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“La sangre de los inocentes clama a mí”, por P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Sábado, 28 de diciembre de 2024
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“La sangre de los inocentes clama a mí -Génesis 4, 10 y Apocalipsis 6, 10-“.
Con motivo de la Fiesta de los Santos Inocentes el 28 de diciembre.

Dios, interrogado por Job (este es el cuarto diálogo del libro), niega en primer lugar a los tres que creían apoyar las razones de Dios, y muestra que quiere tomar en serio todas las preguntas de Job, incluso aquellas que parecían demasiado pesadas y blasfemas, como: ¿por qué me trajiste al mundo? ¿solo para sufrir? Pensemos con qué frecuencia escuchamos este argumento: ¿qué hice mal para merecer todo esto? Era mejor ni siquiera venir al mundo, era mejor morir. Dios, repito, niega los tres y da la razón a Job porque reconoce que con razón se rebeló contra un dolor injusto, reconoce su derecho a clamar su inocencia, a quejarse, a protestar.

Y aquí hay una conexión muy importante con el Nuevo Testamento: el momento en el que el mismo Jesús clama a Dios: ¿por qué me has abandonado? Existe este momento, luego será superado, pero está ahí. Por tanto, si incluso el mismo Jesús supo gritarle esto a Dios, significa que, cuando nos encontramos ante personas que gritan su dolor, su sufrimiento, del que no se sienten culpables, no debemos silenciarlos, sino dejarles que se desahoguen, que transcurra en modo y tiempo este momento. Porque en esos momentos y en esas situaciones son inútiles todas las supuestas palabras de ánimo y consuelo.

Entonces Dios responde a la objeción de Job: ¿para qué vine al mundo si tengo que sufrir tanto? Pero es una respuesta muy diferente de lo que Job (¡y nosotros con él!) esperaría. De hecho, no le dice nada sobre el significado de su inocente sufrimiento, ni tampoco le dice nada sobre el significado de todo el mal que existe en el mundo.

¿Qué le dice en su lugar? ¿Qué hace Dios realmente? Cambiar el eje del discurso. Job le preguntó: ¿por qué el sufrimiento? Y Dios le dice: “¿Pero eres capaz de hacer todo lo que yo he hecho? Y en cierto momento, llega incluso a proponer invertir los papeles.En definitiva, Job, ¿quieres intentar ser Dios? Mientras tanto, primero, empieza a hacer un mundo, como lo hice yo. Y luego sigue adelante y ataca a todos los malvados de la tierra, ¿lo harías mejor que yo?

Observamos que este procedimiento es típico de las Escrituras. Dios deja hablar al hombre, porque lo respeta y lo creó libre, pero luego lo corrige, si es necesario, en sus preguntas. De hecho, el hombre a menudo hace preguntas equivocadas y Dios no puede responder a esas preguntas, porque la pregunta es incorrecta. Cuántas veces Jesús no responde en los evangelios, sino que desplaza la discusión, precisamente para dejar claro que la pregunta es errónea, que el verdadero problema no es el planteado, sino otro.

¿Y cuál es el debate principal aquí? Dios dice: tú Job tienes razón al clamar tu inocencia y esos tres estúpidos amigos tuyos, que estaban ocupados tratando de defenderme, se equivocaron. Tienes toda la razón. Pero a las preguntas que me hagas, responderé esto: piensa en tu condición, no eres Dios, no puedes crear un universo, no puedes reemplazarme porque eres una criatura. Yo te hice, te di vida, eres criatura y por eso tienes límites; tienes que reconocer tus límites. Y eso significa que nunca podrás explicarlo todo.

Este discurso, entiendo, también puede verse como una especie de estratagema, no sé si una solución del todo conveniente al problema según nuestras expectativas, pero es la respuesta de la Palabra de Dios, sobre el tema del sufrimiento inocente: es un gran misterio.

No existe una explicación racional para el misterio del mal y del sufrimiento; si repasamos todas las explicaciones dadas por la filosofía, nos damos cuenta de que ninguna es verdaderamente satisfactoria. En mi opinión, la explicación más convincente sigue siendo este misterio, porque los demás fracasan por todos lados. Ésta es la gran enseñanza que quiere dejarnos el autor bíblico del libro de Job, en esa parte escrita en poesía que se interpuso entre las dos prosas.

