Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Espiritualidad’

“Cómo no pesarte ti mismo”, por Pedro Miguel Lamet

Jueves, 9 de diciembre de 2021
Comentarios desactivados en “Cómo no pesarte ti mismo”, por Pedro Miguel Lamet

2740CC19-461E-49E8-AE77-624C17F7FEC7Leído en su blog:

Detrás de cada deseo sólo hay ansia de la plenitud que ya soy en realidad, pero no reconozco ser.

Fulanito de tal y cual se cree separado

Hasta que de pronto cualquier día te das cuenta de que el dueño eres tú

Nos llevamos con nosotros el saco de los deseos a la calle, al monasterio o a las antípodas de nuestro planeta. Por eso el camino no es escapar, sino flotar en la superficie de los deseos. Muchas veces la renuncia ascética origina más deseos, los convierte en asignatura pendiente

Vivir sin apego es vivir con todo y sin nada

PARCELAS DE LA PLENITUD

El millonario que pretende hacerse con una multinacional y el vagabundo que suspira por una triste botella de vino buscan lo mismo. Detrás de cada deseo sólo hay ansia de la plenitud que ya soy en realidad, pero no reconozco ser.

Escribe en un papel tu nombre completo y debajo tu firma. Luego, traza un círculo a su derredor. Ese cerco y esa identidad que nos parecen tan importantes son las que nos separan de la plenitud que fluye a nuestro derredor. Fulanito de tal y cual se cree separado; y cuando desea una casa, un coche, un paquete de acciones, un puesto político, un renombre público, un éxito amoroso, un premio o lo que llamamos felicidad, lo que quiere alcanzar mediante concreciones externas es la plenitud que ya es, a la que estuvo desde siempre conectado.

* * *

EL PINTOR ERES TÚ

El error está en maldecir las cosas y la situaciones porque nos crean apegos. Mi marido me dejó. Maldito dinero. Fulano me odia. El jefe no me deja levantar cabeza. Ella me lo quitó todo… Las cosas en sí mismas son indiferentes. Somos nosotros los que las damos poder de hacernos felices o desgraciados.

Hasta que de pronto cualquier día te das cuenta de que el dueño eres tú. Tú el pintor que colorea los objetos y situaciones. Si el color es tuyo, ¿por qué te angustias por el lienzo?

Podrías pintar cuadros inolvidables incluso en el aire.

* * *

CON TODO Y SIN NADA

Algunos creyeron que la mejor forma de desapegarse era huir. Simeón el Estilita escogió una columna en el desierto para alejarse del mundo. Pero la cueva y el desierto no privaron a San Antonio de las tentaciones, inmortalizadas en miles de cuadros (Que por otra parte facilitaron a los pintores la posibilidad de incluir en cuadros de santos “chicas estupendas” y escenas eróticas ”prohibidas” al arte sacro).

Nos llevamos con nosotros el saco de los deseos a la calle, al monasterio o a las antípodas de nuestro planeta. Por eso el camino no es escapar, sino flotar en la superficie de los deseos. Muchas veces la renuncia ascética origina más deseos, los convierte en asignatura pendiente.

Y el teóricamente santo se convierte en una persona con genio inaguantable o la intachable virgen en histérica a flor de piel.

El día en que te aceptes con tus deseos, sin pretender responder al “superego” creado por la educación, la cultura, tu “personaje”, ese día habrás dado el primer paso. Vivir sin apego es vivir con todo y sin nada, como de viaje por las cosas, mirando su transparencia, su sabor a más, su índole de trasunto, su perfume efímero, su canto de patria lejana que llama a seguir el camino, sin asir nada definitivamente.

* * *

TÚ SOLO LO PREFERÍAS

Hay dos extremos rechazables en este andar por el camino: quedarse en un lugar del viaje como si fuera el definitivo o ir con los ojos cerrados obsesionado con el país de llegada. En otras palabras, vivir lo relativo como absoluto o rechazar este mundo espacio-temporal.

Por otra parte ¿cómo aniquilar los deseos que son facetas tan apetecibles de la vida? ¿Valdría la pena vivir sin pasión, sin risas ni lágrimas? ¿No vale la pena incluso sufrir y hasta el desengaño, después de haber gozado y tocado con la punta de los dedos la gran ilusión?

A mi me ayuda para nadar en aguas medias cambiar las adiciones por preferencias. Sueñas con tener un piso de tales características. Bien, pones los medios para conseguirlo y dentro de ti, prefieres esa posesión a no tenerla. Pero si la vida o las circunstancias no te lo permiten (Raro sería si lo deseas desde la libertad y la mente positiva que no lo consiguieras), entonces te quedas bien, porque tú eres mucho más que tu piso. Y tú sólo lo preferías. Además sabes que vendrán muchas más cosas porque el chorro de la vida es inagotable.

Vivir sin apego es vivir con todo y sin nada.

Espiritualidad ,

Caricia

Sábado, 13 de noviembre de 2021
Comentarios desactivados en Caricia

Del blog Nova Bella:

B6B04333-2F41-475F-8B52-A2A4B2CC0510

*

Una caricia ya es pura danza

Pina Bausch

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Espiritualidad y transcendencia. Como vivir la vejez”, por José Arregi

Jueves, 11 de noviembre de 2021
Comentarios desactivados en “Espiritualidad y transcendencia. Como vivir la vejez”, por José Arregi

mayores_lgtbDe su blog Umbrales de luz:

Abro estas reflexiones con dos sentencias bíblicas y tres observaciones introductorias.

“Una rica experiencia es la corona de los viejos”, dice el sabio Ben Sirak en un libro escrito hacia el 160 a.C. (Si 25,6).

“Enséñanos a calcular nuestros días para que adquiramos un corazón sabio”, dice el salmo 90 (Sal 90,12).

Tres observaciones introductorias en torno al título: “Espiritualidad y trascendencia. Cómo vivir la vejez”.

1) ¿Cómo vivir la vejez?, dice el título. Tal vez sea demasiado pretencioso. No vengo a dar consejos ni recetas sobre cómo vivir la vejez, condición de un sector social cada vez más numeroso afortunadamente, un sector social del que formo parte. Lo que os digo me lo digo, pues, humildemente, conociendo bien la distancia que va del dicho al hecho, y, a pesar de todo, convencido de que la vejez puede ser edad de plenitud vital, es decir, de libertad en el desapego, de fecundidad en la pérdida. A eso aspiramos, estoy seguro, cada uno a su manera.

2) En eso, en ese milagro del desapego, que nos permite abrirnos a una nueva plenitud en medio de crecientes pérdidas, en eso consiste en última instancia la llamada “espiritualidad”. “Espiritualidad” es un término muy equívoco. Yo la traduciría como el “Buen Vivir” o “la vida con hondura” o con “alma”, o, en palabras del anciano sabio Marià Corbí, la “cualidad humana profunda”.

3) El título dice también “Espiritualidad y transcendencia”. Nuevo equívoco. La OMS, en el informe 804 (Cancer pain relief and palliative care) de 1990, tras afirmar que la espiritualidad es un componente de la salud intregral, la define como “aquellos aspectos de la vida humana que tienen que ver con experiencias que transcienden los fenómenos sensoriales. No es lo mismo que religioso”. Que la espiritualidad no es lo mismo que religión me parece indiscutible, pero que tenga que ver con experiencias que transcienden los fenómenos sensoriales no me parece tan claro. La experiencia espiritual no se da fuera de los sentidos, sino en los sentidos y gracias a los sentidos, como el afecto amoroso o la emoción estética. La transcendencia no se refiere a un supuesto mundo superior más allá del universo, ni a un Ente o divinidad suprema ni a una vida más allá de esta vida después de la muerte. La transcendencia es la hondura sin fondo de todo cuanto es, el aliento vital que nos anima en esta vida y más allá del paso, el tránsito, que llamamos muerte.

Paso a señalar algunos rasgos de esta transcendencia en la inmanencia, de esta sabiduría vital profunda, unos rasgos que pueden ser de alguna forma más propios y específicos de la vejez.

  1. Tiempo de crecer, tiempo de decrecer

La vejez es tiempo de decrecer o, más bien, de crecer decreciendo.

Entre tantas paradojas que nos constituyen, nos encontramos con ésta: Nadie quiere morir joven (salvo algunos, demasiados jóvenes, que quieren pero desgraciadamente no pueden vivir), pero nadie –digámoslo así– quiere ser viejo. Lo tenemos difícil. Uno de los grandes retos de hoy es el aprendizaje de la vejez: la aceptación de las pérdidas y el disfrute de los bienes propios de la vejez. La indudable carga y la innegable bendición de ser viejo. Aceptar que somos viejos y aprender a serlo.

Hace algo más de 2200 años que un sabio judío escribió un librito de 10 páginas sin desperdicio que se conoce como Qohelet. Dice, por ejemplo: “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Tiempo de nacer y tiempo de morir (…), tiempo de destruir tiempo de construir (…), tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar, tiempo de buscar y tiempo de perder, tiempo de guardar y tiempo de tirar (…), tiempo de callar y tiempo de hablar” (Qoh 3,1-8). Y podríamos seguir diciendo: Hay tiempo de crecer y tiempo de decrecer, tiempo de ganar y tiempo de perder, tiempo de adquirir y tiempo de despojarse, tiempo de esforzarse y tiempo de descansar, tiempo de aprender y tiempo de olvidar, tiempo de cuidar y tiempo de dejarse cuidar, tiempo de poder y tiempo de no poder…

Todos esos tiempos de lo uno y de su contrario –contradicciones aparentes– son propios de cada edad, pero la vejez es más particularmente tiempo de perder, de descansar, de desprenderse, de dejarse llevar. El aprendizaje esencial de la vida, en todas las edades de la vida, se vuelve radical en la vejez. Y la raíz y lo radical, lo más radical, de la vida, fuente de los mayores bienes, es el aprendizaje de la pérdida, del decrecimiento. Solo decreciendo podremos crecer en hondura, crecer hacia el fondo. Solo aprendiendo a perder podremos ser más plena y libremente sin aferrarnos a ninguna forma ni posesión. Es la gran exigencia y la gran oportunidad de la vejez: vivir cada vez más con cada vez menos. Somos viejos, pero es hora de vivir. Es la hora de perder – de perder fuerzas, poder, protagonismo, salud–, sí, pero el saber perder forma parte del saber vivir más a fondo.

La vejez es la hora de vivir más a fondo, más plenamente, más desprendida y libremente, más serena y reconciliadamente. Por todo ello, la vejez es, o debiera ser, la edad privilegiada para vivir la espiritualidad, es decir, la aceptación en paz de la pérdida y del decrecimiento.

Es el gran reto personal de quienes ya somos viejos. Pero saber decrecer para ser más  es uno de los grandes retos de la sociedad a nivel local y mundial. Aprender la sabiduría de vivir mejor con menos, y compartiendo lo que tenemos, es todo un reto cultural, político, económico, ecológico. Un reto espiritual en el fondo. Es también un reto mayor el ofrecer a los viejos los medios para vivir más plenamente decreciendo cada vez más. No solo de pan y de confort vivimos los viejos.

  1. Tiempo de liberación

En el hinduismo tradicional se enseña que la vida del ser humano comprende cuatro etapas, llamadas ashrama. Os las presento con cierta libertad:

1) La primera etapa comprende los primeros 20 años: en ellos, el niño nace y crece, se hace joven, se desarrolla, adquiere capacidades; como joven aprendiz célibe (Brahmacharya) se prepara para el breve y complejo viaje de la vida.

2) La segunda etapa va desde los 20 a los 40 años: el joven ya adulto forma pareja, cría una familia, o crea sociedad, trabaja y se afana, participa de lleno en la vida social, se ocupa, es protagonista, es un Grihastha que vive atareado en mil quehaceres y responsabilidades.

3) A los 40 años – eso era en aquel tiempo…–, ya se encuentra libre de las cargas de la familia y de la sociedad, y puede pasar a la tercera etapa, hasta los 60: para ello se retira, se vuelve ermitaño (Vanaprastha), hace silencio, viaja al interior, a lo más profundo de sí y de todo, haciéndose uno con el Misterio y la Presencia y el Todo en cada parte, más allá de toda categoría de interioridad-exterioridad.

4) Por fin, a partir de los 60, puede acceder a la libertad última de la que es capaz, se libera de sus aspiraciones, éxitos o fracasos, de la atadura de sí y de todas las demás ataduras, lo abandona todo –casa, familia, bienes– y se vuelve renunciante  (Sannyasa), caminante vagabundo, sin techo ni lugar propio; en cualquier recodo de camino, la muerte le saldrá al paso, pero le encontrará sin nada propio y uno con todo, de modo que nada podrá contra él, solo será su paso al ser pleno sin forma o a la Vida que ni nace ni muere.

No es mi intención presentaros como modelo válido y aplicable hoy estas cuatro etapas que, por cierto, se referían originariamente a varones de la casta de los brahmanes, de modo que la mayoría de la población no tenía ni siquiera la oportunidad de recorrer las cuatro etapas y llegar a ser libres. ¿Qué joven puede hoy, a los 20 años, tener un empleo digno, una casa adecuada, lograr una autonomía económica, formar una pareja, crear una familia si así lo desean? ¿Qué adulto queda libre de sus cargas a los 40 años o  dedicarse a la contemplación a los 60?

