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Entradas Etiquetadas ‘Espiritualidad’

Las parábolas vegetales.

Domingo, 23 de julio de 2023
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Mt 13, 24-43

«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza…»

Nunca me dejan de sorprender esas fotos que muestran templos orientales construidos con enormes sillares de roca, y ahora engullidos por la selva y destruidos piedra a piedra por la fuerza avasalladora de ramas y raíces. Es increíble que algo tan aparentemente blando e inofensivo nacido de una semilla frágil e insignificante, acabe imponiéndose con el paso del tiempo a lo que en principio había nacido para ser indestructible.

Pero así es.

Jesús creía en el poder incontenible de la semilla y plasmó su creencia en ese conjunto de parábolas singulares a las que llamamos “parábolas vegetales”. Cada una de ellas tiene su propio mensaje particular, pero de su conjunto podemos sacar dos conclusiones comunes: la primera y más importante es que el Reino no crece por la fuerza del dinero o la imposición del poder, sino que se siembra y crece por la fuerza interior de la Palabra.

La segunda es que la humanidad nunca va a alcanzar su plenitud si se limita a buscar la justicia promulgando leyes y amenazando con castigos. Es necesario cambiar el corazón de las personas sembrando en ellos el perdón, la compasión y el servicio. Las leyes coartan, pero no cambian el corazón y el mal persiste en ellos a pesar de los castigos.

Jesús hablaba en parábolas porque el lenguaje parabólico permite decir lo más profundo que se puede decir de Dios y del ser humano; aquello que no se puede expresar sino mediante este lenguaje. Intenta con ellas anunciar y presentar lo “divino” en el lenguaje humano; trata de facilitar a los oyentes esa otra dimensión de la realidad que no se ve, y que no puede enunciarse directamente en lenguaje terreno.

El resultado es que a través de las parábolas Jesús hace la mejor teología de la historia de la humanidad; una teología que no está reservada a los sabios e iniciados, sino al alcance de todos; principalmente de los humildes. Con demasiada frecuencia, los sabios complican su sencillez extrema y emborronan el mensaje.

Refiriéndonos ya a las dos parábolas del evangelio de hoy, la mostaza es un arbusto peligroso que invade los campos en los que cae. Es muy probable que con ella Jesús estuviese mostrando su confianza en que los criterios del Reino iban a acabar por imponerse a las viejas estructuras religiosas de Israel, y no es casual que lo haga delante de escribas y fariseos que sin duda estaban allí y acusaron el golpe.

La otra parábola —la cizaña— se presta a ser mal interpretada, y de hecho se suele interpretar muy mal: “En el mundo hay buenos y malos que viven mezclados los unos con los otros, pero, al final, Dios los separará y condenará a los malos al fuego”. Una interpretación muy desafortunada y alejada de la realidad. El bien y el mal son fuerzas contrapuestas que luchan tenazmente en nuestro interior, y en esa lucha, unas veces vence una y otras, la otra. Nadie está libre del mal, o como decía Ruiz de Galarreta: «No hay justos y pecadores, sino solo pecadores amados por Dios».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer otro comentario sobre este evangelio publicado en fe adulta, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Las parábolas, imágenes para un sueño.

Domingo, 23 de julio de 2023
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the-passion-fox-netflix-644x362Mt 13, 24-30

Mateo en el capítulo 13 de su evangelio nos presenta a Jesús narrando a su auditorio una serie de parábolas a través de las cuales, dice el evangelista, les va exponiendo muchas cosas (Mt 13, 3). Las historias que propone reflejan el contexto agrario de la Palestina del siglo I y posiblemente para un lector o lectora del siglo XXI resulten lejanas e incluso le resulte difícil captar su carga profética. Pero lo importante está en ir más allá del ejemplo y sintonizar con la propuesta de fondo, con la mirada que propone, con el desafío que lanza.

Cuando Jesús presenta su enseñanza a través de parábolas no pretende ofrecer enigmas difíciles de resolver ni mensajes ocultos que haya que desvelar. Él busca ofrecer esperanza y sentido a quienes ven sus vidas destruidas, se sienten agobiad@s o margind@s. Con un lenguaje sugerente y sencillo, Jesús compara la acción amorosa de Dios en la historia con experiencias cotidianas que, más que de poder o omnipotencia, hablan de fragilidad y empatía: unas semillas, un poco de levadura, un tesoro escondido… Imágenes que hablan de confianza en un futuro diferente, que muestran a un Dios que es misericordia y perdón y que solo quiere salvar.

Sus parábolas son, además, invitaciones a comprometerse con el cambio, a estar atentas y atentos a los signos que muestran el camino, a sostenerse con paciencia activa en los procesos que transforman… como levadura, como semilla, como tesoro…

La parábola del trigo y la cizaña

En esta parábola el Reino de los cielos se identifica con un hombre que siembra su campo con buena semilla y su enemigo planta cizaña en medio de ella. La lógica parece decir, como expresan los criados, que es necesario arrancar la cizaña cuanto antes para que el trigo pueda seguir creciendo sin amenazas. Sin embargo, el dueño del campo prefiere esperar a la siega para separar el trigo de la cizaña.

La imagen de ver el trigo mezclado con la cizaña en los campos no era desconocida para l@s oyentes de Jesús. Seguramente sabían que la cizaña era una planta venenosa de forma parecida al trigo y que crecía como una mala hierba entre el cereal y que era necesario evitar que se confundiera o ahogara el trigo estando atent@s a su crecimiento y a separarla en cuanto fuese posible. Jesús, sin embargo, no buscaba abrir un debate sobre lo acertado o no, en términos agrícolas, de si la decisión del propietario del campo era adecuada o no. Él quería ir más allá. Quería cuestionar esas fronteras, rápidas y aparentemente seguras, que trazamos entre lo bueno y lo malo pues, como pasa con el trigo y la cizaña, no es tan fácil de distinguir y corremos el riesgo de juzgar equivocadamente o estigmatizar a personas con decisiones precipitadas o desde principios absolutos.

A Jesús, sus encuentros con la gente herida, con las personas enviadas a las cunetas sociales, con quienes han sido silenciados o ignorados por ser diferentes, le ayudaban a entender que nadie estaba perdido definitivamente. El Dios Abba que sostenía su vida lo invitaba a confiar, a esperar el cambio y la transformación de quien había errado en el camino, a ver más allá de categorías o identidades y anunciar sin descanso la Buena Noticia de un Dios siempre amor y perdón para todos sus hijos e hijas.

Más grises que blancos

A Mateo esta parábola le sirve para recordar a su comunidad que su opción de seguir a Jesús no hace a sus miembros más pur@s, ni mejores. Que en su vida personal y colectiva no hay blancos y negros sino muchos grises que hay que clarificar y acompañar. No se trata tanto de esperar un juicio final sino de comprender en el presente que hay que acoger lo diferente, respetar los ritmos, tener compasión con las heridas, acompañarnos en las caídas, sostenernos en la fragilidad y fortalecer nuestros vínculos para caminar juntos y juntas en la diferencia y diversidad.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Cuando la religión amenaza.

Domingo, 23 de julio de 2023
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IMG_0048Domingo XVI del Tiempo Ordinario

23 julio 2023

Mt 13, 24-30

Indudablemente, el surgir de las grandes religiones -no hace más de siete mil años- constituyó un momento importante en la evolución de nuestra especie: se desarrollaron ahí capacidades simbólicas, organizativas, relacionales, en definitiva, se creció en el proceso de humanización.

De la misma manera, resulta igualmente innegable la capacidad de la religión para movilizar a las personas y despertar lo mejor de ellas mismas, en forma de solidaridad, compasión, servicio, amor… Esto se produce cuando religión y humanización caminan en paralelo.

Sin embargo, a lo largo de la historia, la religión no solo no ha estado libre de perversiones -todo lo humano puede ser ambiguo y, tal como rezaba el adagio latino, “corruptio optimi pessima” (la corrupción de lo mejor se convierte en lo peor)-, sino que ha generado sufrimiento tan intenso como inútil.

Eso se ha producido siempre que, en un contexto social determinado, la religión se hizo fuerte, adquiriendo un lugar de dominio y detentando un poder más o menos absoluto.

En tales situaciones, la religión ha implementado mecanismos poderosos que han tenido como objeto controlar las conciencias para forzar que la población se sometiera a su propio proyecto. Aquí han ocupado un lugar preponderante las amenazas, los castigos y el sentimiento de culpa -tan omnipresente como nocivo-, sostenido todo ello por un “corpus” doctrinal, que se presentaba como incuestionable.

En las épocas de mayor poder religioso, ese cuerpo doctrinal adoptó la forma de absolutismo, tanto cognitivo como moral. La institución, que se consideraba a sí misma como poseedora de la verdad absoluta, se erigía igualmente como juez inapelable y, llegado el caso, como implacable verdugo.

La religión podía, por ejemplo, etiquetar a personas y comportamientos como “trigo” o “cizaña” -por utilizar la imagen de la parábola de Jesús- pero, en lugar de reconocer que ambas realidades se dan siempre de forma inseparable -tal como había sugerido el propio Jesús en la citada parábola-, promovían la condena e incluso la extirpación de todo aquello que, según su particular criterio, se consideraba “cizaña”. No es extraño que asistamos ahora a todo un proceso de desafección religiosa y rechazo de la religión institucional. Desafección y rechazo provocados, no solo por actitudes y comportamientos autoritarios, sino por creencias míticas que resultan inasumibles para la conciencia moderna.

Tampoco es casual que la perversión que he mencionado se produjera siempre en situaciones de poder cuasi omnímodo, porque este, que únicamente busca perpetuarse e imponerse, no se lleva nunca bien con la verdad.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Trigo y cizaña: hay que tener paciencia histórica en la vida

Domingo, 23 de julio de 2023
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

DOMINGO XVI del AÑO

01.- Trigo y cizaña.

         La historia de la humanidad, nuestra propia historia personal es un largo recorrido tejido de bien y de mal, de trigo y cizaña.

En el lenguaje teológico se suele decir que estamos en una historia de salvación, al mismo tiempo que en una historia de daños y males, (historia salutis – historia damnationis).

    La gran tentación suele ser la de extirpar cuanto antes el mal, arrancar la cizaña. Especialmente las posturas y temperamentos violentos y fanáticos enseguida esgrimen el hacha de guerra.

    Jesús no actúa así. Jesús no es un fundamentalista fanático que actúa agresiva y fulminantemente.

    Las precipitaciones y las prisas no son buenas consejeras. El crecimiento es lento y paciente.

Jesús y el Dios de Jesús son pacientes

Dejad crecer juntos el trigo y la cizaña hasta la cosecha, hasta a siega.

02.- ¿Dios solamente trata con los puros y perfectos?

    No parece muy sensato –ni razonable- pensar que el ser humano solamente accede a Dios y tiene relación con Dios cuando es perfecto o santo. Esto es un fundamentalismo fanático nada cristiano. Jesús comía con pecadores y publicanos. La mayor parte de las personas con las que Jesús trataba eran gente débil, pecadora, pagana, enferma.

    Según el Evangelio de Jesús, todo ser humano vive, vivimos, nuestra  historia con experiencias de gracia y de miseria.

    La parábola de la cizaña y el trigo es una descripción de nuestra propia vida personal.

Sentirnos alejados de Dios cuando en nosotros crece la cizaña, el mal, sería un suicidio espiritual, que no tiene nada que ver con la parábola que hemos escuchado.

Si somos cristianos, sabemos que hemos de dar cuenta de nuestra vida; pero también sabemos y confiamos que, el Dios que siembra una tiene paciencia infinita y la paciencia y la bondad- son la justicia de Dios.

03.- ¿Una religión y una Iglesia perfectas?

    Ni las religiones, ni el cristianismo, ni la Iglesia se miden por su perfección, sino por el contenido de bondad y misericordia que conllevan.

    La entraña de lo que Jesús siembra es que nunca perdamos la memoria de que somos “hijos De Dios ”. Que –como el hijo pródigo- no perdamos nunca la memoria de la “casa del Padre”. ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi Padre…!

    Ni la religión ni la Iglesia son una comunidad de “puros”.

Siempre ha habido en la Iglesia una tendencia al puritanismo. Por ejemplo: Los cátaros medievales franceses (s XII) pretendían una iglesia ultrapuritana, una iglesia de élite. ¿No se estará repitiendo esta misma actitud hoy en algunos modernos movimientos eclesiásticos?

Jesús nos ofrece esta parábola de la cizaña: la paciencia y la bondad de Dios hacen posible el crecimiento de la buena semilla y la conversión. No nos salvamos por nuestra “pureza”, sino por la paciente bondad de Dios.

Curiosamente esta parábola del trigo y la cizaña  solamente la narra el evangelista San Mateo: un evangelio para judeo-xtnos. Los judíos creían en una religión de “puros”, cumplidores estrictos de la ley, de los ritos, de las purificaciones. En el cristianismo –en la vida- las cosas no son así. Somos una comunidad de publicanos y pecadores, trigo y cizaña.

    No se trata de que la humanidad sea un “imperio cristiano de la Iglesia”, simplemente se trata de ser levadura, fermento, sal de la tierra…

03.- Paciencia histórica.

    La vida no crece a tirones, ni a golpes. Tanto personal como social y comunitariamente, la existencia y la madurez humana requieren procesos, recorridos, altibajos, retrocesos. En la vida atravesamos por momentos y situaciones de todo tipo, de trigo y de cizaña.

    No es cuestión de arrancar precipitadamente la mala hierba, no es cosa de excomulgar, de condenar, de imponerse con poder. Son tentaciones fanáticas.

    En la vida hay que tener paciencia histórica. Las personas podemos cambiar podemos evolucionar, madurar. En ocasiones nacemos a una nueva vida -como Nicodemo- siendo ya mayores, quizás viejos.

    Hay que saber esperar, que al fin y al cabo toda siembra es una esperanza.

Dios sabe esperar, es más, la paciencia de Dios es nuestra salvación, (2Ped 3,15).

Tengamos paciencia histórica.

