Comentarios desactivados en “Pasión por Dios y compasión por el ser humano”. 30 Tiempo ordinario – A (Mateo 22,34-40)
Cuando olvidan lo esencial, fácilmente se adentran las religiones por caminos de mediocridad piadosa o de casuística moral, que no solo incapacitan para una relación sana con Dios, sino que pueden dañar gravemente a las personas. Ninguna religión escapa a este riesgo.
La escena que se narra en los evangelios tiene como trasfondo una atmósfera religiosa en que sacerdotes y maestros de la ley clasifican cientos de mandatos de la Ley divina en «fáciles» y «difíciles», «graves» y «leves», «pequeños» y «grandes». Casi imposible moverse con un corazón sano en esta red.
La pregunta que plantean a Jesús busca recuperar lo esencial, descubrir el «espíritu perdido»: ¿cuál es el mandato principal?, ¿qué es lo esencial?, ¿dónde está el núcleo de todo? La respuesta de Jesús, como la de Hillel y otros maestros judíos, recoge la fe básica de Israel: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Que nadie piense que, al hablar del amor a Dios, se está hablando de emociones o sentimientos hacia un Ser imaginario, ni de invitaciones a rezos y devociones. «Amar a Dios con todo el corazón» es reconocer humildemente el Misterio último de la vida; orientar confiadamente la existencia de acuerdo con su voluntad: amar a Dios como Padre, que es bueno y nos quiere bien.
Todo esto marca decisivamente la vida, pues significa alabar la existencia desde su raíz; tomar parte en la vida con gratitud; optar siempre por lo bueno y lo bello; vivir con corazón de carne y no de piedra; resistirnos a todo lo que traiciona la voluntad de Dios negando la vida y la dignidad de sus hijos e hijas.
Por eso el amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. Así lo recuerda Jesús: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No es posible el amor real a Dios sin escuchar el sufrimiento de sus hijos e hijas. ¿Qué religión sería aquella en la que el hambre de los desnutridos o el exceso de los satisfechos no planteara pregunta ni inquietud alguna a los creyentes? No están descaminados quienes resumen la religión de Jesús como «pasión por Dios y compasión por la humanidad».
Comentarios desactivados en “Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo”. Domingo 29 de octubre de 2023. 30º domingo de tiempo ordinario.
Leído en Koinonia:
Éxodo 22,20-26: Si explotáis a viudas y huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros.
Salmo responsorial: 17: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. 1Tesalonicenses 1,5c-10:Abandonasteis los ídolos para servir a Dios y vivir aguardando la vuelta de su Hijo. Mateo 22,34-40: Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.
Podríamos decir que hoy comenzamos la recta final del año litúrgico; esto significa que dentro de un mes estaremos finalizando un ciclo para dar inicio al siguiente. Nos vienen entonces de maravilla las lecturas de hoy para que desde ya comencemos a revisar nuestra vida de fe y cada una de nuestras acciones a lo largo de este año y para que nos preparemos de manera adecuada para vivir con más radicalidad y compromiso el año que viene. La frase clave del pasado domingo nos puede ayudar a entender con más precisión el mensaje de hoy y el de los próximos domingos. Escuchamos hace ocho días la bien conocida frase de Jesús: “den al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21). Centrémonos en lo que hay que dar a Dios; de este modo, lo que habría que “dar al césar” tendrá que ir disminuyendo cada día más y más, pues en la medida que vamos ampliando nuestra conciencia de ciudadanos/as del Reino, todo lo que somos y tenemos estará únicamente en función de ese proyecto de Reino que es la sociedad solidaria, igualitaria y fraterna; el “césar” y su sistema, tendrán que desaparecer, por fuerza. Y la manera práctica cómo Dios tiene en mente la creación de ese sistema humano social distinto al egipcio, lo expone maravillosamente en el Sinaí, en el contexto de la Alianza con su pueblo. Para ello se vale de tres figuras que simbolizan lo que NO es su proyecto: la viuda, como símbolo del más desvalido de los seres por no tener un macho que le de identidad; el forastero, por no tener un pedazo de tierra donde realizar su proyecto personal y familiar, y el que no posee nada y va de préstamo en préstamo, como símbolo del indigente. Si el seguidor de Yahveh pasa por alto estos tres extremos o declaradamente se aprovecha de su situación, o no hace nada por mejorarla (lo más común aún en nuestros días), él mismo está atrayendo sobre sí la desgracia por ir en contravía del proyecto de la justicia que es la esencia misma del proyecto de Dios que mueve todo el aparato liberador de Egipto. Nada más claro para ayudarnos a entender, además, el pasaje del evangelio que hoy escuchamos; Jesús sienta su posición respecto al camino que hay que seguir si se quiere estar en sintonía auténtica con el proyecto del Padre: no es el legalismo, no es la preocupación de si estamos o no cumpliendo este o aquel mandato; no se puede dudar: “ama a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”; en esto se resume toda la Revelación de Dios.
La legislación de Israel estaba orientada a mitigar los efectos del empobrecimiento de las grandes masas de campesinos. El exilio, el desplazamiento forzado por causa de la guerra, la usura… se convertían en una amenaza para la convivencia y, sobretodo, contradecían los fundamentos éticos del pueblo de Dios.
El «código de la alianza» hacía énfasis, no sólo en las rúbricas litúrgicas o en las orientaciones religiosas, sino en la protección de los sectores más vulnerables de la sociedad: forasteros, viudas, huérfanos, jornaleros y pobres en general. Los forasteros porque, en la mayoría de los casos, eran exiliados de la guerra que habían sufrido el desplazamiento forzado y llegaban a las tierras de Israel sin otro recurso que sus propias manos. La legislación recuerda los beneficios del éxodo y el cambio de situación del pueblo hebreo que pasó de la servidumbre a la libertad. Las viudas y los huérfanos estaban a merced de los parientes varones que detentaban el monopolio jurídico de la tierra. Los jornaleros estaban a merced de los terratenientes que les pagaban cuando se les venía en gana y no al terminar el día, como lo determinaba la Ley. El clamor de estas personas se convertía en una preocupación del Dios liberador que no podía dejar impune a los opresores, explotadores y usureros.
Un hombre del antiguo Israel, como Jesús, se sorprendería al ver que nuestra sociedad se basa en la usura. Para ellos, los exagerados intereses de una deuda eran una auténtica vergüenza. Y más se asustaría al saber que los grandes usureros gobiernan las políticas de los países y determinan quién vivirá satisfecho y cuantos millones de pobres morirán de hambre. La usura es, en la Biblia, un delito comparable sólo con el asesinato. La usura es la mayor amenaza para la gente pobre que se ve obligada a empeñar hasta la propia ropa para poder comer. La usura se origina en la injusta percepción de los valores sociales, pues la ambición y la acumulación se convierten en el objetivo de las relaciones sociales, quitándoles su carácter de gratuidad y solidaridad.
Esta situación queda consagrada igualmente en el plano internacional. Tan consagrada, que se considera «natural» la situación de sometimiento absoluto con el que las finanzas internacionales, impúdicamente especulativas, dominan la vida y el trabajo de las mayorías de los distintos países, mediante la subida y la bajada, casi enteramente caprichosa, de los intereses de «los mercados» internacionales. Hace unos años fue con la Deuda Externa: países enteros gravados con deudas que equivalían a muchas veces su producto nacional bruto anual… es decir, que debían todo lo que podían producir durante varios años, podríamos decir que de hecho se debían a sí mismos. Y todo ello, proviniendo de unos préstamos que habían sido ofrecidos a intereses bajísimos, pero «fluctuantes», intereses que una vez contraídas las deudas fueron internacionalmente alzados hasta un 18%, cuando a lo largo de la historia tales intereses nunca habían subido más allá de un 6%. En los préstamos personales sabemos cuándo unos intereses comienzan a ser usureros. ¿Por qué no se sabe en qué cifra de interés comienza la «usura» en el plano internacional? ¿No estamos viviendo una situación de usura en el sistema financiero internacional? Solemos pensar que el mundo civilizado y moderno es muy distinto de aquel mundo de masas pobres y de esclavos que no eran dueños de sí mismos, pero la diferencia no es tan grande: las grandes estructuras de injusticia son ahora mucho más complejas, sofisticadas y masivas.
Pablo interpreta el paso de una mentalidad legalista y opresora, hacia una mentalidad creativa y liberadora, como un cambio de la idolatría al culto al Dios verdadero, al Dios de la Vida. Mientras los hebreos eran prisioneros de los interminables preceptos de la Ley (la escrita y la oral), los así llamados paganos eran esclavos de la incesante marea de modas de pensamiento y de religiones que les impedían descubrirse a sí mismos como esclavos de la idolatría del imperio. Pablo propone a los gentiles no una religión más, sino un nuevo estilo de vida donde el discernimiento, la gratuidad y la conciencia de ser libres constituía el fundamento de la relación con Dios y con el prójimo.
El evangelio apunta, precisamente, en la misma dirección al mostrarnos que para Jesús, el fundamento de la relación con Dios y el prójimo es el amor solidario. Jesús sintetiza el decálogo y casi toda la legislación en su principio de amor fraternal y recíproco.
Los juristas gustaban de probar los conocimientos que Jesús tenía sobre la Ley. Para ellos el mandamiento más importante era la observancia del sábado. Ese día debían dedicarse por completo al reposo y a escuchar la lectura de la Escritura. Con el tiempo convirtieron esta ley en una carga que a duras penas soportaban los pobres.
El sábado había dejado de ser fiesta del Señor y se había convertido en un día lúgubre, lleno de prescripciones ridículas que impedían a las personas movilizarse, cocinar e incluso auxiliar al necesitado.
Cuando los juristas preguntan a Jesús por la ley más importante esperan que el cometa un error y se pronuncie contra la Ley misma. Jesús se les adelanta y les hace ver que en la Ley lo más importante es el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor es el espíritu mismo de la legislación divina.
Al colocar estos dos mandamientos como el eje de toda la Escritura, Jesús pone en primer lugar la actitud filial con respecto a Dios y la solidaridad interhumana como los fundamentos de toda la vida religiosa. Incluso, la adecuada interpretación de la Escritura (la Ley y los Profetas) depende de que sean comprendidos y asumidos estos dos imperativos éticos.
Nosotros vivimos hoy en sociedades que tienen muchas más normas que el pueblo judío, incluso nuestras iglesias tienen extensas legislaciones. Vivimos también en un mundo que tiene muchísimos más millones de pobres oprimidos bajo la usura internacional, que los pobres oprimidos por los que clamaron los profetas. La Palabra de Jesús que hoy recordamos y actualizamos en nuestra celebración es una invitación a sacudir nuestra pasividad, a recuperar la indignación ética ante la situación intolerable de este mundo llamado moderno y civilizado, y a volver a lo esencial del Evangelio, al mandamiento principal, a los dos amores. Leer más…
Comentarios desactivados en 29.10.23. Dos amores que son uno, el credo de Jesús. Mt 22, 34-40 (DOM 29 TO)
Del blog de Xabier Pikaza:
La Iglesia posterior ha fijado dos “credos”, que se llaman símbolos o confesiones de fe y se “rezan” en la misa: el corto (Credo de los Apóstoles) y el largo (Credo Nicea-Constantinopla).Ellos contienen el conjunto de la fe cristiana, centrada en Dios, en Jesús y en el Espíritu Santo. Pero hayun credo o confesión más importante, que proviene del judaísmo (AT) y que ha sido formulado por Jesús, según el evangelio de este domingo. No es un credo para rezar, sino para vivir y sólo contiene dos artículos o normas: amar a Dios y al prójimo. Éste es el contenido de la fe de Jesús. Todo el resto es comentario
| X.Pikaza
Este doble mandamiento evangelio Mt 22, 34-40 recoge la experiencia más profunda de la historia israelita, centrada en el Shema, palabra básica del amor de (a) Dios (Dt 6, 4-9; cf. también Dt 11, 13-21 y Num 15, 37-41), y el mandamiento del amor al prójimo (que se formula con las palabras de Lev 19, 18). En ese sentido, el credo de Jesús es un credo judío. Pero es, al mismo tiempo, un credo totalmente cristiano o, mejor dicho, humano. El camino y sentido de la vida consiste en amar: vivir el amor como don o regalo primero (amar a Dios), desplegar el amor en relación a los demás (amar al prójimo).
