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Dios no tiene pasado ni futuro, es un eterno presente.

Domingo, 14 de noviembre de 2021
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For Lawrence 4DOMINGO 33º (B)

Mc 13,24-32

Estamos en el c. 13 de Marcos, dedicado todo él al discurso escatológico. Este capítulo hace de puente entre los relatos de la vida de Jesús y la Pasión. Los tres sinópticos proponen un discurso muy parecido, lo cual hace suponer que algo tiene que ver con el Jesús histórico. Pero las diferencias entre ellos son tan grandes, que presupone una elaboración de las primeras comunidades. Es imposible saber hasta que punto Jesús hizo suyas esas ideas. Tampoco debe sorprendernos que pensara como los demás.

Estamos ante una manera de hablar que no nos dice nada hoy. No se trata solo del lenguaje como en otras ocasiones. Aquí son las ideas las que están trasnochadas y no admiten ninguna traducción a un lenguaje actual. Tanto en el AT como en el NT, el pueblo de Dios está volcado sobre el porvenir. Israel se encuentra siempre en tensión hacia la salvación que ha de venir… y nunca llega. Desde Abrahán, a quien Dios dice: “sal de tu tierra”, pasando por el éxodo hacia la tierra prometida; y terminando por el Mesías definitivo, Israel vivió siempre esperando de Dios la salvación que le faltaba.

La apocalíptica fue una actitud vital y un género literario. La palabra significa “desvelar”. Escudriñaba el futuro partiendo de la palabra de Dios. Nació en los ambientes sapienciales y desciende del profetismo. Desarrolla una visión pesimista del mundo, que no tiene arreglo; por eso, tiene que ser destruido y sustituido por otro de nueva creación. Invita, no a cambiar el mundo, sino a evitarlo. El futuro no tendrá ninguna relación con el presente. El objetivo era que la gente aguantara el chaparrón en tiempo de crisis.

Escatología procede de la palabra griega “esjatón”, que significa “lo último”. Su origen es también la palabra de Dios, y su objetivo, descubrir lo que va a suceder al final de los tiempos, pero no por curiosidad, sino para acrecentar la confianza. El futuro está en manos de Dios y llegará como progresión del presente, que también está en manos de Dios, y es positivo a pesar de todo. Este mundo no será consumido sino consumado. Dios salvará un día definitiva­mente, pero esa salvación ya ha comenzado aquí y ahora.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predica­ción de Juan Bautista y de Jesús. También en la primera comunidad cristiana se vivió esta espera de la llegada inmediata de la parusía. Solamente en los últimos escritos del NT, es ya patente un cambio de actitud. Al no llegar el fin, se empieza a vivir la tensión entre la espera del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Se sigue esperando el fin, pero la comunidad se prepara para la permanen­cia.

Hasta aquí hemos afrontado la salvación desde una visión mítica que ha durado miles y miles de años. Ahora vamos a situarnos en el nuevo paradigma en el que nos movemos hoy. Al superar la idea del dios intervencionista, se nos plantea un dilema. Por una parte sabemos que Dios no tiene pasado ni futuro sino que está en la eternidad. Por otro lado, el hombre no puede entender nada que no esté en el tiempo y el espacio. Meter a Dios en el tiempo es un disparate. Sacar al hombre del tiempo y el espacio, es tarea inútil.

Los novísimos (muerte, juicio, infierno y gloria) son viejísimos conceptos mitológicos que hoy no nos sirven para nada. Sabemos con absoluta certeza que no puede haber conciencia individual sin la base de un cerebro sano y activado. ¿Cómo podemos seguir aceptando una salvación para cuando no quede ni una sola neurona operativa? Piensa por tu cuenta, no sigas tragando el pienso que otros han preparado para ti, no sin antes haberte puesto orejeras para que la realidad no te espante. La realidad supera toda posible expectativa humana. Dios se ha dado, todo, a cada uno desde siempre.

Hoy sabemos que el tiempo y el espacio son productos de la mente. ¿Qué sentido puede tener el hablar de tiempo y espacio cuando ya no haya mente? Hablar de un cielo o infierno más allá de este mundo no tiene ningún sentido. Hablar de un “día del juicio”, cuando no haya tiempo ni espacio, es un contrasentido. Hablar de lo que Dios ha hecho en el pasado o de lo que va hacer en el futuro, es proyectar sobre él nuestros anhelos. Dios es un eterno presente. En el aquí y ahora debemos descubrir lo está siendo para nosotros siempre. En el aquí y ahora debemos hacer nuestra su salvación.

No esperes más a salir de una mitología que nos ha mantenido pasmados durante tanto tiempo. Salta de la pecera adonde has estado confinado y descubre el océano. Ni Dios tiene que cambiar nada ni Jesús tiene que volver al final de los tiempos a rematar su obra. Esperar que el bien triunfe sobre el mal, supone, no solo que existe el mal y el bien (maniqueísmo), sino que sabemos perfectamente lo que es bueno y lo que es malo y pretendemos, como en el caso de Adán y Eva, ser nosotros los que decidamos.

Todos los seres humanos que han vivido una experiencia cumbre han experimentado la verdadera salvación, que consiste en una conciencia clara de lo que son. Para alcanzar esa plenitud no se necesita ningún añadido a lo que ya es el hombre, ni quitarle nada de lo que tiene. Desde esta perspectiva no necesitaríamos un Ser supremo que nos quite lo que no nos gusta y nos dé todo aquello que creemos necesitar y no tenemos. Tú lo eres todo. Estás en la plenitud de ser y puedes vivir lo absoluto que hay en ti, aquí y ahora.

No tienes que esperar ninguna salvación que te venga de fuera, porque ahora mismo estás absolutamente salvado. La plenitud está ya en ti. Solo tienes que tomar conciencia de lo que eres y vivirlo. Todo está en ti en el momento presente. Nadie te puede añadir nada ni quitar nada de lo que te es esencial. En ningún momento futuro tendrás más posibilidades de ser tú mismo que en este precioso instante. Eres ya uno con todo en el instante presente y no hay ningún otro instante mejor que este.

Todo miedo y ansiedad debe desaparecer de tu vida, porque todas tus expectativas están ya cumplidas sin limitación posible. Si echas en falta algo es que aún estás en tu falso ser y pesa más lo accidental que lo esencial. Ningún tiempo pasado fue mejor y ningún tiempo futuro puede ser mejor que el ahora. Lo que te ha pasado, lo que te pasa y lo que te pasará es lo mejor que te puede pasar. Deja de dar valor a las circunstancias positivas y deja de temer las adversas. Descubre lo que eres y vívelo.

Todo el que te prometa una salvación para mañana o para después de tu muerte te está engañando. Si alguien te convence de que eres una mierda y tiene que venir alguien a sacarte de tus miserias, te está engañando. Aquí y ahora puedes descubrir en ti una absoluta plenitud y alcanzar la felicidad sin límites. No esperes a mañana porque mañanas estarás en las mismas condiciones que hoy. Muchos seres humanos lo han conseguido a través de la historia, ¿por qué no lo vas a conseguir tú?

Meditación

La realidad que todos vemos por igual
está diciendo cosas distintas a cada uno.
El ser humano tiene que aprender a ver
mucho más de lo que le entra por los ojos.
La verdadera realidad hay que descubrirla.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

 

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Norma de vida.

Domingo, 14 de noviembre de 2021
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c9c8c92f-b049-4ed1-9508-b0fe5a64ec89Mc 13, 24-32

«Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria»

Para la mentalidad de las primeras comunidades cristianas el final de los tiempos era algo inminente, y el texto de Marcos refleja esa mentalidad. Es difícil saber si Jesús participaba de ella —los especialistas no terminan de ponerse de acuerdo—, pero en caso de ser así, lo positivo sería que la imagen de Jesús sometido a error —como cualquiera de nosotros— nos mostraría al hombre verdadero en el que creemos, y no esa divinidad disfrazada de ser humano que tan a menudo nos tienta.

Refiriéndonos al texto, la imagen de la hecatombe universal que en él se narra no nos interesa nada, pues nadie cuenta con vivir esa experiencia. Lo que nos interesa es que cada uno de nosotros camina hacia el final de su propio tiempo; que nuestra vida es camino que se dirige paso a paso hacia la muerte, y que nada en la vida de un cristiano tiene sentido sino es mirando al final que le espera.

Por eso, una excelente metáfora de nuestra vida es la del caminante. Sabemos que mientras dura el camino estamos sujetos a error; que tenemos propensión a confundir lo que es mera apariencia con la verdad, y que ese error es lo que habitualmente nos mueve a elegir el mal y echar a perder nuestra vida. Como decía Sócrates, cuando optamos por el mal lo hacemos siempre por su apariencia de bien.

Por ejemplo, el suicida piensa que así se va a liberar de los agobios de esta vida; el terrorista, que está sirviendo a una causa justa; el vengativo, que así se sentirá mejor, y el que se emborracha, por la agradable sensación de beber y el estado de euforia que sigue a la borrachera. En el fondo de toda mala conducta, no subyace normalmente la maldad, ni la voluntad de ofender, ni siquiera la debilidad, sino el error.

Y así las cosas, lo que nos dice Marcos en el evangelio de hoy es que Jesús —al final de su vida— se proclama camino de verdad y nos urge con fuerza a optar por él; que la Palabra está ahí para mostrarnos el camino; para salvar nuestra vida del error y del desastre.

Pero lo hace en el un lenguaje escatológico que no va con nuestro estilo y nos obliga a recurrir a los especialistas para tratar de desentrañar el mensaje. Y lo que estos nos dicen es que Marcos se vale de unas imágenes soberbias para presentarnos a Jesús como el juez supremo del bien y el mal; como la norma de nuestra vida: «Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; y enviará a los ángeles…».

Un último apunte. El evangelio asocia siempre el final con un juicio, y lo hace usando una escenografía colosal que no debe confundirnos. Lo que significa ese juicio es que al final de todo resplandecerá la verdad; que al final, los seres humanos nos encontraremos con la revelación definitiva del bien y el mal, del acierto y el error. Que Jesús es la norma definitiva de vida, y que no aceptarlo es equivocarse.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

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El futuro es ahora, el futuro es hoy.

Domingo, 14 de noviembre de 2021
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be049393-b957-4c3c-b627-bff8f43ca607(MC 13,24-32)

El evangelio de este domingo tiene profundas resonancias apolíticas. Está integrado en una secuencia que algunas y algunos exégetas denominan el “pequeño apocalipsis de Marcos”.  El género apocalíptico se desarrolla en contexto de grandes crisis y dificultades y tiende a reflejar un fuerte dualismo: la lucha del bien contra el mal en contextos y tiempos límites en los que parece que la injusticia y la violencia están saliendo vencedoras y la vida es arrasada.

Desde un imaginario “catastrofista” el evangelio apunta a la esperanza y urge atención y responsabilidad con los signos más pequeños y cotidianos para señalar que el presente tiene futuro, porque Dios no abandona a la creación y la humanidad más herida, sino que esta incrustado en lo más profundo de ella como una potencia inédita que pide nuestra responsabilidad y atrevimiento, pero ¿qué puede decirnos este texto a los cristianos y cristianas de hoy?

En estas últimas semanas estamos viviendo la COP 26 en Glasgow y las movilizaciones mundiales exigiendo justica climática frente a la situación de alerta roja que sufre la vida en el planeta. También estamos viviendo las consecuencias del colapso denunciado desde hace décadas por los y las ecologistas y sus consecuencias en la crisis de los abastecimientos de materias primas, a la vez que el covid y la pandemia del hambre y las guerras siguen haciendo estragos en los sures del planeta.

Estamos inmersas en pleno corazón del Antropoceno, o como otros prefieren llamar del Capitalozeno, es decir una nueva era en la que la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica autodestructiva, bajo el prisma del capitalismo. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento de los recursos naturales nos abocan a una situación catastrófica, a la vez que el margen del que disponemos para acometer cambios estructurales que mitiguen el colapso es cada vez más corto.

En el año 2020 más de 82 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus países de origen como consecuencia de la violencia política y armamentística, y de los   desastres ecológicos En España hay más de 30.00 personas solicitantes de asilo a la espera de encontrar una alternativa a la pesadilla que a día de hoy son sus vidas. En esta realidad apocalíptica somos urgidas y urgidos no a la esperanza ingenua, sino a la esperanza comprometida, a estar atentas y atentos a los pequeños signos que en medio de los escombros de esta civilización señalan que hay otras formas de vida y estilos de relación y organización de lo común más allá del individualismo y de la escisión con la naturaleza y su explotación. Personas y colectivos que nos recuerda que es posible tener vidas que merecen la alegría y la esperanza de ser vividas, vidas que inauguran una nueva era, un tiempo emergente que hay que forzar, al modo de Jesús de Nazaret, poniendo en el centro el cuidado, empezando por la humanidad y la creación más vulnerada.

“Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, decid que el verano esta acerca, pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que Él está cerca, a la puerta”. Es tiempo de metanoias profundas desde lo más íntimos y personal a lo más estructural. Es tiempo como dice el papa Francisco de “un cambio de rumbo”. El futuro es ahora, el futuro es hoy.

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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Todo es ahora, presente atemporal.

Domingo, 14 de noviembre de 2021
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Patagonia.6Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

14 noviembre 2021

Mc 13, 24-32

Más o menos afligidos por las circunstancias que nos tocan vivir, los humanos tenemos tendencia a idealizar el pasado -la imagen tradicional en nuestra cultura hablaba del “paraíso original”, del que habríamos sido arrojados por nuestro pecado- y a proyectar la felicidad en el futuro -en un “cielo” o “paraíso” que colmaría definitivamente todos nuestros deseos-.

 Tal lectura habla, prioritariamente, de nuestros deseos y se basa en una lectura secuencial del tiempo. Por ello mismo, presenta dos puntos radicalmente cuestionables: por un lado, parece olvidar que todas las formas se hallan sometidas a la ley de la impermanencia -dicho de otro modo: es imposible hablar de “plenitud” referida a cualquier forma-; por otro, la lectura secuencial del tiempo es una creación mental.

 A partir de esa doble constatación, emerge una nueva luz que ilumina nuestra comprensión. Lo realmente real trasciende las formas y solo existe el presente.

 Las formas evolucionan, cambian, se mueven…, pero sin dejar de ser impermanentes, por lo que se verán siempre sometidas a altibajos (no existe ningún “cielo” o “paraíso” para ellas, donde hallarían descanso).

 Lo que somos, más allá de la forma “personal” en la que nos experimentamos, es plenitud de presencia o presencia consciente, permanente y estable. Carece de sentido esperar un “futuro” perfecto. Lo que seremos ya lo somos. Por lo que se entiende el dicho de un místico, cuyo nombre he olvidado: “Si no estás en el cielo ahora, tampoco estarás en él cuando te mueras”.

 Y ahí se muestra, una vez más, nuestra paradoja: somos, a la vez, vulnerabilidad -en la forma impermanente- y plenitud.

¿Puedo percibir la plenitud que soy y, desde ella, aceptar la vulnerabilidad e impermanencia de mi persona?

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¿Finita la commedia o la vida tiene sentido?

Domingo, 14 de noviembre de 2021
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índiceDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

Domingo XXXIII per annum

  1. Nota previa sobre la apocalíptica / Apocalipsis

         La apocalíptica no es una narración histórica de cómo van a suceder las cosas  al final. La apocalíptica es un género literario que habla como la traca final de fuegos artificiales: saca la caja de los truenos, pero no para amenazarnos, sino para llamar la atención.

