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Tarde te amé…

Lunes, 28 de agosto de 2023
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En la fiesta del converso Agustín de Hipona…

“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”

San Agustín

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“¡Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era,

Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

Que, si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y respiré,

Y suspiro por ti;

Gusté de ti, y siento hambre y sed;

Me tocaste y me abrasé en tu paz.”

*

San Agustín

***

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Alessandro Preziosi como Agustín en el filme Sant Agostinho

No con conciencia dudosa, sino cierta, Señor, te amo yo. Heriste mi corazón con tu palabra y te amé. Mas también el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene he aquí que me dicen de todas partes que te ame; ni cesan de decírselo a todos, a fin de que sean inexcusables.

Sin embargo, tú te compadecerás más altamente de quien te compadecieres y prestarás más tu misericordia con quien fueses misericordioso: de otro modo, el cielo y la tierra cantarían tus alabanzas a sordos.

Y ¿qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantilenas, no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manas ni mieles, no miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios .

*

Confesiones X, 6,8.

 

***

Agustín nació en Tagaste el 13 de noviembre del año 354. Fue educado siguiendo los hábitos cristianos de su madre, Mónica, y, como se reveló enseguida como un ¡oven de prometedoras cualidades, fue encaminado a la carrera de retórica. Ya desde los tiempos de estudio en Cartago estuvo marcado por una incomodidad interior que le llevaría lejos. La primera respuesta a esta sed de totalidad fue una vida mundana tejida por varios vínculos, más o menos límpidos. Ahora bien, la inquietud es también sed y búsqueda de la verdad: se apasiona con la lectura del Ortensio de Cicerón, lee la Sagrada Escritura, pero no se entusiasma con ella y acaba por adherirse al racionalismo y al materialismo de la secta de los maniqueos. Tras haber enseñado en Tagaste y en Cartago, se traslada primero a Roma (383) y después a Milán (384). Aauí su viaje espiritual da un viraje decisivo: conoce y escucha al obispo Ambrosio, revisa sus posiciones sobre la Iglesia católica, vuelve a leer la Sagrada Escritura y, en medio de la lucha entre sus antiguos hábitos de vida y los nuevos impulsos interiores, al final se abre a la luz y a la riqueza de Cristo.

Fue bautizado el año 387 por Ambrosio. Decidido a volver a África, se establece en Tagaste y funda allí su primera comunidad monástica, siguiendo el modelo de la comunidad cristiana de Jerusalén. En el año 391 fue ordenado sacerdote por el obispo Valerio, a quien en el 395 le sucede en la guía de la diócesis de Hipona. Desde entonces se dedicó por completo a la vida de la Iglesia -ministerio de la Palabra, defensa de la fe-, aunque prosigue con la experiencia de vida común con un grupo de hermanos monjes, a los que traslada al episcopio. Escribió más de doscientos libros y casi un millar de documentos, entre sermones y cartas. Murió el 28 de agosto del año 430. Hasta tal punto fue hijo de la Iglesia que se convirtió en padre… y doctor.

En Agustín no vivió un solo hombre: vivió en él la criatura de carne y hueso, de nervios y sangre, con su desarrollo misterioso, múltiple; vivió el escritor, conjuntamente sumo escritor, sumo filósofo, sumo teólogo, y sobre cualquier otra cosa poeta sumo de los afectos y de las verdades; vivió el cristiano y el monje, el sacerdote y el obispo, el santo. Recibió de Dios toaos los clones más altos: una juventud tempestuosa, la palabra creadora, el silencio inenarrable de la oración, la fuerza necesaria para gobernar su ánimo en la navegación ultraterrena y en el aura de lo divino. Experiencia de hijo y de padre, de pecador desbandado y de obispo muy rígido, de escolar y profesor y, por tanto, de maestro de su pueblo y de todo el Occidente; de mundano y de monje, de escritor y de filósofo, de polemista y de amigo, de pensador y de contradictor y orador.

En todos esos pasajes no perdáis nada de su riquísima y potentísima humanidad: todo lo llevó consigo y lo fundió en el ardor y en la luz única de su santidad doloroso y extática. Amó, y de su experiencia de amor surgirá un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano […].

Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría nada: nacía, para él, en los cielos amados sin paz y deseados sin tregua; nacía, para nosotros, en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos.

*

G. de Luca,
Sant’Agostino. Scrítti d’occasione e traduzioni

***

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¡Para los Cristianos que no Creemos, Ni para los que dicen que creen en Dios, y ni en su amor creen!

Martes, 22 de agosto de 2023
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Del blog de Alfonso Olaz El rincón del peregrino:

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¡Para los Cristianos que no Creemos,
 Ni para los que dicen que creen en Dios, y ni en su amor creen!

Estamos hechos de amor y de nada más

Polvo de estrellas, Luz divina.

Barro humilde que cura y crea
Así de simple.

El que quiera brillar se fundirá en su propio Sol-
Y en la noche será témpano de hielo.

El que se ha despojado todo, ya no será despojo olvidado-
brillará y será lámpara del Maestro lamparero.

El despojado no necesita soñar para seguir viviendo.
Su vida es sueño transparente
en el mundo real con Jesús.

Nada le importa, ni nada le sobrecoge.
De lo absoluto hace su vida
Lo relativo ha muerto.

Solo quiere pasar su vida en el taller

del Maestro lamparero y aprender el oficio del amor.

Y viviendo con el absoluto
hace todo relativo, menos ser aprendiz de la Fraternidad divina
para comenzar el verdadero camino de ser Fraternidad.

Esto no es locura del hombre contemporáneo
Es locura que el hombre exprés
no esté loco por aprender este oficio divino

para hacerlo muy humano…
Esto es para todos.

El amor es para el hombre
que cree en Dios,
el hombre de origen divino y humano,

como su hermano Jesús.

Que crea sin cesar, amor- Fraternidad,

igual que su querido hijo, el Hombre.

Porque Él se ha hecho como tú y yo, para ser tú y yo.

Enviados al taller del Maestro

se aprenden todos los oficios divinos
y el más importante es el del amor.

Una escuela de artes y oficios
Escuela divina del Maestro Jesús.

Está prohibido el tomar apuntes
Solo puedes memorizar
Y en tu cuarto con la puerta cerrada
como él te lo ha prometido
entenderás la lección divina

según lo que tu corazón haya amado

Pues el que crea, ya está amando.
Y el que no crea, nada ama.

El amor es silencioso, no da sobresaltos,
El amor viene del lamparero
no del hombre que no cree
Y a todo el que cree
del lamparero es.

El que cree que Dios no le ama
no se conoce a sí mismo

Ya que con solo negarlo-
eres ya pensamiento suyo
Y nada ya podrás negar.

Algún día fíjate bien,

que tienes su señal de su amor,
su código genético en tu frente-
Es una pequeñísima cruz, casi imperceptible,
de color azul en el lado derecho.
Del mismo color de los hijos de María.

¡Señor, quiero ser aprendiz en tu taller!
No para ser cómo tú
Sino cómo tú quieres
Y si tú quieres: aprender bien el oficio del amor.

Y mostrar en mi rostro, el tuyo
Para darte a conocer.

Porque quiero creer en ti
Para que queriendo crea
Para Creer haciendo Fraternidad.

Y para amar, Quiero
Para amar y ya no dejar de amar

Para nunca olvidar que me amas
en el silencio
Para creer que con tu locura me amas,

y en mi locura que curas.
¡No hay mejor locura
que la de Jesús pobre y resucitado!
Solo cura Jesús, locura, Tuya, mía
y de toda su Fraternidad, Humanidad.

Sin esperar lo que yo quiero
Y tú me llevas yendo por donde no quiero
para crer lo que no quiero.
Haciendo y dejando paso a lo que tú quieres.

Con la Confianza de que todo lo que me acontezca

será lo mejor para mí, aunque no lo quiera.

Tú me has dado de probar el zumo de Granada
ese que tanto me gustaba.

Ya no puedo resistirme al amor de mi amada

y solo quiero estar en cada momento con mi amada.

¡Padre,
Me quieres cada momento, tanto…!

Sin esperar grandes cosas
Porque normalmente las grandes cosas-

son iguales que las pequeñas,
que las hacen grandes y semejantes que las opuestas.

*

Alfonso Olaz
31.07.2023

***

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La epifanía de Dios en nuestra pobreza

Sábado, 12 de agosto de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Dios no es un «problema» y nosotros, que vivimos la vida contemplativa, hemos aprendido por experiencia que nadie puede conocer a Dios mientras esté intentando resolver «el problema de Dios». Tratar de resolver el problema de Dios es tratar de verse los ojos. Uno no puede verse los ojos porque son aquello con lo que ve, y Dios es la luz por la que vemos —por la que vemos, no un «objeto» claramente definido llamado Dios, sino todo lo demás en el Único invisible—.

Dios es entonces Aquel que ve y la Visión, pero Él no es visto en la tierra. En el cielo, Él es Aquel que ve, la Visión y el Visto. Dios se busca a Sí mismo en nosotros, y la aridez y aflicción de nuestro corazón es la aflicción de Dios que no es conocido en nosotros, que no puede encontrarse a Sí mismo en nosotros, porque no nos atrevemos a creer o confiar en la increíble verdad de que El puede vivir en nosotros, y puede morar en nuestro ser porque lo elige, porque lo prefiere.

En efecto, existimos solo para esto, para ser el lugar que El ha elegido para Su presencia, Su manifestación en el mundo, Su epifanía. Pero nosotros oscurecemos todo esto y lo hacemos vergonzoso porque no lo creemos, porque nos negamos a creerlo. No es que odiemos a Dios, sino mas bien que nos odiamos a nosotros mismos y hemos perdido la esperanza en nosotros mismos.

Si empezáramos a reconocer, humilde pero verdaderamente, el verdadero valor de nuestro yo, veríamos que este valor es el signo de Dios en nuestro ser, la firma de Dios sobre nuestro ser. Por suerte, el amor del prójimo se nos da como el camino para comprender esto, pues el amor de nuestro hermano, de nuestra hermana, de la persona amada, de nuestra esposa, de nuestro hijo, esta ahí para que veamos con la claridad de Dios mismo que somos buenos. Es el amor de quien me ama, de mis hermanos o de mi hijo, lo que ve a Dios en ml, lo que hace a Dios creíble para mi mismo en mi. Y es mi amor a la persona que amo, a mi hijo, a mi hermano, lo que me permite mostrarles que Dios esta en ellos. El amor es la epifanía de Dios en nuestra pobreza“.

*

Thomas Merton

The Hidden Ground of Love

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Jesús Lozano Pino: Dios es amor y si no, merece que lo matemos. ¿Qué Dios ha muerto? Lo daban por muerto, pero sigue vivo (II).

