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Las manos sucias y el corazón limpio. Domingo 22. Ciclo B.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6873Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después de cinco domingos leyendo el evangelio de Juan, volvemos al de Marcos, base de este ciclo B. Durante un mes nos ha ocupado el tema de comer el pan de vida. Este domingo el problema no será comer el pan, sino comer con las manos sucias. Una pregunta malintencionada de los fariseos y de los doctores de la ley (los escribas) provoca: a) la respuesta airada de Jesús; b) una enseñanza algo misteriosa a la gente; c) la explicación posterior a los discípulos. El texto de la liturgia ha suprimido algunos versículos, empobreciendo la acusación de Jesús, y uniendo lo que dice a la gente con la explicación a los discípulos.

Evangelio de Marcos 7,1-8.14-15.21-23

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén, se acercaron a Jesús, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

-¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores, y comen el pan con manos impuras?

-Él les contestó:

-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos». Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

-Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.

Antes de dar la palabra a los fariseos y escribas es interesante recordar lo que cuenta Marcos inmediatamente antes. Después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús ha cruzado a la región de Genesaret, recorriendo pueblos, aldeas y campos, acogido con enorme entusiasmo por gente sencilla, que busca y encuentra en él la curación de sus enfermedades.

La intervención de los fariseos y escribas

De repente, el idilio se rompe con la llegada desde Jerusalén de fariseos (seglares superpiadosos) y de algunos escribas (doctores de la ley de Moisés). No todos los escribas pertenecían al grupo fariseo, pero sí algunos de ellos, como aquí se advierte. Para ellos, lo importante es cumplir la voluntad de Dios, observando no solo los mandamientos, sino también las normas más pequeñas transmitidas por sus mayores. Lo esencial no es la misericordia, sino el cumplimiento estricto de lo que siempre se ha hecho.

Con esta mentalidad, cuando se acercan al lugar donde está Jesús, advierten, escandalizados, que algunos de los discípulos están comiendo con las manos sucias. El lector moderno, instintivamente, se pone de su parte. Le parece lógico, incluso necesario, que una persona se lave las manos antes de comer, y que se lave la vajilla después de usarla. Es cuestión elemental de higiene. Sin embargo, aunque en su origen quizá también fuese cuestión de higiene entre los judíos, los grupos más estrictos terminaron convirtiéndola en una cuestión religiosa. Lo que está en juego es la pureza ritual. Por eso, los fariseos no se quejan de que los discípulos coman con las manos sucias, sino con las manos impuras, saltándose con ello la tradición de los mayores. Aunque el Antiguo Testamento contiene numerosas normas, algunas de carácter higiénico, nunca menciona la obligación de lavarse las manos ni de lavar copas, jarros y bandejas; esto forma parte de «las tradiciones de los mayores», tan sagradas para los fariseos como las costumbres de la madre fundadora o del padre fundador para algunas congregaciones religiosas, o de cualquier minucia litúrgica para algunos ritualistas.

La respuesta airada de Jesús

La reacción de Jesús es durísima. Tras llamarlos hipócritas, les hace tres acusaciones: 1) su corazón está lejos de Dios; 2) enseñan como doctrina divina lo que son preceptos humanos; 3) dejan de observar los mandamientos de Dios para aferrarse a las tradiciones de los hombres.

Estas acusaciones resultan durísimas a cualquier persona, pero especialmente a un fariseo, que desea con todas sus fuerzas estar cerca de Dios, agradarle cumpliendo su voluntad.

El problema, según Jesús, es que el fariseo termina dando a esas tradiciones más importancia que a los mandamientos de Dios. Incluso las utiliza para dejar de hacer lo que Dios quiere y quedarse con la conciencia tranquila. Para demostrarlo, Jesús cita un ejemplo que la liturgia ha suprimido. Dios ordena honrar a los padres, es decir, sustentarlos en caso de necesidad. Imaginemos un fariseo con suficientes bienes materiales. Puede atender a sus padres económicamente. Pero su comunidad le dice que esos bienes los declare qorbán, consagrados al Señor. A partir de ese momento, no puede emplearlos en beneficio de sus padres, pero sí de su grupo. «Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición. Y de ésas hacéis otras muchas».

Un lector critico podría acusar a Marcos de tratar un tema tan complejo de forma ligera y demagógica. Conociendo a los fariseos de aquel tiempo (bastante parecidos a los de ahora), la reacción de Jesús es comprensible y su acusación justificada. Sobre todo, para los primeros cristianos, que sufrían los continuos ataques de estos que presumían de religiosos.

Enseñanza a la gente

Como los fariseos y escribas no responden, aquí podría haber terminado todo. Sin embargo, Jesús aprovecha la ocasión para enseñar algo a la gente a propósito de la pureza e impureza:«Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace al hombre impuro

La explicación a los discípulos

No sabemos si Jesús se quedó contento de esta breve enseñanza. Lo que es seguro es que la gente no la entendió, y los discípulos tampoco. Por eso, cuando llegan a la casa (nuevo detalle suprimido por la liturgia), le preguntan qué ha querido decir. Y él responde que lo que entra por la boca no llega al corazón, sino al vientre, y termina en el retrete. Entra y sale sin contaminar a la persona. Lo que la contamina no es lo que entra en el vientre, sino lo que sale del corazón. Para aclararlo, enumera trece realidades que brotan del corazón.

Esta enseñanza de que el peligro no viene de fuera, sino de dentro, resultará a algunos muy discutible. ¿No vienen de fuera la pornografía, la droga, las invitaciones a la violencia terrorista? ¿No nos influyen de forma perniciosa el cine, la televisión, la literatura? Lo anterior es cierto. Pero Jesús no entra en estas cuestiones, se refiere al caso concreto de los alimentos. Por otra parte, su enseñanza tiene un valor más general y desvelan nuestra comodidad e hipocresía. El mal no viene de fuera, sale de dentro. Y con el mismo criterio debe enjuiciar cada uno de nosotros su realidad. Nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos. No echemos la culpa a los demás.

Una frase capital suprimida en la liturgia

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Comentando que lo que entra por la boca no contamina, añade Marcos: «con esto declaraba puros todos los alimentos». Es algo revolucionario, porque la legislación del Levítico y del Deuteronomio enumera una serie de animales que no se pueden comer por ser impuros. Y todas las religiones obligan a observar una serie de normas dietéticas. En cambio, los cristianos podemos comer carne de cerdo, de liebre, de avestruz, gambas (camarones), cigalas, langostinos y cualquier alimento que nos apetezca, según nuestra costumbre y nuestra economía.

Primera lectura: Deuteronomio 4,1-2.6-8)

La importancia que concede Jesús a la ley de Dios frente a las tradiciones humanas ha animado a elegir este texto del Deuteronomio como paralelo al evangelio. Pienso que los responsables de la elección no han caído en la cuenta de un problema. Moisés ordena: «No añadiréis ni suprimiréis nada de las prescripciones que os doy». Y Jesús añadió y suprimió. Por ejemplo, a propósito de los alimentos puros e impuros, como acabo de indicar; tanto el Levítico como el Deuteronomio contienen una extensa lista de animales impuros, que no se pueden comer (Lv 11; Dt 14,3-21). Esta primera lectura no debe interpretarse como una aceptación radical y absoluta de la ley mosaica, porque Jesús se encargó de interpretarla y modificarla.

Habló Moisés al pueblo diciendo:

-Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.

No añadáis nada a lo que yo os mando ni suprimáis nada; observaréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán: «Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación» Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos? Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?

2ª lectura: Santiago 1,17-18.21-27)

Los cristianos tenemos el mismo peligro que los fariseos de engañarnos, dando más valor a cosas menos importantes. El final de esta breve lectura ofrece un ejemplo muy interesante. ¿En qué consiste la religión verdadera, la que agrada a Dios? ¿En oír misa diaria, rezar el rosario, hacer media hora de lectura espiritual? Eso es bueno. Pero lo más importante es preocuparse por las personas más necesitadas; el autor, siguiendo una antigua tradición, las simboliza en los huérfanos y las viudas. Cuando recordamos la parábola del Juicio Final («porque tuve hambre…») se advierte que el autor de esta carta piensa igual que Jesús.

Mis queridos hermanos:

Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del Padre de las luces, en el cual no hay alteración ni sombra de mutación.

Por propia iniciativa nos engendró con la palabra de la verdad, para que seamos como una primicia de sus criaturas.

Acoged con docilidad esa palabra, que ha sido injertada en vosotros y es capaz de salvar vuestras vidas. Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos.

La religiosidad auténtica a intachable a los ojos de Dios Padres es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo.

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 01 de septiembre de 2024

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de las gentes.”

(Mc 7, 1-23)

Lo que critica y pone de manifiesto Jesús en este fragmento del evangelio es el drama de todos los tiempos en toda religión. ¿Qué viene de Dios y qué son inventos humanos?

