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Una crisis sin precedentes en la Iglesia católica: Autopsia de un sistema

Jueves, 3 de abril de 2025

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Autopsie d’un système
, disecciona una institución católica en decadencia. ¿Puede resucitar todavía?

Autopsie d’un système, disecciona una institución católica en decadencia. ¿Puede resucitar todavía?

“En la configuración de los abusos, la autora presenta seis tipologías cuyas «características propias de la Iglesia católica parecen constituir factores facilitadores de este dominio» (p. 47). Y lo que agrava la situación: la no separación de poderes permite ocultar los crímenes”

“La Iglesia católica ha pervertido poco a poco los términos que utiliza, llegando incluso a abusar de ellos hasta el punto de «elaborar una doctrina del poder como servicio»”

“Y ya es hora de recordar que en el Concilio Vaticano II se había previsto crear una sinodalia permanente, un consejo en torno al Papa formado por fieles de todo el mundo…”

(Golias).-Su libro: Autopsie d’un système, disecciona una institución católica en decadencia. ¿Puede resucitar todavía? ¡No nos engañemos! Para la autora, la Iglesia católica no está muerta. En esta obra se trata menos de ella que de su avatar institucional. Por supuesto, a lo largo de los siglos, la institución católica romana ha atravesado numerosas crisis y siempre ha mantenido el rumbo a pesar de estas provocaciones externas. Entonces, ¿deberíamos preocuparnos por lo que está sufriendo hoy en día o pensar que todo pasa y se arregla?

Christine Pedotti opta por dar la voz de alarma. No solo todos los síntomas muestran que lo peor es probable, sino que nos indican que es urgente intervenir, porque la gangrena se ha instalado. La Iglesia está siendo atacada desde dentro. Es la institución que la estructura y debería protegerla la que la aleja de las exigencias de amor y de compartir que reclama el Evangelio.

IMG_0500Autopsia de un sistema‘ denuncia un «sistema» que amenaza con sofocar la formidable asamblea del pueblo de Dios. Es esta estructura la que la autora va a diseccionar en un examen sin complacencia. Con la claridad que le es tan querida, Christine Pedotti establece primero un estado de la situación en profundidad del mal que ha salido a la luz.

Señala que la «crisis de abusos» no es la única constatación, por terrible que sea, de una comisión francesa que ella ha pedido desde la revista Témoignage chrétien que dirige. Para continuar con la metáfora médica, la autora detalla la proliferación de una crisis que resulta endémica. Ningún continente se salva. Los Estados Unidos fueron los primeros en levantar el velo que cubría los atroces abusos sexuales perpetrados por sacerdotes, ante la mirada horrorizada del público. El impacto vino de la investigación del periódico The Boston Globe en 2002, popularizada por la película Spotlight.

A partir de entonces, fue imposible ocultar los abusos cometidos por miembros de un clero pedófilo amparado por su jerarquía. Sin embargo, a pesar de los crímenes denunciados, la ocultación continuó y la curia cerró «piadosamente» los ojos. El cardenal Law, aunque se vio obligado a dimitir, permaneció bajo el amparo de Roma hasta participar en la elección de Benedicto XVI y obtener un gran funeral en San Pedro de Roma.

Una complicidad vaticana perjudicial que el tiempo no desmentirá, ni cuando se descubran las monstruosidades cometidas por Marcial Maciel, ni más tarde, como revela el ensordecedor silencio en torno a los desmanes criminales de quien ha sido llamado «el padre Pierre».

Contra estas perversiones, Témoignage Chrétien intervino en 2018 para solicitar la creación de una investigación parlamentaria sobre los abusos cometidos en Francia. La negativa de la comisión de leyes no frenó el impulso de la revista, que se unió al movimiento de víctimas de delitos sexuales La Parole libérée, hasta que la asamblea de obispos, reunida en Lourdes en noviembre de 2018, admitió la creación de una comisión independiente para evaluar el alcance de los abusos en Francia.

En 2021, el informe de esta investigación, realizada bajo la dirección de Jean-Marc Sauvé, cayó como una bomba en los oídos de un clero y una población atónitos. La CIASE acababa de revelar que, fuera del círculo familiar, la Iglesia católica es el lugar más peligroso en materia de abuso sexual. Tres veces más que los clubes deportivos u otras organizaciones que acogen a niños. La curación se encuentra sin duda en otra forma de hacer Iglesia.

Ante la magnitud de los daños, ante el horror del sufrimiento provocado por estos abusos, cuyos conmovedores testimonios prohíben cualquier relativización -por muchos esfuerzos que hayan hecho algunos defensores de un conservadurismo incorregible-, la autora analiza las causas y las localiza en el «sistema» establecido por la institución católica.

Un sistema que se concentra en una organización jerárquica exclusivamente masculina que instrumentaliza el concepto de lo sagrado. A través de estos tres ejes: jerarquía, masculinidad cerrada, desvío de lo sagrado, se tiran de todos los resortes para hacer estallar un corsé que se ha remendado a lo largo del tiempo, ocultando cada vez más sus fallas.

abusosUna vez hecha la diagnosis y analizadas las causas, ¿qué hacer? ¿Deberíamos renunciar a la universalización del mensaje que transmite el catolicismo? Desde luego que no. La curación se encuentra sin duda en otra forma de hacer Iglesia que proteja del abuso de poder, del abuso de confianza y del abuso sexual. Christine Pedotti reclama una nueva estructura capaz de renunciar «al poder sagrado y masculino, al celibato y a las formas feudales jerárquicas» (p. 201) que integre a las mujeres junto a los hombres.

Ciertamente, no se engaña. No será el fin absoluto de las situaciones de dominio. El gusto por el exceso y el poder habita en todo ser humano; pero, como ella subraya en la conclusión, si todo el Pueblo de Dios se reúne finalmente, será mucho más difícil que hombres y mujeres «perviertan el sistema cuando, hoy en día, es el sistema el que pervierte a las personas» (p. 201).

p Sylvaine Landrivon

La Iglesia católica: una crisis sin precedentes – Autopsia de un sistema

El diagnóstico de muerte del sistema clerical católico se anuncia desde el título de la obra. Da el tono dramático de la situación y exige un examen en profundidad de una organización criminógena que no solo produce las condiciones de los abusos que genera, sino que «los permite y los oculta». Por eso es importante poner de manifiesto cómo este sistema hace tambalearse todo el edificio. Se observa rápidamente que lo afecta desde tres ángulos a la vez: por los clérigos que se hacen culpables de perversiones sexuales, por sus cómplices que callan y por todo el entorno que la verdad ciega y que prefiere ver a posteriori el alcance del horror.