Sin embargo, intentemos abordar el tema en profundidad. Ciertamente el tema del dolor, y sobre todo el dolor inocente de los niños, constituye una de las cuestiones más dramáticas de la vida del hombre. ¡La historia de la humanidad está marcada por millones de muertes inocentes! Según estimaciones de la OMS de hace unos años, más de 500 millones de personas en todo el mundo viven con discapacidad. Más del 5% de los niños en el mundo nacen con una malformación congénita o hereditaria y de ellos aproximadamente más de 3 millones con trastornos muy graves, que provocan la muerte de los niños enfermos en los primeros tres años de vida. Pensando en una escala diaria, esto significa que cada día vienen al mundo más de 8.000 niños con discapacidades graves.

El teólogo belga Edward Schillebeeck escribía: “Tanto la teología como la filosofía se encuentran desorientadas y sin palabras ante este complejo conjunto de males y sufrimientos humanos causados por la naturaleza, las personas y las estructuras. Hay demasiado dolor inocente y absurdo como para racionalizarlo ética o teológicamente”.

Es significativo que el teólogo Romano Guardini dijera, poco antes de su muerte: “En el día del juicio responderé a las preguntas que Dios me haga; pero yo mismo le haré preguntas como ésta, que ningún libro, ni siquiera las Escrituras mismas, puede responder: “¿Por qué, oh Dios, existen caminos de salvación tan retorcidos y tan terribles? ¿Por qué el dolor, el dolor de los inocentes?”. Incluso el protagonista de la película “Cien clavos” de Ermanno Olmi le dice al sacerdote que le recuerda el juicio universal: “¡Es Dios quien en el día del juicio tendrá que responder por todos los sufrimientos del mundo!

Es cierto que en esta tierra no hay una respuesta satisfactoria a esta pregunta. Ante el sufrimiento de los inocentes, como ante todas las grandes experiencias de la vida, hay quienes rechazan el dolor, se rebelan y no logran aceptarlo. Hay quien culpa a Dios y en consecuencia pierde la fe. Llegué a conocer una persona discapacitada que todos los días maldecía a su madre y a Dios por su situación. También en el libro “Cartas desde Stalingrado”, en la terrible situación de la guerra, vemos una rebelión sorda y enojada por parte de algunos soldados. En este sentido, quedan famosas algunas frases de la literatura de Fyodor Dostoievski, después de un episodio terrible en el que un niño sufre un castigo terrible. Cuando es cruelmente mutilado por una jauría de perros, Iván dice: “No quiero una armonía de este tipo, no la quiero por amor a el mundo, así que me apresuro a devolver mi billete de invitación. No es que no quiera que haya un Dios, pero con mucho respeto le doy mi boleto de regreso a ese mundo“.

En “La peste” de Albert Camus, el doctor De Rieux dice: “Tendré otra idea del amor y me negaré hasta morir a amar esta creación, donde tanto se atormenta a los niños”. E incluso en la Biblia existe una reacción negativa ante el mal. Menciono el libro de Eclesiastés que clama –todo es vanidad– y que expresa una forma de profunda rebelión. Debemos tener un gran respeto por el dolor de las personas que reaccionan con ira; a veces simplemente no hay palabras para decir; es mejor el silencio y, en todo caso, la caridad amorosa activa.

Del libro de Job se desprende que Dios mismo permite a Job desahogar todo su dolor. Pero, siempre ante el sufrimiento, hay quien, por el contrario, precisamente en el dolor, descubre o redescubre la fe, se encuentra con Dios mismo, como fue el caso de Job. Y en efecto Job lo comprende: “Entiendo que Tú todo lo puedes; nada es imposible para vosotros… He expuesto sin discernimiento cosas demasiado superiores a mí, que no comprendo [por eso reconoce su orgullo]. Escúchame y hablaré, te interrogaré y tú me instruirás. Te conocía de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso cambio de opinión y siento arrepentimiento por encima del polvo y la ceniza”.

