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Sara, la niña secuestrada por su padre en Irak, es hoy un joven trans, Haidar

Sábado, 9 de octubre de 2021
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Haidar Alí Moracho, sentado en un banco de la plaza de la Iglesia, en Galapagar (Madrid). 
David Expósito

Su rapto fue un fenómeno contado en una serie de televisión. Ahora, Haidar Ali Moracho se prepara para narrar su relato en una novela

“Evidentemente si me hubiera quedado allí (en Irak), no hubiera tenido una vida feliz”

Fernando Peinado
Madrid – 02 OCT 2021-01:15

El rapto de Sara, una niña madrileña de ocho años, es hoy una historia casi olvidada, pero hace 12 años capturó la atención de media España. El secuestro por su padre iraquí duró casi tres años y acabó en marzo de 2009 con la imagen feliz de Sara al llegar a Barajas, tapada con velo islámico y acompañada de su madre española. En realidad, el relato que se hizo entonces era incompleto. Sara es hoy un joven trans de 23 años, Haidar Ali Moracho, y está trabajando en una novela biográfica para reescribir todo lo que se contó. Ahora tiene madurez para que se oiga su voz y muchos motivos para hacerlo. “Se ha contado una historia, pero no se ha tenido en cuenta mi versión”, dice él.

Haidar vive con su madre y su abuela en una casita de Galapagar, el municipio de casi 35.000 habitantes en la sierra madrileña donde residía cuando su padre le secuestró y donde retomó su vida tras el rescate. En la plaza de la Iglesia los bancos están pintados de color arcoíris desde junio, el mes del Orgullo. Pasea sin ser reconocido. Este es un pueblo dormitorio de la capital de España donde la gente vive y deja vivir.

A media mañana de un día soleado habla sobre su vida de película en una tranquila terraza de la plaza, mientras toma un Nestea. Ha pasado mucho desde que los medios dejaron de interesarse por el drama que protagonizó. Entre 2006 y 2009, su caso fue objeto de múltiples reportajes, en particular en el programa El Diario de… presentado por Mercedes Milá en Telecinco. El periodista Javier Ángel Preciado acompañó a su madre, la madrileña Leticia Moracho, en varios viajes a Irak durante los peores años de la guerra que estalló en aquel país tras la invasión de EE UU. Se subieron a helicópteros y aviones militares y tuvieron entrevistas con mercenarios, diplomáticos o el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Sara vivía con su padre Abbas Ali Husain en un barrio humilde de Basora, la mayor ciudad del sur. Llegó allí con ocho años. Su padre la montó en un avión un fin de semana que estaba a su cargo y que supuestamente iban a pasar juntos en su piso cercano a la Puerta del Sol.

El rescate parecía imposible porque las autoridades iraquíes hacían caso omiso de una orden de búsqueda y captura de Interpol, protegiendo así al padre musulmán e iraquí frente a la madre cristiana y europea. Pero gracias a la tenacidad de Preciado y al amor de Leticia las tornas fueron cambiando. Tras los sensacionales reportajes, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero incrementó la presión diplomática y eso influyó en el comportamiento de las autoridades del país árabe. El padre de Sara cometió un error que pagó caro. Para zafarse de Leticia, envió a España una solicitud de divorcio y fue entonces cuando la madre descubrió que el padre había falsificado el acta matrimonial que presentó en Irak para justificar su derecho a la custodia. En realidad, durante los 16 años de su relación en Madrid nunca estuvieron casados. Tras un juicio en Basora en el que participaron Leticia y el periodista de Telecinco, el padre fue esposado y llevado a un calabozo, acusado de falsedad documental. Sara quedó a cargo de sus otros familiares iraquíes, los medios hermanos y su abuela paterna. El padre llegó entonces a un acuerdo extrajudicial para que Leticia pudiera quedarse con la custodia. El periodista, la madre y Sara volvieron triunfales a España un domingo de marzo de 2009. El regreso abrió los noticieros.

Al año siguiente, Preciado escribió el libro “Rescatando a Sara”, y en 2014, Antena 3 emitió en horario prime time una miniserie de dos capítulos con el mismo nombre y con Carmen Machi en el papel de la madre y Fernando Guillén Cuervo en el del padre.

901D9CF6-893D-48AC-B962-128A8C40091F-768x433Los actores de la serie Rescatando a Sara, Fernando Guillén Cuervo y Carmen Machi, junto a Haidar.

La historia del rescate acabó ahí. Un final feliz. Pero tras bajarse del avión en Barajas, comenzó otra liberación. A los pocos meses, conoció a Cory en un chat de Internet sobre el anime japonés Dragon Ball. La presentación fue virtual.

“¿Sabes que conozco a otra chica como tú que quiere ser chico?”, le escribió a Sara por chat una fan de la serie.