Sin embargo, si la crisis de abusos revelada por la Ciase en Francia merece ser reconsiderada con la perspectiva de unos años, si debe ser confrontada con lo que ha ocurrido en todo el mundo, es porque la autora no desespera de su Iglesia. Pero para salvarla, habrá que identificar las causas del mal que la carcome y proponer soluciones preguntándose qué es posible conservar de su estructura.

¿La Iglesia «ha visto otras»?

En su examen de los acontecimientos a los que se ha enfrentado la Iglesia católica desde las invasiones bárbaras hasta sus colisiones más o menos frontales con el comunismo, los otros totalitarismos, el relativismo, el consumismo, etc., Christine Pedotti nos señala que estos choques generalmente afectaban a la institución desde el exterior.

Sin embargo, en el drama que se ha puesto de manifiesto en los últimos años, el mal ha tomado otro rumbo: ahora proviene del interior del cuerpo clerical. Y se difracta en dos facetas, lamentablemente complementarias: por un lado, los delitos y crímenes propiamente dichos, y por otro, la negación y el silencio sobre ellos.

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Y en este mundo cerrado, «la cadena de mentiras y ocultaciones no perdona prácticamente a nadie » (p. 15), ni a los clérigos, ni a los religiosos, ni a los obispos, ni siquiera a los últimos papas, porque: «Siempre, el mismo primer reflejo ha sido negarse a ver y creer» (p. 18) que los depredadores se ocultaban en sus filas, fingiendo ignorar las heridas y el sufrimiento a su alrededor. La constatación es aún más grave porque, incluso geográficamente, ningún continente, ningún país, ha escapado al drama. Por lo tanto, al estar definitivamente excluida la «teoría del cordero negro», hay que tratar de comprender lo que sucedió exactamente para deducir las causas.

Diagnóstico y autopsia

La primera observación pone de manifiesto que la Iglesia es, de hecho, el lugar de las peores atrocidades, justo después del entorno familiar. Entre el 3 y el 4 % de los eclesiásticos serían depredadores sexuales, hasta el punto de que hoy en día «ya no es solo la disminución del número de sacerdotes lo que preocupa, sino también la sospecha que pesa sobre cada uno de ellos» (p. 21). Por lo tanto, el sacerdote, clave de bóveda del edificio católico, es el que atrae la desconfianza y, lo que lo hace aún más sospechoso: ninguna revelación es iniciativa de la Iglesia.

«No todos morían, pero todos eran golpeados»

A diferencia de los animales enfermos de peste a los que se refiere Jean de La Fontaine, las víctimas no son los protagonistas de los que se habla aquí. Esta peste que invade la Iglesia, probablemente activa desde hace siglos en las entrañas del cuerpo clerical, se manifestó a la luz pública a principios de la década de 2000 bajo la presión de investigaciones mediáticas ajenas a la institución. Tras las revelaciones del periódico The Boston Globe, un informe estadounidense informó de más de 10 000 víctimas en EE. UU.

«El informe John Jay, el primero de su clase, ya da las principales indicaciones del fenómeno, en particular la singularidad de la pedocriminalidad de los clérigos: en el 80 % de los casos, se dirige a niños principalmente prepúberes. » (p. 26) Por supuesto, la causa no es la homosexualidad, como algunos han pretendido vilmente, sino la oportunidad que pone a los delincuentes más a menudo en presencia de niños.

Francia, afirmándose indemne de este tipo de depredación, se contenta con proponer a los clérigos un opúsculo titulado Luchar contra la pedofilia, puntos de referencia para los educadores, y oculta eficazmente los casos que le llegan. Se silencian las conclusiones de la teóloga y médica Marie-Jo Thiel, que expuso en el año 2000 ante los obispos reunidos en Lourdes cuántas  abominaciones de este tipo destruyen a las víctimas de forma permanente. No importa cuando hay que proteger a la institución de cualquier ataque que dañe su imagen…

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Mientras tanto, en el resto del mundo, la plaga sigue avanzando con total impunidad. En Irlanda, se llevaron a cabo cuatro investigaciones entre 2005 y 2011 con un balance dramático, pero sin que los abusadores fueran molestados. «Se les protegió y simplemente se les trasladó cuando los escándalos amenazaron» (p. 31) hasta que finalmente el papa Benedicto XVI «reconoció la responsabilidad de toda la Iglesia católica en los abusos pedófilos cometidos por sacerdotes y religiosos de Irlanda y expresó su vergüenza» (p. 31). En Canadá, en Quebec, el maltrato y el abuso también son la norma. En cuanto a Australia, un informe de 2017 revelará que el 7 % de los sacerdotes cometieron abusos entre 1950 y 2010. Lo mismo ocurre en Alemania, Bélgica y Suiza: en todas partes la misma magnitud de los crímenes y los mismos reflejos de encubrimiento.

Por la importancia de las revelaciones y su difusión, este panorama ya anuncia que no se trata de un fenómeno secundario, sino que «está en juego algo más, que tiene que ver con la propia estructura de la Iglesia católica, con su organización, con la representación que tiene de sí misma» (p. 32).

El giro del caso chileno

IMG_0507Cuando el papa Francisco viajó a Chile en febrero de 2018, un sacerdote carismático, Fernando Karadima, había sido declarado culpable de agresiones a menores. Sin embargo, silencio. Otros también están acusados en un informe abrumador, pero las víctimas no son escuchadas. Para silenciar el ruido mediático que crece y retumba, el papa convoca a Roma a los 34 obispos chilenos. Todos presentaron su renuncia y siete fueron aceptadas. Karadima finalmente será destituido del estado eclesiástico en 2019.

Si se trata de un punto de inflexión en el caso de los abusos pedocriminales, es porque el papa Francisco, como gran estratega, supo revertir la situación para exculpar al Vaticano. Por fin se pone del lado de las víctimas y va más allá al señalar la causa del mal. Denuncia el clericalismo y escribe en una carta dirigida a los católicos de todo el mundo el 20 de agosto de 2018 (p. 36): «Decir no al abuso es decir no, de manera categórica, a toda forma de clericalismo.» ¡Por fin se ha hecho el diagnóstico! ¿Se vislumbra una reacción?

¿La Ciase como consecuencia lógica del análisis del Papa?

