Comentarios desactivados en Tuyo es todo esto, y todo es para ti.
Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.
En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.
En la Fiesta del poeta enamorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo inefable.
La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:
“Buscando mi amores…
¡Oh cristalina fuente…!
Mi Amado las montañas…
La música callada
la soledad sonora
la cena que recrea y enamora”.
*
Cántico espiritual
***
“Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”
* Oración de alma enamorada
*
San Juan de la Cruz
***
Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).
Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».
La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».
¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».
Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.
La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.
Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .
*
Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.
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“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.
Comentarios desactivados en 14.12.23. Juan de la Cruz, ecología enamorada
Del blog de Xabier Pikaza:
Hoy es el día de Juan de la Cruz, representante supremo de la ecología enamorada. El concibe la naturaleza como espacio y camino de amor, en este tiempo de experiencia y tarea ecológica.
En Dubai, COP 28, se busca la manera de reducir los carburantes tóxicos para que el mundo pueda tener mejor salud, de forma que sea espacio de amor para los hombres.
Preparando la Navidad, plazas y calles se adornan con motivos ecológicos: Renos y abetos… Mi amado las montañas, los valles solitario, nemorosos.
Es tiempo para recordar dos cantos ecológicos supremos de Juan de la Cruz: Cántico Espiritual B: Canto 5 y 14/15.
| Xabier Pikaza
Juan de la Cruz (1542-1591), poeta y mítico católico de Castilla, España, ha sido, heredero de una intensa tradición ecológica judía y musulmana, medieval y renacentista, en comunión de espíritu con los grandes creadores y reformadores cristianos. Sus versos marcan lo que puede ser el punto de partida de la nueva espiritualidad cósmica y enamorada.
Benito Espinosa (1632-1677), el iniciador judío (hispano-holandés)de la modernidad dijo “Deus sive natura”, Dios es principio viviente (humano-divino) de la naturaleza. Juan de la cruz, le abrió camino, desde una perspectiva hispano-judía universal, elevando su inmenso canto cósmico sagrado de la naturaleza, del que tomo y comento una estrofa simple (Canto 4) y una doble (Canto 14-14).
CANTO 5. Mil gracias derramando pasó por estos sotos
Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
Este pasaje ofrece rasgos de fábula (los mismos bosques hablan), pero, a diferencia de las fábulas, ofrece una revelación de Dios por la naturaleza, en la línea de muchos salmos del AT, como ratifica el libro de Sabiduría o Rom 1-3. La Biblia sabe que “cielo y tierra proclaman la gloria de Dios” (Sal 19) y que el mismo cosmos actúa así como mensajero de su voz, señal de su misterio. A diferencia de Francisco, Juan de la Cruz no empieza preguntando a los astros del alto (sol, luna y estrellas…), sino a “sotos”, lugares bajos de Dios por los que pasan los pastores…
Las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría. Según dice san Pablo, el Hijo de Dios es resplandor de su gloria y figura de su sustancia (Heb 1,3). Es, pues, de saber que con sola esta figura de su Hijo miró Dios todas las cosas, que fue darles el ser natural…El mirarlas mucho buenas (cf. Gen 1,31) era hacerlas mucho buenas en el Verbo, su Hijo (CE 5, 3.4).
De este paso de amor (Dios) por el mundo trata nuestro texto, hablando así de la creación, por la que Dios refleja su gloria y hermosura en todo lo creado, de manera que ellas, las creaturas del mundo, son positivas, buenas, amorosas, aunque no sean sin más el Amado en contra de lo que sucede en algunos dualismos extremos, que condenan el mundo como malo. En contra de ellos, Juan de la Cruz interpreta el mundo como encarnación y presencia de Dios [1].
Esta es una ecología de la mirada. Las ovejas, que ella había guardado en su tiempo de pastora, no causaban sobresaltos ni problemas: estaban quietas, domesticadas, dóciles a perros y pastores y podíamos hallarlas siempre que quisiéramos, entre las majadas al otero. Pero ahora, al iniciar su ejercicio de amor, alejándose de los caminos trillados del trabajo de la tierra, la Amante ha preguntado a bosques, flores y espesuras, y ellos han podido y querido responderle, recogiendo así la voz del Amado [2].
El paso del Amado, Dios excelso, presencia de Belleza, por los sotos o espacios inferiores, define y establece todo lo que existe, como experiencia primordial de hermosura, que sólo en amor logra conocerse.La tarea primordial del hombre, el gozo que marca y configura su existencia, consiste en vincularse a la hermosura del paso del Amado Dios entre las cosas.
Mil gracias derramando. En el fondo de este verso, parece reflejarse el signo del sol-fuego que expande sin cesar sus rayos, como fuente de Vida que mana y derrama el agua por los campos, de manera desbordada, generosa, estando en todo, siendo, al mismo tiempo, lejana y esquiva. Es como un foco o manadero múltiple de gracia, que es totalmente nuestro, pero se evade y desaparece tan pronto como intentamos poseerle por la fuerza. Es nuestro, todo nuestro, y sin embargo ya no está si queremos agarrarle [3].
Pasó por estos sotos con presura. El Amado va cruzando y derramando gracia, porque ser es crear en amor, como saben los que aman. De esa forma actúa Dios: Lo hace todo, pero no se impone sobre nada, ni exige cosa alguna. De esa forma “es”, haciendo que las cosas sean. Lo enriquece todo, pero nada se reserva; todo lo puede, de nada se apodera. Por eso va pasando raudo, abriendo sendas con su propia vida.
Pasar por los sotos es criar los elementos, que aquí llama sotos; por los cuales dice que derramando mil gracias pasaba, porque de todas las criaturas los adornaba que son graciosas… Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios – que las hizo como de paso –, porque las mayores… eran las de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana… (CE 5, 3).
El Amado es Pascua, paso y presencia de amor, como ciervo que aparece y lo ilumina todo con su rayo y después desaparece, a fin de que podamos buscarle mejor, de manera que buscándole seamos, pues si no pudiéramos hacerlo moriríamos. Más tarde, cuando la Amante vaya encontrando al Amado (al final del itinerario), el tiempo podrá retardarse, de modo que la presura del paso se vuelva eternidad y la rapidez se vuelva calma amorosa, como evoca otro poema: “Quedéme y olvidéme /el rostro recliné sobre el Amado; /cesó todo y déjeme /dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado” (Noche 8) [4].
Y, yéndolos mirando, con sola su figura. Todo lo que existe es mirada de Amado, de forma que la misma hermosura de montes y prados es reflejo de sus ojos que nos miran, haciendo así que todo sea hermoso y todo bueno porque miró Dios y descubrió que las cosas eran buenas, haciéndolas buenas, como dice Juan de la Cruz (CE 5,4; cr.Gén 1,31). El Amado miró y con sus ojos fue llenando todo de hermosura, para que pudiéramos ser al responderle también con nuestros ojos [5]
Con sola su figura. Los científicos del siglo XVII y XVIII decían que Dios era matemático, pues todo lo había construido con números, leyes y signos de geometría (o álgebra). Juan de la Cruz ha penetrado en un nivel más hondo pues sabe que Dios no ha creado las cosas con leyes de ciencia, sino con la luz de su mirada. La realidad menos perfecta, de tipo material, puede empezar a medirse con leyes sobre átomos y fuerzas que están ante nosotros, pero la misma física sabe que la realidad más honda es luz, un cruce misterioso de miradas.
La mirada posesiva viola, desnuda y destruye al mirado. Al contrario, la mirada gratuita del Amado viste de gracia y enriquece a quienes mira [6]. Conforme a Gén 3, los hombres caídos se vieron desnudos, tuvieron vergüenza y debieron vestirse con ropas externas (de fibra de higuera). El deseo posesivo nos desnuda de manera que debemos revestirnos de materia opaca (ropas), pues no somos ya capaces de vivir en un espacio de miradas transparentes. Pero aquí se ha invertido ese proceso de recubrimiento, porque el amor, cuando es profundo y verdadero, no tiene ya necesidad de trajes exteriores, pues viste y reviste de hermosura a personas y a cosas [7].
Canto 14‒15: Mi amado las montañas
Mi Amado las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos (CE 14)
El Papa Francisco habla de la ecología “enamorada” de Juan de la Cruz, destacando unas palabras centrales de su comentario: «Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y en el suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí» (CE XIV-XV, 6-7).
San Francisco de Asís había cantado, una por una, las grandes criaturas como hermanas (sol y luna, estrellas y elementos: tierra y agua, fuego y aire…). Más que hermanas, ellas son para San Juan de la Cruz realidad y presencia del Amado. No hay ecología sin enamoramiento de vida, que se expresa en forma de amor hacia los otros.
Dice la amante que todas estas cosas (montañas, valles…) es su Amado en sí y lo es para ella, porque en lo que Dios suele comunicar en semejantes excesos, siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho que dijo San Francisco, es a saber: ¡Dios mío y todas las cosas!
La ecología es un tema político y económico, científico y social, pero es sobre todo fondo un tema de enamoramiento. Sólo por amor se respeta, se admira y se cuida el mundo, para gloria de Dios, para bien de los demás seres humanos. El mundo es, según eso, Un don que se da y comparte gratuitamente, sabiendo que cuanto más doy y comparto más tengo, pues las cosas sólo se disfrutan cuando se regalan y comparten. Los cinco elementos aquí cantados (montes, valles, islas, ríos, silbido del aire) no son referencia al Amado, sino el mismo Amado, que es montes y valles…
– Elección de elementos. San Francisco había sido más tradicional, citando, con el sol, luna y estrellas, las cuatro esencias o elementos básicos: tierra y agua, aire y fuego. Juan de la Cruz ha prescindido de los astros y del fuego (que aparece sólo en CE 39) y ha destacado algunos rasgos importantes de tierra, agua y aire, construyendo un universo simbólico de gran densidad que contrapone montes y valles, islas y ríos, para insistir finalmente en el silbo del viento, que volveremos a escuchar en CE 39. Pues bien, ese universo simbólico “es” Dios, no un simple camino que lleva a Dios.
– Naturaleza, Dios en amor. Aquí no hay ciudades ni plazas, no hay estados políticos ni pueblos. En un momento anterior (CE 3), Juan de la Cruz había aludido a los fuertes y fronteras, dejando abierta la amenaza de las divisiones y luchas sociales, la lucha de unos hombres contra otros. Es como si todas las restantes cosas hubieran quedado superadas y sólo contara el amor universal que vincula todo lo que existe, un amor que es Dios, unas realidades (montes, ríos…) que son Dios para los hombres. Ahora, al ver/admirar el mundo está viendo a Dios, pues como decía San Agustín: Ves la Trinidad si ves la caridad (Vides Trinitatem si caritatem vides, De Trinitate, VIII, 8,12).
– Un silbo de amor. Todas las criaturas culminan en el aire hecho llamada de amor. En esa línea (adaptando un famoso título de K. Rahner, “Oyente de la palabra”),definimos al hombre como aquel que puede escuchar y acoger el silbo amoroso de Dios. Pastores, ganados guardianes se comunican muchas veces por silbidos que sólo ellos entienden. También los enamorados en la noche silban y así se reconocen, de un modo personal, enviando sus mensajes. Pero sólo los enamorados de Dios escuchan el silbo de Dios (su llamada) en la voz del viento.
La amante había dicho descubre tu hermosura (CE 11) y el Amado, apareciendo como ciervo vulnerado en el otero, ha respondido, CE 13). De esa forma, la amante recupera en el Amado todas las cosas, transfiguradas en amor, en un canto cósmico que vincula (identifica mundo y Dios). Hasta ahora, el mundo había ofrecido diversos perfiles de majadas y oteros (CE 2), montes y riberas (CE 3), bosques y espesuras (CE 4) donde podían rastrearse las huellas del Amado (CE 5). Pero ahora, el Amado/Dios se revela como mundo (CE 14) [8].
San Francisco había cantado, una por una a las criaturas como hermanas (sol y luna, estrellas y elementos: tierra y agua, fuego y aire…). Más que hermanas, ellas son para Juan de la Cruz expansiones y presencia del Amado. No las separa, diciendo “amada montaña, amados valles”, sino que las une y vincula con el único Amado, pues Dios se identifica con ellas, un Dios que no es ya padre ni madre, ni siquiera creador, sino, sencillamente Amado (divino, humano), en cada una de las cosas:
Dice la esposa que todas estas cosas (montañas, valles…) es su Amado en sí y lo es para ella, porque en lo que Dios suele comunicar en semejantes excesos, siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho que dijo San Francisco, es a saber: ¡Dios mío y todas las cosas! De donde, por ser Dios todas las cosas al alma y el bien de todas ellas, se declara la comunicación de este exceso por la semejanza de la bondad de las cosas… Que, por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios, según lo sintió San Juan, cuando dijo: Lo que fue hecho en Él era vida Y así no se ha de entender que lo que aquí se dice que siente el alma es como ver las cosas en la Luz o las criaturas en Dios, sino que en aquella posesión siente serle todas las cosas Dios (Jn 1, 4. Juan de la Cruz CE, 14, 5).