Cory Ibáñez Blanco vivía San Fernando de Henares, otro municipio madrileño, pero separado de Galapagar por una hora de carretera.

Sara era fan de Vegeta, el villano que en la serie se pasa al lado de los buenos. A Cory le gustaba Trunks, hijo de Vegeta y uno de los personajes más populares. Hablaron por chat durante un año sobre su hobby y sobre su otra peculiaridad. Ambos sentían que estaban atrapados en un cuerpo que no era el suyo. Era algo que cada uno notaba desde hacía años, pero a lo que no habían dado nombre.

Pasó algo más. Se enamoraron y buscaron la manera de tener una cita. Finalmente se vieron en persona una tarde de navidades en la Puerta del Sol, acompañados de otros amigos y con la supervisión de adultos. Al verse, Sara y Cory se fundieron en un abrazo de felicidad. A Leticia, la madre de Sara, se le saltó una lágrima al ver esa demostración tan intensa de amistad. Más tarde, cuando los padres no miraban, Haidar le dio un beso en la mejilla a Cory, un momento que inmortalizaron en un selfie.

Pero cuando Sara tenía 14 años, la madre prohibió los encuentros al enterarse de que ambos eran chicos trans y tenían una relación de amor. Creía que su transición de género era un capricho y que los dos estaban confundidos. Le tomó un año más aceptar a su hijo, que ya se identificaba con el nuevo nombre masculino Haidar, que en árabe significa León.

Haidar y Cory siguen siendo pareja tras más de diez años de relación. Ambos continúan en casa de sus respectivos padres y la capital es su lugar de encuentro habitual, a medio camino entre Galapagar y San Fernando de Henares. Les gustaría independizarse y vivir juntos, pero sufren la falta de oportunidades dignas que golpea a su generación. Los dos padecen también el retraso de la sanidad pública madrileña, donde las esperas para el cambio de sexo superan los seis años.

017CD399-D5E2-40F6-84BF-C1464F577A57-768x512Haidar Alí Moracho y Cory Ibáñez Blanco, este miércoles en un parque de San Fernando de Henares (Madrid) David Expósito

Haidar quiere estudiar un máster que le prepare para ser traductor de árabe. Cory, que tiene 26 años, es dibujante. Va a ilustrar el libro que está escribiendo Haidar.

Su pareja tiene más de 100 páginas escritas a ordenador y una lista de recuerdos que anota en una pequeña libreta con la foto de un gato en la portada. Son breves enunciados de los episodios que luego desarrolla sobre el teclado: “El ayuno. La nueva esposa de papá. Cambios de casa y de colegio. La nota (te odio por lo que has hecho, papá)…”.

Su padre se portó muy mal, pero Haidar le recuerda también como un hombre amoroso y comprensivo. “Quiero dejar testimonio de que mi padre quería dármelo todo. Estudios, cuidados. Me enseñó el Basora que él conoció, me llevó de paseo por el río, a la biblioteca, al zoco”, rememora. “Quiero que dentro de unos años, cuando repase lo que he escrito, no se borre de mi recuerdo esa parte buena de él”.

Otra misión es derribar los estereotipos sobre el mundo árabe que son comunes en los relatos de autoría occidental. Mostrará el respeto por las personas mayores, algo que vio en la autoridad que tenía la matriarca de la casa, su abuela Zequie. Eso no supone ocultar el machismo o los prejuicios de las sociedades árabes. En un capítulo narrará cómo su mejor amiga, Aliá, que tenía el sueño de estudiar Medicina en Bagdad, rompe a llorar desconsolada cuando le confiesa en el recreo que su familia la iba a casar con solo 12 años con un hombre de Basora.

A diferencia de su amiga, él sí pudo escapar de la represión. “Evidentemente si me hubiera quedado allí, no hubiera tenido una vida feliz. No sé qué hubiera sido de mí, pero lo habría pasado muy mal reprimiendo mi identidad”.

8C7E933D-9F95-488C-9C15-13BFDF5F48A2-768x512La libreta en la que Haidar anota los recuerdos que luego lleva a su novela. David Expósito

Hace dos años, Haidar recibió un mensaje de WhatsApp que temía llegaría algún día.

“Te he buscado en Facebook y he visto que has cambiado el nombre y tienes una foto con barba. ¿Qué te pasa?”. Era su padre, escribiendo desde Irak. Haidar recuerda que era final de julio y el mensaje le sorprendió en el cuarto de su casa de Galapagar, preparando la maleta para irse de vacaciones con Cory a Granada.

El mensaje de su padre apareció junto a su foto, muy desmejorado. Es un hombre que aparenta más de los 65 años que suponen que tiene (nunca han sabido exactamente su año de nacimiento debido a que no había registro sistemático por entonces en Irak).