Todo sigue sucediendo en este periodo como si Francia escapara de lo que envenena a las demás iglesias, hasta que Témoignage chrétien, tras escuchar a un grupo de víctimas de Lyon, lanza una petición para que se lleve a cabo una investigación seria sobre el tema. Christine Pedotti, redactora jefe de la revista, dirigió de cerca los esfuerzos que, lamentablemente, solo lograron una negativa de la comisión de leyes, en «una forma de connivencia entre las instituciones, representada por el Senado que duda en cuestionar a la Iglesia católica» (p. 40). Gracias a la tenacidad de Christine Pedotti y a la energía de La Parole libérée, el apoyo de los medios de comunicación permitió, una vez más, la creación de una comisión para investigar los delitos y agresiones sexuales cometidos en Francia.

Así nació la Ciase, confiada al ex vicepresidente del Consejo de Estado Jean-Marc Sauvé. Un trabajo ejemplar que reunió a historiadores, sociólogos y otros expertos para escuchar a miles de víctimas. Muchos meses después, el resultado es aterrador. Se ha descubierto un sistema de una perversión inaudita que cuenta con más de 300.000 víctimas. Esta cifra alucinante señala la monstruosidad de la institución que ha silenciado tanto a los actores como a quienes los rodean, haciendo creer a los cómplices que «el escándalo ya no es la agresión, sino los gritos de la víctima» (p. 45).

En la configuración de los abusos, la autora presenta seis tipologías cuyas «características propias de la Iglesia católica parecen constituir factores facilitadores de este dominio» (p. 47). Y lo que agrava la situación: la no separación de poderes permite ocultar los crímenes.

Sin embargo, a pesar de la empatía del Papa por las víctimas, a pesar del interés del presidente de la Conferencia Episcopal, ni los miembros de la CIASE ni Jean-Marc Sauvé han sido recibidos hasta la fecha por el Papa Francisco. Esta negativa a escuchar la verdad puede deberse a la intervención de algunos intelectuales católicos franceses que querían cerrar el caso y pretendían «sustituir a los responsables de la Iglesia católica para defender finalmente a la institución a expensas de las víctimas; prueba de que el clericalismo también puede prosperar fuera del clero» (p. 56).

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Sin embargo, al explorar el alcance del mal, los ejemplos abundan, por desgracia, y las nuevas comunidades no se quedan atrás. Christine Pedotti repasa las innumerables atrocidades que han atravesado y nombra, una tras otra, estos «carismáticos» movimientos para mostrar que el horror no escatima a casi ninguno. Señala una primera causa de abuso a través de la consideración de la sexualidad dentro de estas instancias.

Para la Iglesia católica, el marco de su ejercicio está estrictamente reservado a la relación sexual entre cónyuges, con una mirada aguda sobre los medios de regulación de la natalidad. «Este corsé extremadamente normativo se considera absoluto e intangible» (p. 79). Por lo tanto, fuera de este marco, todo acto sexual se convierte, sin jerarquía de prácticas, en una ofensa al sexto mandamiento. Todo se cataloga en el mismo plano en la categoría de pecado, desde la masturbación hasta la violación. Salvo que en los miles de agresiones reveladas, «no se viola ni la castidad ni el sexto mandamiento, sino el cuerpo de las mujeres y los niños» (p. 80), como analizará la autora a continuación.

IMG_0509Juan Pablo II con el cardenal pederasta abusador Theodore McCarrick.

Las raíces del mal

Christine Pedotti, cofundadora del Comité de la Jupe (Falda), no esperó a que se revelaran los crímenes y agresiones cometidos por los miembros de la institución para denunciar la forma en que se había desviado el mensaje del Evangelio. Mientras que Cristo abogó por una horizontalidad en la transmisión de la Buena Nueva, un clero estrictamente masculino se reservó muy pronto todos los poderes y se constituyó en una sociedad jerárquica poseedora de una sacralidad usurpada.

¡El arte de elaborar una doctrina de poder como servicio!

Jesús abolió toda jerarquía, porque en su enseñanza cuestiona tanto lo sagrado (hiéros) como el poder (archè). Los primeros cristianos lo entendieron bien y la autora lo recuerda: «No existe una organización de comunidades de creyentes similar a la que conocemos hoy en día con el nombre de Iglesia católica antes de mediados del siglo III d. C.» (p. 85). (p. 85).

Además, Jesús no solo critica repetidamente la toma de poder, sino que él mismo se pone en una posición subordinada, como ilustra la escena del lavatorio de pies. Por desgracia, la Iglesia católica ha pervertido poco a poco los términos que utiliza, llegando incluso a abusar de ellos hasta el punto de «elaborar una doctrina del poder como servicio» (p. 90), llegando a transcribirla así en el § 18 de Lumen Gentium: «Los ministros que disponen de la autoridad sagrada están al servicio de sus hermanos». Curioso oxímoron el de usar el poder sobre los hermanos con el pretexto de servirles…

Ciertamente, esta estructura jerárquica ha contribuido sin duda al mantenimiento de la institución a lo largo del tiempo, imponiendo lealtad y obediencia. Sin embargo, ¿es satisfactoria esta interpretación eclesiológica de la misión encomendada por Jesús?

Las extravagancias de la sumisión clerical se hacen evidentes incluso en el comentario de un obispo cómplice de un pederasta: «¿Cómo puede un padre ir a denunciar a la policía a su hijo (p. 95). Para salvar a sus otros hijos, tal vez uno querría replicarle. Y, como respuesta a la lealtad del clero a sus superiores, se exige la obediencia de los laicos con el pretexto de que los sacerdotes «representan a Cristo». El §37 de Lumen Gentium, citado en la p. 97, especifica a este respecto que los pastores «debido a sus cargos sagrados, ocupan el lugar de Cristo» sic.

La lógica que alimenta los abusos está, por tanto, firmemente establecida. Por un lado, la solidaridad del clero está garantizada bajo juramento desde la ordenación; en cuanto al pueblo llano, considerado ignorante, se le invita a seguir la orden de obediencia. La estructura, bien asentada sobre estos cimientos, debe conservar su control englobándola en un ámbito reservado.

¡Santo cromosoma Y!

En la Iglesia católica, solo los hombres tienen acceso a los cargos «ministeriales», en los que el concepto de servicio transmitido por la expresión «ministerio» se transforma instantáneamente en poder «magisterial». Ahora sabemos que los argumentos basados en supuestos textos bíblicos para discriminar a las mujeres son todos sesgados y carecen de valor teológico o antropológico. La interpretación patriarcal y androcéntrica del Nuevo Testamento, que reservaría los cargos a los hombres, ha sido rechazada con claridad desde hace más de medio siglo por numerosas teólogas y teólogos.

Como han desarrollado recientemente varios teólogos, los pretextos de impureza, la masculinidad de Jesús o la elección de los Doce para alejar a las mujeres de los cargos eclesiásticos han fracasado y casi se consideran un error teológico «en el seno de la Iglesia, donde la relación entre hombres y mujeres debe simbolizar la capacidad de reconocer y apreciar la alteridad» (p. 107). El masculino erigido en la única expresión de las misiones encomendadas por Cristo es una de las primeras causas de los abusos. ¿Es la única?