Juan de la Cruz sabe que las cosas no son Dios (ni un amado humano) y pocos han destacado como él la fragilidad y finitud del mundo. Pero, en otro sentido, vinculándose al Amado, él sabe o, mejor dicho, siente que todas son Dios para él, siendo el Amado. En el ámbito del conocimiento racional, ellas son diferentes del amado, en dura objetividad. Pero en contemplación de amor son hermanas, son el mismo Amado. Sólo quien ama descubre y sabe que, desbordando argumentos y razones, todas las cosas son Amado, pues en él existen y se hacen presentes (cf. Jn 1, 1-5; Col 1, 15-18) [9].
Mi Amado, las montañas. Ellas son lo primero: altura de Dios que se desvela sobre la fuente de amor, cuando el Amado “asoma por el otero” de su vida hecha belleza que se expande de manera generosa, imponente y cercana.
Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas, graciosas, floridas y olorosas. Esas montañas es mi Amado para mí (CE 14-15, 6)
Los valles solitarios nemorosos. El mismo monte es valle solitario por el que discurre el agua de la fuente fresca, plenitud de enamorados, espacio nemoroso, bosque sagrado del Dios que en todas las cosas nos ama:
Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Esos valles es mi Amado para mí (CE14-15, 7).
Las ínsulas extrañas. El Amado es lo más alto y lo más bajo, monte y valle. Pues bien, aquí aparece, al mismo tiempo, como el más lejano, sorprendente y distinto, allende los mares. Las ínsulas más raras son Dios para el amante:
Las ínsulas extrañas están ceñidas con la mar y allende de los mares, muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres… Y así por las grandes y admirables novedades y noticias extrañas, alejadas del conocimiento común, que el alma ve en Dios, le llama (a Dios) ínsulas extrañas (CE14-15, 8).
Los ríos sonorosos. El Amado que era Fuente plateada es aquí fluir de vida, corriente de agua creadora que discurre con fragor inmenso y poder inasequible (cf. Ez 1, 24-25). Corrientes y aguas bravías no son enemigas de Dios (cf. Gn 1, 1-2; Sal 46, 3-4), sino potencia del Amado:
Los ríos tienen tres propiedades: la primera, que todo lo que encuentran embisten y anegan; la segunda, que hinchen todos los bajos y vacíos que hallan delante; la tercera, que tienen tal sonido que todo otro sonido privan y ocupan. Y porque, en esta comunicación de Dios que vamos diciendo, siente el alma en Él estas tres propiedades, dice que su Amado es los ríos sonorosos… voz infinita… (CE14-15, 9).
El silbo de los aires amorosos… La voz perene del río, que todo lo arrastra y aturde, voz del Dios fuerte, se vuelve suave silbo amoroso, llamada de vida que invita, en lo más íntimo del alma, susurro de gracia que anima en nosotros la existencia:
Llámale silbo porque, así como el silbo, del aire causado, se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma, que es muy mayor deleite que todos los demás(cf. CE 14-15, 14).
Los grandes fenómenos (montes y valles, ínsulas y ríos) desembocan y culminan en este silbido de amor en la hondura de Dios (cf. 1 Rey 19, 11-13). Pero ahora este silbido no se opone a los signos anteriores (huracán, terremoto, fuego), que Elías había sentido sin ver allí a Dios, sino que los asume y culmina. La naturaleza entera silba desde Dios en amor. Posiblemente existen otros tipos de enamoramiento, que estrechan y reducen la atención del amante, que queda así achicado, cerrado en el mundo reducido de sus propias visiones. Pero nuestro amor ensancha y amplía la mirada del amante, que ahora puede contemplarlo todo de un modo más hondo, como el primer día de la creación, aprendiendo así a nombrar en Dios en todas las cosas.
San Francisco había sido más tradicional, citando, con el sol, luna y estrellas, las cuatro esencias o elementos básicos: tierra y agua, aire y fuego. Juan de la Cruz ha prescindido de los astros y del fuego (que aparece sólo en CE 39) y ha destacado algunos rasgos importantes de tierra, agua y aire, construyendo un universo simbólico de gran densidad que contrapone montes y valles, islas y ríos, para insistir finalmente en el silbo del viento, que volveremos a escuchar en CE 39. Pues bien, ese universo simbólico no es un camino que lleva a Dios, sino el mismo Dios, revelándose en su belleza y misterio [10].
– Naturaleza virgen. Este es un canto a la naturaleza, sin intervención humana. Aquí no hay ciudades ni plazas, no hay estados políticos ni pueblos. En un momento anterior (CE 3), Juan de la Cruz había aludido a los fuertes y fronteras, dejando abierta la amenaza de las divisiones y luchas sociales, la lucha de unos hombres contra otros. Pues bien, aquí han desaparecido esos rasgos de una guerra inter-humana y nos hallamos ante un mundo virgen, abierto sólo al amor, sin castillos ni campos militares. Es como si todas las restantes cosas hubieran quedado superadas y sólo contara el amor universal que vincula todo lo que existe, un amor que es Dios, unas realidades (montes, ríos…) que son Dios para los hombres [11].
– Un silbo de amor. Todas las criaturas culminan en el aire hecho llamada de amor. En esa línea (adaptando el título de un libro de K. Rahner, “Oyente de la palabra”),definimos al hombre como aquel que puede escuchar y acoger el silbo amoroso de Dios. Pastores, ganados y perros guardianes se comunican muchas veces por silbidos que sólo ellos entienden. También los enamorados en la noche silban y así se reconocen, de un modo personal, enviando sus mensajes. Pero sólo los enamorados de Dios escuchan el silbo de Dios (su llamada) en la voz del viento [12].
NOTAS
[1] El mundo es presencia del Amado (Dios), pues los hombres no han sido criados para servir y someterse a Dios, como han dicho algunos moralistas ilustrados, sino para acoger y gozar su belleza enamorada en todas las cosas (bosques, prados…; cf. Jn 1, 1-3).
[2] Bosques y praderas han escuchado a la Amante y le responden. No hablan de ovejas que pastan en rebaños, sino del Ciervo de Amor que pasa y penetra en la espesura, sin que podamos aferrarle o encerrarles en los cortijos o majadas que vamos construyendo Para la Amante enamorada, el mundo entero habla del Ciervo de amor, que aparece ante ella como fuente de todas las palabras, manantial de creación (Jn 1, 1-14, cf. Col 1, 15), multiforme Amor, Amado.
[3] El Dios Amado de SJC no es una simple efusión de bondad impersonal, sino Alguien a quien queremos amar, una persona, que desea ser buscada y que así se va y se oculta cuando pensamos haberla poseído, de manera que debemos dejar todo y salir a buscarle, hasta que él quiera respondernos.
[4] Este paso parece estar marcado por la prisa, es decir, por el deseo de que Dios se encarne del todo. Pero esa prisa no es signo de la imperfección del mundo (y mucho menos de Dios), sino expresión de nuestra propia imperfección en el amor, pues no hemos penetrado todavía en las “subidas cavernas” de su misterio (cf. CE 37). De esa forma, aquello que pudiera parecer impotencia (el Amado se va tan de prisa que parece que jamás le alcanzaremos) se vuelve estímulo, aguijón que nos impulsa para seguirle raudos en la marcha hacia su amor, en inquietud amorosa.
[5] En este momento, el Amado es ante todo una mirada que nos saca de la oscuridad para que existamos, una conversación de ojos que nos provoca y eleva, tras despertarnos cuando estábamos dormidos, un brillo de Pasión que nos alza, nos enciende y nos pacifica, haciéndonos capaces de emprender la marcha hacia la verdad de nuestra vida, que es Vida en-amorada (en el Amor que es Dios).
[6] Los ojos no son para mirar cosas sin más, sino para mirarse unos a otros y descubrirse en amor.
[7] El bosque y la pradera se convierten de esa forma en lugar para el encuentro, lugar donde el Amado se irá mostrando en gratuidad abierta a la hermosura (cf. CE 11). En un determinado nivel, Dios ha hecho el mundo para que los hombres trabajen en sus cosas y así puedan construir su vida. Lo ha creado para que piensen, resuelvan los problemas que ese mismo mundo les plantea y de esa forma se piensen a sí mismos… Pero todo eso acaba siendo al fin subordinado. Dios ha creado este mundo para que así contemplemos su belleza, viviendo de esa forma en ella.
[8] Juan de la Cruz cita a Francisco, asumiendo el espíritu y fuerza de su Canto de las Criaturas.
[9] Muchos contemplativos y amantes, neoplatónicos, cabalistas judíos y renacentistas, sufíes musulmanes o místicos cristianos, han tenido una experiencia parecida, en perspectiva filosófica y/o religiosa. Muchos grandes pensadores de la modernidad, Espinosa y Schelling, Hegel y Nietzsche, parecen haber vislumbrado esa experiencia de la totalidad divina del mundo (aunque en forma menos amorosa). Juan de la Cruz vincula mundo y Amado, en enamoramiento personal y trasfiguración cósmica.
[10] En un momento anterior (CE 4), SJC había contrapuesto montes y riberas, como signo de totalidad; pero había evocado también otras oposiciones (flores y fieras: lo que atrae y lo que aleja). Aquí evoca la totalidad de elementos también contrapuestos (montañas-valle, ríos-islas), que culminan en el silbo del aire.
[11] SJC ha querido llevarnos a la naturaleza primigenia para que encontremos allí a Dios en soledad y en comunión completa con el mundo. Ciertamente, esa contemplación cósmica de Dios resulta inseparable de la justicia de la comunión interhumana y de la experiencia de la cruz, pero este elemento cósmico resulta fundamenta-
[12] En este contexto ha recordado SJC el carácter paciente o receptivo del entendimiento humano, que puede acoger la “inteligencia sustancial” de Dios, como Elías “a la boca de la cueva”, cuando escuchó el “silbo de aire delgado” de Dios (1 Rey 19, 12; cf. CE14, 13). Para SJC, el aire tiene otras funciones, que culminan en el “boca a boca” del beso enamorado (CE 17 y 39), pero aquí aparece como portador del “divino silbo que entra por el oído del alma”. El Cántico se vuelve así un ejercicio de escucha, en la línea de las revelaciones bíblicas, desde Elifaz que recibió en su oído “las venas de un susurro” divino (Job 4, 12-16), hasta Pablo “que oyó palabras secretas que al hombre no es lícito hablar” (2 Cor 12, 4).
[13]Montes y valles, ínsulas o ríos parecen apagarse en la noche, y queda el cosmos en su unidad, como música de cielo, sobre las restantes melodías A la música de las esferas astrales ha dedicado fray Luis de León varios poemas, que he comentado en Cántico Espiritual, Paulinas, Madrid 1992, 74-93
Comentarios desactivados en “Estar bien con Dios”, por Gema Juan OCD
De su blog Juntos Andemos:
Visitar a Juan de la Cruz es siempre un disfrute. Más allá de lo útil, que nunca falta en la cita, se da la dicha del encuentro con un hombre entero. Si fue recordado por quienes le trataron como alguien sumamente amable y afectuoso, todavía ahora, al escucharle en letra de molde, una impresión muy cálida cobija al que se acerca.
Juan de la Cruz se hace próximo y aproxima a lo profundo del ser y de la vida. A la bondad y a la luz. Acerca a Dios. Y, cerca de él, se aprende libertad.
Palabras graves y pequeños consejos, poemas inmensos junto a dichos y letrillas, densa teología, sabiduría y alguna regañina… En su arquilla, que eso parecen sus obras completas, hay multitud de cosas. No es que tenga de todo, es que con él se vislumbra el Todo.
No deja de ser impresionante que el mismo hombre que habla de la terrible profundidad que puede alcanzar la noche de los humanos y de la maravillosa hondura que tiene Dios en todas las personas, ese mismo hombre es capaz de resumir todo el itinerario de la fe, diciendo que se trata de «estar bien con Dios». Así de sencillo.
