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“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Sábado, 14 de octubre de 2023
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Esta tarde, con las primeras vísperas de su fiesta, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

 

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“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

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Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

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“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

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 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

***

Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

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(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

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“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

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(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

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“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

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(Camino de Perfección 21, 26)

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Entre los pucheros anda el Señor…

 

“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

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Fundaciones 5, 8

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“Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff

Miércoles, 4 de octubre de 2023
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san-francisco-de-asc3ads-y-el-hermano-leproso6Considerando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?

Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.

Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”, que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.

Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:

«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».

Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».

Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.

El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.

De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).

El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.

La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.

En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.

La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?

Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.

El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.

Leonardo Boff escribió Francisco de Asís: ternura y vigor, 6ª edición, Sal Terrae, 1995.

Traducción de MJ Gavito MiIano

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La Cruz Gloriosa

Jueves, 14 de septiembre de 2023
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 Celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz significa tomar conciencia en nuestra vida del amor de Dios Padre, que no ha dudado en enviarnos a Cristo Jesús: el Hijo que, despojado de su esplendor divino y hecho semejante a nosotros los hombres, dio su vida en la cruz por cada ser humano, creyente o incrédulo (cf. Flp 2,6-11). La cruz se vuelve el espejo en el que, reflejando nuestra imagen, podemos volver a encontrar el verdadero significado de la vida, las puertas de la esperanza, el lugar de la comunión renovada con Dios.

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Estaríamos enajenados hasta el punto de permitirnos el lujo de buscar a Dios, en las horas cómodas del ocio, en templos lujosos, en liturgias pomposas y a menudo vacías, y de no verle, oírle y servirle allí dónde está, y nos espera, y exige nuestra presencia: en la humanidad, en el pobre, en el oprimido, en la víctima de la injusticia de la que somos, muy a menudo,  cómplices?

 

*

Don Helder Camara,
Un pensamiento para cada día”,
Médiaspaul, 2010

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Jesus in Love

***

Orar, es penetrar despacio, tranquilamente,
En el silencio de Dios,
Dejar a Dios darse y darme su silencio,
Para que pueda dejar mi corazón
latir al unísono del suyo,
dejar mi respiración entrar
En la respiración de Dios,
Dejarme penetrar por Su presencia,
Darme cuenta cada vez más
de que Dios está dentro de mí,
No, evidentemente, para evitar a mis hermanos
Sino para llevarles más,
Porque es verdaderamente imposible acercarse al crucificado
Sin acercarse a los crucificados del mundo entero.

*

Jean Vannier

***

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Jesús conquista a los hombres por la cruz, que se convierte en el centro de atracción, de salvación para toda la humanidad.

Quien no se rinde a Cristo crucificado y no cree en él no puede obtener la salvación. El hombre es redimido en el signo bendito de la cruz de Cristo: en ese signo es bautizado, confirmado, absuelto.

El primer signo que la Iglesia traza sobre el recién nacido y el último con el que conforta y bendice al moribundo es siempre el santo signo de la cruz. No se trata de un gesto simbólico, sino de una gran realidad.

La vida cristiana nace de la cruz de su Señor, el cristiano es engendrado por el Crucificado, y sólo adhiriéndose a la cruz de su Señor, confiando en los méritos de su pasión, puede salvarse.

Ahora bien, la fe en Cristo crucificado debe hacernos dar otro paso. El cristiano, redimido por la cruz, debe convencerse de que su misma vida debe estar marcada – y no sólo de una manera simbólica- por la cruz del Señor, o sea, que debe llevar su impronta viva. Si Jesús ha llevado la cruz y en ella se inmoló, quien quiera ser discípulo suyo no puede elegir otro camino: es el único que conduce a la salvación porque es el único que nos configura con Cristo muerto y resucitado.

La consideración de la cruz nunca debe ser separada de la consideración de la resurrección, que es su consecuencia y su epílogo supremo. El cristiano no ha sido redimido por un muerto, sino por un Resucitado de la muerte en la cruz; por eso, el hecho de que Jesús llevara la cruz debe ser confortado siempre con el pensamiento del Cristo crucificado y por el del Cristo resucitado .

*

G. di S. M. Maddalena,
Infinita divina, Roma 1980, pp. 342ss

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Si queremos ser de Jesús.

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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Si queremos ser de Jesús, ser de los suyos aquí abajo, y luego
en la bienaventurada eternidad del cielo, debemos seguirlo;
tomar la cruz y llevarla con él, siguiéndole:
imponer una regla a nuestra naturaleza herida por el pecado,
con el fin de que triunfe en ella el hombre nuevo, que fue
“creado a imagen de Dios en la justicia y la santidad verdaderas” (Ep 4, 24)

No nos dejemos engañar, cegar, ilusionar:
la cruz es siempre la única esperanza de salvación;
la ley de Dios siempre está presente, con sus diez mandamientos,
para recordar al mundo que sólo ella es el refugio seguro,
la muralla de las conciencias,
y que observándolos se posee el secreto de la paz y la tranquilidad de conciencia.
El que lo olvida, incluso el que aparece huir de todo compromiso serio,
Se reserva tarde o temprano la tristeza y la miseria.

*

Juan XXIII
Alocución del 3 de abril de 1960 La documentación católica n°1330

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*

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

“¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.”

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

“Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.

Entonces dijo a sus discípulos:

“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

*

Mateo 16,21-27

***

“Aprende a despreciar las cosas exteriores y dirigirte a las interiores y verás venir el Reino de Dios a ti” (Imitación de Cristo, 2,1).  Se trata de separarse, y con fuerza, de esa exterioridad en que queda aprisionada y reducida la vida del hombre, para volverse y renovar el interior, eso interioridad que caracteriza al hombre. El logro de una conquista semejante requiere distanciamiento de las cosas exteriores, yo que mientras estés ocupado en ellas no puedes pensar en ti: Cristo vendrá a ti si le has reparado en tu interior una digna vivienda; por eso el autor de la Imitación te sugiere insistentemente: hazle sitio en tu interior a Cristo y niégale la entrada a todo lo demás. ¿Cuántos desapegos no están incluidos en “todo lo demás”!

Desapego de las cosas, de todas las cosas a las que a veces se apega nuestro corazón inadvertidamente y que nos impiden adherirnos totalmente a Cristo; desapego de los lugares a los que fácilmente el corazón se vincula bajo la apariencia de bien; desapego de las personas, en el sentido de que los afectos no obstaculicen el triunfo de Cristo en nosotros ni se lo impidan a los demás…

*

G. Luzzcnti,
El Reino de Dios está en medio de nosotros,
I, Milán, 1976, Wss.

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“¿Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre). O ponemos un principio y fundamento (S Ignacio)?

Lunes, 31 de julio de 2023
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42301465-947E-4AEF-94BA-6BE54ABEC5A6Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre: 

01.- San Ignacio y su tiempo

San Ignacio vivió en el siglo XVI, siglo y tiempos recios como decía JI Tellechea en su biografía de San Ignacio. Es la época en la que comienza la modernidad (Galileo, Copérnico…) son los tiempos de Lutero, del Concilio de Trento, de San Ignacio. En la Iglesia existía una gran corrupción y se imponía una Reforma que no terminaba de llegar desde Roma.

Finalmente la Reforma se desencadena en el norte de Europa, en Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.

    Como fruto de la Contrarreforma (Trento) fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales. Los jesuitas, fundados por san Ignacio (Compañía de Jesús) contribuirán también a esta reforma en la Iglesia.

02.- Principio y fundamento

    S Ignacio contribuyó a su tiempo y a la historia de la Iglesia con los “Ejercicios Espirituales”. Sobre todo la primera meditación: principio y fundamento.

Francisco Javier y toda la espiritualidad ignaciana se cimentarán en esta Roca que es Dios.

El fundamento de la existencia es Dios.

    Hoy en día vivimos en la llamada postmodernidad: después de lo moderno, después de la modernidad. Cultualmente vivimos en una gran frivolidad, superficialidad.

Han caído lo que llamábamos “grandes relatos”: el Éxodo, la libertad, incluso la justicia, la religión, etc. Y en estos tiempos que vivimos lo que nos interesa es el “relato pequeño”. A mí dame un buen sueldo a fin de mes, unas buenas vacaciones y déjame de libertad, de justicia, de idealismos, de patria, de honradez, de Dios, etc…

Podríamos aplicarnos aquello que decía JP Sartre (1905-1980) en su novela “La Náusea”: “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente. Somos una pasión inútil“.

Nos hemos quedado sin principio ni fundamento. No tenemos cimiento, roca en la que cimentar nuestra vida. En lenguaje coloquial podríamos decir que “no tenemos fundamento” ni en la vida ni en la muerte.

    Hace unos días decía el presidente Sánchez que su pretensión (la de su gobierno) era hacer la vida más fácil. Yo creo que se trata de hacer una vida más digna, más fundamentada, mejor anclada, con criterios idealistas sanos y fuertes. Una vida blanda no vale mucho la pena.

    La vida no es un pasatiempo. Nos hará bien fundamentarla.

03.- También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.

 El obispo de Roma: Francisco.

    Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI.

El papa Francisco, jesuita, intenta como buenamente puede –y le dejan-  llevar adelante otra reforma con la cuestión de la sinodalidad.

Francisco podrá hacer mucho o poco. El tiempo, la historia y el bloque de cardenales, obispos, laicos y movimientos religiosos contrarios a Francisco dirán. (Es penoso el documento sobre la sinodalidad que ha sacado la Conferencia episcopal española).

Pero los gestos y símbolos de Francisco, su Magisterio  son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, la reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, su preocupación continua por los emigrantes, su viaje a Canadá para pedir perdón a los indios y por la pederastia, la cuestión de los homosexuales, la empatía con la laicidad del Estado, la firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. Por otra parte, no hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia.

    Según me parece, Francisco podrá lograr poco, por lo que, quizás, habremos de quedarnos en el buen espíritu y tono vital-eclesial del papa Francisco. En mi opinión no se conseguirá mucho, pero no perdamos la memoria de que las cosas fueron y pueden ser de otro modo.

    Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.

Como san Ignacio habremos de volver al principio y fundamento que no es el mundo eclesiástico, sino Dios.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)

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“Religarnos. Más allá del monopolio de la religión”, el nuevo libro de Elías Fernández, en Kairós

Sábado, 29 de julio de 2023
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‘Religarnos. Más allá del monopolio de la religión’ (Kairós, 2023), es el segundo libro de una trilogía en la que busco pensar en la intersección entre la mística, la filosofía y las luchas sociales

El libro consta de cinco partes y se desarrolla a dos niveles de interpretación. Cada una de las cinco partes trata una problemática específica, de tal modo que juntas completan el tejido del argumento que quiero presentar

Religarnos‘ quiere impulsar un debate en torno a la dimensión religiosa del colapso actual, así como invitar a reflexionar en serio el papel de la mística en la construcción de alternativas

La crítica a la religión se ha convertido en un lugar común. Abundan tanto las denuncias a sus abusos históricos e institucionales como las propuestas que apelan por una «espiritualidad sin religión». De lo que no se ha hablado suficientemente es de su papel en la crisis civilizatoria.

