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“Hacia una espiritualidad integral. Una urgencia planetaria”, por José Arregi.

Viernes, 20 de diciembre de 2024

IMG_8720Del blog Umbrales de Luz:

Asamblea europea de las Comunidades Cristianas de Base Pesaro (Italia), 20-22 de septiembre de 2024

Saludo y presentación

Amigas, amigos: os saludo cordialmente. ¡Gracias por habernos invitado a Itziar y a mí! ¡Gracias por estar aquí! La vida, su aliento profundo nos reúne en esta bella Pésaro. Aquí, a orillas del Adriático, que forma parte del Mediterráneo, nos sentimos unidas a todos los mares y a todas las tierras. Somos hermanas y hermanos de la comunidad de todos los seres humanos, y de la comunidad de Jesús, el profeta de Nazaret que anunció el Jubileo de la libertad y de la fraternidad-sororidad universal. Su anuncio, su llamada, su presencia nos reúnen.

No sé si exageraré si digo que buena parte de quienes nos reunimos aquí nos sentimos en una delicada encrucijada de nuestra trayectoria vital: la voluntad no ceja, pero las energías menguan; la llama que nos ha animado durante décadas sigue encendida, pero el cansancio se deja sentir y las preguntas aumentan. ¿Nos queda aún suficiente aliento?

En esta encrucijada es donde quiero situar las reflexiones que siguen sobre la espiritualidad integral. Quiero deciros, sencilla y cordialmente, y volver a decirme: Sí, hermanas, hermanos, podemos respirar en paz, sin aferrarnos a ningún logro ni a ningún empeño. También estas comunidades pueden aún hoy respirar e infundir aliento, libres del fruto logrado o del fracaso cosechado en nuestra misión, en nuestros largos años de entrega generosa. No tengo más que agradeceros y felicitaros por lo que habéis sido y hecho, por lo que seguís siendo y haciendo todavía.

Dividiré mis reflexiones en seis puntos. Empezaré señalando la profunda crisis civilizacional que vivimos y la urgencia espiritual que salta a la vista. Tras aclarar en un segundo punto lo que entiendo por “espiritualidad integral”, el tema que me ha sido propuesto, dedicaré los cuatro siguientes puntos a exponer cuatro ideas que considero claves para comprender y vivir dicha espiritualidad integral: en primer lugar, la espiritualidad es fruto y agente a la vez de la transformación integral; en segundo lugar, la transformación política es requisito indispensable para una transformación espiritual; en tercer lugar, la esperanza constitutiva de la espiritualidad no consiste en esperar la realización de la utopía, sino en vivir impulsados por el espíritu de la vida; y en cuarto lugar, la experiencia mística percibe la plenitud utópica como realidad presente.

  1. Crisis civilizacional y urgencia espiritual

No me parece exagerado decir que nunca nuestra especie humana Sapiens ha vivido una época de cambio y de crisis como ésta que nos ha tocado vivir justamente a nosotros, la generación nacida en las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX, la inmensa mayoría de entre nosotras y nosotros. Nunca los cambios y los peligros fueron tan profundos, rápidos y globales; son  cambios que afectan prácticamente a todos los individuos de la especie: ocho mil millones.

Nunca las paradojas fueron tantas y tan radicales. Nunca los seres humanos hemos sido tan dueños y señores de la Tierra, y a la vez tan esclavos los unos de los otros, y de nosotras mismas. Nunca hemos sido tan poderosos, y a la vez tan inseguras y vulnerables. Nunca hemos sido a la vez tan sabios y dementes, tan creadoras y depredadoras, tan innovadores y exterminadores. Nunca hemos dispuesto de tantos remedios para la enfermedad y el hambre, pero nunca hemos dejado morir a tantos millones de personas a consecuencia de la pobreza, la soledad y la angustia. Nunca hemos poseído tanto conocimiento científico y tanta tecnología, pero nunca hemos sido actoras y víctimas de tanto control y de tanta opresión universal, nunca hemos fabricado tantos instrumentos de destrucción de la vida, ni hemos corrido el riesgo de perder el dominio de nuestras propias máquinas inteligentes. Nunca hemos podido acceder a tanta información instantánea y global, pero nunca se han difundido tantos bulos interesados y perniciosos. Nunca hemos tenido a mano tantos medios para mejorar nuestra especie humana hasta límites jamás sospechados, pero nunca hemos estado tan cerca de arruinarla para siempre. Nunca hemos tenido tan al alcance la paz y la justicia para toda la humanidad, pero nunca nos hemos armado tanto todos contra todos, y nunca desde la II Guerra Mundial ha habido tantos países, hasta 92, involucrados en 56 conflictos armados. Nunca tanto como hoy hemos podido ser hermanas y hermanos de todos en una comunidad planetaria de pueblos confederados, pero nunca nos hemos empeñado tanto en una loca competición planetaria de todos contra todos y contra nosotras mismas. Nunca hemos disfrutado de tantos recursos para satisfacer nuestras necesidades, pero nunca hemos generado tantas necesidades frívolas e insaciables, a costa en primer lugar de las más indigentes y a costa, al final, del bienestar universal. Nunca fueron tantas las oportunidades ni tantas y tan graves las amenazas, desde el cambio climático hasta la inteligencia artificial generativa.

Tal es el panorama de nuestro mundo, de esta humanidad nuestra, maravillosa y contradictoria, inacabada como todas las especies vivientes. Somos una especie dotada de asombrosas capacidades, pero aún incapaz de querer gestionarlas sabiamente, incapaz de la verdadera libertad, a saber, de querer el bien ajeno tanto como el propio y de ser feliz haciéndolo. No seremos libres hasta que lleguemos a eso, y me pregunto si hemos avanzado algo y si vamos a avanzar.

He ahí el reto que el Homo Sapiens tiene ante sí como nunca antes desde que surgió en la Tierra hace 300.000 años. En esa crisis radical, en esa encrucijada histórica, debemos escoger entre la vida común y el colapso común. ¿Podremos sobrevivir colectivamente a esta profunda asfixia vital común que nos amenaza? ¿Podremos hacer efectiva la “valiente revolución cultural” que ha reclamado el papa Francisco?

No niego mi zozobra, mi duda de que lo vayamos a hacer. Pero no dudo en decir: “Sí, podemos”. Pero habremos de quererlo verdaderamente e invertir en ello nuestras inmensas capacidades y los enormes recursos económicos que dedicamos a conquistar el espacio y a hacernos la guerra. Tampoco dudo en decir: solo será posible una revolución cultural si emprendemos una profunda transformación espiritual, un camino de espiritualidad personal e institucional, individual y planetaria, “política” en el sentido más pleno. Está en juego nuestra supervivencia personal y universal. Que todas, todos, podamos respirar a fondo en todos los sentidos: he ahí la cuestión. De esa espiritualidad depende el presente y el futuro de esta humanidad, de su civilización.

Al decir espiritualidad no me refiero a creencias, dogmas, ritos e instituciones religiosas que hoy carecen de sentido para una amplia mayoría creciente. Tampoco me refiero a prácticas llamadas “espirituales” en oposición a otras prácticas (mentales o físicas, académicas, profesionales o políticas). Ni me refiero a una supuesta “dimensión interior” de la persona en contraposición a la llamada “dimensión exterior”. También este tipo de contraposiciones han perdido su sentido. La espiritualidad significa más bien ensanchar la conciencia y vivir el amplio respiro universal, personal e institucional. Recordemos la raíz indoeuropea del término espiritualidad: –sp, raíz que comparten otros términos como espíritu, esperanza, espacio… Necesitamos vivir, comprender y expresar la espiritualidad en un paradigma que corresponda a la amplitud sugerida por el mismo término, en un paradigma integral, coherente con la cosmovisión generalizada en nuestra cultura. Necesitamos una espiritualidad integral que puede ofrecer la inspiración y el aliento que necesita el mundo en su encrucijada. ¿Qué significa, pues, “espiritualidad integral”?

  1. ¿Qué se entiende por espiritualidad integral?

Ken Wilber es quien ha hecho un mayor esfuerzo en nuestro tiempo por ofrecer un modelo holístico, un “paradigma holográfico”, una exploración sobre la experiencia humana profunda “en la frontera de todos los saberes”, teniendo en cuenta los “tres ojos del conocimiento”, una “visión integral” que abarca los ámbitos de la ciencia, la psicología, la filosofía, las diversas tradiciones sapienciales, espirituales y/o religiosas. Propone así un marco teórico-práctico que comprende la experiencia espiritual desde un enfoque o visión integral [1].

El autor desarrolla para ello un modelo complejo que denomina “los cuatro cuadrantes” y que subyace a todas sus reflexiones y escritos sobre la espiritualidad. Distingue sin separar cuatro esferas o cuadrantes constitutivas de la espiritualidad:

1) El cuadrante superior izquierdo corresponde al YO INTERIOR INDIVIDUAL (mi mundo subjetivo: ideas, emociones, afectos y desafectos, deseos y rechazos, creencias…);

2) el cuadrante inferior izquierdo representa el NOSOTROS INTERIOR COLECTIVO (el mundo intersubjetivo y cultural: pertenencia social, identidad grupal, símbolos y valores compartidos…);

3) el cuadrante superior derecho representa el ELLO EXTERIOR INDIVIDUAL (el organismo individual objetivo, físico-biológico: átomos, moléculas, células, circuitos neuronales, ADN…);

4) el cuadrante inferior derecho figura el ELLO EXTERIOR COLECTIVO (el entorno físico e institucional, inter-objetivo: tierra, cosmos, leyes, instituciones, organizaciones políticas, económicas…).