Eso escribía Juan, desde Segovia, a una doncella de un pueblecito de Ávila. Y con mucha suavidad, reconducía la conversación que llevaban entre manos, pacificándola e invitándola a ir hacia dentro. A conocerse y reconocerse ante Dios, a no gastarse en lo que no llena y a no vaciarse en lo que consume.
«Procure el rigor de su cuerpo con discreción» –apuntaba– nada de excesos externos, Juan era enemigo de toda exterioridad. En cambio, la animaba a la «mortificación y no querer hacer su voluntad y gusto en nada». Y eso –una vez más hay que recordarlo hablando de este santo– no tiene nada que ver con generarse fastidio a uno mismo sino, como él mismo aclara: todo se refiere a «la pasión del Señor» y eso quiere decir que, al igual que Jesús, cualquier renuncia está dirigida a unir la voluntad al Padre bueno y, por tanto, a cuidar de los demás.
Juan creía que los artificios violaban la sinceridad y, en su mayor parte, «el rigor» del tipo que sea, es búsqueda y alarde de sí. Mientras que no buscar la propia voluntad y gusto es, literalmente, preocuparse del bien de los demás, descentrarse del ego y poner delante la alegría y el bien de los otros.
A esta mujer, y en otros lugares de sus escritos, invita Juan a hacer hábito de la presencia de Dios, a acostumbrarse a encontrarle en cualquier circunstancia, para «estar bien con Él». Si a la doncella le recuerda que Dios siempre da gracia, es decir, siempre da su Espíritu para vivir, en otra ocasión dirá que «cuanto más se fuere habituando el alma en dejarse sosegar», en dejarse en las manos de Dios, más crecerá la «amorosa noticia» de Dios.
Y no solo eso. Estar bien con Dios siempre será estar bien con uno mismo: avanzar por el camino de la integración, de la sanación y la liberación. A la doncella le hablará de lograr «toda en todo» vivir en el amor. La unificación profunda. En otro escrito, hablará de «paz interior y quietud y descanso». Y la paz es siempre señal de plenitud.
Después, como si quisiera resumir el evangelio y ponerlo en las manos de todos, desgranando cómo se está bien con Dios, escribió un Dicho que decía:
«Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos; de corazones dadivosos es condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros».
Descubrir que «somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros» y que la infinita bondad es nuestra, nos hace generosos y nos lleva a sentir con el evangelio. Juan sabía que solo «el hilo del amor» descubre esa pertenencia y une a Dios. Por eso, confiaba a esa experiencia la salud del corazón y la transformación de la vida:
«Hace tal obra el amor después que le conocí que si hay bien o mal en mí todo lo hace de un sabor y al alma transforma en sí y así en su llama sabrosa la cual en mí estoy sintiendo apriesa sin quedar cosa, todo me voy consumiendo».
Eso es estar bien, dejarse ganar por el amor. Eso es estar bien con Dios, dejar que su amor consuma todo lo que no es Él.
Comentarios desactivados en “María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.
El tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.
La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.
Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.
No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.
El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.
La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:
1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.
María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.
Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.
2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.
Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.
3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.
Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.
Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.
El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.
Comentarios desactivados en “El Evangelio de las actitudes”, de Gabriel Mª Otalora.
Hoy, día en que que recordamos a San Martín de Tours, modelo de compasión y solidaridad, viene bien traer a la web este libro…
En un mundo en constante cambio y confusión, donde la fe parece perder relevancia, este libro ofrece un decálogo de actitudes fundamentales basadas en el Evangelio ya que “el Evangelio va de actitudes”, como nos recordaba el autor en un artículo que ya publicamos en agosto del pasado año en Cristianos Gays.
Partiendo del significado de «perplejo» como alguien confundido y desconcertado, nos invita a mirar profundamente en nuestro interior y a cuestionarnos cómo afrontar los retos que la vida moderna nos presenta.
A través de este libro descubriremos cómo nuestras actitudes cotidianas son el terreno donde la fe cobra vida.
Otalora nos desafía a vivir al estilo de Jesús, no por obligación, sino desde la alegría de sentirnos amados y transformados por su amor.
Comentarios desactivados en Las mujeres trans en Myanmar, encuentran libertad y dignidad como médiums espirituales
Linn Linn, una mujer trans que hace malabarismos entre ser nat-kadaw y maquilladora. Foto: Proporcionada por Linn Linn
Por Bikash Bhattacharya
Las mujeres trans todavía enfrentan discriminación en Myanmar, pero aunque desempeñan el papel de médium espiritual, son reverenciadas temporalmente.
Con su cabello ondulado recogido en un moño, Linn Linn se acurruca sobre una alfombra, con los ojos cerrados y las manos suplicando en oración. Un grupo de seguidores, hombres y mujeres de mediana edad, se arrodillan a su alrededor en reverencia, buscando bendiciones. Poco después se pone un vestido morado. gaung baung (turbante) y baila una serie de nat Música (espiritual), comenzando con ritmos lentos que gradualmente se aceleran. El momento termina cuando ella entra en un estado de trance.
Aquí en Amarapura – la antigua capital real de Myanmar y ahora un polvoriento municipio situado junto al río Ayeyarwady en las afueras de Mandalay – Linn Linn actúa como médium espiritual, conocida como nat kadaw (esposa espiritual), en una empresa privada. nat pweo ceremonia de apaciguamiento de espíritus.
Un nat, que se traduce como “señor”, es un espíritu que tiene cierto dominio sobre un grupo de personas o sobre cierto objeto u objetos y tiene el poder de beneficiar o dañar a las personas.
Hace un año, la primera vez que la conocí, vi a Linn Linn en acción como una experta maquilladora. Estaba sentada trenzando el hari de su amiga en su salón de maquillaje, un cobertizo de bambú limpio y ordenado en un rincón tranquilo de Taungbyone, un pueblo a 10 kilómetros de Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar.
De cuarenta y tantos años y siempre jovial, hace malabares entre ser maquilladora y nat kadaw. De hecho, estas se encuentran entre las pocas profesiones que las mujeres trans como Linn Linn, llamaron meinmasha en el idioma de Myanmar, tienen acceso ilimitado a.
Una llamada interior
Imágenes nat en un santuario nat ubicado en los límites exteriores de la Pagoda Shwezigon, un templo del siglo XI en Bagan, en el centro de Myanmar. Fue aquí donde se desarrolló el culto a los 37 nats, o toungze khunna min, Fue consagrado oficialmente y subordinado al budismo Theravāda en el siglo XI, convirtiéndolo en una parte importante de la práctica religiosa birmana. Foto de Soe Sandar Win
El término meinmasha se traduce literalmente como “alguien que imita a ser mujer” o “alguien destinado a ser mujer”, con la connotación de un “hombre homosexual pasivo” o “un gay que asume el papel de una mujer en una pareja homosexual”. .
Históricamente, los nat kadaw eran mujeres y la mediumnidad espiritual se transmitía hereditariamente de madre a hija. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar en los años 1980. Según un estudio de 2009 realizado por la antropóloga Tamara C. Ho, desde la década de 1980 la profesión ha estado cada vez más saturada por meinmashas, individuos de género fluido, especialmente aquellos asignados como varones al nacer y que se identifican como mujeres. Esto también ha resultado en una confusión occidental errónea de nat-kadaws con individuos homosexuales.
En el conservador Myanmar budista, la homosexualidad se considera el resultado del karma, derivado de una conducta sexual inapropiada en vidas pasadas. Además del estigma social, la homosexualidad sigue siendo ilegal, y un código penal británico de la época colonial prohíbe las “relaciones carnales contra el orden de la naturaleza”. Si bien la prohibición rara vez se aplica, efectivamente convierte a la comunidad LGBTQ+ en ciudadanos de segunda clase a los ojos de la ley.
Aunque son abrumadoramente budistas Theravāda, una gran mayoría de birmanos cree simultáneamente en el culto a toungze khunna min, 37 bebidas espirituosas naturales. De hecho, Melford E. Spiro, uno de los antropólogos más destacados que ha estudiado la cultura birmana, afirmó en el libro de 1967 Sobrenaturalismo birmano que la cosmovisión birmana “está informada no por una, sino por dos tradiciones religiosas, un culto espiritual indígena (nat) y una de las grandes religiones del mundo, el budismo, una importación de la India… (siendo estas) dos religiones separadas, aunque interrelacionadas .”
Se cree comúnmente que los nats benefician a las personas cuando se los apacigua adecuadamente. Y para apaciguar y comunicarse con los espíritus nat, uno debe pasar por nat kadaws que bailan y hablan con los espíritus en estado de trance.
Yay Chan, un autor birmano de Mandalay, dice: “Los adoradores de Nat creen que pueden curar las preocupaciones y ayudar a generar riqueza y mejorar la salud. El nat kadaw habla con el nat en nombre del cliente”.
Normalmente, a los nat kadaws se les paga alrededor de 10.000 kyats (unos 5 dólares) por responder una pregunta al cliente. En un país donde el ingreso mínimo mensual está legislado en menos de 70 dólares, este es un salario relativamente bueno.
La razón principal detrás de que los meinmashas se conviertan en nat kadaws, como lo señaló el aclamado autor birmano Nu Nu Yi en su novela galardonada con el Premio Literario Man Asian de 2007. Smile as They Bow, (Sonríe mientras ellas se inclinan) que la comunidad trans encuentra libertad, aceptación y dignidad en esta profesión.
Si bien son estigmatizados en la vida social cotidiana, los meinmasha nat kadaws son muy venerados durante el pwès, ya que se cree que tienen poderes sobrenaturales. “Entre los creyentes, estos nat kadaws inspiran un respeto extraordinario como conductos entre el mundo humano y lo sobrenatural”, dice Yay Chan. “Sin embargo, esta veneración es temporal y no todos creen en los nats en Myanmar. En general, estas mujeres trans todavía enfrentan discriminación”.
Nat kadaw Daisy Bond, la protagonista de la novela de Nu Nu Yi, describe la atmósfera liberadora que el nat pwè ofrece a la comunidad LGBTQ+:
Cuando llegué por primera vez a Taungbyone (el nat pwè más destacado de Myanmar), sólo quería vestirme como una mujer. En mi ciudad natal, gay o no, tenía que parecer un hombre. . . Pero cuando oí hablar de los chicos de Taungbyone, de cómo se vestían y maquillaban cuando querían, todos muy felices y, bueno, alegres. Sólo tenía que ir a ver este Taungbyone por mí mismo. Yo no era un nat kadaw entonces, no sabía nada sobre nats… No es que tuviera la opción de convertirme en nat kadaw o no. Tan pronto como puse un pie en Taungbyone, esa sangre nat, ese espíritu nat estaba en mí. ¿Cómo podría ver todo ese baile en trance y no imaginarme poseído?
La propia experiencia de Linn Linn refleja la del protagonista de la novela de Nu Nu Yi. “Cuando fui por primera vez a Taungbyone nat pwè hace veinticinco años, fui de visita cuando era joven. Una vez allí, me di cuenta de mi vocación interior”, dijo Linn Linn, originaria de la región de Magway.
“Estoy atrapado en un cuerpo masculino. Mientras crecía, siempre me sentí como una niña, pero tenía que actuar como un hombre en mi pueblo”, añade. “Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a convertirme nwe.”
El término birmano nwè se asocia con afeminamiento y se refiere aproximadamente a los gestos femeninos en las prácticas corporales.
“Se hizo cada vez más imposible reprimir mi nwè y actuar como un hombre. Fue entonces cuando decidí convertirme en nat-kadaw y maquillador y finalmente me mudé a Taungbyone”.
Una suspensión de la normatividad
Una pareja joven haciendo ofrendas a los nacionales en Taung Kalat. Se cree ampliamente que los nats ayudan a mejorar la vida y crear riqueza cuando se los apacigua adecuadamente. Si bien la gente hace ofrendas de rutina en los santuarios nat, se cree que los rituales de adoración nat mediados por médiums espirituales nat-kadaw son más eficaces. Históricamente, las mujeres cisgénero actuaban como nat-kadaws, pero desde la década de 1980 la profesión ha estado dominada por mujeres trans meinmasha. Foto de Soe Sandar Win
A medida que la comunidad LGBTQ+ se recluye en nat pwès y santuarios nat, las anteriores mujeres cisgénero nat-kadaw han sido cada vez más marginadas de la profesión.