¿El celibato es una culpa?

Marie-Jo Thiel acaba de cuestionar en profundidad este extraño imperativo de celibato impuesto a los sacerdotes católicos romanos en su libro La gracia y la pesadez 1. Christine Pedotti vuelve sobre esta restricción que, al parecer, estaría relacionada con una exigencia de pureza, como si la sexualidad estuviera indefectiblemente asociada a la culpa, ¡la libido es fundamentalmente culpable! El deseo y el placer son siempre sospechosos y «el carácter relacional de la sexualidad también se ignora», paradójicamente (p. 118). La autora hace un buen análisis de la cualidad de «eunuco para el Reino», sugiriendo que tal vez sea el gusto por la dominación de los maridos lo que se cuestiona en esta forma de considerar las relaciones.

Christine Pedotti vuelve a subrayar que la amalgama entre crimen y pecado, y el hecho de considerar como una «violación» del sexto mandamiento todos los actos relacionados con la sexualidad fuera del matrimonio, acaba borrando las diferencias entre el horror de la pedocriminalidad y la masturbación, que es un signo de buena salud. Si la culpa es la misma, y si solo se trata de culpa, la víctima no existe en el escenario que se desarrolla fuera de ella, entre un arrepentido y su dios. El crimen se borra de la historia, lo que lo facilita. Quizás por eso Benedicto XVI está consternado por los abusos del clero irlandés.

Tiene toda la razón de estarlo, porque, de hecho, «los agresores violaron a niños, y no solo la santidad del sacramento del orden sagrado» (p. 126). Sería urgente darse cuenta de que «violar» la castidad «no equivale a violar a un niño o agredir a una religiosa invocando su deber de obediencia» (p. 127). Además, señala la autora, «si bien el celibato no causa directamente los abusos y los delitos, tiene como consecuencia una forma de indiferencia hacia los demás y sin duda contribuye en gran medida a la incapacidad de los clérigos para escuchar y comprender el sufrimiento de las víctimas, para simplemente compadecerse» (p. 131).

El concepto de sacralidad tomado en un ovillo de desviaciones

IMG_0506En otro plano que se suma a los anteriores, la pretensión clerical de convertirse en «alter Christus» hace que sus miembros adopten una postura de dominio, propicia para fomentar el abuso de confianza y el abuso de poder, que abren de par en par la puerta al abuso sexual.

Sin embargo, se olvida demasiado rápido que todo cristiano se convierte en «sacerdote, profeta y rey» por la unción bautismal, independientemente de lo que piense y diga «una visión totalmente jerárquica que establece una diferencia radical entre los fieles laicos y el clero» (p. 145). Y sobre todo, recordemos: «Lo que quiero es misericordia, no sacrificio», dice Jesús en Mateo 9:13 citando al profeta Oseas. Por lo tanto, habría que volver a cuestionar el carácter sagrado de un ser «apartado» (kléros).

Es difícil desenredar estas diversas y perversas intrincaciones dentro de la estructura clerical. La complejidad de la situación ha favorecido la negación. Por ejemplo, está claro «que no existe una relación directa y evidente entre el celibato y las agresiones sexuales » (p. 153), pero esta situación induce una visión irreal de la masculinidad y la sexualidad, alimentada por la ilusión de una ordenación que serviría de «vacuna» contra los impulsos sexuales. Del mismo modo, el entre-sí masculino no es ajeno al sentimiento de superioridad e impunidad que reafirma a los clérigos en el crimen, y la invisibilización de sus fechorías se sustenta en un poder sin contrapeso dentro de una organización jerárquica basada en lo sagrado.

El balance es, por lo tanto, bastante sombrío y ciertamente no se puede atribuir a una sociedad occidental de costumbres relajadas; sobre todo porque la institución protege a sus miembros mediante largos años de aislamiento en sus seminarios.

¿Existiría algún tratamiento?

Al final, Christine Pedotti se pregunta: «¿Qué quedaría del catolicismo si se eliminara la cuestión jerárquica y sagrada del clero, y su carácter masculino y célibe?» (p. 184-185). Quizás, al abandonar un sistema pervertido, recuperaríamos el pleno sentido del mensaje del Evangelio…

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Pero, por desgracia, aunque «muchos parecen creer que el temporal pasará y que podremos volver a vivir como antes» (p. 196), nada más falso. En cambio, hay que creer en la fuerza del genio católico. Además, «renunciar al poder sagrado de los sacerdotes y obispos no significa renunciar a los sacramentos, ni al sentido, ni a la dimensión de la trascendencia» (p. 194)… Y ya es hora de recordar que en el Concilio Vaticano II se había previsto crear una sinodalia permanente, un consejo en torno al Papa formado por fieles de todo el mundo…

¿Por qué no imaginar nuevas estructuras, más universales, más «católicas», y atreverse a poner en práctica por todas y todos en toda su fuerza el versículo de Mateo 28,19: «Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones»?

Sylvaine Landrivon

1. Marie-Jo Thiel, La grâce et la pesanteur. Le célibat obligatoire des prêtres en question, París, Desclée de Brouwer, 2024, 252 p.

Fuente Religión Digital

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“¿Deberíamos borrar definitivamente el nombre del Abbé Pierre?”, por José Arregi

Miércoles, 13 de noviembre de 2024
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14/09/2024

La federación mundial cambiará de nombre tras el escándalo

Emaús Suiza se desvincula del Abbé Pierre y no utilizará su imagen de ahora en adelante

El borrado ha comenzado: la Fundación Abbé Pierre ha decidido cambiar de nombre. Emaús ha cerrado el monumento que le estaba dedicado en Esteville, cerca de Rouen, y va a cambiar su logotipo. Pero más allá de eso, se ha lanzado un vasto movimiento de cambio de nombre en todo el país. ¿Es necesario? ¿Es posible hacer otra cosa?

Pues el Abbé Pierre ha dejado su nombre – o el de su nacimiento Henri Grouès – en unas 300 calles, 150 carreteras, una veintena de plazas y parques, escuelas y colegios, paradas de autobús, placas conmemorativas… ¡en casi 600 lugares de Francia!

En Alfortville, en las afueras de París, donde el fundador de Emaús pasó los últimos años de su vida, el alcalde no ha tardado: la plaza Abbé Pierre se llamará Joséphine Baker. Y el busto del sacerdote será sustituido por una estatua de la cantante.

