Denuncian el recrudecimiento de la represión y homofobia de Estado en Egipto con el régimen militar
La caza de brujas se ha intensificado desde que el exjefe del ejército y actual presidente Abdel Fatah al Sisi derrocó al islamista Mohamed Mursi en julio de 2013.
“Ahora, hasta en casa tenemos miedo”, confiesa Hassan Sherif, un joven egipcio gay cuyo temor a las represalias de las autoridades se ha duplicado desde la detención en un hamam de El Cairo de 26 hombres sospechosos de homosexualidad.
Habituados a la discreción en un país donde sólo el 3% de la población estima que la “sociedad debe aceptar la homosexualidad”, según un sondeo publicado en 2013 por el centro de investigación estadounidense Pew, Hassan Sherif, un médico de 32 años, teme que pueda ser víctima de la represión contra las personas homosexuales.
“Vivimos una angustia y un miedo permanentes. Nunca en mi vida me había pasado”, prosigue Sherif, que vive en un apartamento de El Cairo con su compañero y se presenta bajo un pseudónimo.
Las imágenes de la última acción policial, difundida por una cadena de televisión privada que muestra a los detenidos en ropa interior, le persiguen. Sherif conocía el lugar, pero desmiente que hubiera “orgías sexuales” como aseguran las autoridades y la prensa.
Los 26 hombres detenidos en el operativo del 7 de diciembre están siendo actualmente juzgados por “libertinaje” y el domingo está prevista una vista. La periodista que filmó la intervención, Mona Iraqi, se jactó de haber denunciado el hamam a la policía, tras descubrir su existencia en una investigación sobre el sida.
Este no es un caso aislado. A finales de diciembre, ocho hombres fueron condenados a un año de cárcel tras aparecer en un vídeo filmado, según la fiscalía, en una “boda gay“.
Aunque la ley egipcia no prohíbe formalmente la homosexualidad, varias personas han sido condenadas en los últimos años por “libertinaje” en procesos sonados.
En un país donde la homosexualidad sigue siendo denigrada, el gobierno puede multiplicar los excesos sin temor a la opinión pública. La ONG Human Rights Watch acusó en septiembre a las autoridades de haber “detenido y torturado en varios ocasiones a hombres sospechosos de conducta homosexual”.
Numerosos gays y militantes creen que la represión se debe a la voluntad del nuevo poder de mostrarse todavía más preocupados por el respeto de las buenas costumbres que los Hermanos Musulmanes, el grupo islamoconservador de Mursi, cuyos simpatizantes son blanco de una sangrienta represión que ha dejado más de 1.400 muertos desde el golpe de Estado.
Dalia Abdel Hamid, experta de la Iniciativa Egipcia para los Derechos Individuales (EIPR), habla de “represión sistemática” pues más de 150 personas han sido detenidas desde noviembre por acusaciones de libertinaje o de prostitución. “El Estado trata de demostrar que es más islamista que los islamistas”, asegura.
Lo que resulta del agrado de las autoridades religiosas. “Hay una diferencia entre las libertades y la decadencia”, dice Abas Shoman, un representante de Al Azhar, una de las instituciones teológicas más prestigiosas del islam sunita. “Si el poder y el presidente no prohíben una infamia así, ¿cuál es su función?”, alega.
En este contexto, la discreción se impone. “Recuerdo los tiempos en que todo el mundo iba a las mismas fiestas y frecuentaba los mismos lugares (…) hoy, permanecemos en grupos pequeños”, lamenta Sherif, en pareja desde hace siete años.
Por su parte, Bouthaina Halim, escritora lesbiana de 34 años, que habla bajo seudónimo, considera que las últimas detenciones son “preocupantes”. “Esto muestra que estamos menos protegidos de lo que pensamos”, dice Halim, que reveló su homosexualidad a sus amigos a los 18 años.
Para ella, el futuro de la comunidad se anuncia “sumamente triste”. Ser homosexual en Egipto es “una lucha constante”, resume. “No solo para adaptarnos al espacio que nos deja el Estado, sino también una lucha interna para reiterar que disponemos del derecho de disponer de nuestro cuerpo.”
Fotografías News.Yahoo.com
Fuente El Universal
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