La apocalíptica no trata de infundir pánico, ni tampoco es un “parte de guerra” de lo que sucederá al final de los tiempos. El libro de Daniel, el cp. 13 de Marcos del que hemos escuchado un párrafo, son apocalípticos y la apocalíptica es una llamada a la esperanza, característica principal de toda esta literatura.

Estamos terminando el año litúrgico y las lecturas apocalípticas de hoy nos hablan de vivir en profundidad y serenidad cada día.

Lo que se nos dice es que “esto”, esta historia nuestra, termina bienporque terminamos en Dios.

1.- El final del mundo.

         El final del mundo en cuanto cronología y cosmología tiene poco interés humanista y cristiano. Que el fin del mundo acontezca mañana o dentro de un millón de años, no tiene mayor interés. La tierra, el sistema solar, el universo o los universos son finitos y tienden por evolución a un final. Esta es una cuestión científica, astronómica, evolutiva, quizás con influjo de la ecología: cambios climáticos, energía nuclear, etc.

         Toda intromisión de la fe en estas cuestiones no pasa de ser eso, una intromisión probablemente ilegítima.

         Lo decisivo es cómo terminamos nosotros, las personas, si bien también importan “los cielos nuevos y la tierra nueva”.

         En otro lenguaje, de lo que se trata es si la vida, la existencia humana y la historia tienen sentido

2.- ¿Finita la commedia?

         Lo decisivo no es que el mundo termine, sino que quien termina es el ser humano. ¿Cuál será nuestro final? La Opera “Pagliaci-Payasos” de Leoncavallo termina con un terrible e irónico: finita la comedia: la comedia ha terminado. Cuando morimos: ¿finita la commedia?

         El problema no es que la tierra concluya, sino ¿cómo termino yo? ¿Cómo terminamos los seres humanos? Y en ello va implícita la cuestión del sentido de la vida. ¿La vida tiene sentido? No sea que terminemos con aquella greguería un tanto cínica de Groucho Marx: Tras arduos esfuerzos, hemos conseguido llegar a las cotas más altas de la nada.

         Viktor Frankl (prisionero finalmente liberado de Auschwitz) escribía:

El hombre es un ser empeñado en la búsqueda de sentido, del logos, y, ayudar al hombre a encontrar ese sentido, es un deber de la psicoterapia y es el  deber de la logoterapia.[1]

(Hemos de tener en cuenta que, cuando V. Frankl habla de logos (logoterapia), entiende por logos: sentido de la vida).

El pensamiento científico, las ciencias descartan la  cuestión sobre el sentido, probablemente porque la respuesta no entra en sus parámetros y el sentido de la vida no es un asunto científico. Sin embargo la cuestión “está ahí”, en el corazón del ser humano. Aunque no tenga una respuesta científica, la cuestión del sentido de la vida y otras muchas cuestiones de la vida, están siempre presentes en la existencia humana.

El ser humano desea averiguar el porqué y el para qué de cuanto hace y cuanto le rodea, sin que la ciencia pueda hacer que desaparezca ese deseo…

Tal vez la gran cuestión del ser humano es ¿qué sentido tiene la vida?[2]

Decía V. Frank con gracia e ironía que: El médico difiere del veterinario en una sola cosa: en la clientela.[3] Los pacientes acudimos al médico cargados -además de los males físicos-, con la cuestión del sentido de la vida. Decía Jean Paul Sartre que: Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad, y muere por casualidad”

¿La vida es un juego del destino? La sola formulación de esta cuestión habla ya de la dignidad y de la inteligencia de la persona humana. De su respuesta dependerá todo el planteamiento de la existencia humana, el tono de las opciones morales, del estilo de vida, de la cualidad de las relaciones, de la serenidad en la vida, de la fe, del horizonte transcendente.

3.- ¿Proyectos o sentido?

El sentido de la existencia no son los objetivos y proyectos que podamos tener en la vida, que seguramente serán valiosos, sino que por sentido de la existencia hemos de entender algo muy radical; se trata de si existe algo por lo que merece la pena que yo sigo existiendo, algo a lo que me puedo entregar y por lo que vale la pena vivir.

Sentido de la vida y fin de la vida, designan lo mismo. ¿Esta vida nuestra tiene una finalización llena de sentido? Quien se pregunta o quien se deja interpelar por el sentido de la vida, se está preguntando por la meta de la vida; es decir, se pregunta para qué se vive.

4.- La esperanza: un paso más allá de la ciencia.

Ante el futuro absoluto y ante el sentido de la vida,  la razón se nos queda corta y no hay nada más duro para el ser humano que trabajar y vivir sin esperanza.

El animal puede seguir caminando a oscuras hacia el futuro infranqueable o hacia el abismo. El hombre se resiste a caminar si no presiente una puerta abierta al futuro, (Teilhard de Chardin)

El hombre es un animal que espera: somos esperantes. (Laín Entralgo). El corazón humano es un ser limitado con un ansia ilimitada. Vivir humanamente es esperar.

Es sano vivir en esperanza, porque pertenece a nuestra misma naturaleza esperar. El ser humano espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza.

5.- Mis palabras no pasarán.

¿Qué palabras son éstas?

La misma Palabra creadora que “estaba” en el comienzo: “en el principio estaba la Palabra”, atraviesa toda la historia de la humanidad y es la Palabra salvífica que pone punto y final a la historia, a la creación y a la humanidad.

Ante el abismo y caos de la nada, el cristiano confía en el ser.

No es lo mismo saber que esperar. Los conocimientos más valiosos no son los científicos, sino los humanos: el sentido de la vida no es un saber científico, pero sí humano.

No sabemos cómo será el final y las cuestiones finales, pero confiamos en que terminamos en Dios y con Dios.

         Nuestro final es Dios, el tiempo desemboca en la eternidad, el ser humano –la humanidad- termina en Dios.

Cuando ya no sabemos más, confiamos y esperamos en que:

mis palabras no pasarán.

[1] V. Frankl, La voluntad de sentido, Barcelona, Ed Herder, 1988, 10.

[2] J. García Rojo, J. El sentido de la vida, 239.

[3] V. Frankl, El hombre doliente, 23.

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(Asunción 4). Se venden cuerpos y almas (Ap 17-18): Historia de la Prostituta

Sábado, 21 de agosto de 2021
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1c9887_27205babiloniaDel blog de Xabier Pikaza:

Caerá la gran Ciudad

He presentado en tres “postales” la Revelación de la Mujer (Asunción de María). En oposición a ella, el Apocalipsis  expone la “historia” (apogeo y destrucción) de la Prostituta o Anti-Mujer. 

Bestias y prostituta (triángulo satánico) son revelación de Satán: Dos bestias (una militar otra ideológica) y la Prostituta, ciudad del comercio mundial.

Apogeo de la Prostituta, diosa-mujer de la mentira y la muerte, ciudad donde todo se compra/vende, Hasta cuerpos y almas humana.

Destrucción de la Prostituta: Es poderosa pero pronto pronto quemada y comida por sus mismos poderes sometidos. Esa destrucción  constituye una de las revelaciones más hondas y terribles de la historia.

Expongo estos motivos siguiendo un comentario del Apocalipsis, buscando las claves de la Antropología Bíblica. Estos días (14-17.08.2021), con la “caída” sorprendente y esperada (¡aunque algunos servicios de inteligencia parecían ignorarla!) de Kabul he vuelto a meditar en estos temas.  Buen día a todos los lectores y amigos del blog.  

TRIÁNGULO SATÁNICO. LOS TRES PODERES: BESTIA MILITAR, BESTIA IDEOLÓGICA Y MEGA-CIUDAD PROSTITUTA

220px-B_Escorial_108vPoder primero: Imperio militar, la Bestia del mar (Ap 13, 1-10). Encarna la perversión de los poderes político-militares que reciben su fuerza del Dragón, para combatir contra “el resto de la estirpe de la mujer”, es decir, contra los seguidores de Jesús (contra todos los pobres del mundo). Hasta ahora, ningún profeta había presentado con esta radicalidad el mal concreto. El Apocalipsis lo hacer: ese primer poder es el Imperio Militar de Roma

Diversos textos hablaban de potencias sacrales destructoras (cf. Dan 2 y 7; 1 Henoc, 2 Baruc y 4 Esdras). Pues bien, el Apocalipsis ha visto y descrito a la Gran Bestia, identificándola con el imperio de Roma, aunque el tema podrá aplicarse a los restantes imperios perversos de la tierra.

Segundo poder, la Bestia de la tierra, la ideología dominadora (13, 11-18). Este poder es la perversión profético-religiosa, encarnada en los sacerdotes y/o filósofos al servicio de la Primera Bestia, funcionarios de su violencia social e ideológica (religiosa). Ap 6, 15 citaba a reyes, nobles, comandantes militares, ricos y poderosos de la tierra. Todos aparecen ahora condensados en esta figura mentirosa al servicio de la violencia del sistema. La Primera Bestia era el Poder militar del imperio. Pues bien, al servicio de ese poder ha surgido esta Segunda, que es la religión y/o conocimiento pervertidos[1].

Tercer poder: Megápolis del comercio: La ciudad perversa, prostituta económica (Ap 17). La “amada” de las bestias es la Ciudad del Imperio,¡, emporio central de todas las riquezas, mercado donde se compra y vende todo. Ella aparece así como expresión definitiva y cumplimiento del sistema de poder total que el Dragón intenta elevar sobre la tierra, la racionalidad político‒económica encarnada en la ciudad del Roma.

            Esta  Mujer‒Ciudad Prostituta puede defenderse, diciendo que ella representa el orden social y garantiza la riqueza y comercio, la relación y unidad entre los pueblos. Muchos filósofos y sabios del imperio la llamaban Diosa y la veneraban, quemando en su honor el buen incienso.  A pesar de ello, el Apocalipsis la ha condenado, presentándola como aliada de las Bestias, encarnación socio‒económica del Dragón sobre la tierra. Es muy posible que este pasaje de condena sea exagerado en sus matices, pero su juicio profético resulta brecogedor y certero: el profeta ha visto y destacado algo que normalmente no vemos, el riesgo de un sistema que se diviniza a sí mismo sobre bases de imposición y engaño (bestias), encarnándose en un orden político que expulsa y niega a los disidentes y contrarios, condenando a muerte a los pobres, y actuando de esa forma como prostituta

MEGÁPOLIS SATÁNICA. EL APOGEO DE LA PROSTITUTA

imagesEl Apocalipsis presenta a la mujer‒prostituta como Diosa, montada en caballo imperial, dominando sobre las naciones, como poder económico universal que oprime a todos los hombres. Desde este fondo podemos evocar la figura de Roma, la Megápolis mundial, vienen a expresarse y se condensan los poderes de las Bestias y los del Dragón originario (cf. Ap 13-16), como dice el profeta del Apocalipsis[2]:

Se me acercó entonces uno de los siete ángeles… y me habló diciendo:

Ven. Te mostraré el juicio de la Prostituta grande, sentada sobre aguas caudalosas, con la que se prostituyeron los reyes de la tierra y se emborracharon los habitantes de la tierra con el vino de su prostitución.Me llevó en espíritu a un desierto y vi una Mujer sentada sobre una Bestia color escarlata, llena de nombres blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos.

La Mujer iba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada de oro, piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de la impureza de su prostitución. Escrito en su frente tenía un nombre: ¡Misterio! Babilonia, la grande, la Madre de los prostitutos y de todos los abominables de la tierra.Y vi a la Mujer emborrachándose con la sangre de los santos y la sangre de los mártires de Jesús (Ap 17, 1-6)

Apogeo. Revelación de la anti-diosa

       La maldad de las Bestias(Ap 13) desemboca y se condensa Roma Prostituta Comercial , que recibe de ellas su poder y quiere presentarse como Diosa (un tipo de esposa/prostituta del Dragón), siendo en realidad la madre de los prostitutos de la tierra, es decir, de todos los que, en un sentido u otro, se venden por influjo social o dinero (desde los grandes comerciantes a los que viven en su plano del engaño y la mentira)[3].

Ciertamente, en sí misma esta figura no es varón ni mujer. Pero, significativamente, desde una antigua tradición israelita, el texto la presenta de manera femenina, como ciudad infiel o anti-esposa (con lo que eso supone de posible devaluación de la mujer). Culminando la maldad de las Bestias simbólicamente masculinas (aunque en griego sean neutras: ta theria), se eleva esta Ciudad representada como Mujer prostituida, al servicio del dinero:
  1. Es la Prostituta Imperial (Pornê: Ap 17, 1-2), que los lectores identifican con la Ciudad imperial, que ha convertido todo lo que existe en objeto de un mercado donde nada vale en sí, sino para el negocio: eso es ella. Es el Poder que se ha vuelto prostitución o, a la inversa, la prostitución hecha poder: así recibe el dinero que le ofrecen las Bestias y de esa forma domina a los Reyes de los pueblos, poniéndolos a su servicio; así emborracha a los habitantes del mundo, haciéndoles beber su vino de olvido y muerte (cf. Ap 17, 2).
  2. Es Reina sentada (=entronizada) sobre la Bestia escarlata (17, 3). Al principio del texto la vimos sentada sobre las Aguas caudalosas del mar satánico (17, 1; cf. Ap 13, 1), que son los pueblos, naciones y lenguas: la totalidad de poderes del mundo en los que se asienta y domina la Mujer. Pues bien, aquí se añade, en otra perspectiva, que ella ha subido y cabalga sobre el trono de la Bestia de violencia militar de Ap 13, 1-10: no tiene su sede junto a (en el) Trono de Dios, como el Hijo vencedor (12, 5), sino en la Bestia. Sobre sus lomos cabalga, sobre su poder de destrucción se sienta. Bestia y Mujer se vinculan de esa forma, pero no en abrazo matrimonial gozoso y gratuito, de enriquecimiento personal, sino en contrato de manipulación: la Bestia utiliza a la Mujer-Ciudad, para conquistar de esa manera el mundo, con apariencia de cultura y orden; la Mujer cabalga sobre la Bestia, vendiendo su amor como Prostituta, para engañar a los pueblos de la tierra.
  3. Es Diosa falsa (Ap 17, 4). El lector podía esperar el triunfo de Roma como un despliegue de jinetes victoriosos o como expresión de una Diosa de justicia que extiende un orden de paz sobre la tierra (cf. Ap 6, 1-6). Pues bien, el Apocalipsis responde que la Diosa Roma es una simple y perversa Prostituta, que se vende al poder del dinero y cabalga sobre lomos de la Bestia. Está vestida de honor sacerdotal, como Reina y Señora del mundo, de púrpura y escarlata, con oro y pedrería, sentada en seña de honor (Ap 18, 7.16), como si pudiera conceder sus favores a todos los habitantes de la tierra. Pero ella sólo busca placer y riqueza: con todos se vende, a todos utiliza, para elevarse a sí misma. Por eso puede alzarse mucho, pero es simple apariencia destructora, diosa falsa: expresión de maldad, pecado que se encarna en unas instituciones de opresión, en la Ciudad del mundo Ha logrado su poder engañando y matando a los demás. No es diosa, como quieren sus devotos, ni autoridad neutral, sino poder de muerte: ha creado una religión imperial al servicio de sí misma, matando a los pobres[4].
  4. Es Babilonia, Madre de los prostitutos y abominables de la tierra (Ap 17, 5). Babilonia la Grande, la Ciudad y Torre que quiso elevar su poder sobre los cielos, sufriendo así el gran rechazo de Dios (cf. Gen 11, 1-9); es la capital del imperio que en otro tiempo destruyó a Jerusalén y cautivó a sus hijos, los judíos (el 587 a. de C.). Evidentemente, esa Ciudad es ahora Roma, que quiere elevarse como Diosa y Madre, siendo simplemente prostituta. Se le puede llamar madre, pero no como dadora de vida, sino todo lo contrario, como signo y principio de muerte, al servicio del Dragón: así concede su semilla a todos los “prostitutos y abominables” de la tierra, es decir, a los que se imponen por la fuerza a los demás y les engañan.
  5. Es la asesina. Toda la gloria y el poder de Roma culminan en el asesinato… El poder militar, la falsa sabiduría profética, la religión, el dinero… Todo está al servicio de la muerte. Por eso, el texto dice que ella se ha embriagado con la sangre de los santos: está loca y borracha: vive de matar, bebe la vida de los fieles. Ella representan el riesgo definitivo de la humanidad: es el Sistema político‒ideológico que se diviniza a sí mismo de manera destructora, en clave económica, de comercio de muerte. Entendida así, ella puede identificarse con Mamón, el anti‒Dios (cf. Mt 6, 24). Es la humanidad que niega a Dios, negándose a sí misma, para terminar convirtiéndose en muerte.

