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2018 ¡Canto de acción de gracias!

Lunes, 31 de diciembre de 2018
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imagesRetomamos este artículo de 2015, de Carmen Herrero, Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Estrasburgo (Francia).

ECLESALIA.- 30/12/15.- El final el año es un tiempo importante para la acción de gracias, para agradecer a Dios, nuestro Padre, por todo cuanto hemos recibido, ya que todo don procede de Él. La gratitud a Dios y a los hermanos es la nobleza más profunda del ser humano. Quien no es agradecido, es como si una parte de su existencia quedase muerta, sin vida. Por algo, la palabra “gracias”, es una de las primeras que se nos enseña en nuestra infancia. Del agradecimiento nace la alegría, el júbilo. Quienes son agradecidos, en general, son personas alegres, que viven gozosas; porque la persona agradecida vive desde la sencillez y reconoce los dones recibidos; y también reconocen los valores de los hermanos, de los cuales se alegra y los hace propios.

¡Tenemos tanto que agradecer a Dios! Al finalizar el año, pararnos un momento es esencial; una necesidad interior para, desde el silencio orante, hacer memoria de los dones, gracias y bendiciones recibidas. Y por todo ello queremos simplemente decir: ¡Gracias, Padre! San Pablo insiste en sus cartas que seamos agradecidos. “Sed agradecidos” (Col. 3,15). “Dad gracias en todo momento” (1 Tesalonicenses 5,18). Y Jesús, da gracias al Padre constantemente: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado” (Jn 11, 41).

Nosotros, creatura amadas de Dios, queremos dar gracias por el don de la vida, el don del bautismo, el cual nos confiere la gracia de ser hijos de Dios, miembros de una misma Iglesia y hermanos en Cristo, más aún hermanos de todos.

Gracias por el don de la fe, sin la cual la vida carece de sentido; porque todo es diferente cuando se vive desde la fe. A la fe se une la esperanza y el amor, los tres “pilares” que dan consistencia, seguridad y estabilidad a nuestra vida cristiana, a nuestra vida humana y espiritual. Cuando alguno de estos “pilares” falta, nuestra vida se tambalea y se desestabiliza, porque le falta el verdadero cimiento que es la vida teologal. Gracias sean dadas al Espíritu Santo que en el bautismo nos infunde estas tres virtudes teologales.

Gracias sean dadas al Creador, porque todos los humanos somos iguales, seres creados por amor y para el amor. Esta realidad es la que debe de unirnos y ayudarnos a crear la fraternidad universal; por encima de las diferentes profesiones de fe y modos de vida. Gracias sean dadas a Creador por tantos hombres y mujeres que luchan y dan su vida para que la fraternidad universal sea una realidad en el aquí y ahora.

Gracias por el don de la familia, la primera escuela y maestra que nos va educando en los valores humanos y cristianos; enseñándonos a caminar en la vida, desde el amor, la responsabilidad, el respeto a los demás, la tolerancia, bondad y la libertad.

Gracias porque por encima de las religiones está el Dios que nos ama, nos salva y nos atrae sin cesar a él y a vivir los valores que él mismo ha inculcado en nuestro corazón: el amor, la misericordia, la compasión.

Gracias por el don de la amistad, por las personas que a lo largo y ancho de nuestro camino, se van entrecruzando en nuestra vida; personas tan distintas, unas de otras, como maravillosas; las cuales nos ayudan a caminar con ilusión renovada y gozo en el corazón. La primera y principal amistad es la de Jesús: “A vosotros os he llamado amigos” (Jn 15,15), Jesús nos ofrece sinceramente su amistad; y de esta amistad con Jesús nace y crece toda amistad.

¡Y cómo no agradecer al Padre el don de su propio Hijo! “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Y al Hijo, Jesús, que nos revela la ternura del Padre, y se entrega por amor, para salvarnos y llevarnos al Padre; ¡cómo no estar eternamente agradecidos por su entrega incondicional al plan de Dios para hacernos hijos en el Hijo e invitándonos a vivir en relación de intimidad con la Trinidad! Misterios que nos superar, y solamente podemos decir: ¡Gracias!

María, la madre de Jesús y nuestra madre, cantó su magníficat, su acción de gracias por las maravillas que Dios hizo en ella y con ella. Con María atrévete, tú también, a cantar las maravillas que Dios ha hecho en tu vida, nadie como tú las conoce. Sé sencillo, humilde y pequeño y reconoce los dones y gracias que Dios te ha dado. Atrévete a cantar tu propio magníficat, tu acción de gracias a Dios.

Vivir la acción de gracias al Padre en el Hijo por el Espíritu, significa vivir la vida en plenitud. Salir de tu pequeño mundo individualista egoísta, para abrazar con ternura la humanidad toda entera, así como nosotros somos abrazados por la Santísima Trinidad.

