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María, vecina de Nazaret (I)

Martes, 23 de mayo de 2017
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4Nos acercamos a María como vecinas suyas, porque es una mujer del pueblo, como nosotr@s, y queremos comprender su situación, sus dificultades, sus sentimientos y su respuesta de fe.

Nos imaginamos que viajamos a través del tiempo, para recordar la situación que vivió en su contexto histórico, político, económico, social y religioso. La situación era muy difícil, mucho más de lo que creemos, porque se ha idealizado la vida en Nazaret.

MARÍA, VECINA DE NAZARET

Recogemos por escrito la conferencia que se grabó en la Parroquia de San Félix, Villaverde Alto, el pasado 5 de mayo de 2017. En la Escuela está disponible en vídeo.

Estamos en Nazaret… Nos acercamos a María como vecinas suyas, porque es una mujer del pueblo, como nosotr@s, y queremos comprender su situación, sus dificultades, sus sentimientos y su respuesta de fe.

Nos imaginamos que viajamos a través del tiempo, para recordar la situación que vivió en su contexto histórico, político, económico, social y religioso. La situación era muy difícil, mucho más de lo que creemos, porque se ha idealizado la vida en Nazaret.

María, como la gente de su tiempo, vive esperando la llegada del Mesías, que debía nacer en Judea, anunciado por unas señales prodigiosas que deberían verse en el cielo (Mateo 16, 1-4). Pero esas señales no ocurren cuando nace Jesús.

Treinta años después, los saduceos y fariseos siguen pidiendo a Jesús esa señal del cielo, para poder reconocerlo como Mesías prometido, pero Jesús ofrece señales muy diferentes.

El pueblo lleva siglos bajo el dominio reiterado de pueblos extranjeros: Persia, Grecia, y Roma. Los conquistadores han impuesto al pueblo sus leyes y han gobernado a través de unos reyes crueles e inhumanos. Les obligan a pagar impuestos tan altos que muchos padres de familia deben venderse como esclavos para pagar las deudas; así evitan la prostitución a su mujer e hijas. La gente le pregunta a Jesús si deben pagar impuestos al César.

Muchos delitos pueden ser castigados con crueles penas de muerte, porque el pueblo está a merced de la injusticia de los políticos. María, como sus vecinos, siente miedo al ver los riesgos a los que se expone su hijo, porque muchos jóvenes galileos han sido crucificados.

Herodes (padre) y Herodes (hijo), reyes de Galilea, son un ejemplo típico de la crueldad de su tiempo. El propio emperador César Augusto dijo: “Es mejor ser un cerdo que ser un hijo de Herodes”.

Galilea es un nido de rebeldes, es “tierra de gentiles”, o sea, de gente que no es judía, que “no ha sido elegida por Yahvé”. En general es gente antimonárquica, porque creen que los males vienen de la monarquía, mientras que los habitantes de Judea son ultra monárquicos. Se les considera gente sin tradición, inmunda, que contamina a las personas piadosas; a sus mujeres no se les considera personas, sino “reptiles”.

La capital es Séforis, los romanos la destruyen totalmente, porque es refugio de galileos rebeldes, y creen que allí se esconde “Judas el Galileo”. Pensemos en el impacto que causan estos hechos en toda la población.

Jerusalén es considerada “el centro del mundo”, porque el templo alberga dos cosas fundamentales en su tiempo: la gloria de Yahvé y el “banco” más importante de entonces. Galilea es la zona más alejada de Jerusalén (en todo el sentido de la palabra alejamiento)

Nazaret es una aldea muy pobre, está en la ladera de una montaña, con cuevas en las que habita la gente. ¿De ahí puede salir algo bueno? (Juan 1, 46). De Galilea no salen profetas (Juan 7, 52). Con buena voluntad, los pintores se han encargado de ofrecernos unas imágenes idílicas de la casa de María, pero la realidad es que la gente vive en esas cuevas naturales de la ladera de la montaña y que es una aldea muy pequeña.

La sociedad, en tiempos de María, está dividida en clases sociales muy rígidas. Si la representamos en forma de pirámide, empezando por la cumbre y descendiendo, tenemos:

  • El sanedrín, con el sumo sacerdote que lo preside
  • Los saduceos, que sacan provecho de cualquier situación
  • Los fariseos
  • Los obreros –pueblo sencillo
  • Los extranjeros, pecadores y enfermos
  • Las mujeres y los niños

Desde el momento del nacimiento queda patente la marginación de las mujeres, por el modo de reaccionar los vecinos y el propio padre del bebé. Si ha nacido un niño hay cantos de júbilo y felicitaciones al padre. Si ha nacido una niña hay un silencio profundo, sólo se oye el llanto del bebé y la gente le desea al padre de familia: “Que el próximo sea varón”, pero no le felicitan por la niña que ha tenido.

¿Cuál es la clave de la desigualdad? Las mujeres no pueden ser circuncidadas, por eso no pueden recibir el signo de la Alianza con Dios (Génesis 17, 10-11). Después del exilio de Babilonia (siglo V a.C.), con la reforma de Esdras y Nehemías, comenzaron la intolerancia y el fanatismo religioso:

  1. La Torá se convirtió en la ley del estado.
  2. El pecado se castigaba con la muerte (Esdras 7, 26).
  3. A las mujeres se les privó de los derechos que tenían.
  4. Esdras decidió que se repudiara a todas las mujeres extranjeras, junto con sus hijos (Esdras 10, 1-3 y ss.)

El padre de familia reacciona como amo y señor de la vida. Cuando nace un bebé, la ley dice: “Si es un varón, tenlo, si es una niña, exponla”. Eso significa que pueden “exponer” a las niñas, o sea, sacarlas fuera de la población y dejarlas a la intemperie, a merced de cualquier animal que las devora o de alguna persona que quiera cogerlas, para bien o para mal.

Las niñas son casadas en la adolescencia. Son mayores de edad a los once años y un día, pero no se celebra ninguna fiesta. A los chicos, cuando cumplen trece años y un día, se les hace una gran fiesta y se les considera adultos a todos los efectos.

A la hora de buscarles marido, ellas son tasadas trozo a trozo, para pagar menos por ellas, y poder rebajar su valor ante cualquier pequeño defecto que tengan. Sin embargo la dote que deben llevar ellas al matrimonio se tasa al alza y la administra el varón.

El marido es el dueño y señor de la mujer. Es su ba’al (que significa: propietario, amo, señor, dios, dueño, marido) y la mujer es be’ulah (poseída). El matrimonio significa “hacer uso del recipiente”. Cuando Jesús quiere cambiar algunos aspectos del matrimonio le replican: “Así no trae cuenta casarse” (Mateo 19, 10). Lo que trae cuenta es que los varones gocen en el matrimonio de todos los privilegios que han adquirido a lo largo de siglos. Por ejemplo, las mujeres no pueden repudiarlos, ni siquiera cuando ellos son adúlteros o violentos.

Sin embargo, hay muchas causas (escritas en los comentarios a la ley) que permiten a los maridos repudiar a sus mujeres; se llega a considerar causa suficiente el que la mujer se entretenga a hablar junto a la fuente con otras mujeres, o que se les queme la comida.

Las mujeres deben ir cubiertas siempre con el velo, si se lo quitan para salir a la calle pueden ser repudiadas, sin devolverles la dote acordada para el repudio. Las prostitutas no llevan velo.

Para una mujer repudiada es tan difícil volver a casarse que suelen recurrir a la prostitución para sobrevivir. A las mujeres se les pide un comportamiento intachable, para que sus padres y esposos se sientan orgullosos de ellas. ¿Quién es la mujer perfecta? Podemos leer con ojos críticos el canto a este modelo de mujer (Proverbios 31, 13-ss) y la sobrecarga de trabajo al que estaban sometidas.

Si la novia se queda embarazada antes del matrimonio, una vez comprometida, el novio tiene varias opciones:

  • Si el hijo es del novio se adelanta la ceremonia de la boda
  • Si el novio afirma que el hijo no es suyo, la novia puede ser apedreada, lapidada. De nada sirve el testimonio de la mujer.
  • Si el novio no quiere que lapiden a su novia debe huir muy lejos, lo que supone una vergüenza pública para él y para toda la familia.
  • La posibilidad de que el novio acepte al niño como hijo, sin serlo, es algo absolutamente extraordinario.

El nacimiento de un hijo varón confiere su dignidad a las mujeres, que pasan a ser reconocidas y valoradas” porque han engrandecido al pueblo.

El nacimiento de una niña sólo es una pérdida, “una semilla desperdiciada”. Tener una hija es como recibir un castigo, porque hay que vigilarla: “es una secreta inquietud, la preocupación por ella aleja el sueño” (Eclesiástico 42,9). “El padre no está obligado a alimentar a su hija” (comentario a la Torá). “El mundo no podría existir sin varones y sin hembras, pero ¡feliz aquel cuyos hijos son varones! Y ¡ay de aquel cuya descendencia son hembras!”

Las impurezas de la sangre condicionan la vida de las mujeres. Si han dado a luz a un niño tienen que guardar 40 días de impureza tras el parto, si han tenido una niña la impureza dura 80 días, lo que condiciona mucho la vida familiar y social porque incluso rozarlas “contamina”; hay que hacer ritos y ceremonias para purificarse de nuevo (Levítico 12, 5)

En algunas etapas de la historia se cree que las mujeres son seres “pestilentes”, el padre las puede vender como esclavas, no tienen que decir “la gran oración”. No pueden llevar filacterias, ni recitar la bendición de la mesa. Pueden orar desde casa, en lugar de ir a la sinagoga.

Todo el pueblo tiene que ir al Templo de Jerusalén, excepto: “sordos, idiotas, niños, hombres con los órganos escondidos, andróginos, mujeres, esclavos, cojos, ciegos, viejos, enfermos y los que no pueden caminar”. Es decir, tienen que cumplir la ley, pero con muchos pretextos se les libera de algunos mandamientos que amplían su horizonte vital.

Se les prohíbe estudiar la Torá, porque se cree que las mujeres son incapaces de comprenderla. El Talmud (comentario de la Ley) dice: “Quien enseña a su hija la Torá es como si le enseñara obscenidades”;“Que las palabras de la Torá sean destruidas por el fuego, antes que enseñárselas a las mujeres”.

A diario, las mujeres oyen a los varones orar en voz alta tres veces al día, dando gracias a Yahvé, porque “me has hecho hebreo, no me has hecho mujer, no me has hecho ignorante”.

En el botín de la guerra, las mujeres aparecen después de los asnos (Números 31, 34-35.39-40).