Es impensable aplicar el modelo ideal de la tradición hindú, y no sé ni si es deseable. Pero el reto está ahí, y los interrogantes sobre nuestra civilización también. El mundo ha cambiado mucho en estos dos mil años, y observad lo que ha cambiado solo en los últimos 200, desde el comienzo de la Revolución industrial hasta la era postindustrial en la que ya nos hallamos. Muchas cosas han cambiado para bien, pero no es nada seguro que el balance global del desarrollo esté resultando positivo para la vida común: jóvenes en masa entre 20 y 40 años, mejor preparados que nunca, se ven excluidos de la sociedad, sin un empleo digno ni una casa propia; los equilibrios del planeta, comunidad de vivientes, se desgarran. ¿Será que a más progreso hay más opresión? ¿A dónde se encamina nuestra especie Homo Sapiens, tan sorprendentemente capacitada y tan terriblemente contradictoria, pues lo que le capacita para hacer mayor bien que nunca eso mismo le sirve igualmente para provocar heridas y desgracias personales y planetarias?

Necesitamos la sabiduría de Oriente y de Occidente. La sabiduría del auténtico progreso humano liberador. ¿De qué nos sirve un progreso sin liberación?

La espiritualidad consiste en la liberación personal y política, y eso vale en todas las edades de la vida. Pero vuelvo a la sabiduría hindú tradicional, al fondo de su enseñanza más allá del detalle literal. Su intuición de fondo nos vale hoy como entonces: la vejez como tiempo de una difícil, pero necesaria y posible liberación radical. Esto es verdad ayer como hoy.

Llega una edad –ojalá llegara para todas y para todos– en la que nos vemos libres de muchas cargas familiares y sociales, de la competitividad, de responsabilidades profesionales, de estresante protagonismo, de planes y proyectos de futuro. Claro que, una vez libres de esas cargas –eso en el mejor de los casos–, llegan otras: achaques de salud, pérdida de fuerzas, irrelevancia social, soledad, proximidad de la muerte… Es la hora de la gran liberación, la hora de ser libre de todo y de sí mismo, la hora de renunciar a proyectos, éxitos y ganancias, la hora de aprender a perder o, mejor, a ser más con menos, de ganar perdiendo. La enfermedad y la muerte son ataduras severas, radicales, que trae consigo la vejez, pero quien accede a la raíz de su ser se libera también de ellas, nada le puede atar porque nada tiene.

Para eso es necesario un trabajo interior de toda la vida. La liberación no se improvisa en la vejez. Pero, llegados a la vejez, libres de muchas cargas, no estaría mal que nos dedicáramos un poco más a ese viaje interior que nos libere más profundamente.

  1. Tiempo de desapego

La liberación profunda exige desapego. Desapego es el término clave de todas las tradiciones sapienciales. Aprender a vivir es aprender a desapegarse de éxitos y fracasos, de lo logrado y malogrado, de proyectos y protagonismos, de lo ganado y de lo perdido. Del propio ego, en definitiva.

El Bhagavad Gita (del s. III a.e.c.) es uno de los textos en que mejor se resume la sabiduría hindú, y el más popular y leído. La clave de la liberación, de la paz y de la felicidad, viene a decir, es el desapego. Leemos, por ejemplo, en el capítulo II:

“Porque la acción, oh Dhananjaya, es muy inferior a la acción desinteresada; busca refugio en la actitud de desapego. Desgraciados son los que buscan el fruto en sus acciones (49).¡Oh Partha! Cuando un hombre pone a un lado todos los anhelos que surgen en la mente y se reconforta solamente en el Atman, entonces es llamado el hombre de sabiduría estable (55). El que no es perturbado por las penas y no anhela las alegrías, el que está libre del apego, miedo e ira, ese es llamado el asceta de sabiduría estable (56). El que no siente apego en ninguna parte, el que no se alegra ni se entristece ya le sobrevenga un bien o un mal, la sabiduría de ese hombre es estable (57)”.

Y en el capítulo VI: “Para aquel que se ha conquistado a sí mismo y que permanece en perfecta calma, su ser está tranquilo en el frío y en el calor, en el placer y en el dolor, en el honor y en el deshonor (7). El Yogui que está satisfecho con la sabiduría y el conocimiento, firme como una roca, dueño de sus sentidos y para quien un puñado de tierra, una piedra o el oro son lo mismo, él está en posesión del Yoga (8). Es superior el que considera igual al bienhechor, al amigo y al enemigo, al desconocido, al indiferente y al aliado, como también al santo y al pecador (9). Tal como la llama de una lámpara no vacila en un lugar sin viento, así el Yogui con su pensamiento controlado busca la unión con el Atman (19). Tal estado debe ser conocido como el Yoga, la desconexión de toda unión con el dolor. Uno debe practicar este Yoga con resolución firme y fervor inagotable (23)”.

Quien se hace uno con su verdadero “sí mismo”, su propio ser profundo (eso significa “Yoga” o unión), se desapega o libera de su ego inquieto e infeliz, el ego engañoso con sus éxitos y fracasos, ambiciones y sus miedos, sus filias y fobias. Y quien, desapegándose de todo cuanto no es en verdad, se centra y unifica en su verdadero ser profundo, se realiza plenamente, es feliz. Jesús de Nazaret dijo lo mismo con otra imagen: “Quien quiera salvar su vida la perderá, quien pierda su vida la conservará” (Mt 16,25). Quien se aferra a su ego pierde su ser o su vida. Quien se desapega de su ego gana su ser o su vida. Para aprender a vivir hay que aprender a morir.

Se dice fácil, me diréis, también lo digo yo. “Ser feliz es muy sencillo, lo difícil es ser sencillo”. Pero no es cuestión de voluntad férrea o de puños. Es cuestión de relajar nuestro afán, dejar que fluya nuestro ser, dejar que todo venga y se vaya, sin rechazarlo ni retenerlo, dejar también que a menudo nos visite el sufrimiento, solo el sufrimiento inevitable, sin someternos ni rebelarnos. La vejez es quizá la edad propicia para el desapego radical y, por lo tanto, para la plena realización de nuestro ser. Es la edad en la que, como el barco que deja el puerto, podemos levar el ancla y partir a alta mar, pues el Océano es nuestro puerto.

  1. Tiempo de silencio

Vivimos en la vorágine del ruido. La palabra, las imágenes, los reclamos, los mensajes, la información nos inundan como nunca en la historia de la humanidad. Sabemos más que nunca, pero somos incapaces de discernir y procesar lo que vemos y oímos. Todo cambia sin cesar, sin darnos tiempo ni a mirar o a pensar. Vivimos aturdidos. La aceleración creciente, el primado de la producción, la competitividad de todos contra todos, el torbellino universal –cuya imagen más plástica pueden ser las redes sociales, el tráfico y la bolsa– asfixian la vida de la humanidad y de la naturaleza entera. El ruido interior y exterior nos ahogan.

La espiritualidad es silencio: no solo ni en primer lugar el silencio físico, sino más aun el silenciamiento del ruido emocional y mental. Y más todavía el silencio profundo del ser, que no es aislamiento, sino muy al contrario, comunión honda con nuestro ser profundo, que es también el ser profundo de todos los seres. En el silencio del ser nos comunicamos a fondo, pues ahí se nos revela la llamada del prójimo con su fragilidad y su belleza. En el silencio, todos los seres se vuelven prójimos.

Me invito y os invito a sumergirnos en el silencio. La vejez es un tiempo privilegiado para practicar el silencio profundo del ser, a pesar de la vorágine que también nos atrapa. Podemos tomarnos un tiempo para parar y callar. Para escuchar la música silenciosa que emana de todo, en la soledad de la habitación, en los ruidos de la calle o en medio del campo. Podemos tomarnos un tiempo para deshacernos de nuestras prisas, para contemplar con calma, para mirar y querer simplemente, tal vez en silencio, a la gente que pasa, o para meditar o practicar la atención silenciosa, o para conversar tranquilamente, o para escuchar música, o para disfrutar de una fruta o de una galleta o de un café, o para informarnos reposadamente sobre lo que pasa en el mundo con sus mentiras y verdades.

Eso es espiritualidad. No es cosa de creencias, templos y rezos, sino de adentrarnos a través de los sentidos más allá de los sentidos, en ese silencio originario, primordial y sereno que sustenta todo cuanto es. Y aquella persona a la que un sencillo rezo o el silencio de un templo le ayuden, hará muy bien en servirse de ello. Pero otras prácticas podrán ayudar igualmente a otras personas a sumergirse en el mismo silencio hondo del Ser desnudo o en la misma comunión universal liberadora.

  1. Tiempo de respiro y de aliento

En esto se resume todo lo dicho. La vejez es, debería ser y podría ser un tiempo de respiro. Un tiempo de calma, de profunda tranquilidad, de paz. Un tiempo de respiro y aliento. ¿Pero, cuanto más viejos somos, no estamos acaso más cerca de perder el aliento vital, dejando de respirar definitivamente? Yo diría más bien que estamos más cerca de que nuestra respiración se haga una con la respiración universal eterna, más cerca de que nuestro aliento vital se funda con el Aliento Vital en maýuscula que no tiene comienzo ni fin. Miro el cosmos infinito y eterno sostenido por esa misteriosa, profunda y universal energía, respiración, aliento vital. De eso nacimos y en ello nos refundimos como la gota de agua en el mar.

Y notad que Espiritualidad (derivada de espíritu) y respiro (como inspirar y espirar) tienen una misma raíz: sp, la misma raíz de la que se deriva también espacio. Dicen los lingüistas que la raíz indoeuropea sp significa justamente amplitud, anchura, espaciosidad.

Pues bien, eso es en el fondo la espiritualidad: espíritu o energía vital, ancho espacio vital. O respiro (inspirar y espirar, recibir y dar aliento vital). Todos necesitamos respirar, hoy más que nunca. Las religiones (con sus credos, códigos y cultos), no son imprescindibles, pero la respiración sí. Cuando la vida se convierte en pura competencia con nosotros mismos y con los demás, cuando vivimos jadeantes y agitados en una loca carrera, cuando han caído los sólidos marcos religiosos y culturales de antaño y perdido las certidumbres confortables, se hace más patente la necesidad de respirar. Necesitamos espiritualidad, con religión o sin religión, pero más allá de la religión.

Todos necesitamos respiro, aliento vital. Y en la medida en que, con los años, la respiración se va haciendo más corta y estrecha, y nos vamos encontrando con nuestros últimos límites, los viejos más que nadie necesitamos respiro. El respiro profundo o la paz profunda de nuestro ser.

La vejez es un tiempo propicio para vivir en paz: con nuestro pasado, con nuestros fracasos, con las heridas que hemos sufrido y provocado. En paz con nuestro entorno familiar, en el que más abundantes suelen ser los conflictos enquistados, pequeños o grandes rencores, resentimientos no curados que necesitamos curar para vivir en paz. En paz con el mundo de hoy, a pesar de sus dramas y amenazas. En paz con la naturaleza, de la que nos comportamos como enemigos.

El Dao De Jing, texto referencial de la sabiduría taoísta, atribuido al legendario Laozi, enseña desde hace más de 2000 años:

La persona buena no gusta de discutir,
quien gusta de discutir no es persona buena.

 El sabio no es erudito,
el erudito no es sabio.

El sabio no atesora: cuanto más hace por los demás,
tanto más posee;
cuanto más da, tanto más pleno es.

 He ahí el Camino del Cielo:
hacer bien y no hacer daño.
He ahí el Camino del Sabio:
hacer lo que ha de hacer y no competir

*

(cap. 81, último).

***

Nota:

(Conferencia en los CURSOS DE VERANO de la UPV-EHU, dentro del Curso “Sentido y espiritualidad para la vida. Abordando nuevas dimensiones en los paradigmas de la vejez”, en el Palacio Miramar, Donostia, 13 de septiembre de 2021)

Espiritualidad , ,

Gonzalo Haya: Lo que creo que creo (II).

Miércoles, 3 de noviembre de 2021
Comentarios desactivados en Gonzalo Haya: Lo que creo que creo (II).

     rosto-de-jesus-na-multidao       Hace más de diez años publiqué un librito titulado Lo que creo que creo [Fe Adulta] en el que recogía diversos artículos que iban marcando mi revisión de la teología y de la espiritualidad, con más atención y tiempo tras la jubilación del trabajo.

Ahora, cumplidos los 90 años, la reunión con antiguos compañeros me da pie para ver adónde me ha llevado esta revisión. Seré más conciso y sólo apuntaré cómo interpreto las creencias fundamentales de mi religión cristiana, sin extenderme a justificarlos filosófica o teológicamente.

Dios. Creo en un Dios “transpersonal”, título confuso que viene a decir que lo considero con caracteres personales (conocimiento, amor, decisiones) pero no como individuo. Individual es un coche o una persona, porque son separados  e independientes de otro coche y de otra persona. Dios no es individual porque no es un ser separado de nosotros, sino el ser que nos constituye de tal manera que la separación significaría nuestro aniquilamiento.

Creo muy probable la teoría de la no-dualidad. Pertenecemos a la esfera divina, al amor; aunque nos encontramos en un estado diferente, sometidos al tiempo y el espacio; como el corpúsculo respecto a la onda, como el hielo respecto al agua, con características y leyes (constantes) distintas.