Ninguna de estas cuatro esferas o dimensiones está separada de todas las demás, sino constitutivamente ligada a todas ellas. Toda parte está relacionada con todo, todo fenómeno con todos los fenómenos, toda vivencia con todas las vivencias.

Entre todas las ciencias y saberes actuales existe un amplio consenso en este paradigma o marco general de comprensión de la realidad en su conjunto. No solo la física y la biología, sino también la psicología y la sociología, la antropología y la filosofía nos sugieren una cosmovisión, un paradigma holístico, integral, interdimensional e interdisciplinar. Ninguna perspectiva de la realidad es separable de las demás perspectivas. Ningún conocimiento es separable del conjunto de los demás conocimientos. Y son también inseparables el decir, el comprender y el vivir.

Pues bien, este mismo paradigma holístico, integral, se nos impone a la hora de decir, de comprender y de vivir la espiritualidad. La espiritualidad no es una experiencia o una dimensión vital separada o desligable de las múltiples dimensiones interrelacionadas que nos configuran como organismos en general, y como organismos vivientes, sintientes, conscientes en particular. La espiritualidad es la mirada profunda a la que nos abren todas las miradas en su interrelación. Es la experiencia vital profunda, integral, que emerge de todas las experiencias. Por lo tanto, no podemos hablar de la espiritualidad ni comprenderla ni vivirla en el viejo paradigma metafísico, dualista y compartimentado, si queremos que la espiritualidad sea inspiradora para nosotros mismos y para los hombres y las mujeres de hoy, al menos en esta cultura que llamamos occidental. Y me atrevo a decir que este paradigma holístico, especialmente marcado por el desarrollo y la difusión del conocimiento científico interdisciplinar, se acabará imponiendo a nivel planetario a medida que se universaliza el acceso a la universidad. No significa ello que la ciencia empírica, positiva, basada en la medición y el cálculo matemático, agote el conocimiento de la realidad en su misterio profundo. Ciertamente no. Pero parece innegable que la espiritualidad es cada vez más incompatible con creencias en entidades metafísicas (espíritus, dioses…), revelaciones divinas y dogmas infalibles, propios de un paradigma mítico premoderno. La “espiritualidad integral” presupone – y también en ello insiste Ken Wilber – que sea comprendida de manera coherente con la cosmovisión científica interdisciplinar del mundo [2].

En este mismo sentido, no puedo menos de mencionar a Raimon Panikkar, de madre catalana y padre hindú,sacerdote en los márgenes del sistema católico, científico, filósofo, teólogo, maestro espiritual, promotor del diálogo intercultural e interreligioso, místico fronterizo, transfronterizo, que resumió su periplo espiritual en aquella bella, memorable confesión: “Marché [de España a la India] cristiano, me descubrí a mí mismo hindú y volví budista, sin haber dejado de ser cristiano”. En él confluían, reconocía, cuatro grandes ríos: el cristiano, el hindú, el budista y el secular.

En la introducción al segundo volumen de sus Obras Completas, escribe: “¿Qué tipo de espiritualidad es propio de nuestro tiempo? Intentar definir cómo ha de ser la espiritualidad de nuestro tiempo es ya una paradoja: la solución no está en la respuesta, sino ya en la pregunta; es decir, en la misma formulación de la pregunta y en el hecho de sentir la necesidad de esta espiritualidad, aunque no podamos dar la respuesta. Presento, no obstante, un esbozo de respuesta diciendo que la espiritualidad debe ser integral: esto significa que debe involucrar al ser humano en su totalidad. Y entonces hay que preguntarse: ¿Qué es, pues, el ser humano? […]. El ser humano es esta realidad que expresan las cuatro palabras griegas somapsychépoliskosmos” [3]. Es decir: cuerpo, psiquismo, sociedad, mundo o cosmos.

Yo añadiría que no solo el ser humano es cuerpo, psiquismo, sociedad y naturaleza o cosmos. También lo es todo ser viviente, al menos todo viviente animal. También un perro, un pájaro e incluso, en alguna medida, un gusano o una esponja de mar son cuerpo físico, relación social, psiquismo individual y cosmos. Todas somos polvo de antiguas estrellas y todas provenimos de la misma bacteria primera. Todos somos hermanos. En cuanto al límite entre los seres vivientes y los seres que llamamos inertes ¿es acaso tan claro y definitorio como habitualmente pensamos? En cualquier caso, cada organismo viviente vive de las partículas, los átomos y las moléculas que lo nutren, y su autonomía depende del entorno físico y biológico que lo rodea, y de la energía del sol que lo mantiene vivo y que orbita dentro de la Vía Láctea, que junto con todas las galaxias orbita en un universo que no tiene ni comienzo ni fin definibles y se halla en permanente creación, tal vez en eterna creación.

  1. La espiritualidad es fruto y agente de una transformación integral

Al mismo tiempo, sin embargo, cada organismo, por mínimo que sea, actúa a su vez sobre aquello mismo que lo hace ser. El bosque crece gracias a la lluvia, pero a su vez contribuye al surgimiento de las condiciones que provocan la lluvia. Una dosis de serotonina puede mejorar mi estado anímico o mi relación con las personas, pero mis circunstancias físicas y sociales también pueden a veces surtir el mismo efecto sin acudir a la farmacia. Mis ideas y emociones dependen también de mi sistema digestivo, y de la sociedad a la que pertenezco, de la tierra que habito, del sistema político y económico por el que soy regido. Pero también la política, la economía, la naturaleza, la cultura, el bienestar social y mi salud corporal dependen de mis pensamientos y decisiones personales. Todo interactúa con todo, todo está interrelacionado con todo, todo depende de todo en alguna medida. La dependencia es interdependencia. Leer más…

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Tuyo es todo esto, y todo es para ti.

Sábado, 14 de diciembre de 2024

Juan de Yepes, hijo de Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez, nació en Fontiveros (Ávila) en el año 1542. Tras una niñez llena de miseria, entró en 1563 en el Carmelo. En 1567, año de su ordenación sacerdotal, conoció a Teresa de Jesús en Medina del Campo y decidió seguirla en la fundación de la nueva familia del Carmelo. Fue primero carmelita descalzo en Duruelo, en 1568, y ocupó a continuación el cargo de maestro y formador.

En 1572 lo reclamó Teresa para confesor del monasterio de la Encarnación del que era priora. Fue perseguido y encerrado, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578, en la cárcel conventual de Toledo, donde realizó una fuerte experiencia del sufrimiento y de la «noche oscura». Tras salir de la cárcel, se incorporó a la vida de la naciente Reforma y ocupó el cargo de superior en Segovia. Murió en Ubeda el 14 de diciembre de 1591. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI el 24 de agosto de 1926.

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En la Fiesta del poeta enamorado de lo Indecible, Juan de la Cruz, traemos esta preciosas palabras… Hasta su prosa es poesía. El ritmo y la cadencia lo acompañan en revestir de palabra lo inefable.

La obra de Juan es un tratado ecológico, una espiritualidad telúrica. La primera mitad del Cántico Espiritual es un canto de amor a la creación y de comunión con ella. Versos arrobadores que cantan el desposorio con la creación. La relación entrañable con el cosmos, con la madre tierra, muestra una espiritualidad telúrica admirable:

 “Buscando mi amores…

¡Oh cristalina fuente…!

Mi Amado las montañas…

La música callada

 la soledad sonora

la cena que recrea y enamora”.

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Cántico espiritual

***

San Juan

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.”

*
Oración de alma enamorada

*

San Juan de la Cruz

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Juan de la Cruz es un enamorado de Dios. Trataba familiarmente con él, hablaba constantemente de él. Lo llevaba en el corazón y en los labios, porque constituía su verdadero tesoro, su mundo más real. Antes de proclamar y cantar el misterio de Dios, es su testigo; por eso habla de él con pasión y con dotes de persuasión no comunes: «Ponderaban los que le oían, que así hablaba de las cosas de Dios y de los misterios de nuestra fe, como si los viera con los ojos corporales». Gracias al don de la fe, los contenidos del misterio llegan a formar para el creyente un mundo vivo y real. El testigo anuncia lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado, a semejanza de los profetas y de los apóstoles (cf. 1 Jn 1,1-2).

Como ellos, el santo posee el don de la palabra eficaz y penetrante; no sólo por la capacidad de expresar y comunicar su experiencia en símbolos y poesías transidos de belleza y lirismo, sino por la exquisitez sapiencial de sus dichos de luz y amor, por su propensión a hablar «palabras al corazón, bañadas en dulzor y amor», «de luz para el camino y de amor en el caminar».

La viveza y el realismo de la fe del doctor místico estriban en la referencia a los misterios centrales del cristianismo. Una persona contemporánea del santo afirma: «Entre los misterios que me parece tenía grande amor era al de la Santísima Trinidad y también al del Hijo de Dios humanado». Su fuente preferida para la contemplación de estos misterios era la Escritura, como tantas veces atestigua; en particular, el capítulo 17 del evangelio de san Juan, de cuyas palabras se hace eco: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía. Descubre a Dios en las obras de la creación y en los hechos de la historia, porque lo busca y acoge con fe desde lo más íntimo de su ser: «El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma… Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora».