Dios, y Creador de todo y todos, al terminar este año 2015 queremos decirte Gracias: gracias por lo que somos y por lo que estamos llamados a ser, por cuantos dones nos has regalado y nos sigue regalando; gracias también por todo cuanto nos ha hecho gozar y sufrir; por aquello que no hemos comprendido y que queda envuelto en el misterio. También nos atrevemos a darte gracias por nuestras faltas, errores, omisiones, debilidades y hasta por nuestros pecados. Ellos nos muestran la realidad de nuestro ser de creaturas, seres imperfectos que estamos en camino hacia la perfección, hacia la santidad. Reconocemos que necesitados de tu perdón y salvación. Padre, bondad y misericordia ¡GRACIAS! Y en este año de la Misericordia, como hijos pródigos, nos dejamos estrechar entre tus brazos, poner el anillo, zapatos nuevos, el traje de gala, para festeja tu ternura y permanecer siempre en el hogar, en la intimidad de Hijos

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Martes, 25 de diciembre de 2018
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

        Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

        Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

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W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

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“Abrir caminos nuevos”. 2 Adviento – C (Lucas 3,1-6)

Domingo, 9 de diciembre de 2018
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02_adv_c-600x400Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permiten acoger a Jesús entre nosotros.

Lucas ha resumido su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor». ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?

Lo primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible alimentarnos solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a Jesús convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.

En medio del «desierto espiritual» de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.

No lo hemos de olvidar. En los evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.

La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una nueva fe, no por vía de «adoctrinamiento» o de «aprendizaje teórico», sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de toda evangelización consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.

José Antonio Pagola

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¿Hay motivos para estar alegres? Domingo 2º de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 9 de diciembre de 2018
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Preparad el camino al SeñorDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“Preparad el camino al Señor…”

Vivo ahora mismo en Roma, en una comunidad internacional, y cuando se comenta la situación del propio país, desde Italia hasta Japón, pasando por la India, Francia, Estados Unidos, etc., es raro que alguien se muestre muy optimista. Nuestro mundo, el cercano de cada día, y el lejano, ofrece motivos de preocupación y tristeza. Y cuando un católico entra en la iglesia en los domingos de Adviento, la casulla morada del sacerdote parece confirmarle en su pesimismo.

Sin embargo, lo que intentan transmitirnos las lecturas de este domingo es alegría. La del profeta Baruc ordena expresamente a Jerusalén: “quítate tu ropa de duelo y aflicción”. Si el sacerdote que preside la eucaristía quisiese realizar una acción simbólica, al estilo de los antiguos profetas, podría quitarse la casulla morada y cambiarla por una blanca y dorada. También el Salmo habla de alegría: “la lengua se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”; “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Pablo escribe a los cristianos de Filipos que reza por ellos “con gran alegría”. Y el evangelio recuerda el anuncio de Juan Bautista: “todos verán la salvación de Dios”. Las lecturas de este domingo no justifican que se suprima el Gloria, todo lo contrario. Hay motivos más que suficientes para cantar la gloria de Dios.

Primer motivo de alegría: la vuelta de los desterrados (Baruc 5,1-9)

Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflicción, y vístete para siempre el esplendor de la gloria que viene de Dios. Envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios, pon en tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu esplendor a todo lo que hay bajo el cielo. Pues tu nombre se llamará de parte de Dios para siempre: Paz de la Justicia y Gloria de la Piedad.

Levántate, Jerusalén, sube a la altura, tiende tu vista hacia el Oriente y ve a tus hijos reunidos desde oriente a occidente, a la voz del Santo, alegres del recuerdo de Dios.

Salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve traídos gloria, como un trono real. Porque ha ordenado Dios que sean rebajados todo monte elevado y los collados eternos, y colmados los valles hasta allanar la tierra, para que Israel marche en seguro bajo la gloria de Dios. Y hasta las selvas y todo árbol aromático darán sombra a Israel por orden de Dios. Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con la misericordia y la justicia que vienen de él.

La lectura de Baruc recoge ideas frecuentes en otros textos proféticos. Jerusalén, presentada como madre, se halla de luto porque ha perdido a sus hijos: unos marcharon al destierro de Babilonia, otros se dispersaron por Egipto y otros países. Ahora el profeta la invita a cambiar sus vestidos de duelo por otros de gozo, a subir a una altura y contemplar cómo sus hijos vuelven “en carroza real”, “entre fiestas”, guiados por el mismo Dios.