Hermoso, porque primero dice que será enseñado por Dios, y luego: ahora mis ojos te ven de verdad, antes te conocía “de oídas”, es decir, superficialmente. Te tenía veneración, seguía tus mandamientos, también fui piadoso y devoto; pero “ahora mis ojos te ven”, es decir: ¡sólo ahora te conozco realmente, te he conocido, te he experimentado!

En la Escritura el sufrimiento no se explica, sino que se ve como una oportunidad -la mayor oportunidad que tenemos- de LIBERTAD, es decir, de no dejarnos aplastar por el sufrimiento mismo, es la oportunidad de conocer mejor a nosotros mismos y Dios, es una oportunidad para vivir menos superficialmente, más profundamente. Asimismo en el citado libro de ‘Cartas de Stalingrado’, si hay soldados que se rebelan contra Dios, otros en cambio, precisamente en el drama de la guerra, lo redescubren. Hay situaciones de sufrimiento tan terribles que no hacen falta consoladores humanos. Ninguna palabra puede atravesar la oscuridad, el manto plúmbeo de ciertas tragedias. Quien puede entrar en tales tinieblas es sólo el Espíritu consolador de Dios, aquel Dios que se hizo “cercano” (del latín “proximus” = lo más cercano que pudo) a cada uno de nosotros en su Hijo Jesucristo.

Paul Claudel había dicho: “Dios en Cristo no vino a explicar el sufrimiento, sino que vino a llenarlo con su presencia”. El amor de Dios no nos protege de todo sufrimiento, sino en todo sufrimiento. Y entonces también puede ocurrir este “milagro“.

Kirk Kilgour, estadounidense, campeón mundial de voleibol, irremediablemente discapacitado tras una dramática lesión sufrida en Roma el 8 de enero de 1976, se convirtió en un gran e incomparable campeón de la vida y de la fe, como se desprende de uno de sus célebres poemas, de los cuales cito algunos versos: “Pedí a Dios que fuera fuerte para realizar proyectos grandiosos y Él me hizo débil para mantenerme en la humildad. Le pedí a Dios que me diera salud para realizar grandes empresas y me dio dolor para entenderlo mejor… Le pedí a Dios todo para disfrutar la vida y me dejó la vida para que pudiera ser feliz con todo. Señor, nada recibí de lo que te pedí, pero tú me diste todo lo que necesitaba y casi en contra de mi voluntad. Las oraciones que no hice fueron contestadas. ¡Alabado seas, mi Señor: entre todos los hombres, ninguno tiene más que lo que yo tengo!

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Triunfo

Martes, 11 de julio de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Que nuestro propio amor triunfe por su propia fuerza,

por su propia energía,

en silencio

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Maria Casares a Albert Camus

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Amar

Jueves, 22 de junio de 2023
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Del blog Nova Bella:

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No ser amado es una simple desventura.

La verdadera desgracia es no saber amar.

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Albert Camus

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Dentro de mi

Sábado, 3 de septiembre de 2022
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Del blog Nova Bella:

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En medio del invierno descubrí que había dentro de mi un verano invencible

*

Albert Camus

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La fe humanista de Camus

Lunes, 10 de mayo de 2021
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12034974916_93dc886db9_b“Hay en los hombres más cosas a admirar que a desdeñar”

“La vida y la obra de Camus nos dejan la impresión de que, a pesar de su formación cristiana en Argel, era un escéptico”

“Howard Mumma cuenta en su libro Albert Camus and the Minister que el autor de El hombre rebelde tuvo inquietudes religiosas en los últimos años de su vida”

“Camus (1913—1960) declaró en 1946 ante un público cristiano: ‘No parto del principio de que la verdad cristiana es ilusoria. Simplemente, nunca penetré en ella'”

Mumma recuerda que Camus se acercó a la iglesia cuando ya era un artista consagrado, en busca de ‘algo’. ‘Algo que no estoy seguro de poder siquiera definir’, admitió el escritor”

“Camus está muerto y es inútil preguntarse si al ser víctima de su accidente corría con el ansia de encontrar a Aquel que lo procuraba. Pero no hay duda de que hizo de su estética una apología radical de la ética”

La vida y la obra de Camus nos dejan la impresión de que, a pesar de su formación cristiana en Argel, era un escéptico. Los horrores de la Segunda Gran Guerra echaron por tierra los íconos del autor de El mito de Sísifo: Dios, el Partido Comunista, las instituciones políticas, las ideologías. Comenzó a considerar que todas las verdades “ideales” u “objetivas” eran un mito. Insistió en no ir “más allá de la razón”, fuera en nombre de lo que fuera: raza, Estado o partido. Desencantado, se resistió, sin embargo, a la cicuta de la “náusea” sartreana, aunque muchos insistan en ubicarlo entre los existencialistas.