Este libro denuncia la dimensión religiosa de la crisis actual. Desvela a la religión como el monopolio radical que secuestra las capacidades personales y colectivas para relacionarnos con el Misterio, enajenándonos de la realidad en aras de un proyecto de mundo puramente artificial. El autor se aleja en su análisis tanto de las religiones institucionalizadas como de los rostros de la espiritualidad asimilada por el mercado. Busca la recuperación de la relación personal y comunitaria con la misteriosidad de lo real a través de la amistad y el retorno a los sentidos.

Religarnos. Más allá del monopolio de la religión (Kairós, 2023), es el segundo libro de una trilogía en la que busco pensar en la intersección entre la mística, la filosofía y las luchas sociales. El primer tomo, titulado El dinamismo místico. Mística, resistencia epistémica y creación del mundo nuevo (Aliosventos, 2022), se concentró en la pregunta por el saber místico y su pertinencia en la creación del mundo nuevo. En esta segunda entrega, mi intención es ofrecer una crítica a la religión y, junto con ella, a la sociedad contemporánea.

El libro consta de cinco partes y se desarrolla a dos niveles de interpretación. El primer nivel busca presentar una crítica sociohistórica al dispositivo “religión”, exponiendo genealógicamente la construcción del dispositivo y su papel dentro del sistema-mundo actual, subrayando la monopolización de la dimensión espiritual del ser humano. El segundo nivel -de orden más filosófico- trata de leer a la religión como una pretensión distópica y desproporcional por la cual la humanidad ha querido crear su propia realidad independientemente de los ciclos y ritmos de la vida. A esta pretensión le he nombrado como “artificialeza”, enfatizando la aspiración a construir un mundo totalmente artificial.

Religarnos_CBCada una de las cinco partes trata una problemática específica, de tal modo que juntas completan el tejido del argumento que quiero presentar. En la primera parte, ofrezco un desarrollo de la artificialeza en términos de colapso y crisis civilizatoria. Se describe el horror que atraviesa nuestras sociedades en tanto un afán por vivir desde mitos desencarnados que no se retroalimentan con la realidad, sino que, por el contrario, buscan implantar su propio proyecto en detrimento de todo aquello que sea diferente.

La segunda parte se enfoca en la crítica específica a la religión en tanto monopolización de la espiritualidad. También se evidencía la relación de la religión con el patriarcado, el colonialismo, la violencia sacrificial y el capitalismo. La tercera dialoga con distintas resistencias de comunidades y pueblos que enfatizan la dimensión comunal y convivial. En esta tercera parte se desglosa el argumento de la recuperación de los verbos frente a la sustantivación de la vida, de tal manera que hablemos no ya de salud sino de sanar -por ejemplo-, tomando la capacidad personal y colectiva de vivir nuestra propia vida.

Lejos de encontrar la respuesta en la máxima “espiritualidad sin religión”, en la cuarta parte analizo las supuestas “espiritualidades alternativas” que en realidad han caído bajo la lógica del mercado, repitiendo los mismos patrones que sus antecesoras institucionales. Finalmente, la quinta parte concretiza la reflexión en una propuesta de mística arraigada en la tierra, encarnada en el mundo y auténticamente alternativa a las lógicas civilizatorias que nos hunden en la catástrofe.

Religarnos quiere impulsar un debate en torno a la dimensión religiosa del colapso actual, así como invitar a reflexionar en serio el papel de la mística en la construcción de alternativas. Se agradece a la editorial Kairós por creer en este proyecto.

Fuente Religión Digital

Biblioteca, Budismo, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Hinduísmo, Islam, Judaísmo , , , ,

Oraciones de lamento y esperanza para las personas LGBTQ+

Lunes, 24 de julio de 2023
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IMG_9568Sr. Jane Aseltyne, IHM.

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Jane Aseltyne, IHM. Hna. Jane, está en primeros votos con las Hermanas, Siervas del Inmaculado Corazón de María de Monroe, Michigan. Tiene una Maestría en Teología Sistemática y Espiritualidad de la Unión Teológica Católica de Chicago. Su tesis de maestría titulada“Beyond the Binary: Expanding Understandings of the Imago Dei,” – “Más allá de lo binario: Expansión de la comprensión de la Imago Dei”, busca desarrollar una comprensión más inclusiva de lo que significa ser hecho a imagen y semejanza de Dios, particularmente en lo que respecta al género y la orientación sexual.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el 16º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Recientemente escuché una homilía sobre nuestro llamado a ser una Iglesia acogedora. El sacerdote predicó sobre la importancia de acoger al extranjero, tender la mano a los marginados y estar dispuesto a correr riesgos para ser testigo vivo del amor de Dios. Pero nunca mencionó ningún grupo marginado en particular, como la comunidad LGBTQIA+.

Si bien sus sentimientos eran hermosos, no pude evitar preguntarme, ¿cómo se predica tal homilía e ignora el hecho de que muchos no se sienten bienvenidos por la iglesia? La comunidad LGBTQIA+ continúa marginada. Muchos en nuestra iglesia carecen de comprensión sobre la orientación sexual, la expresión de género y la identidad de género. En general, nuestra iglesia continúa operando con un pensamiento binario, lo cual perjudica a todo el pueblo de Dios. No hemos hecho un buen trabajo al escuchar las experiencias de las personas LGBTQIA+ y lo que significa para ellas vivir plenamente sus identidades queer.

Pero las lecturas litúrgicas de hoy nos llaman a mantener unida la tensión de lo que está aquí y lo que está por venir.

En la primera lectura del libro de la Sabiduría, dice el autor, “les diste a tus hijos un buen motivo para la esperanza de que permitirías el arrepentimiento de sus pecados”. Quizás el pecado del que debemos arrepentirnos es la exclusión del pecado de aquellos que no encajan dentro de los límites de la heteronormatividad o el género binario. Nuestro “buen terreno para la esperanza” comienza en Dios, y es a través de nuestra relación con Dios que estamos llamados a la inclusión radical de los más marginados.

En el salmo, vemos la tensión de alabar a Dios, pero también el anhelo de ser escuchado:

“Tú, oh SEÑOR, eres bueno y perdonador,

abundante en bondad para con todos los que te invocan.

Escucha, oh Señor, mi oración

y escucha el sonido de mi súplica.”

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El salmo se basa en la tradición del lamento que prevalece en todo el Antiguo Testamento. Los lamentos son, al mismo tiempo, declaraciones de esperanza y confianza en Dios y oportunidades para que las comunidades se reúnan y oren por el o los que sufren. Los Salmos y los textos proféticos están llenos de lamentaciones del pueblo de Dios (cf. Salmo 13; Miqueas 1:8; Jeremías 31:15). El lamento es parte de nuestro camino hacia Dios, y al practicar el lamento, expresamos la plenitud de nuestras emociones humanas: angustia y esperanza, anhelo y amor, miedo y alegría.

Cuando nos reunimos en misa o en otros contextos de oración comunitaria, ¿qué pasaría si saliéramos y ofreciéramos peticiones para nuestros hermanos queer? ¿Qué pasaría si el sacerdote que predicó sobre ser una iglesia acogedora incluyera peticiones enfocadas en la comunidad LGBTQIA+?

El testimonio público de las oraciones intercesoras centraría la experiencia de la comunidad queer y podría ser una forma de atraer a la gente. También mantendría la larga tradición de unir el lamento y la esperanza. A modo de ejemplo, ofrezco varias peticiones que pueden ser un buen punto de partida:

Por nuestra iglesia, para que podamos practicar lo que predicamos y, con los brazos abiertos, recibir a quienes se identifican como miembros de la comunidad LGBTQIA+. Que aquellos en posiciones de poder dentro de la iglesia recuerden que Jesús dio la bienvenida a todos a la mesa sin discriminación, oremos…

Para el Papa Francisco, que pastoree el Sínodo sobre la Sinodalidad con un corazón y una mente abiertos. Que él centre las experiencias de las personas LGBTQIA+ y escuche las súplicas de aquellos que anhelan una inclusión plena en la iglesia, roguemos…

Por nuestro mundo, para que podamos regocijarnos en la diversidad que constituye la raza humana. Para que podamos encontrarnos curiosos en lugar de condenar a aquellos que son diferentes a nosotros, y que nos regocijemos en las muchas formas en que el amor de Dios fluye a través de cada uno de nosotros, oremos…

Por las familias y amigos que han perdido seres queridos por la violencia y discriminación hacia las personas queer. Que el amor y la paz de Dios sean un bálsamo para sus corazones doloridos, y que sientan a sus seres queridos cerca en espíritu, roguemos…

Para aquellos que alguna vez se preguntaron si verdaderamente fueron hechos a imagen y semejanza de Dios por su orientación sexual o identidad de género. Que sepan que están hechos maravillosa y maravillosamente a la imagen amorosa de Dios, oramos…

Para aquellos en la comunidad LGBTQIA+ que se han sentido excluidos porque la Palabra de Dios se ha convertido en un arma y una herramienta de opresión. Que Dios rompa las barreras que han llevado a interpretaciones dañinas, roguemos…  Pedimos que Dios escuche el sonido de nuestras súplicas y nos sostenga en nuestro trabajo de reconocimiento y afirmación de la comunidad LGBTQIA+. Que podamos mantener unidas la desesperación que sentimos y la esperanza que anhelamos.

Amén.

—Sr. Jane Aseltyne, IHM, 23 de julio de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“La fuerza transformadopra de la levadura”. 16 Tiempo ordinario – A (Mateo 13,24-43)

Domingo, 23 de julio de 2023
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36_TO-16_A_1698202Jesús lo repetía una y otra vez: ya está aquí Dios tratando de trasformar el mundo; su reinado está llegando. No era fácil creerle. La gente esperaba algo más espectacular: ¿dónde podían captar el poder de Dios imponiendo por fin su reinado?

Todavía recordaba Jesús una escena que había podido contemplar desde niño en el patio de su casa. Su madre y las demás mujeres se levantaban temprano, la víspera del sábado, a elaborar el pan para toda la semana. A Jesús le sugería ahora la actuación maternal de Dios introduciendo su «levadura» en el mundo.

Con el reino de Dios sucede como con la «levadura» que una mujer «esconde» en la masa de harina para que «todo» quede fermentado. Así actúa Dios. No viene a imponer desde fuera su poder, como el emperador de Roma. Viene a trasformar la vida desde dentro, de manera callada y oculta.

Así es Dios: no se impone, sino que trasforma; no domina, sino que atrae. Y así han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como «levadura» que introduce en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde, pero con fuerza trasformadora.

Los seguidores de Jesús no podemos presentarnos en esta sociedad como «desde fuera», tratando de imponernos para dominar y controlar a quienes no piensan como nosotros. No es esa la forma de abrir camino al reino de Dios. Hemos de vivir «dentro» de la sociedad, compartiendo las incertidumbres, crisis y contradicciones del mundo actual, y aportando nuestra vida trasformada por el evangelio.

Hemos de aprender a vivir nuestra fe «en minoría» como testigos fieles de Jesús. Lo que necesita la Iglesia no es más poder social o político, sino más humildad para dejarse trasformar por Jesús y poder ser fermento de un mundo más humano.