Los dos no se habían vuelto a ver desde que se despidieron en Bagdad, antes del regreso televisado a España. Pero se whatsappeaban cada cierto tiempo en una mezcla de árabe y español. Con los años, la relación se enfrió. Haidar intentaba que su padre le contara cosas del día a día, pero lo único que le interesaba era adoctrinarle. Le mandaba oraciones y otros mensajes religiosos. Al ver ese día la pregunta de su padre por su nuevo aspecto físico, Haidar pensó que a esas alturas no tenía sentido mentir. Le empezó a explicar su transición. Para su sorpresa, el padre reaccionó neutralmente. Le hizo preguntas y repreguntas. ¿Dónde?, ¿cuándo?, ¿cuánto cuesta?

Quizás, a pesar de su religiosidad, a pesar de la distancia, su padre iba a dar prioridad al amor hacia su hijo. Sintió la esperanza de que le aceptaría, igual que hizo su madre.

Pero su tono cambió: “De esto tiene la culpa tu madre porque te deja hacer lo que quieres”, le espetó. “Estás viviendo en pecado porque estás cambiando la forma en que Alá te hizo”. Entonces, Haidar decidió poner fin a la discusión. Bloqueó a su padre. Cortó ese último lazo y hasta hoy ha seguido su propio camino en libertad.

Fuente El País

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3 de cada 10 jóvenes españoles afirman que la Iglesia es la institución en la que menos confían.

Lunes, 13 de noviembre de 2017
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jovenes-de-san-t-egidio-por-la-paz_560x280La confianza de los jóvenes españoles en las instituciones religiosas está bajo mínimos. Según el último Barómetro 2017 de ProyectoScopio elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, un 32,8% de los jóvenes de nuestro país de entre 15 y 29 años consideran que las religiosas son las instituciones en las que menos confían.

La Iglesia es, según esta encuesta, la segunda institución que genera menos confianza entre los jóvenes españoles. Los partidos políticos, sin duda alguna, son los instrumentos sociales menos valorados. Así, dos de cada tres (64%) no confían en la política. En el siniestro tercer lugar del pódium, el sistema financiero, en el que no confían el 28,9% de los jóvenes.

El Barómetro pone especial énfasis en dos preguntas. En primer lugar, cuál es la institución en la que menos confían los jóvenes. En segundo término, cuál es la que más. En lo negativo, las instituciones religiosas están en segundo lugar. En términos positivos, sólo un 3,5% de los encuestados considera a la Iglesia como la institución que les genera mayor confianza.

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Con todo, el nivel de confianza de los jóvenes en otras instituciones es bajísimo, hasta el punto de que el 40% dice no confiar en ninguna. Desde el punto de vista evolutivo, podríamos señalar que a lo largo de estos años se ha producido un deterioro en la confianza en muchas instituciones, sobre todo en los partidos políticos.

Sin embargo, y a pesar de esta distancia entre la mayoría de esos jóvenes y las estructuras de la política formal, el estudio constata su interés creciente por los temas políticos. En 2008, no llegaban al 27% los jóvenes muy o bastante interesados por la política. En 2014 se supera el 41%.

Estos resultados, afirma el estudio, muestran claramente una crisis del modelo social imperante y la apuesta por el poder de la ciudadanía para transformar el estado actual de las cosas.

Esta confianza quebrada de la juventud en los partidos políticos, en las estructuras formales de participación política, se ve también reflejada en la utilidad que perciben en distintas formas de participación.

No llega a la mitad del colectivo quienes consideran útil y se implican en el voto cuando toca (47%) y poco más de un tercio en la firma de peticiones de apoyo. Alrededor de la cuarta parte dice implicarse en acciones de huelga (24,4%) y en la asistencia a manifestaciones o concentraciones (23%).

Tampoco son proclives a colaborar u opinar sobre política, solamente el 3,8% ve de utilidad pertenecer o colaborar en un partido político y solo el 11% se implica en debates sobre estos temas.

En cuanto a su implicación en los mismos, solamente el 3,9% dicen pertenecer a un partido político y el 73,3% de jóvenes manifiestan no pertenecer a ninguno y no tener intención de hacerlo en el futuro.

Los jóvenes se muestran convencidos de que no basta con acudir a las urnas, sino que es necesario responsabilizarse y protagonizar la acción política. Las afirmaciones “Si los ciudadanos se organizan es posible cambiar las cosas” o “el verdadero poder lo tiene la ciudadanía si es capaz de comprometerse” son compartidas por más de siete de cada diez jóvenes españoles de 18 a 25 años.

Jesús Bastante

Fuente Religión digital

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¿Cómo decir a mis padres que soy gay?

