Pedro Zerolo: “Actos de vida”.
“Estoy preparado para el tránsito… he contribuido a cambiar un poquito la sociedad… de irme mañana me iría tranquilo… sabiendo que he hecho lo que tenía que hacer: un buen trabajo. He querido mucho a la gente que me ha querido[1]”.
Supongo que no soy el único que al enterarse esta mañana de la muerte de Pedro Zerolo ha tenido una sensación rara; como si fuese una persona cercana, alguien que forma parte de tu vida, la que ha fallecido. Y es que mientras escribo estas líneas, tengo en mi mesa un dibujo con muchos colores del que Zerolo también es responsable. Un dibujo de un enanito sonriente bajo un corazón y unas letras que dicen: “Para Papá”. Sin la labor de personas como él, la familia que hemos construido mi marido y yo, probablemente hoy no existiría. Así que allá donde estés: gracias.
Formo parte de dos mundos que me condicionan. En el primero de ellos, en el que nací, he conocido a gente que se preocupa por los demás y que trabaja por un mundo más justo. Pero ese tipo de personas son minoría, y sobre todo, son las que menos influyen a la hora de tomar decisiones. Provengo de un mundo donde no hay sueños, ni esperanza, ni deseo de justicia. Sólo hay miedo al cambio, voluntad de control social, doble vida, mentiras y una falsa convicción de poseer la verdad. En esa ideología opresiva que mamé desde niño sólo hay una forma de cambiar tu entorno: imponer una división aleatoria entre buenos y malos en la que personas como yo no existimos, y en el que no importa lo que alguien sienta o desee. No hay nada por encima de la verdad neoconservadora que unos mediocres imponen como universal a otras personas que son incapaces de decidir por ellas mismas. Jamás me olvido que vengo de allí, y soy consciente de que me condiciona, no es tan fácil liberarse de una ideología que se lleva en el ADN.
El segundo mundo del que formo parte es el LGTBI. Muchas personas intentan evitar identificarse con él, quizás porque todavía no han superado la negación impuesta por la homofobia interiorizada de la que no pueden desprenderse. Para quienes me vieron nacer, este mundo, cuando lo conseguían nombrar, era un peligro. De él no se podía obtener nada bueno, sólo tristeza, desenfreno, falta de valores, sexo sucio y repulsivo… Personalmente descubrí que como en todos los lugares hay gente que se mueve por intereses que van desde los económicos al deseo de reconocimiento, o simplemente la necesidad de sentirse útiles. Sin negar todo eso, el movimiento LGTBI que conozco trabaja por la justicia. Así, sin rodeos, intentando que la vida de todas las personas sea más libre.
Pedro Zerolo, una de las personas más relevantes dentro del movimiento LGTBI español de los últimos años, definía su trabajo como “Actos de vida”, implicándose en acciones que hacían posible una vida más feliz para todas y todos. “Actos de vida” que mejoraban el mundo en el que vivía, y el mundo en el que vivían los demás. Que paradoja fue para mí descubrir, gracias a personas como Zerolo, que en un colectivo donde la religión se percibe como enemiga, se vive de forma clara el evangelio. El movimiento LGTBI tiene una evidente voluntad de construir una sociedad más justa y de acabar con las actitudes excluyentes que producen el sufrimiento de las minorías y de las mayorías sin poder. Si algo me ha enseñado el comportamiento de Zerolo, es que el mundo no se cambia por mandato divino, sino siendo sensible a las injusticias que nos rodean. Una sensibilidad que probablemente es más aguda cuando uno mismo ha sido objeto de opresión.
Pedro Zerolo decía que uno de los armarios de los que había tenido que salir era el del ateísmo. Se definía como ateo sin dudarlo, y decía que vivía para vivir intensamente, tanto lo bueno como lo malo. Cuando en una ocasión le preguntaron que haría si tuviera a Dios cara a cara, respondió: “Sé que si Jesús de Nazaret viviera hoy estaría con los más desfavorecidos y los perseguidos, también con las personas LGTB, defendiendo la igualdad de trato, consideración y oportunidades. Al lado de los que sufren, de los desahuciados”. Creo sinceramente que se olvidó decir que también estaría con las personas que como él trabajan por quienes no reciben un trato justo y digno.
Aunque conmocionado y triste por la muerte de Pedro Zerolo, me siento agradecido por su labor y su ejemplo de sinceridad y militancia. En una ocasión comentó que “El amor es siempre militante”. Sea cual sea el origen del amor, sea cual sea la fuente que lo sostiene, ateos, agnósticos y religiosos compartimos la idea de que es el amor el que puede cambiarlo todo. Y que sólo el amor que se implica, que milita, que es capaz de arriesgar, es amor verdadero. Así que de nuevo gracias, gracias por tu militancia, por tu muestra de amor por la justicia que en mi caso, no ha servido para cambiar un poquito mi mundo, sino para transformarlo de arriba abajo.
Carlos Osma
[1] Declaraciones de Pedro Zerolo en una entrevista realizada hace a penas un mes. https://www.youtube.com/watch?v=z5-0bX0UHd4
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