Min Min, un personaje central en la novela de Nu Nu Yi, se lamenta: “…estas ancianas natkadaws; Tienen tan pocos seguidores hoy en día que pocos permanecen en Taungbyone. Los gays son mucho mejores para complacer a la gente, dan un mejor espectáculo. Los tiempos han cambiado: ser un nat kadaw hoy es ser gay…”
En una de sus historias anteriores publicada en 1994, La esposa desatendida o complacer a los nacionales, De hecho, Nu Nu Yi había retratado la vida de una mujer nat-kadaw, madre de tres hijos.
Hla Myat Tun, un activista LGBTQ+ en Yangon, ha dicho que hay otro factor que lleva a los meinmashas a la profesión nat kadaw. “Existe una noción generalizada de que las mujeres transgénero son más limpias que las mujeres porque no tienen la menstruación. Por lo tanto, es más limpio para los nat poseer estos cuerpos”.
Si bien no existe una estimación oficial de la población LGBTQ+ en Myanmar, la mayoría de la comunidad, especialmente las mujeres trans meinmasha, encuentran empleo temporal y dignidad en nat pwès y santuarios nat. Los más destacados de estos nat pwès se llevan a cabo en Taungbyone, Taung Kalat, un santuario nat sagrado cerca del monte Popa, y Amarapura.
Los nat pwès están marcados por la suspensión de la normatividad. La antropóloga Tamara Ho escribe: “Los festivales Nat proporcionan una socialidad temporalmente transformada… un espacio autorizado de transgenerismo, donde los niños pueden disfrazarse, maquillarse y ser ‘gays’”.
Comentarios desactivados en Leonardo Boff: C.G.Jung: La espiritualidad como dimensión esencial del alma.
Carl Gustav Jung en 1915
Hoy existe una preocupación fundamental: rescatar la razón sensible o cordial (del corazón) para equilibrar el exceso desastroso de la razón instrumental-analítica. Tenemos que armonizar el logos con el pathos, el anima con el animus si queremos resolver los problemas sociales y enfrentar la alarma ecológica. La mente está incorporada siempre, por lo tanto, siempre impregnada de sensibilidad y no solo cerebrizada. Jung vivía esta conexión profunda.
En sus Memorias dice: «hay tantas cosas que me llenan: las plantas, los animales, las nubes, el día, la noche y el eterno presente en los hombres. Cuanto más inseguro me siento sobre mí mismo, más crece en mí el sentimiento de mi parentesco con todo» (p. 361).
En este contexto afirma: «es importante proyectarnos en las cosas que nos rodean. Mi yo no está confinado a mi cuerpo. Se extiende a todas las cosas que hice y a todas las cosas a mi alrededor. Sin esas cosas, yo no sería el mismo, no sería un ser humano, sería tan solo un simio humano, un primate. Todo lo que me rodea es parte de mí… Estoy profundamente comprometido con la idea de que la existencia humana debe estar enraizada en la Tierra» (pp.189;190).
Para Jung, todas las cosas son más que cosas. Nos penetran en forma de símbolos y arquetipos, cargados de emociones y van componiendo la constelación de nuestro yo profundo. Viene al caso recordar esta confesión de C.G. Jung: «mi vida es la historia de la autorrealización del inconsciente». No dice de “mi inconsciente”, sino del inconsciente colectivo que posee dimensiones humanas, cósmicas, animales y vegetales. La culminación del proceso de individuación reside en la integración del todo del cual nos sentimos parte y parcela.
Pocos estudiosos del alma humana han dado más importancia a la espiritualidad que Jung. Veía en la espiritualidad una exigencia arquetípica fundamental de la naturaleza humana en la escalada rumbo a su completa individuación. La imago Dei o el arquetipo “Dios” ocupa el centro del Self: aquella energía poderosa, en lo más profundo de nuestra psique, que atrae todos los arquetipos y los ordena a su alrededor como el sol hace con los planetas (cf. el libro clásico de R. Hostie, C.G.Jung und die Religion, Karl Alber, Freiburg/München 1957).
Sin la integración de este arquetipo axial, el ser humano queda manco y con una incompletitud abismal. Por eso escribe:
«Entre todos mis clientes en la segunda mitad de la vida, es decir, con más de 35 años, no hubo uno solo cuyo problema más profundo no fuera la cuestión de su actitud religiosa. Todos en última instancia estaban enfermos por haber perdido aquello que una religión viva ha dado siempre, en todos los tiempos, a sus seguidores. Y ninguno se curó realmente sin recobrar la actitud religiosa que le era propia. Esto, está claro, no depende en modo alguno de la adhesión a un credo particular, ni de hacerse miembro de una iglesia, sino de la necesidad de integrar su dimensión espiritual».
La función principal de la religión o de la espiritualidad es religarnos a todas las cosas y a la Fuente de donde promana todo ser, Dios. Ese es el propósito básico del Mysterium Conjunctionis que Jung consideraba su opus magnum. Pues en él se trata de realizar la conjuntio, es decir, la conjunción del hombre integral con el mundus unus, el mundo unificado, el mundo del primer día de la creación cuando todo era uno y no había aún ninguna división ni diferenciación. Era la situación plenamente urobórica del ser. Esa fusión es el anhelo más secreto y radical del ser humano y el permanente llamado del Self.
El drama del hombre actual es haber perdido la espiritualidad y su capacidad de vivir un sentimiento de pertenencia.
Lo que se opone a la religión o a la espiritualidad no es el ateísmo o la negación de la divinidad. Lo que se opone es la incapacidad de ligarse y religarse con todas las cosas. Hoy las personas están desenraizadas, desconectadas de la Tierra, del anima, y por eso sin espiritualidad.
Para Jung el gran problema hoy es de naturaleza psicológica. No de la psicología entendida como disciplina o solo una dimensión de la psique, sino de la psicología en el sentido abarcador que le daba, como la totalidad de la vida y del universo en cuanto percibidos y articulados con el ser humano, sea por el consciente sea por el inconsciente personal y colectivo. Y en este sentido escribe: «Es mi convicción más profunda que, a partir de ahora hasta un futuro indeterminado, el verdadero problema es de orden psicológico. El alma es padre y madre de todas las dificultades no resueltas que lanzamos en dirección al cielo» (Cartas III, p.243). Siempre tuvo preocupación por el futuro de la humanidad. Previó, en sus visiones, a partir del inconsciente colectivo, la primera y la segunda guerra mundial. Ocurrieron como lo previó.
Me gustaría saber qué visiones tendría Jung sobre la alarma ecológica actual. Nos dejó una pista: una semana antes de su muerte, el 6 de junio de 1961, tuvo una terrible visión que reveló a Marie-Louise von Franz, que lo acompañó hasta el final: “gran parte del mundo sería destruído”. Pero añadió: “Gracias a Dios, no todo” (Jung vida e obra: uma memória biográfica por Barbara Hannah, Vozes 2022, p.478). Es lo que grandes analistas prevén en el caso de que no cambiemos el rumbo de nuestra cultura anti-vida, consumista y materialista.
El hecho es que la Tierra está enferma porque nosotros estamos enfermos. La Covid-19 lo mostró bien. En la medida en que nos transformamos, transformamos también la Tierra. Jung buscó esta transformación hasta su muerte. Es el único camino que nos puede librar de su visión terrible de destrucción de gran parte de nuestro mundo.
C.G.Jung demuestra ser un maestro y un guía que nos dibuja un mapa apto para orientarnos en estos momentos dramáticos en que vive la humanidad. Él creía profundamente en lo Transcendente y en el mundo espiritual. No será seguramente el capital material sino el capital espiritual, colocado ahora en el centro de nuestras búsquedas, el que nos permitirá evitar un armagedón ecológico. Entonces, así lo creo y espero, podremos vivir una fase nueva de la Tierra y de la Humanidad, la fase planetaria y ecoespiritual.
Leonardo Boff
Traducción de Mª José Gavito Milano
*Leonardo Boff es coeditor de la traducción de la obra completa de C.G.Jung (19 vol), publicada por la Editora Vozes.
Comentarios desactivados en “Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús
Esta tarde, con las primeras vísperas de su fiesta, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración queen el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).
“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”
*
Rel 35;Cfr 7M 2, 1).
***
“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *
*
Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3
***
”Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”
*
(Libro de la Vida, capítulo 9,1)
***
“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.
*
(Libro de la Vida, capítulo 6,9)
*
“Juntos andemos Señor.
Por donde vayas tengo que ir,
por donde pases tengo que pasar.”
*
(Camino de Perfección 21, 26)
***
Entre los pucheros anda el Señor…
“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”
Comentarios desactivados en “Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff
Considerando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?
Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.
Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”, que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.
Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:
«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».
Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».
Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.
El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.
De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).
El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.
La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.
En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.
La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?
Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.
El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.
Celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz significa tomar conciencia en nuestra vida del amor de Dios Padre, que no ha dudado en enviarnos a Cristo Jesús: el Hijo que, despojado de su esplendor divino y hecho semejante a nosotros los hombres, dio su vida en la cruz por cada ser humano, creyente o incrédulo (cf. Flp 2,6-11). La cruz se vuelve el espejo en el que, reflejando nuestra imagen, podemos volver a encontrar el verdadero significado de la vida, las puertas de la esperanza, el lugar de la comunión renovada con Dios.
Estaríamos enajenados hasta el punto de permitirnos el lujo de buscar a Dios, en las horas cómodas del ocio, en templos lujosos, en liturgias pomposas y a menudo vacías, y de no verle, oírle y servirle allí dónde está, y nos espera, y exige nuestra presencia: en la humanidad, en el pobre, en el oprimido, en la víctima de la injusticia de la que somos, muy a menudo, cómplices?
Orar, es penetrar despacio, tranquilamente,
En el silencio de Dios,
Dejar a Dios darse y darme su silencio,
Para que pueda dejar mi corazón
latir al unísono del suyo,
dejar mi respiración entrar
En la respiración de Dios,
Dejarme penetrar por Su presencia,
Darme cuenta cada vez más
de que Dios está dentro de mí,
No, evidentemente, para evitar a mis hermanos
Sino para llevarles más,
Porque es verdaderamente imposible acercarse al crucificado
Sin acercarse a los crucificados del mundo entero.
*
Jean Vannier
***
Jesús conquista a los hombres por la cruz, que se convierte en el centro de atracción, de salvación para toda la humanidad.
Quien no se rinde a Cristo crucificado y no cree en él no puede obtener la salvación. El hombre es redimido en el signo bendito de la cruz de Cristo: en ese signo es bautizado, confirmado, absuelto.
El primer signo que la Iglesia traza sobre el recién nacido y el último con el que conforta y bendice al moribundo es siempre el santo signo de la cruz. No se trata de un gesto simbólico, sino de una gran realidad.
La vida cristiana nace de la cruz de su Señor, el cristiano es engendrado por el Crucificado, y sólo adhiriéndose a la cruz de su Señor, confiando en los méritos de su pasión, puede salvarse.
Ahora bien, la fe en Cristo crucificado debe hacernos dar otro paso. El cristiano, redimido por la cruz, debe convencerse de que su misma vida debe estar marcada – y no sólo de una manera simbólica- por la cruz del Señor, o sea, que debe llevar su impronta viva. Si Jesús ha llevado la cruz y en ella se inmoló, quien quiera ser discípulo suyo no puede elegir otro camino: es el único que conduce a la salvación porque es el único que nos configura con Cristo muerto y resucitado.
La consideración de la cruz nunca debe ser separada de la consideración de la resurrección, que es su consecuencia y su epílogo supremo. El cristiano no ha sido redimido por un muerto, sino por un Resucitado de la muerte en la cruz; por eso, el hecho de que Jesús llevara la cruz debe ser confortado siempre con el pensamiento del Cristo crucificado y por el del Cristo resucitado .
*
G. di S. M. Maddalena, Infinita divina, Roma 1980, pp. 342ss
Comentarios desactivados en Si queremos ser de Jesús.
Si queremos ser de Jesús, ser de los suyos aquí abajo, y luego
en la bienaventurada eternidad del cielo, debemos seguirlo;
tomar la cruz y llevarla con él, siguiéndole:
imponer una regla a nuestra naturaleza herida por el pecado,
con el fin de que triunfe en ella el hombre nuevo, que fue “creado a imagen de Dios en la justicia y la santidad verdaderas” (Ep 4, 24)
…
No nos dejemos engañar, cegar, ilusionar:
la cruz es siempre la única esperanza de salvación;
la ley de Dios siempre está presente, con sus diez mandamientos,
para recordar al mundo que sólo ella es el refugio seguro,
la muralla de las conciencias,
y que observándolos se posee el secreto de la paz y la tranquilidad de conciencia.
El que lo olvida, incluso el que aparece huir de todo compromiso serio,
Se reserva tarde o temprano la tristeza y la miseria.