Lunes, 18 de mayo de 2015
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noticias_file_foto_979763_1427890188Por Rocío López, Orientadora familiar en Sevilla y on line

A menudo vienen a consulta personas que no saben como abordar el tema con sus padres. “Salir del armario” todavía en la actualidad no siempre es un proceso fácil, y uno de los dilemas que suelen aparecer es ¿Cómo se lo digo a mis padres?

Alrededor de esta pregunta veo casos con angustia, ansiedad, miedos…

Lo primero que quiero decirte es QUE ES POSIBLE. Y en un porcentaje muy alto es más traumático pensarlo que hacerlo, te cuento algunos consejos y maneras sobre cómo abordarlo, basados en mi experiencia en consulta.

Deseo que puedan ayudarte, ahí van:

1º Piensa los motivos por los que quieres comunicárselo

¿Para que no se enteren por otras vías?
¿Para mejorar mi relación con ellos?
¿Para quedarme tranquilo?
¿Para empezar a ser feliz?
¿Para poder llevar pareja a casa, o en la próxima reunión familiar?

Hay miles de razones por las que tú quieras o necesites contarlo a tus padres, si me quieres contar tu motivo, puedes hacerlo en mi Facebook Ro Lopez Orientadora familiar y personal. Te recomiendo que reflexiones sobre los motivos, es decir, ¿para que quiero contarlo? Saberlo te dirá cual es la necesidad que cubres cuando lo hagas.

2º Saber que no es una catástrofe lo que te espera

Los sexólogos denominamos “pensamiento catastrófico” a aquellas “intuiciones y pensamientos en futuro sobre los acontecimientos. La persona piensa que decirlo en casa va a tener consecuencias espantosas, el pensamiento se centra siempre en lo peor de lo peor, se anticipa y se espera la catástrofe”. La realidad es que es más que posible que tus padres ya lo sepan, (porque recuerda, te conocen desde pequeño, quizá sólo están esperando a que se lo digas…)

Las personas muchas veces sorprenden: puede que se encuentre enfadada o avergonzada, pero también caben reacciones de sorpresa, de orgullo por tener un hijo, gay o lesbiana, e incluso el alivio de que por fin los hagas partícipes de algo que intuían…

3º No te quedes con la primera reacción, después la vida sigue…

Éste es mi tercer consejo, la primera reacción es un momento, unos minutos, después pasa, y podrán tardar más o menos tiempo, finalmente lo aceptarán (en voz alta, o en su interior, pero lo harán…)

4º Cuando lo digas, no olvides pedirles su apoyo

No pienses sólo en el mensaje que vas a dar, organiza bien tu discurso, es un momento importante y si vas bien preparado te podrás mostrar más tranquilo.

Te pongo un ejemplo: “Mamá, llevo varios meses preocupado, quizá me lo has notado, y es que estoy dando vueltas a la cabeza, quería decirte que soy gay, igual ya lo sabías, pero quería comunicártelo, voy a necesitar vuestro apoyo, ¿es posible mamá?

Cada caso, cada relación padre, madre, hijo e hija es diferente, si necesitarás preparar tu discurso, prepáralo con un amigo, con un profesional, osea con alguien de tu confianza.

5º Tómate tu tiempo

Sólo tú sabes cuando es el momento más adecuado, (vacaciones, Navidad, después de cenar, por e-mail, etc…).

Puedes decidir no hacerlo sólo, puede estar un amigo ó amiga, puedes hacerlo con el terapeúta, y así “amortiguar” la situación que en principio tanto te angustia.

Mis experiencias anteriores en casos en los que he reunido a padres e hijo en consulta, la primera reacción es sorpresa ó tensión, una vez pasado ese momento, sólo es resolver las dudas que aparecen respecto a la homosexualidad.

Algunas dudas de padres y madres son:

¿La homosexualidad es genética?
¿Puede coger el sida?
¿Cómo podemos apoyarlo para que no sufra?
¿Cómo se lo decimos al resto de la familia?
Somos una familia religiosa, ¿Cómo podemos abordarlo?

6º Si no lo aceptan…

Dedícate a demostrarles poco a poco que existen muchos gays famosos, muchas lesbianas con situaciones normales, y muchos homosexuales en tu barrio.

Aceptarlo es cosa suya, pero te digo, más tarde ó mas temprano lo harán.

¡Ánimo! Si quieres dejar tu comentario, estaré encantada de leerlo y responderte.

