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El “Buen pastor”: una imagen ambigua.

Domingo, 30 de abril de 2023
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30 abril 2023

Jn 10, 1-10

En la tradición bíblica, la imagen del pastor -que se asocia a Dios, al rey y a personas con responsabilidades en el pueblo- evoca cuidado y guía. Sin embargo, también esa misma tradición admite que, con frecuencia, ha habido “malos pastores” que, en lugar de cuidar del pueblo, se han servido de él, llegando a esquilmarlo en su propio beneficio.

Más allá del contenido que cada cual quiera asignarle, la imagen del pastor resulta radicalmente, además de ambigua, anacrónica, cuando no inasumible, para la cultura moderna. Porque “pastor” -aparte de ser una figura lejana para nuestros contemporáneos- evoca “rebaño”. Y la imagen del rebaño remite a seguidismo, sumisión, obediencia ciega…, en una palabra, borreguismo. Actitudes que chocan frontalmente con la consciencia de la propia autonomía, el valor de la libertad individual y el respeto al camino de cada persona.

Los “pastores”, por su propia condición, tienden a ver a la gente como “rebaño”. Pero el ser humano no está llamado a vivirse formando parte de un rebaño -aunque con demasiada frecuencia caiga en ese error de manera clamorosa, también en nuestras “avanzadas sociedades tecnológicas”-, sino a crecer en comprensión de lo que somos y a vivir la unidad con todos y con todo, en coherencia con aquella misma comprensión.

El mismo Jesús fue consciente de los riesgos que entraña situarse en la posición de “pastor” y previno de manera tajante contra cierta forma de ejercer el poder: “El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor. Y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos” (Mc 10,43-44).

La humanidad no se divide en pastores y rebaño. Todos sin excepción somos necesitados y todos tenemos algo que ofrecer a los demás. Nadie hay tan poderoso que no necesite ser ayudado ni nadie tan limitado que no pueda ayudar.

¿Cómo conjugo la autoafirmación con el servicio?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El redil del Buen Pastor no coincide con muchos apriscos eclesiásticos

Domingo, 30 de abril de 2023
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758C6C75-0961-400F-AD48-59BC5016365EDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

El Buen Pastor

Celebramos hoy el cuarto domingo de Pascua denominado: domingo del Buen Pastor con los símbolos de la Puerta, la puerta, el redil).

Hemos escuchado parte del cp. 10 de San Juan en el que nos presenta a Cristo como Puerta y Buen Pastor de las ovejas.

01.- Cristo buen Pastor y puerta del redil.

    A nosotros, que no hemos conocido el mundo rural ni la trashumancia, nos pilla un poco de lejos hablar del buen pastor y del redil.

    Sin embargo, estas imágenes son muy queridas en el mundo bíblico, que está vivido y pensado desde una cultura rural y pastoril.

Dios es el pastor de su pueblo, el Señor guía a su pueblo con todo lo que esta imagen significa de orientación, de protección, de ayuda.

La experiencia de tener a Cristo como guía, como luz, como Pastor nos hace bien.

En la vida podemos seguir a muchos “pastores”, nos podemos poner bajo muchos cayados de toda ideología, entrar en apriscos de todo tipo…

El salmo 22 emplea esta expresión del buen Pastor: El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

02. Nada me falta (salmo 22, 1).

Cuando tenemos la experiencia de confiar en Dios y que Él es nuestro Pastor, ello infunde la confianza de que nada nos falta. La vida, los acontecimientos, los problemas están bien situados y fundamentados en el Señor.

La experiencia profunda del “sólo Dios basta” serna y calma el alma humana.

Santa Teresa dejó bien plasmada esta vivencia:

Nada te turbe,

nada te espante,

Todo se pasa,

Dios no se muda.

En la vida podemos tener miedo a mil cosas y podemos pasar por muchas situaciones difíciles: de enfermedad, de escasez, de pecado;  podemos sentir miedo -por desgracia-incluso a Dios.

Si tenemos a Dios como pastor, nada temamos. El Señor va con nosotros en nuestro caminar, nos acompaña como a los dos de Emaús… Aunque pasemos por valles tenebrosos, nada temo, porque Tú vas conmigo. (Salmo 22, 4).

03.- En alguna medida, todos somos pastores.

    Los padres de familia, los mayores de las familias, los políticos los profesores y maestros, los médicos y psicólogos, los periodistas y medios de comunicación, toda persona adulta, más o menos, somos pastores, guiamos a los demás.

    Viene de la mano aludir a la pre-campaña electoral en la que ya estamos metidos. Los políticos son también pastores: asalariados o buenos pastores es ya otra cuestión, pero ciertamente son los que conducen la sociedad.

04.- Poder y autoridad de los pastores

    No es lo mismo poder que autoridad.

    El poder es la potestad que una persona (institución) tiene porque ha sido legítimamente instituido o constituido en tal cargo, puesto, sede, escaño, etc.

Un político ha obtenido determinado número de votos y, por tanto, legítimamente ocupa el escaño parlamentario correspondiente. Un obispo –tal y como están las cosas- es nombrado por Roma para tal diócesis y ocupa legítimamente esa sede.

    Ahora bien, que una persona tenga poder no significa que tenga autoridad.

La autoridad la tiene y ejerce quien por su bondad, por su competencia y bien hacer, por su respeto y afecto a la grey que ha de gobernar, es querido, respetado y obedecido por el rebaño que Dios y la vida han puesto en sus manos.

De manera que, puede haber –hay- personas que tienen poder en el plano político, eclesiástico, cultural que tienen poder, pero ninguna autoridad sobre el pueblo. Y hay personas que no tienen poder, pero sí una gran autoridad en el pueblo o grupo en el que viven.

Hace unos días el arzobispo de Estrasburgo, fue obligado a dimitir por su talante “irascible, distante y autoritario”. (Religión Digital).

Tenía poder, pero ninguna autoridad…

Jesús no fue hombre de poder ni en el Templo, ni en la ley farisaica, ni perteneció a la élite saducea, ni tuvo poder político alguno. Pero Jesús tenía autoridad, hablaba con autoridad.(Mc 1,21-28)

    El Buen Pastor es querido y seguido por sus ovejas. Los demás son asalariados y salteadores.

    El Buen pastor no deja a nadie “tirado”. El Buen Pastor sale a buscar la oveja perdida

    La autoridad no es una amenaza sino presencia de amor, de bondad, de paz que nos lleva a las verdes praderas del Reino…

    Jesús es el Buen Pastor que nos guía con bondad.

05.- Cristo es la puerta del aprisco, es el paso, la Pascua.

    La Iglesia y el redil

    Es hermosa la imagen de la “puerta, del aprisco-redil”. La puerta es el acceso a la casa, a vivir a cubierto, confiados…

Cristo es la puerta que nos posibilita la entrada a la Pascua, a la vida.

    El redil de Jesús es más amplio que la Iglesia. (El Reino de Dios es más amplio y hermoso que el sistema eclesiástico).

¿Fuera de la Iglesia no hay salvación, o fuera de la salvación no hay Iglesia? En el redil, en el aprisco del Buen Pastor hay muchas, “multitud” de personas que no conocieron la Iglesia.

Yo soy el buen pastor, yo soy la puerta

 

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Emaús: la experiencia de una toma de distancia.

Domingo, 23 de abril de 2023
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¿Y si el texto (Lc 13, 35) quería presentar justamente este alejamiento de Jerusalén, esta toma de distancia con relación a la Iglesia naciente (representada por los Once) y con relación a la muerte-resurección de Jesús como necesario para el progreso de la fe de estos dos discípulos? ¡En efecto, los discípulos son presentados como dando la espalda a Jerusalén, y a la fe de los Once (eh sí! Ya habían oído hablar del testimonio de las mujeres, pero sin poder compartir su fe). Observamos en seguida que este alejamiento no es que sea pasivo. El texto afirma que se interrogan por el camino. Procuran comprender. ¡ Podemos ver allí una toma de distancia, una reflexión, un tiempo de duda y de interrogación que es presentado por el texto como necesario para ellos!

¿Cuántos de nosotros no han vivido la misma experiencia? ¿Los discípulos de Emaús serían un ejemplo que hay que seguir, por lo menos para algunos de nosotros? Toda una enseñanza que hay que retener para los y las que temen tanto a los “distantes” y los “descolgamientos” …

*

Claude Bouchard, Extractos, Leer el texto completo

Leer también : Lo importante está más allá

Lo que afirma  Michèle Jeunet en TC

*

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Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo:

“¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replico:

“¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?”

Él les pregunto:

“¿Qué?”

Ellos le contestaron:

“Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo:

“¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?”

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

-“Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.”

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:

“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

“Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.”

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

*

Lucas 24,13-35

***

 

Mientras los dos viajeros se encuentran de camino hacia su casa llorando lo que han perdido, Jesús se acerca y camina con ellos, pero sus ojos son incapaces de reconocerlo. De improviso, ya no son dos, sino tres las personas que caminan, y todo se vuelve distinto. El desconocido empieza a hablar, y sus palabras requieren una seria atención. Lo que había empezado a confundir hasta hace un momento, comenzaba a presentar horizontes nuevos; lo que había parecido tan oprimente, comenzaba a hacerse sentir como liberador; lo que había parecido tan triste, empezaba a tomar el aspecto de la alegría. Poco a poco empezaban a comprender que su pequeña vida no era después de todo tan pequeña como pensaban, sino parte de un gran misterio que no sólo abarcaba varias generaciones, sino que se extendía de eternidad en eternidad.

El desconocido no ha dicho que no hubiera motivo de tristeza, sino que su tristeza formaba parte de una tristeza más amplia, en la que estaba escondida la alegría. El desconocido no ha dicho que la muerte que estaban llorando no fuera real, sino que se trataba de una muerte que inauguraba una vida verdadera. El desconocido no ha dicho que no hubieran perdido a un amigo que les había dado nuevo valor y nueva esperanza, sino que esta pérdida había creado un camino para una relación que habría ido mucho más allá que cualquier amistad. El desconocido no tenía el más mínimo miedo de derribar sus defensas y de llevarlos más allá de su estrechez de mente y de corazón. El desconocido tuvo que llamarlos tontos para hacerles ver.

¿Y en qué consiste el desafío? En tener confianza. Alguien tiene que abrirnos los ojos y los oídos para ayudarnos a descubrir qué hay más allá de nuestra percepción. Alguien debe hacer arder nuestros corazones.

*

H. J. M. Nouwen,
La fuerza de su presencia,
Brescia 1997, pp. 31-35, passim

***.

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“Educar en la interioridad prójima”, por José Arregi

Martes, 11 de abril de 2023
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buen-samaritanoLeído en su blog Umbrales de luz:

“¿Educamos para el sosiego y la paz ?” Con estas palabras se abre este libro breve y denso, unas palabras incluidas entre dos signos de interrogación en negro y rodeadas de un espacio vacío en blanco. En ese hueco blanco de la interrogación queda el lector atrapado, suspendido, atento al silencioso vacío blanco. Y en calma. Ahí nos conducen estas páginas del amigo Txemi Santamaría.

El es teólogo, psicólogo y psicoterapeuta. Educador, en definitiva. Menciono los “títulos” del autor solo para subrayar la esencia y finalidad del libro, a saber: que aprendamos a adentrarnos en el vacío silencioso de la interrogación, y ahí descubramos lo que realmente somos o aquello que somos capaces de ser, y nos pongamos en camino al fondo de nosotros mismos y de todo, al vacío y la plenitud de nuestro ser, a la libertad de la projimidad, a la paz. Y así seamos todos teólogos, psicólogos, psicoterapeutas, educadores.

 ¿Quién es realmente teó-logo, “alguien que habla de Dios?” No el que conoce y ofrece las respuestas de un supuesto “Señor de lo alto” [en vasco “Jaun-goiko”, que significa “Dios”], sino el que convierte las respuestas que vienen de lejos en preguntas de prójimo: “¿Qué te pasa? ¿Qué te duele?”. Pues “Dios” no es sino el infinito signo de interrogación hecho de projimidad compasiva. Ya seamos “creyentes” o “incrédulos”,  todos podemos ser verdaderamente teólogos, interrogadores compasivos de cuanto es, transcendiendo en paz todas las respuestas y creencias.

¿Y quién es psicólogo, es decir, “conocedor de la mente o psique” humana (inteligencia, voluntad, sentimiento, misteriosa memoria)? No lo es, principalmente, el experto académico que mira y explica desde fuera, desde arriba, las sinuosas y confusas zonas de esta nuestra problemática naturaleza, sino el que, iluminado por la conciencia de las propias sombras, ha aprendido, en la escuela de la vida y de la compasión, a comprender con empatía las debilidades del otro, a convertir sus extravíos en indicaciones, a ser humilde prójimo del prójimo, a ser fiel compañero de viaje. Porque sólo conociéndonos a nosotros mismos en profundidad podremos comprender al prójimo, y viceversa, solo conociendo al prójimo podemos comprendernos.

