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5 de Diciembre de 2021. Segundo Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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“…vino la Palabra de Dios sobre Juan.”

(Lc 3,1-6)

¡Anunciad!. Si este adviento empezaba con la invitación a levantarnos, a ponernos en pie y alzar la cabeza, ahora nos urge a anunciar.

Nos presenta a Juan Bautista, un personaje peculiar, de esos a los que uno se vuelve a mirar cuando te los cruzas por la calle. Así fue, una persona peculiar de las que Dios nos regala con una cierta frecuencia. Un inconformista valiente, de los que no se callan la verdad, le pique a quien le pique. Es más, de esos que se atreven a gritar verdades y por eso se buscan problemas.

Juan Bautista era de esas personas que se han dejado transformar y por eso la esperanza habita en ellas. Saben que la realidad está llena de posibilidades y de bondad y están convencidas de que todo ser humano es capaz de cambiar, que lo bueno es patrimonio de todos, “…todos verán la salvación de Dios”.

A sus ojos no existen los obstáculos: los caminos se pueden allanar, los valles se pueden elevar, los montes y las colinas pueden descender y hasta lo torcido se puede enderezar. Su confianza no tiene límites por eso atraen a otras personas.

Necesitamos “Juanes”.  Cada uno de nosotros podríamos intentar esta semana ser un poco “Juan Bautista”, lo de vestirse de piel de camello es opcional, pero llevemos allá donde vayamos un mensaje lleno de esperanza. ¡Que se nos note que la Palabra de Dios nos ha tocado el corazón!

Confiemos y que esa confianza se dilate, se contagie. Quien tiene fe, aunque esa fe sea pequeña como un granito de mostaza, si se agarra a esa fe pequeñita, ¡podrá mover montañas!

Oración

¡Anunciad! para que lo torcido empiece a enderezarse.
¡Anunciad! para que la esperanza reverdezca.
¡Anunciad! para que todos vean la salvación de Dios.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Juan fue todo un profeta, no solo el Precursor.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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battistaDOMINGO 2º DE ADVIENTO  (C)

Lc 3,1-6

Las tres figuras de la liturgia de Adviento son: Juan Bautista, Isaías y María. El evangelio de hoy nos habla del primero. La importancia de este personaje está acentuada por el hecho de que hacía trescientos años que no aparecía un profeta en Israel. Al narrar Lc la concepción y el nacimiento de Juan antes de decir casi lo mismo de Jesús, manifiesta lo que este personaje significaba para las primeras comunidades cristianas. Para Lc la idea de precursor es la clave de todo lo que nos dice de él. Se trata de un personaje imprescindible.

Los evangelistas se empeñan en resaltar la superioridad de Jesús sobre Juan. Se advierte una cierta polémica en las primeras comunidades a la hora de dar importancia a Juan. Para los primeros cristianos no fue fácil aceptar la influencia del Bautista en la trayectoria de Jesús. El hecho de que Jesús acudiese a Juan para ser bautizado nos manifiesta que Jesús tomó muy en serio la figura de Juan y que se sintió atraído e impresionado por su mensaje. Juan tuvo una influencia muy grande en la religiosidad de su época. En el momento del bautismo de Jesús, él era ya muy famoso. A Jesús no le conocía nadie.

Es muy importante el comienzo del evangelio de hoy. Estamos en el c. 3, y curiosamente, Lc se olvida de todo lo que dijo en los capítulos 1 y 2. Como si dijera: ahora comienza, de verdad, el evangelio, lo anterior era un cuento. Intenta situar en unas coordenadas concretas de tiempo y lugar los hechos para dejar claro que no inventa los relatos. Hay que notar que el “lugar” no es Roma ni Jerusalén sino el desierto. También quiere significar que la salvación está dirigida a hombres concretos de carne y hueso y que esa oferta implica no solo al pueblo judío sino a todo el orbe conocido: “todos verá la salvación de Dios”.

Como buen profeta, Juan descubrió que para hablar de una nueva salvación, nada mejor que recordar el anuncio del gran profeta Isaías. Él anunció una liberación para su pueblo, precisamente cuando estaba más oprimido en el destierro y sin esperanza de futuro. Juan intenta preparar al pueblo para una nueva liberación, predicando un cambio de actitud por parte de Dios pero que dependería de un cambio de actitud en el pueblo.

Los evangelios presentan el mensaje de Jesús como muy apartado del de Juan. Juan predica un bautismo de conversión, de metanoya, de penitencia. Habla del juicio inminente de Dios, y de la única manera de escapar de ese juicio, su bautismo. No predica un evangelio -buena noticia- sino la ira de Dios, de la que hay que escapar. No es probable que tuviera conciencia de ser el precursor, tal como lo entendieron los cristianos. Habla de “el que ha de venir” pero se refiere al juez escatológico, en la línea de los antiguos profetas.

Para los evangelios, Jesús predica una “buena noticia”. Dios es Abba, Padre-Madre, que ni amenaza ni condena ni castiga, simplemente hace una oferta de salvación total. Nada negativo debemos temer de Dios. Todo lo que nos viene de Él es positivo. No es el temor, sino el amor lo que tiene que llevarnos hacia Él. Me pregunto por qué, después de veinte siglos, nos encontramos más a gusto con la predicación de Juan que con la de Jesús.

La verdad es que la predicación de Jesús coincide en gran medida con el mensaje de Juan. Critica duramente una esperanza basada en la pertenencia a un pueblo o en las promesas hechas a Abrahán, sin que esa pertenencia conlleve compromiso alguno. Para Juan, el recto comporta­miento personal es el único medio para escapar al juicio de Dios. Por eso coincide con Jesús en la crítica del ritualismo cultual y a la observancia puramente externa de la Ley.

Dios no tiene ni pasado ni futuro; no puede “prometer” nada. Dios es salvación, que se da a todos en cada instante. Algunos hombres (profetas) experimentan esa salvación según las condiciones históricas que les ha tocado vivir y la comunican a los demás como promesa o como realidad. La misma y única salvación de Dios llega a Abrahán, a Moisés, a Isaías, a  Juan o a Jesús, pero cada uno la vive y la expresa según la espiritualidad de su tiempo.