*
Juan XXIII
Alocución del 3 de abril de 1960 La documentación católica n°1330
*
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
– “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.”
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
– “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.“
Entonces dijo a sus discípulos:
– “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.“
*
Mateo 16,21-27
***
“Aprende a despreciar las cosas exteriores y dirigirte a las interiores y verás venir el Reino de Dios a ti” (Imitación de Cristo, 2,1). Se trata de separarse, y con fuerza, de esa exterioridad en que queda aprisionada y reducida la vida del hombre, para volverse y renovar el interior, eso interioridad que caracteriza al hombre. El logro de una conquista semejante requiere distanciamiento de las cosas exteriores, yo que mientras estés ocupado en ellas no puedes pensar en ti: Cristo vendrá a ti si le has reparado en tu interior una digna vivienda; por eso el autor de la Imitación te sugiere insistentemente: hazle sitio en tu interior a Cristo y niégale la entrada a todo lo demás. ¿Cuántos desapegos no están incluidos en “todo lo demás”!
Desapego de las cosas, de todas las cosas a las que a veces se apega nuestro corazón inadvertidamente y que nos impiden adherirnos totalmente a Cristo; desapego de los lugares a los que fácilmente el corazón se vincula bajo la apariencia de bien; desapego de las personas, en el sentido de que los afectos no obstaculicen el triunfo de Cristo en nosotros ni se lo impidan a los demás…
*
G. Luzzcnti, El Reino de Dios está en medio de nosotros,
I, Milán, 1976, Wss.
Comentarios desactivados en “¿Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre). O ponemos un principio y fundamento (S Ignacio)?
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- San Ignacio y su tiempo
San Ignacio vivió en el siglo XVI, siglo y tiempos recios como decía JI Tellechea en su biografía de San Ignacio. Es la época en la que comienza la modernidad (Galileo, Copérnico…) son los tiempos de Lutero, del Concilio de Trento, de San Ignacio. En la Iglesia existía una gran corrupción y se imponía una Reforma que no terminaba de llegar desde Roma.
Finalmente la Reforma se desencadena en el norte de Europa, en Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.
Como fruto de la Contrarreforma (Trento) fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales. Los jesuitas, fundados por san Ignacio (Compañía de Jesús) contribuirán también a esta reforma en la Iglesia.
02.- Principio y fundamento
S Ignacio contribuyó a su tiempo y a la historia de la Iglesia con los “Ejercicios Espirituales”. Sobre todo la primera meditación: principio y fundamento.
Francisco Javier y toda la espiritualidad ignaciana se cimentarán en esta Roca que es Dios.
El fundamento de la existencia es Dios.
Hoy en día vivimos en la llamada postmodernidad: después de lo moderno, después de la modernidad. Cultualmente vivimos en una gran frivolidad, superficialidad.
Han caído lo que llamábamos “grandes relatos”: el Éxodo, la libertad, incluso la justicia, la religión, etc. Y en estos tiempos que vivimos lo que nos interesa es el “relato pequeño”. A mí dame un buen sueldo a fin de mes, unas buenas vacaciones y déjame de libertad, de justicia, de idealismos, de patria, de honradez, de Dios, etc…
Podríamos aplicarnos aquello que decía JP Sartre (1905-1980) en su novela “La Náusea”: “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente. Somos una pasión inútil“.
Nos hemos quedado sin principio ni fundamento. No tenemos cimiento, roca en la que cimentar nuestra vida. En lenguaje coloquial podríamos decir que “no tenemos fundamento” ni en la vida ni en la muerte.
Hace unos días decía el presidente Sánchez que su pretensión (la de su gobierno) era hacer la vida más fácil. Yo creo que se trata de hacer una vida más digna, más fundamentada, mejor anclada, con criterios idealistas sanos y fuertes. Una vida blanda no vale mucho la pena.
La vida no es un pasatiempo. Nos hará bien fundamentarla.
03.- También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.
El obispo de Roma: Francisco.
Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI.
El papa Francisco, jesuita, intenta como buenamente puede –y le dejan- llevar adelante otra reforma con la cuestión de la sinodalidad.
Francisco podrá hacer mucho o poco. El tiempo, la historia y el bloque de cardenales, obispos, laicos y movimientos religiosos contrarios a Francisco dirán. (Es penoso el documento sobre la sinodalidad que ha sacado la Conferencia episcopal española).
Pero los gestos y símbolos de Francisco, su Magisterio son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, la reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, su preocupación continua por los emigrantes, su viaje a Canadá para pedir perdón a los indios y por la pederastia, la cuestión de los homosexuales, la empatía con la laicidad del Estado, la firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. Por otra parte, no hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia.
Según me parece, Francisco podrá lograr poco, por lo que, quizás, habremos de quedarnos en el buen espíritu y tono vital-eclesial del papa Francisco. En mi opinión no se conseguirá mucho, pero no perdamos la memoria de que las cosas fueron y pueden ser de otro modo.
Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.
Como san Ignacio habremos de volver al principio y fundamento que no es el mundo eclesiástico, sino Dios.
¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)
Comentarios desactivados en “Religarnos. Más allá del monopolio de la religión”, el nuevo libro de Elías Fernández, en Kairós
‘Religarnos. Más allá del monopolio de la religión’ (Kairós, 2023), es el segundo libro de una trilogía en la que busco pensar en la intersección entre la mística, la filosofía y las luchas sociales
El libro consta de cinco partes y se desarrolla a dos niveles de interpretación. Cada una de las cinco partes trata una problemática específica, de tal modo que juntas completan el tejido del argumento que quiero presentar
‘Religarnos‘ quiere impulsar un debate en torno a la dimensión religiosa del colapso actual, así como invitar a reflexionar en serio el papel de la mística en la construcción de alternativas
La crítica a la religión se ha convertido en un lugar común. Abundan tanto las denuncias a sus abusos históricos e institucionales como las propuestas que apelan por una «espiritualidad sin religión». De lo que no se ha hablado suficientemente es de su papel en la crisis civilizatoria.
Este libro denuncia la dimensión religiosa de la crisis actual. Desvela a la religión como el monopolio radical que secuestra las capacidades personales y colectivas para relacionarnos con el Misterio, enajenándonos de la realidad en aras de un proyecto de mundo puramente artificial. El autor se aleja en su análisis tanto de las religiones institucionalizadas como de los rostros de la espiritualidad asimilada por el mercado. Busca la recuperación de la relación personal y comunitaria con la misteriosidad de lo real a través de la amistad y el retorno a los sentidos.
El libro consta de cinco partes y se desarrolla a dos niveles de interpretación. El primer nivel busca presentar una crítica sociohistórica al dispositivo “religión”, exponiendo genealógicamente la construcción del dispositivo y su papel dentro del sistema-mundo actual, subrayando la monopolización de la dimensión espiritual del ser humano. El segundo nivel -de orden más filosófico- trata de leer a la religión como una pretensión distópica y desproporcional por la cual la humanidad ha querido crear su propia realidad independientemente de los ciclos y ritmos de la vida. A esta pretensión le he nombrado como “artificialeza”, enfatizando la aspiración a construir un mundo totalmente artificial.
Cada una de las cinco partes trata una problemática específica, de tal modo que juntas completan el tejido del argumento que quiero presentar. En la primera parte, ofrezco un desarrollo de la artificialeza en términos de colapso y crisis civilizatoria. Se describe el horror que atraviesa nuestras sociedades en tanto un afán por vivir desde mitos desencarnados que no se retroalimentan con la realidad, sino que, por el contrario, buscan implantar su propio proyecto en detrimento de todo aquello que sea diferente.
La segunda parte se enfoca en la crítica específica a la religión en tanto monopolización de la espiritualidad. También se evidencía la relación de la religión con el patriarcado, el colonialismo, la violencia sacrificial y el capitalismo. La tercera dialoga con distintas resistencias de comunidades y pueblos que enfatizan la dimensión comunal y convivial. En esta tercera parte se desglosa el argumento de la recuperación de los verbos frente a la sustantivación de la vida, de tal manera que hablemos no ya de salud sino de sanar -por ejemplo-, tomando la capacidad personal y colectiva de vivir nuestra propia vida.
Lejos de encontrar la respuesta en la máxima “espiritualidad sin religión”, en la cuarta parte analizo las supuestas “espiritualidades alternativas” que en realidad han caído bajo la lógica del mercado, repitiendo los mismos patrones que sus antecesoras institucionales. Finalmente, la quinta parte concretiza la reflexión en una propuesta de mística arraigada en la tierra, encarnada en el mundo y auténticamente alternativa a las lógicas civilizatorias que nos hunden en la catástrofe.
Religarnos quiere impulsar un debate en torno a la dimensión religiosa del colapso actual, así como invitar a reflexionar en serio el papel de la mística en la construcción de alternativas. Se agradece a la editorial Kairós por creer en este proyecto.
Comentarios desactivados en Oraciones de lamento y esperanza para las personas LGBTQ+
Sr. Jane Aseltyne, IHM.
La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Jane Aseltyne, IHM. Hna. Jane, está en primeros votos con las Hermanas, Siervas del Inmaculado Corazón de María de Monroe, Michigan. Tiene una Maestría en Teología Sistemática y Espiritualidad de la Unión Teológica Católica de Chicago. Su tesis de maestría titulada“Beyond the Binary: Expanding Understandings of the Imago Dei,” – “Más allá de lo binario: Expansión de la comprensión de la Imago Dei”, busca desarrollar una comprensión más inclusiva de lo que significa ser hecho a imagen y semejanza de Dios, particularmente en lo que respecta al género y la orientación sexual.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el 16º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
Recientemente escuché una homilía sobre nuestro llamado a ser una Iglesia acogedora. El sacerdote predicó sobre la importancia de acoger al extranjero, tender la mano a los marginados y estar dispuesto a correr riesgos para ser testigo vivo del amor de Dios. Pero nunca mencionó ningún grupo marginado en particular, como la comunidad LGBTQIA+.
Si bien sus sentimientos eran hermosos, no pude evitar preguntarme, ¿cómo se predica tal homilía e ignora el hecho de que muchos no se sienten bienvenidos por la iglesia? La comunidad LGBTQIA+ continúa marginada. Muchos en nuestra iglesia carecen de comprensión sobre la orientación sexual, la expresión de género y la identidad de género. En general, nuestra iglesia continúa operando con un pensamiento binario, lo cual perjudica a todo el pueblo de Dios. No hemos hecho un buen trabajo al escuchar las experiencias de las personas LGBTQIA+ y lo que significa para ellas vivir plenamente sus identidades queer.
Pero las lecturas litúrgicas de hoy nos llaman a mantener unida la tensión de lo que está aquí y lo que está por venir.
En la primera lectura del libro de la Sabiduría, dice el autor, “les diste a tus hijos un buen motivo para la esperanza de que permitirías el arrepentimiento de sus pecados”. Quizás el pecado del que debemos arrepentirnos es la exclusión del pecado de aquellos que no encajan dentro de los límites de la heteronormatividad o el género binario. Nuestro “buen terreno para la esperanza” comienza en Dios, y es a través de nuestra relación con Dios que estamos llamados a la inclusión radical de los más marginados.
En el salmo, vemos la tensión de alabar a Dios, pero también el anhelo de ser escuchado:
“Tú, oh SEÑOR, eres bueno y perdonador,
abundante en bondad para con todos los que te invocan.
Escucha, oh Señor, mi oración
y escucha el sonido de mi súplica.”
El salmo se basa en la tradición del lamento que prevalece en todo el Antiguo Testamento. Los lamentos son, al mismo tiempo, declaraciones de esperanza y confianza en Dios y oportunidades para que las comunidades se reúnan y oren por el o los que sufren. Los Salmos y los textos proféticos están llenos de lamentaciones del pueblo de Dios (cf. Salmo 13; Miqueas 1:8; Jeremías 31:15). El lamento es parte de nuestro camino hacia Dios, y al practicar el lamento, expresamos la plenitud de nuestras emociones humanas: angustia y esperanza, anhelo y amor, miedo y alegría.
Cuando nos reunimos en misa o en otros contextos de oración comunitaria, ¿qué pasaría si saliéramos y ofreciéramos peticiones para nuestros hermanos queer? ¿Qué pasaría si el sacerdote que predicó sobre ser una iglesia acogedora incluyera peticiones enfocadas en la comunidad LGBTQIA+?