¿Y quién es verdadero psicoterapeuta, es decir, “sanador del espíritu o de la psique humanos”? No quien tiene a mano recetas fáciles para todos los problemas, sino quien, poniéndose en el lugar del prójimo herido, sabe ver con ojos de bondad sus dolores e impotencias como propios, pues efectivamente lo son. Quien mira con ojos de misericordia las faltas y carencias del prójimo como heridas, no con ojos acusadores como culpas. No somos seres “culpables”, ni “inocentes”, sino seres incompletos, caminantes y errantes hacia el Todo en busca de unos ojos de misericordia. El ungüento de la compasión es la mejor medicina. La compasión nos hace buenos, sanos, plenos. El compasivo es sano, aun siendo inacabado y caminante. Y es sanador. ¿Quién no puede ser compasivo compañero de viaje, a pesar de sus sombras, a pesar de sus heridas, a pesar de sus límites y a pesar de sus impotencias?

He ahí la visión del mundo, del ser humano, de la vida, que encontramos en el fondo de este libro. Es una propuesta educativa inspirada en la mirada profunda y en la projimidad compasiva. La primera frase se abre con esta pregunta: “¿Educamos para el sosiego y la paz ?”. Obviamente, la educación no se limita. La familia en todas sus formas, la acción cultural, el trabajo, la política, los medios de comunicación, el ocio, las redes sociales… son espacios de educación. Estemos donde estemos y seamos lo que seamos, todos podemos y debemos ser educadores, al igual que “teólogos”, psicólogos y psicoterapeutas.

¿Y en qué consiste ser educador? En enseñar a vivir bien, es decir, en bondad y en bienaventuranza. Es nuestro ser verdadero hecho de projimidad feliz. Educar consiste en aprender y enseñar a crecer decreciendo, acompañar en el camino hacia esa naturaleza revolucionaria hecha de compasión y paz, de vacío y plenitud. De otro modo seremos devorados por nuestra necesidad de crecer, este ritmo de crecimiento incontenible y sin rumbo que nos arrastra. La velocidad de lo que llamamos “progreso” arruina la vida buena, el bienestar común. ¿Educamos para respirar, para ser hermanos y hermanas compasivas y felices, para vivir en la justicia de la paz o en la paz de la justicia?

La interioridad es la base de la educación integral. Pero el término interioridad resulta equívoco, en la medida en que sugiere dualismo y aislamiento. La interioridad no es intimismo cerrado, no es mera introspección. La interioridad no es búsqueda y ejercicio de una trascendencia más allá de la inmanencia. La interioridad no es aislamiento, no se opone a exterioridad, pues el “dentro” y el “fuera” no existen en sí, sino en nuestra manera de ver. La interioridad no es estatismo ni inacción, porque nada es estático e inactivo. La interioridad no se opone a materialidad y corporalidad, pues nada existe –ni sentimiento, ni inteligencia, ni voluntad, ni memoria ni Dios sin alguna forma de cuerpo o de materia; y a la inversa: no existe nada que en su fondo no sea energía, aliento, “alma”, potencialidad de ser, de vivir, de actuar. Eliminemos, pues, la contraposición interioridad-exterioridad, lo mismo que el dualismo materialidad-espiritualidad.

“La interioridad es espacio integrador”, dice Txemi Santamaría. La interioridad no es una parte o dimensión de lo que somos, sino la conciencia que une todas las partes y dimensiones de nuestro ser con todo lo que es. Es la experiencia del Todo. Es la conciencia de que somos uno con la Unidad, la Comunión, la Interrelación cósmica infinita – con la piedra, el agua, el aire, el árbol, el pájaro, todos los seres humanos; con las partículas atómicas, las galaxias gigantescas, el universo o multiverso infinito.

Somos uno con todo. Venimos del Todo a esta corta vida, en comunión con todos los demás vivientes. Nos dirigimos al Todo, en unión con el Aliento Vital de todo, a través del tránsito liberador o pascua que llamamos muerte Somos minúsculos pulmones de la pascua interminable de la vida.

Si todo cuanto es y nuestro propio ser lo observáramos y sintiéramos como uno con Todo…, si desarrolláramos una cosmología, una antropología, una psicología, una filosofía de la comunión universal –o una “teología” del Misterio de Bien y de Bienaventuranza, más allá del “Dios Señor de lo alto” metafísico separado, más allá de la religión–…, si aprendiéramos y enseñáramos a detenernos, a callar, a escuchar, a mirar, a admirar, a sentir, a conmovernos, como primer aprendizaje y asignatura en todos los currículos…, si implementáramos una pedagogía de la comunión universal, de la projimidad compasiva en todos los ámbitos vitales y sociales –la educación, la ciencia, la política, la economía, toda la cultura–…, si practicáramos personal y públicamente lo que Ken Wilber llama “espiritualidad integral”…, todo se transformaría. Se nos abriría el aliento. Viviríamos.

He ahí el gran reto de hoy, el más grave de todos los tiempos: o bien crecemos y educamos en esa interioridad hecha de projimidad o nos asfixiamos a nosotros mismos y los unos a los otros en la competición acelerada por el crecimiento. Sin duda, el Aliento infinito de Lo que Es seguirá animando aun sin nosotros. Pero en aquello que nos concierne a nosotros, depende también de nosotros.

Aizarna, 21 de marzo de 2023
(Prólogo a Txemi Santamaria, Isilasunean jolaska, IDTP, Bilbao 2022, pp. 11-14)

Fuente www.josearregi.com

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“Jesucristo Verdaderamente Vive”

Domingo, 9 de abril de 2023
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Cristo, resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza.
Su resurrección no es algo del pasado;
Entraña una fuerza de vida
que ha penetrado el mundo.

Donde parece que todo ha muerto,
por todas partes vuelven a aparecer
Brotes de la resurrección.
Es una fuerza imparable.

Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera:
Vemos injusticias, maldades, indiferencias
y crueldades que no ceden.

Pero también es cierto
que en medio de la oscuridad
siempre comienza a brotar algo nuevo,
que tarde o temprano produce un fruto.

En un campo arrasado
Vuelve a aparecer la vida,
tozuda e invencible.
Habrá muchas cosas negras,
Pero el bien siempre tiende
A volver a brotar y difundirse.

Cada día en el mundo renace la belleza,
Que resucita transformada
A través de los tormentos de la historia…
esta es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador
es un instrumento de este dinamismo.

*

Papa Francisco

 Exhortación Apostólica  “La alegría del Evangelio” n.276.

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

***

¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

¡Feliz Pascua!

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***

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

*

Juan 20, 1-9

***

En el fluir confuso de los acontecimientos hemos descubierto un centro, hemos descubierto un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado!

Existe una sola verdad: ¡Cristo ha resucitado! Existe una sola verdad dirigida a todos: ¡Cristo ha resucitado!

Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, entonces todo el mundo se habría vuelto completamente absurdo y Pilato hubiera tenido razón cuando preguntó con desdén: «¿Qué es la verdad?». Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, todas las cosas más preciosas se habrían vuelto indefectiblemente cenizas, la belleza se habría marchitado de manera irrevocable. Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, el puente entre la tierra y el cielo se habría hundido para siempre. Y nosotros habríamos perdido la una y el otro, porque no habríamos conocido el cielo, ni habríamos podido defendernos de la aniquilación de la tierra. Pero ha resucitado aquel ante el que somos eternamente culpables, y Pilato y Caifas se han visto cubiertos de infamia.

Un estremecimiento de júbilo desconcierta a la criatura, que exulta de pura alegría porque Cristo ha resucitado y llama junto a él a su Esposa: «¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!».

Llega a su cumplimiento el gran misterio de la salvación. Crece la semilla de la vida y renueva de manera misteriosa el corazón de la criatura. La Esposa y el Espíritu dicen al Cordero: «¡Ven!». La Esposa, gloriosa y esplendente de su belleza primordial, encontrará al Cordero.

*

Pavel Florenskij,
Il cuore cherubico,
Cásale Monferrato 1999, pp. 172-174, passim

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En el pozo, Alex conoce a Grace y encuentra el amor

Lunes, 13 de marzo de 2023
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481BCCB3-DACD-4FF4-A3A4-7C1F09FEFD90Hna. Donna McGartland

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland. La Hna. Donna está en el Equipo de Liderazgo de las Hermanas de San Francisco de las Comunidades Neumann. También es una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

Esta reflexión sobre el evangelio de hoy, la historia de la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:5-42), viene desde mi perspectiva y experiencia como lesbiana. Yo uso pronombres femeninos, she/her/hers. Invito a los lectores a sustituir sus propios pronombres y nombres mientras oran con esta reflexión.

En el siguiente diálogo me coloco en el papel de la mujer samaritana que, considerando que va al pozo al mediodía, en lugar de a la mañana con el resto de la comunidad, ha sido rehuida por la sociedad y se mantiene escondida para evitar cualquier ridículo. Al no ser nombrada, la mujer tiene poco o ningún valor como individuo en esta historia. Cuántas veces me he identificado con ella: sintiéndome avergonzado y no aceptado, queriendo mantener oculto el secreto de mi identidad y finalmente no dispuesto a reclamar mi verdad. En este diálogo, le daré un estatus y una identidad nombrándola Alex.

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ALEX (para sí misma): Es mediodía, hora de recoger agua. Nadie debería estar cerca ahora, ya que es hora de la siesta. No debería llevar mucho tiempo.

Desde la distancia, veo a otra mujer que es una extraña simplemente relajándose junto al pozo. ¿Quién es ella? ¿Por qué está ella allí? Tal vez debería venir mañana. No puedo. Realmente necesito agua y no hay mejor momento hoy para regresar. Parece bastante inocente, bastante atractiva. Por favor, deja que me ignore. Ella debe saber que soy gay y no quiere hablar conmigo.

¡Maldita! ¡Ella me está mirando! ¡Ella solo me sonrió! ¡Incluso guiñó un ojo! ¿Se está acercando a mí? ¿Está tratando de ridiculizarme? ¿Quien es esta mujer?

EXTRAÑA: Hola.

ALEX (a la extraña): Hola. (para sí misma): Esta extraña es bastante inocente, pero no confío en ella.

EXTRAÑA: Tengo sed. ¿Puedes darme un trago?

ALEX (algo molesto): Ok, ya he tenido suficiente. ¿Porqué me hablas? Obviamente me conoces; sabes que soy…”

EXTRAÑA (interrumpiendo): Tengo sed.

ALEX: ¿Y quieres agua de mí? Ni siquiera deberías estar aquí, y mucho menos hablar conmigo. No quiero tu sarcasmo y mucho menos tu burla. Déjame en paz.

EXTRAÑA: Claro, si quieres. Vienes aquí todos los días por agua. Te ofrezco mucho más. Tengo agua viva.

ALEX: ¡Ni siquiera tienes un balde para llevar agua! ¿Cómo puedes ofrecerme “agua viva”? ¿Qué es eso de todos modos?

EXTRAÑA: Como quieras.

ALEX: Tú no eres de aquí. ¿Quién eres? ¿Por qué estás hablando conmigo? Más importante aún, ¿por qué estás aquí ahora al mediodía? Este es el momento para la gente como yo. Marginados. Tienes estatus, pero me invitas a beber tu agua. ¿Quién eres?

EXTRAÑA: (riendo, con una sonrisa cálida y acogedora): ¿Puedo conocer a tu cónyuge?

ALEX: No tengo uno.

EXTRAÑA: Cierto. Has tenido cinco maridos en tu intento de sentirte aceptada. Y finalmente, la que tienes ahora es tu pareja, una mujer, a través de la cual has encontrado el amor verdadero.

ALEX: ¿Cómo sabes eso?

EXTRAÑA: Alex, mi nombre es Grace. Estoy encantada de que hayas encontrado la felicidad en ella.

ALEX: ¿Me estás ridiculizando?

GRACE (anteriormente Extraña): No, Alex. Mi agua viva fluye a través de ti y tu pareja. Es el amor lo que los une. Por favor, bebe de mi agua viva para que puedas saber la Bendición que eres. Eres preciosa para mí. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario.

ALEX: Hablas en serio, ¿no? Sabes que soy gay, pero me bendices.

GRACIA: Sí, Alex. Nunca tendrás que volver aquí avergonzada. Eres amada.

ALEX: ¡Gracias, Gracia! ¡Gracias! ¡Me siento amada y tan viva! me has liberado. Ahora puedo correr a casa para compartir las Buenas Nuevas con mi pareja.

-fin-

Ruego que tú también puedas saber cuánto eres amado.

—Sr. Donna McGartland, 12 de marzo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Tengo sed.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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El que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed (Juan 4:14).

Al que tenga sed le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida.” (Ap 21, 6)

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Mientras que los teólogos discuten sobre el origen del agua,

los místicos la beben.

***

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:

-“Dame de beber.”

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:

-“¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”

Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó:

“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”

La mujer le dice:

“Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?”

