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San José, gran patrono

Sábado, 19 de marzo de 2022
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San Jose y Jesus AdolescenteDel blog de xabier Pikaza:

San Jose ha sido y sigue siendo en la Iglesia , un gran patrono. Así le recordamos como:

Patrono de padres, físicos o adoptivos, de aquellos que saben que la vida es para darla en amor, y para acompañar y guiar el hijo (ver cuadro del Greco, con Toledo al fondo) Felicidades

Patrono de maridos respetuosos, que se fían de sus mujeres, que aceptan el misterio de Dios en ellas, que las aman y comparten la vida con ellas… Felicidades.

Patrono de trabajadores artesanos, sin tierra propia: Así aparece el 1 Mayo, un Día llamado de José Operario, así en la Biblia como obrero

Patrono de novios…. de todos aquellos que buscan mujer buena y que por eso le florece la Vara del amor (ver imagen 2, según tradición oriental, de las Hermanas de Belén)

Patrono de las monjas a las que protege, hombre de la casa que ellas necesitan (así le vio Santa Teresa)

Patrono de la Buena Muerte: así le han visto y rezado nuestro abuelos, porque murió, en manos de Jesús y de María y protege en la muerte a los que le invocan

Patrono de niños sin padre, pues lo fue del Hijo de Dios, que nació sin protección el mundo… como los niños perdidos y abandonados (recogió al hijo de Dios, recogiendo y reconociendo como suyo al hijo de María)

Patrono de la Iglesia, familia de Jesús, que él ha de proteger, como protegió a Jesús (como declaró el Papa León XIII)

Patrono de “seminaristas”: jóvenes que se preparan para hacer un oficio también vinculado a Jesús…, en clave de familia o celibato, siempre a ras de tierra, como José.

Patrono de emigrantes y forasteros... Así aparece buscando refugio en Egipto, burlando para ello a la policía de Herodes y a las autoridades del nuevo país (que parecen mejores que la de Europa hoy en día, que no dejan pasan a José con su muer y su hijo…)

— Patrono de viudos, pues una tradición (apócrifa) dice que era viudo y que acogió a María abandonada, con su Niño, Hijo de Dios…

Se podrían añadir otros patronazgos, pero voy a limitarme al Nuevo Testamento sabe que es “padre” personal de Jesús (cf. Mt 1-2; Lc 2,1, 26–2, 52; Jn 1, 45; 6, 42) y como fiel ejecutor de la obra de Dios. La tradición católica ha destacado su importancia como “padre humano” (no simplemente biológico) del Hijo de Dios, vinculándole de un modo especial a María, su esposa.

Basta lo dicho… este día de San José. Pueden quedarse aquí todos los que quieran detenerse este día de José en algunos signos de su figura y recuerdo en
la Iglesia, con las dos figuras que presento…

Las reflexiones que siguen recogen una meditación básica sobre el sentido bíblico de Jesús, desde la perspectiva de los evangelios de Lucas y, sobre todo, de Mateo. El texto está tomado básicamente de Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013). Buen día de san José a todos.

Datos básicos

(1) Mateo.

La conversión de José… ser padre de Je´sus. Mateo presenta a José como Hijo de David (Mt 1, 20), es decir, como un heredero de las promesas mesiánicas, un hombre «justo» (dikaios) que cumple lo que exige y pide la ley divina (Mt 1, 19). Lógicamente, él tenía que presentarse como trasmisor de las promesas mesiánicas, como alguien capaz de decir a Jesús lo que ha de ser, la forma en que debe comportarse, como portador de la voluntad y de la misión de Dios para su hijo. Pues bien, el ángel de Dios le pide que renuncie a su paternidad, con los derechos que ella implica, poniéndose al servicio de la obra de Dios María, su esposa (Mt 1, 18-25).

De esa forma le pide lo más fuerte y costoso que puede pedirse a un hombre, especialmente si es israelita: que renuncie a su derecho y que acepte, acoja y cuide la obra que Dios ha realizado en su mujer María. Frente al varón dominador que duda de su esposa y la utiliza, frente al hombre que pretende «conquistar» a las mujeres y tomarlas como territorio sometido, se eleva aquí la voz más alta del ángel de Dios pidiendo al varón José que respete a la mujer María, aceptando lo que Dios realiza en ella. En el principio de la historia de la liberación cristiana está la fe de este buen varón José, que se ha dejado cambiar, convirtiéndose de algún modo en cristiano ante María.

(2) Lucas.

La diferencia de José. Se sitúa ya en la vida pública de Jesús, que acaba de anunciar su mensaje de gracia universal (Lc 4, 18-19), retomando el mensaje de Is 61, 1-2 y 58, 6 y anunciando el gran → jubileo, pero omitiendo las palabras clave de Is 61, 2 donde de habla «del día de venganza de nuestro Dios». Eso significa que abre el mensaje de salvación a todos los pueblos, como sigue suponiendo el texto, cuando alude a la tradición del mensaje y milagros de Elías y Eliseo, que ofrecieron su ayuda los extranjeros (habiendo en Israel muchos enfermos (Lc 4, 24-26). Leer más…

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Thich Nhat Hanh – “No estoy aquí”

Miércoles, 9 de febrero de 2022
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Del Blog de José Arregi umbrales de Luz:

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El día 22 de enero murió, a los 95 años, Thich Nhat Hanh, escritor y poeta vietnamita, monje budista Zen, maestro de vida en atención plena (mindfulness).

Fue activista de la paz. Combatió contra la guerra del Vietnam, siendo perseguido tanto por el Norte comunista como por el Sur respaldado por EEUU. En 1972 se convirtió en refugiado político en Francia, donde vivió hasta el 2014 en el monasterio de Plum Village (Dordogne, sur de Francia).

El Dr. Martín Luther King nominó a Thich Nhat Hanh para el Premio Nobel de la Paz de 1967. En su nominación el Dr. King dijo: “No conozco personalmente a nadie que merezca más (este premio) que este amable monje vietnamita. Sus ideas para la paz, si se aplicasen, levantarían un monumento al ecumenismo, a la fraternidad universal, a la humanidad”.  El comité no hizo entrega del premio ese año.

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¿Qué significa morir? Un poema suyo dice al respecto:


No estoy aquí

Tengo un discípulo en Vietnam que quiere construir una estupa para mis cenizas cuando muera.
Él y otros quieren incluir una placa con las palabras
Aquí yace mi amado maestro”.
Les dije que no desperdiciaran la tierra del templo.
¡No me pongas en una urna pequeña
y me coloques allí! –dije–.
No quiero continuar así.
Sería mejor esparcir las cenizas afuera
para ayudar a que los árboles crezcan”.
Sugerí que, si todavía insisten en construir una estupa,
hagan que la placa diga: “No estoy aquí”.
Pero en caso de que la gente no lo entienda,
podrían agregar una segunda placa:
Tampoco estoy ahí afuera”.
Si la gente todavía no entiende, entonces
pueden escribir en la tercera y última placa:
Podéis encontrarme
en tu forma de respirar y caminar”.
Este cuerpo mío se desintegrará,
pero mis acciones me continuarán.
En mi vida diaria, siempre practico ver mi continuación a mi alrededor.
No necesitamos esperar hasta la disolución total de este cuerpo para continuar,
continuamos en cada momento.
Si piensas que solo soy este cuerpo,
entonces no me has visto realmente.
Cuando miras a mis amigos, ves mi continuación.
Cuando ves a alguien caminando con atención plena y compasión,
sabes que él es mi continuación.
No veo por qué tenemos que decir “moriré”,
porque ya puedo verme en ti, en otras personas y en las generaciones futuras.
Incluso cuando la nube no está allí,
continúa como nieve o lluvia.
Es imposible que una nube muera.
Puede convertirse en lluvia o hielo,
pero no puede convertirse en nada.
La nube no necesita tener alma para continuar.
No hay principio ni fin. Nunca moriré.
Habrá una disolución de este cuerpo,
pero eso no significa mi muerte.
Continuaré, siempre.

*

Thich Nhat Hanh,
Mi casa es el mundo

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In memoriam: Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. יום הנצחה לזכרם של קורבנות השואה

Jueves, 27 de enero de 2022
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El 27 de enero se celebra internacionalmente el Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, una fecha que Naciones Unidas estableció en 2005 con el objetivo de rendir homenaje a las víctimas del genocidio judío. En 2022 se conmemora este recuerdo, cuando se cumplen 79 años del envío de homosexuales a campos de concentración nazis y 77 de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.

 «Sería un peligroso error pensar que el Holocausto fue un simple producto de la locura de un grupo de criminales nazis. Más bien todo lo contrario, el Holocausto fue la culminación de milenios de odio, culpabilización y discriminación de los judíos, lo que ahora llamamos antisemitismo.».

Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres.

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Fuga de Muerte:

(Traducción de José María Pérez Gay)

Leche negra del alba te bebemos de tarde
te bebemos al mediodía y en la mañana
te bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire
donde no estamos encogidos
Un hombre vive en la casa
juega con las serpientes
escribe cuando oscurece a Alemania tu pelo de oro
Margarete
escribe y sale de la casa
y brillan las estrellas y silba a sus perros
silba a sus judíos
y los manda a cavar una tumba en la tierra
y nos ordena ahora toquen para bailar

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía
te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
Un hombre vive en la casa
y juega con las serpientes y escribe
y escribe cuando oscurece a Alemania
tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamith
cavamos una tumba en el aire
donde no estamos encogidos
Grita
caven más hondo canten unos toquen otros
y empuña el acero del cinto
lo blande
sus ojos son azules
hundan más hondo las palas
toquen unos bailen otros

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía
te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa
tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamith
un hombre juega con serpientes
Grita toquen más dulce la muerte
La muerte es un maestro de Alemania
y grita toquen más oscuro los violines
luego ascienden al aire
convertidos en humo
sólo entonces tienen una tumba en las nubes
donde no están encogidos.

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía
la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos en la tarde y de mañana
bebemos y bebemos
la muerte es un maestro de Alemania
sus ojos son azules
te alcanzan sus balas de plomo
te alcanzan sin fallar
un hombre vive en la casa
tu pelo de oro Margarete
lanza sus mastines contra nosotros
nos regala una tumba en el aire
juega con las serpientes y sueña
la muerte es un maestro de Alemania
tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamith.

*
Paul Celan

(1952)

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Auschwitz como advertencia

Sant’Egidio: “La respuesta más eficaz al odio es la cultura y el conocimiento de la historia”

El Papa recuerda el Holocausto y advierte sobre “las propuestas ideológicas que vienen a salvar a los pueblos y terminan destruyéndolos”

El Rey de España llama en Jerusalén a estar alerta ante el resurgir del discurso del odio

“Recuerdo del Holocausto: educar para un futuro mejor”

A los 75 años de Auschwitz: Dios es Palabra. El silencio clamoroso y asesino que quiso borrar el recuerdo de la raíz judía.