Texto: Mt 22, 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?” Él le dijo: “”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.
Esta versión de Mateo está tomada de Mc 12, 28-34. Los herodianos del texto anterior del denario se preocupaban más de la política (césar sí, césar no), a los saduceos les interesaba más el tema de la vida futura, vinculado a las mujeres. Pues bien, los fariseos, se centran en los mandamiento de la ley, que no son mandamientos para creer, sino para cumplir.
El escriba fariseo, que es hombre del Libro, interpreta a Dios como alguien que tiene poder para mandar, es decir, para imponer unos preceptos a sus criaturas, en este caso a los judíos. Ciertamente, su pregunta (¿cuál es el primero de los mandamientos?) es buena y veremos que Jesús la admite. Pero ha de entenderse desde el fondo del mejor judaísmo: el mandamiento (entolê) no es algo que se debe cumplir a la fuerza, sino aquello hace que seamos personas, voluntariamente.
El judaísmo del tiempo de Jesús tenía muchos “mandamientos menores”, que podían resultar muy numerosos. Así se decía que había 248 mandamientos positivos (que dicen lo que hay que hacer) y 365 negativos (que dicen lo que no se puede hacer), en total 613. De todas formas, más que mandamientos eran normas de conducta, en el plano de laz buenas costumbres (para la comida y las relaciones familiares, para el trabajo y los negocios). Todos los judíos sabían que esos mandamientos se condensan y centran en una actitud básica de respeto a Dios y de justicia entre los hombres.
En esa línea se sitúa la pregunta del escriba que busca la raíz de los 613 preceptos, para condensarlos y resumirlos en su base. Así viene donde Jesús y le pregunta. Es un hombre de libro y quizá conoce de memoria los 613. Jesús, probablemente, no los conoce, aunque sabe que están ahí y que pueden ser valiosos para algunas circunstancias. Pero a él sólo le importa la raíz de la fe y de la vida, es decir, el mandamiento básico. De esa forma, acepta el reto y no responde con uno sino con dos “mandamiento, como indicando que al principio no hay un tipo de monismo (sólo Dios o sólo el hombre) sino un dualismo básico, un diálogo entre Dios y los humanos.
Primer mandamiento o Shema: Amarás al Señor, tu Dios…
No es un mandamiento en el sentido actual, sino es una confesión y compromiso de amor. Ésta es la palabra esencial del judaísmo, éste ha sido y sigue siendo el punto de partida de la conciencia de amor de occidente (con el cristianismo y el Islam): El hombre nace y se configura escuchando una palabra de Dios, que le pone en pie y le capacita para responder amando, en gesto abierto al conjunto de la comunidad:
Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas.´´ A Yahvé tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás (Dt 6, 4-13).
Esta confesión es un credo de pacto, pues expresa e incluye la alianza de Dios con su pueblo. Es una confesión afectiva y fundante, pues no alude todavía a mandatos concretos, sino a la raíz que los sustenta y unifica, vinculando al pueblo con Dios, en el amor o fidelidad básica. Es una confesión que brota de la revelación de Dios que el pueblo acoge, escuchando y respondiendo su palabra. Incluye dos artículos. (1) Sólo Yahvé es Dios y se eleva frente las restantes figuras religiosas que son mentira, idolatría (como saben los judíos, sus elegidos). (1). Israel es pueblo de Dios, llamado entre todos para testimoniar su amor a Dios y responderle en gesto generoso: «Amarás a Yahvé, tu Dios, con corazón, alma y fuerzas».
Vivir es escuchar
Esta confesión nos lleva allá del mandato en cuanto tal, hasta el fundamento del que brotan todos los mandatos: escucha, acoge la voz de Dios. Sólo quién oye bien puede cumplir lo mandado. En el fondo de la Ley (lo que debe hacerse) se halla la obediencia, entendida en su sentido original de ob-audire (=escuchar con asentimiento, en griego hyp-akouein). Antes del hacer, en gesto de duro cumplimiento, está el escuchar o acoger la voz de Dios. En el principio, el hombre es oyente de la Palabra. Jesús ha citado los primeros términos del Shemá (escucha…), poniendo su enseñanza a la luz del mensaje fundante de Dt 6, 4-6.
Escucha (en hebreo shemá; en griego akoue). Este es el principio de todo mandato: oye, es decir, atiende a la voz, acoge la Palabra. En el fondo se dice: no te cierres, no hagas de tu vida un espacio clausurado donde sólo se escuchan tus voces y las voces de tu mundo. Más allá de todo lo que haces y piensas, de todo lo que deseas y puedes, está el ancho campo de la manifestación de Dios (y de los otros, que te hablan): abrirse a su voz, mantener la atención, ser receptivo ante el misterio, ese es el principio y sentido de toda religión y de todo amor, esa es la verdad del mandamiento.
Israel es la comunidad de aquellos que escuchan a Dios, que se mantienen atentas, oyendo la Palabra: ese es el pueblo que brota de Dios. Quedan en segundo plano los restantes elementos configuradores del pueblo: patriarcas, circuncisión, leyes alimenticias, ritos de tipo sagrado… Todo eso es secundario. Sólo la escucha del único Dios configura al único pueblo israelita.
El Señor, muestro Dios, es Señor único. Pagano es quien se pierde adorando muchas voces y así acaba escuchándose a sí mismo (a sus ídolos). Israelita, en cambio, es quien sabe a acoger al único Dios (al «nuestro»). La palabra fundante del mandato pide al creyente que escuche sólo a Dios: que se deje transformar por él, que acoja su revelación y que no crea a ningún otro posible «señor» de los que existen (quieren imponerse) sobre el mundo.
Amarás… Dios habla desde su propia trascendencia, como fuente de gracia; el ser humano le escucha, para responderle con amor, es decir, con la entrega del propio ser. En esta perspectiva, el amor del hombre no es lo primario; no es algo que brota por instinto natural, no es una simple expansión de la especie. Entendido en sentido fuerte, ese amor es gesto de respuesta agradecida, algo que brota cuando se descubre que Dios es amor, y que nos pide que le amemos. Dios es Vida, la Palabra originaria, que empieza pidiendo que le amamos. Se supone que nos ama, pero quiere (pide) que le amemos.
El mandamiento es lo que somos
Entendido en sentido estricto, este mandato primero no expresa aquello que debemos hacer, sino aquello que somos, en perspectiva de gracia abierta al despliegue de la vida. El hombre se define como aquel ser especial que puede escuchar la palabra de amor, respondiendo a ella. Ciertamente, el amor no se puede imperar: si se cumple por obligación ya no es amor. Pero se debe animar y potenciar. Así dice el texto:
(1) Amarás… Surge el amor como respuesta: no es gesto que el hombre ha creado sino gozo que brota allí donde él acoge la voz de Dios. No puede responder quien no ha escuchado: no puede amar quien no se ha descubierto llamado por Dios, elegido por su gracia.
(2) Al Señor, “tu” Dios. Pasamos de Israel colectivo (pueblo que escucha la voz de Dios) a cada uno de sus miembros: la respuesta ha de ser individual. Por eso, cada israelita da gracias a Dios por su llamada, en gesto de profundo reconocimiento. Dios ha creado a cada hombre como alguien que puede amar, y así nos pide que amemos, que le amemos.
(3) Con todo tu corazón/alma/mente/fuerzas. Para este amor de Dios no hay medida, no hay talíón posible (¡ojo por ojo!). El amor desborda Dios los límites y leyes de los hombres.
El que ama es corazón (hebreo leb, griego kardia). El hombre no se empieza a definir por el deseo, la voluntad de poder o el pensamiento discursivo. Al escuchar la voz de Dios y responderle, el ser humano es ante todo corazón: capacidad de amor. El texto original hebreo pone junto al corazón el alma y el poder (naphseka, me’odeka). El evangelio, conservando esos dos términos, traducidos al griego (psychê, iskhys), pero añade uno más, dianoia o mente, ofreciendo así una visión más amplia del ser humano.
¿Cuál es el mandamiento principal? Muchos católicos responderían: «Ir a misa el domingo». A los que piensen de otro modo, les gustará recordar lo que pensaba Jesús.
El problema de sus contemporáneos
En los domingos anteriores, diversos grupos religiosos se han ido enfrentado a Jesús, y no han salido bien parados. Los fariseos envían ahora a un especialista, un doctor de la Ley, que le plantea la pregunta sobre el mandamiento principal. Para comprenderla, debemos recordar que la antigua sinagoga contaba 613 mandamientos (248 preceptos y 365 prohibiciones).
¿Se puede reducir todo a uno?
Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, de saber qué era lo más importante. Este deseo se encuentra en una anécdota a propósito de los famosos rabinos Shammay y Hillel, que vivieron pocos años antes de Jesús. Una vez llegó un pagano a Shammay y le dijo: «Me haré prosélito con la condición de que me enseñes toda la Torá mientras aguanto a pata coja». Shammay, que era sastre, lo despidió amenazándolo con la vara de medir que tenía en la mano. El pagano acudió entonces a Hillel, que le dijo: «Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpretación» (Schabat 31a). También el Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) sintetizó toda la Ley en una sola frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo; este es un gran principio general en la Torá».
La novedad de Jesús
Mateo había puesto en boca de Jesús una síntesis parecida al final del Sermón del Monte: «Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas» (Mt 7,12). En el evangelio de hoy Jesús responde con una cita expresa de la Escritura:
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
̶ Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Él le dijo:
̶ Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente» (Deuteronomio 6,5). Son parte de las palabras que cualquier judío piadoso recita todos los días, al levantarse y al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. No peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está confesando continuamente.
La novedad de su respuesta radica en que le han preguntado por el mandamiento principal, y añade un segundo, tan importante como el primero: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19,18). Una vez más, su respuesta entronca en la más auténtica tradición profética. Los profetas denunciaron continuamente el deseo del hombre de llegar a Dios por un camino individual e intimista, que olvida fácilmente al prójimo. Durante siglos, muchos israelitas, igual que muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios costosos… Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para llegar a Dios, hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por los pobres y oprimidos, buscar una sociedad justa. Dios y el prójimo no son magnitudes separables. Tampoco se puede decir que el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo. Ambos preceptos, en la mentalidad de los profetas y de Jesús, están al mismo nivel, deben ir siempre unidos. «De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas» (v.40).
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El prójimo son los más pobres (1ª lectura)
En esta misma línea, la primera lectura es muy significativa. Podían haber elegido el texto de Deuteronomio 6,4ss donde se dice lo mismo que Jesús al principio: «Escucha, Israel, el Señor tu Dios es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…» Sin embargo, han elegido un texto del Éxodo que subraya la preocupación por los inmigrantes, viudas y huérfanos, que son los grupos más débiles de la sociedad (la traducción que se usa en España dice los «forasteros», pero en realidad son los inmigrantes, los obligados a abandonar su patria en busca de la supervivencia, marroquíes, senegaleses, rumanos, etc.). Luego habla del préstamo, indicando dos normas: si se presta dinero, no se pueden cobrar intereses; si se pide el manto como garantía, hay que devolverlo antes de ponerse el sol, para que el pobre no pase frío. Es una forma de acentuar lo que dice Jesús: sin amor al prójimo, sobre todo sin amor y preocupación por los más pobres, no se puede amar a Dios.
Así dice el Señor: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»
El ejemplo de unos cristianos pobres (2ª lectura: 1 Tes 1,5c-10)
La lectura de la primera carta a los Tesalonicenses, continuación del fragmento que leímos el domingo pasado, recuerda lo bien que acogieron «la Palabra, entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo». La continuación de la carta aclara que «tanta lucha» se refiere a las persecuciones de los judíos. La comunidad, quizá la más pobre de las que fundó Pablo, supo unir dos realidades aparentemente irreconciliables: sufrir y vivir alegres, gracias al Espíritu Santo. De este modo se convirtieron en modelo para otros muchos cristianos de Macedonia y Grecia y nos recuerdan el ejemplo parecido de otras comunidades actuales.