¿Qué impresión produciría esta lectura en los contemporáneos del profeta? Sabemos que a muchos judíos no les ilusionaba la vuelta de los desterrados; había que proporcionarles casas y campos, y eso suponía compartir los pocos bienes que poseían. Otros, mejor situados económicamente, verían ese retorno como un punto de partida de un resurgir nacional.

Y esto demuestra la enorme actualidad de este texto de Baruc. A primera vista, hoy día Jerusalén es Siria, Iraq, tantos países de África que están perdiendo a sus hijos porque deben desterrarse en busca de seguridad o de trabajo. Pero también nosotros podemos identificarnos con Jerusalén y ver a esos cientos de miles de personas no como una amenaza para nuestra sociedad y nuestra economía, sino como hijos y hermanos a los que se puede acoger y ayudar en su desgracia.

Segundo motivo de alegría: la bondad de la comunidad (Filipenses 1,4-6.8-11)

Rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy; firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús.

Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús.  Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.

Pablo sentía un afecto especial por la comunidad de Filipos, la primera que fundó en Macedonia. Era la única a la que le aceptaba una ayuda económica. Por eso, en su oración, recuerda con alegría lo mucho que los filipenses le ayudaron a propagar el evangelio. Y les paga rezando por ellos para que se amen cada día más y profundicen en su experiencia cristiana. La actitud de Pablo nos invita a pensar en la bondad de las personas que nos rodean (a las que muchas veces solo sabemos criticar), a rezar por ellas y esforzarnos por amarlas.

Tercer motivo de alegría: el anuncio de la salvación (Lucas 3,1-6)

En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios.

A diferencia de los otros evangelistas, Lucas sitúa con exactitud cronológica la actividad de Juan Bautista. No lo hace para presumir de buen historiador, sino porque los libros proféticos del Antiguo Testamento hacen algo parecido con Isaías, Jeremías, Ezequiel, etc. Con esa introducción cronológica tan solemne, y con la fórmula “vino la palabra de Dios sobre Juan”, al lector debe quedarle claro que Juan es un gran profeta, en la línea de los anteriores. El Nuevo Testamento no corta con el Antiguo, lo continúa. En Juan se realiza lo anunciado por Isaías.

Juan, igual que los antiguos profetas, invita a la conversión, que tiene dos aspectos: 1) el más importante consiste en volver a Dios, reconociendo que lo hemos abandonado, como el hijo pródigo de la parábola; 2) estrechamente unido a lo anterior está el cambio de forma de vida, que el texto de Isaías expresa con las metáforas del cambio en la naturaleza.

Pero, a diferencia de los grandes profetas del pasado, Juan no se limita a hablar, exigiendo la conversión. Lleva a cabo un bautismo que expresa el perdón de los pecados. Se cumple así la promesa formulada por el profeta Ezequiel en nombre de Dios: “Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará”.

Las dos conversiones

¿Se podría mandar a una persona como penitencia estar alegre? Parece una contradicción. Sin embargo, las lecturas de este domingo y de todo el Adviento nos obligan a examinarnos sobre nuestra alegría y nuestra tristeza, a ver qué domina en nuestra vida. Es posible que, sin llegar a niveles enfermizos, nos dominen altibajos de cumbres y valles, momentos de euforia y de depresión, porque no recordamos que hay motivos suficientes para vivir con serenidad la salvación de Dios.

Al mismo tiempo, las lecturas nos invitan también a convertirnos al prójimo, acogiéndolo, amándolo, rezando por ellos.

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Elegir la Alegría.

Sábado, 19 de mayo de 2018
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La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.

Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza.

Incluso me atrevo a decir: «Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría». La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección basada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar.

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H. J. M. Nouwen,
Aquí y Ahora. Viviendo en el Espíritu,
Madrid, San Pablo, 1998 pp. 17s.

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Con paz y alegría

Martes, 24 de abril de 2018
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La Buena Noticia se convierte en mala noticia cuando es anunciada sin paz ni alegría. Todo el que proclama el amor de Jesús, que perdona y cura, con un corazón amargado es un falso testigo.

Jesús es el salvador del mundo. Nosotros, no. Nosotros estamos llamados a dar testimonio, siempre con nuestra vida y, en ocasiones, con nuestras palabras, de las grandes cosas que Dios ha hecho en favor de nosotros. Ahora bien, ese testimonio debe proceder de un corazón dispuesto a dar sin recibir nada a cambio.

Cuanto más confiemos en el amor incondicionado de Dios por nosotros, más capaces seremos de anunciar el amor de Jesús sin condiciones internas ni externas.

*

Henri M. Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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Tú eres la alegría de la vida.

Lunes, 9 de abril de 2018
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Del blog Pays de Zabulon:

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¡Cristo Tú eres la alegría y el consuelo de la vida!