José Antonio Pagola

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“Dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Domingo 23 de julio de 2023. 16º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 23 de julio de 2023
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39-OrdinarioA16Leído en Koinonia:

Sabiduría 12,13.16-19: En el pecado, das lugar al arrepentimiento
Salmo responsorial: 85Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Romanos 8,26-27: El Espíritu intercede con gemidos inefables
Mateo 13,24-43:  Dejadlos crecer juntos hasta la siega

Hoy, como en tiempos de Jesús y durante toda la historia de la humanidad, solemos dividir y “organizar” aparentemente la sociedad con criterios que consideramos muchas veces correctos: buenos y malos deben estar separados y puestos en los extremos opuestos.

Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era aceptada por muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos criterios religiosos (fariseos y esenios), así como por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos y celotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban, creían u opinaban según sus mismos criterios.

Jesús llama a la apertura de la mente y el corazón para acoger con esperanza (no pasivamente, con indiferencia) a quienes aparecen ante nuestra forma de vida como diferentes (que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos tener apertura para acoger con un actitud de pluralismo asimilado la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra humanidad.

No hay que ignorar en la parábola de la cizaña la presencia del mal en la historia, como lo reconoce Jesús en la presencia del enemigo que siembra la cizaña en el campo. Quiere llamarnos la atención de que no hay que buscar con afán, y posiblemente confundir la semilla buena con la semilla mala. Muchas veces dividir la humanidad entre buenos muy buenos, y malos muy malos, ofreciendo el premio de la salvación para los primeros y la condenación para los segundos, puede ocasionarnos equivocaciones irreparables. Sólo a Dios le corresponde juzgar, con inmensa justicia y misericordia, a cada ser humano, como sólo Dios lo sabe hacer.

Por creernos muchas veces con el poder y la autoridad, nos atribuimos en nuestra conciencia actitudes que excluyen y separan a unos de otros; nuestra autosuficiencia egoísta separa en la práctica cotidiana a personas que por su situación socio-económica o ideológica, son marginados y excluidos por una sociedad dividida en el poder, olvidando que todos y todas somos hermanos y hermanas que compartimos una misma humanidad.

El Reino debe implicar para el seguidor de Jesús una acción transformadora en la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo del actuar de cada ser humano, y el llamado permanente a la búsqueda y construcción de un mundo más humano, no sólo para unos pocos, sino para todos. Las estructuras basadas en la injusticia no crean el bien necesario para que el mundo avance, sino que generan más muerte y división en la humanidad, atacando con su fuerza destructora cualquier propuesta alternativa de construcción de una nueva humanidad.

No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar (el Reino) es una Buena Nueva para los pobres, en la que de ahora en adelante Jesús y sus discípulos lucharán por una sociedad igualitaria. Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como opción fundamental de Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas que deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los valores del Reino.

 Dicho esto, abordemos un segundo nivel, más crítico, en este comentario.

Esta parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación a la inactividad, o a la suspensión de nuestra responsabilidad para dejarla en las manos de Dios: él sería quien a fin de cuentas, al final de la historia, incluso más allá de la historia, deberá poner las cosas y las personas en su lugar… Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que contabiliza nuestras acciones y por cada una de ellas nos dará un premio o un castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana clásica medieval y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello hoy?

Es obvio que conforme pasa el tiempo estas convicciones fundamentales del pensamiento cristiano van pasando a segundo plano, dejan de estar presentes, no se comentan, incluso se evitan positivamente… Diríamos que ésa es una manifestación más del famoso «eclipse de lo sagrado» que se da en nuestra sociedad moderna. Si nuestros abuelos y sus generaciones anteriores vivieron en una sociedad que transparentaba la eternidad, la vida del más allá, con sus premios y castigos, hoy vivimos, por el contrario, en una sociedad –y con una epistemología- en la que nos es difícil imaginar y pensar el más allá de la muerte como el lugar de los premios y castigos de Dios, como una separación post mortem del trigo y de la cizaña.

No vamos a pretender aquí resolver el asunto, ni abordar el tema en profundidad. Sólo queremos llamar críticamente la atención sobre él haciendo algunas afirmaciones.

Sea la primera la de reconocer que ya no se puede seguir hablando de más allá de la muerte con la ingenuidad y la rotundidad con la que durante siglos se ha hablado: el tema merece una revisión profunda, y en todo caso no permite las afirmaciones clásicas con su escandalosa simplicidad.

Buena parte de las descripciones de los premios y castigos eternos hoy aparecen como antropomorfismos insostenibles, respecto a los que no sólo merece la pena no dar más pábulo, sino que es importante también reconocerlos explícitamente como tales, liberando de ese modo a la fe de la obligación de compartir semejantes creencias mitológicas.

Es necesario tomar conciencia de la urgencia de una revisión a fondo de la posición de la fe cristiana respecto al más allá. Habitualmente hemos dado por bueno y por supuesto el dato de la vida más allá de la muerte, como si fuera un artículo de fe obvio, indiscutible. Y en efecto, normalmente ha quedado enteramente fuera de las crisis renovadoras de la fe en las décadas pasadas. El Concilio Vaticano II y su renovación simplemente envió a la trastera el conjunto de imágenes medievales y barrocas que aún estaban en circulación, y propició una relectura de la escatología en la línea del personalismo y del existencialismo, que realmente supusieron una brisa de aire fresco. La teología de la liberación, por su parte, simplemente añadió una lectura histórico-escatológica de la realidad (caminamos hacia el Reino) y la perspectiva de la opción por los pobres (redescubiertos como los «jueces escatológicos universales», Mt 25,31ss), pero dejó intactas las afirmaciones centrales, sin llegar siquiera a plantearse su cuestionamiento (el libro exponente máximo de la escatología de la teología de la liberación es «Hablemos de la otra vida», de Leonardo BOFF, Sal Terrae, Santander, 1978, muchas veces reimpreso, y libremente disponible en la red).

Hoy, un nuevo paradigma de «revisión del sentido y la identidad misma de la religión», nos exige dejar de vivir de rentas, dejar de repetir incuestionadamente lo de siempre, y plantearnos de nuevo las preguntas más radicales: ¿existe realmente la vida más allá de la muerte? ¿Nos ha sido realmente «revelada»? ¿Cuándo, dónde, cómo? ¿Forma parte del contenido mismo de la fe cristiana? ¿Se puede ser cristiano aceptando la inseguridad y la oscuridad que la ciencia actual confiesa respecto a este tema?

Ciertamente, no son preguntas para el hombre y la mujer de la calle que prefieran seguir viviendo en una edición renovada de la «fe del carbonero». No son tampoco preguntas a difundir imprudentemente, ni trofeos para exhibirse como abanderado de la crítica y el esnobismo. Pero son preguntas que los responsables han de plantearse alguna vez en la intimidad de su fe, para que sondeando la dificultad del misterio, tomen la determinación de ser muy respetuosos en su lenguaje y no seguir viviendo de las rentas de afirmaciones que hoy son de hecho tan incuestionadas como increíbles, tan insostenibles como irresponsables.

El tema sólo lo hemos iniciado. Invitamos al lector a tirar del hijo y seguir profundizando, tanto desde el estudio de la teología como en su oración y su fe. Leer más…

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23.7.23 (Dom 16 TO). El hombre siembra trigo, la mujer lo convierte en pan/iglesia (Mt 13).

Domingo, 23 de julio de 2023
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IMG_0072Del blog de Xabier Pikaza:

Las dos parábolas unidas que voy a comentar (Mt 13, 3-9 y 13, 31)  son el corazón del evangelio de Mateo (cf. Lc 13, 21), pero no han sido acogidas por igual en una iglesia dominada por varones:

Los hombres-sembradores  han asumido todos los poderes. Las mujeres creadoras de la iglesia/pan han sido relegadas e ignoradas. Esta ha sido y sigue siendo una de la mayores distorsiones anti-evangélicas de un tipo de Iglesia.

Introducción. Dos parábolas, una misma parábola.

Jesús les enseñaba muchas cosas en parábolas diciendo: Salió el sembrador (con ho, varón) a sembrar, y una parte cayó junto camino… (Mt 13, 3-9).

Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos se parece a la levadura   que una mujer toma e introduce en tres medidas (de masa) de harina, hasta para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.”(Mt 13, 33-35)

 Contexto. Mt 13, 3-35

 Esta parábola doble empieza con un varón que siembra (13, 3) y culmina con una mujer que muele el trigo, introduce levadura en la masa  y cuece el pan (tres panes) de la iglesia.

Es muy significativo el hecho de que la “elevación/fermento”  del pan de la igleia (Reino) sea “tarea  de mujer”. También es significativo el hecho de que , tras hablar de la “levadura de mujer” que transforma/fermenta la masa de la vida/iglesia , Mateo ponga en boca de Jesús esta: “abriré en parábolas mi boca, anunciaré (=revelaré) lo escondido desde el principio del mundo” (Sal 78, 2). Lo dice Jesús,  un tipo de oglesia no le ha escuchado.

  En conjunto, la iglesia ha interpretado el evangelio con un tipo de filosofía ontológico) y sobre todo con un derecho romano de poderes, no de gratuidad y comunión de vida. Esta parábola final de la levadura/mujer  hasido sistemáticamente “olvidada” por una  iglesia, más jurídico-romana que evangélica

En este tiempo (2023) de reformulación/recreación mística y sinodal de la iglesia, como dice querer el Papa Francisco, puede ser importante una lectura y comprensión más honda de parábola fundante de la mujer-levadura.

DIEZ ANOTACIONES

Principio. Las dos partes (principio y fin de esta parábola doble (13, 3, varón que siembra, y 13, 33, mujer que fermenta y cuece la masa) han de verse (entenderse, aplicarse) de un modo conjunto, como saben los comentarios de Mateo, aunque, en general, una teología (=ideología) eclesiástica se ha fijado en la primera parte (siembra/semilla masculina, en línea de poder) y ha olvidado (negado) la segunda (amasar la harina y “leudarla” o levantarla con levadura femenina, cociendo así el pan/panes de la iglesia).

Éste no es un problema de “mala exégesis teórica”, sino de “mala experiencia vital”, de una Iglesia de imposición masculina, en línea de poder, donde el varón quiere ser todo (el que siembra y que se impone en la iglesia), negando el espacio central que Jesús abre para la mujer (organizar y definir la iglesia, como levadura).

Ciertamente, ambos símbolos (siembra de semilla, levadura/cocimiento de la masa) pueden aplicarse en principio a varones y mujeres (también las mujeres siembran, también los varones deben amasar/leudar/fermentar/cocer los tres panes)… pero están bien aplicados por el evangelio a varones y a mujeres, desde la perspectiva del tiempo de Jesús:

El símbolo dominante del varón es la siembra/semen. El símbolo dominante de la mujer es la acogida, la creación social, la organización y dirección de la iglesia/casa. Lo malo es que los varones de iglesia han apelado a un Jesús falsamente entendido como varón total (que sólo puede ser representado como poder por hombres/varones) y han apartado y colocado a las mujeres en un plano secundario y subordinado.

En este blog de RD (y en FB, lo mismo que en otros escritos y comentarios a los evangelios) he desarrollado este motivo de la semilla de varones y del fermento/levadura de mujeres. El lector interesado podrá ver con más detalle lo que pienso en esos lugares. Aquí mie limito a ofrecer algunas anotaciones críticas y esperanzadas sobre este doble parábola.

 1. Está en el fondo la visión bíblica del hombre y la mujer, como he desarrollado con cierta extensión en mi comentario de Salmos.