Creo en el Dios de Jesús, pero interpretado con la filosofía y cultura actual. Puedo considerar a Dios como Padre, porque es amor; pero evito considerarlo como individuo separado de mí y del universo. Entiendo mejor a Dios como espíritu, porque es inseparable del universo, al que transmite la vida y el ser.

Creo que este Dios Espíritu influye en el universo y en la historia humana (en la medida en que le dejamos influir), no de una manera directa pero sí ejerciendo una influencia en la conciencia como los padres o los amigos influyen en nosotros.

Jesús de Nazaret. Es un gran profeta con una intensa experiencia mística, hasta tal punto que podemos considerarlo como “el rostro humano de Dios”. Podemos decir también que es Dios, porque todos nosotros somos manifestaciones de Dios, aunque más o menos desfiguradas. Jesús nos transmitió una visión de Dios como padre (como amor), y de toda la humanidad como seres iguales y hermanos, y arriesgó su vida por difundir el Reino de Dios (el proyecto de Dios). Y yo quiero seguir a Jesús y su proyecto.

Espiritualidad. Es una vivencia inherente a todo ser humano, anterior a cualquier religión, y de mayor amplitud que cualquier religión, que solamente logra encauzarla y socializarla. La espiritualidad es propia del ser racional (inteligencia racional e “inteligencia sentiente”), y se manifiesta en el razonamiento lógico, en la conciencia ética, en la percepción de la belleza, y en la apertura a la trascendencia de algo infinito, inabarcable e indecible en nuestros limitados conceptos.

El cristianismo. Es una organización religiosa humana basada en el mensaje de Jesús, recogido (más o menos fielmente) en los evangelios y en los testimonios de sus inmediatos seguidores. Esta organización pretende adaptar y socializar la práctica del mensaje de Jesús en una sociedad universal, en tiempos  lugares y cultura muy distintas, como han hecho otras organizaciones con los mensajes de sus místicos fundadores. Lamentablemente, con el tiempo, estas organizaciones van perdiendo el carisma de su fundador y se van contaminando con los egoísmos propios de todo ser humano (nuestro instinto de conservación).

Dogmas, preceptos, y ritos. Toda institución social se basa en unas creencias, se disciplina con unas normas de convivencia, y expresa sus sentimientos con unos rituales comunes. La diversidad de los participantes, la complejidad de los razonamientos, y la variedad de situaciones, tienden a la dispersión; como reacción, para mantener la cohesión, la institución impone normas preceptos y ritos, cada vez más estrictos. Sin embargo la verdadera cohesión tiene que venir de la vivencia del carisma fundacional, no de la imposición autoritaria de normas cada vez más restrictivas de la libertad y de la autonomía humana. Y para volver al carisma fundacional, volvamos a los evangelios, a una lectura personal, sentida y vital.

Pecado. Es toda manifestación de nuestro egoísmo que trata de imponerse contra los intereses y necesidades de los demás. Puede ser grave o leve, ya sea por el daño objetivo que causa o por la intención de quien lo comete.

Infierno. Un castigo eterno es incompatible con un Dios amor. Jesús utilizó el lenguaje pedagógico de los profetas para un pueblo infantil con el objetivo de evitar, al menos por temor, el daño causado a los indefensos (¡la rueda de molino!) y para hacer ver la gravedad del delito. Además la resurrección inicialmente se concibió como premio o compensación a la fidelidad de los mártires y al sufrimiento de los marginados; por el contrario el castigo sería la no resurrección, la muerte completa.

Salvación. Es la plena identificación con la divinidad que somos. Algunos la han experimentado brevemente en un “encuentro tangencial con la eternidad”, todos la pregustamos de alguna manera en el amor, y la obtendremos plenamente cuando rebasemos el espacio y el tiempo; como “la muñeca de sal que se adentró en el mar”.

Conciencia. Es el Tribunal supremo de nuestras decisiones, la voz de Dios, la Presencia de Dios en nosotros; pero frecuentemente esa voz sufre las interferencias de nuestros egoísmos, que a veces llegan a sofocarla totalmente, o incluso a suplantarla. Para limpiar esas interferencias, la conciencia debe confrontar sus decisiones con algún referente ético (una persona o una comunidad; para un cristiano es Jesús de Nazaret) y con los Signos de los tiempos, expresión de una conciencia universal.

Estas reflexiones son, por ahora, la mejor explicación que tengo en la penumbra de mi fe en el-la-lo trascendente. Personalmente, como cristiano, me considero heredero del proyecto de Jesús, y me pregunto en qué medida he contribuido a la malversación de esta herencia, y qué puedo hacer para vivir y reavivar este proyecto.

Gonzalo Haya

gonzalohaya@telefonica.net

Fuente Atrio

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

La muerte está vencida

Martes, 2 de noviembre de 2021
Comentarios desactivados en La muerte está vencida

Del blog ya desaparecido À Corps… À Coeur:

8521285918_fedf5f7f42_z

 

 

¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios  bellos jardines de esperanza! “

*

Père Pierre Trevet

*

¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.

 

Luizo_Vega_Cementerio_Pere_Lachaise_París_001-417x500

No se debe morir cuando se ama. La familia no debería conocer la muerte. Se unen para la eternidad, y para la eternidad dan la vida a otras personas. La muerte no es sólo el huésped que no se puede evitar. Se podría decir que es un miembro de la familia, un miembro celoso que, cuando llega, aleja a otros.

Sea quien sea la persona que veamos alejarse, la vida queda cambiada. Toda muerte lacera la carne común. La familia, precisamente porque es preparación para la vida, es también preparación para la muerte, y en esta cita común con el misterio no es posible saber quién será llamado el primero.

żPor qué no se nos permite morir al mismo tiempo? Éste sería el deseo más vivo del amor, una nueva bendición nupcial a la que consentiríamos con alegría. Pero ese caso es muy raro. La Providencia tiene otros fines. Algunos de ellos son evidentes, otros se nos escapan. Por eso es difícil la fe. Nos creemos víctimas de la fatalidad, y no pensamos que, también con la muerte, sigue siendo el amor un don insigne. En una casa hay desgracias mucho más graves que la muerte. ¡Cuántas tragedias ocurren sin que nadie haya desaparecido, y cuánta ternura conservada en ausencia de las personas queridas!

La muerte no es siempre una enemiga. Mientras la padece, el amor es capaz de vencerla. Vivir significa con frecuencia separarse; morir significa, en cambio, reunirse. No es una paradoja: para aquellos que han llegado al amor más grande, la muerte es una consagración y no una ruptura. En el rondo, nadie muere verdaderamente, porque nadie puede salir de Dios. Ese que nos parece haberse detenido de improviso continúa su camino. Ha sido como pasar una página, mientras escribía su vida. De él hemos perdido lo que poseíamos de una manera temporal, pero se posee para la eternidad sólo lo que se ha perdido. La vida y la muerte no son más que aspectos diferentes de un único destino; cuando se entra en él con el corazón, ya no se distingue.

*

A. G. Sertillanges,
Nos disparus,
París 1970, pp. 5-10, passím.

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , ,

“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Viernes, 15 de octubre de 2021
Comentarios desactivados en “Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Hoy, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

44792aea-bcbf-11e6-8269-3171c6bdf199


“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

*

Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

***

“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

*

 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

***

Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

***

“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

*

(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

*

“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

*

(Camino de Perfección 21, 26)

***

Entre los pucheros anda el Señor…

“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

*

Fundaciones 5, 8

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff

Lunes, 4 de octubre de 2021
Comentarios desactivados en “Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff

san-francisco-de-asc3ads-y-el-hermano-leproso6Considerando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?

Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.

Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”, que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.

Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:

«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».

Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».

Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.

El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.

De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).

El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.

La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.

En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.

La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?

Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.

El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.

Leonardo Boff escribió Francisco de Asís: ternura y vigor, 6ª edición, Sal Terrae, 1995.

Traducción de MJ Gavito MiIano

Espiritualidad , , , , , , , , , , , ,

La Cruz Gloriosa

Martes, 14 de septiembre de 2021
Comentarios desactivados en La Cruz Gloriosa

 Celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz significa tomar conciencia en nuestra vida del amor de Dios Padre, que no ha dudado en enviarnos a Cristo Jesús: el Hijo que, despojado de su esplendor divino y hecho semejante a nosotros los hombres, dio su vida en la cruz por cada ser humano, creyente o incrédulo (cf. Flp 2,6-11). La cruz se vuelve el espejo en el que, reflejando nuestra imagen, podemos volver a encontrar el verdadero significado de la vida, las puertas de la esperanza, el lugar de la comunión renovada con Dios.

 


aacroix_1

Estaríamos enajenados hasta el punto de permitirnos el lujo de buscar a Dios, en las horas cómodas del ocio, en templos lujosos, en liturgias pomposas y a menudo vacías, y de no verle, oírle y servirle allí dónde está, y nos espera, y exige nuestra presencia: en la humanidad, en el pobre, en el oprimido, en la víctima de la injusticia de la que somos, muy a menudo,  cómplices?

 

*

Don Helder Camara,
Un pensamiento para cada día”,
Médiaspaul, 2010

 

douglas-blanchard-j-is-beaten

Jesus in Love

***

Orar, es penetrar despacio, tranquilamente,
En el silencio de Dios,
Dejar a Dios darse y darme su silencio,
Para que pueda dejar mi corazón
latir al unísono del suyo,
dejar mi respiración entrar
En la respiración de Dios,
Dejarme penetrar por Su presencia,
Darme cuenta cada vez más
de que Dios está dentro de mí,
No, evidentemente, para evitar a mis hermanos
Sino para llevarles más,
Porque es verdaderamente imposible acercarse al crucificado
Sin acercarse a los crucificados del mundo entero.

*

Jean Vannier

***

24C3342E-D638-4D4B-8EBD-47CCDFDB1398

Jesús conquista a los hombres por la cruz, que se convierte en el centro de atracción, de salvación para toda la humanidad.

Quien no se rinde a Cristo crucificado y no cree en él no puede obtener la salvación. El hombre es redimido en el signo bendito de la cruz de Cristo: en ese signo es bautizado, confirmado, absuelto.

El primer signo que la Iglesia traza sobre el recién nacido y el último con el que conforta y bendice al moribundo es siempre el santo signo de la cruz. No se trata de un gesto simbólico, sino de una gran realidad.

La vida cristiana nace de la cruz de su Señor, el cristiano es engendrado por el Crucificado, y sólo adhiriéndose a la cruz de su Señor, confiando en los méritos de su pasión, puede salvarse.

Ahora bien, la fe en Cristo crucificado debe hacernos dar otro paso. El cristiano, redimido por la cruz, debe convencerse de que su misma vida debe estar marcada – y no sólo de una manera simbólica- por la cruz del Señor, o sea, que debe llevar su impronta viva. Si Jesús ha llevado la cruz y en ella se inmoló, quien quiera ser discípulo suyo no puede elegir otro camino: es el único que conduce a la salvación porque es el único que nos configura con Cristo muerto y resucitado.

La consideración de la cruz nunca debe ser separada de la consideración de la resurrección, que es su consecuencia y su epílogo supremo. El cristiano no ha sido redimido por un muerto, sino por un Resucitado de la muerte en la cruz; por eso, el hecho de que Jesús llevara la cruz debe ser confortado siempre con el pensamiento del Cristo crucificado y por el del Cristo resucitado .

*

G. di S. M. Maddalena,
Infinita divina, Roma 1980, pp. 342ss

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , ,

El blog en Agosto…

Lunes, 2 de agosto de 2021
Comentarios desactivados en El blog en Agosto…

tumblr_n81yf2edEs1r2d8pzo1_500

Querido hermano, querida hermana,

Desde hoy, el blog adopta,  durante agosto un ritmo vacacional. El Foro, como siempre, estará  activo diariamente.

En la portada, donde aparecen las  publicaciones diarias, se intentará seguir un ritmo regular, diario,  pero puede que no… (especialmente, como hoy tras este post, sí se publicarán diariamente las “migajas de espiritualidad” y el artículo de espiritualidad, además de la cita dominical con el Evangelio)… sin embargo, podrás, seguro,  encontrar publicaciones aleatorias de noticias, artículos o textos inéditos.

Para estar seguro de  no perderte nada, no te olvides de visitar el blog diariamente.

Mientras tanto muchos posts, artículos, noticias y… fotografías sugerentes que quizá se te habrán escapado, están ahí esperándote.  Es el momento de ir a visitarlas.

Ver y ver de nuevo, magia de las palabras, lo imaginario de las fotos, holgazaneo, sensualidad,  ensueño …

Sin olvidar un poco,  mucho, de espiritualidad …

Descanso del cuerpo,  sosiego del alma …

Buenas vacaciones a  todas y  todos

Besos

Mudejarillo

tumblr_n81yelWgMP1r2d8pzo1_1280

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad, Tablón de Anuncios , , , , , , , , , ,

Una espiritualidad de los sentidos: una provocación inicial

Lunes, 2 de agosto de 2021
Comentarios desactivados en Una espiritualidad de los sentidos: una provocación inicial

espiritualidad-sentidos-provocacion-inicial_2359274066_15651540_660x371¿Cuál es mi proyecto espiritual para este momento de mi existencia histórica?