Tú eres la alegría
porque das a mi vida su verdadero significado,
su dignidad, su seguridad.

Tú eres mi alegría porque Tú, también, Señor,
has sufrido, has sido pobre,
has trabajado con fatiga, y hasta Tú has sido puesto en la cruz.

Tú nos entiendes, Tú eres nuestro compañero, Tú eres nuestro consolador.

Jesús, Tú eres el defensor de la gente pobre,
¡Tú eres la esperanza de de quién es infeliz y sin ayuda!

Jesús, eres Tú quien nos hace hermanos,
quien nos da el sentido de la justicia,
quien nos hace fuertes en el sufrir, fuertes en el querer.

Jesús, eres Tú quien nos enseñas a amar.
Eres  Tú  quien nos da la paz,
la verdadera paz,
Con el pan para esta vida,
y con el pan para la vida eterna, mejor que ésta.

Eres Tú, Jesús el profeta de las bienaventuranzas.

 ¡Jesús eres la alegría de nuestra vida!

*

Pablo VI

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(Transcripción de Michel Cool de una homilía pronunciada en el atrio de la iglesia Santa Cecilia de Bogotá (Colombia), el 24 de agosto de 1968 – Publicado por Michel Cool en su cuenta de Facebook.

Foto : « on the road of EmmaUs » ppr André Durand

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Navidad… hagamos Familia, vivamos “todas” las familias…

Domingo, 31 de diciembre de 2017
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En este fin de año y a las puertas del nuevo que comienza…

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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, [de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor“, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.”

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:

“Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.”

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.]

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

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Lucas 2,22-40

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Todas las Familias

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El niño iba creciendo, lleno de sabiduría
(Lc 2, 22-40)

La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.

Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.

Comunidad Anawin de Zaragoza

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Quietud

Sábado, 7 de octubre de 2017
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Del blog Nova Bella:

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“Invisible quietud. Brisa oreando

la melodía que ya no esperaba.

Es la iluminación de la alegría

con el silencio que no tiene tiempo”

*
Claudio Rodríguez

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No pares de sembrar estrellas, aunque a simple vista no se vean.

Domingo, 16 de julio de 2017
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Toda nuestra andadura por la tierra no consiste en otra cosa que en ser semejantes a Jesús, imagen del Padre, en estor cada vez más unidos a él. ¿Por qué hemos escuchado esta parábola del sembrador? Porque la comunión con el Señor es fruto de lo unión de lo fe, y la parábola del sembrador nos recuerda las exigencias preliminares de esa unión.

Jesús nos revela al Padre porque es lo Palabra y lo imagen del Padre. Nosotros únicamente podemos conocer al Hijo acogiendo su Palabra y creyendo en su nombre. Nuestros ojos no pueden abrirse y reconocerlo si previamente nuestro corazón no se transforma arde gracias a la escucha de lo Palabra, como les sucedió a los discípulos  de Emaus. Y esto solo es obra del Espíritu Santo, que es capaz de crear en los que perseveran “un corazón para entender, ojos para ver; oídos para oír” (Dt 29,3).

Esto significa que, para poder transfigurarnos a semejanza del Hijo amado, es necesario, sobre todo, escucharlo. Su luz mana para nosotros desde lo Palabra de Dios. Algo verificable en nuestras relaciones humanas si pasamos unos junto a otros sin decirnos nada, es el infierno; pero si desde el corazón se le dirige lo palabra al otro, que ha sido creado a imagen de Dios, esa palabra se convierte en luz, en una palabra de comunión. Nuestro Dios es luz porque es amor. Todo tiene su origen en aquella Palabra que es Jesús y que debemos escuchar, acoger y custodiar. Es la Palabra del Padre, que se convierte en luz para nosotros, despierta nuestra fe y abre los ojos de nuestro corazón.

La Palabra que nos dice: somos amados por él, nada podré separarnos de su amor y este amor esta destinado a transformar nuestra vida. Sí, si le escuchamos, respondiéndole en el silencio del corazón, seremos “luz” en la verdad de nuestras acciones. Podremos amar. Sin él no podemos nada, absolutamente nada, pero can la fuerza del Espíritu, sea cual sea el abismo de nuestra debilidad, nada es imposible. Arraigados en el Amor que es Dios, produciremos el único fruto auténtico del Espíritu: el fruto del amor .

*

J. Carbon,
La alegría del Padre, Magnano 1992 45—47.

***

 

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas:

– “Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.”

Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:

– “¿Por qué les hablas en parábolas?”

Él les contestó:

“A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.” ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.

