Juan Masiá: “Sería deseable prescindir de las palabras ‘eutanasia’ y ‘suicidio'”, por Juan Masiá
De su blog Vivir y pensar en la frontera:
Asentir y disentir ante ‘Samaritanus bonus‘, la carta de Doctrina de la Fe”
La Carta de la CDF, solamente placet iuxta modum”
“No puedo complacer a los extremos, porque no tengo vocación para incensar ni para incendiar”
“Tengo que manifestar un 60 por ciento de asentimiento agradecido por el tratamiento del tema del cuidado y un 40 por ciento de disentimiento preocupado en torno los aspectos controvertidos de la eutanasia directa activa y el suicidio asistido, libremente solicitados y legalmente controlados”
“Sería preferible y deseable, en mi opinión, prescindir de las palabras “eutanasia” y “suicidio”; en su lugar sería más exacta la expresión “adelantar responsable y dignamente un final inevitable, pero de modo legal y médicamente controlado, a la vez que garantizadas las condiciones para evitar toda manipulación y discriminación, así como cualquier violación disimulada de la defensa de la vida””
“Como sacerdote y desde la práctica pastoral, me resulta incomprensible la teología sacramental que parece presuponer la Carta SB al impedir el acompañamiento espiritual y sacramental de personas que opten por la eutanasia responsable”
Dos instancias mediáticas de color opuesto (ultraderecha y ultraizquierda respectivamente) me piden que comente la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Samaritanus bonus (abreviada, SB), quizásbuscando apoyos para ensalzarla los unos o para denostarla los otros. No puedo complacer a los extremos, porque no tengo vocación para incensar ni para incendiar.
Pero RD me pregunta por la “recepción” de la SB por parte de quien se sitúa, como es mi caso, en la doble perspectiva de una teología moral revisionista y una ética cívica laica.
(Gracias, apreciado amigo José Manuel Vidal, por tu familiaridad con el término técnico “receptio”, que usamos al hablar de la acogida intraeclesial, religiosamente respetuosa y a la vez honestamente crítica, de documentos relacionados con el magisterio eclesiástico ordinario, no infaliblemente vinculante; por tanto, con margen para el disentimiento , sobre el que a menudo tuvo que tratar RD en aquellos días de las tertulias de bioética…[1]. Se comprende que hagas la pregunta sorprendido por el contraste entre la dureza de la carta en el tema doctrinal -aunque solamente es “Carta” y no “Declaracion”, oh sutileza vaticana!- y, por otra parte, la amplitud de miras y apertura en el tema del cuidado; me parece muy razonable esa perplejidad, dado el contexto de apertura reformadora del presente pontificado).
Pues bien, a preguntas conspicuas, respuestas responsables. Contestaré la pregunta exponiendo mi acogida o recepción positiva, pero muy crítica, de la Carta SB ante la que sinceramente tengo que manifestar un 60 por ciento de asentimiento agradecido por el tratamiento del tema del cuidado y un 40 por ciento de disentimiento preocupado en torno los aspectos controvertidos de la eutanasia directa activa y el suicidio asistido, libremente solicitados y legalmente controlados.
Usando el lenguaje latino de las votaciones conciliares, le daría un placet iuxta modum, es decir, una acogida favorable y respetuosa, acompañada de la propuesta de importantes enmiendas. (En lenguaje escolar, un aprobado alto o un notable bajo, como explicaré más adelante). Digo esto desde la doble perspectiva, que conoce y presupone RD al preguntarme por la “recepción” de la carta SB desde un perspectiva teológica y bioética.
Tanto desde una perspectiva de ética de inspiración cristiana (“católica, actual y revisionista”) como desde una perspectiva de ética laica, estimo que es posible asentir a cuatro puntos (tres síes y un no) de la Carta SB, en los que ambas éticas, a mi juicio, podrían converger generalmente; al mismo tiempo, ambas éticas podrían coincidir en el disentimiento ante el “no” de la Carta SB acerca de un quinto punto delicado y controvertido, que la Carta rechaza sin lugar para excepciones: la eutanasia directa y suicidio asistido, con el correspondiente control y acompañamiento médico, legal, social y espiritual.
