estos en “masculinidades sagradas”, en contra del relato de la creación del Génesis que habla del hombre y de la mujer creados a imagen de Dios. Se continúa patriarcalizando a Jesús de Nazaret, convirtiendo un hecho biológico en principio teológico que excluye a las mujeres de toda representación jesuánica. La patriarcalización de Dios y de Jesús se traduce en organizaciones cristianas jerárquico-patriarcales, que, en un círculo vicioso, legitiman, apoyan y refuerzan el patriarcado político, familiar, moral, educativo, etc. Patriarcado religioso y patriarcado político ejercen una doble legitimación.

Tenemos una tarea urgente: despatriarcalizar a Dios, a Jesús de Nazaret y a las organizaciones cristianas. Es condición necesaria para recuperar el cristianismo igualitario de María Magdalena y re-crear comunidades cristianas libres de discriminaciones de género, religión, cultura, identidad sexual, clase social, etc. Dicha tarea hay que llevarla a cabo en sintonía y colaboración con los movimientos feministas, que deben apoyar la causa de la igualdad y la justicia en las iglesias y las religiones, al tiempo que las comunidades cristianas y religiosas igualitarias deben hacer causa común con los movimientos de emancipación de las mujeres.

Deconstruir las masculinidades hegemónicas y sagradas

Ah, y sin olvidar que dicha causa requiere luchar contra las masculinidades hegemónicas en la sociedad y contra las masculinidades sagrada en las religiones, lo que exige la implicación de los varones feministas en la deconstrucción de las masculinidades tóxicas, que predominan en las mentes y las prácticas de los varones y dominan todas las esferas de la vida pública, y la construcción de nuevos modelos de masculinidad: masculinidades otras, alternativas, que eliminen, y no reproduzcan, los roles aprendidos desde la infancia en torno a lo femenino y lo masculino.

Fuente Religión Digital

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