 

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Mateo 13,1-23

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Imagen: El sembrador de estrellas, de  Alonso Ríos Vanegas (Ciudad Universitaria de Medellín, Colombia)

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Las alegrías humanas

Jueves, 8 de junio de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

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“Si definitivamente has tomado partido por el Reino jugándotelo todo por él, no desprecias las alegrías humanas, las vives, las asumes, pero para ascenderlas a la misma altura de tu alegría sobrenatural. Y es ahí exclusivamente donde las alegrías humanas tienen la posibilidad de dar toda su medida. Y cuando las echas de menos, permaneces imperturbable, alimentado como estás de la alegría esencial que, ella, jamás sabría faltarte.”

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Maurice Zundel
Extracto de Aubes et lumières

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Francisco: “No sé cómo funciona esto, pero estoy seguro de que Cristo ha resucitado; yo apuesto sobre este mensaje”.

Martes, 25 de abril de 2017
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jesus-vint-parmi-eux“Mira más allá, donde no hay un muro, sino un horizonte: tu pequeña piedra tiene su sentido en la vida”

¡Cristo Vive! La esperanza que parecía sepultada detrás de la Cruz, renace con más fuerza con la luz del Resucitado, pese a las calamidades, las injusticias, los descartes. Tras la intensa e impresionante Vigilia Pascual, en el interior de la basílica, el Papa Francisco presidió, en una abarrotada plaza de San Pedro, la tradicional Misa de Pascua, previa a la bendición “Urbi et Orbi”.

Tras la lectura del relato de la Resurrección, en latín y griego, y aunque no estaba previsto, Bergoglio se lanzó a una breve e impactante homilía, en la que pidió que la Resurrección de Jesús no se quede solo en las flores o en la magnificencia de celebraciones como la de esta mañana de aguacero en la plaza de San Pedro, sino que sirva para “encontrar un sentido en medio de tantas calamidades”. “No sé cómo funciona esto, pero estoy seguro de que Cristo ha resucitado, y yo apuesto sobre este mensaje”.

“Hoy, la Iglesia canta, grita, repite que Jesús ha resucitado. Que Pedro, Juan, las mujeres han ido al sepulcro y estaba vacío. Él no estaba”, comenzó el Papa. “Habían ido con el corazón cerrado por la tristeza de un fracaso. El Maestro, su maestro, aquel al que tanto amaban, había sido ajusticiado y muerto. Y de la muerte no se regresa. Este es el camino del fracaso del sepulcro”.

Pero, tras el anuncio del ángel, “y después de la confusión, el corazón cerrado… toda la jornada en el Cenáculo, encerrados, porque tenían miedo de que les sucediera a ellos lo mismo que a Jesús”. “La Iglesia no deja de decir, a nuestros fracasos, nuestros corazones cerrados y con miedo, ‘Párate, el Señor ha resucitado'”, recordó el Papa. “Pero si el Señor ha resucitado, ¿cómo suceden tantas desgracias? ¿Por qué tantas enfermedades, tráfico de personas, trata de personas, guerras, destrucción, mutilaciones, venganzas, odio?”, se preguntó.

En ese momento, relató cómo ayer llamó a un joven que padece una grave enfermedad. “Un chico culto, ingeniero. Le dije que no había explicaciones para lo que le sucedía, y que mirara a Jesús en la cruz: Dios ha hecho eso con su hijo. No hay otra explicación. Y él me respondió: ‘Sí, pero Dios preguntó a su hijo, y el hijo dijo que sí. Y a mí no me han preguntado si yo quería esto'”. “Esto nos conmueve: a ninguno de nosotros nos preguntan si estás contento con lo que sucede en el mundo, si estás dispuesto a llevar tu cruz. Pero la cruz sigue adelante”, reconoció el Papa. “Y a veces, la fe en Jesús se nos cae”.

“¿Para qué ha resucitado Jesús?”, clamó Francisco, dirigiéndose a la multitud, y al imponente escenario, tan bellamente decorado para la ocasión. “Esto no es una fiesta para tantas flores, esto es bonito, pero es mucho más. Es el misterio de la piedra descartada, que termina por ser el fundamento de nuestra existencia. Jesús ha resucitado, y en esta cultura del descarte, donde lo que no sirve se usa y se tira, esa piedra descartada es fuente de vida. Y nosotros también somos esas pequeñas piedras en esa tierra de dolor, con la fe en Cristo resucitado encontramos un sentido en medio de tantas calamidades”.

“El sentido de mirar más allá, donde no hay un muro, sino un horizonte, ahí está la vida, la alegría. Mira hacia adelante. No te cierres. Tu pequeña piedra tiene su sentido en la vida, porque eres parte de aquella gran piedra, que la malicia del pecado ha descartado”, reclamó el Papa.