Viernes, 28 de julio de 2023
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Dios-amor_2338276186_15542336_660x371Fijémonos una vez más en la figura del Jesús de los Evangelios. Jesús en Getsemaní orando por segunda vez afrontó como hombre su final, el destino al que estaba abocado aunque fuese injusto. “Padre, si es posible pasa de mí este cáliz” (Mt 26,42). No era ni un cobarde ni un masoquista. Tampoco buscó atajos fáciles, cómodos, ni mucho menos huyó del precio de la coherencia porque en sus entrañas de misericordia siempre había un espacio para acoger el dolor y la soledad de los indefensos: hambrientos, enfermos, extranjeros y marginados. Nunca divorció espiritualmente alma y cuerpo, ni buscó subterfugios para que el sufrimiento de los socialmente humillados no le salpicara. Es más, en numerosas ocasiones los defendió públicamente: “Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos” (Jn 18, 8), dijo justo cuando lo iban a apresar. Su historia nos invita a contemplar y no dar la espalda a aquellas desagradables escenas que también forman parte de la vida. Y nos pide no sólo que cambiemos las estructuras, sino que pongamos a la persona por encima de ellas. No hay mayor noticia que anteponer hombre y mujer a toda “santa doctrina” o “justa ideología”, si no queremos acabar -como decía Hölderlin- convirtiendo nuestro estado en un infierno (Hölderlin, 1976).

No podemos luchar contra el sufrimiento y las injusticias si no es implicándonos. Yo añadiría, por si alguien no lo presupone, implicándonos caritativamente, con nuestro testimonio, dando la vida, nunca quitándola ni reduciéndola o perjudicándola, sino dando alternativas, abriendo siempre ventanas de esperanza. He ahí la libertad y la dificultad del anuncio de Jesús. Donde hay sufrimiento y necesidad allí está su mensaje esperando que respondamos (Mt 25, 31-46). Ese sería su legado, que vive renovado por los siglos de los siglos y que remueve al mundo cuando alguien con entrañas de misericordia y una pizca de libertad en su ser pone creatividad y fe-confianza en sus palabras actualizándolas en la historia. Bajo mi punto de vista, Francisco de Asís, Mahatma Gandhi, Oscar Romero, Martín Luther King o, ahorita, el mismísimo Papa Francisco (16), al que tanto aprecia y admira nuestro querido filósofo, son algunas muestras de que hombres comunes y mortales pueden coger el testigo de Jesús, a quien pudiéramos considerar el hombre más divino de la historia (Medrano Ezquerro, 2012).

El siglo XXI es un siglo que ha consagrado en los máximos altares a la razón tecnológica, al cientifismo y al secularismo. Pero no olvidemos que el mismo Vattimo responde a ello afirmando contundentemente que «Hoy ya no hay razones filosóficas fuertes para ser ateo o, en todo caso, para rechazar la religión» (Vattimo, 1996: 22). Prácticamente nuestro autor viene a decirnos que hoy día es una pretensión casposa y trasnochada la lucha de un racionalismo cientificista o historicista que abogue por dejar fuera de juego socialmente a la religión. Me atrevo a afirmar que se trata de otro totalitarismo disfrazado de modernidad y cultura.

Uno de los objetivos de mi investigación doctoral fue –salvando las justas distancias- vincular Grecia y cristianismo a través del pensamiento de mis dos principales maestros: Teresa Oñate y G. Vattimo. No sé si lo logré, pero lo que sí quisiera compartir es una de las conclusiones a las que llegué: la razón y el amor son las dos condiciones que nos convierte en divinos. Me parece muy aceptable y comprensivo el deseo de muchos no creyentes a la hora de exigir aquel poder que entienden les pertenece como tales pero que acabó siendo entregado, transferido a los dioses. Lo curioso es que nuestra sociedad actual, heredera de los siglos XVIII, XIX y XX está empeñada en coger solamente la primera (libertad) olvidando el principio de solidaridad y fraternidad, y ello no garantiza la justicia, el respeto ni el orden. Razones tenemos para matar, invadir, saquear, condenar, justificar, abandonar. Solamente hay que poner los noticieros…

Al hilo del comprometido pensamiento por los DDHH de su compatriota Benedetto Croce, Gianni Vattimo llega a decir que nuestra existencia no sería la misma si dejásemos de creer en Jesús. Incluso nuestra historia europea y sus elementos culturales nos marcan de tal manera que “no podríamos llamarnos no cristianos” (Rorty y Vattimo, 2006: 80). Es imposible salirse de la tradición aun estando en contra de ella, nuestra interpretación es siempre histórica, concreta. En El futuro de la religión, escrita junto al pragmático norteamericano Richard Rorty, Vattimo llega a afirmar “gracias a Dios soy ateo”, viniendo a decir de algún modo que ya no hay razones fuertes ni para ser teístas ni para ser ateos y esto debido en gran parte al cristianismo, a Occidente (Caputo y Vattimo, 2010). Incluso para poder decir “Dios ha muerto” se hace necesario una concepción de dios débil, cristiana. Este concepto de la muerte de Dios desempeña un papel primordial en la filosofía vattimiana pero, curiosamente, en Después de la cristiandad sustituye dicha expresión por la de “el Dios que ha muerto”, bajo mi punto de vista más acertada con la idea que nuestro autor tiene en su cabeza, heredera en cierto modo de Heidegger: un Dios distante, metafísico y sobrenatural que muere con Jesús de Nazaret, el dios débil y humano.

El creyente en Jesús sabe que, además de tener una creencia personal no compartida por muchos, debe ofrecer ₋si quiere ser medianamente creíble y socialmente aceptado₋ razones vitales de su fe (1 Pe 3, 15) porque, aunque no pueda demostrar su tesis de que dios existe, posee razones serias para creer que sí, no contundentes desde el punto de vista científico, pero sí muy razonables y esperanzadoras, situadas humildemente a la base del testimonio sencillo de un hombre histórico y su predicación, de una ética de vida. Sus palabras y hechos se abren espacio en los que actúan como él, y para ello no es requisito indispensable conocerlo (Mt 25, 44-45). Uno de los daños más grandes que se le ha podido hacer al propio mensaje ha sido su institucionalización a nivel mundial convirtiéndolo en una religión masificada y colonizadora, transformándose de religión perseguida en religión institucional, oficial. La globalización religiosa a través del Imperio romano se apropió del alma de los débiles para convertirse en muchas ocasiones en el arma de los poderosos en Occidente.

Los creyentes del III milenio, si queremos que la fe exista, debemos abrazar a la gente. La prueba de que uno ama a Dios es que te re-envía a amar a los demás” (Guenard, 2010), decía Tim Guenard, un hombre maltratado y violado desde niño por su propio padre, que salió adelante descargando su furia como boxeador profesional hasta que se encontró con la experiencia sanadora de Jesús de Nazaret. Para Guenard, el señor es siempre delicado con las personas heridas aceptando que no le llamen por su nombre. Ya comentaba esta misma idea ahondando en su implicación teológico-política en mi disertación doctoral allá por el 2013:

Quien dice conocer a Dios conoce el lenguaje del amor, y conoce al hombre; si no, claramente damos la razón a quienes hablan de un dios prefabricado para justificar estructuras de poder. Si hay algo de divino en el hombre, esto es la cáritas, la philía, el ágapé, la traducción humana de lo divino que, junto a la razón creativa, nos hace elevarnos sobre el resto de los animales. «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» dice Gn 1,26. Y es que Dios es amor. «El que no ama no conoce a Dios porque Dios es amor» (1 Jn 4,8). No existe auténtica justicia, si no se mueve en la órbita de la fraternidad y la solidaridad, si no supera la frontera de lo legal (…), ni verdadera caridad que no sea algo más que una mera compasión, pena que ignora las causas (…). Una institución, religiosa o no, que deshumaniza, que no ensancha ni suma en la pluralidad, que no nos devuelve la dignidad y brillo de hijos de un Dios, se convierte en una peligrosa secta por más tiempo y recursos que gaste en convencer a través del miedo y adoctrinamiento, la obediencia ciega o la propaganda. Nunca se dio un Dios sano en una mente enferma ni se maduró como persona, como sociedad, dejando a otros, individuos o instituciones, nuestras voluntades para responder y decidir (Lozano 2013: 109-110).

La sencillez y simpleza con que Jesús nos habla en los Evangelios (Mt 11, 25) no está reñida con el uso de la razón. Si fuese así, entonces habría que enmarcar el sentido religioso y la espiritualidad en la mera ignorancia, la incultura o la proyección psicológica inconsciente, donde hay que reconocer tristemente que en más ocasiones de las que debiera, habita (17). No me estoy refiriendo por tanto a esta clase de estupidez que algunos se atreven a llamar creencia y que acaba tantas veces sitiando a la razón en favor de un desproporcionado misterio, sino aquella sencillez que hace pasar por el corazón las miradas y los gestos facilitándonos la apertura a los pasados futuros posibles con libertad y responsabilidad. Precisamente Jesús invita a creyentes y no creyentes a trabajar en esta corresponsabilidad y a ella aludo en la pág. 117 de mi citada disertación doctoral cuando digo que no es hasta Jesús de Nazaret cuando la religión se hace evangelio (buena noticia) para el hombre, cuando lo humano y lo divino se acercan, cuando la verdad se traduce y conjuga en presente de indicativo, con el verbo amar. El cristianismo es, así, la religión del amor, la religión simple cuyo contenido se resume con los dedos de una mano, con cinco palabras: “a-mí-me-lo-hicisteis” (Mt 25, 40).

Hay dos lecturas provechosas a la hora de comparar la visión religiosa antes y a partir de Jesús de Nazaret. La primera es concretamente un pasaje del Antiguo Testamento donde aflora la separación entre lo divino y lo humano y se incita a guardarse de traspasar dichos límites: Ex 19, 12-13. Nadie podía “subir al monte”, porque en el monte, allá arriba, habitaba Dios. La segunda lectura, como es obvio, es del Nuevo Testamento. En ella encontramos un pasaje más que interesante que subraya esta idea de Jesús como reconciliador, aquel capaz de achicar los límites de los espacios-tiempos sagrados. El caso es que Jesús sí que permite que lo alcancemos, que lo toquemos. El único límite es el amor, la nueva koiné, porque el amor lo interpreta todo (Mt 5, 38-48). Jesús se presenta, pues, como aquel que supera a Moisés, la ley, porque el Hijo del hombre es mayor que el sábado (Mt 12, 8). De alguna forma Jesús está diciendo que no pongamos la ley y el sábado por encima del ser humano, cuestión esta esencial desde un punto de vista espiritual y teológico-político.

En el justo momento de su muerte en la cruz nos dice el Evangelio de Mateo (Mt 27, 51) que el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo y que la tierra tembló. Este hecho señala el sello definitivo que Jesús-amor hace entre lo humano y lo divino (18): la caridad queda como su único límite militante, como gozne, bisagra que abre y cierra ámbitos: es el amor quien distingue y separa la barbarie y la sinrazón del verdadero sentido religioso, el mismo límite que une fraternalmente todo lo que toca con el sello del amor, el brillo de lo divino. El velo, aquello que únicamente separaba el ámbito humano del divino, queda a la intemperie, des-velado. No hay nada ni nadie que nos impida ahora mantener una vía comunicativa entre estas dos dimensiones hasta ese momento casi irreconciliables.