Jesús le contestó:

“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

La mujer le dice:

“Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

Él le dice:

-“Anda, llama a tu marido y vuelve.”

La mujer le contesta:

“No tengo marido.

Jesús le dice:

“Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

La mujer le dice:

“Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.”

Jesús le dice:

“Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.”

La mujer le dice:

“Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.

Jesús le dice:

“Soy yo, el que habla contigo.”

En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo:

-“¿Qué le preguntas o de qué le hablas?”

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:

“Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?”

Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.

Mientras tanto sus discípulos le insistían:

-“Maestro, come.”

Él les dijo:

“Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.”

Los discípulos comentaban entre ellos:

“¿Le habrá traído alguien de comer?”

Jesús les dice:

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.”

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer:

-“Me ha dicho todo lo que he hecho.

Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:

-“Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

*

Juan 4, 5-42

***

La encarnación y la pasión son la locura de amor de Dios para que el pecador pueda acogerlo. Desde esta locura se comprende cómo el mayor pecado es no creer en el amor de Dios por nosotros. No podemos olvidarnos de Dios: él no nos olvida; no podemos alejarnos de Dios, él no se aleja.

Dios nos espera en todos los caminos de nuestro destierro, en cualquier brocal de no sé qué pozo al pie de cualquier higuera […]. Nos espera no para reprocharnos, ni siquiera para decirnos: “Mira que te lo había dicho”, sino para cubrirnos con su amor, que nos salva incluso del mirar atrás con demasiada pena. DostoievsKi pone en labios de la mujer culpable: “Dios te ama a causa de tus pecados”. No es exacto: Dios nos ama como somos para hacernos como él quiere que seamos. ¡Gracias, Señor! Si me hubiese contentado con el deseo de ti, que me llevaba a buscarte sin saber dónde te podría encontrar, todavía estaría errando por los caminos, con la angustia de mi deseo insatisfecho o con la ilusión de haber encontrado algo. Te he encontrado de verdad porque has salido a mi encuentro en mis caminos de pecado: hombre entre los hombres, cuerpo bendito que yo mismo ayudé a despojar, a flagelar; rostro bendito besado por mis labios, como Judas; corazón que atravesé…

Ninguna sed creó jamás las fuentes, ni hizo brotar agua en las arenas. Tu sed, sin embargo, ha apagado mi sed porque si no hubieses seguido mis huellas, si no te hubieses dejado crucificar por mí quizás te hubiera buscado, pero nunca te habría encontrado. Señor, gracias por haberte dejado clavar en la cruz, por dejarte encontrar por el que te crucificó. Amén

*

P. Mazzolari,
La piu bella aventura,
Brescia 1974, 218.223.

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

“La religión de Jesús”. 3 Cuaresma(A). Juan 4, 5-42.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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La-bona-samaritana

Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritana a apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón.

En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizín, cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?

Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.

No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.

Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.

Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad».

«Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre, que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es Espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador… y quienes lo adoran deben parecerse a él.

«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras. Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

José Antonio Pagola

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“Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Domingo 12 de marzo de 2023. Domingo 3º de Cuaresma, ciclo A.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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16-CuaresmaA3Leído en Koinonia:

Ex 17,3-7: Danos agua de beber
Salmo responsorial 94: Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: “No endurezcan el corazón”
Rom 5,1-2.5-8: El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado
Jn 4,5-42: Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

 Recordemos el carácter más o menos aleatorio que tiene la distribución de los textos bíblicos en la liturgia católica. No existe ninguna explicación de cómo se ha hecho tal distribución, ni de por qué tal texto en tal fecha. Una comisión lo decidió así, y no se conocen los criterios que siguió. Quien quiera puede conjeturar sobre ellos. Se observa una “asociación de ideas” o de imágenes entre la primera y la tercera lecturas, mientras la segunda con frecuencia va por sus caminos propios, sin ninguna relación a las otras. La sucesión de los domingos tampoco muestra un criterio claro (como podría ser el de dar pie a un proceso sistematizado de formación teológica o bíblica), ni se da oficialmente la libertad para que al menos algunas comunidades especiales (jóvenes, grupos de formación, ambientes especiales…) pudieran hacer su propio «calendario litúrgico»… Son temas que quedan pendientes para una próxima reforma litúrgica…

 Por lo demás, es claro que los textos propuestos en la liturgia están siempre a disposición de una interpretación libre. Son como una poesía o una imagen simbólica: cada comunidad es libre de abordarlos desde el punto de vista que prefiera, y es casi imposible que dos cristianos, dos biblistas o agentes de pastoral encuentren la misma resonancia ante un mismo texto: a cada uno le evocará recuerdos y sugerencias de acción distintos. «Lo que se recibe, se recibe según el modo de ser de quien recibe», dice el adagio clásico. Aquí también.

 Nuestro Servicio Bíblico Latinoamericano ofrece estos comentarios teológico-pastorales a los textos bíblicos de la liturgia (católica) también desde una sensibilidad propia, con un transfondo de opciones, de visión del mundo y de vivencia de la fe, propios. Y los ofrece con humildad, sabiendo que no son los únicos, ni los mejores; son simplemente los nuestros, los que podemos compartir con quienes sintonizan con esta espiritualidad que con frecuencia llamamos «latinoamericana», no necesariamente de un modo geográfico-material, sino en referencia a una «geografía espiritual»…

 Después de esta introducción que no es “propia de este domingo”, entremos de lleno al comentario de los textos.

 El texto estrella es el de la samaritana. Prácticamente, el capítulo cuarto entero del evangelio de Juan. El famoso episodio del encuentro de Jesús con la samaritana.

 Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan no es un evangelio sinóptico, no es un texto narrativo, ni lo que nos cuenta es probablemente histórico. Juan es un evangelio enteramente simbólico, en el que los símbolos han sido extrapolados hasta desplazar a la realidad. En Juan no hay símiles, sino identificaciones: «Yo soy la vid», le hará decir Juan a Jesús; no “yo soy como la vid”. Más aún: “yo soy la vid verdadera”, las demás vides -las de la realidad- no son verdaderas. “Yo soy el Pan verdadero”: el resto de los panes serían… sucedáneos. Yo tengo el agua verdadera, la que “salta hasta la vida eterna”; la otra, la del H2O, tal vez no quita la sed…

 Al comenzar a comentar cualquier texto del evangelio de Juan es bueno recordar este estilo literario y simbólico enteramente peculiar de Jesús. Por respeto al público oyente sencillo, es conveniente recordar muy claramente que no estamos escuchando sencillamente la narración de una conversación tal como fue, sino que se trata de una sofisticada composición teológica, con intenciones muy profundas y nada fáciles de detectar. Y que, claro está, se inscribe en el mundo mental e ideológico peculiar de Juan, enormemente alejado del nuestro; y que esta barrera cultural que nos separa del autor exige prudencia para no dar por válida cualquier conclusión.

 De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto, nos vamos a fijar en dos dimensiones menos acostumbradas, y muy elocuentes para hoy: la de la superación de la religión y, consecuentemente, la apertura al diálogo interreligioso.

 Está de moda el diálogo interreligioso en la teología y en el cristianismo en general. La situación del mundo actual no sólo lo posibilita sino que lo hace inevitable. El mundo actual está “barajado’ religiosamente. A diferencia del pasado, en el mundo actual las sociedades son plurales, cultural y religiosamente. Las migraciones, los intercambios de todo tipo, y la misma «mundialización», hacen que todas las religiones se encuentran hoy diariamente con las demás, mientras que durante milenios vivieron prácticamente aisladas, tan distantes, que cómodamente podían pensarse a sí mismas como únicas.

 Jesús no vivió en un contexto religiosamente plural, como el nuestro, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes entre Galilea y Jerusalén. Este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si bien no era propiamente de “otra religión”, era considerado incluso como más distante, por ser tenido como hereje, o cismático.

 Jesús dialoga con la samaritana, incluso por propia iniciativa. Juan no nos lo presenta como a la defensiva o sólo respondiendo. La iniciativa original, el acercamiento al diálogo es de Jesús.

 Puede ser importante destacar que Jesús dialoga interreligiosamente porque tiene un transfondo de «teología pluralista de las religiones», como podríamos decir en lenguaje actual, con evidente anacronismo. No es primero el diálogo, y después la teología de las religiones, sino al revés: porque se tiene una visión abierta de la relación entre las religiones, es por eso por lo que se puede dialogar interreligiosamente.

 «¿Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín?», le pregunta la samaritana. O sea, más claramente, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria, que todavía no han asimilado los teólogos del pluralismo religioso. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un lugar ni a otro, no van a tener que vivir con una u otra religión, sino «en espíritu y en verdad», es decir, adentrándose verdaderamente en la «religación» profunda.

 Es una respuesta revolucionaria: las religiones son relativas, hay algo más allá de ellas, a cuyo servicio están todas –o debieran estarlo–. No hay «una religión absoluta», a la que todas las demás deban ceder el paso. La única religiosidad absoluta (la “única religación verdadera”) es la «adoración en espíritu y en verdad», más allá de una u otra religión.

 Un autor como Thomas Sheehan (The First Coming: How the Kingdom of God Became Christianity, Random House 1986), sostiene que la novedad de Jesús consiste en la abolición de todas las religiones, de forma que podamos redescubrir nuestra relación con Dios («religación») en el mismo proceso de la creación y de la vida, en la historia. Puede asustar semejante afirmación, pero sólo de entrada. Pensándolo bien, recordaremos que Jesús no «fundó» la Iglesia (es ésta la que se fundó después, y se fundó en Jesús). Jesús siempre se mantuvo judío, y nunca pensó en fundar otra religión, sino en todo caso en superarla. ¿Habrá sido el cristianismo una dimidiada inteligencia de lo que Jesús quería, aquello que luego cristalizó en el siglo IV en medio de los enormes condicionamientos históricos de aquella época marcada por un imperio en decadencia? ¿Será que hoy, en medio de una grave crisis de las religiones y particularmente de las instituciones religiosas, se nos presenta una nueva y mejor oportunidad de entender y poner en práctica el mensaje de Jesús? No sabemos, pero la vuelta a Jesús nos invita a reflexionar y discernir con humildad, y a buscar con paciencia.

 Se extiende y se cita cada día más la distinción entre «religión y religación»… y aparece como más importante la segunda, la «religación» -sin atarse demasiado a su etimología-, mientras que la religión, las religiones, no serían más que formas concretas diferentes que esa dimensión profunda del ser humano ha adoptado en una determinada época de la historia. Lo importante -es obvio- no son las formas, sino el contenido que vehiculan, la dimensión profunda a la que responden. ¿Y quién nos dice que esa dimensión profunda de «religación» no puede asumir otras formas diferentes, o que no las está asumiendo ya, y que eso que llamamos «crisis de la religión» no sea más que una transformación hacia las formas que la religación va a adoptar en el próximo futuro? Probablmente la crisis de la religión va a ser -o está siendo ya- la mejor oportunidad de la religación. Leer más…

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Dom 12. 3. Buen samaritano, Samaritana buena (Jn 4) . La iglesia mujer: Cinco maridos tenías, el que ahora tienes no es tuyo

Domingo, 12 de marzo de 2023
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481E6F4E-1C1A-4E6A-9992-B3CDE8ED6655Del blog de Xabier Pikaza:

Son dos textos esenciales de la Biblia El “buen samaritano” (Lc 10) es la iglesia de fuera, aquellos que sin formar parte de la comunidad son auténticos cristianos, cumplen el mandamiento de Dios.

Por el contrario, la “buena samaritana” de hoy (Jn 4) es la iglesia de dentro, expresada simbólicamente por una mujer de vida libre: Cinco maridos ha tenido pasando de uno a otro, para quedar al fin sola, aunque dicen que anda a ratos con uno, que no es  su marido: no le satisface, ni le da bebida, y por eso tiene que ir al pozo público donde encuentra “por casualidad” a Jesús.

Samaritano de camino, samaritana  de pozo.

 Si alguien sigue leyendo, presentaré al final una historia de samaritanos, a quienes muchos judíos odiaban y envidiaban al mismo tiempo. Aquí empezaré recordando que el samaritano de Lc 10 iba por los alrededores  del templo,pasaba de largo con su animal de negocios.

Alguien podría suponer que era amante ocasional de la samaritana de Jn 4, que quedaba a solas, buscando amores en el pozo de Sicar  de Siquem. Pero no parece que Lc 10 y Jn 4 (que tienen textos e ideas parecidas) quisieran relacionar estas dos historias de samaritanos,  aunque podían hacerlo, pues van como anillo al dedo.

            Queda clara la historia del samaritano, hombre de negocios, poco amigo de templos, viajante de dinero), hombre de corazón. Por eso, allí donde el Sumo Sacerdote y el Levita de Jerusalén (que  van a lo suyo) pasan de largo ante  herido, desnudo y machacado (impuro) del camino, este samaritano le ve, le cura como puede, le lleva en su caballo al hospital/hostal mas vecino, saca la cartera y paga a tocateja al hospedero/médico de campo, diciéndole que le cure , que a la vuelta le pagará lo que falte, si no llega lo que ha dado.

