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Alberto Iniesta: Aquella primavera eclesial

Viernes, 27 de enero de 2023
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2-7-4-alberto-iniesta-2GDel blog de Juan José Tamayo:

En el centenario del nacimiento de Alberto Iniesta

“Se cumple el centenario del nacimiento de Alberto Iniesta, obispo auxiliar de Madrid de 1972 a 1998, uno de los testigos y protagonistas más lúcidos y coherentes de la transición política de la dictadura a la democracia y de la transición religiosa de la Iglesia nacionalcatólica a la del Concilio Vaticano II”

“Desafió al franquismo en los momentos finales de la vida del dictador, por lo que se vio obligado a huir a Roma, donde contó con el apoyo de Pablo VI”

“Hizo realidad el modelo de Iglesia de los pobres en el barrio madrileño popular de Vallecas, de clase obrera, de izquierdas y con importante presencia del Partido Comunista. Mantuvo una estrecha relación con el padre Llanos”

“En su actividad pastoral y sociopolítica tuvo como guía la teología de la liberación. Fue el único obispo español, en representación de numerosos colectivos cristianos de base del Estado Español, en el funeral y entierro del arzobispo de San Salvador, monseñor Romero”

“Con Alberto Iniesta se hizo realidad la utopía de Otra Iglesia Posible en un barrio popular de Madrid con una am”plia proyección y gran influencia en otros lugares de nuestro país. ¿Por qué no va a hacerse realidad hoy?”

Entre los principales actores eclesiales de la transición política y religiosa en España suele destacarse al cardenal Tarancón, y creo que con razón, pero, si queremos ser justos con la historia, hay que citar a otros protagonistas, colectivos unos, personalidades individuales, otras. Entre los primeros están los movimientos apostólicos comprometidos con la clase trabajadora, con el mundo juvenil y estudiantil, las comunidades de base como alternativa de Iglesia, las parroquias populares, los sacerdotes obreros, los religiosos y las religiosas en barrios, las teólogas y los teólogos que han elaborado su reflexión teológica en el horizonte del Concilio Vaticano II y en perspectiva, los obispos conciliares, etc.

Entre las personalidades que ocuparon un lugar relevante en aquella –corta, todo hay que decirlo- primavera de la Iglesia católica española se encuentra Alberto Iniesta, obispo auxiliar de Madrid de 1972 a 1998, fallecido el 3 de enero de 2016, un día antes de cumplir 93 años y cuyo centenario de su nacimiento celebramos estos días.

Los largos años de silencio, desde poco después de su jubilación, pudieron hacer olvidar u oscurecer el significativo papel que jugó en la reforma de la Iglesia católica española, que no acababa de poner en práctica la nueva eclesiología del Concilio Vaticano II, ni desvincularse definitivamente de los cuarenta años de legitimación del franquismo. Por eso, con motivo del centenario de su nacimiento, quiero hacer memoria de su persona como ejemplo y referente de un cristianismo liberador, que tiene mucho que enseñarnos de cara al futuro.

Alberto Iniesta fue, sin duda, uno de los testigos y protagonistas más lúcidos y coherentes de la transición política de la dictadura a la democracia y de la transición religiosa de la Iglesia nacionalcatólica a la del Concilio Vaticano II

2-7-4-alberto-iniesta-FAlberto Iniesta fue, sin duda, uno de los testigos y protagonistas más lúcidos y coherentes de la transición política de la dictadura a la democracia y de la transición religiosa de la Iglesia nacionalcatólica a la del Concilio Vaticano II, y uno de los obispos que puso en práctica la reforma conciliar de manera más auténtica y desafió al franquismo en los momentos finales de la vida del dictador. Esto sucedió con la homilía del 4 de octubre de 1975 en la que denunció, junto con el papa Pablo VI, la ejecución de cinco condenados a muerte por el dictador, pidió la supresión de la pena de muerte de la legislación española y reprobó el uso de torturas para conseguir declaraciones de los reos, “lo cual –dijo- ha ocurrido recientemente en nuestro país”. Para protegerse de la indignación del gobierno y de las amenazas de muerte de la extrema derecha que provocó la homilía, se vio obligado a huir a Roma, donde contó con el apoyo de Pablo VI.