¿Cómo consigue el místico español extraer de la fe cristiana toda esa riqueza de contenidos y de vida? Sencillamente, dejando que la fe evangélica despliegue todas sus capacidades de conversión, amor, confianza, entrega. El secreto de su riqueza y eficacia estriba en que la fe es la fuente de la vida teologal: fe, caridad, esperanza. «Estas tres virtudes teologales andan en uno».

Una de las aportaciones más valiosas de san Juan de la Cruz a la espiritualidad cristiana es la doctrina acerca del desarrollo de la vida teologal. En su magisterio escrito y oral centra su atención en la trilogía de la fe, la esperanza y el amor, que constituyen las actitudes originales de la existencia cristiana. En todas las fases del camino espiritual son siempre las virtudes teologales el eje de la comunicación de Dios con el hombre y de la respuesta del hombre a Dios.

La fe, unida a la caridad y a la esperanza, produce ese conocimiento íntimo y sabroso que llamamos experiencia o sentido de Dios, vida de fe, contemplación cristiana. Es algo que va más allá de la reflexión teológica o filosófica. Y la reciben de Dios, mediante el Espíritu, muchas almas sencillas y entregadas.

Al dedicar el Cántico espiritual a Ana de Jesús, anota el autor: «Aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no le falta el de la mística que se sabe por amor en que no solamente se saben, mas juntamente se gustan». Cristo se les revela como el Amado; aún más, como el que ama con anterioridad, como canta el poema de «El pastorcico» .

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Carta apostólica Maestro en la fe,
en el IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, 8-10.

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“Fuera de su nativa España, San Juan de la Cruz nunca fue un santo muy popular. Su doctrina es considerada como “difícil”, y le exige a los demás la misma austeridad intransigente que él practicó durante su vida entera. Sin embargo, un estudio más ceñido a su doctrina…, probaría que San Juan de la Cruz poseía todo el equilibrio, la prudencia y la “discreción” que caracteriza a la más elevada santidad. No es un fanático aplicado a sobrecargar a sus subordinados con fardos insoportables que acabarían por reducirlos a ruinas morales y físicas. Las exigencias que formula son inflexibles en lo esencial pero flexibles en sus aspectos accidentales. Su único propósito consiste en situar al hombre entero, cuerpo y alma, bajo la guía del Espíritu de Dios. En la práctica, San Juan de la Cruz se opuso inexorablemente al formalismo y la inhumanidad de quienes comparaba con “herreros espirituales” que martillaban violentamente las almas de sus víctimas para hacerlas calzar en algún modelo convencional de perfección ascética. Sabía muy bien que este tipo de ascetismo era uno de los más defectuosos, porque a menudo era una manifestación de incorregible orgullo espiritual. La claridad y la lógica de este carmelita español, sumada a su insuperable y experimentado conocimiento de las cosas de Dios, lo sitúan de lejos como uno de los más grandes y más confiables de todos los teólogos místicos”.

Ascenso a la Verdad”, páginas 320-323

Thomas Merton

Ed. Lumen,
vía Amigos de Thomas Merton

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

Juan de la Cruz, ecología enamorada.

Sábado, 14 de diciembre de 2024

são joão da cruzDel blog de Xabier Pikaza:

Hoy es el día de Juan de la Cruz, representante supremo de la ecología enamorada. El  concibe la naturaleza como espacio y camino de amor, en este tiempo de experiencia y tarea ecológica.

En Dubai, COP 28, se busca la manera de reducir los carburantes tóxicos para que el mundo pueda tener mejor salud, de forma que sea espacio de amor para los hombres.

Preparando la Navidad, plazas y calles se adornan con motivos ecológicos: Renos y abetos… Mi amado las montañas, los valles solitario, nemorosos.

Es tiempo para recordar dos cantos ecológicos supremos de Juan de la Cruz: Cántico Espiritual B: Canto 5 y 14/15.

Juan de la Cruz (1542-1591), poeta y mítico católico de Castilla, España, ha sido, heredero de una intensa tradición ecológica judía y musulmana, medieval y renacentista,   en comunión de espíritu con los grandes creadores y reformadores cristianos. Sus versos marcan lo que puede ser el punto de partida de la nueva espiritualidad cósmica y enamorada.

Benito Espinosa (1632-1677), el iniciador judío  (hispano-holandés)de la modernidad dijo “Deus sive natura”, Dios es principio viviente (humano-divino) de la naturaleza. Juan de la cruz, le abrió camino, desde una perspectiva hispano-judía universal, elevando su inmenso canto cósmico sagrado de la naturaleza, del que tomo y comento una estrofa simple (Canto 4) y una doble (Canto 14-14).

CANTO 5. Mil gracias derramando pasó por estos sotos

Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.

 Este pasaje ofrece rasgos de fábula (los mismos bosques hablan), pero, a diferencia de las fábulas, ofrece una revelación de Dios por la naturaleza, en la línea de muchos salmos del AT, como ratifica el libro de Sabiduría o Rom 1-3. La Biblia sabe que “cielo y tierra proclaman la gloria de Dios” (Sal 19) y que el mismo cosmos actúa así como mensajero de su voz, señal de su misterio. A diferencia de Francisco, Juan de la Cruz no empieza preguntando a los astros del alto (sol, luna y estrellas…), sino a “sotos”, lugares bajos de Dios por los que pasan los pastores…

Las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría. Según dice san Pablo, el Hijo de Dios es resplandor de su gloria y figura de su sustancia (Heb 1,3). Es, pues, de saber que con sola esta figura de su Hijo miró Dios todas las cosas, que fue darles el ser natural…El mirarlas mucho buenas (cf. Gen 1,31) era hacerlas mucho buenas en el Verbo, su Hijo (CE 5, 3.4).

 De este paso de amor (Dios) por el mundo trata nuestro texto, hablando así de la creación, por la que Dios refleja su gloria y hermosura en todo lo creado, de manera que ellas, las creaturas del mundo, son positivas, buenas, amorosas, aunque no sean sin más el Amado en contra de lo que sucede en algunos dualismos extremos, que condenan el mundo como malo. En contra de ellos, Juan de la Cruz interpreta el mundo como encarnación y presencia de Dios [1].

            Esta es una ecología de la mirada. Las ovejas, que ella había guardado en su tiempo de pastora, no causaban sobresaltos ni problemas: estaban quietas, domesticadas, dóciles a perros y pastores y podíamos hallarlas siempre que quisiéramos, entre las majadas al otero. Pero ahora, al iniciar su ejercicio de amor, alejándose de los caminos trillados del trabajo de la tierra, la Amante ha preguntado a bosques, flores y espesuras, y ellos han podido y querido responderle, recogiendo así la voz del Amado [2].

El paso del Amado, Dios excelso, presencia de Belleza, por los sotos o espacios inferiores, define y establece todo lo que existe, como experiencia primordial de hermosura, que sólo en amor logra conocerse.La tarea primordial del hombre, el gozo que marca y configura su existencia, consiste en vincularse a la hermosura del paso del Amado Dios entre las cosas.

Mil gracias derramando. En el fondo de este verso, parece reflejarse el signo del sol-fuego que expande sin cesar sus rayos, como fuente de Vida que mana y derrama el agua por los campos, de manera desbordada, generosa, estando en todo, siendo, al mismo tiempo, lejana y esquiva. Es como un foco o manadero múltiple de gracia, que es totalmente nuestro, pero se evade y desaparece tan pronto como intentamos poseerle por la fuerza. Es nuestro, todo nuestro, y sin embargo ya no está si queremos agarrarle [3].

Pasó por estos sotos con presura. El Amado va cruzando y derramando gracia, porque ser es crear en amor, como saben los que aman. De esa forma actúa Dios: Lo hace todo, pero no se impone sobre nada, ni exige cosa alguna. De esa forma “es”, haciendo que las cosas sean. Lo enriquece todo, pero nada se reserva; todo lo puede, de nada se apodera. Por eso va pasando raudo, abriendo sendas con su propia vida.

Pasar por los sotos es criar los elementos, que aquí llama sotos; por los cuales dice que derramando mil gracias pasaba, porque de todas las criaturas los adornaba que son graciosas… Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios – que las hizo como de paso –, porque las mayores… eran las de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana… (CE 5, 3).

 El Amado es Pascua, paso y presencia de amor, como ciervo que aparece y lo ilumina todo con su rayo y después desaparece, a fin de que podamos buscarle mejor, de manera que buscándole seamos, pues si no pudiéramos hacerlo moriríamos. Más tarde, cuando la Amante vaya encontrando al Amado (al final del itinerario), el tiempo podrá retardarse, de modo que la presura del paso se vuelva eternidad y la rapidez se vuelva calma amorosa, como evoca otro poema: “Quedéme y olvidéme /el rostro recliné sobre el Amado; /cesó todo y déjeme /dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado” (Noche 8) [4].

Y, yéndolos mirando, con sola su figura. Todo lo que existe es mirada de Amado, de forma que la misma hermosura de montes y prados es reflejo de sus ojos que nos miran, haciendo así que todo sea hermoso y todo bueno porque miró Dios y descubrió que las cosas eran buenas, haciéndolas buenas, como dice Juan de la Cruz (CE 5,4; cr.Gén 1,31). El Amado miró y con sus ojos fue llenando todo de hermosura, para que pudiéramos ser al responderle también con nuestros ojos [5]

Con sola su figura. Los científicos del siglo XVII y XVIII decían que Dios era matemático, pues todo lo había construido con números, leyes y signos de geometría (o álgebra). Juan de la Cruz ha penetrado en un nivel más hondo pues sabe que Dios no ha creado las cosas con leyes de ciencia, sino con la luz de su mirada. La realidad menos perfecta, de tipo material, puede empezar a medirse con leyes sobre átomos y fuerzas que están ante nosotros, pero la misma física sabe que la realidad más honda es luz, un cruce misterioso de miradas.