            Evidentemente, el relato del samaritano es simbólico, una historia del siglo I d.C.  Sin duda, Jesús era igualmente un buen samaritano, de caballo o de a pie. Pero, tras esa historia del Jesús   viene la historia de esta mujer; no sé si llamarla samaritana buena o buena samaritano (pues los matices sin distintos,  y los dos parecen apropiados).  Ésta historia de la samaritana la no la cuenta Lucas, sino el evangelio de Juan, que sabe más de amores sabrosos (por eso es el evangelio de discípulo amado).

Lo primero que sorprende en esta historia es que, llegando a la zona, Jesús  manda de comprar a sus doce compañeros  “súper” más vecino ,pues necesitan  alimento  para seguir caminando, mientras él se queda junto al pozo de viejas historia de amores bíblico; a un pozo vino Eliezer, criado de confianza de Abraham, para encontrar mujer para su hijo Isaac, poco experto en amores; a pozos como éste vinieron buscando mujeres Jacob (que encontró dos) y Moisés que encontró siete.  s.

Jesús queda allí junto al pozo, esperando de antemano la cita, que tiene que suceder. Y así pasa lo que tiene que pasar. Vino ella, no sabemos ni su nombre, una samaritana galante y dudosa,  buscando en el pozo un agua que no acababa de saciarle.

Según el evangelio de Juan esta mujer  será el primer apóstol y testigo de Jesús, antes que Pedro y los doce, antes incluso que Magdalena, que Marta y María de Betania, fundadora de primera Iglesia , mientras los varones andan por ahí comprando comida.

La “historia” de esta mujer de Jn 4 ha sido recordada por la iglesia posterior de un modo “sentimental” y piadoso,  pero el evangelio de Juan la presenta como mujer dudosa y fundadora de Iglesia, una figura especial para siglo XXI, un momento en que la nueva iglesia “samaritana” ha de ser refundada por mujeres como ella 

Texto:  Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber.”

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”

La mujer le dice: “Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?;¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.” La mujer le dice: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

[Él le dice: “Anda, llama a tu marido y vuelve.” La mujer le contesta: “No tengo marido.” Jesús le dice: “Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.” La mujer le dice: “Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.” Jesús le dice: “Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. …

[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué le hablas?” La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él…

En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho.”] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

 Mujer, fundadora y símbolo de la primera iglesia

La Samaritana es  el primer apóstol, fundadora de la Iglesia de Samaría, más queun obispo o presbítero posterior, de forma que no tiene sentido afirmar que la Biblia impide el acceso de la mujer a los ministerios de la Iglesia.

Según  Hechos 8, el fundador de la iglesia de Samaría fue Felipe,el diácono, pero su labor tuvo que ser completada por los apóstoles, Pedro y Juan, porque Felipe no tenía “autoridad para crear iglesias”. Según Jn 4 la fundadora fue una mujer, sin que tengan que venir apóstoles de Jerusalén, Antioquía o Roma para completar su obra.

UN TEXTO BÁSICO. DIEZ PRINCIPIOS

(1) Una mujer «prostituida»: ha tenido cinco maridos y que ahora vive con uno que no es suyo (Jn 4, 18). Posiblemente, en el fondo de la escena está el recuerdo de las conversaciones que Jesús ha mantenido a lo largo de su vida con publicanos y prostitutas, varones y mujeres que han tenido que vender dignidad y cuerpo por dinero (cf. Mt 21, 31-32; Lc 7, 36-50)… Ésta mujer es el símbolo de la “prostituta Samaría” y de todos los excluidos y condenados de la sociedad,.Pronto veremos que el “pecado” de esta mujer no es una prostitución sexual(que podría ser), ni es un pecado personal, sino pecado de todo el pueblo que la ha prostituìdo. En una ciudad como aquella, en un tiempo como el nuestro, sólo una mujer utilizada que ha sabido seguir buscando en la fuente de la vida puede ser fundadora de iglesia, de nueva humanidad 

(2) Esta mujer es símbolo de los samaritanosque, según la tradición muy parcial de los judíos, habiendo abandonado el solar del auténtico Israel, se «prostituyeron» desde antiguo adorando a dioses extraños (los cinco maridos de Jn 4, 18). Ahora Jesús rompe las barreras de los judíos, cerrados en su ley, y expande su misión a los «herejes» de Samaría, representados por ésta mujer que sale al pozo de Jacob en busca del agua de la vida.  Los mejores para Jesús empiezan siendolos de fuera. Por eso va a buscarles a su pozo.

(3) Esta mujer es la primera que superando las divisiones de Israel (unos centrado en la Ley de Jerusalén y otro en el Pozo de Jacob: Garizim, Samaría), han comenzado a creer en Jesús y han propagado su evangelio. Solo unamujer como ella (que busca agua del pozo, mientras los doce “apóstoles” solo buscan comida) puede ser misionera denuea humanidad  (cf. Ez 16 y 23). Pero, al mismo tiempo, ella es una persona concreta que ha escucha a Jesús y ha expandido su palabra.

(4) Esta mujer es el primer apóstol (profetisa, mensajera) de Jesús Por eso deja el cántaro del agua, vuelve a la ciudad y dice a sus paisanos. «Venid, ved al hombre que me ha dicho todo lo que hice ¿no será el Cristo?» (Jn 4, 29) Ella es la primera que pone  a los hombres en contacto con Jesús, profeta (cf. Jn 4, 19.25) y Mesías de la humanidad, superando las divisiones que separan a Jerusalén del Garizím, montaña santa de los samaritanos, porque los verdaderos adoradores han de hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4, 19-23).

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(5) Una mujer para la Iglesia, una Iglesia de mujeres. Ella es primera persona que transmite un evangelio universal de salvación más allá del judaísmo y así precede a los apóstoles que cosecharán donde otros han sembrado (Jn 4, 37-38). La samaritana conduce a sus paisanos hacia aquel lugar donde culmina el camino de la humanidad, formada por pueblos que se dividen por ciudades y montes santos, para descubrir así, más allá de los montes sagrados (antiguos y modernos) la nueva humanidad unida en el amor de Jesús, que es Espíritu y Vida. Sólo una mujer así puede recrear hoy la iglesia.

(6) Mujer‒profeta de las nuevas mujeres creadoras de iglesia del siglo XXI. Una iglesia de varones‒jerarcas, de estilo judío y romano, está llegando a su tope en este siglo, de forma que con ellos es difícil crear nueva iglesia… a no ser que vengan  mujeres, como esta Samaritana, que se descubran “animadas” por Jesús, junto al pozo de la vida, portadoras de un mensaje de intimidad y apertura universal. Por eso, debo repetir que, siendo símbolo de Samaría y de toda humanidad buscadora de “agua superior”, ella ha sido una persona concreta, una mujer apóstol que precede a todos los restantes apóstoles del Cristo en el principio de la iglesia.

(7) Esta mujer nos sitúa en el principio del apostolado cristiano; en su línea, y en la del Buen Samaritano de Lc 10, la iglesia del siglo XXI será samaritana o no será.  Ante este evangelio de Jn 4 resultan patéticos y en el fondo pre-cristianos todos los esfuerzos de los que dicen que no puede haber ministros de Jesús mujeres. Sin samaritanas del siglo XXI la iglesia morirá de sed, teniendo a mano el pozo de Jacob, es decir, de la historia israelita, samaritana, universal.

(8) Ésta es la mujer del pozo de Dios (de Jacob, de Jesús) donde buscan agua para saciar la sed millones de personas que vienen de muy lejos. Cientos de millones de mujeres, varones y niños viven todavía sin agua corriente y potable, sin agua de vida verdadera. Más son aún los que necesitan “del agua de Jesús”, que es la libertad, el amor, la superación de las mentiras y batallas de unos contra otros.

(9) El agua de este pozo es bebida de amor y bodas de vida, de muchachos y muchachas que se encuentran para celebrar la vida, como en las más bellas historias de la Biblia, donde los buenos “matrimonios”, las historias de amor , se dan junto al pozo: Así en el caso Isaac y de Jacob, en el Génesis (Gen 24.29) así en el de Moisés en el Éxodo (Ex 2).En un pozo como éste se juntan y se dan de beber los enamorados, así aparece aquí esta mujer que da de beber a Jesús del agua que ella tiene, mientras Jesús le ofrece la suya. Estamos en el pozo de Jacob, donde se centra la historia de Israel, el pozo donde empieza la revelación del mesías. Sin una historia de fondo de amor en libertad creadora carece de sentido la historia humana.

(10) Éste es un pasaje clave de mística y de historia cristiana, un pasaje que nos abre al infinito de la VidaTeresa de Jesús reflexionó sobre las formas de sacar agua del pozo de Dios y de la vida. Gustavo Gutiérrez ha escrito un bello libro titulado: “Beber del propio pozo”. Yo poco puedo aportar, a no ser mi pequeña experiencia bíblica. Yo mismo he desarrollado el tema en Gran Diccionario de la Biblia.

ELEMENTOS PARA UN COMENTARIO MÁS AMPLIO

 (Imagen: Retablo catedral vieja Salamanca). Jn 4 ofrece una exposición simbólica, pero de fondo histórico, de aquello que debió ser la predicación cristiana en Samaría, con recuerdos y argumentos antiguos y, sobre todo, con la reflexión teológica que surgen a partir de la misión de Samaría.

(1) El pozo de Jacob. El episodio se produce en un lugar cargado de simbolismo. Ciertamente, existió y existe ese pozo, pero no tiene importancia en el AT. El evangelio de Juan lo introduce como lugar simbólico de encuentro, vinculado a  la heredad que Jacob dio a su hijo José (cf. Gen 33,18-20).   Éste es, como digo, un pozo teológico, en la línea de las tradiciones antiguas de los “pozos matrimoniales” y en la línea de la tradición de Pablo (de fondo rabínico), en la que se habla de una “roca mesiánica” de la que brota el agua de vida para todos los que forman parte del pueblo de Dios (cf. I Cor 10.1-3).

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Jesús en Samaria y un borracho en La Coruña. Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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samaritanaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Acto I: Jesús y la mujer

Al alzarse el telón, se ve un valle, no muy grande, entre dos montes; a la derecha el Ebal, a la izquierda el Garizim. En el centro un pozo. Los discípulos han ido al pueblo a comprar provisiones. Solo se ve a Jesús, sentado en el brocal, con aspecto cansado. Entra por el fondo una mujer con un cántaro. Lo mira un momento, deja el cántaro en tierra y se dispone a sacar agua del pozo. Jesús, sin ningún preámbulo, sin saludar siquiera, le dice.

― Dame de beber.

(La mujer lo mira sorprendida y le responde con tono irónico.)

― ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Los judíos no se tratan con los samaritanos.

(Jesús sonríe ligeramente y le habla con igual ironía)

― Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.

(La mujer lo mira con recelo, pensando que se trata de un loco inofensivo. Ata la soga al cubo y se dispone a tirarlo al pozo)

― Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?

― El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

(Se oye el golpe seco del cubo contra el agua. Al cabo de un momento, la mujer comienza a tirar mientras le dice sonriendo).

― Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

(Jesús también sonríe. Cuando la mujer apoya el cubo en el brocal, antes de que empiece a llenar el cántaro, le dice)

― Anda, llama a tu marido y vuelve.

― No tengo marido.

― Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.

(La mujer lo mira sorprendida)

― Señor, veo que tú eres un profeta.

(Su actitud cambia por completo, ya no lo mira como a un bicho raro ni le habla en broma. Se siente desconcertada y curiosa. Cuando termina de llenar el cántaro mira a la montaña que tiene enfrente, el Garizim, y le comenta).

― Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.

― Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.

(La mujer no se ha enterado de mucho, pero no pide aclaraciones).

― Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.

― Soy yo, el que habla contigo.

            (La mujer lo mira con una mezcla de asombro y miedo. Está a punto de decir algo pero en ese momento comienzan a entrar los discípulos. Coge el cántaro, pero cuando se lo lleva a la cintura, se detiene un momento y lo deja en tierra, junto al pozo. Sale apresurada sin llevárselo.)

Acto II: La mujer y sus paisanos

(La escena se desarrolla en Sicar, pueblecito cercano al pozo. Pocas casas, niños pequeños jugando. La mujer entra corriendo y llama a las vecinas.)

― Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho.

(Una vecina, irónica)

― ¿Todo?

― Sí, todo. Que he tenido cinco maridos.

― ¿Y te ha dicho algo del que tienes ahora?

― Sí. También lo sabe. ¿Será éste el Mesías?

(Comienzan a entrar hombres que vuelven del campo. La mujer les repite lo ocurrido)

― Está en el pozo. Si queréis, vamos a verlo.