Declaración con motivo del 75º aniversario de la liberación de Auschwitz-Birkenau: Los obispos de Europa dicen no al antisemitismo y a la manipulación política de la verdad histórica

Mensaje del Secretario General con motivo del Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. 27 de enero de 2017

Día internacional de Conmemoración en memoria de las victimas del Holocausto. 27 de enero

75 años ya de la liberación del Campo de Auschwitz

Francisco: “Auschwitz es un grito de dolor que está pidiendo un futuro de respeto, de paz y de encuentro”

Francisco recuerda Auschwitz: “Si perdemos la memoria, aniquilamos el futuro”

Día de las Víctimas del Holocausto: el mundo recuerda también hoy a los homosexuales asesinados.

Siempre Auschwitz

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“¿Para qué creer?”. Bautismo del Señor – C (Lc 3,15-16.21-22)

Domingo, 9 de enero de 2022
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Son bastantes los hombres y mujeres que un día fueron bautizados por sus padres y hoy no sabrían definir exactamente cuál es su postura ante la fe. Quizá la primera pregunta que surge en su interior es muy sencilla: ¿para qué creer? ¿Cambia algo la vida por creer o no creer? ¿Sirve la fe realmente para algo?

Estas preguntas nacen de su propia experiencia. Son personas que poco a poco han arrinconado a Dios de su vida. Hoy Dios no cuenta en absoluto para ellas a la hora de orientar y dar sentido a su existencia.

Casi sin darse cuenta, un ateísmo práctico se ha ido instalando en el fondo de su ser. No les preocupa que Dios exista o deje de existir. Todo eso les parece un problema extraño que es mejor dejar de lado para asentar la vida sobre bases más realistas.

Dios no les dice nada. Se han acostumbrado a vivir sin él. No experimentan nostalgia o vacío alguno por su ausencia. Han abandonado la fe y todo marcha en su vida tan bien o mejor que antes. ¿Para qué creer?

Esta pregunta solo es posible cuando uno «ha sido bautizado con agua», pero no ha descubierto qué significa «ser bautizado con el Espíritu de Jesucristo». Cuando uno sigue pensando erróneamente que tener fe es creer una serie de cosas enormemente extrañas que nada tienen que ver con la vida, y no conoce todavía la experiencia viva de Dios.

Encontrarse con Dios significa sabernos acogidos por él en medio de la soledad; sentirnos consolados en el dolor y la depresión; reconocernos perdonados del pecado y la mediocridad; sentirnos fortalecidos en la impotencia y caducidad; vernos impulsados a amar y crear vida en medio de la fragilidad.

¿Para qué creer? Para vivir la vida con más plenitud; para situarlo todo en su verdadera perspectiva y dimensión; para vivir incluso los acontecimientos más triviales e insignificantes con más profundidad.

¿Para qué creer? Para atrevernos a ser humanos hasta el final; para no ahogar nuestro deseo de vida hasta el infinito; para defender nuestra libertad sin rendir nuestro ser a cualquier ídolo; para permanecer abiertos a todo el amor, la verdad, la ternura que hay en nosotros. Para no perder nunca la esperanza en el ser humano ni en la vida.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo”. Domingo 09 de enero de 2022. Bautismo del Señor

Domingo, 9 de enero de 2022
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09-bautismodelsenor (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42, 1-4. 6-7: Mirad a mi siervo, a quien prefiero. 
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz. 
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Lucas 3, 15-16. 21-22: Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo

Hoy celebra la liturgia el bautismo de Jesús. Las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos para reflexionar sobre el bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, es tarea de todo bautizado testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de «pasar por la vida haciendo el bien»; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiestamente la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», desciende el Espíritu, y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.

Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano. Leer más…

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9.1.22 Domingo del Bautismo. Nacer de Dios, ser en Dios. Crisis de bautismo en la iglesia

Domingo, 9 de enero de 2022
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86C0FC36-F34A-48BB-91E4-E3818E03BA2EDel blog de Xabier Pikaza:

La navidad (Nacimiento de Jesús: 25.12.2021) y la epifanía (su manifestación a las naciones:6.1.21) culmina este Domingo del Bautismo (6.1.22), cuando Dios dice a Jesús “tú eres mi hijo” (Lc 3, 21-22). El nacimiento de Jesús sólo es Navidad si desemboca de esa forma en el Bautismo (Dios “reconoce” a Jesús y le confía la tarea de “crear” una Iglesia o comunidad de renacidos). Pues bien, en este contexto, esta mañana (8.1.22) me han impactado y descolocado especialmente tres noticias de la página inicial de RD (Religión digiral):

1. El Gobierno de España ha propuesto un obispo especial para las fuerzas militares, y él se ha defendido diciendo que eso no es “necesariamente negativo”. No entiendo, quizá se trata de una “excusatio non petita”, pero me da la impresión de que por ahí se mantiene un pasado,  no se crea nueva iglesia.

2. Otro obispo ha tomado “posesión” de una Diócesis cercana, y algunos piensan que con eso se ilumina el futuro del cristianismo, mientras el 50% de la “gente-gente”, que hace unos era (se decía)100% cristiana está dejando de bautizar a los hijos. Ese es el tema. 

3. Otro obispo, nombrado también para una diócesis en discusión, por “salida” del obispo anterior ha dicho que “la manera en que ha salido es lamentable”. No sé por qué. Como dicen en 1º de sociología, el problema de una institución no es cómo entras, sino cómo puedes salir… y actualmente, en ciertos lugares, estamos más en salidas de iglesia que en entradas.

Desde ese fondo, ésta víspera del bautismo de Jesús que es el culmen de la Navidad, nacimiento de la Iglesia, he querido reflexionar sobre el bautismo, en una iglesia está dejando de bautizar, quizá porque no vienen, quizá porque ella no les busca ni invita. El panorama parece triste, pero creo que en el fondoes esperanzador. Puede nacer una nueva iglesia.

| X Pikaza Ibarrondo

1.El bautismo se ha vuelto un problema en países de “arraigo” cristiano, como España

Hace unos años bautizaba a todos, prácticamente a todos los nacidos. Hoy está bautizando a poco más que a la mitad. Se podrían “buscar” culpas:

-El bautismo era un “hecho social”, no un acontecimiento espiritual, de comunidad creyente, una experiencia de renacimiento. Ahora que ese hecho ha perdido relevancia social la gente-gente está dejando de bautizar a sus hijos.

Por otra parte, la Iglesia había relegado en parte el bautismo al trastero de los edificios parroquiales, como celebración privada, de unos pocos familiares, con “padrinos” traídos a lazo… De un modo  lógico, ahora que la pertenencia eclesial ha perdido el sentido que antes tenía (y nadie-nadie cree que los no bautizados van al limbo o al infierno, o están en pecado) mucha gente está dejando de bautizar a los hijos y de educarles en cristiano (¡ellos verán cuando se hagan mayores! Y evidentemente la mayoría no ven). La vida es corta, los garbanzos caros, los temas urgentes son otros ¿para qué bautizarse?

     Por eso, mientras sigue habiendo cristianos, nos vamos entreteniendo con obispos castrenses, sí o no, con el poder social de los obispos… y con los posibles escándalos de obispos  que dejan el episcopado por crisis de otro tipo y de obispos que acceden al episcopado con declaraciones que a la gente-gente no le suenan

     En ese contexto me he animado a retomar y re-escribir para este blog un par de paginitas tomadas en parte de mi teología de la Biblia (la Palabra hace carne). Mañana es el día del bautismo. Para mí es un día grande, uno de los mayores días de la Iglesia. Quizá sería bueno empezar por el bautismo, no por los obispos.

   Yo me atrevería a decir: “Si uno quiere ser obispo” (animador de una comunidad de seguidores de Jesús) empiece haciendo cristianos. ¿Cómo hacerlo hoy, año 2022, cuando muchos cristianos están dejando de ofrecer el bautismo a sus hijos? ¿Habrá que empezar casi de cero? Buen día a todos.

 2.Comunidad de renacidos. Nacer por bautismo

La Iglesia no es una comunidad de nacimiento físico o raza, como otras religiones, ni un estado político‒militar, fundado en el poder de algunas, o en la riqueza de otros, sino una comunión de “renacidos”, es decir, de personas “re-nacidas”, que tienen la experiencia de “haber nacido de “ y de vivir en él.   Éste es el tema: La iglesia es una comunidad de bautizados, que tienen la experiencia de “haber nacido” de Dios, a ejemplo de Jesús, y de vivir en una comunidad de “renacidos” a la vida en Dios.

No tomo por tanto el bautismo como rito de una iglesia particular, sino como signo del “nacimiento superior” de todos los cristianos, que no se vinculan por biología o raza, ni por presión político‒económica (o militar), sino por asociación voluntaria de fidelidad (de fe en el Dios de Jesús, que es fe de unos en otros) … En ese sentido, los creyentes‒bautizados de la Iglesia se integran entre sí como iniciados, renacidos en un grupo que les acoge y sella como “hijos de Dios”, en la línea del bautismo de Jesús (Mc 1, 9‒11) o del mandato pascual de Mt 28, 16‒20 (bautismo en la trinidad).

El arquetipo inicial de la Iglesia cristiana como tal es el bautismo, como expresión de un nacimiento superior, universal, de hombres y mujeres, de pueblos y razas, como iniciación mesiánica universal, que tiene un precedente en el judaísmo, pero que lo desborda. Los judíos “nacían” biológicamente por pertenencia a un pueblo (judío es el hijo de una judía) y ratificaban ese nacimiento por la circuncisión realizada en familia y por unas leyes de tipo alimenticio, sexual y social. Por el contrario, los cristianos no nacen, sino que se hacen por re-nacimiento, por integración personal, ratificada por el bautismo, que no se realiza en pequeña familia, sino en la comunidad de los cristianos, sin más exigencia o compromiso que la fidelidad mutua de todos los hermanos, dentro de un espacio de vida entendida como regalo y experiencia de comunicación humana, en línea de Jesús.

 3.Prehistoria judía.Bautismo en el Jordán

Las casas de los judíos puros (ricos) teníanpiscinas purificatorias (miqvot), para “limpiarse” a través de bautismos rituales. Los esenios de Qumrán se bautizaban al menos una vez al día, para la comida pura (cf. 1Q 5, 11-14). Había también hemero-bautistas, como Bano, que se purificaban cada día (incluso varias veces), para estar limpios ante Dios, compartiendo la pureza del principio de la creación. En aquel tiempo había surgido además la figura y mensaje de Juan Bautista, que anunciaba e impartir un bautismo, para purificación de los pecados (cf. cap 13‒14)[1].