Camus nunca se declaró discípulo de Sartre. Este llegó a manifestar que no había nada en común entre su pensamiento y el del autor de El extranjero. Una de sus pocas frases que se hace eco de la filosofía existencialista aparece en El mito de Sísifo, cuando el autor argelino se refiere al “hastío que se apodera del hombre ante lo absurdo de la vida”.

Para Camus, apegarse a un valor espiritual era una fuga de la realidad. Como Nietzsche, prefería la autenticidad a la verdad. No obstante, creía en el ser humano. Como escritor, asumió la condición de testigo del sufrimiento de los inocentes, e incluso del silencio de Dios. Pero imaginar que en sus últimos años de vida Camus llegó a tener añoranzas de una fe que no poseía es algo que no bordea lo insólito solo porque Mumma escribió que Camus admitió la posibilidad de encontrar en la fe un sentido para la vida. Por eso dialogó con el teólogo, quien lo introdujo en la lectura de la Biblia, lo que lo habría llevado del ateísmo al agnosticismo.

Camus, quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1957, le dijo a Mumma que ya había experimentado el impacto del testimonio evangélico gracias a la amistad que lo unía a Simone Weil, una judía agnóstica, mística sin fe, filósofa que abandonó la comodidad de la academia para sumergirse en el mundo de los pobres. Militante de la Resistencia francesa, trabajó como obrera en España. Solidaria con los hambrientos, se permitía una ración diaria de alimentos tan exigua que acabó poniendo en peligro su salud. Murió en 1943, a los 34 años de edad.

El epílogo de La peste pone de manifiesto la fe de Camus en el ser humano: “(…) el doctor Rieux decidió escribir el relato que aquí termina para no ser de los que se callan, para dar testimonio a favor de los apestados, para dejar al menos un recordatorio de la injusticia y la violencia de que fueron víctimas, y para decir sencillamente lo que se aprende durante los flagelos: que hay en los hombres más cosas a admirar que a desdeñar.

Esa exaltación de lo humano caracteriza la literatura de Camus, iluminada por su énfasis en la felicidad, un tributo de su origen mediterráneo. No le preocupaba el destino, sino el presente, la posibilidad de ser feliz ahora. Sus camaradas son Montaigne, Voltaire y Rabelais, no Pascal, Baudelaire y Rimbaud, que oscilan entre la angustia y la desesperación. “En el corazón de mi obra hay un sol invencible” le declaró en una entrevista a G. d’Aubarède (Nouvelles litteraires, no. 1236, 10 de mayo de 1951). “No hay ninguna vergüenza en ser feliz”, le dijo al entrevistador. “Da vergüenza ser feliz solo”, añadió por boca de Rambert en La peste.

Camus está muerto y es inútil preguntarse si al ser víctima de su accidente corría con el ansia de encontrar a Aquel que lo procuraba. Pero no hay duda de que hizo de su estética una apología radical de la ética, como demuestra este fragmento de La Peste: “En resumen, dijo Tarrou simplemente, lo que me interesa es saber cómo un hombre se convierte en santo. Pero usted no cree en Dios, le respondió Rieux. Precisamente. El único problema concreto que me preocupa hoy es saber si un hombre puede convertirse en santo sin Dios”.

Frei Betto es autor, entre otros libros, de la novela Aldeia do silêncio (Rocco).

Frei Betto es autor de 69 libros, publicados en Brasil y en el extranjero. Puedes adquirirlos con descuento en Librería Virtual   Allí los encontrarás a precios más económicos y los recibirás en casa por correo.

Traducción de Esther Perez

Fuente Religión Digital

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La belleza

Miércoles, 14 de junio de 2017
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Del blog Nova Bella y El Idiota de Dostoyevski:

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La belleza salvará al mundo

*

Fiodor Dostoyevski
El idiota

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La belleza no hace revoluciones:

pero llega un día en que las revoluciones

necesitan de la belleza.”