Jesús, a partir de aquí -afirmo también en la pág. 87 de mi disertación doctoral- abre la vía del amor-logos: lo humano y lo divino se acercan, lo espiritual y lo material se funden entrando en la madurez histórica de la religión: en la edad hermenéutica comunitaria- espiritual, en contra de un pensamiento violento, único y objetivo que procura acallar cualquier nueva pregunta. Una nueva visión religiosa basada en la cultura del diálogo está acaeciendo. Tan sólo la cáritas está a salvo de los años y la interpretación porque es débil, porque no impone, porque su verdad es respetuosa y alternativa, porque hace de los otros su imperativo categórico.

Decía que uno de los objetivos de mi investigación académica era intentar acortar distancias entre Grecia y cristianismo y así lo intento dejar claro desde la segunda página de El amor es el límite, cuando afirmo que “El amor a la sabiduría y la sabiduría del amor se abrazan y conjugan en gerundio”. Pero la relación greco-cristiana también tiene un nexo con la herencia que nuestro filósofo de Turín recibe del pensador alemán Martin Heidegger. Vattimo sigue a Heidegger en que somos seres comprendientes desde que nacemos, nacemos comprendiendo. No es que conozcamos primero para después amar, sino que “amando conozco y conociendo amo, lo griego y lo cristiano se conjugan en gerundio, en un plano no diacrónico” (Lozano, 2013: 56).

Como afirma de forma tenaz nuestro querido crítico turinés en Después de la cristiandad. Por un cristianismo no religioso, la clave es debilitar las estructuras en los diversos ámbitos metafísicos de poder, disminuyendo social, política y religiosamente todo tipo de violencia: aminorando los conflictos, rebajando los poderes y desenmascarando los abusos en el mundo. En cambio, para René Girard en ¿Verdad o fe débil? Diálogo sobre cristianismo y relativismo, más bien se trataría “de reconocer una adhesión común a una perspectiva victimológica, de una victimología que no produzca nuevas víctimas” (Girard y Vattimo, 2011: 28).

No podemos olvidar que la base argumentativa de Girard consiste en interpretar a Cristo como el desenmascarador de las religiones naturales, basadas en el asesinato colectivo sobre una sola víctima elegida de forma arbitraria. El cristianismo precisamente lo que hace es invertir esta perspectiva logrando descifrar que la verdad reprimida oculta es otra. Así pues, una de las mejores noticias que aplaude Vattimo en la interpretación de las Escrituras que hace Girard es el reconocimiento de que la víctima es inocente, no culpable, y la exaltación al chivo expiatorio a través de su vida y palabras, especialmente de su “perdónales padre porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

Todo lo que no se reduzca a amar a dios y al prójimo acaba dentro de las redes de las religiones naturales sacrificiales. Quizá esta certeza represente la apertura de las puertas a Occidente como realización última del cristianismo en cuanto religión no sacrificial, a través de un concepto de secularización mucho más amable, natural y lógico. Para Vattimo “La secularización no sería el abandono de lo sagrado sino la aplicación concreta de la tradición sagrada a determinados fenómenos humanos” (Ob. Cit.:41).

Hemos ido comprobado en este artículo cómo nuestro autor es heredero del pensamiento de Nietzsche y Heidegger en el hecho de que toda fijación de estructura representa un acto de autoridad que merece la pena disminuir, debilitar, reducir. Y ahora vemos que si algo aprende Vattimo de Girard es que todos los saberes que se consideraban definitivos han demostrado su dependencia de paradigmas históricos y de condicionamientos de distinta índole (social, política, ideológica…), por lo que ya no podemos afirmar que si la ciencia no conoce a dios, dios no existe. Hemos aprendido a desmitificarla, ya que la ciencia no logra establecer otros muchos significados. Así pues, que Dios no sea objeto de la ciencia es más bien una razón añadida para creer en él y no para dejar de hacerlo, como explica y desarrolla hábilmente nuestro querido filósofo turinés en las páginas 55 y 56 de esta obra que escribe junto a René Girard.

Este último apunta que en el cristianismo coincide verdad y amor, mientras que Vattimo observa una prevalencia en la balanza a favor de la cáritas. La cuestión prioritaria –afirma en la página 64- estaría en reducir la violencia y no sólo reconocerla. Gianni nos recuerda que dios es relativista en el sentido de que no puede dejarse hipotecar-atrapar por meros convencionalismos histórico-temporales determinados por proposiciones dogmáticas pertenecientes a formas interpretativas epocales. En la sociedad hay que admitir, por razones de caridad, múltiples posiciones, pluralidad de opiniones y opciones, en definitiva, el diálogo, la búsqueda del consenso aceptando el disenso, nunca enterrándolo. Una de las mayores contribuciones que Vattimo hace a la hermenéutica y que baña por completo mi tesis (de que la única religión verdadera es aquella que pone al amor y respeto al otro como condición sine qua non) es aquella que hace en Después de la cristiandad cuando afirma que no decimos que nos ponemos de acuerdo cuando hemos encontrado la verdad, sino que decimos que hemos encontrado la verdad cuando nos ponemos de acuerdo. Se comprende que aún es posible hablar de verdad, pero sólo porque en el acuerdo hemos sido -en su más genuino sentido- caritativos. La caridad se convierte en verdad, sustituyendo dicho concepto en la medida en que se comparte. Rorty, en cambio, propone sustituir el término verdad por “solidaridad”. Gianni Vattimo observa que el cristianismo no es una religión como tal (19). Por eso, para afirmar su no creencia en el Dios del acto puro, decía “gracias a Dios soy ateo”. Al menos, y esta es otra buena noticia, Jesús se lo permitiría, porque el amor es siempre contra dogmático, y Jesús es amor encarnado.

Quisiera finalizar este artículo en torno al dios débil de Vattimo y el amor como límite cristiano-hermenéutico procurando unir las dos influencias filosóficas más importantes para Vattimo: Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger. Existe una relación entre la “muerte de Dios” (Nietzsche) y el final de la metafísica (Heidegger). El nihilismo positivo y optimista es, pues, un producto de la secularización del cristianismo, no una pérdida de significado, sino la asunción del pensamiento heideggeriano. Ni la ciencia es la casa de la verdad ni la historia el camino del progreso hacia la emancipación, sino la cáritas. El amor cristiano es el fin de la modernidad violenta y fuerte. El fin de la metafísica es el fin de la estructura básica de la tradición onto-teológica destinada al pensamiento de la divinidad (Zabala, 2009: 319). Leer más…

Espiritualidad ,

Jesús Lozano Pino: Dios es amor y si no, merece que lo matemos. ¿Qué Dios ha muerto? Sólo el amor podrá salvarnos. (I)

Jueves, 27 de julio de 2023
Comentarios desactivados en Jesús Lozano Pino: Dios es amor y si no, merece que lo matemos. ¿Qué Dios ha muerto? Sólo el amor podrá salvarnos. (I)

Dios-amor_2338276186_15542336_660x371Dios ha muerto” o la “muerte de Dios” es quizá una de las frases más emblemáticas y polémicas que han pasado al Olimpo de la filosofía moderna. Su laureado filósofo, Friedrich Nietzsche (1), quien proclamaba que Dios había muerto y lo habíamos matado entre todos (2), por lo que la humanidad vagaba hacia una especie de vacío infinito (Nietzsche, 2014). Su precursor, G.W.F. Hegel, que en el capítulo acerca de la religión revelada de la Fenomenología del espíritu, nos habla de la pérdida de saber, cuyo dolor se expresa en las duras palabras que afirma que Dios ha muerto (Hegel, 1993). Su director de escena, Fiódor Dostoievski, que en los personajes de Los hermanos Karamazov pudo dramatizar, moralizar y, en cierto modo, espiritualizar dicha expresión. Su actualizador, Martin Heidegger, quien interpretando la perversión metafísica en la que el pensamiento había quedado tras la crítica nietzscheana la tradujo como idolatría conceptual de la modernidad (Heidegger, 2003). Y su hermeneuta postmoderno, Gianni Vattimo. El esquema heideggeriano influyó de tal manera en Vattimo que le ofreció la posibilidad de articular una alternativa postmoderna a la hasta ahora imparable apisonadora moderno-capitalista: el debilitamiento de las estructuras fuertes en todos los estratos de poder, conocido como “pensamiento débil

En este sentido me atrevo a decir que Vattimo resucita en la postmodernidad a Dios de su propia tumba metafísica, conceptual, dialéctica, atrapada por varios siglos. Existe una evolución en la trayectoria del pensamiento vattimiano. Teresa Oñate (3) y algunos de sus alumnos (yo entre ellos) señalamos como punto de inflexión sus últimas obras de final de siglo XX y principio del XXI destinadas a estas temáticas: Creer que se creeDespués de la cristiandad El futuro de la religión, esta última escrita con Richard Rorty. Especialmente significativa es la primera, ya que esta obra va a marcar un importante giro en la evolución de su pensamiento, que no es más que una vuelta hacia un Jesús de Nazaret latente, adormecido, que nuestro autor observaba apartado, arrinconado bajo el peso aplastante de la tradición y el moralismo doctrinal, un exceso de equipaje al que la Institución le había sometido ahogando, en cierto modo, su anuncio liberador.

Precisamente el Papa Francisco lo ha rescatado de los escombros: “Este Papa me quita la vergüenza de declararme católico”, reconoció Gianni Vattimo en una entrevista en Vatican insider, la sección del periódico digital La Stampa que privilegia toda la información relevante del Vaticano y que se publicó el 9 de julio de 2018 (4). Pero para que hoy podamos con total normalidad aceptar dicha situación, nuestro autor ha tenido necesariamente que pasar por unos años de transición no siempre fáciles en el muy exigente terreno de la fe. También la Iglesia, soy testigo, está pasando con Francisco por una etapa abierta y lúcida que pudiéramos calificar de “primavera eclesial”, como muy bien examina Cristianisme i Justícia en los múltiples artículos publicados al respecto (Cristianisme i Justícia, 2015). No uno sin lo otro, sino uno y otro. Para que hoy podamos hablar con plenas garantías de un Vattimo cristiano, católico y pro Francisco (últimamente bastante mejor aceptado este aspecto por sus estudiosos) ha hecho falta que algunos de sus seguidores (la verdad que muy pocos) nos arriesgásemos hace años adelantándonos a ello convergiendo distintos ángulos: teológicos, políticos, filosóficos e incluso bíblicos (5). Nada de ello habría sucedido si previamente nuestro autor, discípulo de Pareyson e influido por Gadamer, Nietzsche y Heidegger, no hubiera reseteado su disco duro como activo militante de Acción Católica, si no hubiera resituado la postmodernidad filosófica, no sólo desde un nivel social, económico, y político sino también religioso.