Pues bien, en un momento dado, Jesús fue a bautizarse, haciéndose discípulo de Juan. Abandonó la familia, dejó el trabajo como tekton y se integró en una intensa “escuela bautismal”, asentada en el río Jordán, que era límite de la tierra prometida. Superando así la cultura social del entorno, en unión con Juan Bautista, Jesús pensó que el orden socio‒sacral de este mundo acaba, y que todo termina con un juicio de Dios, que hará posible la nueva entrada de los verdaderos israelitas, que cruzarán el Jordán, como en tiempos de Josué (cf. Jos 1-6) y podrán vivir en la Tierra Prometida. En ese contexto se inscribe su bautismo, con su gran novedad:

 Y sucedió entonces que llegó Jesús, de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido (Mc 1, 9-11).

El bautismo fue expresión de su “estado naciente”, es decir, de su nuevo nacimiento mesiánico, para el Reino de Dios, que trazó una ruptura respecto a lo anterior, definiendo su nueva opción mesiánico‒profética al servicio de la presencia creadora de Dios:

Iniciación y promesa mesiánica. Así lo ha destacado la tradición cuando afirma que vio los cielos abiertos y escuchó la voz de Dios Padre diciéndole ¡tú eres mi Hijo! y confiándole su tarea creadora y/o salvadora (¡por medio del Espíritu Santo!). Ciertamente, esa escena (cf. Mc 1, 9-11 par.), ha sido recreada por la Iglesia, pero en su fondo hay un gesto histórico firme, que anticipa la acción posterior de Jesús, vinculada a la promesa del Hijo de David: “Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo” (2 Sam 7, 14), tal como ha sido proclamada por Sal 2, 7: “Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado”.

Inversión, cumplimiento profético y revelación mesiánica. El bautismo es la visualización y celebración comunitaria de esa experiencia de inversión, en la que viene a revelarse un Dios que actúa a contrapelo de un tipo de egoísmo humano. Precisamente allí donde, habiendo llegado al fin de su mensaje apocalíptico, Juan se había colocado ante una meta de juicio y destrucción de la humanidad anterior, Jesús experimentó y descubrió su vocación davídica, como impulso y llamada mesiánica de Reino, como si aquello que Juan anunciaba se hubiera cumplido, de tal forma que allí donde todo había terminado (ha llegado el juicio) vino a comenzar de otra manera todo, en línea de vida y no de muerte[2].

‒ Nacimiento de Dios, para su Reino. No fue un proceso racionalista en plano objetivo, algo que se puede demostrar por argumentos, sino una “intuición” vital, un acontecimiento que recompuso las coordenadas de su imaginación y de su voluntad, su forma de estar en el mundo y su decisión de transformarlo. En ese sentido decimos que el bautismo de Jesús fue un signo de su “vocación”, una llamada que Jesús ha “recibido” y acogido en lo más profundo de su ser. En un momento crucial de su vida, él escuchó la voz de Dios que le llamaba Hijo y sintió la experiencia del Espíritu, confiándole su tarea de Reino.

Es difícil trazar suposiciones de tipo psicológico sobre lo que Jesús sintió en el bautismo, pero es evidente que, al recibirlo, él se vinculó con los “pecadores” de su pueblo, con su carga de trabajo y/o falta de trabajo, como tekton, artesano galileo (Mc 6,1‒5), en una sociedad que se desintegraba. Venía a bautizarse para asumir el camino de Juan, quizá para “despedirse” del Dios de las promesas fracasadas, como Elías sobre el Horeb (1 Rey 19). Pero el Dios de su fe más profunda, vinculada a su tradición familiar mesiánica, el Dios de sus deseos más hondos, le salió al encuentro tras (en) el agua, en la brisa del Espíritu, y escuchó una voz que decía: ¡Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido!

La primera voz del Cielo (de Dios) no es ya Soy el que soy, Yahvé; (cf. Ex 3, 14 9), sino la afirmación engendradora del Dios Padre, que sale de sí y suscita al otro (a su Hijo), diciéndole ¡Tú eres! Un tipo de judaísmo había partido del Yo Soy de Dios como misterio incognoscible. El evangelio en cambio se fundamenta y expresa en el descubrimiento del Dios que es en sí mismo diciendo Tú Eres. Dios no empieza asegurando su dominio, sino dando ser al otro; no es un Yo soy en mí, sino un Yo soy para y contigo, diciendoTú eres mi Hijo. En el origen de la vida no está un Yo-Soy, planeando por encima de las cosas, ni la voz del hombre angustiado pidiendo la ayuda de Dios o de los dioses, sino la Palabra (Dios) que dice ¡Tú eres mi hijoquerido! (jhjd, agapêtos), y la respuesta del Hijo (Jesús), como Oyente original de esa Palabra[3].

4. Bautismo cristiano. Nacimiento personal y eclesial

                      Al asumir como propio el bautismo (signo fundante) de Jesús, reinterpretado desde la experiencia de su muerte, la iglesia ha ratificado su opción fundacional, definiéndose a sí misma como nuevo pueblo, por gracia de Dios, por inmersión creyente de sus miembros. No sabemos quién fue el primero en impartirlo, quizá Pedro (cf. Hech 3, 38). Tampoco sabemos si al principio entraban todos en el agua o bastaba el “bautismo en el Espíritu”, como renovación interior. Sea como fuere, el bautismo vino a convertirse en paradigma de iniciación y pertenencia cristiana: la primera institución o sacramento visible y escondido, público y privado, paradigma) de los seguidores de Jesús, como signo de renacimiento personal y eclesial, como nueva creación (en cada bautizado se actualiza la misma experiencia de Jesús), para todos los pueblos.

 ‒ Bautismo escatológico y pascual. Por un lado, el bautismo mantiene a los creyentes en continuidad con Juan Bautista y su judaísmo. Pero, al mismo tiempo, expresa y expande la experiencia de la vida, muerte y pascua de Jesús, en cuyo nombre se bautizan sus seguidores, identificándose con él, ya en este mundo, sin esperar la llegada del Reino futuro, pues el Reino ha comenzado aquí, es la vida de Cristo en los creyentes.

Iniciación y demarcación. Quienes lo reciben renacen, insertándose en la vida, muerte y resurrección de Jesús, por obra de Dios Padre en el Espíritu (cf. Rom 6). De esa forma se distinguen y definen los creyentes, como indicará la fórmula trinitaria de Mt 28, 16-20 (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu: cf. cap. 20), que les introduce creyentes en el espacio total del Dios de Cristo.

Entendido así, el bautismo supera la división de naciones, estados sociales y sexos, como sabe Gal 3, 28, retomando un pasaje clave de la liturgia: “ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, macho ni hembra…”. La circuncisión discriminaba, como signo en la carne del sexo masculino, a judíos de los no judíos, a varones de las mujeres… Por el contrario, el bautismo es el mismo para varones y mujeres, libres y esclavo, judíos y gentiles, como sacramento de nuevo nacimiento personal en la comunidad de los creyentes.

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“Bautismo de Jesús”. Ciclo C

Domingo, 9 de enero de 2022
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20160WDel blog  El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 

Un ejercicio sencillo y una sorpresa

            Imagina todo lo que has hecho o te ha ocurrido desde que tenías doce años hasta los treinta (suponiendo que hayas llegado a esa edad). Si pones la lista por escrito necesitarás más de una página. Si la desarrollas con detalle, saldrá un libro.

            La sorpresa consiste es que de Jesús no sabemos nada durante casi veinte años. Según Lucas, cuando subió al templo con sus padres tenía doce años de edad; cuando se bautiza, “unos treinta años”. ¿Qué ha ocurrido mientras tanto? No sabemos nada. Cualquier teoría que se proponga es pura imaginación.

            Este silencio de los evangelistas resulta muy llamativo. Podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de la capital de la región, Séforis, a sólo 5 km de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; a los evange­listas no les interesa escribir la biografía de su protagonista.

            Pero más llamativo que el silencio de los evangelistas es el silencio de Dios. Al profeta Samuel lo llamó cuando era un niño (según Flavio Josefo tenía doce años); a Jeremías, cuando era un muchacho y se sentía incapaz de llevar a cabo su misión; a Isaías, con unos veinte años. ¿Por qué espera hasta que Jesús tiene “unos treinta años”, edad muy avanzada para aquella época? No lo sabemos. “Los caminos de Dios no son nuestros caminos”. Buscando explicaciones humanas, podríamos decir que Isaías y Jeremías tenían como misión transmitir lo que Dios les dijese; Jesús, en cambio, además de esto formará un grupo de seguidores, será para ellos un maestro, “un rabí”, y esto no puede serlo a los veinte años. Pero esto no soluciona el problema. Seguimos sin saber qué hizo Jesús durante tantos años. Para los evangelistas, lo importante comienza con el bautismo.

El bautismo de Jesús

            Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de Lucas es la siguiente:

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.”

            En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”

            Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.

            Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

            La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.

            La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.

            El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

El programa futuro de Jesús

            Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías (42,1-4.6-7).

Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien

            La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

            Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

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09 de Enero. Bautismo del Señor. Ciclo C

Domingo, 9 de enero de 2022
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“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”

(Lc 3, 15-16. 21-22)

Todavía con la resaca de Navidad, del comienzo de año y de la Epifanía, y ya se nos presenta a Jesús tomando sus propias opciones.

En los versículos anteriores Lucas nos presenta a Juan anunciando un tiempo nuevo y aclarando que él no era el Mesías esperado. Jesús, como tantos israelitas, también escucha esta buena noticia por boca de Juan. También quiere Jesús participar de este cambio comenzando por el bautismo. Se mezcla con el pueblo, es uno más de tantos; también hace fila, también espera en el calor del desierto… ¿Y nosotras? ¿En qué nos toca esperar? ¿Cómo esperamos? ¿En qué situaciones optamos por ser una persona entre tantas?

Para Jesús, este momento está cargado de contenido, se da una íntima comunión con el Padre y con su Espíritu. En ese momento en el que Jesús está orando es cuando recibe la confirmación personal: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.

El destinatario de ese mensaje es exclusivamente Jesús. Será más adelante en su vida cuando tres discípulos (Pedro, Santiago y Juan) escuchen esta misma frase, en el monte Tabor, al ser testigos de la Transfiguración de Jesús (Lc 9, 28-36). En esa ocasión se les pedirá que lo escuchen.

¿Y nosotras? ¿Hemos escuchado nuestro mensaje personal de parte de Dios? ¿Estamos atentas para escucharlo? ¿Nos sabemos sus hijos e hijas amadas?

Dios Trinidad se hace presente en este pasaje de forma palpable. También el Espíritu Santo, al que parece que es más difícil describir, aparece hoy en forma de paloma. Dios Trinidad se hace presente en la historia, también en la actualidad. Dios es comunión, una comunión a la que también estamos llamadas nosotras.

