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25 Diciembre- Solemnidad de la Natividad del Señor

Martes, 25 de diciembre de 2018
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“… y habitó entre nosotros”

(Jn 1, 1-18)

Te voy a contar una situación real. Una chica cristiana, no practicante, bastante indiferente ante la iglesia, empezó a trabajar en un centro de educación religioso. A comienzos de diciembre la directora le estuvo enseñando el belén, que ella misma había estado colocando durante el fin de semana con algunos familiares. Un belén muy grande, puesto con mucho cariño y gusto, a sabiendas de que lo iban a admirar los alumnos, los trabajadores del centro, las familias de los alumnos… Tenía un sinfín de detalles, hasta un huerto con calabazas. Esta chica, a pesar de su fe adormilada, estaba enamorada de las fiestas navideñas. Las comidas familiares, cenas con amigos, las luces de las calles, los adornos, villancicos, la cabalgata de los reyes magos, hasta del cortylandia; de todo ese ambientillo que se crea y respira estos días.

Ahí estaba ella, entusiasmada con el belén que tenía delante, cuando se dio cuenta de que faltaba el Niño. Dudó entre decírselo o no a la directora ya que pensaba que se le había olvidado. Al final le preguntó: “¿y el niño?”. La religiosa no disimuló su sorpresa ante la pregunta y tras unos momentos de silencio contestó: “Es que todavía no ha nacido Jesús, lo pondré el día 24 por la tarde”. Más sorprendida se quedó la chica por esa ocurrencia de esperar hasta el día de Nochebuena para poner al Niño en su pesebre, hasta entonces vacío.

Ya ha llegado el día, es Navidad. Y esto de caer en la cuenta de cuándo ponemos al Niño en el belén, puede ser un buen termómetro que nos indique desde dónde celebramos la Navidad: desde el dejarnos llevar por lo externo o desde la fe. Porque, ¿qué celebramos en realidad?, ¿el nacimiento de Jesús, sin más, o que esa Palabra que ya existía en el principio se hizo uno de los nuestros? Sí, uno de los nuestros, un ser humano con su proceso, como tú y yo; desde su nacimiento, hasta la muerte, y, mientras, habitando entre nosotros. Esa Palabra, que es Dios mismo, hoy vuelve a nacer con el deseo de vivir la realidad del mundo, la nuestra.

Oración

Bendita seas, Trinidad Santa.

La que eras en el principio, la que eres hoy y la que serás por todos los siglos. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Si yo te digo, ven… ¿Tú qué dices?

Miércoles, 19 de diciembre de 2018
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2644599418_36d1bbecaa_bYolanda Chaves; Mari Paz López Santos; Patricia Paz.
Los Ángeles; Madrid; Buenos Aires.

ECLESALIA, 17/12/18.- El Adviento es un tiempo inspirador. Quizás porque es un tiempo de espera. Igual que el embarazo, un tiempo de interioridad, donde algo va creciendo en lo oscuro y protegido del vientre materno. Adviento nos llama a mirarnos por dentro. A descubrir aquello que ya no nos sirve, para dejarlo ir. Y también a descubrir la vida que late buscando salir a la luz. Allí pueden esconderse los brotes verdes de lo que todavía no se manifestó. Es un tiempo para animarnos a lo que María se animó, a que la Ruah transforme radicalmente nuestras vidas. Escucharla, decirle “que se haga en mí”. Saber que “no hay nada imposible para Dios”, que lo único que hace falta es disponer mi tierra para que reciba a la “lluvia y la nieve que descienden del cielo y no vuelven a él sin haberla empapado, sin haberla fecundado y hecho germinar”.

Como los ciclos de la naturaleza se dan paso unos a otros para que la tierra descanse, trabaje y de su fruto, así también para nosotros, perdidos tantas veces en la vorágine de todos los días que no diferencia el día a día, nos viene muy bien diferenciar los tiempos. Y Adviento es un instante en el año para serenar preparándose en una espera a lo que vendrá.

Hemos olvidando el ritmo celebrativo de la vida, ancestral, y habría que recuperarlo más allá de compras y rebajas, y fiestas importadas basadas en el consumo.

El Adviento es tiempo de parar, pararse por dentro; tiempo de silenciar, silenciarse por dentro; escuchar atentamente el susurro interior que despierte de la dormidera superficial y nos ponga en camino. ¿Hacia dónde? ¿Hacia qué? ¿Con quién?

Las preguntas surgen porque se intuye un silencio diferente, este no es el impotente silencio devocional resignado que cierra los ojos calladamente y anhela un mundo mejor.

Este es un activo silencio creador que camina, un vientre fértil que incuba amor activo, respeto activo y concordia activa… camina para parirlos en las fronteras del mundo e iluminar desde allí a las casas blancas que albergan a las negras identidades de la discordia y sus improperios que parten el corazón y desangran la esperanza.

Este silencio cobija la vida germinando que brotará inesperadamente donde hay pocas esperanzas de vida; en las fronteras que detienen la esperanza de futuro en miles de rostros infantiles, sucios y hambrientos que nos miran callados…

Si miramos el mundo, lo que vemos no es bueno. ¡Vaya novedad! ¿Acaso era bueno en la Galilea del siglo I? Esos rostros callados que nos miran, ¿no se parecerán a los rostros de María y José pidiendo albergue? Ese parto en un pesebre, casi a la intemperie, en una noche fría de invierno, ¿no se parece a tantas situaciones de abandono que hoy vemos por doquier?

En los días previos al Adviento, los textos del Apocalipsis, ese libro tan surrealista inspirado que nos adentra en desastres y cataclismos, nos previene con palabras, tan incomprensibles como creativas, de lo que será el Final… ¡Y ese final es hoy y siempre! Porque la humanidad sigue inmersa en un punto caótico del que no evoluciona. Pero no desmayemos, ese caos tiene una semilla interior de Esperanza anhelante, suplicante, emocionante y, lo más importante, invencible. Una esperanza que es la que nos pone a gritar… ¡Ven, Señor, Jesús… que ya viniste, que sigues viniendo, que vendrás!

Vendrás porque eres Amor y el Amor nunca deja de crear y de cuidar lo creado aun por encima del caos y de los aparentes desórdenes y vacíos… ¿Qué existe fuera de ti? estas incluso en el caos, el desorden y el vacío están impregnados de ti desde el principio. ¿Qué no hemos visto de ti? ¿Qué no hemos comprendido? ¿Estas siempre con nosotros y luego te alejas para desear que vengas de nuevo? ¿Es eso el Adviento?

Sí, eso debe ser el Adviento. Pararse, mirar hacia atrás el camino recorrido descubriendo que perdimos la brújula, olvidamos el motivo que nos puso en marcha y no reconocemos al Compañero con el que iniciamos la ruta. ¿Andamos perdidos? Sí, eso también, pero sobre todo distraídos, divididos, agobiados, con el miedo en el cuerpo y el alma congelada. ¿Y ahora qué hacer? Mirar hacia delante, ya. Soltar la mochila llena de pedruscos que no sirven para nada. ¿Y?

Preparar el pesebre en nuestro corazón, como la madre que está por parir prepara todo para recibir la Vida, en la seguridad de que como a tus discípulos, hoy nos sigues mirando a los ojos, nos llamas por nuestro nombre y nos dices: “Sígueme”.

Curioso… nosotros clamamos en este tiempo de Adviento: ¡Ven, Jesús! Y Tú no te cansaste de repetir: ¡Sígueme… seguidme… juntos, de la mano, como hermanos!

Hoy te seguimos diciendo: ¡Ven pronto, Jesús! Aunque sabemos que estás aquí.

¿Qué nos pasa? Quizás no queremos escuchar desde el corazón lo que siempre nos dices: ¡Sígueme!

Sigamos ahondando en la espera del Adviento hasta el umbral de la Navidad, que no nos atosiguen los ruidos, las comidas, los proyectos de fiesta, los miedos de reuniones celebrativas impuestas o expuestas a que falte la verdadera alegría y la concordia. Adentrémonos en el verdadero sentido de la Navidad… y despeguémonos de lo que sobra.

El Adviento 2018 ha cruzando el ecuador, encendimos la tercera vela, cantamos “¡Maranatha… ven, Señor Jesús!”, pero el feliz resultado final será si tú nos dices con amorosa contundencia: “¡Sígueme!”… y allá que vamos.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Espiritualidad: Acción, Amor, Conocimiento

Viernes, 23 de noviembre de 2018
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Comenzaremos por definir pragmática e incluso fenomenológicamente la espiritualidad como una manera determinada de enfrentarse a la condición humana. Expresando esta idea en términos más religiosos, podríamos decir que consiste en la actitud básica del hombre con respecto a su fin último… Una de las características que diferencia una espiritualidad de una religión establecida es que la primera tiene una mayor flexibilidad, pues se mantiene al margen de toda la serie de ritos, estructuras, etc., que son indispensables a toda religión. De hecho, una religión puede incluir diversas espiritualidades, pues la espiritualidad no está directamente ligada a ningún dogma o institución. Es más bien una actitud mental que puede adscribirse a religiones diferentes.

Podemos diferenciar tres formas de espiritualidad: de acción, de amor y de conocimiento, o, expresado en otros términos, espiritualidades centradas en la iconolatría, el personalismo y el misticismo.

1. Alguien puede intentar que su condición humana se desarrolle y perfeccione adoptando como modelo una imagen, un ídolo, un icono, que está al mismo tiempo fuera (atrayendo), dentro (inspirando) y arriba (dirigiendo). Es esto lo que da a la vida humana, a su carácter moral, pensamiento y aspiraciones, una orientación propia y un estímulo para la acción.

2. También se podría tratar de establecer otra clase de relación en lo que podemos denominar lo Absoluto, por llamarlo de algún modo.  Puede considerárselo como el misterio oculto en lo más profundo del alma humana, misterio que sólo puede descubrirse y hacerse efectivo por el amor, por una íntima relación personal, por el diálogo. En este caso, Dios no sólo es, por decirlo así, el polo esencial que orienta la personalidad humana, sino también su elemento constitutivo, pues no se puede vivir o ser sin amor y no se puede amar sin esta  dimensión de verticalidad que únicamente se realiza en el descubrimiento de la persona divina.