A esto se añade el también giro que la Iglesia católica está dando con Bergoglio (6). A pesar de las dificultades internas y el freno que está teniendo para llevar a cabo sus reformas (Religión Confidencial, 2016), Francisco está recibiendo la simpatía de los no católicos (y no creyentes) y, lo que es más interesante, consiguiendo la vuelta y aproximación de algunos intelectuales y teólogos distanciados con la Institución o incluso silenciados por ella (Codina, 2016). En nuestro polémico autor italiano este retorno religioso se fue abonando especialmente en los últimos años del pasado siglo. En medio de los distintos procesos y avatares socio-políticos en los que nuestro catocomunista se encuentra inmerso y a través de una conversación aparentemente trivial alguien le hace la pregunta clave: si todavía cree en Dios. Su posterior reflexión da lugar a uno de sus más importantes escritos: Credere di credere, traducida en su edición castellana por “creer que se cree”.

La pregunta podía haberse respondido con un monosílabo, pero como suele ocurrir con las cosas complejas, como las cuestiones que nos suelen hacer los niños, dicha interrogación resuena en él de un modo novedoso, incisivo, incluso podríamos decir “hermenéutico”, ya que lo primero que tiene que hacer es interpretar su propia historia personal replanteándose con la máxima honestidad posible si realmente cree o no en Dios y el sentido que pueda tener dicha pregunta hoy, sus consecuencias teológico-políticas. Pero cuando piensa en Dios, nuestro autor mira a Jesús, el dios (7) cristiano; ello matiza el condicional y la respuesta, “si realmente cree”, ya que el dios cristiano no es absolutista, prepotente ni arrasador, sino más bien abierto, humilde, acogedor.

Algunas segundas partes fueron mejores que las primeras y aquí, con mucho, Jesús reconduce y canaliza amablemente la fuerza de la historia de salvación y fe del pueblo de Israel. Y si lo pongo en minúscula es para dejar constancia que al turinés no lo representa el Todopoderoso y alejado Dios de los ejércitos (como el que la historia nos ha dado muestras en muchas de las etapas del judeocristianismo) ni el Dios de los filósofos de las garantías absolutas y razón objetivista, sino uno mucho más humanizado, encarnado y debilitado: Jesús. Como afirmo en El amor es el límite. Reflexiones sobre el cristianismo hermenéutico de G. Vattimo y sus consecuencias teológico-políticas (8), si Dios existe, es amor; y si no, merece que lo matemos (9), que lo olvidemos, que lo saquemos de nuestras vidas e Historia. Porque díganme ustedes: ¿qué sentido tiene un Dios que no sea capaz de amar y unir, ofrecer, integrar, ayudar e igualar? Mejor entonces dar la razón a los agoreros y profetas de calamidades y abandonar el presente en manos de los nuevos ídolos de masas: Trump, Le Pen o Matteo Salvini… (10) Utilicemos entonces la modernidad, la tradición y la tecnología para borrar del mapa de una vez por todas a los incómodos, a los nadies, los distintos. Todos ellos hambrean la esperanza que nuestro mundo hoy parece no está dispuesto a regalar.

Vattimo sabe leer aquella parte del evangelio de san Juan que dice que “A Dios nadie lo ha visto jamás” (Jn 1,18) y que el único que nos ha contado algo sobre él es Jesús, con sus palabras y obras. Eso sabe Vattimo que sabe. Eso y poco más. En eso cree que cree: un hombre histórico, que fue hombre pero, ¿por qué no?, pudo haber nacido mujer, una persona valiente, de buen corazón, que predicó sobre el amor y la no violencia y habló con su vida del riesgo latente que acarrea ser libre, la inseguridad como clave para no acabar acomodados y amarrados a nuestras pequeñas esclavitudes; un hombre que ofrecía transformar la realidad con el ejemplo y la escucha, con la acogida: la mejor educación contra las tradiciones angostas y moralinas excluyentes.

Contra las luchas desalmadas presenta la sencillez y el debilitamiento de las estructuras de poder, la cooperación. Somos únicamente administradores de unos bienes en común. Para no caer en manos del engaño del pensamiento único, la pluralidad y la diferencia, la necesaria apertura para querer y aceptar y procurar sentirse querido y aceptado. Ni dirigir ni obedecer ciegamente, acompañar y ser acompañados, la sabia terapia de perdonar y sentirse perdonado, conocer otras tierras y personas y dejarse conocer por ellas. Nada de ídolos de masa ni de personas llamadas a cambiar la historia a base de golpes y espada. Una felicidad que se pone en el diálogo, en lo pequeño, en el momento, en el aquí, en los de más acá y los de más allá, presente, paciente, aunque sea fugaz. Porque, aunque nunca fue uno de sus nombres “Triunfo”, seguimos empeñados en encontrar un Dios a la medida de nuestras necesidades: Todopoderoso, Omnipotente, que dirija a buen término y cubra nuestros insaciables deseos de eternidades y victorias, precisamente todo aquello que nos aleja de nosotros mismos, aquello que ni somos ni podemos (Buber, 2003). Desde las tradiciones rabínicas del siglo I hemos aclamado un Dios mayúsculo que nos facilitara la entrada a una dimensión ultraterrena, un Dios justiciero e implacable que pusiera las cosas y las personas en su sitio abriendo las puertas del cielo, no sólo a Dios y a los ángeles, sino también a las “almas justas”. Pues bien, ese Dios falso, meta-físico no existe. La propia vida se encarga de esconderlo. Se esfuma tan pronto como comenzamos a solicitarle cosas que no puede concedernos: esa larga lista de peticiones incumplidas que nos sitúa ante el misterio del acontecer, del sufrimiento del hombre y el devenir de la historia. ¿Por qué no arrasa, entonces, Dios a los “malos” y deja solamente a los “buenos”? Puede que eso sea lo que todavía estamos esperando de nuestro deseado y venerado Dios. Ante nuestra falta de aceptación de la realidad preferimos el mito, apostar a la lotería antes que afrontar nuestras miserias perdiendo la oportunidad que exige en nosotros un profundo calado existencial y una mayor creatividad al borde del vértigo de nuestros límites. Ya decía Vattimo que “La modernidad es la época de la legitimación metafísico-historicista. La posmodernidad es la puesta en cuestión de este modo de legitimación” (Vattimo, 1991: 20).

Preferimos seguir pensando en un ser con superpoderes, algo o alguien que nos evite la dificultad y supla nuestras limitaciones humanas, todo ello para dirigirnos a un espacio-tiempo en el que desearíamos perdernos. ¡Cómo si la asunción de nuestros límites estuviese dotada de un único y exclusivo polo negativo! Quizá por ello, aunque avanzan inexorablemente en su portentosa e imparable carrera, las tecnologías no logran borrar de nuestros rostros la tristeza de la infelicidad ni nos evita el sufrimiento, por más que uno de sus aspectos (su otro polo) consiga, eso sí, desembarazarnos de algunos tortuosos esfuerzos. La hermenéutica, como filosofía de la diferencia, es la única que puede desembarazarnos de la violencia metafísica onto-teológica (11).

Este Dios de las tradiciones rabínicas no podía estar colgado en la cruz. Este Dios en el que creían todos aquellos que rodeaban a Jesús tenía que bajar de la cruz (12), debía bajar de la cruz y destruir a los “malos”, a los que pensaban diferente. Pero allí murió sin descolgarse del madero, como un fracasado más. El Dios de Jesús es perdón y cariño, justicia no justiciera a la vez que transparencia sincera. Este es el verdadero evangelio (13), su “buena noticia”: tenemos alternativas para luchar de forma no violenta contra el mal de la violencia. Gandhi lo vio claro: el precio de la injusta situación que la India sufría no podía cobrarse una factura cuyo IVA (14) implicara usar el mismo método represivo contra los represores. No hay camino para la paz, decía este. La paz es el camino. Un precio muy alto, sí, pero el único gasto admisible si no queremos prostituir ni traicionar nuestro aceptable sueño utópico de jóvenes apasionados, levantándonos a la mañana siguiente como viejos refunfuñones que vienen de vuelta, que no creen en nada ni en nadie, ni siquiera en ellos mismos.

Se trataría, pues, de encontrar el sano y santo equilibrio entre juventud y madurez, justicia y caridad, cielo y suelo, sueño y realidad. Este concepto, muy relacionado con el sentido debilitado de las estructuras sagradas, lo acuño y designo como “utopía débil”. Jesús, “el dios débil” que Vattimo aprecia, sólo quiere la recuperación, no la destrucción de los hombres. Pero es tan débil que no puede lo que uno no desea. Ese es su límite-fracaso a la vez que su virtud-posibilidad. Lo curioso es que somos nosotros libremente quienes lo habilitamos o deshabilitamos. Por ello, como advertíamos con anterioridad, puede decir Nietzsche en la sección 125 de la Gaya ciencia que somos nosotros quienes lo hemos matado. Pero, ¿y Dios? ¿Puede negarse a sí mismo?¿Es su debilidad de tal calibre que según nuestra relación con él se inclina hacia un lado u otro de la balanza?¿Acaso quien se siente hermano de todos y “hace salir el sol sobre buenos y malos, llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 43) puede desfondarse de sí buscando atajos al amor respetuoso? No, precisamente es esta su grandeza y su debilidad: que independientemente de nuestro rechazo o aceptación permanece fiel a su principio y fundamento. Por ello es tan débil que no puede obligar, y tan grande que no deja de amar. Es este, en cierto modo, el concepto vattimiano de cáritas y su kénosis (2 Cor 12, 10., Fp.2, 6-8; 1 Cor 13, 1-13).

Esta cuestión, hemos de reconocer, conlleva unas consecuencias interesantísimas en el ámbito teológico-político que aquí obviamos por razones de extensión pero que tenemos la obligación como filósofos de ir dando respuesta. Asuntos tales como si se justifica teológico-políticamente suprimir las libertades para instaurar un “mejor estado” que nos otorgue un orden ideal, más justo o si existe la posibilidad de que ello no acarree necesariamente vencedores y vencidos. Solemos pensar que lo que verdaderamente necesita nuestro mundo es un golpe de efecto contundente, una revolución que dé la vuelta a la tortilla para que los que están arriba acaben justamente abajo y los de abajo gobiernen, controlen y devuelvan la felicidad ¿a todos? Cuando los que gobiernan, desoyendo el clamor de los pisoteados, no realizan una lógica y necesaria evolución político-social, el pueblo, soberano legítimo, se levanta y coge lo que es suyo haciendo su justa revolución.