(Todos se ponen en marcha)

Acto III: Jesús y los discípulos

            El mismo escenario del primer acto. Jesús sigue sentado en el brocal del pozo. Los discípulos le ofrecen pan y queso, pero no los toca. Ellos se sientan en el suelo y empiezan a comer. Al cabo de un rato, Pedro y Juan se acercan a Jesús.

― Maestro, come.

(Jesús no se dirige a ellos, habla a todo el grupo)

― Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.

(Andrés le comenta a Santiago)

― ¿Le habrá traído alguien de comer?

― Como no haya sido la mujer que estaba aquí cuando llegamos… Pero ésa sólo llevaba un cántaro cuando nos la cruzamos por el camino.

(Jesús oye el comentario y se dirige de nuevo a todos)

― Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.

(Felipe mira a Tomás)

― ¿Te has enterado de algo?

― De nada. Bueno, de lo primero que dijo: que cumplir la voluntad de Dios le alimenta tanto como el pan y el queso.

― Pues tiene mérito. Ya lo quisiera yo para mí.

Acto IV: Jesús y los samaritanos

            Van entrando los habitantes de Sicar con la mujer al frente y rodean a Jesús mientras lo miran con curiosidad. La mujer le habla esta vez con enorme respeto.

            ― Señor, nos gustaría que te quedaras unos días en nuestro pueblo.

            (Jesús los mira con una sonrisa irónica)

― ¿Cómo vosotros, que sois samaritanos, le pedís a un judío que se quede en el pueblo?

― La mujer dice que tú lo sabes todo. Y que la salvación viene de los judíos.

(Jesús guarda silencio mientras los del pueblo lo miran expectantes)

― Está bien. Me quedaré con vosotros dos días.

― ¿No pueden ser más? ¿Tanta prisa tienes?

― Yo no tengo que enseñarlo todo. Como dice el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Más adelante vendrán algunos de éstos a recoger el fruto de lo que yo he sudado.

Final

Han pasado los dos días. En el centro de la escena un grupo numeroso de samaritanos rodea a la mujer mientras contemplan cómo Jesús y sus discípulos desaparecen camino de Galilea.

― ¿Llevaba yo razón cuando os dije que podía ser el Mesías?

― Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

COMENTARIO

Los evangelios de los domingos 3º, 4º y 5º de Cuaresma del ciclo A, tomados de san Juan, presentan a Jesús como fuente de agua viva (Samaritana), luz del mundo (ciego de nacimiento) y vida (resurrección de Lázaro). Son tres símbolos de nuestras necesida­des más fuertes (agua, luz, vida), y de cómo Jesús puede llenar­las.

Tres aguadores y tres tipos de agua

Las lecturas del domingo 3º hablan de tres personajes famosos (Jacob, Moisés, Jesús) relacionándolos con el don del agua. En gran parte del mundo, beber un vaso de agua no plantea problemas: basta abrir el grifo o servirse de una jarra. Pero quedan todavía muchos millones de personas que viven la tragedia de la sed y saben el don maravilloso que supone una fuente de agua.

            En el evangelio, la samaritana recuerda que el patriarca Jacob les regaló un pozo espléndido, del que se puede seguir sacando agua después de tantos siglos. En la primera lectura, Moisés sacia la sed del pueblo golpeando la roca. De vuelta al evangelio, Jesús promete un manantial que dura eternamente.

            Aparentemente, el mismo problema y la misma solución. Pero son tres aguas muy distintas: la de Jacob dura siglos, pero no calma la sed; la de Moisés sacia la sed por poco tiempo, en un momento concreto; la de Jesús sacia una sed muy distinta, brota de él y se transforma en fuente dentro de la samaritana. Este milagro es infinitamente superior al de Moisés: por eso la samaritana, cuando termina de hablar con Jesús, deja el cántaro en el pozo y marcha al pueblo. Ya no necesita esa agua que es preciso recoger cada día, Jesús le ha regalado un manantial interior.

Interpretación histórica y comunitaria

            Quizá la intención primaria del relato era explicar cómo se formó la primera comunidad cristiana en Samaria. Aquella región era despreciada por los judíos, que la consideraban corrompida por multitud de cultos paganos. De hecho, en el siglo VIII a.C., los asirios deportaron a numerosos samaritanos y los sustituyeron por cinco pueblos que introdujeron allí a sus dioses (2 Reyes 17,30-31); serían los cinco maridos que tuvo anteriormente la samaritana, y el sexto (“el que tienes ahora no es tu marido”) sería Zeus, introducido más tarde por los griegos. Sin embargo, mientras los judíos odian y desprecian a los samaritanos, Jesús se presenta en su región y él mismo funda allí la primera comunidad. Los samaritanos terminan aceptándolo y le dan un título típico de ellos, que sólo se usa aquí en el Nuevo Testamento: «el Salvador del mundo». En esa primera comunidad samaritana se cumple lo que dice Jesús a los discípulos: «uno es el que siembra, otro el que siega». Él mismo fue el sembrador, y los misioneros posteriores recogieron el fruto de su actividad. Y en esa labor misionera tendría especial valor la actividad de aquella mujer que puso en contacto a sus paisanos con la persona de Jesús.

Interpretación individual

            Pero el mensaje de este evangelio no se limita a esta interpretación. Hay dos detalles que obligan a completar la lectura comunitaria con una lectura más personal. El primero es la curiosa referencia al cántaro de la samaritana. Lo ha traído para buscar agua, pero al final, después de hablar con Jesús, lo deja en el pozo. Jesús le ha dado un agua distinta, que se ha convertido dentro de ella en un manantial. El segundo detalle es la relación estrecha entre la promesa de Jesús de dar agua, su invitación posterior, durante la fiesta en Jerusalén: «el que tenga sed, que venga a mí y beba» (Juan 7,37-38), y lo que ocurre en el calvario, cuando lo atraviesan con la lanza y de su costado brota sangre y agua (Juan 19,34). El tema central no es ahora la fundación de una comunidad, sino la relación estrecha de cualquier creyente con él. La persona que tiene su sed material cubierta, aunque sea con el esfuerzo diario de buscarse el agua, pero que siente una distinta, una insatisfacción que sólo se llena mediante el contacto directo con Jesús y la fe en él.

Otra agua y otro pan

            Un último detalle sobre la enorme riqueza simbólica de este episodio. La samaritana se olvida de beber. Jesús se olvida de comer. Aunque los discípulos le animen a hacerlo, él tiene otro alimento, igual que la mujer tiene otra agua.

            ¿Cuál es esa agua que Jesús ha dado a la samaritana? Releyendo el relato, se advierte que la mujer va cambiando su imagen de Jesús. Al principio lo considera un simple judío, que no le merece gran respeto. Luego lo descubre como profeta, conocedor de cosas ocultas. Más tarde se pregunta si no será el Mesías, alguien que merece toda su consideración, aunque destruya sus convicciones religiosas precedentes; alguien que le revela la recta relación con Dios.

            En el Antiguo Testamento se usa a veces la metáfora de la sed y del agua para expresar el deseo de Dios: «Como suspira la cierva por las corrientes de agua, así suspira mi alma por ti, Dios mío» (Sal 42). Ese nuevo conocimiento de Dios y de Jesús es el agua que se ha llevado la samaritana, la que no necesita el viejo cántaro, que puede quedar olvidado junto al pozo de Jacob.

Tres policías mueren por salvar a un borracho (Romanos 5,1-2.5-8)

            Ocurrió en La Coruña en la madrugada del 27 de enero de 2012, cuando un universitario eslovaco, con más cubatas de la cuenta, se empeñó en bañarse por la noche en la playa a pesar de que las condiciones del mar lo desaconsejaban. Cuando se estaba ahogando, tres policías se lanzaron al agua para salvarlo. Los tres murieron ahogados, igual que el muchacho. Me indignan estas personas irresponsables que ocasionan la muerte de gente inocente, mejores que ellos.

            Pero este hecho me trae a la memoria las palabras de Pablo en la segunda lectura: «Por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros». Nosotros nos parecemos al universitario borracho; si arriesgamos estúpidamente nuestra vida, nadie debe perder la suya por salvarnos. Sin embargo, eso es precisamente lo que hizo Jesús y lo que celebraremos en la próxima fiesta de Pascua. Algo que nunca podremos agradecer debidamente.

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Tercer Domingo de Cuaresma. 12 Marzo, 2020

Domingo, 12 de marzo de 2023
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«Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que quienes quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.

Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.”

(Jn 4,’5-42)

Damos un paso más en este camino de la Cuaresma y dejamos atrás el monte, el día de retiro y convivencia, el día de intimidad y experiencia de Dios.

El evangelio de este domingo nos planta en medio de Sicar, un pueblo de Samaría. Junto a un manantial a una hora tranquila. El paisaje de hoy es un encuentro.

Un hombre junto a un pozo y una mujer con un cántaro. Jesús que, una vez más, se ha querido quedar solo. Dice el texto que estaba cansado del camino.

Quizá también nosotras a estas alturas de la Cuaresma también necesitamos sentarnos junto a un pozo y descansar. Y si además de descansar llega alguien que nos puede dar un poco de agua todavía mejor.

Así pasó aquella tarde. Jesús cansado junto al pozo ve llegar a una mujer y le pide de beber. Provoca un encuentro. Se cuela en la vida de esta mujer y la transforma.

Todo el diálogo entre Jesús y la mujer es precioso y profundo, daría para muchas páginas de reflexión, pero sobre todo, para muchos ratos de oración. Nos introduce de lleno en esa manera de adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Una manera de relacionarnos con Dios que supera y trasciende geografías, culturas e incluso religiones. Que desborda leyes, preceptos y normas.

El Dios que nos anuncia Jesús se nos escapa del Templo y sobre todo de sus mentiras y anda de pueblo en pueblo, de corazón en corazón con la verdad desnuda.

Oración

Danos, Trinidad Santa, el agua de tu Espíritu, el agua de la verdad que apaga nuestra sed. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Ni en este monte, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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 samaritanaDOMINGO 3º DE CUARESMA (A) Jn 4,5-42

Hoy y los dos próximos domingos vamos a leer evangelios de Juan: La Samaritana, el ciego de nacimiento y Lázaro. El “yo soy” de Juan, se repite en los tres: yo soy agua viva, soy luz, soy vida. Todo son símbolos que quiere trasmitirnos la teología, más avanzada del NT. El relato de hoy es una catequesis que invita al seguimiento de Jesús como dador de Vida. Ni en este templo, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo se puede dar el verdadero culto a Dios. Nuestro culto es idolatría.

Jesús se encuentra de paso por Samaria. Samaria y Galilea eran una misma nación antes de su división. Aunque tenían los mismos antecedentes religiosos, su trayectoria había sido muy distinta. Por eso, los samaritanos eran despreciados por los judíos como herejes. El peor insulto para un judío era llamarle samaritano.

Jesús va ocupar el lugar del pozo. Él es el agua viva, que va a sustituir la Ley y el Templo. La sustitución de Templo y Ley por Jesús es la clave de todo el relato. La mujer no tiene nombre, representa la región de Samaría que va a apagar su sed en la tradición. Jesús está solo. Se trata del encuentro del Mesías con Samaría, la infiel. El profeta Oseas de Samaría había denunciado la prostitución de esta tierra.

Jesús toma la iniciativa y pide de beber a la Samaritana. Se acerca a la mujer implorando ayuda. Ella tiene lo que a él le falta y necesita, el agua. Es lógica la extrañeza de la mujer. Jesús acaba de derribar una doble barrera: la que separaba a judíos y samaritanos y la que separaba a hombres de mujeres. Se presenta como un ser humano sin pretensiones. Reconoce que una mujer puede aportarle algo.

Jesús le ha pedido un favor, pero es para corresponder con otro mucho mayor. Jesús se muestra por encima de las circunstancias que separan a judíos y samaritanos; se niega a reconocer la división, causada por las ideologías religiosas. La mujer no conoce más agua que la del pozo (la ley) que solo se puede conseguir con el esfuerzo humano. No ha descubierto que existe un don de Dios gratuito.

El agua-Espíritu que da Jesús se convierte en manantial que continuamente da Vida. Esa Vida contiene la energía suficiente para desarrollar a cada ser humano desde su dimensión personal más profunda. No se trata de añadidos externos (Ley). El Hombre recibe Vida en lo profundo de su ser. Como el agua hay que extraerla del pozo, el agua del Espíritu hay que sacarla de lo hondo de uno mismo.

La dificultad de comprender el mensaje está muy bien expresada con el equívoco que se mantiene durante la conversación. Juan es un experto en la utilización de la falsa comprensión de un aserto para insistir en la explicación. Jesús habla de la Vida y la Samaritana habla del agua para beber. La mejor demostración de que mantenemos la ambivalencia es que la primera lectura es el pasaje del Éxodo donde la prueba de que Dios está con el pueblo es que les dé agua para beber.