Esta mujer‒prostituta aparece como la forma suprema de opresión del mundo: no es una simple ciudad, un orden político objetivo y neutral, que regula para bien de todos el aspecto más externo de la vida y deja que cada uno ejerza luego su religión particular, sino que es la economía imperial como Sistema de vida absoluto, sociedad destructora de lo humano, que se opone a la experiencia de Jesús, de tal manera que en ella se expresa y culmina el pecado de homicidio y engaño del Dragón antiguo (cf. 12, 4.9, en relación con 18, 24). Leer más…

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(15.8.21) Asunción 3: Entre Ascensión y Descensión: Mujer oprimida, fugitiva, perseguida

Martes, 17 de agosto de 2021
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Jacopo-Palma-Assumption-of-the-VirginDel blog de Xabier Pikaza:

Subió a los cielos, bajó al infierno de la historia

Una cosa es la Ascensión (ascenso activo de Jesús resucitado al cielo) y otra la Asunción (ascenso receptivo de la mujer-madre, asumida, transformada por Dios, en su gloria celeste). Pero, en la práctica, muchos cristianos, incluso los más entendidos, solemos confundir las dos imágenes, de manera que la Asunción de María se interpreta y representa igual que la Ascensión de Cristo.

En este contexto opera, además, otro supuesto: El ascenso (Ascensión) se vincula de un modo radical con un descenso (Descensión), de forma que igual que hablamos de un descenso de Cristo al infierno originario (credo romano) tenemos que hablar de un descenso de la mujer-madre a los infiernos de la historia. En ese sentido, esta fiesta de la “Ascensión”  de María  se encuentra vinculada con la historia de su Descensión y Sufrimiento histórico, que el Apocalipsis presenta como un proceso de condena, persecución y fuga.

Este motivo, que Lc 2, 54-55 ha presentado en forma de los Dolores de María (una espada atravesará tu alma), ha sido desarrollado extensamente por Ap 12-13, en un retablo impresionante de grandes sufrimientos históricos de las mujeres, expresados en forma de simbología apocalíptica. Por eso, esta fiesta de la Asunción/Ascensión de María puede y debe entenderse, al mismo tiempo, como memoria del Descenso/Descensión de la mujer oprimida, fugitiva, perseguida.

Introducción

La Ascensión (Anábasis) de Jesús está vinculada a su Descensión o Katábasis al infierno de la destrucción humana , como ha puesto de relieve la tradición del Credo romano relacionando y casi identificando la Descensión (descendit ad ínferis, descendió a los infiernos) con la Ascensión (ascendit in caelum). Bajando el extremo del infierno y liberando a sus cautivos Jesús asciende al cielo.

2 De un modo semejante la Asunción/Ascensión de María resulta inseparable de su “descenso” a la tierra como mujer perseguida, amenazada, oprimida, tal como ha sido narrada en el Apocalipsis. La tradición católica posterior se ha centrado casi sólo en una ascensión gloriosa final, en contra del símbolo del Apocalipsis donde la mujer que sube (es subida, ascendida, al cielo aparece, al mismo tiempo como mujer oprimida, perseguida, fugitiva…

    Actualmente, año 2021, la fiesta de la Asunción/Ascensión de María nos parece a veces algo artificial, un happy end que oculta todo tipo de persecuciones contra la mujer… Por eso es bueno refrescar la memoria y leer el duro texto de  Ap 12, 10ss, que he dividido en tres partes, que iluminan mejor la trama de conjunto del Apocalipsis y el sentido de la Mujer  oprimida fugitiva, perseguida.

Este motivo ha sido veladamente asumido por el Vaticano II: “Pues, asunta a los cielos, (María) no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna… Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora… (Lumen Gentium 72).

       En esa línea podemos recordar varias fiestas de la Descensión o Descenso salvador de la Madre de Jesús. Unas son más honorífico-simbólicas, como la Fiesta de la Descensión de la Virgen a Toledo, el siglo VII d. C. para premiar la piedad del obispo Ildefonso, imponiéndole una casulla de gloria que se venera en aquella iglesia (Descensión de Toledo).

Más significativa en nuestro contexto (en la línea del Apocalipsis es la Descensión de la Virgen de la Merced-Misericordia en Barcelona, 2 de agosto del año 1202, para visitar y liberar a los cautivos, apareciendo también ella como cautiva y oprimida ante los ojos de Pedro Nolasco y los primeros mercedarios.

MUJER OPRIMIDA (AP 12, 6-12).

            Ella ha dado a luz al Hijo triunfador, que debe regir sobre los pueblos, y parece que con eso deberían acabarse sus problemas; pero Dios rapta a ese Hijo, sentándole sobre su Trono (Ascensión: 12, 5), mientras ella parece quedar abandonada, perseguida por el Dragón, sin nadie que la defienda sobre el mundo. ¿Qué hará? (12, 5). El texto responde misteriosamente, diciendo que huye del Dragón (en una nueva versión del Éxodo del pueblo israelita), mientras que, a su vez, el Dragón es expulsado del Cielo, de manera que la lucha entre ambos (Mujer y Dragón) se traslada así a la tierra:

Y la Mujer huyó al desierto, al lugar preparado por Dios, para que allí la alimenten durante 1260 días, que son el tiempo de perversión de la historia (Ap 12, 6). Este es el principio de su metamorfosis o, mejor dicho, de su historia salvadora. La Mujer era Madre celeste en dolores de parto; pero, realizada su tarea, habiendo dado a luz, tiene que escapar al desierto del mundo, convirtiéndose en mujer terrestre oprimida.

            Esta mujer oprimida toma los rasgos de  Israel que camina por el desierto, durante los años de peregrinación y prueba, buscando la tierra prometida, alimentada por el Maná de Dios. Ella es también signo de la Iglesia Perseguida… Finalmente, ella es signo de todas las mujeres oprimidas a lo largo de la historia.

            Los 1260 días de esa persecución/peregrinación, que aparecen luego como “un tiempo, dos tiempos y medio tiempo”, evocan la historia de la  Iglesia (humanidad, mujer)  perseguida en el mismo contexto de desierto, en la línea de la gran persecución del tiempo final, evocada por 1‒2 Macabeos y por Dan 10, 13.21; 12, 1 (cf. Ap 12, 14).

            De esa forma, la Mujer-Celeste del mito se vuelve Mujer-Madre histórica (fugitiva), como el pueblo de Israel en el desierto, como los judíos perseguidos por los gentiles en tiempo de los macabeos, como los cristianos en el tiempo del Apocalipsis. El Hijo vencedor de la mujer está sentado en el Trono de Dios, como Rey coronado, mientras ella (su madre) se refugia huyendo en el mundo y así recorre los pasos del antiguo Israel (primer desierto del Éxodo), los pasos de los judíos perseguidos en tiempo de los macabeos, el destino de todas las mujeres perseguida. Con ella y en ella se encuentran perseguidos sus “restantes hijos”, que son por tanto hermanos de Jesús, creyentes de la iglesia (cf. Ap 12, 17)[1].

La lucha celeste anterior (Mujer perseguida por Dragón) se traslada a la tierra, donde ella aparece como signo de todos los que sufren persecución y vencen (han vencido) al Dragón por la Sangre del Cordero y por el testimonio de su fe cristiana[2]. En ese contexto, la última estrofa del himno (12, 10-12) evoca el dolor de la tierra y el mar (que son escenarios de la gran lucha de la historia), porque el Dragón, expulsado del cielo y vencido, responde “con gran ira, pues le queda poco tiempo” (Ap 12, 12).

            Antes, sobre el cielo, vinculado al poder de Dios (como representante de Dios, como el Satán del libro de Job), el Dragón no tenía prisa pues se mantenía en un eterno retorno de nacimiento y muerte, aguardando que la Madre diera a luz para devorar el fruto de su vientre (cf. Ap 12, 1-4). Ahora, expulsado del cielo y fracasado (pues no ha podido devorar al Hijo de la mujer), ese mismo Dragón lucha furioso en la tierra en contra de los creyentes (la Mujer perseguida y sus hijos), porque el tiempo se ha acortado, es breve y pasajero.

            Este es el momento del thymos o furia de Satán, Dragón airado (=ôrgisthê), que lucha ya en el mundo contra la Mujer pues, no pudiendo devorar al Hijo mesiánico (ya resucitado) quiere destruir “al resto de su esperma”, es decir, a los hijos de la Mujer, esto es, a los hombres y mujeres fieles (Ap 12, 17). Éste es el tiempo de la historia final en que la Madre fugitiva y perseguida se desvela como signo de fidelidad y promesa de amor definitivo (cf. Ap 21-22) para los creyentes.

              De la furia del Dragón engañado y derribado de su altura, tiene que escapar esta mujer hasta el desierto, viniendo a refugiarse de esa forma fuera del sistema de poder del mundo. Toda la historia y trama posterior del Apocalipsis se funda sobre esta experiencia de “éxodo” o exilio de la Mujer, Madre celeste y mesiánica, que comparte el exilio (persecución) de los hombres fieles sobre el mundo[3].

MUJER PERSEGUIDA, PERO NO ABANDONADA (12, 13-17). SE LE DIERON ALAS DE ÁGUILA

La Mujer del texto anterior (Ap 12, 6) aparece ahora como oprimida y perseguida en el mundo por el Dragón, es decir, por los poderes de violencia de los “violadores” de la historia. Esta es la mujer oprimida, refugiada en el desierto de la prueba, aunque el mismo Dios la sostiene y alimenta Así lo muestra el texto. Tras el canto cristiano de Ap 12, 10-12, el Apocalipsis retoma la narración profética de 12, 7-9, contando, en palabras de intenso simbolismo, la lucha del Dragón contra la mujer en tres momentos principales:

Persecución y huida al desierto (12, 13-14). Este pasaje retoma el motivo de 12, 6: el Dragón es rápido y corre persiguiendo a la Mujer; pero Dios viene en ayuda de la perseguida y le da “las dos alas del águila grande”, que son muy veloces, para que pueda volar y refugiarse en un lugar inasequible del desierto, donde recibe el alimento necesario en el tiempo de la prueba. Esta Mujer del Águila, vinculada en oriente al sol alado, recibe la ayuda del Dios de los cielos y así puede volar y alejarse de la furia del Dragón y sus subordinados. Leer más…

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Asunción (II), vestida de Sol (Ap 12), Virgen de Guadalupe (México)

Lunes, 16 de agosto de 2021
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800px-1531_Nuestra_Señora_de_Guadalupe_anagoriaNuestra Señora de Guadalupe,

Del blog de Xabier Pikaza:

“Y apareció una señal grande en el cielo: Una Mujer, revestida del sol, con la luna bajos sus pies”

Presenté ayer las cuatro mujeres del Apocalipsis, insistiendo en su importancia para situar la Asunción, con la simbología femenina  del cristianismo, vinculando Ap 12 con la Asunción y Guadalupe

Ap 12, 1-6  (y el Apocalipsis en conjunto) expone el drama escatológico, representado en la Mujer-Madre celeste y en su lucha contra el Dragón que intenta devorar a su Hijo, sus hijos, que son la Humanidad entera. Esa Mujer Celeste  padece en el mundo, perseguida  por el Dragón y amenazada por la Prostituta Sangrienta, pero al final vence y se revela como Novia del Cordero, celebrando las Fiestas de la Humanidad reconciliada (Ap 21-22). Así comienza el drama:

“Y apareció una señal grande en el cielo: Una Mujer, revestida del sol, con la luna bajos sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas; y estaba encinta y gritaba en dolores de parto, torturada por dar a luz.

Y apareció otra señal en el cielo y era esta: un Dragón rojo, grande, con siete cabezas y diez cuernos y sobre sus cabezas siete diademas;y su cola arrastró un tercio de los astros del cielo y los arrojó sobre la tierra.

Y el Dragón se colocó delante de la Mujer que debía dar a luz, a fin de devorar al a su Hijo (tekton) cuando lo alumbrara. Pero ella dio a luz un Hijo (huion) Varón, que debe pastorear a todos los pueblos con vara de hierro. Y su Hijo fue raptado hacia Dios y hacia su Trono y la Mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios, y allí la alimentan mil doscientos sesenta días” (Ap 12, 1-6)[1].[2].

El drama aquí anunciado  se despliega a lo largo del Apocalipsis, como seguiré indicando… En ese contexto se sitúa y desde ese fondo se entiende la “mariofanía” más significativa  de la iglesia católica en los tiempos modernos: La “Revelación” de la Virgen de Guadalupe (México), el año 1531.

La “conquista” española había sido traumática;la gran cultura náhuatl del altiplano estaba desapareciendo, por derrota militar, pandemia sanitaria, sometimiento político y cansancio vital.  Pero, de un modo sorprendente, a partir del 1531, muchos “indígenas” empezaron a  revivir, “pactando” cultural y religiosamente con los “invasores” cristianos, re-descubriendo en  la Virgen-Madre de Ap 12, 1-6a su antigua Diosa-Madre, Tonancin, reina de los cielos.

Éste es el “milagro” del renacimiento americano, que se entiende desde Ap 12 y la religión pre-cristiana de México, que era muy valiosa en sí misma y que muchos hispanos e indígenas tomaron como Antiguo Testamento de Cristo, con el título, por otra parte muy significativo, deVirgen de Guadalupe (Extremadura, España).

Introducción:

  • En el lugar donde se hallaba el Sol-Guerrero amenazado de muerte vino a colocarse el Señor Jesús que muere  en verdad  por los hombres, sin más necesidad de sangre y sacrificios humano.
  • – En el hueco de la antigua Tonancin, Señora de la dualidad, Diosa del cielo, vestida de sol, con manto de estrella de la noche  y la luna bajo sus pies, pudo situarse ya María, con el título antiguo y nuevo de Virgen de Guadalupe.

 Esta Virgen-Madre, que vincula en una misma fe a cristianos españoles e indígenas “convertidos”, contiene muchos  rasgos y motivos nuevos,  vinculados al anuncio del evangelio y a la experiencia religiosa de los náhuatl, de manera que en un sentido puede hablarse de una ruptura  traumática en relación con la experiencia religioso anterior de los  aztecas.

Pero en otro plano es claro que los  españoles  ofrecieron a los indígenas  también antes oprimidos del altiplano la posibilidad de recuperar elementos de sus raíces culturales: el Señor Jesús, muerto por ellos, como auténtico Sol que ya no exige sacrificios humanos, les permite reconciliarse con la Madre Tonancin, que los aztecas habían reprimido bajo  su imperio militar violento.