Tal como van las cosas, el nombre y el rostro de una de las figuras francesas más importantes de la posguerra habrán desaparecido por completo en unos meses.

Sic tránsito gloria mundi. Así pasa la gloria del mundo.

¿Hemos visto alguna vez un movimiento de desafección así?

Nunca. Esto no tiene precedentes. El mariscal Pétain tuvo algunas avenidas durante su vida, rebautizadas como De Gaulle o Libération, una vez que el ocupante fue derrotado. Además, otro mariscal perderá su avenida en París: Bugeaud, sanguinario conquistador de Argelia.

Pero nada que ver con la figura generosa y popular del Abbé Pierre, gran general en la guerra contra la pobreza. Roland Barthes en sus Mitologías de 1957, escribe que su rostro, su barba y su corte de pelo se asemejan a los de la santidad. Se le compara con Francisco de Asís. Fue coronado como la personalidad favorita de los franceses durante 16 años. Lo celebramos y lo conmemoramos. RTL lo convierte en motivo de orgullo por su llamamiento del invierno de 1954 en Radio Luxemburgo.

Hace menos de un año, más de 800.000 espectadores quedaron cautivados por el segundo largometraje dedicado a este hombre excepcional, que entregó su vida a los pobres. Una vida de lucha, así se titulaba. El personaje interpretado por Benjamín Lavernhe dejaba claro que la castidad le resultaba difícil. Pero…

Pero eso fue antes de que se revelara su verdadero rostro. Antes de que descubramos que el héroe es un bastardo. O más precisamente, que el héroe también es un bastardo. Que el hombrecito bueno convivía con un gran asqueroso. La abundancia de pruebas y testimonios, los de una veintena de mujeres, no deja lugar a dudas.

Lo terrible es que el Abbé Pierre fue también un gran luchador de la resistencia y un salvador de los judíos. Y que porque era un icono fue por lo que pudo cometer horrores quedando impune. Intocable y abominable.

Entonces, ¿debería borrarse del espacio público?

Desgraciadamente, ¿qué otra cosa cabe hacer? Esto no significa fingir que no existió. El Abbé Pierre sigue siendo un personaje histórico, admirable en muchos aspectos. Pero ya no puede ser honrado, ya no puede ser modelo, él mismo ha mancillado el nombre que en adelante no aparecerá en ningún frontispicio. Lo cual es afortunado para las víctimas. E infinitamente triste para nuestra historia común.

(“L’édito politique” de Patrick Cohen, en la cadena de radio FRANCE INTER, 12 de septiembre de 2024)

Suscribo el comentario desde la primera hasta la última palabra. No quitaría nada, pero me atrevo a añadir dos breves notas al pie:

1) Me pregunto si una sola de las grandes figuras de la humanidad a lo largo de la historia podría ser presentada como modelo si conociéramos “toda su verdad”. Más triste todavía para nuestra historia común.

2) No obstante, no puedo dejar de recordarme una vez más aquello que decía de sí el Hermano Francisco de Asís, según cuenta su primer biógrafo, Tomás de Celano, que lo conoció en persona: “Me parece que soy el más grande de los pecadores, porque, si Dios hubiese tenido con un criminal tanta misericordia como conmigo, sería diez veces más espiritual que yo”. Donde dice pecador, pon, si quieres: delincuente, violador, asesino… o enfermo. Y donde dice Dios, pon, si quieres: vida, casualidad, necesidad, destino… Pero decir Dios es para mí una forma de afirmar que ni la humanidad ni nada en el mundo está condenado.

 

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Peregrinos de Emaús

Domingo, 14 de abril de 2024
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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

***

Arcabas-Emmaus

En aquel tiempo, los discípulos [de Emaús] contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Pero él les dijo:

¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el asombro, les dijo:

¿Tenéis algo de comer?

Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:

Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo:

Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

 *

Lucas 24, 35-48

***

La paz no es una situación; ni siquiera un estado de ánimo, ni tampoco es, ciertamente, sólo una situación política; la Paz es Alguien. La paz es un nombre de Dios. Es su «nombre, que se acerca» (Is 30,27) y trae con él la bendición que funda la comunidad, que toca personalmente y reconcilia. La paz es Alguien, el Traspasado, que aparece en medio de nosotros y nos muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz esté con vosotros».

La paz es verle a él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28) y aceptar asimismo la muerte como algo que no puede ser separado de su amor. «El es nuestra paz. Paz para los que están cerca y para los que están lejos» (Ef 2,17). En este pasaje encontramos la identificación más fuerte de la paz con el nombre de Jesús.

«El ha hecho de los dos pueblos uno solo» (Ef 2,14). A partir de toda dualidad, desorden y separación, a partir de toda división, ha hecho el «Uno», ha fundado el Uno y «ha anulado la enemistad en su propia carne» (Ef 2,14). Quien por medio de la oración busca la paz con todo su corazón, busca a aquel que es la paz, en el único lugar en que se entregan la reconciliación, el perdón de los pecados y la paz: el lugar del sacrificio, el Gólgota, el Moria eterno.

*

B. Standaert,
Paz y Oración,
en G. Alberigo – E. Bianchi – C. M. Martini, La paz: don y profecía,
Magnano 19912, pp. 129s).

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(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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El signo del amor

Viernes, 3 de septiembre de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

14-1Abbé Pierre

Lo amable de la humanidad que Dios ha tomado consigo mismo en amor, después de todo, ha de verse en la humanidad de nuestros amigos, nuestros hijos, nuestros hermanos, la gente que amamos y que nos ama.

Ahora que Dios se ha encarnado, ¿por que nos empeñamos tanto en desencarnarle otra vez, en destejer la vestidura de carne y reducirle de nuevo a espíritu? Como si el Cuerpo del Señor no se hubiera hecho “Espíritu dador de Vida“… Se puede ver la belleza de Cristo en cada persona individual, en lo que es más suyo, más humano, más personal en él, en cosas de que un asceta aconsejaría severamente prescindir. Pero esos apegos también, son importantes para vuestra vida en Cristo, y he observado que los novicios que tratan de desprenderse con demasiada severidad de sus parientes y amigos, y de las demás personas en general, a menudo carecen de una importantísima dimensión espiritual en sus vidas, y con frecuencia fallan en absoluto como monjes.

Los que son más “humanos” son mejores monjes, precisamente porque son más humanos, y porque no creen, sencillamente, las intimaciones de los que tratan de decirles que deben ser menos humanos… El signo del amor está en esos novicios y son preciosos para siempre a ojos de Dios“.