3. La tercera forma de espiritualidad subraya los derechos del pensamiento y las exigencias de la razón, o más bien, del intelecto o intuición; rechaza un Dios más o menos construido a la medida y necesidades del hombre y pretende penetrar en el análisis último del ser para encontrar allí una visión que dé al hombre la posibilidad de vivir en la plena aceptación de su propia humanidad”.

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Raimon Panikkar

La Trinidad.
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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , ,

Reformular a la iglesia: un camino urgente y necesario

Viernes, 23 de noviembre de 2018
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jeans-patch-13202589“Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!” (Mc 2, 21-22).

“¡A vino nuevo, odres nuevos!” (Mc 2, 22)

Stefano Cartabia, Oblato,
Uruguay

ECLESALIA, 08/06/18.- Es este el icono evangélico que, a mi manera de ver, mejor muestra la situación actual de la iglesia y del cristianismo. Por todos lados se pide renovación y desde muchos lugares surgen experiencias renovadoras o intentos de renovación. Es la frescura de la espiritualidad que se abre camino entre los senderos casi desiertos de una religión en agonía: ¡Es el vino nuevo que se hace presente para regalarnos el amor y celebrar la vida! Pero insistimos en poner este vino nuevo en odres viejos. Ese es el drama de la iglesia: aferrada a los odres de la doctrina y sus obsoletas estructuras no sabe aprovechar ni disfrutar del vino nuevo. A menudo no sabe que hacer con este vino nuevo y se desperdicia.

Necesitamos odres nuevos para este vino espumante y gracioso, un vino lleno de vida y de burbujas, un vino de buen cuerpo y robusto. Un vino con tanta fuerza que va rompiendo sin piedad los odres desgastados y rajados. Es el vino nuevo que pide reformular al cristianismo y a la iglesia.

Reformular a la iglesia”: propuesta un tanto atrevida y arriesgada. Fiel a mi sentir y mi conciencia siento también que es un camino necesario, urgente e imprescindible. También porque, por un lado, ya se está dando. Se está dando naturalmente, a partir de la base, de la gente común, de los laicos. Y también por algunos que otros gestos del Papa Francisco. Pero, en general, la jerarquía parece “no saber” o hacer la vista gorda. Así, también, la teología “oficial” y el magisterio.

Acompaño a muchas personas y grupos que ya no se sienten reflejados en esta iglesia. Muchos se alejan paulatinamente buscando otras fuentes de agua viva y no cisternas agrietadas (Jer 2, 13). Otros resisten e intentan el cambio desde dentro.

En fin: algo se mueve y se está moviendo, que la jerarquía lo sepa o no, lo quiera o no. Quiero dar mi aporte en este sentido. ¿Por qué reformular? Me pareció el termino más correcto: respetuoso del pasado y audaz con el futuro. Hubiera podido usar “renovar”: pero hablar de renovación en muchos casos no tiene toda la profundidad necesaria. A menudo el “renovar” se esfuma y diluye como una simple mano de pintura sobre un revoque en ruina. Reformular es más contundente: mantiene la esencia y a la vez permite enterrar definitivamente algunos aspectos y dar cabida a otros.

Unas premisas que me parecen importantes:

  • Escribo desde el amor a la iglesia. La iglesia me dio vida y me ayudó a crecer y a madurar. En la historia de la iglesia y del cristianismo hay una riqueza infinita que también contribuyó a alimentar grandes valores humanos: arte, literatura, poesía, educación, espiritualidad, arquitectura… Estoy muy agradecido por todo eso. Eso mismo me empuja a ser transparente, directo, incisivo en mis apuntes y mi compartir. Mis “criticas” (en realidad no quieres ser tales) – a veces contundentes – están formuladas con la intención de construir y aportar para que la iglesia sea realmente signo e instrumento del Reino de Dios en el mundo de hoy y vehículo de autentica espiritualidad.
  • Uno de los ejes de mis criticas será la jerarquía y el nivel institucional de la iglesia. No tengo nada personal con ningún representante oficial de la jerarquía, más allá de no compartir a menudo posturas y modelos de iglesia; y a veces no puedo evitar esbozar una sonrisa frente a evidentes signos de búsqueda de poder y privilegios, incoherencias y apariencias. Nada personal con nadie, más allá de sentirme marginado y excluido no raras veces. Más aún: hacia la gran mayoría de sacerdotes y obispos que conozco tengo un profundo afecto y estima. Todas personas entregadas a sus ministerios, generosas, autenticas. El blanco de mis criticas es el “sistema” jerárquico e institucional. “Sistema” – dígase lo mismo por la sociedad civil – tanto más difícil de descifrar y desmantelar cuanto más invisible, oculto e impersonal es. “Sistema” difícil de quebrar cuanto más se ampara en una supuesta autoridad divina: nada más peligroso que el fanatismo religioso. La historia enseñó y enseña. Cada “sistema” está obviamente hecho y sostenido por personas concretas, pero va también más allá y se pierde en algo indefinido e intocable. Es la experiencia común cuando para un tramite civil te derivan de ventanilla en ventanilla sin que nadie pueda dar con un responsable y un rostro concreto. Experiencia común cuando en la iglesia te dicen “que siempre se hizo así” y nadie sabe fundamentar y dar respuestas coherentes.
  • Este compartir no deja de ser una reflexión abierta, sin ninguna pretensión ni intentos polémicos. Estoy feliz con mi silencio, feliz con mi gente amada y amante. Feliz con el Dios de la Vida que me sonríe en cada cosa. Sereno y en paz desde el Silencio que me habita. No busco aprobación ni aplausos. Simple y sencillamente comparto desde el Amor que es y que somos. Me gustaría que mi escrito fuera tomado así y que se pudiera leer sin prejuicios. Sin duda habrá varias cosas que a muchos les rechinarán: no hay problema. Solo invito a una simple operación, que vale por este escrito, como por todo: no tiren todo por uno o más puntos que no comparten. Sepan rescatar lo que si comparten. Tal vez empiecen por ahí, con actitud positiva y abierta. Anoten con humildad y sencillez los puntos que comparten y los que no.
  • Tal vez a algunos pueda surgir impetuosa la rebelde pregunta: ¿quién es este que se atreve a “reformular a la iglesia”? Pregunta lícita, tal vez. Respondo: nadie. Por eso me atrevo a hacerlo. Es la suprema libertad de la nada.

Mi propuesta para reformular a la iglesia pasa por siete caminos. Siete. Número no casual. Número de la plenitud que ya somos y a las cual estamos llamados.

  • Camino jurídico-institucional
  • Camino teológico-doctrinal
  • Camino interior-espiritual
  • Camino artístico-poético
  • Camino realista-antropológico
  • Camino ecuménico-dialógico
  • Camino pastoral-misionero

Camino jurídico-institucional

La iglesia institución es uno de los grandes obstáculos para el hombre moderno y, a menudo, también para el creyente. Las instituciones en general están en crisis y están mal vistas. Muchas veces con razón: toda institución con el pasar del tiempo pierde el espíritu originario que la suscitó y se enreda en una sinfín de incoherencias: “hacer carrera”, corrupción, fanatismo, exterioridad, legalismo. No es necesario poner ejemplos para la iglesia, me parece.

La institución iglesia va repensada y reformulada. Muchas veces se tiene la impresión que la iglesia sigue más el derecho canónico que el evangelio, se preocupa más de cumplir con sus reglas y normas que de atender al Espíritu, defender doctrinas que acompañar al ser humano en su búsqueda y dolor.

Con todo esto no se quiere negar que cierto nivel institucional y jurídico sea necesario, al contrario. Lo necesitamos por nuestra existencia concreta y frágil, marcada muchas veces por el egoísmo. Pero no podemos permitir que lo institucional sofoque al genuino Espíritu –hecho muy recurrente lamentablemente–.

Repensar lo jurídico-institucional en la iglesia significa reformular sus propios fundamentos a partir de la evolución de la humanidad y de los logros de estos siglos en el campo de los derechos humanos, la antropología, la psicología, la sociología, la espiritualidad.

La iglesia institución funciona casi como una monarquía. El Papa, amparado por el derecho, puede hacer prácticamente cualquier cosa. Así los obispos en sus diócesis. Todo organismo eclesial es simplemente “consultivo”. En un mundo que, después de tanto sufrir, logró en su mayoría el modelo democrático y participativo, una visión de iglesia monárquica o casi es inaceptable. Y esto, más allá de las fallas de los sistemas democráticos y su – sin duda – posible y necesaria mejoría.

Obviamente en la iglesia se habla de comunión. Hasta existe una propia eclesiología de comunión. Hay experiencias muy lindas y positivas en este sentido: pero casi siempre a partir de la base. Comunión sí, pero si decide la jerarquía y como decide: ¡Qué extraña comunión!

¿Dónde fundamenta la iglesia esta proceder muy poco evangélico?

En una lectura parcial, interesada y superficial de los evangelios y en un criterio tautológico, es decir, que se explica en sí mismo.

Simplificando, el razonamiento es el siguiente: la iglesia afirma que su autoridad le viene de la Palabra de Dios. ¿Y quién afirma lo que es Palabra de Dios y la interpreta? La iglesia.

Algo así no es transparente y no resiste a la critica de la razón y a la autonomía del ser humano que es uno de los grandes logros de la modernidad. No reconocer la autonomía del ser humano y de las leyes del universo supondría relegar a “Dios” en un cuarto aislado e inaccesible y quedarse en un oscurantismo, esclavos de creencias.

Hay aún más: muchas leyes eclesiásticas se fundamentan en interpretaciones de pasajes evangélicos. En dichas interpretaciones muchas veces no hay coherencia ni igual criterio.

Las doctrinas del Papado, del pecado original y de la indisolubilidad del matrimonio por ejemplo se fundamentan en muy pocos versículos e interpretados literalmente o casi.

Las preguntas se hacen solas: ¿Por qué algunos versículos se toman al pie de la letra o se interpretan rígidamente y otros no? ¿El criterio de interpretar el mensaje evangélico en su conjunto no vale para estos versículos? Parece que hay distintos criterios de interpretación, según convengan o menos al poder establecido o a la necesidad o menos de confirmar tesis teológicas y doctrinales. Un camino hacia una mayor coherencia y autenticidad es necesario.