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Carta apostólica ‘Sublimitas et misericordia hominis’ sobre Blaise Pascal, un pensador genial y atento a los pobres

Viernes, 14 de julio de 2023
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IMG_2188Grandeza y miseria del hombre: la paradoja del pensamiento de Blaise Pascal

El Papa Francisco dedicó su Carta Apostólica ‘Sublimitas et miseria hominis‘ a la obra del filósofo y teólogo francés, en el cuarto centenario de su nacimiento

“Si Blaise Pascal es capaz de conmover a todo el mundo,es porque habló de la condición humana de una manera admirable. Sería engañoso, sin embargo, ver en él solamente a un especialista en moral humana, por muy brillante que fuera. El monumento formado por sus Pensamientos, algunas de cuyas fórmulas aisladas se han hecho célebres, no puede ser verdaderamente comprendido si se ignora que Jesucristo y la Sagrada Escritura son a la vez el centro y la clave”, señala el Papa en su carta apostólica

“Llegado a este punto, Pascal, que ha escudriñado con la increíble fuerza de su inteligencia la condición humana, la Sagrada Escritura e incluso la tradición de la Iglesia, pretende proponerse con la sencillez del espíritu de infancia como humilde testigo del Evangelio; es ese cristiano que quiere hablar de Jesucristo a los que se apresuran a declarar que no hay ninguna razón sólida para creer en las verdades del cristianismo. Pascal, al contrario, sabe por experiencia que lo que dice la Revelación no sólo no se opone a las exigencias de la razón, sino que aporta la respuesta inaudita a la que ninguna filosofía habría podido llegar por sí misma”

“Infatigable buscador de la verdad”, “pensador brillante”, “atento a las necesidades materiales de todos”, “enamorado de Cristo”, “cristiano racionalidad fuera de lo común” y de “inteligencia inmensa e inquieta”. Estas son algunas de las definiciones del filósofo y teólogo francés Blaise Pascal que el Papa Francisco ofrece en su Carta Apostólica Sublimitas et miseria hominis, escrita con motivo del cuarto centenario del nacimiento del hombre que también fue matemático y físico, y publicada hoy, día del aniversario.

“Grandeza y miseria del hombre”, explica el Papa, forman la paradoja que está en el centro de la reflexión y del mensaje de Pascal, que nació el 19 de junio de 1623 en Clermont, en el centro de Francia, y murió con sólo 39 años, el 19 de agosto de 1662, en París.

La antigua pregunta del alma: “¿Qué es el hombre?”

Desde niño y durante toda su vida, recuerda Francisco, “buscó la verdad” y con la razón “rastreó sus signos, especialmente en los campos de las matemáticas, la geometría, la física y la filosofía”. ” Realizó descubrimientos extraordinarios desde muy tierna edad”, pero no se detuva allí , y en un siglo de grandes progresos científicos, “acompañados de un creciente espíritu de escepticismo filosófico y religioso”, Blaise Pascal “se mostró como un infatigable buscador de la verdad”, siempre “inquieto”, atraído por “nuevos y más amplios horizontes”. Por eso no pudo acallar la antigua pregunta del alma humana, relatada por el salmista: “¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?”. “Una nada respecto al infinito, un todo respecto a la nada”, escribió en una meditación recogida en sus Pensamientos, un “conjunto de fragmentos publicados póstumamente, que son las notas o borradores de un filósofo impulsado por un proyecto teológico”.

No se cierra a los demás ni siquiera en la última enfermedad

Su actitud básica, según el Pontífice, es de “asombrada apertura a la realidad”, lo que le lleva a abrirse a otras dimensiones del conocimiento, pero también a la sociedad. Pascal, por ejemplo, ideó en París, en 1661, “el primer sistema de transporte público de la historia, los ‘Carruajes de cinco centavos’”. Y “ni su conversión a Cristo”,  “ni su extraordinario esfuerzo intelectual en defensa de la fe cristiana”, subraya el Papa Francisco, “lo convirtieron en una persona aislada de su época”. Tan atento a los problemas sociales que no se cerró “a los demás ni siquiera en la hora de su última enfermedad”.

Uno de sus biógrafos recoge estas palabras suyas, que, comenta el Papa, “expresan la etapa final de este camino evangélico”: “Si los médicos dicen verdad y Dios permite que salga de esta enfermedad, estoy resuelto a no tener más ocupaciones ni otro empleo del resto de mis días que el servicio de los pobres”. “Es conmovedor, escribe Francisco, constatar que, en los últimos días de su vida, un pensador tan brillante como Blaise Pascal no viera mayor urgencia que dedicar su energía a las obras de misericordia: «El único objeto de la Escritura es la caridad»”.

Acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad

El Pontífice, con su Carta, pretende “poner en evidencia lo que, en su pensamiento y en su vida, considero apropiado para estimular a los cristianos de nuestro tiempo y a todos nuestros contemporáneos de buena voluntad en la búsqueda de la verdadera felicidad”, porque Pascal, cuatro siglos después, “sigue siendo para nosotros el compañero de camino que acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe, nuestro reconocimiento humilde y gozoso del Señor muerto y resucitado”.

Porque “habló de la condición humana de una manera admirable”, pero no sólo como especialista en costumbres humanas, sino como hombre que puso a Jesucristo y a la Sagrada Escritura en el centro de su pensamiento. En efecto, había llegado a la certeza de que, en palabras del filósofo, ‘no solamente no conocemos a Dios más que por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo’. Se trata de una afirmación “extrema”, pero no doctrinal, que el Papa Francisco aclara en el documento.

Fuera del amor, “no hay verdad que valga la pena”

Pascal, “hombre de inteligencia prodigiosa”, se preocupó de hacer saber a todos que “Dios y la verdad son inseparables”, pero también que “fuera de los objetivos del amor, no hay verdad que valga”. “No hacemos un ídolo con la verdad misma, porque la verdad sin la caridad no es Dios y es su imagen y un ídolo al que no hay que amar ni adorar”. El Papa está convencido de que “la inteligencia y la fe viva de Blaise Pascal, quien quería demostrar que la religión cristiana es ‘venerable porque ha conocido bien al hombre’ y ‘amable porque promete el verdadero bien’, pueden ayudarnos a atravesar las oscuridades y las desgracias de este mundo”.

Una mente científica excepcional

Francisco recuerda la infancia de Blaise, que perdió a su madre cuando sólo tenía 3 años, con su padre, jurista y matemático, quien, para ocuparse solo de la educación de sus tres hijos (también de sus hermanas Jacqueline y Gilberte), trasladó a la familia a París cuando Blaise tenía 9 años. Y ya entonces demostraba sólo teoremas geométricos, incluso antes de leerlos en los libros. “En 1642, a los diecinueve años”, escribe el Pontífice, “inventó una máquina de aritmética, antecesora de nuestras calculadoras”. Así, Pascal “nos recuerda la grandeza de la razón humana y nos invita a utilizarla para descifrar el mundo que nos rodea”. Su “espíritu de geometría”, práctica confiada de la razón natural, “lo hacía solidario con todos sus hermanos en busca de la verdad, le permitirá reconocer los límites de la inteligencia misma y, al mismo tiempo, abrirse a las razones sobrenaturales de la Revelación”. En sus Pensamientos relata una paradoja: “Le ha costado tanto a la Iglesia demostrar que Jesucristo era hombre contra aquellos que lo negaban, como demostrar que era Dios; y las posibilidades eran igualmente grandes”.

Tenía la certeza sobrenatural de la fe

El amor apasionado de Pascal a Cristo y el servicio a los pobres, “no eran el signo de una ruptura en el espíritu de este discípulo audaz”, continúa el Papa Francisco, “sino el de una profundización hacia la radicalidad evangélica, una progresión hacia la verdad viva del Señor, con la ayuda de la gracia”. Tenía la certeza sobrenatural de la fe y “la veía tan acorde con la razón, aunque infinitamente superior a ella”, y sobre esto discutía animadamente con quienes no la poseían. A ellos, escribía, “nosotros sólo podemos dársela por razonamiento, en espera de que Dios se la dé por sentimiento de corazón”. Pascal admiraba la sabiduría de los antiguos filósofos griegos, pero subrayaba que “la razón por sí sola no puede resolver los interrogantes más elevados y urgentes”.

El tema del sentido integral de nuestra vida

El Papa recuerda que el tema que más interesaba al hombre de su tiempo y también de hoy es “el del sentido pleno de nuestro destino, de nuestra vida y de nuestra esperanza, el de una felicidad que no está prohibido concebir como eterna, pero que sólo Dios está autorizado a conceder”. En los Pensamientos encontramos el principio fundamental de que “la realidad es superior a la idea”, y debemos recordarlo, escribe Francisco, hoy que ” las ideologías mortíferas que continuamos padeciendo en los ámbitos económico, social, antropológico y moral mantienen a quienes las siguen dentro de burbujas de creencia donde la idea ha reemplazado a la realidad”.

Ante su miseria, el hombre busca la distracción

Hablando, siempre por paradoja, de la condición humana, Pascal recuerda, con realismo, según el Pontífice, que “hay una desproporción insoportable, por una parte, entre nuestra voluntad infinita de ser felices y de conocer la verdad; y, por otra, nuestra razón limitada y nuestra debilidad física, que conduce a la muerte”. Que “nos amenaza a cada instante” y que es “el final que espera a la vida más bella del mundo”. Por eso el hombre no puede “permanecer solo en sí mismo”, porque “su miseria y la incertidumbre de su destino son insoportables“. Debe distraerse, y de aquí se deduce ” “que a los hombres les guste  tanto el bullicio y el movimiento”. Lo hace con el trabajo, el ocio, las relaciones familiares o las amistades, pero también, por desgracia, con los vicios. Así experimenta su dependencia, su vacío y también el tedio, la tristeza y la desesperación.

El abismo de la condición humana sólo puede ser colmado por Dios

“Un abismo infinito” define el filósofo esta condición humana, que “sólo puede ser llenado por un objeto infinito e inmutable, es decir, por el mismo Dios”. El hombre es al mismo tiempo, para Pascal, ” Juez de todas las cosas, indefenso gusano, depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y desecho del universo”. Opuestos irreconciliables para la razón humana. ‘Las grandezas y miserias del hombre son tan evidentes, leemos en Pensamientos, que es necesariamente preciso que la verdadera religión nos enseñe que hay algún gran principio de grandeza en el hombre y que hay un gran principio de miseria’. Es preciso además que nos explique esas asombrosas contradicciones”.

Así, Pascal, que ” ha escudriñado con la increíble fuerza de su inteligencia la condición humana, la Sagrada Escritura e incluso la tradición de la Iglesia”, para el Papa Francisco “pretende proponerse con la sencillez del espíritu de infancia como humilde testigo del Evangelio”. Es ese cristiano que “quiere hablar de Jesucristo a los que se apresuran a declarar que no hay ninguna razón sólida para creer en las verdades del cristianismo”, porque sabe “que lo que dice la Revelación no sólo no se opone a las exigencias de la razón, sino que aporta la respuesta inaudita a la que ninguna filosofía habría podido llegar por sí misma”.

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La experiencia mística de la “Noche de Fuego”

En la carta apostólica, el Papa analiza a continuación la experiencia mística de la “Noche de fuego” del 23 de noviembre de 1654, tan intensa y decisiva que Pascal la anotó en un pedazo de papel, el “Memorial”, que había cosido en el forro de su abrigo, y que fue descubierto después de su muerte. Define su encuentro por analogía con el experimentado por Moisés ante la zarza ardiente. “Sí, nuestro Dios es alegría”, comenta Francisco, ” y Blaise Pascal lo testimonia a toda la Iglesia y a todo el que busca a Dios”. “No es el Dios abstracto o el Dios cósmico”, escribe el filósofo y teólogo francés, sino que es “el Dios de una persona, de una llamada, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios que es certeza, que es sentimiento, que es alegría”.

Esa noche Pascal experimenta “el amor de este Dios personal, Jesucristo”, que lo lleva “por el camino de la conversión profunda y, por tanto, de la ‘renuncia total y dulce’”,  vivida el amor, al que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia”. Antes de esa noche, Pascal no duda de la existencia de Dios, lo que le falta, escribe Gouhier, “y lo que espera, no es un conocimiento sino un poder, no una verdad sino una fuerza”. Que le es dada, aclara el Pontífice, “por la gracia”.

Pascal y la razonabilidad de la fe en Dios

A continuación, el Papa Francisco cita a Benedicto XVI, quien recordó cómo ” la tradición católica, desde el inicio, ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer contra la razón”, y Pascal está profundamente apegado a la “razonabilidad de la fe en Dios”. “Pero si la fe es razonable, también es un don de Dios y no puede imponerse: ‘No se demuestra que debamos ser amados sometiendo a método las causas del amor; sería ridículo’”, observa Pascal con la finura de su humor. Como recordaron los padres conciliares en la declaración Dignitatis humanae, Jesús dio testimonio de la verdad, pero “no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían”.

Conocemos la realidad no sólo con la razón, sino también con el corazón

Aunque la fe sea de un orden superior a la razón, aclara a continuación el Papa, “esto no significa ciertamente que se oponga a ella, sino que la supera infinitamente”. Leer la obra de Pascal, por tanto, “es ponerse en la escuela de un cristiano con una racionalidad fuera de lo común, que tanto mejor supo dar cuenta de un orden establecido por el don de Dios superior a la razón”. El filósofo analiza también la “inteligencia intuitiva”, que está conectada con lo que llama “corazón”: “Conocemos la verdad -escribe- como el hecho de que el Dios que nos hizo es amor, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, que se encarnó en Jesucristo, que murió y resucitó para nuestra salvación, no se pueden demostrar por la razón, pero pueden ser conocidas por la certeza de la fe, y pasan entonces del corazón espiritual a la mente racional, que las reconoce como verdaderas y puede a su vez exponerlas”. Pascal, subraya a continuación el Pontífice, “nunca se resignó a que algunos de sus hermanos en humanidad no sólo no conocieran a Jesucristo, sino que desdeñaran tomarse en serio el Evangelio”, y establece, escribe, “una gran diferencia entre los que se afanan con todas sus fuerzas por conocerlo, y los que viven sin preocuparse ni pensar en ello“.

