“Teología de la prosperidad”, por Antonio Spadaro.
Ensayo del jesuita Spadaro y del evangélico Figueroa en la Civiltá Cattólica
La teología de la prosperidad conduce a un “Evangelio diferente”
“El peligro es transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a la Iglesia en un supermercado de la fe”
El peligro de un «evangelio diferente»
(Antonio Spadaro S.I. – Marcelo Figueroa, en la Civiltá cattolica).-«Teología de la prosperidad»: tal es el nombre más conocido y descriptivo de una corriente teológica neopentecostal evangélica. El núcleo de esta «teología» es la convicción de que Dios quiere que sus fieles tengan una vida próspera, es decir, que sean económicamente ricos, físicamente sanos e individualmente felices. Este tipo de cristianismo coloca el bienestar del creyente en el centro de la oración y transforma a su Creador en aquel que hace realidad sus pensamientos y deseos.
El peligro de esta forma de antropocentrismo religioso, que pone en el centro al hombre y su bienestar, es el de transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a la Iglesia en un supermercado de la fe, y la religión en un fenómeno utilitarista y eminentemente sensacionalista y pragmático.
Como veremos más adelante, esta imagen de prosperidad y bienestar hace referencia al denominado american dream, al «sueño estadounidense». No se identifica con él, sino con una interpretación reductiva suya. En sí, este «sueño» es la visión de una tierra y de una sociedad entendidas como un lugar de oportunidades abiertas. Históricamente fue la motivación que impulsó a lo largo de los siglos a muchos emigrantes económicos a dejar su propia tierra y a ir a los Estados Unidos para conseguir un lugar en el que su trabajo produjese resultados inalcanzables en su «viejo mundo».
La «teología de la prosperidad» parte de esta visión, pero la traduce mecánicamente en términos religiosos como si la opulencia y el bienestar fuesen el verdadero signo de la predilección divina a «conquistar» mágicamente con la fe. Esta «teología» fue difundida en todo el mundo durante décadas —gracias a gigantescas campañas mediáticas— por movimientos y ministros evangélicos, especialmente los neocarismáticos.
In some societies where meritocracy has coincided with the socio-economic level without any concern given to the enormous differences in opportunity, the “Prosperity gospel” is unjust and radically anti-evangelical. | La Civiltà Cattolica https://t.co/EFXolp9GEh pic.twitter.com/c5bz29lvrP
— Antonio Spadaro (@antoniospadaro) 18 de julio de 2018
El objetivo de nuestra reflexión es ilustrar y valorar este fenómeno, que quiere ser también una tentativa de justificación teológica del neoliberalismo económico. Al final verificaremos cómo el papa Francisco ha intervenido varias veces para indicar los peligros de esta teología que, como se ha dicho, «oscurece el evangelio de Cristo».[1]
La difusión en el mundo
El «evangelio de la prosperidad» (prosperity gospel) ha ido difundiéndose no solamente en los Estados Unidos, donde nació, sino también en África, especialmente en Nigeria, Kenia, Uganda y Sudáfrica. En Kampala hay un gran estado cubierto, la Miracle Center Cathedral, cuya construcción costó siete millones de dólares. Es la obra del pastor Robert Kayanja, que desarrolló también un vasto movimiento muy presente en los medios de comunicación de masas.
Pero el «evangelio de la prosperidad» ha tenido también un notable impacto en Asia, sobre todo en India y Corea del Sur. En este último país hubo en los años ochenta un fuerte movimiento autóctono vinculado a esta corriente teológica, promovido por el pastor Paul Yonggi Cho. Este predicó una «teología de la cuarta dimensión», según la cual los creyentes, mediante el desarrollo de visiones y sueños, iban a poder llegar a controlar la realidad, obteniendo casi todo tipo de prosperidad inmanente.[2]
Se observa también un arraigo en la República Popular China gracias a las «Iglesias de Wenzhou». Wenzhou es un gran puerto oriental en la provincia de Zhejiang, en cuya zona han ido apareciendo grandes cruces rojas en cada vez más edificios. Tales cruces suelen indicar la presencia de una «Iglesia de Wenzhou», una comunidad creada por varios empresarios locales y vinculada al movimiento de la «teología de la prosperidad».[3]
En América Latina la difusión y la propagación de esta teología se dio de manera exponencial, y ello desde 1980, aunque también pueden encontrarse raíces de este proceso entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Este fenómeno religioso se traduce desde el punto de vista mediático en el uso de la televisión por parte de figuras muy carismáticas de algunos pastores, que lanzan un mensaje simple y directo montado en torno a un espectáculo de música y de testimonios y a una lectura fundamentalista y pragmática de la Biblia.