No tienen derecho a la herencia. Si muere su marido deben casarse son su cuñado para darle descendencia al marido difunto. Si no tienen cuñado, deben volver con su familia, que a menudo no las acepta de nuevo porque se considera una vergüenza esta vuelta. A menudo tienen que dedicarse a la prostitución o se ven envueltas en la pobreza hasta la muerte.

Se les considera responsables del pecado de Adán (Génesis 3), de la muerte, del nacimiento de los demonios y del diluvio (Génesis 6, 5-ss). En caso de peligro de muerte, siempre hay que salvar primero al marido.

Las madres educan a los niños hasta los 7 años. La ley decía: “Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo, le dirás…” (Deuteronomio 6, 20- 25). Las palabras del Señor “las enseñaréis a vuestros hijos y se las repetiréis sin cesar…” (Deuteronomio 11, 19). Los rabinos decidieron que a las hijas no había que enseñárselas, bastaba con lo que buenamente oyeran en la familia o en la sinagoga (si iban algún día).

¿Qué huella dejó María en la formación religiosa de Jesús? ¿Cómo enseñaría María a orar a Jesús? Pensemos en el paralelismo entre el Magníficat y la exclamación de Jesús sobre lo que Dios revela a los pobres y sencillos (Lucas 10, 21) o en la importancia que le dan los dos a hacer la voluntad de Dios (Lucas 22, 42)

Ahora sabemos, gracias a la psicología, la importancia que tiene la educación en los niños y niñas, sobre todo en los primeros años de vida. Jesús, como varón judío, deja a un lado el sistema de reflexión sobre la Torá, que consiste en transmitir fielmente las enseñanzas recibidas, dándole mucha importancia a la casuística. En el Evangelio se ve claramente cómo varias veces los fariseos intentan envolverle en esa forma de razonar: por ejemplo, si una mujer se ha quedado viuda varias veces ¿quién será su marido tras la muerte?

Jesús centra su predicación en una Buena Noticia. El día que predica por primera vez en una sinagoga quieren despeñarlo (Lucas 4, 29-30) porque se atreve a anunciar un año de gracia, pero silencia “el día del desquite de nuestro Dios”.

Para que el mensaje lo comprenda la gente sencilla, pone ejemplos significativos en la vida diaria de las familias, especialmente las tareas que realizan las mujeres. Es un lenguaje que escandaliza a sus oyentes y expresa la densidad teológica que tiene la vida diaria. Por ejemplo:

  • El drama que le supone a una pobre vecina del pueblo el perder una monedita de su dote. Las mujeres suelen colgar algunas de esas monedas en los bordes del pañuelo que se ponen en la cabeza, y pueden utilizar esas monedas, en caso de ser repudiadas por su marido. La alegría que siente esa mujer le ayuda a Jesús a explicar una alegría más profunda.
  • A Jesús, siendo niño, le tuvo que asombrar el efecto que produce la levadura en la masa. No sabemos lo que le explicó María, pero cuando Jesús quiso hablarnos de la desmesura del Reino nos pone el ejemplo de una mujer que mete levadura ¡en 42 kilos de harina!
  • Todos los niños y niñas ven remendar a sus madres y abuelas. La túnica que los varones reciben a los 13 años, al celebrar su mayoría de edad, sirve para cubrirse, como manta por la noche, para cargar algunos productos… De tanto uso, se rompe a menudo y se remienda una y otra vez. Muchas personas no pueden permitirse el lujo de hacer o comprar otra y usan la misma túnica hasta que son enterrados con ella. Jesús nos habla de ese paño viejo que no admite remiendos de tela nueva, para que comprendamos la novedad de la Buena Noticia y del Reino y no intentemos poner remiendos a algo que se ha quedado viejo.
  • La túnica de Jesús la echan a suertes, antes de ejecutarlo, para no romperla en varios trozos, porque es una prenda valiosa.
  • En Israel se usa mucho la sal: a) sirve para frotar a los bebés recién nacidos y evitarles infecciones; b) da sabor a las comidas; c) se usa como moneda (el salario); d) conserva los alimentos en salazón y así es útil en los viajes (por ejemplo, el pescado); e) echando una capa de sal sobre los campos y huertas se destrozan los cultivos de los enemigos, etc. La sal se convierte para Jesús en un símbolo claro y significativo de lo que supone vivir siendo “sal de la tierra”
  • Es francamente revolucionario que un maestro (rabí) hable de los sentimientos de las mujeres que van a dar a luz.
  • Habla de Yahvé haciendo referencia a experiencias de la vida cotidiana: Un juez injusto, un banquete de bodas, etc.

María tiene que dar un paso de gigante: siente sobre ella el peso de la ley judía y, al mismo tiempo, va sintonizando con la Buena Noticia que predica su hijo. Va dando pasos, dejando lo viejo y entrando en lo nuevo; y no puede poner remiendos, como en una tela vieja, ni echar el vino nuevo en un odre viejo.

La actitud de María, en medio de las múltiples dificultades de su tiempo, puede ayudarnos a vivir hoy el discipulado y el paso de lo viejo a lo nuevo, personalmente y en la comunidad, parroquia, grupos, etc.

 MARÍA, MADRE DE UN HIJO DIFÍCIL

María es la madre de un varón judío; según lo que se considera valioso en su tiempo, no tiene motivos para sentirse orgullosa de él, al contrario, Jesús hace sufrir a su madre, por muchos motivos:

Jesús no tiene esposa. La ley dice que si a los 20 años no te has casado y no tienes hijos, tus vecinos deben maldecirte públicamente, porque no colaboras al engrandecimiento del pueblo. En caso de que fuera a causa de un defecto físico, había que demostrarlo. Leer más…

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“Soli Deo gloria “, por Carlos Osma

Sábado, 20 de mayo de 2017
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homeless_youth_insert_by_bigstockDe su blog Homoprotestantes:

En su último libro “Història del protestantisme als Països Catalans1”, el exvicepresidente de la Generalitat Josep-Lluís Carod-Rovira, afirma que desde mediados del siglo XIX hasta finales del siglo XX la identidad evangélica se forjó a menudo en contraposición al catolicismo. Durante más de un siglo el anticatolicismo se convirtió en un factor de cohesión dentro del mundo protestante. Algo bastante comprensible si se tiene en cuenta la discriminación, e incluso la violencia, a la que fueron sometidos los protestantes por parte de la Iglesia Católica en este periodo, tanto en Cataluña como en el resto del Estado Español. Desde mi punto de vista, este anticatolicismo, si bien no ha desaparecido del todo, sí que ha dejado de tener esa capacidad de unir a las diferentes familias y comunidades evangélicas.  Como consecuencia, el anticatolicismo ya no es un elemento que configura la identidad protestante.

Hace unas semanas, en una entrevista realizada a un conocido dirigente evangélico catalán, éste identificaba a la ideología de género y al colectivo LGTBI, como el problema más grave al que se tienen que enfrentar las iglesias evangélicas en la actualidad, pero también el más peligroso al que se han enfrentado en los últimos ciento cincuenta años. Es imposible que dicho comentarista apocalíptico, que forma parte de una familia de tradición evangélica, desconozca la historia protestante en este país. ¿Está proyectando algún problema personal? ¿No será la homofobia interiorizada el problema más grave al que él se ha tenido que enfrentar? Sea cual sea la respuesta, nuestro (¿armarizado?) conferenciante nos está dando una pista muy importante para entender el fenómeno que está teniendo lugar dentro del movimiento evangélico actual: la homofobia está ocupando el lugar que el anticatolicismo tenía hace unas décadas. Ella es la nueva masa con la que se pretende unir a un evangelicalismo profundamente dividido que anhela llegar a poseer la influencia que el catolicismo tiene en la sociedad.

Como cristianos y cristianas LGTBI al final no somos seres tan excepcionales, o al menos no más que el resto, me preguntaba si hay algún “cemento” con el que pretendemos reforzar también nuestras pequeñas y escasas comunidades, o simplemente con el que mantener en pie la casa, a menudo rudimentaria, de nuestra fe. Dice la tercera ley de Newton que “cuando un objeto ejerce una fuerza sobre un segundo objeto, éste ejerce una fuerza de igual magnitud y dirección pero en sentido opuesto sobre el primero”. Algo que en nuestro caso se podría traducir como: “Si la homofobia es la fuerza que da identidad a las iglesias, la resistencia contra la homofobia es la que se la otorga a los creyentes LGTBI”. Y si llegamos a la conclusión de que es así, y de que al final nuestra experiencia de fe está afectada tan profundamente por la homofobia que recibimos, podríamos preguntarnos si debería ser así, o si hay algún otro elemento que nos puede ayudar a liberarnos del juicio que el heterocentrismo ejerce sobre nosotras y nosotros. ¿Puede ser nuestro cristianismo algo más que una reacción contra la homofobia? ¿Puede nuestra experiencia de fe asentarse sobre una roca distinta? ¿Cuál debería ser el pegamento con el que unir y dar sentido a nuestras comunidades, nuestro seguimiento, nuestra vida cristiana?

Soli Deo gloria” es para las iglesias surgidas de la Reforma uno de los cinco principios sobre los que debe estar fundamentada la vida cristiana. Y lo que vendría a decir es que todo lo que hacemos cristianos y cristianas no debería buscar nuestra glorificación, ni hacer más grande nuestro orgullo, sino como dice el Apóstol Pablo: “Haced todo para la gloria de Dios2”. Dicho así, parece todo muy bonito y espiritual, y los creyentes LGTBI podríamos comprar el eslogan para convertirlo en el motor que nos ayude a conducir nuestra vida cristiana, dejando la reacción contra la homofobia en un segundo plano. Pero a la hora de la verdad los que hemos despertado del sueño de la ingenuidad sabemos que muchos egoísmos, ignorancias, cobardías, e incluso alguna que otra torpeza, se justifican poniendo cara de buen cristiano y diciendo que todo se hace para la gloria de Dios. ¿Qué nos van a decir a las personas LGTBI sobre ésto? Incluso quienes en el nombre de Dios nos han deseado lo peor, quienes nos han insultado, quienes han querido alejar a nuestra familia de nosotras, o incluso quienes nos han deseado la muerte, lo han hecho para la gloria de Dios. Pero no sólo ellos, si somos sinceros con nosotros mismos, es posible que tras nuestro trabajo por la justicia, se esconda una voluntad de recibir al menos un pedacito de esa gloria que deberíamos dar solo a Dios.