El texto, aunque muy breve, contiene dos datos interesantes: 1) Resume la predicación de Pablo, al menos en sus primeros tiempos: el recurso para evitar el castigo futuro de Dios consiste en abandonar los ídolos, volverse al Dios verdadero y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús. 2) Hay comunidades cristianas no solo en Macedonia, sino también en Acaya y «en todas partes»; Acaya es la región situada al norte del Peloponeso, entre la región de Corintia y el mar Jónico. Esto demuestra que la predicación de Pablo y de los otros misioneros no se limitó a la ciudad de Corinto, sino que se extendió también hasta relativamente lejos.
Hermanos: Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegaste a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra comunidad, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes; vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que os librará del castigo futuro.
“Amarás al Señor tu Dios…y a tu prójimo.” Nos sabemos “el mandamiento del amor” de memoria, lo hemos escuchado cientos de veces y, como pasa con todo lo que se repite… ¡nos hemos acostumbrado!
Lo oímos o lo leemos y apenas nos llama la atención. Ya no nos hace pensar. Pero, probablemente, estas palabras tuvieron una resonancia muy distinta en los oídos de los fariseos que preguntaron, y también en los primeros judíos que escucharon las palabras de Jesús.
Los judíos del tiempo de Jesús, fariseos, saduceos o de cualquier otra escuela, ya sabían que tenían que amar a Dios. También sabían que tenían que amar al prójimo. Entonces, ¿dónde está la novedad?
Amar a Dios y amar al prójimo se había convertido en un mandamiento más, dentro de una lista excesivamente larga de mandamientos y preceptos. Con el paso del tiempo los judíos acabaron creyendo que amar a Dios era cumplir la Ley. Jesús les dice que cuando se ama de verdad a Dios y a las demás personas la Ley deja de tener importancia. El amor supera toda Ley.
Esta fue la gran novedad, la radicalidad del mensaje de Jesús. Pero, claro, con el correr de los años la fuerza de aquella novedad se tuvo que acomodar, y se fue institucionalizando. Los primeros discípulos dieron paso a las primeras comunidades, las cuales necesitaban organizarse. El mensaje se propagaba y con él hacía falta una “hoja de ruta”. Y el Amor tuvo que dejar espacio, de nuevo, a otras leyes.
Aquellos seiscientos preceptos que agobiaban a los judíos del tiempo de Jesús parecen poca cosa cuando te enfrentas con el Código de Derecho Canónico… Es así, necesitamos normas. Ya es difícil la convivencia habiendo leyes, ¡cómo sería si faltaran!
Las leyes son necesarias, pero no son absolutas. Absoluto es el AMOR, así, con mayúsculas, el verdadero, el que nace de lo más profundo y sincero del corazón humano.
Cuando alguien es capaz de vivir desde ahí las leyes se le quedan pequeñas. No necesita que le digan que no debe dañar a nadie, ya lo sabe. En el Reino ya no habrá normas, ni leyes. Habrá amor en grandes cantidades.
Oración
Trinidad Santa, ensancha nuestro corazón y llénalo de tu Amor para que empecemos a gustar ya ahora la felicidad del Reino.
Comentarios desactivados en El amor de Dios no es relación sino identificación con Él.
DOMINGO 30 (A)
Mt 22,34-40
La pregunta sobre el tributo al César se la hicieron los fariseos y herodianos. A continuación, los saduceos le hicieron otra pregunta sobre la resurrección de los muertos, en la que ellos no creían. Quieren ridiculizar la creencia en otra vida con el supuesto de siete hermanos que estuvieron casados con la misma mujer. Jesús desbarata sus argumentos. Por eso, a continuación, el texto de hoy dice: “Al oír que había hecho callar a los saduceos”, los fariseos vuelven a la carga: ¿Cuál es el primer mandamiento?
La pregunta no era tan sencilla. La mayoría consideraba que todos los mandamientos tenían la misma importancia. Otros defendían que guardar el sábado era el primero. Había quien defendía el amor a Dios como el principal. A nadie se le había ocurrido que el principal mandamiento eran dos. Jesús responde recitando la “shemá” (escucha), que todo israelita recitaba dos veces cada día (Dt 6, 4-9). Jesús hace referencia al Lev 19,18 pero elimina la primera parte que dice: “no guardarás rencor ni tomarás venganza de los hijos de tu pueblo”, con lo que deja claro quién es el prójimo al que hay que amar.
La originalidad de Jesús está en unir los dos mandamientos. De hecho, lo único que hace es citar dos textos del AT. No se trata solo de una yuxtaposición o de una equiparación. Se trata de una identificación en toda regla, que, además, prepara el terreno a Juan para poder decir con rotundidad: un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 13,34). Es el mandamiento nuevo, que convierte la Ley en vieja. Después de 20 siglos, seguimos sin aceptar la diferencia entre AT y NT.
El valor absoluto de cada persona es una propuesta exclusiva de Jesús. Hasta entonces el individuo no contaba más que como perteneciente e integrado en el grupo. Desde esa perspectiva, lo único que interesaba era las manifestaciones del amor, no el amor mismo. De ese modo, el precepto recaía sobre las manifestaciones. El amor que exige Jesús, no se puede alcanzar con el cumplimiento de un precepto. Ya no se trata de una ley, sino de una actitud. “Un amor que responde a su amor”. El amor que pide Jesús no se impone.
El concepto de “prójimo” es modificado por Jesús de manera sustancial. Para un judío, prójimo era el que pertenecía al pueblo y, a lo sumo, el prosélito. Jesús desbarata esa barrera y postula que todos somos exactamente iguales para Dios. El cristianismo no siempre ha sabido trasmitir esta idea de igualdad y hemos seguido creyendo, como los judíos de todos los tiempos, que nosotros somos los elegidos y que Dios es nuestro Dios.
Jesús no propone amor a Dios ni un amor a él mismo. Dios ni ama ni puede ser amado; es amor. La exigencia de Jesús no es con relación a Dios sino con relación al hombre. Cuando seguimos proponiendo los mandamientos de la “Ley de Dios” como marco para la vida de la comunidad, es que no hemos entendido el mensaje de Jesús. S. Agustín dijo: Ama y haz lo que quieras. Y Pablo: Quien ama ha cumplido el resto de la Ley. No se trata de una nueva Ley, sino de hacer inútil toda ley, toda norma, todo precepto.
El “como a ti mismo” es también superado por Jesús: “como yo os he amado”. Necesitaría un comentario más extenso. Únicamente diré, que el amor solo se puede dar entre iguales. Si considero superior o inferior al otro, mi relación con él nunca será de amor. Desde esta perspectiva, ¿a dónde se van todas nuestras “caridades”? Lo que nos pide Jesús es que quiera para los demás todo lo que estoy deseando para mí. ¡¿De verdad creo hacer caridad cuando doy al mendigo la ropa usada que ya no voy a utilizar?!
Una vez más tenemos que resaltar la imposibilidad de aceptar el mensaje de Jesús sin abandonar la idea de Dios del AT. Esta es la trampa en la que cayeron los primeros cristianos que eran todos judíos. Aquí está la clave para entender tantas aparentes contradicciones en los evangelios. Lo que pide Jesús es más de lo que puede enseñar una religión. La excesiva fidelidad a la institución nos impide alcanzar el mandamiento nuevo. Por eso Jesús criticó tan duramente las instituciones religiosas de su tiempo (Templo, Ley, culto); se habían convertido en un obstáculo para llegar al hombre.
A Dios no se le puede amar directamente ni mucho ni poco. Dios no es un sujeto con el que me pueda relacionar. No es nada distinto de mí. Amar a Dios y amar al prójimo es un único acto. Dios y el prójimo no se pueden separar. Tampoco Dios puede amar a sus criaturas porque no son nada fuera de Él. Demuestro que estoy abierto al Amor si amo a todos. Si dejo de amar a una persona, puedo estar seguro de que lo que me mueve no es amor, sino egoísmo, instinto, pasión, interés o la simple programación.
El amor no responde a necesidad alguna de mi ego. Acontece en la profundidad del ser, incluyendo todos sus aspectos. Es el único camino para un crecimiento armónico del ser, impidiendo que la parte material y biológica del mismo, se imponga y arrastre a la parte espiritual, malogrando sus posibilidades de ser humano. El superar el egoísmo no significa una renuncia a nada sino plenitud de humanidad. No suprime ninguno de los aspectos de nuestra humanidad, sino que los colma y les da su verdadero sentido.
El amor es consecuencia del conocimiento. Los escolásticos decían: “no se puede amar nada, si antes no se conoce”. Pero no basta con conocer, debo conocerlo como bueno para mí. El conocimiento racional será siempre egoísta, solo puede apreciar lo que es bueno para mi falso ser. Solo de un conocimiento vivencial puede nacer el verdadero amor. Si necesito motivos interesados para amar, no es amor. Si amamos para hacer un favor, tampoco funciona. Tengo que descubrir que soy yo el que me enriquezco al amar. Ese enriquecimiento se produce en mi verdadero ser, y eso no nos interesa demasiado.
El mayor peligro a la hora de comprender el amor evangélico es que lo confundimos con el deseo de que el otro me quiera. El deseo de que otro me ame es instintivo y no va más allá del egoísmo. La mayoría de las veces, cuando decimos te amo, en realidad queremos decir: “quiero que me quieras”. Esto no tiene nada que ver con el mensaje de Jesús. Cuando oímos decir a una persona: no puedo vivir sin ti; en realidad, lo que está diciendo es: no te voy a dejar vivir, porque te voy exigir que vivas solo para mí.
Es erróneo creer que podemos amar a Dios, aunque no amemos al prójimo; o peor aún, que podemos amar a uno mucho y a otro poco o nada. El amor es uno solo porque es una actitud personal. El amor queda especificado en la persona que ama, no por la persona amada. Tiene que existir antes de manifestarse. Lo que llega a los demás, lo que se percibe al exterior, son solo las manifestaciones de ese amor. La actitud vital es única en cada persona, pero el amor evangélico tiene que ser práctico, tiene que manifestarse en obras. Solo puede manifestarse cuando me encuentro con otro, con el próximo.
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente»
La contestación de Jesús a la pregunta del fariseo (el primer mandamiento es el amor a Dios y el amor al prójimo) nos da pie a hacer una reflexión general sobre el amor, y lo vamos a hacer tomando como referencia el libro de Erich Fromm “El arte de amar”.
Fromm afirma que el ser humano primitivo se siente uno con la Naturaleza y que eso colma su vida. Añade que, según se va liberando de este vínculo, va en aumento la angustia que le produce su soledad, y concluye que este hombre desarraigado del medio está totalmente solo salvo en la medida en que ayuda al otro; que se volvería loco si no pudiera librarse de su prisión al unirse a los demás hombres.
El hombre actual se refugia en el rebaño para superar la angustia que siente, pero sus relaciones con los demás son tan superficiales que no le libran de ella. Tampoco le libra sumergirse en el trabajo o abrazarse a un ocio cada vez más artificioso, porque el trabajo es rutinario y poco creativo, y el ocio también se ha convertido en rutina y compulsión.
La solución plena está en la unión interpersonal; en la fusión con otra persona en el amor. Este deseo es el más poderoso que actúa en el hombre, pero sólo el amor maduro capacita para vencer la soledad. El amor maduro consiste esencialmente en dar, no en recibir. Dar sin recibir a cambio puede considerarse como empobrecimiento, o como virtud en el sentido de sacrificio, pero quizás su sentido más genuino sea expresión de potencia, de poder, de fuerza, de riqueza… La esfera más importante del dar es el dar de sí mismo, y cuando se da así, no se puede dejar de recibir, y por eso, dar significa hacer de la otra persona un dador, y compartir ambos la alegría de lo que han creado.
El amor —continúa diciendo Fromm— es preocupación activa por la vida y desarrollo personal de quien amamos, es también responsabilidad de responder siempre a las exigencias de la unión con el otro, es respeto activo para que la otra persona crezca y se desarrolle por sí misma tal como es, y es finalmente conocimiento profundo de la otra persona.
El problema de conocer al otro es similar al de conocer a Dios. Tratamos de conocerle con el entendimiento, y ése no es el camino. En el misticismo se reemplaza el pensamiento por la experiencia de la unión con Dios, y ahí se produce el verdadero conocimiento y la plenitud. Lo mismo ocurre con el amor. Según afirma Fromm, la consecuencia lógica de la teología es el misticismo, y la consecuencia lógica de la psicología es el amor.