El testimonio público de las oraciones intercesoras centraría la experiencia de la comunidad queer y podría ser una forma de atraer a la gente. También mantendría la larga tradición de unir el lamento y la esperanza. A modo de ejemplo, ofrezco varias peticiones que pueden ser un buen punto de partida:
Por nuestra iglesia, para que podamos practicar lo que predicamos y, con los brazos abiertos, recibir a quienes se identifican como miembros de la comunidad LGBTQIA+. Que aquellos en posiciones de poder dentro de la iglesia recuerden que Jesús dio la bienvenida a todos a la mesa sin discriminación, oremos…
Para el Papa Francisco, que pastoree el Sínodo sobre la Sinodalidad con un corazón y una mente abiertos. Que él centre las experiencias de las personas LGBTQIA+ y escuche las súplicas de aquellos que anhelan una inclusión plena en la iglesia, roguemos…
Por nuestro mundo, para que podamos regocijarnos en la diversidad que constituye la raza humana. Para que podamos encontrarnos curiosos en lugar de condenar a aquellos que son diferentes a nosotros, y que nos regocijemos en las muchas formas en que el amor de Dios fluye a través de cada uno de nosotros, oremos…
Por las familias y amigos que han perdido seres queridos por la violencia y discriminación hacia las personas queer. Que el amor y la paz de Dios sean un bálsamo para sus corazones doloridos, y que sientan a sus seres queridos cerca en espíritu, roguemos…
Para aquellos que alguna vez se preguntaron si verdaderamente fueron hechos a imagen y semejanza de Dios por su orientación sexual o identidad de género. Que sepan que están hechos maravillosa y maravillosamente a la imagen amorosa de Dios, oramos…
Para aquellos en la comunidad LGBTQIA+ que se han sentido excluidos porque la Palabra de Dios se ha convertido en un arma y una herramienta de opresión. Que Dios rompa las barreras que han llevado a interpretaciones dañinas, roguemos… Pedimos que Dios escuche el sonido de nuestras súplicas y nos sostenga en nuestro trabajo de reconocimiento y afirmación de la comunidad LGBTQIA+. Que podamos mantener unidas la desesperación que sentimos y la esperanza que anhelamos.
Comentarios desactivados en “La fuerza transformadopra de la levadura”. 16 Tiempo ordinario – A (Mateo 13,24-43)
Jesús lo repetía una y otra vez: ya está aquí Dios tratando de trasformar el mundo; su reinado está llegando. No era fácil creerle. La gente esperaba algo más espectacular: ¿dónde podían captar el poder de Dios imponiendo por fin su reinado?
Todavía recordaba Jesús una escena que había podido contemplar desde niño en el patio de su casa. Su madre y las demás mujeres se levantaban temprano, la víspera del sábado, a elaborar el pan para toda la semana. A Jesús le sugería ahora la actuación maternal de Dios introduciendo su «levadura» en el mundo.
Con el reino de Dios sucede como con la «levadura» que una mujer «esconde» en la masa de harina para que «todo» quede fermentado. Así actúa Dios. No viene a imponer desde fuera su poder, como el emperador de Roma. Viene a trasformar la vida desde dentro, de manera callada y oculta.
Así es Dios: no se impone, sino que trasforma; no domina, sino que atrae. Y así han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como «levadura» que introduce en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde, pero con fuerza trasformadora.
Los seguidores de Jesús no podemos presentarnos en esta sociedad como «desde fuera», tratando de imponernos para dominar y controlar a quienes no piensan como nosotros. No es esa la forma de abrir camino al reino de Dios. Hemos de vivir «dentro» de la sociedad, compartiendo las incertidumbres, crisis y contradicciones del mundo actual, y aportando nuestra vida trasformada por el evangelio.
Hemos de aprender a vivir nuestra fe «en minoría» como testigos fieles de Jesús. Lo que necesita la Iglesia no es más poder social o político, sino más humildad para dejarse trasformar por Jesús y poder ser fermento de un mundo más humano.
Comentarios desactivados en “Dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Domingo 23 de julio de 2023. 16º domingo de tiempo ordinario.
Leído en Koinonia:
Sabiduría 12,13.16-19: En el pecado, das lugar al arrepentimiento Salmo responsorial: 85Tú, Señor, eres bueno y clemente. Romanos 8,26-27: El Espíritu intercede con gemidos inefables Mateo 13,24-43: Dejadlos crecer juntos hasta la siega
Hoy, como en tiempos de Jesús y durante toda la historia de la humanidad, solemos dividir y “organizar” aparentemente la sociedad con criterios que consideramos muchas veces correctos: buenos y malos deben estar separados y puestos en los extremos opuestos.
Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era aceptada por muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos criterios religiosos (fariseos y esenios), así como por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos y celotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban, creían u opinaban según sus mismos criterios.
Jesús llama a la apertura de la mente y el corazón para acoger con esperanza (no pasivamente, con indiferencia) a quienes aparecen ante nuestra forma de vida como diferentes (que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos tener apertura para acoger con un actitud de pluralismo asimilado la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra humanidad.
No hay que ignorar en la parábola de la cizaña la presencia del mal en la historia, como lo reconoce Jesús en la presencia del enemigo que siembra la cizaña en el campo. Quiere llamarnos la atención de que no hay que buscar con afán, y posiblemente confundir la semilla buena con la semilla mala. Muchas veces dividir la humanidad entre buenos muy buenos, y malos muy malos, ofreciendo el premio de la salvación para los primeros y la condenación para los segundos, puede ocasionarnos equivocaciones irreparables. Sólo a Dios le corresponde juzgar, con inmensa justicia y misericordia, a cada ser humano, como sólo Dios lo sabe hacer.
Por creernos muchas veces con el poder y la autoridad, nos atribuimos en nuestra conciencia actitudes que excluyen y separan a unos de otros; nuestra autosuficiencia egoísta separa en la práctica cotidiana a personas que por su situación socio-económica o ideológica, son marginados y excluidos por una sociedad dividida en el poder, olvidando que todos y todas somos hermanos y hermanas que compartimos una misma humanidad.
El Reino debe implicar para el seguidor de Jesús una acción transformadora en la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo del actuar de cada ser humano, y el llamado permanente a la búsqueda y construcción de un mundo más humano, no sólo para unos pocos, sino para todos. Las estructuras basadas en la injusticia no crean el bien necesario para que el mundo avance, sino que generan más muerte y división en la humanidad, atacando con su fuerza destructora cualquier propuesta alternativa de construcción de una nueva humanidad.
No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar (el Reino) es una Buena Nueva para los pobres, en la que de ahora en adelante Jesús y sus discípulos lucharán por una sociedad igualitaria. Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como opción fundamental de Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas que deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los valores del Reino.
Dicho esto, abordemos un segundo nivel, más crítico, en este comentario.
Esta parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación a la inactividad, o a la suspensión de nuestra responsabilidad para dejarla en las manos de Dios: él sería quien a fin de cuentas, al final de la historia, incluso más allá de la historia, deberá poner las cosas y las personas en su lugar… Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que contabiliza nuestras acciones y por cada una de ellas nos dará un premio o un castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana clásica medieval y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello hoy?
Es obvio que conforme pasa el tiempo estas convicciones fundamentales del pensamiento cristiano van pasando a segundo plano, dejan de estar presentes, no se comentan, incluso se evitan positivamente… Diríamos que ésa es una manifestación más del famoso «eclipse de lo sagrado» que se da en nuestra sociedad moderna. Si nuestros abuelos y sus generaciones anteriores vivieron en una sociedad que transparentaba la eternidad, la vida del más allá, con sus premios y castigos, hoy vivimos, por el contrario, en una sociedad –y con una epistemología- en la que nos es difícil imaginar y pensar el más allá de la muerte como el lugar de los premios y castigos de Dios, como una separación post mortem del trigo y de la cizaña.
No vamos a pretender aquí resolver el asunto, ni abordar el tema en profundidad. Sólo queremos llamar críticamente la atención sobre él haciendo algunas afirmaciones.
Sea la primera la de reconocer que ya no se puede seguir hablando de más allá de la muerte con la ingenuidad y la rotundidad con la que durante siglos se ha hablado: el tema merece una revisión profunda, y en todo caso no permite las afirmaciones clásicas con su escandalosa simplicidad.
Buena parte de las descripciones de los premios y castigos eternos hoy aparecen como antropomorfismos insostenibles, respecto a los que no sólo merece la pena no dar más pábulo, sino que es importante también reconocerlos explícitamente como tales, liberando de ese modo a la fe de la obligación de compartir semejantes creencias mitológicas.
Es necesario tomar conciencia de la urgencia de una revisión a fondo de la posición de la fe cristiana respecto al más allá. Habitualmente hemos dado por bueno y por supuesto el dato de la vida más allá de la muerte, como si fuera un artículo de fe obvio, indiscutible. Y en efecto, normalmente ha quedado enteramente fuera de las crisis renovadoras de la fe en las décadas pasadas. El Concilio Vaticano II y su renovación simplemente envió a la trastera el conjunto de imágenes medievales y barrocas que aún estaban en circulación, y propició una relectura de la escatología en la línea del personalismo y del existencialismo, que realmente supusieron una brisa de aire fresco. La teología de la liberación, por su parte, simplemente añadió una lectura histórico-escatológica de la realidad (caminamos hacia el Reino) y la perspectiva de la opción por los pobres (redescubiertos como los «jueces escatológicos universales», Mt 25,31ss), pero dejó intactas las afirmaciones centrales, sin llegar siquiera a plantearse su cuestionamiento (el libro exponente máximo de la escatología de la teología de la liberación es «Hablemos de la otra vida», de Leonardo BOFF, Sal Terrae, Santander, 1978, muchas veces reimpreso, y libremente disponible en la red).
Hoy, un nuevo paradigma de «revisión del sentido y la identidad misma de la religión», nos exige dejar de vivir de rentas, dejar de repetir incuestionadamente lo de siempre, y plantearnos de nuevo las preguntas más radicales: ¿existe realmente la vida más allá de la muerte? ¿Nos ha sido realmente «revelada»? ¿Cuándo, dónde, cómo? ¿Forma parte del contenido mismo de la fe cristiana? ¿Se puede ser cristiano aceptando la inseguridad y la oscuridad que la ciencia actual confiesa respecto a este tema?
Ciertamente, no son preguntas para el hombre y la mujer de la calle que prefieran seguir viviendo en una edición renovada de la «fe del carbonero». No son tampoco preguntas a difundir imprudentemente, ni trofeos para exhibirse como abanderado de la crítica y el esnobismo. Pero son preguntas que los responsables han de plantearse alguna vez en la intimidad de su fe, para que sondeando la dificultad del misterio, tomen la determinación de ser muy respetuosos en su lenguaje y no seguir viviendo de las rentas de afirmaciones que hoy son de hecho tan incuestionadas como increíbles, tan insostenibles como irresponsables.
El tema sólo lo hemos iniciado. Invitamos al lector a tirar del hijo y seguir profundizando, tanto desde el estudio de la teología como en su oración y su fe. Leer más…
Comentarios desactivados en 23.7.23 (Dom 16 TO). El hombre siembra trigo, la mujer lo convierte en pan/iglesia (Mt 13).
Del blog de Xabier Pikaza:
Las dos parábolas unidas que voy a comentar (Mt 13, 3-9 y 13, 31) son el corazón del evangelio de Mateo (cf. Lc 13, 21), pero no han sido acogidas por igual en una iglesia dominada por varones:
Los hombres-sembradores han asumido todos los poderes. Las mujeres creadoras de la iglesia/pan han sido relegadas e ignoradas. Esta ha sido y sigue siendo una de la mayores distorsiones anti-evangélicas de un tipo de Iglesia.
| X. Pikaza
Introducción. Dos parábolas, una misma parábola.
Jesús les enseñaba muchas cosas en parábolas diciendo: Salió el sembrador (con ho, varón) a sembrar, y una parte cayó junto camino… (Mt 13, 3-9).
Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos se parece a la levadura que una mujer toma e introduce en tres medidas (de masa) de harina, hasta para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.”(Mt 13, 33-35)
Contexto. Mt 13, 3-35
Esta parábola doble empieza con un varón que siembra (13, 3) y culmina con una mujer que muele el trigo, introduce levadura en la masa y cuece el pan (tres panes) de la iglesia.
Es muy significativo el hecho de que la “elevación/fermento” del pan de la igleia (Reino) sea “tarea de mujer”. También es significativo el hecho de que , tras hablar de la “levadura de mujer” que transforma/fermenta la masa de la vida/iglesia , Mateo ponga en boca de Jesús esta: “abriré en parábolas mi boca, anunciaré (=revelaré) lo escondido desde el principio del mundo” (Sal 78, 2). Lo dice Jesús, un tipo de oglesia no le ha escuchado.