El sentido de los versículos, que se refieren a los maridos, hay que buscarlo en el trasfondo profético, que nos lleva a la infiel relación de Samaría con Dios. En Os 1,2 la prostituta y en Os 3,1 la adúltera, son la imagen del reino de Israel que tenía a Samaría como capital. Su prostitución consistía en haber abandonado a Dios, con el que había hecho una ‘alianza’ y haberse ido detrás de cinco ídolos.

Los samaritanos eran descendientes de dos grupos: a) resto de los israelitas que no fueron deportados cuando cayó el reino del norte en el 722 a, C.: b) Colonos extranjeros traídos de Babilonia y Media por los conquistadores. Estos trajeron sus dioses que, con el tiempo, fueron aceptados por todos de los habitantes.

El número 5 es simbólico: Los samaritanos admitían solo los 5 libros del Pentateuco. Los colonos traídos por los asirios eran de 5 ciudades y de cada una habían traído su propio dios. En 2 Re 17,24 se mencionan 5 ermitas en Samaría. Se usaba el término “Ba´al” (señor) para designar al esposo. Samaría ha tenido cinco dioses, y el que tiene ahora (Yahvé) al compartirlo, tampoco es su dios.

Samaría se ha entregado a otros maridos-señores-dioses. Está alejada de Yahvé. Debe recuperar su verdadero esposo (Dios). Os 2,18: “Aquel día… me llamarás esposo mío, ya no me llamarás baal mío. Le apartaré de la boca los nombres de los baales”. Jesús le dice que su culto está prostituido. Ella pasa al tema del templo.

En Jesús se personifica la actitud de Dios que no ha roto con Samaria, sino que la busca. El agua tradicional (Ley) no había conseguido apagar la sed del pueblo que seguía buscando. La búsqueda le había llevado a la multiplicidad de maridos-señores-dioses. El agua que da Jesús es el encuentro definitivo con Yahvé.

La Samaritana descubre que Jesús es un profeta. La imagen de profeta que tiene la mujer es la de (Dt 18,15) profeta semejante a Moisés (Taheb) que restauraría el verdadero culto. La mujer sigue aferrada a la tradición “nuestros padres”. Piensa que hay que encontrar la solución sin salir de lo antiguo, que es la única realidad que conoce. No ha descubierto aún la novedad de la oferta de Jesús.

Jesús parte de una perspectiva muy distinta. También el templo de Jerusalén está prostituido. Las dos alternativas son equivocadas. Su oferta es algo nuevo. Se trata de un cambio radical. Jesús mismo será el lugar de encuentro con Dios. Dios adquiere un nombre nuevo: “Padre“. Esta paternidad excluye privilegios. Esta relación con Dios directa, sin intermediarios, hará posible la unidad.

“Dios es Espíritu”. Debemos tener en cuenta que ‘Espíritu’, desde la mentalidad griega, significa simplemente un ser no material. Desde la mentalidad judía, tiene una gama de significados mucho más rica. Significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, Vida. El agua viva es la experiencia constante de la presencia y el amor del Padre. Padre, porque comunica su Vida, trasformando al hombre en Espíritu.

El culto antiguo exigía del hombre una renuncia de sí. Era una humillación ante un Dios soberano. El nuevo culto no humilla, sino que eleva al hombre, haciéndole al Padre. El culto antiguo subrayaba la distancia; el nuevo la suprime. Dios no necesita ni espera dones. Los samaritanos aceptan a Jesús y le piden que se quede un tiempo con ellos. Los herejes están más cerca de Dios que los ortodoxos judíos.

Meditación

Dios es todo Espíritu y solo Espíritu.
Como Espíritu (Neuma, Ruaj) está difundido por toda la realidad.
Adorarle en espíritu, es tomar conciencia de lo que es en nosotros.
Es experimentarlo como el aspecto fundamental de nuestro ser.
Como verdadero centro del ser, irradia el resto de nuestro ser.
Como Absoluto, nos invade, identificarnos con él.

Para profundizar

1) Ni en Garicín ni en Jerusalén ni en Roma ni en la Meca ni en Prado Nuevo,
nuestro culto sigue siendo idolátrico.
Seguimos cosificando y localizando a Dios.
2) Dios es Espíritu. No es un espíritu más.
Es el Único Espíritu que lo llena todo.
Es la Única Realidad. Lo que no es Realidad es apariencia.
Yo mismo soy esa Realidad y nunca dejaré de serlo.
Lo que creo ser, es una ilusión que me he creado.
3) No tiene sentido buscar lo que siempre he sido.
Si creo que lo he encontrado, me he fabricado el ídolo.
4) Soy el pez que busca desesperadamente el océano.
Soy la ola que nunca deja de ser mar.
Si me considero ola, pensaré que nada sería sin el mar.
5) Nunca podrás conseguir lo que ya eres.
Esta es la mayor trampa de la espiritualidad.
Nunca vas a ser más de lo que en este instante eres.
6) Abandona toda búsqueda y queda donde estás.
Toma conciencia de que eres el Absoluto sin limitaciones.
Vive la Realidad que eres sin complejos ni miedos.
7) Abandona todos tus proyectos y programaciones.
En este instante eres lo que siempre has sido y lo que siempre serás.
No existe ningún dios-ídolo que te pueda dar nada.
8) No esperes nada porque tu vaso está colmado.
Derrámate en los demás sin miedo, nunca podrás ser menos.
Nunca más sientas sed porque el Agua Viva te llena.
9) Confía en lo que eres y no en lo que puedes llegar a ser.
Vive en la paz absoluta porque nada ni nadie te puede aniquilar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Palabra y eucaristía.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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SAMARITANA_Y_JESUSJn 4, 5-42

«El que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed»

Con este signo, Juan nos viene a decir que tan importante como es el agua para la vida normal, lo es Jesús para la vida humana. Jesús es el agua, Jesús es la Palabra que nos conforta y da sabor a nuestra vida; la que se convierte en la luz para que no tropecemos y en alimento para el camino; la que nos anima a tener esperanza a pesar de la muerte… la que está concebida para llevar al mundo a su plenitud.

Hoy el mundo está herido de muerte, y el simple sentido común nos permite afirmar que sus criterios acabarán de rematarlo. El cambio climático es ya una certeza que avanza a mucha más velocidad que la pronosticada en los peores augurios, y con él, las sequías, las pérdidas de cosechas, la destrucción de los fondos marinos, la escasez de recursos necesarios para la vida, las migraciones masivas, los conflictos para acceder a esos recursos… el hambre… la muerte…

Y no solo eso, porque las relaciones humanas también están sumidas en una crisis profunda y angustiosa. La deshumanización de nuestra sociedad, la mercantilización de toda actividad humana, la sacralización de la cultura de la muerte y el conflicto, el deterioro de la convivencia o la desigualdad trágica que lleva a unos a derrochar y a otros a morir de hambre, son hechos que nos deben hacer reflexionar, porque en lugar de mejorar, van a peor, y a un ritmo que nos produce vértigo.

También nos dice el sentido común que los criterios de Jesús pueden librar al mundo del desastre al que parece abocado, y en esta coyuntura, los cristianos podemos optar por alinearnos con el mundo, o ponernos de perfil, o ser fieles a nuestro compromiso con la misión y empezar a dar testimonio en serio de los criterios evangélicos. Pero para poder hacerlo debemos estar guiados y alimentados por la Palabra; dispuestos a responder a ella… y esto implica que primero debemos conocerla. El problema es que hemos dinamitado los cauces de transmisión de la Palabra y corremos el riesgo de que se convierta en patrimonio de media docena de eruditos iniciados.

Hubo un tiempo, y no lejano, en que el contacto de los cristianos con la Palabra era permanente, porque cada domingo asistían a la eucaristía y allí se leía el evangelio y se comentaba. Y eso se manifestaba en sus vidas. Había una forma específicamente cristiana de vivir que todo el mundo identificaba como tal y que, sin duda, contribuía a humanizar el mundo. Pero en un momento dado, la eucaristía dejó de constituir el centro de la vida cristiana, los templos se vaciaron, se perdió el contacto con la Palabra, y esa actitud de servicio motivada por la relación permanente con ella dejó de ser la norma para convertirse en excepción.

Tampoco está funcionando la cadena secular de transmisión de la Palabra de padres a hijos porque los padres la desconocen. Por eso necesitamos recuperar la eucaristía por encima de todo; y si ya no nos sirven los argumentos de antaño, procuremos recuperar sus orígenes. La vida de las primeras comunidades cristianas giraba en torno a “la cena del Señor”. Allí se reunían, se confortaban mutuamente, atendían las necesidades, leían la Palabra… y eran contagiosos, y en su seno no había pobres.

Oímos hablar de muchos y variados problemas de la Iglesia, pero muy poco, o nada, de la amenaza real de la pérdida de la Palabra, y quizás sería oportuno hacerse esta pregunta: ¿No estaremos colando el mosquito y tragándonos el camello?

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La samaritana y Jesús. Un encuentro más allá de lo esperado.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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Jesús-enseña-a-una-mujer-Samaritana1Juan 4, 1-41

El evangelio de Juan, antes de narrar el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, informa de que Jesús había abandonado el territorio de Judea y se volvía a Galilea debido a la incomprensión que había experimentado por parte de quienes se aferraban a las cosas tal como habían sido siempre y no querían abrirse a la novedad que él proclamaba (Jn 3, 22-4, 3). Por eso, para seguir posibilitando que su mensaje siga siendo Buena Noticia para todas y todos, se pone de nuevo en camino.

Al atravesar la región de Samaria, hizo una parada en Sicar junto al pozo de Jacob donde una mujer de la zona llegó a coger agua (Jn 4, 7). Como judío, Jesús se encuentra en un lugar poco seguro, pues judíos y samaritanos estaban enfrentados por su diversa manera de entender la común religión (Jn 4, 9). El diálogo comienza a partir de una sencilla petición de Jesús: dame de beber, presentándose así ante la mujer sin prejuicios y expresando con sencillez su necesidad (Jn 4,7).

A la mujer le sorprende la osadía de Jesús y se lo hace saber: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Jn 4, 9). Estas palabras traducen con nitidez los obstáculos que las formas estáticas de pensar y de actuar generan en el encuentro entre los seres humanos y la prevención instintiva que nos produce lo diferente, lo que no responde a lo que consideramos adecuado o válido.  Jesús, por su parte, con su sencilla petición le propone “cambiar las reglas del juego” e iniciar un diálogo desde otra perspectiva, con nuevas preguntas y respuestas insospechadas.

Jesús no justifica su atrevimiento, sino que la desafía de nuevo, cuestionándole su modo condicionado de ver a Dios y su incapacidad para ver la novedad que podía surgir en el encuentro: “¡Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice ‘dame de beber’, tú le habrías pedido y te habría dado agua viva!” (Jn 4, 10).

La samaritana tiene dificultad para comprender las palabras de Jesús porque no es capaz de ubicarlas en ningún lugar conocido. Ella solo puede interpretarlas desde su tradición y su cotidianeidad: “Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de dónde sacas agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos legó este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?” (Jn 4, 11-12). Pero el Dios que se revela en Jesús es don, gratuidad, derroche… vida que no se deja atrapar en “los pozos” donde siempre hemos ido a beber, en los que saciamos nuestras preguntas, refrescamos nuestras ideas y conceptos  y abrevamos nuestras costumbres y rituales cada día. Jesús cuestiona ese modo de proceder y nos invita a dirigirnos al manantial donde todo fluye y nada se estanca, a ese manantial que “brota para producir vida eterna” (Jn 4, 13-14), porque lo propio de Dios no es la eterna estabilidad sino el continuo dinamismo que nos acoge en nuestras circunstancias, en el crecimiento y el límite, en los avances y retrocesos.

La mujer por fin descubre el valor de la propuesta de Jesús y la desea, pero busca recibirla desde fuera, que sea otro el que se la proporcione: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla”  (Jn 4, 15). Pero Jesús la invita a hacer un camino interior, personal acogiéndola sin prejuicios, sin culpabilidades (Jn 4, 16-18). El dialogo con él la va llevando a encontrarse consigo misma, con sus heridas, con sus miedos, pero también con sus posibilidades y riqueza. Poco a poco va descubriendo en Jesús un horizonte más amplio para su existencia y se atreve a hacerle la pregunta, que le permitirá abrirse a una nueva conciencia no sólo de sí misma sino del Dios que la sustenta: “Señor, veo que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, pero vosotros decís que el sitio donde hay que adorar está en Jerusalén” (Jn 4, 19-20).

En su respuesta Jesús le ofrece algo más de lo que ella esperaba, invitándola a buscar a Dios más allá de los espacios acostumbrados, de las fronteras que separan lo sagrado de lo profano. Ella le interroga sobre el lugar adecuado para Dios en la historia y él le propone encontrarlo en “espíritu y verdad” (Jn 4, 21-24), es decir, en el camino de la vida, a través de los procesos de discernimiento, desde una nueva conciencia más holística del mundo y del cosmos.