No encontramos la salvación que Dios quiere hoy para nosotros, porque nos limitamos a repetir lo ya dicho. Solo desde la experiencia personal podremos descubrir esa salvación. Cuando pretendemos vivir de experiencias ajenas, la fuerza de atracción del gozo inmediato acaba contrarrestando la programación. En la práctica, es lo que nos sucede a la inmensa mayoría de los humanos. El hedonismo es la pauta: lo más cómodo, lo más fácil, lo que menos cuesta, lo que produce más placer inmediato, es lo que motiva nuestra vida.

Más que nunca, necesitamos una crítica sincera de la escala de valores en la que desarrollamos nuestra vida. Digo sincera, porque no sirve de nada admitir teóricamente la escala de Jesús y seguir viviendo en el más absoluto hedonismo. Tal vez sea esto el mal de nuestra religión, que se queda en la pura teoría. Apenas encontraremos un cristiano que se sienta salvado. Seguimos esperando una salvación que nos venga de fuera.

Al celebrar una nueva Navidad, podemos experimentar cierta esquizofrenia. Lo que queremos celebrar es una salvación que apunta a la superación del hedonismo. Lo que vamos a hacer en realidad es intentar que en nuestra casa no falte de nada. Si no disponemos de los mejores manjares, si no podemos regalar a nuestros seres queridos lo que les apetece, no habrá fiesta. Sin darnos cuenta caemos en la trampa del consumismo. Si podemos satisfacer nuestras necesidades en el mercado, no necesitamos otra salvación.

En las lecturas bíblicas debemos descubrir una experiencia de salvación. No quiere decir que tengamos que esperar para nosotros la misma salvación que ellos anhelaban. La experien­cia es siempre intransferible. Si ellos esperaron la salvación que necesitaron en un momento determinado, nosotros tenemos que encontrar la salvación que necesitamos hoy. No esperando que nos venga de fuera, sino descubriéndola en lo hondo de nuestro ser y tenemos capacidad para sacarla a la superficie. Dios salva siempre. Cristo está viniendo.

El ser humano no puede planificar su salvación trazando un camino que le lleve a su plenitud como meta. Solo tanteando puede conocer lo que es bueno para él. Nadie puede dispensarse de la obligación de seguir buscando. No solo porque lo exige su progreso personal sino porque es responsable de que los demás progresen. No se trata de imponer a nadie los propios descubrimientos, sino de proponer nuevas metas para todos. Dios viene a nosotros siempre como salvación. Ninguna salvación puede agotar la oferta de Dios.

Es importante la referencia a la justicia, que hace por dos veces Baruc y también Pablo, como camino hacia la paz. El concepto que nosotros tenemos de justicia es el romano, que era la restitución, según la ley, de un equilibrio roto. El concepto bíblico de justicia es muy distinto. Se trata de dar a cada uno lo que espera, según el amor. Normalmente, la paz que buscamos es la imposición de nuestros criterios, sea con astucia, sea por la fuerza.

Meditación-contemplación

Vivir lo que vivió-experimentó Jesús,
ha hecho libres a muchísimas personas.
¿Te está ayudando a ti a alcanzar la libertad total?
Ese es el primer objetivo de tu existencia.
El segundo es ayudar con tu Vida a liberar a otros.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Juan Bautista.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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Juan-Bautista-John-BaptistLc 3, 1-6

«Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego»

Juan era un profeta enfrentado al sistema; un hombre austero y exigente consigo mismo que recorría el Jordán invitando al pueblo a volver la espalda al pecado, a cumplir su parte de la Alianza con Dios, a la penitencia y al bautismo por inmersión. Se movía entre Enón (cerca de Salin) en Perea, y las inmediaciones de Jericó, en Judea, y allí acudía gente de toda Palestina a escucharle.

El gran éxito de Juan provenía del hecho insólito de abrir una puerta de salvación al pueblo llano y depauperado. A aquella chusma maldita —según expresión de los fariseos—, a los que todos despreciaban y condenaban de antemano, les decía que el Señor no les despreciaba; que también podían acceder al reino de Dios; que la salvación, en contra de lo que decían las autoridades religiosas, no estaba reservada a los selectos, sino a todos los que se convirtiesen arrepintiéndose de sus pecados.

Su enfrentamiento con las autoridades civiles tenía su origen en que Juan les hablaba con inusitada crudeza, denunciaba en público sus abusos y ponía de relieve sus vicios y corrupciones. También estaba amenazado por las autoridades religiosas, porque ofrecía la salvación al pueblo a través de un rito no sancionado por ellas, y en lugar profano; ajeno al Templo. La gente sagrada de Israel no podía permitir un hecho de estas dimensiones al margen de su omnímoda influencia.

En cualquier caso, su fama como profeta era formidable y crecía de día en día. Mucha gente de Jerusalén, de toda Judea e incluso de Galilea, salía al Jordán a escucharle y a ser bautizados por él.

Los cuatro evangelistas lo presentan como el precursor de Jesús, su heraldo, pero el discurso catastrofista de Juan —«ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles»— nada tiene que ver con el discurso de Jesús. Tampoco lo tiene su estilo de vida; ascético en el caso de Juan, y hasta cierto punto confortable en el de Jesús. Juan es el último de los profetas alarmistas propios del Antiguo Testamento, y Jesús es el portador de la Buena Noticia. Nada que ver.

No obstante, ambos tenían en común que fueron aceptados por el pueblo llano, y acosados hasta la muerte por los poderosos que no querían ver su modo de vida comprometido por la predicación de aquellos marginados. También tenían en común que su coherencia y su coraje los llevaron a la muerte.

Y ésta es una constante a lo largo de la historia. Dios esparce la palabra a boleo para que llegue a todos, pero solo es aceptada por los que se sienten necesitados de ella; por los insatisfechos, por los que desean mejorar y están dispuesto a cambiar. Es rechazada por los entendidos que se sienten seguros y no precisan de la Palabra de nadie; por los que se sienten satisfechos y quieren que todo siga como está.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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De vuelta a casa.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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yousef-alfuhigi-bMIlyKZHKMY-unsplash-750x990“Casa” es el primer lugar donde nacemos, el hogar que se nos ha preparado con tanto mimo y cariño que nos va “constituyendo” y nos hace ser quienes somos, hasta que llega el momento de romper con todo ello para forjarnos nuestra propia casa, la que construimos con nuestro esfuerzo, con nuestros sueños, a veces lejos en todos los sentidos de nuestra casa original porque para crecer hay que separarse.