En conjunto, la iglesia ha interpretado el evangelio con un tipo de filosofía ontológico) y sobre todo con un derecho romano de poderes, no de gratuidad y comunión de vida. Esta parábola final de la levadura/mujer hasido sistemáticamente “olvidada” por una iglesia, más jurídico-romana que evangélica
En este tiempo (2023) de reformulación/recreación mística y sinodal de la iglesia, como dice querer el Papa Francisco, puede ser importante una lectura y comprensión más honda de parábola fundante de la mujer-levadura.
DIEZ ANOTACIONES
Principio. Las dos partes (principio y fin de esta parábola doble (13, 3, varón que siembra, y 13, 33, mujer que fermenta y cuece la masa) han de verse (entenderse, aplicarse) de un modo conjunto, como saben los comentarios de Mateo, aunque, en general, una teología (=ideología) eclesiástica se ha fijado en la primera parte (siembra/semilla masculina, en línea de poder) y ha olvidado (negado) la segunda (amasar la harina y “leudarla” o levantarla con levadura femenina, cociendo así el pan/panes de la iglesia).
Éste no es un problema de “mala exégesis teórica”, sino de “mala experiencia vital”, de una Iglesia de imposición masculina, en línea de poder, donde el varón quiere ser todo (el que siembra y que se impone en la iglesia), negando el espacio central que Jesús abre para la mujer (organizar y definir la iglesia, como levadura).
Ciertamente, ambos símbolos (siembra de semilla, levadura/cocimiento de la masa) pueden aplicarse en principio a varones y mujeres (también las mujeres siembran, también los varones deben amasar/leudar/fermentar/cocer los tres panes)… pero están bien aplicados por el evangelio a varones y a mujeres, desde la perspectiva del tiempo de Jesús:
El símbolo dominante del varón es la siembra/semen. El símbolo dominante de la mujer es la acogida, la creación social, la organización y dirección de la iglesia/casa. Lo malo es que los varones de iglesia han apelado a un Jesús falsamente entendido como varón total (que sólo puede ser representado como poder por hombres/varones) y han apartado y colocado a las mujeres en un plano secundario y subordinado.
En este blog de RD (y en FB, lo mismo que en otros escritos y comentarios a los evangelios) he desarrollado este motivo de la semilla de varones y del fermento/levadura de mujeres. El lector interesado podrá ver con más detalle lo que pienso en esos lugares. Aquí mie limito a ofrecer algunas anotaciones críticas y esperanzadas sobre este doble parábola.
1. Está en el fondo la visión bíblica del hombre y la mujer, como he desarrollado con cierta extensión en mi comentario de Salmos.
– El Ser humano/varón es sembrador… Siembra en la tierra semilla de trigo, siembra en la mujer semilla de vida humana. Es signo y presencia de Dios tanto en un caso como en otro, aunque corre el riesgo de destruirse y destruir la vida mal-sembrando en la tierra y mal-fecundando en la mujer.
– El ser humano/mujer es mundo en plenitud (mundo divino): así recibe la semilla del Dios/varón, así ofrece su levadura divina en el proceso de la vida y, especialmente, en el engendramiento de los hijos. Entendida así, la mujer es la más honda imagen del Dios/horno, Dios/matriz, donde la vida divina se hace humana en cada nacimiento.
2. El Cristo/varón que siembra es una imagen esencial del evangelio… Pero es, al mismo tiempo, esencial la imagen del Cristo/mujer, entendido como plena humanidad, como iglesia/pan compartido
En esa línea, la iglesia establecida, como nueva humanidad, es esencialmente “femenina”. Así lo ponen de relieve los dos textos eclesiológicos fundamentales de la tradición sinóptica:
La parábola de Marta-María en Lc 10, 38-42. Ellas, las dos mujeres, son la administración/dirección (obispos/presbíteros/diáconos) de la iglesia. La iglesia que siembra es más móvil, más simbolizada por varones (los Doce). La iglesia es casa/acogida es más de mujeres. En ese sentido, los obispos/presbíteros sedentes/sedentarios de la iglesia deberían ser todos (básicamente mujeres).
La parábola de la levadura de Mt 13, 33, propia de Mateo, puede y debe compararse y completarse con la de Marta/Marías (Lucas). Esta mujer de levadura es la “administradora”, creadora (obispo/presbítero) de la iglesia. La mujer es el signo fundante del “pan” de la iglesia (eucaristía). Resulta aberrante el hecho de que los varones de poder eclesial hayan usurpado y mal-creado este signo básicamente femenino de la Eucaristía. Una eucaristía sin mujer como la de esta parábola está corriendo el riesgo de ser no-eucaristía.
3. Tema y riesgo de la levadura en el barco de la Iglesia (Mc 8, 14-21 par…). Fariseos y herodianos, el mal pan de la iglesia.
La levadura de esta mujer de Mt 13, 33 es buena… y fermenta/leuda las tres masas. Pues bien, en contra de eso, el mayor peligro de una iglesia/barco de varones consiste en la mala levadura que pervierte en pan eucarístico, el pan de la iglesia (convirtiéndolo en pan del diablo, según las tentaciones de Mt 4 y Lc 4). Recordemos este pasaje. Jesús va en la barca de la iglesia… Su signo, su verdad es el pan. El signo/verdad de la iglesia no es un edificio, ni un poder social, ni un dinero… Su signo es el pan. Y el pan de la iglesia se pervierte por la “mala levadura”, propia en especial de los varones (aunque no en exclusiva). Así les dice Jesús:
Cuidaos de la mala levadura de los fariseos malos (se han dado en el judaísmo miles y miles de fariseos buenos), que es un tipo de ley impositiva, de legalismo sin amor. La iglesia ha corrido desde pronto el riesgo de la levadura farisea mala, de convertirse en legalismo, en código de leyes al servicio de un orden sin corazón, de un poder sin justicia
Cuidaos de la mala levadura de herodianos/poder de varones. Herodianos eran en aquel tiempo los que pactaban con los poderes políticos de la familia de los Herodes, los que convertían la iglesia en sucursal y/o aliada de los poderes políticos
4. Tres masas, tres panes… La mujer de la levadura aparece en esta parábola como “persona sinodal”, abierta a la diversidad. Hay una levadura… (un mismo estilo amoroso y creador de vida) que fermenta/leuda/eleva tres masas.
a). No hay pan único, sino tres… Este simbolismo de las tres masas (las tres con la misma levadura) sigue siendo resistente a todas las posibles interpretaciones, como todos los símbolos fundantes… Conforme al culto del templo había siete panes de la proposición, que se ponían casa semana como signo de alimento de (para) Dios en el templo. De un modo significativo, Mt 13, 33 no pone un pan, ni siete, sino tres…que puede entenderse de diversas forma en la línea de un triadismo propio de la iglesia primitiva y en especial de Mateo:
b) Los tres panes de mujer/iglesia podrían vincularse con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la confesión final de fe y de vida (Mt 28, 16-20). No hay dos panes (uno contra otro, dos en lucha dialéctica infinita, sino tres en línea de apertura a la totalidad…
c) Mateo podría referirse a las tres iglesias fundantes del principio (cf. Hch 15; Gal 2), que se dan la mano en el Concilio de Jerusalén (Pedro, Pablo, Santiago), tres panes distintos, un único pan de comunión. Según eso, la verdad del evangelio es synesthien, compartir los panes diferentes, en comunión de vida…
d) Algunos han pensado en las tres mujeres de la experiencia pascual (Mc 16, par: Magdalena, María la de Santiago/José y Salomé…); tres mujeres, toda la iglesia
5. Levadura de mujer, levadura en la masa… nuevo fermento de sinodalidad… posibles aportaciones:
El tema de la levadura de mujer (de mujeres) puede y debe aplicarse de hecho, en verdad, el libertad a la autoridad creadora de la iglesia… Eso exige superar un tipo de imposición eucarística de varones que ha venido angostando espiritual, social, jurídicamente a la iglesia en los últimos siglos… En esa línea se pueden y deben recordar algunas iniciativas y caminos:
Me parece importante recuperar el espíritu de fraternidad eucarística de los Hermanos de Jesus, tal como lo formuló hace tiempo Ch. de Foucauld y lo desarrollo R. Voillaume (en el Corazón de las masas….).
Hay que pasar de la falsa disputa sobre la “Ideología de género” y recuperar la levadura de mujer en la iglesia, conforme al evangelio…, no en línea de confrontación de poder frente a un poder de varones, sino en la de una creatividad evangélica.
Lo que importa es que haya buen pan de Jesús, pan de celebración de la vida, en amor creador, pan de justicia, de pluralidad y diálogo… pan de mujer que define el evangelio.
En esa línea hay que insistir, con Francisco (y quizá más allá de este Francisco) en la sinodalidad del pan…, no como una concesión de jerarcas varones (que siguen siendo los del poder), sino como una creatividad esencial e mujeres (y de varones). Sin un tipo de levadura de mujer no se eleva/leuda/fermenta/cuece el pan de la vida. Por mucha simiente de varón que echemos en la tierra (Mt 13, 3), sin levadura de mujer que acoge, muele, amasa, fermenta, cuece el pan no podrá haber iglesia. Un tipo de jerarquía eclesial de iglesia que sólo quiere conservar su poder no sabe nada de esto.
6. Miedo de iglesia… Una levadura de mujer que sigue siendo inquietante para una iglesia de varones “impotentes”.
Los Doce de Jesús le dejaron en el Huerto (Mc 14, 50 par), todos huyeron. Tenían miedo de la novedad de Jesús, de tener que morir para hacerse pan… Quedaron sólo las mujeres.. Ellas le acompañaron en la muerte, vieron dónde le enterraban… y entraron en su tumba impura… (entrar en un sepulcro era mancharse, compartir la gran mancha/destructora de la muerte.
Mateo resume la crisis que atravesó su comunidad a finales del siglo I en cinco preguntas a las que responde con siete parábolas. El domingo pasado vimos la primera (¿por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús?), a la que respondía la parábola del sembrador. En este domingo se plantean otras dos preguntas, a las que se responde en tres parábolas. La primera de ellas (el trigo y la cizaña) debió considerarla Mateo difícil de entender, y por eso ofrece su explicación. Sin embargo, no lo hace de inmediato. Cuenta tres parábolas seguidas y más tarde, cuando los discípulos llegan a la casa, interrogan a Jesús y éste aclara su sentido. En cambio, las parábolas tercera (grano de mostaza) y cuarta (levadura) carecen de explicación en el evangelio.
La liturgia permite, por motivos pastorales (en España podría ser la ola de calor que estamos padeciendo), limitarse a la parábola del trigo y la cizaña, omitiendo su explicación y las otras dos.
¿Qué actitud adoptar con quienes no viven el mensaje?
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
― El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
― Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?
Él les dijo:
― Un enemigo lo ha hecho.
Los criados le preguntaron:
― ¿Quieres que vayamos a recogerla?
Pero él les respondió:
― No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.
La parábola puede leerse desde diversas perspectivas, según pensemos que la finca es el pueblo de Israel, la comunidad cristiana, o el mundo entero. Ya que esta parábola sólo la cuenta Mateo, vamos a verla primero desde el punto de vista de su comunidad, seriamente enfrentada con los judíos.
1ª hipótesis: La finca es el pueblo de Israel
En ella, el Señor ha plantado buena semilla (los cristianos). Pero el enemigo ha plantado también cizaña (los fariseos y demás enemigos de la comunidad). La tentación de cualquiera de los dos grupos es decidir por su cuenta y riesgo quién es trigo y quién cizaña. Pablo, por ejemplo, antes de convertirse, pidió permiso a las autoridades de Jerusalén para perseguir a los cristianos. También la comunidad cristiana corre el riesgo de intentar acabar con los que no forman parte de ella o no la tratan como consideran justo. Así ocurrió cuando una aldea de Samaria no acogió a Jesús y dos discípulos, Juan y Santiago, le propusieron hacer bajar un rayo del cielo que acabase con todos (Lc 9,51-56). Con esta parábola, Mateo hace una exhortación a la calma, a dejar a Dios la decisión en el momento final.