“Denunció, junto con el papa Pablo VI, la ejecución de cinco condenados a muerte por el dictador, pidió la supresión de la pena de muerte de la legislación española y reprobó el uso de torturas para conseguir declaraciones de los reos, ‘lo cual –dijo- ha ocurrido recientemente en nuestro país'”

Iniesta entendía la Iglesia como pueblo de de Dios, comunidad de creyentes codirigida por las personas seglares, comprometida con los sectores más vulnerables de la sociedad y conciencia crítica del poder. Con esa orientación participó activamente en la Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes celebrada en Madrid del 13 al 18 de septiembre de 1971, que hizo autocrítica de la jerarquía católica por su alianza con la dictadura, denunció los enormes desequilibrios económicos y la ausencia de derechos humanos, rompió con el franquismo y defendió la democracia.

Dentro del clima de reconciliación que reinaba entonces en la Iglesia católica, Iniesta apoyó una de las conclusiones más conflictivas que contó con un amplio apoyo de los sacerdotes y obispos, pero no fue aprobada por no contar con los dos tercios requeridos por el reglamento de la Conferencia Episcopal Española (CEE): la que pedía perdón por no haber sido testigos de la reconciliación en la guerra entre hermanos en estos términos: Reconocemos humildemente y pedimos perdón, porque nosotros no supimos ser ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos.

A pesar de las peticiones que hicieron diferentes sectores de la sociedad española a la (CEE) para que pidiera perdón por el apoyo al golpe de Estado de Franco a través de la Carta del Episcopado del 1 de julio de 1937 y de la legitimación de la dictadura, se negó, y sigue negándose, a diferencia de numerosos episcopados de diferentes iglesias nacionales: Francia, Argentina, Alemania, etc., que han hecho declaraciones de petición de perdón por su apoyo o silencio ante situaciones similares a la española en sus propios países.

“Iniesta hizo realidad el modelo de Iglesia de los pobres en el barrio madrileño popular de Vallecas, de clase obrera, de izquierdas y con importante presencia del Partido Comunista”

albertoIniestaIniesta hizo realidad el modelo de Iglesia de los pobres en el barrio madrileño popular de Vallecas, de clase obrera, de izquierdas y con importante presencia del Partido Comunista. Mantuvo una estrecha relación -personal, social y eclesial- con el padre Llanos, a quien, en el prólogo a Confidencias y confesiones (Sal Terrae, Santander, 2005), del propio José María de Llanos, le califica de “colaborador cercano”, de quien se consideraba “amigo entrañable” y del que decía “admirar y querer al viejo amigo”. Recuerda la afirmación de Menéndez Pidal de que “la humildad es hermana de la sabiduría” y se la aplica al Jesuita del Pozo del Tío Raimundo.

En su actividad pastoral y sociopolítica tuvo como guía la teología de la liberación contando con las orientaciones éticos-proféticas del “jesuita sin papeles” José María Díez-Alegría, el acompañamiento testimonial y la práctica popular de Carlos Jiménez de Parga y el asesoramiento de Casiano Floristán y Julio Lois, profesores del Instituto Superior de Pastoral y cualificados representantes de dicha tendencia teológica en España, que fueron a vivir a Vallecas coincidiendo con el nombramiento de Iniesta como obispo auxiliar de ese distrito madrileño.

Otro buen amigo de Iniesta fue Alfonso Carlos Comín, en su opinión uno de los principales intelectuales en el debate sobre la posible interacción entre marxismo y cristianismo. Lo visitó unos días antes de su muerte y le recordaba “con su cara afilada, su barba puntiaguda, sus ojos profundos…, y con unas grandes almohadas a su espalda, como el clásico dibujo de don Quijote en su lecho de muerte”. Iniesta solía citarlo como ejemplo de militante comunista y de cristiano comprometido, casi con las mismas palabras del título de uno de los libros de Comín: “Cristianos en el partido, comunistas en la Iglesia” (Laia, Barcelona, 1977).

Conformó la Vicaría de Vallecas al modo asambleario, con la celebración de la Asamblea Conjunta de la Iglesia de Vallecas, cuyo final se vio truncado por la prohibición gubernamental, y en clave comunitaria, con el reconocimiento de los numerosos movimientos cristianos de base”

Sintonizó, y mucho, con el cristianismo liberador latinoamericano. Prueba de ello fue la asistencia como único obispo español, en representación de numerosos colectivos cristianos de base del Estado Español, al funeral y entierro del arzobispo de San Salvador, monseñor Romero, asesinado mientras celebraba misa el 24 de marzo de 1980. Su actitud ético-evangélica se caracterizó, en palabras suyas, por la “opción preferencial por los pobres y por los oprimidos, a favor de la justicia, la fraternidad y la solidaridad, siendo la voz de los sin voz y el apoyo de los más débiles”.