Puede ser que nuestra vida tenga poco movimiento físico, que vivamos en la misma ciudad donde nacimos, que conservemos amistades y relaciones durante muchos años, que sea lo más parecido a una rutina monótona en la que van pasando los días…y sin embargo el camino de la vida es un sendero tortuoso con muchas curvas, con grandes pendientes e interminables senderos llanos, sin árboles a los lados, sin perspectiva al frente muchas veces, un gran desierto con ansia siempre de regresar a “casa”.

Los cambios no vienen dados por las circunstancias que acontecen y nos “salpican” de una u otra manera, sino de la lectura que hacemos de eso que nos acontece y de la manera que reaccionamos a todo ello.

El pueblo de Israel nos precede en esa lectura de lo que le acontece como un pueblo que vive en diálogo con su Dios, que a raíz de las vicisitudes de la vida va entendiendo que su fidelidad y su amor son eternos, y que se hacen realidad en el deseo de que el pueblo viva en la justicia, en la paz, en el gozo. Sin embargo, la libertad, prima por encima de todo y es el pueblo mismo quien se busca su propio dolor, su propio sufrimiento cuando opta por el egoísmo, la violencia, la opresión de los más pequeños.

Esas vueltas cíclicas del luto y la aflicción al gozo y la celebración, de la opresión a la vuelta a casa en libertad, del esfuerzo físico y moral a la seguridad, la paz y la alegría de un pueblo que se sabe guiado, conducido por la justicia y la misericordia de Dios, no es únicamente patrimonio del pueblo de Israel, es más bien un “ir y venir” de un camino que se realiza en la historia del ser humano como individuo y también como colectivo.

Esa lectura de un Dios que interviene en la historia, es la lectura de quien se va dando cuenta de la trayectoria de madurez en su vida, de cómo va aprendiendo tanto de sus equivocaciones como de sus logros.

Eso que suena a promesa de Dios en un futuro incierto es más bien una llamada a ir realizando aquí y ahora ese ideal que vemos tan lejos y que es el que estamos llamados a construir piedra a piedra, día a día.

“Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas”. La Palabra de Dios nos relata cómo desde el principio la raza humana se ha creído superior al resto de la Creación y se ha encumbrado utilizando todos los recursos naturales para su propio beneficio. El camino que Dios elige es opuesto a nuestros sueños y delirios de grandeza. No aceptamos la pequeñez, el vivir en la intemperie, el ocupar nuestro puesto en un entramado de redes maravillosas de vida.

Adviento, “ad ventum”, venida, a- hacia… No rememoramos un pasado maravilloso ni esperamos un futuro glorioso. Estamos en un presente muy complicado, muy decisivo en lo que se refiere a la supervivencia del género humano.

Ahora, más que nunca, es imprescindible, no celebrar la Navidad como acontecimiento histórico, sino hacer realidad esa cercanía de Dios que busca “Paz en la justicia”, reunirnos de oriente y occidente para que rebajemos el uso de combustibles fósiles, que acojamos a quien deja su hogar y su “casa” por su propia supervivencia y la de los suyos, que cuidemos de la naturaleza que sabiamente nos enseña el equilibrio para que ella puede cuidar de nosotrxs.

Se nos llama a un cambio de conciencia de quienes somos y donde estamos. No es un cambio moral únicamente ni un cambio que pedimos a lxs poderosxs, a lxs ricxs; sabemos que ese cambio es muy difícil.

Dios viene hoy “hacia”, “a” nosotrxs en esa llamada a cuidar de la “casa común”. Esa casa a la que pertenecemos y a la que añoramos porque es el hogar que nos prepararon con tanto mimo y cuidado. Somos producto de su evolución. Esa es la buena obra que Dios ha empezado en cada unx de nosotrxs y que llevará al final si damos nuestro consentimiento.

No es lo que pasa, las circunstancias que rodean nuestra vida lo que nos condiciona sino la lectura que hacemos de ellas y las decisiones que tomamos las que nos convierten en quienes somos.

Dios viene hacia nosotrxs, nosotrxs vamos hacia Dios es sólo un lenguaje. Somos parte de un universo en constante evolución, nunca estamos fuera, ni nos desconectamos porque la Vida lo permea todo.

Este tiempo de adviento es una llamada a entrar en otro registro: desacelerar el paso, contemplar lo pequeño, lo insignificante, dejarnos envolver por el silencio, transformar por la Palabra y actuar según nos vaya hablando nuestra conciencia. Llegar a casa y abrir la puerta para dejar entrar a quien lo necesite.

Carmen Notario, SFCC

Fuente Fe Adulta

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Salvación.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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A688BCB3-F8A9-4C8C-A251-9CF7A7224A65Domingo II de Adviento,

5 de diciembre de 2021

Lc 3, 1-6

Toda religión se presenta como una oferta de salvación; las diferencias se dan en el modo como la entienden. Con frecuencia, deudoras del momento histórico y del nivel de consciencia en el que nacen, la han entendido en clave heterónoma: el ser humano, definido por la carencia o/y la culpa (“pecado”), tenía que ser salvado “desde fuera” por un dios exterior.

Una lectura de ese tipo fácilmente produce alienación con respecto a ese “ser superior” del que se dependería en todo momento, a la vez que hace vivir en el temor de “no ser dignos” de aquella salvación y, en última instancia, bajo el peso, consciente o no, de una culpa que habría sido la causante de este estado de sufrimiento en el que nos encontramos.

Tal lectura se basa en un presupuesto incuestionado que define al ser humano como un yo particular. A partir de ahí, a ese yo la religión le promete “salvación”, es decir, superación de su estado de carencia y precariedad en la promesa de una vida plena tras la muerte.

Pero justamente ahí, en ese presupuesto, es donde radica el origen de la confusión. En la medida en que comprendemos que nuestra “identidad” no se reduce a nuestra “personalidad”, que nuestro yo particular es solo una forma concreta y temporal donde se está desplegando lo que realmente somos, todo aquel planteamiento se viene abajo.

La comprensión nos hace ver, por un lado, que no se trata de “salvar” o perpetuar el yo, sino, más bien al contrario, de liberarnos de (la identificación con) él. Y por otro, nos muestra que, en nuestra verdadera identidad, estamos ya salvados. Siendo así, ¿qué salvación habríamos de esperar?

Leída desde la mente (religiosa), tal afirmación podrá verse como muestra de un orgullo desmedido. Sin embargo, el sujeto de la misma no es el pequeño yo -que, aun en su carencia constitutiva, pretendiera no necesitar de nadie-, sino la presencia consciente que somos y que es -siempre ha sido- plenitud de vida.

