“Alianza Evangélica Española: entre la transfobia y la ignorancia”, por Carlos Osma
De su blog Homoprotestantes:
La Alianza Evangélica Española (AEE) ha enviado al Ministerio de Igualdad un documento con unas supuestas propuestas para tener en cuenta en la próxima elaboración, por parte de dicho ministerio, de una ley que pretende garantizar la igualdad plena y efectiva de las personas trans. Lo primero que tenemos que decir de dicho documento es que hay que encasillarlo en el mundo de las ideas de la AEE, ya que no conocemos ninguna iniciativa real y palpable de dicha entidad en relación con la atención o la defensa de los derechos de las personas trans. Para que se entienda lo que estoy diciendo, el poderoso lobby fundamentalista dentro del movimiento evangélico en España, pero insignificante a su pesar en la sociedad española, me refiero claro a la AEE, es como el cuñado que nunca ha puesto un tornillo en su vida, pero que cuando tú estás intentando poner uno, te da clases magistrales de cómo tienes que hacerlo.
En el comunicado la AEE se presenta como una entidad que ha luchado contra la discriminación desde 1877. Puede ser cierto, pero me parece a mí que ha luchado más bien contra la discriminación de las personas evangélicas en un país de mayoría católica, y ni siquiera de todas, únicamente de las que son de su cuerda. Y seguro que lo han hecho lo mejor que han podido con las dificultades que seguro les han puesto, pero creo que por falta de inteligencia y de visión han sido incapaces de darse cuenta de lo que muchos otros colectivos sí han aprendido: que contra la discriminación hay que trabajar juntas. Que las personas no somos unidimensionales, que no solo formamos parte de una minoría religiosa, que también somos LGTBIQ, mujeres, desempleados, inmigrantes, etc. Y que la consecución de un derecho en cualquiera de esos colectivos, es también un avance para el resto, y lo que es más importante, para la sociedad en general. Que la Iglesia Católica tenga un concordato con el Estado, que supone un claro privilegio respecto del resto de confesiones religiosas, es algo que no solo afecta a los evangélicos, judíos, musulmanes… también lo hace a las personas LGTBIQ. Que una persona trans no tenga los mismos derechos en la práctica que una persona cisgénero, también afecta a los evangélicos. Y no solo porque hay personas trans evangélicas, o que los evangélicos también tenemos hijos, padres, hermanas, amigas trans, sino porque independientemente de que no formemos parte de un colectivo discriminado, no podemos aceptar en silencio las injusticias.
Las supuestas correcciones de la AEE al documento del Ministerio pasan por decir que existe un documento, el DSM-5, que incluye en su clasificación la disforia de género. Se le olvida a la AEE que también existe un documento que dice que un pueblo puede exterminar a otro cuando lo conquiste, se llama Biblia: “El Señor, tu Dios, pondrá en tus manos estas naciones, y tú las derrotarás y las consagrarás al exterminio. No pactes ni tengas piedad” (Dt 7,2). Pero debemos poner siempre en contexto estos textos de terror, tanto los del DSM-5 como el del Deuteronomio. La otra corrección de la AEE es aclarar que debe haber un error en los datos del Ministerio de Igualdad, que dicen que el 42% de las personas trans han sido discriminadas en el acceso a un puesto de trabajo, cuando la Unión Europea tiene un documento que lo cifra en el 11%. Vemos aquí de nuevo, lo de siempre, el legalismo: ¿qué dice un texto y qué dice otro?, como si la verdad de la discriminación de las personas trans fuera un dato. Eso solo lo hace la gente que se mueve en el mundo de la teoría, de las ideas. Pero lo más preocupante, es que esta aclaración puede ser leída como una muestra de que las personas trans no son tan discriminadas como dicen. Es verdaderamente lamentable, muestra de una enorme capacidad de retórica acompañada de una infinita falta de empatía y conexión con la realidad. ¿Hay alguien en este país que crea que las personas trans no sufren discriminación en el entorno laboral?