En nombre de Dios todas la religiones han hecho (¡y hacen!) verdaderas barbaridades. ¿Por qué? Porque convertimos el estrecho punto de vista humano en voluntad de Dios. Es lo que nos relata el Génesis muy al principio (Gn 3, 1-20). La persona humana desea arrebatarle el puesto a Dios.

¿Pecado?

Dios al crearnos nos ofrece ser UNO con él. El pecado de la humanidad es no conformarse con ser “igual a Dios” y querer ser Dios en exclusiva.

Y ese pecado marca toda la historia humana y cada historia personal. Ese pecado es el que nos lleva a la violencia de la división.

Los fariseos del tiempo de Jesús eran los oficialmente buenos, los que cumplían con las tradiciones y preceptos. Pero, claro, si ellos al “cumplir” eran los buenos, a la fuerza todos los demás quedaban convertidos en “malos”.

Todo aquello que nos lleva a ocupar lugares exclusivos hunde sus raíces en el mal. Cualquier cosa que nos lleve a creer que somos mejores que las demás personas es un poderoso engaño.

Si queremos ser imagen de Dios tenemos que buscar todo aquello que armoniza y une. Todo aquello que dentro de nuestra Iglesia Católica divide y excluye es contrario a Dios Trinidad que es pura relación en la diversidad.

Todos aquellos dogmas, preceptos, cánones o normas que dividen entre buenos y malos son hechura humana. Dios no nos ha creado enfrentados ni para el enfrentamiento. Nos ha creado diversos y para la armonía.

Entonces, ¿no valen los preceptos y las normas? Solo valen si te llevan a amar más a quienes son más diferentes a ti.

La puerta del Reino de los Cielos no se abre a patadas, ni con violencia. Tampoco se abre gracias a los méritos acumulados, ni está cerrada para quienes nos caen mal. La única llave que abre el Reino es el Amor.

El amor sale de dentro, del corazón, y al salir nos cura de “los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad”.

Oremos

Trinidad Santa, no nos dejes caer en la tentación de creernos mejores que las demás. Haz crecer en nosotras el amor que sana, que cura. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ninguna norma puede ser inmutable porque siempre es construcción humana.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6876DOMINGO 22º (B)

Mc 7,1-23

Concluido el capítulo 6º de Juan, retomamos el evangelio de Marcos. Después de la multiplicación de los panes, Jesús se encuentra en los alrededores del lago de Genesaret, en la parte más alejada de Jerusalén, donde eran mucho menos estrictos a la hora de vigilar el cumplimiento de las normas de pureza. Debemos dejar claro que no se trata de una trasgresión esporádica de los discípulos de Jesús, sino de un acostumbre aceptada por él. El problema lo suscitan los fariseos, llegados de Jerusalén, que venían precisamente a inspeccionar.

El texto contrapone la práctica de los discípulos con la enseñanza de los letrados y fariseos. Jesús se pone de parte de los discípulos, pero va mucho más lejos y nos advierte de que toda norma religiosa, escrita o no, tiene siempre un valor relativo porque es una propuesta de los hombres, por muy de acuerdo que esté con la salud humana. Cuando dice que nada que entra de fuera puede hacer al hombre impuro, está dejando muy claro que la voluntad de Dios no viene de fuera; solo se puede descubrir en el interior y está más allá de toda Ley.

La Ley y la tradición como norma, pero sin darle el valor absoluto que le daban los fariseos. Hoy sabemos que Dios no ha dado directamente ninguna norma. Dios no tiene una voluntad que pueda comunicarnos por medio del lenguaje, porque no tiene nada que decir ni nada que dar. La Escritura es una experiencia personal sancionada por la aceptación de un pueblo. Las experiencias del Éxodo las vivió el pueblo en el s. XIII a. de C., pero se pusieron por escrito a partir del VII. Los evangelios se escribieron 50 años después de morir Jesús.

Las normas que podemos meter en conceptos son preceptos humanos; no pueden tener valor absoluto. Un precepto, que fue adecuado para una época, puede perder su sentido en otra. Ningún mandamiento o norma pueden venir de Dios directamente. Esta es la razón por la que las normas morales tienen que estar cambiando siempre, porque el hombre va conociendo mejor su propio ser y la realidad en la que vive. El número de realidades que nos afectan está creciendo cada día. Las normas antiguas pueden no servir para resolver situaciones nuevas.

En todas las religiones las normas se dan en nombre de Dios. Esto tiene consecuencias desastrosas si se entienden literalmente. Todas las leyes son humanas. Cuando esas normas surgen de una experiencia auténtica y profunda de lo que debe ser un ser humano y nos ayudan a conseguir nuestra plenitud, podemos llamarlas divinas. La voluntad de Dios no es más que nuestro propio ser en cuanto perfeccionable. Eso que debo llegar a ser, y aun no soy, es la voluntad de Dios. Dios es un ser simple que no tiene partes. Todo lo que tiene lo es, todo lo que hace lo es. No existe nada fuera de Él y nada puede darnos que no sea Él.

El precepto de lavarse las manos antes de comer, no era más que una norma elemental de higiene, para que las enfermedades infecciosas no hicieran estragos entre aquella población que vivía en contacto con la tierra y los animales y además lo comía todo con las manos. Si la prohibición no se hacía en nombre de Dios, nadie hubiera hecho caso. Esto no deja de tener sentido. Si comer carne de cerdo producía la triquinosis, y por lo tanto la muerte, Dios no podía querer que comieras esa carne, y además si lo comías, te castigaba con la muerte.

Lo que critica Jesús, no es la Ley sino la interpretación que hacían de ella. En nombre de esa Ley, oprimían a la gente y le imponían verdaderas torturas con la promesa o la amenaza de que solo así, Dios estaría de su parte. Para ellos todas las normas tenían la misma importancia, porque su único valor era que estaban dadas por Dios. Esto es lo que Jesús no puede aceptar. Toda norma, tanto al ser formulada como al ser cumplida, tiene como fin el bien del hombre. No podemos poner por delante a Dios, porque a Dios nada podemos darle.

Las normas de la religión son normas en las que se recoge lo mejor de la experiencia humana, que buscan el bien del hombre. Los diez mandamientos intentan posibilitar la convivencia de una serie de tribus dispersas y con muy poca capacidad de hacer grupo. En aquella época, cada país, cada grupo, cada familia tenía su dios. Para hacer un pueblo unido, era imprescindible un dios único. De ahí los mandamientos de la primera tabla. Todos los de la segunda tabla van encaminados a hacer posible una convivencia, sin destruirse unos a otros.

La segunda enseñanza es consecuencia de esta: No hay una esfera sagrada en la que Dios se mueve, y otra profana de la que Dios está ausente. En la realidad creada no existe nada impuro ni nada que haya que purificar. Tampoco tiene sentido la distinción entre hombre puro y hombre impuro, a partir de situaciones ajenas a su voluntad. Por eso la pureza nunca puede ser consecuencia de prácticas rituales ni sacramentales. La única impureza que existe la pone el hombre cuando busca su propio interés a costa de los demás.

Las tradiciones son la riqueza de un pueblo. Hay que valorarlas y respetarlas. La tradición es la cristalización de las experiencias ancestrales de los que nos han precedido. Sin esa experiencia acumulada, ninguno de nosotros hubiéramos alcanzado el nivel de humanidad que tenemos. Sin embargo no podemos dar valor absoluto a ese bagaje, porque lo convertiremos en un lastre que nos impide avanzar hacia mayor humanidad. Es lo que han hecho todas las religiones al hacer de las normas mitos. En el instante en que nos impida ser más humanos, debemos abandonarla. “Dejáis a un lado la voluntad de Dios por aferraros a las tradiciones humanas”.

Todo el que dé leyes inmutables en nombre de Dios, os está engañando. La voluntad de Dios, o la encuentras dentro de ti, o no la encontrarás nunca. Lo que Dios quiere de ti, está inscrito en tu mismo ser, y en él tienes que descubrirla. Es muy difícil entrar dentro de uno mismo y descubrir las exigencias de mi verdadero ser. Por eso hacemos muy bien en aprovechar la experiencia de otros seres humanos que se distinguieron por su vivencia y nos han trasmitido lo que descubrieron. Gracias a esos pioneros del Espíritu, la humanidad va avanzando.

Todo lo que nos enseñó Jesús, fue manifestación de su ser más profundo. “Todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer”. Esa experiencia original hizo que muchas normas de su religión se tambaleasen. La Ley hay que cumplirla porque me lleva a la plenitud humana. Para los fariseos, el precepto hay que cumplirlo por ser precepto, no porque ayude a ser humano. En la medida que hoy seguimos en esta postura “farisaica”, nos apartamos del evangelio. Hemos hecho de las enseñanzas de Jesús otro mito inmutable. Así nos va. Dios no se mete a solucionarnos las cosas de este mundo. Somos nosotros los que debemos solucionarlas.