*

Thomas Merton
Conjeturas de un espectador culpable

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Peregrinos de Emaús

Domingo, 18 de abril de 2021
Comentarios desactivados en Peregrinos de Emaús

 

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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

***

Arcabas-Emmaus

En aquel tiempo, los discípulos [de Emaús] contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Pero él les dijo:

¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el asombro, les dijo:

¿Tenéis algo de comer?

Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:

Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo:

Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

 

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Lucas 24, 35-48
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La paz no es una situación; ni siquiera un estado de ánimo, ni tampoco es, ciertamente, sólo una situación política; la Paz es Alguien. La paz es un nombre de Dios. Es su «nombre, que se acerca» (Is 30,27) y trae con él la bendición que funda la comunidad, que toca personalmente y reconcilia. La paz es Alguien, el Traspasado, que aparece en medio de nosotros y nos muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz esté con vosotros».

La paz es verle a él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28) y aceptar asimismo la muerte como algo que no puede ser separado de su amor. «El es nuestra paz. Paz para los que están cerca y para los que están lejos» (Ef 2,17). En este pasaje encontramos la identificación más fuerte de la paz con el nombre de Jesús.

«El ha hecho de los dos pueblos uno solo» (Ef 2,14). A partir de toda dualidad, desorden y separación, a partir de toda división, ha hecho el «Uno», ha fundado el Uno y «ha anulado la enemistad en su propia carne» (Ef 2,14). Quien por medio de la oración busca la paz con todo su corazón, busca a aquel que es la paz, en el único lugar en que se entregan la reconciliación, el perdón de los pecados y la paz: el lugar del sacrificio, el Gólgota, el Moria eterno.

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B. Standaert,
Paz y Oración,
en G. Alberigo – E. Bianchi – C. M. Martini, La paz: don y profecía,
Magnano 19912, pp. 129s).

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(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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Eugenio de la Fuente, cura abusado por Fernando Karadima, dimite del estado clerical

Martes, 23 de febrero de 2021
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Eugenio de la Fuenteimages Karadima y De la Fuente

Diez años de la histórica condena a Fernando Karadima, la mecha que mostró el drama de la pederastia en Chile

Un gesto de denuncia a la iglesia en Chile, el silencio y encubrimiento de la Conferencia Episcopal

“Este proceso vivido en profunda verdad tiene su raíz en la dificultad de los procesos de prevención, justicia y reparación ante los abusos de conciencia y sexuales al interior de la iglesia”

“La institución jerárquica de la Iglesia hoy no vive y acompaña un proceso de conversión a la Buena Nueva del Evangelio. Los actos cometidos por sus múltiples autoridades alejan, hieren, destruyen la fe de su pueblo”

“Mientras, la Conferencia Episcopal chilena da ‘palabras’ y Jesús es tajante en el evangelio al repetirnos una y otra vez que el amor se realiza en ‘obras'”

“¿Cuáles son los caminos de justicia que acompañan las palabras de la Conferencia Episcopal?”

Este 17 de febrero celebraremos nuevamente un inicio del tiempo de Cuaresma, un tiempo de “conversión” que se renueva en este imperativo de “conviértete y cree en el Evangelio”. Estas palabras de profunda fuerza nos devuelven al corazón las palabras del evangelio de Marcos en el capítulo 1 cuando Jesús proclamaba y nos proclama la Buena Nueva de Dios, diciendo que “el tiempo se ha cumplido, conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,15). Hasta aquí nada nuevo, y quizás eso es lo más grave, perdemos la novedad, profundidad y radicalidad de la Palabra de Dios.

Hace ya algunas semanas vivimos como comunidad eclesial chilena la dimisión del estado clerical de Eugenio de la Fuente. Eugenio conocido por muchos y muchas de nosotros, venía realizando un proceso de discernimiento sobre su sacerdocio respecto al respeto y obediencia a la institucionalidad jerárquica de la iglesia. Este proceso vivido en profunda verdad tiene su raíz en la dificultad de los procesos de prevención, justicia y reparación ante los abusos de conciencia y sexuales al interior de la iglesia.

Este acto estuvo acompañado no sólo por las últimas celebraciones presididas por él, sino también con cartas y videos que se hicieron conocidos por distintos medios de comunicación social. ¿Qué nos pasa con esta decisión? ¿Es, en parte, signo profético de una vocación cristiana que quiere seguir a su Maestro hasta las últimas consecuencias?

Eugenio no se fue sin más, lo hizo celebrando lo que amaba y con los que amaba, signo de la transparencia y de la radicalidad de ir más allá. Junto con él podemos pensar en una serie de renuncias en la vida religiosa tanto femenina como masculina que no tienen relación con la vocación sino más bien con una disputa personal y colectiva, en conciencia, ante las situaciones que se viven al interior de nuestra Iglesia. A su vez, vemos a muchos laicos y laicas que desde las bases han iniciado movimientos que nos hablan sobre una “justicia que no llega” y de jóvenes que dentro de sus iniciativas escriben a la jerarquía para que por favor se haga cargo de lo que no se está haciendo cargo. Estamos hablando de signos.

Las lecturas del evangelio de la semana pasada nos han hablado de los ritos sin sentido; Jesús ante las quejas de los fariseos les contestaba con fuerza “Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra en los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejan a un lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres” (Mc 7, 6-8).

La institución jerárquica de la Iglesia realmente hoy no vive y acompaña un proceso de conversión a la Buena Nueva del Evangelio. Los actos cometidos por sus múltiples autoridades alejan, hieren, destruyen la fe de su pueblo. ¿La vida de fe y su celebración sacramental, las palabras que decimos, los gestos que realizamos tienen coherencia con la acción sagrada de la defensa del ser humano, como Templo sagrado del Espíritu Santo?

Ayer la Conferencia Episcopal ha sacado el mensaje de Cuaresma para este año, en el cual dice: “Los pastores de la iglesia pedimos una vez más perdón a Dios y a nuestros hermanos y hermanas que han sido abusados, maltratados, excluidos o ignorado por algunos de sus ministros”, y seguidamente dice que “una sincera conversión sólo brota de un corazón arrepentido y dispuesto a curar el daño provocado, acompañar al herido en su camino y recomenzar desde Cristo”.

Estas palabras las hemos escuchado muchas veces, a modo personal no puedo decir que la Conferencia Episcopal no la reconozca como ciertas, el problema radica en que son “palabras” y Jesús es tajante en el evangelio al repetirnos una y otra vez que el amor se realiza en obras, lo dice a cada paso que da, porque Jesús mismo vivió su vida a través de ellas implicándose totalmente. Tenemos ejemplo vivo de esto en las bienaventuranzas, el buen samaritano, todos los milagros en dónde Jesús tocó y abrazó el dolor humano, las resurrecciones, el juicio final.