La disputa teológica entre Jansenistas y Jesuitas

Para concluir, el Papa Francisco analiza la relación de Pascal con el jansenismo. Recuerda que Jaqueline, una de las hermanas, había entrado en la vida religiosa en Port Royal, “en una congregación cuya teología estaba fuertemente influenciada por Cornelius Jansen”. Y que Pascal fue a hacer un retiro a la abadía de Port Royal. Cuando, en los meses siguientes, surgió en la Sorbona una importante controversia, que oponía a los jesuitas con los “jansenistas”, sobre la cuestión de la gracia de Dios y sobre la relación de la gracia con la naturaleza humana, en particular con el libre albedrío, el filósofo, que no era partidista, recibió el encargo de los jansenistas de defenderlos. Lo hizo, entre 1656-57, publicando dieciocho cartas, conocidas como Provinciales. El Papa comenta que algunas de sus afirmaciones, relativas, por ejemplo, a la predestinación, tomadas de la teología del último San Agustín, “no parecen correctas”.

La justa crítica al pelagianismo

Pero añade que “al igual que san Agustín había tratado de combatir a los pelagianos en el siglo V, que afirmaban que el hombre puede, por sus propias fuerzas y sin la gracia de Dios, hacer el bien y salvarse, Pascal pensaba sinceramente estar atacando entonces al pelagianismo o semipelagianismo, que creía identificar en las doctrinas seguidas por los jesuitas molinistas” (llamados así por el teólogo Luis de Molina). “Reconozcámosle la franqueza y la sinceridad de sus intenciones” es la invitación de Francisco. Que no quiere “volver a abrir la cuestión”, pero subraya que “la justa advertencia en las posiciones de Pascal sigue siendo válida para nuestro tiempo: el neo – pelagianismo, que haría depender todo ‘del esfuerzo humano encauzado por normas y estructuras eclesiales’” nos intoxica “con la presunción de una salvación ganada con nuestras fuerzas”. Y que la última posición de Pascal, antes de su muerte, respecto a la gracia, “y en particular al hecho de que Dios ‘quiere que todos los se salven y lleguen al conocimiento de la verdad'” es “perfectamente católica”.

El deseo de morir en compañía de los pobres

Finalmente, cuando compuso su magnífica Oración para pedir a Dios el buen uso de las enfermedades, en 1659, “Pascal era un hombre pacificado, que ya no se dedicaba a la polémica, ni tampoco a la apologética”. Estando a punto de morir, escribe su biógrafo, “ tenía un gran deseo de morir en la compañía de los pobres”. Después de recibir los Sacramentos, sus últimas palabras fueron: “«¡Que Dios no me abandone jamás!”. El deseo del Pontífice es que “su obra luminosa y los ejemplos de su vida, tan profundamente sumergida en Jesucristo”, nos puedan ayudar a seguir hasta el final el camino de la verdad, la conversión y la caridad”.

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Vida Espiritual

Viernes, 23 de junio de 2023
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      a_37

  “Estar en el mundo sin ser del mundo.” Esta frase es una hermosa síntesis del modo en que habla Jesús de la vida espiritual. Es una vida en virtud de la cual el Espíritu de amor nos transforma por completo. Sin embargo, es una vida en la que todo parece cambiado.

          La vida espiritual puede ser vivida de tantos modos como personas hay. La novedad consiste en haberse desplazado desde la multitud de las cosas al Reino de Dios. Consiste en haber sido liberados de las constricciones del mundo y en haber encaminado nuestros corazones hacia lo único necesario.

          La novedad consiste en el hecho de que no vivamos ya los muchos negocios, nuestra relación con la gente y los acontecimientos como causas de preocupaciones sin fin, sino que empecemos a considerarlos como la rica variedad de los modos a través de los cuales se hace presente Dios en medio de nosotros. Nuestros conflictos y dolores, los deberes y las promesas, nuestras familias y nuestros amigos, las actividades y los proyectos, las esperanzas y las inspiraciones, no se nos presentan ya como otros tantos aspectos fatigosos de una realidad que difícilmente logramos mantener juntos, sino como modalidad de afirmación y de revelación de la nueva vida del Espíritu que está en nosotros. “Todo lo demás”, que antes nos ocupaba y nos preocupaba tanto, ahora se convierte en don o desafío que refuerza o profundiza la nueva vida que hemos descubierto.

*

H. J. M. Nouwen,
Invitación a la vida espiritual,
Brescia 2002, pp. 44ss

***.

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

La misa es el centro de toda vida espiritual y de toda contemplación.

Miércoles, 14 de junio de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

 

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El centro de toda vida espiritual es Cristo en Su Misa, Cristo nuestra Pascua, que es sacrificado y “ya no muere más“, sino que “atrae todas las cosas hacia Sí“, para que los que somos bautizados en Su muerte, crucificando nuestra carne y sus deseos, podamos vivir Su vida, con una vida oculta en Cristo en Dios. Y el corazón de toda vida no es meramente la presencia estática del Santísimo Sacramento, aunque Cristo está verdaderamente vivo en nuestros tabernáculos, sino por encima de todo en la acción de la Misa, que es el centro de toda contemplación, una acción en la que la familia cristiana se reune en torno a Cristo y en la que Cristo en Su Cuerpo glorifica a Su Padre. Sacramento de unidad viva en el que el Amor que es Dios une a los hombres Él y unos a otros en Cristo. Cuando la Misa recobra su significado, entonces la devoción al Santísimo Sacramento reservado en el tabernáculo adquiere su auténtico sentido y comienza a vivir. Entonces la vida interior entera se ve unificada y vitalizada, y cada departamento de ella fluye con vida. De hecho, los “departamentos” y las “secciones” de la vida dejan de existor aislados y todo funciona conjuntamente”.

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Thomas Merton,

Diarios
25 de marzo de 1948

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El día en que Jesús “hizo las maletas” ¿Dónde estaban Mateo y Juan?

Domingo, 21 de mayo de 2023
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La Ascensión del Cristo es el complemento lógico de su Resurrección y el preludio necesario para su divinización.

En posts anteriores he señalado que se suponía que el mítico fundador de Roma, Rómulo, había corrido la misma suerte .

Añadiré hoy un complemento sobre el valor histórico, desde el punto de vista de algunos, que convendría conceder a tal hecho, bajo el pretexto de que figuraría en documentos que son históricos y presentados como testimonios. Cuando digo “de”, entendamonos: el relato de la Ascensión figura bien en ciertos evangelios apócrifos; pero dejemos éstos de lado por hoy, ya que, según el punto de vista que acometo, es decir el de la historia infestada de teología, los llamados evangelios apócrifos no serían creíbles, de ningún modo; mientras que los cuatro canónicos lo serían. Veamoslos pues.

Primera observación: de los cuatro Evangelios decretados creíbles, sólo dos hablan de la Ascensión : Marcos y Lucas. El pasaje de Marcos es de una brevedad notable: “Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. “ (Marcos 16 , 19 ) . Cada uno sacará las conclusiones que quiera. Lucas es un poco más largo, pero tiene una vaga mirada de la narración, ya que el lugar es mencionado como un gesto (bendición) : “Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lucas 24, 50-51) Esto es realmente corto , sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que los Evangelios de Marcos y Lucas son muy abundantes en los detalles de género “vivido” y esto para cantidad de episodios que están lejos de tener la importancia de este último.

Los teólogos no tuvieron ningún problema para edificar un razonamiento para establecer que esta brevedad es querida y significativa; posiblemente veremos allí el signo tangible de la salida simultánea del tiempo y del espacio que debía tener su equivalente en el estilo del relato… ¿Por qué no? Pero los historiadores no pueden, evidentemente, seguirlo y se preguntarán más bien si no se trata, muy simplemente, de una interpolación, es decir de un añadido ulterior debido a un copista que encontraba sin duda que la Ascensión, que conocía por otro lado, sea por la tradición oral, sea por otros evangelios, verdaderamente faltaba en éste y que esto podía ser sólo como consecuencia de un error de uno de sus predecesores, un error que había que reparar.

¿Pero entonces, en este caso, por qué la Ascensión no figuraba en el Evangelio de Mateo y en el de Juan, ya que, de cerca o de lejos, no se encuentra en estos dos textos ninguna mención de tal acontecimiento? Pues bien, primero: nada permite afirmar que no hubieran existido evangelios, según Mateo y según Juan, que no hubieran contenido, precisamente, una mención breve, a manera de Marcos y Lucas, del último episodio de la Ascensión. Haré, un poco más tarde, un post sobre los primeros manuscritos íntegros de los evangelios que poseemos. Los manuscritos muy antiguos de los cuatro evangelios no están exentos de divergencias entre ellos con gran numero de variaciones en relacion a los más antiguos que se encuentra en nuestra posesión. Pero no hay ninguno, claro está, que se sepa que incluya una mención de la Ascensión. No obstante, la hipótesis de que haya existido alguno no es descabellada.

Desconfiemos, sin embargo, de hipótesis en historia y quedémonos con el hecho de que Mateo y Juan no mencionan la Ascensión. Pero recordamos también el hecho, porque está ahí, que Orígenes y Jerónimo se quejan de las variantes que observan en los diversos manuscritos que tienen en su disposición.

Para concluir sobre la Ascensión, la ausencia de este episodio en Mateo y Juan parece estar más cerca del hecho de que, – por lo menos teóricamente ¿debiera suscribirlo? Es otra la cuestión – Mateo y Juan son testigos directos de los acontecimientos que cuentan, contrariamente a Marcos y Lucas.

Suponiendo que Mateo y Juan hayan estado ocupados con otras cosas el día de la Ascensión – lo que sería poco menos que un desastre – por lo menos debían habernos dicho que sus compañeros habían visto …

¿Será que la importancia de la Ascensión se les había escapado? Pero, en este caso, habría sido necesario que el Espíritu Santo que los inspiraba, se hubiera también, el mismo, distraído…

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Jean-Paul Yves le Goff

http://www.lelivrelibre.net

Publicado en fr.soc.religio

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En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, paro algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

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Mateo 28,16-20

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Existe otro mundo. Su tiempo no es nuestro tiempo, su espacio no es nuestro espacio; pero existe. No es posible situarlo, ni asignarle una localización en ningún sitio de nuestro universo sensible: sus leyes no son nuestras leyes; pero existe.

Yo lo he visto lanzarse, con la mirada del espíritu, cual «fulguración silenciosa», como trascendencia que se entrega; en semejante circunstancia ve el espíritu, con deslumbrante claridad, lo que los ojos del cuerpo no ven, por muy dilatados que estén por la atención y a pesar de que subsista en ellos, después de todo, una especie de sensación residual.

Existe casi una contradicción permanente en hablar de este otro mundo, que está aquí y que está allí, como del «Reino de los Cielos» del evangelio, que puede hacerse inteligible sin palabras y visible sin figuras, que sorprende totalmente sin confundir; pero existe. Es más bello que lo que llamamos belleza, más luminoso que lo que llamamos luz; sería un grave error hacernos una representación fantasmal y descolorida del mismo, como si fuera menos concreto que nuestro mundo sensible.

Todos caminamos hacia este mundo donde se inserta la resurrección de los cuerpos; en él es donde se realizará, en un instante, esa parte esencial de nosotros mismos que se puso de manifiesto para unos por el bautismo, para otros por la intuición espiritual, para todos por la caridad; en él es donde volveremos a encontrar a los que creíamos haber perdido y están salvos. No entraremos en una forma etérea, sino en pleno corazón de la vida misma, y allí haremos la experiencia de aquella alegría inaudita que se multiplica por toda la felicidad que dispensa en torno a sí, y por el misterio central de la efusión divina.

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André Frossard,
¿Hay otro mundo?
Rialp, Madrid 1981.

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“Soledad que hiere, soledad que sana”, por José Arregi

Jueves, 18 de mayo de 2023
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desiertoDe su blog Umbrales de Luz:

Cuando los compañeros organizadores de este ciclo sobre “espiritualidad y sufrimiento” me propusieron hablar sobre soledad y sufrimiento, lo primero que pensé–como me ocurre con frecuencia– fue en la ambigüedad de los términos, del término soledad en este caso, y en la necesidad de aclararlos. Por ahí empezaré.

Hay una soledad que nos hiere de muerte.“Vae soli!”, “Ay del solo”, dice el adagio latino, extraído de un versículo del sabio bíblico Kohelet: “Ay del solo si cae: no tiene quien lo levante” (Kohelet 4,10). Es verdad: pobre del que camina solo por el monte y cae. Pero ¿no es aun más pobre el que, yendo en compañía, es derribado y abandonado por sus propios compañeros? ¿Y no es también más pobre quien, por la razón que fuere, se va apartando de toda compañía y se va hundiendo hasta la muerte? En definitiva, la “soledad que hiere” es siempre la soledad del aislamiento.

El término soledad expresa también, sin embargo, justo lo contrario del aislamiento, a saber: la absoluta solidaridad que nos constituye, la plena comunión que somos en lo más profundo. A eso llamo “la soledad que sana” y hace vivir. No sé si es muy oportuno que designemos con el mismo término –soledad– cosas tan opuestas y a la vez tan fundamentales, pero así es nuestro lenguaje.

Así nos sucede igualmente con el término “espiritualidad”, que todavía sigue sonando a introspección insolidaria, a interioridad solipsista y apolítica. En estas reflexiones, quiero reivindicar, por el contrario, la espiritualidad como experiencia vital profunda, inseparablemente individual y política, sanadora de las soledades que nos hieren. Y voy a señalar algunos elementos fundamentales de la espiritualidad como soledad-solidaridad sanadora, algunos hitos del camino de la soledad-solidaridad que lleva a la sanación de la soledad-aislamiento.

  1. Mirar con compasión a las caídas en soledad

Junto con la guerra y el hambre y sus terribles secuelas, en este mundo hiperconectado y globalizado, en este mundo de redes y metaversos, la soledad es una de las grandes causas del sufrimiento de los seres humanos.