– El Ser humano/varón es sembrador… Siembra en la tierra semilla de trigo, siembra en la mujer semilla de vida humana. Es signo y presencia de Dios tanto en un caso como en otro, aunque corre el riesgo de destruirse y destruir la vida mal-sembrando en la tierra y mal-fecundando en la mujer.

El ser humano/mujer es mundo en plenitud (mundo divino): así recibe la semilla del Dios/varón, así ofrece su levadura divina en el proceso de la vida y, especialmente, en el engendramiento de los hijos. Entendida así, la mujer es la más honda imagen del Dios/horno, Dios/matriz, donde la vida divina se hace humana en cada nacimiento.

2. El Cristo/varón que siembra es una imagen esencial del evangelio… Pero es, al mismo tiempo, esencial la imagen del Cristo/mujer, entendido como plena humanidad, como iglesia/pan compartido

En esa línea, la iglesia establecida, como nueva humanidad, es esencialmente “femenina”. Así lo ponen de relieve los dos textos eclesiológicos fundamentales de la tradición sinóptica:

  1. La parábola de Marta-María en Lc 10, 38-42. Ellas, las dos mujeres, son la administración/dirección (obispos/presbíteros/diáconos) de la iglesia. La iglesia que siembra es más móvil, más simbolizada por varones (los Doce). La iglesia es casa/acogida es más de mujeres. En ese sentido, los obispos/presbíteros sedentes/sedentarios de la iglesia deberían ser todos (básicamente mujeres).
  2. La parábola de la levadura de Mt 13, 33, propia de Mateo, puede y debe compararse y completarse con la de Marta/Marías (Lucas). Esta mujer de levadura es la “administradora”, creadora (obispo/presbítero) de la iglesia. La mujer es el signo fundante del “pan” de la iglesia (eucaristía). Resulta aberrante el hecho de que los varones de poder eclesial hayan usurpado y mal-creado este signo básicamente femenino de la Eucaristía. Una eucaristía sin mujer como la de esta parábola está corriendo el riesgo de ser no-eucaristía.

 3. Tema y riesgo de la levadura en el barco de la Iglesia (Mc 8, 14-21 par…). Fariseos y herodianos, el mal pan de la iglesia.

 La levadura de esta mujer de Mt 13, 33 es buena… y fermenta/leuda las tres masas. Pues bien, en contra de eso, el mayor peligro de una iglesia/barco de varones consiste en la mala levadura que pervierte en pan eucarístico, el pan de la iglesia (convirtiéndolo en pan del diablo, según las tentaciones de Mt 4 y Lc 4). Recordemos este pasaje. Jesús va en la barca de la iglesia… Su signo, su verdad es el pan. El signo/verdad de la iglesia no es un edificio, ni un poder social, ni un dinero… Su signo es el pan. Y el pan de la iglesia se pervierte por la “mala levadura”, propia en especial de los varones (aunque no en exclusiva). Así les dice Jesús:

  1. Cuidaos de la mala levadura de los fariseos malos (se han dado en el judaísmo miles y miles de fariseos buenos), que es un tipo de ley impositiva, de legalismo sin amor. La iglesia ha corrido desde pronto el riesgo de la levadura farisea mala, de convertirse en legalismo, en código de leyes al servicio de un orden sin corazón, de un poder sin justicia
  2. Cuidaos de la mala levadura de herodianos/poder de varones. Herodianos eran en aquel tiempo los que pactaban con los poderes políticos de la familia de los Herodes, los que convertían la iglesia en sucursal y/o aliada de los poderes políticos

 4. Tres masas, tres panes… La mujer de la levadura aparece en esta parábola como “persona sinodal”, abierta a la diversidad. Hay una levadura… (un mismo estilo amoroso y creador de vida) que fermenta/leuda/eleva tres masas.

 a). No hay pan único, sino tres… Este simbolismo de las tres masas (las tres con la misma levadura) sigue siendo resistente a todas las posibles interpretaciones, como todos los símbolos fundantes… Conforme al culto del templo había siete panes de la proposición, que se ponían casa semana como signo de alimento de (para) Dios en el templo. De un modo significativo, Mt 13, 33 no pone un pan, ni siete, sino tres…que puede entenderse de diversas forma en la línea de un triadismo propio de la iglesia primitiva y en especial de Mateo:

  1. b) Los tres panes de mujer/iglesia podrían vincularse con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la confesión final de fe y de vida (Mt 28, 16-20). No hay dos panes (uno contra otro, dos en lucha dialéctica infinita, sino tres en línea de apertura a la totalidad…
  2. c) Mateo podría referirse a las tres iglesias fundantes del principio (cf. Hch 15; Gal 2), que se dan la mano en el Concilio de Jerusalén (Pedro, Pablo, Santiago), tres panes distintos, un único pan de comunión. Según eso, la verdad del evangelio es synesthien, compartir los panes diferentes, en comunión de vida…
  3. d) Algunos han pensado en las tres mujeres de la experiencia pascual (Mc 16, par: Magdalena, María la de Santiago/José y Salomé…); tres mujeres, toda la iglesia

5.  Levadura de mujer, levadura en la masa… nuevo fermento de sinodalidad… posibles aportaciones:

El tema de la levadura de mujer (de mujeres) puede y debe aplicarse de hecho, en verdad, el libertad a la autoridad creadora de la iglesia… Eso exige superar un tipo de imposición eucarística de varones que ha venido angostando espiritual, social, jurídicamente a la iglesia en los últimos siglos… En esa línea se pueden y deben recordar algunas iniciativas y caminos:

  1. Me parece importante recuperar el espíritu de fraternidad eucarística de los Hermanos de Jesus, tal como lo formuló hace tiempo Ch. de Foucauld y lo desarrollo R. Voillaume (en el Corazón de las masas….).
  2. Hay que pasar de la falsa disputa sobre la “Ideología de género” y recuperar la levadura de mujer en la iglesia, conforme al evangelio…, no en línea de confrontación de poder frente a un poder de varones, sino en la de una creatividad evangélica.
  3. Lo que importa es que haya buen pan de Jesús, pan de celebración de la vida, en amor creador, pan de justicia, de pluralidad y diálogo… pan de mujer que define el evangelio.
  4. En esa línea hay que insistir, con Francisco (y quizá más allá de este Francisco) en la sinodalidad del pan…, no como una concesión de jerarcas varones (que siguen siendo los del poder), sino como una creatividad esencial e mujeres (y de varones). Sin un tipo de levadura de mujer no se eleva/leuda/fermenta/cuece el pan de la vida. Por mucha simiente de varón que echemos en la tierra (Mt 13, 3), sin levadura de mujer que acoge, muele, amasa, fermenta, cuece el pan no podrá haber iglesia. Un tipo de jerarquía eclesial de iglesia que sólo quiere conservar su poder no sabe nada de esto.

 6. Miedo de iglesia… Una levadura de mujer que sigue siendo inquietante para una iglesia de varones “impotentes”.

Los Doce de Jesús le dejaron en el Huerto (Mc 14, 50 par), todos huyeron. Tenían miedo de la novedad de Jesús, de tener que morir para hacerse pan… Quedaron sólo las mujeres.. Ellas le acompañaron en la muerte, vieron dónde le enterraban… y entraron en su tumba impura… (entrar en un sepulcro era mancharse, compartir la gran mancha/destructora de la muerte.

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Parábolas para una crisis (2ª parte). Domingo 16. Ciclo A

Domingo, 23 de julio de 2023
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El trigo y la cizañaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Mateo resume la crisis que atravesó su comunidad a finales del siglo I en cinco preguntas a las que responde con siete parábolas. El domingo pasado vimos la primera (¿por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús?), a la que respondía la parábola del sembrador. En este domingo se plantean otras dos preguntas, a las que se responde en tres parábolas. La primera de ellas (el trigo y la cizaña) debió considerarla Mateo difícil de entender, y por eso ofrece su explicación. Sin embargo, no lo hace de inmediato. Cuenta tres parábolas seguidas y más tarde, cuando los discípulos llegan a la casa, interrogan a Jesús y éste aclara su sentido. En cambio, las parábolas tercera (grano de mostaza) y cuarta (levadura) carecen de explicación en el evangelio.

La liturgia permite, por motivos pastorales (en España podría ser la ola de calor que estamos padeciendo), limitarse a la parábola del trigo y la cizaña, omitiendo su explicación y las otras dos.

¿Qué actitud adoptar con quienes no viven el mensaje?

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:

― El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:

― Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?

Él les dijo:

― Un enemigo lo ha hecho.

Los criados le preguntaron:

― ¿Quieres que vayamos a recogerla?

Pero él les respondió:

― No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.

La parábola puede leerse desde diversas perspectivas, según pensemos que la finca es el pueblo de Israel, la comunidad cristia­na, o el mundo entero. Ya que esta parábola sólo la cuenta Mateo, vamos a verla primero desde el punto de vista de su comunidad, seriamente enfrentada con los judíos.

            1ª hipótesis: La finca es el pueblo de Israel

En ella, el Señor ha plantado buena semilla (los cristianos). Pero el enemigo ha plantado también cizaña (los fariseos y demás enemigos de la comunidad). La tentación de cualquiera de los dos grupos es decidir por su cuenta y riesgo quién es trigo y quién cizaña. Pablo, por ejemplo, antes de convertirse, pidió permiso a las autoridades de Jerusalén para perseguir a los cristianos. También la comunidad cristiana corre el riesgo de intentar acabar con los que no forman parte de ella o no la tratan como consideran justo. Así ocurrió cuando una aldea de Samaria no acogió a Jesús y dos discípulos, Juan y Santiago, le propusieron hacer bajar un rayo del cielo que acabase con todos (Lc 9,51-56). Con esta parábola, Mateo hace una exhortación a la calma, a dejar a Dios la decisión en el momento final.

            2ª hipótesis: La finca es la comunidad cristiana

La parábola también podría entenderse dentro de la comunidad cristiana (sola ésta sería la finca), donde hay gente que respon­de al evangelio (trigo) y gente que no parece vivir de acuerdo con él (cizaña). El mensaje es el mismo en este caso. Aunque las cosas parezcan claras, es fácil que al arrancar la cizaña se lleven por delante el trigo. Porque cualquier de nosotros, por muy preparado que se considere teológica y moralmente, puede equivocarse. No son raros los casos de personas condenadas por la Iglesia que terminaron no sólo rehabilitadas sino también canonizadas.

3ª hipótesis: la finca es el mundo

Finalmente, la parábola se puede interpretar en un contexto más general, donde la finca es el mundo, la buena semilla los ciuda­danos del Reino y la cizaña los secuaces del Malo. En esta línea se orienta la explicación de los versículos 36-43, que se puede omitir por motivos pastorales.

Los discípulos se le acercaron a decirle:

― Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.

Él les contestó:

― El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.

En cualquiera de estas tres hipótesis (todas válidas), Jesús advierte contra el peligro de que paguen justos por pecadores. Es preferible tener paciencia y dejar la justicia a Dios, el único que puede emitir un veredicto exacto, sin temor a equivocarse.

La actitud de Dios, modelo de moderación e indulgencia

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se mueve en esta línea de bondad y tolerancia, poniéndonos a Dios como modelo. Un Dios al que el poder impulsa, no a castigar sino a perdonar, que gobierna con moderación e indulgencia, y que siempre da un voto de confianza al pecador, esperando que se convierta.

Fuera de ti, no hay otro Dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.