Conformó la Vicaría de Vallecas al modo asambleario, con la celebración de la Asamblea Conjunta de la Iglesia de Vallecas, cuyo final se vio truncado por la prohibición gubernamental, y en clave comunitaria, con el reconocimiento de los numerosos movimientos cristianos de base, más cercanos a la experiencia de la Iglesia de los orígenes que a la organización jerárquico-patriarcal actual.

Iniesta fue uno de los redactores, junto con los obispos Teodoro Úbeda, Ramón Echarren y Javier Osés, del documento “Servicio pastoral a las pequeñas comunidades cristianas”, de 1982, que reconoce humildemente la posibilidad de equivocarse –“y hasta pecar”-, de los obispos, así como su ausencia habitual del vivir cotidiano de dichas comunidades cristianas, al tiempo que expresa la necesidad de abrirse a las críticas, defiende la eclesialidad de las pequeñas comunidades y propone como compromiso preferente de los obispos la promoción de nuevas comunidades.

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Este documento fue uno de los pocos gestos de aproximación y de comprensión hacia las comunidades de base por parte de la jerarquía católica española, que, desde su nacimiento, las vio con recelo, cuando era una de las experiencias eclesiales más auténticas que surgieron en continuidad con el Concilio Vaticano II a partir de la definición de la Iglesia como Pueblo de Dios y comunidad de creyentes en la Constitución Luz de las gentes.

En su libro Convicciones y recuerdos (San Pablo, Madrid, 2003), prologado por Iniesta, ya como obispo auxiliar emérito, Casiano Floristán, que fue su compañero de estudios de teología en la década de los 50 del siglo pasado en la Universidad Pontificia de Salamanca y, luego, colaborador en Vallecas, recuerda que el cardenal Tarancón no estuvo presente en el momento de la prohibición gubernamental de la Asamblea Conjunta de Vallecas, lo que provocó “gran sorpresa e irritación de la feligresía vallecana”. Quizá se debiera a que, como el mismo Casiano afirma, aun reconociendo que “fue el cardenal de la transición, a Tarancón le faltó una punta de profetismo y le sobró concordismo”.

“Con Alberto Iniesta se hizo realidad la utopía de Otra Iglesia Posible en un barrio popular de Madrid con una amplia proyección y gran influencia en otros lugares de nuestro país. ¿Por qué no va a hacerse realidad hoy?”

El obispo auxiliar de Madrid Alberto Iniesta siempre fue leal al cardenal Tarancón. Sin embargo, Tarancón no siempre le correspondió, al menos en algunas páginas de su libro Confesiones, donde le caracteriza de ingenuo, le critica por dejarse influir por grupos progresistas y confiesa que “nos ponía a todos en un brete” (PPC, Madrid, 2005).

Con Alberto Iniesta se hizo realidad la utopía de Otra Iglesia Posible en un barrio popular de Madrid con una amplia proyección y gran influencia en otros lugares de nuestro país. ¿Por qué no va a hacerse realidad hoy?

Fuente Religión Digital

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“La Iglesia que queremos y necesitamos. Recuerdo de Alberto Iniesta”, por José Mª Castillo

Domingo, 9 de abril de 2017
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homenaje-a-alberto-iniesta-en-vallecasEs bueno recordar a los imprescindibles que se creyeron, de verdad, el Evangelio…

De su blog Teología sin Censura:

Recordamos aquí a Alberto Iniesta. Y la Iglesia que él quiso y que nosotros necesitamos. Pero este recuerdo será acertado, si tenemos presente que recordamos a Alberto y su gestión como obispo de Vallecas cuando estamos viviendo una “crisis” y una “estafa”. Y hacemos este recuerdo cuando nos damos cuenta de que la crisis va disminuyendo, pero la estafa no disminuye. Además, lo peor del caso es que no pocos de nuestros obispos dan la impresión de que o no se enteran de la estafa que estamos soportando; o (lo que sería más grave) se enteran, pero, más allá de algunas exhortaciones superficiales y genéricas, con las que algunos prelados despachan un asunto de tanta gravedad, las preocupaciones apostólicas de tales pastores – al menos por lo que dicen – parece que se centran en los temas en los que ponen mayor énfasis: el sexo, la identidad de género, la homofobia, el poder y los privilegios de la Iglesia, aunque estas cosas no se digan nunca así, tal como son y tal como suenan.