El panorama es planetario y terrible, y más presente y evidente que nunca en esta era de la digitalización y de la globalización planetaria: la soledad del niño mal querido o abandonado, la soledad de la adolescente que necesita romper su dependencia y no acaba de encontrarse a sí misma, la soledad de quien no llega a querer ni a sentirse querido, la soledad de la familia desahuciada de su casa, la soledad de quien pierde su trabajo y con el trabajo pierde el pan de hoy y de mañana para sí y las suyas, la soledad de las expulsadas de su tierra y de su pueblo por el hambre o por la guerra, la soledad de los enfermos olvidados, la soledad de los deprimidos, la soledad de las ancianas, la soledad de los prisioneros, la terrible soledad de una patera abarrotada y abandonada a su desgracia en medio del mar… La soledad, la soledad, la soledad. Multitudes sin un lugar para vivir en un mundo común.

La soledad hiere hoy más que nunca. Hace unos días, Nuria Larari publicaba un artículo titulado “Me siento más sola que nunca (en la historia de la humanidad)”. Decía, por ejemplo: “Las relaciones se han vuelto más líquidas entre nosotros y más difusas. La ciudad primero e Internet después se convirtieron en auténticas trituradoras de los lazos que nos unían a los demás” (Diario EL PAÍS, 25 de marzo de 2023).

No podemos desviar la mirada y pasar de largo, con toda clase de excusas, como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano, uno de los relatos más interpelantes, provocadores y conmovedores de la literatura universal. El caminante solitario asaltado y abandonado al borde del camino desmantela todos los argumentos justificadores de este desorden planetario creciente. La soledad y el desamparo de la abandonada grita a nuestros oídos: Quien no se hace prójimo se hace cómplice, y el cómplice pierde su aliento vital.

La primera expresión de la espiritualidad, religiosa o no, consiste en abrirnos con todos nuestros sentidos a esas soledades que hieren: mirar, escuchar, tocar, oler, sentir el sabor de su amargura. Padecer como propia esa soledad hiriente, que las entrañas del ser se remuevan ante el grito de la humanidad caída y de la Tierra amenazada: somos esa humanidad caída, somos esa Tierra desgarrada, somos la madre parturienta y el niño recién nacido de la barca de madera abandonada entre el oleaje.

Esa mirada-sensibilidad integral hecha de compasión es el primer criterio de la espiritualidad: su signo inconfundible y su medida más certera. Nuestra especie humana, y toda esta comunidad viviente de la que formamos parte en nuestro planeta común Tierra, solo tendrá salvación si desarrollamos la sensibilidad espiritual, personal y política, si nos dejamos convocar todos juntos a formar una ola de relaciones globales sanadoras, un tsunami salvador.

  1. Discernir las causas de la soledad que hiere

Quien mira con compasión espiritual no puede sino preguntarse por qué sufre esa persona o ese colectivo al que ve sufrir. “El amor consiste en preguntarle a otro: ¿qué te duele?”, escribió Simone Weil. ¿Por qué sufre la persona que está sola? ¿Por qué la soledad es una de las grandes causas del sufrimiento humano? ¿Sufre acaso por estar físicamente solo? ¿O solo por pensar distinto? ¿O por ser diferente (en su cuerpo, su psicología, su orientación sexual, su opción política, su origen étnico, su creencia o su pertenencia religiosa)?

La mirada espiritual es mirada compasiva, pero la auténtica compasión es lúcida, crítica y activa. La mirada espiritual se pregunta por qué la soledad hiere, por qué tanta gente cae sola y no puede levantarse, por qué se dan todas esas situaciones de sufrimiento mortal en soledad.

Al igual que no por tener más relaciones vivimos más acompañados, tampoco por vivir físicamente solos tenemos por qué sufrir: un 10,4 % de los ciudadanos del Estado Español viven solos, y un 25 % de las casas están habitadas por una sola persona, pero eso a veces es un lujo que para sí quisiera mucha gente que vive sin casa donde estar a solas. Y la peor de las desgracias, peor aun que vivir solo en la calle, puede ser vivir en una casa siendo humillada y maltratada por el compañero. Lo mismo se podría aplicar a tantas otras situaciones de soledad aparente.

Si miramos bien, descubrimos que el sufrimiento de la soledad, la soledad que hiere, no se da por la mera soledad (física, psicológica, política, étnica, religiosa, etc., sino más bien por el aislamiento. Las situaciones de soledad no hieren por la soledad sin más, sino por el aislamiento que las provoca. Y el aislamiento puede deberse a que un individuo o un colectivo se aísla a sí mismo, o a que es aislado por otro o por otros, por la sociedad, el partido, o la institución eclesial, o el Estado o la Comunidad internacional.

El ser humano no es un ser aislado. Cuando Buda dijo que “el ser humano nace solo, vive solo y, muere solo” se refería a la soledad psíquica ilusoria del ego ilusorio. Tiene razón Buda en que la mente humana se engaña cuando fabrica su ego aislado y su autoaislamiento, pero tal vez descuida demasiado la dimensión estructural y política del aislamiento. Ambos (el autoaislamiento mental individual y el aislamiento estructural socio-político) están siempre, sin excepción, inseparablemente relacionados entre sí. Me aíslo porque me aíslan y me aíslan porque me aíslo. Y, sin duda, el factor más palmario y determinante es el aislamiento estructural socio-político. Lo que hunde a un emigrante no es tanto que se encuentre solo, sino que no encuentre a quien le acoja, le socorra, le ayude a integrarse en una nueva sociedad. La desgracia de una persona LGTBIQ+ no es ser como es, sino ser marginado, humillado, abandonado.

La soledad hiere cuando a alguien se le rompen sus relaciones fundantes, cuando se van disolviendo los vínculos que le construyen en su ser profundo, cuando se ve privado de las relaciones que le constituyen. En esa disolución de las relaciones constitutivas consiste el aislamiento. Y esa es la soledad que hiere y duele. El aislamiento destruye la relación, y nos lleva a morir en lo más vivo de nosotros, pues para ser nosotros necesitamos esencialmente el reconocimiento, la aceptación, el afecto de otros. La soledad del aislamiento nos destruye en nuestras raíces, nuestros vínculos nutritivos, nuestra estima y dignidad, nuestra fe y amor de nosotros mismos, nuestro aliento vital, nuestro respiro y esperanza. El aislamiento nos enferma, porque no hay salud física ni psíquica sin relaciones sanas, armoniosas. El aislamiento nos impide respirar, nos hace experimentar la muerte espiritual, porque el espíritu es relación, como la respiración. El aislamiento puede llevar a morirnos físicamente, porque la vida – desde su forma más elemental a la más compleja– se deriva de la relación, de una estructura de relaciones armoniosas.

Hay soledades que hieren, del mismo modo que hay compañías o comunidades que destruyen. De modo que el aislamiento se da tanto en forma de soledad como en forma de compañía. Y puede mucho más doloroso sentirse aislado viviendo en compañía que viviendo solo.

Nadie se siente herido en su soledad si no es aislado ni se aísla. Nadie sufre sin más por ser distinto o hallarse solo, sino por ser separado, abandonado, condenado. En realidad, como luego insistiré, nada está constitutivamente “solo”. Todos los seres son, sí, formas con identidad propia, pero cada forma se constituye a partir de la relación con el universo entero. Así es también entre nosotros, los seres humanos. Nadie está o debería sentirse de por sí aislado, por solo que se halle, pues somos individuos convivientes en comunión profunda con todo. Sin embargo, tanto la relación misma como la armonía entre identidad y relación son, en nuestra especie, más compleja y conflictiva que en ninguna de las otras especies animales conocidas.

¿Qué le pasa a esta especie humana que es capaz de tanta ternura, compasión y empatía, pero capaz también de tanto autoaislamiento suicida y de tanto aislamiento cruel de los demás? No puedo pensar que sea por maldad: nadie aísla a nadie por libre voluntad consciente, sino por falta de verdadera voluntad y de verdadera libertad. Ni podemos pensar, obviamente, como tantas culturas y religiones antiguas pensaron y muchos siguen aún pensando: que nos aislamos y matamos unos a otros por la caída de unos primeros padres de la humanidad que habrían transmitido a toda su descendencia su culpa con sus consecuencias. Y menos podemos pensar que estas consecuencias sean debidas a que habríamos sido expulsados de un paraíso originario por un “Dios” supremo castigador. Vivimos aislados y nos aislamos mutuamente porque estamos inacabados, porque estamos insuficientemente evolucionados, porque aún no hemos llegado a ser lo que somos en el fondo o podemos ser. Pero está en nuestras manos. “Tú puedes”, dice Dios a Caín en el mito bíblico. Tú puedes ser más plenamente tú siendo más plenamente hermano, hermana, de tu hermano.

  1. Acompañar a las personas aisladas

Vuelvo a la parábola del Buen Samaritano, una parábola de la violencia que hiere al mundo y de la projimidad que lo sana, un relato inspirado por el espíritu universal de la compasión subversiva: un samaritano, tachado de hereje o pagano por la religión dominante, “que iba de viaje”, llega junto al herido abandonado, lo ve, siente compasión, se acerca y le venda las heridas después de habérselas curado con aceite y y vino, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a un mesón y cuida de él (cf. Evangelio de Lucas 10,33-34).

Todo está dicho. El “hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó”, que “cayó en manos de los salteadores”, “que, después de desnudarlo y golpearlo sin piedad, se alejaron dejándolo medio muerto”, ese hombre solo es muchedumbre, eres también tú, soy también yo. El sacerdote y el levita del templo que, al verlo, no lo miran ni se acercan, sino que “se desvían y pasan de largo”, ese sacerdote y ese levita son los poderosos, los poderes fácticos, y tanta gente normal que hace su vida y se inhibe porque no sabe o porque no quiere, ese sacerdote y ese levita también eres tú, soy también yo. Apartamos la mirada, damos mil rodeos, pasamos de largo.

Y el samaritano que ve y siente compasión, que se acerca, se hace próximo, prójimo, hermano, que se hace cargo, se encarga del herido y carga con él, esa samaritana puedes ser, eres también tú, y yo, y todas, todos. Todas somos caminantes, vamos de viaje como él, y en el camino nos encontramos con personas heridas, aisladas, abandonadas por personas o por sistemas, por personas y sistemas a la vez.

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Camino, Verdad y Vida.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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Debemos siempre estar muy seguros de hacer la distinción entra la Iglesia invisible, universal y espiritual (Ecclesia) y la organización religiosa sin ánimo de lucro que se reúne en un edificio coronado por un campanario. La diferencia es inestimable, y no tenemos derecho a cometer el error de confundir las dos. Comprende por favor que no cuestionamos el derecho de cualquier grupo religioso de reunirse en paz, de elegir a sus líderes, de recibir dinero, de tener criterios para llegar a ser miembro, de administrarse del modo que le parezca justo – hace tiempo que comprendemos que tal derecho es un derecho civil y no es  en ningún caso inalienable,  escrito o autorizado por el mismo Dios. Esto no significa que sea malo, pero esto no lo hace espiritual. La Ecclesia no es una organización o una invención humana, sino un organismo lleno de Vida, y que adorarlo “en Jerusalén o sobre esta montaña” es menos importante para Dios que  adorarlo “en Espíritu y de verdad“.

¿Entonces dónde es la diferencia? ¿Dónde está el problema? Esto se convierte en un problema cuando el significado espiritual y escriturario  es falsamente relacionado con las costumbres sociales, con una norma cultural, con una religión de tradiciones, con una organización o con un lugar para reunirse. Cuando la línea de demarcación si difumina entre, por  una parte, la expectativa social, la tradición o las costumbres de la Religión Organizada y por otra parte, la verdadera vida espiritual, la misma esencia de la Ecclesia o del creyente individual, entonces tal sistema tiene la posibilidad de evolucionar en una forma peligrosa de abuso espiritual o de elitismo religioso.

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Chip Brogden

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.”

Tomás le dice:

“Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Jesús le responde:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.”

Felipe le dice:

-“Señor, muéstranos al Padre y nos basta.”

Jesús le replica:

-“Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

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Juan 14,1-12

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Hace algunos años, un hombre de Dios que me guiaba entonces me envió un mensaje que me asustó mucho: “Sea siempre fiel a Dios en la observación de sus promesas y no se preocupe de las burlas de los insulsos. Sepa que los santos siempre se han hecho la burla del mundo y de los mundanos y han sido pisoteados por el mundo y por sus máximas. El campo de la lucha entre Dios y Satanás es el alma humana, donde se desarrolla esta lucha en todos los momentos de la vida. Para vencer a enemigos tan poderosos, es preciso que el alma dé libre acceso al Señor y sea fortalecida por él con toda suerte de armas, que su luz la irradie para combatir contra las tinieblas del error, que se revista de Jesucristo, de su verdad y justicia, del escudo de la fe, de la Palabra de Dios. Para revestirnos de Jesucristo, es preciso que muramos a nosotros mismos. Estoy seguro de que nuestra Madre celestial le acompañará paso a paso”.

Estaba yo confuso, mi mente daba vueltas, cavilaba en estos pensamientos sin llegar a ninguna conclusión. Pasó después otro trecho de vida y comprendí que morir a nosotros mismos es hacernos vivir a nosotros mismos. Caigo en la cuenta de que los momentos de vida plena son aquellos en que siento la tentación de hacer vivir en mí a Dios y su voluntad. Al final he comprendido que abandonarme a Dios no significa haber superado todos mis problemas, sino querer verdaderamente, con todo mi ser, que él pueda obrar en mí y pueda encontrar en mí una plena colaboración.

Al leer ahora de nuevo esta carta, cada palabra toma un valor diferente y, contrariamente a hace algunos años, me anima a continuar por este sendero.

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E. Olivero,
Amar con el corazón de Dios,
Turín 1993, pp. 72ss).

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“Dietario pascual y fraterno: pequeño festín de Babette”, por José Ignacio González Faus

Sábado, 6 de mayo de 2023
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De su blog Miradas Cristianas:

Para una espiritualidad de la fraternidad

Espiritualidad del arroz
Espiritualidad de la naranja
Y la playa…

Los orígenes le marcan a uno aunque luego se aleje de ellos. Y la alimentación infantil parece que también. Quizá por eso la primera vez que leí Fratelli Tutti me vinieron a la cabeza dos formas de espiritualidad que pueden ser como los alimentos de la fraternidad y que están vinculadas a mis primeros sabores en las orillas del Turia. Con cierta ironía fallera voy a titularlas: espiritualidad del arroz y espiritualidad de la naranja.