Frente a tantas tragedias, cada uno de nosotros, “piedrecitas que creen que se unen a aquella piedra, no serán descartadas, tienen un sentido. Con este sentimiento, la Iglesia repite desde dentro del corazón, Cristo ha resucitado”.

“Pensemos cada uno de nosotros: hay problemas cotidianos, en las enfermedades que hemos vivido, que nuestros parientes han vivido, pensemos en las guerras, en las tragedias humanas. Y sencillamente, con voz humilde, sin flores, solos, delante de Dios, delante de nosotros mismos, no sé cómo funciona esto, pero estoy seguro de que Cristo ha resucitado, y yo apuesto sobre este mensaje”, culminó el Papa, pidiendo a todos “volver a casa, diciendo, en vuestro corazón, que Cristo ha resucitado”.

Jesús Bastante

Religión Digital

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¿Colonia?

Lunes, 13 de marzo de 2017
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1433873134_059913_1433875457_album_normalEs costumbre que el miércoles de ceniza nos echen ceniza en la cabeza, como signo de  arrepentimiento.

Se  me ocurre hacer caso al papa Francisco e ir recreando nuestra fe y nuestras formas de vivir el cristianismo. En lugar de ceniza, vamos a echarnos colonia en la cabeza.

“Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Me parece muy interesante que la Cuaresma sea un camino hacia la alegría y la Plenitud; hacia la Resurrección; un ensayo y un entrenamiento.

Muchas veces cantamos canciones terribles en esta época. Hoy no me supone nada de sacrificio el no comer carne, con lo rica que está la pesca, pero sí me supone compartir esa pesca o esa carne con otros.

Personalmente entiendo que será una cuaresma estupenda si vivo feliz y trato de transmitir esa felicidad a los demás. Y aunque parezca mentira, esto me lleva a vivir el esfuerzo para que la felicidad reine en el mundo.

¿No os parece que sería un ejercicio estupendo el intentar vivir la alegría, fruto de la reconciliación con Dios y con los demás?

Dios no está  enfadado ni ofendido. Y la experiencia de su amor salvador es lo que nos va  a cambiar.

Cuando nos sentimos pecadores, experimentamos la inmensa alegría y el abrazo del Padre Bueno que nos acoge y organiza una fiesta por todos nosotros.  Ese amor y esa alegría nos llevan a transmitir a todos los hermanos  empobrecidos, nuestros bienes, nuestra acogida, nuestro apoyo. No puede faltar nadie a la fiesta ya desde aquí.

Que cuando alguien vaya con nosotros o detrás, se note “ya está aquí el buen olor de Dios que  en toda persona y del hombre nuevo va surgiendo”. Se nota. Es Cuaresma.  Por algo nos dicen “convertios y creed la Buena Noticia”.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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¿Qué me traes, día de hoy?

Jueves, 26 de enero de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Cada día nos tiene reservada una sorpresa. Pero únicamente si la esperamos seremos capaces de verla, oírla, sentirla, cuando se nos presente.

No tengamos miedo a recibir la sorpresa de cada día, ya llegue en forma de tristeza o de alegría. Ya sea pequeña y trivial, o significativa.

Se creará un nuevo espacio en el que podremos dar la bienvenida a una nueva experiencia y celebrar de forma más plena nuestra humanidad compartida. “

“La alegría y la tristeza nunca llegan solas. Cuando nuestros corazones se regocijan ante una vista espectacular al mismo tiempo podemos echar de menos a nuestros amigos que no están presentes en ese momento para disfrutarla. Y cuando nos embarga el dolor quizás podamos descubrir el valor de la verdadera amistad. La alegría está oculta en el dolor y el dolor en la alegría. Si tratamos de evitar a toda costa la tristeza puede que nunca experimentemos la alegría y, si desconfiamos del éxtasis, tampoco podrá alcanzarnos nunca la agonía. La alegría y el dolor son los padres de nuestro crecimiento espiritual.”

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Henri Nouwen

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Transparencia

Martes, 10 de enero de 2017
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es una profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su ori gen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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“Asombro de una alegría:

el Espíritu Santo quiere hacer de nosotros

seres muy transparentes,

como un cielo de primavera.

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Frère Roger de Taizé,

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Domingo, 25 de diciembre de 2016
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

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Maurice Zundel

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En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

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Juan 1,1-18

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Mantén el silencio interior…

Martes, 25 de octubre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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“Qué en tu jornada, trabajo y descanso sean vivificados por la Palabra de Dios.

Manten en todo el silencio interior para permanecer en Cristo.

Llénate del espíritu de las bienaventuranzas:

alegría, sencillez, misericordia.