Sobre todo TÓMATE TU TIEMPO. Supongo que has esperado mucho hasta llegar a esta situación. A todo gay le llega antes o después ‘esa necesidad’ de tener que agarrar su vida por los cuernos y hacer algo en lo que respecta a su sexualidad. No pasa nada por esperar unos días, unas semanas o incluso algunos meses más, pensando acerca de uno mismo y acerca de todos los riesgos, pros y contras que puede conllevar el adoptar determinadas decisiones. Sobre todo es importante que te sientes a pensar acerca de lo que puede ocurrir llegada la situación, a fin de estar ‘preparado’ (para lo bueno y para lo malo) teniendo presente que es absurdo e inútil preocuparse por las cosas que no puedes controlar (como el comportamiento que vayan a tener los demás).

Más información
Rocío López.
Orientadora personal y familiar.
Sexóloga y terapeuta de pareja.

Sesiones presenciales en Sevilla (España)
Sesiones on line (Skype: Rocío de Dios López)

www.centrodepedagogiatangram.es

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La Homosexualidad a lo largo del ciclo vital: retos y singularidades (I), por Carmen Paniagua

Martes, 3 de febrero de 2015
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66841_630588500314321_534261659_nCon motivo del Orgullo, en Psicomemorias hicieron un interesante post sobre los retos y singularidades que se puede encontrar el colectivo en el desarrollo de su vida.

A lo largo de esta semana, se celebran en Madrid los actos estatales del Orgullo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales). Aunque el 28 de Junio es el día internacional del Orgullo LGTB, del 2 al 6 de julio habrá diferentes actividades reivindicativas bajo el eslogan “Nos manifestamos por quienes no pueden”, en alusión a aquellos países cuyas legislaciones prohíben y/o persiguen la homosexualidad.

 Con motivo de esta fecha, en Psicomemorias queremos hacer una exposición sobre los retos y singularidades que se puede encontrar este colectivo en el desarrollo normal de su vida, desde la infancia hasta la vejez.

 A pesar de las circunstancias negativas que se van a plantear como determinantes del desarrollo de homosexuales y bisexuales, no nos tornemos pesimistas. La mayoría de las personas homosexuales o bisexuales viven su orientación sexual con normalidad, con apoyo por parte de su entorno, sin sufrir discriminación y desarrollando una vida afectiva satisfactoria y visible.

 Aunque hay países que están aprobando leyes homófobas, cada vez son más los que se suman a legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo o a controlar la discriminación que pueda sufrir este colectivo. Estos cambios legislativos van de la mano de la acción social de las asociaciones LGTB y pro-derechos humanos, que van transformando y ampliando la visión que se tiene de la homosexualidad y la bisexualidad. Poco a poco se va aceptando (que no tolerando) la existencia de personas con orientaciones sexuales diferentes, nuevos tipos de familia y nuevas formas de vivir los afectos.

 Presentaremos toda esta información en dos entradas: la primera parte el 30 de Junio (Infancia y Adolescencia) y la segunda el 3 de Julio (Adultez, Familia y Vejez).

 Infancia y Adolescencia

 Ya hablamos en Psicomemorias de las hipótesis que baraja la ciencia sobre el origen y las causas de la homosexualidad, y dejamos claro el punto de vista desde el que debe partir la Psicología al respecto.

 Partimos, por ejemplo, de la existencia de un niño, Pablo, que, por los motivos anteriormente mencionados, es homosexual (o bisexual), sea ya consciente de ello o no. Entre todos los factores que van a actuar en la vida de Pablo, son unos cuantos los que, de forma muy interrelacionada, van a influir en mayor o menor medida en su camino hacia la asunción de su homosexualidad:

 1) Heterosexismo.

 Es la presunción de heterosexualidad que ejerce la sociedad sobre sus miembros. Desde todos los estamentos sociales (familia, escuela, trabajo, cultura, instituciones, etc.) se da por sentado la heterosexualidad y por consiguiente, se invisibiliza otras orientaciones sexuales existente.

 Con suerte Pablo tendrá a alguien que le explique que hay otras formas de amar, pero en el peor de los casos, crecerá sin encontrar un referente con quien sentirse identificado, lo que le llevará a intentar sentir y comportarse de la forma “normal” que es la única que conocería.

 Esto también implicaría la incertidumbre sobre cómo será el futuro para alguien como él o qué tipo de vida y de familia podría llevar. Todo quedaría muy claro si alguien le explica a Pablo o lo ve por sus propios ojos, que hay muchos tipos de familia y que en formar alguna de ellas puede estar su felicidad.

 Ante tal forma de entender la sexualidad, es normal que su familia le pregunte: “¿Pablo, hay alguna chica que te guste?”, sin llegar a hacer nunca la pregunta complementaria “¿Y algún chico?”, que daría a Pablo la libertad de responder en función de lo que realmente siente o podrá sentir cuando crezca. El pobre Pablo interiorizará desde su infancia que aquello por lo que no se le pregunta “no existe” y tendrá que ser él mismo el que desenmarañe esa mezcla de deseos y prejuicios, que le permitirán diferenciar poco a poco qué es lo que siente y qué es lo que quiere sentir, con el objetivo de que algún día ambas cosas sean lo mismo.