RECUERDO ACADÉMICO. UNA TESIS DOCTORAL PENDIENTE

El año 1994 vino a inscribir, escribir y defender su tesis doctoral el Lcdo. P. Ch, que era por entonces profesor de Biblia en un importante teologado americano (omito su nombre por respeto a su tarea de formador y dirigente de Iglesia).

P. Ch. era ya un pensador y profesor experto, y tenía el trabajo doctoral bien avanzado, por lo que pudimos ajustar pronto el tema y articular su desarrollo. Se titularía El Apocalipsis y la Virgen de Guadalupe y constaría de tres partes:

  1. La Mujer-Madre vestida de Sol (Ap 12). Partíamos del supuesto de que en el fondo de la Virgen de Guadalupe estaba la figura de la Mujer del Apocalipsis, con su trasfondo universal (pagano), su novedad israelita (bíblica) y su desarrollo posterior cristiano, tal como aparece en la mariología hispana (europea) de la Edad Media, representada de un modo especial por la Virgen Madre de Guadalupe (Extremadura), negra de color y vinculada a la victoria cristiana (hispana) contra los enemigos diabólicos, representados por los enemigos de los cristianos españoles.
  2. La Mujer-Diosa Tonancin, figura principal de la religión y cultura náhuatl, en parte oprimida y relegada por el Dios-Sol azteca. Nos daba la impresión de que la eclosión del culto de la Virgen de Guadalupe representaba, desde el año 1531, el triunfo del sustrato materno de la Tonancin/Diosa Madre no sólo sobre el sol guerrero azteca, sino sobre un tipo de religión conquistadora hispana. Se podría hablar, incluso, con cierto humor, de una “revancha” de la Diosa, tendiendo un puente entre el símbolo de Ap 12 y la religión mexicana originaria.
  3. Posible aplicación a la cultura, religión y vida cristiana de México, a finales del siglo XX, dentro de una perspectiva de diálogo cultural y religiosa…

Pero la tesis así concebida no pudo realizarse, por la envergadura y repercusiones eclesiales del tema y, sobre todo, por exigencias laborales de P. Ch. a quien estaban encargado importantes funciones no sólo en México, sino en la iglesia universal. Él decidió escoger otro tema bíblico-religioso más sencillo y, de acuerdo conmigo, cambió de director (le recomendé al Prof. J. Martín Velasco), y a los pocos meses defendió con gran éxito su nueva tesis en la Univ. Pontificia de Salamanca, siendo yo su censor (a finales del año 1996 o principios del 1997, tendría que mirar los archivos).

Virgen de Guadalupe, recreación “mexicana” de la Mujer de Ap 12

     La tesis guadalupana de P. Ch. sigue siendo una tarea “pendiente”. No sé si, tras sus trabajos pastorales, él podría hoy culminarla. Yo conservo en alguna carpeta semi-perdida mucha documentación sobre tema: Bibliografía, comentarios del “relato” de Gudalupe, interpretaciones religioso-culturales de diverso tipo. En este contexto sólo puede recordar telegráficamente cuatro motivos:

  1. La Virgen de Guadalupe mexicana, tal como está representada por su imagen y su culto, recoge e interpreta sólo un motivo del Ap 12 (y del conjunto del Apocalipsis). Es Madre-Sagrada, vestida de sol, con luna bajo los pies, con manto de estrellas… Pero le falta la lucha contra el Dragón, su etapa de persecución y la Bodas finales de Ap 21-22.
  2. En vez de luchar o defenderse del Dragón, la Virgen de Guadalupe está en pie sobre el Ángel bueno, que representa la victoria de Dios contra el mal. Este ángel de la base de la imagen, que sostiene triunfante a la Virgen del Sol, luna y estrellas,  con el Hijo Divino en sus entrañas, es el signo del triunfo de la mujer-madre (Madre de Jesús, Madre Tonancin) sobre todos los enemigos. Así aparece ella a solas, como signo cósmico y humano (femenino) de Dios. Lleva a Cristo en su entraña de mujer encinta; pero Cristo no se ve, la imagen es sólo de ella.
  3. Este Madre-Virgen de Guadalupe aparece de manera estática y total y representa no sólo el “paganismo” sagrado de la Gran Madre, sino la mujer celeste de la apocalíptica judía y, sobre todo, la Madre Cristiana de Jesús… Es una de las imágenes más importantes no sólo del catolicismo moderno, sino del conjunto de la cristiandad y de la cultura universal. Es una Virgen-Madre ecuménica, con rasgos paganos, judíos, cristianos, mexicanos, una Virgen-Madre del pasado, del presente y del futuro.
  4. Su historia no ha sido todavía plenamente escrita ni entendida. Así lo pude sentir una tarde en Nazaret, ante la imagen de Guadalupe de la Basílica superior, discutiendo acaloradamente con un judío mexicano que, creyéndose muy universal y culto, se dedicaba a criticar de forma enfermiza el signo “pagano, antijudío, antifemenino, antimoderno” de Guadalupe. Cuando terminamos la discusión, y el anti-guadalupano se fue, se me acercó otro judío, también de lengua hispana, para darme gracias por mi interpretación ecuménica de María de Nazaret, Madre de Ap 12, Tonancin de Gudalupe: “Si no aprendemos a dialogar, me dijo, destruiremos, la herencia judía, la aportación cristiana y la cultura universal representada por esta mujer”.
  5. No puedo desarrollar aquí el programa primitivo de la tesis de P. Ch., por falta de tiempo y de conocimiento, pero puedo y quiero situar la imagen y culto de la Virgen de Guadalupe en el contexto del Ap 12, dentro del capítulo fascinante de las metamorfosis de la mujer (mujeres) del conjunto del libro final de la Biblia. Éste es un tema que, a mi juicio, no ha sido desarrollado de manera suficiente todavía, por prevención de algunos (como el judío-mexicano ya citado), por desarrollo insuficiente de la historia, teología, culto y pastoral de fondo de la Iglesia católica de México… y por falta de recreación valiente de los símbolos cristianos. Y con esto vengo ya directamente al texto de Ap 12.

Mujer y Dragón en el cielo (Ap 12, 1-4).

Conforme a muchos mitos teogónico-cosmogónicos, al principio hay una Mujer, primer signo celeste y positivo de Dios (misterio de la vida), madre fecunda que lleva en su entraña al Hijo salvador.También el Dragón está al principio, pero no es poder activo sino re-activo, no es principio engendrador (no da de sí) sino destructor (devora lo engendrado); no quiere ni puede comer a la Mujer, pues si lo hiciera todo habría terminado: la tiniebla habría aniquilado a la luz y el Dragón quedaría para siempre en solitario, encerrado en su dinámica de muerte sin fin.

El Dragón aparece tras la mujer y de alguna forma deriva de ella: Su esencia es reactiva, como realidad envidiosa, que vive de y para matar al Hijo de la Mujer, por eso vigila y amenaza (“cuida” de algún modo) a la mujer para aprovecharse de su fruto. Mujer y Dragón parecen oponerse eternamente (una engendra, otro devora) y su oposición es la esencia de una historia en la que todo pasa (está pasando) sin que nada cambie, como indican las religiones cósmicas o de la naturaleza.

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En torno a la Asunción (I): Las cuatro mujeres del Apocalipsis

Domingo, 15 de agosto de 2021
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CE53A7BC-0DBB-4F20-962B-224605189ACBDel blog de Xabier Pikaza:

Un interesante trabajo que iremos publicando en los próximos días…

“El próximo domingo (Hoy, 15.8) celebramos la fiesta de la Asunción de María, Madre de Jesús. En años anteriores he ofrecido en este blog algunas reflexiones generales sobre el tema. Este año he querido situar su figura en el contexto de las mujeres del Apocalipsis, un tema fascinante de simbología, teología y espiritualidad cristiana”

“En ese contexto quiero ofrecer una comentario de la Mujer celeste, vestida de sol, que aparece en Ap 12, 1-6. Ella ha sido fuente de inspiración no sólo para la simbología de la Asunción, sino para el despliegue y desarrollo de algunas advocaciones marianas (como la Virgen de Guadalupe de México). Así lo haré a lo largo de seis días, presentando esa figura de la Mujer Celeste en el contexto general de las mujeres del Apocalipsis

“Éste es un trabajo exegético y teológico algo largo, pero es importante  para situar no sólo la figura y culto de María, Madre de Jesús, sino para conocer la función de la mujer en el despliegue de la Biblia y en el pensamiento de la Iglesia. La  Mujer‒Madre celeste quedó integrada simbólicamente en la divinidad, al lado de Dios Padre, completando así un tipo de arquetipo divino y su manifestación en la historia humana[1]”

“Esta madre celeste y terrestre, vencedora, vencida y luego  elevada nuevamente a la “divinidad”  forma parte de la  transmutación de lo femenino en la historia de occidente”. Por un lado, es una mujer, por otro lados son tres (o cuatro) mujeres que han marcado y siguen marcando el imaginario femenino de la apocalíptica judía y cristiana del I d.C., tal como culmina en el Apocalipsis de Juan, en su lucha contra los poderes satánicos de muerte que amenazan con destruir la historia humana

| X Pikaza


Esquema general

Mi trabajo sobre la mujer (mujeres) del Apocalipsis consta de seis partes, que iré presentando en los seis días que siguen.

1 Tres o cuatro mujeres

Metamorfosis. Cuatro mujeres
Una misma mujer: Madre, perseguida, novia
2. Primera mujer. Madre cósmica y Dragón (Ap 12, 1-5

Introducción. Mujer y Dragón en el cielo (Ap 12, 1-4
Comienzo del drama. Dio a luz un Hijo Varón… (Ap 12, 5)
3. Segunda mujer. La compañera de las bestias (Ap 12, 6-13, 18)

Mujer fugitiva. Dragón expulsado del cielo (Ap 12, 6-12).
Mujer perseguida (12, 13-17).Se le dieron alas de águila
Mujer amenazada. El Dragón y las Bestias (12, 18-13, 18)
4.Tercera mujer. Prostituta universal, economía perversa (Ap 17-18)

Jezabel. “Prostituta” discutida de Tiatira
Desarrollo temático. La prostituta Roma (Ap 17, 1-6)
Culminación. Asesinato y robo (Ap 18, 1-19,8)
Conclusión. Asesina asesinada, muerte de la Prostituta
5.Cuarta mujer. Ciudad-novia, bodas del Cordero (Ap 21-22)

Arquetipo femenino de Dios. La novia del Cordero
Un tema abierto. El arquetipo bíblico de Dios y la mujer del Apocalipsis
6-Conclusión hermenéutica. Mito, apocalíptica e identidad antropológica

Comienzo. Mujer celeste, tiempo originario
Desarrollo. Madre Israel, Antiguo Testamento
Experiencia cristiana. El mito se hace historia
INTRODUCCIÓN. LAS CUATRO MUJERES DEL APOCALIPSIS

En un comentario del Apocalipsis he desarrollado algunos rasgos (símbolos) de la Mujer (cuatro mujeres) del libro, partiendo de Ap 12, 1‒6. En ese fondo se ha vuelto necesario un nuevo estudio simbólico y literario, histórico y social de esos motivos, partiendo de una visión dramática de conjunto que destaque la vinculación (diferencia y unidad) de las escenas y figuras del Apocalipsis, en una línea simbólica y existencial, abierta a la esperanza de futuro de la Biblia en su conjunto[2].

En esa línea, podemos afirmar que Ap 12, 1‒6 constituye el centro dramático del libro del Apocalipsis (y en algún sentido la culminación de toda la Biblia), de manera que sus temas y figuras (Mujer, Dragón, Hijo) sólo pueden entenderse desde el conjunto del texto que desemboca en el descenso y bodas de la Novia y el Cordero (Ap 21-22). Por eso quiero elaborar una exégesis simbólica y social del texto, desde una perspectiva de identidad cristiana, teniendo en cuenta el conjunto de la Biblia cristiana, que culmina de algún modo en esta escena. Este arquetipo de la Mujer, que es al mismo tiempo Gran Madre, Iglesia o comunidad perseguida y Novia del Cordero constituye uno de los centros simbólicos de la Biblia[3].

METAMORFOSIS. TRES O CUATRO MUJERES

Ap 12, 1‒6 nos sitúa en el punto de partida de una historia dramática que es, al mismo tiempo, la historia de Dios (humanidad) y la de cada uno de los hombres, en los que se individualiza y encarna su figura, en línea universal, judía y cristiana[4]. En esa línea, reinterpretando lo anterior, he querido situar a la Mujer en el contexto de la historia social (comunicativa) de la humanidad.

No es una mujer-‒ya‒fijada, sino una mujer-haciéndose (in fieri), en un proceso dramático, definido por el nacimiento pascual de Jesús (Ap 12) y por su victoria final como Hijo Cordero (Ap 19-20), conforme a los cuatro momentos ya indicados, que ahora retomo en línea más dramática:

Madre celeste, conflicto social primigenio (Ap 12, 1-5). La Madre es el punto de partida de la historia. Humanamente hablando no podemos avanzar (más allá sólo queda Dios, el gran silencio bíblico). Ella es la generación originaria, fuerza engendradora de vida, cielo original en forma de mujer, paraíso del principio del que provenimos. Este aspecto materno de la vida (amenazado por el Dragón) sigue definiendo la vida de los hombres. Para que exista humanidad tiene que haber unaMadre primera.

Pero la Madre no está sola: a su lado, como fuerza que parece posterior (no se dice de donde proviene, lo mismo que en Gen 3), pero que es determinante, se eleva el Dragón o Serpiente. Este conflicto de Madre‒Engendradora y Dragón‒Homicida no es sólo un mito cosmogónico o existencial, sino que retoma el recuerdo genético de la lucha primigenia, siempre repetida que define el sentido de la humanidad. Muchos han pensado que el principio de todo ha sido y sigue siendo la guerra (Heráclito), es decir, la envidia mimética, la lucha sin fin de los contrarios.

Pues bien, en contra de los análisis posteriores de Hegel y Marx, de Freud o de R. Girard, nuestro pasaje sabe que la “madre” de todas la guerras no fue un conflicto de “conciencias” masculinas (Hegel), ni una oposición entre clases sociales por dinero (Marx), ni un tipo de “edipo” o guerra de los hijos contra el padre (Freud), ni la rebelión mimética de uno en contra del modelo de vida que señalan y, al mismo tiempo les impiden gozar sus “modelos” (o antecesores). Ap 12, 1‒6 sabe y dice que la primera de todas las guerras de los hombre es la guerra en contra de la “madre”, eso es en contra de aquel/aquella que les ha dado la vida. Antes de todas las reflexiones, importantes pero derivadas de Hegel‒Marz y de Freud‒Girard, en un contexto bíblico, Ap 12, 1‒6 ha sabido describir el primero de todos los conflictos de la historia, como oposición entre la mujer‒madre (don de la vida) y demonio‒dragón, que vive devorando (matando) vida ajena. Ésta es como he dicho “la madre de todas las guerras”[5].

Madre en la tierra, mujer perseguida (Ap 12, 6-18). La figura anterior (Madre celeste) era un símbolo o proyección social del origen y riego de la vida: releyendo la meta-relato bíblica del origen de la humanidad (Gen 2-3), el autor del Apocalipsis había destacado el signo primigenio de la Madre que da a luz sobre los cielos. Pues bien, pasando ya al plano de la humanidad concreta, él la presenta en la historia, como mujerfugitiva y perseguida, en el espacio y tiempo de conflictividad del mundo. Ha dado a luz al Hijo vencedor y continúa oponiendo al Dragón, que la persigue; por eso debe escaparse y vivir en el desierto, como saben las tradiciones del Éxodo judío, reinterpretadas por nuestro pasaje (cf. Ap 12, 6).

