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“El recuerdo del padre: Una figura inaccesible e inolvidable”, por Felisa Elizondo, teóloga

Miércoles, 20 de noviembre de 2024

IMG_8150“Hay ataduras que vinculan de por vida a un hijo con su padre”

“El de un hijo con el padre es un vínculo único y universal, tan profundo que resulta imposible de ignorar”

“El padre de Erri de Luca volvió de América lamentando no haberse unido a algún grupo de la Resistencia y que trabajó para dar a los suyos comida, educación y zapatos”

“En distintas páginas y con alusiones siempre breves, pudorosas, a modo de confidencias, Erri de Luca nos deja entrever la silenciosa figura de su propio padre: un hombre dado al trabajo y llevando la vida honrada de tantos buenos vecinos”

Si en la literatura –desde los despertares del feminismo– muchas páginas han tratado de la relación, tantas veces conflictiva, de hijas y madres, también la paterno filial ha encontrado un espacio considerable que deja advertir que es éste un lazo fundamental en la experiencia humana. Así, aunque en los años sesenta oímos hablar hasta el cansancio de un “corte generacional” y alguien a quien citaremos más abajo llega a decir que “el 1900 ha excavado abismos entre padres e hijos”, son bastantes las firmas de autores conocidos que se vienen interesando por esa figura que dejó marcas en la memoria de su infancia que es algo así como una patria. A pesar de que “una generación se levantó contra los padres” –como señala ese mismo autor– la ligadura ata a padres e hijos con un lazo que el olvido no llega a difuminar.

Ya hace unos pocos años, el escritor mejicano Héctor Aguilar Camín en Adiós a los padres, un libro dedicado a la historia familiar, aunque el suyo fue un padre ausente, dejó escrito que “los padres son inaccesibles al conocimiento de los hijos pero no a su imaginación” y que se da la paradoja de que siendo “los dioses cotidianos” de nuestra infancia pasan a resultarnos rutinarios en los años siguientes para ser, al fin, “nuevamente esenciales al final de la vida”. Una constatación que encontramos en otras historias personales, incluidas las de la generación que se levantó contra los padres en el emblemático 68.

El tema se repropone una y más veces porque el de un hijo con el padre es un vínculo único y universal, tan profundo que resulta imposible de ignorar. En este espacio nos ceñiremos a su aparición en las páginas de un escritor al que no faltan frescura y originalidad: Erri de Luca.

Recuerdos y lecturas que se entrelazan

IMG_8148A partir de entrevistas y de anotaciones que se encuentran en las solapas de su veintena de libros, se puede saber que Erri de Luca tiene sesenta y dos años, que nació y creció en la Nápoles del bullicio y la miseria de la postguerra.

Sabíamos que su padre volvió de América lamentando no haberse unido a algún grupo de la Resistencia y que trabajó para dar a los suyos comida, educación y zapatos. Algo que el muchacho sintió como un privilegio respecto a los niños de la calle cuyas penurias le hicieron sentir vergüenza y rabia. Sentimientos que ahora, en su madurez, quiere expresar con palabras a modo de “un ramo de flores sobre la fosa común de su infancia”. Aquella pobreza callejera le empujó a una rebeldía juvenil que comportó desoír a su padre y dejar la casa “para ir a ninguna parte”. A dejar de lado otros posibles y canalizar sus energías en la adscripción a Lotta continua, un grupo que ensayó el lanzamiento de los adoquines romanos en las manifestaciones callejeras del final de los sesenta.

De Luca trabajó como obrero en oficios que encallecen las manos y como camionero en ayuda de la maltrecha Bosnia durante la guerra de los Balcanes. Con la dignidad de quien vive de la fatiga y no del éxito, ha mantenido siempre una vida sobria aprendida de su madre que daba cinco liras (de las de entonces) a las manos vacías y no como mera limosna. Empeñado en gastar su tiempo y sus energías en el lado de los vencidos, en causas casi perdidas. Un empeño que se trasluce en su mismo modo de escribir. Así, en años recientes ha alzado la voz para que no queden sin nombre los que en un viaje de “sólo ida” encuentran su tumba en el Mediterráneo, sin tiempo de arribar siquiera a la pequeña isla de Lampedusa, y se ha sumado a la protesta popular por la apertura de un túnel bajo la cadena alpina.