El obrar sigue al ser, decían los escolásticos. Lo que haya dentro de ti es lo que se manifestará en tus obras. Es lo que sale de dentro lo que determina la calidad de una persona. Yo diría: lo que hay dentro de ti, aunque no salga, porque lo que sale puede ser una pura programación. Lo que comas te puede sentar bien o hacerte daño, pero no afecta a tu actitud vital. La trampa está en aceptar las propuestas de Jesús como una programación externa y confiar más en la práctica de esas normas que en la actitud interna.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús y la religión.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6877Mc 7, 1-8, 14-15, 21-23

«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí»

Llama la atención la respuesta violenta de Jesús a una pregunta en principio inocua, pero la explicación es muy sencilla: ni los fariseos, ni los letrados ni Jesús están hablando de higiene ni de preceptos, sino del propio concepto de religión. Tampoco se trata de una discusión rabínica, erudita e intranscendente sobre religión, sino que estamos en el núcleo mismo del permanente enfrentamiento de Jesús con los santos y los sabios de Israel.

El texto de Marcos nos plantea dos formas opuestas de entender la religión: la que pone la “Ley de Dios” por encima de las personas, y la de Jesús, centrada en las personas… Como decía Ruiz de Galarreta: “El texto de hoy nos está planteando la oposición entre la religión de Jesús y la que mató a Jesús”. Esta dicotomía en la forma de entender la religión se ha dado en todas las épocas y culturas de la historia, y por ello la religión ha dado lugar a lo mejor y a lo peor de la humanidad.

En el caso de los judíos, los escribas y los fariseos defendían una religión que había producido una sociedad de desiguales; de gente predilecta de Dios que recibía toda serie de dones, como riqueza, larga vida o amplia descendencia, y gente rechazada por Él (la mayoría), a quienes enviaba todo tipo de desgracias, como pobreza o enfermedad. Si alguien era ciego, cojo o leproso, lo era como castigo por sus pecados, añadiendo así el vilipendio a su desdicha… Y todo ello en nombre de Dios…

Algunos especialistas se inclinan a pensar que lo de Jesús no rompe con lo anterior, sino que es su culminación, pero Jesús se ve a sí mismo como vino nuevo que rompe los odres viejos, y de ahí su permanente enfrentamiento con las autoridades religiosas que desemboca en la cruz. Y es que, o eran ellas (las autoridades) las que prevalecían, o toda su doctrina y su forma de vida se iban al traste.

Pero como se muestra en los tres primeros capítulos de Marcos, Jesús no rehúye el enfrentamiento, sino que parece interesado en provocarlo para resaltar la novedad de su propuesta. En este sentido, es significativo el episodio del hombre de la mano paralizada (Mc 3,1), pues había sido manco desde su nacimiento y no había ninguna urgencia de curarle en sábado y en una sinagoga abarrotada de gente. Lo prudente hubiese sido esperar a la puesta del sol para evitar problemas, pero Jesús sí tenía una urgencia: la urgencia de recalcar que las personas están por encima de la Ley; que lo que Abbá espera de nosotros es el amor entre hermanos y no el cumplimiento indiscriminado de Sus leyes; unas leyes hechas para servir de guía a las personas.

«El sábado se ha hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado», había dicho; y esa máxima podía aplicarse a toda la Ley. Los fariseos no podían admitir esa libertad de Jesús para interpretar la Ley, y Marcos añade que a la salida se concertaron con los herodianos para matarle. Los fariseos despreciaban a los herodianos y no se trataban con ellos, pero era tal el odio que habían acumulado contra aquel hombre que estaba trastocándolo todo, que estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de perderle.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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No añadáis nada a lo que os mando.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6880(Escena de Sperme sacré, documental de Ori Gruder)

DOMINGO XXII T.O.

(Mc 7, 1-8, 14-15.21-23)

Jesús defiende a los discípulos frente a la proliferación de preceptos humanos (tradiciones) que los fariseos y letrados añaden a la Ley. Jesús hace una interpretación más profunda y espiritual de la Ley, las tradiciones y la religión.

Las lecturas hablan de la grandeza y sabiduría de los mandatos del Señor frente a las tradiciones fariseas. Presentan la ley divina como palabra injertada en nuestro corazón (conciencia), que si la cumplimos nos salva, humaniza y libera. Si la aceptamos de corazón nos transforma y compromete. El que oye y aplica o pone en práctica la Palabra es como el que edifica sobre roca, sobre seguro. No teme la intemperie. La Palabra es nuestra luz y fortaleza. Nuestra inteligencia y Sabiduría. Transforma nuestra vida. Como la semilla. Como la levadura. Nos hace hombres y mujeres libres. Con la libertad de los hijos de Dios. Creados creadores, por amor y para amar y así completar, llevar a plenitud, todas nuestras potencialidades. Las que Dios nos da gratuitamente para que las desarrollemos en el servicio a los hermanos.

Y nos previenen de los riesgos que corremos si “Dejáis a un lado el mandamiento y os aferráis a la tradición de los hombres”. ¡Ay de nosotros si no discernimos entre ellas! La consecuencia, expresada por Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos” Y así el culto a Dios está vacío. Porque la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas. La religiosidad auténtica es la que nos humaniza.” Escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis, seáis felices”. La fe y religiosidad o prácticas religiosas son la respuesta humana al Proyecto de Dios para la creación entera.

Hay que diferenciar entre una religiosidad de labios afuera o de dentro, en espíritu y verdad. La religiosidad se puede deformar por concepciones falsas, obsoletas, infantilismos o miedos. Necesitamos revisar nuestras prácticas religiosas para ajustarlas al nuevo paradigma de fe y religión actualizadas. Religiosidad madura y adulta versus religiosidad supersticiosa e infantil. Acrítica. La actitud religiosa como don del Espíritu se expresa en el testimonio de vida y el compromiso compartido, comunitario. Culto y vida tienen que estar integrados. Religiosidad, liberación, transformación y realización personal plena son su manifestación. La actitud religiosa como estilo de vida. Las lecturas de hoy insisten en que practicar la palabra de Dios es la religión verdadera. Porque la vida religiosa del creyente lleva al compromiso: honradez (honestidad) con Dios y solidaridad con los necesitados. Testimonio comprometido con los pobres materiales y espirituales.

Ley y las tradiciones, ambas vienen de fuera, por tanto, son periféricas al hombre, superficiales. No le hacen ni puro ni impuro, ni justo ni injusto. Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Es la conciencia, la interioridad, la sala de máquinas donde se trabaja la honestidad, bondad y el compromiso como su expresión y culmen. Ahí, en la conciencia, dentro, en la interioridad está Dios, su Palabra, su misterio. En la conciencia es donde está incrustada la ley divina. Por eso la conciencia es la ley suprema. Es nuestra inteligencia y Sabiduría. La Palabra interiorizada es luz y fuerza. Es la huella de Dios. Por eso “No añadir nada a lo que os mando” Es suficiente. Porque es Palabra de vida eterna. Dichoso el que la escucha y pone en práctica.

 

Mª África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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La palabra y el corazón, la imagen y la realidad.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_7060Domingo XXII del Tiempo Ordinario

01 septiembre 2024

Mc 7, 1-8.14-15.21-23

En un libro reciente (“Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío”), el biólogo y neurocientífico Robert Sapolsky afirma que, frente a la idea generalizada de que creer en un dios es esencial para la moralidad, “la creencia o no en el libre albedrío no tiene ningún efecto consistente sobre el comportamiento ético… Todo es más complejo” (p.331). Y ante la pregunta sobre por qué en todas las encuestas aparece que las personas religiosas manifiestan tener unos estándares éticos más elevados, escribe algo que estaría en línea con la denuncia de Jesús: una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Lo que tales estudios demoscópicos demuestran es que “las personas religiosas se preocupan más por dar una buena impresión que los ateos” (p.338). Porque en esos grupos, de manera particular, se ha asumido la importancia de “mantener una buena reputación moral”, que busca, en realidad, “ser socialmente deseable”.

Todo lo humano es, efectivamente, más complejo de lo que parece a primera vista. Como acertadamente denuncia Jesús, el culto puede estar vacío y la doctrina puede no ser sino un conjunto de preceptos humanos, llegando al extremo de buscar mantener, por encima de todo, “la tradición”.

Frente a debates estériles y a formulismos vacíos, Jesús remite al “corazón”, es decir, al centro de la persona, a ese lugar de honestidad, integridad, amor y respeto que, pese a todo, sigue habitando en todo ser humano.