Oración

Trinidad Santa, que nuestras esperas sean oportunidades de comunión íntima contigo.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús.

Domingo, 9 de enero de 2022
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DOMINGO 1º BAUTISMO DE JESÚS (C)

Lc 3,15-22

Comenzamos el “tiempo ordinario”. El bautismo es el primer acontecimiento que los evangelios nos narran de la vida de Jesús. Es además, el más significativo desde su nacimiento hasta su muerte. Lo importante no es el hecho en sí, sino la carga simbólica que el relato encierra. El bautismo y las tentaciones hablan de la profunda transformación que produjo en él una experiencia que se pudo prolongar durante años. Jesús descubrió el sentido de su vida, lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para los demás.

Los cuatro evangelistas resaltan la importancia que tuvo para Jesús el encuentro con Juan el Bautista y el descubrimiento de su misión. A pesar de que es un reconoci­miento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan. Ningún relato nos ha llegado de los discípulos de Juan. Todo lo que sabemos de él lo conocemos a través de los escritos cristianos. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que tiene grandes posibilidades muy de ser histórico.

Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nacimiento del agua y del Espíritu era lo importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis el nacimiento carnal, es que no hemos entendido el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo. El bautismo de Jesús tiene un hondo calado porque nos lanza más allá de lo sensible.

Lucas no da ninguna importancia al hecho físico. Destaca los símbolos: Cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas con el Mesías. Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de que Dios se acerca a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera sensible para poder ser percibida. Lo importante no es lo que sucedió fuera, sino lo que vivió Jesús dentro de sí mismo.

El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; y a la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta qué punto se consideran mutuamente implicados. Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos los casos  “espíritu” significa lo mismo.

Marcos:      1,10 Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él.

                   1,12 El Espíritu lo impulsó hacia el desierto.

Mateo:        3,16 Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma.

Lucas:         3,22 El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma.

                   4,1 Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo.

                   4,14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea.

                   4,18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Juan:          1,32 Yo he visto que el Espíritu que bajaba del cielo y permanecía sobre él.

                   1,33 Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con E. S. y fuego.

                   3,5 Nadie puede entrar en el Reino, si no nace del agua y del Espíritu.

                   6,63 El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.

 

Hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad. Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él, como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dio a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él. El bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad.

En el discurso de Juan en la última cena, Jesús hace referencia al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos. Esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. También dice que el Padre y él vendrán y harán morada en aquel que le ama. Jesús se siente identificado con Dios, que es Espíritu. No tenemos datos para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, pero los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación mucho más que personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en aquella época y aún en la nuestra.

Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su predica­ción fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. La comunicación de Jesús con su “Abba“, no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido. A través de la oración, de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. En este caso, Lucas dice que esa manifestación de Dios en Jesús se produjo “mientras oraba”.

El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí. Solo una cosa me diferencia de Dios: mis limitaciones. Esas sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse absolutamente con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta qué punto podemos nosotros aproximarnos a esa misma experiencia.

La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos. Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios. Para nosotros esto es muy importante. Una toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana.

¿Cómo interpretaron los primeros cristianos, todos judíos, este relato? Dios, desde el cielo, manda su Espíritu sobre Jesús. Para ellos Hijo de Dios y ungido era lo mismo. Hijo de Dios era el rey, una vez ungido; el sumo sacerdote, también ungido; el pueblo elegido por Dios. Lo más contrario a la religión judía era la idea de otro Dios o un Hijo de Dios. ¿Cómo debemos interpretar nosotros esa interpretación? Hoy tenemos conocimientos suficientes para recuperar el sentido de los textos y salir de una mitología que nos ha despistado durante siglos. Jesús es hijo de Dios porque salió al Padre, imitó en todo al Padre, le hizo presente en todo lo que hacía. Pero entonces también yo puedo ser hijo como lo fue Jesús.

Meditación

Jesús nació del Agua y del Espíritu.
Este segundo nacimiento dará a luz mi verdadero ser.
Ya está en mí, pero tengo que descubrirlo.
No te identifiques con tus limitaciones.
Tus fallos son carencias, pero tú eres lo positivo que hay en ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Lleno del Espíritu.

Domingo, 9 de enero de 2022
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BAUTISMO DE JESUSLc 3, 21-22

«Tú eres mi hijo amado; en ti tengo complacencia»

Lo que vieron los ojos fue un galileo entrando en las aguas del Jordán y siendo bautizado por Juan el Bautista. La teofanía que recoge el texto a continuación —el cielo abierto, la paloma, la voz…— es fruto de la fe de sus autores, y solo con los ojos de la fe puede ser percibida.

Los evangelistas van a iniciar el relato de la vida pública de Jesús y quieren dejar claro desde el principio quién es el protagonista. Quieren anticiparnos que ese hombre capaz de mostrar con sus palabras la sabiduría de Dios y con sus hechos su misericordia; que es capaz de llegar hasta el final por ser consecuente con los criterios que nos propone, ese hombre —decíamos— es así, se comporta así, porque está lleno del espíritu de Dios.

El capítulo segundo del Génesis define al ser humano como barro con aliento de Dios; con espíritu de Dios, y esta definición formulada por el yahvista hace más de tres mil años todavía hoy sigue siendo válida para muchos de nosotros. En todo ser humano sopla el viento de Dios, su espíritu, aunque en algunos este soplo sea apenas perceptible, y en la mayoría de nosotros no pase de ser una brisa que solo en ocasiones pone de relieve nuestra humanidad.

Pero a lo largo de la historia, ese soplo, ese aliento, esa acción de Dios en definitiva, se ha manifestado de forma poderosa en muchos hombres y mujeres de cualquier tiempo, lugar o condición. Y no es preciso acudir a la biografía de grandes personajes para sentir el soplo de Dios en los seres humanos; basta que miremos a nuestro alrededor para que lo veamos en ese pariente, o ese amigo, o aquel compañero de trabajo… Es muy difícil sustraerse a esta realidad si uno va un poco atento por la vida.

Ahora bien, por encima de todos, hubo un hombre en quien el espíritu de Dios se manifestó de una forma tan extraordinaria que somos incapaces de entenderla o formularla. Su amigo íntimo, Simón —Pedro, como a él le gustaba llamarle—, lo definió luego como “Ungido por Dios con Espíritu Santo y con poder”.

Pedro recorrió con él Galilea, Judea y la tierra de gentiles, y conoció a un hombre que hacía propios los problemas ajenos y estaba siempre rodeado de enfermos, lisiados, pobres y pecadores. Que se compadecía de ellos, les sanaba, les enseñaba y les devolvía la esperanza que habían perdido. Que les decía que no eran unos pobres desgraciados como todos aseguraban, sino los más importantes a los ojos de Dios.

Y es que en Jesús hemos visto que el espíritu de Dios mueve a compadecer, a servir, a sanar, a enseñar, a dar esperanza… Y no solo vemos en él cómo es Dios para nosotros, sino también cómo es el ser humano en plenitud; libre de la opresión del pecado. Como decía Ruiz de Galarreta: «La Palabra le anuncia al ser humano que es más que un animalillo destinado a sobrevivir lo más cómodamente que pueda. Le dice: “Eres más, no te conformes, no te dejes engañar”».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Bautismo de Jesús.

Domingo, 9 de enero de 2022
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Lc 3, 15-16. 21-22

Siempre son difíciles de trasmitir las experiencias profundas porque difícilmente caben en las fronteras de las palabras, se escapan de los límites de los significados y por eso es necesario acudir a los símbolos y a los espacios amplios del relato para poder acoger, aunque sea de forma incompleta lo que se experimenta en lo hondo del corazón.

Para los compañeros y compañeras de Jesús contar a otros y otras lo que supuso para él su bautismo en el Jordán no fue una tarea fácil. Tenían que transmitir una vivencia honda y determinante en la vida del Maestro y para ello necesitaban poner en juego no solo toda su habilidad narrativa sino también hacer memoria de su experiencia religiosa y su camino de fe en Jesús.

Lucas, en concreto, nos presenta este momento crucial de la vida de Jesús como una experiencia vocacional, como el punto de partida desde el que se va a desplegar su vida a partir de ese momento. En la historia, narrada en pocos versículos, confluyen a la vez la experiencia íntima de Jesús con la proclamación pública de su identidad y su misión. El bautismo de Jesús expresará así su doble vinculación con Dios y con su pueblo.

Esperaban y se preguntaban en su interior. La difícil situación política, económica y social que vivía Palestina en el siglo I había despertado la esperanza en el pueblo de una intervención divina que les abriese caminos de futuro y les ofreciese un valedor ante tanta injusticia e impotencia sufrida (Mesías). La voz crítica de Juan, su modo diferente de actuar y su enfrentamiento con el poder herodiano hacía que muchos se preguntasen si él era quien traería la salvación de Dios tan anhelada. (Lc 3, 1-14). Juan, sin embargo, es consciente de que su papel es otro (Lc 3, 16-17). Él inspiraba en el corazón de la gente esperanza, pero será Jesús quien les invite a cambiar su vida desde Dios (Lc 3, 18).

Tod@s se bautizaban y Jesús también se bautizó. El relato recoge en breves pinceladas la vivencia de Jesús en el momento del bautismo. En primer lugar, Lucas indica que Jesús al introducirse en las aguas del Jordán oraba (Lc 3, 21). Este dato expresa la hondura del momento. No se trata de un rito sin más sino de una experiencia de encuentro con Dios que se revela como Padre (Lc 3, 22). En segundo lugar, este encuentro se expresa a través de imágenes (se abrió el cielo, el espíritu como paloma, la voz de Dios) que subrayan la fuerza existencial del momento y legitiman el camino que Jesús emprenderá a partir de ahora.

En el bautismo de Jesús la fuerza no está en la conversión, como proclamaba Juan, sino en la revelación. Todas las personas presentes son testigos de la experiencia que Jesús vive. Los que esperaban y se preguntaban, los que anhelaban en su corazón la salvación encuentran ahora una respuesta. Se trata de escuchar a aquel que ha recibido el Espíritu para ser Buena Noticia, para sanar, liberar, reconstruir (Lc, 4, 18). Aquel que es Hijo y nos hace hij@s invitándonos a acoger también el amor misericordioso de su Abba que nos levanta en nuestras caídas y nos reviste de una humanidad nueva.

El relato termina sin aplausos ni reconocimientos por parte de quienes estaban presentes. Quizá porque nos quiere invitar al silencio, a reencontrarnos con nuestra propia experiencia de encuentro con ese Dios que hace nuevas toda las cosas, a acoger  a la Santa Ruaj que nos ayuda a reconocer en Jesús la encarnación de su Palabra y una vez más hacernos compañer@s de camino, agentes de liberación y perdón en nuestro mundo herido.