Si consideramos América Central, Guatemala y Costa Rica se han convertido probablemente en los dos bastiones principales de esta corriente religiosa. En Guatemala ha sido determinante la presencia del líder carismático Carlos Enrique Luna Arango, llamado «Cash Luna». Costa Rica es la sede del canal evangélico de televisión satelital TBN-Enlace.
En América del Sur la difusión más significativa se dio en Colombia, Chile y Argentina, pero no cabe duda de que Brasil merece una consideración especial, porque posee una dinámica propia y un movimiento pentecostal autóctono como la «Iglesia Universal del Reino de Dios». Este grupo, denominado también «Deja de sufrir», tiene ramificaciones en toda América Latina, pero ha conservado un idioma intermedio entre el español y el portugués, que determina un tipo de comunicación peculiar y minuciosamente estudiado. Basta analizar el anuncio de la «Iglesia Universal» brasileña para encontrar en ella un fuerte mensaje de prosperidad y bienestar ligado a la frecuentación personal de sus templos con el fin de recibir múltiples beneficios.
Este «evangelio» es objeto de anuncio propagandístico a través de una presencia masiva en los grandes medios de comunicación y está apoyado por su fuerte incidencia en la vida política.
Los orígenes del movimiento y el «sueño estadounidense»
Si buscamos los orígenes de estas corrientes teológicas las encontramos en los Estados Unidos, donde la mayoría de los investigadores de la fenomenología religiosa estadounidense las hacen remontarse al pastor neoyorkino Essek William Kenyon (1867-1948). Kenyon sostenía que a través del poder de la fe pueden modificarse las realidades materiales concretas. Pero la conclusión directa de esta convicción es que la fe puede llevar a la riqueza, a la salud y al bienestar, mientras que la falta de fe lleva a la pobreza, a la enfermedad y a la desdicha.
En realidad, los orígenes de la «teología de la prosperidad» son complejos, pero aquí presentamos las raíces más significativas, remitiendo, para una profundización, a libros y ensayos especializados. Por ejemplo, la teóloga Kate Ward escribió sobre la influencia de Adam Smith, en especial de su «teoría de los sentimientos morales».[4] La autora muestra en este sentido cómo para Smith la compasión no tiene que ver con los pobres, sino con la admiración hacia aquellos que han tenido una historia exitosa.
Estas doctrinas se han asociado con el positive thinking, el «pensamiento positivo», y se han alimentado también en una medida importante de él. El positive thinking es expresión del denominado american way of life («modo de vida estadounidense»). En tal sentido, se relacionan con la «posición excepcional» que Alexis de Tocqueville, en su célebre obra La democracia en América (1831), atribuyó a los estadounidenses. Según este autor, en virtud de dicha excepcionalidad «se ha de creer que ningún pueblo democrático llegará a encontrarse nunca en una posición semejante». Tocqueville llega a afirmar que ese modo de vida plasma también la religión de los estadounidenses.