Las palabras de Jesús, leídas desde nuestro hoy, no solo denuncian la falsedad de una religión centrada en sus propias seguridades, sino que está proponiendo una nueva experiencia religiosa que, sustentada en el dinamismo creador de la Ruah de Dios, nos impulsa a salir de lo conocido para abrirnos a acoger las semillas del Reino que preñan nuestro mundo y nos sostiene para vivir en él como agentes transformadores y corresponsables de su presente y de su futuro.

La samaritana, a través del encuentro con Jesús, descubre lo más auténtico de sí misma y es capaz de conocer a Jesús de forma diferente, creer en él con una fe renovada. Su descubrimiento la dinamiza y le hace abandonar el pozo y su cántaro y regresar a su ciudad, con una mirada nueva y una palabra de anuncio (Jn 4, 28-29).

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Lo que apaga la sed

Domingo, 12 de marzo de 2023
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F28B6875-9AC9-40D6-8D20-7C433101AD15Domingo III de Cuaresma 

12 marzo 2023

Jn 4, 5-26

En este hermoso relato, seguramente creado por el autor del evangelio, se pone en boca de Jesús una afirmación sorprendente: ofrece un agua que apaga la sed de modo definitivo. ¿Qué agua es esa?

Como sabemos, la sed habla del anhelo humano -el humano es un ser anhelante- y el agua se refiere a la plenitud que puede saciarlo y, también, al modo de alcanzarla.

La enseñanza religiosa cristiana ha entendido que la plenitud se alcanzaba gracias a la fe en Jesús. Él sería el único salvador y el portador de aquella agua “que salta hasta la vida eterna”. Lo cual encaja bien con una creencia humana bastante generalizada, sobre todo en la época en que se escribe el evangelio, según la cual, la respuesta a nuestro anhelo debemos buscarla fuera, en un dios que nos salve. Creencia que conecta de modo inmediato con lo que es la experiencia infantil.

Sin embargo, parece claro que no hay “algo” -ningún objeto, ni siquiera divino- que sacie nuestro anhelo y mucho menos que venga de “fuera” (¿de dónde?). Nuestra plenitud no es algo ni viene del exterior. Nuestra plenitud consiste en ser lo que somos y el camino para verla es la comprensión.

Lo que apaga la sed de modo definitivo es la comprensión experiencial de lo que somos. Una vez comprendido, todo se ilumina, ya estamos en casa. Luego habrá de continuar nuestra existencia cotidiana, con todas las limitaciones que conlleva, pero habrá cambiado algo decisivo.

A falta de esa comprensión, vivimos entre brumas de creencias, atados en todo caso a la suerte del yo, con el que nos habíamos identificado. La comprensión nos permite caer en la cuenta de que no somos el yo -otro objeto más dentro del campo de la consciencia-, sino la consciencia misma, siempre a salvo.

Seguiremos viendo cómo el yo -nuestro cuerpo, mente y psiquismo- sigue sintiéndose afectado por lo que nos sucede: somos seres sintientes. Pero estaremos capacitados para vivirlo desde la comprensión que nos desvela que nuestra verdadera identidad -una con la vida y con la Totalidad- es inafectada. La comprensión nos habrá regalado plenitud y la clave para vivir con acierto.

¿Dónde busco la respuesta a mi anhelo profundo?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra, (Luis Rosales)

Domingo, 12 de marzo de 2023
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samaritan-woman-with-jesusDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. La sed

    Este tercer domingo de cuaresma nos ofrece en la primera lectura y en el Evangelio el tema de la sed y el agua del ser humano.

    El relato del encuentro de Jesús con la samaritana es una larga y densa catequesis de San Juan sobre el Yo soy. En este caso “Yo soy” el agua con la que ya no tendremos más sed.

La sed de la samaritana y la de Jesús es la misma sed de todo ser humano: es nuestra insatisfacción radical que no puede ser saciada por nada humano.

En forma más oracional podemos leer en la Biblia: tenemos “sed del Dios vivo” (Salmo 42,3), sed que brota en nuestra tierra reseca, angostada, sin agua, (Salmo 63,2).

    Tenemos una gran sed de vida, de felicidad, de infinitud.

Cuando vemos esos grupos de jóvenes que salen de la discoteca al amanecer, son como un reflejo de la sed de la samaritana y de todo ser humano. Cuando vemos los aeropuertos abarrotados de turistas, algo de eso es la sed de felicidad humana.

    También podríamos decir que tenemos sed de Dios, ya que nuestra sed solamente se sacia con el Absoluto.

    Fácilmente podríamos también eludir la cuestión y decir que mucha gente no cree en Dios y vive. Es verdad, pero “con reparos”.

    ¿Tendría razón el filósofo francés JP Sartre (1905-1980) cuando decía que el hombre es una pasión inútil, una sed inútil? Buscamos pero no nos satisfacemos con nada.

Sin embargo es verdad que el agua no existe porque yo tenga sed, pero el agua existe. También existe un agua que satisface la sed infinita del corazón humano.

02.- ¿Con qué satisfacemos nuestra sed?

También nosotros acudimos como la samaritana al “pozo de Jacob”. El pozo de Jacob significaba mucho en Israel: era la memoria histórica del pueblo. Israel era ya un pueblo milenario y el pozo de Jacob era uno de los símbolos de la nación y de la ley.

(El Pozo de Jacob era el símbolo de la unidad nacional judía, la ley, algo así como un signo del Parlamento actual).

Pero el que vuelva a beber, quien o cuando pretendemos saciar nuestra sed de absoluto con agua del Pozo de Jacob, de la política, de los parlamentos, del consumismo, etc., volvemos a tener sed.

Quizás pretendemos saciar nuestra sed con los cinco maridos, que no es una cuestión matrimonial, sino que son los cinco ídolos (baales) a los que adoraban los samaritanos (Samaria). Tales ídolos-maridos pueden ser hoy en día el dinero, el placer, el racismo, el Imperio, etc… Pero volvemos a tener sed

Nosotros acudimos compulsivamente como la samaritana a beber del agua de los esquemas de vida –de las instituciones- de los esquemas culturales en que la sociedad y los grupos religiosos nos insertan. Seguimos acudiendo al “pozo de Jacob” del dinero, de una vida en dispersión, consumista, a un consumo capitalista, también religioso.

El ser humano no puede vivir humanamente de cualquier agua y de cualquier pan.

¿Con qué agua nos saciamos? ¿De qué pan nos alimentamos en la vida?

Hace unos días decía el premio Nobel de física, Albert Fert en el periódico “El Diario Vasco” que: “estamos creando una generación más educada, pero más insatisfecha”. Es posible que las nuevas generaciones sepan más que las anteriores, pero la insatisfacción y la sed es mayor y se refleja en el estilo de vida, en los trastornos mentales (Osakidetza), en el alto índice de suicidios.

Estamos llenando la vida de ídolos, que no satisfacen.

La sed de la samaritana es una constante en la humanidad.

El que beba de esa agua, volverá a tener sed.

03.- JesuCristo el agua de vida eterna.

Jesús se sienta en el brocal del pozo de Jacob.

Las instituciones político, eclesiásticas, culturales pretenden arrogarse la posesión del agua” que satisfaga las masas. Sin embargo el pueblo, el ser humano sigue teniendo sed. Ninguna institución puede sustituir el agua definitiva, Cristo.

Jesús se remonta hasta los orígenes de Israel y evoca el Éxodo:

  • Vuestros padres comieron del maná y murieron.
  • El que beba del agua de estas instituciones volverá a tener sed.

Jesús trata de centrar a la samaritana en Dios, intenta que aquella mujer –como todos nosotros- calme su sed con el agua de Dios que salta hasta la vida eterna.

04  Xto es el agua de vida eterna.

    El relato  de la samaritana nos muestra el proceso de esta mujer para llegar al agua de vida eterna. El texto va in crescendo y la samaritana dice que Jesús es

Jn 4,9     Tú, que eres judío… (Jesús hombre judío)

4,11.15 Señor (Kyrie)

4,19    Profeta.

4,25    Mesías.

4,26    YO SOY, el que habla contigo.

El agua de vida eterna no es el Pozo de Jacob, ni tan siquiera el Templo de Jerusalén / Garizim (Samaria), ni el sistema eclesiástico, ni el mero desarrollo económico, sino que el agua es Cristo y a él llegamos no en este templo de Garizím o Jerusalén o tal catedral, sino que al agua de vida eterna llegamos en espíritu y verdad, siendo honestos, honrados de la vida.

    Jesús se muestra como el agua de vida: Soy yo, el que habla contigo.

    Jesús se muestra como: “Yo soy” (v 26).

    Estamos ante la densa teología de san Juan que presenta a Cristo como Yo soy: el pan, el agua, la luz, el camino, la resurrección, el buen pastor, etc.

    Cristo es el salvador del mundo. (Jn 4,41).

    Es importante en la vida sentir sed, es importante buscar el agua viva, y es importante que lleguemos a las fuentes de donde brota esa agua.

    Resulta un tanto llamativo en el evangelio de San Juan que, quien es el agua de vida eterna, termine en la cruz diciendo: Tengo sed. Y de su costado brotó sangre de redención y agua de vida…

    Quizás puede brotar en nosotros la humilde oración de la samaritana: Señor, dame siempre de esa agua para que no vuelva a tener más sed. Tenemos sed, queremos vivir bien, ser felices, pero no acertamos. Es natural que nos acerquemos a fuentes y “pozos de Jacob”, que no sacian nuestra sed: Señor, dame de beber. Conduce nuestras vidas hacia fuentes tranquilas, (Salmo 22).

 

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“Espiritualidad, gnosticismo y comprensión (II)”, por Enrique Martínez Lozano..

Martes, 21 de febrero de 2023
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60153170-D669-4D9B-85F9-ECFCBE5BAF05La pregunta central es esta: ¿cómo podemos llegar a comprender lo que realmente somos y, de ese modo, a la liberación de la ignorancia y a la experiencia de la plenitud (que las religiones llamaban “salvación”)?

Como quedó insinuado en la primera parte, me parece que podemos estar de acuerdo en que solo hay dos modos de acercarnos a la realidad no material: uno es el camino de las creencias, el otro es el camino de la comprensión experiencial.

Ahora bien, la creencia es solo un constructo mental que, en algún momento hemos recibido, de una forma u otra y al que nos hemos adherido. Es precisamente la adhesión personal la que convierte un pensamiento en una creencia, hasta el punto de otorgarle un estatus de hecho. Pero, mirando con atención, descubrimos que una creencia es siempre un conocimiento de segunda mano.

La comprensión, por el contrario, nace de más allá de la mente, aunque posteriormente se tematice conceptualmente, es decir, se plasme un “mapa” mental. La comprensión -que no es un mero entender, ni tampoco una “doctrina secreta” o esotérica reservada al círculo de los “elegidos”– puede darse de manera gratuita y sorpresiva o puede ser fruto de la indagación y experimentación. En cualquier caso, se produce en el silencio de la mente y la suspensión del pensamiento. Comprender equivale a “ver”.

En la comprensión de lo que somos se ventila absolutamente todo lo demás. Sin ella, permanecemos en la ignorancia, la confusión y el sufrimiento. Gracias a ella, reconocemos ser lo que somos y eso transforma de manera radical y liberadora nuestro modo de ver, de actuar y de vivir. Quien comprende, es en profundidad.

Este es el camino espiritual: el camino que conduce a la comprensión, y que se halla al alcance de todo ser humano que quiera comprometerse honestamente en la búsqueda de la verdad. Lo que suele suceder es que, dado que a la mente se le escapa lo que es la “comprensión” -porque trasciende la mirada mental y requiere activar la mirada espiritual-, la confunde, la trivializa y, con frecuencia, la ridiculiza. Lo cual también suele ser tan frecuente entre los humanos como la tendencia a etiquetar: ridiculizar lo que se desconoce.

La espiritualidad genuina no es una creencia gnóstica ni adolece de aquellos rasgos gnósticos que he mencionado. Es un camino humilde que no tiene otra pretensión que la de buscar -y ayudar a buscar- apasionadamente la verdad, a través de propuestas o pautas que han sido desarrolladas por las grandes tradiciones sapienciales de la humanidad a lo largo de su historia. Sin embargo, todo ese bagaje ancestral no se asume en ningún momento como una “creencia”, sino como una oferta e invitación a indagar por uno mismo.

Más allá de etiquetas y de contenidos que han podido asociarse a ese término, espiritualidad es, a la vez, nuestra dimensión de profundidad y el camino que nos permite a todos, más allá de creencias de un tipo u otro, volver a casa, comprender y experimentar la plenitud que somos.

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Espiritualidad, gnosticismo y comprensión (I)”, por Enrique Martínez Lozano.