La mirada posesiva viola, desnuda y destruye al mirado. Al contrario, la mirada gratuita del Amado viste de gracia y enriquece a quienes mira [6]. Conforme a Gén 3, los hombres caídos se vieron desnudos, tuvieron vergüenza y debieron vestirse con ropas externas (de fibra de higuera). El deseo posesivo nos desnuda de manera que debemos revestirnos de materia opaca (ropas), pues no somos ya capaces de vivir en un espacio de miradas transparentes. Pero aquí se ha invertido ese proceso de recubrimiento, porque el amor, cuando es profundo y verdadero, no tiene ya necesidad de trajes exteriores, pues viste y reviste de hermosura a personas y a cosas [7].

Canto  14‒15: Mi amado las montañas

Mi Amado las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos (CE 14)

El Papa Francisco habla de la ecología “enamorada” de Juan de la Cruz, destacando unas palabras centrales de su comentario: «Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y en el suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí» (CE XIV-XV, 6-7).

San Francisco de Asís había cantado, una por una, las grandes criaturas como hermanas (sol y luna, estrellas y elementos: tierra y agua, fuego y aire…). Más que hermanas, ellas son para San Juan de la Cruz realidad y presencia del Amado. No hay ecología sin enamoramiento de vida, que se expresa en forma de amor hacia los otros.

             Dice la amante que todas estas cosas (montañas, valles…) es su Amado en sí y lo es para ella, porque en lo que Dios suele comunicar en semejantes excesos, siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho que dijo San Francisco, es a saber: ¡Dios mío y todas las cosas!

             La ecología es un tema político y económico, científico y social, pero es sobre todo fondo un tema de enamoramiento. Sólo por amor se respeta, se admira y se cuida el mundo, para gloria de Dios, para bien de los demás seres humanos. El mundo es, según eso, Un don que se da y comparte gratuitamente, sabiendo que cuanto más doy y comparto más tengo, pues las cosas sólo se disfrutan cuando se regalan y comparten. Los cinco elementos aquí cantados (montes, valles, islas, ríos, silbido del aire) no son referencia al Amado, sino el mismo Amado, que es montes y valles…

– Elección de elementos. San Francisco había sido más tradicional, citando, con el sol, luna y estrellas, las cuatro esencias o elementos básicos: tierra y agua, aire y fuego. Juan de la Cruz ha prescindido de los astros y del fuego (que aparece sólo en CE 39) y ha destacado algunos rasgos importantes de tierra, agua y aire, construyendo un universo simbólico de gran densidad que contrapone montes y valles, islas y ríos, para insistir finalmente en el silbo del viento, que volveremos a escuchar en CE 39. Pues bien, ese universo simbólico “es” Dios, no un simple camino que lleva a Dios.

– Naturaleza, Dios en amor. Aquí no hay ciudades ni plazas, no hay estados políticos ni pueblos. En un momento anterior (CE 3), Juan de la Cruz había aludido a los fuertes y fronteras, dejando abierta la amenaza de las divisiones y luchas sociales, la lucha de unos hombres contra otros. Es como si todas las restantes cosas hubieran quedado superadas y sólo contara el amor universal que vincula todo lo que existe, un amor que es Dios, unas realidades (montes, ríos…) que son Dios para los hombres. Ahora, al ver/admirar el mundo está viendo a Dios, pues como decía San Agustín: Ves la Trinidad si ves la caridad (Vides Trinitatem si caritatem vides, De Trinitate, VIII, 8,12).

– Un silbo de amor. Todas las criaturas culminan en el aire hecho llamada de amor. En esa línea (adaptando un famoso título de K. Rahner, “Oyente de la palabra”),definimos al hombre como aquel que puede escuchar y acoger el silbo amoroso de Dios. Pastores, ganados guardianes se comunican muchas veces por silbidos que sólo ellos entienden. También los enamorados en la noche silban y así se reconocen, de un modo personal, enviando sus mensajes. Pero sólo los enamorados de Dios escuchan el silbo de Dios (su llamada) en la voz del viento.

 La amante había dicho descubre tu hermosura (CE 11) y el Amado, apareciendo como ciervo vulnerado en el otero, ha respondido, CE 13). De esa forma, la amante recupera en el Amado todas las cosas, transfiguradas en amor, en un canto cósmico que vincula (identifica mundo y Dios). Hasta ahora, el mundo había ofrecido diversos perfiles de majadas y oteros (CE 2), montes y riberas (CE 3), bosques y espesuras (CE 4) donde podían rastrearse las huellas del Amado (CE 5). Pero ahora, el Amado/Dios se revela como mundo (CE 14) [8].

San Francisco había cantado, una por una a las criaturas como hermanas (sol y luna, estrellas y elementos: tierra y agua, fuego y aire…). Más que hermanas, ellas son para Juan de la Cruz expansiones y presencia del Amado. No las separa, diciendo “amada montaña, amados valles”, sino que las une y vincula con el único Amado, pues Dios se identifica con ellas, un Dios que no es ya padre ni madre, ni siquiera creador, sino, sencillamente Amado (divino, humano), en cada una de las cosas:

            Dice la esposa que todas estas cosas (montañas, valles…) es su Amado en sí y lo es para ella, porque en lo que Dios suele comunicar en semejantes excesos, siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho que dijo San Francisco, es a saber: ¡Dios mío y todas las cosas! De donde, por ser Dios todas las cosas al alma y el bien de todas ellas, se declara la comunicación de este exceso por la semejanza de la bondad de las cosas… Que, por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios, según lo sintió San Juan, cuando dijo: Lo que fue hecho en Él era vida Y así no se ha de entender que lo que aquí se dice que siente el alma es como ver las cosas en la Luz o las criaturas en Dios, sino que en aquella posesión siente serle todas las cosas Dios (Jn 1, 4. Juan de la Cruz CE, 14, 5).

                        Juan de la Cruz sabe que las cosas no son Dios (ni un amado humano) y pocos han destacado como él la fragilidad y finitud del mundo. Pero, en otro sentido, vinculándose al Amado, él sabe o, mejor dicho, siente que todas son Dios para él, siendo el Amado. En el ámbito del conocimiento racional, ellas son diferentes del amado, en dura objetividad. Pero en contemplación de amor son hermanas, son el mismo Amado. Sólo quien ama descubre y sabe que, desbordando argumentos y razones, todas las cosas son Amado, pues en él existen y se hacen presentes (cf. Jn 1, 1-5; Col 1, 15-18) [9].

                        Mi Amado, las montañas. Ellas son lo primero: altura de Dios que se desvela sobre la fuente de amor, cuando el Amado “asoma por el otero” de su vida hecha belleza que se expande de manera generosa, imponente y cercana.

Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas, graciosas, floridas y olorosas. Esas montañas es mi Amado para mí (CE 14-15, 6)

            Los valles solitarios nemorosos. El mismo monte es valle solitario por el que discurre el agua de la fuente fresca, plenitud de enamorados, espacio nemoroso, bosque sagrado del Dios que en todas las cosas nos ama:

             Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Esos valles es mi Amado para mí (CE14-15, 7).

Las ínsulas extrañas. El Amado es lo más alto y lo más bajo, monte y valle. Pues bien, aquí aparece, al mismo tiempo, como el más lejano, sorprendente y distinto, allende los mares. Las ínsulas más raras son Dios para el amante:

             Las ínsulas extrañas están ceñidas con la mar y allende de los mares, muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres… Y así por las grandes y admirables novedades y noticias extrañas, alejadas del conocimiento común, que el alma ve en Dios, le llama (a Dios) ínsulas extrañas (CE14-15, 8).

Los ríos sonorosos. El Amado que era Fuente plateada es aquí fluir de vida, corriente de agua creadora que discurre con fragor inmenso y poder inasequible (cf. Ez 1, 24-25). Corrientes y aguas bravías no son enemigas de Dios (cf. Gn 1, 1-2; Sal 46, 3-4), sino potencia del Amado:

 Los ríos tienen tres propiedades: la primera, que todo lo que encuentran embisten y anegan; la segunda, que hinchen todos los bajos y vacíos que hallan delante; la tercera, que tienen tal sonido que todo otro sonido privan y ocupan. Y porque, en esta comunicación de Dios que vamos diciendo, siente el alma en Él estas tres propiedades, dice que su Amado es los ríos sonorosos… voz infinita… (CE14-15, 9).

 El silbo de los aires amorosos… La voz perene del río, que todo lo arrastra y aturde, voz del Dios fuerte, se vuelve suave silbo amoroso, llamada de vida que invita, en lo más íntimo del alma, susurro de gracia que anima en nosotros la existencia:

 Llámale silbo porque, así como el silbo, del aire causado, se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma, que es muy mayor deleite que todos los demás(cf. CE 14-15, 14).