1. Alberto Iniesta

Alberto Iniesta ha sido, sin duda ni exageración, uno de los hombres más ejemplares que hemos tenido en España, en nuestra reciente historia del siglo XX. Su proyecto de la Asamblea de Vallecas, en marzo de 1975, cuando estaba agonizando la dictadura franquista en nuestro país, fue una intuición que se adelantó a los sueños de democracia, que, con dudas e indecisiones, los políticos y los clérigos de aquellos años gestionaron, en la transición que desembocó en la Constitución del 78.

Dicho en pocas palabras, la Asamblea de Vallecas fue, no sólo un “proyecto de Iglesia”. Además de eso, fue un “proyecto de sociedad”. Una sociedad en la que el pueblo toma la palabra. Y toma, sobre todo, la capacidad de decidir. Para resolver los problemas más graves que nos afectan a todos los ciudadanos. Sobre todo, los problemas que nos impiden ser ciudadanos libres, que viven en una sociedad igualitaria y justa.

Conocí a Alberto Iniesta en abril de 1971. En aquel abril, antes de la “Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes”, se celebró en Ginebra un Encuentro de los Consejos Presbiterales de Europa, en el que participaron más de doscientos sacerdotes. La representación española, presidida por el entonces obispo de Málaga, Angel Suquía, estaba compuesta por un grupo de sacerdotes, entre los que estábamos Alberto Iniesta y yo. Y precisamente a Iniesta y a mí se nos encargó hacer y presentar la ponencia sobre la Iglesia que estábamos necesitando. Un trabajo que tuvimos que hacer en pocos días. Fue entonces cuando quedé impresionado por la genialidad, la humanidad y la profunda espiritualidad de Alberto Iniesta. Un hombre que sólo quería el bien de la Iglesia, para bien de la sociedad.

Así las cosas, lo que más me impresionó, en mis muchas horas de convivencia y conversación con Alberto Iniesta, en Madrid, en Ginebra, en octubre de 1971 (en Roma), en el Sínodo Mundial de Obispos, cuyo tema fue el “sacerdocio” y “la justicia en el mundo”, lo que más me impresionó – repito – fue la convicción más firme, que tenía Alberto Iniesta: la Iglesia necesita, de forma apremiante, una reforma a fondo. No se trata de una “reforma doctrinal”, sino de una “reforma de vida”, en la “gestión del gobierno” y en la “participación del pueblo” en la toma de decisiones.

Como era de esperar – y de temer –, ni el sistema religioso del Vaticano, ni el sistema político de Franco, podían permitir el planteamiento pastoral, participativo y democrático de Iniesta. En consecuencia, sucedió lo que era de temer. A última hora, en vísperas de la Asamblea de Vallecas, de Roma vino la prohibición de darle a la Iglesia aquel nuevo giro, que era el primer paso de una reforma y una renovación a fondo, no sólo de la Iglesia, sino igualmente de la sociedad 1.

Además, todo aquello se ejecutó de la forma más tajante y (yo añadiría que también) más cruel que se podía ejecutar. Alberto Iniesta fue llamado urgentemente a Roma. Y – por lo que después se pudo saber -, a Iniesta, no sólo se le prohibió, de forma terminante, la celebración de la Asamblea, sino que además el bueno de Alberto fue (y se sintió) ofendido y humillado por el Cardenal Prefecto de la Congregación de Obispos. Ofendido y humillado hasta el extremo de verse hundido e incapacitado, durante años, en un monasterio cisterciense, a donde se retiró para superar su profunda depresión. Hasta que ya, en edad de jubilación, regresó a su diócesis de origen, Albacete, para terminar sus días en paz, estudio y oración.

2. La Iglesia que necesitamos: volvamos al origen

¿Qué Iglesia quiso Alberto Iniesta? ¿Por qué la Iglesia, que quiso Alberto Iniesta, resultó ser intolerable, absolutamente inaceptable, para el sistema político de una dictadura y para el sistema religioso del Vaticano?