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Frère Roger de Taizé,

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“Multiplicar la alegría (II)”, por Gema Juan OCD

Jueves, 22 de septiembre de 2016
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16327809397_1ac15c7a26_mDe su blog Juntos Andemos:

Para seguir multiplicando la alegría hay que cavar un poco más. Remover la tierra y hacer tareas de prospección. Aunque en el camino de la conversión, sucede lo que explicaba Teresa: «Aunque no vaya después por el mismo camino, lo poco que hubiere andado de él le dará luz para que vaya bien por los otros, y si más andare, más».

Hasta ese punto merece la pena elegir la vida, el camino del bienvivir y del amor. Teresa decía a sus hermanas que hicieran lo posible para que todos entendieran que la conversión –entrar en el camino de la amistad con Dios e ir conformando con Él la vida– es lo mejor que puede suceder. Por eso escribía: a «todas las personas que os trataren, hijas, habiendo disposición y alguna amistad, procurad quitarlas el miedo de comenzar tan gran bien».

Lejos de estropear lo bueno o arrugar la alegría, cuando se elige cavar y vivir de cara a Dios, Él «siempre da mucho más que merecemos, con darnos contentos harto mayores que los podemos tener en los que dan los regalos y distraimientos de la vida».

Teresa quiere que se sepa: «Podéis decir las riquezas que se ganan», e insiste en que Dios apoya y sostiene todo esfuerzo en este sentido. Y sabe que es importante recordarlo, porque «es imposible conforme a nuestra naturaleza tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios».

A partir de ahí, Teresa se suma a Isaías y a Jesús. Los tres apelan a la inteligencia humana para bienvivir. Invitan al amor –de donde nace la conversión–, recurriendo al sentido común. Es una llamada tan profundamente humana, que solo puede venir de Dios.

El profeta Isaías mostraba cómo se revive cuando se trabaja por la vida de los demás. Jesús, explicando cómo se cumplía la palabra de los profetas, decía: «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten». Y Teresa, siguiendo sus huellas, escribe a sus hermanas:

«Procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes, que no se os caiga el castillo».

Lo que dice Teresa es que cuando se trata bien a los demás, se hace más por uno mismo que por otros. Pero hay que probarlo, hay que ponerse en marcha para saberlo porque –dirá– «es cosa extraña cuán diferentemente se entiende de lo que después de experimentado se ve». Y, ponerse en marcha significa dar la vuelta a todo, girar, cambiar de dirección; porque el movimiento natural tiende a ir, inexplicablemente, al revés.

Parece más razonable buscar el propio bien que el ajeno y se presenta como más provechoso preocuparse por uno mismo que por los demás. Sin embargo, una larga cadena de sabiduría dice algo diferente. Por eso, Teresa pedía a Dios luz «para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés».

Es verdad que Jesús, cuando habló de campos, no solo dijo que se puede encontrar un tesoro que cambia la vida. También dijo que había que enterrar un grano en tierra y dejarlo morir. Pero, en realidad, no hay contradicción, porque cuando se encuentra el tesoro, se encuentran con él mil motivos para enterrar el grano. Después de descubrir el tesoro, surge la necesidad de multiplicar la alegría, compartiendo el bien.

Teresa sintió esa necesidad intensamente y decía: «No hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada… Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra». Eso es enterrar el grano de trigo en la tierra, después de haber encontrado el tesoro.

La maestra de alegría que era Teresa nunca olvida que «somos humanos… [y necesitamos] tener arrimo» para bienvivir. Por eso, llama a estar muy cerca del Maestro que enseña a vivir. Insiste en «no apartarse de cabe el Maestro… [porque] entenderéis luego el amor que os tiene, que no es pequeño bien y regalo del discípulo ver que su maestro le ama».

La multiplicación de la alegría tiene mucho que ver con esta proximidad, la misma a la que invita la Palabra de Dios cuando pone delante la vida y la muerte para hacer una elección: «Elige la vida… amando al Señor… pegándote a Él, pues Él es tu vida». Eso mismo dice Teresa: Él «está muy cerca… no os puede dejar de oír… juntaos cabe este buen Maestro».

Pegarse a Él, que sana la carne despertando el amor. A Él que es el movedor, el que puede «mover a amar… y mover a todos». El que convierte y hace vivir bien: «Vivir de manera que no se tema la muerte ni todos los sucesos de la vida, y estar con esta ordinaria alegría que ahora todas traéis».

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“Multiplicar la alegría (I)”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 21 de septiembre de 2016
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16327806047_1e3d7501c4_mDe su blog Juntos Andemos:

En ocasiones, las palabras pierden su significado auténtico o van tomando un matiz que las aleja de su esencia. Por ejemplo, Teresa de Jesús decía que al amor «le tienen usurpado el nombre». Que se llama amor a cosas que, en realidad, son mucho menos que amor. Es algo que sucede con frecuencia.