Convergencia para asentir a cuatro puntos
Las dos perspectivas citadas, religiosa y laica, podráan converger en:
1) el “sí” enfatizado al cuidado de personas y situaciones críticas y terminales: un cuidado humano y espiritual, compasivo y respetuoso, misericorde, familiar y profesional, personal y social.
2) el “sí” al cuidado terapéutico adecuado, sin ninguna discriminación, pero proporcionado y regulado de acuerdo con la dignidad, derechos y consentimiento de la persona paciente (véase: la llamada tradicional y ambiguamente “eutanasia indirecta”; aunque no me gusta el nombre, que se puede confundir con omisiones o acciones homicidas).
3) el “sí” al cuidado paliativo integral (incluidas las sedaciones terminales responsablemente aplicadas); también este cuidado deberá ser adecuado, proporcionado y protocolizado de acuerdo con la dignidad, derechos y consentimiento de la persona paciente (véase: la llamada tradicional y ambiguamente “eutanasia indirecta”; aunque no me gusta el nombre, que se presta a confusión con acciones u omisiones homicidas).
4) el “no” al homicidio por compasión, impropiamente llamado “eutanasia involuntaria”.
Coincidencia para disentir sobre el “quinto punto” delicado
Por contraste con estos cuatro puntos de convergencia, hay un quinto tema que será, sin duda, cuestionado y controvertido, tanto desde dentro como desde fuera de la reflexión moral cristiana: es el tema delicado del “no” a la llamada eutanasia voluntaria directa, legalizada y médicamente asistida, así como el del llamado suicidio legal y médicamente asistido.
Sería preferible y deseable, en mi opinión, prescindir de las palabras “eutanasia” y “suicidio”; en su lugar sería más exacta la expresión “adelantar responsable y dignamente un final inevitable, pero de modo legal y médicamente controlado, a la vez que garantizadas las condiciones para evitar toda manipulación y discriminación, así como cualquier violación disimulada de la defensa de la vida”. (Lo mismo que hemos aprendido a distinguir entre un aborto irresponsable y una interrupción justa del embarazo).
Reconozco que el tema es muy delicado y la preocupación de la SB por evitar las consecuencias de la cultura del descarte y la exclusión tendrá que tenerse muy en cuenta. Pero creo que los redactores de la Carta, al editarla y presentarla al Cardenal para su firma y al Papa para obtener su aprobación, se han pasado mas de dos pueblos en retórica y estilo, porque identifican este quinto punto con presuntas “leyes injustas”, “acciones homicidas”, etc, y al autodefinir el posicionamiento eclesiástico de la carta SB como “doctrina definida” o rechazo de “maldad intrínseca” etc., o al presionar incorrectamente al parlamentario católico cuya votación de dichas leyes sería, según la Carta SB, culpable de “cooperación injusta al mal”, etc… Esta manera de hablar no es propia de la excelente antropologia del teólogo Cardenal Ladaria y esta en contradicción con la pastoral de la misericordia del Papa Francisco, quiero suponer que a ambos les mete un gol en casa propia alguno de sus ayudantes curiales…).
Reitero que este quinto punto tendrá que ser objeto de disentimiento cuestionador tanto desde fuera como desde dentro de la iglesia. Para este punto, mi disentimiento preocupado, porque veo en él una vuelta a la manera de hacer teología moral en gran parte de la Veritatis splendor de Juan Pablo II y en gran parte del Catecismo del 92, en su día objeto de crítica por parte de la teología moral renovada.
Y, a propósito del disentimiento intraeclesial, no puedo dejar de añadir que, como sacerdote y desde la práctica pastoral, me resulta incomprensible la teología sacramental que parece presuponer la Carta SB al impedir el acompañamiento espiritual y sacramental de personas que opten por la eutanasia responsable mencionada en el quinto punto. Para toda esa parte de la Carta SB, que me resulta totalmente inasumible desde la teología, asi como en contradiccion con la pastoral de la misericordia, mi disentimiento, dolido y pesaroso, pero necesario.
[1] Tertulias de Bioética, Trotta, 2005-6; Cuidar la vida, Herder, 2012; Animal vulnerable, Trotta, 2015; vease el numero monografico sobre eutanasia, de la revista Exodo, febrero 2020, n.152.
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