Pero hay muchos tipos de amor. El amor de una madre es incondicional; el niño no tiene que hacer nada para obtenerlo. El amor del padre hay que ganarlo y se puede perder. La relación entre la madre y el niño es de desigualdad, en la que uno necesita toda la ayuda y la otra la proporciona. Este altruismo es considerado como la forma más elevada de amor y el más sagrado de todos los vínculos emocionales, pero la madre recibe más que el niño porque se trasciende en el niño; porque su amor por él colma de sentido su vida.
El amor fraterno se caracteriza por su falta de exclusividad, y en él se realiza la solidaridad humana. Si percibo en una persona sólo lo superficial, básicamente percibo las diferencias; percibo lo que nos separa. Si penetro hacia el núcleo, percibo nuestra identidad, nuestra hermandad. El amor comienza a desarrollarse si amamos a los que no necesitamos.
El amor erótico es el anhelo de fusión completa con una única persona. Es la forma de amor más engañosa, porque se puede confundir con la experiencia explosiva del enamoramiento, y el enamoramiento es una intoxicación por amor. Si el deseo de unión física no está estimulado por el amor (si no es a la vez fraterno) jamás conduce a la unión, salvo en un sentido orgiástico o transitorio.
El amor a Dios también puede tener su origen en la necesidad de evitar la angustia de la soledad a través de la unión con alguien. Cuando la religión ha tenido un carácter matriarcal, los dioses se han caracterizado por profesar un amor incondicional e igual para todos. El creyente sabe que, aunque haya pecado, su Madre le amará y no amará a otro más que a él. Este amor propicia lo que ocurre entre la madre y el hijo, es decir, que el amor a Dios, y el amor de Dios hacia él, son inseparables. En las etapas patriarcales el Padre tiene exigencias, establece principios y leyes, supedita su amor a la obediencia, tiene predilección por el más obediente y capacitado, y las cosas se complican…
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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DOMINGO XXX TO – 29/10/2023.
Mateo 22, 34-40
Si consideramos el Evangelio, Buena Noticia, como propuesta de un estilo de vida humanizador, las lecturas de hoy nos muestras el camino, el proceso que debemos seguir para llegar al desarrollo pleno de nuestras posibilidades humanas.
Contexto del texto de Mateo 22, 34-40: En Jerusalén. En el último tramo de la vida de Jesús. En el templo. En un clima de enfrentamientos con los dirigentes religiosos. El texto de hoy, en el Evangelio de Mateo, va precedido de: Expulsión de los vendedores del templo y parábolas dirigidas a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo: Los dos hijos, viñadores homicidas, banquete nupcial, preguntas sobre el tributo al césar y a continuación la pregunta- trampa sobre el mandamiento principal.
El texto que vamos a comentar hoy versa sobre el mandamiento principal de la Ley. En las escuelas rabínicas de ese tiempo era una disputa frecuente. Tenían tantos preceptos y prohibiciones que resultaba lógica la pregunta sobre la jerarquía entre tantos mandamientos. De ahí la necesidad de la pregunta ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley? Las respuestas de los maestros de la Ley a esta pregunta eran diversas. Seguía la disputa. Por eso la pregunta a Jesús es oportuna y maliciosa.
Como otras veces, Jesús aprovecha la ocasión para “evangelizar”. Es decir, presentar su propuesta del Reinado de Dios. La respuesta es rotunda y fundamental (pone fundamento). Como el que pregunta es un maestro de la Ley la respuesta es con la Ley en mano. En ella Jesús emplea dos textos del Antiguo Testamento: Dt 6,5 y Lv 19,18 que eran citados frecuentemente en las discusiones éticas rabínicas. La originalidad de la respuesta de Jesús fue unirlas tan estrechamente (son semejantes) y hacer de ellas el resumen o fundamento de toda la Ley y los Profetas. Esta unión del Principio Amor fue una idea creativa, brillante y profética (prometedora, con futuro).
Veamos ahora este texto desde nuestro contexto y comparemos. La audiencia de Mateo: judíos en conversión al movimiento de Jesús de Nazaret. Nosotros: Cristianos posmodernos en el siglo XXI. Mateo usa el Antiguo Testamento como referente. Porque para un judío del siglo I, desde ese AT se lee e interpreta todo lo que se le ofrece, lo nuevo. Mateo, en su evangelio, usa con mucha frecuencia “para que se cumplan la Escrituras”. Nosotros hoy usamos como referente: El mensaje de Jesús, las enseñanzas de la Iglesia y los Signos de los Tiempos (Aquí metemos todo lo que cabe en el término Cultura Posmoderna). Acudimos a la Filosofía y la Teología, a las Ciencias Naturales y Sociales etc.. y nos atrevemos a pensar, valoramos la libertad y la autonomía personal. Nos gusta participar en los procesos de elaboración y tomas de decisiones. Queremos sacar nuestras propias conclusiones y ser corresponsables. Somos posmodernos, con sus luces y sus sombras. Somos ciudadanos del mundo y seguidores de Jesús de Nazaret. Somos creyentes postmodernos que pretendemos vivir una fe adulta.
Desde este contexto de cultura postmoderna también nosotros nos preguntamos ¿Qué es lo principal en la vida? ¿Por qué y para qué existo? ¿Qué tengo que hacer para conseguir la felicidad aquí y ahora? Y como creyentes y seguidores de Jesús de Nazaret ¿Qué es lo más importante en la vida cristiana? ¿Cuál es el rasgo diferencial del cristiano? Sin duda en la tradición cristiana, la respuesta es: el amor a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser y al prójimo de la misma manera (“Lo que le da gloria a Dios es que amemos al hombre como lo amamos a El”). Para un cristiano el amor a Dios y el amor al hermano son un único amor. Ambos se implican. No cabe el uno sin el otro. La experiencia del amor no es distinta, aunque sean distintos los objetos o las personas amadas. No es posible amar a Dios más que al hombre. En el amor no cabe el más y menos. Se ama o no se ama. La esencia de la fe y de la identidad cristiana es el amor evangélico (ágape, desinteresado, de servicio y entrega, gratuito, generoso. Como es el amor que Dios nos tiene).
Veamos ahora el asunto desde la sensibilidad y conocimientos del siglo XXI. En concreto desde el Principio amor y la ética del amor y de la religión. Según esto: El amor desinteresado es la punta de lanza de la evolución humana. La humanización es un proceso de evolución en el amor desinteresado. El diferencial humano en la evolución cósmica es el amor gratuito, desinteresado. Y en cristiano: Evangelizar es humanizar. Esta es la propuesta de Jesús: El reino de Dios es un reino de amor, justicia y paz. En Jesús se nos presenta una nueva imagen de Dios y del ser humano. Y estas imágenes siguen evolucionando. Vamos a centrarnos ahora en el cambio en la imagen postmoderna del ser humano.
Para la Nueva Antropología: El humano es un ser que nace inacabado, incompleto y abierto, sin terminar de hacer para que pueda evolucionar, aprender y desarrollarse. Pero esto tiene una exigencia: alguien tiene que cuidarle en su desarrollo. Necesita del cuidado de otro humano que tiene que tener la necesidad de cuidar. Todos estamos necesitados y por eso somos necesarios. El ser humano es un ser por y para otro ser humano. Es relación entre humanos. Es interdependencia con todos y con todo. La precariedad existencial demanda cuidados y ternura. A eso llamamos amor humano. De ahí la centralidad del amor.
Conclusión y resumen:
El espíritu y el amor son la punta de lanza de la Evolución Humana. El amor es principio de vida para todos los hombres. Amar a Dios y a los hombres se implican, no son separables, para no caer en un espiritualismo desencarnado o en un egoísmo disfrazado. A Dios le amamos en el hombre y al hombre en Dios por ser su imagen y presencia. El amor no puede ser mandamiento. Como no lo pueden ser respirar o pensar. O soñar. El amor es constitutivo de nuestra naturaleza humana. Somos humanos porque somos capaces de un amor desinteresado, divino. Porque Dios es amor y el amor es Dios. Es Dios en nosotros como fuente, fundamento y razón de existencia. La identificación con Dios y con los hermanos humanos es el último paso en la evolución del amor cristiano. Jesús de Nazaret nos muestra el camino.
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Domingo XXX del Tiempo Ordinario
29 octubre 2023
Mt 22, 34-40
Por más que se presente como mandato, el amor es uno con la comprensión. Porque, al hablar de amor, no se habla, prioritariamente, de un movimiento sensible, de un sentimiento o una emoción, sino de una certeza: la certeza de la no-separación.
Al amar, vivimos en la verdad de lo que somos, aunque ni siquiera pensemos en ello. De ahí que nos sintamos encajados, unificados, plenos. Si prestamos atención, advertiremos que, hablando con rigor, es el amor quien vive en nosotros, fluyendo hacia los demás y hacia la misma naturaleza. El amor -como la comprensión, como la vida-, sencillamente, es. Lo que sucede, por nuestra parte, es que podemos reconocerlo y vivirnos desde él o, por el contrario, blindarnos en un yo que busca, por encima de todo, su propio interés.
Así como el amor nos plenifica, al desconectar de él, nos sentimos dislocados. Probablemente afanados en sentirnos mejor, buscando compensaciones sustitutorias que otorguen al yo una sensación de control sobre la realidad. Pero todo ello seguirá dejándonos vacíos. Solo el amor -solo la verdad- es plenitud.
El amor, por ser uno con lo que es, no deja nada fuera. Hablamos, con razón, del amor a uno mismo, a los otros, a la naturaleza… Para saber si estamos o no en conexión con él, basta preguntarnos cómo nos sentimos habitualmente: ¿más plenos o más vacíos?
En el mismo sentido, el test que nos permite poner luz en nuestra vivencia puede formularse en forma de pregunta: ¿desde dónde me vivo?, ¿qué busco, aun de manera inconsciente, en lo que hago?
Finalmente, entre los diferentes medios que pueden ayudarnos a reconocernos como amor y a vivirnos desde él, me parece muy importante darnos tiempo para dejárnoslo sentir y, de ese modo, impregnarnos de él. De cara a avanzar en ese objetivo, puede ser útil cualquier práctica psicoafectiva. En mi caso concreto, me ayudó notablemente y me sigue ayudando el dejarme sentir y saborear el amor cierto de una persona querida. En la medida en que le dedico tiempo, noto como algo dentro de mí se ensancha y crece la capacidad de amar. Y al mantenerme en ello, llego a notar que el amor no nace en esa persona de la que lo recibo, sino de la misma Realidad, que es amorosa. Esa persona era un cauce -de valor impagable- del Amor que nos sostiene en todo momento, del Amor que es y somos.
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.EL SENTIDO DE LA VIDA ERA ALGO NATURAL, ESPONTÁNEO.
En la historia de la humanidad y hasta hace no muchas décadas en el mundo rural, el sentido de la vida era algo connatural. Nacíamos y vivíamos espontáneamente en un humus de sentido; no era un asunto cuestionado.
La fe como confianza en la vida, en Dios, en el futuro la teníamos y vivíamos serenamente.
El hombre rural, el hombre primitivo en estas cosas del sentido de la vida estaba mejor dotado y preparado que el hombre científico del parque tecnológico de Ayete.
En aquella sociedad rural instituciones como la familia, la religión, la escuela, la misma política proporcionaban sentido, estabilidad. Vivíamos en una gran quietud y serenidad.
02. AGUAS TURBULENTAS.
Podríamos decir que en Europa1 (en Occidente) en tres siglos, XVIII, XIX y XX, ha ido cambiando por completo el modo de pensar y de vivir.
a. El s XVIII es el siglo de “las Luces”, de la Ilustración. La razón sustituye a la fe. Es verdad lo que puedo demostrar (razón), dejemos ya de lado los “cuentos bíblicos” y los dogmas. El desarrollo tecnológico suplanta a la escatología. El progreso suplanta a la esperanza.
b. El s XIX es el siglo en que el hombre mata a Dios. Dios ha muerto (Nietzsche) Hemos de aprender a vivir en la nada. Dios es una proyección, una “fotocopia” perfecta de lo que el hombre quiere ser (Feuerbach). La esperanza no vas más allá de la sociedad perfecta (Marx).
c. El siglo XX será el tiempo de la nada: somos seres que venimos de la nada y la muerte nos encamina hacia la nada (existencialismo). “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre).