De todas formas, y a pesar de reconocer que nunca es fácil saber la motivación que nos lleva a actuar de una manera u otra, es posible que podamos buscar algún elemento que nos permita evaluar si de verdad lo que buscamos es dar la gloria a Dios o si seguimos mirándonos el ombligo. Si fuera posible, podríamos hacer de este principio de la Reforma, un factor que de verdad defina nuestra identidad cristiana y que nos ayude tanto a nivel personal como a la hora de relacionarnos con otras personas. Y quizás lo más fácil es preguntarnos de qué manera podemos dar la gloria a Dios, y si en nuestra tradición judeocristiana hay pistas que nos pueden ayudar a descubrirlo. La verdad es que no hay que rebuscar demasiado en la Biblia para llegar a textos que nos señalan el camino: “¿Para qué me sirve, dice el Señor, la multitud de vuestros sacrificios?… No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación… Dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscar el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda… Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta3. Textos en los que se nos dice con claridad que dar la gloria a Dios tiene que ver con la actitud que tenemos hacia los demás, sobre todo con las personas más desfavorecidas y con las que sufren. Se resume en hacerles el bien y tratarles justamente, o en palabras de Jesús: “amarles como a nosotros mismos”. Ponerse a su nivel, o más bien en su piel, y actuar como nos gustaría que actuaran con nosotras. Así que a la hora de decidir cómo deberíamos actuar para hacerlo de manera “cristiana”, o mejor dicho “humana”, con la intención de “dar solo la gloria a Dios”, el criterio más importante que nos puede ayudar, no es tanto que dice un determinado texto de la Biblia, sino si hemos entendido el clamor de los oprimidos y hemos decidido colaborar con ellas y ellos para buscar la liberación.

La lucha por los derechos de las personas LGTBI también es una lucha por la liberación de millones de personas, así que evidentemente es una lucha que pretende dar solo la gloria a Dios, y eso lo sabemos muy bien quienes hemos padecido las consecuencias de la homofobia. Pero únicamente ella misma no puede dar consistencia a nuestra fe, o a nuestras comunidades inclusivas, ya que correríamos el peligro de ser simples activistas en un entorno cristiano. Una reacción comprensible a la presión que la homofobia ejerce sobre nosotros, pero no una razón que nace del evangelio. Y pienso que es sobre el evangelio, y no sobre lo que dice de nosotras y nosotros la homofobia cristiana, sobre lo que cristianos y cristianas LGTBI deberíamos fundamentar nuestra experiencia de fe. No buscamos acabar con la homofobia, que también, sino que nuestra voluntad es dar toda la gloria a Dios, en ella deberíamos concentrar nuestra labor. Y para no perdernos en simple palabrería, esa que siempre acaba diciendo lo que queremos escuchar, podemos hacer pasar todas nuestras obras por el fuego del prójimo, que nos permitirá quedarnos solo con aquellas con las que de verdad hemos dado la gloria a Dios, y no a nosotros mismos.

Carlos Osma

Notas:

1Carod-Rovira, J. “Història del protestantisme als Països Catalans” Ed. TRES I QUATRE, SL. Valencia, 2016.
21 Cor 10,31

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“El ego se apropia también del compromiso (I)”, por Enrique Martínez Lozano

Martes, 16 de mayo de 2017
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narcisismo1La lectura del texto de Josean Villalabeitia –que adjunto a este envío– me ha producido una sensación de tristeza, por los motivos que luego referiré. Pero ha sido esa misma sensación la que me ha provocado también un movimiento interior para tratar de comprender su perspectiva.

En realidad, si entiendo bien lo que escribe, creo que no me cuesta demasiado ponerme en su lugar. Hace unos años me hubiera sentido prácticamente identificado con lo que ahí se dice. Es un “idioma” que conozco bien.

Tal como lo veo, me parece que el autor alerta del riesgo de una espiritualidad narcisista –lo que denomina “corrientes pseudomísticas” o “monoteísmo yoico” –, al tiempo que recuerda que, según la tradición bíblica, el lugar del encuentro con Dios es el hermano. Su preocupación parece sintetizarse en la afirmación, según la cual “todo lo que nos distraiga de este objetivo fundamental tendría que resultarnos sospechoso, por lo menos”.

Si esto me resulta evidente, ¿cuál es el motivo de esa sensación de tristeza que me ha producido? Quizás guarde relación con mi propia historia, de la que en entregas posteriores narraré algo que pueda resultar práctico para ilustrar el modo como veo ahora esta cuestión, pero el motivo más importante tiene que ver con una doble actitud que, a mi modo de ver, contamina el escrito, ofuscando el mensaje que busca transmitir.

La primera de esas actitudes puede nombrarse como descalificación de lo diferente…, desde la absolutización de lo propio. Descalificar algo únicamente porque sea “desconocido por estos lares”, metiendo en ese saco “energías, chacras, karmas, reencarnaciones y temas por el estilo”, no parece que sea sino fruto de la ignorancia. El lector parece ser inducido a pensar que todo lo que no sea la visión cristiana que el autor propone cae en una especie de magma “pseudomístico” o “comprensión espiritualista de la religión”. Así planteado, resulta paradójico que quien denuncia el “yo, mí, me, conmigo” caiga sin advertirlo en un juicio tan marcadamente egoico y etnocéntrico.

Tal posicionamiento otorga al texto un aire de “superioridad moral”, en un tono cuasi-dogmático… No es raro que los jóvenes busquen otros ámbitos que les permitan experimentar por sí mismos las respuestas que honestamente andan buscando.

Pero considero más preocupante aún una segunda actitud que parece derivarse del escrito. Me refiero a una suerte de dualismo de base que lee la realidad en disyuntiva: “o… o…”. En este caso, parece contraponerse el compromiso –que se presenta como meritorio en sí mismo, al margen de cómo se viva– con la espiritualidad, que –a no ser que sea cristiana– ya de entrada es puesta bajo sospecha.

Desde mi perspectiva, creo que el dualismo fragmenta lo real que es solo uno. Y, al quedarse con uno de los polos, no solo ignora el valor del otro, sino que deforma incluso la vivencia del que pretende defender. En el caso que nos ocupa, me resulta obvio que espiritualidad y compromiso se requieren mutuamente: una sin otro, otro sin una, deforman lo real y se mutilan a sí mismos. Como consecuencia, se terminará cayendo en una “pseudo-espiritualidad” –con tonos de narcisismo ensimismado- o en un “pseudo-compromiso” –que camuflará un activismo igualmente narcisista–.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Yo, mí, me, conmigo.”, por Josean Villalabeitia

Lunes, 15 de mayo de 2017
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bigstock-handsome-narcissistic-young-ma-9354638-2244x1496Mis alumnos no dejan de sorprenderme, aunque en asuntos de religión creo que los tengo ya un poco calados. Es sencillo. Por lo general se muestran combativos frente a las costumbres de sus abuelos, pero les seduce cualquier otra manifestación religiosa, sobre todo si es exótica, rara o desconocida por estos lares. Cuando proponemos en clase algún trabajo de grupo o exposición oral, nunca faltan las energías, chacras, karmas, reencarnaciones y temas por el estilo.

Estaba convencido de que eran más bien, cosas de jóvenes secularizados y un poco atolondrados hasta que, hace poco, en un conocido monasterio me percaté de mi error. Compartí mesa de hospedería con una persona de cierta edad que hablaba de la energía que desprendía el lugar, que parecía colocarle en una situación espiritual privilegiada. Algo iba a comentar yo al respecto cuando otro comensal confirmaba la experiencia, a la vez que citaba otros manantiales energéticos espirituales más potentes. Se trataba de gente bastante más madura que mis alumnos, y suficientemente implicada en asuntos religiosos como para frecuentar conventos y rincones parecidos. La cosa era como para preocuparse.

Casi todas las corrientes pseudomísticas coinciden en varios puntos. Si no aseguran vivencias fuertes no interesan; y tienen que garantizar sentirse bien, sin tensiones. A menudo ofrecen técnicas cuasimilagrosas, con efectos increíbles sin apenas otra condición que practicarlas al pie de la letra. Y no suelen llevar aparejado compromiso alguno hacia los demás, o para transformar el mundo. Recomiendan, sencillamente, una suerte de ‘abstinencia ética’ que las vuelve cómodas de practicar. Pero lo que mejor las caracteriza es el lugar de honor exclusivo que reservan al individuo, al yo, que se erige en el único dios que, según sus criterios, merece entrega absoluta. Nos hallaríamos así ante un ‘monoteísmo yoico’, exacerbada forma de ‘autoreferencialidad’.

Conocida es la interpretación del filósofo que entendía la religión como religación; pues bien, en este caso sería religación con uno mismo, una manifestación más del omnipresente narcisismo contemporáneo, cuya expresión más evidente quizás sean los selfies y las redes sociales. Parece novedosa esta corriente de espiritualidad, pero en realidad participa de un fenómeno muy conocido: la ‘comprensión espiritualista de la religión’. La misma que, dicen, promovía la norteamericana CIA entre las comunidades cristianas latinoamericanas para contrarrestar el compromiso social al que las empujaba la Teología de la Liberación. La misma que anima a tantas iglesias independientes africanas, entretenidas y felices con sus danzas, mientras la injusticia campa a su alrededor.

A los cristianos aficionados a estas corrientes espiritualistas, egocéntricas y moralmente aletargadas, habría que recordarles la pregunta que la Biblia lanza en sus primeras páginas: “¿Dónde está tu hermano?”, para cuya búsqueda el rey de la parábola del juicio final aporta una pista sugerente: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. De ahí la condena de Epulón, ciego ante las penurias de Lázaro; o la de los funcionarios religiosos de la parábola del Buen Samaritano, que anteponen sus deberes de culto al socorro del malherido.

La humanidad ha tratado de buscar a Dios en sitios diversos, pero nuestra fe cristiana lo ha encontrado siempre en el hermano. Los creyentes seguimos el ejemplo del Hijo de Dios, que predicó la solidaridad, el amor servicial al pobre y al necesitado, la lucha contra la injusticia y la miseria. Por eso admiramos a los que se han distinguido por su entrega generosa a los demás. Todo lo que nos distraiga de este objetivo fundamental tendría que resultarnos sospechoso, por lo menos. Y es que alejarse del prójimo, de sus necesidades y solicitudes, para enrocarnos en nuestro interior, en nuestra plenitud personal, en nuestra propia felicidad, puede que resulte agradable y hasta fascinante, pero no es cristiano.