Hasta aquí bien, si se dan las posibilidades y se han quemado los cartuchos y pertinentes canales de protesta reivindicativas (siempre interpretables). Pero ante ello podemos preguntarnos, como en los finales de los cuentos infantiles, qué ocurre a partir de ahora que la bella protagonista consigue casarse con el príncipe, ahora que el pueblo consigue cambiar el poder. ¿Quién/-es ostenta/-n el poder y cómo se gestiona legítimamente? ¿Quién es “el pueblo”? ¿Es el disenso sólo un mero “garbanzo” en el zapato de los mandatarios? ¿Cómo hacemos para que las minorías que no se sienten representadas ejerzan su derecho político sin discriminación?

Por lo que ahora nos concierne y tenemos entre manos diremos que no es Jesús un revolucionario cualquiera que para forzar sus fines recurre a medios como la violencia, el poder o el engaño justificándolos. Si algo loable tiene Jesús es la coherencia de no desligar medios y fines. Es entonces cuando tenemos la tentación de pensar que Jesús es una persona con horchata en las venas, uno de esos tristes predicadores que ponen a salvo la paz interior, su calma y equilibrio mental por encima de las urgentes llamadas a la acción que la realidad precisa y, a la vez, acusa sacándonos los colores. Pero, ¿no hubiese sido una especie de engaño-trampa destruir a los culpables sin mostrarles el camino para que pudieran recuperarse? Entre otros, el pasaje del centurión (Lc 23, 47-48) es un claro ejemplo al respecto, al igual que el encuentro con Mateo (Mt 9, 9-13), Zaqueo (Lc 19, 1-10) y otros muchos… Pero si hay momentos llenos de significación, estos serían cada uno de aquellos episodios que el de Nazaret comparte especialmente con los estigmatizados de su época (pobres, mujeres, enfermos, viudas, pecadores, extranjeros…). Dichos pasajes son fuente inagotable de cómo interpretar el respeto y lucha por la dignidad humana, un tesoro hermenéutico más allá de nuestra capacidad y oído ante los temas religiosos.

A partir de los gestos, palabras y la sensibilidad de Jesús podemos afirmar que nunca la razón de la acción de un cristiano en el ámbito político-social (llámese de izquierdas o de derechas, más progresista o conservador) puede ser el castigo o la represión, ni tampoco aceptar los probables daños colaterales que genera la sociedad del bienestar o la propia democracia siempre imperfecta, sino la legítima recuperación y regeneración de la persona. El fracaso palpable de nuestra historia más reciente se ha dado cuando hemos justificado nuestros actos, a veces atroces, con nuestras ideologías y no hemos levantado el pie del acelerador, incluso viendo que no eran fruto del amor a las personas. Hemos aplastado en nombre de Dios, del nacionalsocialismo, del fascismo, del comunismo, del capitalismo… justificando nuestros medios y métodos en aras a un “justo destino” o por “Razón de Estado”. Leer más…

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“Dios es vacío”, por Jairo Alberto Franco Uribe

Miércoles, 26 de julio de 2023
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IMG_9993De su blog De Dios se habla caminando:

Pensamientos al regresar de la tierra samburu, Kenia

Dios es vacío, vacío porque así es el amor, se vacía

Evangelizar, hablar de Dios, es vaciarse y acoger; no creo en una misión llena de cosas que se imponen a la vista, de gritos que aturden, de poder que coacciona; creo en una misión que se vacía y da bienvenida a todo y a todos; porque si no hacemos vacío, si no somos vacío, no se podrá conocer a Dios que es vacío porque amor, se llegará si mucho a un ídolo que nos invade y limita, a la pompa que nos deja por fuera y se apodera; la misión vale cuando no ocupa el espacio ni el tiempo del otro y de lo otro; cuando la palabra y la obra sale del silencio.

Dios es vacío, vacío porque así es el amor, se vacía.  El Padre se vacía para dar su ser al Hijo, el Hijo se vacía para recibir el ser del Padre, y el Espíritu Santo es amor que vacía; y es de este vaciarse de Dios, de este quitarse, de olvidarse del yo para decir tú, es que sale el universo.  Dios es un vacío, no ocupa ni espacio ni tiempo, no existe y da origen a todo lo que existe; no vive aparte de nada y es la vida de todo; no está en sí, está en lo otro; no es más allá de lo que vemos y sí más allá de lo que pensamos.  Es un vacío que posibilita lo que hay, que le da acogida, que lo contiene, que lo sostiene; Dios es allí donde están las creaturas, su trascendencia respira en la inmanencia; es altísimo en lo bajísimo; el cielo está hundido en lo que miramos y tocamos, en las cosas, en la gente.

Y su vida es nuestra vida, la vida de todas las creaturas, nos amamos y por eso nos vaciamos para dar y para recibir, tan divino en nosotros es dar como recibir.  Así, hacemos un vacío para que sea  lo otro, el otro, para que no esté a la intemperie, para que tenga espacio y tiempo; lo que nos hace parecidos a Dios, a su imagen y semejanza, es dejarnos vaciar, vaciarnos, extender los brazos y dejar que el otro quepa en el pecho, dar la mano para apretar otra, abrir una puerta, desnudarnos y dejar que el otro habite nuestra piel, poner otro puesto en la mesa, ofrecer un trabajo, dar lo que nos hace falta, dar minutos y hasta años, exponer la vida, expirar para que el otro aspire, gestar y dar a luz, esperar en la playa al que se arriesga en el mar, dar oportunidad al que se reinserta, callar para no perderse los detalles de las historias que otros cuentan, decir una palabra, perdonar al enemigo; para hacer todo esto hay que vaciarnos y esta es la vida de Dios en nosotros, la tierra como en cielo.

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Daniele, un médico entre los samburu

Evangelizar, hablar de Dios, es vaciarse y acoger; no creo en una misión llena de cosas que se imponen a la vista, de gritos que aturden, de poder que coacciona; creo en una misión que se vacía y da bienvenida a todo y a todos; porque si no hacemos vacío, si no somos vacío, no se podrá conocer a Dios que es vacío porque amor, se llegará si mucho a un ídolo que nos invade y limita, a la pompa que nos deja por fuera y se apodera; la misión vale cuando no ocupa el espacio ni el tiempo del otro y de lo otro; cuando la palabra y la obra sale del silencio.

Y llega la muerte, está siempre llegando, nos vacía de todo y nos hace como Dios. El consejo de la serpiente, comerse el árbol de la vida para ser como Dios, era equivocado, es comer el árbol de la muerte, dar la vida, lo que nos hace como Dios; no era llenarse, era vaciarse.

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Triunfo

Martes, 11 de julio de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Que nuestro propio amor triunfe por su propia fuerza,

por su propia energía,

en silencio

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Maria Casares a Albert Camus

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No tengas miedo: Amar es darlo todo y darse uno mismo.

Domingo, 25 de junio de 2023
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Ed Knippers, “El lavatorio de pies” (Cristo y sus discipulos)

Tan pronto como se olvida la  divina pobreza, tan pronto como se deja de ver en Dios el amor que se da, que no  puede sino darse, tan pronto como se deja de vivir este amor dándose, se acabó. Esta luz se desvanece, todo el dogma se convierte en una fórmula y se materializa, todos los sacramentos se transforman en rito externo, toda la jerarquía se hace una tiranía, toda la Iglesia se convierte en una pérdida de tiempo y un absurdo, toda la Biblia, un tejido de mitos.

*
Maurice Zundel

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

“No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.”

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Mateo 10,26-33

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“La cruz de la Madre Teresa ha sido el primer signo cristiano que se ha vista en la televisión estatal, al menos desde 1967”, declaraba un refugiado albanés a su llegada a Italia en l990. La cruz de la que hablaba era aquella cruz negra que la Madre Teresa llevaba en su sarga blanca.

Si a partir de 1944 el régimen marxista había perseguida a los creyentes (católicas, ortodoxos y musulmanes), la situación empeoró en I967. Fue entonces cuando Albania se declaré oficialmente como la única nación atea de la Tierra. La religión fue atacada ferozmente. El modo como fueron tratados los católicos recordaba las persecuciones de los emperadores romanos mas crueles. En los tiempos modernos, la iglesia ha sido reducida como en los años de las catacumbas.

Un hecho sorprendente: mientras los albaneses no tenían derecho a pronunciar públicamente el nombre de Jesús, la Madre Teresa recorría el mundo con el nombre de Jesús en los labios y prodigando obras de misericordia. A un párroco que se encontraba en prisión le pidió un detenido que bautizase a su hijo, en secreto. Cuando las autoridades descubrieron esta desobediencia, el sacerdote fue condenado a muerte. Fue uno de los sesenta sacerdotes que murieron, ahorcados, fusilados o agotados por el rigor de los campos de trabajos forzados. Las persecuciones, como sabemos, se han cebado con el cristianismo. Los perseguidos son llamados “dichosos” porque defienden y enseñan la justicia.

La promesa que acompaña a esta bienaventuranza es asombrosa: nada memos que poseer el Reino de los Cielos. Señor Jesús, sabemos que para imitarte tenemos que hacer el bien a todos. Nos has dicho que sufriríamos trabajando por los otros contra la opresión, contra la degradación, contra la guerra.

Cada día encontramos la oposición, la contradicción. Ayúdanos a aceptar nuestros pequeños sufrimientos, porque conocemos su valor redentor. Transforma nuestra tristeza en gozo, mientras nos esforzamos en cumplir tu voluntad.

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E. Egan — K. Egan,
Madre Teresa e le Beafifudini,
Brescia 2ooo, 129-131

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A-MOR

Sábado, 10 de junio de 2023
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   IMG_9829  Empezaré con una etimología ficticia. A, el alfa griega, significa privación. Y “mors“, del latín, muerte. Por tanto, donde no hay muerte, hay vida: A-MOR.  Esta palabra ha movido tierras, ha producido tormentas. Podríamos decir o afirmar que el ser humano además de ser homo sapiens, también es “homo demens”. Hay que conjugar las dos vertientes: sentido común y delirio. La historia está llena de casos. Pero el amor no es una idea o creencia, es toda una vivencia, expresada en su base y en su expresión, de corporeización o corporeidad. El amor se siente, vibra, caliente o hierve; apasionado o tierno, violento o afable, abrupto o delicado, enérgico o sensible… Además, humano, de la Humanidad, y se encuentra en cada cultura con una variedad maravillosa. Desde la tribu que enseñan a autoestimularse hasta la otra que lo prohíbe. O hasta la tribu de varios hombres o mujeres hasta la monógama. La variedad se impone según las circunstancias y necesidades de la tribu o el clan. Y en esta pluralidad se expresa también la locura o amores trágicos como amores generosos, de sacrificio.

