Del blog de Xabier Pikaza:
Domingo 33. Ciclo B. El final del año litúrgico nos pone ante lo más nuevo (novísimos), aquello que viene al fin de todas las cosas, aquello que estamos haciendo ahora en el mundo, pues Dios ha dejado en nuestras manos bien y mal, vida y muerte.
— En un plano, esos novísimos llegan con la “bomba”, con los signos supremos de terror y muerte (Apocalipsis now) que evocan algunos “Beatos” o comentarios del Ap., desde Cardeña,Burgos, hasta Urgell, en Cataluña. Hoy (11.11.15) esos signos están por todas partes, desde el calentamiento de arriba hasta el enfriamiento de abajo (falta de amor y el respeto sobre el mundo).
Es bueno que la liturgia los recuerde, para decirnos lo que somos y lo que podemos hacer de nosotros , y así lo pienso cuando escribo esta mañana, día famoso de San Martín (¡se asan castañas, se matan los cerdos…!)
— En otro plano, el anuncio de los novísimos abre un “tiempo” de gozo inmenso porque llega el Hijo del Hombre, nueva humanidad reconciliada, la meta de la buena creación de Dios, centrada y redimida, según los cristianos, en Cristo (como evocan también otros “beatos” y mil gestos de bondad sobre la tierra). ¡Seremos, pues, “cerdos” de Dios, para la vida, pues, como dice también el refrán, todo puede aprovecharse de nosotros!
Estamos esperando al nuevo ser humano, que viene de Dios, es decir, de nuestra misma capacidad divina de ser y renovarnos; no aguardamos des-esperados a God-ot; esperamos al mismo God, al Dios de Jesús que que es y que viene en nosotros.
Cuenta hoy la prensa (sigue el 11-XI-15) que entre las diez especies animales más vistosas y amenazadas por el hombre está el hombre mismo. Buena anotación, en este día San Martín, vinculado a la matanza…. En ese fondo se entiende lo que sigue, tomado de mi Evangelio de Marcos. Buen domingo a todos.
Mc 13, 24-32. Un texto clave de Marcos
(1) Pasada la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; 25 las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán; 26 y entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria. 27 Y entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo.
(2) 28 Fijaos en lo que sucede con la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.
(3) 30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre
Es un texto “apocalíptico”, en el lugar más inquietante y solemne de Marcos, antes de la pasión de Jesús. Han surgido falsos cristos y profetas (pseudokhristoi kai pseudoprophetai) que pregonan y realizan grandes signos y prodigios (cf. Mc 13, 22) para engañar a los creyentes y alejarles de la vida de Jesús. Un tipo de mundo acaba, pero llega un mundo mejor, centrado en Jesús.
(1) El que ha de venir: Verán al Hijo del hombre (13, 24-27).
Vendrá Jesús, Hijo del Hombre: aquel que perdonaba los pecados y unía en amor a los necesitados (cf. Mc 2, 1-12), aquel que había entregado la vida a favor de los hombres (cf. Mc 8, 31; 9, 31; 10, 34-34.45). Al final del final no está la bomba, ni la ira de Satán, sino Jesús, el hombre verdadero (hombre/mujer), amigo y hermano de todos los vivientes. Esta es la cruz y la cara de la vida:
a. Cruz: Destrucción, deconstrucción.
El fin del mundo. Todos los terrores, todos los desastres ecológicos, las bombas, quedan condensadas en los signos que anteceden a Jesús. No son Jesús, sino de este mundo duro en que vivimos, expresión de la violencia de los hombres, reflejada en la fagildiad del cosmos. Estos son sus tres momentos:
El sol se apagará para siempre, vendrá la oscuridad el frío cósmico. Todo lo que existe en la tierra morirá, de tinieblas y silencio oscuro. Llegará el gran frío.
– La luna dejará de dar su resplandor. Ya no habrá ni noche, pues la noche es oscuridad con luna o con un leve resplandor de estrellas. Entonces no habrá luna ni estrellas, sino pura, pura oscuridad.
– Las estrellas caerán del cielo, de tal forma que se romperá para siempre el equilibrio cósmico. Volverá el caos del principio, aquel que aparecía en Gen 1.
Este es un fin cósmico: la tierra deja de ser casa (oikos) para el hombre (no hay ecología). De esta forma acabaría todo si sólo hubiera “mundo”, si sólo hubiera violencia social, planeando de un modo fatídico sobrela historia. Pero ésta es sólo una cara del drama; al otro lado llega la salvación, el Hombre
b. la cara buena: construcción, el Hijo del hombre.
La destrucción anterior es el anverso de una construcción más honda, fundada en el Hijo del Hombre. Por un lado, el mundo viejo acaba. Pero, por otro lado, llega el hombre verdadero, la humanidad de Dios. Para los creyentes, el mismo “fin de este mundo” vivne a convertirse en principio de esperanza universal.
Por un lado, el texto dice que todos verán al Hijo del hombre… (Mc 13, 26): le verán todos, hombres y mujeres, de todos los credos y culturas, pues vendrá de forma abierta, con poder y gloria grande, como manifestación final de Dios y culmen de la historia (de la creación del ser hombre sobre el cosmos).
– Por otro lado, el texto añade que recogerá a sus elegidos (eklektous: 13, 27) de los cuatro extremos del mundo, para vincularlos a su gloria. Esos elegidos son todos los “hombres y mujeres” que, quizá sin saberlo, esperan la llegada de la nueva humanidad. ¿Dónde los recoge? Evidentemente en su amor, en el nuevo mundo que surge desde el mismo Cristo, el hombre de la Vida universal.