Josean Villalabeitia

Mundo Negro – Boletín semanal Enrique Martínez Lozano

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Camino, Verdad y Vida.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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Debemos siempre estar muy seguros de hacer la distinción entra la Iglesia invisible, universal y espiritual (Ecclesia) y la organización religiosa sin ánimo de lucro que se reúne en un edificio coronado por un campanario. La diferencia es inestimable, y no tenemos derecho a cometer el error de confundir las dos. Comprende por favor que no cuestionamos el derecho de cualquier grupo religioso de reunirse en paz, de elegir a sus líderes, de recibir dinero, de tener criterios para llegar a ser miembro, de administrarse del modo que le parezca justo – hace tiempo que comprendemos que tal derecho es un derecho civil y no es  en ningún caso inalienable,  escrito o autorizado por el mismo Dios. Esto no significa que sea malo, pero esto no lo hace espiritual. La Ecclesia no es una organización o una invención humana, sino un organismo lleno de Vida, y que adorarlo “en Jerusalén o sobre esta montaña” es menos importante para Dios que  adorarlo “en Espíritu y de verdad“.

¿Entonces dónde es la diferencia? ¿Dónde está el problema? Esto se convierte en un problema cuando el significado espiritual y escriturario  es falsamente relacionado con las costumbres sociales, con una norma cultural, con una religión de tradiciones, con una organización o con un lugar para reunirse. Cuando la línea de demarcación si difumina entre, por  una parte, la expectativa social, la tradición o las costumbres de la Religión Organizada y por otra parte, la verdadera vida espiritual, la misma esencia de la Ecclesia o del creyente individual, entonces tal sistema tiene la posibilidad de evolucionar en una forma peligrosa de abuso espiritual o de elitismo religioso.

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Chip Brogden

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.”

Tomás le dice:

“Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Jesús le responde:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.”

Felipe le dice:

-“Señor, muéstranos al Padre y nos basta.”

Jesús le replica:

-“Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

*

Juan 14,1-12

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“Nueva relación con Jesús”. 07 de mayo de 2017. 4 Pascua (A). Juan 1, 1-10.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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Other-Sheep-logoEn las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor.

Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No con fundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia.

Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.

Es decisivo “seguir“ a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.

Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.

Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.

Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.

La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores… lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.

José Antonio Pagola

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“Yo soy la puerta de las ovejas”. Domingo 07 de mayo de 2017. 4º Domingo de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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26-PascuaA4 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 2,14a.36-41: Dios lo ha constituido Señor y Mesías
Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Pedro 2,20b-25: Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas
Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas

La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, pertenece al discurso de Pedro, ante el pueblo reunido en Jerusalén, a raíz del hecho de Pentecostés. Después de interpretarles el fenómeno de las lenguas diversas en que hablaban los discípulos invadidos por el Espíritu Divino, Pedro les evoca la vida y la obra de Jesús, les anuncia el “Kerygma”, la proclamación solemne de la Buena Nueva, del Evangelio: Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha sido sepultado y al tercer día Dios lo hizo levantarse de la muerte librándolo de la corrupción del sepulcro y sentándolo a su derecha, como habían anunciado los profetas. Se trata ya, evidentemente, de una primera elaboración teológica del llamado «kerigma», o síntesis o núcleo de la predicación.

Lógicamente, esa formulación del kerigma está condicionada por su contexto social e histórico. No es que porque aparezca en el Nuevo Testamento ya haya de ser tenida como intocable e ininterpretable. Las palabras, las fórmulas, los elementos mismos que componen ese kerigma, hoy nos pueden parecer extraños, ininteligibles para nuestra mentalidad actual. Es normal, y por eso es también normal que la comunidad cristiana tiene el deber de evolucionar, de recrear los símbolos. La fe no es un «depósito» donde es retenida y guardada, sino una fuente, un manantial, que se mantiene idéntico a sí mismo precisamente entregando siempre agua nueva.

En muchos países tropicales son casi desconocidos los rebaños de ovejas cuidadas por su pastor. Eran y son muy comunes en el mundo antiguo de toda la cuenca del Mediterráneo. Muy probablemente Jesús fue pastor de los rebaños comunales en Nazaret, o acompañó al pastoreo a los muchachos de su edad. Por eso en su predicación abundan las imágenes tomadas de esa práctica de la vida rural de Palestina. En el evangelio de Juan la sencilla parábola sinóptica de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7) se convierte en una bella y larga alegoría en la que Jesús se presenta como el Buen Pastor, dueño del rebaño por el cual se interesa, no como los ladrones y salteadores que escalan las paredes del redil para matar y robar. Él entra por la puerta del redil, el portero le abre, El saca a las ovejas a pastar y ellas conocen su voz. La alegoría llega a un punto culminante cuando Jesús dice ser “la puerta de las ovejas”, por donde ellas entran y salen del redil a los pastos y al agua abundante. Por supuesto que en la alegoría el rebaño, las ovejas, somos los discípulos, los miembros de la comunidad cristiana. La alegoría del Buen Pastor está inspirada en el largo capítulo 34 del profeta Ezequiel en el que se reprocha a las autoridades judías no haber sabido pastorear al pueblo y Dios promete asumir Él mismo este papel enviando a un descendiente de David.

La imagen del Buen Pastor tuvo un éxito notable entre los cristianos quienes, ya desde los primeros siglos de la iglesia, representaron a Jesús como Buen Pastor cargando sobre sus hombros un cordero o una oveja. Tales representaciones se conservan en las catacumbas romanas y en numerosos sarcófagos de distinta procedencia. La imagen sugiere la ternura de Cristo y su amor solícito por los miembros de su comunidad, su mansedumbre y paciencia, cualidades que se asignan convencionalmente a los pastores, incluso su entrega hasta la muerte pues, como dice en el evangelio de hoy “el buen pastor da la vida por sus ovejas”.

La imagen de «ovejas y pastores» ha de ser manejada con cuidado, porque puede justificar la dualidad de clases en la Iglesia. Esta dualidad no es un temor utópico, sino que ha sido una realidad pesada y dominante. El Concilio Vaticano I declaró: «La Iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y gobernar, y a otros no» (Constitución sobre la Iglesia, 1870). Pío XI, por su parte, decía: «La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la multitud de los fieles. Y estas categorías, hasta tal punto son distintas entre sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores» (Vehementer Nos, 1906). La verdad es que estas categorías de «pastores y rebaño», a lo largo de la historia de la Iglesia han funcionado casi siempre -al menos en el segundo milenio- de una forma que hoy nos resulta sencillamente inaceptable. Hay que tener mucho cuidado de que nuestra forma de utilizarlas no vehicule una justificación inconsciente de las clases en la Iglesia.

El Concilio Vaticano II supuso un cambio radical en este sentido, con aquella su insistencia en que más importante que las diferencias de ministerio o servicio en la Iglesia es la común dignidad de los miembros del Pueblo de Dios (el lugar más simbólico a este respecto es el capítulo segundo de la Lumen Gentium del Vaticano II).

Como es sabido, en las últimas décadas se ha dado un retroceso claro hacia una centralización y falta de democracia. La queja de que Roma no valora la «colegialidad episcopal» es un clamor universal. La práctica de los Sínodos episcopales que se puso en marcha tras el concilio, fue rebajada a reuniones meramente consultivas. Las Conferencias Episcopales Nacionales, verdadero símbolo de la renovación conciliar, fueron declaradas por el cardenal Ratzinger como carentes de base teológica. Los «consejos pastorales» y los «consejos presbiterales» establecidos por la práctica posconciliar como instrumentos de participación y democratización, casi han sido abandonados, por falta de ambiente. La feligresía de una parroquia, o de una diócesis, puede tener unánimemente una opinión, pero si el párroco o el obispo piensa lo contrario, no hay nada que discutir en la actual estructura canónica clerical y autoritaria. «La voz del Pueblo, es la voz de Dios»… en todas partes menos en la Iglesia, pues en ésta, para el pueblo la única voz segura de Dios es la de la Jerarquía. Así la Iglesia se ha convertido -como gusta de decir Hans Küng- en «la última monarquía absoluta de Occidente». A quien no está de acuerdo se le responde que «la Iglesia no es una democracia», y es cierto, porque es mucho más que eso: es una comunidad, en la que todos los métodos participativos democráticos deberían quedarse cortos ante el ejercicio efectivo de la «comunión y participación». En semejante contexto eclesial, ¿se puede hablar ingenuamente de «el buen pastor y del rebaño a él confiado» con toda inocencia e ingenuidad? El Concilio Vaticano II lo dijo con máxima autoridad: «Debemos tener conciencia de las deficiencias de la Iglesia y combatirlas con la máxima energía» (Gaudium et Spes 43).

En la Iglesia de Aquel que dijo que quien quisiera ser el primero fuese el último y el servidor de todos, en algún sentido, todos somos pastores de todos, todos somos responsables y todos podemos aportar. No se niega el papel de la coordinación y del gobierno. Lo que se niega es su sacralización, la teología que justifica ideológicamente el poder autoritario que no se somete al discernimiento comunitario ni a la crítica democrática. ¿Qué la Iglesia no es una democracia? Debe ser mucho más que una democracia. Y, desde luego: no ha de ser un rebaño. Leer más…

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Dom 7.5.17.Buen Pastor, una imagen bella e inquietante

Domingo, 7 de mayo de 2017
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18221688_786801624830365_245106477449535522_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 4º de Pascua, el Buen Pastor. El argumento pascual de este domingo no es una aparición de Jesús resucitado a las mujeres o discípulos, sino la experiencia de Jesús-Pastor que dirige y guarda, anima y protege a sus amigos que, conforme a un símbolo usual del oriente, aparecen como ovejas.

No voy a comentar de un modo completo el evangelio (Jn 10,1-10), ni tampoco la segunda lectura ( 1 Pedro 2, 20b-25), sino el tema de Jesús pastor y de los “ministros” de su evangelio quienes, según Jesús, deberían ser “buenos pastores”, poniendo su vida al servicio de las ovejas.

La iglesia posterior sigue empleando la imagen del pastor, y así habla de la pastoral, como expresión de servicio o gobierno cristiano. En esa línea, los protestantes han abandonado en general el tema del sacerdocio , pues sólo Jesús es para ellos sacerdote, y así presentan a sus ministros como pastores de las comunidades.

Éste ha de ser el sentido del “mando cristiano”: Un ejercicio de pastoreo, al servicio de las ovejas (con olor a oveja como dice Francisco), pues, en sentido evangélico, no son las ovejas para el pastor, sino el pastor para las ovejas.

18198619_786817478162113_5712814314027295776_n— Esta es una imagen bella, propia del entorno del Mediterráneo y de otros lugares, donde puede hablarse de diversos tipos de pastores (cabreros y ovejeros, boyeros y vaqueros, camelleros etc).