Como en su recorrido, en su escritura y en párrafos cortos, casi entrecortados, asoma un fondo de convicciones firmes, la ética que ha sostenido sus peripecias, y que explica su estima de los gestos mínimos, los de las gentes que pasan sin ser notadas: “si quieres ser invisible, hazte pobre”, escribió la inteligente Simone Weil, y Erri no lo discutiría. Basta releer su poema sobre lo que considera valioso: Considero valore…

En el reciente A tamaño natural (Seix Barral 2022) ha reunido varias estampas con trazos que dibujan a su modo la relación de padres e hijos en relatos que saltan el tiempo desde el lejano Israel hasta los últimos meses de la Shoà. Son relatos y menciones que se entrelazan. Y en la trama se cruza su memoria personal, textos leídos y releídos, historias oídas y mirada detenida ante un cuadro excepcional de un pintor judío exiliado en París a comienzos del siglo XX.

En distintas páginas y con alusiones siempre breves, pudorosas, a modo de confidencias, Erri de Luca nos deja entrever la silenciosa figura de su propio padre: un hombre dado al trabajo y llevando la vida honrada de tantos buenos vecinos. Y el retrato de un hijo desobediente: “No por una colisión frontal, fue una lenta deserción, me fui dando bandazos sin dirección alguna […] a mí me alcanzó la llamada de una generación”.

Un padre nunca olvidado, aunque apenas habló con él más que del trabajo manual pero que le enseñó a encontrar agua bajo tierra con su bastón de fresno. Que no llegó a leer ninguno de sus libros aunque tampoco dejó de tenderle una mano sin preguntarle por sus andanzas y convicciones políticas cuando volvieron a darse momentos de cercanía.

Un padre al que –sin decirlo expresamente– parece dedicar la frase que el autor pone en boca de su admirado poeta Chagall y que suena como su propia confesión: “en la deuda de la gratitud se halla el remordimiento de haber dejado indefenso al padre árbol”. En más ocasiones, Erri ha repetido con acento que suena sincero que, de por vida, sigue siendo hijo.

Releyendo la akedà de Isaac

IMG_8146El sacrificio de Isaac, de Andrea Mantegna

Sin considerarse creyente, aprendió el hebreo antiguo, además del yidish, para leer las Escrituras en su lengua original: tanto aprecia su “sabiduría antigua” y aquellos relatos que se pierden en el tiempo. De ahí que entre los textos aparezcan unos cuantos nombres y episodios bíblicos.

Ya en Hora prima anotó su manera de leer el Libro: “Cada mañana, con la cabeza despejada y serena, acojo las palabras sagradas. He llegado a entender que acogerlas no significa aferrarlas, sino ser alcanzado por ellas, estar tan tranquilo que me deje agitar por ellas, tan indiferente y sin planes personales previos que pueda recibirlos de ellas, tan soso que me deje salar por ellas. Así he hospedado en mi casa las palabras de la Escritura sagrada”.

De ahí también que su “exégesis” resulte tan original como la que desplegó hace unos años en En el nombre de la madre releyendo el Evangelio de Lucas. En A tamaño natural nos sorprende al traducir y detenerse en el relato tradicionalmente conocido como “El sacrificio de Isaac” –que prefiere titular akedà siguiendo el original hebreo– en el que encuentra “la más severa historia entre padre e hijo” que narra la “atadura” irrompible que liga a un hijo con su padre. El traductor y lector que es Erri advierte que la Voz que arrojó a Abraham fuera de su tierra, pide ahora que “tome” nada menos que al hijo único y habido en la vejez de Sara: “la Divinidad –escribe– quiere verificar si basta con una invitación para desencadenar la obediencia de su oyente”.

En la lectura del extraño pasaje, con ayuda del Talmud, nuestro autor compara la enemistad y ruptura de Abraham con su propio padre, Teràn, con la sumisión máxima de Isaac, que no huye ni se defiende del suyo, aunque al caminar hacia el monte donde espera su final llore lágrimas que no brotan precisamente de “los manantiales de alegría” y “los pasos pesen plomo en la cuesta del Moria”.

Con este gesto extremo, Isaac, que ni se rebela ni defiende, “da peso a su padre”, que es como decir que le honra al máximo. Así supera a sus mayores por el extremo de la obediencia. Lo hace –cuida de anotar también De Luca– antes de que la Voz dicte en el Sinaí el mandato/deber de honrar al padre. Y para nuestro exégeta, este antiquísimo relato viene a mostrar que el nudo con que el hijo está atado al padre no es desatable, por lo que le resulta mucho más conforme con el original hablar no ya de “sacrificio” sino de “ligadura de Isaac.