 2) Homofobia.

 Es un rechazo, discriminación o aversión hacia las personas homosexuales por el mero hecho de serlo. Es posible que alguna persona cercana a Pablo haya dicho alguna vez eso de: “Prefiero que mi hijo sea drogadicto a maricón”. Si encima esa frase la dice su padre o su madre, es muy probable que el camino hacia la asunción de su propia orientación sexual no vaya a ser fácil. Al menos no tan fácil que si fuera heterosexual o si, siendo homosexual, tuviera unos padres comprensivos que le permitieran expresar sus sentimientos y anhelos con total libertad y naturalidad.

 Sin embargo, esta forma abierta y directa no es la única que tiene la homofobia para hacer daño. Al igual que ocurre con otros tipos de discriminación (machismo, xenofobia, racismo…), puede hacerse más daño con el comportamiento sutil que con el comentario directo y evidente. Puede que la madre de Pablo le diga cuando sea más mayor: “Yo acepto tu vida, pero que no se entere tu abuela”. O el simple hecho de no preguntar por su vida sentimental o no poner el mismo esmero en la boda de Pablo que en la de su hija heterosexual. La homofobia sutil se convierte en un “perdonavidas”, en una “tolerancia” mal entendida, en una forma de resignarse a la situación que tenemos delante, sin llegar a aceptarla.

 Este conjunto de actitudes no sólo dificultará la vida del Pablo adolescente que ya haya salido del armario, sino que lo alejará de su familia y creará un pacto de silencio donde ni él querrá hacer partícipes a sus padres de su vida, ni ellos querrán serlo.

 Aunque nos hemos centrado en la homofobia en la familia, estas mismas formas directas o indirectas de discriminación podemos encontrarlas (o no) en todos los ámbitos de la sociedad.

 3) Homofobia interiorizada.

 Es un rechazo, discriminación o aversión que la persona homosexual tiene hacia los homosexuales (y por tanto hacia sí mismo). Gabriel J. Martín es un psicólogo especializado en el hombre homosexual y ha definido este concepto como: un entramado de representaciones mentales, presente en una persona homosexual, según la cual la homosexualidad se valora sistemáticamente en inferioridad respecto de la heterosexualidad. La homofobia interiorizada se manifiesta en sentimientos de vergüenza y culpa así como en una respuesta de ansiedad ante situaciones en las que la persona deba manifestar directa o indirectamente su homosexualidad.

 La homofobia que ataca desde dentro es tan peligrosa (o más) que la que lo hace desde fuera. La gran tiranía de una sociedad homófoba es hacer creer a los homosexuales que son ellos los que tienen un problema que tienen que ocultar o “curar”. Es posible que, en función de la homofobia que haya vivido Pablo en su infancia o adolescencia, interiorice mensajes (creencias irracionales, que se creen sin más) que permanecen latentes hasta el momento en que la propia homosexualidad se hace presente. Este conflicto podrá generar en Pablo vergüenza, culpa, frustración, conductas desadaptativas… ¡e incluso homofobia! Pues no hay que olvidar que el rechazo hacia la propia orientación sexual también se manifiesta hacia esos comportamientos o manifestaciones que se consideren “homosexuales” por parte de otras personas (también conocido en el argot popular como “Plumofobia”).

 Salida del armario

 El proceso que llevará a Pablo a aceptar su propia homosexualidad y sentirse identificado con ella, será completamente personal e idiosincrática. Es difícil hablar de etapas o fases que toda persona debe pasar, pues el contexto en el que cada uno crece es determinante en este sentido.

 Sin embargo, es muy probable que en torno a la pubertad, con el desarrollo de la sexualidad, las primeras atracciones y amores, se produzca un punto de inflexión. Pablo se empezará a dar cuenta no sólo de qué es lo que le gusta, sino que por mucho que intente fijarse en chicas de su edad, lo que le atrae son los chicos. Esta verdad sobre sí mismo que acaba de descubrir se llevará mejor o peor en base a como hayan influido e influyan en Pablo los tres conceptos descritos anteriormente: heterosexismo, homofobia y homofobia interiorizada.

 Si todo sale bien, y Pablo le echa valor al asunto, es posible que se produzca la salida del armario. Este concepto hace referencia a la comunicación abierta y visible de la propia homosexualidad a los otros. Hay quien la hace extensible a todo el mundo, quien sólo lo comunica a un círculo íntimo, o quien no lo dice a nadie nunca (ni siquiera a sí mismo). A medida que los tiempos cambian, las nuevas generaciones cada vez son más conscientes y cada vez se abren a más personas y de forma más precoz (es la ventaja que tiene crecer y desarrollarse ahora, y no hace 50 años, por ejemplo).