— Pero es, al mismo tiempo, una imagen inquietante, que puede hallarse en gran parte superada, siendo ya anacrónica (el mundo de los viejos pastores está terminando…). En el mundo moderno, los pastores han perdido (o están perdiendo) su vinculación personal con las ovejas (o las cabras, las vacas y los cerdos…), para convertirse en sueños superiores, que se imponen y dirigen a sus animales con medios técnicos…

— Y puede ser también una imagen injusta, pues los fieles (los cristianos) no son ovejas ni cabras, animales que han de ser pastoreados (llevados a sus pastos…), sino personas libres, como sabe el mismo Jesús cuando dice “ya no os llamo siervos, ni ovejas ovejas, sino que os llamo amigos”, pues he querido compartir con vosotros todo lo que Dios me ha dado, todo lo que tengo.

Ésta acaba siendo la gran paradoja del pastor del evangelio, que no manda ni se impone desde arriba sobre las ovejas, sino que las conoce por su nombre y las quiere con amor, de un modo inmediato… dando la vida por ellas. Por eso, lo que importa no son los pastores, sino las ovejas, a cuyo servicio han de ponerse los pastores.

3698__441c4cf2ae9e5(Por eso una imagen de pastores vestidos gala…, como si estuvieran ocupados de sí mismos, acaba siendo para muchos extraña y contraproducente).

En ese sentido, el buen pastor no manda sobre las ovejas, sino que son las ovejas las que mandan sobre el pastor, que debe someterse a ellas (esto es, ponerse al servicio de ellas).

Este inversión (no son ovejas para el pastor, sino el pastor para las ovejas…) define la tarea de la “pastoral cristiana”, que nos sitúa en el centro de la experiencia cristiana de la actualidad, dentro de la gran crisis política y social, en un mundo donde parecemos gobernador por lobos (imagen).

En otro tiempo, reyes y obispos, podían aparecer como “pastores”, de manera que ellos tenían autoridad sobre las ovejas, y quizá lo hacían bien. Per ¿quién se atrevería a llamar hoy “pastores” a los reyes y políticos de turno (Rajoy o Trump, Iglesias, Isabel II o a Putin…?

18222634_786802258163635_5111626132351256258_nPues bien, muchos “pastores cristianos” (obispos, presbíteros…) no se han dado cuenta de este cambio evangélico… y piensan que son ellos los que mandan sobre las ovejas, y no es así: ¡No son los pastores los que mandan sobre las ovejas, sino ellas, las ovejas, las que mandan sobre los pastoes.

El tema de fondo de esta imagen del pastor y de rebaño…. es luminoso, pero está necesitado de un tratamiento serio. Por eso he querido volver a sus orígenes bíblicos, para que cada lector lo replantee. Buen domingo a todos. Seguimos en Pascua… la pascua de los pastores.

(1) La imagen bíblica.

18199069_786817234828804_8606526305946516118_nLa figura del pastor y su rebaño pertenece al mundo cotidiano del antiguo oriente mediterráneo. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, ella culmina en Jn 10, 2-16 (el Buen Pastor) y en Mt 25, 31-46 (juicio final) y ha tenido gran influjo en la visión posterior de la iglesia cristiana que ha concebido a sus ministros como «pastores» y interpretado su acción ministerial como «pastoral».

Pastor es en oriente (Sumeria, Babilonia, Asiria…) el rey, que protege y guía sus rebaños de hombre, ayuda a los débiles, protege a los enfermos. Pastor es en el cielo Dios, aquel que cuida del rebaño grande de los hombres. Ésta es una imagen valiosa, pero corre el riesgo de establecer una distancia entre el guía-pastor que es el único individuo activo y el resto de los hombres, entendidos como rebaño pasivo.

Desde Abel, que es el primer pastor (Gen 4, 2) y desde un hijo de Lamec, que fue padre de todos los que crían ganado y viven en tiendas (cf. Gen 4, 20), y desde los patriarcas, pastores de ganados (cf. Gen 13, 7; 26, 20; 46, 32), la Biblia está llena de pastores, aunque la cultura israelita dominante acaba siendo agrícola y urbana. De todas formas, el recuerdo de David, pastor de ovejas en los campos de Belén (1 Sam 16, 13; 17, 20), se ha mantenido vivo en la tradición mesiánica. Un salmo dice que Dios tomó a David de los rediles de ovejas, para hacerle rey de Israel, de manera que su oficio y tarea de pastor de ovejas sirve de base simbólica para entender su trabajo de pastor del pueblo (cf. Sal 78, 70).

Dios aparece como un pastor que cuida el rebajo de los hombres, especialmente de su pueblo Israel (Is 40, 11; 63, 11; Jer 30, 10 etc). El Antiguo Testamento sabe que Dios es pastor de Israel: «El Señor es mi pastor, nada me falta, por lugares tranquilos me hace reposar…» (Sal 23, 1; cf. Gen 49, 24; Jer 31, 10; 43, 12; Ez 34, 5.12, etc.). Leer más…

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La pascua del pastor. Pedro ¿Me amas?

Domingo, 7 de mayo de 2017
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imagesEl servicio de pascua es, ante todo, una experiencia de amor, como Jesús ha pedido a Pedro, el “primer papa”. En esa línea quiero ampliar y completar el comentario bíblico de ayer sobre “el Buen Pastor” (Dom 4 de Pascua, Jn 10, 1-10), a partir de tres principios.

No está está el rebaño al servicio del pastor, sino el pastor al servicio del rebaño. El pastor bíblico y cristiano no vive del rebaño, sino para el rebaño, en gesto de amor que no es imposición sino experiencia de vida compartida.

El pastor bíblico/cristiano no es jefe, sino amigo. Conoce a las “ovejas”, que son sus amigas (las conozco, me conocen…). Por eso dice: “No os llamo siervas, sino amigas…” porque es digo todo lo que sé (que es amar).

En esa línea, como sabe San Juan de la Cruz, el pastor dice: !Ya no guardo ganado, que ya sólo en amar es mi ejercicio! (Cántico). Ésta que así dice no es pastor, sino pastora, hombre y/o mujer que ama.

En esa línea se entiende la Pascua, como descubrimiento de aquello que Dios nos ha dado en Jesús y que nosotros podemos podemos darle, como ha puesto de relieve el evangelio del amor de Pedro, a quien Jesús le dice sin rubor (de hombre a hombre, o de mujer a mujer etc): Pedro ¿me amas? (Jn 21).

18222597_787240801453114_2118861983041371357_nPedro y los otros discípulos de Jesús pensaban que con la resurrección se resolvería todo. Pero descubren que la resurrección es una tarea de amor. Ser capaces de acoger el amor y responder amando, eso es resucitar.

Así lo ha fijado el evangelio de Juan en la figura de Pedro, que ha sido un hombre especial, pero que es, al mismo tiempo, el signo de todos los cristianos. Conforme a esta visión, todos somos “papas”, es decir, todos somos Pedro: podemos amar porque somos amados, asumiendo así con Pedro la tarea del amor.

En esa línea, como diré mañana, aplicando el tema a la escuela (comentando la segunda imagen), todos los cristianos hemos de ser “profesores de amor”. Hemos “profesado” en amor, no en la línea de los profesionales que realizan un oficio externo, sino como los amigos verdaderos que son lo que enseñan y enseñan lo que son. Buen fin de semana de Pascua para todos

¿Me amas?

Pedro ha hecho todo lo que tenía que hacer: ha pescado, ha recogido la pesca. Ahora Jesús, que le ha dado de comer, le llama y le pregunta:

Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tú sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis corderos!
Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me amas?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tu sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis ovejas!
Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me quieres?
Se entristeció Pedro porque por tercera vez le había dicho
¿me quieres?
Y le dijo:¡Señor! Tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero.
Y le dijo: ¡apacienta mis ovejas! (Jn 21, 15-17)

Este es el texto clave de la tarea de la Iglesia. Muchos desean ser pastores para dominar sobre el rebaño, como sabe ya la tradición de la Escritura (cf Ez 34). Es más, los reyes y señores de los viejos imperios de la tierra se decían pastores de sus gentes: en principio querían ayudarles y guiarles pero muchas veces acababan destruyendo y oprimiendo a su rebaño. Frente a esos malos pastores que no buscan el bien de sus ovejas se ha colocado Jesús. Hay que pasar del plano del salario al plano del amor

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas.
El asalariado, el que no es pastor… mira venir al lobo y huye…,
es asalariado y no le importan las ovejas… (cf Jn 10, 7-13).

Hay un tipo de pastores ladrones y bandidos: dicen cuidar de su rebaño pero lo dominan a su antojo, para su provecho. Hay pastores de interés y economía: les importa su dinero, no la vida del rebaño; por eso en tiempo de estrechez escapan.

Pues bien, en contra de ellos, Jesús se ha presentado como auténtico pastor: guía y acompaña a sus ovejas, dialoga con ellas (se conocen mutuamente) y les ofrece su vida (muriendo por ellas). Esta es la tarea que encomienda en el momento de la pascua a Pedro y así empieza preguntándole: ¿Me quieres?

Examen de amor

Este es el único tema del examen. Por tres veces ha negado Pedro al Cristo en el momento de la prueba: ha visto al lobo (los jueces que condenan a Jesús) y se ha escapado, olvidando su palabra y compromiso (cf Jn 18, 15-18 par). Por tres veces vuelve a preguntarle Cristo, en gesto de confianza renovada: ¿me quieres? Dos son los elementos que se implican en ese amor que Cristo pide a Pedro.

– Por una parte Pedro tiene que amar intensamente a Cristo, identificándose con él, comprometiéndose a dar la vida por los demás. En ese aspecto, Pedro tiene que hacerse discípulo querido. Sólo aquellos que se dejan amar por Jesús y le aman pueden realizar la experiencia de la pascua. Al final de todos los caminos, en la entraña del misterio pascual sólo existe un secreto: el amor. Pedro debe conocer ese secreto, como ya lo conocía el discípulo amado: ha de querer a Jesucristo.
En un segundo momento, el amor a Jesús ha de expandirse y expresarse como amor a sus ovejas. Jn 10 aseguraba que el auténtico pastor ama a su rebaño, está dispuesto a entregar siempre la vida por las ovejas. Esto es lo que Cristo dice a Pedro cuando le confía por tres veces su tarea: apacienta, pastorea a mis ovejas.

De esa forma, la pascua se convierte para Pedro y para los cristianos en expresión y principio de amor activo, de entrega gozosa y servicial en favor de las ovejas de Jesús, es decir, de aquellos hombres y mujeres de la iglesia donde el mismo Cristo pascual se hace presente. Esto es la pascua: pasar del plano del salario en el que todo se determinado según medida de equivalencia (doy para que me den) al plano del amor: doy gratuitamente, porque amor. Amar de un modo gratuito, eso es la pascua de Pedro, la pascua de la Iglesia.