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“Nadie sabe el día“. Domingo 33 Tiempo ordinario – B (Marcos 13,24-32)”.

Domingo, 18 de noviembre de 2018
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El mejor conocimiento del lenguaje apocalíptico, construido de imágenes y recursos simbólicos para hablar del fin del mundo, nos permite hoy escuchar el mensaje esperanzador de Jesús sin caer en la tentación de sembrar angustia y terror en las conciencias.

Un día, la historia apasionante del ser humano sobre la tierra llegará a su final. Esta es la convicción firme de Jesús. Esta es también la previsión de la ciencia actual. El mundo no es eterno. Esta vida terminará. ¿Qué va a ser de nuestras luchas y trabajos, de nuestros esfuerzos y aspiraciones?

Jesús habla con sobriedad. No quiere alimentar ninguna curiosidad morbosa. Corta de raíz cualquier intento de especular con cálculos, fechas o plazos. «Nadie sabe el día o la hora…, solo el Padre». Nada de psicosis ante el final. El mundo está en buenas manos. No caminamos hacia el caos. Podemos confiar en Dios, nuestro Creador y Padre.

Desde esta confianza total, Jesús expone su esperanza: la creación actual terminará, pero será para dejar paso a una nueva creación, que tendrá por centro a Cristo resucitado. ¿Es posible creer algo tan grandioso? ¿Podemos hablar así antes de que nada haya ocurrido?

Jesús recurre a imágenes que todos pueden entender. Un día el sol y la luna que hoy iluminan la tierra y hacen posible la vida se apagarán. El mundo quedará a oscuras. ¿Se apagará también la historia de la humanidad? ¿Terminarán así nuestras esperanzas?

Según la versión de Marcos, en medio de esa noche se podrá ver al «Hijo del hombre», es decir, a Cristo resucitado, que vendrá «con gran poder y gloria». Su luz salvadora lo iluminará todo. Él será el centro de un mundo nuevo, el principio de una humanidad renovada para siempre.

Jesús sabe que no es fácil creer en sus palabras. ¿Cómo puede probar que las cosas sucederán así? Con una sencillez sorprendente invita a vivir esta vida como una primavera. Todos conocen la experiencia: la vida que parecía muerta durante el invierno comienza a despertar; en las ramas de la higuera brotan de nuevo pequeñas hojas. Todos saben que el verano está cerca.

Esta vida que ahora conocemos es como la primavera. Todavía no es posible cosechar. No podemos obtener logros definitivos. Pero hay pequeños signos de que la vida está en gestación. Nuestros esfuerzos por un mundo mejor no se perderán. Nadie sabe el día, pero Jesús vendrá. Con su venida se desvelará el misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos Dios. Nuestra historia apasionante llegará a su plenitud.

José Antonio Pagola

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“Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.”. Domingo 18 de noviembre de 2018 Domingo 33º del tiempo ordinario

Domingo, 18 de noviembre de 2018
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60-ordinarioB33 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 12, 1-3: Por aquel tiempo se salvará tu pueblo.
Salmo responsorial: 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Hebreos 10, 11-14. 18: Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Marcos 13, 24-32: Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.

Cercanos ya al final del año litúrgico, la liturgia de hoy nos presenta a través de la lectura del libro de Daniel y del evangelio, textos relativos al final de los tiempos. En efecto, el pasaje de Daniel anuncia la intervención de Dios a favor de sus fieles a través de Miguel, el ángel encargado de proteger a su pueblo. Estas palabras de Daniel hay que enmarcarlas en el marco amplio de todo el libro cuyo género y estilo corresponden a la corriente apocalíptica bastante popularizada a finales del período veterotestamentario. Todo el libro de Daniel es un llamado a la esperanza, característica principal de toda la literatura apocalíptica. No se trata tanto de una revelación especial de lo que sucederá al final de los tiempos, cuanto la utilización de imágenes que invitan a mantener viva la esperanza, a no sucumbir ante la idea de una dominación absoluta de un determinado imperio. El texto que leemos hoy es subversivo para la época, pues invita al rechazo del señorío absoluto de los opresores griegos de aquel entonces que a punta de violencia se hacían ver como dueños absolutos de las personas, del tiempo y de la historia.

Por su parte el evangelio nos presenta una mínima parte del «discurso escatológico» según san Marcos. Un poco antes de comenzar la narración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, los tres sinópticos nos presentan palabras de Jesús cargadas de sabor escatológico.

El pasaje de hoy hay que leerlo a la luz de todo el capítulo 13. Es más, conviene que en casa o en el grupo lo leamos completo y, de ser posible, leamos también el discurso escatológico de Mateo y de Lucas, eso nos ayudará a ver mucho mejor las semejanzas y las diferencias entre los tres y, por otro lado, nos facilitará una mejor comprensión del sentido y finalidad que cada uno quiso darle a esta sección.

Tengamos en cuenta que en ningún momento hablan los evangelistas del «fin del mundo», en sentido estricto, esa es una interpretación equivocada que no ha traído los mejores resultados ni a la fe del creyente ni a su compromiso con el prójimo y con la historia. No es éste, con palabras sacadas de aquí y de allá, el «fundamento» bíblico o teológico de las «postrimerías del hombre» de que nos hablaba el «catecismo del padre Astete», o de los «novísimos» que nos enseñaba la teología… O, por lo menos, no se debe reducir a eso.

Jesús no predica el fin del mundo, ése no era su interés. Las imágenes de una conmoción cósmica descrita como estrellas que caen, sol y luna que se oscurecen, etc., son una forma veterotestamentaria de describir la caída de algún rey o de una nación opresora. Para los antiguos, el sol y la luna eran representaciones de divinidades paganas (cf. Dt 4,19-20; Jr 8,2; Ez 8,16), mientras que los demás astros y lo que ellos llamaban «potencias del cielo», representaban a los jefes que se sentían hijos de esas divinidades y en su nombre oprimían a los pueblos, sintiéndose ellos también como seres divinos (Is 14,12-14; 24,21; Dn 8,10). Pues bien, en línea con el Primer Testamento, Jesús no pretende describir la caída de un imperio o cosa por el estilo, para él lo más importante es anunciar los efectos liberadores de su evangelio; y es que el evangelio de Jesús debe propiciar, en efecto, el resquebrajamiento de todos los sistemas injustos que de uno u otro modo se van erigiendo como astros en el firmamento humano.

Jesús es consciente y sabe que la única forma de rescatar, redireccionar el rumbo de la historia por los horizontes queridos por el Padre y su justicia, es haciendo caer los sistemas que a lo largo de la historia intentan suplantar el proyecto de la justicia querido por Dios, con un proyecto propio, disfrazado de vida pero que en realidad es de muerte. Esta tarea la debe realizar el discípulo, el que ha aceptado a Jesús y su proyecto. Recordemos la intencionalidad teológica y catequética de Marcos: a Jesús, el Mesías (cuyo «secreto» se mantiene a lo largo de todo el evangelio), sólo se le puede conocer siguiéndolo; y bien, el seguimiento implica no sólo ir detrás de él, implica además, tomar el lugar de él, asumir su propuesta como propia y luchar hasta el final por su realización.

Discípulas y discípulos están entonces comprometidos en ese final de los sistemas injustos cuya desaparición causa no miedo, sino alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando son liberados. Ésa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto para discernir si en efecto nuestras tareas de evangelización y nuestro compromiso con la transformación de lo injusto en relaciones de justicia está causando de veras el efecto que debe tener el evangelio, o si simplemente estamos ahí a merced de las corrientes del momento esperando quizás que se cumpla lo que no ni siquiera pasó por la mente de Jesús.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 105, «Dos moneditas de cobre», de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1500105 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap105b.mp3

El planteamiento ordinario del fin del mundo dentro de las religiones –al menos, ciertamente, dentro del judeocristianismo–, ha adolecido de nuestro típico antropocentrismo: el fin del mundo se equipara, exactamente, a lo que pasará al plan de la «historia de la salvación» (humana) por parte de Dios… Aunque lo consideramos como «el fin del mundo», en realidad es el final «de nuestro pequeño mundo», del pequeño mundo de nuestra religión, que cree que ella misma ocupa todo el escenario, toda la realidad… Así, consideramos que los dos grandes protagonistas de la realidad somos, exclusivamente, Dios y nosotros, y que el mundo va a acabar cuando Dios decida que acabe nuestra aventura humana en su/nuestra «historia de salvación. En esa perspectiva queda totalmente olvidado el mundo mismo, o sea, la realidad cósmica, el cosmos… Leer más…

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“Años terribles y palabras de consuelo”. Domingo 33. Ciclo B

Domingo, 18 de noviembre de 2018
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no_man_knoweth_the_hourDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las lecturas del penúltimo domingo del Tiempo Ordinario parecen trasladarnos siempre a un mundo de ciencia ficción, difícil de ser tomado en serio. Sin embargo, los tres evangelios sinópticos contienen este discurso de Jesús sobre el fin del mundo. Lo cual significa que, para los primeros cristianos, era algo esencial: un mensaje de esperanza y consuelo en medio de las persecuciones.

La 1ª lectura y el evangelio coinciden en ser la respuesta a momentos de crisis, mucho más profundas de las que nosotros a veces padecemos. Ambos textos pretenden consolar a los que atraviesan esta dura prueba.

Tres años terribles (169-167 a.C.)…

            Los años 169-167 a.C. fueron especialmente duros para los judíos. El 169, Antíoco Epífanes, rey de Siria, invadió Jerusalén, entró en el templo y robó todos los objetos de valor, después de verter mucha sangre. El 167, un oficial del fisco enviado por el rey mata a muchos israelitas, saquea la ciudad, derriba sus casas y la muralla, se lleva cautivos a las mujeres y los niños, y se apodera del ganado. Al mismo tiempo, Antíoco, obsesionado por imponer la cultura griega en todos sus territorios, prohíbe a los judíos ofrecer sacrificios en el templo, guardar los sábados y las fiestas, y circuncidar a los niños [como si a nosotros nos prohibieran celebrar la eucaristía y bautizar a los niños]; y manda contaminar el templo construyendo altares y capillas idolátricas, y sacrificando en él cerdos y animales inmundos.

            Estos acontecimientos provocaron dos reacciones muy distintas: una militar, la rebelión de los Macabeos; otra teológica, la esperanza apocalíptica, que encontramos reflejada en la 1ª lectura de hoy.

            Apocalipsis significa “revelación”, “desvelamiento de algo oculto”. La literatura apocalíptica pretende revelar un secreto escondido, que se refiere al fin del mundo: momento en que sucederá, señales que lo precederán, instauración definitiva del Reino de Dios. Es una literatura de tiempos de opresión, de lucha a muerte por la supervivencia, de búsqueda de consuelo y de unas ideas que den sentido a su vida. La única solución consiste en que Dios intervenga personalmente, ponga fin a este mundo malo presente y dé paso al mundo bueno futuro, el de su reinado.

… y la respuesta del libro de Daniel (1ª lectura)

            En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todo los que se encuentren inscritos en el Libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horno eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

            Se anuncia al profeta que habrá un tiempo de angustia como no lo ha habido nunca; pero, al final, se salvará su pueblo, mientras que los malvados serán castigados. Todo esto no puede ocurrir en este mundo, el autor está convencido de que este mundo no tiene remedio. Ocurrirá en el mundo futuro, cuando unos resuciten para ser recompensados y otros para ser castigados. Entre los buenos el autor destaca a los doctos, a los que enseñaron a la multitud la justicia, que brillarán como las estrellas, por toda la eternidad. Con ello deja clara su opción política y religiosa: la solución no está en las armas, como piensan los Macabeos.

Una década fatal (60-70 d.C.)…

            No sabemos con seguridad cuándo se escribió el primer evangelio. Pero lo que ocurrió en la década de los 60 del siglo I ayuda a comprender lo que dice el texto de este domingo.

            El año 61 hubo un gran terremoto en Asia Menor que destruyó doce ciudades en una sola noche (lo cuenta Plinio en su Historia natural 2.86). El 63 hubo un terremoto en Pompeya y Herculano, distinto de la erupción del Vesubio el año 79. El 64 tuvo lugar el incendio de Roma, al parecer decidido por Nerón y del que culpó a los cristianos. El 66 se produce la rebelión de los judíos contra Roma; la guerra durará hasta el año 70 y terminará con el incendio del templo y de Jerusalén. El 68 hubo otro terremoto en Roma, poco antes de la muerte de Nerón. El 69, profunda crisis a la muerte de Nerón, con tres emperadores en un solo año (Otón, Vitelio y Vespasiano).        En la mentalidad apocalíptica, terremotos, incendios, guerras, disensiones son signos indiscutibles de que el fin del mundo es inminente.

            Por otra parte, la comunidad cristiana sufre toda clase de problemas. Unos son de orden externo, provocados por las persecuciones de judíos y paganos: se les acusa de rebeldes contra Roma, de infanticidio y de orgías durante sus celebraciones litúrgicas; se representa a Jesús como un crucificado con cabeza de asno. Otros problemas son de orden interno, provocados por la aparición de individuos y grupos que se apartan de las verdades aceptadas. La primera carta de Juan reconoce que “han venido muchos anticristos”, no uno solo (1 Jn 2,18), y que “salieron de entre nosotros”.

… y la respuesta del evangelio de Marcos

            En este ambiente tan difícil, el evangelio de Marcos también ofrece esperanza y consuelo mediante un largo discurso (capítulo 13). Todo comienza con un comentario ocasional de Jesús. Estando en el monte de los Olivos, donde se goza de una vista espléndida del templo, dice a los discípulos: «¿Veis esos grandes edificios? Pues se derrumbarán sin que quede piedra sobre piedra.»

            A ellos les falta tiempo para identificar la destrucción del templo con el fin del mundo. Entonces, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntan en privado: «¿Cuándo sucederá todo eso? ¿Y cuál es la señal de que todo está para acabarse?» Los dos temas que obsesionan a la apocalíptica: saber qué señales precederán al fin del mundo y en qué momento exacto tendrá lugar.            La lectura de este domingo ha seleccionado algunas frases del final del discurso, en las que reaparecen estas dos preguntas, pero en orden inverso: primero se habla de las señales, luego del tiempo. En medio, la gran novedad, algo por lo que no han preguntado los discípulos: la venida gloriosa del Señor.

Las señales del fin y la venida del Señor

            Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

            Las señales no acontecen en la tierra, sino en el cielo: el sol se oscurece, la luna no ilumina, las estrellas caen del cielo. Pero lo que ocurre no provoca el pánico de la humanidad. Porque la desaparición del universo antiguo da lugar a la venida gloriosa del Señor y a la salvación de los elegidos. Indico algunos detalles de interés en estos versículos.

            1) A Dios no se lo menciona nunca. Todo se centra, como momento culminante, en la aparición gloriosa de Jesús.

            2) De acuerdo con algunos textos apocalípticos judíos, se pone de relieve la salvación de los elegidos. Esto demuestra el carácter opti­mista del discurso, que no pretende asustar, sino consolar y fomentar la esperanza, aunque no encubre los difíciles momentos por los que atravesará la Iglesia.

            3) A diferencia de otros textos apocalípticos, que conceden gran importancia a la descripción del mundo futuro, aquí no se hace la menor referencia a ese tema, como si pudiera descentrar la atención de la figura de Jesús.

            El momento del fin

“De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.”           

            La parte final contiene tres afirmaciones distintas: 1) vosotros podéis saber cuándo se acerca el fin (parábola de la higuera); 2) el fin tendrá lugar en vuestra misma generación; 3) el día y la hora no lo sabe más que Dios Padre.