Un cuadro de Chagall

IMG_8139En París, en el Museo de Arte e Historia del judaísmo, Erri de Luca descubrió el impresionante retrato a tamaño natural que en 1910 Marc Chagall hizo de su padre, al que había dejado en las lejanas orillas del Daugava, en Bielorrusia, donde levantaba cargas pesadas y removía arenques en salmuera con sus manos heladas.

Pocas descripciones conmueven como ésta, que se alarga saltando páginas y enlazando con otras, en la que Erri se detiene en el pincel de Marc Chagall, el hijo pintor que en la noche honra con un cerco rojo los ojos quemados del padre. Y con capas superpuestas de pintura negra sus ropas viejas oliendo a pescado y a sal:Para Marek –nombre original de Marc– el futuro está sobre el lienzo. Para un artista el futuro es terreno ya sembrado […] Marek en París absorbe, filtra, apesta a pintura […] Es el amanecer, el cuadro está terminado. Su padre está allí, frente a él ¿Puede un retrato equilibrar la brecha entre la obra del padre y la noche de gratitud de un hijo?”.

Y De Luca no olvida recordar que, en el siglo de promesas y masacres, el hijo, ahora asentado en las orillas del Sena, como quien nada río arriba, cumple con el deber imperioso de pintar el lugar donde llegó al mundo. Y vuelve con la memoria a la ribera de otro río para retratar a una figura que reúne toda su gratitud: la de un hombre vestido de negro, dibujado a tamaño natural. Se trata de Zakhar Chagall, su lejanísimo padre, el de las manos heladas y olientes: “es la culminación que alcanza la nostalgia”.

Las manos heladas no besadas –observa Erri– no están presentes: Marek/Marc no se atrevió a representarlas porque de aquel olor había huido y representaban algo de lo que no se enorgullecía. Las capas de color responden –añade el escritor que contempla en el museo la impresionante figura del padre lejano– “a un remordimiento y a una gratitud tardía”.

No es atrevido pensar que esos sentimientos que encontramos en esta cadena de recuerdos son los de muchos más hijos que reconocen, pese a todo lo pasado o silenciado en sus historias personales, que hay ataduras que vinculan de por vida a un hijo con su padre.

Fuente Religión Digital

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Magda Bennásar: Tendrás un hijo.

Miércoles, 10 de agosto de 2022
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9BCA7A23-4C97-42A1-98AF-BB523A135127En los orígenes de nuestra religión judeo-cristiana están mujeres estériles. Esa realidad cobra tono cuando descubrimos que para el pueblo de Israel, estéril era una palabra terrible, igual a muerta viviente, ciega, leprosa… Nos dicen los comentaristas que la vida en la Biblia no tiene sentido más que en referencia a la promesa de Dios a Abrahán de llegar a ser una gran nación, por eso la esterilidad significa muerte y desolación. La estéril, por lógica, no puede ser digna compañera de su marido. Israel estimaba y respetaba a la mujer por su maternidad, no por su feminidad, sino por su vientre.

Esta concepción patriarcal no, lo siguiente, está en la base de la dificultad de la institución católica de aceptar, incluso hoy, cualquier otro tipo de relación de pareja, con la maravillosa variedad que va saliendo de los armarios, que no sea varón y mujer-fértil, porque la no fertilidad de la mujer puede ser motivo de anulación del matrimonio por la iglesia… no es el sitio de entrar en detalles ahora, habrá excepciones. En la cultura del tiempo del libro del Génesis, la esterilidad tenía como causa el pecado de la mujer, como la lepra, la pobreza…eran el castigo de Dios por sus pecados.

Es interesantísimo que tres de las grandes matriarcas que engendran en sus orígenes al pueblo de Israel son estériles. Sus nombres son Sara, Raquel, Rebeca y muchos otros también a las puertas e inicio del NT: Isabel, María para complicarlo más es virgen… parece que Dios intenta decir algo, a su manera. No escribe un tocho, pero deja que todas estas chicas estériles sean madres de generaciones…de nuevo abundancia, exageración, rompimiento de leyes naturales y religiosas… es que Dios no puede contener su Amor, y como ve que no lo pillamos por la belleza y riqueza de la vida creada, sigue haciendo maravillas, y las hace siempre liberando, deshaciendo, abriendo, en este caso ya, sacando a las mujeres de las casillas dominadoras patriarcales, que ahí siguen.