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Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco. Domingo 4º de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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Young ShepherdDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Estos cuatro títulos resumen lo que afirman de Jesús las lecturas del próximo domingo: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); como modelo a la hora de soportar el sufrimiento lo propone la Primera carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco es la imagen que se aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, las lecturas nos proponen una catequesis sobre Jesús, lo que significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.

No quedarnos en el próximo domingo, mirar hasta el 7º

Cabe el peligro de vivir la liturgia de las próximas semanas sin advertir el mensaje global que intentan transmitirnos las lecturas dominicales. Pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés, y lo hacen tratando tres temas a partir de tres escritos del Nuevo Testamento.

1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas.

2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).

3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es el pastor y la puerta (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).

Jesús, puerta del aprisco

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.

Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “son tontos, está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).

Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.

Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).

La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por su ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.

En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.

En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Ya que es frecuente echarle la culpa a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundantes.

La segunda lectura recuerda a los cristianos perseguidos y condenados injustamente que ese mismo fue el destino de Jesús, y que lo aceptó sin devolver insultos ni amenazas. En ese contexto lo presenta como modelo con unas palabras espléndidas: “Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”. Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor (“Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas”.). Como he indicado, no es la esencial del evangelio.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25

Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

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Cuarto Domingo de Pascua. 7 Mayo, 2017

Domingo, 7 de mayo de 2017
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pascua

“El que entra por la puerta es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca.”

(Jn 10, 1-10)

Nuestra vida se desarrolla prácticamente en nuestra mente, donde  pensamos,  mostramos nuestro saber, controlamos, imponemos… Pero Jesús en este evangelio nos dice que  nuestra vida  no se desarrolla en la mente, ni se desarrolla en el corazón, que nuestra vida para ser Vida, hemos de vivirla en la totalidad que somos.

Nuestra mente, nuestro corazón, nuestras extremidades son pequeñas puertas por donde se nos va  haciendo la vida. Y Jesús hoy nos dice: “en vuestra vida sólo hay una puerta que muchas veces cerráis por miedo, por el qué dirán.  Yo os digo: abrid vuestra vida a la Vida que soy yo. Ahí descubriréis el descanso, el sosiego, el amor, la aceptación. Y podréis ser vosotros sin fingir, no se trata de hacer, sino de ser.

Jesús es la puerta que nos permite ser lo que somos.

La llave de nuestra vida la tenemos nosotros.  Si somos capaces de meterla en la cerradura, que no es otra cosa que la oración y el encuentro con Él, se abrirá.  Y aunque en un primer momento nos quedemos paralizados, entraremos, y descubriremos una estancia amplia. Llena de luz. Donde descubriremos lo que somos,  hijos de la casa, hijos de Dios.

Jesús, es la puerta que nos permite acceder a nuestra interioridad, y descubrir su voz en el silencio, donde oímos nuestro nombre y la invitación a que sigamos sus huellas para ir al Padre.

ORACIÓN

Gracias por ser puerta que nos abre a la Vida y nos descubre el sentido y la grandeza de vivir en ti.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús nos comunica su Vida, que es la Vida de Dios.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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buenpastor6Jn 10, 1-15

Aunque el evangelio de hoy ya no hable de apariciones, no nos apartamos del tema pascual, pues afirma expresamente: “Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante”. Éste es el verdadero tema de Pascua. Lo que Jn pone en boca de Jesús nos está diciendo lo que de él pensaban los cristianos de finales del siglo I en la comunidad donde se escribe el evangelio, no lo que pudo decir él cuando vivía en Galilea. Esto que vivió una comunidad cristiana, es para nosotros más interesante que las mismas palabras que pudo decir Jesús, porque nos habla de una vivencia provocada por Jesús Vivo.

El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta de aquellos apriscos, era el pastor. El rebaño eran las 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran la base de la economía familiar. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder controlarlas, tanto a la entrada como a la salida. Esa entrada no tenía puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche.

Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían muy bien. Incluso tenían su propio nombre como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con ella, salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato. Jesús se identifica con ese pastor/dueño que cuida las ovejas como algo personal, pero no porque de ellas depende su familia, sino porque le interesan las ovejas por sí mismas.

El texto habla de comparación (paroimian). Utilizamos una comparación cuándo queremos explicar lo que es una cosa a través de otra que conocemos mejor. No se trata de una identificación sino de una aproximación. Ni Jesús es un pastor ni nosotros borregos. Jesús nos lleva a los pastos después de haberse alimentado él en los mismos. Y ya sabemos que su alimento fue hacer la voluntad de su Padre. El relato empieza por una referencia a esos dirigentes de todos los tiempos, que debían ser pastores, pero que en ved de cuidar de las ovejas, se pastorean a sí mismos y utilizan las ovejas en beneficio propio.

Las ovejas atienden a su voz porque la conocen. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer lo que nos pide, pero sobre todo obedecerle. Las llama por su nombre, porque cada una tiene nombre propio. Las que escuchan su voz, salen de la institución opresora y quedan en libertad. Jesús no viene a sustituir una institución por otra. No las saca de un corral para meterlas en otro. No son los miembros de la comunidad los que deben estar al servicio de la institución. Es la institución y la autoridad la que debe estar al servicio de cada uno.

En un mismo aprisco había ovejas de muchos dueños, por eso dice que saca todas las suyas. Porque son suyas, conocen su voz y le siguen. El texto quiere dejar bien claro que las ovejas no podían salir por sí mismas del estado de opresión, porque para ellas no había alternativa. Es Jesús el que les ofrece libertad y capacidad para decidir por sí mismas. Los dirigentes judíos son “extraños”, que no buscan la vida de las ovejas. Ellos las llevan a la muerte. Jesús les da vida. La diferencia no puede ser más radical.

Él camina delante y las ovejas le siguen. Esto tiene más miga de lo que parece. Jesús recorrió de punta a cabo una trayectoria humana. Esa experiencia nos sirve a nosotros de guía para recorrer el mismo camino. Para nosotros, esto es difícil de aceptar, porque tenemos una idea de Jesús-Dios que pasó por la vida humana de manera ficticia y con el comodín de la divinidad en la chistera. Ese Jesús no tendría ni idea de lo que significa ser hombre, y por lo tanto no puede servirnos de modelo a seguir.

Yo soy la puerta. No se refiere al elemento que gira para cerrar o abrir, sino al hueco por donde se accede a un recinto. El pastor que las cuidaba era la única puerta. Por eso dice que es la puerta de las ovejas, no del redil. Todos los que han venido antes, son ladrones y bandidos, no han dado libertad/vida a las ovejas. Son tres los productos interesantes de las ovejas: leche, lana y carne. Los pastores buscan ese interés. A ninguno le interesan las ovejas”. A las ovejas tampoco pueden interesarles esos pastores.

Entrar por la puerta que es Jesús, es lo mismo que “acercarse a él”, “darle nuestra adhesión”; esto lleva consigo asemejarse a él, es decir, ir como él a la búsqueda del bien del hombre. Él da la vida definitiva, y el que posee esa Vida, quedará a salvo de la explotación. Él es la alternativa al orden injusto. En Jesús, el hombre puede alcanzar la verdadera salvación. “Podrá entrar y salir”, es decir, tendrá libertad de movimiento. “Encontrará pastos”, dice lo mismo que “no pasará hambre, no pasará sed”. Así se identifica el pasto con el pan de vida que es él mismo.  La Ley sustituida por el amor.

Yo he venido para que tengan Vida y les rebose. El ladrón (dirigentes), no sólo roba, despoja a la gente del pueblo de lo que es suyo, sino que sacrifica a las ovejas, es decir, les quita la vida. La misión de Jesús es exactamente la contraria: les da Vida y las restituye en su verdadero ser. Los jerarcas les arruinan la vida biológica. Jesús les da la verdadera Vida y con ella la biológica cobra pleno sentido. Jesús no busca su provecho ni el de Dios. Su único interés está en que cada oveja alcance su propia plenitud.

Es muy importante el versículo siguiente, que no hemos leído, para entender el significado del párrafo. “El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas”. El griego dice: “el modelo de pastor” (ho poimên ho kalos). La expresión denota excelencia (el vino en 2,10). Sería el pastor por excelencia. “kalos” significa: bello, ideal, modelo de perfección, único en su género. No se trata solo de resaltar el carácter de bondad y de dulzura. En griego hay una palabra (agathos), que significa “bueno”; pero no es la que aquí se emplea. Jesús es para aquella comunidad y para nosotros hoy, el único pastor.

Se entrega él mismo” (tên psykhên autou tithesin”) = entrega su vida. En griego hay tres palabras para designar vida: zoê, bios y psukhê; pero no significan lo mismo. El evangelio dice psykhên = vida psicológica, no biológica. Se trata de poner a disposición de los demás todo lo que uno es como ser humano, mientras vive, no muriendo por ellos. La característica del pastor-modelo es que pone su vida al servicio de las ovejas para que vivan, sin limitación alguna. Al hacer esto, pone en evidencia la clase de Vida que posee y manifiesta la posibilidad de que todos los que le siguen tengan acceso a esa misma Vida.

Meditación

Tener Vida es el objetivo de Jesús y debe ser también el mío.
Ningún otro objetivo puede ser suficiente para mí.
La VIDA ya está en mí, pero tengo que alimentarla y vivirla.
Se trata de la misma Vida de Dios. “Yo vivo por el Padre”.
……………………

Si no despliego esa Vida, mi humanidad quedará frustrada;
mis posibilidades de SER humano quedarán disminuidas;
mi conocimiento, reducido a simple ciencia;
mi felicidad, incompleta, porque será simple hedonismo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Rebelde con causa.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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008230a757cb941739d6c8ef92ca22caDavid y Goliat, por Jules-Elie Delaunay

Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura (Ionescu)

7 de mayo. IV domingo de Pascua

Jn 10, 1-10

Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir y encontrar pastos

La Biblia -y en particular el NT- invitan constantemente a los hijos de Dios a la dignidad y libertad de conciencia. Las palabras de Jesús en Juan son pasaporte legal para entrar y salir de su redil sin cortapisas; para buscar los pastos que más apetecen y convienen. En Hechos 2, 37 se dice: “Lo que oyeron les llegó al corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles ¿qué debemos hacer hermanos?” Pero la idea de Jesús parece ser más bien ésta: es cada uno de nosotros quien debe dar respuesta a cuanto el Evangelio nos pregunta y nos conmueve. Pablo nos dice (Rom 2, 21) que la humanidad tiene que emanciparse de la esclavitud de la corrupción “para obtener la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Pero sobre todo para, como dice el último versículo del evangelio de hoy, para que sus ovejas “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

Al contrario del Rebelde sin causa, del director estadounidense Nicholas Ray 1955, Jesús sí tuvo motivos para rebelarse y está más próximo a los protagonistas de otra película de rebeldes –The Outsiders, dirigida por Francis Ford Coppola 1983- en la que los protagonistas buscan un espacio en una sociedad en la que no se ven reflejados, e incluso luchan por transformarla. Lucha sin estridencias, sin ruidos de sables, como lo describe Mozart en duelo en que muere el Condestable; sin gigantes que derrotar, pues con frecuencia son tan sólo molinos de viento, señor Don Quijote de la Mancha. Y esto hay que distinguirlo claramente.