 1.- Espiritualidad del arroz

El arroz es quizá uno de los alimentos menos sabrosos: tiene color pero luego es casi como un agua sólida: inodoro e insípido. Y en mi infancia, comer un puro “arroz blanco” (que a lo mejor te lo daban porque andabas “descompuesto” o porque en aquella postguerra de los años cuarenta no había para más) era casi como un castigo.

Pero, no sé si precisamente por eso, el arroz es el alimento con más capacidad para asimilar los sabores de otros ingredientes. De ahí la variedad de arroces que pueden aparecer en cualquier menú: la paella puede ser de verduras, de carne, de pescado… Pero además está el arroz a banda, el arroz al horno, el arroz a la cubana: empapado en la yema de dos huevos fritos o en jugo de tomate, el “arròs en fesols i naps” (que según Joan Fuster era superior a la paella), el arroz caldoso con sus diversas variantes, el arroz a la italiana y hasta la posibilidad de convertirse en postre en el arroz con leche…

Pues bien: esa capacidad arrocera de recibir del otro, empaparse de lo que se recibe, darle sabor propio y comunicarlo es una buena forma de describir una espiritualidad de la fraternidad. Porque además, en todo ese proceso el arroz no desaparece sino que se revalúa. “Es la relación con el otro lo que nos constituye” como dice muy bien Francisco.

 2.- Espiritualidad de la naranja

No hablamos ahora de fibras ni vitamina C, sino de que uno de los destinos de la naranja es ser exprimida. Y el zumo de naranja es una de las bebidas más solicitadas y más refrescantes.

También eso resulta una buena parábola de la fraternidad: no todo es fácil ni cómodo en ella, y habrá muchos momentos de esos en que puedes sentirte estrujado. Pero a veces no sospechamos la cantidad de alivio y de refrigerio que eso puede suponer para otros.

La única diferencia es que a la naranja se la exprime contra su voluntad y en la fraternidad todo brota de la libertad. Pero vale aquí el dicho latino de que “comparatio non tenet in omnibus”: la comparación no vale para todos los puntos de las cosas comparadas, como pasa con la alegoría. Basta un punto de coincidencia para que la comparación valga.

 3.- ¿Y más?

Mientras escribía lo anterior he pensado que las comparaciones no tienen por qué ser exclusivas de mi particular geografía. Y esta Cataluña desde la que escribo me ha sugerido la imagen de las habichuelas: la famosa “botifarra amb mongetes”. Las mongetes son una guarnición típica en estos lares. Y eso sugiere otro rasgo muy característico y muy rico de la espiritualidad fraterna: el acompañamiento. Acompañar siempre, estar al lado siempre sin ser protagonista nunca. O al menos aspirar a eso en la medida que podamos conseguirlo no desde la imposición sino desde el cariño.

Queda para cada lector el intento de seguir tejiendo esa espiritualidad desde los sabores típicos de su tierra: desde el gazpacho andaluz, la fabada asturiana o las chuletas de Berriz… Tendríamos entonces que la fraternidad no es una mera imposición exterior sino un verdadero banquete. Como un pequeño festín de Babette: que requirió algún sacrificio tanto a la protagonista como al militar enamorado de ella y a aquella comunidad tan cerrada. Pero acabó descubriendo sabores tan inéditos y tan magníficos como el de las codornices en sarcófago.

 4.- Espiritualidad de la playa.

La evocación de mi infancia me ha hecho recordar la playa valenciana de Las Arenas donde tanto me gustaba ser llevado porque, además, se decía entonces que era la mejor playa de Valencia: mejor que la Malvarrosa por sus arenas más finas (supongo que de ahí el nombre).

Y la imagen de la arena sugiere otra consideración muy importante para la fraternidad: los granos de arena son muchísimos pero lo importante es que cada cual sea solo un grano de arena. Si alguno se empeña en ser un poco más grande o más llamativo, y se convierte en piedra o en espina o se cubre con algas, ya no se podrá pasear cómoda y confiadamente por la playa: porque no será como aquella playa de Las Arenas de mi infancia y puede haber riesgos de tropiezos o de algún pinchazo o de ensuciarse los pies…

Es verdad que hay arenas más cercanas o más lejanas de la costa; pero eso es una mera eventualidad que no depende de cada grano. También sucede que hay momentos en que el sol incide más en algunos granos que por eso parecen más brillantes; pero ya sabemos que eso pasa pronto y luego el resplandor pasa a otros granos…

Lo mismo sucede con la fraternidad: todo ser humano es un simple grano de arena, igual a los demás, ni mejor ni peor. Pero si estamos todos unidos formaremos una playa hermosa y limpia, por donde la historia podrá discurrir mucho mejor de como lo ha hecho hasta ahora. La igualdad es indispensable para la fraternidad: es, a la vez, causa y efecto de ella.

Es verdad que hay otras dietas fraternas que consisten en abstenerme yo para que puedan comer otros. Pero eso es para ser tratado en cuaresma y ahora estamos en pascua. Así que: buen provecho (y buen baño) hermanos.

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Escuchar la Voz de Jesús en una Iglesia que Excluye

Lunes, 1 de mayo de 2023
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B5B594F3-3944-46C6-B096-E63A2AC7BD33Mark Guevarra

La publicación de hoy es del colaborador invitado Mark Guevarra. Después de ser despedido como Asociado Pastoral por no revelar el estado de su relación, Mark se ha convertido en un defensor de la inclusión LGBTQ+ en la iglesia. Mark es un estudiante de doctorado en Graduate Theological Union, en Berkeley, California, con interés en la sinodalidad. Mark es miembro de la junta de Concerned Lay Catholics.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el cuarto domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

Tratar de escuchar la voz de Jesús es difícil como católico y aún más difícil como católico LGBTQ+. No es nada menos que un milagro que las personas LGBTQ+ permanezcan en la iglesia.

Como la mayoría de los niños, crecí aprendiendo a ser obediente a las figuras de autoridad en mi vida: padres, seres queridos y maestros. Para los católicos, se agregan a esta lista los sacerdotes, los obispos y el Papa. Si eres criado con una espiritualidad saludable y bien formado en la fe, con el tiempo nos sintonizamos más con la voz de Jesús y diferenciamos la voz de Jesús de las figuras de autoridad de la iglesia en nuestras vidas.

Pero esto no siempre es fácil dado que nuestra teología, liturgia y estructuras eclesiásticas pueden hacer que las personas confundan la voz de Jesús con la voz de los sacerdotes, obispos y el Papa. Después de todo, los sacerdotes actúan “en la persona de Cristo” en la Misa, los obispos son descritos como pastores y el Papa fue históricamente definido como el Vicario de Cristo. En el mejor de los casos, escuchar la voz de Cristo en nuestro clero puede motivar a las personas a actuar con justicia y caridad. En el peor de los casos, confundir la voz de Cristo con la del clero puede intensificar el pecado del clericalismo y conducir a abusos de poder y sexo.

En el Evangelio de hoy, cuando Jesús usa la analogía de los ladrones y bandidos que descarrían a las ovejas, no es difícil imaginar los pecados de nuestro clero. Muchos comentaristas de la Biblia interpretan este pasaje en el contexto de los argumentos de Jesús con los fariseos, y así interpretan las críticas punzantes de Jesús como centradas en ellos. E incluso el Papa Francisco ha leído las críticas de Jesús a los fariseos como base para sus críticas punzantes al clericalismo.

El Papa está profundamente preocupado por los “ladrones y bandidos” que hacen que el Pueblo de Dios pierda la fe por completo. La voz de Jesús se ha ahogado tanto que innumerables católicos han abandonado la iglesia, muchos de los cuales son personas LGBTQ+.

Muchas de estas personas sufrieron, incluso sin saberlo. Muchos tienen ira y frustración sin procesar. Muchos se sienten traicionados. Sin una guía saludable, sin el apoyo de la familia elegida, sin aquellos que caminaron por el camino y sobrevivieron y prosperaron, sin la espiritualidad y los sacramentos, muchas personas LGBTQ+ se calman a sí mismas con conductas autolesivas.

Estas realidades son la razón por la cual es tan importante tener parroquias, grupos y organizaciones católicas que apoyen a las personas LGBTQ. Hace más de 20 años, encontré apoyo con Dignity Canada Dignité, y no mucho después conocí a la Hna. Jeannine Gramick, leí su libro y encontré inspiración en New Ways Ministry. Encontré apoyo en una parroquia acogedora LGBTQ+ y en amigos católicos homosexuales mayores que escucharon la voz de Jesús y caminaron por el camino que me adelantó.

Espero y rezo para que la exclusión de las personas LGBTQ+, que se capturó en los resúmenes de los sínodos en todo el mundo, se aborde de manera significativa cuando los líderes de la iglesia se reúnan para la primera sesión del sínodo en Roma en octubre. A medida que nos convertimos en una iglesia sinodal, debemos hacer obras de justicia restaurativa para disculparnos y reconciliarnos con aquellos que han sido marginados. Debemos curar los daños causados. Debemos cambiar estructuras y teologías dañinas en la iglesia que rechazan y excluyen a las personas. Debemos formar a los seminaristas para que huelan como sus ovejas, y todos los católicos deben estar formados para escuchar la voz de Jesús en los demás, comenzando por los pobres, descartados y marginados.

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Cuando el Papa Francisco proclama que el Señor desea que la iglesia sea sinodal en el tercer milenio, quiere decir que debemos ser una iglesia que pueda escuchar la voz de Jesús. Primero, debemos ser formados para confiar en que Jesús nos está hablando de muchas maneras, algunas de las cuales incluso son sorprendentes. Desde la proclamación del Vaticano II de que el Espíritu sopla donde quiere, hemos luchado por confiar en esa verdad. Nuestra formación religiosa y espiritual debe cultivar la creencia fundamental de que Dios nos habla de muchas maneras.

En segundo lugar, debemos estar capacitados para escuchar correctamente. La creciente espiritualidad de la sinodalidad puede ayudar en esto. El manual del sínodo dice que debemos escuchar con la mente y el corazón abiertos. Debemos ser vulnerables, humildes y empáticos.

Tercero, debemos ser formados para discernir individual y comunitariamente la voz de Jesús. El Papa Francisco sugiere dos conjuntos de criterios: las Bienaventuranzas y las obras de misericordia. Los católicos debemos reconocer que la voz de Jesús nos habla a través de las voces de los más pequeños entre nosotros: aquellos que han dejado la iglesia, aquellos que han sido dañados por ella, hermanos de otras iglesias cristianas, personas de otras tradiciones religiosas y personas que no pertenecen a una tradición religiosa o de fe. Los católicos deben estar capacitados para escuchar con el corazón y confiar en lo que Jesús podría estar enseñándonos en el otro.

Cuarto, debemos responder con amor y hacer obras de justicia restaurativa. Para los católicos LGBTQ+, eso puede comenzar con los líderes de la iglesia ofreciendo disculpas formales y comprometiéndose a caminar hacia la reconciliación. Esa respuesta también debe incluir un cambio sistémico y una profundización de las teologías.

Hacer todo esto requerirá un cierto morir de uno mismo. Los comentaristas de la Biblia notan que a lo largo del evangelio de Juan, incluso en el pasaje de hoy, Jesús usa la imagen del Antiguo Testamento de Dios como pastor, para acentuar quién es Jesús como Mesías. Sin embargo, lo que diferencia a Jesús como pastor en el evangelio de Juan, es que él da su vida por sus ovejas. Este modelo de pastor es el camino para entrar en los pastos que verdaderamente llenan, el camino para ser salvos por medio de Cristo, el camino para tener vida en abundancia.

A medida que continuamos celebrando a Cristo Resucitado en este tiempo de Pascua, que abramos nuestros corazones para escuchar a Cristo unos en otros, y respondamos con amor, para que todos puedan ser salvos.

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Guevarra con su pareja, el reverendo Mark Chiang (derecha), ministro de la Iglesia Presbiteriana de St. Andrew en Edmonton. (Proporcionada)

—Mark Guevarra, 30 de abril de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Escuchar la voz de Jesús”. 30 de abril de 2023. 4 Pascua (A). Juan 1, 1-10.

Domingo, 30 de abril de 2023
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Other-Sheep-logoEn algunos ámbitos de la Iglesia se insiste más que nunca en la necesidad de un «magisterio eclesiástico» fuerte para dirigir a los fieles en medio de la crisis actual. Estas llamadas no logran, sin embargo, detener su creciente «devaluación» entre amplios sectores de cristianos.De hecho, no pocas intervenciones de los obispos provocan reacciones encontradas. Unos las alaban con fervor, otros las critican duramente, y la mayoría las olvida a los pocos días. Mientras tanto, en el evangelio se nos recuerdan unas palabras de Jesús que nos interpelan a todos: «Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz».

Lo primero y decisivo también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos «la voz» de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las tradiciones ni la novedad de las modas, no las «preocupaciones» de los eclesiásticos ni los «gustos» de los teólogos, no nuestros intereses, miedos o acomodaciones.

Esto exige no confundir sin más la voz de Jesucristo con cualquier palabra que se pronuncia en la Iglesia. No hemos de dar por supuesto que en toda intervención de los obispos, en toda predicación de los curas, en todo escrito de los teólogos o en toda exposición de los catequistas se está escuchando fielmente la voz de Jesús.

Siempre existe un riesgo. Que llenemos la Iglesia de escritos y cartas pastorales, de documentos y libros de teología, de catequesis y predicaciones, sustituyendo con nuestro «ruido» la voz inconfundible de Jesús, nuestro único maestro. Lo recordaba una y otra vez el obispo san Agustín: «Tenemos un solo maestro. Y, bajo él, todos somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».

Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea y nace del Espíritu del Resucitado. Esto es lo decisivo, pues el magisterio, la predicación o la teología han de ser una invitación a que todos y cada uno de los creyentes escuchemos de manera fiel la voz de Cristo. Solo cuando uno «aprende» algo de Jesús se convierte en su seguidor.