             Los grandes fenómenos (montes y valles, ínsulas y ríos) desembocan y culminan en este silbido de amor en la hondura de Dios (cf. 1 Rey 19, 11-13). Pero ahora este silbido no se opone a los signos anteriores (huracán, terremoto, fuego), que Elías había sentido sin ver allí a Dios, sino que los asume y culmina. La naturaleza entera silba desde Dios en amor.        Posiblemente existen otros tipos de enamoramiento, que estrechan y reducen la atención del amante, que queda así achicado, cerrado en el mundo reducido de sus propias visiones. Pero nuestro amor ensancha y amplía la mirada del amante, que ahora puede contemplarlo todo de un modo más hondo, como el primer día de la creación, aprendiendo así a nombrar en Dios en todas las cosas.

            San Francisco había sido más tradicional, citando, con el sol, luna y estrellas, las cuatro esencias o elementos básicos: tierra y agua, aire y fuego. Juan de la Cruz ha prescindido de los astros y del fuego (que aparece sólo en CE 39) y ha destacado algunos rasgos importantes de tierra, agua y aire, construyendo un universo simbólico de gran densidad que contrapone montes y valles, islas y ríos, para insistir finalmente en el silbo del viento, que volveremos a escuchar en CE 39. Pues bien, ese universo simbólico no es un camino que lleva a Dios, sino el mismo Dios, revelándose en su belleza y misterio [10].

– Naturaleza virgen. Este es un canto a la naturaleza, sin intervención humana. Aquí no hay ciudades ni plazas, no hay estados políticos ni pueblos. En un momento anterior (CE 3), Juan de la Cruz había aludido a los fuertes y fronteras, dejando abierta la amenaza de las divisiones y luchas sociales, la lucha de unos hombres contra otros. Pues bien, aquí han desaparecido esos rasgos de una guerra inter-humana y nos hallamos ante un mundo virgen, abierto sólo al amor, sin castillos ni campos militares. Es como si todas las restantes cosas hubieran quedado superadas y sólo contara el amor universal que vincula todo lo que existe, un amor que es Dios, unas realidades (montes, ríos…) que son Dios para los hombres [11].

– Un silbo de amor. Todas las criaturas culminan en el aire hecho llamada de amor. En esa línea (adaptando el título de un libro de K. Rahner, “Oyente de la palabra”),definimos al hombre como aquel que puede escuchar y acoger el silbo amoroso de Dios. Pastores, ganados y perros guardianes se comunican muchas veces por silbidos que sólo ellos entienden. También los enamorados en la noche silban y así se reconocen, de un modo personal, enviando sus mensajes. Pero sólo los enamorados de Dios escuchan el silbo de Dios (su llamada) en la voz del viento [12].

NOTAS

 [1] El mundo es presencia del Amado (Dios), pues los hombres no han sido criados para servir y someterse a Dios, como han dicho algunos moralistas ilustrados, sino para acoger y gozar su belleza enamorada en todas las cosas (bosques, prados…; cf. Jn 1, 1-3).

[2] Bosques y praderas han escuchado a la Amante y le responden. No hablan de ovejas que pastan en rebaños, sino del Ciervo de Amor que pasa y penetra en la espesura, sin que podamos aferrarle o encerrarles en los cortijos o majadas que vamos construyendo Para la Amante enamorada, el mundo entero habla del Ciervo de amor, que aparece ante ella como fuente de todas las palabras, manantial de creación (Jn 1, 1-14, cf. Col 1, 15), multiforme Amor, Amado.

[3] El Dios Amado de SJC no es una simple efusión de bondad impersonal, sino Alguien a quien queremos amar, una persona, que desea ser buscada y que así se va y se oculta cuando pensamos haberla poseído, de manera que debemos dejar todo y salir a buscarle, hasta que él quiera respondernos.

[4] Este paso parece estar marcado por la prisa, es decir, por el deseo de que Dios se encarne del todo. Pero esa prisa no es signo de la imperfección del mundo (y mucho menos de Dios), sino expresión de nuestra propia imperfección en el amor, pues no hemos penetrado todavía en las “subidas cavernas” de su misterio (cf. CE 37). De esa forma, aquello que pudiera parecer impotencia (el Amado se va tan de prisa que parece que jamás le alcanzaremos) se vuelve estímulo, aguijón que nos impulsa para seguirle raudos en la marcha hacia su amor, en inquietud amorosa.

[5] En este momento, el Amado es ante todo una mirada que nos saca de la oscuridad para que existamos, una conversación de ojos que nos provoca y eleva, tras despertarnos cuando estábamos dormidos, un brillo de Pasión que nos alza, nos enciende y nos pacifica, haciéndonos capaces de emprender la marcha hacia la verdad de nuestra vida, que es Vida en-amorada (en el Amor que es Dios).

[6] Los ojos no son para mirar cosas sin más, sino para mirarse unos a otros y descubrirse en amor.

[7] El bosque y la pradera se convierten de esa forma en lugar para el encuentro, lugar donde el Amado se irá mostrando en gratuidad abierta a la hermosura (cf. CE 11). En un determinado nivel, Dios ha hecho el mundo para que los hombres trabajen en sus cosas y así puedan construir su vida. Lo ha creado para que piensen, resuelvan los problemas que ese mismo mundo les plantea y de esa forma se piensen a sí mismos… Pero todo eso acaba siendo al fin subordinado. Dios ha creado este mundo para que así contemplemos su belleza, viviendo de esa forma en ella.

[8] Juan de la Cruz cita a Francisco, asumiendo el espíritu y fuerza de su Canto de las Criaturas.

[9] Muchos contemplativos y amantes, neoplatónicos, cabalistas judíos y renacentistas, sufíes musulmanes o místicos cristianos, han tenido una experiencia parecida, en perspectiva filosófica y/o religiosa. Muchos grandes pensadores de la modernidad, Espinosa y Schelling, Hegel y Nietzsche, parecen haber vislumbrado esa experiencia de la totalidad divina del mundo (aunque en forma menos amorosa). Juan de la Cruz vincula mundo y Amado, en enamoramiento personal y trasfiguración cósmica.

[10] En un momento anterior (CE 4), SJC había contrapuesto montes y riberas, como signo de totalidad; pero había evocado también otras oposiciones (flores y fieras: lo que atrae y lo que aleja). Aquí evoca la totalidad de elementos también contrapuestos (montañas-valle, ríos-islas), que culminan en el silbo del aire.

[11] SJC ha querido llevarnos a la naturaleza primigenia para que encontremos allí a Dios en soledad y en comunión completa con el mundo. Ciertamente, esa contemplación cósmica de Dios resulta inseparable de la justicia de la comunión interhumana y de la experiencia de la cruz, pero este elemento cósmico resulta fundamenta-

[12] En este contexto ha recordado SJC el carácter paciente o receptivo del entendimiento humano, que puede acoger la “inteligencia sustancial” de Dios, como Elías “a la boca de la cueva”, cuando escuchó el “silbo de aire delgado” de Dios (1 Rey 19, 12; cf. CE14, 13). Para SJC, el aire tiene otras funciones, que culminan en el “boca a boca” del beso enamorado (CE 17 y 39), pero aquí aparece como portador del “divino silbo que entra por el oído del alma”. El Cánticose vuelve así un ejercicio de escucha, en la línea de las revelaciones bíblicas, desde Elifaz que recibió en su oído “las venas de un susurro” divino (Job 4, 12-16), hasta Pablo “que oyó palabras secretas que al hombre no es lícito hablar” (2 Cor 12, 4).

[13]Montes y valles, ínsulas o ríos parecen apagarse en la noche, y queda el cosmos en su unidad, como música de cielo, sobre las restantes melodías A la música de las esferas astrales ha dedicado fray Luis de León varios poemas, que he comentado en Cántico Espiritual, Paulinas, Madrid 1992, 74-93

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“Estar bien con Dios”, por Gema Juan OCD

Sábado, 14 de diciembre de 2024

st-john-of-the-crossDe su blog Juntos Andemos:

Visitar a Juan de la Cruz es siempre un disfrute. Más allá de lo útil, que nunca falta en la cita, se da la dicha del encuentro con un hombre entero. Si fue recordado por quienes le trataron como alguien sumamente amable y afectuoso, todavía ahora, al escucharle en letra de molde, una impresión muy cálida cobija al que se acerca.

Juan de la Cruz se hace próximo y aproxima a lo profundo del ser y de la vida. A la bondad y a la luz. Acerca a Dios. Y, cerca de él, se aprende libertad.

Palabras graves y pequeños consejos, poemas inmensos junto a dichos y letrillas, densa teología, sabiduría y alguna regañina… En su arquilla, que eso parecen sus obras completas, hay multitud de cosas. No es que tenga de todo, es que con él se vislumbra el Todo.

No deja de ser impresionante que el mismo hombre que habla de la terrible profundidad que puede alcanzar la noche de los humanos y de la maravillosa hondura que tiene Dios en todas las personas, ese mismo hombre es capaz de resumir todo el itinerario de la fe, diciendo que se trata de «estar bien con Dios». Así de sencillo.

Eso escribía Juan, desde Segovia, a una doncella de un pueblecito de Ávila. Y con mucha suavidad, reconducía la conversación que llevaban entre manos, pacificándola e invitándola a ir hacia dentro. A conocerse y reconocerse ante Dios, a no gastarse en lo que no llena y a no vaciarse en lo que consume.

«Procure el rigor de su cuerpo con discreción» –apuntaba– nada de excesos externos, Juan era enemigo de toda exterioridad. En cambio, la animaba a la «mortificación y no querer hacer su voluntad y gusto en nada». Y eso –una vez más hay que recordarlo hablando de este santo– no tiene nada que ver con generarse fastidio a uno mismo sino, como él mismo aclara: todo se refiere a «la pasión del Señor» y eso quiere decir que, al igual que Jesús, cualquier renuncia está dirigida a unir la voluntad al Padre bueno y, por tanto, a cuidar de los demás.