Como hay que distinguir también la rebeldía frente a la sociedad y la frente a sí mismo. Con frecuencia nos gustan más los combates contra molinos externos que contra los internos: son más vistosos y halagan más el ego. Lo habitual es pensar que quienes tienen que cambiar son los otros. Y esto tiene que ver con el término griego metanoia, que significa “cambio de mente”. Su sentido pleno va más lejos, implica tomar una decisión de girar, afrontar una nueva dirección, dar vuelta hacia la luz. Cosa que nos cuesta aceptar y afrontar. Un gesto escénico, el de mirar dentro de nuestro teatro interior, que no nos gusta porque al hacerlo se suele apoderar de nosotros un cierto miedo escénico.

“La rebeldía a los ojos de todo aquel que haya leído algo de historia, es la virtud original del hombre”, escribió Oscar Wilde. Jesús la poseía en grado óptimo porque la había leído casi toda. Particularmente la del AT. Por eso puso tanto empeño en practicarla en el Nuevo. Con cierta santa ira a veces (Mc 11, 15); en ocasiones con inusitada templanza (Lc 2, 49); en otros momentos, enormemente sabio (Mt 5, 7).

Revolucionario es el que lucha o se esfuerza por cambiar esquemas y estructuras que no cumplen con sus funciones correctas. Y en este sentido podemos afirmar que Jesús fue un líder revolucionario, aunque pacífico. Ofrecía un mundo mejor y una nueva forma de practicar la vida moral-religiosa y de amar al prójimo. Se enfrentó a los jerarcas religiosos de su tiempo y les criticó llamándoles hipócritas, raza de víboras y sepulcros blanqueados (Mt 23, 13-33).

Sin duda alguna, su doctrina preocupaba muy seriamente a las máximas autoridades judías. Fue particularmente un predicador de paz, amor, y solidaridad humana. Sus enseñanzas revolucionaron y cambiaron moral, espiritual y humanamente una gran parte del mundo. Por eso le prendieron y mataron, como ha ocurrido con tantos otros en la historia.

Khalil Gibran dijo que “Jesús no vivió como un cobarde ni murió quejándose de su suerte, pero vivió como un revolucionario y fue crucificado como un rebelde. Vino a soplar en nosotros un alma nueva y fuerte, que hace de cada corazón un templo, de cada alma un altar y de cada ser humano un sacerdote”.

Musicalmente, Jackson Browne (Heidelberg 1948) le cantó en su famoso villancico The Rebeld Jesus, y dice en la letra: “Le llamaremos Príncipe de la Paz. / Rezamos cuando truenan fariseos / ebrios de poder, de opulencia y de soberbia. / Habéis hecho del templo de piedad y fe / una cueva de ladrones”.

El dramaturgo Eugène Ionesco ha dicho que “Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura”. Jesús lo pensó, y tuvo el sensato delirio de decirlo.

DAVID Y GOLIAT

(Siempre es Historia)

El circo de mi vida, cerrado estuvo un tiempo.
Eran los años del panem et circenses,
más tarde trasladado al Vaticanus Mons
y de él al mundo entero.

Siguió el Circo cerrado. Y dentro,
-degollando el cristiano que yo era-
Goliat con dogmática espada y legal solideo.
“La sombra del ciprés es alargada”,me dije con Delibes.

Armado de valor, eché mano a la honda.
Del morral de mi mente
saqué con rabia el guijarro certero
que le impactó en la frente.

Mi Colosseum Flavian quedó abierto
y en Roma… un filisteo gigante
vive muerto.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

 Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Vida que rebosa.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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wp_20161203_11_15_15_proEl lugar donde vivo sólo me habla de vida, de vida nueva. Rebaños de ovejas rodeadas por sus crías que juegan y corren todo el día; vacas y terneras juntas… ahora maman, luego van probando la hierba poco a poco, al igual que los potros junto a las yeguas…

Qué decir de las campas salpicadas de multitudes de flores silvestres que, aunque sencillas y frágiles, colorean el paisaje haciéndolo idílico.

Los árboles son de especial mención porque a lo largo del año han pasado por todas las etapas de muerte de las hojas, del desnudo de sus ramas, el inicio de los primeros brotes y hasta hace pocas semanas del esplendor de sus flores, anunciando los frutos por doquier, cada cual con sus formas y colores.

Incluso las montañas altas y rocosas que parecen haber estado ahí siempre, sufren su lento cambio y un movimiento no perceptible pero real. Están tan vivas como nosotros.

Todo me habla del resurgir de la vida una vez más como cada año.

Y nosotros, ¿por qué no resurgimos con la nueva vida? ¿Cómo nos levantamos de nuestros “inviernos y nuestras muertes”?

Llamados también a vivir y vivir rebosando vida, ¿por qué nos arrastramos? La única manera de vivir plenamente es vivir conscientemente. ¡Qué regalo tan grande poder saborear el comienzo de cada nuevo día como una posibilidad de vivir en libertad!

La libertad que nos da el saber a quién seguimos y quién es nuestro pastor. Para recibirla y poseerla hacemos real nuestra adhesión a Él.

Por su parte se acerca, nos llama por nuestro nombre, y nos va sacando poco a poco. Cuando aprendemos a distinguir su voz ya conocemos a quien nos va delante y difícilmente erraremos el camino.

Un camino que no es lineal ni cíclico sino espiral. Supone primero de todo bajar las defensas, hacer silencio para que vaya desapareciendo el “yo” egoísta y prepotente que se cuela de la manera más sutil, incluso en la oración diaria, y dejar que la Palabra transforme mi vida: mi manera de pensar, mis sentimientos y mi forma de actuar.

No es un escuchar superficial; el evangelio tiene poco de novedad cuando se lee deprisa para sacar conclusiones moralizantes. Es dejar que su persona cale dentro como la lluvia fina, poco a poco hasta que me empape los huesos.

Escuchar a Jesús y también a la comunidad cristiana con la que vamos discerniendo la liberación propia y la de los demás. Liberación al estilo del evangelio basada en el amor que lo da todo, hasta la propia vida.

Nos tocan tiempos duros, ¿y cuáles no lo han sido? Ante tanto dolor e injusticia, ante tanto atentar contra la dignidad de todo, contra la vida, no me puedo esconder con el pretexto de que ¿qué puedo hacer yo?

Nadie, solo nuestra propia conciencia, puede dar una respuesta satisfactoria. Tú tienes vida que rebosa.

Un año más ante el resurgir de la vida se me presenta el reto: ¿quieres vivir de verdad, plenamente?

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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Emaús: la experiencia de una toma de distancia.

Domingo, 30 de abril de 2017
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¿Y si el texto (Lc 13, 35) quería presentar justamente este alejamiento de Jerusalén, esta toma de distancia con relación a la Iglesia naciente (representada por los Once) y con relación a la muerte-resurección de Jesús como necesario para el progreso de la fe de estos dos discípulos? ¡En efecto, los discípulos son presentados como dando la espalda a Jerusalén, y a la fe de los Once (eh sí! Ya habían oído hablar del testimonio de las mujeres, pero sin poder compartir su fe). Observamos en seguida que este alejamiento no es que sea pasivo. El texto afirma que se interrogan por el camino. Procuran comprender. ¡ Podemos ver allí una toma de distancia, una reflexión, un tiempo de duda y de interrogación que es presentado por el texto como necesario para ellos!

¿Cuántos de nosotros no han vivido la misma experiencia? ¿Los discípulos de Emaús serían un ejemplo que hay que seguir, por lo menos para algunos de nosotros? Toda una enseñanza que hay que retener para los y las que temen tanto a los “distantes” y los “descolgamientos” …

*

Claude Bouchard, Extractos, Leer el texto completo

Leer también : Lo importante está más allá

Lo que afirma  Michèle Jeunet en TC

*

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Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo:

“¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replico:

“¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?”

Él les pregunto:

“¿Qué?”

Ellos le contestaron:

“Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo:

“¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?”

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

-“Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.”

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:

“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

“Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.”

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

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Lucas 24,13-35

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“Jesucristo Verdaderamente Vive”

Domingo, 16 de abril de 2017
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Cristo, resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza.
Su resurrección no es algo del pasado;
Entraña una fuerza de vida
que ha penetrado el mundo.

Donde parece que todo ha muerto,
por todas partes vuelven a aparecer
Brotes de la resurrección.
Es una fuerza imparable.

Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera:
Vemos injusticias, maldades, indiferencias
y crueldades que no ceden.

Pero también es cierto
que en medio de la oscuridad
siempre comienza a brotar algo nuevo,
que tarde o temprano produce un fruto.

En un campo arrasado
Vuelve a aparecer la vida,
tozuda e invencible.
Habrá muchas cosas negras,
Pero el bien siempre tiende
A volver a brotar y difundirse.

Cada día en el mundo renace la belleza,
Que resucita transformada
A través de los tormentos de la historia…
esta es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador
es un instrumento de este dinamismo.

*

Papa Francisco

 Exhortación Apostólica  “La alegría del Evangelio” n.276.

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

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¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

¡Feliz Pascua!

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El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

*

Juan 20, 1-9

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Con tu pan y copa en mis manos

Jueves, 13 de abril de 2017
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Con tu pan y copa en mis manos

quiero recorrer los caminos y sendas

menos frecuentados de nuestra tierra.

Con tu pan y copa en mis manos

me siento invitado a ser buena noticia

entre mis hermanos y ciudadanos.

Con tu pan y copa en mis manos

comparto lo que tengo y soy

con alegría y sin pedir nada a cambio.

Con tu pan y copa en mis manos

salgo del cenáculo en el que estamos

a proclamar tu entrega y la Pascua que llega.