“Si la vida espiritual, al cabo de los años, no favorece en nosotros el sentido de la realidad y el crecimiento de nuestra libertad interior, no está siendo bien llevada”, escribía el teólogo Jean Gouvernaire

La espiritualidad que hoy se sigue desplegando, enseñando y validando es aquella que podríamos llamar “la mística del alma”, que propone cerrar la puerta a los sentidos y buscar a Dios en lo profundo

Sin negar sus aportes, hoy urge una relectura de su espiritualidad desde una antropología más integral. Releer sus intuiciones para generar una nueva síntesis: una mística cotidiana, corporal, solidaria e integradora

17.07.2021 | Marco Enrique Salas Laure

La escritora, filosofa, ensayista y directora de cine, Susan Sontag, en su ensayo La estética del silencio, con contundencia afirmaba: “Cada época debe reinventar para sí misma su proyecto de espiritualidad”. Desde que leí esta frase, me es inevitable pensar sobre el proyecto de esta época, de este momento histórico. Además, pienso en un proyecto no solo universal sino y, sobre todo, personal. ¿Cuál es mi proyecto espiritual para este momento de mi existencia histórica? Sin duda, sigo buscando caminos y respuestas. Hace unos días también recordaba aquella expresión del teólogo Jean Gouvernaire sj sobre la espiritualidad: “Si la vida espiritual al cabo de los años, no favorece en nosotros el sentido de la realidad y el crecimiento de nuestra libertad interior, no está siendo bien llevada”.

Creo que “reinventar para sí” significa hacer una relectura de lo que hemos creído, orado y meditado desde el cristianismo y a qué le hemos llamado Espiritualidad en la amplia biografía de este movimiento de seguidores y seguidoras de Jesús. Esta relectura se plantearía en estos términos: “encontrar una nueva hermenéutica, de arriesgar una nueva síntesis, de proponer, partiendo del acto de creer, pero también del acto de vivir, una nueva gramática sapiencial” (José Tolentino Mendonça).

Tan solo me pregunto: todos, ¿estamos listos para hacer una nueva síntesis? ¿Estamos abiertos a una nueva gramática sapiencial? Tal vez sí, tal vez no. Lo que si es cierto es que en muchos espacios pastorales y eclesiales la espiritualidad que hoy se sigue desplegando, enseñando y validando es aquella que podríamos llamar “la mística del alma”.

La mística del alma

Esta mística (proyecto de espiritualidad) propone cerrar la puerta a los sentidos y buscar a Dios en lo profundo. De esto se sigue que, si una persona quiere encontrarse con Dios, caminar hacía él, solo podrá hacerlo en el ejercicio de la interioridad. Curiosamente, esta propuesta de interioridad en muchos gestó una atrofia y desprecio por los sentidos. Esta mística busca relativizar y renunciar a los sentidos corporales. Estos sentidos se categorizan como malignos y fuentes del error (en la filosofía encontramos a un Descartes, por ejemplo, defendiendo esta postura) y, por tanto, no es bueno confiarse de ellos. Dicho esto, si los sentidos son fuente del error y no se puede confiar en ellos y si la persona quiere alcanzar a Dios y la divinidad: se ve obligado a renunciar a su sensibilidad. En muchos espacios comunitarios esto significa renunciar a llorar, a preguntarse, a dudar, a entrar en crisis de fe o, lo que es más grave, no poder orar desde lo que uno es y siente sino desde las oraciones del folleto.

Además, esta mística desarrolló una ascesis y una rigurosidad muy clara, consolidando la idea de que la divinidad huye y se oculta de las posibilidades del cuerpo y su gramática (su manera de comunicarse, de hablar). Todo esto llevó a que muchos adoptaran el camino de la fuga mundi: desligarse del mundo, desligarse del mundo habitual y cotidiano; y por tanto, de los sentidos. El objetivo era entrar a un espacio más digno de la divinidad: el interior. Según esta mirada, la auténtica morada de Dios es la interioridad del ser humano. En esta dirección tenemos a grandes exponentes como San Agustín y San Juan de la Cruz.

Sin negar sus aportes, hoy urge una relectura de su espiritualidad desde una antropología más integral. Releer sus intuiciones para generar una nueva síntesis: una mística cotidiana, corporal, solidaria e integradora.

La mística del cuerpo 

La espiritualidad cristiana más popular y vivida es aquella que, como hemos mencionado, acentúa el distanciamiento del cuerpo y del mundo. Esto tiene como base la idea de que lo espiritual es más elevado y digno que lo sensorial. Negando así que la espiritualidad se despliega desde y en el cuerpo.

Sin embargo, revisando la antropología bíblica descubrimos que las rivalidades y oposiciones que muchos hoy sostienen, a saber: alma y cuerpo, interior y exterior, practica religiosa y vida cotidiana, espiritualidad y encarnación no están en términos generales en conflicto. Por ejemplo, según el relato del Génesis, Dios modeló al ser humano con “arcilla del suelo” y sopló en su nariz el “aliento de vida”. Estos dos elementos, arcilla y aliento, hacen del ser humano un ser viviente. Creo que esta es la gramática sapiencial que urge reinventar y proponer a los seres humanos de este momento. Somos cuerpo y sensibilidad, espíritu valiente y apasionado, al mismo tiempo que abrazamos una fragilidad, unas aporías, unas tensiones internas que nos hacen ser quienes somos. Me parece que por estar “batallando”, “peleando” con esta porción de arcilla que somos hemos perdido la capacidad de reconciliarnos con nuestra propia contingencia, con que no podemos todo, con que hay días que nos duele más la vida y nos pesa más respirar.

Somos cuerpo y sensibilidad, espíritu valiente y apasionado, al mismo tiempo que abrazamos una fragilidad, unas aporías, unas tensiones internas que nos hacen ser quienes somos

Dicho esto, siento que es hermoso mirar esto desde el relato del mítico del Génesis. El ser humano que busca explicar los misterios profundos de la vida a través de relatos dice: Dios nos ha hecho de arcilla y soplo divino. Tal vez, el escritor del Génesis esta dejando plasmado su propia experiencia humana entretejida por la de otros porque ¿Quién no se ha sentido hecho de arcilla y espíritu?

Este relato, plantea una síntesis entre la espiritualidad divina, puesto que es Dios quien sopla su vida sobre el ser humano y la vitalidad terrena representada en la arcilla. Dicho de otro modo, el barro, nuestro barro, es el lugar donde nos encontramos con el soplo, con el Espíritu de Dios.

Urge recuperar esta visión unitaria del ser humano para superar la idea de que el cuerpo es un simple revestimiento exterior o la prisión del espíritu (platonismo y neoplatonismo). En este sentido, el teólogo francés Louis-Marie Chauvet afirma: “Lo más espiritual no sucede sino por mediación de lo más corpóreo”.  A su vez, el teólogo portugués José Tolentino Mendonça dice: “Hay más espiritualidad en nuestro cuerpo que en nuestra mejor teología”. Ojalá que así sea.

Recuperar el camino de los sentidos 

Sin duda, los sentidos son un camino que conduce al encuentro con Dios. Ellos nos abren a la presencia de Dios en el instante del mundo. Sentir es parte de nuestra experiencia humana, como muy bien decía el poeta: “No sé sentir, no sé ser humano” (Fernando Pessoa).

A propósito de esto, nos viene bien recordar que por medio de los sentidos “el cuerpo se informa” (Michel de Certeau, S.J.). ¿Sabes que es lo mas bello? El salmista dice que hay que “gustad y apreciad qué bueno es el Señor” (Salmo 34, 8). La palabra hebrea “ṭa-‘ă-mū” (טַעֲמ֣וּ) que sugiere la acción de comer, saborear, examinar probando. Dicho de otro modo, a Dios los “saboreamos” como cuando mi padre me hacia con amor y cariño patacones rellenos de carne (un plato que comimos tantas veces juntos). Ese sabor, ese momento en el que el paladar explota, ¿has pensado que a que sabe Dios? Pues para mi, sabe a patacones con carne. ¿Recuerdas que imagen usa Jesús para hablar del Reino? ¡Correcto! Un banquete. En fin, gustar, saborear a Dios es vivir, experimentar en el instante del mundo su presencia. Informar a nuestro cuerpo que Dios es el Padre del banquete alegre, cotidiano que parte su pan con nosotros y para todos.

Pongamos otros ejemplos: el tacto permite que no nos limitemos a topar los unos con los otros, sino que nos encontremos. Siento que nuestro cuerpo es la memoria del tacto de los otros, como me abrazaban mis abuelos o no, como me acariciaba mi madre o no, cada una carga con su porción de ausencias en el cuerpo y de presencias alegres. Abrazar a mi padre cada vez que Panamá goleaba en un partido, una memoria imborrable. Por eso, creo que nuestra biografía es, de alguna manera, una historia compuesta de tacto y piel. De allí que toquemos o no, de la manera en la que nos han o no nos han tocado.

Nuestra biografía es, de alguna manera, una historia compuesta de tacto y piel. De allí que toquemos o no, de la manera en la que nos han o no nos han tocado

Así mismo podríamos ir revisando sentido por sentido: tacto, gusto, olfato, vista y oído. En cada uno de ellos encontraríamos mucho sobre la manera en la que entramos en relación con nosotros y con los demás. Ellos son “medio, contacto, diálogo, comunicación, encuentro con lo exterior, la realidad, el otro, es decir, Dios en el mundo” (Anna Sánchez Boira) y nos revelan “quiénes somos, qué nos interesa, qué nos afecta, dónde estamos y con quién nos relacionamos” (Ibíd.).

Finalmente, nuestro cuerpo se encarna en el mundo y se informa a través del acto cotidiano de presencia. Al mismo tiempo, nuestra vida interior, nuestro despliegue creativo y espiritual, lo que nos mueve y alimenta, lo que nos apasiona y nos derrumba, todo va acompañado por la vida de nuestro cuerpo.

Orar con el cuerpo

Concluyo esta provocación e intento de pensar y plantear un proyecto de espiritualidad pensando en esta expresión de Tolentino Mendonça: “Son nuestros cuerpos los que rezan, no sólo nuestros pensamientos. […] La oración ocupa cada uno de nuestros cinco sentidos”.

¿Qué tal sería orar con cada uno de ellos? ¿Ensayar la oración con el tacto, gusto, olfato, vista y oído, en diferentes momentos o días? Lo que si es seguro es que Dios es cómplice de nuestra afectividad, es omnipotente y frágil, sobrenatural y sensible. Por eso, necesitamos mirar de nuevo el cuerpo, reconciliarnos con él pues somos: la profecía de un amor incondicional y en nuestro cuerpo, gramática de Dios.

Si me preguntan por dónde empezar, como le decía a Maria Trivino de @teoelemental, hay que iniciar un proceso de conversación para saber que Dios no “solo” está en este espacio, tiempo o lugar sino que me puedo encontrar con él en muchos lugares, el aquí planteado: en mi cuerpo.

¿Terminamos orando? Te comparto estos versos de González Buelta:

No amanezcas, Señor,
que todavía mis ojos
no aprendieron a verte
en medio de la noche.

No me hables, Señor,
que todavía mis oídos
no logran escucharte
en los ruidos de la vida.

No me abraces, Señor,
que todavía mi cuerpo
no percibe tu piel
en los saludos y la brisa.

No me endulces, Señor,
que todavía mi garganta
no saborea tu ternura
en medio de lo amargo.

No me perfumes, Señor,
que todavía mi olfato
no huele tu presencia
en el olor de la miseria.

¡Bautiza mis sentidos
con el lento discurrir
de tu gracia encarnada
fluyendo por mi cuerpo!

Recomendaciones de lecturas para profundizar:

Aubin, Catherine O.P., and Isidro Arias Pérez. Las Ventanas Del Alma. Amar y Orar Con Los Cinco Sentidos. 1a ed. Sal Terrae, 2013.

Ciner, Patricia Andrea. Los sentidos espirituales en la teología de Orígenes. ¿Metáfora o realidad? en Peretó Rivas, R. y Martin De Blassi, F. (eds.) Atentos a sí mismos y atentos a la realidad. Reflexiones en torno a la atención y los sentidos espirituales. Buenos Aires: TeseoPress, 2020. Disponible en https://www.teseopress.com/atencionplena/chapter/los-sentidos-espirituales-en-la-teologia-de-origenes-metafora-o-realidad-2/

Isabel Gómez-Acebo (Ed.) Orar desde las relaciones humanas. Desclee de Brouwer, 2001.

Mendonça, José Tolentino, and Teresa Matarranz. Hacia Una Espiritualidad de Los Sentidos. Fragmenta, 2016.

Navarro Puerto, Mercedes, Isabel Gómez-Acebo, Trinidad MC León Martín, Alicia Fuertes Tuya, and Marta Zubía Guinea. Cinco Mujeres oran con los sentidos. Desclee de Brouwer, 1997.

Fuente Religión Digital

Espiritualidad ,

El grito del silencio

Martes, 20 de julio de 2021
Comentarios desactivados en El grito del silencio

Jesús-y-sus-discípulos-A propósito de Mc 6, 30-34
Bernardo Baldeón
Madrid.

ECLESALIA, 19/07/21.- Érase una vez un reino que era muy ruidoso; el chirrido de las máquinas, el estruendo de los cuernos y los gritos de las gentes lo llenaban todo y el ruido llegaba hasta los confines del mismo.