José Antonio Pagola

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“Yo soy la puerta de las ovejas”. Domingo 30 de abril de 2023. 4º Domingo de Pascua.

Domingo, 30 de abril de 2023
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26-PascuaA4 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 2,14a.36-41: Dios lo ha constituido Señor y Mesías
Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Pedro 2,20b-25: Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas
Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas

La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, pertenece al discurso de Pedro, ante el pueblo reunido en Jerusalén, a raíz del hecho de Pentecostés. Después de interpretarles el fenómeno de las lenguas diversas en que hablaban los discípulos invadidos por el Espíritu Divino, Pedro les evoca la vida y la obra de Jesús, les anuncia el “Kerygma”, la proclamación solemne de la Buena Nueva, del Evangelio: Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha sido sepultado y al tercer día Dios lo hizo levantarse de la muerte librándolo de la corrupción del sepulcro y sentándolo a su derecha, como habían anunciado los profetas. Se trata ya, evidentemente, de una primera elaboración teológica del llamado «kerigma», o síntesis o núcleo de la predicación.

Lógicamente, esa formulación del kerigma está condicionada por su contexto social e histórico. No es que porque aparezca en el Nuevo Testamento ya haya de ser tenida como intocable e ininterpretable. Las palabras, las fórmulas, los elementos mismos que componen ese kerigma, hoy nos pueden parecer extraños, ininteligibles para nuestra mentalidad actual. Es normal, y por eso es también normal que la comunidad cristiana tiene el deber de evolucionar, de recrear los símbolos. La fe no es un «depósito» donde es retenida y guardada, sino una fuente, un manantial, que se mantiene idéntico a sí mismo precisamente entregando siempre agua nueva.

En muchos países tropicales son casi desconocidos los rebaños de ovejas cuidadas por su pastor. Eran y son muy comunes en el mundo antiguo de toda la cuenca del Mediterráneo. Muy probablemente Jesús fue pastor de los rebaños comunales en Nazaret, o acompañó al pastoreo a los muchachos de su edad. Por eso en su predicación abundan las imágenes tomadas de esa práctica de la vida rural de Palestina. En el evangelio de Juan la sencilla parábola sinóptica de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7) se convierte en una bella y larga alegoría en la que Jesús se presenta como el Buen Pastor, dueño del rebaño por el cual se interesa, no como los ladrones y salteadores que escalan las paredes del redil para matar y robar. Él entra por la puerta del redil, el portero le abre, El saca a las ovejas a pastar y ellas conocen su voz. La alegoría llega a un punto culminante cuando Jesús dice ser “la puerta de las ovejas”, por donde ellas entran y salen del redil a los pastos y al agua abundante. Por supuesto que en la alegoría el rebaño, las ovejas, somos los discípulos, los miembros de la comunidad cristiana. La alegoría del Buen Pastor está inspirada en el largo capítulo 34 del profeta Ezequiel en el que se reprocha a las autoridades judías no haber sabido pastorear al pueblo y Dios promete asumir Él mismo este papel enviando a un descendiente de David.

La imagen del Buen Pastor tuvo un éxito notable entre los cristianos quienes, ya desde los primeros siglos de la iglesia, representaron a Jesús como Buen Pastor cargando sobre sus hombros un cordero o una oveja. Tales representaciones se conservan en las catacumbas romanas y en numerosos sarcófagos de distinta procedencia. La imagen sugiere la ternura de Cristo y su amor solícito por los miembros de su comunidad, su mansedumbre y paciencia, cualidades que se asignan convencionalmente a los pastores, incluso su entrega hasta la muerte pues, como dice en el evangelio de hoy “el buen pastor da la vida por sus ovejas”.

La imagen de «ovejas y pastores» ha de ser manejada con cuidado, porque puede justificar la dualidad de clases en la Iglesia. Esta dualidad no es un temor utópico, sino que ha sido una realidad pesada y dominante. El Concilio Vaticano I declaró: «La Iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y gobernar, y a otros no» (Constitución sobre la Iglesia, 1870). Pío XI, por su parte, decía: «La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la multitud de los fieles. Y estas categorías, hasta tal punto son distintas entre sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores» (Vehementer Nos, 1906). La verdad es que estas categorías de «pastores y rebaño», a lo largo de la historia de la Iglesia han funcionado casi siempre -al menos en el segundo milenio- de una forma que hoy nos resulta sencillamente inaceptable. Hay que tener mucho cuidado de que nuestra forma de utilizarlas no vehicule una justificación inconsciente de las clases en la Iglesia.

El Concilio Vaticano II supuso un cambio radical en este sentido, con aquella su insistencia en que más importante que las diferencias de ministerio o servicio en la Iglesia es la común dignidad de los miembros del Pueblo de Dios (el lugar más simbólico a este respecto es el capítulo segundo de la Lumen Gentium del Vaticano II).

Como es sabido, en las últimas décadas se ha dado un retroceso claro hacia una centralización y falta de democracia. La queja de que Roma no valora la «colegialidad episcopal» es un clamor universal. La práctica de los Sínodos episcopales que se puso en marcha tras el concilio, fue rebajada a reuniones meramente consultivas. Las Conferencias Episcopales Nacionales, verdadero símbolo de la renovación conciliar, fueron declaradas por el cardenal Ratzinger como carentes de base teológica. Los «consejos pastorales» y los «consejos presbiterales» establecidos por la práctica posconciliar como instrumentos de participación y democratización, casi han sido abandonados, por falta de ambiente. La feligresía de una parroquia, o de una diócesis, puede tener unánimemente una opinión, pero si el párroco o el obispo piensa lo contrario, no hay nada que discutir en la actual estructura canónica clerical y autoritaria. «La voz del Pueblo, es la voz de Dios»… en todas partes menos en la Iglesia, pues en ésta, para el pueblo la única voz segura de Dios es la de la Jerarquía. Así la Iglesia se ha convertido -como gusta de decir Hans Küng- en «la última monarquía absoluta de Occidente». A quien no está de acuerdo se le responde que «la Iglesia no es una democracia», y es cierto, porque es mucho más que eso: es una comunidad, en la que todos los métodos participativos democráticos deberían quedarse cortos ante el ejercicio efectivo de la «comunión y participación». En semejante contexto eclesial, ¿se puede hablar ingenuamente de «el buen pastor y del rebaño a él confiado» con toda inocencia e ingenuidad? El Concilio Vaticano II lo dijo con máxima autoridad: «Debemos tener conciencia de las deficiencias de la Iglesia y combatirlas con la máxima energía» (Gaudium et Spes 43).

En la Iglesia de Aquel que dijo que quien quisiera ser el primero fuese el último y el servidor de todos, en algún sentido, todos somos pastores de todos, todos somos responsables y todos podemos aportar. No se niega el papel de la coordinación y del gobierno. Lo que se niega es su sacralización, la teología que justifica ideológicamente el poder autoritario que no se somete al discernimiento comunitario ni a la crítica democrática. ¿Qué la Iglesia no es una democracia? Debe ser mucho más que una democracia. Y, desde luego: no ha de ser un rebaño. Leer más…

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30.4.23. Dom 4 Pascua. No para meter en redil, sino para sacar y liberar a las ovejas (Sal 23 ; Jn 10)

Domingo, 30 de abril de 2023
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784Del blog de Xabier Pikaza:

Ésta es la palabra central, carta magna de la liberación bíblica y cristiana: Sacar a las “ovejas” del redil cósmico y social donde estaban cerradas, oprimidas, haciendo con ellas un camino de comunión personal, en libertad.

Sin esa libertad que es Dios (en nuestro caso el Dios de Israel y de Cristo),  el ejercicio político/social y religioso  de pueblos y estados  ha sido (=es) un dominio de  kleptai (ladrones) y lêstai (bandidos .

Así lo proclama  esta palabra de Jesús sobre el poder/gobierno de sacerdotes (Jerusalén) yde soldados (Roma), que viene precedida y preparada en la Biblia y liturgia de este dom. 4 de Pascua por el responsorio de Sal 23 (=22).

Ésta es la palabra central de la Iglesia, pero a veces, la misma iglesia, en vez de sacar y liberar, ha metido a sus ovejas en más duros rediles de dominio de conciencia (castillos fortificados y vigilados de opresión social)-

Dicen que la economía y política moderna quieren liberar, pero ella también ha corrido y está corriendo el riesgo de sacar a las ovejas delos viejos rediles (redes) de opresión tradicional para encerrarlas en apriscos más duros de opresión económica, ideológica y política. Todo el mundo está corriendo el riesgo de convertirse en un gulag, un Lager de concentración para la muerte, campos y campos de exilados, encerrados en fronteras de opresión.

El tema de fondo, la palabra inquietante de Jn 10, 10, es que este mundo está bajo el dominio de poderes económicos (kleptai,ladrones) y político/militares (lestai,bandidos). Por eso, lo primero es sacar (ex-agein), esto es, liberar a las ovejas-ovejas, a fin de que puedan ser lo que son, es decir, personas en libertad de conocimiento y amor, para caminar en comunión (comunicaciòn de vida).

Éste es un evangelio fuerte quizá el más fuerte de la Biblia, de la iglesia y de la humanidad: La autoridad social y religiosa sólo es digna de ese nombre si libera, si permite que hombres y mujeres, que empiezan pareciendo ovejas de redil, se conviertan en personas de libertad para el amor.

Para eso esta la Biblia (=la Palabra), para eso está Jesús (para sacarnos del redll cerrado de animales), para eso está la iglesia…para eso están un tipo de autoridades sociales, económicas y religiosas.

Pero la Biblia (Palabra), Jesús (liberador) y la Iglesia (con los poderes político-sociales) se han vuelto con frecencia creadores de nuevos rediles, peores (más refinados) que los anteriores: Rediles de dogmatismo de conciencia (no de buen dogma), campos de inquisición y de concentración, sistemas cada vez más totalitarios/totales de manipulación, al servicio de klepta y lestai, esto es, de latrocinio y esclavizamiento.

Ciertamente, el evangelio de Juan, con el despliegue de la iglesia y  los programas de liberaciòn politico-social de la modernidad, han conseguido muchas libertad. Pero hay que estar muy atentos para que esas libertades no sean tapadera de nuevas y más duras opresiones de ladrones y bandidos, como sigue diciendo el salmo y evangelio de este domingo.

SAL 23 (=22): YAHVÉ ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Breve salmo, atribuido a David, pastor y rey, a quien la tradición atribuye el orden sagrado del templo de Jerusalén y la “constitución del judaísmo”.. Sus motivos básicos son dos, conectados entre sí de un modo histórico y religioso.

(a) 23, 1-4. Yahvé, pastor que protege, guía y alimenta al rebaño (Israel, humanidad) y al orante en los caminos fuertes, peligrosos, de trashumancia en oriente.

(b) 23, 5-6. El mismo Yahvé se muestra vinculado a un templo (un casa), que es, evidentemente Jerusalén, donde abre un espacio de vida y una mesa de amor para los justos (frente, en contra de los enemigos) (tomo el comentario que sigue de mi libro de los salmos).

            Es muy posible que este salmo sea la oración de un “devoto” (creyente), a quien sus enemigos acusan, persiguiéndole  y queriendo expulsarle del culto de los fieles del templo; pero se ha defendido, ha triunfado, y puede mantenerse en el templo, confesando a Yahvé como su Dios, tanto en su entorno anterior de trashumancia (como oveja de un rebaño protegido por Dios), como en su contexto posterior (actual) de presencia y culto en el templo.De un modo implícito, este salmo evoca el arco histórico de la identidad israelita, en sus dos momentos fundamentales.

(a) Sal 23, 1-4  presenta a Israel  (al ser humano) como un rebaño guiado y defendido por Dios, no sólo en la etapa de los patriarcas (Jacob pastor), sino a lo largo de los tiempos de trashumancia por un tipo de desierto, desde la salida de Egipto hasta su establecimiento en torno a Jerusalén.

(b)  Sal 23,5-6    nos sitúa ante la comunidad de creyentes, reunidos de un modo sacral en torno al templo de Jerusalén, donde Dios mismo aparece como “anfitrión”, en la casa sagrada que acoge a sus devotos, les unge, les llena de gloria y les “alimenta”, de forma que ellos pasan de ser ovejas de su rebaño (cf. Is 40, 11; Ez 34, 21-22; Sal 95,7) y huéspedes y amigos de su casa.

            Este paso de la religión trashumante del Yahvé pastor y su rebaño a la religión establecida del Yahvé del templo con sus fieles, que comparten la mesa y oración (y que más tarde el libro de la Ley), constituye la clave de la historia de Israel, y aparece aquí resumida en esta espléndida oración, que no es ya propia de un Rey como David (aunque se le puede aplicar la primera parte), ni de unos sacerdotes, gestores del culto del pueblo (aunque también se les puede aplicar la segunda parte), sino de un creyente, que se defiende y eleva como representante o portavoz de la historia israelita.

            Cambian de un momento a otro los “peligros”, vinculados primero con el tiempo de pastoreo con riesgos concretos de carencia (de agua, de pastos, de oscuros caminos, de fieras o bandidos…) y después con el tiempo del templo, con enemigos humanos, que se sientan o vigilan al otro lado de la mesa del orante, acechándole siempre. Pero la defensa de Yahvé (su presencia protectora) es siempre la misma en un momento y el otro, de forma que el salmista original o los que repiten y asumen su canto en el templo o en la liturgia particular de las comunidad, pueden habitar tranquilos (23,5), libres de temor, porque el Dios pastor y anfitrión (amigos) va con ellos y les acompaña.

(A) Yahvé es mi pastor, nada me falta:2 en verdes praderas me hace recostar; | me conduce hacia fuentes tranquilas. 3 y repara mis fuerzas; | me guía por el sendero justo, | por el honor de su nombre.4 Aunque camine por cañadas oscuras, | nada temo, porque tú vas conmigo:tu vara y tu cayado me defienden.

(B) 5 Preparas una mesa ante mí, | enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, | y mi copa rebosa.6 Bondad y tu misericordia me acompañan | todos los días de mi vida,Y  habitaré en la casa Yahvé | por años sin término.