Con tu pan y copa en mis manos

quiero seguir horneando la vida entera

y compartirla antes que anochezca.

Con tu pan y copa en mis manos

levanto mesas para que nadie quede fuera

del banquete y fiesta que esperamos.

Con tu pan y copa en mis manos

quiero acercarme a los hambrientos de siempre

y saciar un poco sus necesidades más urgentes.

Con tu pan y copa en mis manos

no me importa el escándalo de compartir

y hacerme pobre siguiendo tus pasos.

Con tu pan y copa en mis manos

lavo y abrazo cuerpos desechos por nuestra avaricia

para ungirlos con tu perfume de resurrección y vida.

Con tu pan y copa en mis manos

las fronteras se vuelven tienda de encuentro

y el grito de los excluidos tu evangelio más claro.

Con tu pan y copa en mis manos

buscamos cenáculos a quienes andan perdidos

y revivimos tu vida y mensaje casi olvidados.

Con tu pan y copa en mis manos

anunciamos y denunciamos lo que hemos visto y oído

y nos sentimos dichosos de ser discípulos y hermanos.

Con tu pan y copa en mis manos

sentimos la presencia de tu reino que viene

como primicia gratuita y tarea urgente.

Con tu pan y copa en mis manos

no queremos perderte de vista aunque te vayas

y anhelamos comulgarte en todo hermano.

*

Florentino Ulibarri

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Patxi Loidi: La Cuaresma Hoy.

Miércoles, 5 de abril de 2017
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cuarema_020216Es frecuente escuchar que estamos en horas bajas para la religión. No lo voy a negar. Pero me parece que refugiarse en esa realidad no nos estimula. Ha habido una forma de ser cristiana, que está quedando atrás. Los cambios de nuestras sociedades los arrumban.

Un recuerdo que guardo del pasado reciente es que en el sábado santo –que no era sábado de gloria– había siempre estrenos teatrales de categoría. ¿Qué ocurría? Que en cuaresma no había teatro o apenas había. Los directores y actores se volcaban para el sábado santo. Es un ejemplo de todo un conjunto diferente, porque también desaparecían o disminuían los cantantes y los demás espectáculos. Y no había el pluralismo cultural y religioso que tenemos ahora. Hay gente cristiana no católica que no va a sumarse a nuestra cuaresma.

Estamos en esta situación. Pluralismo cultural y religioso. Apertura de tiendas a todas las horas del día y de la noche. Tenemos toda clase de espectáculos todos los días, a todas horas. Nuestras sociedades, a pesar de su enorme desigualdad, siguen cargadas de todo lo imaginable en cualquier época del año. Y tenemos internet, WhatsApp, con sus inmensas posibilidades, incuso de entontecer a las personas y vaciar la interioridad. El ambiente cuaresmal, que la gente mayor hemos vivido, no va a volver. En la sociedad no se va a notar que estemos en cuaresma, absolutamente nada, aunque saquemos el Santísimo por las calles y hagamos públicamente otros muchos signos. Asumamos que la fuerza social de la Iglesia es menor que en la época anterior y seguirá disminuyendo. ¿Qué hacer en estas circunstancias? No vamos a señalar cosas específicas; el problema es mucho más profundo. Daré algunas pequeñas pinceladas.

No volvamos al pasado ni a nada que se le parezca. Hay gente empeñada en volver al pasado, quizás confundida por ciertas predicaciones, ciertos seudo-pastores y ciertos signos emocionales.

Evitemos también la espiritualidad acumulativa. No crecemos por acumulación, ni física ni espiritualmente, sino por buena digestión y asimilación. Inevitablemente habrá un aumento de actos durante la cuaresma. Pero que sea un aumento sobrio. No abusemos de ellos. Lo que logramos por esa vía es cargar a la gente que trabaja y tiene hijos pequeños, y entretener a quienes no tienen mucho que hacer. O sea, dar gusto interior.

El punto más importante es fortalecer la interioridadfortalecer el núcleo de las personas. Cuando el ambiente nos es adverso, la solución no está en competir con él, sino en acrecentar el amor a Jesús, un amor apasionado. Acrecentar las devociones no es precisamente fortalecer el núcleo. Probablemente lleva a dispersarlo. Es posible que, inicialmente, las devociones nos aumenten la clientela; pero la gente necesitará pronto otra novedad.

Enseñemos a nuestra gente a orar, pero una oración centrada en Jesús. Nuestra gente ora poco; no sabe qué hacer en la oración. Oran en grupo y con canciones, con escasos tiempos para penetrar en sí mismas. Cantar, aplaudir, moverse, son tan superficiales, que lo que logran es dar algunas emociones fáciles. Enseñemos a la gente a orar a solas con regularidad y constancia, aunque sea costoso. Enseñemos a orar con menos palabras. Comentemos el texto de Mateo 6,6. Lo tenemos a mano, sin necesidad de acudir a novedades. ‘Cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre en lo secreto. (…) Y no hables mucho en la oración. Tu Padre sabe de antemano lo que vosotros necesitáis’.

La oración personal, hecha con regularidad y constancia fortifica el núcleo de la persona y lo transforma. Desde ahí se expande la transformación al resto de la persona. Muchos rezos, sí los hay, en ciertos ambientes; mucha espiritualidad acumulativa. Oración penetrante y creciente, escasa. Y nos cuesta mucho dar este tipo de educación religiosa.

Comprendo que habría que añadir más cosas. Habrá ocasiones para volver sobre este tema.

Patxi Loidi

Periodista Digital

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“Prisas”, por Dolores Aleixandre

Lunes, 27 de marzo de 2017
Comentarios desactivados en “Prisas”, por Dolores Aleixandre

33094355531_f786f1b309_zDe su blog Un grano de mostaza:

De un tiempo a esta parte las prisas se precipitan en caída libre por el abismo del desprestigio. Se las critica sin piedad y todo son encomios para el ritmo slow: la gimnasia sueca de toda la vida desaparece ante los movimientos lentos del chi-kung; triunfa quien resiste más tiempo en atención plena mientras saborea una pasa y en el kinhin, paseo meditativo del zen, se emplean quince minutos en recorrer diez metros.

El Papa Francisco apoya la tendencia: “A la continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación». (…) La velocidad que las acciones humanas imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica” (Laudato Si’, 18).

Influenciada por estos argumentos, aplico la sospecha a la Biblia y descubro a algunos de sus personajes claramente afectados por la rapidación: Abraham, por ej., queriendo agasajar a sus huéspedes, corrió a ordenar a Sara “¡Deprisa! Amasa tres medidas de flor de harina…!” (Gen 18,6). Es evidente que ese tono desabrido, impropio del patriarca y más parecido al de Donald dirigiéndose a Hilaria, pobrecilla, solo podía nacer de las prisas. También el administrador de la parábola, gürtélico a tope, azuzaba así a un deudor de su amo: “¡En seguida! Siéntate y escribe 50 (Lc 16,6).

Hasta aquí bien. El problema surge cuando aparece María caminando a toda prisa a casa de su prima Isabel; o los pastores en la noche de Belén y las mujeres en la mañana de Pascua, corriendo sin aliento en busca del Niño o del Resucitado. O Jesús mismo pidiéndole a Zaqueo: “¡Baja deprisa!” Para estos casos sería conveniente crear, a título excepcional, el apartado Rapidación Mesiánica”: así sus protagonistas podrían acogerse a esta especie de “quinta enmienda” y seguir con su apasionamiento apresurado exentos de reproches, y hasta resultando modelos ejemplares de diligencia y presteza.

Quizá algún canonista pueda matizar y mejorar la propuesta.

Espiritualidad ,

Religión y Espiritualidad

Jueves, 23 de marzo de 2017
Comentarios desactivados en Religión y Espiritualidad

Hermoso texto de Pierre Teilhard de Chardin (nacido en Orcines, 1 de mayo, 1881 – Murió en Nueva York 10 de abril de1955),  sacerdote jesuita, teólogo, filósofo y paleontólogo francés que intentó construir una visión integrada de la ciencia y la teología. Gracias hermano Abdías por el regalo…:

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“La religión no es sólo una, hay cientos.
La Espiritualidad es una.
La religión es para los que duermen.
La Espiritualidad es para los que están despiertos.
La religión es para aquellos que necesitan que alguien les diga qué hacer y quieren ser guiados.
La Espiritualidad es para aquellos que prestan atención a su voz interior.
La religión tiene un conjunto de reglas dogmáticas.
La Espiritualidad invita a razonar sobre todo, a cuestionar todo.
La religión amenaza y asusta.
La Espiritualidad da Paz interior.
La religión habla de pecado y culpa.
La Espiritualidad dice, “aprender del error” ..
La religión reprime todo, y en algunos casos es falsa.
La Espiritualidad trasciende todo, te muestra la diferencia entre la realidad y la Verdad!
La religión no es Dios.
La Espiritualidad es todo y, por tanto, es Dios.
La religión inventa.
La Espiritualidad encuentra.
La religión no pide ninguna pregunta.
La Espiritualidad cuestiona todo.
La religión es humana, es una organización con reglas.
La Espiritualidad es Divina, sin reglas.
La religión es la causa de las divisiones.
La Espiritualidad es la causa de la Unión.
La religión te busca para que creas.
La Espiritualidad necesita que investigues que busques.
La religión sigue los preceptos de un libro sagrado.
La Espiritualidad busca lo sagrado en todos los libros.
La religión se alimenta del miedo.
La Espiritualidad verifica y se alimenta de la confianza y la fe.
La religión está viviendo en el pensamiento.
La Espiritualidad es vivir en la conciencia ..
La religión se ocupa de hacer.
La Espiritualidad tiene que ver con el ser.
La religión se alimenta el ego.
La Espiritualidad nos permite trascender.
La religión nos hace renunciar al mundo.
La Espiritualidad nos permite vivir en Dios, no se da a él.
La religión es el culto.
La Espiritualidad es la meditación.
La religión nos hace soñar la gloria y el paraíso en el futuro.
La Espiritualidad nos permite vivir la gloria y el paraíso aquí y ahora.
La religión vive en el pasado y en el futuro.
La Espiritualidad vive en el presente.
La religión en-claustra nuestra memoria.
La Espiritualidad libera nuestra conciencia.
La religión cree en la vida eterna.
La Espiritualidad nos hace conscientes de la vida eterna.
La religión promete después de la muerte.
La Espiritualidad es encontrar a Dios en nuestro interior durante toda la vida.

No somos seres humanos que pasan por una experiencia espiritual …
Somos seres espirituales que pasan por una experiencia humana … “”

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Pierre Teilhard de Chardin

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