Hoy necesitamos de nuevo recordar este episodio de la vida de Jesús. Quizá, no tanto, por los hechos portentosos que narra, sino por la experiencia que sostiene. En ella encontramos a Jesús escuchando en su corazón al Dios Padre/madre que sostiene su vida, que lo fortalece y le hace sentir la profunda libertad que lo hace hijo y lo envía. Esta experiencia abre para nosotr@s un camino que nos lleva al centro de nuestro corazón y ahí escuchar la palabra que Dios pronuncia en nuestra vida. Una palabra en la que confiar, desde la que esperar y que nos vincula como hermanas y hermanos, como hijas e hijos de un Padre/Madre que nos acompaña en la vida, nos invita a las preguntas y nos acoge en la respuesta amorosa de su amor y nos bautiza en la honda certeza de que solo el amor salva. Así lo hizo Jesús.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Bautismo y comprensión

Domingo, 9 de enero de 2022
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dezeen_reflet-by-claire-lavabre_ssFiesta del Bautismo de Jesús

9 enero 2022

Lc 3, 15-16.21-22

El rito del bautismo -conocido en diferentes tradiciones- posee una profunda carga simbólica: introducida en el agua, la persona sale “limpia”, purificada, renovada. Ese gesto evoca, por tanto, un “nuevo nacimiento”.

Ahora bien, visto desde la comprensión, el “nuevo nacimiento” no es producido por ninguna causa “externa”: un dios separado, un rito particular, una creencia determinada, una fe o una práctica religiosa… Porque -en una profunda paradoja, tal como han visto siempre las personas sabias- nacemos a lo que ya somos.

Lo que tiene de “nuevo”, por tanto, no es el hecho en sí -siempre hemos sido eso que ahora llamamos “nuevo”-, sino la comprensión de lo que realmente somos. El “nuevo nacimiento” se opera gracias a la comprensión experiencial de lo que somos.

A quienes se hallan identificados con el estado mental, este planteamiento les parece alucinatorio. Y suelen recurrir a lo que consideran, según ellos, constataciones simples y elementales que no invalidarían por completo. Dicen, por ejemplo: “Me miro al espejo y me reconozco: soy YO”… Con lo que la conclusión que plantean parece tan obvia que no entienden cómo se pueda poner en cuestión: caer en la cuenta de que soy mi “yo” es algo evidente para cualquier persona.

Sin embargo, este aparentemente simple razonamiento parece olvidar la facilidad con que nuestros sentidos (y nuestra mente) nos engañan en cosas que parecen absolutamente “evidentes”: ¿durante cuánto tiempo creímos los humanos que la tierra era plana o que el sol giraba en torno a ella? ¿Quién se hubiera atrevido a ponerlo en cuestión? ¿Cuánta gente sigue afirmando que la materia es sólida y no, esencialmente, vacío? ¿Y no ocurre algo parecido en los sueños? Todo lo que soñamos nos parece absolutamente real…, hasta que despertamos.

Estos ejemplos nos hacen ver que lo que asumimos como “evidencias”, tal vez no lo sean tanto. Y más tras los descubrimientos neurocientíficos que nos alertan de que no vemos nunca la realidad, sino solo una imagen mental de la misma. ¿Quién te asegura, pues, que lo que ves en el espejo eres realmente tú, sino simplemente tu creencia previa que has absolutizado? Del mismo modo que para ver la “irrealidad” de los sueños necesitamos despertar, también para ver más allá de la apariencia que nos devuelve el espejo acerca de nosotros mismos, necesitamos comprender: una cosa es la apariencia -forma, personalidad, yo…- y otra es la realidad -fondo, identidad…- que la sostiene. En resumen: no soy lo que veo en el espejo. Soy Eso que es consciente del personaje que ve.

Esta es la comprensión que nos hace “nacer de nuevo”, es decir, caer en la cuenta de que somos realmente Eso que había quedado oculto u olvidado, el tesoro escondido, del que hablaba el propio Jesús.

¿Me quedo en las apariencias o sé ir más allá de ellas?

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En España se bautizan -aproximadamente- la mitad de los que nacen. “ESCUCHADLE”

Domingo, 9 de enero de 2022
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bautismo-de-jesc3bas1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

ALGUNOS DATOS PARA EMPEZAR

En el año 2015 se produjeron en España 420.290 nacimientos. Los bautizos fueron 231.254. Es decir, que, en España, hoy por hoy, los niños que se bautizan son poquito más de la mitad de los nacidos.

01. Relatos de revelación

    Tanto el Bautismo de Jesús como la Transfiguración, (Lc 9,28-36) son relatos en los que se nos presenta a Cristo: “Este es”. Son narraciones de Revelación. Los dos acontecimientos están compuestos con algunos símbolos  comunes: el cielo, la nube, la voz que surge, la expresión: “Éste es mi hijo amado”.

    El Bautismo de Jesús y después el de la Transfiguración son la experiencia que aquellos cristianos tienen de que Dios nos habla en la persona de Jesús, es la Palabra: Éste es mi hijo amado, escuchadle.

       1.1.-  Rahner definía al ser humano como aquel que presta atención a toda palabra que se pronuncia en la historia [1]: palabras culturales, acontecimientos personales y sociales, catástrofes, logros de las ciencias, gestos de bondad y solidaridad y, también a toda posible palabra transcendente. Por ejemplo, a nosotros casi insensiblemente se nos ha revelado el sentido de la vida en nuestra propia familia, la ética la hemos recibido como por ósmosis, etc.

         1.2.-Jesús estaba orando.

Entre el nacimiento de Jesús y su bautismo hemos de pensar que pasaron unos treinta años, muchos años. Esos años los podemos llenar con lo que nos dice San Lucas: Jesús fue creciendo físicamente, en sabiduría y en amistad (gracia) de Dios y ante los hombres, (Lc 2,52). Es decir, Jesús no fue un “extraterrestre”, que se lo sabía todo, incluso lo que le iba a ocurrir, tampoco fue un “niño prodigio”. Jesús fue creciendo y aprendiendo de sus padres, en la escuela-ikastola (sinagoga).

Durante algún tiempo Jesús fue discípulo de los grupos que su primo, Juan Bautista, “llevaba” en el Jordán. Para entender un poco esto, pensemos en los grupos de las parroquias donde los cristianos cultivan su fe.

    Jesús adulto va tomando la decisión de una vida y una misión entregada al Reino de Dios.

    Dice el texto que Jesús estaba orando. Cuando hemos de tomar decisiones importantes o, cuando la vida nos pone en situaciones difíciles, es sano orar: La oración es la respiración del alma, de la propia psicología, ¡Cuántas veces Jesús se retiró a orar!

02.- Jesús se bautiza.

En un momento dado, Jesús se bautiza.

Estar libre de pecado no impidió a Jesús bautizarse. Jesús, siendo de condición divina, no retuvo el ser igual a Dios. Se despojó de sí tomando condición de haciéndose semejante a los hombres, se hizo uno de tantos. (Flp 2,6-7)

    Jesús no solamente se hace hombre, sino que se hace pecado. Es una solidaridad plena con el ser humano. El que no era pecado, cargó con los nuestros y descendió a las aguas “bautismales” del Jordán.

Durante toda su vida Jesús será amigo de pecadores y publicanos. Jesús se sumergió en las “aguas turbulentas” de la humanidad.

    Jesús había cargado con toda la culpa de la humanidad: entró con ella en el Jordán.

03,- La Revelación hoy.

La Revelación no la hemos de entender como si Dios hubiese dictado al oído de Moisés, Isaías o de Mateo lo que tenían que decir o escribir. Podemos entender que la revelación es una Palabra, Logos, que Dios fue ayudando a nacer en el corazón y en el pensamiento del ser humano (Israel) a través y en medio de las vicisitudes y situaciones de la vida humana:

  • La Ética nacen en el caminar del pueblo por el desierto y se concreta en el Éxodo-Sinaí, (el Decálogo).
  • La fe en la resurrección, en la “otra vida”, va brotando en la conciencia de Israel a través de muchos acontecimientos: justicia-injusticia de Dios (Job), guerras (Macabeos), oración (salmos), etc.
  • El cantar de los Cantares es un canto de bodas para hablar del amor de Dios a la humanidad.

La Palabra de Dios, la Revelación no viene de “afuera hacia adentro, de arriba a abajo”, sino que nace “dentro” del ser humano  con la mirada puesta en Dios. La revelación es “ver la vida desde Dios”.

  Es la mayéutica (ayudar a dar a luz). Dios ayuda al ser humano, a Israel a dar a luz una Palabra que es Palabra de Dios.

  • En su sugerente libro sobre los “Ministerios en la Iglesia”, E. Schillebeeckx [2], dice que en las primeras iglesias, se consideraba como venido de Dios, aquello que brotaba de la comunidad cristiana. Tanto en la elección de Matías para completar el número de los Doce (tras el final de Judas), como en la elección de los Siete (diáconos), participa toda la comunidad, (HH 1,15-26 / 6, 1-6). La “voluntad y la palabra” de Dios brota también de la asamblea cristiana.

Por otra parte, no podemos ser tan providencialistas como para pensar que toda palabra de Dios nos viene por la jerarquía.

    La Palabra, la verdad, la sensatez, no nos vienen exclusivamente por voz de la jerarquía. Dios habla también a través del pueblo creyente, de los acontecimientos de la vida y de la historia.

04.- Se abrieron los cielos… Una voz ... Este es mi hijo amado

Se abrieron los cielos.

Los cielos estaban cerrados, con la presencia de Cristo los cielos se abren para la humanidad que ha descendido con el Señor a las aguas del Jordán.

La casa de Dios Padre está abierta para todos.

Este es mi Hijo amado, escuchadle


[1] Se podría decir que es la tesis angular de todo el pensamiento de K. Rahner: El ser humano como Oyente de la Palabra.

[2] SCHILLEBEECKX, E. El ministerio eclesial, responsables en  la iglesia, Madrid, Cristiandad, 1.983.

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“El Bautismo del Señor. ”, por el pastor Rubén Bernal Pavón

Domingo, 9 de enero de 2022
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09_baut_bAgentes de un mundo nuevo

Comentario del San Lucas 3:15-17, 21-22

Juan el bautista, la voz que “clama en el desierto” (Lc 3:4), agitaba las conciencias de las multitudes y promovía la conversión y la transformación del pueblo hacia una vida comprometida con el Reinado de Dios. Impulsaba una reorganización ética del mundo en la que de poco serviría tener el pedigrí de ser “hijos de Abraham” (Lc 3:8). Exponía que, en la justicia del Reinado de Dios, hay que compartir los bienes propios con quienes no tienen (Lc 3:11), y no se debe abusar ni explotar los recursos de otras personas como solían hacer los publicanos (Lc 3:13), ni extorsionar a la gente por medio de imposiciones violentas para extraerles beneficios, como acostumbraban hacer los soldados (Lc 3:14).