Somos un pueblo sin memoria o no hemos aprendido de ella. Hace algunos años, Ana González de Recabarren, nos decía respecto al perdón, “yo no puedo perdonar sin saber qué pasó con ellos, perdonar a quién y qué”. Esas palabras deberían ser cruciales para nosotros. Jesús nos enseña a perdonar, pero este camino lo coloca como un imperativo en el sermón del monte: “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia” (Mt 5,6).

El abate Pierre decía: “frente a cualquier sufrimiento humano preocúpate no sólo de solucionarlo en el acto sino también de destruir sus causas. No solamente de destruir sus causas sino también de solucionarlo en el acto. Nadie es ni serio, ni bueno, ni justo, ni verdadero mientras no ha resuelto consagrarse de corazón, con todo su ser, tanto a una como a otra de esas dos tareas, las cuales no pueden separar sin renegarse”.

Este recomenzar que nos invita la Conferencia Episcopal no puede darse sin estos caminos de verdad y justicia propio de nuestro cristianismo y vital para toda la humanidad. A los días de hoy se sigue sin hablar de esta verdad, y sin actuar con justicia, al menos como exige la gravedad de la situación. No sólo estamos hablando de los hechos sino de las causas que lo generaron. Tenemos montones de deudas pendientes, y en esas deudas el pueblo fiel de Dios paga las consecuencias.

Desde nuestro discipulado urge que las bases de nuestra iglesia hablen con voces proféticas salidas desde el mismo Jesús, que remuevan los corazones de nuestros pastores, les urja a la conversión real que implica no sólo escribir palabras de perdón, sino hacerse cargo y les lleve realmente a volver a los caminos del evangelio.

Jesús, el Maestro a quien seguimos se rebeló con total fuerza, autenticidad y autoridad del mundo religioso de su tiempo. Un mundo religioso cercano a la institución que hoy nos “pastorea” que a través del poder ejercido no da respuesta a los “crímenes” y “pecados que la habitan.

El acto de Eugenio y de otros muchos y muchas responde a una voz y acto profético, responde al encuentro entre el Dios que nos habita y el sufrimiento humano, en este caso, realizado y permitido por nosotros como iglesia. Jesús debe estar al centro de nuestra vida y como deber cristiano tenemos la interpelación de un Dios que no pierde a nadie.

En este inicio de Cuaresma, ¿cómo nos hacemos cargo de esto que vivimos? ¿Cómo realmente nos implicamos para que nuestras celebraciones litúrgicas sean realmente una vivencia autentica de seguir a Jesús, dador de vida y entrega total de la suya propia, quien amando a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo?

Que esta Cuaresma nos invite a “convertirnos y a creer en el Evangelio” de nuestro Señor Jesús.

Fuente Religión Digital

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Estar herido por la herida del otro.

Lunes, 2 de marzo de 2020
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En la ciudad se cruzan cada día hombres y mujeres que, cada vez más numerosos, piden ayuda… Lo que podemos hacer… es comportarnos de tal modo que esa mujer, ese hombre, se den cuenta de que los veis… Un día me dijo uno de ellos: «Lo peor en esos momentos es su mirada. No distingue entre el ser humano que mendiga y el cartel que hay en la pared detrás de él»… Todo esto explota dentro de mí con la violencia de una bomba, dado que estoy herido por la herida del parado, por la herida de la muchacha de la calle… como una madre está enferma por la enfermedad de su hijo. Eso es la caridad…, estar herido por la herida del otro. Y unir también todas mis fuerzas a las fuerzas del otro para curar juntos su mal, que se ha vuelto mío.

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Abbé Pierre,
Testamento,
Cásale Monf. 1994, pp. 143, 148

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Peregrinos de Emaús

Domingo, 15 de abril de 2018
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

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Abbé Pierre

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Arcabas-Emmaus

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En aquel tiempo, los discípulos [de Emaús] contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Pero él les dijo:

¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el asombro, les dijo:

¿Tenéis algo de comer?

Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:

Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo:

Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

 

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Lucas 24, 35-48
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La paz no es una situación; ni siquiera un estado de ánimo, ni tampoco es, ciertamente, sólo una situación política; la Paz es Alguien. La paz es un nombre de Dios. Es su «nombre, que se acerca» (Is 30,27) y trae con él la bendición que funda la comunidad, que toca personalmente y reconcilia. La paz es Alguien, el Traspasado, que aparece en medio de nosotros y nos muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz esté con vosotros».

La paz es verle a él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28) y aceptar asimismo la muerte como algo que no puede ser separado de su amor. «El es nuestra paz. Paz para los que están cerca y para los que están lejos» (Ef 2,17). En este pasaje encontramos la identificación más fuerte de la paz con el nombre de Jesús.

«El ha hecho de los dos pueblos uno solo» (Ef 2,14). A partir de toda dualidad, desorden y separación, a partir de toda división, ha hecho el «Uno», ha fundado el Uno y «ha anulado la enemistad en su propia carne» (Ef 2,14). Quien por medio de la oración busca la paz con todo su corazón, busca a aquel que es la paz, en el único lugar en que se entregan la reconciliación, el perdón de los pecados y la paz: el lugar del sacrificio, el Gólgota, el Moria eterno.

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B. Standaert,
Paz y Oración,
en G. Alberigo – E. Bianchi – C. M. Martini, La paz: don y profecía,
Magnano 19912, pp. 129s).

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(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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Salir de su tierra

Domingo, 12 de marzo de 2017
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El abbé Pierre, el 1 de Febrero de 1954, en Radio Luxemburgo

Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos” (Ortega y Gasset)

12 marzo, II domingo de Cuaresma

Mt 17, 1-9

Seis días más tarde llamó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada.

El Génesis relata en 12, 1-4 la vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios: “Sal de la tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”Y Abrahán sale mirando lejos, respondiendo a la llamada de un Dios que nos ilumina (2 Tim 1, 10) y con la vista puesta en el futuro. Nada importa la realidad o no del hecho. Lo trascendente es lo que el mito significa. Hace poco me enviaba un amigo el dibujo de una pareja en la cama. Ella leyendo un libro y él medio sentado. Le dice él: “Cariño, estoy sin calzoncillos”. Y ella le contesta sin tan solo mirarle: “No te preocupes, cielo; mañana te compro unos”.

De un mensaje, lo de menos es lo que se dice; lo importante es lo que con él se quiere decir. Hay que evitar la letra que mata y recuperar el Espíritu que vivifica. San Pablo nos lo recuerda en su 2 Cor 3, 5-6: “nuestra capacidad viene de Dios, que nos capacita para ilustrar una alianza nueva: no de puras letras sino de Espíritu; porque la letra mata, el Espíritu da vida”.