*

Albert Camus,
Carnets

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Un solo deber, y es el de amar…

Miércoles, 7 de junio de 2017
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Del blog Nova Bella:

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“Si yo tuviera que escribir un libro de moral,

tendría 100 páginas y 99 estarían en blanco.

En la última escribiría:

conozco un solo deber, y es el de amar.

A todo lo demás digo no”

*

Albert Camus,
Carnets

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¿Tiempo ordinario?

Viernes, 24 de junio de 2016
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Del blog Amigos de Thomas Merton:a_5

“Mi padre murió con veintitrés años de edad, cuando yo no tenía más que tres. Mi pequeña persona sólo heredó una pequeña cosa de él: un librito de oraciones que guardaba en su interior una estampa con un poema impreso ribeteado en negro. Lo memoricé en cuanto aprendí a leer. Decía:

No tengo más que un minuto,
sólo sesenta segundos
me veo obligado
no puedo rechazarlo,
no lo he buscado,
no lo he elegido,
pero sufriré si lo pierdo…

A medida que pasaban los años, aquellos versos se me iban yendo de la memoria; su filosofía perdía su encanto. Entonces me hice mayor, maduré y descubrí unas cuantas cosas:

El tiempo es la base, el eje, el elemento de cohesión y la gloria de la vida. Pero no es simple. El tiempo ordinario es el período litúrgico más largo de todos. Es un tiempo en el que la vida transcurre a su lento y monótono modo, predecible hasta en lo más mínimo. Más de lo mismo. Misma rutina y misma rutina. Semana tras semana, mes tras mes. Los trayectos entre la casa y el trabajo, el papeleo, las tareas domésticas y el llevar a los niños al colegio nos devoran día tras día con entumecedora regularidad. Y, sin embargo, es en el tiempo «ordinario» en el que ocurren las cosas verdaderamente importantes: nuestros hijos crecen, nuestro matrimonio y nuestras relaciones maduran, nuestro sentido de la vida cambia, nuestra visión se amplía, y nuestra alma llega a su sazón.

Sin lugar a dudas, la oración de la estampa tenía razón: perder la gloria de la vida ordinaria es sufrir la pérdida de la mayor parte de la vida.

Sólo cuenta realmente lo que aprendemos mientras hacemos lo que parece ser pura rutina: cómo resistir, cómo producir, cómo hacer rica la vida en sus momentos más mudos. «Hay más verdades en veinticuatro horas -decía Raoul Vaneigem- que en todas las filosofías».

Únicamente lo ordinario hace especial lo especial. Atiborrarse de especialidad es perder todo sentido de lo excepcional de la vida.

El tiempo ordinario es el mentor de todos nosotros. «Un oficinista de correos -decía Camus- es comparable a un conquistador, si ambos tienen en común la consciencia». Quienes, allí donde están, miran y pueden ver lo que están mirando,son los que hacen extraordinario el tiempo ordinario.

Lo ordinario es lo que nos revela, poco a poco, milímetro a milímetro, «la santidad de la vida, ante la cual -como dijo Dag Hammarskjóld- nos inclinamos en reverente adoración».

Espera pacientemente esas interrupciones de lo ordinario que nos revelan el verdadero núcleo de la condición humana: vida, muerte, cambio.

Es importante entender la diferencia entre estabilidad e intransigencia. La estabilidad nos enraíza en un pasado que, como la buena tierra, nutre lo que está creciendo. La intransigencia, en cambio, nos enraíza en un pasado que se ha petrificado para no tener que crecer en absoluto.

«El despotismo de la costumbre -decía el filósofo John Stuart Mill- es en todas partes una barrera estática contra el avance humano». Considera, pues, como una mala señal cuando te sorprendas a ti mismo arguyendo que ‘siempre se ha hecho así’

Nunca confundas lo ordinario con lo simple, lo estático o lo aburrido. Vivir una vida ordinaria puede perfectamente ser algo muy complicado. Se requiere un gran talento para hacer una gran vida de una vida rutinaria.