Juan, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, reclamaba un cambio de actitud en la vida de la gente para que el compromiso con Dios se manifestara a nivel social en el trato con el prójimo. La forma externa de este cambio de vida se manifestaba con el bautismo. Seguramente no era visto con buenos ojos por parte de las autoridades religiosas que los judíos, “hijos de Abraham,” tuviesen que realizar este rito tan parecido al bautismo de prosélitos, es decir, los gentiles convertidos al judaísmo (Lc 20:4-6).1

Este bautismo se realizaba en el río Jordán porque fue el río que el pueblo cruzó para entrar en la tierra prometida (Jos 3). Efectuarlo allí implicaba de algún modo que, cada persona, sin perder de vista la dimensión comunitaria, debía realizar su propio éxodo tomando conciencia de la acción de Dios en la historia (y en su propia historia), y procurando acatar la voluntad divina.2 (Aquí puede haber un fondo interesante para orientar el sermón).

El ministerio de Juan despertaba grandes expectativas y muchos suponían que era el mesías esperado. Para desmarcarse de esta confusión, Juan indicó que su bautismo (que solo era de agua) contrastaría con el bautismo de aquel que era más poderoso, un bautismo en Espíritu Santo y fuego (v. 16). La idea del fuego frente a la del agua era familiar en esta época (1 Hen 67:13); implicaba una purificación del mal en el imaginario de un fuego santo que destruye y produce una criba.3 Conllevaba la idea de un fuego que devora lo que no puede hallarse ante Dios,4 o el juicio venidero del que no hay escapatoria (Lc 3:7).5 En cualquier caso, desde una actitud poiménica (cura de almas) centrada en Jesús, en nuestro quehacer homilético conviene enfocarlo desde la comparativa del agua (que lava por fuera) y el fuego (que purifica lo más íntimo de cada uno de nosotros).Desde un enfoque pastoral podemos relacionarlo con la democratización del Espíritu en las lenguas de fuego en Pentecostés (Hch 2:1-4), y con la manera en que nuestro corazón arde de gozo por la salvación del Señor. Sin embargo, no hay que olvidar la dimensión purificadora de juicio, pues viene confirmada seguidamente en el v. 17. Aunque, si hemos de hablar de un “fuego consumidor” (Heb 12:29), que sea el que hace desaparecer las malas actitudes y pecados que anidan en nuestro interior.

Jesús aparece para bautizarse (v. 21). Eso significa que se identifica y solidariza con el pueblo7 porque el pecado no se entendía de modo individual, sino en su dimensión socio-colectiva. Se trataba de algo que dañaba la sociedad, tanto a nivel relacional con Dios, como en los seres humanos entre sí.

En el bautismo, el Espíritu viene a Jesús (cf. Is 11:2); aparece con forma de paloma, un símbolo que representaba a Israel8 y que recuerda al ave que envió Noé tras el diluvio para indicar un nuevo comienzo. Como la de Noé, esta segunda paloma, indica otro comienzo, señala una era donde Dios por medio de Jesús se relacionará de un modo nuevo con su pueblo y con la humanidad.9 Sin dar pie al adopcionismo, quizá es interesante destacar que el bautismo fue un paso más en la conciencia mesiánica de Jesús, quien no nació sabiendo, sino que tuvo un proceso de crecimiento en sabiduría (Lc 2:40; 2,52). Podemos suponer que fue un momento en que se sintió confirmado en su vocación.10 La voz del Padre en esta escena trinitaria otorga reconocimiento a Jesús como su Hijo amado en el que se complace y da respaldo al ministerio que va a desempeñar.

Tal vez convenga recordar en nuestro sermón que nuestros bautismos remiten a que el Señor “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tit 3:5) y que todas y todos hemos sido bautizados por un solo Espíritu, constituyendo un solo cuerpo que bebe de ese mismo Espíritu (1 Co 12:13). Por tanto, nuestro bautismo apunta al de Jesús, con quien somos conjuntamente crucificados/as, quien ha abierto un camino nuevo y por cuyo Espíritu nos hace participantes de su cuerpo. En el bautismo morimos y expresamos el nacimiento a una nueva vida en Cristo.

Gálatas 3:27 señala que por nuestra fe tenemos un bautismo distinto al que Juan realizaba; hemos sido bautizados/as en Cristo y eso nos lleva a ser también hijas e hijos de Dios ( Gá 3:26), con lo cual se nos otorga el verdadero linaje de Abraham (Gá 3:29). Participamos de una nueva y cálida relación filial con Dios y nos proyectamos, como nuevas criaturas (2 Co 5:17), hacia una nueva (re)creación. Somos agentes, aquí y ahora, del soñado mundo nuevo que anunciaba el bautista en el desierto.


Notas

  1. En realidad se debate si el origen ritual del bautismo de Juan debe buscarse en las repetidas abluciones de los esenios (teniéndose en cuenta las similitudes de Juan con estos grupos), o si, por el contrario se encuentra en el ritual del único bautismo de prosélitos. Cf. J. DRANE, Jesús, 3ªed. (Estella: Verbo Divino, 1996), 34.
  2. Cf. B. PÉREZ ANDREO, La revolución de Jesús. El proyecto del Reino de Dios (Madrid: PPC, 2018), 60.
  3. Cf. B. PÉREZ ANDREO, Op. Cit., 30; R. P. MENZIES, The development of early Christian pneumatology with special reference to Luke-Acts (Sheffield: Academic Press, 1991), 135-145.
  4. Cf. E. SCHWEIZER, El Espíritu Santo, 3ª ed. (Salamanca: Sígueme, 2002), 73.
  5. Cf. H. KÖSTER, Introducción al Nuevo Testamento (Salamanca: Sígueme, 1988), 576.
  6. Cf. H. ALVES, Símbolos en la Biblia (Salamanca: Sígueme, 2008), 196.
  7. Cf. G. E. LADD, Teología del Nuevo Testamento (Tarrasa: CLIE, 2002), 241. Cf. También M. GREEN, Creo en el Espíritu Santo (Miami: Caribe, 1977), 154, y J. DRANE, Op. Cit., 35.
  8. J. DUNN, Jesús y el Espíritu (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1981), 38.
  9. Ibíd. 36.
  10. Cf. J. M. CASTILLO, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos (Salamanca: Sígueme, 1981), 194.

 


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Rubén Bernal Pavón


Fuente Working Preacher

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Un mismo amor… San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno

Lunes, 3 de enero de 2022
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Si es verdad que cada santo es una ilustración viva del Evangelio, esto vale de modo particular en el caso de los amigos capadocios Basilio y Gregorio, testigos de la fidelidad y de la belleza del ideal cristiano vivido y realizado en plenitud.

    Basilio, con su fuerte personalidad de líder, de hombre de acción, y Gregorio, elevadísimo poeta y teólogo, nos muestran con su vida qué significa asistir a la escuela de la verdadera sabiduría y recibir como don el Espíritu, que escruta también las profundidades de Dios. “El mundo tiene necesidad de santos dotados de genio” (Simone Weil): los dos grandes amigos, a los que veneramos en esta memoria como obispos y doctores de la Iglesia, han alcanzado por la caridad de Cristo lo que les ha hecho obradores del bien al servicio de los hermanos y cantores admirados de la belleza de Dios.

    Desde su juventud habían afirmado: “Para nosotros era una cosa grande y un gran nombre ser cristianos y ser llamados cristianos”, y mantuvieron durante toda su vida la fe en su amistad porque vivieron “acrecentando el misterio santo y nuevo de Cristo, de quien habían recibido el nombre con que eran llamados”. Esto les convirtió de verdad en sal y luz no sólo para su tiempo, sino para toda la Iglesia, en todos los tiempos.

***

Como si una misma alma sustentase dos cuerpos.

Nos habíamos encontrado en Atenas, como la corriente de un mismo río que, desde el manantial patrio, nos había dispersado por las diversas regiones, arrastrados por el afán de aprender, y que, de nuevo, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, volvió a unirnos, sin duda porque así lo dispuso Dios.

En aquellas circunstancias, no me contentaba yo sólo con venerar y seguir a mi gran amigo Basilio, al advertir en él la gravedad de sus costumbres y la madurez y seriedad de sus palabras, sino que trataba de persuadir a los demás, que todavía no lo conocían, a que le tuviesen esta misma admiración. En seguida empezó a ser tenido en gran estima por quienes conocían su fama y lo habían oído.

En consecuencia, ¿qué sucedió? Que fue casi el único, entre todos los estudiantes que se encontraban en Atenas, que sobrepasaba el nivel común y el único que había conseguido un honor mayor que el que parece corresponder a un principiante. Éste fue el preludio de nuestra amistad; ésta la chispa de nuestra intimidad; así fue como el mutuo amor prendió en nosotros.

Con el paso del tiempo, nos confesamos mutuamente nuestras ilusiones y que nuestro más profundo deseo era alcanzar la filosofía, y, ya para entonces, éramos el uno para el otro todo lo compañeros y amigos que nos era posible ser, de acuerdo siempre, aspirando a idénticos bienes y cultivando cada día más ferviente y más íntimamente nuestro recíproco deseo.

Nos movía un mismo deseo de saber, actitud que suele ocasionar profundas envidias, y, sin embargo, carecíamos de envidia; en cambio, teníamos en gran aprecio la emulación. Contendíamos entre nosotros, no para ver quién era el primero, sino para averiguar quién cedía al otro la primacía; cada uno de nosotros consideraba la gloria del otro como propia.

Parecía que teníamos una misma alma que sustentaba dos cuerpos. Y, si no hay que dar crédito en absoluto a quienes dicen que todo se encuentra en todas las cosas, a nosotros hay que hacernos caso si decimos que cada uno se encontraba en el otro y junto al otro.

Una sola tarea y afán había para ambos, y era la virtud, así como vivir para las esperanzas futuras de tal modo que, aun antes de haber partido de esta vida, pudiese decirse que habíamos emigrado ya de ella. Ése fue el ideal que nos propusimos, y así tratábamos de dirigir nuestra vida y todas nuestras acciones, dóciles a la dirección del mandato divino, acuciándonos mutuamente en el empeño por la virtud; y, a no ser que decir esto vaya a parecer arrogante en exceso, éramos el uno para el otro la norma y regla con la que se discierne lo recto de lo torcido.

Y, así como otros tienen sobrenombres, o bien recibidos de sus padres, o bien suyos propios, o sea, adquiridos con los esfuerzos y orientación de su misma vida, para nosotros era maravilloso ser cristianos, y glorioso recibir este nombre.

*

De los sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo.

***

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2022, bajo el signo de la confianza

Sábado, 1 de enero de 2022
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Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

* * *

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
y guíame por el camino eterno.