La iglesia, si quiere ofrecer al mundo una palabra autentica, debe poder abrirse a un dialogo a 360 grados con sus críticos y con todo el mundo. Tiene que poder ofrecer argumentos validos anclados en la experiencia y en la razón, no en una supuesta autoridad recibida de Dios (fideísmo) y de la cual es imposible un comprobante.

Otros ejemplos pueden esclarecer: la elección del Papa y los obispos y el magisterio. La elección del Papa es sumamente anti-democrática y no tiene en cuenta la eclesialidad. El Papa elige los cardenales que, a su vez, elegirán al Papa sucesivo. No hay ninguna forma de participación del pueblo. Y ni que decir, que los cardenales son todos varones. Obviamente se fundamenta todo esto bíblicamente. Fundamento que no existe por supuesto y que se intenta crear estirando y manipulando los textos.

La elección de los obispos es sumamente autoritaria y falta total de transparencia. El rol de los nuncios es fundamental y muchas veces el Nuncio de turno no conoce fehacientemente la realidad. Las consultas son parciales y envueltas en un oscuro misterio. Los informes que llegan a Roma no se conocen y también están rodeados de misterio. Por no decir que también acá juegan simpatías, acuerdos, etcétera…

El pueblo cristiano, la enorme mayoría de los cristianos, prácticamente no tiene ninguna voz en la elección de sus pastores. Lo mismo se puede decir, tal vez matizando un poco, de los párrocos.

El magisterio está también envuelto en una sacralidad que no tiene. Con Francisco – sus palabras, gestos y pedidos de perdón– quedó claro, por ejemplo, que la doctrina de la infalibilidad papal no se puede sostener. La jerarquía exige obediencia al magisterio: no se puede pensar ni opinar distinto. Por lo menos “oficialmente”. Se crea así una brecha hipócrita terrible. Varios obispos y sacerdotes (y , mucho más, catequistas y laicos) no concuerdan con las posturas “oficiales” de la iglesia pero no se atreven a expresarlo y,  menos, a ponerlas arriba del tapete. Sería muchos más honesto, humanizador y evangélico que el magisterio pierda su carácter absoluto y dogmático para volverse abierto, dialogante y orientativo.

En la práctica concreta en definitiva, lo que se vive en la iglesia, es autoritarismo y no autoridad. La autoridad, bien lo sabemos, no se impone, sino que se reconoce. Y la jerarquía sigue exigiendo obediencia y fidelidad en detrimento de la libertad de conciencia. El evangelio es también testigo clarividente de todo eso, pero la jerarquía hace oídos sordos. A Jesús se le reconoce autoridad, él no la exige en ningún momento. La gente misma le reconoce a Jesús cierta autoridad por su coherencia de vida. El “principio autoridad” de la iglesia tiene que dejar lugar al “principio autenticidad”, como afirma el teólogo italiano Vito Mancuso.

La autenticidad de una vida es reconocida por la gente sin necesidad de imponer ningún tipo de autoridad. Todo esto conduce al respeto de la conciencia, cosa afirmada por el catecismo pero muy poco practicada por la jerarquía. “La conciencia es el nucleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (1795. El texto reenvía al documento conciliar Gaudium et Spes 16). Sigue –de manera menos violenta pero más oculta y perniciosa– cierta inquisición: la libertad de pensamiento que también la iglesia reconoce en sus documentos, en la práctica no es reconocida. Roma controla los obispos, los obispos se sienten controlados y controlan a los sacerdotes, los sacerdotes se sienten controlados y controlan a los laicos… ¡terrible circulo vicioso y tan poco evangélico!

¿Se puede ser cristiano así? Ya di mi respuesta, como podrán imaginar. Obviamente todo este planteamiento – supongo – no le gustará mucho a la jerarquía: su poder está amenazado. Y siempre buscarán respaldo en la tradición y en la subjetiva suposición de que su autoridad viene de Dios. Hasta que se escudan en este argumento todo sincero dialogo es imposible. También porque este “dios” del cual vendría su autoridad, ha muerto. O, tal vez, nunca ha existido. Todo esto está profundamente unido al segundo camino.

Camino teológico-doctrinal

Desde la teología surge la doctrina y desde la doctrina se exigen maneras de vivir, de entender la vida, de comportarse. Después de los primeros concilios ecuménicos la doctrina fue marcando el camino del cristianismo y la vida concreta de muchas personas.

La teología y la doctrina de la iglesia, después de los primeros siglos de frescura y mística, fueron empapando la vida del cristiano. La iglesia, unida al poder político, fue desarrollando la teología y la doctrina a partir del imperio y se fue estableciendo con las características propias de un imperio/estato: poder legislativo, ejecutivo, judicial. La liturgia misma tiene una importante derivación imperial… ¿y tiene que ver con el evangelio?

Ahora bien: al leer el evangelio uno no se ve apabullado por disquisiciones teológicas ni oprimido por pesadas doctrinas. Al contrario: trasluce en cada pagina libertad y frescura. Notamos a un Jesús amante de la vida, hombre libre, preocupado por hacer el bien y revelar el rostro misericordioso del Padre.

Todo esto obviamente –no soy tan ingenuo– no significa que teología y doctrina no tengan su lugar y no sean también importantes. La teología… ¡hasta me gusta! Significa volver a priorizar la experiencia y la vida por encima de la teología y la doctrina: criterio clave en todo camino espiritual y criterio usado por el mismo Jesús. Sin duda la teología y la doctrina católica marcaron una época y tuvieron sus logros y sus importantes aportes. Leer más…

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“Asombro”, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 9 de noviembre de 2018
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amanecerGabriel Mª Otalora
Bilbao (VIzcaya).

ECLESALIA, 19/10/18.- En algún sitio he leído que existe una iglesia católica en Malasia en la que sus exiguos feligreses tiene desplegado un eslogan que dice: “Si no has podido ver el amanecer de hoy, no importa. Mañana te regalo otro. Firmado: Dios”. Me parece un buen punto de reflexión sobre una forma de orar que estamos pasando por alto en nuestro mundo mecanizado y positivista; una expresión oracional que asimilamos a la vida monástica que tanto invita a la contemplación, pero que no identificamos suficientemente con toda persona con experiencia de Cristo (es decir, cristiana).

Toda filosofía nace del asombro que nos lleva a hacernos preguntas. Y el asombro como oración es una variante de la acción de gracias. Como dice San Pablo en la Primera a los Corintios, ¿qué tienes que no hayas recibido? Solo con pasear la mirada por la naturaleza, contemplar un atardecer en verano o un amanecer en otoño, tenemos suficiente material espiritual para abrirnos al asombro, que no es más que una manifestación genuina de la humildad, del hacernos como niños con la intención que le dio Jesús a esta expresión. La humildad, ¡ay!, es el mejor camino para asombrarse también de las propias capacidades dormidas: pinta, canta, baila, cocina, escribe, escucha, sonríe, ayuda…

El Todopoderoso ha hecho obran grandes en mí, es una exclamación que Lucas pone en labios de María para hacerla hacer nuestra y repetir con frecuencia. Cuando algo o alguien nos emocionan, no podemos evitar expresarlo. El regocijo no es completo si no lo compartimos. La experiencia gozosa de un Dios perdonador hizo exclamar los bellos salmos que nos legó David llenos de bendición y asombro agradecido. Seguro que disfrutó intensamente en su corazón con semejantes sentimientos exultantes.

Lograr la actitud de asombro ante lo mucho que tenemos -en lugar de vivir centrados en lo que nos falta- tiene una consecuencia enraizada en el propio Cristo: sabernos bendecidos invita a compartir lo recibido, la alegría sí, pero también los dones que a otros les faltan: compartir el amor de Dios en mil formas e intensidades, conforme a lo recibido gratis.

Qué pocos cristianos son conscientes de donde viene la fiesta. Tanto “fiesta” como “festival” proceden del término festus, que significa lo referente a los días destinados a los actos religiosos. Hemos institucionalizado la celebración “festiva” (¡celebración litúrgica!) para expresar el gozo por el amor que Dios nos tiene, pero carecemos de la chispa propia de la experiencia asombrosa de sentirnos amados por Dios.

Gracias, Señor, por mi cuerpo, del que doy sentadas tantas cosas:

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Gracias, Señor, por mi cuerpo,
tu regalo y mi tesoro más estimado
para andar por este mundo.

Por los pies con que camino
al encuentro de mis hermanos,
gracias, Señor.

Por las piernas que me sostienen
y que nunca se cansan de mí,
gracias, Señor.

Por las manos, útiles herramientas,
para trabajar, servir y abrazar,
gracias Señor.

Por los labios, boca, dientes y lengua
con que río, hablo y como gozosamente,
gracias, Señor.

Por los ojos con que descubro y veo
tanta gracia y hermosura a mi lado,
gracias, Señor.

Por mi sexo entrañable
con el que me siento y expreso,
gracias, Señor.

Por los nervios, rápidos y sensibles conductores
de sensaciones y emociones, y también de mis quereres,
gracias, Señor.

Por mi cabeza, hermoso ingenio
que piensa, maquina y ordena,
gracias, Señor.

Por la piel que me protege
dándome forma, figura y seguridad,
gracias, Señor.

Por este corazón que nunca descansa,
que ama y se deja amar,
gracias, Señor.

Por mi cuerpo entero, hecho con ternura
por tus manos y tu soplo,
gracias, Señor.

*

(Florentino Ulibarri)

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(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Mística y espiritualidad

Miércoles, 7 de noviembre de 2018
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121520679Después de releer y gozar de nuevo del libro Mística y Espiritualidad de Leonardo Boff y Frei Betto, me han surgido estas breves reflexiones que comparto:

La espiritualidad es el aliento que nos ayuda a respirar mejor, de una forma más natural, a vivir con otros valores. Impregna nuestra manera de ser y la manera concreta en que ponemos éticamente por obra lo que pensamos, desde la honda motivación de nuestra vida, desde nuestras creencias y convicciones más profundas, en la existencia concreta de cada día, para que haya más vida y en abundancia.