¿En qué consiste, pues, la salvación? Simplemente, en caer en la cuenta, en reconocer lo que somos, desvelando la niebla que ocultaba nuestra verdadera identidad. Todo nace de la comprensión profunda.

 ¿Cómo entiendo la salvación?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Todos -todos- verán la salvación de Dios

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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8db8ca72-ec8f-4e6c-99db-da6188139fb7Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

1.- Comienzo del evangelio de Lucas.

    Los relatos de la infancia de Jesús: nacimiento, Belén, el censo, la “no posada en Belén”, los pastores, el niño Jesús en el Templo, son relatos tardíos tanto los del evangelio de Lucas, como los de Mateo.

Muy probablemente el Evangelio de Lucas comenzaba con el texto que hemos escuchado hoy: con el marco socio político de Tiberio, Pilatos, Herodes, Lisanio, etc. y con la Palabra del Señor que viene sobre Juan Bautista en el desierto.

En esto Lucas se parecería a Marcos que comienza su evangelio con Juan Bautista en el río Jordán.

2.- 7 personajes 7

    El evangelio de hoy comienza mencionado a 7 personajes, paganos y judíos: Tiberio, Pilatos, Herodes, Felipe, Lisanio, Anás y Caifás. El número siete tiene un significado de totalidad. Lucas menciona la totalidad del poder político y económico en la historia de aquel tiempo, ¿El grupo 20G? Los 7 representan el contexto histórico político-religioso de aquel tiempo.

3.- La palabra viene sobre Juan y en el desierto.

    Juan Bautista era hijo de Zacarías, sacerdote del Templo, por lo que -siguiendo la tradición- Juan Bautista debería haber sido también sacerdote y debería haber vivido y servido en el Templo. Pues no, Juan Bautista se retira al desierto.

    Por otra parte, parecería lógico que la Palabra de Dios recayera en el Templo, quizás en los palacios de Tiberio, Herodes, Pilatos, quizás la Palabra podría sobrevenir en la Unversidad, en el parlamento, etc. Pues, tampoco. La Palabra viene a Juan Bautista en el desierto.

La Palabra le viene a Juan en la historia y para Juan Bta la historia es el desierto. En tiempos de aquellos poderosos, como los de hoy, Juan Bautista, recibe la Palabra en el desierto.

El desierto tiene hondas evocaciones para un creyente judío y cristiano:

El desierto evoca la experiencia fundamental del Éxodo: de la liberación. La vida muchas veces, probablemente siempre es un desierto.

El desierto es el silencio en la vida, que es donde podemos escuchar y acoger la Palabra: el amor de Dios, el sentido de la vida.

El desierto es vivir con lo esencial, allí no hay ruido, ni norias que entretengan al personal, ni luces de navidad, ni lujos. En la profundidad del silencio del desierto nos encontramos a nosotros mismos y a Dios. En el desierto se camina ligero de equipaje, sin consumismos, sin “black friday”, sin quincallería litúrgica.

La Palabra, la sensatez, el horizonte de la vida viene a nosotros en el desierto

4.- Desierto: camino éxodo y exilios

    La vida es un desierto, un Éxodo, también un Exilio. (En la “Salve” con un tono algo pesimista pero real, rezamos: los desterrados hijos de Eva).

    El profeta Baruc (1ª lectura) escribe a los judíos desterrados en el Exilio de Babilonia en el siglo VI a.C. Y les anima a no perder la esperanza: levántate y mira hacia Oriente, hacia la luz. Dios os rescatará … Dios os llenará de alegría.

    Tal vez también nosotros podemos sentirnos en el destierro, sea personal, socio-político, eclesiástico.  Posiblemente la única seguridad del desierto es el futuro, y en ese futuro todos verán la salvación de Dios.

5.-La historia humana está salvada: historia de salvación.

    Estamos en una historia de salvación, no de condenación.

    Juan Bautista es un hombre fuerte, y siendo un hombre enérgico, lo que anuncia es la salvación de Dios. Juan Bautista anuncia que  todos verán la salvación de Dios

Es una palabra de ánimo y esperanza. Sea cual sea la condición en que nos encontremos, sea cual fuere mi exilio: levántate, ten ánimo, confía en el señor (Salmo 27).

    El profeta Baruc anima a su pueblo y le anuncia un futuro mejor. Pueblo mío, levántate … quítate ya el luto … llegan la paz y la justicia … los valles y las montañas se igualarán y habrá un equilibro en la vida.

Seamos profetas de la paz, de la luz y de la vida

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Navidad… hagamos Familia, vivamos “todas” las familias…

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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El Verbo se hizo hombre… se hizo clase…

*

JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett Millais

En el vientre de María el Verbo se hizo hombre,

y en el taller de José, el Verbo se hizo clase...”

*

Pedro Casaldáliga

***

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, [de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor“, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.”

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:

“Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.”

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.]

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

*

Lucas 2,22-40

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Todas las Familias

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El niño iba creciendo, lleno de sabiduría
(Lc 2, 22-40)

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La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.

Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.

Comunidad Anawin de Zaragoza

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

        Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

        Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

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W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

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Elegir la alegría

Miércoles, 28 de octubre de 2020
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Debe sonar extraño decir que la alegría es fruto de nuestra elección. Con frecuencia nos imaginamos que hay personas más afortunadas que otras y que su alegría o su tristeza depende de las circunstancias de la vida, las cuales quedan fuera de nuestro control. Y, sin embargo, elegimos; no tanto las circunstancias de nuestra vida cuanto la manera de responder a estas circunstancias. Dos personas pueden ser víctimas de un mismo accidente. Para uno, este se convierte en fuente de resentimiento; para otro, en fuente de agradecimiento. Las circunstancias externas son las mismas, pero la elección de la respuesta es completamente distinta. Hay gente a la que se le agria el carácter cuando se van haciendo mayores. Otros, en cambio, envejecen con gozo. Esto no significa que la vida de aquellos cuyo carácter se va amargando haya sido más dura que la vida de los que viven contentos. Significa que se han hecho opciones diferentes, opciones íntimas, opciones del corazón.”

*

Henri J. M. Nouwen
en el libro “Aquí Y Ahora”.