La respuesta fácil, convencional, que tienen estas preguntas, es conocida. Y es, por eso, la respuesta que siempre damos. La Iglesia, que se buscaba mediante la Asamblea de Vallecas, en marzo de 1975, no cabía, no pudo caber o encajar en el régimen dictatorial del franquismo, ni en el Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica. Por eso, aquello tuvo el final que tuvo. El fracaso de un proyecto que muchos añoramos.

¿Es posible en este momento volver a intentarlo? Hay que hacerlo. Pero va a necesitar tiempo y paciencia. Después de 30 años, bloqueando la renovación que inició el Vaticano II, la Iglesia está viviendo una situación de desconcierto. ¿Por qué este desconcierto? Cuando tenemos un papa, Francisco, que quiere limpiar el papado de la pompa y el hieratismo que nunca quiso Jesús, el boato y la mentira que condena el Evangelio, en esta situación, un sector señalado del episcopado, en lugar de alegrarse y unirse al papa Francisco, lo que están haciendo quienes se han vinculado a ese sector de cardenales, obispos y clérigos es poner dificultades al papa. Y así, aumentar el desconcierto en determinados sectores de la Iglesia.

¿Qué hacer, estando así las cosas? Vamos a ir derechamente al origen. Y a lo más original de la Iglesia. Todo comenzó, como sabemos, con el anuncio, que realizó Jesús, de la “Buena Noticia”, es decir, la llegada del Reinado de Dios 2. Es verdad que quien fundó y gobernó las primeras “asambleas” cristianas (“ekklesiai”) fue Pablo. Pero también es verdad que, si Pablo pudo fundar y gobernar aquellas “iglesias”, lo hizo porque antes que él y su experiencia en el camino de Damasco, había existido Jesús de Nazaret, su mensaje, su forma de vida y su muerte en una cruz.

3. La “fe” y el “seguimiento”

Si el origen primitivo de la Iglesia se analiza detenidamente, lo que llama la atención, en este proceso incipiente de “fundación” de la Iglesia, es que los evangelios (especialmente los sinópticos) no ponen en, el centro de este origen primero de la Iglesia, la “fe” (“pistis”, “pisteuo”) de los discípulos de Jesús, sino el “seguimiento” (“akoloutheo”) que aquellos discípulos aceptaron para compartir su vida con la vida que llevó Jesús. Baste pensar que, en los evangelios sinópticos, mientras que la fe se elogia 36 veces, del seguimiento de Jesús se habla 56 veces. O sea, el “seguimiento” aparece 20 veces más que la “fe”.

Pero lo importante no es la cantidad de veces que se menciona la fe o el seguimiento. Lo elocuente, en este asunto capital, es la significación relevante que los relatos evangélicos le dan al seguimiento de Jesús. Y lo que ese seguimiento representa en la vida. En efecto, según los sinópticos, cuando Jesús empezó a reunir el primer grupo de discípulos y las primeras multitudes de gente, que se iban con él y le escuchaban, en ningún relato se dice que Jesús les propusiera el tema de la fe, como pregunta, como exigencia, como condición para estar con él, para vivir el proyecto que él les presentaba. Y menos aún. En ninguna parte dicen los evangelios que la fe fuera la condición para estar con Jesús o para ser discípulo suyo.

Esto necesita alguna explicación. En los evangelios sinópticos, se habla de la fe en los relatos de curaciones, cuando Jesús resuelve las situaciones de sufrimiento de enfermos o personas excluidas. A estas personas, Jesús les dice siempre lo mismo: “tu fe te ha salvado”, es decir, “tu fe te ha curado”. Es le fe-confianza, la fe de quienes se fían de Jesús, viendo en él la solución del sufrimiento de este mundo. Y es importante caer en la cuenta de que esto es así, según los evangelios, incluso en los casos de personas que, sin duda, tenían otra religión y otras creencias, como ocurrió con el centurión romano (Mt 8, 5, 13 par), con la curación de la mujer cananea (Mc 7, 24-30 par) y en la sanación del leproso galileo (Lc 17, 11-19) 3.