La mística es el fuego, la llama, la fuerza que nos empuja e ilumina, que nos ayuda a ser más transparentes, a dejarnos invadir y sorprender por el misterio cotidiano de la realidad. También cuida de la delicada planta de nuestra esperanza, para que no decaigamos, para mantener la antorcha encendida, para compartir lo que somos y tenemos con generosidad, para que otro mundo se vaya haciendo posible, en nuestro entorno, desde lo frágil y pequeño, en las relaciones que mantenemos y construimos. Y también al compromiso con las grandes causas, por la felicidad de los seres humanos y el cuidado de la biodiversidad en nuestra Madre Tierra. Unidos, sintiéndonos parte de todo el Universo.

A la espiritualidad y la mística, para que puedan desarrollar toda su potencialidad en nosotros, tenemos que alimentarlas cada día para que no languidezcan. Son como las brasas de una hoguera, que tenemos que avivar y proteger para que no se apaguen. O como una semilla, que debemos depositar en una maceta con buena tierra, regarla y ponerla al sol, para que vaya creciendo y al final pueda dar fruto.

La mística y la espiritualidad se complementan y deben ir de la mano porque, si no, se debilitan, cojean, como si nos faltara una pierna y no tuviéramos otro apoyo para seguir caminando. Las dos unidas pueden colmar la existencia de cualquier persona, de cualquier religión, creencia  o filosofía existencial; se retroalimentan mutuamente y nos ayudan a vivir intensamente, en plenitud, a contemplarlo todo con una mirada transparente, compasiva, fraterna, gozosa…

Miguel Ángel Mesa Bouzas

Fuente Re Adulta

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“Metáforas de la no-dualidad. Señales para ver lo que somos”, por “Enrique Martínez Lozano

Jueves, 18 de octubre de 2018
Comentarios desactivados en “Metáforas de la no-dualidad. Señales para ver lo que somos”, por “Enrique Martínez Lozano

biblia-jovenDesde joven me ha movido el anhelo y la determinación por llegar a comprender qué somos y, posteriormente, la invitación y el gusto por compartirlo. Podría decir que todo lo que escribo y todo lo que hablo no busca otro objetivo, sino el de ayudar a comprender y a vivir lo que somos. Por escrito y de palabra me apasiona ofrecer claves teóricas y herramientas psicológicas y meditativas que faciliten tal comprensión.

¿Cómo favorecer la comprensión de lo que somos y, en último término, la comprensión de lo real?

Desde la antigüedad, los sabios han mostrado que la clave se hallaba contenida en la respuesta a la primera y decisiva cuestión: ¿quién soy yo?  Y han propuesto una aproximación no-dual a lo real.

Ambas cuestiones constituyen dos pilares fundamentales de la llamada sabiduría o filosofía perenne: la centralidad de la pregunta “¿quién soy yo?” y la afirmación de la naturaleza no-dual de lo real.

Ambas claves sostienen también la estructura de este nuevo libro, cuya novedad radica en el recurso a la metáfora como vehículo pedagógico. A través de ella intento expresar, del modo más sencillo posible, la naturaleza no-dual de lo real y responder a la cuestión decisiva: ¿Quiénes somos?, ¿qué es lo realmente real?

Tal como indica su propia etimología, la metáfora (meta = más allá, pherein = llevar), gracias a su capacidad evocadora, posee la virtualidad de trasladarnos más allá de lo que aparece a primera vista, más allá de lo que puede ser captado por la mente. A partir de una imagen sencilla, nos abre la puerta para acceder a la dimensión más profunda de nuestro ser.

Al mismo tiempo, la metáfora facilita la comprensión de conceptos que, por su novedad, podrían resultar no fáciles de entender. Por ese motivo, me parece que el libro puede resultar asequible incluso para quienes nunca se hayan aproximado a estas cuestiones.

Presento setenta metáforas que abordan temas vitales: nuestros miedos y nuestras certezas, el camino de la liberación del sufrimiento, la comprensión de lo que somos, la raíz de nuestra ignorancia y la fuente de toda confianza, las creencias y la verdad, nuestras ideas acerca del “bien” y del “mal”, el funcionamiento de la mente, la confusión entre lo real y lo aparente, el falso dilema entre libre albedrío y determinismo, el elogio de la libertad, la comprensión y vivencia del amor, la fuente de la transformación…

Todas ellas, sin embargo, orbitan en torno al eje siempre central: ¿quién soy yo? Este es el verdadero trasfondo de todas las metáforas, porque es el único camino de la auténtica indagación. El camino de la verdad empieza por la indagación rigurosa y lúcida acerca de nuestra verdadera identidad. Porque de la respuesta a esta primera cuestión dependerán absolutamente todas las demás. Según el modo como me vea a mí mismo, así veré a los otros y al conjunto de lo real.

Las metáforas quieren ser un medio que despierte la búsqueda y aliente la sabiduría: operan, así, como puertas que abren a la comprensión, recordatorios de lo que hemos olvidado, en definitiva vehículos que nos trasportan más allá de lo que aparece a primera vista para mostrarnos lo que somos.

Así nos muestran, por ejemplo, que somos el cielo y que todo lo demás es el clima; que somos un remolino que ha olvidado que es agua, que somos a la vez la ola y el mar, el baile y el bailarín… Y que la realidad es, al mismo tiempo, vida y seres vivos, lo que es y lo que pasa, dulzor y miel, estación y trenes que circulan…

Al tratarse de metáforas, el libro ofrece diferentes niveles de lectura: puede leerse como una primera aproximación a la no-dualidad, o como medio para profundizar en lo comprendido. Incluso como material susceptible de ser utilizado para trabajar en grupo o con jóvenes que se inician en la comprensión.

Quiero señalar también que el libro ha sido enriquecido con unas cuidadas y preciosas ilustraciones, obra del diseñador gráfico Javier Abril del Diego, a quien también aquí quiero expresar mi más cálida gratitud. Si la metáfora nos “traslada más allá”, la imagen le ofrece un plus de evocación y gusto.

Deseo de corazón que la comprensión, de la mano de las metáforas, nos traslade a “casa” de la que, paradójicamente y a pesar de las apariencias, nunca nos habíamos alejado. Porque, tal como escribe Fidel Delgado en el Prólogo, “dichoso quien se sabe en camino y en casa a la vez”.

Metáforas de la no-dualidad. Señales para ver lo que somos, Desclée De Brouwer, Bilbao 2018.

Enrique Martinez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Lunes, 15 de octubre de 2018
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Hoy, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

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“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

*

Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

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“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

*

 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

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Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

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“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

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(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

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“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

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(Camino de Perfección 21, 26)

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Entre los pucheros anda el Señor…

“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

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Fundaciones 5, 8

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“No-dualidad: ¿una moda? (II)“, por Enrique Martínez Lozano.

Miércoles, 10 de octubre de 2018
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205daac0-dc84-4679-9276-145fa462b950Segunda Clave: No-dualidad y sabiduría perenne.

La no-dualidad pertenece al núcleo de la sabiduría de la humanidad, en sus distintas tradiciones y expresiones. Es, por tanto, lo más opuesto a una moda pasajera. Los sabios –algunos de los cuales se hallan en el inicio de las diferentes tradiciones religiosas– han comprendido la naturaleza no-dual de lo Real.

Las diferencias entre ellos provienen de las distintas representaciones mentales en las que se movían. La vivencia y la comprensión puede ser idéntica y, sin embargo, variar la interpretación que cada persona hace de la misma. Porque toda interpretación o lectura es ya un fenómeno mental que echa mano de los esquemas –sociales, culturales, educacionales…– o “mapas” con los que cada mente se maneja.

Ahora bien, siendo cierto que la comprensión no-dual ha estado presente a lo largo de toda la historia de la humanidad, no lo es menos que, en la actualidad, pareciera que tal comprensión se está “expandiendo”, es decir, alcanza cada vez a más personas y colectivos. Y es esto precisamente lo que permite hablar de una “revolución” de la no-dualidad.

Ante este fenómeno, habrá quien hable de “moda” y hay incluso quien directamente la descalifica, negando valor a estas nuevas –y cada vez más extendidas y frecuentes– expresiones, tachándolas de “superficiales” y negándoles el valor que atribuye a la de aquellos que considera sabios o místicos “oficiales”. No entiendo el motivo, a no ser que se trate únicamente de un pre-juicio, por el que alguien afirma la validez de la experiencia vivida por “Santa Teresa, Ibn Arabi, Hakuin, San Juan de la Cruz (místicos auténticos)” mientras descalifica a “conocidos neoadvaitas (Tony Parsons, Jeff Foster, Eckhart Tolle, David Carse o Yolande Duran)”, con el pretexto de que es una “corriente declarada como pseudoespiritual por los advaitas tradicionales”. El mismo crítico llega a escribir que “si esta moda se impone es de esperar que va a ser muy difícil distinguir la verdadera no dualidad o mística de lo que son «pseudonodualidades»”.

Me resulta llamativa la propensión a conceder “certificados de calidad”, según los cuales se validan determinadas experiencias, mientras se descalifican otras, a tenor de los propios pre-juicios. Más aún cuando eso se repite al otorgar credenciales de “persona comprometida” a quien responde a un determinado cliché sobre lo que tendría que ser el “compromiso”.

Y ya que ha surgido la cuestión del compromiso, me parece relevante señalar que es bueno cuestionar el compromiso que no nace del amor y de la desapropiación del yo. En el modo como a veces se plantea, creo percibir lo que podría designarse como un cierto moralismo mesiánico de corte judeocristiano, con todo lo que tiene de exigencia, autoafirmación egoica (o fariseísmo) y culpabilización (hacia quienes no lo viven de ese modo). No es casual que sea precisamente en esos ámbitos donde se hable de una “espiritualidad política”. El compromiso se plantea ahí, fundamentalmente, como una “exigencia” –por más que luego se le añada el calificativo de “ética” o “moral”–, como algo que “tengo que” o “debemos” hacer, en un planteamiento típicamente mental o egoico, que suele esconder no pocos equívocos peligrosos.

Me parece sensato, al menos, sospechar de los posicionamientos de quienes creen que es el yo quien construye y dirige la historia. Creo que late ahí un disimulado narcisismo y un innegable antropocentrismo, peligroso precisamente por ser falso.