En nuestra post-modernidad la vida ya no tiene sentido. Ni tan siquiera te preguntes de dónde venimos, ni a dónde vamos. “Ni venimos ni vamos”, simplemente somos un momento de divertimento, de consumir y a morirse que no hay más. No te preguntes más. Vive y disfruta –si puedes- de la vida, después te mueres y se acabó.
No te preguntes por el sentido de la vida, porque no tiene ningún sentido canta Vasco Rossi, la vida no tiene ni origen ni meta.
03. LAS PREGUNTAS SIGUEN EN PIE.
Sin embargo lo que define al ser humano es el sentido, preguntarse por el sentido de la vida. (Viktor Frankl).
Podremos eliminar las cuestiones del sentido de la vida de la vida personal, de las aulas, de la sociedad, pero las preguntas afloran y siguen en pie. Y muchas veces surgen las cuestiones de modo patológico o en situaciones difíciles.
Tal vez la pandemia o el bulling en los adolescentes puedan haber aumentado y agravado las enfermedades mentales, la depresión y el suicidio. (Un suicidio cada dos días en el país Vasco). Pero probablemente estas depresiones existenciales, estas desesperanzas y desesperaciones tengan su raíz en la carencia de sentido.
Lo que ciertamente torna muy problemática la vida y la salud mental es la falta de sentido y horizonte en la vida.
04. NO CONFUNDAMOS FE CON ENTRAMADO ECLESIÁSTICO.
Ser religioso, ser creyente no es ser eclesiástico, mucho menos clerical.
Quien se pregunta por el sentido de la vida, incluso quien lo hace ya ante el psiquiatra, ese tal es religioso. Religión es preguntarse apasionadamente por el sentido de la
vida.
Los caminos pueden ser diversos: la medicina, la cultura, la fe… Quien se pregunta y busca un sentido a la vida es profunda y quizás sufrientemente religioso.
05. VOLVER A LA CONFIANZA.
El hombre europeo –nosotros- pusimos nuestra confianza en la razón, en la técnica.
Pero el sentido de la vida no se puede demostrar con la razón. La medicina, la psiquiatría las ciencias no llegan a demostrar que la vida tenga sentido.
Bien está que Osakidetza ponga un departamento en las residencias sanitarias como ayuda al suicida. Bien está que el consejero / ministro de educación apoyen a los maestros en los colegios e ikastolas para ayudar en estas cuestiones. Pero la solución al absurdo y al sinsentido, al suicidio está en transmitir confianza, fe y esperanza.
06. EL HOMBRE NO PUEDE SALVARSE A SÍ MISMO.
Por otra parte vivimos fascinados por las ciencias, por el progreso y la tecnología. Pero no es cierto que la ciencia y la tecnología traigan la plenitud (salvación al ser humano). Basta mirar la historia: dos guerras mundiales, guerra civil española, Auschwitz, Rusia-Ucrania, Israel y Palestina…, hambre en el mundo, migraciones, malos tratos… Además del problema de la muerte que todos tenemos delante…
El hombre no puede salvarse a sí mismo
Decía Laín Entralgo que “el hombre espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza”.
Solamente en cuanto vive abierto al horizonte absoluto (trascendencia) puede el hombre dar sentido y esperanza a su existencia.
Decía un filósofo alemán (M. Heidegger): solamente Dios puede salvarnos
07. ¿Y LA IGLESIA?
Hace unos años en la lección inaugural del curso académico de la Pontificia Universidad de Salamanca, el ponente decía que: una Universidad que se limite a transmitir unos conocimientos, es un mero almacén de datos. La Universidad ha de tratar responder a los problemas de las gentes de su tiempo y lugar.
Podemos aplicar algo de esto de la Iglesia: Una Iglesia que no es capaz de dar respuesta a las grandes cuestiones que le plantea el hombre, sirve de muy poco. Se limitará a
repetir ritos y dogmas, pero no responderá a los problemas de sus gentes.
Probablemente evangelizar hoy en día es ayudar a que surjan las preguntas de fondo del ser humano y comunicar confianza (fe) y esperanza en la vida, en el futuro absoluto.
Si sabéis esperar (esperanza) sabéis mucho acerca de Dios.
Ello nos sumirá en una profunda paz y amor. Dios es amor y es el fundamento y sentido de nuestra vida. Él es la roca de nuestro ser.
Comentarios desactivados en ‘C’est la confiance’. Exhortación Apostólica sobre Teresa de Lisieux: “La confianza puede conducirnos al Amor”
Con motivo del 150º aniversario del nacimiento de Santa Teresa del niño Jesús
Prender fuego en el corazón de la Iglesia: El tesoro de la santa de Lisieux, descrito por Francisco
El Papa Francisco publica la exhortación apostólica sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz -del Carmelo de Lisieux-
En ella, reconoce el tesoro de su ‘caminito espiritual: “es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer”
“Poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia felicidad (42) le permitió a santa Teresita pasar de un fervoroso deseo del cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos… Llegando de este modo a la última síntesis personal del Evangelio, que partía de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás”
De manera especial los Pontífices siguieron de cerca su vida… Una alma misionera, señala Francisco, que enseña “su modo de entender la evangelización por atracción, no por presión o proselitismo. Vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: ‘Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo…'”
| Johan Pacheco
(Vatican News).-La nueva Exhortación Apostólica «C’est la confiance» del Papa Francisco publicada este 15 de octubre, es dedicada a la confianza en el amor misericordioso de Dios, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz: «La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor» (1), palabras de la joven santa francesa que «resumen la genialidad de su espiritualidad» (2).
En el 2023 se han conmemorado dos fechas importantes de Santa Teresa del Niño Jesús, el 2 de enero fue el 150º aniversario del nacimiento y el 23 de abril el centenario de su beatificación. El Papa Francisco ha querido que esta exhortación apostólica vaya más allá de una celebración y «sea asumido como parte del tesoro espiritual de la Iglesia». Además, «la fecha de esta publicación, memoria de santa Teresa de Ávila, quiere presentar a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz como fruto maduro de la reforma del Carmelo y de la espiritualidad de la gran santa española» (4)
En cuatro capítulos: Jesús para los demás; El caminito de la confianza y del amor; Seré el amor; En el corazón del Evangelio; y mediante 53 parágrafos el Pontífice presenta la vida y experiencia espiritual la santa francesa del Carmelo de Lisieux que dejó la vida terrena a los 24 años.
«La Iglesia reconoció rápidamente el valor extraordinario de su figura y la originalidad de su espiritualidad evangélica», de manera espacial los Pontífices siguieron de cerca su vida: “Teresita” conoció al Papa León XIII en su peregrinación a Roma en 1887 a quien pidió permiso para entrar al Carmelo a la edad de 15 años. Pío X percibió su enorme estatura espiritual, luego de la muerte de joven santa. Y Benedicto XV la declara Venerable en 1921, elogiando «sus virtudes centrándolas en el “caminito” de la infancia espiritual», fue canonizada el 17 de mayo de 1925 por Pío XI: «quien agradeció al Señor por permitirle que Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz fuera “la primera beata que elevó a los honores de los altares y la primera santa canonizada por él”. El mismo Papa la declaró patrona de las Misiones en 1927». Luego fue proclamada una de las patronas de Francia en 1944 por el venerable Pío XII.
Posteriormente san Pablo VI recordaba con frecuencia sus virtudes cristianas. San Juan Pablo II en «1997 la declaró doctora de la Iglesia, considerándola además «como experta en la scientia amoris». También, «Benedicto XVI retomó el tema de su “ciencia del amor”, proponiéndola como «guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos». Y el Papa Francisco canonizó «a sus padres Luis y Celia en el año 2015, durante el Sínodo sobre la familia» (6).
Jesús para los demás
El Papa Francisco en el primer capítulo presenta la experiencia cristiana en la santa, desde su oración, vida mística, pero con alma misionera y sin autoreferencialidad: «En el nombre que ella eligió como religiosa se destaca Jesús: el “Niño” que manifiesta el misterio de la Encarnación y la “Santa Faz”» (7), y «el Nombre de Jesús es continuamente “respirado” por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento» (8).
Como Patrona de las misiones, recuerda el Papa en la exhortación apostólica, que «como sucede en todo encuentro auténtico con Cristo, esta experiencia de fe la convocaba a la misión. Teresita pudo definir su misión con estas palabras: “En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerle amar”» (9).
Una alma misionera, señala Francisco, que enseña «su modo de entender la evangelización por atracción, no por presión o proselitismo. Vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: “Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo…» (9), así lo escribía la santa en las últimas páginas de «Historia de un alma» (10) como su testamento misionero «con un ferviente espíritu apostólico» (11), dejándose guiar por la acción del Espíritu Santo: «Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí» (12).
Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux
El caminito de la confianza y del amor
En el segundo capítulo el Santo Padre recuerda el valor de “El camino de la infancia espiritual” (14) propuesto por Santa Teresa del Niño Jesús que subraya la primacía de la acción de Dios y “la confianza” plena en la misericordia de Cristo:
«Teresita relató el descubrimiento del caminito en la Historia de un alma: “A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”» (15).
Francisco señala que la santa en su época «frente a una idea pelagiana de santidad, individualista y elitista, más ascética que mística, que pone el énfasis principal en el esfuerzo humano, Teresita subraya siempre la primacía de la acción de Dios, de su gracia» (17), por ello «prefiere destacar el primado de la acción divina e invitar a la confianza plena mirando el amor de Cristo que se nos ha dado hasta el fin» (19).
«Por consiguiente -escribe el Papa Francisco-, la actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo» (20).
Sobre esta “confianza” el Santo Padre sugiere no asumirla solo en referencia a la santificación y salvación, sino también como un “abandono cotidiano” en Dios: «Tiene un sentido integral, que abraza la totalidad de la existencia concreta y se aplica a nuestra vida entera, donde muchas veces nos abruman los temores, el deseo de seguridades humanas, la necesidad de tener todo bajo nuestro control» (23).
El Papa recuerda las palabras de Santa Teresita que se refieren a ese “santo abandono” en el Amor: «Los que corremos por el camino del amor creo que no debemos pensar en lo que pueda ocurrirnos de doloroso en el futuro, porque eso es faltar a la confianza» (24).
Este testimonio es considerado por Francisco como “un fuego en medio de la noche”, ya que vivió su última etapa a finales del siglo XIX que la edad de oro del ateísmo moderno: «pero la oscuridad no puede extinguir la luz: ella ha sido conquistada por Aquel que ha venido al mundo como luz (cf. Jn 12,46). El relato de Teresita manifiesta el carácter heroico de su fe, su victoria en el combate espiritual, frente a las tentaciones más fuertes» (26).
Seré el amor
«“La Historia de un alma” es un testimonio de caridad, donde Teresita nos ofrece un comentario sobre el mandamiento nuevo de Jesús: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado (Jn 15,12)» (31), escribe el Papa Francisco en el tercer capítulo de su exhortación ofreciendo un panorama de la repuesta confiada del amor de la santa, a través del prójimo, al amor misericordiosos de Dios.
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, recuerda el Santo Padre, expresaba en sus escritos su «amor esponsal» (32) con Cristo: «Teresita tiene la viva certeza de que Jesús la amó y conoció personalmente en su Pasión: Me amó y se entregó por mí (Ga 2,20)» (33). Y «el acto de amor “Jesús, te amo”, continuamente vivido por Teresita como la respiración, es su clave de lectura del Evangelio» (34), asegura el Pontifice.
Amor que santa Teresita vivió en la mayor sencilles y experimento en la vida cotidiana (35): «Teresita vive la caridad en la pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana» (36), y en el corazón de la Iglesia, donde buscó su lugar (38): «…Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre…» (39).
«No es el corazón de una Iglesia triunfalista, es el corazón de una Iglesia amante humilde y misericordiosa» (40), señala Francisco. Afirmando además que «Tal descubrimiento del corazón de la Iglesia es también una gran luz para nosotros hoy, para no escandalizarnos por los límites y debilidades de la institución eclesiástica, marcada por oscuridades y pecados, y entrar en su corazón ardiente de amor, que se encendió en Pentecostés gracias al don del Espíritu Santo» (41).