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Alegría

Sábado, 10 de octubre de 2020
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La alegría que experimentamos por nosotros mismos –sin esa perspectiva moralizante que nos es tan familiar- nos la transmite el libro de Qohélet. El autor de este libro intenta unir la filosofía popular griega con la sabiduría judía. Pone en tela de juicio algunos dogmas judíos; por ejemplo, el dogma según el cual «hacer el bien trae siempre fortuna y una larga vida, y hacer el mal lleva al infortunio y a una muerte prematura».

La realidad es diferente. Qohélet nos invita a alegrarnos de la vida y a gozar plenamente de las alegrías del momento. Cuando recibimos alegrías, debemos pensar que es Dios quien nos las envía (9,7-9). Qohélet no está lleno de euforia. Sabe que todo esto no es más que un suspiro de viento, que el ser humano no puede encontrar la paz ni en el éxito ni en la propiedad.

Sabe que, pasadas las alegrías, vendrán los tiempos de la tristeza (3,1 Iss), pero, cuando Dios nos concede la alegría, debemos acogerla agradecidos y gozar de ella con plena conciencia.

La conciencia de ser pecadores no debe inducirnos sólo a dar vueltas como penitentes que se reprochan constantemente haberlo hecho todo de manera equivocada y no merecer el amor de Dios. Jesús empieza su predicación diciendo: «Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios» (Mc 1,15). Nos ofrece la plenitud de la vida. Cuando Dios está cerca y cuando nosotros nos encontramos cerca de Dios, entonces nuestra vida se encuentra en orden, se llena de una alegría nueva. Por eso cuenta Lucas en su evangelio que allí donde estaba Jesús reinaba la alegría. Allí donde estaba Jesús no había ni un mísero sentido de penitencia, ni de autodevaluación, ni de autoacusación, sino que se advertía el ofrecimiento de una nueva posibilidad de vida, que la libertad y la alegría podían determinar nuestra vida.

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Anselm Grün,
Recuperar la propia alegría,
Verbo Divino, Estella 1999

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Alegría

Martes, 14 de julio de 2020
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Libre significa: alegre y afectuosamente, sin temor y de modo abierto, dando gratuitamente lo que hemos recibido de manera gratuita, sin aceptar compensaciones, premios o gratitud.

La alegría debería ser uno de los aspectos principales de nuestra vida religiosa. Quien da con alegría da mucho. La alegría es el signo distintivo de una persona generosa y mortificada que, olvidándose de todas las cosas y hasta de sí misma, busca complacer a Dios en todo lo que hace por los hermanos. A menudo es un manto que esconde una vida de sacrificio, de continua unión con Dios, de fervor y de generosidad.

«Que habite la alegría en vosotros», dice Jesús. ¿Qué es esta alegría de Jesús? Es el resultado de su continua unión con Dios cumpliendo la voluntad del Padre. Esa alegría es el fruto de la unión con Dios, de una vida en la presencia de Dios. Vivir en la presencia de Dios nos llena de alegría. Dios es alegría. Para darnos esa alegría se hizo hombre Jesús. María fue la primera en recibir a Jesús: «Exulta mi espíritu en Dios mi salvador». El niño saltó de alegría en el seno de Isabel porque María le llevaba a Jesús. En Belén, todos estaban llenos de alegría: los pastores, los ángeles, los reyes magos, José y María. La alegría era también el signo característico de los primeros cristianos. Durante la persecución, se buscaba a los que tenían esta alegría radiante en el rostro. A partir de esta particular alegría veían quiénes eran los cristianos y así los perseguían.

San Pablo, cuyo celo intentamos imitar, era un apóstol de la alegría. Exhortaba a los primeros cristianos a que «se alegraran siempre en el Señor». Toda la vida de Pablo puede ser resumida en una frase: «Pertenezco a Cristo. Nada puede separarme del amor de Cristo, ni el sufrimiento, ni la persecución, nada. Ya no soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí». Esa es la razón de que san Pablo estuviera tan lleno de alegría.

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Madre Teresa,
Meditaciones espirituales,
Milán, 30ss

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No pares de sembrar estrellas, aunque a simple vista no se vean.

Domingo, 12 de julio de 2020
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Toda nuestra andadura por la tierra no consiste en otra cosa que en ser semejantes a Jesús, imagen del Padre, en estor cada vez más unidos a él. ¿Por qué hemos escuchado esta parábola del sembrador? Porque la comunión con el Señor es fruto de lo unión de lo fe, y la parábola del sembrador nos recuerda las exigencias preliminares de eso unión. Jesús nos revela al Padre porque es lo Palabra y lo imagen del Padre. Nosotros únicamente podemos conocer al Hijo acogiendo su Palabra y creyendo en su nombre. Nuestros ojos no pueden abrirse y reconocerlo si previamente nuestro corazón no se transforma arde gracias a la escucha de lo Palabra, como les sucedió a los discípulos  de Emaus. Y esto solo es obra del Espíritu Santo, que es capaz de crear en los que perseveran “un corazón para entender, ojos para ver; oídos para oír” (Dt 29,3). Esto significa que, para poder transfigurarnos a semejanza del Hijo amado, es necesario, sobre todo, escucharlo. Su luz mona para nosotros desde lo Palabra de Dios. Algo verificable en nuestras relaciones humanas si pasamos unos junto a otros sin decirnos nada, es el infierno; pero si desde el corazón se le dirige lo palabra al otro, que ha sido creado a imagen de Dios, esa palabra se convierte en luz, en una palabra de comunión. Nuestro Dios es luz porque es amor. Todo tiene su origen en aquella Palabra que es Jesús y que debemos escuchar, acoger y custodian Es la Palabra del Padre, que se convierte en luz para nosotros, despierta nuestra fe y abre los ojos de nuestro corazón. La Palabra que nos dice: somos amados por él, nada podré separarnos de su amor y este amor esta destinado a transformar nuestra vida. Sí, si le escuchamos, respondiéndole en el silencio del corazón, seremos “luz” en la verdad de nuestras acciones. Podremos amar. Sin él no podemos nada, absolutamente nada, pero can la fuerza del Espíritu, sea cual sea el abismo de nuestra debilidad, nada es imposible. Arraigados en el Amor que es Dios, produciremos el único fruto auténtico del Espíritu: el fruto del amor.

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J. Carbon,
La alegría del Padre,
Magnano 1992 45—47.

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Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas:

– “Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.”

Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:

– “¿Por qué les hablas en parábolas?”

Él les contestó:

“A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.” ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.