A veces son las mismas autoridades estadounidenses las que certifican esta conexión.[5] En su reciente discurso sobre el estado de la Unión, pronunciado el 30 de enero de 2018, el presidente Donald Trump afirmó, para describir la identidad del país: «Juntos estamos redescubriendo “la manera estadounidense de vivir”», y prosiguió: «En los Estados Unidos sabemos que la fe y la familia, no el Gobierno y la burocracia, son el centro de la vida estadounidense. El lema es: “En Dios confiamos” (In God we trust). Y celebramos nuestras convicciones, a nuestra policía, a nuestros militares y veteranos como héroes que merecen nuestro total y constante apoyo». Así pues, en unas pocas frases aparecen ya Dios, el ejército y el sueño estadounidense.[6]
Su Avvenire anticipazione con un estratto del nostro articolo su “La Civiltà Cattolica” in uscita sabato in italiano contro la cosiddetta “Teologia della Prosperità” https://t.co/InAFpItBBX pic.twitter.com/oMp6kxSH7F
— Antonio Spadaro (@antoniospadaro) 19 de julio de 2018
Las «megaiglesias» del «evangelio diferente»
Un impulso fundamental a estas ideas de «prosperidad evangélica» se dio con el denominado «movimiento de la fe», que tuvo como principal mentor al pastor y autoproclamado «profeta» Kenneth Hagin (1917-2003). Una de las características de Hagin eran visiones recurrentes que lo llevaban a dar una interpretación singular de algunos textos muy conocidos de la Biblia. Tal es el caso, por ejemplo, de Mc 11,23-24: «En verdad os digo que si uno dice a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis». Estos dos versículos son para Hagin pilares de la «teología de la prosperidad».
Según afirma, la fe milagrosa, para traducirse en obras, debe ser sin incertidumbres, especialmente en las cosas imposibles: debe declarar específicamente el milagro y creer que se lo obtendrá de la manera imaginada. Hagin enfatizó también otro aspecto: que el milagro deseado se considere como ya sucedido. Es decir, se debe desplazar su realización del futuro al pasado.
Tanto Kenyon como Hagin comprendieron que la comunicación de masas era un instrumento fundamental para la rápida difusión de sus enseñanzas. El primero se sirvió de su show personal «Kenyon’s Church of the Air» [«La Iglesia del aire de Kenyon»], y el segundo, del programa «Faith Seminar of the Air» [«El seminario de fe del aire»].
Hay algunos predicadores que pueden citarse como continuadores de las teologías de Kenyon y Hagin y de su estrategia de comunicación. El primero de ellos es Kenneth Copeland —que fue «ungido» por el mismo Hagin como sucesor suyo—, con su programa televisivo «Believer’s Voice of Victory» [«La voz de victoria del creyente»], que ha difundido en gran parte del mundo estas doctrinas. Del mismo modo, Norman Vincent Peale (1889-1993), pastor de la Marble Collegiate Church de Nueva York, alcanzó popularidad con sus libros con títulos elocuentes en su significado: El poder del pensamiento positivo; Cambia tus pensamientos y cambiará todo; Guía para una vida apacible. Peale fue un predicador exitoso, y llegó a mezclar marketing y predicación.
En los Estados Unidos millones de personas frecuentan asiduamente «megaiglesias» que difunden estas teologías de la prosperidad. Los predicadores, profetas y apóstoles enrolados en esta rama extrema del neopentecostalismo han ocupado espacios cada vez más importantes en los medios de comunicación de masas, han publicado una enorme cantidad de libros que se han convertido rápidamente en superventas y han pronunciado conferencias que muy a menudo llegan a millones de personas a través de todos los medios disponibles de Internet y de las redes sociales.
Nombres como Oral Roberts, Pat Robertson, Benny Hinn, Robert Tilton, Joel Osteen, Joyce Meyer y otros han acrecentado su popularidad y riqueza profundizando, enfatizando y extremando este evangelio. Joyce Meyer afirma que su programa televisivo «Enjoying everyday life» [«Gozar de la vida de cada día»] llega a dos terceras partes del mundo a través de la radio y la televisión y ha sido traducido a 38 idiomas.[7]
Lo que resulta absolutamente claro es que el poder económico, mediático y político de estos grupos —a los que hemos definido genéricamente como «evangélicos del sueño estadounidense»— los hace mucho más visibles que el resto de las Iglesias evangélicas, también que las de la línea pentecostal clásica. Además, su crecimiento es exponencial y directamente proporcional a los beneficios económicos, físicos y espirituales que prometen a sus seguidores: bendiciones todas que están muy lejos de las enseñanzas de una vida de conversión propia de los movimientos evangélicos tradicionales.