Un año, el joven príncipe que había crecido en medio del ruido, declaró que el día de su cumpleaños quería oír el ruido más grande del mundo. Publicó un edicto diciendo que el día de su cumpleaños, a mediodía, todos los ciudadanos de su reino se reunirían delante del balcón del palacio y durante un minuto gritarían con toda la fuerza de sus pulmones.

En un rincón lejano del reino una mujer encontró el edicto ridículo y preocupante y dijo a su marido que mientras los otros gritaran, ella abriría simplemente la boca y haría como que gritaba. Se lo contó también a su mejor amiga y esta a otra y aquella a otra…

Cuando llegó la hora señalada, el reino, por primera vez en su historia, se calló. Y el joven príncipe escuchó, por primera vez en su vida, el canto de los pájaros, el murmullo del agua de los arroyos y el susurro del viento entre las hojas de los árboles… El príncipe lloró de alegría.

Nosotros también vivimos en el reino del ruido. Ruido en las calles, en las casas, en los coches y en los corazones.¿Cuándo es la última vez que experimentaste la alegría de un profundo silencio? Cuanto más civilizados creemos ser más ruidos experimentamos.

Dicen que el silencio es precioso, pero ¿quién lo necesita? Hacemos cosas por dinero, por placer y otras muchas para matar el tiempo. Dicen que cuando Adán se aburría con la pacífica compañía de Dios, Dios dio cuerda al primer reloj. Desde ese momento, el reloj se ha convertido en nuestro tirano y marca el ritmo de nuestras vidas.

Jesús, en el evangelio del domingo pasado (Mc 6, 30-34), invita a sus discípulos a un sitio tranquilo para descansar con Él. Este aparte, este tiempo de paz y oración, de quietud y descanso, es tan necesario como el respirar. Sin él podemos perder el centro. Donde está tu tesoro allí está tu centro. Y Dios es nuestro origen y nuestro destino. Nosotros, como los apóstoles, necesitamos un lugar y un tiempo para descansar, orar, escuchar y aprender de Jesús.

Cuando queremos conocer a alguien le preguntamos cómo se gana la vida. Soy maestro, bombero, oficinista, abogado… Y así pensamos que conocemos ya toda su vida. La mejor manera de conocer una persona es saber lo que hace en su tiempo libre. Más importante que lo que uno hace es saber quién eres cuando no haces nada.

Nada de lo que nosotros podemos hacer nos hace más valiosos de lo que Dios ya nos ha hecho a cada uno.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad ,

Sinodalidad y espiritualidad

Viernes, 16 de julio de 2021
Comentarios desactivados en Sinodalidad y espiritualidad

Abre camino“El Espíritu se derrama y vive en espiritualidades muy diversas y plurales”

“Este nuevo Sínodo puede y debe ser un acontecimiento innovador para una Iglesia que se hace pueblo de Dios en los pueblos de la tierra”

“Si la Iglesia, como nos invita el Papa Francisco, asume ponerse en camino sinodal debe mirar, en primer lugar, a quienes sufren, a las personas y pueblos pobres, a emigrantes, refugiados, a quienes están en el abismo de la marginación”

“Esta ‘nueva sinodalidad’ inspirada por el Espíritu, que late en tantas espiritualidades, es dialogante, solidaria, abierta, compartida, liberadora”

“Sin embargo todavía persisten reticencias autoritarias jerárquicas y clericales y posiciones conservadoras recurrentes”

El camino de la Iglesia está trazado, según la Constitución pastoral del Vaticano II, entre “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”. Es su hoja de ruta para cumplir su misión en salida al mundo en que vive y al que está enviada, “ungida” por el Espíritu, como Jesús de Nazaret, a fin de dar la “buena noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y oprimidos…” (Lc 4,18). Sólo siguiendo esa dirección será fiel a quien vino para realizar la más profunda liberación de la humanidad y la plenitud de toda la creación. Esta es la misión que constituye su identidad, desde la comunidad más humilde hasta su extensa presencia en este mundo.

Desde aquí nace y se concreta el sentido de la sinodalidad, es decir, de su “caminar juntos”, de su andadura común, movida por el Espíritu al servicio solidario de la humanidad.

 Por tanto si la Iglesia, como nos invita el Papa Francisco, asume ponerse en camino sinodal debe mirar, en primer lugar, a quienes sufren, a las personas y pueblos pobres, a emigrantes, refugiados, a quienes están en el abismo de la marginación al que gran parte de la humanidad ha sido avocada por sistemas y poderes inhumanos, impulsores de una “economía de la exclusión y la inequidad”.

A esta sinodalidad le impulsa el Espíritu que se derrama y vive en espiritualidades muy diversas y plurales; en especial en aquellas que se experimentan y viven dentro de esa marginalidad económica, cultural, social, política. Estas espiritualidades ofrecen a la sinodalidad su talante para caminar juntos en la construcción del mundo justo y fraternal, en una tierra cuidada, casa común, en el amor universal y en la fraternidad sin fronteras, tal como Francisco propone en Fratelli tutti y Laudato si’.

Esta “nueva sinodalidad” inspirada por el Espíritu, que late en tantas espiritualidades, es dialogante, solidaria, abierta, compartida, liberadora. Parte, como insiste el mismo Papa, “de lo bajo, de la gente, de los problemas de cada día”. Su diálogo se realiza, sin excepciones, con las plurales espiritualidades, en especial con aquellas que una falsa altivez espiritualista ha excluido y olvidado.

Por eso la espiritualidad sinodal debe ponerse a la escucha de otras espiritualidades que se viven en las periferias del mundo actual; de las que están extendidas en otras culturas, pueblos y religiones; de las que ofrecen y practican un profundo sentido místico, como las orientales. Pero no para incluirlas en sus dogmas y doctrinas, sino para aprender de ellas y de su sabiduría respetando sus diferencias y pluralidad. Porque, como también recordó el mismo Concilio, reconoce en ellas lo que hay de “verdadero y santo”.

Por tanto, la auténtica sinodalidad también es caminar junto a quienes buscan, viven y experimentan la sabiduría en sus experiencias espirituales tan diversas, indígenas, de otras creencias religiosas, de otras convicciones y experiencias, también agnósticas y ateas. De lo contrario corremos el riesgo de una sinodalidad cerrada en los ámbitos eclesiásticos que recorte los horizontes e impida caminar hacia una apertura solidaria para ofrecer respuestas comunes y participación solidaria al atormentado mundo de hoy, en especial en estos tiempos de pandemia y de sus consecuencias de creciente empobrecimiento y desigualdad.

En consecuencia, la sinodalidad debe ser dialogante con esas espiritualidades que, incluso más allá de instituciones religiosas, viven la presencia del Espíritu en el corazón de la humanidad, en toda la creación, con un sentido holístico.

Una espiritualidad sinodal nos invita, por tanto, a escuchar con empatía, a dialogar con libertad, a aprender con humildad, a comunicarnos sin miedo ni reservas porque el Espíritu sopla donde quiere (Jn 4,8). Impulsar tal sinodalidad es confiar en ese Espíritu. El Papa, no lo duda cuando insiste en que el Sínodo “debe comenzar desde las pequeñas comunidades, de las pequeñas parroquias… de la totalidad del Pueblo de Dios”. Estos lugares serán aptos si viven los problemas de cada día en su entorno, si están cerca y comparten las búsquedas, esperanzas de las personas y grupos más necesitados con los que conviven, si su centro no es la parroquia y su culto, sino la situación de quienes sufren, si su compromiso les lleva a unirse a sus luchas por la justicia, la fraternidad, la igualdad.

Sin embargo todavía persisten reticencias autoritarias jerárquicas y clericales y posiciones conservadoras recurrentes. Muchas de las llamadas comunidades cristianas e Iglesias particulares están alejadas de la vida y se encierran temerosas en sus prácticas devocionales. Por tanto se hace necesaria y urgente una espiritualidad de la audacia, de la parresia, de la utopía, de la profecía, del diálogo donde todas las personas aprendemos de todas, en especial de las más humildes, marginadas, desprotegidas. Esto supone cambiar posturas eclesiásticas dominantes para poder escuchar al Espíritu que se manifiesta en los signos de los tiempos, en la vida de las personas, mujeres y hombres con sus problemas de cada día, en los conflictos y luchas liberadoras.

Ahí habla el Espíritu para quien sabe escucharle en su cualidad humana profunda, en su relación con los demás, en el sufrimiento y también progresos y gozos, en el silencio contemplativo solidario; pero no, ciertamente, en la imposición y sumisión; menos aún en el alejamiento de los problemas de la gente o en quienes vuelven la vista cuando van por su camino sin atender a tantas personas tiradas y abandonadas en las cunetas de la vida.

Por supuesto, no todo lo que se presenta como espiritualidad es tal. El sentido critico y discernimiento son necesarios para no dejarse llevar por vientos cambiantes y navegar a la deriva. La auténtica espiritualidad proviene del Espíritu que es libertad, relación y compromiso ético y, en última instancia, amor. Para el cristiano su referencia básica es Jesucristo quien la llevó a sus últimas y plenas consecuencias dando su vida por los demás, para que todas y todos tengamos vida en abundancia (Jn 10,10).

A su vez, toda auténtica espiritualidad es sinodal, es decir, escucha otras experiencias en un diálogo comunicativo; camina compartiendo sus sentimientos espirituales más hondos y las luchas por sus aspiraciones a una vida digna en la justicia; conduce a una relación profunda que lleva a descubrir la unidad humana, cósmica, holística donde está el Espíritu que alienta la totalidad. Una espiritualidad sinodal es, por tanto, dialogante, compartida, relacionada, donde nadie está por encima de nadie y la única autoridad es servicio a los más humildes desde el evangelio liberador (Lc 4,18). No se aleja de la realidad en espiritualismos desencarnados ni, desde pretendidas verdades absolutas, se cierra al diálogo abierto y libre.

Siguiendo la línea y propuestas del Papa Francisco, este nuevo Sínodo puede y debe ser un acontecimiento innovador para una Iglesia que se hace pueblo de Dios en los pueblos de la tierra a fin de caminar juntos, sinodalmente, en la lucha por la justicia. Porque, como lo afirmó ya el Sínodo de 1971 en su documento sobre “Justicia en el mundo”: “La esperanza y el avance que animan profundamente al mundo, no son extraños al dinamismo liberador del evangelio y al poder del Espíritu que ha resucitada Cristo de la muerte… porque si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia no muestra su eficacia en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente será creíble por los hombres de nuestro tiempo”.

Será, en consecuencia, una Iglesia sinodal, porque camina, sufre, acompaña y lucha guiada y alentada por el Espíritu liberador, que inspira tantas espiritualidades, para lograr pueblos hermanos en una tierra cuidada donde a nadie le falte techo, trabajo y pan dentro de la paz que brota de la dignidad humana y de la justicia.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , ,

“Sophia perennis”: la sabiduría eterna, por José Arregi

Miércoles, 14 de julio de 2021
Comentarios desactivados en “Sophia perennis”: la sabiduría eterna, por José Arregi

41CoKPLkQrL._SX322_BO1,204,203,200_Sophia perennis, la “sabiduría eterna”, no es una religión. Es el plano que nos regala el acceso a la experiencia de nuestro verdadero ser. Es la esencia de todas las religiones, la experiencia de la realidad de la que provienen todas las religiones y hacia la que remiten todas las confesiones.

Sophia perennis es el reconocimiento del mensaje de salvación en el que se basan todas las religiones. Es la experiencia del fondo primordial del ser que se realiza como esta evolución racional inaprehensible, de la “energía primordial” que configura todas las formas y estructuras y nos regala a los hombres la auténtica interpretación de nuestra vida.

Los hombres somos solamente un pestañeo en ese universo intemporal. Adentrarse en ese reconocimiento representa un paso decisivo en el proceso de maduración de la humanidad. Se trata de incorporarse a la ley cósmica. Pues lo que llamamos “Dios”, “divinidad”, “vaciedad”, no está en el exterior, sino que se trata más bien de nombres para lo más íntimo del acontecer de la evolución, un acontecer que está más allá de todos los conceptos de tipo teológico o filosófico. No tiene una posición fija ni un lugar determinado. La única posición es el aquí y ahora en el que se manifiesta esa realidad primordial a la que hemos dado nombres tan distintos.

Sophia perennis sobrepasa toda confesión y llena al mismo tiempo toda confesión. Quien la ha experimentado puede regresar en todo momento a su tradición religiosa. Pero a partir de entonces la interpretará y celebrará de otro modo, pues la experiencia le habrá llevado al auténtico origen de lo que significa la fe.

Sophia perennis señala el camino hacia un conocimiento libre de representaciones, opiniones y conceptos. “Una tradición especial fuera de las escrituras, independiente de la palabra y de los caracteres de la escritura, que muestra inmediatamente el corazón del hombre”, así reza una definición que da el zen de sí mismo.

Sophia perennis, la “sabiduría eterna”, conduce a una vida en armonía con el fondo primordial del ser y nos familiariza con el auténtico significado de nuestra condición humana.

Esta sabiduría la alcanzamos después de la profunda experiencia del fondo primordial intemporal.

(Willigis Jäger, Sabiduría eterna, pp. 11-13)

Fuente Umbrales de Luz

Espiritualidad , ,

Posteísmo y no-dualidad. Un cambio de paradigma (IV).

Sábado, 10 de julio de 2021
Comentarios desactivados en Posteísmo y no-dualidad. Un cambio de paradigma (IV).