Solo ese lugar nos centra, nos sostiene, nos fortalece y nos moviliza para entregarnos a los demás. Es, a la vez y sin dicotomías, un lugar de humildad y de dignidad, de paz y de acción, de serenidad y de coraje, de aceptación y de compromiso.

Frente a tanta crispación -de un lado y de otro-, a tanto exabrupto y, sobre todo, a tanta injusticia estructural, necesitamos encontrar con urgencia ese lugar -el “corazón”, la “casa” compartida- donde nos sabemos uno, pasando así de una errónea y funesta consciencia de separatividad a la consciencia de unidad.


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Un presente que no tiene pasado, carece de futuro. .

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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amerindia-congresoDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

01.- Escucha Israel

Las dos lecturas de hoy nos hablan de una actitud clásica y valiosa en el pensamiento bíblico: Escucha Israel.

Se refiere a escuchar la voz de Dios, la voz de la ultimidad, la voz de la conciencia

El ser humano es quien en la historia presta atención, escucha, la voz de la vida, de la propia conciencia, de la solidaridad, de los que sufren. Algo de todo eso es la voz de Dios. Escucha y atiende a razones.

Escuchar no es meramente oír, sino que la escucha es prestar atención a la vida, a los demás, a la conciencia, a Dios. El oído es un órgano físico, la escucha es una actitud personal.

        Como consecuencia de nuestro modernismo, fruto de la Ilustración (siglo XVIII) y de nuestra fe en el progreso hoy en día despreciamos el pasado. No tenemos raíces. Lo de ayer, lo antiguo es malo, lo mismo da que sea un ordenador, un coche, un pensamiento o una persona, si es vieja, mal asunto.

Pensamos que con nosotros, hoy, ha amanecido el bienestar, la verdad, la razón del universo.

Pero no es así.

La humanidad ha pensado y vivido desde hace miles de años.

Es una actitud sensata escuchar la voz que se nos ha transmitido, la voz de la experiencia, la voz de los pueblos, de la filosofía, de la cultura, la voz de la conciencia, la palabra de Dios.

Hace unas pocas semanas una chica fue madre joven. Al preguntarle si era un niño o niña la madre decía: no,  ha nacido y cuando sea mayor decidirá su género.

¿No será conveniente acudir  y escuchar los conceptos que en la historia se ha vertido sobre el individuo, sobre lo que es persona, sobre la corporeidad y el espíritu del ser humano, sobre quién dice, decide y con qué criterios la identidad de un ser humano?).

        Por ejemplo: el profeta Isaías, Platón, S Tomás, Kant, K Rahner y tantos otros han pensado mucho y bien antes que nosotros.

El ser humano es quien en la historia presta atención, escucha, atiende la voz de la vida, de los que han pensado y piensan, la voz de los pobres y de los que sufren, la voz de la solidaridad, y algo de todo eso es la voz de Dios.

Quizás también nosotros pudiéramos decirnos a nosotros mismos: escucha y atiende a razones de la vida, de la historia y de Dios.

Decía el profesor jesuita René Latourelle (1918-2017) que: un presente que no tiene pasado, carece de futuro.

Escucha, Israel. Escuchemos lo que se dicho en la historia.

02.- La moralidad cristiana no consiste en el mero cumplimiento mecánico de la ley

Jesús nos remite a nuestra interioridad, a nuestro corazón. Un corazón y una mente limpios son el motor de una buena moral. Donde se ventila la personalidad humana es en el interior, no en la exterioridad.

        El Señor Jesús dio importancia a jugar limpio en la vida: bienaventurados los limpios de corazón.

El bien y el mal no surgen de la mera confrontación matemática de un comportamiento con determinada ley eclesiástica o civil. El bien y el mal surgen de la intencionalidad del corazón humano.

No todo lo legal es moralmente bueno, ni todo lo ilegal es moralmente malo.

+ El sistema económico vigente en nuestra civilización es legal pero profundamente inmoral

+ Puede que la pena de muerte sea legal (al menos en determinados países y estados), pero es profundamente inmoral.

+ Recoger a los migrantes en el Mediterráneo es ilegal, pero profundamente moral y bueno. (Posiblemente el barco Aita-Mari se salte muchas leyes marítimas y políticas, pero lleva a cabo una labor muy humanitaria).

Desde JesuCristo y desde el humanismo es bueno o malo lo que sale del interior del ser humano, del corazón. La bondad y la maldad radican en la intencionalidad del corazón. El mero cumplimiento de la ley, el quedar bien, una moral de mínimos canónicos, todo eso es una búsqueda ansiosa de seguridad.

Del hecho de que una persona cumpliera con todas las normas y preceptos del Código de Derecho Canónico y de la liturgia no se concluiría que fuese cristiano.

03.- Jesús fue un ilegal.

Jesús -hombre libre y liberador- no tiene ningún reparo en saltarse todas las leyes habidas y por haber en aras de salvar una vida, una persona. De hecho Jesús transgredió muchas normas y muchas leyes de la cultura-religión en la que nació y vivió:

Respecto de la sangre: la hemorroisa se acerca a Jesús, (hemo: sangre / reo: fluir: perdía sangre, y a los judíos no les  estaba permitido tocar sangre). El buen samaritano recoge al malherido en el camino

+      ¿A cuántos leprosos se acercó Jesús, los tocó y sanó? (Los leprosos eran seres marginados que no podían acercarse a la convivencia de la vida normal).

+      Jesús se acerca a ese mundo difícil de la epilepsia y enfermedades psíquicas. ¿Cuántos demonios echó Jesús y a cuántas personas rehabilitó?, (Los endemoniados vivían igualmente a las afueras, en los cementerios, etc.

+      Jesús se salta igualmente las prescripciones sobre la impureza de la muerte (Jesús está cerca de los que mueren a su alrededor: la hija de Jairo, Lázaro, etc.).

+      La mujer era menospreciada y postergada. Jesús no puso verjas de hierro para hablar con la samaritana (Jn 4), y es acusado de comer con toda clase de mujeres y pecadores, de tratar con samaritanos y paganos, extranjeros.

La moralidad, como la persona, no están en la ley, sino en el corazón. Lo que salva es el evangelio, no el Derecho Canónico.

04.- La moral del derecho canónico

La moral católica ha quedado reducida a unas rebajas legalistas. Es bueno o malo lo que se hace conforme a Derecho.

A muchos católicos les gustaría y les parecería bien, incluso sería signo de progresismo, que el papa y la Iglesia suprimieran la obligación de ir a Misa, permitiera los anticonceptivos, admitiera el divorcio y tres o cuatro cosas más, con lo cual seríamos el “no va más” de modernidad moral. Todo eso es tan estúpido como que una persona con infarto se sienta feliz porque el médico le ha dado permiso para fumar.

En el fondo todos se mueven en la misma longitud de onda de los judaizantes y el legalismo: entre lo permitido y lo prohibido. Sin embargo el corazón y el pensamiento van por otros derroteros: por los derroteros del corazón humano,  de la confianza, la gracia y la libertad.

La ley pretende asegurar la salvación sin lograrlo, la ley mata. La confianza, la gracia crea personas libres, la gracia, la bondad, salvan.

05.- Vivir desde la bondad.

        Jesús nos llama a vivir desde la bondad que brota del interior del corazón del ser humano, desde la honradez, etc. Nos llama a jugar limpio en la vida: bienaventurados los limpios de corazón…

En la vida social, política, eclesiástica vivimos manejando criterios de ideología, de poder, de competencia, de economía, a veces de amiguismos, etc., pero no vivimos desde la bondad.

Quizás nosotros mismos no apreciamos mucho la bondad. A la hora de elegir y nombrar a un presidente, a un obispo, un superior o superiora no pensamos en si es bondadosa o, como solemos decir familiarmente, si es “buena gente”. Nos interesa más si es de mi manera de pensar, de mi ideología, si sabe mandar (poder).

Sin embargo cuánto bien hacen una persona bondadosa: un cura bondadoso, un maestro paciente, un médico comprensivo, un obispo misericordioso…

Cultivar la bondad en nuestro interior nos ayuda a vivir en paz, con la  conciencia tranquila, en una alegría profunda aun en medio de las dificultades y de las incomprensiones. La bondad no es debilidad, sino fuerza, capaz de renunciar a la venganza»

La bondad hace bien al que la tiene y a quienes la reciben

06.- Ama y haz lo que quieras. vivir desde la bondad: ser buena gente.

Ama y haz lo que quieras decía San Agustín. Podríamos darle la vuelta a este principio y aplicarnos a nuestra vida: Ama y lo que quieras, hazlo, y no tengas miedo.