 El área joven de la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) ha formulado diferentes materiales que pueden ser de utilidad para los jóvenes que están en proceso de visibilizarse y contar a quienes les rodean cuál es su orientación sexual. Dan pautas generales a tener en cuenta antes de decidirse a contarlo, qué respuestas son normales recibir, y cómo tratar a aquellos que no reaccionan como esperan. Leer más…

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Adolescencia, homosexualidad e inmigración en ‘A escondidas’.

Viernes, 28 de marzo de 2014
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13954888176321El director Mikel Rueda (de pie a la derecha) y los actores Álex Angulo, Germán Alcarazu y Adil Koukouh. JESÚS DOMÍNGUEZ

Mikel Rueda: “No quería que ‘A escondidas’ fuese una película sobre homosexualidad traumática”

La adolescencia. Esa etapa difícil del despertar de la sexualidad, que habitualmente se pinta siempre en el cine llena de líos amorosos entre chicos y chicas. Se echan en falta más películas que se atrevan a mostrar la realidad de los adolescentes gays, que por lo general suman a los problemas propios de la edad los de la inseguridad por su sexualidad y el miedo a verse rechazados por su familia y amigos. Una de las cintas presentadas a concurso en el Festival de Málaga-Cine Español apuesta precisamente por una relación de este tipo. Se a trata de ‘A escondidas’, una cinta de Mikel Urbano ambientada en Bilbao, donde un adolescente marroquí de 14 años, Ibrahim, que se encuentra solo conoce a un chico bilbaíno de clase media de la misma edad, Rafa, que está saliendo con una chica, aunque esa relación le ponga más nervioso que otra cosa. Ambos tendrán que descubrir juntos sus sentimientos.

El largometraje A escondidas, de temática gay y dirigido por el vasco Mikel Rueda, está teniendo una buena acogida en el XVII Festival de Cine Español de Málaga. En  la cinta, un drama romántico protagonizado por los jóvenes actores Germán  Alcarazu y Adil Koukouh, así como por los veteranos Álex Angulo y Ana Wagener,  se abordan temas como la  homosexualidad, el amor adolescente, la inmigración o  la  necesidad de  encontrarse a uno mismo. El director de la película asegura que ha  necesitado siete  años para poder sacarla adelante, ya que ese es el tiempo que tardó  en conseguir la  financiación necesaria para su rodaje. “Aunque haya sido una montaña emocional, tirar la toalla no ha estado en mente“, comenta Rueda.

La película cuenta la historia de Ibrahim, un joven marroquí de 16 años que vive en un centro de menores para inmigrantes y al que comunican desde Extranjería que debe abandonar el país en el plazo de dos días, y de Rafa, de 15 años, que empieza a cansarse de la presión a la que se ve sometido por su grupo de amigos del colegio, con los que siente que cada vez tiene menos en común. Las vidas de ambos se cruzarán sin esperarlo, y de ahí nacerá una relación que pondrá a prueba su capacidad de lealtad hacia los demás, pero también hacia ellos mismos.

El destino es más que caprichoso. Al tiempo que se estrena “La partida” llega al Festival de Málaga, “A escondidas”, también una película española que enfoca a adolescentes gays, pero la primera está rodada en Cuba y la segunda en el País Vasco, y eso, evidentemente marca, aunque los cuatro protagonistas deben vivir su amor en la trastienda.

Cuenta Cristóbal G. Montilla en El Mundo que el descubrimiento de la homosexualidad, el complejo tránsito por la adolescencia y el laberinto de la inmigración convergen en la segunda película a concurso del Festival de Málaga. ‘A escondidas’, el segundo largometraje dirigido por el vasco Mikel Rueda, se adentra en la atracción amorosa de dos muchachos de 14 años, y la presión que puede llegar a ejercer sobre una relación de este tipo los prejuicios de una pandilla de adolescentes.

El director cuenta que para la elección de los protagonistas adolescentes se convocó un casting para localizar en multitud de institutos “del País Vasco, e incluso por Barcelona y Madrid” actores de 15 años. El resultado fue mejor de lo esperado y “más de 3.500 chavales” se presentaron al proceso de selección. Lo curioso es que solo se le facilitó el guión a los dos protagonistas cuando fueron escogidos. “De primeras no podemos hacer un casting diciendo que la película va de esto porque entonces de 3.000 personas, se presentan 100“, dice Rueda tratando de mostrar el importante papel que aún juega la presión de grupo, especialmente a ciertas edades. Les han metido tanto ruido en sus cabezas unos y otros que son incapaces de darse un beso”, afirma en relación a los personajes protagonistas y su miedo a reconocer sus propios sentimientos. Rueda admite que su pretensión no era otra que hacer una película que mostrase “los primeros pasos del amor, las primeras señales, en lugar de reflejar el sexo”, de ahí la contención narrativa de la cinta. Se trata, en sus propias palabras, de una película “tierna, a base de amor inocente, en un momento en el que todo queda por delante pues eso es algo que cuando tenga que llegar llegará”. Cabe destacar la frescura y veracidad que transmiten los jóvenes protagonistas, el acierto en la elección de la música o la ausencia de grandilocuencia, entre otros.

