Comentarios desactivados en Las promesas de Dios son absolutas
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“No es que las personas sean conscientemente malas. Tal vez respondan hasta un cierto nivel, pero no hasta el final. Las Escrituras nos enseñan las cosas básicas, lo que Dios piensa sobre los seres humanos. Debemos tener presente que nadie puede hacer bien todas las cosas. Somos todos pecadores. Dios nos habla y nosotros no escuchamos. Por otra parte, la misericordia de Dios es constante. No podemos pasarla por alto. Las promesas de Dios son absolutas. Ser cristiano no significa «estar del lado bueno». Un cristiano no siempre sabe dónde está la justicia, no siempre ve todas las cosas claras. Pero el cristiano es consciente de que, mientras que en el ser humano hay falsía e infidelidad, en la misericordia de Dios hay siempre una absoluta fidelidad. Así pues, no rechacemos a nadie, pero procuremos, sí, disociarnos de todo cuanto pueda perjudicar o dañar a otras personas. Todo cristiano debe defender la verdad de que la misericordia de Dios es infinita. Dios nunca escatima su misericordia. Este es un mundo en el que un número incontable de seres humanos viven desesperados. Es entre ellos donde la presencia de Dios es realmente necesaria. Nuestro testimonio cristiano de la misericordia de Dios no es creíble para muchos porque no es lo bastante profundo. Es por eso por lo que nosotros tenemos que dar testimonio de la palabra de Dios. De ello depende la renovación de toda la Iglesia. Y no tan solo en términos ideológicos. Necesitamos cavar más hondo y ayudar realmente a aquellos que viven en situaciones angustiosas, acosados por tribulaciones”.
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Thomas Merton
Los manantiales de la contemplación
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Imagen primera de Agustín De la Torre en su blog Humor gráfico religioso.
Comentarios desactivados en “El único valor absoluto es Dios. Todo lo demás es relativo”, por Carlos Haya.
Soy consciente de que la expresión que acabo de emplear tiene un valor relativo, como puede comprobar cada lector en las objeciones que le habrán brotado al leerla.
Esta expresión está elaborada con conceptos y palabras que son relativos. Relativos al lenguaje, que se formó con a las pequeñas vivencias experimentadas a lo largo de siglos y en determinados espacios geográficos. ¿Qué significa el término “Dios”? ¿Qué significan los términos absoluto y relativo?
Todo el lenguaje y el pensamiento humano son como un gran castillo, construido por niños con los naipes de las barajas de cartas. ¿Cómo se sostiene durante siglos ese castillo de naipes?
El castillo o, mejor esos castillos, son la expresión de unas experiencias. Unos castillos caen, otros se modifican o se va sustituyendo con piezas más estables. Lo que permanece son las experiencias que trataron de expresar esos naipes.
¿Son absolutas esas experiencias? Desde luego cualquier expresión de esas experiencias será relativa; pero las experiencias en sí creo que, de alguna manera, son absolutas. Quizás son experiencias humanas de Dios.
Veamos dos casos concretos. Todos (en términos muy relativos) hemos experimentado en algún momento el amor desinteresado, el darse para hacer feliz a otro. Creo que son contactos tangenciales con el Absoluto (Panikkar).
Mi conciencia siente que la explotación sexual de niños/as es un mal; y es ciertamente peor que la renuncia a un privilegio para satisfacer el hambre y el abandono de un desvalido.
Cuando oía decir que sin una experiencia de Dios no hay verdadero cristianismo, me preguntaba a mí mismo si alguna vez había tenido una experiencia de Dios. Pues sí, las experiencias éticas, estéticas, la admiración por la complejidad y la armonía del universo, la exactitud de las matemáticas… son contactos tangenciales con el Absoluto.
Los autores del antiguo Testamento expresan esta misma idea con símbolos. El libro del Éxodo nos cuenta que Dios dijo a Moisés “podrás ver mi espalda, pero no mi rostro” (Ex 33,18-23). El profeta Elías simbolizó a Dios en una suave brisa (1 Reyes 19,11-13). Ezequiel expresó su visión de Dios, de “la propia gloria de Dios”, con una barroca escenografía, que se inicia con un viento huracanado, seres de aspecto humano con cuatro rostros, ruidos estruendosos, un carro de fuego, un arco iris… “esto es lo que parecía el brillo que lo rodeaba: la propia gloria del Señor. Al verlo caí rostro en tierra y oí que alguien hablaba” (Ezequiel 1, 4-28).
En el Nuevo Testamento, Juan reconoce que “A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros; y el amor de Dios está consumado en nosotros” (1 Jn 4,12; Jn 1,18). Jesús dijo que Dios se revela a los sencillos (Lc 10,21); porque los sencillos aman sin enredarse en las explicaciones, que siempre son relativas. Y el amor, en mayor o menor grado, es una experiencia de Dios, que es lo único absoluto.