Considero importante mantener el espíritu crítico para prevenir la credulidad o incluso la irracionalidad. Pero no me parece ajustado que, a la hora de ejercitarlo, se recurra a “argumentos de autoridad” o a criterios basados en las propias preferencias. Y eso ocurre cuando se confunde la no-dualidad con la propia idea acerca de ella.

Enrique Martínez Lozano

Boletín Semanal

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“No dualidad. Una moda”, por Enrique Martínez Lozano.

Viernes, 5 de octubre de 2018
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el-abrazo-1976-juan-genoves-custom2Introducción

Con frecuencia, se recurre a ese calificativo –“es una moda”– para descalificar todo aquello que, extendiéndose en sectores sociales cada vez más amplios, se mira con recelo, desaprobación o rechazo. El término evoca automáticamente algo pasajero, superficial, inconsistente e incluso, en algunos casos, peligroso o dañino.

De la no-dualidad se dice, en algunos ámbitos –generalmente religiosos–, que “es una moda” y que constituye nada menos que “una enfermedad espiritual”.

En síntesis, quienes así se expresan suelen utilizar dos argumentos: por una parte, según ellos, lo que actualmente se llama “no-dualidad” no sería sino un “monismo” vulgar que negaría valor a todo el mundo de las formas (lo personal, lo relacional, lo social…); por otra –se dice– abocaría a una actitud de indiferencia descomprometida, potenciando un “espiritualismo narcisista” engañoso y deshumanizador.

Se trata, sin duda, de trampas que acechan a ciertos planteamientos que se autodenominan “no-duales”, pero no a la genuina comprensión no-dual. Esta es siempre cuidado amoroso, que valora toda forma –¿cómo no lo haría si la reconoce como expresión particular de “lo que es”?– y se expresa como amor compasivo. De hecho –y este es el modo menos inadecuado de nombrarla– no-dualidad es amor.

Es de apreciar la crítica que brota de la búsqueda de la verdad y del amor –verdad y amor no pueden caminar separados–, pero la descalificación suele nacer de la inseguridad afectiva y de la necesidad neurótica de autoafirmación.

Suelo callar ante quienes, expresamente o no, se erigen en guardianes de supuestas “esencias” –en este caso, guardianes de la “auténtica espiritualidad”– porque sospecho que en toda descalificación, aun recurriendo a “nobles” declaraciones, suele esconderse un afán de autoafirmación narcisista y defensa de la propia sensación de seguridad, que se siente amenazada ante opiniones discrepantes.

Solo desde ahí cabe entender a quien juzga y descalifica como “falsa espiritualidad” aquella que no coincide con la idea que él tiene de la misma; y llama “inacción” a todo lo que no sea actuar en la línea que él considera adecuada.

Tal como lo veo, “espiritualidad” es sinónimo de “no-dualidad”. Y me parece que la imagen menos inadecuada para referirnos a ella sea probablemente la del “Abrazo”. Lo que llamamos Realidad es un inmenso “abrazo” y, al alinearnos conscientemente con ella, somos transformados por la comprensión y la compasión hacia todos los seres.

Con todo ello, sin negar las ambigüedades que acompañan nuestra forma de expresarnos, me parece que pueden hacerse, con rigor, estas tres afirmaciones: 1) la realidad es no-dual; 2) la no-dualidad pertenece al núcleo mismo de la llamada “sabiduría perenne”; y 3) la llamada “revolución de la no-dualidad” –en cuanto que está alcanzando una notable dimensión colectiva– constituye una de las mayores aportaciones de este momento histórico.

En las entregas próximas abordaré cada una de estas tres cuestiones.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El empeño (o tozudez) del discipulado

Miércoles, 19 de septiembre de 2018
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Levantarse de nuevo, ponerse las zapatillas y caminar con el empeño cariñoso de recuperar algunos fragmentos de épocas pasadas.

El discipulado del Maestro es algo que apasiona (dice X. Quinzá que lo que apasiona “se padece”), y no siempre se logra con puños, a cabezazos contra la noche.

Pero sí es empeño avanzar por el camino, con zapatillas o descalza, a oscuras o alumbrada. El amor y la entrega (sinónimos la mayor parte de las veces) necesita de nuestra tozudez para avanzar, o para salir a flote.  Difícilmente se termina aquello que renuevas con frecuencia, aquello que alimentas o llenas de vigor.

Aun en la indiferencia y el anonimato pesa el hecho de permanecer en la decisión. Ya llegará el momento en el que fragüe el cemento que ha estado tiempo dando vueltas. Necesita rocas vivas que unir.  Argamasa que vincula piedras y construye edificios, vidas,…

¿Dónde está el equillibrio entre la gracia, el regalo, y la tozudez del amor? ¿En qué momento hay que ceder, dejarse llevar, aceptar? ¿En qué otro es necesario actuar hasta cansarse, aun sin resultados sensibles?

Primero es la pregunta, cierto, pero el acto de dar la respuesta es libre, es de cada cual.

El deseo despierta este cuerpo

levemente fatigado.

No es tiempo, no son horas para el descanso.

Pero tú apremias: ¡vamos, levántate!, ¡te aguardo!

Silencio alrededor.

Silencio, cuánto, en el interior.

Un encuentro en la noche que no ha muerto.

Un espacio lleno de vida acoge otra presencia.

¿Quién busca a quién?

Ya no hay cabida para ese verbo.

Hay espera,  hay confianza.

Simple compañía disfrazada de ausencia.

Dos viejas conocidas:

tu entrega y la mía.

    (A.A)

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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“Neuroespiritualidad y fe “, por Fernando Jiménez.

Lunes, 17 de septiembre de 2018
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xel-deseo-en-el-hombre-520x283-jpg-pagespeed-ic-xicgoepccqEs ya frecuente oír hablar de Neuroespiritualidad. El término verbal Neuroespiritualidad quiere dar a entender que nuestro cerebro tiene la capacidad de generar experiencias a nivel de esa otra región de la psique que se llama Espíritu: todas las experiencias de sensaciones, de emociones, de percepciones, de revelaciones que son transcendentes, espirituales, transpersonales, mágicas, numinosas, místicas…, además de las que pueden llamarse divinas y de fe religiosa.

Y desde los estudios neurológicos y neuropsicológicos parece estar demostrado que estas experiencias se producen en coincidencia de causa o efecto con una hiperactivación ciertas estructuras cerebrales que pertenecen a lo que en neurología se llama sistema límbico o cerebro emocional en conexión especial con la agmídala y con el lóbulo prefrontal derecho del neocortex.

Lo he expresado muy resumidamente, pero quiero añadir que, en la actualidad, como resultado de las investigaciones en Neurología, se ha confirmado que las estructuras límbicas del cerebro, cuando se activan, sea por estimulación eléctrica o por estimulación magnética transcraneal, son capaces de producir un tipo de experiencias que podemos llamar transcendentes, espirituales o místicas. Es decir, reacciones, sensaciones y experiencias que se originan, o que se registran, en lo que denominamos Nivel del Espíritu.

Vamos a partir metodológicamente desde esta hipótesis de entrada: Que la materia cerebral puede generar espiritualidad, que nuestro cerebro está capacitado para producir espiritualidad. El poeta Juan Ramón Jiménez ya dijo en uno de sus aforismos: “Doctor Marañón (el Doctor Marañón era a principios del siglo pasado un famoso especialista en endocrinología): yo tengo una glándula que segrega infinito…”. Y esto que escribió Juan Ramón nos lo confirman tantos artistas, poetas, músicos, descubridores… capaces de experimentar y de generar un goce que roza lo sublime: el “placer infinito”, el éxtasis…

Así son también las llamadas visiones: percepciones de realidades “inefables”, que transcienden la percepción habitual de las cosas y de las realidades materiales. A veces estas visiones, estas percepciones extraordinarias, nos las revelan ciertas personas visionarias, o personas que están estimuladas por drogas especiales. Y también nos las trasmiten los artistas a través de sus obras; o los místicos y los santos, como San Juan de la Cruz, según nos dice en una de sus Coplas:

“Entreme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo”.

Porque esta capacidad de nuestro cerebro de generar transcendencia y espiritualidad es lo que explica las posibilidades creativas del arte, así como hace comprensibles los relatos de lo que han experimentado ascetas, contemplativos y místicos, en sus encuentros “con la divinidad” o con “las divinidades”. Pero, incluso más cercanamente y habitualmente todavía, nos hace comprensible lo que tantas personas confiesan experimentar con la sexualidad, dentro ese estado de inter-estimulación neurológica completa que es la relación sexual, y que culmina en el éxtasis del orgasmo: “ha sido una experiencia mágica”, “inefable”, “divina”, “entré en éxtasis”, “no tengo palabras”, “estoy levitando”…, (Por lo menos así se expresan en las películas y en algunas canciones y novelas).

Estas experiencias que son inenarrables con nuestras palabras habituales (por eso abundan en las expresiones líricas), experiencias de climax de goce y de plenitud en el amor, juntas a sentimientos de infinito de integración en el Universo, son testimonio de lo que capacidad de nuestro cerebro de generar experiencias transmateriales que nos sitúan en un ámbito distinto y especial, que es esfera de la Espiritualidad, donde transcendemos sobre nuestro ego individual y habitual y nos fundimos y nos hermanamos con el Amor, la Verdad y la Belleza. “¿Dónde gozar de la visión tan pura / que hace hermanas las almas y las flores?”, dijo Valle-Inclán en uno de sus poemas.

De lo cual se infiere que los humanos tenemos una tendencia innata a la espiritualidad, desde la cual se accede a un nivel superior y supremo de autorrealización personal, y de perfeccionamiento también de la especie humana. Y que estas son también las experiencias sobre las que se construye todo el edificio de las artes creativas, y los pilares humanos sobre los que se han construido las grandes religiones.

Pero quiero insistir en que Espiritualidad es un concepto más amplio que religión: no existe religión sin espiritualidad, pero sí es posible la espiritualidad sin religión, incluso en movimientos y en instituciones espirituales no religiosas, como son el budismo, el jainismo o el taoísmo. Y también en personas normales, en cualquier persona que se sienta a nuestro lado y que experimenta su estar en la vida integrando las dimensiones del espíritu en su ser, su sentir y su actuar, aunque no sean creyentes de ninguna religión.