Juan creía que los artificios violaban la sinceridad y, en su mayor parte, «el rigor» del tipo que sea, es búsqueda y alarde de sí. Mientras que no buscar la propia voluntad y gusto es, literalmente, preocuparse del bien de los demás, descentrarse del ego y poner delante la alegría y el bien de los otros.

A esta mujer, y en otros lugares de sus escritos, invita Juan a hacer hábito de la presencia de Dios, a acostumbrarse a encontrarle en cualquier circunstancia, para «estar bien con Él». Si a la doncella le recuerda que Dios siempre da gracia, es decir, siempre da su Espíritu para vivir, en otra ocasión dirá que «cuanto más se fuere habituando el alma en dejarse sosegar», en dejarse en las manos de Dios, más crecerá la «amorosa noticia» de Dios.

Y no solo eso. Estar bien con Dios siempre será estar bien con uno mismo: avanzar por el camino de la integración, de la sanación y la liberación. A la doncella le hablará de lograr «toda en todo» vivir en el amor. La unificación profunda. En otro escrito, hablará de «paz interior y quietud y descanso». Y la paz es siempre señal de plenitud.

Después, como si quisiera resumir el evangelio y ponerlo en las manos de todos, desgranando cómo se está bien con Dios, escribió un Dicho que decía:

«Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos; de corazones dadivosos es condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros».

Descubrir que «somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros» y que la infinita bondad es nuestra, nos hace generosos y nos lleva a sentir con el evangelio. Juan sabía que solo «el hilo del amor» descubre esa pertenencia y une a Dios. Por eso, confiaba a esa experiencia la salud del corazón y la transformación de la vida:

«Hace tal obra el amor
después que le conocí
que si hay bien o mal en mí
todo lo hace de un sabor
y al alma transforma en sí
y así en su llama sabrosa
la cual en mí estoy sintiendo
apriesa sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo».

Eso es estar bien, dejarse ganar por el amor. Eso es estar bien con Dios, dejar que su amor consuma todo lo que no es Él.

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“María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.

Jueves, 12 de diciembre de 2024

191213_4084586_Reaparece_imagen_de_la_Virgen_de_Guadalupe_bCon los planes de expulsión salvaje de inmigrantes de Trump, podremos verla así…

El tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.

La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.

Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.

No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.

El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.

La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:

1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.

María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.

Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.

2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.

Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.

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3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.

Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.

Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.

El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.

Segundo Galilea

Diccionario de Mariología

Fuente Reflexión y Liberación

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“No creyente, pero practicante”, por Gabriel María Otalora

Viernes, 6 de diciembre de 2024

IMG_8810De su blog Punto de Encuentro:

Agradezco al jesuita José Ignacio González Faus la difusión del poema Credo, de Magdalena Sánchez Blesa. Lo reproduzco para darle mayor difusión todavía y convertirlo en punto de encuentro en torno a la reflexión de nuestra fe.

Porque los cristianos de nuestra sociedad vivimos la fe como un derecho adquirido, algo que se transmite de padres a hijos con la colaboración de algunos catequistas y la asignatura de religión. La realidad es que aprendemos una cultura religiosa de andar por casa sin mayores profundidades ni compromisos excesivos. La Eucaristía, en fin, se ha convertido en una obligación de cumplimiento  -cumplo y miento- que no cuestiona ni resulta ser el centro de nuestra vida espiritual. No somos conscientes del regalo de la fe y de que todo lo importante que tenemos en la vida requiere ser desarrollado: la capacidad de andar, de hablar, de madurar como personas y también de maduración de nuestra fe en el amor de Dios que no todos tienen.

Una fe es un regalo (gracia) como todo lo demás: la vida es un regalo, la salud y tantas cosas más que no somos conscientes de que las disfrutamos hasta que faltan… ¿Por qué algunos tienen salud, dinero, amor o fe, y otros no? ¡Para compartirlo!, para hacer de la necesidad una gran solidaridad. De esto va el Evangelio, incluido el gran regalo de la fe. Con nuestro ejemplo de vida apreciamos de verdad el tesoro que tenemos, y que supone también convertirnos en Buena Noticia para los demás. Esto es evangelizar.

El regalo de la fe supone compromiso de vivirlo agradecidos y sembradores de Buena Noticia. Por eso resulta impactante conocer a personas sin fe que viven el Evangelio apoyadas solamente en el mensaje cristológico del Nuevo Testamento como una noticia extraordinaria que merece la pena ser vivida entre nosotros, incluso si tras la muerte espera la nada.

Este es el caso de la poetisa que lo escribió, supongo que en un arranque de belleza interior que sonroja por la mediocridad con la que vivimos nuestra fe. Ella se define una “no creyente practicante llena de honestidad que cuestiona sin pretenderlo muchos esquemas mientras ilumina el camino verdadero del que la Iglesia institucional se ha alejado tanto para instalarse en el legalismo clericalista que ahoga el tesoro de la fe y aleja a tantos porque por los hechos, precisamente, distorsionan el Mensaje.

Invito a quienes estén leyendo estas líneas a que  lean despacio este poema, y mejor si lo hacen dos veces seguidas. Una lectura en actitud de oración, abiertos al Espíritu, porque la humildad que destilan esto versos son un estupendo abrelatas hacia el agradecimiento, y a repensar nuestra actitud de creyentes después; si nos reconocemos cristianos “por la gracia de Dios” que sea para algo y para alguien. El Sembrador salió a sembrar y nos dejó esta estupenda semilla. Que aproveche.

Credo –

Magdalena Sánchez Blesa

No creo en ti, Señor, y no me alegro.

No creo en ti, por mucho que he rezado,
pidiéndote, Señor, que me redimas
y me perdones este gran pecado.

No creo en ti, lo siento con el alma,
pero quiero que sepas una cosa:
cumpliré el evangelio punto a punto,
cumpliré el evangelio coma a coma.

Te estoy hablando a ti, ¿a quién, Dios mío?

¿A quién le estoy hablando si no creo?

Pero ¿qué más daría si no existieses,
para hacer lo que dice el Evangelio?

No creo en ti, Señor, pero descuida,
que voy a recibir al forastero,
que voy a visitar a los reclusos,
y a darle de comer a los hambrientos.

No te preocupes, Dios, que yo no busco
un cielo donde ir, no es mi objetivo.

Lo haré, no por librarme del infierno,
lo haré sin pretender un paraíso.

Lo haré porque me nace, simplemente.

Lo haré porque me duele en mis adentros
que esté la tierra llena de criaturas
pasando pejigueras y tormentos.

No creo en ti, Señor, mas no te apures,
nunca te ofenderé, líbrame de ello.

Y cargaré tu Cruz hasta el Calvario
sin ningún interés de ningún cielo.

Y me tendrás, Señor, en cualquier calle,
donde haya una persona padeciendo.

Me tendrás en la cárcel, en el fango,
en cada pozo, en cada basurero.

En todas las criaturas de este mundo
que yo me encuentre con la soga al cuello.

No me guardes sillones, no lo hago
por alcanzar tu Reino.

Deseo que descanse mi ceniza
eternamente, cuando me haya muerto.

Que nadie me despierte, no me importa,
que mi gloria será seguir durmiendo.

Porque estoy agotada de la brega,
porque no puedo a veces con mi cuerpo.

No creo en ti, Señor, da mi parcela,
a quienes no han tenido nunca un techo,
a quienes no han tenido nunca nada,
a quienes viven siempre en el infierno.

Yo cedo mi sillón, que estoy cansada
de bregar y bregar a cada instante.

Porque no soy creyente, Señor mío,
soy, desgraciadamente, practicante.

*

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Budismo, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Hinduísmo, Islam, Judaísmo , , , , , ,

Adviento: Tiempo de liberación y esperanza para las mujeres

Jueves, 5 de diciembre de 2024

IMG_8919Del blog Tras las huellas de Sophia:

Adviento: Tiempo de Liberación y Esperanza para las Mujeres

1.⁠ ⁠Introducción: Tiempo de Adviento, Tiempo de Esperanza Feminista

Hoy comenzamos un nuevo año, no solo litúrgico, sino también un tiempo para renovar nuestra lucha por la justicia, la igualdad y la liberación de todas las mujeres. El Adviento, que significa “llegada”, ya no anuncia al emperador victorioso ni a los opresores de los pueblos. En nuestro horizonte de fe feminista, esta es la llegada de la Ruah, la fuerza liberadora de Dios que nos acompaña y nos llama a la acción. Este tiempo nos invita a revisar nuestra vida, nuestra historia y nuestro compromiso por construir un mundo donde la dignidad de todas las personas sea reconocida y respetada.

El Adviento no es solo preparación espiritual; es un llamado urgente a mantener despierta nuestra conciencia, a reconocer las cadenas que nos atan y a soñar con la llegada de la liberación, no como un acto pasivo, sino como una construcción colectiva, tejida en las luchas de cada día.

2.⁠ ⁠Las señales de los tiempos: Escuchar el clamor de la creación y de las mujeres

El evangelio nos habla de un cosmos estremecido, de un mundo que parece derrumbarse. Hoy, esta imagen resuena en las injusticias que vivimos: el grito de las mujeres silenciadas, la violencia que nos acecha, y los sistemas que perpetúan la opresión. Pero estas señales no son motivo de miedo; son un llamado a la acción.