Queremos que la vida sea apasionante cuando, de hecho, la vida no es más que vida. Deseamos que lo espiritual sea místico, en lugar de ser real. Para el verdadero místico, el paso de las estaciones nunca es una banalidad. Es la repetición lo que, por fin, abre nuestros ojos a Dios donde Dios ha estado siempre: justamente delante de nuestros ojos.

«Vivir -decía Antoine de Saint-Exupéry- es nacer lentamente». El hecho es que llegar a estar plenamente vivo lleva toda una vida. Hay en todos nosotros tanto que nunca hemos tocado, tanta belleza en la que estamos inmersos y que pasamos por alto… La consciencia es lo que eleva lo ordinario al nivel de lo sublime.

La vida, por definición, es cálida y palpitante. La vida, por definición, habla de Dios.”

*

Joan Chittister.
Escuchar con el corazón.

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“Hacer historia”, por Gema Juan OCD

Domingo, 24 de agosto de 2014
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14999916485_ce0790189e_mComo  la de Teresa, esta comunidad ha nacido para “hacer historia“, para vivir nuestra libertad como oportunidad para ser mejores, para hacer brecha, para abrir un nuevo cauce para las aguas que Dios ha hecho emerger y que forman parte de ese inmenso Océano, diverso y fecundo que es la Iglesia… Por so, formamos comunidad, no estamos ni aislados ni desconectados, no queremos guardarnos nuestras “riquezas“, sino que queremos compatirlas porque creemos que nadie sobra y que odemos enriquecer a quien con nosotros quiera caminar.

Leído en su blog Juntos Andemos:

La historia de la humanidad es la historia de una superación incesante, de continuos hallazgos, de generosidades, anónimas y conocidas, pequeñas e inmensas. La historia es un río que no se detiene, fecunda y arrolla pero también permite ser parte para aumentar el caudal e incluso, redefinir el curso del agua.

El valor de muchos hombres y mujeres para dar pasos y desafiar principios obsoletos, y su humildad para hacer ensayos y enfrentar errores ha creado historia y sigue haciéndolo. Y cada vez que un ser humano vive su libertad –como decía Camus– como una oportunidad para ser mejor, hace una brecha, abre un nuevo cauce para las aguas.

Teresa de Jesús hizo algo de esto, aunque no a solas. Es cierto que tenía «duende», ese genio encantador y misterioso de su personalidad que la hacía amable y querida, aguda y sencilla a la vez. Ella y su profunda experiencia espiritual habrían sido un regalo para la historia pero, en realidad, han sido mucho más que eso.

Un 24 de agosto, tomaba cuerpo una idea madurada a lo largo del tiempo. Un sinfín de conversaciones, de experiencias compartidas, de búsquedas y discernimientos, a veces difíciles, habían dado a luz algo precioso: una nueva forma de vida.

Nacía en medio de grandes zozobras. Lo cuenta Teresa: «Las grandes contradicciones y persecuciones que hubo» y «los grandes trabajos y tentaciones» que pasó. Ella misma se tambaleaba: «Por una parte, me parecía imposible, por otra, no lo podía dudar». Pero tenía tanta fuerza la experiencia de haber encontrado los tesoros del amor y era tan grande el «deseo de repartirlos con otros», que se lanzó.

Ahí está el germen de algo mayor. Teresa podía haber sido un precioso arroyo de agua fresca, pero se convirtió en un benéfico aluvión porque no se aisló ni desconectó, no se guardó lo que tenía.

Explicaba J. A. Marina que cuando una inteligencia –en cualquier campo que se dé– no se aísla, es capaz de generar valores comunitarios y de crear nuevas formas de vida. Así sucede con Teresa. Hace historia compartiendo porque, de ese modo, crea una nueva «manera de vivir y tratar».

Desafió los diques de su tiempo, consciente de que su condición de mujer, monja y sin abolengo la tenía «sujeta, sin solo un maravedí, ni quien con nada me favoreciese». Pero encontró el modo de hacer pasar el agua. Después, cuando pensaba en lo que había hecho, decía: «Hallé lo bueno haberlo el Señor hecho todo de su parte».

No le bastaba haber descubierto la fuente de agua viva de la que mana todo; «querría bebiesen los otros», decía. Tenía conciencia de que por su medio «quería el Señor hacer bien a muchas personas», así que quería aumentar el caudal de la historia y abrir un nuevo cauce.