Ortega y Gasset dijo: “Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos”.

Y esto es lo que hace el papa Francisco cuando en septiembre de 2015 se abraza con cuatro representantes de las principales creencias -una budista, un judío, un cristiano y un musulmán- y pronuncia este memorable discurso: “La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar un diálogo entre las religiones. No debemos dejar de orar por él y colaborar con quienes piensan distinto. Muchos piensan distinto, sienten distinto. Buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una única certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios. Que el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones conlleve frutos de paz y justicia”. Nuestro cardenal, Carlos Osoro, declaraba en octubre de 2016 que “La libertad auténtica se alcanza cuando se respeta la libertad religiosa”.

Ojalá seamos esa luz que el protagonista Hiroyuki Sanada proponía, como final de cinta, fueran sus hijos Eliseo y Eladia: “las luces más brillantes en la más oscura noche”Babel (2006), del mejicano Alejandro González Iñárritu. Un noble deseo como el de Abrahán, el de Pablo, el de Francisco, el de Osoro, el de Ortega, y el de Jesús, comprometido como el Abbé Pierre (1912-2007) –“Ángel de los pobres”– y fundador de Los Traperos de Emaús en mirar el futuro sin dejar de atender las necesidades del presente.

El 1 de febrero de 1954 irrumpió por sorpresa en Radio Luxemburgo y consiguió que le permitieran hablar en directo. Conmovió a los oyentes con un discurso en el que proclamó la insurrección de la bondad: “Una mujer acaba de morir congelada esta madrugada en la acera del bulevar de Sebastopol, manteniendo aún aferrada a su mano la notificación judicial de expulsión de su domicilio. No podemos aceptar que sigan muriendo personas como ella. Cada noche son más de 2 000 personas soportando el hielo, sin techo, sin pan, más de uno casi desnudo; para esta misma noche es necesario reunir 5 000 mantas, 300 grandes tiendas de campaña, 200 ollas. Venid los que podáis con camiones para ayudar al reparto […] Al Hotel Rochester, calle Le Boétie 92. Imploro, frente a los hermanos que mueren de miseria, aumente en nosotros el amor para hacer desaparecer esta lacra. «¡Que tanto dolor despierte el alma maravillosa de Francia!»

EL ÁNGEL DE LOS POBRES (Abbé Pierre)

Yo continuaría creyendo, incluso si el mundo pierde esperanza.

Y continuaría amando, incluso si los otros destilan odio.

Yo continuaría construyendo, incluso si otros destruyen.

Yo continuaría hablando de paz, incluso dentro de una guerra.

Yo continuaría iluminando, incluso en medio de la obscuridad.

Yo continuaría sembrando, incluso si los otros pisotean la cosecha.

Y yo continuaría gritando, incluso si los otros se callan.

Y yo dibujaría sonrisas en los rostros con lágrimas.

Y yo aportaría alivio, cuando se vea dolor.

Y yo ofrecería motivos de alegría allí donde no hay más que tristeza.

Y yo invitaría a caminar aquel que ha decidido detenerse…

Y yo extendería los brazos a aquellos que se sienten agotados”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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A primera vista

Martes, 19 de abril de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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“La depresión me abrió a un amor más grande. Esto es curioso porque es un poco místico, es lo que me interesa, es el amor con mayúsculas. El detalle del sexo, no es muy interesante. Quise a mujeres, quise a hombres, es un detalle esto. Lo que cuenta son los seres con los que uno se encuentra…”

“… Viví una historia increíblemente fuerte de amor con el abbé Pierre. Nos amamos a primera vista, tuvimos un flechazo. ¡Y es evidente que no me acosté con el Abbé Pierre! “

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Fuente : entrevista de Christophe Lambert por Marc-Olivier Fogiel (Le Divan).

Fuente imagen: sautdelange
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Desapropiarse

Lunes, 15 de febrero de 2016
Comentarios desactivados en Desapropiarse

Del blog de la Communion Béthanie:

En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX.  En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto.

Os invitamos a seguir Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua en este Año jubilar de la Misericordia…

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En nosotros, es el yo posesivo el que obstaculiza a la grandeza

“Lo que obstaculiza la grandeza del hombre, no es su corporeidad, es el espíritu de posesión que le marca a si mismo, es este yo en el cual somos engullidos, este yo posesivo que se hace el centro de todo, que quiere acaparar todo, este yo que no es más que un resultante de nuestra prefabricación que no escogimos y que nos está adherido desde nuestra concepción, nuestro nacimiento y nuestra historia infantil.

Estamos dominados así por un yo que simplemente es la proyección y el resultado de todas las influencias cósmicas que han pesado sobre nosotros y nuestros antepasados.

Estamos constantemente sobre el camino de nuestra gravedad. La maravilla es que, de cuando en cuando, surge la luz de esta Presencia infinita, para que seamos sobrepasados de repente por ella, invadidos y transfigurados, que no expresemos más nuestros pequeños intereses, que no estemos más – por lo menos por un instante- que un impulso hacia este Otro que nos habita, y que es la Vida de nuestra vida.

Es esta la única esperanza de la existencia: este tesoro que es confiado a nuestra vida, esta posibilidad de alejarse de uno mismo, de perderse en el Otro y de ser, hasta el fin, la afirmación de Jesucristo. “

Señor, enséñame a désapropiarme. Dame la gracia del descentramiento con el fin de que pueda dejarme llevar en el movimiento del don. A abrirme a este impulso venido de Ti, que me lleve hacia lo desconocido …

*

Maurice Zundel

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Continuaré…

Sábado, 17 de octubre de 2015
Comentarios desactivados en Continuaré…

Del blog de la Communion Béthanie:

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Continuaré creyendo, aunque todo el mundo pierda la esperanza
Continuaré amando, aunque otros destilen odio
Continuaré construyendo, aunque otros destruyan
Continuaré hablando de paz, incluso en medio de una guerra
Continuaré iluminando, incluso en medio de la oscuridad
Continuaré sembrando, aunque otros pisoteen la cosecha
Y seguiré gritando, aunque otros se callen
Y dibujaré sonrisas sobre rostros en lágrimas
Y aportaré el alivio cuando vea el dolor
Y ofreceré motivos de alegría allí dónde hay sólo tristeza
invitaré a marchar al que decidió pararse
Y les abriré los brazos a los que se sienten agotados.

*

Abbé Pierre

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Peregrinos de Emaús

Domingo, 19 de abril de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

Arcabas-Emmaus

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(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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