            La segunda es la más problemática. Si se refiere a la caída de Jerusalén no plantea problema, porque tuvo lugar el año 70. Pero, si se refiere al fin del mundo, no se realizó. A pesar de todo, es posible que así la interpretasen muchos cristianos, conven­cidos de que el fin del mundo era inmi­nente. Así pensó Pablo en los primeros años de su actividad apostólica.

            Pero al lector debe quedarle claro lo que se dice al final: nadie sabe el día ni la hora, y lo importante no es discutir o calcular, sino mantener una actitud vigilante [este tema, importantísimo, lo ha suprimido la liturgia de forma incomprensible].

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Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 18 de Noviembre de 2018

Domingo, 18 de noviembre de 2018
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“Aprended lo que os enseña la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca”

(Mc 13, 24-32)

Estos textos de tono apocalíptico son más bien oscuros y difíciles de comprender. La mente se nos va a esas películas que nos muestran el fin del mundo sin regatear en imaginación. Grandes cataclismos, invasiones de extraterrestres, cualquier cosa puede valer para explicar que esta materia, que este mundo, tal cual lo conocemos, puede terminar.

El fin de lo conocido nos aboca a las grandes preguntas, nos enfrenta con el sentido de la vida.

Pero en realidad, que el mundo continúe o no, es más bien secundario. Sin embargo, nuestra condición finita nos inquieta. De la misma manera que un día recibimos el aliento y estrenamos la vida en este mundo, un día entregaremos un último aliento y dejaremos esta realidad.

Si coincide con el fin de este mundo o no, no tiene tanta importancia porque para quien muere termina.

Pienso que estos textos quieren ayudarnos a tomar conciencia de que la vida pasa. Esta vida que conocemos y respiramos cotidianamente terminará y eso en principio no es injusto ni cruel, solamente es parte de la vida.

Podríamos decir que no tenemos la vida en propiedad, solo en usufructo. Se nos da por un tiempo para que la disfrutemos y la cuidemos. Después tendremos que devolvérsela a su dueño y Él nos dará otra.

Aquí las palabras y las comparaciones se quedan cortas, pero nos ayudan. La higuera con sus ramas tiernas anuncia la primavera que significa el fin del invierno. Una realidad que pasa y da inicio a otra. Lo mismo cada uno de nosotros. Un día moriremos y ese mismo día empezará algo nuevo. La vida en plenitud.

Oración

Quítanos el miedo a la muerte, Trinidad Santa. Enséñanos a mirarla como parte de la vida. Que nos dejemos transformar en brotes tiernos de vida resucitada.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Lo que fui y lo que soy, es lo que siempre seré. mi tarea es descubrirlo.

Domingo, 18 de noviembre de 2018
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27dd578e-5dd6-4a79-9184-fc568c7a0ba8Mc 13, 24-32

Estamos en el c. 13 de Mc, dedicado todo él al discurso escatológico. Este capítulo hace de puente entre la vida de Jesús y la Pasión. Los tres sinópticos relatan un discurso parecido, lo cual hace suponer que algo tiene que ver con el Jesús histórico. Pero las diferencias entre ellos son tan grandes, que presupone también una elaboración de las primeras comunidades. Es imposible saber hasta que punto Jesús hizo suyas esas ideas.

Estamos ante una manera de hablar que no nos dice nada hoy. No se trata solo del lenguaje como en otras ocasiones. Aquí son las ideas las que están trasnochadas y no admiten ninguna traducción a un lenguaje actual. Tanto en el AT como en el NT, el pueblo de Dios está volcado sobre el porvenir. Israel se encuentra siempre en tensión hacia la salvación que ha de venir y nunca llega. Desde Abrahán, a quien Dios dice: “sal de tu tierra”, pasando por el éxodo hacia la tierra prometida; y terminando por la espera del Mesías definitivo, Israel vivió siempre esperando que Dios le diera lo que echaba en falta.

Los profetas se encargaron de mantener viva esta expectativa de salvación futura y total. En principio, el día de esa salvación debía ser un día de alegría, de felicidad, de luz; pero a causa de las infidelidades, los profetas empiezan a anunciarlo como día de sufrimiento, de tinieblas. Será el día de Yahvé (dies irae dies illa) en que castigará a los infieles y salvará al resto. Pero ni siquiera este mito fue original del judaísmo. La idea del premio y el castigo por parte de Dios ya existía en muchas culturas y religiones circundantes.

La apocalíptica es una actitud vital y un género literario. La palabra significa “desvelar”. Escudriña el futuro partiendo de la palabra de Dios. Nace en los ambientes sapienciales y desciende del profetismo. Desarrolla una visión pesimista del mundo, que no tiene arreglo; por eso, tiene que ser destruido y sustituido por otro de nueva creación. Invita, no a cambiar el mundo sino a evitarlo. El mundo futuro no tendrá ninguna relación con el presente. El objetivo es alentar a la gente en tiempo de crisis para que aguante el chaparrón.

Escatología procede de la palabra griega “esjatón”, que significa “lo último”. Su origen es también la palabra de Dios, y su objetivo, descubrir lo que va a suceder al final de los tiempos, pero no por curiosidad, sino para acrecentar la confianza. El futuro está en manos de Dios y llegará como progresión del presente, que también está en manos de Dios, y es positivo a pesar de todo. Este mundo no será consumido sino consumado. Dios salvará un día definitiva­mente, pero esa salvación ya ha comenzado aquí y ahora.

Para la escatología, Dios es el dueño absoluto del universo y de la historia. El hombre puede malograr la creación, pero no puede volver a enderezarla. Solo Dios puede salvarla. Al superar la idea del dios intervencionista, se nos plantea un dilema: por una parte sabemos que Dios no tiene pasado ni futuro sino que está en la eternidad. Por otro lado, el hombre no puede entender nada que no esté en el tiempo y el espacio. Meter a Dios en el tiempo para poderlo entender es un disparate. Sacar al hombre del tiempo y el espacio, es imposible.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predica­ción de Juan Bautista y de Jesús. También en la primera comunidad cristiana se vivió esta espera de la llegada inmediata de la parusía. Solamente en los últimos escritos del NT, es ya patente un cambio de actitud. Al no llegar el fin, se empieza a vivir la tensión entre la espera del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Se sigue esperando el fin, pero la comunidad se prepara para la permanen­cia.

Hasta aquí hemos intentado explicar la salvación desde una visión mítica que ha durado miles y miles de años. Ahora vamos a situarnos en el nuevo paradigma, en el que nos movemos hoy, y desde el que comprendemos el mundo. Sabemos con absoluta certeza que no puede haber conciencia individual sin la base de un cerebro sano y activado. ¿Cómo podemos seguir aceptando una salvación para cuando no quede ni una sola neurona operativa? ¡Piensa! Y piensa por tu cuenta, no sigas tragándote el “pienso” que otro ha preparado para ti, no sin antes haberte puesto orejeras para que la realidad no te espante.

Hoy sabemos que el tiempo y el espacio son productos de la mente. ¿Qué sentido puede tener el hablar de tiempo y espacio cuando ya no haya mente? Hablar de un cielo o infierno más allá de este mundo no tiene ningún sentido. Hablar de un “día del juicio”, cuando no haya tiempo ni espacio, es un contrasentido. No hay inconveniente en seguir empleando ese lenguaje, pero sin olvidar que se trata de un lenguaje simbólico y no de realidades objetivas. En el lenguaje corriente seguimos diciendo: al salir el sol. Pero todos sabemos que no sale.

No esperes más a salir de una mitología que nos ha mantenido pasmados durante tanto tiempo. Ni Dios tiene que cambiar nada ni Jesús tiene que volver al final de los tiempos a rematar su obra. Esperar que el bien triunfe sobre el mal, supone, no solo que existe el mal y el bien (maniquísmo), sino que sabemos perfectamente lo que es bueno y lo que es malo y pretendemos, como en el caso de Adán y Eva, ser nosotros los que decidamos.

Todos los seres humanos que han vivido una experiencia cumbre han experimentado la verdadera salvación, que consiste en una conciencia clara de lo que son. Para alcanzar esa plenitud no se necesita ningún añadido a lo que ya es el hombre ni quitarle nada de lo que tiene. Desde esta perspectiva no necesitaríamos un Ser supremo que nos quite lo que no nos gusta y nos dé todo aquello que creemos necesitar y no tenemos. Tú lo eres todo. Estás ya en la plenitud de ser y puedes vivir lo absoluto que hay en ti.

No tienes que esperar ninguna salvación que te venga de fuera, porque ahora mismo estás absolutamente salvado. La plenitud está en ti y estás ya totalmente en ella. Solo tienes que tomar conciencia de lo que eres y vivirlo. Todo está en ti en el momento presente. Nadie te puede añadir nada ni quitar nada de lo que te es esencial. En ningún momento futuro tendrás más posibilidades de ser tú mismo que en este precioso instante. Eres ya uno con todo en el instante presente y no hay ningún otro instante que pueda añadir nada a lo que ya eres. Ni Dios puede añadir nada porque se te ha dado Él.

Todo miedo y ansiedad debe desaparecer de tu vida, porque todas tus expectativas están ya cumplidas y sin ninguna limitación posible. Si echas en falta algo es que aún estás en tu falso ser y pesa más lo accidental que lo esencial. Ningún tiempo pasado fue mejor y ningún tiempo futuro puede ser mejor que el ahora. Lo que te ha pasado, lo que te pasa y lo que te pasará es lo mejor que te puede pasar. Deja de dar valor a las circunstancias positivas y deja de temer las adversas. Descubre lo que eres en esencia y vívelo.

Todo el que te prometa una salvación para mañana o para después de tu muerte te está engañando. Si alguien te convence de que eres una mierda y tiene que venir alguien a sacarte de tus miserias, te está engañando. Aquí y ahora puedes descubrir en ti una absoluta plenitud y alcanzar la felicidad sin límites. No esperes a mañana porque mañanas estarás en las mismas condiciones y volverás a decir lo mismo. Muchos seres humanos lo han conseguido a través de la historia, ¿por qué no lo vas a conseguir tú?

Meditación

La realidad que todos vemos por igual
está diciendo cosas distintas a cada uno.
El ser humano tiene que aprender a ver
mucho más de lo que le entra por los ojos.
La verdadera realidad hay que descubrirla.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El cambio climático nos ayuda a comprender el evangelio de hoy.

Domingo, 18 de noviembre de 2018
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be049393-b957-4c3c-b627-bff8f43ca607Mc 13, 24-32

Desde hace años, asistimos a cambios profundos en la naturaleza. Se están produciendo  fenómenos de una magnitud desconocida,  y pequeños hechos que nos sorprenden. Por ejemplo, ha llovido en el desierto de Atacama y ha cambiado la biodiversidad de esa zona.

El cambio climático ya está aquí, entre nosotros; sus efectos devastadores, también. Pero estamos a tiempo de controlarlo y de dar un giro, para recuperar la armonía con la naturaleza.

Algo similar ocurría cuando el evangelista Marcos escribió este texto: los cambios sociales, políticos y religiosos eran tan profundos que solo podían comprenderse con la imagen de un cataclismo en la naturaleza. ¿Podía pasar algo peor que el hecho de que cayeran “sobre sus cabezas” el sol, la luna y las estrellas? Si el firme-firmamento que sostenía los astros se quebraba… nada en el universo era estable y firme.

Cuando se escribió este texto, Jerusalén ya había sido destruida y muchas comunidades cristianas se habían dispersado por temor al martirio. En Roma y Jerusalén cada día era más difícil ser cristiano. La situación política y religiosa era confusa.

¿Merecía la pena mantener la fe hasta dar la vida? Jesús había muerto como un proscrito ¿merecía la pena esperar su venida de nuevo? ¿Y si no volvía y perdían la vida mientras esperaban?

¿Cuántas preguntas se harían en las comunidades? ¡Como intentarían recordar las palabras y gestos de Jesús para encontrar sentido a lo que estaban viviendo, para encontrar fuerza y poder resistir con fe firme!

Marcos recoge la angustia de la comunidad y muestra el sentido de la espera.  En medio del caos, el evangelista reaviva la esperanza de que Jesucristo (el Hijo del Hombre) se manifestará con poder y gloria, empezará un tiempo nuevo, una nueva creación; habrá un llamamiento universal, hacia los cuatro puntos cardinales (los cuatro vientos) y hasta los confines de la tierra.

En el texto de hoy, Marcos ofrece dos tipos de señales para mantener la esperanza: cósmicas y de la naturaleza. Las imágenes de destrucción del cosmos corresponden a la tradición de los profetas y del lenguaje apocalíptico; era un lenguaje familiar para las primeras comunidades. El riesgo está en que ahora nos quedemos “con el decorado” y no busquemos el mensaje más profundo que conllevan.

Las señales de la naturaleza conectaban perfectamente con su vida diaria. Es como si Marcos les dijera: intentad comprender los signos que os rodean, con la misma agudeza que observáis las ramas de la higuera.

Hoy tenemos muchas señales en la sociedad y en el cosmos: el calentamiento global, la contaminación atmosférica, la basura espacial, la brecha entre pobres y ricos, la carrera de armamentos, el enriquecimiento de muchos hombres y mujeres que se dedican a la política y olvidan el bien común etc.

Son señales evidentes del deterioro progresivo de la calidad humana y del cuidado del universo.  Se oyen muchas voces que nos invitan a la conversión y a la esperanza. También se hacen y hacemos gestos. Sería muy cómoda una segunda venida del Señor para que empezara una segunda creación…,  pero el cambio está en nuestras manos. En las tuyas y en las mías. En los pequeños gestos de cada día y en las manifestaciones, denuncias y protestas. Dentro de nuestro hogar y en las urnas, en la acción política.

En tiempo de Jesús, era motor de esperanza el imaginar al Hijo viniendo con poder y majestad entre las nubes. Ojalá hoy sea motor de esperanza y de cambio el recordar que somos imagen y semejanza de Dios.  Hoy Jesús no viene entre nubes, viene entre la justicia y la misericordia, cuando trabajamos para transformar la tierra y que sea un hogar que ofrece alimentos, amor, trabajo  y dignidad para tod@s.

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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¿Qué podemos esperar en la vida?

Domingo, 18 de noviembre de 2018
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22227651-25017884Del blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

01. EL FINAL.

La muerte, el final de la historia, el fin del mundo nos emplaza ante la pregunta que siempre ha estado presente en la conciencia del ser humano: ¿Qué me cabe esperar en la vida?, (Kant).

Qué puedo esperar en la vida, si es que me cabe esperar algo.

Y esta cuestión nos sitúa ante la esperanza.

02. ESPERANZA.

En la vida tenemos proyectos, esperanzas. Es bueno tener ilusiones en la vida, que nos muevan a trabajar, a crear, a vivir.

Habitualmente ponemos nuestra esperanza en la ciencia, en los logros tecnológicos, médicos, etc.

La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad.

Los logros científicos, las buenas estructuras sociopolíticas ayudan, pero por sí solas no bastan.

El hombre nunca puede ser redimido por la ciencia, ni por la política, ni por lo eclesiástico, desde afuera. El hombre no puede ser redimido por medio de la ciencia. Es pedir demasiado a la ciencia. Esta esperanza es falaz.

Pero también la ciencia puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada si no tiene su sentido, un horizonte que encauce sus éxitos.

Por otra parte, el progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha convertido de hecho, en un progreso terrible en el mal. Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética y humanista del hombre interior, no es progreso, sino una amenaza para el hombre y para el mundo.