 

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Mateo 13,1-23

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Imagen: El sembrador de estrellas, de  Alonso Ríos Vanegas (Ciudad Universitaria de Medellín, Colombia)

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Gerardo Villar: En la alegría y el dolor.

Sábado, 11 de julio de 2020
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Chaplain Bill Simpson talks with a patient in the emergency room at SSM Health St. Anthony Hospital in Shawnee, Okla, April 23, 2020, amid the coronavirus pandemic. Officials at the Archdiocese of St. Paul and Minneapolis are assembling a team of priests to be trained for a ministry for patients sick with the coronavirus. (CNS photo/Nick Oxford, Reuters) See COVID-MINISTRIES-PRIESTS May 7, 2020. Capellán Bill Simpson  (CNS photo/Nick Oxford, Reuters)

En los diversos grupos en los que hemos revisado la época pasada y las consecuencias del coronavirus hay un clamor general de gratitud y de ver lo positivo que ha sido el comportamiento de muchísimas personas.

Por supuesto, está la entrega generosísima de miles de profesionales a todas las escalas. Pero saliendo del torrente que hemos vivido en el campo estrictamente sanitario, han existido miles de gestos de ayuda, colaboración y servicio.

En cantidad de bloques de vecinos han existido unos carteles a la entrada, donde ha habido personas que se han ofrecido para hacer cualquier servicio: compras, visitas, llamadas de teléfono.

Los vecinos, que casi no nos conocíamos, hemos salido puntualmente a la ventana a las 8 de la tarde para aplaudir. Y se ha dado en muchas ocasiones que alguna persona ha tocado todos los días algún instrumento y ha ofrecido la música a los vecinos.

Me gustaría saber lo que han crecido las llamadas de teléfono a personas familiares pero también a quienes sospechamos que estaban solas.

No nos hemos dado besos, porque no nos lo permiten las normas sanitarias, pero nos hemos saludado con un cariño inmenso y nos hemos deseado lo mejor.

No me atrevo a poner lista de colectivos que han participado en esta entrega generosa, pero apunto: Cáritas, Cocina Económica, Bancos de alimentos, comida, ropas, donativos, mascarillas…

Sería una pena que se nos acabara la vis afectiva y solidaria al pasar esta situación. Puede ocurrir que hasta ahora era el cariño lo que mandaba y ahora corre el riesgo de salir a flote nuestros intereses particulares y cambiemos el trato afectuoso por la discusión, las ideas, los partidos políticos… Será bueno el que tengamos en común intereses generales, necesidades comunes.

Hay muchos motivos que nos unen para trabajar por unas mismas metas y aun discrepando, ser capaces de unirnos por lo que vivimos de común. Simplemente porque somos una misma humanidad, tenemos un mismo peligro de que vuelva el virus y nos necesitamos. Invito a todos los animadores natos y a todos los líderes a crear cada día más motivos de unión y actividades en las que todos nos sintamos afectados por la misma causa.

Y aunque parezca raro, será estupendo que compartamos las necesidades, que nos unamos en lo que nos ocurre de tristeza y dolor, pues aunque parezca mentira, en el fondo nos unimos más en las penas que en las alegrías. Una persona que se cae, atrae más personas que la que va andando sana.

Con cuidado sanitario, pero necesitamos celebrar fiestas y encuentros alegres que nos unan y nos lleven a sentirnos juntos con unas mismas causas. Y pienso si las actividades que hemos realizado (palmadas, música, recados y compras, visitas…) ¿No será bueno el aumentarlos día a día? Qué bonitos han sido esos días pasados aun en medio de la enfermedad pero con el apoyo entregado.

Hay muchos virus entre nosotros que requieren curación y hay muchísimos millones de personas contagiadas en todo el mundo. Es preciso hacer con ellos lo que hemos vivido entre nosotros. Que el virus sea sanación de egoísmos.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad ,

Con paz y alegría.

Lunes, 4 de mayo de 2020

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La Buena Noticia se convierte en mala noticia cuando es anunciada sin paz ni alegría. Todo el que proclama el amor de Jesús, que perdona y cura, con un corazón amargado es un falso testigo.

Jesús es el salvador del mundo. Nosotros, no. Nosotros estamos llamados a dar testimonio, siempre con nuestra vida y, en ocasiones, con nuestras palabras, de las grandes cosas que Dios ha hecho en favor de nosotros. Ahora bien, ese testimonio debe proceder de un corazón dispuesto a dar sin recibir nada a cambio.

Cuanto más confiemos en el amor incondicionado de Dios por nosotros, más capaces seremos de anunciar el amor de Jesús sin condiciones internas ni externas.

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H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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Navidad ¿qué va a cambiar?

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

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Maurice Zundel

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El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

        Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

        Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

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W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

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¡¡¡En Adviento, regocíjate!!!

Lunes, 9 de diciembre de 2019
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211573-joven-reconociendo-la-grandeza-de-dios«Estén siempre alegres en el Señor,
les repitoy, estén alegres. El Señor
está cerca…
»
(Fil 4, 4)

En pleno tiempo de Adviento, un anuncio alto y claro para quienes somos Iglesia, la palabra que nos invita a alegrarnos, sin interrumpir la actitud de esperanza, ante la inminente manifestación de nuestro Señor. El regocijo y la esperanza se hacen, de aquí en adelante, la clave para disponerse en serio a vivir la Navidad.

No obstante, no siempre es fácil encontrar la palabra y gesto oportuno, que mueva al sincero regocijo, en los pasos cotidianos de la vida cristiana. A pie, por las calles, abriéndonos paso entre las muchas dudas y cuestionamientos, juicios y retos, carencias y debilidades; el regocijo parece a veces utopía, cuando tantas noticias desagradables nos invaden sin piedad:

¿Cómo podríamos regocijarnos sinceramente, en medio de tantos rostros hermanos que están llorando, víctimas del sufrimiento?

¿Cómo podría nuestro regocijo parecer sincero y adulto, en medio de tantas palabras hirientes, gestos culpabilizantes y acciones crueles de unos contra otros?

¿Cómo podemos regocijarnos de verdad, sin perder de vista la urgente necesidad de tomarnos en serio la misericordia y la solidaridad?

¿Cómo invitar reiteradamente a la humanidad al regocijo, sin que suene a cierto cinismo, ante las infamias y los crímenes de los que sin cesar somos testigos impotentes?