  Desgraciadamente, en nuestra cultura occidental, impregnada de un exceso de neoplatonismo, el amor sensitivo o pulsional se vivía como prohibido para no estorbar el amor divino o las ideas. Pero afortunadamente se está superando. El amor integra la totalidad del homo sapiens et demens”. Aun así, la experiencia siempre ha sido abierta a pesar de ciertas normas…Y desde hace décadas la importancia del mundo imaginario, de los pensamientos, de las fantasías que enriquecen las relaciones humanas. ¡Y tan simbólicas! Un lenguaje hermoso que hay que pulir, ciertamente. Al mismo tiempo hay que perderle el miedo. Sabemos que el miedo es muy mal consejero, pero tampoco hay que aniquilarlo ni anhelarlo, mejor hacer un buen uso. Un gran trabajo en el mundo de la enseñanza, de todo nivel para ayudar a encaminar toda esta riqueza salvaje para convertirla en humana. Allá por la década de 1980, tuve que reemplazar a lo largo de una hora a un profesor de una clase de 6º de básica, el actual 6º de primaria. ¿Qué hacemos? les pregunté? Y me dijeron: ¿Podemos decir chistes? Ciertamente, que sí, fue mi respuesta. Y mi gran sorpresa, que fue una gran lección, experimenté en directo lo que era el mundo imaginario libidinal de la entrada en la adolescencia. El “magma volcánico” se expresó en aquellos preadolescetes. Y esto lo relaciono con el gran y grave problema de la pornografía al alcance de todos. Es necesario educar. Hay que informar sin miedo… pero al mismo tiempo estar preparado para acompañar a lo largo de esta etapa de los 10 a los 18 años aunque tengan una buena y adecuada información, no hay formación o dominio: El volcán explota y el magma es muy candente.

     Y creo que esto puede aplicarse a lo largo de toda la vida. Así como de la comida se ha configurado en una buena gastronomía, es preciso de la pulsión libidinal sexual se forme una buena erótica. El amor siempre expresará vida. Donde hay amor, hay vida. Y podríamos citar novelas, películas, aforismos e historias de amor como del primer beso. Por cierto, el primer documento arqueológico en arcilla, estirados besándose, es de hace unos 3.800 años en Babilonia. Delicadeza humana.

    Y toda esta energía, bien gestionada, para crecer y madurar, comporta o debería comportar el respeto al otro/a en todas sus manifestaciones. Aún por desgracia cuánto trabajo hay que realizar para respetar las diferencias que existen. No entro en ese problema muy actual. Sólo recuerdo el gran respeto ante el mundo femenino. Y si este respeto no está, me atrevo a indicar, que el que no lo tiene es porque tiene miedo a su propia feminidad que niega u odia, por una deformación cultural. Todo lo que molesta de las demás personas, cabe preguntarse: ¿qué refleja de uno mismo? Y esto es muy budista, ¡¡no hace falta recurrir a Freud!!

                 Y acabo recordando un texto de sabiduría oriental:

    Si hablo las lenguas de los hombres, y aun las de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que retiñe. Y si tengo el don de profecía, y entiendo los designios secretos de Dios, y sé todas las cosas; y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada.  Y si reparto entre los pobres cuanto poseo, y aun si entrego mi cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve.

     Tener amor es saber soportar, ser bondadoso; es no tener envidia, de no ser presumido, orgulloso,  grosero o egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, soportarlo todo. El amor nunca dejará de ser. Un día cesarán las profecías, y no se hablará más en lenguas ni será necesaria la ciencia. Porque la ciencia y la profecía son imperfectas y tocarán a su fin cuando venga lo que es perfecto. Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre dejé atrás lo que era propio de un niño. Ahora vemos de manera borrosa, como en un espejo; pero un día lo veremos todo como es en realidad. Mi conocimiento es ahora imperfecto, pero un día lo conoceré todo del mismo modo que Dios me conoce a mí.  Hay tres cosas que permanecen: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante es el amor.

    El amor es mucho más tenaz que la muerte. Y cada ser humano hace su propia historia que es intransferible e irrepetible. No está escrita. Se vive.

Jaume PATUEL PUIG

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Fuente, remitido por el autor.

Espiritualidad

Vivir en incandescencia

Domingo, 28 de mayo de 2023
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¿ Qué palabra tener

Que mantenga vivo

Y atraviese el espesor de la muerte?

¿ Qué verbo de carne

Puede levantar el  pesado  entorpecimiento

De los vivos sin vida,

Despertar la luz enterrada?

¡ Tarea imposible –

Pero la Palabra

Venida de lo Alto

Desangra al corazón herido –

El deseo

en palabras de amor repudiado

– Revelación Suprema –

Abre a la conversación vertical!

*

Eric de Rus,
Vivir en incandescencia,
Ad Solem, 2013

*

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

-“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

*

Juan 20,19-23

***

La Iglesia tiene necesidad de su perenne Pentecostés. Necesita fuego en el corazón, palabras en los labios, profecía en la mirada. La Iglesia necesita ser templo del Espíritu Santo, necesita una pureza total, vida interior. La Iglesia tiene necesidad de volver a sentir subir desde lo profundo de su intimidad personal, como si fuera un llanto, una poesía, una oración, un himno, la voz orante del Espíritu Santo, que nos sustituye y ora en nosotros y por nosotros «con gemidos inefables» y que interpreta el discurso que nosotros solos no sabemos dirigir a Dios. La Iglesia necesita recuperar la sed, el gusto, la certeza de su verdad, y escuchar con silencio inviolable y dócil disponibilidad la voz, el coloquio elocuente en la absorción contemplativa del Espíritu, el cual nos enseña «toda verdad».

A continuación, necesita también la Iglesia sentir que vuelve a fluir, por todas sus facultades humanas, la onda del amor que se llama caridad y que es difundida en nuestros propios corazones «por el Espíritu Santo que nos ha sido dado». La Iglesia, toda ella penetrada de fe, necesita experimentar la urgencia, el ardor, el celo de esta caridad; tiene necesidad de testimonio, de apostolado. ¿Lo habéis escuchado, hombres vivos, jóvenes, almas consagradas, hermanos en el sacerdocio? De eso tiene necesidad la Iglesia. Tiene necesidad del Espíritu Santo en nosotros, en cada uno de nosotros y en todos nosotros a la vez, en nosotros como iglesia. Sí, es del Espíritu Santo de lo que, sobre todo hoy, tiene necesidad la Iglesia. Decidle, por tanto, siempre: «¡Ven!»

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Pablo VI,
Discurso del 29 de noviembre de 1972.

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Conservar el amor

Jueves, 25 de mayo de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Si se trata de elegir entre no ser amado y ser vulnerable,

sensible y emocional,

entonces puedes conservar tu amor.

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Chuck Palahniuk

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No tengo miedo de nada… porque tengo un defensor

Domingo, 14 de mayo de 2023
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A nosotros van dirigidas estas palabras… Jesús nos envía un defensor que nos irá enseñando todo recordando lo que Él nos ha enseñado… “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama”.

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“Hay que hacer la guerra más dura, que es la guerra contra uno mismo. Hay que llegar a desarmarse.

Yo he hecho esta guerra durante muchos años. Ha sido terrible. Pero ahora estoy desarmado.

Ya no tengo miedo a nada, ya que el Amor destruye el temor.

Estoy desarmado de la voluntad de tener razón, de justificarme descalificando a los demás. No estoy en guardia, celosamente crispado sobre mis riquezas.

Acojo y comparto. No me aferro a mis ideas ni a mis proyectos.

Si me presentan otros mejores, o ni siquiera mejores sino buenos, los acepto sin pesar. He renunciado a hacer comparaciones. Lo que es bueno, verdadero, real, para mí siempre es lo mejor.

Por eso ya no tengo miedo. Cuando ya no se tiene nada, ya no se tiene temor.

Si nos desarmamos, si nos desposeemos, si nos abrimos al hombre-Dios que hace nuevas todas las cosas, nos da un tiempo nuevo en el que todo es posible.

¡Es la Paz!”

*

Atenágoras I
(1886-1972), patriarca de Constantinopla,

*

(en: OLIVIER CLÉMENT, Dialogues avec le Patriarche Athénagoras I, Éd. Fayard, Paris 1969, p.183. Traducido y ofrecido por Xavier Melloni, en Cetr.)

 

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.”

*

Juan 14,15-21

***

Estando en comunión con Jesús, nos encontramos bajo el influjo del Espíritu Santo y podemos ser creativos, obrar plenamente de un modo nuevo en la lucha por el Reino, la ciudad del amor. En Jesús y a través de él, podemos hacer frente a las fuerzas del mal y de la mentira inscritas en los corazones y en los grupos humanos, fuerzas que aplastan la vida, que aplastan a los débiles y a los humildes. Ya no somos nosotros quienes hablamos, sino el Espíritu Santo en nosotros.

Ya no somos nosotros los que vivimos, sino Jesús en nosotros. Jesús ha venido a hacer nuevas todas las cosas. En comunión con él en el Espíritu Santo, también nosotros podemos hacer nuevas todas las cosas y hacer cosas más grandes aún que las hechas por Jesús (Jn 14). Estando en comunión con Jesús, nuestras acciones nacen de la comunión y están orientadas hacia la comunión. También nuestras palabras están llamadas a brotar del silencio de la comunión para llegar al silencio del amor. Estamos llamados a beber en el corazón de Cristo para volvernos fuentes de vida para los otros, para dar nuestra vida a los otros.

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Jean Vanier,
Jesús, el don del Amor,
Editorial Claret, Barcelona 1994.

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Leonardo Boff: “Debemos respetar la forma como Dios quiso aproximarse a nosotros”

Jueves, 27 de abril de 2023
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CF94B9B2-FC9D-4E74-8409-7F4833B0B1BDEl teólogo, filósofo y escritor publica su nuevo libro ‘La amorosidad de Dios-Abba y Jesús de Nazaret’ en Vozes

Uno de los mayores intelectuales del país, el teólogo, filósofo y escritor Leonardo Boff, 84 años, acaba de lanzar su nuevo libro La amorosidad de Dios-Abba y Jesús de Nazaret (Editora Vozes)

Boff se vuelve, en su nuevo trabajo, hacia la figura del Jesús histórico, el hombre, y el mensaje original que pasó a propagar en la Palestina del siglo I

La Iglesia se distanció del mensaje original al aliarse con el poder político de las clases dominantes. Lo cual, en su opinión, empieza a cambiar ahora con el Papa Francisco

“Jesús no vino a fundar una nueva religión. Vino a enseñarnos a vivir como él vivió”

Uno de los mayores intelectuales del país, el teólogo, filósofo y escritor Leonardo Boff, 84 años, acaba de lanzar su nuevo libro La amorosidad de Dios-Abba y Jesús de Nazaret(Editora Vozes).

Autor de más de 100 libros, traducidos a prácticamente todas las lenguas modernas, Boff se vuelve, en su nuevo trabajo, hacia la figura del Jesús histórico, el hombre, y el mensaje original que pasó a propagar en la Palestina del siglo I. Mensaje del cual, como afirma en esta entrevista por email a O DIA, la Iglesia se distanció al aliarse con el poder político de las clases dominantes. Lo cual, en su opinión, empieza a cambiar ahora con el Papa Francisco, que vuelve a  acercar la Iglesia al mensaje original de Jesús.