 

 

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“No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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Jesus_2684141570_17184843_660x371Comentario al evangelio del domingo XXII del Tiempo Ordinario 1-09-2024

Jesús discute con los fariseos porque están apegados a preceptos que son tradiciones humanas, no preceptos divinos.

También en estos tiempos Jesús nos podría llamar a nosotros “hipócritas”, cada vez que anteponemos el culto a la vida, los preceptos al amor, las normas a las condiciones reales de la existencia

No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios. Es el amor, vivido y practicado con todo el corazón lo que nos permite la comunión con nuestro Dios

Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir, no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: ¿por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? El les dijo: Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres”. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres.

Llamó otra vez a la gente y les dijo: óiganme todos y entiendan. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre. (Mc 7, 1-8.14-15.21-23)

Las semanas pasadas veníamos con los textos de Juan que se referían de diversas maneras al pan de vida, a la Eucaristía. Este domingo volvemos a retomar la lectura del evangelio de Marcos y se nos presenta a Jesús discutiendo con los fariseos. La escena es muy clara. Los fariseos cumplen estrictamente la pureza ritual y critican a los discípulos de Jesús porque no cumplen esos preceptos que, los fariseos, consideran una tradición heredada de sus antepasados. Cabe hacer algunas aclaraciones. Al hablar de pureza no se refiere a suciedad o al pecado, o sea con una connotación moral, sino a la pureza ritual, es decir la preparación que debe realizarse para ejercer el culto. En realidad, los que debían practicar dicha pureza eran los sacerdotes porque iban al templo a hacer los sacrificios. No podían contaminarse, por ejemplo, con la sangre, o con tocar un cadáver o con las relaciones sexuales. Recordemos la parábola del buen samaritano que tanto el sacerdote como el levita no se detienen ante el caído en el camino porque van hacia el templo. Haberse detenido para ayudar al hombre asaltado por los ladrones, hubiera sido motivo de impureza, incapacitándolos para el culto. Hemos de recordar también que el agua era escasa, traer un cántaro para hacer los baños rituales no era tan sencillo, es decir, muchas veces las condiciones externas impedían cumplir con la pureza ritual, de ahí, que el énfasis no podía estar en las normas sino en la realidad vital de aquellos pobladores.

Pero este texto, no se refiere a los sacerdotes que estaban obligados a tal pureza ritual, sino a los fariseos que habían incorporado, dichos preceptos, a su vida cotidiana y es con ellos con quienes Jesús discute. La respuesta de Jesús ante la interpelación de los fariseos, en primer lugar, es dura. Les dice: hipócritas. Es la única vez que el evangelio de Marcos utiliza este término contra los fariseos. Lucas lo utiliza 4 veces y Mateo 15 veces.

Al decirles hipócritas se remite a un texto del profeta Isaías que se refiere al culto vacío, lleno de ritos y preceptos y no de una adhesión de corazón al Señor. Y dice explícitamente: estas son tradiciones de hombres no preceptos divinos. Y para que entiendan con más profundidad, continúa afirmando que nada de lo externo puede hacer impura a la persona, sino que es del corazón humano que salen las malas intenciones. Termina el texto, señalando un “catálogo de vicios” o lista de pecados, mostrando aquellas actitudes que en ese contexto se ven como un mal comportamiento de los creyentes.

Este texto no necesita demasiada explicación porque también en estos tiempos Jesús nos podría llamar a nosotros “hipócritas”, cada vez que anteponemos el culto a la vida, los preceptos al amor, las normas a las condiciones reales de la existencia. Y, es que, en estos tiempos, en algunos sectores eclesiásticos se enfatiza en lo ritual, se implementan normas, símbolos, costumbres que nada tienen que ver con el evangelio -por muy valiosas que en algún momento de la historia hayan podido ser ciertas formas- y se pone en el cumplimiento de esas tradiciones la razón de ser de la fe que se profesa.

Nunca los signos externos pueden estar por encima del amor a los semejantes. Además de que cada signo responde a su tiempo y la actualización y adaptación al presente no es algo superfluo sino exigencia para mantener la vitalidad de nuestra fe. No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios. Es el amor, vivido y practicado con todo el corazón lo que nos permite la comunión con nuestro Dios, la vida creyente que fructifica para el bien de la humanidad.

 (Foto tomada de: https://www.tendencias21.es/crist/Jesus-y-el-fariseismo-y-VI-Educacion-de-Jesus_a2187.html)

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Tarde te amé…

Miércoles, 28 de agosto de 2024
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Recordamos hoy, en su fiesta, al converso Agustín de Hipona…

“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”

San Agustín

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“¡Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era,

Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

Que, si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y respiré,

Y suspiro por ti;

Gusté de ti, y siento hambre y sed;

Me tocaste y me abrasé en tu paz.”

*

San Agustín

***

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Alessandro Preziosi como Agustín en el filme Sant Agostinho

No con conciencia dudosa, sino cierta, Señor, te amo yo. Heriste mi corazón con tu palabra y te amé. Mas también el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene he aquí que me dicen de todas partes que te ame; ni cesan de decírselo a todos, a fin de que sean inexcusables.

Sin embargo, tú te compadecerás más altamente de quien te compadecieres y prestarás más tu misericordia con quien fueses misericordioso: de otro modo, el cielo y la tierra cantarían tus alabanzas a sordos.

Y ¿qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantilenas, no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manas ni mieles, no miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios .

*

Confesiones X, 6,8.

 

***

Agustín nació en Tagaste el 13 de noviembre del año 354. Fue educado siguiendo los hábitos cristianos de su madre, Mónica, y, como se reveló enseguida como un ¡oven de prometedoras cualidades, fue encaminado a la carrera de retórica. Ya desde los tiempos de estudio en Cartago estuvo marcado por una incomodidad interior que le llevaría lejos. La primera respuesta a esta sed de totalidad fue una vida mundana tejida por varios vínculos, más o menos límpidos. Ahora bien, la inquietud es también sed y búsqueda de la verdad: se apasiona con la lectura del Ortensio de Cicerón, lee la Sagrada Escritura, pero no se entusiasma con ella y acaba por adherirse al racionalismo y al materialismo de la secta de los maniqueos. Tras haber enseñado en Tagaste y en Cartago, se traslada primero a Roma (383) y después a Milán (384). Aauí su viaje espiritual da un viraje decisivo: conoce y escucha al obispo Ambrosio, revisa sus posiciones sobre la Iglesia católica, vuelve a leer la Sagrada Escritura y, en medio de la lucha entre sus antiguos hábitos de vida y los nuevos impulsos interiores, al final se abre a la luz y a la riqueza de Cristo.

Fue bautizado el año 387 por Ambrosio. Decidido a volver a África, se establece en Tagaste y funda allí su primera comunidad monástica, siguiendo el modelo de la comunidad cristiana de Jerusalén. En el año 391 fue ordenado sacerdote por el obispo Valerio, a quien en el 395 le sucede en la guía de la diócesis de Hipona. Desde entonces se dedicó por completo a la vida de la Iglesia -ministerio de la Palabra, defensa de la fe-, aunque prosigue con la experiencia de vida común con un grupo de hermanos monjes, a los que traslada al episcopio. Escribió más de doscientos libros y casi un millar de documentos, entre sermones y cartas. Murió el 28 de agosto del año 430. Hasta tal punto fue hijo de la Iglesia que se convirtió en padre… y doctor.

En Agustín no vivió un solo hombre: vivió en él la criatura de carne y hueso, de nervios y sangre, con su desarrollo misterioso, múltiple; vivió el escritor, conjuntamente sumo escritor, sumo filósofo, sumo teólogo, y sobre cualquier otra cosa poeta sumo de los afectos y de las verdades; vivió el cristiano y el monje, el sacerdote y el obispo, el santo. Recibió de Dios toaos los clones más altos: una juventud tempestuosa, la palabra creadora, el silencio inenarrable de la oración, la fuerza necesaria para gobernar su ánimo en la navegación ultraterrena y en el aura de lo divino. Experiencia de hijo y de padre, de pecador desbandado y de obispo muy rígido, de escolar y profesor y, por tanto, de maestro de su pueblo y de todo el Occidente; de mundano y de monje, de escritor y de filósofo, de polemista y de amigo, de pensador y de contradictor y orador.

En todos esos pasajes no perdáis nada de su riquísima y potentísima humanidad: todo lo llevó consigo y lo fundió en el ardor y en la luz única de su santidad doloroso y extática. Amó, y de su experiencia de amor surgirá un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano […].

Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría nada: nacía, para él, en los cielos amados sin paz y deseados sin tregua; nacía, para nosotros, en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos.

*

G. de Luca,
Sant’Agostino. Scrítti d’occasione e traduzioni

***

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Bernardo de Claraval: Amo porque amo, amo por amar.