No-dualidad.3Posteísmo y no-dualidad. Un cambio de paradigma

IV. No-Dualidad

Hace poco recibí un correo de una persona que me decía: “Creo que entiendo lo que es la no-dualidad, pero no la puedo razonar”. La mente no puede “razonar”, ni siquiera entender la no-dualidad, porque ella misma es dual. Pensar implica, además de objetivar, “separar” el sujeto conocedor del objeto conocido. Ahí nace el “yo” y la mente termina pensando que la realidad es una suma de objetos separados, porque así es como ella la percibe.

La no-dualidad no puede, por tanto, ser pensada. Lo más que podemos alcanzar, a través de la mente, es reconocer que tal planteamiento, no solo no carece de sentido, sino que posee una poderosa potencia explicativa. Nada más. La no-dualidad puede percibirse, no razonando, sino justamente en el silencio de la mente: sea porque se ha vivido una experiencia de comprensión en la que el pensamiento queda completamente suspendido, sea gracias a una práctica del silencio de la mente, que nos permite ver desde “otro” lugar.

Alguien ha escrito también que “el planteamiento de la no-dualidad parece contradecir toda la experiencia humana”. Así es, tal como “parecía” contradecirla el heliocentrismo a quien estaba anclado en la “evidencia” de que el sol giraba alrededor de la tierra.

Sin embargo, incluso la física moderna afirma la interrelación, hasta el punto de que el físico Carlo Rovelli se atreve a escribir: “El aspecto relacional de todas las variables físicas es uno de los descubrimientos básicos de la mecánica cuántica”. Si pudiéramos adentrarnos progresivamente en lo más minúsculo de la materia -del organismo a los órganos, células, moléculas, átomos, partículas subatómicas…-, lo que descubriríamos al final del recorrido serían ondas de vibración, cuerdas vibrantes y campos cuánticos. Todo ello apunta hacia un Vacío originario, matriz de todas las formas. Lo cual le ha llevado al filósofo postmaterialista Jordi Pigem a escribir que “la base de la realidad no es la materia, es la consciencia”. En la misma línea, el gran físico cuántico James Jean afirmaba que “el universo material se deriva de la consciencia, y no al revés”. Y el astrofísico Richard Conn Henry: “El universo es inmaterial, mental y espiritual”. Con lo cual, el planteamiento de la no-dualidad no parece ya tan “contradictorio” con la realidad como algunos pensaban.

Sin querer extenderme demasiado, deseo simplemente puntualizar algunas cuestiones relativas a la no-dualidad que suelen ser tergiversadas con frecuencia. Probablemente por la misma razón por la que no puede ser “razonada”. Cuando se pretende entender la no-dualidad desde la mente, es imposible captar su significado.

Los puntos que deseo clarificar son aquellos que con mayor frecuencia son mal entendidos:

· La no-dualidad no niega las diferencias. Lo que afirma es que diferencia no es sinónimo de separación. Somos diferentes, pero somos lo mismo. La realidad es un despliegue de formas diferentes, pero todas ellas no son sino “formas” surgiendo de un mismo fondo y compartiendo una misma identidad profunda.

· La no-dualidad no niega el mundo de las formas; al contrario, lo característico de la no-dualidad es la afirmación de ambos polos de lo real. Asume un doble principio: el de exclusión (“yo no soy mi cuerpo, ni mi mente, ni mi psiquismo…”) y el de inclusión (“pero soy también mi cuerpo, mi mente, mi psiquismo…”). En el caso humano, se articula con sabiduría la personalidad (o yo) con y desde la identidad (consciencia). En la vivencia adecuada de esa articulación consiste la sabiduría.

· La no-dualidad no niega el proceso, sino que reconoce la paradoja. Si bien es cierto que, desde el plano profundo -más allá de las formas- todo es ya -todo, simplemente, es; somos plenitud-, esto no niega que, en el plano fenoménico o de las formas, todo es procesual. Lo cual puede resumirse de manera sintética en esta afirmación: estamos en proceso -como personas- de llegar a ser aquello que ya somos -en nuestra identidad profunda-.

· La no-dualidad no niega la acción ni el dinamismo de comprometerse. Al contrario, no-dualidad es amor y sinónimo de compromiso. Y es así porque la comprensión no-dual, al situarnos en la verdad de lo que somos, sin negar nada de lo que nos constituye, me hace reconocer que todo otro es no-otro de mí. Es lo que aprecio en Jesús de Nazaret: fue esta comprensión la que guio su actitud (“lo que le hacéis a otro, me lo hacéis a mí”) y su comportamiento, caracterizado por la más genuina compasión, que viene siempre de la mano de la comprensión. Con lo cual, el compromiso urge, pero naciendo del lugar adecuado: no del voluntarismo ni del dualismo -con las trampas que esto encierra-, sino de la comprensión. No hay un yo que se comprometa, pero eso no conduce a la pasividad, inactividad o indolencia narcisista, porque somos consciencia comprometida; al comprenderlo, empezamos a vivirnos desde nuestra verdadera identidad.

En síntesis, la comprensión no-dual, una vez que se ha superado la inercia de la mente -similar a las inercias que mantenían a la humanidad en antiguas creencias absolutizadas-, nos atrae poderosamente, porque refleja nuestro Anhelo más profundo, aquel que nos llama de vuelta a “casa”.

Nuestro drama consiste en vivirnos ignorantes y alejados (alienados) de lo que realmente somos, identificados con el yo y la mente pensante. El desafío pasa por silenciar la mente y atrevernos a mirarnos desde “otro lugar”, el lugar del no-pensamiento. Cuando se trasciende el pensamiento -sin renunciar nunca a la mente funcional ni a la lucidez crítica-, se advierte que no hay nada que conseguir ni nada que falte; no hay confusión, no hay yo y no hay que preocuparse por el nacimiento o la muerte. Estamos -siempre hemos estado- en “casa”. Desde esa comprensión vivimos el plano de las formas o del yo, en todas las dimensiones (psicológica, relacional, social, política, ecológica…). Lo que las religiones llamaban “Dios” -en consonancia con un determinado momento de la consciencia humana- es lo que ahora descubrimos como nuestra “casa”, la identidad una y última que nos constituye -consciencia, presencia, vida…- y el fondo luminoso (“Dios”/“dev” significa “luz”) de todo lo que es.

Lo que llamamos “Dios” no puede ser un Ser separado -¿cómo podría haber algo separado de lo real?-, sino un estado de ser. Más aún: la idea de un dios separado no puede ser sino factor de división, porque se piensa la divinidad como “un tercero” entre tú y yo. Por el contrario, al comprenderla como el Fondo común de todos los seres -nuestra identidad última-, la percibimos como la mayor fuerza de cohesión.

Por todo esto decía que, con la superación del teísmo, no se pierde nada valioso; se crece en comprensión y en plenitud de vida.

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín semanal

Espiritualidad , ,

Nata montada

Miércoles, 23 de junio de 2021
Comentarios desactivados en Nata montada

csm_01_insert_cream_into_cpw_high_4ea18b9cab

“Mucha gente que hace un cierto trabajo espiritual pone nata montada encima de la basura.

La nata montada es auténtica, pero la basura empezará a apestar a través de la nata montada.”

*

Bob Hoffman

lance-wallnau1

Pastor Lance Wallnau

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“El por qué amamos al padre de Foucauld” de Madeleine Delbrêl

Viernes, 18 de junio de 2021
Comentarios desactivados en “El por qué amamos al padre de Foucauld” de Madeleine Delbrêl

imgchrcdfe0041

Madeleine Delbrel falleció el 24 de octubre de 1964.  Había nacido en 1904. En el “Boletín trimestral de las Amistades de Carlos de Foucauld”, hay un artículo muy interesante sobre este aniversario. Henos aquí algunos extractos, traducidos del francés:

“Asistencia social, poeta y mística, Madeleine Delbrel vivió en Ivry-sur-Seine (barriada  parisina, Francia), barriada marxista, tierra de misión, como ella llamaba a Ivry en uno de los títulos de su libro. Ella testifica sin ruido, con algunas compañeras, de su fe cristiana y de su fidelidad a la Iglesia. Con su equipo, lee y relee los escritos de Carlos de Foucauld que están ya publicados, y redacta en noviembre de 1946 un artículo para una revista de los PP. Dominicos”

 He aquí algunos párrafos de ese artículo:

“EL  POR QUÉ AMAMOS AL PADRE DE FOUCAULD

La considerable influencia que el “hombre del desierto” tuvo sobre nuestro tiempo entrenó un buen número de vocaciones contemporáneas. La amplia síntesis que representa su vida explica  por qué  vidas tan dispares pueden reclamarse de él. ¡Por sí mismo él es la reunión de tantos contrastes!

Necesidad incoercible de oración delante de Dios; don sin medida a todo ser que lo solicita. Imitación cándida de la vida en Cristo en Palestina, de sus gestos, de sus actos; conocimiento de su ambiente y adaptación a él.

Amor apasionado del prójimo más próximo; amor fiel a cada instante por la humanidad entera.

Una reconstitución tan tierna de la casa de Nazaret alrededor de una hostia expuesta; ‘recorridos de amistad’ por las pistas saharianas.

Obstinación heroica en una vocación diseñada con dureza; comprensión y preparación de la vocación del otro.

Dedicación al trabajo manual; perseverancia incansable en un trabajo de erudición.

Deseo incesante de una familia espiritual; vocación divina a una soledad de la que la muerte será su culminación.

¡Cómo sorprenderse que tantos que actualmente se entregan a Dios reconozcan su llamada y encuentren su modelo en estos cruces de gracias que fue su vida, cualquiera que sea el modelo de este don.

Del Padre de Foucauld hemos aprendido que, si para darse al mundo entero hay que aceptar de romper tantas amarras para dejarse “llevar”, no es necesario que este dejarse llevar esté contenido entre los muros de un monasterio. Puede hacerse marcando una clausura con piedras secas sobre la arena; puede hacerse en una caravana africana; puede realizarse en una de nuestras casas, en uno de nuestros talleres, mientras se sube una escalera, en un autobús; este dejarse llevar lo encontramos aceptando la estrechez, la incesante clausura del amor del prójimo más cercano. Dar a cada uno de los que nos acercamos la totalidad de una caridad perfecta, dejándose encadenar por esta dependencia constante y devoradora, vivir de forma natural el Sermón de la montaña, eso es dejarse llevar, la puerta estrecha que desemboca en la caridad universal.

Nos ha enseñado a estar perfectamente contentos de ocupar un lugar en este cruce de vida, dispuestos a amar a quienquiera que pase y a través de él todo aquello que, en el mundo, está sufriendo, perdido o en tinieblas. Él nos ha explicado que en su magnífica gratuidad reside la soberana eficiencia y que consentir en no ver nada de lo que hacemos, sino a amar de igual forma y para siempre, es el mejor camino para salvar a alguien, en cualquier lugar de la tierra”

*

Madeleine Delbrêl

madeleine-debrel

***

Fuente Boletín trimestral de las Amistades de Carlos de Foucauld  Nº 153-154, 2004.

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

La psicología transpersonal (PT).

Viernes, 18 de junio de 2021
Comentarios desactivados en La psicología transpersonal (PT).

a_1sEl mundo psiquista es muy plural, afortunadamente. Hay cuatro fuerzas que destacan, fundamentalmente. La conductista, la psicoanalista, la humanista y ahora la transpersonal. Nos vienen a decir que el Ser Humano, que se puede medir y cuantificar a nivel científico, es mucho más que un número o algoritmo. El Ser Humano es, además, un valor de calidad y cualidad, no medible científicamente. El peligro es creerse que una corriente puede dar razón o explicación de todo el Ser Humano. Es como si un pétalo de la margarita, que no es ni toda la flor ni todo el jardín, se creyera que puede dar una razón o explicación de toda la flor o de todo el jardín o jardines. De este posicionamiento, que está muy extendido, se llama “reduccionismo”. Una pequeña parte cree explicar todo el conjunto. Esto tiene aplicación en muchos ámbitos actuales. Necesitamos emplear la capacidad crítica constructiva y transformadora en esta nueva globalización, que aún no tiene jurisdicción clara. De momento parece que la nueva estructura global está subordinada a la economía y la tecnología. Eso es asfixiante y letal para el desarrollo integral de todo Ser Humano.

Pues bien, el aparato psíquico humano, y hablo desde la visión freudiana, está basado en la dialéctica tensional entre el ello (el mundo del placer), el superego (el mundo cultural de normas y valores) y el ego (principio de realidad). Este intenta equilibrar teniendo en cuenta la fuerza de esta tensión, que es no únicamente normal sino necesaria para el proceso de maduración. Si se quiere profundizar en este punto puede ser útil esta metáfora: El ello es un caballo (ello) con una buena crinera (superego primario) que da pie a emerger un jinete (ego) que pueda domar la fuerza o energía salvaje o primaria del caballo pero dirigiéndose no por la crinera, que también es muy primaria, formada por las normas culturales que hemos aprendido al nacer en un lugar concreto, partiendo de la familia, sino que el jinete (el ego) pueda construir sus propias riendas(superego posterior) para guiar y conducir el caballo por donde el ego crea oportuno y de forma sana.