Pero, ¿qué dice el Dios de Abrahán, no la institución, sino Dios en persona? En todas ellas, es Dios quien se encarga de transformar su maldición en bendición, y dirán: Dios me ha hecho justicia, me ha hecho un buen regalo. La acción de Dios se presenta como bendecir, escuchar, recordar, abrir el seno, visitar, cuidar… Dice una autora que “las mujeres llamadas a gestar un pueblo para Dios fueron estériles, y ello no supone una coincidencia casual ni un detalle superfluo. Ellas dieron inicio al pueblo de Dios, no a pesar de ser estériles, sino a causa de ello.” Queda así claro que cuando Dios interviene para cambiar la suerte de su pueblo, no cuentan sus méritos, su fecundidad, sino su absoluta gratuidad.

Y aquí introduzco Gn 18,1-10. Léelo por favor, despacio, visualízalo, huele la cuajada, el pan y el cordero… capta las incongruencias para la lógica:

Tres hombres, y Abrahán se dirige a ellos como Señor. Explicado el misterio de la Trinidad. Dios es siempre comunidad porque es Amor.

Y la hospitalidad de los pueblos del desierto, ellos viven como un regalo, un honor que se les visite, para que puedan ejercer su generosidad, su obligación de atender, agasajar, salvar la vida de los que andan por el desierto. Igualito que nosotros que preferimos invitar a tomar algo en la calle que invitar a casa, se nos hace difícil, y los orígenes de nuestra religión se basan en gente itinerante, que se mueve según intuyen la voz de Dios en su vida, y que es acompañada y atendida por los que están en su tienda, un poco más estables o descansando del largo desierto.

Y ello hace que sean interesantes, hasta el guiso viene explicado, el pan hecho en el momento… primero el agua para lavarles los pies, tan familiar y tan poco practicado: cuidar, mimar, ofrecer lo básico, lo necesario al que transita por el desierto y se cruza con nosotrxs, y posiblemente no tengamos tiempo porque el calendario está a tope, porque me esperan, porque ya ayudo y resulta que era Dios mismo quien se paró a nuestra puerta, a pedirnos un poco de pan, y a ofrecernos algo…que nos perdemos si no estamos ahí, presentes, un hijo.

Abrahán corre, mueve a su gente a preparar esa comida que ha pasado a la historia, porque está en el origen de nuestra religión, de nuestra manera de convivir, luego se convertirá en un ritual estirado y amenizado… ¡sólo era una comida con amigxs, un gesto de hospitalidad, y si queremos que retome sentido, tendrá que ser así!

¿Cuándo fue la última vez que invitaste a algo a alguien en tu casa? cuando lo obviamos, dejamos de recibir bendiciones, regalos, presencia, risas, promesas… un vaso de agua fresca al jardinero me valió una sonrisa después del trago con el que engulló de una vez aquel agua, a las 14hs de la tarde con un sol tórrido. Una sonrisa del jardinero, una palabra del vecino alemán que no entiende palabra de español y que nos trata de ángeles porque le hacemos contactos y traducciones… cuesta tan poco, y significa tanto para el que está en camino, fuera de sus seguridades habituales, y la alegría en el corazón, si nos dejamos sentir, nos hace reír. Ya nos hemos prometido cafés y comida cuando al fin lleguen y nos encontremos. De momento su pequeña nos manda corazones… es tan sencillo…

Cuantas de vosotras celebráis el banquete cada vez que preparáis esas comidas nunca agradecidas en casa, que os obvian, porque nos ven ya un poco estériles… y ahí estamos, acogiendo, multiplicando, también en forma de comunicación de alimento reflexionado, compartido, para la comunidad que me espera, me añora, desea saber de mi riqueza interior, que es fecunda, libre, posibilidad al vivo.

Y nos reímos con Sara, que estéril y posiblemente largamente humillada por lo que suponía en su cultura y aldea, recibe un anuncio. Los patriarcales interpretan que se ríe con sorna porque lo que le prometen es imposible. Las ecofeministas decimos que se ríe de alegría indescriptible porque se lo cree. Porque intuye en su cuerpo que es cierto, que es posible, porque nada hay imposible para el Dios de su corazón y de sus entrañas vivas. Este no abandona, este visita por la calle, llama a la puerta, se invita a cordero y cuajada, y te suelta que tendrás un hijo, en tu vejez. ¡Vaya!