Si bien surgieron y pasaron después por diversas denominaciones, estos movimientos han recibido no pocas críticas también de los grupos de aquellas Iglesias carismáticas que han mantenido su religiosidad evangélica basada en los milagros, las profecías y los signos. Muchos sectores evangélicos tanto tradicionales como más recientes (bautistas, metodistas, presbiterianos…) han criticado duramente esos movimientos, llegando a denominar lo que proclaman como «un evangelio diferente».[8]
El bienestar económico y la salud
Como ya hemos anticipado, los pilares del «evangelio de la prosperidad» son sustancialmente dos: el bienestar económico y la salud. Esta acentuación es fruto de una exégesis literal de algunos textos bíblicos utilizados dentro de una hermenéutica reduccionista. Al Espíritu Santo se lo reduce a un poder al servicio del bienestar individual. Jesucristo ha abandonado su papel de Señor para transformarse en un deudor de cada una de sus palabras. El Padre ha sido reducido «a una especie de botones cósmico [cosmic bellhop] que se ocupa de las necesidades y de los deseos de sus criaturas».[9]
En los predicadores de este evangelio, la «palabra de fe» que pronuncian pasa a ocupar el lugar que tradicionalmente ocupa en el movimiento evangélico por la Biblia como norma de fe y de conducta, llegando a elevársela a la potencia y al efecto de la palabra apostólica del «ungido». Hablar en nombre de Dios de manera directa, concreta y específica da a la «palabra positiva» un sentido creativo considerado capaz de hacer que las cosas sucedan si los que asisten no la obstaculizan con su falta de fe.
Al mismo tiempo, enseñan que, tratándose de una «confesión de fe», los seguidores, con sus palabras, son responsables de lo que les sucede, trátese de la bendición o de la maldición económica, física, generacional o espiritual. Un refrán que muchos pastores repiten reza: «Hay un milagro en tu boca» («There is a miracle in your mouth»). El proceso milagroso es el siguiente: visualizar detalladamente lo que se quiere, declararlo expresamente con la boca, reclamárselo a Dios con fe y autoridad y considerarlo ya recibido. Por último, el «reclamar» las promesas de Dios extraídas de los textos bíblicos o de la palabra profética del pastor coloca al creyente en una posición dominante respecto de un Dios prisionero de su misma palabra tal como esa palabra es percibida y creída por el fiel.
El tema de la salud ocupa un papel preponderante en la «teología de la prosperidad». En estas doctrinas es la propia mente la que debe concentrarse en las supuestas leyes bíblicas que después producen la potencia deseada a través de la lengua. Se presupone, por ejemplo, que un enfermo, sin recurrir al médico, puede curarse con solo concentrarse y pronunciar en presente o en pasado frases bíblicas u oraciones inspiradas en la Escritura. Una de las frases utilizadas de manera instrumental es: «Por las llagas de Cristo ya estoy sanado». A su juicio, estas palabras causan de manera inmediata el «desbloqueo» de la bendición divina, que en ese mismo momento operará la curación.
Evidentemente, sucesos luctuosos o desastres, también naturales, o tragedias, como las de los migrantes u otras similares, no ofrecen narrativas convincentes que sirvan para mantener a los fieles vinculados al «evangelio de la prosperidad». Este ese el motivo por el cual, en estos casos, se nota una falta total de empatía y de solidaridad por parte de los adherentes. No hay compasión por las personas que no son prósperas, porque, claramente, ellas no han seguido las «reglas» y, por tanto, viven en el fracaso y, consiguientemente, no son amadas por Dios.
Un Dios de «alianzas» y de «semillas»
Una de las características de estos movimientos es el énfasis que ponen en la «alianza» sellada por Dios con su pueblo, sus testamentos de la Biblia. Y principalmente se ha tratado de alianzas con sus patriarcas. Es así como el texto de la alianza con Abrahán ocupa un lugar central, en el sentido de la prosperidad que promete. La lógica de este concepto del «Dios de las alianzas» es que, del mismo modo como los cristianos son hijos espirituales de Abrahán, son también herederos de los derechos materiales, de las bendiciones financieras y de las ocupaciones territoriales terrenas. Más que de una alianza bíblica parecería que se trata de un «contrato». Leer más…
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