Si se piensa en qué es «bienvivir», saltarán a la mente muchas cosas que se acercan poco a su significado inicial. Y enseguida habría que ponerse a pensar qué es vivir con holgura u honestamente, que es como define el diccionario la palabra bienvivir.

Pasa otro tanto con la conversión. Antes y después de su significado religioso, nadie piensa que es ponerlo todo a dar vueltas… o sea, algo muy dinámico y estimulante. Como un catalizador de vida. Y así no es extraño que, al final, el asunto de la conversión tenga tan mala fama, como si fuera que se acaba la fiesta y empieza lo aburrido, cuando no lo pesado y restrictivo. No deja de ser sorprendente.

Si acuden aquí estas tres palabras es porque están ligadas: el amor, el bienvivir y la conversión.

Ya desde muy antiguo, siglos antes de Cristo, la Palabra de Dios se abría paso diciendo que se podía elegir entre la muerte y la vida, pero en el sentido de vivir bajo un peso de muerte o sobre una estela de vida. ¿Quién no elegiría la vida?

Jesús habló de encontrar en un campo un tesoro y de un mercader que iba buscando perlas y tropezó con una muy especial. Y entonces, uno y otro dejaron todo lo que tenían a cambio del increíble hallazgo. No parece que les aguaran la alegría, sino más bien al contrario. ¿Quién no lo dejaría todo?

Algo de eso contaba Teresa de Jesús sobre sus hermanas. Cuando fundó su primer convento escribió:

«Parece ha Su Majestad escogido las almas que ha traído a él [al convento], en cuya compañía yo vivo… [tienen] una alegría y contento, que cada una se halla indigna de haber merecido venir a tal lugar… hales dado el Señor tan doblados los contentos aquí, que claramente conocen haberles el Señor dado ciento por uno que dejaron, y no se hartan de dar gracias».

Ellas lo dejaron todo, pero de lo que hablan es de tener «doblados los contentos». Parece que la conversión tiene algo que ver con eso, con multiplicar la alegría y elegir la vida.

Mucho antes de que Teresa fuera sembrando casitas donde están «doblados los contentos», Isaías escribió unas palabras que siguen estremeciendo. Decía: puedes ver cómo brota de ti la luz y cómo te nace carne sana. Verás que se abre un camino de vida para ti y que Dios te cobija y escucha. Es claro que también hablaba de multiplicar la alegría.

Y todo eso, por casi nada: por vestir al que le falta ropa, por arropar cualquier desnudez y ayudar a vivir dignamente a quien no lo logra. Por abandonar la costumbre de murmurar. Por echar una mano a quien sufre y por negarse a esconder la injusticia.

Isaías decía que al elegir la vida de los demás –darles vida, de un modo u otro– se elige la propia vida, la alegría de vivir; vivir con luz, con salud, con un camino abierto. Eso parece, realmente, bienvivir, parece vivir con holgura.

Teresa, como si quisiera explicar las palabras de Isaías, decía: «Es menester no poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque, si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas»… no doblaréis el contento y quedaréis encerradas en vuestra propia carne.

Explicaba a sus hermanas –y a todos sus futuros oyentes– la imperiosa necesidad de algunas virtudes para bienvivir, para ser espirituales y les advertía muy seriamente: «Es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativas, y cuando pensaren lo son, están muy engañadas».

Hablará, sobre todo, de una virtud que las resume todas, que es aquella de la que hablaba Isaías: el amor. «Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas».

Por eso, Teresa hace una primera invitación para «ponerlo todo a dar vueltas», para convertirse: cavar. Sabiendo que podemos hacerlo y que no hay que irse muy lejos:

«En alguna manera podemos gozar del cielo en la tierra, que nos dé [el Señor] su favor para que no quede por nuestra culpa y nos muestre el camino y dé fuerzas en el alma para cavar hasta hallar este tesoro escondido, pues es verdad que le hay en nosotras mismas».

Ponerlo todo a dar vueltas puede ser remover la tierra para cavar y encontrar el tesoro escondido. Puede que por ahí empiece la tabla de multiplicar la alegría.

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Esperando todo… esperando nada

Viernes, 4 de marzo de 2016
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Del blog Nova Bella:

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En la bahía de Stallvinken

Algún que otro pescador de truchas prueba suerte adentro de las aguas. Se pasan así horas y horas, sin importarles si pican o no. Muchos de ellos devuelven los peces al agua cuando por fin capturan alguno. Siento cierta envidia de esa alegría despreocupada mientras parece que lo esperan todo y que no esperan nada.

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Henning Mankell

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