Vejez que no significa edad avanzada, sino falta de aliento, falta de oxígeno, falta de ilusión, de visión de futuro. Vejez significa cerrazón, crítica, ausencia de empatía, y hay tanta, incluso en los conventos… Vejez opuesta a posibilidad: Tener un hijo la estéril y anciana. Uff, es que nuestro Dios es guay como dicen los jóvenes. Es que se pasa. Yo, nosotras sabemos que es verdad, es fecundx quien conecta con la vida, así de sencillo, preparando comida, cocinada, escrita, hablada… presencial, online, diálogo, perdón, oportunidad, acogida, una llamada, una visita.

Y es que Dios tiene una energía subversiva capaz de movilizar, las vidas que se dejan, a la categoría máxima que el patriarcado nunca tolerará. Por eso, mientras ellos analizan, consideran, estudian cómo mantenerse en el control, nosotras estamos dando vida, dando a luz a hijos, bendiciendo comidas, acogiendo comunidades y gente que quiere comprometerse, y tantxs que nos miran de reojo…que también son estériles, a ver si se animan, y tienen un hijo, su tristeza se convertiría en danza.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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¿Optimismo o esperanza?

Jueves, 28 de enero de 2016
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Del blog de Henry Nouwen:

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“El optimismo y la esperanza son actitudes radicalmente distintas. El optimismo es la expectativa de que las cosas -el tiempo, las relaciones humanas, la economía, la situación política, etc.- mejorarán. La esperanza es confiar en que Dios cumplirá sus promesas para con nosotros y que, al hacerlo, nos llevará a la verdadera libertad. El optimismo nos habla de cambios concretos en el futuro. La persona con esperanza vive el momento con la conciencia y la confianza de que todo en la vida está en buenas manos.

Todos los grandes guías espirituales de la historia han sido personas con esperanza. Abraham, Moisés, Ruth, María, Rumi, Ghandi, Dorothy Day. Todos vivieron con una promesa en sus corazones que los guió hacia el futuro, sin necesidad de saber exactamente cómo sería. Vivamos nosotros también con esperanza”

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Henri Nouwen
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Vete de tu tierra y serás bendición”, por Carlos Osma

Jueves, 27 de agosto de 2015
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Vete de tu casaDel blog Homoprotestantes:

“Un día el Señor dijo a Abram: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. (Gn 12, 1-2).

Nuestra tierra, nuestra parentela, la casa de nuestro padre, el lugar del que procedemos cristianas y cristianos, está enfermo de homofobia. En el lugar donde nacimos, donde creamos nuestra identidad y se nos trasmitió la fe en un Dios de amor, se predica el odio y la discriminación hacia las personas LGTB. Puede hacerse de una forma descarada, utilizando la palabra de Dios contra el amor y la dignidad de quienes no son heterosexuales, o engañando con sermones inclusivos sobre el arcoíris que no se traducen jamás en nada real. No hay que darle más vueltas, el mundo del que nunca hubiésemos querido salir, donde viven nuestros seres más queridos, nos odia, y quiere que nosotras y nosotros nos odiemos también.

Algunas personas cristianas LGTB se engañan a sí mismas queriendo cambiar ese mundo para hacerlo realmente más evangélico y por tanto, más humano. Su vida se convierte en una batalla que pretende cambiar a quienes no tienen ninguna intención de hacerlo, a quienes se sienten a gusto con la homofobia porque la consideran divina. Es duro aceptar que tu hermano, que tu madre, que tu amiga de toda la vida te va a ver siempre como un enfermo, como una pecadora, como a alguien que arrastra una tara… o simplemente como alguien que tiene que aceptar y entender la discriminación que sufre. Es muy difícil vivir dentro de una comunidad cristiana donde en realidad no eres más que una prueba de su progresismo, o una muestra de su amor por los pecadores. Pero más difícil es abandonar ese mundo y quedarse sola o solo, sin nadie que de verdad te acompañe en el seguimiento de Jesús. Quizás sea esa la verdadera razón por la que estos cristianos y cristianas LGTB prefieren engañarse, porque no quieren salir de su mundo, el mundo del que proceden y al que siempre han pertenecido.