Explica el Papa Francisco que este llamado de Dios a «poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia felicidad» (42) le permitió a santa Teresita «pasar de un fervoroso deseo del cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos, culminando en el sueño de continuar en el cielo su misión de amar a Jesús y hacerlo amar» (43). Llegando de este modo «a la última síntesis personal del Evangelio, que partía de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás» (44).
El Papa Francisco llega a un punto central de su exhortación apostólica, indicando que «C’est la confiance. Es la confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera del temor, es la confianza la que nos ayuda a quitar la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer. Esto nos deja un inmenso caudal de amor y de energías disponibles para buscar el bien de los hermanos. Y así, en medio del sufrimiento de sus últimos días, Teresita podía decir: «Sólo cuento ya con el amor» (45).
En el corazón del Evangelio
En el cuarto capítulo el santo Padre recuerda que el anuncio de una Iglesia misionera se centra en lo esencial: «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (47), y el aporte especifico que regala Teresita, “doctora de la síntesis”: «consiste en llevarnos al centro, a lo que es esencial, a lo que es indispensable. Ella, con sus palabras y con su propio proceso personal, muestra que, si bien todas las enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor, su luz, algunas son más urgentes y más estructurantes para la vida cristiana» (49).
El Papa Francisco afirma que la actualidad de santa Teresa del Niño Jesús perdura en toda su «pequeña grandeza: …En un tiempo de repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio» (52).
“Un siglo y medio después de su nacimiento, Teresita está más viva que nunca en medio de la Iglesia peregrina, en el corazón del Pueblo de Dios” (53), dice Francisco finzalizando con la oración:
“Querida santa Teresita, la Iglesia necesita hacer resplandecerel color, el perfume, la alegría del Evangelio. ¡Mándanos tus rosas! Ayúdanos a confiar siempre,como tú lo hiciste, en el gran amor que Dios nos tiene, para que podamos imitar cada díatu caminito de santidad. Amén.”
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Texto íntegro de la exhortación apostólica ‘C’est la confiance‘ del Papa Francisco sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios
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EXHORTACIÓN APOSTÓLICA C’EST LA CONFIANCE DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE LA CONFIANZA EN EL AMOR MISERICORDIOSO DE DIOS CON MOTIVO DEL 150.º ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ
1. «C’est la confiance et rien que la confiance qui doit nous conduire à l’Amour»: «La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor». [1]
2. Estas palabras tan contundentes de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz lo dicen todo, resumen la genialidad de su espiritualidad y bastarían para justificar que se la haya declarado doctora de la Iglesia. Sólo la confianza, “nada más”, no hay otro camino por donde podamos ser conducidos al Amor que todo lo da. Con la confianza, el manantial de la gracia desborda en nuestras vidas, el Evangelio se hace carne en nosotros y nos convierte en canales de misericordia para los hermanos.
3. Es la confianza la que nos sostiene cada día y la que nos mantendrá de pie ante la mirada del Señor cuando nos llame junto a Él: «En la tarde de esta vida, compareceré delante de ti con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti mismo».[2]
4. Teresita es una de las santas más conocidas y queridas en todo el mundo. Como sucede con san Francisco de Asís, es amada incluso por no cristianos y no creyentes. También ha sido reconocida por la UNESCO entre las figuras más significativas para la humanidad contemporánea. [3] Nos hará bien profundizar su mensaje al conmemorar el 150.º aniversario de su nacimiento, que tuvo lugar en Alençon el 2 de enero de 1873, y el centenario de su beatificación. [4] Pero no he querido hacer pública esta Exhortación en alguna de esas fechas, o el día de su memoria, para que este mensaje vaya más allá de esa celebración y sea asumido como parte del tesoro espiritual de la Iglesia. La fecha de esta publicación, memoria de santa Teresa de Ávila, quiere presentar a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz como fruto maduro de la reforma del Carmelo y de la espiritualidad de la gran santa española.
5. Su vida terrena fue breve, apenas veinticuatro años, y sencilla como una más, transcurrida primero en su familia y luego en el Carmelo de Lisieux. La extraordinaria carga de luz y de amor que irradiaba su persona se manifestó inmediatamente después de su muerte con la publicación de sus escritos y con las innumerables gracias obtenidas por los fieles que la invocaban.
6. La Iglesia reconoció rápidamente el valor extraordinario de su figura y la originalidad de su espiritualidad evangélica. Teresita conoció al Papa León XIII con motivo de la peregrinación a Roma en 1887 y le pidió permiso para entrar en el Carmelo a la edad de quince años. Poco después de su muerte, san Pío X percibió su enorme estatura espiritual, tanto que afirmó que se convertiría en la santa más grande de los tiempos modernos. Declarada venerable en 1921 por Benedicto XV, que elogió sus virtudes centrándolas en el “caminito” de la infancia espiritual, [5] fue beatificada hace cien años y luego canonizada el 17 de mayo de 1925 por Pío XI, quien agradeció al Señor por permitirle que Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz fuera “la primera beata que elevó a los honores de los altares y la primera santa canonizada por él”. [6].
El mismo Papa la declaró patrona de las Misiones en 1927. [7] Fue proclamada una de las patronas de Francia en 1944 por el venerable Pío XII, [8] que en varias ocasiones profundizó el tema de la infancia espiritual. [9] A san Pablo VI le gustaba recordar su bautismo, recibido el 30 de septiembre de 1897, día de la muerte de santa Teresita, y en el centenario de su nacimiento dirigió al obispo de Bayeux y Lisieux un escrito sobre su doctrina. [10] Durante su primer viaje apostólico a Francia, en junio de 1980, san Juan Pablo II fue a la basílica dedicada a ella y en 1997 la declaró doctora de la Iglesia, [11] considerándola además «como experta en la scientia amoris». [12] Benedicto XVI retomó el tema de su “ciencia del amor”, proponiéndola como «guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos». [13] Finalmente, tuve la alegría de canonizar a sus padres Luis y Celia en el año 2015, durante el Sínodo sobre la familia, y recientemente le dediqué una catequesis en el ciclo sobre el celo apostólico. [14]
1.- Jesús para los demás
7. En el nombre que ella eligió como religiosa se destaca Jesús: el “Niño” que manifiesta el misterio de la Encarnación y la “Santa Faz”, es decir, el rostro de Cristo que se entrega hasta el fin en la Cruz. Ella es “santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz”.
8. El Nombre de Jesús es continuamente “respirado” por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento. También había grabado estas palabras en su celda: “Jesús es mi único amor”. Fue su interpretación de la afirmación culminante del Nuevo Testamento: «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16).
Alma misionera
9. Como sucede en todo encuentro auténtico con Cristo, esta experiencia de fe la convocaba a la misión. Teresita pudo definir su misión con estas palabras: «En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerle amar». [15] Escribió que había entrado al Carmelo «para salvar almas». [16] Es decir, no entendía su consagración a Dios sin la búsqueda del bien de los hermanos. Ella compartía el amor misericordioso del Padre por el hijo pecador y el del Buen Pastor por las ovejas perdidas, lejanas, heridas. Por eso es patrona de las misiones, maestra de evangelización.
10. Las últimas páginas de Historia de un alma [17] son un testamento misionero, expresan su modo de entender la evangelización por atracción, [18] no por presión o proselitismo. Vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: «“Atráeme, y correremos tras el olor de tus perfumes”. ¡Oh, Jesús!, ni siquiera es, pues, necesario decir: Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo. Esta simple palabra, “Atráeme”, basta. Lo entiendo, Señor. Cuando un alma se ha dejado fascinar por el perfume embriagador de tus perfumes, ya no puede correr sola, todas las almas que ama se ven arrastradas tras de ella. Y eso se hace sin tensiones, sin esfuerzos, como una consecuencia natural de su propia atracción hacia ti. Como un torrente que se lanza impetuosamente hacia el océano arrastrando tras de sí todo lo que encuentra a su paso, así, Jesús mío, el alma que se hunde en el océano sin riberas de tu amor atrae tras de sí todos los tesoros que posee… Señor, tú sabes que yo no tengo más tesoros que las almas que tú has querido unir a la mía».[19]
11. Aquí ella cita las palabras que la novia dirige al novio en el Cantar de los Cantares (1,3-4), según la interpretación profundizada por los dos doctores del Carmelo, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. El Esposo es Jesús, el Hijo de Dios que se unió a nuestra humanidad en la Encarnación y la redimió en la Cruz. Allí, desde su costado abierto, dio a luz a la Iglesia, su amada Esposa, por la que entregó su vida (cf. Ef 5,25). Lo que llama la atención es cómo Teresita, consciente de que está cerca de la muerte, no vive este misterio encerrada en sí misma, sólo en un sentido consolador, sino con un ferviente espíritu apostólico.
La gracia que nos libera de la autorreferencialidad
12. Algo semejante ocurre cuando se refiere a la acción del Espíritu Santo, que adquiere de inmediato un sentido misionero: «Esa es mi oración. Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí. Siento que cuanto más abrase mi corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré: “Atráeme”; y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro, si me alejase de la hoguera divina), más ligeras correrán tras los perfumes de su Amado. Porque un alma abrasada de amor no puede estarse inactiva». [20]
13. En el corazón de Teresita, la gracia del bautismo se convierte en un torrente impetuoso que desemboca en el océano del amor de Cristo, arrastrando consigo una multitud de hermanas y hermanos, lo que ocurrió especialmente después de su muerte. Fue su prometida «lluvia de rosas». [21]
2.- El caminito de la confianza y del amor
14. Uno de los descubrimientos más importantes de Teresita, para el bien de todo el Pueblo de Dios, es su “caminito”, el camino de la confianza y del amor, también conocido como el camino de la infancia espiritual. Todos pueden seguirlo, en cualquier estado de vida, en cada momento de la existencia. Es el camino que el Padre celestial revela a los pequeños (cf. Mt 11,25). Leer más…
Comentarios desactivados en Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco…
Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco, a Ti sólo estoy dispuesto a servir; porque Tú sólo justamente señoreas; quiero pertenecer o tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus designios; destierra de mi todo ignorancia para que te reconozca a Ti. Dime adónde debo dirigir la mirada para verte a Ti, y espero hacer todo lo que mandes.
Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies, basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus contrarios, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de Ti. Ahora comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque estoy llamando; enséñame el camino para llegar hasta ti.
Solo tengo voluntad; sé que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno. Esto hago, Padre, porque esto sólo sé, y todavía no conozco el camino que lleva hasta Ti. Enséñamelo Tú, muéstramelo tú, dame la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mi la fe, aumenta la esperanza, aumenta la caridad. ¡Oh, cuan admirable y singular es tu bondad!
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Agustín de Hipona, “Soliloquios”, 1,1,5,
en Obras de san Agustín, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1979, 440.
***
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo:
“Escuchad otra parábola:
Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose:
-“Tendrán respeto a mi hijo.“
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:
–“Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”
Le contestaron:
-“Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.”
Y Jesús les dice:
-“¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.“
Comentarios desactivados en 3.10.23. Teresa de Lisieux (1873-1897): doctora de la iglesia, sacerdote. Carta a un obispo itinerante
Del blog de Xabier Pikaza:
Su figura sigue creciendo, y el mismo papa Francisco quiere dedicarle una exhortación apostólica, a los 150 años de su nacimiento, destacando su función en la Iglesia. Su ministerio de Doctora ha sido reconocido por la Iglesia (1997), pero su sacerdocio encuentra quizá más resistencia. Por eso quiero destacarlo, insistiendo en su amor universal, pues “comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones” (Manuscrito B 3v, pag. 261; cf. Teresa de Lisieux, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos 1997).
| X.Pikaza
Yo nunca le oí. Teresa de Lisieux: amor en persona
Uno de los rasgos más sorprendentes de Teresa de Lisieux es que no apela a revelaciones milagrosas de Dios, pues sabe que Dios habla en el mismo camino llano de la vida. Yo nunca le he oído hablar, nunca he recibido una visión o palabra directa de su vida:
Yo nunca le he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer. Justo en el momento en que las necesito, descubro luces en las que hasta entonces no me había fijado. Y las más de las veces no es precisamente en la oración donde esas luces más abundan, sino más bien ben en medio de las ocupaciones día a día… (Ms A 83v, 245).