Ahora bien, el jinete debe autoescucharse. No es únicamente conducta y cognición, sino también afectos y emociones, pero en niveles diferentes. Uno es inconscientemente lejos de la conciencia del ego; o más cerca: el preconsciente o subconsciente que puede saber con una reflexión seria; y el consciente, que el ego ve y vive, es decir, que se da cuenta.

La PT ha tomado conciencia de que hay una dimensión incrustada en el ADN de todo Ser Humano que la podemos nombrar: la interioridad; otros lo llaman: espiritualidad. Antiguamente: religiosidad. Sea el nombre que sea, todo Ser Humano está envuelto por esta profundidad y debe ir tomando conciencia para disfrutar y vivir de una salud integral o total. De este aspecto habla la PT. No es necesario creer en “dioses ni en la otra vida “, sino vivirse uno mismo a fondo en esta vida. Como dice Agustín de Hipona (Argelia) (354-430): Cuánto más arriba llego, aún hay más altura; y cuanto más me adentro en mi interior, aún hay más profundidad. El ego o el jinete tiene que tomar conciencia. La PT, esta cuarta fuerza psiquista, incluye de forma clara y consciente, como he indicado, la interioridad o espiritualidad. Es un movimiento psiquista que se está extendiendo por doquier. A más de 20 países de Europa, también en Rusia, Estados Unidos, Israel y en nuestro país, en Cataluña.

El modelo vigente para la psicología clínica, que es bio.psiquic.social queda completado. Al inicio de todo están los campos magnéticos o energéticos, aquí la física cuántica es una gran aportación, que nos envuelven y la corporeidad queda dinamizada de tal forma que el ego se va expandiendo por niveles diferentes de conciencia, que todo el mundo pasa, desde el animista, mágico, mítico, racional, razonable, interior y de profundidad. No es cuestión de ideas o conceptos sino de experiencia. No es a base de creencias, que son muchas veces inhumanas, sino de vivencia propia que se convierte en altruista, de comprensión, de respeto a la dignidad de cualquier Ser Humano. Recuerdo la frase de André Malraux (1901-1972), un buen escritor francés: El siglo XXI será místico o no lo será.

La PT cultiva explícitamente esta dimensión de interioridad. Hemos de ser conscientes de que ciertas ideologías intentan sedarla, dormirla porque es peligrosa. Este nivel de conciencia es un despertar, un nuevo caminar para contemplar la vida de otra forma. Esto no encaja en un mundo consumista o capitalista donde todo tiene un precio, todo se mide. No hay calidad de vida interior: todo es materia. O el adoctrinamiento religioso en un “dios”, construido por hombres que lo imponen a todos, sino se cae en la herejía o en condena a muerte.

Las ideologías, sean del color que sean, son cuestionadas por la PT y lleva a ser consciente de ello. Como también a construir la propia personalidad cuando el ego o el jinete toma consciencia que no es propietario sino gestor de su vida. No es un micrófono sino un altavoz de su profundidad. Una vida relacional con red. De ahí la importancia de conocer LA SABIDURÍA de todas las culturas. Todo puede convertirse en camino dice Nisargadatta (1897-1981). Y como libro, indico el de Michael Whasburn: El ego y el fundamento dinámico. Una teoría transpersonal del desarrollo humano (1995).

Jaume PATUEL PUIG (1935)

Pedapsicogogo.

Espiritualidad , , , , , , , , ,

Jose Arregi: “Espiritualidad y lucha de clases”.

Miércoles, 2 de junio de 2021
Comentarios desactivados en Jose Arregi: “Espiritualidad y lucha de clases”.

mugica_2010A raíz de una reciente charla sobre “espiritualidad y liberación política” (*), un amigo me escribe: “Me gustaría que nos compartieras tu visión sobre espiritualidad y lucha de clases”. Buen reto en este 2021, año y tiempo de tantas pandemias, muchas más que la COVID 19 con toda su virulencia. He aquí unos apuntes fundamentales, con más preguntas que certezas.

1. Hace justamente 50 años que Giulio Girardi, sacerdote salesiano, profesor universitario, pionero del diálogo entre marxismo y cristiano, invitado del Concilio Vaticano, publicó su breve e inspirado “Amor cristiano y lucha de clases” (1971), auténtico best seller. Eran tiempos cargados de promesas en el mundo y en las iglesias cristianas. Tiempo de revoluciones, descolonizaciones, procesos liberadores. De ecos de mayo 68 y del Concilio Vaticano II, del surgimiento de innumerables y dinámicas comunidades eclesiales de base en América Latina, de pujante teología de la liberación en América, Africa y Asia. De incontables militantes, profetas y mártires (Luther King, Camilo Torres, Ché Guevara…). La lucha de clases era indiscutible y la liberación de los oprimidos parecía posible. El libro mantiene hoy en el fondo toda su actualidad, porque, 50 años después, salta a la vista que el mundo no ha ido a mejor, sino a peor.

2. Al mismo tiempo, todo se ha vuelto también más incierto y confuso, hasta el término mismo “lucha de clases”. En sentido estrictamente marxiano, la expresión significa el enfrentamiento económico entre la clase propietaria de los medios de producción industrial y la clase obrera explotada. Pero, de acuerdo justamente con muchos marxistas críticos de hoy, difícilmente se puede sostener que sea ésa la única “lucha de clases”, ni necesariamente la primera y la primordial en todos los casos, por decisivo que sea siempre. Ni se puede afirmar que las relaciones económicas sean el primer y último factor determinante de la historia.

3. “Al principio” era la economía, ciertamente, pero no solo la economía, ni solo la producción de bienes de consumo (ni siquiera la recolección y la caza), ni solo la lucha de clases, ni solo la lucha sin más. “Al principio” era todo: el aire que respiramos, la luz que nos recibió, el calor que nos cobijó, el cuerpo del que nacimos, el pecho que nos amamantó, la tierra que nos sostuvo, la noche estrellada. Al principio era la materia que es matriz animada de toda vida, la materia que es pura energía, que no sabemos qué es ni de dónde ni por qué, y el Misterio envolvente en todo. Al principio de nuestra historia era el miedo y la esperanza, la angustia y la alegría de vivir, el amor y el odio, la ambición y la generosidad en pugna. Al principio era todo y todo estaba en relación, y toda causa era también efecto, y nada fue “antes” de nada, sino junto con todo. Y así sigue siendo todo. Nada es reductible a nada, porque todo interactúa, y es preciso pensarlo todo a la vez, sabiendo que el pensamiento nunca es lo primero ni lo último. Y, en medio de todas las brumas, el Aliento vital profundo nos invita a abrir los ojos y reconocer que la tensión de la paz es el principio del que todo nace.

4. Desde hace solo dos décadas nos hallamos en una cuarta revolución industrial que está dibujando un mundo muy distinto al que conoció Marx en la Alemania, Bélgica, Francia e Inglaterra industriales del siglo XIX. La diversificación y la digitalización del trabajo, la complejización y la globalización de todas las relaciones productivas y comerciales, la financiarización progresiva de la economía, la subordinación cada vez mayor tanto de los “empresarios” como de los propios Gobiernos a unas pocas entidades de carácter financiero especulativo, la inteligencia artificial, el Internet de todas las cosas, la robotización creciente de la producción e incluso de las decisiones, etc… nos están situando en otro mundo muy distinto al que hemos conocido. Pronto desaparecerán todas las fábricas, ¿y cómo será el mundo entonces? Ya vivimos en un mundo en que los límites entre lo físico, lo biológico, lo político, lo informático e incluso lo “espiritual”, y el límite entre la especie humana y los grandes simios y los pequeños simios y todas las especies vivientes es apenas definible. Un mundo en el que el ser humano no es el centro y el sentido de la tierra, la vida, el cosmos. Y un mundo global planetario más desigual e inhumano, más amenazado que nunca, eso es lo terrible…

5. En este mundo de hoy, conceptos como “producción”, “propiedad de los medios de producción”, “clase social”, “clase obrera”, “lucha de clases”, “capitalista”, “proletario”… difícilmente pueden ser entendidos simplemente como hace 150 años. ¿Es propiamente capitalista el especulador que hace caer empresas, partidos y gobiernos? ¿Es capitalista el pequeño emprendedor que procura compartir decisiones y beneficios de la plusvalía con los trabajadores de su empresa? ¿Son propiamente proletarios los trabajadores de pingües sueldos que para sí quisieran muchos pequeños empresarios? Un equipo de fútbol es una empresa para ganar dinero, ¿pero son proletarios los futbolistas de primera división del estado español con un salario anual medio de 4 millones de euros, mientras que las futbolistas de primera reciben un salario anual medio de 17.000 euros? ¿No es más proletaria que nadie la mujer trabajadora sin salario que cuida de los hijos, la casa, los padres…, y quién es el capitalista que la oprime? ¿Qué son los y las funcionarias públicas? ¿Qué son los trabajadores de una empresa cooperativa que pugnan por competir para poder sobrevivir? ¿Qué son los autónomos? ¿Y qué son el 98% (es un decir) de los habitantes de África, que no cuentan para nada, que no son nadie y que “nadie” explota?

6. Los conceptos se enmarañan, pero una cosa es cierta: las clases existen, son muchas más que la “capitalista” y la “proletaria”, y las desigualdades son más grandes que nunca, porque la riqueza y el poder se concentran cada vez más en cada vez menos manos. Existen la clase opresora y la clase oprimida, y la lucha entre unos y otros es más real y mortal que nunca, pero también cada vez más desigual y difusa, pues los poderes –muy reales pero invisibles– que tienen en sus manos los resortes de la economía y de la política global están logrando que la lucha entre opresores y oprimidos se convierta cada vez más en lucha entre oprimidos. Yo me reconozco opresor y oprimido.

7. El capitalismo neoliberal que desde los años 80 se extiende y se impone por doquier es la máxima institucionalización de los impulsos más inhumanos: la codicia de la riqueza, la ambición del poder y, en el fondo, el miedo irracional a poder menos o a tener menos que otros. Es un sistema económico inicuo, raíz de los peores conflictos bélicos y más mortífero que todas las guerras juntas. Destruye los cuerpos, las relaciones, la igualdad, la democracia, la familia, los pueblos, el planeta, la Vida.

8. He ahí nuestro mundo. ¿No es un panorama demasiado desolador? Lo es, pero por eso mismo no podemos permitirnos perder la esperanza, que no consiste en aguardar, sino en caminar con espíritu y respiro, en dar pasos, pasitos, en la dirección de un mundo necesario y posible, un mundo más libre y fraterno, más justo y en paz, más humano y ecológico, más solidario y feliz. En caminar, aunque nunca lleguemos. Y en seguir dando un pasito cada vez que fracasemos, y aunque siempre fracasemos, movidos por el aliento profundo que nos habita y que somos, el aliento profundo que nos hace más humildes y fuertes, más rebeldes y pacíficos. El Aliento de la vida gime en la Tierra que gime en dolores de parto. Vivir movidos por ese aliento profundo: eso es la espiritualidad, ya se exprese en forma religiosa o totalmente laica, y siempre es política, comprometida y liberadora.

9. No quiero decir que todas las personas movidas por la espiritualidad tengan que implicarse en la “lucha de clases” de la misma manera ni con las mismas ideas y análisis de la realidad ni en los mismos proyectos socio-políticos concretos. Pero, en la medida en que el Espíritu de la vida que todo lo transforma las mueve, allí donde están y en la manera en que pueden –en la contienda política, en los movimientos sociales, en la refriega de las empresas y de las calles, en el espacio doméstico o incluso en el silencio de un monasterio–, se comprometen con la misma pureza de corazón, la misma generosidad y la misma esperanza por la misma liberación. La espiritualidad no es opio, sino liberación. ¿Es opio la religión? Puedo serlo, pero también es, en palabras del mismo Marx, grito liberador de la criatura oprimida.

10. La espiritualidad –hondura de la vida y su cultivo– es, pues, por definición, activa, política y liberadora. La espiritualidad es paz integral de la interioridad y exterioridad que somos, y la paz integral solo puede darse en la justicia. Conlleva, por lo tanto, la confrontación con los poderes que dictan las leyes del mercado, que oprimen personas, colectivos y pueblos. La espiritualidad no solamente no es ajena a la lucha de las clases dominadas contra toda forma de dominio, sino que la exige y conlleva. La espiritualidad se manifiesta necesariamente en enfrentamiento con quienes se apoderan de la tierra, acaparan los bienes, impiden respirar, niegan la vida. No solo no teme el conflicto necesario, sino que lo provoca. “He venido a traer fuego a la tierra –dijo Jesús de Nazaret– y ¡cómo quisiera que ya estuviese ardiendo!” (Lc 12,49).

11. ¿Hasta tomar las armas y matar por la justicia? Espinosa cuestión. No puedo decir que una persona espiritual no lo pueda o incluso deba hacerlo nunca por nada (matamos cada día seres vivos para comer…). Pero me remito a las condiciones exigidas por la tradición más sabia –incluido Girardi– para que la opción por la violencia armada pueda ser considerada como inspirada por el Aliento de la paz y de la vida: 1) Que la causa sea justa y vital; 2) Que el objetivo justo no pueda lograrse por ningún otro medio; 3) Que haya una seguridad suficiente de que, a través de la lucha violenta, se logrará el objetivo; 4) Que existan garantías suficientes de que el bien conseguido va a ser mayor que el daño provocado; 5) Que la acción violenta sea movida por el amor del bien común y por el amor del opresor, que deja de ser enemigo. La espiritualidad se empeña en humanizar al máximo el conflicto y la lucha.