[Lo que sigue puede omitirse] 

¿Tiene algún futuro esto tan pequeño?

Este es el otro tema tratado por las parábolas de hoy. La comunidad de Mateo es pequeña. Las otras comunidades también. Han pasado ya cincuenta años de la muerte de Jesús; aunque el cristianismo se va extendiendo por el Imperio Romano sus miembros representan una minoría. ¿Qué futuro tiene este grupo tan pequeño? ¿Qué futuro tiene la iglesia actual, que carece del influjo y el poder de hace unos años? Mateo responde con dos parábolas: la del grano de mostaza y la de la levadura. Ambos coinciden en ser algo pequeño, pero más importante de lo que puede parecer a primera vista.

            El grano de mostaza

El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

Esta parábola se comprende mejor fondo cuando se conoce una parábola del profeta Ezequiel que utiliza Jesús como modelo. A comienzos del siglo VI a.C., cuando el pueblo de Israel se encontraba deportado en Babilonia, para expresar que su suerte cambiaría y sería espléndida, Ezequiel cuenta lo siguiente:

Cogeré una guía del cogollo del cedro alto y encumbra­do;

            del vástago cimero arrancaré un esqueje

            y lo plantaré en un monte elevado y señero,

            lo plantaré en el monte encumbrado de Israel.

            Echará ramas, se pondrá frondoso

            y llegará a ser un cedro magnífico;

            anidarán en él todos los pájaros,

            a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves. (Ez 17,22-23).

Jesús acepta la imagen del árbol y la idea de que sirve para acoger a todas las aves del cielo. Pero introduce un cambio radical: no elige como modelo el cedro alto y encumbrado, sino el modesto arbusto de mostaza, que, cuando crece, «sale por encima de las hortalizas». Es un ataque lleno de humor e ironía al triunfalismo. Lo importante no es que el árbol sea grandioso, sino que pueda cumplir su función de acoger a los pájaros. Para la comunidad de Mateo era una excelente lección, y también debe serlo para nuestras tentaciones de triunfalismo eclesial.

            La levadura

Les dijo otra parábola:

El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.

Algo parecido ocurre con la parábola de la levadura. Se usa en poca cantidad, pero cumple su función, hace que fermente la masa. La tentación de la comunidad cristiana es querer ocupar mucho espacio, ser masa, llamar la atención por su volumen, por el número de miembros. Jesús dice que lo importante es la función de fermentar la masa.

Resumen

Mateo ofrece una explicación de la realidad (sembra­dor) y una llamada a la sereni­dad (trigo y cizaña) y a confiar en algo que tiene unos comienzos tan modestos (mostaza y levadura). El próximo domingo, otras tres parábolas completarán esta enseñanza.

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Domingo XVI del Tiempo Ordinario. 23 Julio, 2023

Domingo, 23 de julio de 2023
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“Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.”

(Mt 13, 24-43)

Este domingo el evangelio nos vuelve a traer parábolas y semillas.

Jesús quiere hablar de realidades que no se ven. Nos quiere hablar del Reino de Dios y de Dios mismo. Para ello utiliza imágenes de la vida cotidiana. Recurre a ejemplos que sabe que quienes le están escuchando comprenden completamente.

Las gentes sencillas que se acercaban a escuchar a Jesús sabían perfectamente cómo era el trigo y cómo era la cizaña. Conocían las semillas. Veían plantas de mostaza y sabían, porque lo veían cada día, que un poco de levadura era capaz de levantar mucha masa.

A muchas de nosotras todos estos ejemplos nos pillan lejos. Seguramente más de una no ha visto nunca un campo de trigo y no sabe cómo es la cizaña. Tampoco conocemos las plantas de mostaza. Y como el pan ya no se hace en casa quizá hay gente que nunca ha visto subir una masa.

Si Jesús nos hablara hoy tendría que ponernos otros ejemplos. Nos tendría que hablar de Internet, de teléfonos táctiles o de whatsapps.

No sé qué ejemplo nos pondría para hacernos comprender que a veces es necesario dejar crecer aquello que no está bien. La cizaña es una mala hierba, muy parecida al trigo pero tóxica.

En la parábola se nos dice que no arranquemos la cizaña. ¿Por qué? Porque podríamos dañar el trigo.

Nuestras vidas están llenas de pequeñas (o grandes) sombras que desearíamos arrancar. Pero Jesús nos dice que no. Que las dejemos crecer junto con nuestras luces.

Nuestro afán por tener una imagen prefecta puede acabar con aquello que teníamos de bueno y valioso.

En una sociedad donde se nos invita continuamente a eliminar cualquier defecto: arruga, grano, cana… Jesús nos dice: dejad que crezcan.

No sé si le podremos hacer mucho caso. ¿Nos atreveremos a dejar crecer nuestros defectos? ¿Tendremos paciencia para esperar al tiempo oportuno para arrancarlos?

Oración

Haznos valiente y arriesgadas para dejar crecer Tu trigo y la cizaña que se nos ha colado.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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La incapacidad de descubrir la cizaña en nosotros impide que la aceptemos en los demás.

Domingo, 23 de julio de 2023
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Mt 13, 24-43

La parábola de la cizaña es una de las siete que Mateo narra en el capítulo 13. Como decíamos el domingo pasado, se trata de un contexto artificial. Como todas las parábolas se trata de un relato anodino e inofensivo por sí mismo, pero puede llevarnos a una reflexión muy seria sobre la manera que tenemos de catalogar a las personas como buenos y malos. Mal entendida, puede dar pábulo a un maniqueísmo nefasto, que tergiversa el mensaje de Jesús. Bien y mal se encuentran inextricablemente unidos en cada uno de nosotros.

El punto de inflexión en la lógica del relato lo encontramos en las palabras del dueño del campo: “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Lo lógico sería que se ordenara arrancar la cizaña en cuanto se descubriera en el sembrado, para que no disminuyera la cosecha. Pero resulta que, contra toda lógica, el amo ordena a los criados que no arranquen la cizaña, sino que la dejen crecer con el trigo. Este quiebro debe hacernos pensar. No es que el dueño se haya vuelto loco, es que quiere hacernos ver que otra actitud ante la realidad es posible.

El domingo pasado, una cosecha del ciento por uno era el quiebro que nos obligaba a saltar a otro plano. Esa desorbitada cosecha no se puede dar en el trigo, luego tenemos que dar un salto para entender lo que nos quiere decir. Ya no se trata de tierra y grano sino de fruto espiritual. En esta parábola, la falta de lógica está en no arrancar la cizaña. Si en el trigo se nos pide hacer lo contrario de lo que se debe, nos obliga a saltar a otro nivel en que eso sea posible. En el orden espiritual no solo no se debe arrancar la cizaña, sino que no se puede separar.

El dueño siembra buena semilla. La cizaña tiene un origen distinto. Según aquella mentalidad, hay un enemigo del hombre empeñado en que no alcance su plenitud. Pero la hipótesis del maniqueísmo es innecesaria. Durante milenios el hombre trató de buscar una respuesta coherente al interrogante que plantea la existencia del mal. Hoy sabemos que no tiene que venir ningún maligno a sembrar mala semilla. Las limitaciones, que inevitablemente nos acompañan como criaturas, dan razón suficiente para explicar los fallos de toda vida humana.

Casi cuatro mil millones de años de evolución han ido siempre en la dirección de asegurar la supervivencia del individuo y de su especie. A ese objetivo estaba orientado cualquier otro logro. El ser humano descubre que hay un objetivo más valioso que el de la simple supervivencia. Al intentar caminar hacia esa nueva plenitud de ser que se le abre en el horizonte, el hombre tropieza con esa enorme inercia que le empuja al objetivo puramente egoísta. En cuanto se relaja un poco, aparece la fuerza que le arrastra en la dirección equivocada.

El objetivo de subsistencia individual y el nuevo horizonte de unidad-amor que se le abren al ser humano no son contradictorios. En el noventa por ciento deben coincidir. Pero esa pequeña proporción que les diferencia no es fácil de apreciar. Como en el caso de la cizaña y el trigo, solo cuando llega la hora de dar fruto queda patente lo que los distingue. Es inútil todo intento de dilucidar teóricamente lo que es bueno o lo que es malo. La mayoría de las veces las personas solo descubren lo bueno o lo malo después de innumerables errores.

El trigo y la cizaña tienen que convivir a pesar de que son plantas antagónicas y lo que produce una, será siempre a costa de la otra. La cizaña perjudica al trigo, pero la realidad es que son inseparables. Aplicado al ser humano, la cosa se complica hasta el infinito, porque en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. Nunca conseguiremos eliminar del todo nuestra cizaña. Solo aceptando esto, superaremos el puritanismo y lo aceptaremos tal como es.

Esta mezcla inextricable no es un defecto de fábrica, como se ha hecho creer con mucha frecuencia; por el contrario, se trata de nuestra misma naturaleza. Dejaríamos de ser humanos si se anularan todas nuestras limitaciones. No solo es absurdo el considerar a uno bueno y a otro malo, sino que el solo pensar que una persona se pueda considerar perfecta, es descabellado. Arrancar la cizaña en nosotros y en los demás ha sido una tentación inmemorial.

También hoy Jesús, a petición de sus discípulos, explica la parábola. No se trata de una explicación de Jesús, sino de un añadido de la primera comunidad, que convirtió la parábola en alegoría para utilizarla como instrumento moralizante. En la explicación que el evangelio da se ve con toda claridad la diferencia entre parábola y alegoría. Podemos apreciar cómo se desvía el acento desde la necesidad de convivir con el diferente a la insistencia en que los malos serán quemados, con la intención de que el miedo a ser quemados nos haga mejores.

Si a través de veinte siglos, la Iglesia hubiera hecho caso de esta parábola, ¡cuántos atropellos se hubieran evitado! En todos los tiempos se ha perseguido al que discrepa, solo por el afán de preservar el trigo. Se ha excomulgado, se ha desterrado, se ha quemado en la hoguera a miles de cristianos que eran bellísimas personas, aunque no coincidieran con la verdad oficial. Es patético que se haya declarado santos a algunos de los que han sido sacrificados.

Aún tenemos pendiente un cambio en nuestra actitud ante el diferente. Hemos sido educados en el exclusivismo. Jesús sabía muy bien lo que decía a un pueblo judío que se creía elegido y superior a los demás. A pesar de la claridad del mensaje, muy pronto olvidaron los cristianos las enseñanzas de Jesús y reprodujeron el exclusivismo judío. Una sola frase resume esta actitud totalmente antievangélica: “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Esta máxima ha sido defendida todavía, por el último Catecismo de la Iglesia Católica.

La parábola no solo se aplica al orden moral sino a la doctrina y al culto. En las verdades también hay trigo y cizaña y tampoco se puede separar el error de la verdad. Dice un proverbio oriental: si te empeñas en cerrar la puerta a todos los errores, dejarás inevitablemente fuera la verdad. En el culto, el trigo sería un descubrimiento de Dios en nosotros y una verdadera relación con Él. Cizaña sería quedarnos en los ritos externos y no llegar a la vivencia. En la moral es mucho más sangrante la pretensión de exclusividad. Hemos predicado como voluntad de Dios lo que no son más que preceptos humanos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Las parábolas vegetales.