Y es por lo que concluyo y estoy de acuerdo en que tenemos una tendencia innata a la espiritualidad generada por estructuras cerebrales y una posibilidad de contemplar la vida y de interpretar el mundo con las luces de la Inteligencia Espiritual, en dimensiones a las que no alcanzan los focos de la Inteligencia Racional.

Por todos estos argumentos, quizás se podría afirmar, desde el punto de vista neurocientífico, que el ámbito de lo sobrenatural no es un mundo que exista fuera de nosotros mismos, sino que es un producto, o podríamos decir un “constructo”, de nuestro cerebro… Lo resumo en el pensamiento de Paul Eluard, un poeta francés del siglo pasado, un pensamiento que se convirtió en slogan publicitario: “Hay otros mundos, pero están en este”.

Vamos ahora a aterrizar en nuestra propia experiencia, en el terreno de nuestra subjetividad:   Desde que se conoce y se sabe que el cerebro es productor de espiritualidad, se plantean dos posibilidades optativas, dos opciones fundamentales (se llaman “opciones fundamentales” a aquellos puntos de inflexión que ya le dan una nueva dirección existencial a la persona):

– Una es la de los “creyentes” que piensan poder argumentar que Dios ha colocado en el cerebro humano estructuras que permiten la experiencia espiritual y el contacto con la divinidad.

– Y la postura opuesta, la de los “no-creyentes”, es la que piensa que estas experiencias metafísicas, místicas o espirituales son fruto de la evolución ontogenética y filogenética, como el resto de un organismo, el nuestro, que ha seguido el proceso de selección natural, traspasando el objetivo primario de la supervivencia, hacia el objetivo de una supervivencia en mayor plenitud posibilidades vitales…

Las personas que han desarrollado esta capacidad pueden ser personas espirituales, pero no “sobre-naturales”, ni siquiera tienen que ser auténticamente religiosas. Porque todo lo que le sucede y experimenta es natural, todo es científico, todo es explicable por la neurología.

Si es verdad que las estructuras cerebrales son fruto de la evolución, lo cual parece obvio, todavía queda aquí otra posibilidad para los que defienden la primera opción, para los creyentes: la posibilidad de que desde un diseño divino se hayan formado esas estructuras de nuestro cerebro utilizando los mecanismos y las leyes de la evolución darwiniana (las leyes que Darwin descubrió, pero que estaban diseñadas por designio divino) para llegar, por evolución de especies, hasta el homo sapiens, y para que éste –el hombre, el ser humano, la persona humana- pudiese seguir desarrollándose hacia otras esferas de realización, que son las esferas del Espíritu. Y es por lo que le es posible tener experiencias espirituales, y habitar con su propia mente esa región del Espíritu, donde puede comunicarse también con seres extra-materiales, es decir: espirituales.

Es una opción razonada y razonable. Pero también es posible, también es razonada y razonable la opción intelectual contraria: la de pensar y creer que estas estructuras, por un proceso de evolución natural, son las que han generado las creencias en “seres espirituales y divinos” a través de funciones más especializadas de cerebro, pero sin salir de él.

En este segundo caso (y repito lo que ya he dicho) la espiritualidad resultaría ser una facultad mental como cualquier otra que se ha desarrollado por evolución natural en respuesta a determinadas presiones medioambientales, con el fin de aumentar las probabilidades de supervivencia y de autorrealización más plena del organismo, igual que se ha desarrollado el lenguaje, y la inteligencia, y la capacidad para la música o para la poesía y las artes, y las capacidades descubridoras y creativas. De ahí que haya personas más espirituales que otras, dependiendo de que tengan más o menos desarrollada esta facultad, o en razón de que se lo haya facilitado el entorno, o la sociedad o el medio cultural en el que esa persona se encuentra. Y por esa razón existen, y han existido, individuos con una gran espiritualidad (los artistas, poetas, los intérpretes y los creadores musicales; también los místicos, los santos, los fundadores de religiones). Y también han existido y existen otros individuos, otras personas –homines sapientes también- en las que esa espiritualidad parece estar ausente, y para quienes la inteligencia espiritual no tiene que intervenir necesariamente en su interpretación del mundo. Solo les interesa lo que se puede explicar con los argumentos cognoscitivos de la razón.

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Hasta aquí he querido llegar, hasta este límite, hasta esta frontera de la razón, para preguntar (que cada uno y cada una se lo pregunte en su interior, y se responda): ¿Cuándo llego aquí, a este punto, veo algo más allá? ¿Sigo viendo a Dios entre las brumas exteriores, o en los susurros secretos de mi corazón?

Sabemos o pensamos que la Fe no es una demostración, no es una convicción. La Fe es una opción, una decisión libre, y por eso reitero mi pregunta; que cada persona que lee esto se la responda a sí misma: ¿Cuál es mi opción? ¿Cómo elijo configurar mi pensamiento y organizar mi estar en la vida, con la primera opción o con la segunda opción? …

Voy a volver a decirlo: La Fe no es una convicción; la Fe es una opción, una decisión libre, una entrega incondicional, una sin-razón (como el enamoramiento). Eso lo decía una nivela de Julien Green: “No se puede explicar por qué se tiene Fe: se sabe, como cualquier persona sabe cuándo está enamorada”). No es algo a lo que la persona tenga que rendirse por la evidencia de la razón. Como se decía en otra película de Inmar Bergman, tan famosa el sigo pasado, El Séptimo sello: “La Fe es un gran sufrimiento; es como hablar con alguien que está afuera en las tinieblas…”.

Desde la esfera de la razón, la Fe es un sufrimiento, un anhelo frustrado, un fracaso de la racionalidad. “Cuántas veces / te buscaron mis manos, tanteando por las sombras / como un ciego…”, decía un poema antiguo. Las luces de la razón no llegan a iluminar las riberas del Espíritu donde se apacienta la Fe. Para arribar a esas orillas tengo que dar un salto en el vacío de la mente.

La inteligencia de la razón, la Inteligencia Racional, no opera con los mismos procesos que la Inteligencia Espiritual. Ni los argumentos de la razón justifican esos encuentros supremos con la Verdad y con la Belleza y con la Bienaventuranza, que han logrado, a veces, los grandes poetas, los creadores, los grandes descubridores, los místicos y los santos.

En este nivel de la instalación en las regiones del Espíritu, cuando están iluminadas por la Fe, el término “conocimiento” es… transparencia (“La transparencia, Dios, la transparencia”, clamó Juan Ramón Jiménez en su libro Dios deseante y deseado), y el verbo “conocer” adquiere un significado de compenetración o de interpenetración con lo conocido, cuando lo conocido queda abarcado, incorporado o fundido en una experiencia de encuentro, para la que no existe otra palabra sinónima que la palabra Amor.

Como escribí en otro lugar, no encuentro una ejemplificación más explícita de este de este fenómeno de auto-realización humana, que la de unos versos de San Juan de la Cruz, en los que se revela un encuentro donde, metafóricamente, la noche de la inteligencia queda iluminada por la alborada de Fe en la compenetración del amor: “Oh noche que guiaste / oh noche amable más que la alborada, / oh noche que juntaste / amado con amada, / amada en el amado transformada”. Quizás aquí quede descrita la fenomenología de la Fe y la experiencia encuentro-conocimiento-amor que en ella se contiene, en este humano y divino plano del Espíritu.

Y si a quien haya optado por esta opción, la opción en la Fe, alguien la preguntara que es lo que ha descubierto, qué es lo que ahora sabe, quizás sólo podrá responderle con san Juan de la Cruz:

“Entreme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo”

 

Fernando Jiménez Hernández-Pinzón

Fuente Atrio

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La Cruz Gloriosa

Viernes, 14 de septiembre de 2018
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 Celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz significa tomar conciencia en nuestra vida del amor de Dios Padre, que no ha dudado en enviarnos a Cristo Jesús: el Hijo que, despojado de su esplendor divino y hecho semejante a nosotros los hombres, dio su vida en la cruz por cada ser humano, creyente o incrédulo (cf. Flp 2,6-11). La cruz se vuelve el espejo en el que, reflejando nuestra imagen, podemos volver a encontrar el verdadero significado de la vida, las puertas de la esperanza, el lugar de la comunión renovada con Dios.

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Estaríamos enajenados hasta el punto de permitirnos el lujo de buscar a Dios, en las horas cómodas del ocio, en templos lujosos, en liturgias pomposas y a menudo vacías, y de no verle, oírle y servirle allí dónde está, y nos espera, y exige nuestra presencia: en la humanidad, en el pobre, en el oprimido, en la víctima de la injusticia de la que somos, muy a menudo,  cómplices?

 

*

Don Helder Camara,
Un pensamiento para cada día”,
Médiaspaul, 2010

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Jesus in Love

***

Orar, es penetrar despacio, tranquilamente,
En el silencio de Dios,
Dejar a Dios darse y darme su silencio,
Para que pueda dejar mi corazón
latir al unísono del suyo,
dejar mi respiración entrar
En la respiración de Dios,
Dejarme penetrar por Su presencia,
Darme cuenta cada vez más
de que Dios está dentro de mí,
No, evidentemente, para evitar a mis hermanos
Sino para llevarles más,
Porque es verdaderamente imposible acercarse al crucificado
Sin acercarse a los crucificados del mundo entero.

*

Jean Vannier

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***

Jesús conquista a los hombres por la cruz, que se convierte en el centro de atracción, de salvación para toda la humanidad.

Quien no se rinde a Cristo crucificado y no cree en él no puede obtener la salvación. El hombre es redimido en el signo bendito de la cruz de Cristo: en ese signo es bautizado, confirmado, absuelto.

El primer signo que la Iglesia traza sobre el recién nacido y el último con el que conforta y bendice al moribundo es siempre el santo signo de la cruz. No se trata de un gesto simbólico, sino de una gran realidad.

La vida cristiana nace de la cruz de su Señor, el cristiano es engendrado por el Crucificado, y sólo adhiriéndose a la cruz de su Señor, confiando en los méritos de su pasión, puede salvarse.

Ahora bien, la fe en Cristo crucificado debe hacernos dar otro paso. El cristiano, redimido por la cruz, debe convencerse de que su misma vida debe estar marcada – y no sólo de una manera simbólica- por la cruz del Señor, o sea, que debe llevar su impronta viva. Si Jesús ha llevado la cruz y en ella se inmoló, quien quiera ser discípulo suyo no puede elegir otro camino: es el único que conduce a la salvación porque es el único que nos configura con Cristo muerto y resucitado.