Sábado, 18 de febrero de 2023
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60153170-D669-4D9B-85F9-ECFCBE5BAF05Suele ser habitual entre los humanos recurrir a etiquetas simplistas para descalificar, de manera rápida y tajante, aquellas posturas que discrepan de las propias. Las etiquetas denotan pereza intelectual, pero resultan eficaces, porque evitan el trabajo riguroso que supone estudiar a fondo una propuesta, analizarla en profundidad y entrar en diálogo con ella. Es mucho más fácil y más cómodo “cargarse de razón” y descalificar aquello con lo que no comulgo.

Una de las etiquetas más recurrentes que se aplican a la espiritualidad no religiosa -liberada de la tutela de la religión- es la de “gnosticismo”. Tal espiritualidad -vienen a decir- no aporta nada nuevo -el gnosticismo es muy antiguo- ni nada valioso -se da por supuesto que ya se demostró la mentira gnóstica-, por lo que ni siquiera vale la pena detenerse en ello.

Algún autor ha pretendido ir más lejos todavía: en un primer momento, etiqueta a la espiritualidad no religiosa como “gnóstica” y, a continuación, hace lo mismo con el gnosticismo, calificándolo de “filosofía parásita”. Uno puede entender que se trate de un desahogo del autor, que a él le aporte tranquilidad, pero ciertamente no da razón de lo que es el gnosticismo y, menos aún, de la relación que guarda con la espiritualidad. La búsqueda de la verdad -y no la de “tener razón”- requiere un trabajo más honesto y riguroso que el recurso a la etiqueta fácil.

Para empezar, el gnosticismo no fue una filosofía uniforme, por lo que resulta imposible reducir todas sus variantes a una sola. El gnosticismo –del griego gnosis: conocimiento– alude a todo un conjunto de corrientes filosófico-religiosas, de origen oriental o asiático, en auge en los primeros siglos del cristianismo, hasta el punto de que, en cierto modo, llegó a constituir una especie de atmósfera cultural que coloreaba todo el pensamiento de la época. Prometía un conocimiento misterioso y secreto que conduciría a la salvación. Tras una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos, fue declarado herético. Contenía posturas filosóficas muy diversas; sus ideas tenían un carácter panteísta, sincretista, hermético, elitista y dualista. Hoy en día, se asocia habitualmente, de manera despectiva, al mundo de lo oculto, e incluso a la pura elucubración mental.

Toda etiqueta ha de contener alguna referencia adecuada ya que, de lo contrario, quedaría invalidada. Pues bien, si el gnosticismo y la espiritualidad tienen un punto, sería este: no llegamos a la plenitud a través de creencias, sino gracias a la comprensión.

Este sería el único punto de contacto, por lo que cualquier otra atribución -dualismo, esoterismo, hermetismo, ocultismo, elitismo, espiritualismo, desprecio del cuerpo y de la materia, etc.- resulta claramente fuera de lugar y no busca sino confundir.

En realidad, con todos los errores en que pudo incurrir, el gnosticismo, lejos de ser una “filosofía parásita”, pretendía un acceso a la verdad más allá de ideas filosóficas y de creencias religiosas, un conocimiento (gnosis) que pudiera experimentarse por uno mismo.

Por ello, dejando de lado tantísimas variantes, así como sus abundantes y exageradas elucubraciones mentales -y sin negar que, incluso en la actualidad, existan grupos que se autodenominan “gnósticos”, que sostienen ideas extravagantes y funcionan en la práctica como sectas destructivas-, en una síntesis escueta, el núcleo del gnosticismo podría resumirse en esta afirmación: La persona tiene acceso directo a la “salvación” personal o liberación y el camino es la comprensión (gnosis) de lo que somos. Afirmación que, así planteada, parece incuestionable. Porque si no se admite el camino de la comprensión, solo quedaría otro: el de la creencia (por la que creemos que lo que nos salva es…); creencias que suelen incluir mitos, como el de una salvación concedida por un ser celeste. Sin embargo, por más que durante mucho tiempo haya ocupado un lugar preeminente, cada vez vemos con más claridad que toda creencia no es más que un constructo mental y, en consecuencia, nada fiable. La comprensión, por el contrario, no se apoya en creencias, sino en la experiencia o en la indagación. Todo lo cual puede resumirse en esta frase: donde hay creencias, no hay comprensión, y donde hay comprensión, no hay creencias.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Homosexualidad. Las razones de Dios”(2): Razones para el cambio de la Iglesia.

Miércoles, 8 de febrero de 2023
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29058«Pedimos tiempo a los homosexuales. Amad a la Iglesia y, desde dentro, ayudadla a progresar en el reconocimiento de vuestro amor».

Monseñor Olivier Ribadeau Dumas.
Portavoz de la Conferencia Episcopal francesa.

Cómo anunciábamos, a comienzos del pasado mes de diciembre, el autor de este libro recientemente publicado por la Editorial San Pablo,  nos ofrece una sorpresa, la posibilidad de ir, poco a poco publicando en esta página una serie de reseñas del libro que abran el apetito y las ganas de adentrarse en él…

Un libro escrito por un buen amigo de esta página, alguien fiel a la misma y que generosamente ha ayudado a mantenerla viva… Un libro que puede resultar una buena sugerencia para regalar en cualquier ocasión… ¿por ejemplo por San Valentín?

Comparto con los amigos de “Cristianos Gays” el resumen de un nuevo capítulo del libro de mi autoríaHomosexualidad. Las Razones de Dios”, que denomino “Razones para el cambio de la Iglesia”, siendo el primer libro editado por una editorial católica (San Pablo) respecto al tema que nos ocupa.

………………………………………..

Este es el criterio actual de la Iglesia sobre la homosexualidad y los homosexuales:

1. «La condición homosexual, al no ser libremente elegida, no puede ser pecaminosa».

2. «El acto homosexual, al estar privado de su finalidad de procrear, es intrínsecamente desordenado y pecaminoso».

En el primer punto, la Iglesia ya no condena la homosexualidad por moralmente pecaminosa, pues al reconocer que «la condición homosexual no es libremente elegida», la condena queda automáticamente dinamitada. Es un paso de gran importancia.

El punto segundo, revela lo penoso que resulta que sea precisamente la Iglesia, depositaria del Amor con mayúscula, la que identifique el acto sexual con el acto reproductivo. En el reino animal, sexualidad y reproducción están íntimamente ligados, pero al llegar al ser humano, el instinto se transforma en libertad y la sexualidad eclosiona en el amor.

¿Es tan difícil para la Iglesia admitir esa conexión identitaria entre sexualidad y amor, sin tener que pasar por la procreación? El Concilio atribuyó dignidad propia a la sexualidad, cuando la descendencia esté excluida (GS 50), refiriéndose a personas heterosexuales que no son fértiles. Pero en la pareja homo (que no procrea) queda marginada y condenada su relación. Además, si la Iglesia admite los métodos naturales para evitar la procreación, ¿cómo rechazar las relaciones en las que la Naturaleza no contempla dicha procreación, como sucede en la relación íntima entre iguales?

La Iglesia ya no puede eludir la obligación de discernir, iluminada por la fe, en la realidad humana de la homosexualidad. Es un reclamo de amor y justicia que debe ser atendido. La Iglesia debe iluminar un cambio de actitudes y criterios, sin olvidar que solo ella puede hacerlo desde la Fe.

La pregunta es: ¿Qué piensa hacer la Iglesia con nosotros los homosexuales, que decidimos vivir nuestra relación en el mismo marco de amor fiel que la unión hombre-mujer? Esta modalidad de relación sexual-amorosa no está condenada en la Biblia. Lo único que se condena es la violencia (lo que intentaron los sodomitas) del mismo modo que está condenada en las relaciones heterosexuales. La aceptación de las personas LGTBI y la formación consiguiente de familias sería, sin temor a exagerar, el mayor desafío con el que se va a enfrentar la Iglesia en este siglo XXI.

Veamos lo que dice el Antiguo y el Nuevo Testamento sobre la relación afectivo- amorosa entre iguales: en el Antiguo recordamos la historia de David y Jonathan y de Ruth y Noemí, que son suficientemente elocuentes.

Pero vayamos al Nuevo Testamento. Nos centramos en la sanación del siervo del centurión (Mt 8,5-13). Llama poderosamente la atención las palabras griegas que utiliza Mateo en relación al siervo del militar romano: «entimos» y «pais», que se traducen como «mi muchacho amado». Lo primero a resaltar es que esta denominación queda fuera del lenguaje habitual de un militar hacia un esclavo. ¿Por qué le llama “mi muchacho amado” ante Jesús?

Con relación sexual o sin ella, Jesús se encuentra con un estrecho vínculo afectivo- amoroso entre dos hombres. Jesús pudo aprovechar la coyuntura para definirse sobre cómo habría de ser y no ser, la relación de amor entre dos hombres y esto es lo que sucedió:

El militar le expresa con vehemencia «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra tuya bastará para sanar a mi muchacho amado». Y el Señor le responde premiándolo, ensalzando todo lo que encerraba el corazón del centurión: amor por un igual y fe.

¿No deberían ser estas dos claves (amor y Fe) las que deberían de bastar a la Iglesia para aceptar en plenitud a quien las sintiera y manifestara amar y tener fe, aunque ese amor fuese por otro igual? A Jesús le bastó y con la curación milagrosa, «debida a la fe de un homosexual», según opina el Teólogo Xabier Pikaza, bendijo aquel amor y aquella fe y por tanto, implícitamente, aquella relación en la que “el centurión es candidato idóneo al rótulo actual de homosexual”, concluye Pikaza.

Por último, destacar las declaraciones de 20 obispos y cardenales de Europa, África y América que apoyan y acogen explícitamente el movimiento LGTBI. Entre todas destaco al fallecido Arzobispo de Ciudad del Cabo y Nobel de la Paz, Desmond Tutu: «A muchos de nosotros nos produce angustia imaginar que Dios puede crear a alguien y decirle: “te odio por cómo te he hecho”. No quisiera ir a un cielo que fuera homófobo. No, mejor me disculparía y diría que quiero ir a otro lugar. Con gran dolor contemplo la represión de hermanos africanos cuyo único crimen es practicar el amor. El odio, en ninguna de sus formas tiene lugar en la casa de Dios».

Raúl Vera, obispo de Saltillo (Méjico), declaró en 2019, refiriéndose a los homosexuales: «Este banquete de la Eucaristía es para ustedes que tantas veces saborean el desamor, desprecio y odio».

El Arzobispo de Múnich y Presidente de la Conferencia Episcopal alemana, además de estrecho colaborador del Papa, Reinhard Marx, al periódico Angsberger Algmeine, expresando públicamente sentirse arrepentido de no haber actuado en contra de la ley que prohíbe la homosexualidad en Alemania, declarando que «La Iglesia no ha sido precisamente pionera en la defensa de los derechos de los homosexuales», añadiendo que «Debemos expresar nuestro arrepentimiento por no oponernos a la persecución de los homosexuales. La legislación del matrimonio homosexual no constituye un ataque a la Iglesia», concluyendo que «La historia de los homosexuales en nuestra sociedad es una historia pésima, porque hemos hecho mucho para marginarlos. Debemos pedirles perdón, pues no se puede decir que la relación entre dos hombres, si son fieles, no tiene ningún valor».

Es gratificante recoger lo expresado por el obispo brasileño Antonio Carlos Cruz Santos: «Si la homosexualidad no es una enfermedad, si no es una elección, desde la perspectiva de la fe, solo puede ser un Don. El Evangelio por excelencia es el Evangelio de la inclusión. Es una puerta sí, pero siempre está abierta». Añadiendo: «El homosexual puede vivir su orientación de una forma digna y ética o de la forma promiscua, pero la promiscuidad puede vivirse en cualquier orientación sexual. Si la persona no elige ser gay, la atracción por el mismo sexo solo puede ser un regalo de Dios, pero quizás nuestros prejuicios nos impiden recibir ese Don».

Monseñor Olivier Ribadeau-Dumas, portavoz de la Conferencia Episcopal gala, expresó: «En la relación amorosa de dos personas del mismo sexo, hay algo de Dios que habla allí. Entiendo lo impacientes que estáis los homosexuales. Dadnos tiempo. Amad a la Iglesia y, desde dentro, ayudadla a progresar en el reconocimiento de vuestro amor».

Igualmente, emocionan las declaraciones del obispo auxiliar de Detroit, ya jubilado, Thomas John Gumbleton: «Creía firmemente que mi homosexualidad era una elección mía y por tanto un pecado. Mi punto de inflexión fue cuando mi propio hermano, casado y con cuatro hijos, salió del armario».

Por último, resaltar el trabajo de laicos muy comprometidos, como los asociados en CRISMHOM en Madrid o la página en Internet de «Cristianos Gays», coordinándose con grupos ecuménicos y laicos.

La esperanza se abre camino. El conjunto de las anteriores declaraciones, todas ellas inclusivas, pueden ser el comienzo de un nuevo paradigma eclesial que aborde el tema que nos ocupa con una sensibilidad que se abre camino en amplios sectores de la Iglesia, sin posible vuelta atrás.

El autor, Miguel Sánchez Zambrano

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