12. Movida por el fuego del amor a la paz verdadera, la espiritualidad se compromete por un cambio estructural radical del modelo capitalista neoliberal asesino y ecocida. Pero no podemos volver al pasado, ni repetir su visión del mundo, su filosofía de la vida y sus programas políticos. La historia de los últimos 100 años ha demostrado que el “socialismo real” ha defraudado los anhelos de libertad y bienestar de las personas, de los pueblos y de la naturaleza. Y que la “socialdemocracia” ha traicionado tanto el socialismo como la democracia, tanto la igualdad como la libertad, pues ha sucumbido a los intereses de la clase dominante y ha establecido el “estado del bienestar” sobre el expolio del Tercer Mundo y la destrucción de la naturaleza. ¿Hay alternativa? No veo otra que un ecosocialismo feminista y global, ni veo mejor modo de plasmarlo que un modelo cooperativo y ecológico de decisión, de producción y de consumo a nivel planetario.

13. ¿Pero es posible? Solo será posible el día en que la humanidad lo quiera de verdad y se ponga de acuerdo, el día en que haya una voluntad personal y política global para esa transformación planetaria. O el día en que los poderosos que asfixian la vida vean y se convenzan de que asfixiando a otros se asfixian a sí mismos, que el futuro solo puede ser común, que no puede haber liberación si no es para todos, empezando por los últimos. Para que lo posible se vuelva realidad, será necesario que la humanidad, esta especie humana tan poderosa y frágil, tan inestable y contradictoria, transforme su manera de querer y su gusto, y su modo de ser feliz. Será necesario que implante un sistema económico mundial igualitario y democrático. Y un sistema educativo que eduque la sensibilidad, transmita humanidad, comunique sabiduría vital, más allá de meros conocimientos y habilidades técnicas. Y será necesario que las ciencias –las neurociencias y biociencias, por ejemplo–, apliquen con garantía sus tecnologías para corregir las disfunciones genéticas y neurológicas – da miedo decirlo, pero hay que decirlo– que hacen que esta especie humana sea presa tan fácil de tantos miedos y deseos destructores, que nos impiden sentir y querer lo ajeno como propio, y ser más felices con menos, y ser más ricos compartiendo lo que tenemos.

14. La espiritualidad –la conciencia y el ejercicio de nuestro ser profundo, el querer libre del bien, el gusto y la dicha de la bondad, la confianza en la Vida a pesar de todo– es fruto y fuente a la vez de esa política ecosocialista global, feminista, igualitaria, liberadora, sabia. Inspirada por el aliento profundo de cuanto es y por la sabiduría vital más antigua y reciente de las personas y de los pueblos, la espiritualidad inspira a su vez el sueño, la utopía, la esperanza activa. Alienta la acción y la marcha –aunque nunca lleguemos del todo– hacia un mundo en que las opresiones y las clases serán eliminadas y en que las luchas y las guerras podrán desaparecer.

(*) En: https://youtu.be/YxYWPVZHvF4

Jose Arregi

Aizarna, 2 de mayo de 2021

Espiritualidad , , , ,

“La vulnerabilidad en el arte. Un recorrido espiritual”, de Bert Daelemans

Jueves, 27 de mayo de 2021
Comentarios desactivados en “La vulnerabilidad en el arte. Un recorrido espiritual”, de Bert Daelemans

807A5C77-5418-468E-ABDC-F71F2D7CEB52Un acercamiento a la vulnerabilidad a través de treinta obras de arte.

La vida es frágil, naturalmente. La fragilidad es nuestra condición humana, querámoslo o no. Ahora bien, la fragilidad también puede ser un camino, como demuestra lo que se llama la vulnerabilidad o la “capacidad de ser herido”, es decir, la fragilidad elegida y orientada hacia otra persona, umbral donde encontrarnos entre seres heridos. De esta fragilidad convertida en vulnerabilidad trata este libro, que se puede leer como un elogio de la vulnerabilidad: la nuestra y la que elige Dios según la religión cristiana, que propone la vulnerabilidad como camino e, incluso, como religión.

Este libro da cuenta de treinta encuentros con la fragilidad. El arte más atractivo es tal vez aquel capaz de hablar de nuestra fragilidad sin ser hiriente y, en el mejor de los casos, de abrir la puerta hacia la vulnerabilidad, tendiendo un puente a lo sencillo, a Dios. En este sentido, el siguiente recorrido a través de treinta obras de arte aspira a ser espiritual.

Índice:

Prólogo. El arte de la vulnerabilidad

La vulnerabilidad: la fragilidad como fuerza
Treinta encuentros con la fragilidad
La frágil y hermosa condición humana
El camino de la vulnerabilidad
Vulnerabilidad sanadora
Restos de naufragio

Primera parte. La fragilidad de la vida

1 | Tierna fragilidad — Auguste Rodin, La mano de Dios
2 | Misteriosa fragilidad — Cristina Almodóvar, Acumulación
3 | Expectante fragilidad — Lucie Geffré, Todo ángel es terrible
4 | Intempestiva fragilidad — Rafael Díaz, Once upon a time
5 | Torpe fragilidad — Cai Guo-Qiang, Head on
6 | Apasionada fragilidad — Wim Wenders, Glasshouse, extracto de Pina
7 | Luminiscente fragilidad — Wolfgang Laib, Polen de avellana
8 | Maldita fragilidad — Nacho Duato, White darkness
9 | Efímera fragilidad — Doris Salcedo, Palimpsesto
10 | Dolorosa fragilidad — Erika Diettes, Sudarios
11 | Fragilidad inconsolable — Louis Ernest Barrias, Los primeros funerales

Segunda parte. La vulnerabilidad divina 

12 | Vulnerabilidad espaciosa — Fra Angélico, Anunciación
13 | Vulnerabilidad portentosa — Dieric Bouts, Nacimiento, detalle del Tríptico de la Virgen
14 | Vulnerabilidad que levanta — Pieter Brueghel el Viejo, Cristo y la adúltera
15 | Vulnerabilidad que desarma — Mark Wallinger, Ecce homo
16 | Mansa vulnerabilidad — Francisco de Zurbarán, Agnus Dei
17 | Vulnerabilidad fracturada — Anónimo francés, Ecce homo
18 | Vulnerabilidad compartida — Werner Klenk, Jesús y su Madre

Tercera parte. La fragilidad reconciliada y orientada

19 | Bendita vulnerabilidad — Jacop Epstein, Jacob y el ángel
20 | Vulnerabilidad impetuosa — Pablo Gargallo, El gran profeta
21 | Vulnerabilidad irresistible — Georges de la Tour, Job y su mujer
22 | Vulnerabilidad invencible — Maurizio Cattelan, La nona ora
23 | Vulnerabilidad peregrina — William McElcheran, San Ignacio caminando
24 | Vulnerabilidad fragmentada — Philippe Morel, Ghimène II
25 | Vulnerabilidad victoriosa — Denis Chetboune, Les danseurs II
26 | Vulnerabilidad cristalina — Tony Cragg, Cumulus
27 | Vulnerabilidad extática — Rik Wouters, La loca violencia
28 | Vigorosa vulnerabilidad — Michelangelo Merisi da Caravaggio,San Jerónimo escribiendo
29 | Vulnerabilidad celebrada — Comunidad parroquial Saint-François de Molitor
30 | Vulnerabilidad apostólica — Marko Ivan Rupnik, San Pedro y san Juan curan a un paralítico

Epílogo. Más encuentros con la vulnerabilidad

Autor : Bert Daelemans
Editorial PPC
ISBN: 9788428836661
Fecha publicación: 27/04/2021
Núm. páginas: 152

***

Biblioteca, Espiritualidad, General , , , ,

“Moderación”, por José Arregi

Jueves, 6 de mayo de 2021
Comentarios desactivados en “Moderación”, por José Arregi

A young monk at the blue palace in Bhutan De su blog Umbrales de Luz:

La moderación es una virtud fundamental de la vida. Y al decir “virtud” no me refiero a su acepción moral, ascética y religiosa, sino a su sentido etimológico: fuerza. La moderación significa fuerza vital tranquila, energía serena e invencible.

Está hecha de cordura, mesura, templanza. Cordura: el buen juicio de la cordialidad. Mesura: la sabiduría inspirada por la medida de todas las cosas y de nosotros mismos. Templanza: el equilibrio del deseo, libre y atemperado.

La moderación requiere contención y renuncia, pero no son éstas su inspiración y su móvil. Tampoco es fruto del esfuerzo. No fuerces nada, no te fuerces. El sabio Laozi enseñó: “Quien se sostiene de puntillas no permanece mucho tiempo en pie, quien da largos pasos no puede ir muy lejos” (Dao De Jing, 24). Deja que fluya la fuerza de tu ser más hondo.

La moderación brota cuando acogemos nuestras sombras y heridas, y nos abrimos al aliento profundo. Las ambiciones se disuelven, y los complejos se disipan. No necesitamos luchar contra nosotros mismos y contra aquello que, en los demás, amenaza nuestros ilusorios sueños de grandeza. No tenemos nada que defender, nadie a quien atacar. Nos volvemos modestos, humildes. Y emerge la mesura, serena y firme.

La moderación es nuestro ser natural, verdadero. Y no estamos lejos, aunque así nos parezca. Solo nos falta un paso: reconocer y acoger los fantasmas, miedos, angustias que nos habitan, y dejar que se diluyan, sin defenderte ni agredirte. Sin condenarte por lo que eres ni aspirar a lo que no eres.

Pero la moderación no es un asunto meramente personal y privada, sino eminentemente social, económico, político, ecológico y planetario. Lo mismo sucede con el Camino Medio enseñado por Buda: no es mero desapego (falsamente) “espiritual” ni mero “término medio” (ficticio) entre dos extremos, sino humanidad, compasión comprometida. La moderación es una manera solidaria de vivir, de trabajar, producir y consumir, en un mundo donde los excesos de unos causan las carencias mortales de otros, donde la opulencia depredadora de unos desgarra la igualdad humana y el equilibrio de la vida en el planeta. La moderación –cordura, mesura, templanza– conlleva una mirada política a la realidad, un programa político global, una acción política pacífica y subversiva contra el sistema inhumano dominante. En la moderación personal y común se juega la supervivencia de la humanidad y de la comunidad planetaria de vivientes.

Y en último término, la moderación personal y política brota de la confianza profunda, y en ella se sostiene. Así lo expresa el Salmo 131, uno de los más profundos y bellos de la Biblia:

Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros.
No pretendo grandezas que superan mi capacidad,
sino que acallo y modero mis deseos.
Como un niño en brazos de su madre,
como un niño sostengo mi deseo.
¡Espere Israel en el Señor, ahora y por siempre!

Nuestro ser egocentrado es pueril, veleidoso, inquieto, presa inconsciente de necesidades y deseos superficiales. Este salmo es un canto a la paz, una invitación a aquietar, moderar, recoger nuestro deseo egoico como a un niño en brazos de su madre.

Si este sencillo Salmo te resulta inspirador, apréndelo de memoria y repítelo a menudo, sobre todo cuando tus pretensiones de grandeza arruinan tu paz, y cada noche al acostarte, poniendo tu confianza en lo más profundo de ti y de tu prójimo, en el Aliento vital que engendra y sostiene cuanto es.

José Arregi

Aizarna, 1 de marzo de 2021

(Publicado en el libro Respira tu ser, Ediciones feadulta.com, Madrid 2021)

Espiritualidad , , , , , ,

Recordatorio

Cristianos Gays es un blog sin fines comerciales ni empresariales. Todos los contenidos tienen la finalidad de compartir, noticias, reflexiones y experiencias respecto a diversos temas que busquen la unión de Espiritualidad y Orientación o identidad sexual. Los administradores no se hacen responsables de las conclusiones extraídas personalmente por los usuarios a partir de los textos incluidos en cada una de las entradas de este blog.

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Por supuesto, a petición de los autores, se eliminará el contenido en cuestión inmediatamente o se añadirá un enlace. Este sitio no tiene fines comerciales ni empresariales, es gratuito y no genera ingresos de ningún tipo.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un espacio de información y encuentro. La información puede contener errores e imprecisiones.

Los comentarios del blog estarán sujetos a moderación y aparecerán publicados una vez que los responsables del blog los haya aprobado, reservándose el derecho de suprimirlos en caso de incluir contenidos difamatorios, que contengan insultos, que se consideren racistas o discriminatorios, que resulten obscenos u ofensivos, en particular comentarios que puedan vulnerar derechos fundamentales y libertades públicas o que atenten contra el derecho al honor. Asimismo, se suprimirá aquellos comentarios que contengan “spam” o publicidad, así como cualquier comentario que no guarde relación con el tema de la entrada publicada. no se hace responsable de los contenidos, enlaces, comentarios, expresiones y opiniones vertidas por los usuarios del blog y publicados en el mismo, ni garantiza la veracidad de los mismos. El usuario es siempre el responsable de los comentarios publicados.

Cualquier usuario del blog puede ejercitar el derecho a rectificación o eliminación de un comentario hecho por él mismo, para lo cual basta con enviar la solicitud respectiva por correo electrónico al autor de este blog, quien accederá a sus deseos a la brevedad posible.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.