A partir de aquí parecen desaparecer las propuestas del documento (si lo que hemos comentado anteriormente se puede entender como una propuesta, claro), y se pide que las personas trans que “decidan recuperar la congruencia con su sexo biológico” puedan recibir libremente tratamiento profesional. ¿De verdad que la AEE va a defender las terapias llamadas reparativas? ¿De verdad que en su ofuscamiento por aferrarse a que el plan de dios en la Biblia es la persona cis y heterosexual está dispuesta a pasar por encima de la vida del resto de seres humanos? ¿De verdad que su literalismo y fundamentalismo lo tienen que pagar las personas LGTBIQ? No sería mejor que recordasen que “la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2 Cor 3,6). Y lo que es más importante, ¿no sería mejor que si no conocen la realidad trans, porque la niegan y la expulsan de sus comunidades, se informasen? Da un poco de vergüenza ajena leer en un comunicado de una entidad evangélica dirigido al Ministerio de Igualdad, que se confunda la transexualidad con la homosexualidad. La razón que esgrimen para oponerse a que un niño o niña trans pueda rectificar el género en el registro, es que según unos estudios: “la investigación indica que un porcentaje de los menores en su proceso madurativo siente alguna atracción por el mismo sexo… al llegar a la madurez la mayoría de estos menores tiene atracción por el sexo contrario”. La ignorancia es atrevida, y la ignorancia de las ideas, esa que no tiene contacto con la realidad de la que quiere hablar, es patética.
¿Por qué un niño o una niña cis puede ver reconocido legalmente su sexo sentido y un niño o niña trans no? ¿Por qué hay que esperar a qué los segundos se aclaren mientras para los primeros es normal que lo tenga claro? La inmensa mayoría de menores se identifican como niños o niñas a muy temprana edad, solo la presión social hace que esa identificación sea más o menos problemática. Además, y no voy a entrar ahora en algo que ni siquiera se ha planteado la AEE, hay menores que no se identifican con ninguna de esas dos posibilidades, y otros que lo pueden hacer con ambas… ¿De verdad que la manera natural con la que un niño, niña, niñe, (o cualquier otra etiqueta) se percibe a sí misma, tiene que ser limitado legalmente? Cualquier persona, sin necesidad de haber leído un estudio de uno u otro color, pero que ha convivido con un menor o adulto trans, sabe que, como las personas cis, se sienten respetadas si son tratadas con el sexo con el que se identifican. ¿Quién es la AEE para meterse en la vida de un niño y decirle que tiene que esperar a la edad adulta para ver reconocida su identidad? ¿Es un castigo? ¿Una pena por no haber sido fiel al género?
La forma en la que la AEE percibe a las mujeres al final de sus “recomendaciones” es tan machista y paternalista que me cuesta entender por qué ninguna de las mujeres que forman parte de la AEE ha hecho una queja o ha pedido una rectificación. Resumiendo su última recomendación (yo no veo recomendación por ningún lado): que “un hombre inscrito en el registro civil como una mujer” (una definición muy desafortunada de una mujer trans, la verdad) vea reconocido legalmente su sexo sentido puede crear problemas de convivencia, ya que le permite tener acceso a espacios reservados para mujeres. Tengo que informarles a los hombres que han escrito este último párrafo, que los mayores problemas de convivencia se crean cuando mujeres trans tienen que convivir obligatoriamente en espacios de hombres cisgénero. Y los problemas no los crean estas mujeres trans, sino los hombres cis que las ridiculizan, las insultan, las maltratan, las violan o las asesinan.
Para acabar me gustaría decir a la AEE, que en vez de encerrarse en sus verdades y negarse a repensarlas, la próxima vez que quiera hacer un comunicado sobre un tema que desconoce, que se informe con personas que se han arremangado para trabajarlo. Lo demás es hacer el ridículo, y dejar en ridículo al resto de evangélicos que quedan como ignorantes y fundamentalistas ante la opinión pública. Y aunque sea un imposible, les pediría un poco de valentía y que abriesen en su seno un espacio de reflexión realmente plural donde también puedan ser escuchadas voces evangélicas que no siguen los divinos dogmas evangélicos españoles de principios del siglo XXI. Personas LGTBIQ evangélicas hay muchísimas, no son legión como las cisgénero heterosexuales, pero pueden aportar tanto o más como ellas a la construcción de iglesias realmente evangélicas. Yo mismo me ofrezco voluntario, aquí tienen mi correo por si nuestro Señor les ilumina algún día: homoprotestantes@gmail.com
Carlos Osma
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