Martes, 20 de agosto de 2024
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Celebramos hoy la fiesta de San Bernardo,  místico del camino  hacia la unión espiritual con Dios, cantor del amor esponsal… Traemos uno de los textos del Oficio de Lectura preparados para hoy… Excelente meditación.

Amo porque amo, amo por amar

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El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la creatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.

Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la creatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.

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De los Sermones de san Bernardo, abad, sobre el Cantar de los Cantares
(Sermón 83, 4-6: Opera omnia, edición cisterciense, 2 [1958], 300-302)

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São Bernardo de Claraval Museo de Dijon - Dijon, Francia

San Bernardo de Claraval
Museo de Dijon – Dijon, Francia

Bernardo, primer abad de Clairvaux (Claraval) y doctor de la Iglesia, nació el año 1090 en el seno de una familia noble de Borgoña. Inflamado por el Espíritu y enardecedor de almas desde su juventud, entró a los 20 años en el monasterio de Cíteaux, conquistando para el ideal monástico a muchos jóvenes nobles.

Tras ser nombrando en 1115 abad de Claraval, convirtió muy pronto su monasterio en un cenáculo de vida espiritual y en un auditorio del Espíritu Santo. Fue llamado por príncipes, obispos y papas, refutó herejías, defendió los derechos de la Iglesia y al papa legítimo. Como doctor de la unión mística con el Verbo y cantor sublime de la Virgen María, es autor de numerosos tratados, cartas y sermones. Murió en 1 153, llorado en Claraval por más de 700 monjes y siendo padre de más de 160 monasterios.

***

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El fin del hombre es el reconocimiento de la verdad, que es Dios, lo que implica el conocimiento de la relación del hombre con Dios, que es una relación de indigencia. Como el obstáculo es el orgullo, el remedio es la humildad; la condición es la gracia, el encuentro con Dios en Cristo. El resultado es la estima del hombre por su dignidad recuperada de imagen de Dios: mientras que la ignorancia de sí y el orgullo disminuyen el valor del hombre, la humildad, reconocimiento de la necesidad de Dios, pero también de la capacidad de Dios que hay en el hombre, revela a éste lo que él mismo es. De este modo, «sale» de él mismo y se eleva, crece, «se extiende» a nuevas dimensiones, las del amor a Dios y al prójimo. El ser humilde se vuelve manso, misericordioso. Así, la fe vivida y, por así decirlo, transformada en humildad, en caridad, hace, según los modos de hablar de nuestro tiempo, salir al «mí mismo» del «yo»: despierta al yo a la libertad del «mí mismo», le hace convertirse en persona en presencia de Dios, en comunión de solidaridad con todos.

En Bernardo está siempre presente este mensaje de gloria, condicionado por su mensaje de humildad, este realismo extremo en la consideración de la miseria del hombre, y esta confianza indefectible en la gloria que está ya en él y no espera más que manifestar sus efectos. La función de la expresión literaria será hacer ver un poco de esta luz oculta que percibe la mirada de la fe. En Bernardo, como también en otros grandes espirituales que fueron escritores, la intensidad de la experiencia explica el carácter ferviente, apasionado de la expresión y, por consiguiente, la parte de exageración que ésta pueda tener: tanto si evoca las profundidades de nuestra bajeza o la sublimidad de las visitas del Verbo, parece ir a veces demasiado lejos, rebasar los límites de lo razonable y, en todo caso, de lo normal y de lo habitual. A decir verdad, se limita simplemente a revelar, a propósito de él mismo, lo que puede ser el caso de todos.

Sus escritos manifiestan un pensamiento a la vez contemplativo y tan comprometido como es posible. Cada uno de ellos empezó siendo un acto bien preciso, pero en cada uno de ellos alcanza Bernardo lo universal. Cuanto más lúcido es un ser sobre sí mismo, más ilumina a los otros sobre ellos mismos.

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J. Leclercq,
Bernardo de Claraval,
Edicep, Valencia 1991, pp. 212-213.

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“Amar”, por Víctor Martell

Sábado, 17 de agosto de 2024
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IMG_3102¿Qué es el Amor? Teólogos, filósofos, poetas, científicos, médicos, gente sofisticada y personas sencillas reconocen al amor como el sentimiento más importante de la especie humana. Todos hemos tratado de definirlo. Se pudiera afirmar que existen tantas definiciones de amor como amantes hay en el mundo. Se ha dicho del amor que es omnipotente, omnisciente, omnipresente, todopoderoso y eterno. Incluso para los religiosos, Dios es amor.

La palabra amor proviene del latín amor, amōris. Se emparenta, de este modo, con el verbo latino amāre, del que derivará nuestro verbo amar. La más remota raíz de la palabra amor procede del indoeuropeo am -, que significa ‘madre’, y que también vendría a ser la raíz de palabras como amigo o amistad. De ahí también las palabras amorío, amoroso, desamorado, enamorado, amigo y su antónimo enemigo, amante, etc. La palabra latina se relaciona con una raíz indoeuropea amma – (voz infantil para llamar a la madre), presente también en el verbo latino amare (amar, dar caricias de madre en origen).

Los antiguos griegos empleaban cuatro palabras distintas para definir lo que hoy día conocemos por el término “amor”, estas eran: eros, ágape, philia y storge. Cada una de ellas tiene un sentido más profundo que el que le damos actualmente a una sola palabra. Por un lado, el eros supone el amor pasional, aquel que se deja llevar por el deseo y la atracción. Por otro lado, el amor storge es fraternal, implica la admiración y el cariño recíproco. En cambio, el ágape refiere al amor incondicional, aquel que acepta al otro tal y como es. Mientras que philia es similar a la amistad, supone fraternidad y admiración. Y para finalizar estos datos enciclopédicos, hablaremos de lo que significa para los hebreos, ellos les dan la palabra “Ahavá” que se compone de tres letras hebreas básicas, estas tres letras en realidad se dividen en dos partes: una base o raíz, cada una de dos letras y la primera letra que es un modificador. El significado de la base de las dos letras. “es dar”. La letra “Aleph”. Que precede a estas dos letras, modifica el significado de la palabra base, “dar”. El significado de “ahava”, es “yo doy” y también “amor”. El amor es también dar. El proceso de dar desarrolla la misma conexión entre el que da y el que recibe. No hay mayor entrega que la de dos personas que se quieren. Cada uno le da al otro. Cuanto más se da, mayor es la conexión.

Hasta acá hemos hablado de las distintas formas que le han llamado amor los antiguos y las diferentes religiones; pero hablemos ahora de lo que está ocurriendo acá en Miami, vamos a ser muy explícitos; porque soy un enamorado del amor y no estoy de acuerdo con la forma que se están desarrollando los novios, las parejas y también los esposos, no quiero hablar de géneros sino de parejas enamoradas, no importa color, ni religión.

¿Es acaso correcto que los jóvenes, se conocen, primera vez que se ven y terminan acostándose en un hotel o hasta en el mismo carro?, exponiéndose a toda clase de enfermedades y bajando su autoestima a cero y poniendo en duda que puedan llegar un día a amar. ¿Es que acaso no han amado a su madre, esa que desde que te llevaba en su barriga por nueve meses, ya te cuidaba y lloraba porque nunca había sentido dolores de parto y los aguanto por ti? Y cuando eras un baby ¿Quién te cuidaba? Pero eso no es lo importante ¿Quién te amaba? Y cuando tu padre los abandonó y ni siquiera les daba un dólar, ¿Quién buscaba tu comida? Sabe solo Dios lo que tuvo que sufrir, humillaciones y buscar comida en los lugares que la regalaban. Y ahora tú, que ya ella esta mayor, quizás en un “Home”, no la vas ni a visitar; pero te juro que nunca dirá la verdad, solamente ¡!“Don Víctor, es que está muy ocupado, ya vendrá más tarde y allí quedan sus lágrimas, que de tanto se han convertido en arrugas, lo menos que puedo decirte es:  ¡¡“Desalmado”!!

Vamos ahora a los matrimonios… Te casaste, o te fuiste a vivir con tu novio, alguna vez tuvieron conversaciones racionales y platicaban diariamente, pensaron que el amor se había extinguido y ¿Se preguntaron alguna vez por qué? Lo principal en una pareja es el diálogo y saber que yo, para recibir debo dar el máximo; pero sin poco amor tuvieron hijos y ellos serían los verdaderos sacrificados a vivir en una casa sin amor y atención. Ellos no pidieron venir a este mundo y tú, hombre o mujer, irresponsablemente estuviste de acuerdo en tenerlos. Ahora te convertiste en una madre o padre “sin vocación”, y te sigue importando más el sexo que tus propios hijos o hijas.