2ª hipótesis: La finca es la comunidad cristiana
La parábola también podría entenderse dentro de la comunidad cristiana (sola ésta sería la finca), donde hay gente que responde al evangelio (trigo) y gente que no parece vivir de acuerdo con él (cizaña). El mensaje es el mismo en este caso. Aunque las cosas parezcan claras, es fácil que al arrancar la cizaña se lleven por delante el trigo. Porque cualquier de nosotros, por muy preparado que se considere teológica y moralmente, puede equivocarse. No son raros los casos de personas condenadas por la Iglesia que terminaron no sólo rehabilitadas sino también canonizadas.
3ª hipótesis: la finca es el mundo
Finalmente, la parábola se puede interpretar en un contexto más general, donde la finca es el mundo, la buena semilla los ciudadanos del Reino y la cizaña los secuaces del Malo. En esta línea se orienta la explicación de los versículos 36-43, que se puede omitir por motivos pastorales.
Los discípulos se le acercaron a decirle:
― Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
Él les contestó:
― El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
En cualquiera de estas tres hipótesis (todas válidas), Jesús advierte contra el peligro de que paguen justos por pecadores. Es preferible tener paciencia y dejar la justicia a Dios, el único que puede emitir un veredicto exacto, sin temor a equivocarse.
La actitud de Dios, modelo de moderación e indulgencia
La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se mueve en esta línea de bondad y tolerancia, poniéndonos a Dios como modelo. Un Dios al que el poder impulsa, no a castigar sino a perdonar, que gobierna con moderación e indulgencia, y que siempre da un voto de confianza al pecador, esperando que se convierta.
Fuera de ti, no hay otro Dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
[Lo que sigue puede omitirse]
¿Tiene algún futuro esto tan pequeño?
Este es el otro tema tratado por las parábolas de hoy. La comunidad de Mateo es pequeña. Las otras comunidades también. Han pasado ya cincuenta años de la muerte de Jesús; aunque el cristianismo se va extendiendo por el Imperio Romano sus miembros representan una minoría. ¿Qué futuro tiene este grupo tan pequeño? ¿Qué futuro tiene la iglesia actual, que carece del influjo y el poder de hace unos años? Mateo responde con dos parábolas: la del grano de mostaza y la de la levadura. Ambos coinciden en ser algo pequeño, pero más importante de lo que puede parecer a primera vista.
El grano de mostaza
El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.
Esta parábola se comprende mejor fondo cuando se conoce una parábola del profeta Ezequiel que utiliza Jesús como modelo. A comienzos del siglo VI a.C., cuando el pueblo de Israel se encontraba deportado en Babilonia, para expresar que su suerte cambiaría y sería espléndida, Ezequiel cuenta lo siguiente:
Cogeré una guía del cogollo del cedro alto y encumbrado;
del vástago cimero arrancaré un esqueje
y lo plantaré en un monte elevado y señero,
lo plantaré en el monte encumbrado de Israel.
Echará ramas, se pondrá frondoso
y llegará a ser un cedro magnífico;
anidarán en él todos los pájaros,
a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves. (Ez 17,22-23).
Jesús acepta la imagen del árbol y la idea de que sirve para acoger a todas las aves del cielo. Pero introduce un cambio radical: no elige como modelo el cedro alto y encumbrado, sino el modesto arbusto de mostaza, que, cuando crece, «sale por encima de las hortalizas». Es un ataque lleno de humor e ironía al triunfalismo. Lo importante no es que el árbol sea grandioso, sino que pueda cumplir su función de acoger a los pájaros. Para la comunidad de Mateo era una excelente lección, y también debe serlo para nuestras tentaciones de triunfalismo eclesial.
La levadura
Les dijo otra parábola:
El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.
Algo parecido ocurre con la parábola de la levadura. Se usa en poca cantidad, pero cumple su función, hace que fermente la masa. La tentación de la comunidad cristiana es querer ocupar mucho espacio, ser masa, llamar la atención por su volumen, por el número de miembros. Jesús dice que lo importante es la función de fermentar la masa.
Resumen
Mateo ofrece una explicación de la realidad (sembrador) y una llamada a la serenidad (trigo y cizaña) y a confiar en algo que tiene unos comienzos tan modestos (mostaza y levadura). El próximo domingo, otras tres parábolas completarán esta enseñanza.
Comentarios desactivados en Domingo XVI del Tiempo Ordinario. 23 Julio, 2023
“Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.”
(Mt 13, 24-43)
Este domingo el evangelio nos vuelve a traer parábolas y semillas.
Jesús quiere hablar de realidades que no se ven. Nos quiere hablar del Reino de Dios y de Dios mismo. Para ello utiliza imágenes de la vida cotidiana. Recurre a ejemplos que sabe que quienes le están escuchando comprenden completamente.
Las gentes sencillas que se acercaban a escuchar a Jesús sabían perfectamente cómo era el trigo y cómo era la cizaña. Conocían las semillas. Veían plantas de mostaza y sabían, porque lo veían cada día, que un poco de levadura era capaz de levantar mucha masa.
A muchas de nosotras todos estos ejemplos nos pillan lejos. Seguramente más de una no ha visto nunca un campo de trigo y no sabe cómo es la cizaña. Tampoco conocemos las plantas de mostaza. Y como el pan ya no se hace en casa quizá hay gente que nunca ha visto subir una masa.
Si Jesús nos hablara hoy tendría que ponernos otros ejemplos. Nos tendría que hablar de Internet, de teléfonos táctiles o de whatsapps.
No sé qué ejemplo nos pondría para hacernos comprender que a veces es necesario dejar crecer aquello que no está bien. La cizaña es una mala hierba, muy parecida al trigo pero tóxica.
En la parábola se nos dice que no arranquemos la cizaña. ¿Por qué? Porque podríamos dañar el trigo.
Nuestras vidas están llenas de pequeñas (o grandes) sombras que desearíamos arrancar. Pero Jesús nos dice que no. Que las dejemos crecer junto con nuestras luces.
Nuestro afán por tener una imagen prefecta puede acabar con aquello que teníamos de bueno y valioso.
En una sociedad donde se nos invita continuamente a eliminar cualquier defecto: arruga, grano, cana… Jesús nos dice: dejad que crezcan.
No sé si le podremos hacer mucho caso. ¿Nos atreveremos a dejar crecer nuestros defectos? ¿Tendremos paciencia para esperar al tiempo oportuno para arrancarlos?
Oración
Haznos valiente y arriesgadas para dejar crecer Tu trigo y la cizaña que se nos ha colado.
Comentarios desactivados en La incapacidad de descubrir la cizaña en nosotros impide que la aceptemos en los demás.
DOMINGO 16 (A)
Mt 13, 24-43
La parábola de la cizaña es una de las siete que Mateo narra en el capítulo 13. Como decíamos el domingo pasado, se trata de un contexto artificial. Como todas las parábolas se trata de un relato anodino e inofensivo por sí mismo, pero puede llevarnos a una reflexión muy seria sobre la manera que tenemos de catalogar a las personas como buenos y malos. Mal entendida, puede dar pábulo a un maniqueísmo nefasto, que tergiversa el mensaje de Jesús. Bien y mal se encuentran inextricablemente unidos en cada uno de nosotros.
El punto de inflexión en la lógica del relato lo encontramos en las palabras del dueño del campo: “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Lo lógico sería que se ordenara arrancar la cizaña en cuanto se descubriera en el sembrado, para que no disminuyera la cosecha. Pero resulta que, contra toda lógica, el amo ordena a los criados que no arranquen la cizaña, sino que la dejen crecer con el trigo. Este quiebro debe hacernos pensar. No es que el dueño se haya vuelto loco, es que quiere hacernos ver que otra actitud ante la realidad es posible.
El domingo pasado, una cosecha del ciento por uno era el quiebro que nos obligaba a saltar a otro plano. Esa desorbitada cosecha no se puede dar en el trigo, luego tenemos que dar un salto para entender lo que nos quiere decir. Ya no se trata de tierra y grano sino de fruto espiritual. En esta parábola, la falta de lógica está en no arrancar la cizaña. Si en el trigo se nos pide hacer lo contrario de lo que se debe, nos obliga a saltar a otro nivel en que eso sea posible. En el orden espiritual no solo no se debe arrancar la cizaña, sino que no se puede separar.
El dueño siembra buena semilla. La cizaña tiene un origen distinto. Según aquella mentalidad, hay un enemigo del hombre empeñado en que no alcance su plenitud. Pero la hipótesis del maniqueísmo es innecesaria. Durante milenios el hombre trató de buscar una respuesta coherente al interrogante que plantea la existencia del mal. Hoy sabemos que no tiene que venir ningún maligno a sembrar mala semilla. Las limitaciones, que inevitablemente nos acompañan como criaturas, dan razón suficiente para explicar los fallos de toda vida humana.
Casi cuatro mil millones de años de evolución han ido siempre en la dirección de asegurar la supervivencia del individuo y de su especie. A ese objetivo estaba orientado cualquier otro logro. El ser humano descubre que hay un objetivo más valioso que el de la simple supervivencia. Al intentar caminar hacia esa nueva plenitud de ser que se le abre en el horizonte, el hombre tropieza con esa enorme inercia que le empuja al objetivo puramente egoísta. En cuanto se relaja un poco, aparece la fuerza que le arrastra en la dirección equivocada.
El objetivo de subsistencia individual y el nuevo horizonte de unidad-amor que se le abren al ser humano no son contradictorios. En el noventa por ciento deben coincidir. Pero esa pequeña proporción que les diferencia no es fácil de apreciar. Como en el caso de la cizaña y el trigo, solo cuando llega la hora de dar fruto queda patente lo que los distingue. Es inútil todo intento de dilucidar teóricamente lo que es bueno o lo que es malo. La mayoría de las veces las personas solo descubren lo bueno o lo malo después de innumerables errores.
El trigo y la cizaña tienen que convivir a pesar de que son plantas antagónicas y lo que produce una, será siempre a costa de la otra. La cizaña perjudica al trigo, pero la realidad es que son inseparables. Aplicado al ser humano, la cosa se complica hasta el infinito, porque en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. Nunca conseguiremos eliminar del todo nuestra cizaña. Solo aceptando esto, superaremos el puritanismo y lo aceptaremos tal como es.
Esta mezcla inextricable no es un defecto de fábrica, como se ha hecho creer con mucha frecuencia; por el contrario, se trata de nuestra misma naturaleza. Dejaríamos de ser humanos si se anularan todas nuestras limitaciones. No solo es absurdo el considerar a uno bueno y a otro malo, sino que el solo pensar que una persona se pueda considerar perfecta, es descabellado. Arrancar la cizaña en nosotros y en los demás ha sido una tentación inmemorial.
También hoy Jesús, a petición de sus discípulos, explica la parábola. No se trata de una explicación de Jesús, sino de un añadido de la primera comunidad, que convirtió la parábola en alegoría para utilizarla como instrumento moralizante. En la explicación que el evangelio da se ve con toda claridad la diferencia entre parábola y alegoría. Podemos apreciar cómo se desvía el acento desde la necesidad de convivir con el diferente a la insistencia en que los malos serán quemados, con la intención de que el miedo a ser quemados nos haga mejores.
Si a través de veinte siglos, la Iglesia hubiera hecho caso de esta parábola, ¡cuántos atropellos se hubieran evitado! En todos los tiempos se ha perseguido al que discrepa, solo por el afán de preservar el trigo. Se ha excomulgado, se ha desterrado, se ha quemado en la hoguera a miles de cristianos que eran bellísimas personas, aunque no coincidieran con la verdad oficial. Es patético que se haya declarado santos a algunos de los que han sido sacrificados.
Aún tenemos pendiente un cambio en nuestra actitud ante el diferente. Hemos sido educados en el exclusivismo. Jesús sabía muy bien lo que decía a un pueblo judío que se creía elegido y superior a los demás. A pesar de la claridad del mensaje, muy pronto olvidaron los cristianos las enseñanzas de Jesús y reprodujeron el exclusivismo judío. Una sola frase resume esta actitud totalmente antievangélica: “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Esta máxima ha sido defendida todavía, por el último Catecismo de la Iglesia Católica.
La parábola no solo se aplica al orden moral sino a la doctrina y al culto. En las verdades también hay trigo y cizaña y tampoco se puede separar el error de la verdad. Dice un proverbio oriental: si te empeñas en cerrar la puerta a todos los errores, dejarás inevitablemente fuera la verdad. En el culto, el trigo sería un descubrimiento de Dios en nosotros y una verdadera relación con Él. Cizaña sería quedarnos en los ritos externos y no llegar a la vivencia. En la moral es mucho más sangrante la pretensión de exclusividad. Hemos predicado como voluntad de Dios lo que no son más que preceptos humanos.
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