Así como el Adviento nos invita a revisar nuestra historia, nosotras leemos estos signos desde la perspectiva feminista y teológica: ¿qué estructuras debemos derribar para construir “cielos nuevos y tierras nuevas”? ¿Cómo podemos sanar este mundo herido, no desde el poder, sino desde la sororidad, el cuidado mutuo y la justicia?

3.⁠ ⁠La liberación está cerca: Levantemos la cabeza

Levanten la cabeza porque se acerca la hora de su liberación.” Estas palabras resuenan como un grito de esperanza para todas las mujeres que han sido oprimidas, invisibilizadas y relegadas. Este Adviento no es solo la espera de un acontecimiento; es el anuncio de que la liberación es posible y está en camino.

En la perspectiva feminista de la fe, levantar la cabeza es un acto de rebeldía y dignidad. Es reafirmar nuestra lucha diaria, sabiendo que Dios, como Ruah, camina con nosotras. Es reconocer que el mundo puede parecer caótico y lleno de adversidades, pero también está lleno de mujeres valientes que se levantan, que luchan, que transforman. Este Adviento nos dice: “Otra realidad es posible, y tú eres parte de ella.”

4.⁠ ⁠Velen y oren: Actuar desde la fe y la sororidad

El Adviento nos llama a estar alertas, a no adormecernos frente a las injusticias ni caer en la desesperanza. Este tiempo es una invitación a pasar del lamento a la acción. La oración no es pasiva; es un acto de comunión con todas las mujeres que han resistido antes que nosotras, que siguen luchando hoy y que lucharán mañana.

La Navidad nos recuerda que Dios no se quedó en los templos ni en las jerarquías patriarcales; se hizo Emmanuel, Dios-con-nosotras, Dios que habita en la vida cotidiana, en nuestras alegrías y dolores, en nuestras luchas y sueños. Desde esta certeza, asumimos nuestra historia con valentía, sabiendo que no estamos solas.

5.⁠ ⁠Reflexión final: Un Adviento de justicia y esperanza

En un mundo lleno de desigualdades, violencia y polarización, el Adviento feminista nos impulsa a levantar la cabeza y encontrar fuerza en nuestras comunidades. Nos invita a formar parte de esa “gente buena” que organiza, que sueña, que resiste. Pero también nos desafía: ¿cómo puedo colaborar activamente en la construcción de un mundo más justo? ¿Qué pasos concretos voy a dar en este tiempo para tejer redes de solidaridad, justicia y amor?

Adviento es la espera activa de un Dios que se hace presente en cada acto de liberación. Es tiempo de creer que la liberación está cerca porque la construimos juntas. Es tiempo de soñar con una tierra nueva y un cielo nuevo donde todas podamos vivir en libertad y dignidad. Es tiempo de esperanza. ¡Es tiempo de Adviento!

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“Cosas disconformes”, por Dolores Aleixandre.

Viernes, 29 de noviembre de 2024

IMG_8398Capilla de la Ciudad Financiera (😱😳🙄)

De su blog Un grano de mostaza:

Es grave si lo “disconforme” no nos genera perplejidad

Es una expresión que oigo decir a veces a amigos gallegos y disconforme me parece un adjetivo excelente para describir hechos o dichos que nos generan perplejidad y desajuste. La he pronunciado para mis adentros este año al escuchar en la fiesta de la Exaltación de la Cruz el texto de las serpientes que picaban a los israelitas y el estandarte que hizo Moisés por orden divina. Cada año vuelven en la liturgia las dichosas serpientes y por más que intento levantar la mirada al estandarte y ver la cruz,   me despisto y veo  a Harrison Ford luchando con ellas en una escena de En busca del arca perdida.

A propósito de miradas, me viene a la memoria algo de verdad disconforme y que me resultó especialmente impactante en la retransmisión de la boda de Felipe VI,  que ya son años.  Se movía la cámara por aquel escenario deslumbrante de elegancia, oros, brocados, pamelas, colas y mitras cuando,  de pronto,  enfocó con un primer plano el enorme Cristo que estaba junto al altar. Aquella presencia resultaba absolutamente disconforme, tenía  algo de inconveniente e inoportuno. Se me ocurrió pensar que menos mal que estaba ya allí antes de llegar los invitados porque,  de lo contrario, un ujier en la puerta le hubiera impedido la entrada: lo mismo que en la parábola, no solo no llevaba traje de fiesta, sino que estaba casi desnudo.

Para respirar después de algo tan serio, otro primer plano más ligero con algunos titulares de prensa recientes: en el décimo aniversario de la muerte de un famoso banquero de apellidos doblemente dobles,  leo en la esquela:  “El Banco XX celebrará una misa (¿?) en la capilla de la Ciudad Financiera”.  Como ese mismo día hubo otro homenaje paralelo con ceremonia religiosa y cena en el Hotel Ritz para cerca de 150 personas, el titular resultaba inevitable: “Duelo de misas en memoria del banqueroZZ”, así como el comentario: “En algunos círculos del banco no ha gustado demasiado que hubiera otros actos contraprogramando la misa oficial (¿?)”.

Si cosas como esta no nos resultan disconformes, algo grave nos está pasando.

(Vida Nueva, Octubre 2024)

Espiritualidad ,

Libérame

Jueves, 21 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en Libérame

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Señor,
te lo suplico,
llámame a tu juicio.

Que tu juicio me libere,
que tu luz separe la luz de la noche,
que tu espada separe la vida de la muerte,
que tu Palabra me diga lo que eres
y lo que no eres,
que tu mirada aleje de mí lo que no eres tú.

Que tu fuego destruya, funda y queme
el mal entretejido en mí, que me martiriza;
el mal reprimido en mí en la raíz y en las fibras
de tu vida crucificada.

Que tu amor llame, suscite
mi rostro en el que puedo reconocer tu vida.

Señor,
te lo suplico,
libérame

*

M. Emmanuelle,

Caminos de lo invisible

Milán 1997, p. 95

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Una oración por el Día Internacional del Recuerdo de las Personas Transgénero

Miércoles, 20 de noviembre de 2024
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El 20 de noviembre, los defensores de los derechos LGBTQ+ conmemoran el Día Internacional del Recuerdo de las Personas Transgénero, un día para ayudar a honrar a las personas transgénero, no binarias y no conformes con su género que han muerto a causa de la violencia el año pasado, así como a aquellas personas que continúan trabajando por la justicia y la igualdad.

Para ayudar a conmemorar este día, New Ways Ministry ofrece la siguiente oración para uso individual o comunitario.

Nuestra esperanza es que esta oración no solo eleve y honre las vidas de nuestros hermanos trans, sino que nos aliente a todos a trabajar diariamente para poner fin a la violencia antitrans y por la búsqueda de justicia para todas las personas LGBTQ+.

La oración fue compuesta por Bernadette Donlon, Coordinadora Digital de New Ways Ministry.

Oración por el Día Internacional del Recuerdo de las Personas Transgénero

Dios compasivo,

Sabemos que a lo largo de todo lo que experimentamos, estás con nosotros. Hoy, nos tomamos un tiempo para honrar y elevar las vidas de nuestros hermanos transgénero que nos han precedido. Llevamos en nuestro corazón a quienes sufrieron violencia, discriminación y prejuicio. Recordamos y honramos las vidas que vivieron con valentía y resiliencia. Que sus recuerdos sean una bendición y un llamado a la acción.

Concédenos la fuerza para solidarizarnos con la comunidad transgénero y con todos los que enfrentan la opresión, para ser aliados y defensores en su lucha por la aceptación, la igualdad y la seguridad. Que podamos enfrentar los prejuicios y la ignorancia con comprensión y compasión, comprometiéndonos con la justicia en su nombre.

Oramos por la sanación de quienes lloran, por la paz en los corazones de quienes viven con miedo y por la sabiduría para nutrir un mundo donde cada persona sea celebrada, protegida y amada exactamente como la persona que Tú creaste que fuera.

En su memoria, que podamos crear un mundo que abrace a cada alma en su plenitud. Te pedimos que nos guíes para que nuestro amor sea más fuerte que el odio, nuestra esperanza más fuerte que la desesperación y nuestras acciones arraigadas en un profundo compromiso con un futuro donde cada vida pueda florecer con dignidad y orgullo.

Amén.

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Versión abreviada

Sabemos que a lo largo de todo lo que experimentamos, estás con nosotros. Hoy, nos tomamos un tiempo para honrar y elevar las vidas de nuestros hermanos transgénero que han fallecido. Llevamos en nuestro corazón a quienes sufrieron violencia, discriminación y prejuicio. Recordamos y honramos las vidas que vivieron con valentía y resiliencia. Que sus recuerdos sean una bendición y un llamado a la acción.

Concédenos la fuerza para solidarizarnos con la comunidad transgénero y todos los que enfrentan la opresión, para ser defensores en su lucha por la aceptación, la igualdad y la seguridad. Que podamos enfrentar los prejuicios y la ignorancia con comprensión y compasión, comprometiéndonos con la justicia en su nombre.

Amén.