¿Cómo conseguir estar siempre alegres, aún en medio de la violencia y la tempestad?

¿Quién se atreve a invitar al regocijo, a quien sufre la depresión o le invade la angustia en la enfermedad de un ser querido, o sumergido en el duelo por la pérdida de alguien amado?

Sin embargo, no solamente es invitación seria y adulta, también es una respuesta inteligente ante lo que nos cuestiona. Hoy es importante invitar al regocijo. No es tonto ni ingenuo el regocijo del Adviento, cuando se mantiene humedecido con lágrimas, e impregnado de sudor. No es una burla, ni una salida fácil ante las consecuencias del pecado. Es una forma muy madura de hacer frente a la historia, con perdón y amor.

Por eso:

Regocíjate; Iglesia que estás en Adviento, esperando sin expectativas pero con esperanza, a tu Salvador, quien recrea tu vida y te ofrece felicidad plena.

Regocíjate, pueblo sacerdotal, porque a quien esperas es la razón de tu alegría más completa, y en la comunión a la que te invita, se encuentra tu fortaleza para seguir luchando por la paz y la justicia.

Regocíjate. No te digo regodéate. No engordes tus seguridades, ni intentes guarecer tus pertenencias. Muestra al mundo que, en realidad, no tienes tanto como parece, ni necesitas tanto como puedas obtener. Te basta con la diaria solidaridad.  Fortalece tu ánimo, fortaleciendo el ánimo de los demás.

Regocíjate, no por los bienes que poseas, porque aún sin necesidad de conseguir, tener y retener, vives nutrida por el gozo que viene de la presencia de tu Señor. Ni los privilegios, ni el poder te harían tan feliz como esa sonrisa, esbozada en la pobreza, ese abrazo, apretujado con afecto en el sufrimiento y esa bondad, que se consigue mantener, tenazmente, en la guerra

Reitero:

Regocíjate, aún en las situaciones más oscuras. Aún en el llanto y la soledad, en el fracaso y la injusticia; ahí precisamente, llena de gozo los huecos, ábrete paso sin darte por vencida.

Regocíjate, y mantén vivas las ascuas de la esperanza, que te den luz y abrigo aún en la más densa oscuridad. Encuentra tu fortaleza en la humildad, no intentes ocultar tu vergüenza, y pide perdón con sinceridad.

Regocíjate, y une tus manos; busca sin darte por vencida la unidad fraterna, aún en la diversidad. No temas a quienes piensen diferente, ni intentes eliminar a quienes puedan parecer amenazantes. Acógelos, como acoge tu Señor, y ofrece franco tu humano corazón. Colabora con las iniciativas en favor de la paz y la equidad.

Regocíjate, y viste de rosa tu liturgia sin pudor. Celebra desde la ternura y la debilidad, que en todo puede mucho, y sonríe francamente ante la humanidad. Que todas las personas, sea cual sea su identidad, su situación vital o su discurso ante la sociedad, encuentren en ti, un cálido y seguro hogar.

Regocíjate, porque son muchas las mujeres, consagradas y laicas, las madres y padres de familia, los jóvenes y ancianos, los diáconos, ministros y obispos; que siguen apostando por el Evangelio sincero y audaz.

En este tiempo de espera… ¡Regocíjate, de verdad!

Rogelio Cárdenas, msps

Fuente Fe Adulta

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“Oda a la alegría “, por Gabriel Mª Otalora

Martes, 9 de julio de 2019
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1081-1241709730bK5VDe su blog Punto de Encuentro:

Hazte fuerte en la alegría
porque es una fortaleza inexpugnable
(Epícteto)

Cuenta Paulo Coelho en uno de sus libros que una rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna iba a posarse en sus pétalos. La flor, sin embargo, seguía soñando: durante sus largas noches, imaginaba un cielo donde volaban muchas abejas que se acercaban cariñosamente a besarla. Así aguantaba hasta el día siguiente, cuando volvía a abrirse con la luz del sol. Una noche, la luna, sabiendo de su soledad, le preguntó a la rosa:

-¿No estás cansada de esperar?

-Tal vez. Pero hay que seguir luchando.

-¿Por qué?

-Porque si no me abro, me marchito.

Y Coelho concluye con esta reflexión de su cosecha: “En los momentos en que la soledad parece aplastar toda la belleza, la única forma de resistir es continuar abiertos.” Resistir es la actitud, pero no de cualquier manera: abiertos a lo positivo, esperanzados, sensibles a los demás. La manera cristiana de afrontar cada día. La gente alegre de corazón no lo es porque le van las cosas bien sino por un determinado estado de ánimo con el que encara la existencia.

Sin celebraciones festivas a la vista ni un ambiente de alegría exterior, muchas personas tienen dificultades para ensanchar el corazón. Buscan con afán estímulos con los que contagiarse participando de bullicios festivos de donde sacar chispas de alegría. Al menos tenemos la suerte de vivir en un país con múltiples diversiones populares y manifestaciones sociales de todo tipo para sentir una alegría contagiosa. Pero bien sabemos las veces que depositamos en un evento la ilusión de alegrarnos sin que logremos soltar la tristeza interior aun participando activamente del jolgorio.

La alegría es mucho más que un sentimiento tan efímero y, sobre todo, tan condicionado por lo que sucede a nuestro alrededor. La pregunta de fondo es si la alegría es posible sin estímulos externos de por medio. ¿Solo cabe sentirnos alegres puntualmente, estimulados sobre todo a través del consumismo? La alegría interior es posible manifestada como un vivo sentimiento de ánimo que tiende siempre a salir fuera, contagiando a su alrededor sin estar sujeta necesariamente a cosas externas.

Depende mucho de cada persona, no es algo pasivo como la alegría del aficionado al fútbol que debe esperar a la victoria de su equipo. Se trata, en palabras de Erich Fromm, del esfuerzo interno necesario por desplegar nuestras mejores capacidades humanas, hasta que logramos activarla como expresión de nuestra vitalidad en marcha: cuando descubro algo nuevo, cuando supero una dificultad, cuando aprendo a convivir con ella, cuando ayudo a otra persona, cuando me quedo extasiado ante un bello amanecer… entonces experimento la alegría profunda, la del corazón.