Domingo, 23 de julio de 2023
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Mt 13, 24-43

«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza…»

Nunca me dejan de sorprender esas fotos que muestran templos orientales construidos con enormes sillares de roca, y ahora engullidos por la selva y destruidos piedra a piedra por la fuerza avasalladora de ramas y raíces. Es increíble que algo tan aparentemente blando e inofensivo nacido de una semilla frágil e insignificante, acabe imponiéndose con el paso del tiempo a lo que en principio había nacido para ser indestructible.

Pero así es.

Jesús creía en el poder incontenible de la semilla y plasmó su creencia en ese conjunto de parábolas singulares a las que llamamos “parábolas vegetales”. Cada una de ellas tiene su propio mensaje particular, pero de su conjunto podemos sacar dos conclusiones comunes: la primera y más importante es que el Reino no crece por la fuerza del dinero o la imposición del poder, sino que se siembra y crece por la fuerza interior de la Palabra.

La segunda es que la humanidad nunca va a alcanzar su plenitud si se limita a buscar la justicia promulgando leyes y amenazando con castigos. Es necesario cambiar el corazón de las personas sembrando en ellos el perdón, la compasión y el servicio. Las leyes coartan, pero no cambian el corazón y el mal persiste en ellos a pesar de los castigos.

Jesús hablaba en parábolas porque el lenguaje parabólico permite decir lo más profundo que se puede decir de Dios y del ser humano; aquello que no se puede expresar sino mediante este lenguaje. Intenta con ellas anunciar y presentar lo “divino” en el lenguaje humano; trata de facilitar a los oyentes esa otra dimensión de la realidad que no se ve, y que no puede enunciarse directamente en lenguaje terreno.

El resultado es que a través de las parábolas Jesús hace la mejor teología de la historia de la humanidad; una teología que no está reservada a los sabios e iniciados, sino al alcance de todos; principalmente de los humildes. Con demasiada frecuencia, los sabios complican su sencillez extrema y emborronan el mensaje.

Refiriéndonos ya a las dos parábolas del evangelio de hoy, la mostaza es un arbusto peligroso que invade los campos en los que cae. Es muy probable que con ella Jesús estuviese mostrando su confianza en que los criterios del Reino iban a acabar por imponerse a las viejas estructuras religiosas de Israel, y no es casual que lo haga delante de escribas y fariseos que sin duda estaban allí y acusaron el golpe.

La otra parábola —la cizaña— se presta a ser mal interpretada, y de hecho se suele interpretar muy mal: “En el mundo hay buenos y malos que viven mezclados los unos con los otros, pero, al final, Dios los separará y condenará a los malos al fuego”. Una interpretación muy desafortunada y alejada de la realidad. El bien y el mal son fuerzas contrapuestas que luchan tenazmente en nuestro interior, y en esa lucha, unas veces vence una y otras, la otra. Nadie está libre del mal, o como decía Ruiz de Galarreta: «No hay justos y pecadores, sino solo pecadores amados por Dios».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer otro comentario sobre este evangelio publicado en fe adulta, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Las parábolas, imágenes para un sueño.

Domingo, 23 de julio de 2023
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the-passion-fox-netflix-644x362Mt 13, 24-30

Mateo en el capítulo 13 de su evangelio nos presenta a Jesús narrando a su auditorio una serie de parábolas a través de las cuales, dice el evangelista, les va exponiendo muchas cosas (Mt 13, 3). Las historias que propone reflejan el contexto agrario de la Palestina del siglo I y posiblemente para un lector o lectora del siglo XXI resulten lejanas e incluso le resulte difícil captar su carga profética. Pero lo importante está en ir más allá del ejemplo y sintonizar con la propuesta de fondo, con la mirada que propone, con el desafío que lanza.

Cuando Jesús presenta su enseñanza a través de parábolas no pretende ofrecer enigmas difíciles de resolver ni mensajes ocultos que haya que desvelar. Él busca ofrecer esperanza y sentido a quienes ven sus vidas destruidas, se sienten agobiad@s o margind@s. Con un lenguaje sugerente y sencillo, Jesús compara la acción amorosa de Dios en la historia con experiencias cotidianas que, más que de poder o omnipotencia, hablan de fragilidad y empatía: unas semillas, un poco de levadura, un tesoro escondido… Imágenes que hablan de confianza en un futuro diferente, que muestran a un Dios que es misericordia y perdón y que solo quiere salvar.

Sus parábolas son, además, invitaciones a comprometerse con el cambio, a estar atentas y atentos a los signos que muestran el camino, a sostenerse con paciencia activa en los procesos que transforman… como levadura, como semilla, como tesoro…

La parábola del trigo y la cizaña

En esta parábola el Reino de los cielos se identifica con un hombre que siembra su campo con buena semilla y su enemigo planta cizaña en medio de ella. La lógica parece decir, como expresan los criados, que es necesario arrancar la cizaña cuanto antes para que el trigo pueda seguir creciendo sin amenazas. Sin embargo, el dueño del campo prefiere esperar a la siega para separar el trigo de la cizaña.

La imagen de ver el trigo mezclado con la cizaña en los campos no era desconocida para l@s oyentes de Jesús. Seguramente sabían que la cizaña era una planta venenosa de forma parecida al trigo y que crecía como una mala hierba entre el cereal y que era necesario evitar que se confundiera o ahogara el trigo estando atent@s a su crecimiento y a separarla en cuanto fuese posible. Jesús, sin embargo, no buscaba abrir un debate sobre lo acertado o no, en términos agrícolas, de si la decisión del propietario del campo era adecuada o no. Él quería ir más allá. Quería cuestionar esas fronteras, rápidas y aparentemente seguras, que trazamos entre lo bueno y lo malo pues, como pasa con el trigo y la cizaña, no es tan fácil de distinguir y corremos el riesgo de juzgar equivocadamente o estigmatizar a personas con decisiones precipitadas o desde principios absolutos.

A Jesús, sus encuentros con la gente herida, con las personas enviadas a las cunetas sociales, con quienes han sido silenciados o ignorados por ser diferentes, le ayudaban a entender que nadie estaba perdido definitivamente. El Dios Abba que sostenía su vida lo invitaba a confiar, a esperar el cambio y la transformación de quien había errado en el camino, a ver más allá de categorías o identidades y anunciar sin descanso la Buena Noticia de un Dios siempre amor y perdón para todos sus hijos e hijas.

Más grises que blancos

A Mateo esta parábola le sirve para recordar a su comunidad que su opción de seguir a Jesús no hace a sus miembros más pur@s, ni mejores. Que en su vida personal y colectiva no hay blancos y negros sino muchos grises que hay que clarificar y acompañar. No se trata tanto de esperar un juicio final sino de comprender en el presente que hay que acoger lo diferente, respetar los ritmos, tener compasión con las heridas, acompañarnos en las caídas, sostenernos en la fragilidad y fortalecer nuestros vínculos para caminar juntos y juntas en la diferencia y diversidad.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Cuando la religión amenaza.

Domingo, 23 de julio de 2023
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IMG_0048Domingo XVI del Tiempo Ordinario

23 julio 2023

Mt 13, 24-30

Indudablemente, el surgir de las grandes religiones -no hace más de siete mil años- constituyó un momento importante en la evolución de nuestra especie: se desarrollaron ahí capacidades simbólicas, organizativas, relacionales, en definitiva, se creció en el proceso de humanización.

De la misma manera, resulta igualmente innegable la capacidad de la religión para movilizar a las personas y despertar lo mejor de ellas mismas, en forma de solidaridad, compasión, servicio, amor… Esto se produce cuando religión y humanización caminan en paralelo.

Sin embargo, a lo largo de la historia, la religión no solo no ha estado libre de perversiones -todo lo humano puede ser ambiguo y, tal como rezaba el adagio latino, “corruptio optimi pessima” (la corrupción de lo mejor se convierte en lo peor)-, sino que ha generado sufrimiento tan intenso como inútil.

Eso se ha producido siempre que, en un contexto social determinado, la religión se hizo fuerte, adquiriendo un lugar de dominio y detentando un poder más o menos absoluto.

En tales situaciones, la religión ha implementado mecanismos poderosos que han tenido como objeto controlar las conciencias para forzar que la población se sometiera a su propio proyecto. Aquí han ocupado un lugar preponderante las amenazas, los castigos y el sentimiento de culpa -tan omnipresente como nocivo-, sostenido todo ello por un “corpus” doctrinal, que se presentaba como incuestionable.

En las épocas de mayor poder religioso, ese cuerpo doctrinal adoptó la forma de absolutismo, tanto cognitivo como moral. La institución, que se consideraba a sí misma como poseedora de la verdad absoluta, se erigía igualmente como juez inapelable y, llegado el caso, como implacable verdugo.

La religión podía, por ejemplo, etiquetar a personas y comportamientos como “trigo” o “cizaña” -por utilizar la imagen de la parábola de Jesús- pero, en lugar de reconocer que ambas realidades se dan siempre de forma inseparable -tal como había sugerido el propio Jesús en la citada parábola-, promovían la condena e incluso la extirpación de todo aquello que, según su particular criterio, se consideraba “cizaña”. No es extraño que asistamos ahora a todo un proceso de desafección religiosa y rechazo de la religión institucional. Desafección y rechazo provocados, no solo por actitudes y comportamientos autoritarios, sino por creencias míticas que resultan inasumibles para la conciencia moderna.

Tampoco es casual que la perversión que he mencionado se produjera siempre en situaciones de poder cuasi omnímodo, porque este, que únicamente busca perpetuarse e imponerse, no se lleva nunca bien con la verdad.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Trigo y cizaña: hay que tener paciencia histórica en la vida

Domingo, 23 de julio de 2023
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

DOMINGO XVI del AÑO

01.- Trigo y cizaña.

         La historia de la humanidad, nuestra propia historia personal es un largo recorrido tejido de bien y de mal, de trigo y cizaña.

En el lenguaje teológico se suele decir que estamos en una historia de salvación, al mismo tiempo que en una historia de daños y males, (historia salutis – historia damnationis).

    La gran tentación suele ser la de extirpar cuanto antes el mal, arrancar la cizaña. Especialmente las posturas y temperamentos violentos y fanáticos enseguida esgrimen el hacha de guerra.

    Jesús no actúa así. Jesús no es un fundamentalista fanático que actúa agresiva y fulminantemente.

    Las precipitaciones y las prisas no son buenas consejeras. El crecimiento es lento y paciente.

Jesús y el Dios de Jesús son pacientes

Dejad crecer juntos el trigo y la cizaña hasta la cosecha, hasta a siega.

02.- ¿Dios solamente trata con los puros y perfectos?

    No parece muy sensato –ni razonable- pensar que el ser humano solamente accede a Dios y tiene relación con Dios cuando es perfecto o santo. Esto es un fundamentalismo fanático nada cristiano. Jesús comía con pecadores y publicanos. La mayor parte de las personas con las que Jesús trataba eran gente débil, pecadora, pagana, enferma.

    Según el Evangelio de Jesús, todo ser humano vive, vivimos, nuestra  historia con experiencias de gracia y de miseria.

    La parábola de la cizaña y el trigo es una descripción de nuestra propia vida personal.

Sentirnos alejados de Dios cuando en nosotros crece la cizaña, el mal, sería un suicidio espiritual, que no tiene nada que ver con la parábola que hemos escuchado.