Miren todos aquellos que les falta amor, vengan a buscarlo en Dios, porque si “Él”, desde que te concibieron, te ama, -hombres, mujeres, transgéneros y jóvenes- acérquense y yo les aseguro que van a sentir su presencia, cuanto más dolorido estés, más amor te va a proporcionar… Es su amor infinito que estará contigo hasta el día de tu muerte. Abrázate fuerte a “Él” y siempre gozarás de su amor. Ahora no me acuses de religioso, porque no soy cura, ni pastor, ni nada de eso, solamente te habla quien ha sufrido por pecador y por mi grandísima culpa y lo único que me permitió seguir viviendo es el gran “AMOR” que “Él” me ha regalado.

Víctor Martell

Fuente Fe Adulta

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“Activemos el parón veraniego”, por Gabriel María Otalora

Viernes, 16 de agosto de 2024
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IMG_6351De su blog Punto de Encuentro:

No hace tanto que el verano era sinónimo de recogida de la cosecha, más  que tiempo de descanso. Siguiendo el curso escolar (de septiembre a agosto), la estación veraniega resulta propicia para un sano parón y para hacer recuento de nuestra propia cosecha.

Lo mejor de todo es que mientras nosotros descansamos, Dios no descansa en su amor. Dormimos mientras Dios vela por nosotros. Qué paz interior cuando siento estas realidades. El Espíritu no descansa y vela siempre, no solo por mí; lo hace por todos y por todas, grandes y pequeños, buenos y no tan buenos. En vacaciones, Dios sigue de guardia sin desmayar en su amor incondicional. Esta es nuestra fe que azuza al compromiso para ser instrumentos de paz y descanso para otros.

 Estamos en un tiempo propicio para la introspección, acostumbrados como estamos a vivir “hacia fuera”, hiper estimulados más que nunca desde que la tecnología nos acerca a casi todo con un sencillo clic en el móvil. En este sentido, tiempos de descanso como el verano, pueden actuar como un cuchillo: que sirve para cortar el pan o para cortarnos un dedo. Depende de cada cual estimularse todavía más de fuera hacia dentro, o respirar espiritualmente desde un ejercicio de interioridad.

Nuestra cultura propicia la intrafobia o incapacidad -¿miedo?- para dialogar con las capas menos superficiales de nuestro interior, algo necesario para encontrarse con la esencia íntima personal; tememos a nuestras propias reacciones, aunque puedan ser sorprendentemente liberadoras. Miedo a las emociones por no haber practicado la introspección; o pereza por recuperar actitudes de oración, en el caso cristiano. Las causas pueden ser numerosas, lo importante no es detenerse ahí sino repensar la vida desde adentro, día a día, no desde fuera. A pesar de la cultura líquida, se constata una sed cada vez mayor de interioridad ante tanta insatisfacción. Y se vuelve la mirada a la atracción de los valores espirituales, sobre todo el potencial que el amor tiene como fundamento humano esencial.

Está de moda la meditación, bastante más que la oración. Hemos dejado de creer en su valor de relación amorosa, transformadora. Esa sed de autenticidad desde el corazón humano, ha propiciado muchas experiencias que buscan llegar al interior, como ocurre con la oración, donde la vulnerabilidad aceptada se convierta en creatividad; porqué no, si nos aceptamos en el amor que Dios nos tiene para impulsarnos hacia la mística del compromiso.

Leo en el último número de la revista franciscana Arantzazu una reflexión de Orla Hasson, experta en liderazgo, sobre la meditación. Ella nos dice que “una oracioncita de mañana y noche no es suficiente para centrarme en tiempos inciertos”. Y de seguido, recuerda el consejo del neurocientífico Andrew Newberg sobre los beneficios de sentarte a observar y conectar con una imagen de Dios amorosa y generosa. Según él, esta introspección puede reducir los niveles de ansiedad y depresión, así como aumentar niveles de seguridad y amor en las personas.

Más adelante, Hasson confiesa que la contemplación ignaciana “siempre es mi preferida” y propone 12 minutos al día de introspección. Lo importante es escribir, apuntar y “digerir descubrimientos y avances” en nuestras actitudes y conductas.

El problema pues, no es solo que la ciencia no piensa, como dijo Martin Heidegger. Tan peligroso como esa tecnocracia bien visible, es la superficialidad engañosa que nos convierte en adolescentes perpetuos.

Feliz agosto a todos y todas.

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Maximiliano María Kolbe, un corazón donado…

Miércoles, 14 de agosto de 2024
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Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…

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Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.

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En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.

«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.

«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia.  La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores

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(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).

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La fábula

Sábado, 6 de julio de 2024
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Georges Rouault, Jesús con sus discípulos

         Afortunadamente, hay una ‘fábula’ que es siempre verdadera, y lo sigue siendo cada día. Una ‘fábula’ vivida por alguien o por algo que, en general, no tiene nombre ni vistosidad, y se propone al libro de la vida desde su escondite lleno de sol. A veces es descubierta y contada por periódicos y libros, aunque es más frecuente que siga siendo desconocida por la publicidad, atareada en temas que no son en absoluto fabulosos.

        La encuentran, como una gracia, los que buscan la luz: o bien porque tienen la mirada iluminada o bien porque sienten la desesperación del vacío. La ‘fábula’ cotidiana confirma en la paz a los primeros y lleva a la paz a los segundos. Es la maravilla que Dios mantiene en la tierra, donde son muchos los que trabajan para que sea cada vez menos maravillosa, aunque su maravilla acaba por imponerse siempre, sin escenarios ni estrépito, en la naturaleza y entre los hombres.

        La llamamos ‘fábula’ de manera inapropiada, dado que es verdadera, aunque le conviene este nombre porque no parece verdadera, por lo mucho que se ha vuelto excepcional y obsoleta, cuando debía ser casi normal por el hecho de que todo hombre está llamado a ser y a obrar, y por el hecho de que está difundida por todas partes en la naturaleza. La ‘fábula’ se llama don, amor, unidad. Se cuenta en las casas de los pobres que se sienten seńores y en las casas de los ricos que comparten lo que tienen. Se encuentra en el asfalto, donde, junto con los ‘viajeros luctuosos’, va un peregrino de humanísima libertad; y se encuentra también en la estancia donde sonríe la enfermedad como sobreabundancia de vida. Se lee en el vuelo de las mariposas, en el canto del mirlo, en las conchas de las playas, en el juego de luces de un abetal de montańa. Verla y sentirla, tan difundida en su escondite, hace pensar que el ‘invierno’ de la vida diaria no es, de verdad, la estación dominante.

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G. Agresti,

Fresas sobre el asfalto, 

Milán 1987, pp. 165-166

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Amor

Jueves, 4 de julio de 2024
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Del blog Nova Bella:

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El amor tiene fácil la entrada y difícil la salida.

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Lope de Vega

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Imagino

Martes, 28 de mayo de 2024
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Del blog Nova Bella:

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Estoy acostumbrada a desprenderme de las cosas que imagino haber amado.

*

Emily Dickinson

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Amaos

Lunes, 6 de mayo de 2024
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(El abrazo, de Juan Genovés, Congreso de los Diputados)

AMAOS

Amaos
como yo os he amado y amo;
éste es mi deseo más íntimo
y mi único mandato;
es mi testamento y evangelio
porque quiero que seáis mis amigos
y hermanos con los que comparto todo,
y no siervos, pedigüeños y esclavos.

Amaos,
y os sentiréis vivos,
y vuestro gozo se desbordará a raudales,
y os pondréis en camino sin miedo,
y daréis un fruto duradero,
y la tristeza quedará desterrada de vuestras entrañas,
y compartiréis mi alegría con todos,
y viviréis con plenitud día a día.

Amaos:
alzad la vista,
otead el horizonte,
fijaos en los detalles,
descubrid vuestros tesoros,
penetrad el misterio,
ved los signos nuevos,
¡miraos a los ojos!

Amaos:
respetad vuestras diferencias,
gozad vuestras riquezas,
abrid vuestro corazón,
daos;
no os retengáis,
no os adueñéis,
no os esclavicéis.

Amaos:
sed arco iris de color y vida,
de diversidad y unidad
de paz y compromiso,
de pluralidad y respeto,
de luz y solidaridad,
de esperanza y liberación,
de buenas noticias y liberación.

¡Amaos como yo os he amado y amo!
¡Y gozaros!

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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El amor consiste en esto: actividades de una Universidad Popular por Gaza

Lunes, 6 de mayo de 2024
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IMG_4577La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Lily (ellos/él/ella), estudiante de doctorado en una gran universidad pública del Medio Oeste, donde investigan instituciones internacionales y estudios queer. Tienen experiencia en organización interreligiosa y educación en justicia social, y les apasiona facilitar el diálogo sobre cómo los jóvenes de fe pueden participar en movimientos por la paz y la justicia social.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el VI Domingo de Pascua  se pueden encontrar aquí.

Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros
y tu alegría sea completa.
Este es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os amo.
Nadie tiene mayor amor que este,
dar la vida por los amigos
…Esto os mando: que os améis unos a otros”.
— Juan 15:9-17

En la lectura de hoy del Evangelio de Juan, Jesús nos da un mandato claro: amar al otro como él nos ama a nosotros. Como adulto converso a la fe católica, continuamente me sorprende el papel central que desempeña el amor en el impulso de la labor de paz y justicia de la Iglesia. Si uno realmente acepta esta enseñanza, debe transformar radicalmente la forma en que uno ve el mundo y el valor absoluto que debemos otorgar a la humanidad de los demás, especialmente cuando nosotros, la comunidad LGBTQ+, respondemos a los acontecimientos mundiales.

Si todos, absolutamente todos, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso significa que debemos y debemos esforzarnos en dar, todos y cada uno de los seres humanos merecemos el nivel de cuidado que profesamos darle a Dios. Este es especialmente el caso de amar a los más marginados por sistemas de opresión que se cruzan, lo cual es desafiante, central para nuestra fe y, a menudo, desgarrador. Nos pide que vivamos en solidaridad con quienes enfrentan cantidades impensables de violencia sistémica e interpersonal.

Estoy escribiendo la reflexión de hoy desde una Universidad Popular de Gaza, como se conoce a muchos campamentos de estudiantes pro palestinos. Me sorprende el inmenso amor que representa este campamento estudiantil que me rodea. No puedo enfatizar lo suficiente lo hermoso que es este pequeño pueblo de tiendas de campaña, una comunidad alternativa de intercambio y generosidad donde siempre hay comida, naloxona, pruebas de COVID, productos para la menstruación y materiales de arte gratis. También hay una biblioteca de la liberación y, todos los días, la gente imparte clases diarias sobre cuestiones de justicia social. Los miembros de la comunidad verifican constantemente las necesidades de los demás. Esta pequeña ciudad de tiendas de campaña se está convirtiendo en una comunidad de amor encarnada, una donde todos son bienvenidos.

Aquí hay más personas queer de las que he conocido en todo mi tiempo en esta ciudad, y tengo algunas suposiciones sobre por qué. Por un lado, la lucha por la liberación queer está fundamentalmente entrelazada con la lucha por una Palestina libre. Resistir y desafiar los sistemas de opresión y discriminación es el núcleo de ambos movimientos. La liberación queer lucha contra la heteronormatividad, la homofobia y la transfobia, mientras que la lucha por una Palestina libre se centra en resistir la ocupación, el colonialismo y la opresión nacional. La liberación de un grupo no debe producirse a expensas de otro, y la liberación de ambos no puede producirse sin poner fin al militarismo global, una causa común por la libertad, la paz, la igualdad y la justicia.

Además, siempre ha habido y sigue habiendo gente queer en Palestina. En Queering the Map, una plataforma comunitaria, encontrará numerosas publicaciones de palestinos queer de los últimos meses. Allí cuentan sus historias para dejar evidencia de su existencia antes de que posiblemente sean asesinados por el ejército israelí. Nadie puede contar las historias de los palestinos queer mejor que ellos, por eso quiero compartir con ustedes algunas publicaciones que encontré en la plataforma:

“Siempre te he imaginado a ti y a mí sentados al sol, tomados de la mano, libres al fin. Hablamos de todos los lugares a los que iríamos si pudiéramos. Sin embargo, ya no estás. Si hubiera sabido que las bombas que caían sobre nosotros te alejarían de mí, con mucho gusto le habría dicho al mundo que te adoraba más que a nada. Lamento haber sido un cobarde.”⁠

“Me gustaría poder ver contigo la puesta de sol sobre el mar de Gaza. Por una noche desearía que esta ocupación ya no existiera y que pudiéramos ser libres por una vez en nuestra propia tierra”.

“Estar fuera no significa nada para mí. Deseo ver Haifa. Deseo ver el pueblo que mis padres tuvieron que dejar. Deseo ver a mi hermano que fue asesinado. Deseo ser libre, pero mi libertad va más allá de estar fuera: es ser palestino, ante todo. Dios tenga piedad de mi hermano y mis hermanos palestinos”.

“Por favor, sepan que, a pesar de lo que dicen los medios, hay palestinos homosexuales. Estamos aquí, somos Queer. Palestina libre.”

Montamos nuestras tiendas de campaña sobre césped, nos guiamos unos a otros en canciones y nos cruzamos de brazos para proteger a nuestra comunidad musulmana durante sus momentos de oración, cuando es común que se produzcan arrestos. Nuestro amor por nuestros hermanos asesinados en Gaza nos trae aquí. En solidaridad con ellos, montamos esta pequeña ciudad de tiendas de campaña y exigimos a nuestra universidad que se deshaga del genocidio en curso. Recordamos a los médicos martirizados por su atención, a las familias enteras borradas de la tierra y a los trabajadores humanitarios asesinados sirviendo a los pobres. Elegimos el amor mutuo por encima de todo, inspirados por estas personas en Gaza, incluidos los palestinos queer, que también eligen el amor.

Queridos amigos, el llamado de Jesús a amarnos unos a otros como él nos ama y a prestar atención a este llamado en nuestras acciones es claro. Ver este amor en acción puede cambiar radicalmente tu vida, una verdad que la gente queer conoce desde siempre. Visita una zona liberada en un campus universitario cercano a ti. El amor es la razón por la que muchos de nosotros nos presentamos a la causa de la liberación palestina, y espero que respondan al llamado de Jesús ayudando a poner fin al genocidio en Gaza. Como ha dicho el Papa Francisco: “Basta, por favor. Digamos todos: ¡Basta, por favor! Detengan la guerra.” Dudo que sea fácil elegir continuamente el amor por el pueblo de Gaza, especialmente en el clima político actual, pero debemos hacerlo, especialmente si luchamos por la liberación queer.

—Lirio, 5 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Permaneced en mi amor

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Piensa también con los pies

Piensa también
con los pies
sobre el camino
cansado
por tantos pies caminantes.

Piensa también, sobre todo,
con el corazón
abierto
a todos los corazones
que laten igual que el tuyo,
como hermanos,
peregrinos,
heridos también de vida,
heridos quizá de muerte.

Piensa vital, conviviente
conflictivamente hermano,
tiernamente compañero.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras
1994

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros; permaneced en mi amor. Pero sólo permaneceréis en mi amor si cumplís mis mandamientos,; lo mismo que yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo, y vuestro gozo sea completo.

Mi mandamiento es éste: Amaos los unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor: Desde ahoras os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre.

No me elegísteis vosotros a m; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundate y duradero. Así, el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Lo que yo os mando es esto: que os améis los unos a los otros.

*

Juan 15,9-17

***

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***

El cristiano es una persona a la que Dios ha confiado a los otros; hemos sido confiados los unos a los otros y somos responsables los unos de los otros. La responsabilidad empieza en el momento en que nos mostramos capaces de responder a una necesidad con toda nuestra inteligencia, con todo nuestro ser: nuestra vida, nuestro corazón, nuestra voluntad, nuestro cuerpo, nuestro compromiso de cristianos debe ir mucho más allá de un piadoso propósito de oración y de intercesión: debe ser un compromiso en el que nuestro mismo cuerpo esté plenamente implicado, tanto en la vida –porque a veces es un problema arduo vivir en el nombre de Dios- como en la muerte. Y si no es posible hacer ninguna otra cosa por el que sufre, siempre podremos interponernos entre la víctima y el verdugo.

Conocí a un hombre que vivió durante treinta y seis años en un campo de concentración y que un día, con una profunda luz en los ojos, me contaba: «¿Te das cuenta de lo bueno que ha sido Dios conmigo? Me cogió cuando era sólo un ¡oven sacerdote y me puso primero en la cárcel y después en un campo de concentración durante más de la mitad de mi vida. Así pude ser ministro suyo allí donde era necesaria la presencia de uno de ellos». Poquísimos de nosotros somos capaces, no digo de obrar, sino ni siquiera de pensar en estos términos. Sin embargo, ésa es la actitud de una persona que es presencia divina allí donde se requiere esta presencia: y no se trata, ciertamente, de gestos de poder. La única cosa que este cristiano poseía era la convicción de una vida entregada por completo a Dios y ofrecida, a través de Dios, a los otros hombres. Eso es lo que nos enseña una inmensa nube de testigos a lo largo de toda la historia de la Iglesia.

*

A. Bloom,
Vivir en la Iglesia,
Magnano 1990, pp. 75s.

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“Del miedo al amor”. 6º Pascua – B (Juan 15,9-17)

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4369No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.

Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.

Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.

Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.

La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.

Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.

Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud».

José Antonio Pagola

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