Los problemas, las dificultades y los sinsabores agudizan la ansiedad y a veces nos empujan hacia conductas negativas contra nosotros mismos y contra los demás. Mediante la fuerza de voluntad somos bien capaces de superar la morbosa autocompasión y su influencia sobre nuestros sentimientos, que tanto daño hace en nosotros y en los demás al proyectarlos hacia fuera. Requiere esfuerzo, como todo lo que vale la pena. Decía el compositor Franz Liszt que si dejaba de tocar el piano un día, lo noto yo. Si dejaba de tocarlo tres días, lo notaba el público. Es las cosas pequeñas es donde se gestan muchas alegrías y tristezas.

La alegría es capaz de brotar en medio de los dolores. Ella no depende de las contrariedades sino de la actitud personal ante la vida misma. Pensemos un instante en la cantidad de personas ricas, guapas, exitosas que desconocen la alegría necesitando de todo tipo de estimulantes para hacer soportable la existencia. Podemos atrincherarnos en el dolor o podemos luchar para cambiarlo cuando exista alguna posibilidad; poner de nuestra parte para aceptar cuanto antes la realidad que no puede cambiarse para no perpetuar el sufrimiento. En nosotros está la capacidad de resistir relativizando, aceptándonos, queriéndonos. Y tomar la decisión de sonreír. Es lo que siempre hacen las grandes personas en la adversidad, quizá porque los que aman mucho sonríen con más facilidad.

Para disfrutar de la calidad de vida que proporciona la alegría que hace tan hermosa la existencia, es preciso trabajar el interior de cada persona, un día tras otro, como Liszt. Nos ayudaría mucho leer el Evangelio, no como un tratado de limitaciones, sino como una escuela de aprendizaje de alegría y plenitud caminando esperanzados tras Jesús.

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Alegría

Miércoles, 12 de junio de 2019
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La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.

Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza.

Incluso me atrevo a decir: «Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría». La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección basada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar.

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H. J. M. Nouwen,
Vivere ne lo Spirito,
Brescia 1998\ pp. 17s

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Con alegría

Jueves, 21 de febrero de 2019
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Son cosas de los que ya somos mayores. Me he acordado hoy en misa, de la canción de los payasos: “Así planchaba, así, así”.

Y es que he sacado una escoba, un libro, un plato… Y ante ello, los niños ponían cara triste. Hay que trabajar con esos objetos

Al cambiar Jesús el agua en vino, he recordado que Jesús lo que hace es convertir la realidad, el quehacer duro, la vida rutinaria en alegría, en buen humor, en vino nuevo. Que dure la fiesta.

Es penosa la cantidad de personas que encontramos en la vida quejándose, lamentándose, sintiéndose mal. Es preciso realizar el signo de cambiar el agua de la rutina en vino de salvación.

Me encanta cuando recorro las casas del pueblo y oigo a las mujeres cantar mientras barren. Lo mismo que cuando veo a los obreros silbar mientras trabajan en la obra.

Hacer de la realidad una oportunidad gozosa. Da gusto cuando nos encontramos con personas felices en su quehacer. Si se trata de médicos, ya tienen los enfermos asegurada la mitad de la sanación.

Se me ha ocurrido muchas veces, y en alguna ocasión lo he realizado, dar el pésame al empezar la celebración de la eucaristía, porque las caras de las personas reflejan tristeza, seriedad…

Qué alegría siento cuando hay algún niño muy pequeño en misa y se escapa y sube al altar. Es una gozada. Ojalá hubiese muchos más niños. Puede ocurrir que las personas mayores no estemos alegres porque algo nos molesta o nos duele.

Podríamos usar la risa y la alegría como elementos para sanar a las personas. Podría el médico mandar a las personas acudir a la eucaristía como elemento para curarnos.

Que estamos pocos, pues fenomenal. Que somos mayores, estupendo. Los que participamos, podemos hacerlo con cara y corazón festivo. ¡Demos gracias al Señor nuestro Dios!

La alegría es fruto de la paz y de la serenidad. Aunque los problemas sean fuertes, tener un ánimo sereno y acoger la fuente de alegría que Jesús hace brotar en nuestro ser.

Me pregunto muchas veces “¿cómo podemos decir que anunciamos la Buena Noticia?” Algo falla pues no llega a las personas con esa frescura y gozo.

Igual es que las personas que participamos en las celebraciones, somos mayores y tenemos un carácter más bien serio. Ojalá la fuerza del Espíritu nos alegre y podamos decir sonriendo y cantar aquello de “así barría, así, así,… así barría, que yo la vi”.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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La Alegría

Viernes, 8 de febrero de 2019
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La alegría no es un estado espontáneo del hombre, sino el resultado de una concepción de la vida y una fatigosa conquista hecha posible por la gracia de Dios. Los enemigos de la alegría son más numerosos de lo que a primera vista podría parecer. El camino hacia la alegría requiere con frecuencia que abdiquemos de nuestros propios derechos, con la firme certeza de que arriba hay alguien que se preocupa de ellos y que los hará valer, pero del modo y en el momento que considere más oportuno.

La fe no elimina los obstáculos que el hombre encuentra en su camino, pero ayuda a superarlos a la luz de la paternidad de Dios. No se trata tanto de tener una simple visión superior de la realidad como de conseguir una profunda comunión con Dios, dejándonos ¡luminar por la fuerza penetrante de su Espíritu. La alegría cristiana es siempre una participación en la alegría de Dios. En medio de las sombras y de las oscuridades de la vida presente, el ánimo se eleva sobre las alas de la alegría para superarlas. El don de la vida, la alianza, la promesa, las bendiciones, la salvación, son «acontecimientos» que inundan el ánimo del creyente.

La seguridad de la alegría cristiana se fundamenta en el abandono en Dios-Padre, en la certeza de que Dios nos ama. Si cualquier «buena noticia vigoriza el cuerpo» (Prov 15,30), el Evangelio hace estremecerse al ánimo con una alegría inefable e inenarrable, porque anuncia no una simple doctrina consoladora, sino un acontecimiento real de salvación, que tiene su inicio en la alianza y concluye en la encarnación, en la resurrección y, finalmente, en el Reino de los Cielos. La alegría no es, para un cristiano, un simple sentimiento, sino una persona: Jesucristo.

Él ha muerto y resucitado por todos los hombres. Jesús, al remover la piedra del sepulcro, disipaba para siempre las tinieblas del mal y de la muerte y abría a todos las puertas de la bienaventuranza eterna.

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F. Gioia,
El libro de la alegría,
Cásale Monf. 1997, pp. 201-206, passim.

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