La consideración de la cruz nunca debe ser separada de la consideración de la resurrección, que es su consecuencia y su epílogo supremo. El cristiano no ha sido redimido por un muerto, sino por un Resucitado de la muerte en la cruz; por eso, el hecho de que Jesús llevara la cruz debe ser confortado siempre con el pensamiento del Cristo crucificado y por el del Cristo resucitado .

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G. di S. M. Maddalena,
Infinita divina, Roma 1980, pp. 342ss

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Mensaje del XXXVIII Congreso de Teología sobre “Mística y liberación”

Martes, 11 de septiembre de 2018
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thumb_imagen-programa-273x300-_hecmyiudgmgs-thumb(Mensaje final del Congreso de Teología).- Del 7 al 9 de septiembre de 2018 nos hemos reunido en el 38 Congreso de Teología para compartir experiencias y reflexionar sobre “Mística y Liberación“.

1. Hemos comenzado preguntándonos si, ante las graves situaciones de injusticia estructural, crecimiento de la desigualdad, maltrato a la Madre Tierra, a los pueblos originarios, a las mujeres, y tras las dramáticas imágenes de personas migrantes y refugiadas que mueren anegadas en el intento de acceder a nuestras costas, se puede seguir hablando de mística. La respuesta solo puede ser afirmativa si nos ponemos del lado de las víctimas, hacemos una opción radical por las personas pobres y los pueblos oprimidos y colaboramos en su liberación.

2. Nos hemos preguntado si la mística forma parte de la realidad o es un estado patológico, para responder que es la apertura al misterio, el descubrimiento de Dios en el rostro del otro, el conocimiento intuitivo, la salida de sí mismo y el acceso a un nuevo estado de conciencia para tener una visión distinta y transformadora de la realidad.

3. Hemos descubierto que las personas místicas nada tienen de pasivas. Se comportan con gran libertad de espíritu, son profundamente críticas con las instituciones religiosas y políticas y tienen una gran capacidad de desinstalar el sistema. Ejemplos: Jesús de Nazaret, Pablo de Tarso, Francisco de Asís, el Maestro Eckhart, Hildegarda de Bingen, Margarita Porete, Thomas Müntzer, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Rumi, ibn Arabi, Luther King, Simone Weil. A su vez, hemos sido alertados sobre el peligro de las personas iluminadas, que se dicen místicas.

4. Nos hemos preguntado por la relación entre mística y política: ¿Pueden ir juntas, caminan paralelas, son opuestas? ¿Ha influido la mística en la política? La respuesta a la última pregunta ha sido afirmativa. Las personas místicas viven ligeras de equipaje, compaginan armónicamente razón y emoción, pueden contribuir a crear una ciudadanía liberada con capacidad de interiorización, ofrecen nuevos modelos de convivencia, trabajan por eliminar la pobreza y erradicar las desigualdades.

5. Hemos observado que la relación entre mística y política no es arbitraria, ni oportunista, sino intrínseca. Más aún, hemos tomado conciencia de la necesidad y urgencia de una mística de ojos abiertos, corazón solidario y amor políticamente eficaz, de una mística que lleva a escuchar el grito de la Tierra, el clamor desgarrador de millones de personas hambrientas de pan y de derechos humanos y a luchar por Otro Mundo Posible.

6. La mística es inseparable del trabajo por la justicia. Uno de los nombres que la Biblia hebrea da a Dios es “nuestra Justicia”. La justicia no es, por tanto, solo un tema político o jurídico; es también teológico.

7. Hemos descubierto la aportación del silencio contemplativo, personal y comunitario, a la lucha por la justicia. Un silencio que potencia los gritos contra las injusticias, y especialmente contra la pederastia, ante la situación in extremis que vivimos tanto a nivel de política global como de la Iglesia católica. El silencio no es lo opuesto a la acción o a las palabras, sino fuente de poder, perspicacia y perspectiva; ayuda a que el Espíritu, y no el Ego, guíe nuestras vidas. No aísla de las luchas del mundo, sino que las abraza al nivel más profundo y es esencial para construir un mundo más justo.

8. El cristianismo es una religión mística no solo como experiencia espiritual individual, sino como experiencia política comunitaria, que tiene su fundamento en la autoridad de las víctimas y su fuerza en la compasión; no se evade de la realidad, sino que lleva a sublevarnos contra el dolor inocente e injusto.

9. La mística constituye uno de las experiencias más importantes para superar los fundamentalismos religiosos, que se caracterizan por el fanatismo y la intolerancia hacia quienes no piensan y creen como nosotros y con frecuencia desembocan en terrorismo justificado en nombre de Dios.

10. La mística no es uniforme; se caracteriza por un amplio pluralismo, donde radica su riqueza. Tres han sido los modelos que hemos analizado en este Congreso con sus afinidades y peculiaridades: el “oriental”, el cristiano y el sufí.

11. Nos comprometemos a vivir una mística en perspectiva feminista, integradora de las diferentes experiencias religiosas y laicas, que responda a los desafíos de nuestro tiempo, trabaje por la justicia y contribuya a construir una sociedad fraterno-sororal y una comunidad eco-humana sin exclusiones de género, etnia, creencia o increencia religiosa, clase social, procedencia religiosa o identidad afectivo-sexual.

12. Afirmamos, con Raimon Panikkar, que se puede vivir armónicamente una pluralidad de místicas misteriosamente unificadas; con Leonardo Boff, que las personas cristianas deben ser “místicas en la liberación”; con Jon Sobrino, que sin práctica, el espíritu permanece vago y muchas veces alienante; con Gustavo Gutiérrez, que el método de la teología es la espiritualidad liberadora; con Juan Bautista Metz, que es necesaria una “mística de ojos abiertos”; con Hans Küng, que hay que lograr una mística interreligiosa; con Dorothee Sölle, que la mística lleva a la resistencia; con Pedro Casadáliga, que hay que practicar una espiritualidad contrahegemónica. A ello nos comprometemos en este Congreso.

En Madrid, a 9 de septiembre de 2018.

Fuente Eclesalia

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Carta abierta de Santiago Agrelo, Obispo de Tánger.

Jueves, 16 de agosto de 2018
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agrelo-pancarta2 agosto, 2018

CARTA ABIERTA

Hoy he recibido en mi correo electrónico un mensaje que parecía enviado desde la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC). Me preguntaban: «Santiago, ¿quién defiende a la Guardia Civil?».

Y me pedían que, para defenderla, exigiese al Ministro del Interior una serie de cosas contra las que llevo luchando desde que tuve delante de mis ojos al primer emigrante.

Dado que a la Guardia Civil no sólo le tengo respeto, sino que le he tenido siempre cariño, pinché donde dice responder, con el sencillo propósito de compartir con los Guardias unas ideas sobre su defensa y protección.

Cuál no sería mi sorpresa cuando, hecho el clic, resulta que mi interlocutor no es la AEGC, sino el Sr. Ignacio Arsuaga, y la Organización HazteOir, por él fundada.

Desistí de responder allí al Sr. Ignacio –para él sirve también lo que voy a decir aquí–, e intentaré hacerlo desde este muro a los Guardias de la AEGC. Si no lo supiesen ya, estoy seguro de que lo sospechan:

1.- Más personal, más concertinas, más medios –más escudos o más vehículos–, no significa más protección para ustedes: significa sólo más riesgo para los emigrantes, y en la misma medida, significará cada vez más riesgo para ustedes.

2.- A la Guardia Civil no la ayudará en modo alguno ver aumentada su capacidad de represión de los emigrantes, sino ver disminuida la presión inicua que la política ejerce sobre hombres y mujeres y niños necesitados de todo y entregados en manos de las mafias.

3.- Ustedes conocen a los emigrantes mejor de cuanto pueda conocerlos yo. Ustedes los atienden muchas más veces y con más dedicación de cuanto yo pueda hacerlo jamás. Yo he visto emigrantes mutilados, porque han perdido un ojo, o un brazo, o un pie. Yo los he visto golpeados –brechas abiertas en la cabeza, golpes en cualquier parte del cuerpo–, los he visto mordidos por los perros, ateridos de frío, hambrientos y sucios y enfermos y descalzos y andrajosos. He enterrado emigrantes en fosas comunes. He celebrado funerales en esta catedral de Tánger.

He hecho mil veces el recuento de los muertos en el Mediterráneo. Ustedes seguramente han visto mucho más que yo. Y es eso lo que me lleva a pedirles, porque son la autoridad competente, que sean precisamente ustedes la imagen y la voz de lo que ven. Ustedes saben que, en esta guerra contra los pobres, la primera víctima es la verdad. Yo les pido que digan lo que hay, como intento decirlo día a día. Ustedes tienen sentido de la justicia, y estarán de acuerdo conmigo si digo que no se pueden denunciar las heridas de los Guardias Civiles si no se denuncian también con fuerza las heridas que durante años han venido soportando los emigrantes, el sufrimiento de los emigrantes, la vejación a la que son sometidos los emigrantes, la esclavitud que padecen los emigrantes.

4.- Acusar a los emigrantes, no protege a la Guardia Civil. Esa protección sólo puede llegar desde una política que respete los derechos de los emigrantes, una política justa, equitativa, acogedora, solidaria, generosa y humana.

5.- Si en su día los ciudadanos alemanes hubiesen protegido con sus propias vidas la vida de los judíos, además de salvar a éstos, se habrían salvado a sí mismos y habrían salvado el mundo que conocían.

Créanme si les digo que éste y sólo éste –el del respeto de los derechos de todos– es el camino en que todos podremos sentirnos seguros.

Créanme también si les digo que les habla un amigo,

Santiago Agrelo
Obispo de Tánger

Fuente Religión Digital

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El blog en Agosto…

Jueves, 9 de agosto de 2018
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Querido hermano, querida hermana,

Desde hoy, el blog adopta,  durante agosto un ritmo vacacional. El Foro, como siempre, estará  activo diariamente.