-¿Cuál es la visión central de este nuevo libro suyo y por qué decidió escribirlo?

-Hay una antigua discusión sobre en qué momento el hombre Jesús de Nazaret se dio cuenta de que era el Hijo de Dios. La mayoría de los estudiosos evitan esta pregunta por miedo a psicologizar la conciencia de Jesús. A mí siempre me ha preocupado: si Jesús es realmente un hombre como nosotros, nuestro hermano, ¿cómo surgió lentamente su conciencia de ser Hijo de Dios? La concepción tradicional afirma que ya en el seno de María tenía esa conciencia y se relacionaba con el Padre. Esta visión destruye el concepto de encarnación, que es asumir todo lo que es humano y las distintas etapas de la vida, como el bebé que aún no piensa ni habla, y también las limitaciones, las crisis y las superaciones propias de la condición humana. Lloró la muerte de su amigo Lázaro, acariciaba a los niños y nunca criticó a las mujeres, sino que las defendió como a María Magdalena y a la Samaritana.

-El libro se atiene más al Jesús histórico que al Cristo de la fe. ¿Por qué es importante no perder de vista al Jesús histórico?

-Debemos respetar la forma en que Dios quiso acercarse a nosotros a través de su Hijo, que se encarnó en la condición humana con sus altibajos. No debemos pasar inmediatamente al Cristo de la fe. Debemos partir siempre de la historia concreta de Jesús, de cómo vivía, cómo pensaba, cómo se relacionaba con las mujeres, con los pobres, con los ricos, con el poder y con las amenazas de muerte. Ser cristiano, fundamentalmente, es seguir al Jesús histórico. Él no vino a fundar una nueva religión. Vino a enseñarnos a vivir como él vivió: con amor incondicional, con compasión hacia los que sufren en este mundo, con indignación contra quienes fingían ser piadosos pero eran falsos y fariseos. Incluso llegó a usar la violencia con quienes hacían negocios dentro del templo de Jerusalén. Y cultivaba una gran amistad con Lázaro y sus hermanas Marta y María.

-¿Qué fue y cómo se dio la experiencia mística que tuvo el hombre Jesús de esa amorosidad de Dios-Abba?

-Ante el asombro de sus padres, María y José, Jesús desde pequeño se refería a Dios como ‘Papá’ (Abba). Eso era extraño pues los judíos de aquel tiempo, y los de hoy también, muestran tanta reverencia hacia Dios que casi no pronuncian su nombre. Además, en la Biblia judaica, el Antiguo Testamento, jamás aparece esa expresión Abba aplicada a Dios. Es el nombre que los niños usan afectuosamente para su padre o para su abuelo. Que Jesús use esa palabra, Abba, revela cierta intimidad, cierta amorosidad hacia el Dios de la tradición de Abraham, Isaac y Jacob.

Pero cuando tenía cerca de 25-26 años oyó que Juan Bautista estaba bautizando a mucha gente en el río Jordán. El bautismo implicaba sumergirse en las aguas del río. Jesús, por curiosidad, fue a ver lo que pasaba allí. Conversó rápidamente con Juan Bautista y con algunos de sus discípulos. Entró en un grupo para dejarse bautizar. Se sumergió como todos. Ellos salieron y él se quedó parado en medio del río. Fue ahí cuando tuvo un profundo choque existencial, una verdadera sacudida en su interior. Tuvo la experiencia profunda de ser el Hijo del Padre, expresada en estas palabras: ‘Tu eres mi Hijo amado y en ti he puesto toda mi alegría’. Jesús tuvo la experiencia de la radical amorosidad de Dios-Padre, como ‘Papá’ (Abba).

Quien experimenta así al Padre se siente su Hijo. Las experiencias radicales, dicen los místicos y también los psicólogos, no se dejan expresar con palabras. Así, los evangelistas usan metáforas: una paloma descendió sobre él o se oyó una voz del cielo. Por eso, Jesús fue al desierto. Allí profundizó esta experiencia  y definió cual sería su misión: ni un profeta que transforma piedras en pan, ni un Sumo Sacerdote que introduce una forma religiosa y ética, ni un rey poderoso sobre tierras y pueblos. Descubrió que debería ser, como está en el profeta Isaías, el Siervo sufriente, que se identifica con los que sufren en este mundo, que debía curar enfermos, consolar a los afligidos e incluso devolver la vida a quien había muerto, como Lázaro o la hija de Jairo. Y vivenció el amor y la ternura infinita de Dios, presente en la palabra Abba.

-¿Qué significados y proporciones podría asumir hoy el mensaje que Jesús comenzó a difundir a partir de esta experiencia?

-Jesús experimentó el amor radical de Dios por todos, sin importar su condición moral, ya fuera pecador o piadoso cumplidor de los mandamientos. Jesús se acerca a los pecadores, como se consideraba a los recaudadores de impuestos, entra en casa del rico Zaqueo, se encuentra especialmente con los pobres y los oprimidos: a todos quiere anunciar con sus palabras y su ejemplo este mensaje liberador: no temáis, Dios es un Padre amoroso de misericordia infinita. Nadie puede poner límites a su amor y a su misericordia. Todos, pecadores y santos, están bajo el arco iris de la misericordia de este Papá querido (Abba).

En otras palabras, dichas también por el Papa Francisco: no hay condenación eterna, es sólo de este mundo, Dios no puede perder a ningún hijo o hija que haya creado con amor. Si perdiera a alguien, no sería a Dios. Como se dice en el libro de la Sabiduría: “Él creó a todos por amor y a nadie con odio, de lo contrario no lo habría creado. Él es el apasionado amante de la vida”. Este mensaje liberador de Jesús es contrario a toda una tradición que anunciaba el Evangelio con el miedo y la amenaza del infierno. Así se ha hecho durante casi todos los siglos, algo que muchas iglesias pentecostales todavía practican.

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-De qué forma la Iglesia Católica se distanció de ese mensaje original a lo largo de los años? 

-La Iglesia se distanció del mensaje liberador de Jesús desde que se alió con el poder político de los emperadores romanos ya en los siglos II-III, comenzando con Constantino y continuando prácticamente hasta nuestros días. En lugar de ser un movimiento, se convirtió en una institución religiosa. Como cualquier institución, ella define quién está dentro y quién fuera, establece doctrinas y leyes, condena y premia. En este contexto, el método del miedo al infierno se utilizaba con todos aquellos que no se sometían a lo que ella ordenaba. A pesar de eso, debemos reconocer que ella guardó los cuatro evangelios, referencia común para todas las iglesias. Dentro de ellas, muchos asumieron el seguimiento de Jesús, pobre y amigo de los pobres, como San Francisco de Asís, la Hermana Dulce, la Madre Teresa de Calcuta y el actual Papa Francisco de Roma. Vivieron el seguimiento de Jesús sin amoldarse (sin desprecio) al camino religioso tradicional.

-Usted es amigo y consejero del Papa Francisco. ¿Cómo evalúa los 10 años de su pontificado?

-Durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI la Iglesia experimentó un retorno a la gran disciplina. Se reveló como un castillo cerrado e inmune a los avances de la modernidad, penetrada, según ellos, por muchos errores y desviaciones. Hubo mucha vigilancia sobre las doctrinas y condena a muchos teólogos, los más progresistas. La renovación de la Iglesia, iniciada por el Concilio Vaticano II (1962-1965), sufrió un retroceso. Se hablaba el invierno de la Iglesia.

Con el Papa Francisco, que viene de la periferia donde vive la mayoría de los católicos se ha producido un gran cambio. Este Papa siempre se entendió a sí mismo como un teólogo de la liberación de corte argentino: liberación del pueblo oprimido y de la cultura silenciada. Inauguró una nueva forma de ser Papa, sin los aparatos y títulos heredados aún del Imperio Romano y del Renacimiento. Abandonó el palacio papal y se fue a vivir a una casa de huéspedes, Santa Marta.

-¿En qué medida el pontificado de Francisco se aproxima del mensaje original de Jesús?

-El Papa Francisco ha traído una primavera a la Iglesia, con un aire de libertad y apertura a todas las diversidades. Ha dicho que la Iglesia debe ser como un hospital de campaña que acoge a todos sin preguntar por su origen, religión o condición moral. Como él dice con frecuencia, “una Iglesia siempre en salida” hacia los problemas humanos, especialmente los de los más pobres y los de la gran pobre que es la Madre Tierra, a la que debemos cuidar como nuestra Casa Común.

En mi opinión, Francisco está inaugurando una nueva genealogía de Papas que vienen de la periferia de la Iglesia y del mundo y que revelan un nuevo rostro del mensaje liberador de Jesús. Por eso, este Papa habla constantemente del Jesús histórico y del modo en que vivió, es decir, una existencia para los más vulnerables e invisibles. Jesús se distanciaba de la religión estricta de la época, ponía en el centro el amor y la misericordia. No hay que olvidar que fueron los religiosos quienes le condenaron a muerte en la cruz. Su resurrección, que es más que la reanimación de un cadáver, significa una insurrección contra la justicia perversa de la época. Él anticipó el fin bueno del ser humano, realizando todas sus potencialidades. El Papa Francisco actualiza y nos hace más accesible el mensaje original de Jesús, de su misericordia sin límites, tema fundamental de sus pronunciamientos.

-¿En qué momentos de la humanidad se ha puesto en práctica el mensaje original de Jesús? ¿Por los hombres o por las mujeres?

-Yo diría que en todas las generaciones ha habido mujeres y hombres cristianos que se sintieron fascinados por la figura y la práctica del Jesús histórico. Han llegado a decir: ‘humano como Jesús, sólo Dios mismo’. No buscaban el poder, sino el servicio a los más desamparados. La lista sería inmensa. Pero sin duda sobresalen Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, ambos místicos de ojos abiertos y manos trabajadoras. San Francisco de Asís fue quizá quien más se asemejó a Jesús de Nazaret, viviendo entre leprosos y pobres y llamando a todas las criaturas con el dulce nombre de hermanos y hermanas. Y muchas mujeres que también lo seguían y sólo ellas permanecieron al pie de la cruz. De América Latina no podemos dejar de mencionar al obispo y santo, Don Óscar Romero, obispo de El Salvador, que fue asesinado en la misa cuando levantaba el cáliz con la sangre de Cristo que se mezcló con su sangre.

-¿Está usted trabajando o dispuesto a trabajar en un nuevo libro? ¿De qué va a tratar?

-Vivo dando charlas por todo Brasil y también en el extranjero. Intento imprimir un tono liberador, propio de la teología de la liberación, sobre todo cuando atiendo a grupos de base y movimientos sociales. Además de eso, escribo a menudo, pues ya son más de cien libros.