Teresa de Lisieux no ha tenido necesidad de revelaciones especiales, pues la presencia de Dios se identifica con el camino de amor de cada día (cf. 1 Jn 2, 27). Todo es natural en ella: no hay éxtasis, toques interiores, gracias “tumbativas” Ciertamente, ella se deja acompañar por sueños, por pequeños signos… Pero la presencia de Dios es el despliegue de su misma vida, entendida en clave de fe. Ella está convencida de que todo lo que vive, lo que sufre, busca y ama es presencia de Dios.
Ha sido hermoso que así fuera. Nosotros, hombres y mujeres de finales del siglo XXI, ya no apelamos a signos extra- supra-racionales de Dios (visiones, toques, voces de fuera…), sino a la misma vida en amor, que es presencia de Dios, como supo Teresa de Lisieux, como había dicho Juan de la Cruz. Tampoco nosotros, en general, escuchamos a Dios en voces extrañas, sino en la palabra y el pan de cada sí, pues somos de raíz oyentes de Dios. Así dice Teresa:
Este año, el 9 de junio (de 1895), fiesta de la Santísima Trinidad, recibí la gracia de entender mejor que nunca cuánto desea Jesús ser amado” (Ms A, 84r, pag. 246)
Amor es y Dios no quiere otro tipo de holocaustos o servicios sangrientos. Amarle y ser en su amor, ése es el único milagro y sacerdocio, en una iglesia que en aquel tiempo (final del siglo XIX) buscaba otro tipo de sacerdocios y sacrificios. Para descubrir al Dios amor, viviendo en su gracia, Teresa de Lisieux tuvo que superar un victimismo latente en la teología del XVIII y XIX, especialmente en Francia. Terea descubre y dice que Dios no necesita que le aplaquen, que apaguen su furor, pues no es un Dios de iras y furores. Lo que Dios busca es solamente amor, la garcia de aquellos que acogen su gracia y viven en ella, según la palabra del Shema Israel, Dt 7,5-9).).
El Dios de Teresa de Lisieux no es amor y odio, sino puro amor sin odio ninguno, sin ninguna imposición legal, sin ningún tipo de víctimas. No le hacen falta sacrificios de ningún tipo, pues lo que Él quiere son amigos: personas que acojan su ternura y le respondan con ternura, es decir, que le escuchen en su vida y que con vida le respondan (1 Sam 15, 22).
En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor.
Teresa de Lisieux sabe que en la iglesia de Dios puede haber gracias y moradas distintas…, pero ella las quiere todas, de forma que quiere ser guerrero de guerra santa (como Juana de Arco) y sacerdote, zuavo pontificio y apóstol, doctor y mártir (cf. Ms B, 2v y 3r,258-259). En un primer momento no sabe cómo puede conseguirle, pero Pablo le responde en I Cor 12-13:
Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, no podía fallarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor.
Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre… Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares… En una palabra, ¡que el amor es eterno…!
Entonces, al borde mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío…, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado… En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor… Así lo seré todo… ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad…!!! (Ms B, 3v, 261).
Siguiendo el ejemplo de Pablo en Gal 1-2, Teresa afirma que el mismo Dios le ha ofrecido y concedido esta vocación, pudiendo ser, al mismo tiempo mártir y sacerdote, activa y contemplativa, “que ya sólo en amar es mi ejercicio” (Juan de la Cruz: Cántico Espiritual).
Éste es un lema genial y necesario, como aquel otro de Juan de la Cruz: “ ¡Por aquí no hay camino, porque para el justo no hay ley, él para sí se es ley” (Diagrama de Subida al Monte Carmelo (cf. 1 Tim, 1-9-11).Como los grandes textos de las tradiciones religiosas, éste puede interpretarse también de forma “heterodoxa“, de forma que, sacado de su contexto histórico, podría haber sido condenado por inquisidores más o menos oficiales de “iglesias” cristianas y musulmanas (recordemos a Al Hallah Husay de Persia, ajusticiado hacia el 920 por identificarse con el Amado divino).
Éste es el texto y experiencia clave de Teresa de Lisieux que, por fin, conociendo el amor se conoce a sí mismo, conoce y dice su más íntimo secreto, unida a Cristo, transforma por dentro por su Espíritu, como doctora y sacerdote de la Iglesia, por nombramiento y “ordenación divina”, sobre todas las normas externas de una tierra externa.
Oración sacerdotal: Yo te he glorificado, he coronado la obra que me encomendaste.
En el pasaje anterior, Teresa de Lisieux se identificaba de algún modo con el Espíritu Santo, como Amor dentro de la iglesia. En este nuevo pasaje, en la culminación de su experiencia doctoral y misionera (Ms C) ella asume y recrea la Oración Sacerdotal de Jesús con su palabra a favor de todos los hombres.
Externamente, Teresa cuenta con muy poco: dos “hermanos” misioneros a quienes acompaña en oración, un grupito de novicias a las que anima en su camino de vida religiosa (cf. Ms C, 33v, 321). Sin embargo, internamente, por solidaridad y cuidado cristiano, ella se siente responsable de toda la iglesia, de la humanidad en, como nuevo Cristo, doctor y obispo, elevan al Padre las mismas palabras de Jn 17:
Amado mío, yo no sé cuándo acabará mi destierro… Más de una noche me verá todavía cantar en el destierro tus misericordias. Pero, finalmente, también para mi llegará la última noche y entonces quisiera poder decirte, Dios mío: “Yo te he glorificado en la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. He dado a conocer tu nombre a los que me diste. Tuyos eran y tú me los diste. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido y han creído que tú me has enviado. Te ruego por éstos que tú me diste y que son tuyos”….
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo y que el mundo sepa que tú los has amado como me has amado a mí”. Sí, Señor, esto es lo que yo quisiera repetir contigo [con Jesús] antes de volar a tus brazos. ¿Es tal vez una temeridad? No, no. Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser audaz contigo. Como el Padre del Hijo Pródigo cuando hablaba con su Hijo mayor, tú me dijiste: “Todo lo mío es tuyo” (Lc 15, 31). Por tanto, tus palabras son míos y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre celestial… (Mc C, 34v y 35r, 323-324).
Teresa de Lisieux se identifica con el Cristo sacerdote, descubriendo que Dios mismo le ha hecho sacerdote con Cristo y en Cristo. La historia del sacerdocio de Jesús es ya su historia (la de Teresa), de manea que ella puede proclamar como propias las palabras de Cristo sacerdote. Sin duda, ella se siente en la iglesia católica “externa”, y acepta el ministerio de sus sacerdotes (obispos, cardenales “oficiales”). Pero, estrictamente hablando, ella es ya (por gracia de Dios, sin capelos, birretes, púrpuras ni casullas) Gran Sacerdote de la humanidad entera. Por eso, asume la palabra de Jesús y su Liturgia universal, en amor, ante Dios Padre, llevando en sus manos y en su corazón el sufrimiento y búsqueda de todos los humanos.
Esas palabras de Jn 17, las saben de memoria y las escuchan muchísimos cristianos, pero Teresa de Lisieux las hace suyas y proclama como propias , en la noche de su vida, sin glosa ni comentario, pues las Palabra de Jesús es su palabra, la Vida de Jesús subida, palabra de entusiasmo amante y de amorosa entrega con todos y por todos. Estas son las palabras de la Consagración Sacerdotal (presbiteral, episcopal, cardenalicia y papal de Teresa), como expresión de la vida de la iglesia entera, sin necesidad de consistorio externo.
Teresa no es ya un sacerdote “parcial”, sino Sumo Sacerdote de Jesús, en el centro de la iglesia, siendo por otro lado una pobre enferma en amor, en manos de la Vida de Dios. No desea hacerse sacerdote a mesías, porque es sacerdote pleno, en hondura de amo de amor universal. No se limita a “orar por los sacerdotes“, como pide la tradición carmelitana, sino que ella misma se eleva, en el centro de la iglesia, desde su celda apartada, con la ofrenda de su propia vida hecha amor por todos.
Comentarios desactivados en Francisco de Asís, vestido de Evangelio
En la fiesta del cristiano por excelencia, Francisco, el Poverello de Asís… Siguiendo su ejemplo, se nos invita a despojarnos de todo lo superfluo y revestirnos con la desnudez del Evangelio:
Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís, nació en 1181 (o 1182). Disuadido de sus ideales de gloria caballeresca a raíz de las experiencias decisivas de su encuentro con los leprosos y de la oración ante el crucifijo en la iglesia de San Damián, Francisco abandonó su familia y comenzó una vida evangélica de penitencia. Con los numerosos compañeros que muy pronto se unieron a él, comprendió que estaba llamado a vivir el Evangelio sine glossa, como fraternidad de menores a ejemplo de Jesús y de sus discípulos. Al año siguiente a la aprobación de la Regla y vida de los hermanos menores en 1223 por el papa Honorio III, Francisco recibió los estigmas del Crucificado, sello de la conformidad con su único Señor y Maestro. Cuando murió, en 1226, Francisco era un hombre extenuado por la fatiga y por las enfermedades y, al mismo tiempo, un hombre reconciliado con el sufrimiento, consigo mismo y con toda criatura. Fue canonizado en 1228 y es patrono de Italia y de los ecologistas.
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“Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad…”
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San Francisco de Asís. Cántico de las Criaturas
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Su vida estuvo enteramente caracterizada -hasta el momento de la conversión- por la búsqueda de un modelo que pudiera educar y plasmar su natural propensión al canto.
Lo encontró de repente en el Señor Jesús, en la belleza de su vida narrada por el Evangelio y, en particular, en el luminoso canto nuevo de su muerte en la cruz.
Dejó que la pasión marcara cada uno de sus pasos y afinara de manera progresiva todas las fibras de su persona con la humanidad del Hijo de Dios, que se entregó por completo a sí mismo por nosotros.
Francisco oró así: «Te ruego, oh Señor, que la ardiente y dulce fuerza de tu amor arrebate mi mente de todas las cosas que hay bajo el cielo, para que muera yo de amor por tu amor, como tú te dignaste morir por amor a mi amor» (oración Absorbeat).
Su camino estuvo siempre acompañado por confirmaciones y consuelos. Su predicación y su ministerio tocaron el corazón de las personas y suscitaron decisiones de conversión y de reconciliación.
Su manera de seguir radicalmente al Señor se volvió, cada vez más, casa hospitalaria para otros muchos hermanos y hermanas, que encontraron en su itinerario personal una modalidad radical y actual de interpretar y vivir el Evangelio de la nueva estación histórica que avanzaba. Sin embargo, en el tiempo del monte Alverna, parece apagarse el canto fluente.
En esta estación encuentra Francisco la prueba más terrible: las fatigas originadas por un movimiento que se institucionaliza -que pierde en intensidad evangélica y llega incluso a dudar sobre la posibilidad de que sea integralmente practicable su estilo de vida- repercuten en su misma fe.
La pregunta sobre la verdad de sus intuiciones más profundas y la duda sobre el origen divino de su proyecto de vida resuenan en un silencio opresor en el que Dios no parece hablarle ya, a pesar de haberlo buscado con tanta tenacidad.
Francisco experimenta el abandono de Dios y se retira de los hermanos para no mostrar su semblante, que ha perdido la serenidad habitual. El canto nuevo, por consiguiente, no le fue dado en un momento de paz y consolación, sino en un momento en el que -como dice el salmista- «fallan los cimientos» (Sal 11,3) y todas las seguridades parecen hundidas
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C. M. Martini – R. Cantalamessa, La cruz como raíz de la perfecta alegría,
Verbo Divino, Estella 2002, pp. 15-16).
Comentarios desactivados en Teresa de Lisieux: La gran desdibujada.
Como la Fiesta de esta santa inclusiva será mañana domingo, la recordamos hoy y nos acercamos a ella con este post del blog de Amigos de Thomas Merton:
“El gran regalo que se me dio ese octubre en el orden de la gracia fue el descubrimiento de que la Florecita era realmente una santa, y no una santa muda como una muñeca en las imaginaciones de muchas ancianas sentimentales. No sólo era santa, sino una gran santa, una de las mayores: ¡Tremenda! Le debo toda clase de disculpas y reparación por haber ignorado su grandeza durante tanto tiempo.”