Comentarios desactivados en Javier Melloni: “Las religiones son recortes posibles de infinito para hacerlo inteligible y asumible a escala humana”
“Las religiones son recortes posibles de infinito para hacerlo inteligible y asumible a escala humana…Las religiones son dedos apuntando la luna, pero no son la luna”
“Las religiones proporcionan el marco donde ejercer el continuo acto de elección por la Vida, estimulando actos cada vez más lúcidos y libres”
“Los tres ámbitos que abrazan las religiones (el divino, el humano y el cósmico) están implicados en cada religión simultánea y recíprocamente”
“Las religiones, siendo vías hacia el absoluto, tienen el peligro de absolutizarse a sí mismas”
| Javier Melloni
En la etimología de la palabra se halla la clave de lo que buscamos: las religiones son un religare, un relegere y un religere de la aspiración humana por lo Esencial. Religare implica “crear vínculos”, “establecer lazos” con la triple dimensión de la realidad: la divina, la humana y la cósmica. A cada uno de los tres ámbitos le corresponde una característica: las creencias están en relación con Dios; los códigos de comportamiento se relacionan con el grupo humano, y en los ritos nos ponen en relación con el mundo y la naturaleza, en tanto que nos sitúan en las coordenadas de tiempo y espacio.
Relegere significa “releer”, “interpretar” el misterio de Dios, el sentido de la vida y de la muerte, de la existencia de cada uno, el porqué del mal… Las religiones son recortes posibles de infinito para hacerlo inteligible y asumible a escala humana. El Misterio permanece inalcanzable, siempre más allá de cualquier interpretación que se haga de él.
Las religiones son dedos apuntando la luna, pero no son la luna. Indican una dirección a seguir hacia un Allá –oculto en cada Acá- que trasciende cualquier palabra y cualquier vehículo, porque Dios permanece siempre más allá de todo y también siempre más acá en todo.
Religere significa elegir una y otra vez, con plena libertad y lucidez, el camino que uno siente ser llamado a recorrer. Las religiones proporcionan el marco donde ejercer el continuo acto de elección por la Vida, estimulando actos cada vez más lúcidos y libres.
Las tres posibles etimologías tienen en común el re- que las precede. El prefijo indica que estos vínculos no son estáticos sino que están en movimiento, en la medida en que son capaces de adaptarse a las situaciones cambiantes que se dan en cada tiempo y generación. Sin este prefijo de reduplicación y de dinamismo, las religiones pueden convertirse en prisiones que, al no renovarse, caen en la inercia o constriñen y acaban en coacción.
Los tres ámbitos que abrazan las religiones (el divino, el humano y el cósmico) están implicados en cada religión simultánea y recíprocamente, ya que el modo de concebir la divinidad marca el modo de comprender la humano y de relacionarse con el cosmos, así como el modo de comprender lo humano determina nuestra relación con lo divino y con lo cósmico, y nuestro modo de estar y relacionarnos con el mundo determina nuestras imágenes de Dios y nuestras relaciones con los demás. Por ello, toda religación es al mismo tiempo una interpretación de la realidad. El modo de vincularse crea una determinada comprensión y desarrolla unos determinados valores.
Los textos sagrados contienen la “revelación” de esos códigos de comportamiento y los momentos fundantes de los actos que después se ritualizarán.
Cada religión ofrece una constelación de creencias, criterios de conducta y rituales para que las personas experimenten que no están solas ni aisladas, sino que forman parte de un tejido de vínculos y relaciones que los hacen entrar en comunión con el Todo liberándolos de la soledad, de la confusión o de la incertidumbre. Cada religión ofrece el legado de una larga tradición donde los diversos elementos tienen coherencia en su conjunto.
Podemos identificar tres grandes constelaciones religiosas en la humanidad: las religiones cósmicas, las personalistas y las oceánicas. En la triple apertura que todas ellas hacen posible hacia lo divino, lo humano y lo cósmico, las religiones cósmicas –fundamentalmente las aborígenes- viven su experiencia humana y de lo sagrado a partir del contacto con la naturaleza; las religiones personalistas –el judaísmo, el cristianismo y el islam- ponen su acento en la dimensión ético-comunitaria y en el valor de cada persona, ya que emanan de la experiencia de un Dios personal; y las religiones oceánicas se caracterizan por la noción de un Todo en el que las individualidades emergen y se sumergen continuamente. Cada religión contiene los elementos que el ser humano requiere para hacer su camino de transformación hacia el origen, pero cada una de ellas ordena estos elementos de un modo particular y único.