*

Salmo 139 (138)

***

 

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Natividad del Señor

Sábado, 25 de diciembre de 2021
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05-navidad (C) cerezo

 

Leído en Koinonia:

Misa del día

Isaías 52,7-10

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Salmo responsorial: 97

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.

Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por el Hijo

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”

Juan 1,1-18

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros

En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

 

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(25 de diciembre de 1977)

Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.

Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en tercer lugar, la Iglesia manifestación de Cristo.

PROLONGAR LA ENCARNACIÓN

Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.

NAVIDADES TRISTES

Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de Navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo de aquellas madres y esposas que “en esta celebración de Navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos”. En otra carta parecida dice: “Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad”. Y cartas de expresión así dolorosa, pues, son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad. Leer más…

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“El rostro humano de Dios”. Natividad del Señor – C (Lc 2,1-14 / Lc 2,15-20 / Jn 1,1-18)

Sábado, 25 de diciembre de 2021
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El cuarto evangelio comienza con un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a creer en Jesús de manera más profunda. Solo nos detenemos en algunas afirmaciones centrales.

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.

Pero Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que solo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús. Para conocerlo no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.

«A Dios nadie lo ha visto jamás». Los profetas, los sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos mucho de Dios, pero ninguno de nosotros lo ha visto. Solo Jesús, «el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer».

No lo hemos de olvidar. Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender para dejarnos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en Jesús.

Cómo cambia todo cuando captamos por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más sencillo y claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.

José Antonio Pagola

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“Natividad del Señor. Tres misas el mismo día”. 25 de diciembre

Sábado, 25 de diciembre de 2021
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62A8447D-D6C4-4A16-A106-872D8E4E133ADel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Natividad del Señor

Tres misas el mismo día

La celebración de tres misas el día de Navidad debe de ser muy antigua, porque la famosa misa del Gallo, por la noche, se remonta al siglo V. Sigue la misa de la aurora y se termina con la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los tres ciclos (A, B, C). No es normal que la gente asista a las tres misas. Por eso indico brevemente el mensaje global de los tres evangelios.

El de la misa del Gallo nos habla de un niño que nace muy pobremente, sin nada que envidiarle a los más pobres de la actualidad. Pero, inmediatamente después, un ángel nos presenta a ese niño como Salvador, Mesías y Señor.

El de la misa de la aurora indica diversas reacciones ante ese niño: los pastores corren a visitarlo y vuelven alabando y dando gloria a Dios; los presentes se admiran; María medita todo lo que oye.

El evangelio de la misa del día, el Prólogo de Juan, dice de ese niño algo más grande que el ángel a los pastores: es el Verbo de Dios, que lo acompaña desde el principio, antes de la creación. Y, aunque fue ignorado por el mundo y rechazado por su propio pueblo, se hizo carne, habitó entre nosotros y nos concede poder ser hijos de Dios.

Misa de media noche

Aunque desconocemos el día y la hora en que nació Jesús, imagino que fueron estas palabras del libro de la Sabiduría las que animaron a situar el nacimiento a medianoche: «Un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó desde el trono real de los cielos» (Sab 18,14-15).

En cualquier caso, el papa Sixto III (siglo V d.C.), introdujo en Roma la costumbre de celebrar en Navidad una vigilia nocturna, a medianoche, «en seguida de cantar el gallo», en un pequeño oratorio situado detrás del altar mayor de la Basílica de Santa María la Mayor. Ya que los antiguos romanos denominaban Canto del Gallo al comienzo del día, a la medianoche, se quedó con el nombre de Misa de Gallo la que se celebraba a esta hora.

La liturgia, con tres lecturas preciosas y muy ricas de contenido, suponen un desafío para quien pretenda comentarlas sin agotar al auditorio.

Tres motivos de alegría (Isaías 9,2-7)

En El Danubio rojo, película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de soldados y refugiados comienza a cantar en un tren el villancico «Noche de Dios». Ese es el ambiente más adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a un pueblo que camina en tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz y alegría. Por tres motivos:

el fin del opresor, el imperio asirio, que oprime a Israel con el yugo y el bastón, como si fuera un animal de carga; será derrotado, igual que lo fueron los madianitas en tiempos de Gedeón;

el fin de la guerra, simbolizado por la desaparición, no de lanzas y espadas, sino de los elementos menos peligrosos del soldado: bota y túnica;

la aparición de un niño, que se puede interpretar como el nacimiento de un príncipe o su entronización. Influido por el ritual egipcio, se coloca sobre sus hombros un manto que simboliza el poder, y se le dan diversos nombres: en Egipto eran cinco, aquí son cuatro, que expresan las cualidades más admirables que se pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz. Por último, abandonando el influjo egipcio y con mentalidad plenamente judía, se relaciona a este niño con David. Y su labor de paz, justicia y derecho, aparentemente imposible, será obra del celo de Dios.

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;

Habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo:

Se gozan en tu presencia, como gozan al segar,

como se alegran al repartirse el botín.

Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro,

los quebrantaste como el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada en sangre

serán combustible, pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado:

lleva a hombros el principado, y es su nombre:

«Maravilla de Consejero, Dios fuerte,

Padre de eternidad, Príncipe de la paz».

Para dilatar el principado con una paz sin límites,

sobre el trono de David y sobre su reino.

Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho,

desde ahora y por siempre.

El celo del Señor del universo lo realizará.

Dos motivos de compromiso (Carta a Tito 2,11-14).

El autor une la primera venida de Jesús («se ha manifestado la gracia de Dios») con la segunda y definitiva («la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo»). ¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estas dos venidas son también motivo de compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del Señor, dedicarse a las buenas obras.

Querido hermano: Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras. 

 

¿Un niño pobre o un personaje maravilloso? (Lucas 2,1-14)

El evangelio de esta noche consta de dos escenas radicalmente distintas, pero que se complementan.

El nacimiento de un niño pobre

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

La primera escena, que se desarrolla únicamente en la tierra, contrasta a poderosos y débiles. Empieza hablando del emperador Augusto, con autoridad para dar órdenes a todos sus súbditos, y del gobernador de Siria, Cirino, que manda empadronarse a la población de su provincia, cada cual en su ciudad, sin preocuparle las molestias que eso puede causar.

Frente a los poderosos, los débiles, representados por una familia muy modesta, a la que solo le cabe obedecer, aunque la esposa deba recorrer, embarazada, los 150 km de Nazaret a Belén. Según Lucas, cuando llegan a su destino no encuentran alojamiento y deben pasar algunos días en la parte baja de una casa, donde están los animales. Son pobres, y para ellos no hay sitio en el piso de arriba («la posada»).

Los «nacimientos» que se montan actualmente en iglesias, casas particulares y otros sitios, ofrecen un pesebre bonito y limpio. Lucas piensa en uno muy distinto, en el que habrá comido un animal poco antes, arreglado aprisa para recostar al niño.

Es una escena de pobreza y humillación. Basta pensar en José, un padre que no tiene otra cosa que ofrecer a su mujer y a su hijo. La escena no se presta a comentarios románticos, sino a preguntas candentes: ¿por qué Gabriel no le dijo a María toda la verdad? ¿Por qué le anunció que su hijo sería el rey de Israel sin advertirle que no tendría riqueza ni poder? ¿Por qué elige Dios el camino de la pobreza y la humillación? ¿Por qué rechazamos los cristianos a quienes no pueden pagarse un pasaje en avión o en barco para llegar hasta nosotros? ¿Por qué no imaginamos que Dios pueda nacer en una chabola de mala muerte, en una familia pobre que trabaja recogiendo la aceituna? ¿Se puede esperar algo de este hijo de emigrantes, que no tendrá cultura ni formación?

El Salvador, el Mesías, el Señor 

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente, un ángel del Señor se les presentó, la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:

-No temáis, os anuncio una buena noticia, que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:

-Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

La segunda escena se desarrolla en cielo y tierra. Es también de poderosos y débiles, de ángeles y pastores. La profesión de pastor, aunque a algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. En la escala social de la época, los pastores ocupan el penúltimo lugar, el de las clases impuras, porque su oficio se equipara al de los ladrones. Y pasar la noche al aire libre, vigilando el rebaño, no es la ocupación más agradable. El hecho de que el ángel se dirija a ellos deja clara la «política incorrecta» de Dios. El gran anuncio del nacimiento del Mesías no se comunica al Sumo Sacerdote de Jerusalén, ni a los sacerdotes y levitas, ni a los estudiosos escribas, ni a los piadosos fariseos.

Por otra parte, el anuncio modifica totalmente la imagen de la escena anterior. El niño que ha nacido no es un simple niño pobre. Su nacimiento supone «una gran alegría para todo el pueblo», porque es Salvador, Mesías y Señor. Este ángel anónimo es muy escueto. No comenta ninguno de los tres títulos. Pero es más sincero que Gabriel. No oculta que, a pesar de su grandeza, el niño está envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Afortunadamente, los pastores no son especialistas en la Biblia ni teólogos. En tal caso habrían preguntado de inmediato de qué o de quién iba a salvar ese niño; si era un mesías-rey, como David, o un mesías-sacerdote, como Aarón; si su señorío era igual que el de Dios o que el del César; si los pañales y el pesebre debían ser interpretados de forma real o simbólica… y cómo se compagina la «gran alegría para todo el pueblo» con el hecho de que, años después, el pueblo termine alejándose del Calvario golpeándose el pecho. En realidad, los pastores no tienen tiempo de preguntar nada porque, de pronto, aparece una legión del ejército celestial alabando a Dios y proclamando la paz.

¿Qué harán los pastores? Quien desee saberlo tendrá la respuesta en el evangelio de la Misa de la Aurora.

Pero el lector del evangelio puede ponerse en su lugar y advertir el mensaje que le está proponiendo Lucas. La vida de Jesús se puede interpretar de dos formas muy distintas: desde una óptica puramente humana o desde la fe. La primera resulta descarnada y dura. La segunda puede parecer ingenua; si no de cuento de hadas, de cuento de ángeles. Si se mantiene en la primera, terminará viendo a Jesús como un personaje peligroso y considerando justa su condena a muerte. Si acepta la segunda, a pesar de todas las dudas, terminará creyendo en él como su Salvador.

25 de diciembre

Misa de la aurora

El evangelio de la misa del Gallo nos dejaba con una duda: ¿qué harán los pastores tras escuchar al ángel y al coro celeste? No han recibido ninguna orden, solo una buena noticia. Lucas no se limita a contar su reacción.

Tres reacciones ante la noticia (Lucas 2,15-20)

Sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado». Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores.

María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

El evangelio empieza y termina con los pastores, que corren a Belén y vuelven alabando y dando gloria a Dios. Esta gente, tan despreciada socialmente, corre hacia Jesús, cree que un niño envuelto en pañales y en un pesebre puede ser el futuro salvador, aunque ellos no se beneficiarán de nada, porque, cuando ese niño crezca, ellos ya habrán muerto. La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: «Te alabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».