Estos días se está proyectando la película “El fotógrafo de Mauthausen”. Basta evocar aquel infierno para caer en cuenta de que la ciencia y el progreso en mentes e ideologías siniestras no solamente no causan esperanza, sino más bien profunda desesperación.

03. EL AMOR GENERA ESPERANZA.

wp-1464277254498Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente “vida”. Empieza a intuir qué quiere decir la palabra esperanza.

Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de “redención” que da un nuevo sentido a su existencia.

La esperanza que nace del amor, nos redime. La ciencia no redime al hombre. El hombre es redimido por el amor.

La puerta oscura de la existencia, del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se la ha dado una vida nueva.

04. LA GRAN ESPERANZA SOLAMENTE PUEDE SER DIOS.

En la vida necesitamos tener esperanzas y proyectos, que día a día nos mantienen en camino. Pero sin la gran esperanza, los proyectos y las esperanzas intramundanas, se vienen abajo. Dios es el fundamento de la esperanza absoluta.

En un mundo y en una existencia imperfecta, marginada, pisoteada, solamente puedo sobrevivir y esperar por el amor de Dios manifestado en los humanos: JesuCristo y las personas que me aman.

Dios que tiene rostro humano en JesuCristo y en el prójimo, nos ha amado hasta el extremo. Su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza.

02. EL PROBLEMA ES NUESTRO FINAL.

¿Cómo vayan a terminar la tierra, los planetas, estrellas, el universo, no es una cuestión cristiana. Tiene un interés científico, no humano, ni cristiano.

Lo que nos importa es cuál será nuestro final.

Las dos lecturas de hoy están redactadas en un lenguaje que a nosotros nos resulta muy extraño: el lenguaje apocalíptico. El libro de Daniel, el cp. 13 de Marcos (denominado “pequeño apocalipsis) del que hemos escuchado un párrafo son apocalípticos y la APOCALÍPTICA ES UNA LLAMADA A LA ESPERANZA, que es la característica principal de toda esta literatura, que no es histórica, pero que es muy gráfica, muy descriptiva.

Hemos de pensar que las cosas no ocurrirán como las narra la apocalíptica, pero de lo que podemos estar seguros es que tenemos un final, una finalización. El Hijo del Hombre no va venir como un extraterrestre, ni habrá un cataclismo, ni caerán las estrellas, etc.

Son modos de hablar del futuro, que llegará, pero no así y no sabemos cómo será.

Sin embargo, La cuestión del final o del futuro absoluto es fundamental. Y tener la esperanza de que terminamos en Dios causa una honda paz y serenidad, al mismo tiempo que es profundamente liberador.

En medio de los problemas de la vida y de los “tenderetes eclesiásticos”, lo decisivo es que terminamos en Dios.

No sé si los divorciados terminarán comulgando o no; no sé quién va será el obispo a aquí o allá; puedo no saber si la Congregación para la Doctrina de la fe dice “a” o “b” respecto del limbo. A estas alturas de la vida me preocupan poco las intrigas, los “dimes y diretes” del Vaticano y del obispado: porque me parecen cuestiones muy -muy- secundarias ante el gran descanso cristiano que me produce saber que el futuro está en Dios y en Él terminará, que es lo decisivo.

Quizás todos esos embrollos eclesiásticos han adquirido importancia porque la Iglesia ha perdido la tensión hacia el futuro, hacia el Reino, hacia la Escatología

06. ¿LA NADA LE VA A GANAR LA PARTIDA AL SER? MIS PALABRAS NO PASARÁN.

10102394795_83c3c4d49e_zEn estas cosas del futuro, de la escatología y de la teología hablamos como buenamente podemos y sabemos, (excepto fundamentalistas fanáticos que lo saben e imponen todo).

Con un lenguaje en parte filosófico y en parte bíblico podemos apoyarnos y descansar nuestra existencia en “MIS PALABRAS NO PASARÁN”. Evocando el Génesis y el prólogo de San Juan: en el principio existía la Palabra y la Palabra era Dios … Todo se hizo por la Palabra, podemos pensar que esa Palabra creadora es el sentido (logos) de la vida, esa palabra creadora es Palabra salvífica. Y eso no pasa. Venimos de una creación y vamos hacia un final: es el designio salvífico de Dios. Cristo “alfa” y “omega”, principio y fin, decimos en la vigilia Pascual, (cirio pascual).

GENERA UNA GRAN CONFIANZA

o La Palabra, que no pasa, genera una gran confianza. Dios es la roca que me salva (Salmo 143,1).

o El futuro esperado es la serenidad del presente. Decía Viktor Frankl que lo que el ser humano quiere realmente no es la felicidad, sino la confianza en un fundamento que de sentido a su vida y así viva serenamente feliz.

MIS PALABRAS NO PASARÁN.

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“Convicciones cristianas”. 33 Tiempo Ordinario – B (Marcos 13,24-32)

Domingo, 15 de noviembre de 2015
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33-852869-300x175Poco a poco iban muriendo los discípulos que habían conocido a Jesús. Los que quedaban, creían en él sin haberlo visto. Celebraban su presencia invisible en las eucaristías, pero ¿cuándo verían su rostro lleno de vida? ¿Cuándo se cumpliría su deseo de encontrarse con él para siempre?

Seguían recordando con amor y con fe las palabras de Jesús. Eran su alimento en aquellos tiempos difíciles de persecución. Pero, ¿cuándo podrían comprobar la verdad que encerraban? ¿No se irían olvidando poco a poco? Pasaban los años y no llegaba el «Día Final» tan esperado, ¿qué podían pensar?

El discurso apocalíptico que encontramos en Marcos quiere ofrecer algunas convicciones que han de alimentar su esperanza. No lo hemos de entender en sentido literal, sino tratando de descubrir la fe contenida en esas imágenes y símbolos que hoy nos resultan tan extraños.

Primera convicción: La historia apasionante de la Humanidad llegará un día a su fin

El «sol» que señala la sucesión de los años se apagará. La «luna» que marca el ritmo de los meses ya no brillará. No habrá días y noches, no habrá tiempo. Además, «las estrellas caerán del cielo», la distancia entre el cielo y la tierra se borrará, ya no habrá espacio. Esta vida no es para siempre. Un día llegará la Vida definitiva, sin espacio ni tiempo. Viviremos en el Misterio de Dios.

Segunda convicción: Jesús volverá y sus seguidores podrán ver por fin su rostro deseado: «verán venir al Hijo del Hombre»

El sol, la luna y los astros se apagarán, pero el mundo no se quedará sin luz. Será Jesús quien lo iluminará para siempre poniendo verdad, justicia y paz en la historia humana tan esclava hoy de abusos, injusticias y mentiras.

Tercera convicción: Jesús traerá consigo la salvación de Dios

Llega con el poder grande y salvador del Padre. No se presenta con aspecto amenazador. El evangelista evita hablar aquí de juicios y condenas. Jesús viene a «reunir a sus elegidos», los que esperan con fe su salvación.

Cuarta convicción: Las palabras de Jesús «no pasarán»

No perderán su fuerza salvadora. Han de de seguir alimentando la esperanza de sus seguidores y el aliento de los pobres. No caminamos hacia la nada y el vacío. Nos espera el abrazo con Dios.

José Antonio Pagola

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“Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.”. Domingo 15 de noviembre de 2015 Domingo 33º del tiempo ordinario

Domingo, 15 de noviembre de 2015
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60-ordinarioB33 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 12, 1-3: Por aquel tiempo se salvará tu pueblo.
Salmo responsorial: 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Hebreos 10, 11-14. 18: Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Marcos 13, 24-32: Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.

Cercanos ya al final del año litúrgico, la liturgia de hoy nos presenta a través de la lectura del libro de Daniel y del evangelio, textos relativos al final de los tiempos. En efecto, el pasaje de Daniel anuncia la intervención de Dios a favor de sus fieles a través de Miguel, el ángel encargado de proteger a su pueblo. Estas palabras de Daniel hay que enmarcarlas en el marco amplio de todo el libro cuyo género y estilo corresponden a la corriente apocalíptica bastante popularizada a finales del período veterotestamentario. Todo el libro de Daniel es un llamado a la esperanza, característica principal de toda la literatura apocalíptica. No se trata tanto de una revelación especial de lo que sucederá al final de los tiempos, cuanto la utilización de imágenes que invitan a mantener viva la esperanza, a no sucumbir ante la idea de una dominación absoluta de un determinado imperio. El texto que leemos hoy es subversivo para la época, pues invita al rechazo del señorío absoluto de los opresores griegos de aquel entonces que a punta de violencia se hacían ver como dueños absolutos de las personas, del tiempo y de la historia.

Por su parte el evangelio nos presenta una mínima parte del «discurso escatológico» según san Marcos. Un poco antes de comenzar la narración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, los tres sinópticos nos presentan palabras de Jesús cargadas de sabor escatológico.

El pasaje de hoy hay que leerlo a la luz de todo el capítulo 13. Es más, conviene que en casa o en el grupo lo leamos completo y, de ser posible, leamos también el discurso escatológico de Mateo y de Lucas, eso nos ayudará a ver mucho mejor las semejanzas y las diferencias entre los tres y, por otro lado, nos facilitará una mejor comprensión del sentido y finalidad que cada uno quiso darle a esta sección.

Tengamos en cuenta que en ningún momento hablan los evangelistas del «fin del mundo», en sentido estricto, esa es una interpretación equivocada que no ha traído los mejores resultados ni a la fe del creyente ni a su compromiso con el prójimo y con la historia. No es éste, con palabras sacadas de aquí y de allá, el «fundamento» bíblico o teológico de las «postrimerías del hombre» de que nos hablaba el «catecismo del padre Astete», o de los «novísimos» que nos enseñaba la teología… O, por lo menos, no se debe reducir a eso.

Jesús no predica el fin del mundo, ése no era su interés. Las imágenes de una conmoción cósmica descrita como estrellas que caen, sol y luna que se oscurecen, etc., son una forma veterotestamentaria de describir la caída de algún rey o de una nación opresora. Para los antiguos, el sol y la luna eran representaciones de divinidades paganas (cf. Dt 4,19-20; Jr 8,2; Ez 8,16), mientras que los demás astros y lo que ellos llamaban «potencias del cielo», representaban a los jefes que se sentían hijos de esas divinidades y en su nombre oprimían a los pueblos, sintiéndose ellos también como seres divinos (Is 14,12-14; 24,21; Dn 8,10). Pues bien, en línea con el Primer Testamento, Jesús no pretende describir la caída de un imperio o cosa por el estilo, para él lo más importante es anunciar los efectos liberadores de su evangelio; y es que el evangelio de Jesús debe propiciar, en efecto, el resquebrajamiento de todos los sistemas injustos que de uno u otro modo se van erigiendo como astros en el firmamento humano.

Jesús es consciente y sabe que la única forma de rescatar, redireccionar el rumbo de la historia por los horizontes queridos por el Padre y su justicia, es haciendo caer los sistemas que a lo largo de la historia intentan suplantar el proyecto de la justicia querido por Dios, con un proyecto propio, disfrazado de vida pero que en realidad es de muerte. Esta tarea la debe realizar el discípulo, el que ha aceptado a Jesús y su proyecto. Recordemos la intencionalidad teológica y catequética de Marcos: a Jesús, el Mesías (cuyo «secreto» se mantiene a lo largo de todo el evangelio), sólo se le puede conocer siguiéndolo; y bien, el seguimiento implica no sólo ir detrás de él, implica además, tomar el lugar de él, asumir su propuesta como propia y luchar hasta el final por su realización.

Discípulas y discípulos están entonces comprometidos en ese final de los sistemas injustos cuya desaparición causa no miedo, sino alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando son liberados. Ésa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto para discernir si en efecto nuestras tareas de evangelización y nuestro compromiso con la transformación de lo injusto en relaciones de justicia está causando de veras el efecto que debe tener el evangelio, o si simplemente estamos ahí a merced de las corrientes del momento esperando quizás que se cumpla lo que no ni siquiera pasó por la mente de Jesús.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 105, «Dos moneditas de cobre», de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1500105 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap105b.mp3

El planteamiento ordinario del fin del mundo dentro de las religiones –al menos, ciertamente, dentro del judeocristianismo–, ha adolecido de nuestro típico antropocentrismo: el fin del mundo se equipara, exactamente, a lo que pasará al plan de la «historia de la salvación» (humana) por parte de Dios… Aunque lo consideramos como «el fin del mundo», en realidad es el final «de nuestro pequeño mundo», del pequeño mundo de nuestra religión, que cree que ella misma ocupa todo el escenario, toda la realidad… Así, consideramos que los dos grandes protagonistas de la realidad somos, exclusivamente, Dios y nosotros, y que el mundo va a acabar cuando Dios decida que acabe nuestra aventura humana en su/nuestra «historia de salvación. En esa perspectiva queda totalmente olvidado el mundo mismo, o sea, la realidad cósmica, el cosmos… Leer más…

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Dom15. XI. 15. Fijaos en la higuera, sabed que está a las puertas

Domingo, 15 de noviembre de 2015
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cardena51Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 33. Ciclo B. El final del año litúrgico nos pone ante lo más nuevo (novísimos), aquello que viene al fin de todas las cosas, aquello que estamos haciendo ahora en el mundo, pues Dios ha dejado en nuestras manos bien y mal, vida y muerte.

En un plano, esos novísimos llegan con la “bomba”, con los signos supremos de terror y muerte (Apocalipsis now) que evocan algunos “Beatos” o comentarios del Ap., desde Cardeña,Burgos, hasta Urgell, en Cataluña. Hoy (11.11.15) esos signos están por todas partes, desde el calentamiento de arriba hasta el enfriamiento de abajo (falta de amor y el respeto sobre el mundo).

Es bueno que la liturgia los recuerde, para decirnos lo que somos y lo que podemos hacer de nosotros , y así lo pienso cuando escribo esta mañana, día famoso de San Martín (¡se asan castañas, se matan los cerdos…!)

En otro plano, el anuncio de los novísimos abre un “tiempo” de gozo inmenso porque llega el Hijo del Hombre, nueva humanidad reconciliada, la meta de la buena creación de Dios, centrada y redimida, según los cristianos, en Cristo (como evocan también otros “beatos” y mil gestos de bondad sobre la tierra). ¡Seremos, pues, “cerdos” de Dios, para la vida, pues, como dice también el refrán, todo puede aprovecharse de nosotros!

Estamos esperando al nuevo ser humano, que viene de Dios, es decir, de nuestra misma capacidad divina de ser y renovarnos; no aguardamos des-esperados a God-ot; esperamos al mismo God, al Dios de Jesús que que es y que viene en nosotros.

Cuenta hoy la prensa (sigue el 11-XI-15) que entre las diez especies animales más vistosas y amenazadas por el hombre está el hombre mismo. Buena anotación, en este día San Martín, vinculado a la matanza…. En ese fondo se entiende lo que sigue, tomado de mi Evangelio de Marcos. Buen domingo a todos.

Mc 13, 24-32. Un texto clave de Marcos
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(1) Pasada la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; 25 las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán; 26 y entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria. 27 Y entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo.

(2) 28 Fijaos en lo que sucede con la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.

(3) 30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre

Es un texto “apocalíptico”, en el lugar más inquietante y solemne de Marcos, antes de la pasión de Jesús. Han surgido falsos cristos y profetas (pseudokhristoi kai pseudoprophetai) que pregonan y realizan grandes signos y prodigios (cf. Mc 13, 22) para engañar a los creyentes y alejarles de la vida de Jesús. Un tipo de mundo acaba, pero llega un mundo mejor, centrado en Jesús.