Pero no hay que engañarse, hay también otras razones, otras realidades que empujan a personas LGTB a permanecer dentro de comunidades y entornos familiares cristianos que predican la homofobia. Hay muchas personas LGTB que tienen responsabilidades, que son pastores, diaconas, que son directoras de alabanza, que llevan grupos de jóvenes.. hay cristianos y cristianas LGTB que viven de la iglesia, que su manutención y la de sus hijos e hijas dependen de los riesgos que estén dispuestos a correr. Hay muchas personas LGTB que son cómplices de la homofobia, y en su caso, doblemente culpables del sufrimiento de muchas personas. Demasiada gente que no quiere perder su estatus, o su dinero, o su poder… y que después dicen vivir atormentados por sus sentimientos. A todas ellas y a todos ellos, “más les valdría ser arrojados al fondo del mar con una piedra de molino atada al cuello” (Mt 18,6).

Las cristianas y cristianos LGTB que prefieren no autoengañarse, que son conscientes de que sus familias, sus iglesias, sus entornos, no les pueden ayudar en su deseo de tener una vida digna, pueden ver como el mandato que Dios dirigió a Abram se convierte en el único mandato posible que Dios les dirige hoy a ellas y ellos:“Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. No es fácil dejar el lugar del que siempre se ha querido formar parte, pero el sistema patriarcal no es un lugar seguro para nosotros. El miedo a lo desconocido paraliza, pero la única posibilidad real que nos queda si no queremos estar toda la vida sometidos, es la que Dios pone delante nuestro: salir hacia otros mundos posibles, construirlos si es necesario, para poder ser libres. Libres para a mar a Dios, amarnos a nosotros mismos y a nuestros prójimos tal y como son. Cada día que retrasamos esa decisión es un día perdido para la vida, para nuestra vida.

La promesa que Dios le hizo a Abram es que ese lugar, esa tierra prometida, no era sólo un lugar donde refugiarse, un lugar donde huir y esconderse. La tierra prometida era un lugar con una promesa: “Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. Nos movemos hacia espacios de inclusión para todas y todos, espacios que se harán reales en la medida que seamos capaces de construirlos. Podemos disfrutar de lo que otras personas han hecho, de su trabajo en momentos mucho más difíciles que el nuestro, pero no somos llamados a una tierra donde todo está hecho ya, vamos a una tierra “donde mana leche y miel”, pero tendremos que esforzarnos y ser valientes para hacerla nuestra. Así podremos ser bendición para los demás. Desde esos lugares, desde esas nuevas maneras de entendernos, de entender el mundo y a Dios, podremos ir transformando el resto del mundo para hacerlo más justo.

El reto puede dar vértigo, pero es la única posibilidad que nos queda y que realmente puede traernos vida. Salir del mundo en el que nacimos y que no nos quiere, para ir hacia otro mundo donde poder disfrutar de la dignidad que Dios nos ha dado como hijos e hijas suyos. Hay que ser muy valientes y enfrentarse a los miedos que nos atormentan cada día, pero Dios nos ofrece una promesa, él nos bendecirá, nos engrandecerá y nos permitirá ser de bendición para otras personas. El evangelio no se vive en la casa de nuestros padres, y eso lo sabemos muy bien, si queremos seguir la promesa de Dios tenemos que abandonarla. Si queremos vivir, hay que ponerse hoy mismo a caminar, con la esperanza puesta en la promesa de Dios. Quienes confiaron antes que nosotros en Dios, no han sido defraudados.

Carlos Osma

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Como Abraham

Viernes, 13 de febrero de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

Leyendo este texto de la vocación de Abraham, puedes oír al Señor llamarte, hoy.

 

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Del mismo modo que a Abraham, te pide ponerte en camino
Para ir donde no sabes,
para ir donde posiblemente no querrías ir …

¡Pero no te inquietes!
Porque el Señor te dará tu respuesta…
¡Te acompañará y jamás te abandonará!

El Señor te llama, hoy,

Para que vayas más lejos en tu relación con él,
Incluso aunque no sepas hasta dónde te hará ir…

Entonces por supuesto, para ir más lejos,
deberás dejar costumbres, prejuicios, maneras de vivir …

Pero no debes quedarte en el verbo “dejar”…, ni tener miedo …
Porque el Señor te invita a venir más cerca de él

Él te llama para que te dejes amar por Él.

¡Y es Él, el Señor, quien hará en ti lo que es necesario
para que puedas responder a esta llamada!
Puede que debas dejar algo,
pero es siempre para ir hacia más amor.

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