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Thomas Merton. Autobiografía.
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“Teresa de Lisieux viene a decirles a sus contemporáneos, a su siglo y al nuestro, que el Dios de Jesucristo no tiene nada que ver con un ave de presa; que Dios ama apasionadamente al hombre; que amarle no es ponerse en manos de alguien que nos posee como un amo; que no es, en primer término, despreciar nuestra vida de hombres, sino estimularla, como Él mismo la estima. Teresa coincide con la gran tradición hebrea de la ternura de Dios para con el hombre –al revés de los dioses griegos, impasibles e indiferentes-, un Dios que se alía a los hombres. ¿No se designa en la Biblia el amor que Dios profesa al hombre con el plural rahamin, entrañas? Esa emoción que le hace a uno estremecerse en lo más profundo de su ser es un amor vulnerable, un amor de ternura.
Al mismo tiempo, descubre en el hombre el gusto por responder a Dios, por responderle con pasión. Si Dios es ese Dios compañero de los caminos del hombre, si es un Dios vulnerable, entonces es un auténtico compañero que desea el amor del hombre. ¿No es evidente que ese mensaje de la experiencia de un combate con Dios, en emulación de un amor cada vez más profundo entre un Dios y un hombre que no odian su existencia recíproca, que están desarmados el uno frente al otro, que con una libertad recíproca se dan, digamos, la existencia el uno al otro, no es evidente que esta experiencia coincide con lo que agita al presente el fondo de la humanidad, el deseo de ver liberada la creatividad última del hombre?
…Era inaguantable el Dios preconizado por tantos cristianos. La vida de Teresa es un grito de rebeldía contra ese supuesto Dios propietario y captador que se representaba; contra ese Dios aristócrata que solo se interesaba por quienes son santos desde la infancia o poseen un psiquismo equilibrado que les permite alcanzar una alta perfección moral. Teresa, que conoció la noche de la neurosis y se reconoció hermana de los criminales y pecadores; Teresa responde a la voz de Dios que llama a las gentes de las calles y las plazas y a todo el mundo –a todos nosotros- a los (discapacitados), a los angustiados, a los desafortunados, a los desamparados, a los desesperados…
¿Ha muerto hoy el ‘Dios potentado’? Me temo que no. Hoy se sigue presentando al Dios de Jesucristo como un amo siempre suspicaz, dispuesto en todo momento a condenar. ¿No leemos todavía con frecuencia que si nuestro mundo se encuentra tan bajo y tan cerca de la catástrofe se debe a su castigo por haberse separado de Dios? ¡Siniestra mancha del rostro joven y gozoso del Dios de Jesucristo!..¿Seguirán ciertos escribas muertos de miedo –al contrario de aquella muchacha, de un valor insobornable- haciéndola morir y apartando al pueblo cristiano del agua viva y del fuego devorador que es la vida de Teresa?”
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Jean FranÇois Six. La verdadera infancia de Teresa de Jesús. Neurosis y santidad.
Herder 1982.
Comentarios desactivados en La epifanía de Dios en nuestra pobreza.
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Dios no es un «problema» y nosotros, que vivimos la vida contemplativa, hemos aprendido por experiencia que nadie puede conocer a Dios mientras esté intentando resolver «el problema de Dios». Tratar de resolver el problema de Dios es tratar de verse los ojos. Uno no puede verse los ojos porque son aquello con lo que ve, y Dios es la luz por la que vemos —por la que vemos, no un «objeto» claramente definido llamado Dios, sino todo lo demás en el Único invisible—.
Dios es entonces Aquel que ve y la Visión, pero Él no es visto en la tierra. En el cielo, Él es Aquel que ve, la Visión y el Visto. Dios se busca a Sí mismo en nosotros, y la aridez y aflicción de nuestro corazón es la aflicción de Dios que no es conocido en nosotros, que no puede encontrarse a Sí mismo en nosotros, porque no nos atrevemos a creer o confiar en la increíble verdad de que El puede vivir en nosotros, y puede morar en nuestro ser porque lo elige, porque lo prefiere.
En efecto, existimos solo para esto, para ser el lugar que El ha elegido para Su presencia, Su manifestación en el mundo, Su epifanía. Pero nosotros oscurecemos todo esto y lo hacemos vergonzoso porque no lo creemos, porque nos negamos a creerlo. No es que odiemos a Dios, sino mas bien que nos odiamos a nosotros mismos y hemos perdido la esperanza en nosotros mismos.
Si empezáramos a reconocer, humilde pero verdaderamente, el verdadero valor de nuestro yo, veríamos que este valor es el signo de Dios en nuestro ser, la firma de Dios sobre nuestro ser. Por suerte, el amor del prójimo se nos da como el camino para comprender esto, pues el amor de nuestro hermano, de nuestra hermana, de la persona amada, de nuestra esposa, de nuestro hijo, esta ahí para que veamos con la claridad de Dios mismo que somos buenos. Es el amor de quien me ama, de mis hermanos o de mi hijo, lo que ve a Dios en ml, lo que hace a Dios creíble para mi mismo en mi. Y es mi amor a la persona que amo, a mi hijo, a mi hermano, lo que me permite mostrarles que Dios esta en ellos. El amor es la epifanía de Dios en nuestra pobreza“.
Comentarios desactivados en “Cuando el Amor está en mí, soy uno con el amor” (Rumí)
Del blog de Amigos de Thomas Merton:
“El amor del que hablamos, el que buscamos, cuya voz resuena en la parte más recóndita de nuestro ser, no es un un objeto que puede ser adquirido, una recompensa a nuestros logros, ni un adorno para nuestro espíritu. No es algo que está allí afuera llamándonos y ni siquiera algo aquí adentro que responde. No es una cosa. Es una persona, una realidad que debemos recibir en nuestras vidas, abrazarla y convertirnos en ella.
Recibir el Amor en nuestras vidas es convertirnos en uno con el Amor, es decir, convertirnos en uno con Dios y en Dios ejercitar la unidad del Amor.
Cuando nos hacemos uno con el Amor, amamos como Dios ama, todo lo que Dios ama, a todos aquellos a quienes Dios ama. Amamos a quienes amamos con el mismo Amor con el que Dios ama.
No hay otro Amor, ni grados de amor. Sólo hay un Amor en el que nos hemos convertido, que se ha convertido en nosotros“.
Comentarios desactivados en Bendito seas, por tantas personas buenas.
Madre Teresa visita a Dorothy Day
Bendito seas
por tantas personas buenas
que viven y caminan con nosotros
haciéndote presente cada día
con rostro amigo de padre y madre.
Bendito seas
por quienes nos aman sinceramente,
nos ofrecen gratis, lo que tienen
y nos abren las puertas de su amistad,
sin juzgarnos ni pedirnos cambiar.
Bendito seas
por las personas que contagian simpatía
y siembran esperanza y serenidad
aún en los momentos de crisis y amargura
que nos asaltan a lo largo de la vida.
Bendito seas
por quienes creen en un mundo nuevo
aquí, ahora, en este tiempo y tierra,
y lo sueñan y no se avergüenzan de ello
y lo empujan para que todos lo vean.
Bendito seas
por quienes aman, y lo manifiestan,
y no calculan su entrega a los demás;
y por quienes infunden ganas de vivir
y comparten hasta lo que necesitan.
Bendito seas
por las personas que destilan gozo y paz
y nos hacen pensar y caminar;
y por las que se entregan y consumen
por hacer felices a los demás.
Bendito seas
por las personas que han sufrido y sufren
y creen que la violencia no abre horizontes;
y por quienes tratan de superar la amargura
y no se instalan en las metas conseguidas.
Bendito seas
por quienes hoy se hacen cargo de nosotros
y cargan con nuestros fracasos
y se encargan de que no sucumbamos
en medio de esta crisis y sus ramalazos.
Bendito seas
por tantos y tantos buenos samaritanos
que detienen el viaje de sus negocios
y se paran a nuestro lado a curarnos,
y nos tratan como ciudadanos y hasta hermanos.
Bendito seas
por la buena gente, creyente y no creyente,
que recorre nuestra tierra entregándose
y sirviendo a quienes tienen necesidades;
ellos son los nuevos santos que te hacen presente.
Bendito seas
por haber venido a nuestro encuentro
y habernos hecho hijos e hijas queridas.
Hoy podemos contar, contigo y con tantos hermanos,
a pesar de nuestra torpeza y heridas.
Comentarios desactivados en ¿Cómo Amarte y hablar de ti sin nombrarte, sin estar tú, mi amado?
Del blog De Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
Es como un árbol frondoso en el verano, que no tenga hojas
Unos niños que en los columpios juegan, y no sean felices como niños.
¡Amarte y hablar de ti sin nombrarte!
¡Es…! Leerte sin lectura Vivirte y negar lo ya vivido Servirte sin ser tu servidor Oírte sin ser escucha
Hablarte sin ser cuerdas de tu guitarra nueva
Memoria de saber que no es memoria lo tenido por sabido
Entendimiento, de algo comprender lo incomprendido de lo vivido
Habiendo estado con el guitarrero
Y Verte así!…
¡Amarte y hablar de ti sin nombrarte!
¡Amarte sin amarte!
Vibrar sin ser cuerdas del alma.
Al verte y no mirarte
Y Estando en tu presencia
Querer estar en total ausencia.
Amor de la guitarra del guitarrero
Humilde aprendiz de lo divino-
Que Tú, con tus dedos
de poesía,
elevas la cuerda con el cubo del agua fresca del pozo blanco.
Y este pozo esté seco
En el jardín del jardinero.
No hay amor más grande y delicia
Que dejarse alcanzar por las flechas del amor
¡Amarte y hablar de ti sin nombrarte!
Estando tú
Sin nombrarte
Estando con el amado
Dejándose amarse
Sin preguntar nada
Amor que hiere de amor, sin heridas que desangran
Sin marcas, ni cicatrices.
¿Cómo es posible, escribir de ti, sin Amarte, sin conocerte? Amarte y hablar de ti sin nombrarte!…
Comentarios desactivados en ¡Jesús, solo sabes amar al hombre locamente, y en tu locura quisieras que te comprendiera y viera tu
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
¡Vendimos el corazón a los dos príncipes de las tinieblas!
Si aprendes a fiarte de Jesús Y sigues a su corazón Él no te defrauda
Ni en las heladas madrugadas de tus inviernos
Ni en los abrasadores calores de tus amores…
¡¡Déjate guiarte por lo que sientes!!
¡Y no te sientes, dejándolo que pase…! Qué igual que lo dejas pasar Ya no sabrás si volverá…
Sigue su llamada, es una llamita
Al principio es todo trabajoso
Hasta que tu confianza se derrita con Él.
Y poco a poco te confías en ello
Y la llamita se va haciendo llama
¡Y la Confianza ya se ha hecho llama viva, tuya!
¡Tú ya te has hecho llama!
Te vas dejando quemar, poco a poco…
Y así empiezas a vivir con las intuiciones de su Espíritu.
Te sigues fiando un poco más-
hasta que quedas ya herido por tu enamorado
Y vives la vida del enamorado.
Ya no viviendo tu vida,
Amando solo a tu amor, para ser los dos uno.
Todo es camino recto, el suyo es
atajo que no cansa
Eres el Señor de tus emociones y pensamientos
¡Todo lo que haces te sale bien!
Vives en llama permanente que no quema
Oración que no cesa
Luz que alumbra, sin deslumbrar
Mirada alargada que no confunde
¡Y la vida, es sueño,
No, “Ya no es sueño“!
Eres Centinela que no duerme,
no descansa ni se cansa.
Y en su no cansancio ya no sueña-
que es un sueño.
Su vida dejó de ser sueño enamorado,
para ser vida, y vida para ser amada, vivida con el amado.
Y al enamorado, al fiarse de su corazón-
se funde con su libertad, memoria, entendimiento, y entrega toda su Voluntad a su amada.
Volando tan alto, tan alto, que le da alcance.
Empezando a vivir ya con su corazón,
que ya ha sido tocado y trastocado, siendo ya alcanzado.
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