Está también presente un grupo anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás personas de la posada, pero que probablemente representa a todos los cristianos, que se admiran de lo que cuentan los pastores.

Finalmente, el personaje más importante, María, que conserva lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia, Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le comunica que será la madre del Mesías, y ella termina alabando en el Magnificat las maravillas que Dios ha hecho en ella. Sin embargo, cuando Jesús nace, Lucas habla de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén. En esas circunstancias, María no repite: «proclama mi alma la grandeza del Señor». Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida pública de Jesús.

Estas tres actitudes se complementan: la admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios.

Lucas juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando en medio del frío. Pero su vida ha cambiado, y la dureza de su vida no les impide alabar y dar gloria a Dios. Con ello se convierten en un ejemplo perfecto para el cristiano.

El Señor hace oír esto hasta el confín de la tierra:

«Decid a la hija de Sión: Mira a tu salvador, que llega.

El premio de su victoria lo acompaña, la recompensa lo precede».

Los llamarán «Pueblo santo», «Redimidos del Señor»,

y a ti te llamarán «Buscada», «Ciudad no abandonada».

Una buena noticia para Jerusalén y la Iglesia (Isaías 62, 11-12)

Este breve pasaje recoge una imagen típica de la época del destierro en Babilonia: Jerusalén como esposa y madre. Como esposa, su marido, el Señor, la ha abandonado; como madre, ha perdido a su hijos, ha quedado despoblada. El profeta le anuncia un cambio radical: su marido vuelve, como salvador, acompañado de sus hijos.

La liturgia aplica este anuncio de la llegada de un salvador al nacimiento de Jesús. Y en los pastores podemos ver a ese «pueblo santo» y a «los redimidos del Señor». Cuando se piensa en los millones de cristianos que celebran la Navidad, vemos cómo se cumple la antigua profecía.

Una buena noticia para nosotros (Carta a Tito 3,4-7)

El evangelio habla de tres reacciones ante el nacimiento de Jesús. La carta de Pablo se centra en Dios y en nosotros.

Ante todo, lo ocurrido es una manifestación de la bondad de Dios y de su amor al hombre. Como diría el cuarto evangelio: «De tal manera amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único» (Juan 3,16). Si la gente se admiró de lo que decían los pastores, igual debemos admirarnos nosotros de esta prueba del amor de Dios. Sobre todo, teniendo en cuenta que no es algo que nosotros hayamos merecido ni ganado por nuestros propios méritos.

Además, la salvación que entonces tuvo lugar se actualiza en nuestro bautismo, que nos hace nacer de nuevo, nos concede abundantemente el Espíritu Santo, y nos hace herederos de la vida eterna, donde «estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4,17).

Querido hermano: Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hubiéramos hecho nosotros, sino, según su propia misericordia, nos salvó por el baño del nuevo nacimiento y de la renovación del Espíritu Santo, que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, seamos, en esperanza, herederos de la vida eterna.

25 de diciembre

Misa del día

La misa de la aurora nos presentó a María meditando lo que han contado los pastores. Es una pena que Lucas, que transmitió en el Magnificat su reacción a las palabras de Isabel, en este caso guarde silencio. Dos teólogos cristianos, los autores del cuarto evangelio y de la carta a los Hebreos, sí nos dejaron su reflexión sobre Jesús y su nacimiento. La liturgia les antepone la visión de un profeta-poeta.

«El Señor ha consolado a su pueblo» (Isaías 52,7-10)

El texto de Isaías de la misa de la aurora presentaba a Jerusalén como esposa y madre, que recupera a su esposo y sus hijos. Este la presenta como ciudad, sin rey y en ruinas después de la caída en manos de los babilonios. Pero el mensaje de esperanza es el mismo: Dios vuelve a ella como rey, y las ruinas, reconstruidas, cantarán de alegría. Como en el caso anterior, la liturgia aplica la venida de Dios-rey a Jesús, que nace como Mesías y Salvador.

Qué hermoso son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!». Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios. 

«El Señor nos ha hablado por su Hijo» (Hebreos 1,1-6)

Imaginemos al autor de la carta ante el pesebre. Pero el niño no acaba de nacer, él escribe bastantes años después. Es mucho lo que ya se ha dicho y discutido sobre Jesús. Y él comienza su carta con un resumen ambicioso, que abarca desde el comienzo de los siglos hasta la glorificación del Señor.

Lo primero que destaca es la novedad de que Dios nos hable a través de su Hijo, no a través de profetas. Un hecho tan grande que no debemos esperar algo distinto y mayor: estamos en la «etapa final».

Luego acumula palabras para describir la dignidad del Hijo. Retrocede del momento en el que hereda todo (se supone que tras la resurrección) al momento en el que intervino en la creación del mundo. Habla de su identidad e identificación con Dios con expresiones misteriosas: «reflejo de su gloria, impronta de su ser». Dedica una frase, casi de pasada, a la vida terrena, en la que solo sugiere, de forma velada, su muerte, que purifica nuestros pecados. Y termina con su triunfo a la derecha de la Majestad y su encumbramiento por encima de los ángeles.

San Ignacio de Loyola, al hablar del nacimiento de Jesús, sugiere al ejercitante pensar cómo el Señor nace en suma pobreza «y al cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz» (Ejercicios espirituales, nº 110). El autor de la carta a los Hebreos tiene una perspectiva más amplia. No menciona aquí los sufrimientos y la muerte (tema que desarrollará más adelante) sino su triunfo y su gloria.

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.

Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo»? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».

La historia del Verbo de Dios (Juan 1,1-5.9-14) (forma breve)

Dos advertencias:

1. Según muchos comentaristas, el autor del cuarto evangelio utilizó al comienzo un himno sobre el Verbo Dios, introduciendo por medio, en dos ocasiones, sendas referencias a Juan Bautista. La liturgia permite elegir entre la forma larga, con todo el texto actual, y la breve, que suprime lo referente a Juan. Es esta la que comentaré brevemente, presentando el himno como una historia del Verbo de Dios en cinco etapas.

2. Para comprender esta historia habría que conocer las reflexiones sobre la Sabiduría de Dios en los dos siglos antes de Jesús. En el segundo domingo después de Navidad se vuelve a leer el prólogo de Juan, y la lectura que lo acompaña es, con razón, la del libro del Eclesiástico.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios.

«En el principio creó Dios el cielo y la tierra». Así comienza el libro del Génesis. Para el autor del prólogo, en ese momento existía ya el Verbo, junto a Dios. Es lo mismo que se dice de la Sabiduría en el libro de los Proverbios y en el Eclesiástico.

Segunda etapa: el Verbo y la creación

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Aunque parece una nueva matización del Génesis, supone un desarrollo. Allí se dice que Dios crea por su palabra («dijo Dios») y su acción. Aquí, esa palabra se convierte en compañera suya imprescindible durante el acto creador. Todo fue creado por el Verbo: sol, luna, estrellas, montañas, mar, animales de toda especie, ser humano. Además de habernos creado, es también nuestra vida y nuestra luz. Dos términos claves en la teología del cuarto evangelio, que presentará a Jesús como «el camino, la verdad y la vida». En esa misma teología encaja la referencia a la tiniebla como símbolo de la oposición a Jesús y a Dios.

Tercera etapa: el mundo, creado por el Verbo, lo ignora.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. El autor del Prólogo piensa en los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra se instala en Israel; unos lo rechazan, otros la acogen.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

¿Qué hará el Verbo cuando se vea ignorado por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la Sabiduría: «Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad». Pero el Verbo se encuentra con una desagradable sorpresa: «los suyos no lo recibieron». Da la impresión de que un autor posterior consideró esta afirmación demasiado pesimista y añadió que algunos lo recibieron, convirtiéndose en hijos de Dios. Pero este aparente añadido destruye el dramatismo del himno primitivo.

Quinta etapa: el Verbo se hace carne y habita entre nosotros. 

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. El Verbo toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Reflexión final

El fiel cristiano que haya acudido a la iglesia pensando escuchar unas lecturas bonitas y sencillas sobre Jesús niño y los pastores se encuentra en la misa del día con unas lecturas muy teológicas, pero que le recuerdan la dignidad e importancia de ese niño que ve en el pesebre.

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25 Diciembre- Solemnidad de la Natividad del Señor

Sábado, 25 de diciembre de 2021
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Navidad-ciclo-C

“… y habitó entre nosotros”

(Jn 1, 1-18)

Te voy a contar una situación real. Una chica cristiana, no practicante, bastante indiferente ante la iglesia, empezó a trabajar en un centro de educación religioso. A comienzos de diciembre la directora le estuvo enseñando el belén, que ella misma había estado colocando durante el fin de semana con algunos familiares. Un belén muy grande, puesto con mucho cariño y gusto, a sabiendas de que lo iban a admirar los alumnos, los trabajadores del centro, las familias de los alumnos… Tenía un sinfín de detalles, hasta un huerto con calabazas. Esta chica, a pesar de su fe adormilada, estaba enamorada de las fiestas navideñas. Las comidas familiares, cenas con amigos, las luces de las calles, los adornos, villancicos, la cabalgata de los reyes magos, hasta del cortylandia; de todo ese ambientillo que se crea y respira estos días.

Ahí estaba ella, entusiasmada con el belén que tenía delante, cuando se dio cuenta de que faltaba el Niño. Dudó entre decírselo o no a la directora ya que pensaba que se le había olvidado. Al final le preguntó: “¿y el niño?”. La religiosa no disimuló su sorpresa ante la pregunta y tras unos momentos de silencio contestó: “Es que todavía no ha nacido Jesús, lo pondré el día 24 por la tarde”. Más sorprendida se quedó la chica por esa ocurrencia de esperar hasta el día de Nochebuena para poner al Niño en su pesebre, hasta entonces vacío.

Ya ha llegado el día, es Navidad. Y esto de caer en la cuenta de cuándo ponemos al Niño en el belén, puede ser un buen termómetro que nos indique desde dónde celebramos la Navidad: desde el dejarnos llevar por lo externo o desde la fe. Porque, ¿qué celebramos en realidad?, ¿el nacimiento de Jesús, sin más, o que esa Palabra que ya existía en el principio se hizo uno de los nuestros? Sí, uno de los nuestros, un ser humano con su proceso, como tú y yo; desde su nacimiento, hasta la muerte, y, mientras, habitando entre nosotros. Esa Palabra, que es Dios mismo, hoy vuelve a nacer con el deseo de vivir la realidad del mundo, la nuestra.

Oración

Bendita seas, Trinidad Santa.
La que eras en el principio, la que eres hoy y la que serás por todos los siglos.
Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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