El relato cinematográfico de esta historia de la atracción entre un adolescente vasco y otro magrebí también implica una defensa de la amistad, los principios y la lealtad, en contraste con el retrato de situaciones en las que queda patente el rechazo que sigue existiendo en la sociedad actual. Tanto en ciertos clichés homófobos como en el trato que recibe la inmigración. Y, para ilustrarlo, ha bastado el testimonio, a su paso por el festival malagueño, del actor que encarna al marroquí de 14 años que comparte el protagonismo con Germán Alcarazu: “En España sigue habiendo mucho rechazo, espero que algún día cambie, pero la policía te para por la calle por el simple hecho de ser marroquí, a mí me ha pasado”, señaló Adil Koukouh.

Aunque el peso de la interpretación recae sobre Koukouh y Alcarazu, a su alrededor hay un nutrido círculo de adolescentes, lo que requirió la realización de un laborioso casting, según recordó el director Mikel Rueda: “Necesitábamos actores de 15 años que, encima, no eran conocidos, y fuimos buscándolos uno a uno por institutos del País Vasco, e incluso por Barcelona y Madrid; hicimos un casting de más de 3.500 chavales”.

La acogida del largometraje por parte del público, a juzgar por sus aplausos a la conclusión del visionado en los principales pases de la película durante el Festival, parece augurarle un buen futuro de cara a su próximo estreno en salas comerciales. A falta de conocer el nombre de los premiados, el trabajo de Rueda podría dar la sorpresa y hacerse con alguno de los galardones.

Asimismo, en la rueda de prensa de presentación de la película, una de las periodistas consiguió emocionar a Rueda, al darle las gracias por su valentía a la hora de abordar en su trabajo un tema siempre polémico como es el de la homosexualidad adolescente. Sin duda, su determinación contribuirá a normalizar este tipo de cuestiones y a que se traten sin tapujos tanto en el cine como en el resto de ámbitos.

Eso sí, este predominio de intépretes noveles tiene su contrapunto en esas ráfagas en las que aparecen como solventes secundarios los curtidos Álex Angulo y Ana Wagener, en escenas en las que se emprende un acercamiento al incierto ambiente de los centros de menores para inmigrantes.

Leemos en Ociogay que el director, Mikel Rueda, que rompió a llorar en la rueda de prensa después de que alguien le dijera que la cinta va a sacar del hoyo a muchos menores gays, realiza una propuesta nada lineal en su segundo largo, con una mirada nada convencional sobre lo más habitual del mundo: el primer amor. Pero antes de dejar a los dos protagonistas frente a lo inevitable se toma un tiempo en husmear qué es hoy una cuadrilla de amigos en el norte y cómo viven los inmigrantes en un centro de acogida (sin dramatismos exagerados).

A-escondidas-en-Malaga1-300x148El director y los protagonistas del film, en Málaga

Rueda tiene vocación de autor, pero no es, en absoluto manierista y domina el arte del diálogo, y, sobre todo, de la comunicación no verbal. Refleja con esos detalles que uno olvida lo qué es crecer, como, por ejemplo, los días de desvelos que puede generar saber que el sábado próximo, casi con toda seguridad, darás el primer beso.

El puzle, desordenado temporal y especialmente, empieza a cuadrar para el espectador cuando Rafa ( Germán Alcarazu) se admite a sí mismo que prefiere pasar la tarde con Ibrahim (Adil Koukouh) que con su cuadrilla, con lo que eso supone de conflicto. Arranca así una historia de amor a escondidas que, además de la dificultad que supone comunicárselo al otro, cuando apenas tienes 14 años, son del mismo sexo y en una ciudad de provincias, debe luchar con la amenaza constante de ser un sin papeles.

Rueda sortea la mayor parte de los tópicos de estas historias iniciáticas y sabe hacer transmitir a sus actores el deseo sin que haya una línea de diálogo que lo explicite ni nada más que un casto beso; todo lo contrario que los chicos de “La partida”, pero ni Cuba es Euskadi, ni a los 14 se sabe qué hacer con el cuerpo propio y ajeno como a los 17.

Fuente El Mundo, Ociogay , Dosmanzanas y Ragap

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