Ninguna religión se considera “inventada” por una persona, sino que está fundada a partir de un acontecimiento que sobrepasa la realidad humana y que tiene un origen sagrado. Por esto hablamos de revelación, porque se considera que algo o alguno ha traspasado el velo del Misterio por iniciativa de lo divino que querer mostrarse. Pero el revelarse del Misterio desvela tanto como vela, porque Dios, lo divino, lo trascendente, está atravesado por un excedente que lo preserva en su inagotablidad.
No es posible comprender una religión sin captar su núcleo fundante, aquella experiencia o acontecimiento originario que la excede desde el comienzo y la atrae a la vez desde el fin, porque en toda experiencia religiosa, lo que está al inicio está al final y lo que está al final está al inicio, a la vez que se está llamado a ser vivido en el presente. No es posible captar ese núcleo sin abrirse a la experiencia integral que comporta. Por ello es tan difícil comprender en verdad un camino religioso que no sea el propio.
Hay algo muy importante a considerar: las religiones, siendo vías hacia el absoluto, tienen el peligro de absolutizarse a sí mismas. Aunque ellas mismas tienen el antídoto para no caer en este peligro, ya que todas se remiten a un Origen que las trasciende. En el caso del judaísmo, el nombre de YHVH es un no-Nombre, porque es un nombre impronunciable; en el islam, Allah Akbar, “Dios es siempre mayor”, recuerda que toda imagen o apropiación de Dios es idolatría; en el hinduismo, Brahman solo ha mostrado una cuarta parte de su ser; en el budismo, el vacío (sunyata) preserva de toda tentación de substantivación, lo mismo que en el taoísmo, donde el Tao, el flujo de todas las cosas, no se deja atrapar en ninguna.
Para nosotros, en el cristianismo, se trata del dinamismo del acontecimiento pascual: la muerte y resurrección de Jesús suceden fuera del perímetro de Jerusalén, rasgando el velo del templo. Esto significa que ninguna religión puede delimitar el espacio sagrado donde se manifestará Dios, sino que Dios sobrepasa todos los lugares que le asignamos.
En definitiva, las religiones se han gestado en el corazón de las comunidades y culturas humanas para proporcionar tanto en las personas como en las comunidades la triple apertura a la realidad: hacia la trascendencia abren a la vía mística; hacia las relaciones interpersonales abren la vía ética; y hacia el cuidado y respeto por la tierra abren la vía ecológica.
Siendo completas cada una en sí mismas, hoy descubrimos más que nunca la necesidad de compartir su sabiduría y sus hallazgos milenarios para poder habitar en esta casa común.
Comentarios desactivados en Espiritualidad: Acción, Amor, Conocimiento
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Comenzaremos por definir pragmática e incluso fenomenológicamente la espiritualidad como una manera determinada de enfrentarse a la condición humana. Expresando esta idea en términos más religiosos, podríamos decir que consiste en la actitud básica del hombre con respecto a su fin último… Una de las características que diferencia una espiritualidad de una religión establecida es que la primera tiene una mayor flexibilidad, pues se mantiene al margen de toda la serie de ritos, estructuras, etc., que son indispensables a toda religión. De hecho, una religión puede incluir diversas espiritualidades, pues la espiritualidad no está directamente ligada a ningún dogma o institución. Es más bien una actitud mental que puede adscribirse a religiones diferentes.
Podemos diferenciar tres formas de espiritualidad: de acción, de amor y de conocimiento, o, expresado en otros términos, espiritualidades centradas en la iconolatría, el personalismo y el misticismo.
1. Alguien puede intentar que su condición humana se desarrolle y perfeccione adoptando como modelo una imagen, un ídolo, un icono, que está al mismo tiempo fuera (atrayendo), dentro (inspirando) y arriba (dirigiendo). Es esto lo que da a la vida humana, a su carácter moral, pensamiento y aspiraciones, una orientación propia y un estímulo para la acción.
2. También se podría tratar de establecer otra clase de relación en lo que podemos denominar lo Absoluto, por llamarlo de algún modo. Puede considerárselo como el misterio oculto en lo más profundo del alma humana, misterio que sólo puede descubrirse y hacerse efectivo por el amor, por una íntima relación personal, por el diálogo. En este caso, Dios no sólo es, por decirlo así, el polo esencial que orienta la personalidad humana, sino también su elemento constitutivo, pues no se puede vivir o ser sin amor y no se puede amar sin esta dimensión de verticalidad que únicamente se realiza en el descubrimiento de la persona divina.
3. La tercera forma de espiritualidad subraya los derechos del pensamiento y las exigencias de la razón, o más bien, del intelecto o intuición; rechaza un Dios más o menos construido a la medida y necesidades del hombre y pretende penetrar en el análisis último del ser para encontrar allí una visión que dé al hombre la posibilidad de vivir en la plena aceptación de su propia humanidad”.
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