El texto es sobrio y no dice expreamente que todos se salvan, pero no habla de condenas, no presenta ningún tipo de terrores (no dice que unos van al cielo, otros al infierno). Al final, cuando el mundo de violencia acabe, se manifestará el Hijo del Hombre, atrayendo en amor a todos los elegidos. De la identidad más particular de aquellos que serán “recogidos en la Vida” del Hijo del Hijo del hombre no se dice nada, aunque parece razonable pensar que hay esperanza para todos (cf. Mc 10, 45; 14, 24). El apocalipsis de la destrucción somos nosotros; el Hijo del Hombre es la vida.
(2) El signo de la higuera (Mc 13, 28-29)
Jesús pone como signo una higuera: “Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano (Mc 13, 28). Estamos en la primavera/verano que precede al tiempo de los buenos hijos, de los frutos buenos.
En este contexto podemos recordar el riesgo de ser higuera sin frutos, que Jesús había visto cuando se acercó a Jerusalén. Tuvo hambre, hambre de Dios, hambre de Reino. “Fue viniendo y vio de lejos una higuera con hojas. Entonces se acercó a ver si encontraba algo en ella. Pero no encontró más que hojas” (cf. Mc 11, 12-14).
Esa higuera sin frutos son los jerarcas del templo antiguo. Jesús se acercó y quiso comer higos, pero sólo tenían hojas, grandes hojas, llamativas a lo lejos, estériles de cerca. Ésta no es la historia material de un árbol malo, al que Jesús habría condenado a ser estéril por capricho, como niño con rabieta, sino el drama del árbol sagrado que debía dar gran fruto en el tiempo del Mesías. Jesús lo encuentra vacío y por eso proclama: Que nadie coma… (11, 14).
Esta higuera seca son las autoridades sagradas de Israel con un templo que en vez de extenderse a las naciones ha venido a convertirse en puro decorado, fachada inútil que engaña al caminante: promete fruto y no lo tiene; anuncia comida y la niega. Ésta fue la mentira oficial de un judaísmo de sacerdotes (no todo el judaísmo). Ésta puede ser también la mentira de una iglesia o de una humanidad actual que no se prepara para el Reino, es decir, para que llegue el Hijo del Hombre.
Aquella fue una higuera estéril. Pero ahora Jesús está espearando los frutos de nuestra higuera . Nosotros mismos tenemos que ser la señal de que llega el Hijo del Hombre. Este es el tiempo: ¿Está preparada nuestra higuera para dar frutos? Jesús dice que sí: nuestra hojas se ablandan, van brotando los brotes, están naciendo los higos… Es tiempo de la cosecha, otoño de higos dulces, abundantes. Somos la señal de que debe llegar el Hijo del Hombre, la humanidad reconciliada,por encima de la Bomba.
(3) Nadie sabe ni el día ni la hora (13, 20-32)
Tiempo. Por un lado, el texto dice que todas estas cosas han de suceder en esta generación (Mc 13, 30). (2) Por otro dice que del día y hora nadie sabe nada, ni siquiera el Hijo tomado en absoluto, sino sólo el Padre, presentado también como absoluto (Mc 13, 32). Esto significa que debemos evitar todo cálculo de tiempo; vivir en vigilancia, tal es la tarea del cristiano. Esto significa que debemos entender la acción de Cristo (que aquí aparece como Hijo) y la respuesta del Padre en forma dialogal, en perspectiva de diálogo de amor.
Ante el misterio del fin (ante la hora) sólo existe una respuesta, sólo puede darse una palabra: ¡Estamos en la manos del Padre! El fin de los tiempos no llega por medio de poder o ciencia. NI siquiera los ángeles pueden traelo. El fin del tiempo pertenece al misterio de Dios. El mismo Hijo, a quien Dios ha dado Espíritu y palabra (cf. 1, 9-11) aparece aquí en manos el Padre, como hombre de Amor, cordero de Dios. Amar es confiar no es saber. Amar es dejar el camino de la propia vida en manos de Dios, como higuera que se va preparando para el fruto bueno de la vida plena.
¿Cuando sucederá todo esto?. Ya, ahora mismo: todo está sucediendo. Estamos en la noche que precede a la aurora del día del Hombe, de la humanidad de Cristo. Como siervos vigilantes debemos mantenernos en el tiempo de tiniebla de este mundo, llenos de esperanza. Como amigos que esperan al amigo, amor del alma, porque llega el tiempo de las bodas de Dios, que se hace hombre entre nosotros, en nosotros, en amor por siempore.
Y así culmina Mc 13. La iglesia sigue estando fundada en la palabra de su testimonio. Mc 13 ha recuperado y recreado desde Cristo, para bien de los cristianos, la esperanza escatológica judía. Ha tenido Jesús largas disputas con escribas y sacerdotes. Pero en su raíz es un judío apocalíptico, emparentado con el Bautista, en una línea cercana a Daniel. Por eso, Mc 13, 14 puede avisar: ¡Quien lea entienda!, es decir, interprete Dan 9, 27 (cf. Dan 11, 31; 12, 11) a la luz del evangelio. Pero hay una novedad respecto al judaísmo antiguo: Jesús sabe que viene el Hijo del Hombre, es decir, el amor del amor universal, el hombre de los brazos abiertos y la vida. Más allá del fin del mundo está la Vida Dios en los hombres.
Biblia, Espiritualidad
Apocalipsis, Apocalíptica, Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Tiempo Ordinario
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