Si somos cristianos, sabemos que hemos de dar cuenta de nuestra vida; pero también sabemos y confiamos que, el Dios que siembra una tiene paciencia infinita y la paciencia y la bondad- son la justicia de Dios.

03.- ¿Una religión y una Iglesia perfectas?

    Ni las religiones, ni el cristianismo, ni la Iglesia se miden por su perfección, sino por el contenido de bondad y misericordia que conllevan.

    La entraña de lo que Jesús siembra es que nunca perdamos la memoria de que somos “hijos De Dios ”. Que –como el hijo pródigo- no perdamos nunca la memoria de la “casa del Padre”. ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi Padre…!

    Ni la religión ni la Iglesia son una comunidad de “puros”.

Siempre ha habido en la Iglesia una tendencia al puritanismo. Por ejemplo: Los cátaros medievales franceses (s XII) pretendían una iglesia ultrapuritana, una iglesia de élite. ¿No se estará repitiendo esta misma actitud hoy en algunos modernos movimientos eclesiásticos?

Jesús nos ofrece esta parábola de la cizaña: la paciencia y la bondad de Dios hacen posible el crecimiento de la buena semilla y la conversión. No nos salvamos por nuestra “pureza”, sino por la paciente bondad de Dios.

Curiosamente esta parábola del trigo y la cizaña  solamente la narra el evangelista San Mateo: un evangelio para judeo-xtnos. Los judíos creían en una religión de “puros”, cumplidores estrictos de la ley, de los ritos, de las purificaciones. En el cristianismo –en la vida- las cosas no son así. Somos una comunidad de publicanos y pecadores, trigo y cizaña.

    No se trata de que la humanidad sea un “imperio cristiano de la Iglesia”, simplemente se trata de ser levadura, fermento, sal de la tierra…

03.- Paciencia histórica.

    La vida no crece a tirones, ni a golpes. Tanto personal como social y comunitariamente, la existencia y la madurez humana requieren procesos, recorridos, altibajos, retrocesos. En la vida atravesamos por momentos y situaciones de todo tipo, de trigo y de cizaña.

    No es cuestión de arrancar precipitadamente la mala hierba, no es cosa de excomulgar, de condenar, de imponerse con poder. Son tentaciones fanáticas.

    En la vida hay que tener paciencia histórica. Las personas podemos cambiar podemos evolucionar, madurar. En ocasiones nacemos a una nueva vida -como Nicodemo- siendo ya mayores, quizás viejos.

    Hay que saber esperar, que al fin y al cabo toda siembra es una esperanza.

Dios sabe esperar, es más, la paciencia de Dios es nuestra salvación, (2Ped 3,15).

Tengamos paciencia histórica.

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Carta apostólica ‘Sublimitas et misericordia hominis’ sobre Blaise Pascal, un pensador genial y atento a los pobres

Viernes, 14 de julio de 2023
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IMG_2188Grandeza y miseria del hombre: la paradoja del pensamiento de Blaise Pascal

El Papa Francisco dedicó su Carta Apostólica ‘Sublimitas et miseria hominis‘ a la obra del filósofo y teólogo francés, en el cuarto centenario de su nacimiento

“Si Blaise Pascal es capaz de conmover a todo el mundo,es porque habló de la condición humana de una manera admirable. Sería engañoso, sin embargo, ver en él solamente a un especialista en moral humana, por muy brillante que fuera. El monumento formado por sus Pensamientos, algunas de cuyas fórmulas aisladas se han hecho célebres, no puede ser verdaderamente comprendido si se ignora que Jesucristo y la Sagrada Escritura son a la vez el centro y la clave”, señala el Papa en su carta apostólica

“Llegado a este punto, Pascal, que ha escudriñado con la increíble fuerza de su inteligencia la condición humana, la Sagrada Escritura e incluso la tradición de la Iglesia, pretende proponerse con la sencillez del espíritu de infancia como humilde testigo del Evangelio; es ese cristiano que quiere hablar de Jesucristo a los que se apresuran a declarar que no hay ninguna razón sólida para creer en las verdades del cristianismo. Pascal, al contrario, sabe por experiencia que lo que dice la Revelación no sólo no se opone a las exigencias de la razón, sino que aporta la respuesta inaudita a la que ninguna filosofía habría podido llegar por sí misma”

“Infatigable buscador de la verdad”, “pensador brillante”, “atento a las necesidades materiales de todos”, “enamorado de Cristo”, “cristiano racionalidad fuera de lo común” y de “inteligencia inmensa e inquieta”. Estas son algunas de las definiciones del filósofo y teólogo francés Blaise Pascal que el Papa Francisco ofrece en su Carta Apostólica Sublimitas et miseria hominis, escrita con motivo del cuarto centenario del nacimiento del hombre que también fue matemático y físico, y publicada hoy, día del aniversario.

“Grandeza y miseria del hombre”, explica el Papa, forman la paradoja que está en el centro de la reflexión y del mensaje de Pascal, que nació el 19 de junio de 1623 en Clermont, en el centro de Francia, y murió con sólo 39 años, el 19 de agosto de 1662, en París.

La antigua pregunta del alma: “¿Qué es el hombre?”

Desde niño y durante toda su vida, recuerda Francisco, “buscó la verdad” y con la razón “rastreó sus signos, especialmente en los campos de las matemáticas, la geometría, la física y la filosofía”. ” Realizó descubrimientos extraordinarios desde muy tierna edad”, pero no se detuva allí , y en un siglo de grandes progresos científicos, “acompañados de un creciente espíritu de escepticismo filosófico y religioso”, Blaise Pascal “se mostró como un infatigable buscador de la verdad”, siempre “inquieto”, atraído por “nuevos y más amplios horizontes”. Por eso no pudo acallar la antigua pregunta del alma humana, relatada por el salmista: “¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?”. “Una nada respecto al infinito, un todo respecto a la nada”, escribió en una meditación recogida en sus Pensamientos, un “conjunto de fragmentos publicados póstumamente, que son las notas o borradores de un filósofo impulsado por un proyecto teológico”.

No se cierra a los demás ni siquiera en la última enfermedad

Su actitud básica, según el Pontífice, es de “asombrada apertura a la realidad”, lo que le lleva a abrirse a otras dimensiones del conocimiento, pero también a la sociedad. Pascal, por ejemplo, ideó en París, en 1661, “el primer sistema de transporte público de la historia, los ‘Carruajes de cinco centavos’”. Y “ni su conversión a Cristo”,  “ni su extraordinario esfuerzo intelectual en defensa de la fe cristiana”, subraya el Papa Francisco, “lo convirtieron en una persona aislada de su época”. Tan atento a los problemas sociales que no se cerró “a los demás ni siquiera en la hora de su última enfermedad”.

Uno de sus biógrafos recoge estas palabras suyas, que, comenta el Papa, “expresan la etapa final de este camino evangélico”: “Si los médicos dicen verdad y Dios permite que salga de esta enfermedad, estoy resuelto a no tener más ocupaciones ni otro empleo del resto de mis días que el servicio de los pobres”. “Es conmovedor, escribe Francisco, constatar que, en los últimos días de su vida, un pensador tan brillante como Blaise Pascal no viera mayor urgencia que dedicar su energía a las obras de misericordia: «El único objeto de la Escritura es la caridad»”.

Acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad

El Pontífice, con su Carta, pretende “poner en evidencia lo que, en su pensamiento y en su vida, considero apropiado para estimular a los cristianos de nuestro tiempo y a todos nuestros contemporáneos de buena voluntad en la búsqueda de la verdadera felicidad”, porque Pascal, cuatro siglos después, “sigue siendo para nosotros el compañero de camino que acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe, nuestro reconocimiento humilde y gozoso del Señor muerto y resucitado”.

Porque “habló de la condición humana de una manera admirable”, pero no sólo como especialista en costumbres humanas, sino como hombre que puso a Jesucristo y a la Sagrada Escritura en el centro de su pensamiento. En efecto, había llegado a la certeza de que, en palabras del filósofo, ‘no solamente no conocemos a Dios más que por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo’. Se trata de una afirmación “extrema”, pero no doctrinal, que el Papa Francisco aclara en el documento.

Fuera del amor, “no hay verdad que valga la pena”

Pascal, “hombre de inteligencia prodigiosa”, se preocupó de hacer saber a todos que “Dios y la verdad son inseparables”, pero también que “fuera de los objetivos del amor, no hay verdad que valga”. “No hacemos un ídolo con la verdad misma, porque la verdad sin la caridad no es Dios y es su imagen y un ídolo al que no hay que amar ni adorar”. El Papa está convencido de que “la inteligencia y la fe viva de Blaise Pascal, quien quería demostrar que la religión cristiana es ‘venerable porque ha conocido bien al hombre’ y ‘amable porque promete el verdadero bien’, pueden ayudarnos a atravesar las oscuridades y las desgracias de este mundo”.

Una mente científica excepcional

Francisco recuerda la infancia de Blaise, que perdió a su madre cuando sólo tenía 3 años, con su padre, jurista y matemático, quien, para ocuparse solo de la educación de sus tres hijos (también de sus hermanas Jacqueline y Gilberte), trasladó a la familia a París cuando Blaise tenía 9 años. Y ya entonces demostraba sólo teoremas geométricos, incluso antes de leerlos en los libros. “En 1642, a los diecinueve años”, escribe el Pontífice, “inventó una máquina de aritmética, antecesora de nuestras calculadoras”. Así, Pascal “nos recuerda la grandeza de la razón humana y nos invita a utilizarla para descifrar el mundo que nos rodea”. Su “espíritu de geometría”, práctica confiada de la razón natural, “lo hacía solidario con todos sus hermanos en busca de la verdad, le permitirá reconocer los límites de la inteligencia misma y, al mismo tiempo, abrirse a las razones sobrenaturales de la Revelación”. En sus Pensamientos relata una paradoja: “Le ha costado tanto a la Iglesia demostrar que Jesucristo era hombre contra aquellos que lo negaban, como demostrar que era Dios; y las posibilidades eran igualmente grandes”.

Tenía la certeza sobrenatural de la fe

El amor apasionado de Pascal a Cristo y el servicio a los pobres, “no eran el signo de una ruptura en el espíritu de este discípulo audaz”, continúa el Papa Francisco, “sino el de una profundización hacia la radicalidad evangélica, una progresión hacia la verdad viva del Señor, con la ayuda de la gracia”. Tenía la certeza sobrenatural de la fe y “la veía tan acorde con la razón, aunque infinitamente superior a ella”, y sobre esto discutía animadamente con quienes no la poseían. A ellos, escribía, “nosotros sólo podemos dársela por razonamiento, en espera de que Dios se la dé por sentimiento de corazón”. Pascal admiraba la sabiduría de los antiguos filósofos griegos, pero subrayaba que “la razón por sí sola no puede resolver los interrogantes más elevados y urgentes”.

El tema del sentido integral de nuestra vida

El Papa recuerda que el tema que más interesaba al hombre de su tiempo y también de hoy es “el del sentido pleno de nuestro destino, de nuestra vida y de nuestra esperanza, el de una felicidad que no está prohibido concebir como eterna, pero que sólo Dios está autorizado a conceder”. En los Pensamientos encontramos el principio fundamental de que “la realidad es superior a la idea”, y debemos recordarlo, escribe Francisco, hoy que ” las ideologías mortíferas que continuamos padeciendo en los ámbitos económico, social, antropológico y moral mantienen a quienes las siguen dentro de burbujas de creencia donde la idea ha reemplazado a la realidad”.