En los últimos años he trabajado intensamente en ecología integral y he colaborado en la formación de una ecoteología de la liberación. Desde 2001 escribo un artículo semanal, que no ha fallado nunca, y es traducido al español, italiano, alemán y muchos en inglés.

Con casi 85 años estoy ya en el atardecer de la vida. Sigo trabajando, en la actualidad sobre la categoría Transparencia, ya que toda nuestra tradición grecolatina se ha estructurado sobre las categorías de Inmanencia y Trascendencia, colocándolas generalmente en oposición. La categoría Transparencia es típicamente cristiana, ya que la Trascendencia penetró en la Inmanencia a través de la Encarnación, haciendo transparentes la realidad humana y divina. La Transparencia es válida para todas las esferas, especialmente para la ética, y de modo particular para la política y para el mundo de los negocios.

Fuente Religión Digital

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Hacedlo todo por amor…

Miércoles, 26 de abril de 2023
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«El que hace la voluntad de mi Padre…, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»
(Mateo 12,46-50)

 

      «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos», dice el Señor (Is.55,8). El mérito, no consiste en hacer mucho o en mucho dar, sino en recibir, en amar mucho. Se ha dicho, que «es mucho más dulce dar que recibir» (Hch. 20,35), y es verdad; pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la dulzura de dar, no sería delicado negarse. Dejémosle tomar y dar todo lo que quiera, la perfección consiste en hacer su voluntad, y el alma que se entrega enteramente a él es llamada por Jesús mismo «su madre, su hermana» y toda su familia. Y en otra parte: «Si alguno me ama, guardará mi palabra» (es decir, hará mi voluntad) y «mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Jn 14,23). ¡Oh, qué fácil es complacer a Jesús, cautivarle el corazón! No hay que hacer más que amarle, sin mirarse una a sí misma, sin examinar demasiado los propios defectos…

Los directores hacen progresar en la perfección, imponiendo un gran número de actos de virtud, y llevan razón; pero mi director, que es Jesús, no me enseña a contar mis actos, me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada, a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de probarle que le amo; pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quién lo hace todo, y yo no hago nada.

*

Teresa de Lisieux
(1873-1897),
carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Carta 121 (Obras Completas, Monte Carmelo 1980)

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Intimidad

Viernes, 21 de abril de 2023
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Estaba yo meditando sobre la muerte del Hijo de Dios encarnado. Todo mi afán y deseo era cómo poder vaciar mejor la mente de cuanto la ocupase, para tener más viva memoria de la pasión y muerte del Hijo de Dios.

Estando ocupada con este afán, de repente oí una voz que me dijo: “Yo no te amé fingidamente”. Aquella palabra me hirió con dolor de muerte, pues se me abrieron al punto los ojos del alma, viendo cuan verdadero era lo que me decía. Veía los efectos de aquel amor y lo que movido por él hizo el Hijo de Dios. Veía en mí todo lo contrario, porque yo le amaba sólo fingidamente, no de verdad. Ver esto era para mí un dolor de muerte tan insufrible que me creía morir. De pronto me fueron dichas otras palabras que aumentaron mi dolor […].

Mientras daba vueltas a aquellas palabras, él ańadió: “Soy yo más íntimo a tu alma que lo es tu alma a sí misma”. Esto aumentaba mi dolor, porque cuanto más íntimo le veía a mí misma, tanto más reconocía la hipocresía de mi parte. Estas palabras suscitaron en mi alma deseos de no querer sentir, ni ver ni decir nada que pudiese ofender a Dios. Y es que eso es lo que Dios requiere a sus hijos, a los que ha llamado y escogido para sentirle, verle y hablar con él.

*

Ángela de Foligno,
Libro de Vida,
Salamanca 1991, 169-170, passim.

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Felices los que creen sin haber visto ( Jn 20, 29)

Domingo, 16 de abril de 2023
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Domingo de la Misericodia

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Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacedlos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenerlos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

*

San Juan de la Cruz,

Cántico Espiritual, estrofas 10 y 11

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Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

“Paz a vosotros.”

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.”

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

-“Hemos visto al Señor.”

Pero él les contestó:

Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.”

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

-“Paz a vosotros.”

Luego dijo a Tomás:

-“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”

Contestó Tomás:

-“¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.”

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

*

Juan 20,19-31

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En el evangelio de hoy encontramos un cenáculo y una puerta cerrada. Una puerta cerrada por temor a alguien es una historia de todos los días, anticipada en el siervo de la parábola que entierro el talento por miedo a perderlo. Afortunadamente, al Señor no le importan nada nuestros cerrojos, y entra y sale como quiere su caridad. Camina o se detiene, trabaja y descansa, habla o se calla, sin que le importen nuestros temores. El Señor muestra que no se ofende por la incredulidad de Tomás, incluso la convierte en un argumento para nuestra fe. No es verdad que al Señor le disgusten ciertas resistencias. Cuando se trata de resistencias razonables, cuando el hombre obra con lealtad, con honestidad, como un hombre que, antes de fiarse de otro, prueba si puede hacerlo por sí solo, entonces el Señor no puede estar descontento. Basta con profundizar un poco en el episodio de Tomás.

Es cierto que este último se mostró reservado y reacio y que, antes de exclamar «¡Señor mío y Dios mío!», quiso asegurarse con la pequeña garantía que ofrecen los sentidos, pero añora el Señor sabe que puede contar con él más que con los otros, que ese grito es un credo que continuará también ante el martirio. Los tipos como Tomás tardan algo en arrodillarse, pero cuando lo hacen se arrodillan de verdad, cuando aman lo hacen de verdad. Cuando Tomás se ofrece, es un hombre el que se ofrece. Y si ofrece a Cristo su propio corazón, es un corazón de hombre el que le ofrece. Y si inclina su cabeza ante él, es una cabeza de hombre la que se inclina. De este modo comienza la adoración «en espíritu y en verdad».

*

P. Mazzolari,
La parola che non passa,
Vicenza 1984, pp. 138s, passim

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Un amor más grande

Miércoles, 12 de abril de 2023
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Esta es la principal intuición para la experiencia espiritual: somos conocidos en profundidad y con detalle por el amor que nos creó y que nos sostiene; conocidos también como miembros de una comunidad de creación que depende de nosotros y de la que dependemos. Este amor conoce nuestras limitaciones, así como nuestro potencial y nuestra capacidad tanto para el mal como para el bien; ese continuo centrarnos en nosotros mismos con el que explotamos a la comunidad en nuestro beneficio. Sin embargo, como amor, no busca anularnos ni manipularnos. En vez de eso nos ofrece la gracia constante del autoconocimiento y la aceptación que puede liberarnos para poder vivir un amor más grande

*

Henri Nouwen,
Esta noche en casa.

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Largo el olvido

Martes, 11 de abril de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Es tan corto el amor

y tan largo el olvido”.

*

Pablo Neruda

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“El subrogado”, por Dolores Aleixandre

Jueves, 6 de abril de 2023
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lavatorio-5Jesús, con delantal y una jofaina con agua, pasa a ser uno más de cualquier colectivo de trabajadores subrogados

31.03.2023

Salgo resoplando del cine después de ver El triángulo de la tristeza de Ruben Östlund, una de esas películas que preferirías no haber visto porque te deja inquieta y removida. Un crucero y sus personajes se convierten en la parábola perfecta de un mundo dominado por la desigualdad: un grupo de asiáticos o africanos frotan de rodillas la cubierta del barco; otros se mueven en la sala de máquinas, friegan ollas en la cocina o limpian baños; la tripulación se somete con obediencia servil a los caprichos de unos pasajeros mega ricos; el capitán, borracho, apenas sale de su camarote.

No les voy a contar la película ni a recomendarles que la vean, pero a mí me ha ayudado a entender un poco más el sentido de la escena de Jesús lavando los pies de los suyos y a ir un poco más allá del “qué humilde el Señor poniéndose al servicio de sus discípulos…”

Conviene leer despacio Juan 13 para darse cuenta de cómo el narrador va creando, desde el comienzo, un climax creciente muy bien diseñado: sitúa la escena en un contexto litúrgico sagrado: víspera de la fiesta de la pascua…; presenta a Jesús dominando con poderío la situación, – sabía…, volvía a Dios…, lo tenía todo en sus manos…; alude a su amor extremo para ponerle en la cumbre de la condición humano/ divina.

Los lectores, atraídos hacia arriba por este crescendo, esperamos un desenlace majestuoso: ahora Jesús se pondrá en pie irradiando luz y, envuelto en el manto de su señorío, elevará su voz poderosa y pronunciará un discurso sublime anunciando su paso al Padre; y sus discípulos, conmovidos, se arrojarán a sus pies adorándole.

Pero todo se despeña hacia abajo de manera abrupta: desaparecen sin dejar rastro el ceremonial litúrgico, las alusiones trascendentes y el ambiente de solemnidad: Jesús se ha quitado el manto, se ha ceñido una toalla y se ha puesto a lavar los pies de los suyos y a secárselos después. “Tomó la condición de esclavo haciéndose como uno de tantos”, dirá Pablo (Fil 2,7). En versión actualizada: Jesús, con delantal y una jofaina con agua, pasa a ser uno más de cualquier colectivo de trabajadores subrogados, esos hombres y mujeres invisibles que habitan el revés del mundo al servicio de quienes nos sentamos a la mesa. Sonlas kelis en los hoteles y los riders que pedalean trayéndonos comida; manejan cepillos, escobas, aspiradoras, detergentes o bolsas de basura; se inclinan en invernaderos, hacen turnos de noche, cosen y planchan en talleres clandestinos, acarrean bultos, empujan carretillas, se suben a andamios, bajan a las minas de coltán, recogen algodón a 50º.

Jesús ya los había llamado dichosos en las bienaventuranzas – desposeídos, hambrientos, sometidos…- , pero ahora da un paso más y desciende él mismo a su espacio. Muy poco después, Simón de Cirene – contratado por horas – le ayudará a cargar con su cruz y otros dos derrotados por la vida, agonizarán crucificados junto a él.

Bajará a la oscuridad última de lo humano y su nombre será descartado de la nómina de los vivos y los útiles. Pero Aquel en quien confía hasta su último aliento, sabrá dónde encontrarle cuando llegue la hora de levantarle de entre los muertos: en la periferia de la ciudad, en un sepulcro prestado y custodiado por dos mercenarios del imperio.

Y cuando reciba el Nombre sobre todo nombre, estarán a su lado, como una cuadrilla de colegas, todos los subrogados de la historia.

Fuente Alandar Abril 2023

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Jesús en el centro (2)

Sábado, 25 de marzo de 2023
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Del blog de Henri Nouwen:

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Jesús es la revelación del amor infinito e incondicional de Dios por nosotros, los seres humanos. Todo lo que Jesús hizo, dijo y experimentó quiere mostrarnos que el amor que más soñamos es el que Dios nos da, no porque lo merezcamos, sino porque Dios es un Dios de amor“.

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Henri Nouwen

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Recordatorio

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