Sin embargo – y en contraste con lo que acabo de indicar -, lo que la teología no ha tenido debidamente en cuenta es que, cuando los evangelios afrontan el problema fundamental de quienes pueden o no pueden estar con Jesús, la clave de la respuesta a este problema es el “seguimiento” de Jesús, tanto para los “discípulos” (Mc 1, 16-20; Mt 4, 12, 17; Lc 4, 14-15), como para el “pueblo” (“óchlos”) (Mt 4, 25; 8, 1). Por eso, lo primero que hizo Jesús fue llamar a los discípulos al seguimiento (Mc 1, 16-20; Mt 4, 12-17; Lc 5, 11; cf. Jn 1, 37-43). Jesús no empezó por pedir a aquellos hombres una “profesión de fe” o la aceptación de un “credo”. No. Lo primero fue una palabra: “sígueme”. Leer más…

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Ha fallecido Alberto Iniesta, el ‘obispo rojo’ de Vallecas

Lunes, 4 de enero de 2016
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Monseñor Alberto Iniesta46704451Es de justicia reconocer a un hombre libre, que dejó migajas de su vida por la Libertad y la Democracia, siempre desde la opción por los pobres porque se creyó, de verdad, el Evangelio… Y frente a aquellos gritos de “Curas rojos a Moscú”… “Curas rojos al Paredón” que resonaban desde la extrema derecha española que quería mantener el Nacional Catolicismo franquista:

Murió en la residencia sacerdotal de Albacete, un día antes de cumplir los 93

Será recordado como el obispo que luchó por la libertad y la democracia

El obispo auxiliar emérito de Madrid, monseñor Alberto Iniesta, ha fallecido la noche de este sábado a domingo en la Residencia Sacerdotal de Albacete, un día antes de su 93 cumpleaños, según ha comunicado la Oficina de Información de la Archidiócesis de Madrid.

El prelado desempeñó el cargo de obispo auxiliar en la capital entre 1972 y 1998, tras pasar por el Seminario Diocesano de la diócesis de Albacete. Tras su renuncia a la sede madrileña, se retiró a Albacete, donde ha fallecido.

El cuerpo del difunto será velado esta tarde en la residencia y será trasladado el lunes a la Colegiata de San Isidro de Madrid, donde se permitirán visitas desde las 12:30 horas para despedirle. El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, presidirá el funeral ‘corpore in sepulto’ a las 17:00 horas y el entierro.

Un obispo que luchó por la libertad y la democracia. Así será recordado Alberto Iniesta, fallecido el 3 de enero, la víspera de su 93 cumpleaños. Un obispo que vivió hechos tan reseñables como el Concilio Vaticano II, el fin de la dictadura franquista, la firma de España al tratado de adhesión a la Comunidad Europea, o la coronación de Juan Carlos I.

Fueron 26 los años que Alberto Iniesta pasó sirviendo a la diócesis de Madrid como obispo auxiliar, acompañando en el gobierno pastoral a los cardenales Tarancón, Suquía y Rouco Varela. Siendo testigo, incluso, de la subdivisión por decisión de Juan Pablo II en 1991 de Madrid en tres diócesis: Getafe, Madrid y Alcalá de Henares.

A lo largo de hoy, domingo 3 de enero, sus restos serán velados en la Casa Sacerdotal de Albacete, lugar donde residía.

Mañana por la mañana (4 de enero) tendrá lugar su traslado hasta la Colegiata de San Isidro de Madrid, donde quedará instalada la capilla ardiente desde el mediodía.

A las cinco de la tarde, el arzobispo de Madrid Carlos Osoro presidirá el funeral de corpore in sepulto en la misma Colegiata. A continuación de la misa funeral tendrá lugar el entierro en el mismo lugar.

Mons. D. Alberto Iniesta nace en Albacete el 4 de enero de 1923. Se licenció en Teología en 1958 en la Universidad Pontificia de Salamanca, y fue ordenado sacerdote el 13 de Julio de 1958.

Ocupó los cargos de Ecónomo de San Pedro en Albacete durante 1958 y superior del Seminario Mayor de Albacete durante los años 1958-1972.

El 22 de octubre de 1972 fue ordenado Obispo como Auxiliar de Madrid-Alcalá. El 5 de abril de 1998 pasó a emérito.

En la CEE ha sido miembro de las Comisión Episcopales de Liturgia (1975-1981) y Migraciones en 1984. Fue presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones de 1987 a 1990.

Fuente Religión Digital

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