(1) El que ha de venir: Verán al Hijo del hombre (13, 24-27).

Vendrá Jesús, Hijo del Hombre: aquel que perdonaba los pecados y unía en amor a los necesitados (cf. Mc 2, 1-12), aquel que había entregado la vida a favor de los hombres (cf. Mc 8, 31; 9, 31; 10, 34-34.45). Al final del final no está la bomba, ni la ira de Satán, sino Jesús, el hombre verdadero (hombre/mujer), amigo y hermano de todos los vivientes. Esta es la cruz y la cara de la vida:

a. Cruz: Destrucción, deconstrucción.
El fin del mundo
. Todos los terrores, todos los desastres ecológicos, las bombas, quedan condensadas en los signos que anteceden a Jesús. No son Jesús, sino de este mundo duro en que vivimos, expresión de la violencia de los hombres, reflejada en la fagildiad del cosmos. Estos son sus tres momentos:

El sol se apagará para siempre, vendrá la oscuridad el frío cósmico. Todo lo que existe en la tierra morirá, de tinieblas y silencio oscuro. Llegará el gran frío.
La luna dejará de dar su resplandor. Ya no habrá ni noche, pues la noche es oscuridad con luna o con un leve resplandor de estrellas. Entonces no habrá luna ni estrellas, sino pura, pura oscuridad.
Las estrellas caerán del cielo, de tal forma que se romperá para siempre el equilibrio cósmico. Volverá el caos del principio, aquel que aparecía en Gen 1.

Este es un fin cósmico: la tierra deja de ser casa (oikos) para el hombre (no hay ecología). De esta forma acabaría todo si sólo hubiera “mundo”, si sólo hubiera violencia social, planeando de un modo fatídico sobrela historia. Pero ésta es sólo una cara del drama; al otro lado llega la salvación, el Hombre

b. la cara buena: construcción, el Hijo del hombre.
La destrucción anterior es el anverso de una construcción más honda, fundada en el Hijo del Hombre. Por un lado, el mundo viejo acaba. Pero, por otro lado, llega el hombre verdadero, la humanidad de Dios. Para los creyentes, el mismo “fin de este mundo” vivne a convertirse en principio de esperanza universal.

Por un lado, el texto dice que todos verán al Hijo del hombre… (Mc 13, 26): le verán todos, hombres y mujeres, de todos los credos y culturas, pues vendrá de forma abierta, con poder y gloria grande, como manifestación final de Dios y culmen de la historia (de la creación del ser hombre sobre el cosmos).
Por otro lado, el texto añade que recogerá a sus elegidos (eklektous: 13, 27) de los cuatro extremos del mundo, para vincularlos a su gloria. Esos elegidos son todos los “hombres y mujeres” que, quizá sin saberlo, esperan la llegada de la nueva humanidad. ¿Dónde los recoge? Evidentemente en su amor, en el nuevo mundo que surge desde el mismo Cristo, el hombre de la Vida universal.

El texto es sobrio y no dice expreamente que todos se salvan, pero no habla de condenas, no presenta ningún tipo de terrores (no dice que unos van al cielo, otros al infierno). Al final, cuando el mundo de violencia acabe, se manifestará el Hijo del Hombre, atrayendo en amor a todos los elegidos. De la identidad más particular de aquellos que serán “recogidos en la Vida” del Hijo del Hijo del hombre no se dice nada, aunque parece razonable pensar que hay esperanza para todos (cf. Mc 10, 45; 14, 24). El apocalipsis de la destrucción somos nosotros; el Hijo del Hombre es la vida.

(2) El signo de la higuera (Mc 13, 28-29)

Jesús pone como signo una higuera: “Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano (Mc 13, 28). Estamos en la primavera/verano que precede al tiempo de los buenos hijos, de los frutos buenos.

En este contexto podemos recordar el riesgo de ser higuera sin frutos, que Jesús había visto cuando se acercó a Jerusalén. Tuvo hambre, hambre de Dios, hambre de Reino. “Fue viniendo y vio de lejos una higuera con hojas. Entonces se acercó a ver si encontraba algo en ella. Pero no encontró más que hojas” (cf. Mc 11, 12-14).

Esa higuera sin frutos son los jerarcas del templo antiguo. Jesús se acercó y quiso comer higos, pero sólo tenían hojas, grandes hojas, llamativas a lo lejos, estériles de cerca. Ésta no es la historia material de un árbol malo, al que Jesús habría condenado a ser estéril por capricho, como niño con rabieta, sino el drama del árbol sagrado que debía dar gran fruto en el tiempo del Mesías. Jesús lo encuentra vacío y por eso proclama: Que nadie coma… (11, 14).

Esta higuera seca son las autoridades sagradas de Israel con un templo que en vez de extenderse a las naciones ha venido a convertirse en puro decorado, fachada inútil que engaña al caminante: promete fruto y no lo tiene; anuncia comida y la niega. Ésta fue la mentira oficial de un judaísmo de sacerdotes (no todo el judaísmo). Ésta puede ser también la mentira de una iglesia o de una humanidad actual que no se prepara para el Reino, es decir, para que llegue el Hijo del Hombre.

Aquella fue una higuera estéril. Pero ahora Jesús está espearando los frutos de nuestra higuera . Nosotros mismos tenemos que ser la señal de que llega el Hijo del Hombre. Este es el tiempo: ¿Está preparada nuestra higuera para dar frutos? Jesús dice que sí: nuestra hojas se ablandan, van brotando los brotes, están naciendo los higos… Es tiempo de la cosecha, otoño de higos dulces, abundantes. Somos la señal de que debe llegar el Hijo del Hombre, la humanidad reconciliada,por encima de la Bomba.

(3) Nadie sabe ni el día ni la hora (13, 20-32)

Tiempo. Por un lado, el texto dice que todas estas cosas han de suceder en esta generación (Mc 13, 30). (2) Por otro dice que del día y hora nadie sabe nada, ni siquiera el Hijo tomado en absoluto, sino sólo el Padre, presentado también como absoluto (Mc 13, 32). Esto significa que debemos evitar todo cálculo de tiempo; vivir en vigilancia, tal es la tarea del cristiano. Esto significa que debemos entender la acción de Cristo (que aquí aparece como Hijo) y la respuesta del Padre en forma dialogal, en perspectiva de diálogo de amor.
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Ante el misterio del fin (ante la hora) sólo existe una respuesta, sólo puede darse una palabra: ¡Estamos en la manos del Padre! El fin de los tiempos no llega por medio de poder o ciencia. NI siquiera los ángeles pueden traelo. El fin del tiempo pertenece al misterio de Dios. El mismo Hijo, a quien Dios ha dado Espíritu y palabra (cf. 1, 9-11) aparece aquí en manos el Padre, como hombre de Amor, cordero de Dios. Amar es confiar no es saber. Amar es dejar el camino de la propia vida en manos de Dios, como higuera que se va preparando para el fruto bueno de la vida plena.

¿Cuando sucederá todo esto?. Ya, ahora mismo: todo está sucediendo. Estamos en la noche que precede a la aurora del día del Hombe, de la humanidad de Cristo. Como siervos vigilantes debemos mantenernos en el tiempo de tiniebla de este mundo, llenos de esperanza. Como amigos que esperan al amigo, amor del alma, porque llega el tiempo de las bodas de Dios, que se hace hombre entre nosotros, en nosotros, en amor por siempore.

Y así culmina Mc 13. La iglesia sigue estando fundada en la palabra de su testimonio. Mc 13 ha recuperado y recreado desde Cristo, para bien de los cristianos, la esperanza escatológica judía. Ha tenido Jesús largas disputas con escribas y sacerdotes. Pero en su raíz es un judío apocalíptico, emparentado con el Bautista, en una línea cercana a Daniel. Por eso, Mc 13, 14 puede avisar: ¡Quien lea entienda!, es decir, interprete Dan 9, 27 (cf. Dan 11, 31; 12, 11) a la luz del evangelio. Pero hay una novedad respecto al judaísmo antiguo: Jesús sabe que viene el Hijo del Hombre, es decir, el amor del amor universal, el hombre de los brazos abiertos y la vida. Más allá del fin del mundo está la Vida Dios en los hombres.

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Años terribles y palabras de consuelo. Domingo 33. Ciclo B

Domingo, 15 de noviembre de 2015
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no_man_knoweth_the_hourTras los atentados de París, este texto, escrito el pasado martes día 10 por el autor, parece premonitorio…

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La 1ª lectura y el evangelio de este domingo coinciden en ser la respuesta a momentos de crisis, mucho más profundas de las que nosotros a veces padecemos. Ambos textos pretenden consolar a los que atraviesan esta dura prueba.

Tres años terribles (169-167 a.C.)…

            Los años 169-167 a.C. fueron especialmente duros para los judíos. El 169, Antíoco Epífanes, rey de Siria, invadió Jerusalén, entró en el templo y robó todos los objetos de valor, después de verter mucha sangre. El 167, un oficial del fisco enviado por el rey mata a muchos israelitas, saquea la ciudad, derriba sus casas y la muralla, se lleva cautivos a las mujeres y los niños, y se apodera del ganado. Al mismo tiempo, Antíoco, obsesionado por imponer la cultura griega en todos sus territorios, prohíbe a los judíos ofrecer sacrificios en el templo, guardar los sábados y las fiestas, y circuncidar a los niños [como si a nosotros nos prohibieran celebrar la eucaristía y bautizar a los niños]; y manda contaminar el templo construyendo altares y capillas idolátricas, y sacrificando en él cerdos y animales inmundos.

            Estos acontecimientos provocaron dos reacciones muy distintas: una militar, la rebelión de los Macabeos; otra teológica, la esperanza apocalíptica, que encontramos reflejada en la 1ª lectura de hoy.

            Apocalipsis significa “revelación”, “desvelamiento de algo oculto”. La literatura apocalíptica pretende revelar un secreto escondido, que se refiere al fin del mundo: momento en que sucederá, señales que lo precederán, instauración definitiva del Reino de Dios. Es una literatura de tiempos de opresión, de lucha a muerte por la supervivencia, de búsqueda de consuelo y de unas ideas que den sentido a su vida. La única solución consiste en que Dios intervenga personalmente, ponga fin a este mundo malo presente y dé paso al mundo bueno futuro, el de su reinado.

… y la respuesta del libro de Daniel (1ª lectura)

            En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todo los que se encuentren inscritos en el Libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horno eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

            Se anuncia al profeta que habrá un tiempo de angustia como no lo ha habido nunca; pero, al final, se salvará su pueblo, mientras que los malvados serán castigados. Todo esto no puede ocurrir en este mundo, el autor está convencido de que este mundo no tiene remedio. Ocurrirá en el mundo futuro, cuando unos resuciten para ser recompensados y otros para ser castigados. Entre los buenos el autor destaca a los doctos, a los que enseñaron a la multitud la justicia, que brillarán como las estrellas, por toda la eternidad. Con ello deja clara su opción política y religiosa: la solución no está en las armas, como piensan los Macabeos.

Una década fatal (60-70 d.C.)…

            No sabemos con seguridad cuándo se escribió el primer evangelio. Pero lo que ocurrió en la década de los 60 del siglo I ayuda a comprender lo que dice el texto de este domingo.

            El año 61 hubo un gran terremoto en Asia Menor que destruyó doce ciudades en una sola noche (lo cuenta Plinio en su Historia natural 2.86). El 63 hubo un terremoto en Pompeya y Herculano, distinto de la erupción del Vesubio el año 79. El 64 tuvo lugar el incendio de Roma, al parecer decidido por Nerón y del que culpó a los cristianos. El 66 se produce la rebelión de los judíos contra Roma; la guerra durará hasta el año 70 y terminará con el incendio del templo y de Jerusalén. El 68 hubo otro terremoto en Roma, poco antes de la muerte de Nerón. El 69, profunda crisis a la muerte de Nerón, con tres emperadores en un solo año (Otón, Vitelio y Vespasiano).        En la mentalidad apocalíptica, terremotos, incendios, guerras, disensiones son signos indiscutibles de que el fin del mundo es inminente.

            Por otra parte, la comunidad cristiana sufre toda clase de problemas. Unos son de orden externo, provocados por las persecuciones de judíos y paganos: se les acusa de rebeldes contra Roma, de infanticidio y de orgías durante sus celebraciones litúrgicas; se representa a Jesús como un crucificado con cabeza de asno. Otros problemas son de orden interno, provocados por la aparición de individuos y grupos que se apartan de las verdades aceptadas. La primera carta de Juan reconoce que “han venido muchos anticristos”, no uno solo (1 Jn 2,18), y que “salieron de entre nosotros”.

… y la respuesta del evangelio de Marcos

            En este ambiente tan difícil, el evangelio de Marcos también ofrece esperanza y consuelo mediante un largo discurso (capítulo 13). Todo comienza con un comentario ocasional de Jesús. Estando en el monte de los Olivos, donde se goza de una vista espléndida del templo, dice a los discípulos: «¿Veis esos grandes edificios? Pues se derrumbarán sin que quede piedra sobre piedra.»

            A ellos les falta tiempo para identificar la destrucción del templo con el fin del mundo. Entonces, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntan en privado: «¿Cuándo sucederá todo eso? ¿Y cuál es la señal de que todo está para acabarse?» Los dos temas que obsesionan a la apocalíptica: saber qué señales precederán al fin del mundo y en qué momento exacto tendrá lugar.            La lectura de este domingo ha seleccionado algunas frases del final del discurso, en las que reaparecen estas dos preguntas, pero en orden inverso: primero se habla de las señales, luego del tiempo. En medio, la gran novedad, algo por lo que no han preguntado los discípulos: la venida gloriosa del Señor.

Las señales del fin y la venida del Señor

            Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

            Las señales no acontecen en la tierra, sino en el cielo: el sol se oscurece, la luna no ilumina, las estrellas caen del cielo. Pero lo que ocurre no provoca el pánico de la humanidad. Porque la desaparición del universo antiguo da lugar a la venida gloriosa del Señor y a la salvación de los elegidos. Indico algunos detalles de interés en estos versículos.

            1) A Dios no se lo menciona nunca. Todo se centra, como momento culminante, en la aparición gloriosa de Jesús.

            2) De acuerdo con algunos textos apocalípticos judíos, se pone de relieve la salvación de los elegidos. Esto demuestra el carácter opti­mista del discurso, que no pretende asustar, sino consolar y fomentar la esperanza, aunque no encubre los difíciles momentos por los que atravesará la Iglesia.

            3) A diferencia de otros textos apocalípticos, que conceden gran importancia a la descripción del mundo futuro, aquí no se hace la menor referencia a ese tema, como si pudiera descentrar la atención de la figura de Jesús.

            El momento del fin

“De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.”           

            La parte final contiene tres afirmaciones distintas: 1) vosotros podéis saber cuándo se acerca el fin (parábola de la higuera); 2) el fin tendrá lugar en vuestra misma generación; 3) el día y la hora no lo sabe más que Dios Padre.

            La segunda es la más problemática. Si se refiere a la caída de Jerusalén no plantea problema, porque tuvo lugar el año 70. Pero, si se refiere al fin del mundo, no se realizó. A pesar de todo, es posible que así la interpretasen muchos cristianos, conven­cidos de que el fin del mundo era inmi­nente. Así pensó Pablo en los primeros años de su actividad apostólica.

            Pero al lector debe quedarle claro lo que se dice al final: nadie sabe el día ni la hora, y lo importante no es discutir o calcular, sino mantener una actitud vigilante [este tema, importantísimo, lo ha suprimido la liturgia de forma incomprensible].

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