Éste salmo tiene, como he dicho, dos partes principales (Yahvé-Pastor, Yahvé en el Templo) que van unidas de un modo inseparable, como es normal en otros salmos. Entre el pasado de los patriarcas-pastores y el presente de los devotos del templo queda un largo transcurso de historia simbólica (conquista de la tierra, monarquía de Jerusalén, quizá exilio…), que el salmo no necesita precisar, pasando como hace la etapa de pastores (promesa) a la etapa de fieles/levitas de un templo.

La imagen primera es de “pastores”, una imagen que ha seguido vive en el mundo rural hasta tiempos muy recientes: La humanidad logró una madurez antes impensable cuando logró domesticar algunos animales (cf. Sal 8; Gen 2), de forma que, en vez de ser cazador fortuito de venados silvestres, se convirtió en pastor de animales domésticos (perros y caballos, vacas, ovejas…) a los que cuidaba y guiaba, para mantenerse de ellos. Resulta esencial este recuerdo   de los israelitas posteriores, que seguían identificándose más con los pastores patriarcas nómadas (trashumantes) que con los agricultores sedentarios, simbolizados por los pueblos paganos cananeos. De esa forma pasa el salmo del recuerdo antiguo de los “jeques” pastores (patriarcas) a los fieles sedentarios del templo.

(A). Yahvé, tú eres mi pastor (23, 1-4). No dice eres mi Rey, mi Padre o Sacerdote, sino mi Pastor, Ro’i (y[iªro÷), con acento de intensificación sobre la palabra hebrea, como para indicar que su vida (la vida de la humanidad) ha podido surgir y se ha desarrollado a través de una presencia gratuita, bondadosa y fuerte de Dios, como pastor que “domestica” a las ovejas, las guía, las protege… Eso significa que el hombre es un animal “domesticado”, educado por Dios, por una presencia superior de vida, a quien se conoce con el nombre de Yahvé (el que vive, hace vivir).

Actualmente, siglo XXI, al menos en el mundo occidental, esta imagen se nos ha hecho difícil de entender y de aceptar: No nos sentimos bien si alguien nos guía, no somos “animales domésticos”, dependientes de un Dios exterior, sino dueños y gestores de la propia vida, sin necesidad de “pastores”. En un plano, ese nuevo sentimiento de libertad es bueno, y este mismo salmo lo ratifica al final. Pero en otro sentido, la visión del “Dios pastor”, vinculado a nuestra propia identidad de “rebaño de hombres libres”, sigue siendo necesaria: Nuestro despliegue en la vida ha sido un prodigio, la mayor de las maravillas de la tierra; la humanidad ha surgido por obra especial de una Presencia y Guía que podemos comparar con la del pastor, que nos ha hecho capaces de tener lo que tenemos, que nada nos falte.

Las notas principales de la presencia y obra de este Pastor divino son tradicionales y apenas necesitan comentario, teniendo en cuenta las condiciones del pastoreo trashumante antiguo, en una tierra de estepas semidesérticas, como las del entorno de Israel: Con la ayuda del Dios-Pastor, con su presencia educadora, el hombre ha sido capaz de encontrar verdes praderas y tranquilas fuentes,  en medio de una tierra calcinada,  reparando su cansancio y superando  los peligros, a través de “senderos justos” (qd<c,©÷-yleG>[.m;).

            Esta última expresión se puede y debe entender de dos maneras. (a) Los hombres han recorrido senderos “rectos”, esto es, apropiados, que les han llevado a la supervivencia física. (b) Pero también han recorrido caminos de “justicia”, en un sentido social y religioso, pues de otra manera ellos habrían perecido todos, víctimas de la violencia universal. Desde ese fondo se entienden las dos frases fundamentales.

 – Aunque camine por cañadas oscuras (de oscuridad de muerte)  nada temo, porque tú vas conmigo; este Dios-presencia, en medio del riesgo de muerte de la vida humana, define y sostiene la su existencia. El hombre ha sido y sigue siendo un viviente acompañado, bordeando sin cesar el riesgo de la muerte-oscura que le rodea y amenaza. Un camino por la oscuridad rodeada de muerte, pero abierta a la Vida es la existencia humana.

Porque tu vara y cayado me sosiegan-defienden (ynImU)x]n:)y> hM’heä ^T,ªn>[;v.miW÷ ^ïj.b.vi); la vara es un tipo de “cetro” de orientación y mando (propio incluso de reyes); el cayado es más bien un bastón defensivo, que podía llevar punta de hierro, para luchar contra las fieras y contra posibles enemigos.

 Según esto, la vida de los grupos humanos y de las personas en particular ha sido un “milagro” de educación (maduración, crecimiento) que el salmista atribuye a la presencia de Dios, como Pastor y guía. En un sentido, el hombre es dueño de sí (capaz de defenderse); pero, al mismo tiempo, su vida ha sido y sigue siendo resultado de una presencia superior. El hombre es porque Yahvé (el que es), siendo su presencia y providencia activa, le ha hecho surgir y le mantiene en vida.

(B) 2. Habitaré en la casa de Yahvé (23, 5-6).El salmista da un gran salto, para situarse en el lugar en que ahora se encuentra (al menos simbólicamente): Ante la mesa (!x’ªl.vu) que el mismo Yahvé le ha preparado en su casa (Bet-Yahvé) . No camina ya buscando descanso de agua y sombra, en medio de duros senderos de muerte, sino que puede sentarse y se sienta ante la mesa de Dios, hasta saciarse sin fin. Su bienaventuranza no se expresa aquí en forma de visión (contemplar a Dios, cara a cara…), sino de banquete (comer siempre en la casa de Dios).

El mismo Dios-Pastor se vuelve así anfitrión, quizá mejor de Amigo, que acoge a los amigos en su casa, ofreciéndoles alimento, como ha sabido la tradición antigua (la carne de los sacrificios que se comen en el templo es “carne de Dios”) y más tarde el cristianismo (que ha interpretado el pan y vino eucarístico como cuerpo y sangre de Cristo, Dios encarnado). Es evidente que estas afirmaciones, como las que forman parte del “misterio” religioso han de tomarse “simbólicamente”, no para indicar que no son verdaderas, sino para afirmar que lo son de un modo más alto.

El orante ha pasado de ser “oveja” o pastor de ovejas en los caminos arriesgados de estepas orientales a ser miembro de una comunidad de culto del templo (la gran asamblea; Sal 22, 23-26), en la que ha sido admitido, quizá con la oposición de algunos miembros. Parece que en ese sentido ha de entenderse la frase enigmática “frente a mis enemigos”: Él está en la mesa, nadie podrá nunca separarle de ella, expulsarle de la compañía de Yahvé, pero éste fin del salmo advierte que en esa casa “sigue habiendo enemigos”, quizá grupos enfrentados.

Esa expresión (frente a mis enemigos) puede y debe entenderse de manera afirmativa: A pesar de que tengo enemigos (personas y grupos que piensan de un modo distinto y querrían expulsarme) estoy sentado a la mesa de Yahvé y ellos deben aceptarlo (no pueden impedirlo). Pero ella  conserva un rasgo muy significativo: En otros salmos, incluso en Sal 22, daba la impresión de que los enemigos eran aniquilados en la gran lucha final; aquí, en cambio, sigue habiendo enemigos, incluso al fin, en el mismo templo, pues el culto del  santuario de Yahvé sigue estando dividido entre grupos enfrentados, pero sabiendo que los otros, los enemigos, no podrán expulsar nunca al orante justo.

Dios mismo ha preparado esa mesa del templo para el orante, sirviéndole en ella: Unge su cabeza con perfume, declarándole triunfador (un tipo de mesías, ungido); mantiene siempre llena su copa… Aquí se ha invertido la imagen del hombre sometido a Dios pastor (que le domestica y dirige desde fuera), pues Dios se ha convertido en servidor del hombre, le unge, le orece su vino en la copa… y así la acompaña todos los días de la vida, como muestran las dos frases finales.

2 JUAN 10, 1-10. CUANDO SAQUE DEL  APRISCO LAS OVEJAS (Jn 10,1-10)

 En aquel tiempo, dijo Jesús “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.

 A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.” Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba.

Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”

 La imagen anterior del pastor del Dios que es Pastor trashumante que guía la historia de los hombres y señor de un templo donde “alimenta” a sus devotos… sigue al al fondo, pero ha cambiado poderosamente. Éstas son las tres notas principales de este mundo (que era el suyo de los sacerdotes de Jerusalén y el de los legionarios romanos y que sigue siendo el nuestro son estas:

Cuatro  principios

1.  El mundo entero (Jerusalén,y Roma, templo  eimperio…) estaban en manos de kleptaì y lêstai,

como he dicho, y ahora repito. Ésta son las dos palabras fundamentales, que Jesús repite al principio y al fin de su “proclamación de investidura”: Todo lo que hay en el mundo es latrocinio (kleptai) u violencia opresora, armada o de otro tipo  (lêstai).

Son palabras durísimas, yo no me atrevería a decirlas, pero el dulcísimo Jesús crucificado las repite, en la iglesia (Jerusalén) y en el imperio (Roma). Ladrones y bandidos no han entrado por la puerta de Dios (que es la vida), sino que han asaltado el “aprisco”, el hogar de la vida humana, han tomado el poder económico y militar, y así identifican la justicia y la paz con su justicia opresora y su pan esclavizadora.

    Ciertamente, estos ladones y bandidos pueden ser los “celotas” y los “terroristas” sicarios del “mal judaísmo” (como nos decía La Potterie, en su año largo de clases sobre este motivo…); pero él solía olvidarse de que Jesús llamaba también (y sobre todo) kleptai y lestai a los sumos sacerdotes de Jerusalén y a los sumos legionarios de Roma (como algunos alumnos, después famosos, le decían ya entonces; los españoles solíamos estar callados, no estaba el horno para bollos).

2. La humanidad ha estado (está) encerrada en ese corral (aprisco, redil…),

en  na especie de campo de concentración universal, con muros altos, difíciles de saltar…, pero que ahora asaltaban y asaltanlos nuevos ladrones bandidos que expulsan a los  anteriores para ocupar su  lugar en la red/redil de poder (como dice Ecl 5).

Esta visión de la humanidad como campo concentración, aprisco  “exterminio” era y sigue siendo el tema de fondo de la historia y apocalíptica judía y cristiana, desde Daniel  y 1 Henoc, hasta el evangelio de Juan y el Apocalipsis.

Leer más…

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Cuatro títulos de Jesús: Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco. Domingo 4º de Pascua

Domingo, 30 de abril de 2023
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Young ShepherdDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Domingo 4º de Pascua

Nota previa sobre las lecturas de los domingos 4º a 7º de Pascua

            La lecturas de estos cuatro domingos pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés tratando tres temas.

  1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas.
  2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º domingo); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).
  3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es la puerta por la que todos debemos entrar (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).

Jesús, Señor y Mesías (Hechos 2,14a.36-41)

            Esta lectura tiene interés especial desde un punto de vista histórico y catequético. Según Lucas, el grupo de seguidores de Jesús (120 personas) experimentó un notable aumento el día de Pentecostés. Después de cincuenta días de miedo, silencio y oración, el Espíritu Santo impulsa a Pedro a dirigirse a la gente presentando a ese Jesús al que habían crucificado, constituido Señor y Mesías por Dios. El pueblo, conmovido, pregunta qué debe hacer, y Pedro los anima a convertirse y bautizarse en nombre de Jesucristo.

            Pero Lucas añade otro argumento muy distinto, que fue usado por los primeros misioneros cristianos: el miedo al castigo inminente de Dios. De acuerdo con la mentalidad apocalíptica, este mundo malo presente desaparecerá pronto para dar paso al mundo bueno futuro. Eso ocurrirá cuando se manifieste la gran cólera de Dios en un juicio que provocará salvación o condenación. Por eso Pedro anima: «Escapad de esta generación perversa». ¿Cómo ponerse a salvo? Los autores apocalípticos hacen que todo dependa de la conducta observada con Dios y con los hombres. Para los misioneros cristianos, la salvación dependerá de creer en Jesús. Pedro ya ha hablado del bautismo en nombre de Jesús.

            Tenemos, pues, dos argumentos aparentemente distintos: el primero se basa exclusivamente en lo que Dios ha hecho por Jesús. El segundo parece menos cristiano, con su recurso al miedo. Pero no olvidemos que, en este contexto, Pablo escribe a los de Tesalónica: «Jesús nos libra de la condenación futura». Con miedo o sin él, Jesús es siempre el centro de la catequesis cristiana.

            El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:

            -«Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»

            Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

            -«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»

            Pedro les contestó:

            -«Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.»

            Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo:

            -«Escapad de esta generación perversa.»

            Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.

Jesús modelo (1 Pedro 2,20b-25)

En la segunda mitad del siglo I, los cristianos eran a menudo insultados, difamados, perseguidos, se confiscaban a veces sus bienes, se los animaba a apostatar… En este contexto, la 1ª carta de Pedro los anima recordándoles que ese mismo fue el destino de Jesús, que aceptó sin devolver insultos ni amenazas: «Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas».

Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor («Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas»). Pero este no es el tema principal del evangelio, que introduce un cambio sorprendente.

Jesús, puerta del aprisco (Juan 10,1-10)

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» 

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: 

-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

            El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.

Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “Son tontos. Está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).

Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.

Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).

La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.

En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.

En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Ya que es frecuente echar la culpa a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundante.

Reflexión final

            Los lecturas nos ofrecen cuatro título de Jesús: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); modelo a la hora de soportar el sufrimiento, la 1ª carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco se lo aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, una catequesis sobre lo que Jesús significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.

Cuatro imágenes tan distintas de Jesús son demasiada materia para una homilía. Puesto a elegir, me quedaría con la de modelo en los momentos difíciles de la vida y como puerta por la que se puede entrar a un lugar seguro y salir en busca de buenos pastos.

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Cuarto Domingo de Pascua. Ciclo A. 30 Abril 2023

Domingo, 30 de abril de 2023
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Cuarto-Domingo-Pascua

 

«El que entra por la puerta es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca.»