Ante su miseria, el hombre busca la distracción

Hablando, siempre por paradoja, de la condición humana, Pascal recuerda, con realismo, según el Pontífice, que “hay una desproporción insoportable, por una parte, entre nuestra voluntad infinita de ser felices y de conocer la verdad; y, por otra, nuestra razón limitada y nuestra debilidad física, que conduce a la muerte”. Que “nos amenaza a cada instante” y que es “el final que espera a la vida más bella del mundo”. Por eso el hombre no puede “permanecer solo en sí mismo”, porque “su miseria y la incertidumbre de su destino son insoportables“. Debe distraerse, y de aquí se deduce ” “que a los hombres les guste  tanto el bullicio y el movimiento”. Lo hace con el trabajo, el ocio, las relaciones familiares o las amistades, pero también, por desgracia, con los vicios. Así experimenta su dependencia, su vacío y también el tedio, la tristeza y la desesperación.

El abismo de la condición humana sólo puede ser colmado por Dios

“Un abismo infinito” define el filósofo esta condición humana, que “sólo puede ser llenado por un objeto infinito e inmutable, es decir, por el mismo Dios”. El hombre es al mismo tiempo, para Pascal, ” Juez de todas las cosas, indefenso gusano, depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y desecho del universo”. Opuestos irreconciliables para la razón humana. ‘Las grandezas y miserias del hombre son tan evidentes, leemos en Pensamientos, que es necesariamente preciso que la verdadera religión nos enseñe que hay algún gran principio de grandeza en el hombre y que hay un gran principio de miseria’. Es preciso además que nos explique esas asombrosas contradicciones”.

Así, Pascal, que ” ha escudriñado con la increíble fuerza de su inteligencia la condición humana, la Sagrada Escritura e incluso la tradición de la Iglesia”, para el Papa Francisco “pretende proponerse con la sencillez del espíritu de infancia como humilde testigo del Evangelio”. Es ese cristiano que “quiere hablar de Jesucristo a los que se apresuran a declarar que no hay ninguna razón sólida para creer en las verdades del cristianismo”, porque sabe “que lo que dice la Revelación no sólo no se opone a las exigencias de la razón, sino que aporta la respuesta inaudita a la que ninguna filosofía habría podido llegar por sí misma”.

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La experiencia mística de la “Noche de Fuego”

En la carta apostólica, el Papa analiza a continuación la experiencia mística de la “Noche de fuego” del 23 de noviembre de 1654, tan intensa y decisiva que Pascal la anotó en un pedazo de papel, el “Memorial”, que había cosido en el forro de su abrigo, y que fue descubierto después de su muerte. Define su encuentro por analogía con el experimentado por Moisés ante la zarza ardiente. “Sí, nuestro Dios es alegría”, comenta Francisco, ” y Blaise Pascal lo testimonia a toda la Iglesia y a todo el que busca a Dios”. “No es el Dios abstracto o el Dios cósmico”, escribe el filósofo y teólogo francés, sino que es “el Dios de una persona, de una llamada, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios que es certeza, que es sentimiento, que es alegría”.

Esa noche Pascal experimenta “el amor de este Dios personal, Jesucristo”, que lo lleva “por el camino de la conversión profunda y, por tanto, de la ‘renuncia total y dulce’”,  vivida el amor, al que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia”. Antes de esa noche, Pascal no duda de la existencia de Dios, lo que le falta, escribe Gouhier, “y lo que espera, no es un conocimiento sino un poder, no una verdad sino una fuerza”. Que le es dada, aclara el Pontífice, “por la gracia”.

Pascal y la razonabilidad de la fe en Dios

A continuación, el Papa Francisco cita a Benedicto XVI, quien recordó cómo ” la tradición católica, desde el inicio, ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer contra la razón”, y Pascal está profundamente apegado a la “razonabilidad de la fe en Dios”. “Pero si la fe es razonable, también es un don de Dios y no puede imponerse: ‘No se demuestra que debamos ser amados sometiendo a método las causas del amor; sería ridículo’”, observa Pascal con la finura de su humor. Como recordaron los padres conciliares en la declaración Dignitatis humanae, Jesús dio testimonio de la verdad, pero “no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían”.

Conocemos la realidad no sólo con la razón, sino también con el corazón

Aunque la fe sea de un orden superior a la razón, aclara a continuación el Papa, “esto no significa ciertamente que se oponga a ella, sino que la supera infinitamente”. Leer la obra de Pascal, por tanto, “es ponerse en la escuela de un cristiano con una racionalidad fuera de lo común, que tanto mejor supo dar cuenta de un orden establecido por el don de Dios superior a la razón”. El filósofo analiza también la “inteligencia intuitiva”, que está conectada con lo que llama “corazón”: “Conocemos la verdad -escribe- como el hecho de que el Dios que nos hizo es amor, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, que se encarnó en Jesucristo, que murió y resucitó para nuestra salvación, no se pueden demostrar por la razón, pero pueden ser conocidas por la certeza de la fe, y pasan entonces del corazón espiritual a la mente racional, que las reconoce como verdaderas y puede a su vez exponerlas”. Pascal, subraya a continuación el Pontífice, “nunca se resignó a que algunos de sus hermanos en humanidad no sólo no conocieran a Jesucristo, sino que desdeñaran tomarse en serio el Evangelio”, y establece, escribe, “una gran diferencia entre los que se afanan con todas sus fuerzas por conocerlo, y los que viven sin preocuparse ni pensar en ello“.

La disputa teológica entre Jansenistas y Jesuitas

Para concluir, el Papa Francisco analiza la relación de Pascal con el jansenismo. Recuerda que Jaqueline, una de las hermanas, había entrado en la vida religiosa en Port Royal, “en una congregación cuya teología estaba fuertemente influenciada por Cornelius Jansen”. Y que Pascal fue a hacer un retiro a la abadía de Port Royal. Cuando, en los meses siguientes, surgió en la Sorbona una importante controversia, que oponía a los jesuitas con los “jansenistas”, sobre la cuestión de la gracia de Dios y sobre la relación de la gracia con la naturaleza humana, en particular con el libre albedrío, el filósofo, que no era partidista, recibió el encargo de los jansenistas de defenderlos. Lo hizo, entre 1656-57, publicando dieciocho cartas, conocidas como Provinciales. El Papa comenta que algunas de sus afirmaciones, relativas, por ejemplo, a la predestinación, tomadas de la teología del último San Agustín, “no parecen correctas”.

La justa crítica al pelagianismo

Pero añade que “al igual que san Agustín había tratado de combatir a los pelagianos en el siglo V, que afirmaban que el hombre puede, por sus propias fuerzas y sin la gracia de Dios, hacer el bien y salvarse, Pascal pensaba sinceramente estar atacando entonces al pelagianismo o semipelagianismo, que creía identificar en las doctrinas seguidas por los jesuitas molinistas” (llamados así por el teólogo Luis de Molina). “Reconozcámosle la franqueza y la sinceridad de sus intenciones” es la invitación de Francisco. Que no quiere “volver a abrir la cuestión”, pero subraya que “la justa advertencia en las posiciones de Pascal sigue siendo válida para nuestro tiempo: el neo – pelagianismo, que haría depender todo ‘del esfuerzo humano encauzado por normas y estructuras eclesiales’” nos intoxica “con la presunción de una salvación ganada con nuestras fuerzas”. Y que la última posición de Pascal, antes de su muerte, respecto a la gracia, “y en particular al hecho de que Dios ‘quiere que todos los se salven y lleguen al conocimiento de la verdad'” es “perfectamente católica”.

El deseo de morir en compañía de los pobres

Finalmente, cuando compuso su magnífica Oración para pedir a Dios el buen uso de las enfermedades, en 1659, “Pascal era un hombre pacificado, que ya no se dedicaba a la polémica, ni tampoco a la apologética”. Estando a punto de morir, escribe su biógrafo, “ tenía un gran deseo de morir en la compañía de los pobres”. Después de recibir los Sacramentos, sus últimas palabras fueron: “«¡Que Dios no me abandone jamás!”. El deseo del Pontífice es que “su obra luminosa y los ejemplos de su vida, tan profundamente sumergida en Jesucristo”, nos puedan ayudar a seguir hasta el final el camino de la verdad, la conversión y la caridad”.

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Vida Espiritual

Viernes, 23 de junio de 2023
Comentarios desactivados en Vida Espiritual

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  “Estar en el mundo sin ser del mundo.” Esta frase es una hermosa síntesis del modo en que habla Jesús de la vida espiritual. Es una vida en virtud de la cual el Espíritu de amor nos transforma por completo. Sin embargo, es una vida en la que todo parece cambiado.

          La vida espiritual puede ser vivida de tantos modos como personas hay. La novedad consiste en haberse desplazado desde la multitud de las cosas al Reino de Dios. Consiste en haber sido liberados de las constricciones del mundo y en haber encaminado nuestros corazones hacia lo único necesario.

          La novedad consiste en el hecho de que no vivamos ya los muchos negocios, nuestra relación con la gente y los acontecimientos como causas de preocupaciones sin fin, sino que empecemos a considerarlos como la rica variedad de los modos a través de los cuales se hace presente Dios en medio de nosotros. Nuestros conflictos y dolores, los deberes y las promesas, nuestras familias y nuestros amigos, las actividades y los proyectos, las esperanzas y las inspiraciones, no se nos presentan ya como otros tantos aspectos fatigosos de una realidad que difícilmente logramos mantener juntos, sino como modalidad de afirmación y de revelación de la nueva vida del Espíritu que está en nosotros. “Todo lo demás”, que antes nos ocupaba y nos preocupaba tanto, ahora se convierte en don o desafío que refuerza o profundiza la nueva vida que hemos descubierto.

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H. J. M. Nouwen,
Invitación a la vida espiritual,
Brescia 2002, pp. 44ss

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La misa es el centro de toda vida espiritual y de toda contemplación.

Miércoles, 14 de junio de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

 

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El centro de toda vida espiritual es Cristo en Su Misa, Cristo nuestra Pascua, que es sacrificado y “ya no muere más“, sino que “atrae todas las cosas hacia Sí“, para que los que somos bautizados en Su muerte, crucificando nuestra carne y sus deseos, podamos vivir Su vida, con una vida oculta en Cristo en Dios. Y el corazón de toda vida no es meramente la presencia estática del Santísimo Sacramento, aunque Cristo está verdaderamente vivo en nuestros tabernáculos, sino por encima de todo en la acción de la Misa, que es el centro de toda contemplación, una acción en la que la familia cristiana se reune en torno a Cristo y en la que Cristo en Su Cuerpo glorifica a Su Padre. Sacramento de unidad viva en el que el Amor que es Dios une a los hombres Él y unos a otros en Cristo. Cuando la Misa recobra su significado, entonces la devoción al Santísimo Sacramento reservado en el tabernáculo adquiere su auténtico sentido y comienza a vivir. Entonces la vida interior entera se ve unificada y vitalizada, y cada departamento de ella fluye con vida. De hecho, los “departamentos” y las “secciones” de la vida dejan de existor aislados y todo funciona conjuntamente”.

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Thomas Merton,

Diarios
25 de marzo de 1948

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