Úrsula de los Santos, María de S. José, Antonia del Espíritu Santo y María de la Cruz son cuatro mujeres prácticamente desconocidas, pero que hicieron posible el paso que Teresa de Jesús daba en la historia. Son las primeras descalzas. Atrevidas y enamoradas, como ella, canalizaron unas fuerzas vivas que significaban un cambio real en el panorama humano y religioso de su tiempo.

Unas mujeres capaces de decidir lo que querían hacer con sus vidas, que eligieron la libertad del servicio. Iniciaron una vida de soledad, máximamente sencilla y silenciosa, centrada en la persona de Jesús. Y donde la amistad, la búsqueda del bien común, informaba todo. De ellas, impresionaba a Teresa su «gran valor… y el ánimo que Dios las daba para padecer y servirle».

De necesidad había de alterarse el curso del agua, en un tiempo que acumulaba ruidos vacíos de linajes e intereses, y que mantenía retirada de todo a la mujer.

En 1562, Teresa y sus compañeras cambiaban el rumbo de la historia. Iniciaban un «modo y manera de vivir» que no iba a quedar encerrado en los muros de su casita. Su forma de vida tenía las compuertas abiertas.

Los linajes, los intereses y la discriminación siguen levantando diques. Por eso, sigue siendo necesario el valor y la humildad para dar pasos y, como decía Teresa, para «ser parte para que algún alma se llegase más a Dios» que, para ella significaba decir ser parte en mejorar la vida de los demás.

Decía algo que parece contradictorio, pero no lo es: que «querría huir de las gentes y… se querría meter en mitad del mundo, por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a Dios». En el fondo, esos deseos dicen que la «manera de vivir» que propone no tiene un único molde, porque el agua no puede tenerlo.

Y Teresa no pretendió otra cosa que aumentar el caudal, sabiendo que Dios está en la historia del mundo y que esa historia no es previsible, pero está llena de nombres grandes y pequeños que eligen «hacer historia». Hombres y mujeres que al poner en común lo que tienen en sí –como aquellas cuatro descalzas– hacen posible dar un paso adelante.

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Amistad masculina.

Sábado, 5 de abril de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Famoso extracto de una carta escrita por Albert Camus a René Char, 17 de septiembre 1957:

“Cuanto más mayor me hago, más creo que no podemos vivir sino con los seres que te liberan, que te aman con un afecto tan ligero de llevar como fuerte de experimentar. La vida de hoy es demasiado dura, demasiado amarga, demasiado debilitante, por lo que todavía pueden sufrirse nuevas servidumbres, que provienen de quien se ama. Al final, se moriría de pena, literalmente. Y es necesario que vivamos, que encontremos las palabras, el impulso, la reflexión que sustenta una alegría, la alegría. Pero es así como yo soy tu amigo, amo tu felicidad, tu libertad, tu aventura en una palabra, y me gustaría ser para ti el compañero de quien se está seguro, siempre. “

ISLE-SUR-SORGUE - A. CAMUS - R. CHAR

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Otra felicidad

Lunes, 17 de marzo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Cada vez que cedo a las vanidades, cada vez que pensamos y vivimos para “aparentar” se traiciona. Cada vez que me ha ocurrido, siempre ha sido una gran desgracia el querer aparentar porque me disminuye frente a lo verdadero. No es necesario entregarse a los demás, sólo a los que amamos. Porque entonces, ya no es entregarse para aparentar, sino solo para dar. Hay mucha más fuerza en un hombre que sólo aparece cuando es necesario. Ir hasta el final, es saber mantener nuestro secreto. He sufrido por estar solo, pero al haber guardado mi secreto, he vencido al dolor de estar solo. Y hoy, no conozco mayor gloria que vivir solo e ignorado. ¡Escribir mi profunda alegría! Aceptar al mundo y gozar, pero únicamente en la pobreza. Yo no sería digno de amar la desnudez de las playas, si no supiera permanecer desnudo delante de mí mismo. Por primera vez, el significado de la palabra felicidad no me parece equívoca. Es más bien un poco lo contrario de lo que se entiende comúnmente por “Soy feliz.

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Albert Camus -Carnets

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