(Jn 10, 1-10)

Nuestra vida se desarrolla prácticamente en nuestra mente, donde  pensamos,  mostramos nuestro saber, controlamos, imponemos… Pero Jesús en este evangelio nos dice que  nuestra vida  no se desarrolla en la mente, ni se desarrolla en el corazón, que nuestra vida para ser Vida, hemos de vivirla en la totalidad que somos.

Nuestra mente, nuestro corazón, nuestras extremidades son pequeñas puertas por donde se nos va  haciendo la vida. Y Jesús hoy nos dice: “en vuestra vida sólo hay una puerta que muchas veces cerráis por miedo, por el qué dirán.  Yo os digo: abrid vuestra vida a la Vida que soy yo. Ahí descubriréis el descanso, el sosiego, el amor, la aceptación. Y podréis ser vosotros sin fingir, no se trata de hacer, sino de ser.

Jesús es la puerta que nos permite ser lo que somos.

La llave de nuestra vida la tenemos nosotros.  Si somos capaces de meterla en la cerradura, que no es otra cosa que la oración y el encuentro con Él, se abrirá.  Y aunque en un primer momento nos quedemos paralizados, entraremos, y descubriremos una estancia amplia. Llena de luz. Donde descubriremos lo que somos,  hijos de la casa, hijos de Dios.

Jesús, es la puerta que nos permite acceder a nuestra interioridad, y descubrir su voz en el silencio, donde oímos nuestro nombre y la invitación a que sigamos sus huellas para ir al Padre.

ORACIÓN

Gracias por ser puerta que nos abre a la Vida y nos descubre el sentido y la grandeza de vivir en ti.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Por Jesús, lo divino entra en lo humano y lo humano en lo divino.

Domingo, 30 de abril de 2023
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buenpastor6DOMINGO 4º DE PASCUA(A)

Jn 10,1-15

Aunque el evangelio de hoy ya no hable de apariciones, no nos apartamos del tema pascual, pues afirma expresamente: “Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante”. Juan nos está diciendo lo que pensaban los cristianos de finales del siglo I en la comunidad donde se escribe el evangelio, no lo que pudo decir Jesús cuando vivía en Galilea. Esto es para nosotros más interesante que las mismas palabras de Jesús, porque nos habla de una vivencia provocada por Jesús Vivo.

El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta del aprisco era el pastor. El rebaño eran las 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran la base de la economía familiar. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder controlarlas. Esa entrada no tenía puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche.

Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían bien. Incluso tenían su propio nombre como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con ella salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato. Jesús se identifica con el pastor que cuida las ovejas como algo propio, pero no porque de ellas depende su familia, sino porque le interesan las ovejas por sí mismas. No le mueve ningún provecho personal sino el fortalecer a cada oveja.

El texto habla de comparación (paroimian). La comparación pretende explicar lo que es una cosa a través de otra que conocemos mejor. Ni Jesús es pastor ni nosotros borregos. Jesús nos lleva a los pastos después de haberse alimentado. Y ya sabemos que su alimento fue hacer la voluntad del Padre. Hace referencia a esos dirigentes de todos los tiempos, que debían ser pastores, pero que en vez de cuidar de las ovejas, se pastorean a sí mismos y utilizan las ovejas en beneficio propio.

Las ovejas atienden a su voz porque la conocen. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer lo que nos pide, pero sobre todo obedecerle. Las llama por su nombre, porque cada una tiene nombre propio. Las que escuchan su voz salen de la institución opresora y quedan en libertad. Jesús no viene a sustituir una institución por otra. No las saca de un corral para meterlas en otro. No son los miembros de la comunidad los que deben estar al servicio de la institución. Es la institución la que debe estar al servicio de cada uno.

En un mismo aprisco había ovejas de muchos dueños, por eso dice que saca todas las suyas que conocen su voz y le siguen. El texto quiere dejar claro que las ovejas no podían salir por sí mismas del estado de opresión, para ellas no había alternativa. Es Jesús el que les ofrece libertad y capacidad para decidir por sí mismas. Los dirigentes judíos son “extraños”, que no buscan la vida de las ovejas. Ellos las llevan a la muerte. Jesús les da vida. La diferencia no puede ser más radical. Por muy oveja que te sientas, tienes la obligación de distinguir al pastor auténtico del falso.

Él camina delante y las ovejas le siguen. Esto tiene más miga de lo que parece. Jesús recorrió una trayectoria humana. Esa experiencia nos sirve a nosotros de guía para recorrer el mismo camino. Para nosotros, esto es difícil de aceptar, porque tenemos una idea de Jesús-Dios que pasó por la vida humana de manera ficticia y con el comodín de la divinidad en la chistera. Ese Jesús no tendría ni idea de lo que significa ser hombre, y por lo tanto no puede servirnos de modelo. Esta falsa idea nos ha hecho creer que lo que hizo Jesús es marcarnos el camino desde fuera.

Yo soy la puerta. No se refiere al elemento que gira para cerrar o abrir, sino al hueco por donde se accede a un recinto. El pastor que cuidaba las ovejas era la única puerta. Por eso dice que es la puerta de las ovejas, no del redil. Todos los que han venido antes son ladrones y bandidos, no han dado libertad/vida a las ovejas. Son tres los productos interesantes de las ovejas: leche, lana y carne. Los malos pastores buscan solo aprovecharse de esos productos. A las ovejas no pueden interesarles esos pastores que no les ayudan a desplegar su propio ser.

Entrar por la puerta, que es Jesús, es lo mismo que “acercarse a él”, “darle nuestra adhesión”. Esto lleva consigo asemejarse a él, ir como él a la búsqueda del bien del hombre. Él da la Vida definitiva, y el que posee esa Vida quedará a salvo de la explotación. Él es la alternativa al orden injusto. En Jesús, el hombre puede alcanzar la plena salvación. “Podrá entrar y salir”, es decir, tendrá libertad de movimiento. “Encontrará pastos”, dice lo mismo que “no pasará hambre, no pasará sed”. Se identifica el pasto con el pan de vida que es él mismo. La Ley sustituida por el amor.

Yo he venido para que tengan Vida y les rebose. Los dirigentes despojan a la gente del pueblo de lo que es suyo. Que sacrifican a las ovejas es decir que les quitan la vida. La misión de Jesús es exactamente la contraria: les da Vida y las restituye en su verdadero ser. Los jerarcas les arruinan la vida biológica, manipulándolas y poniéndolas a su servicio. Jesús les da la verdadera Vida y con ella la biológica cobra pleno sentido. Jesús no busca su provecho ni el de Dios. Su único interés está en que cada oveja alcance su propia plenitud, desarrolle esa Vida aquí y ahora.

Es muy importante el versículo siguiente, que no hemos leído, para entender el significado del párrafo. “El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas”. El griego dice: “el modelo de pastor” (ho poimên ho kalos). La expresión denota excelencia (el vino en Jn 2,10). Sería el pastor por excelencia. “kalos” significa: bello, ideal, modelo de perfección, único en su género. No se trata solo de resaltar el carácter de bondad y de dulzura. En griego hay una palabra (agathos), que significa “bueno”; pero no es la que aquí se emplea. Jesús es el único pastor.

Se entrega él mismo. Entrega su vida. En griego hay tres palabras para designar vida: zoê, bios y psukhê; pero no significan lo mismo. El evangelio dice psykhên = vida psicológica, no biológica. Se trata de poner a disposición de los demás lo que uno es como ser humano, mientras vive entregándose al servicio de todos, no muriendo por ellos. El pastor modelo pone su vida al servicio de las ovejas para que vivan su misma vida sin limitación alguna. Al hacer esto, pone en evidencia la clase de Vida que posee y pretende que los que le siguen desplieguen esa misma Vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La puerta.

Domingo, 30 de abril de 2023
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BUEN-PASTOR-1

Jn 10, 1-10

«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas»

Jesús es la puerta de acceso al Padre: «Quien me ha visto a mí ha visto a mi Padre». En un mundo inaccesible a la divinidad, se abrió una puerta, y a través de ella hemos visto que Dios nos quiere como las Madres quieren a sus hijos; que se siembra como Semilla; que es Palabra constantemente derramada; que es Viento poderoso que nos empuja y nos alienta en nuestro caminar por la vida… Hemos visto que Dios no es el que nos juzga por nuestros pecados, sino nuestro aliado contra el mal; el que nos presta su luz para que no tropecemos y su fuerza para que nos liberemos de las cadenas doradas con que nos atan las pasiones.

Es también la puerta que nos conduce al conocimiento de nosotros mismos. A través de ella hemos visto que somos Hijos de ese Padre y que hemos sido invitados a ser dignos hijos suyos; a no conformarnos con menos. Y si todos somos hijos, también somos hermanos que se quieren, se ayudan y se perdonan; porque Dios no necesita nada de nosotros, pero tiene hijos que sí nos necesitan. Y así, a través de esa puerta hemos podido conocer el proyecto que Dios tiene para la humanidad y el sentido de nuestra vida.

Jesús es la puerta de acceso al Reino, pero saberlo no sirve de nada si no entramos. Porque las puertas son para entrar. Es muy característico de nuestra religiosidad quedarnos contentos y satisfechos con “saber”; creer que somos algo por estar bien informados. Pero no basta; Jesús nos invita a entrar en el Reino, y eso supone cambiar de criterios y de valores, responder a esa invitación y ponerse el mono de trabajo para afrontar la misión que como cristianos tenemos encomendada.

En definitiva, Jesús es la puerta, pero desde muy antiguo los cristianos hemos estado tratando de abrir otras puertas de acceso a Dios. Entre ellas cabe destacar la reflexión metafísica, que trata de conocer la esencia de Dios y del ser humano por medio de la razón. Tampoco se pueden olvidar aquellas otras que ofrecen la experiencia directa de Dios, y el conocimiento de nuestro verdadero ser, a través de una espiritualidad volcada hacia el interior que no precisa de ningún intercesor o intermediario externo.

En el primer caso corremos el riesgo de perdernos en intelectualismos estériles que ni nos ayudan a vivir ni a conocer el sentido de nuestra vida; corremos el riesgo de olvidar a Abbá y perdernos la buena Noticia. En el segundo, el riesgo está en sustituir el mensaje y la praxis de Jesús (claros e interpelantes) por un producto surgido del laberinto de nuestra psique cuya naturaleza desconocemos por completo.

En cualquier caso, el criterio para discernir si una puerta me abre a un camino que merece la pena recorrer, es siempre el fruto: «Por sus frutos les conoceréis»… «Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala»… Si elijo una puerta y veo que voy creciendo en perdón, en compasión y servicio, pues voy por buen camino… Si no, pues estoy «cansando la tierra».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La “puerta” que une lo humano y lo divino.

Domingo, 30 de abril de 2023
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Jn 10, 1-10 puerta-2

30 de abril de 2023

Seguimos avanzando en el tiempo de Pascua, un tiempo que nos regala una pedagogía vital para centrarnos en la experiencia de la luz y la vida que somos en esencia. La liturgia va mostrando textos llenos de “paso” (Pascua), es decir, de pasar de una situación a otra, de una realidad a otra, es un tiempo lleno de movimiento y de avance.

En este contexto situamos la parábola-alegoría de este relato de Juan.

Sólo hay que recordar que el evangelio de Juan es el más tardío de los canónicos, el más simbólico y teológico. Pretende justificar, una y otra vez, que Jesús es el “enviado de Dios” y es quien nos vincula a la realidad divina. El evangelio de este domingo es una evidencia clara de esta pretensión.

Según el contexto, la situación de esta parábola-alegoría parece ser una respuesta polémica de Jesús a los fariseos que poseían el liderazgo espiritual sobre el pueblo. La imagen usada por Jesús nos sitúa en un redil que, según la costumbre de Palestina, era un muro de piedra o madera y que un guardián velaba durante la noche para defender al rebaño de posibles dominadores. Pero los ladrones solían entrar por otro lado. El pastor entraba por la puerta, llamaba a sus ovejas y éstas conocían su voz. A diferencia de otras culturas que el pastor va detrás, en la época y contexto de Jesús, iban delante y el rebaño seguía su voz.

Dice el texto que “Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no comprendieron su significado”; como es de suponer, los fariseos no se identificaban con los asaltantes que entraban por otro lado del aprisco y no por la puerta como el pastor. Además, no podemos obviar que la puerta también hace referencia al Templo, la puerta que conectaba lo profano y lo sagrado, pero no para todos, había vetos, excepciones y demasiada exclusión para acceder a este espacio religioso.

La valentía de Jesús al narrar esta parábola no puede ser más evidente. Se autodefine como la puerta verdadera convencido de que su mensaje trae dos realidades vitales para la plenitud humana: la libertad y la vida. La puerta ya no es una realidad física sino el acceso a nuestra verdadera identidad que puede encarnarse movida por la voz esencial que nace de nuestras zonas más profundas. Jesús se identifica con una nueva puerta que conecta lo humano y lo divino de cada ser sin excepciones.

Vivimos siguiendo muchas voces: religiosas, sociales, ideológicas, personales, voces que nos van llevando por caminos que no van a ninguna parte; voces que nos enredan en un laberinto que sólo nos genera una sensación de vacío y desorientación por el que pagamos la factura de una vida insatisfecha y sesgada; un itinerario que va buscando compensaciones permanentes para sobrevivir, para autoengañarnos y alimentar un “yo” que se debilita ante la mínima contrariedad. Puede resultar muy triste, pero todos tenemos también experiencia de esta manera de situarnos en la vida, de haber entrado por la puerta de atrás y perder toda nuestra autenticidad y nobleza personal.

Jesús pone el acento en el para qué de su existencia: que tod@s tengan vida y la tengan en abundancia, es decir, que seamos capaces de vivir conectados a la verdadera naturaleza que somos y que es una fuente inagotable de sentido, luz, fuerza y plenitud. Este mensaje no resultó cómodo en la época de Jesús y de los fariseos, ni tampoco en los tiempos que corren, tiempos en los que todo parece ser diseñado, medido, controlado, ficticio, rápido, ruidoso y artificial, incluso la inteligencia. Poco podemos hacer si seguimos estas voces y mucho podemos aportar si seguimos la Voz que nos humaniza y entramos por la Puerta que nos diviniza.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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