En la portada, donde aparecen las  publicaciones diarias, se intentará seguir un ritmo regular, diario,  pero puede que no… (especialmente, como hoy tras este post, sí se publicarán diariamente las “migajas de espiritualidad” y el artículo de espiritualidad, además de la cita dominical con el Evangelio)… sin embargo, podrás, seguro,  encontrar publicaciones aleatorias de noticias, artículos o textos inéditos.

Para estar seguro de  no perderte nada, no te olvides de visitar el blog diariamente.

Mientras tanto muchos posts, artículos, noticias y… fotografías sugerentes que quizá se te habrán escapado, están ahí esperándote.  Es el momento de ir a visitarlas.

Ver y ver de nuevo, magia de las palabras, lo imaginario de las fotos, holgazaneo, sensualidad,  ensueño …

Sin olvidar un poco,  mucho, de espiritualidad …

Descanso del cuerpo,  sosiego del alma …

Buenas vacaciones a  todas y  todos

Besos

Mudejarillo

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Compromiso

Viernes, 13 de julio de 2018
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Me doy cuenta que, ahora más que nunca, la dedicación a Dios en la vida religiosa no puede ser un pretexto para intentar la evasión, sino que, por el contrario, ella compromete al hombre mucho más irrevocablemente a tomar una posición y a dar un testimonio en el mundo de su tiempo. Y me parece que estoy obligado, por las circunstancias de mi vida y mis antecedentes, a hacer algo para curar la prodigiosa e imperdonable brecha que ha surgido entre la Iglesia y el mundo intelectual de nuestro tiempo”

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Thomas Merton.
Carta a Victoria Ocampo, 21 de julio de 1958.

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Espiritualidad de Henri Nouwen

Miércoles, 27 de junio de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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Dado el amplio ministerio oral y escrito de Henri Nouwen son amplios también los temas que trató y desarrolló, pero algunos de modo particular son puntuales y encuentran una sistematización a lo largo de toda su obra. Importante resaltar que en Nouwen se da una síntesis entre psicología y teología que redunda en beneficio de la espiritualidad. No se consideraba a sí mismo un teólogo, ni le interesaron mucho las disertaciones profundas acerca de los dogmas, pero fue capaz de articular algunas verdades esenciales de la fe cristiana en un lenguaje asequible y emotivo. Utilizó sus conocimientos psicológicos siempre con una intención pastoral, y consiguió que en sus escritos el límite entre psicología y espiritualidad sea apenas perceptible.

Los temas principales que trató en su obra se deducen fácilmente de los títulos de sus libros: El amor de Dios, somos hijos amados del Padre, estamos llamados a beber el cáliz de la vida con Cristo, el ministerio en la Iglesia a partir de nuestras propias heridas, oración, compromiso social, fragilidad, vivir escuchando la voz interior del amor. Nouwen recoge un poco de toda la espiritualidad de su siglo: Thomas Merton, Teología de la Liberación, Teresa de Calcuta, Martin Luther King, devociones, Sagrada Escritura, etc, para llevarlas en una síntesis bien armada a sus miles de lectores. Lo que Nouwen entregó en sus libros fue su propia andadura existencial, sus luchas, sus angustias, sus hallazgos espirituales, muy similares a los de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

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“El mar y el oleaje”, por Fernando Jiménez

Martes, 26 de junio de 2018
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bodyboard-tiago-sousa-desenquadrado-3_700x360A esta edad a la que he ascendido, es inevitable que la consciencia de un humano final de la experiencia a la que llamamos “vivir” te envuelva, como luz clara, a veces, y otras veces, quizás con una luz sombría, “Saber que somos luz y sentir frío / humanamente esclavos de la muerte”, como en el verso desesperado del primer Blas de Otero…

Hoy he cogido al vuelo un pensamiento de Salvador Panniker, de su Segunda Memoria, donde dice que “las cosas separadas” son una ficción del lenguaje, y lo interpreto en cuanto que el lenguaje hace siempre un recorte conceptual y artificial de los aspectos distintos de una realidad total e inconsútil.

La palabra “aspecto” deriva del término latino “aspicio” que significa ver: lo que veo de la realidad total en un momento determinado. Y viene a decir Paniker que esto que veo, estos aspectos, son recortes practicados en la totalidad, que se definen, se conceptualizan y se hacen distintos por obra y gracia del lenguaje. El Adán bíblico, instalado en la existencia, empieza a ordenar el mundo, la totalidad que le rodea, a clasificarlo en moldes lingüísticos, poniéndole, como dice la Biblia, un nombre a cada cosa.

Esos recortes de la totalidad -que se concretizan y delimitan en cada palabra de los lenguajes- no son más que flashes pasajeros, efímeros, fugaces, caducos, temporales…Y eso es también el tiempo: el paso de nuestra visión -enmarcada en cada palabra del lenguaje- por esos múltiples y sucesivos aspectos de la totalidad.

La Totalidad es atemporal, infinita, inagotable, perenne… como el mar. Mientras las olas sucesivas perecen desmayadas sobre la arena de las playas, el mar permanece eterno, inmutable, total. (Un día yo dejaré de ser ola, pero seguiré siendo mar, infinitamente). Cada ola es un presente perecedero, uno de los aspectos, captados sucesivamente, de esa totalidad infinita inabarcable.

Por eso, el presente no es más que una franja de eternidad, un aspecto puntualmente constatado y delimitado dentro de la totalidad. Y cuando nombramos en las cosas presentes sus aspectos de único, bueno, bello, verdadero… estamos delimitando en la cosa y en su presente, la bondad total, la belleza total, la verdad sin límites, la totalidad única, atemporal, infinita y trascendente que se refleja en cada una de esas cosas. Porque la totalidad nos transciende: es la trascendencia, la trascendencia transparente, Dios, que envuelve todas las cosas, “La transparencia, Dios, la transparencia” del clamor juanramoniano.

Lo contrario, la experiencia de lo que nombramos como maldad, falsedad, fealdad, desorden, caos… es el precio de nuestra imperfección esencial, que se pudre en la temporalidad de un presente limitado y sucesivo. Es la carencia de la Transcendencia, de Dios, de esa bondad, unidad, belleza, orden, que nos transciende en su totalidad, pero que podemos hacerlos presente en las cosas, por participación temporal y efímera (como las imágenes reflejadas en las paredes de la caverna de Platón) gracias a esa función divina, divinamente humana, del lenguaje y la palabra, el “Logos”. Palabra eterna, transpersonal, de la que derivan nuestras personales palabras delimitadoras de las cosas.

Desde estas premisas conceptuales, la muerte no existe ni consiste. Sólo se esfuma eso que nombramos y delimitamos como Yo, mi Yo, y que los demás llaman Tú, y que no es más que un aspecto de la realidad recortado y elaborado por el lenguaje. Pero queda la Totalidad.

Se diluye una ola, pero queda, eterno, el mar y el oleaje.

Fernando Jiménez H.-Pinzón

Fuente Fe Adulta

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“Cuida con amor tus estrellas”. Orar, vivir, compartir

Lunes, 25 de junio de 2018
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cuida-con-amor-tus-estrellas-620x375Miguel Ángel Mesa
Madrid.

ECLESALIA, 15/06/18.- Estas páginas ofrecen una cuidada y sugerente relación de textos muy diversos, que pueden servir para la reflexión y la oración personal y comunitaria, para las más diversas celebraciones, para compartir con los amigos…

Este libro se compone de varias temáticas, pero todas están interrelacionadas, son transversales, unas se entrelazan con las otras, pues si no fuera así le faltaría algo esencial a cada una de ellas.

En estas páginas el lector o lectora encontrará varios credos, la mayoría desde una perspectiva cristiana, pero muy abiertos, porque la fe que no crece y avanza cada día se va apagando. Por eso no se debe detener, sino irse modificando en el contacto con la realidad, con la vida de fe de otros creyentes, o con personas que no pertenecen a ninguna religión, pero que poseen una profunda fe en el ser humano y su dignidad, en el amor por la naturaleza y la vida.

También se hallarán paráfrasis de padrenuestros (sin desmerecer en absoluto el Padrenuestro que enseñó Jesús, que es una oración inigualable, que tendrá plena vigencia siempre), porque si ponemos en palabras de hoy algunas oraciones de ayer, se pueden entender mejor y aterrizar con más claridad y mayores posibilidades de que nos lleguen más adentro, nos motiven y comprometan.

Y no hay oración sin agradecimiento, sin alabanza, sin celebración. Pues todo en la vida es don, aceptado o entregado, por eso es necesario ser agradecido, dar las gracias, sentirse feliz por todo lo que se recibe, por lo que se aprende, por lo que se comparte. Y todo ese agradecimiento tiene un momento culminante: la celebración de acción de gracias, donde se hace presente la vida, con sus sufrimientos y sus alegrías.

La fe y la vida tienen que estar plenamente unidas. Jesús formó una comunidad de hombres y mujeres, que le acompañaron por los caminos de Galilea. No se puede vivir la fe de forma aislada, ni al margen de la existencia concreta. La fe, para ser auténtica y fértil, debe ser compartida en comunidad y solo tendrá su verificación en la realidad cotidiana.

La fe, la oración, la celebración, el compartirlo todo en comunidad, solo adquirirá su plenitud si está impregnada de una mística de ojos, oídos y manos abiertas, que lo envuelva todo, que nos ayude a ver la realidad en profundidad y lo que acontece detrás de ella: la trascendencia de cada acto, de las opciones, de la humanidad dolorida y esperanzada. La trascendencia inmanente de la Divinidad, que está presente en todo, que todo lo impregna y sustenta con su presencia.

Una mística que se enlaza profundamente con la espiritualidad. Esta nos ofrece el aliento para poder vivir de otra manera y, por lo tanto, más felices. Sí, porque la oración, la comunidad, la mística o la espiritualidad, solo serán creíbles si se concretan en la solidaridad, en el amor verdadero, efectivo hacia las personas que sufren injusticias en nuestro mundo.

«Este libro nos ayuda a rescatar lo inédito, a acoger la bienaventuranza de la ‘vida común’ desde la gratuidad y la Buena Noticia que porta dentro, porque el Evangelio no es una Palabra escrita en un libro sino que el Evangelio acontece, es dinámico, se revela en nuestro aquí y ahora y se nos ofrece como esperanza contra toda desesperanza» (Pepa Torres)

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Para más informaciónpaulinas.es

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