—Robert Shine (él), New Ways Ministry, 13 de noviembre de 2024

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Fuente New Ways Ministry

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Prólogo de Timothy Radcliffe a ‘Adventus. El tesoro escondido’, de Jose Chamorro

Jueves, 14 de noviembre de 2024
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2024_72026_PORTADA_Teselas-Adventus.inddEste trabajo de Jose Chamorro, más espiritual que teológico, es una invitación a dejar que la Navidad irrumpa en nuestro interior como algo que, en la medida en que se va realizando, nos va transformando

A lo largo de estas meditaciones y artículos sobre el Adviento –porque antes de todo nacimiento nos encontramos siempre la espera– y la Navidad, el autor nos invita a la apertura necesaria para que el Misterio, que es Dios, nos sorprenda, al reconocimiento de la Vida en la vida, al reconocimiento de un sentido que nos hermana, nos acerca y nos hace reconocernos humanos

Con la intención de que estos textos se puedan hacer vida en el lector, además de introducir una pregunta que nos ayude a cuestionarnos desde dónde vivimos estos tiempos, se incluyen también propuestas iconográficas y auditivas mediante un enlace con código QR

13.10.2024 | Fr. Timothy Radcliffe, op

Mientras subía la escalera,
me encontré con un hombre que no estaba allí.
¡Hoy tampoco estaba allí!
Ojalá, ojalá se mantuviera lejos.

William Hughes Mearns (1922)

Este podría haber sido un poema sobre un fantasma, pero también evoca nuestra incomodidad con las personas que de alguna manera no están allí, incluso si están físicamente presentes. Es como si en el centro de su ser hubiera una pérdida de interioridad. Un tema importante de este libro es la necesidad de recuperar esa interioridad que a menudo falta en la sociedad contemporánea. Esto significa que a menudo nos encontramos con personas sin la sensación de haberlas encontrado realmente.

Una razón por la cual tantos de nuestros contemporáneos no sienten la presencia de Dios es porque Dios reside en el núcleo mismo de nuestra interioridad, dándonos existencia en cada momento. Pero si somos «personas que no están allí», entonces es Dios quien parece ausente, aunque seamos nosotros mismos los que lo estamos. No mucho después de mi ordenación al sacerdocio, tuve esta sensación de perder a Dios. Volví a ser consciente de la cercanía de Dios en un lugar muy sorprendente, el Jardín de Getsemaní, donde Jesús debe haber soportado la sensación de la ausencia del Padre, como lo hizo en la cruz en los evangelios de Marcos y Mateo. Al abrazar esa sensación humana de abandono, la superó, como dice san Agustín.

La sensación de ausencia de uno mismo también fue la experiencia del propio san Agustín, citado por Jose Chamorro: «Tarde te amé y no me percaté de que tú estabas dentro de mí. En los momentos de dificultad estabas a mi lado, pero yo no lo notaba. Todo me alejaba de ti, pero, aun así, tú jamás me abandonabas. Me llamaste a tu presencia y curaste la ceguera que me impedía ver».

Esta ausencia no es lo mismo que un vacío que Dios está esperando llenar. Chamorro escribe que «ese hueco es el mismo que albergamos dentro, ese lugar donde Dios puede plantar su tienda pues, en última instancia, no somos más que criaturas a las que Dios da su existencia a cada momento». Así que deberíamos apreciar los espacios vacíos en nuestras vidas, el vacío hambriento, los lugares desérticos.

El filósofo francés Blaise Pascal dijo: «Hay un hueco con forma de Dios en el corazón humano que nada más puede llenar». Cuando cobremos vida, seremos cada vez más conscientes de ese vacío en el centro de nuestro ser. La tentación es llenarlo con alcohol, comida, sexo, poder o posesiones. Pero nunca nos darán lo que queremos, que es Dios.

Cuando sintamos un vacío en nuestros corazones que anhelamos llenar, debemos apreciarlo, porque es donde Dios mora

Dios siempre hace su hogar en el vacío. Cuando los israelitas viajaron al desierto, se le ordenó a Moisés que construyera un trono para Dios. Era solo un espacio vacío entre las alas de los querubines. Era pequeño, apenas el ancho de una mano. Dios no necesita mucho espacio. Y cuando Dios se hizo carne, entró en el pequeño espacio vacío del vientre de María. Cuando ese niño creció, fue clavado en una cruz y gritó llamando a su Padre, quien parecía estar ausente. Ese fue quizás el espacio más vacío de todos. Pero el domingo de Pascua, María Magdalena, Pedro y el discípulo amado encontraron el espacio vacío del sepulcro, con dos ángeles a cada lado, el trono de Dios.

Entonces, cuando sintamos un vacío en nuestros corazones que anhelamos llenar, debemos apreciarlo, porque es donde Dios mora. Es el útero vacío en nosotros que solo Dios puede llenar. En el Éxodo, Dios dice: «Todo lo que abre el útero es mío». Esta es la «dimensión femenina que hay en todo y en todos». Si queremos ser fértiles, entonces debemos tener en el centro de nuestro ser un útero vacío, esperando la fertilidad de Dios.

Jose Chamorro cita al Maestro Eckhart, quien escribe que «lo que Dios puede hacer en el alma es engendrar a su Hijo y es necesario que esto sea así. Es propio de Dios no poder dejar de engendrarse en mí y en todos». Esta es la fuente de alegría por la cual el mundo tiene sed, que, según Teilhard de Chardin, es el signo infalible de la presencia de Dios. Es esta alegría la que irradiaba de santo Domingo y de cada predicador del Evangelio. En nuestro mundo que está cada vez más crucificado por la violencia y la desigualdad, y amenazado por la catástrofe climática, es esta alegría la que nos da esperanza.

Fr. Timothy Radcliffe, op,

en Oxford,
25 de enero de 2024

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Fuente Religión Digital

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Madeleine Delbrêl (1904-1964)

Miércoles, 16 de octubre de 2024
Comentarios desactivados en Madeleine Delbrêl (1904-1964)

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PARA CONSTRUIR UNA IGLESIA MÁS AMABLE Y AMOROSA

Diego Fares, 

Madeleine Delbrêl

Escribir sobre Madeleine Delbrêl es escribir sobre «una de las más grandes místicas del siglo XX», cómo dijo el cardenal Martini [1]. Y si es verdad lo que el mismo cardenal afirmó sobre la Iglesia – «La Iglesia está atrasada 200 años. ¿Cómo es posible que no se sacuda? ¿Tenemos miedo, miedo en lugar de coraje?»[2] -, releyendo la vida de Madeleine podemos decir que en esta hija suya, en su testimonio de vida y en su pensamiento, la Iglesia se adelantó 80 años.

Martini, al hablar del atraso, se refería principalmente a la Iglesia en Europa y al aspecto institucional. Decía: «La Iglesia está cansada en la Europa del bienestar y en Estados Unidos. Nuestra cultura está envejecida, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el aparato burocrático de la Iglesia está fermentando, nuestros ritos y nuestra vestimenta son pomposos. ¿Acaso estas cosas expresan lo que somos nosotros hoy? […] El bienestar pesa. Estamos ahí como el joven rico que se marchó entristecido cuando Jesús lo llamó para convertirlo en su discípulo. Sé que no podemos dejar todo fácilmente. Pero al menos podemos buscar hombres libres que estén más cerca del prójimo. […] ¿Dónde están esas personas llenas de generosidad como el buen samaritano?, ¿que tienen fe como el centurión romano?, ¿el entusiasmo de Juan Bautista?, ¿quién busca lo nuevo como Pablo?, ¿quiénes son fieles como María Magdalena? Aconsejaría al Papa y a los obispos que busquen doce personas fuera de lo común para los puestos de dirigencia. Hombres que estén cerca de los más pobres y que estén rodeados de jóvenes y que prueben cosas nuevas. Necesitamos enfrentarnos con hombres que ardan, de modo que el espíritu pueda difundirse por todas partes»[3].

Madeleine es una de esas grandes mujeres que reúnen en sí la fidelidad de María Magdalena, la audacia de Pablo, la generosidad del buen samaritano y la fe y el entusiasmo en y por Jesús de tantos personajes del Evangelio. Muchas, por no decir todas sus propuestas de vida cristiana en medio del mundo – especialmente en los lugares de periferia geográfica y existencial, como la Ivry marxista de hace 80 años – , son las que Francisco actualiza hoy en sus gestos y escritos oficiales.

Retrato

Madeleine Delbrêl nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan (Dordoña, Francia). Inesperadamente para sus más cercanos, falleció un 13 de octubre de 1964, en su casa de la Rue Raspail 11, en Ivry-sur-Seine, la «villa marxista» donde había elegido ir a vivir y a servir con sus compañeras de comunidad, 30 años antes.

Su amigo y propagador de sus obras, Jacques Loew, nos brinda su mejor retrato, escrito por Krystyna W., compañera de Madeleine, del que tomamos un fragmento: «Vista de lejos, daba el perfil de una mujer sutil, ágil y frágil, pero su porte, y cada gesto, trasuntaba la energía y la decisión de un viejo combatiente en quien el reflejo de estar preparado para entrar en acción siguiendo las órdenes recibidas ha dejado huellas indelebles. Si uno se acercaba a ella, aparecían sus ojos: grandes, luminosos, color marrón claro, que te miraban con atención. Incluso si no tenías ganas de hablar hasta ese momento, algo hacía que se entablara un diálogo, una conversación, en el sentido profundo, etimológico de la palabra. Si no eras capaz de hablar o si no tenías necesidad, todo podía limitarse a un estrechón de manos, a una mirada profunda. Pero, si dejándote atraer por la expresión de su rostro, te animabas a correr el riesgo de dejar entrever un poco de tu alegría o de tu pena, entonces todo su rostro se animaba, como si el viento hiciera temblar la superficie transparente del agua: las expresiones de la compasión, de la comprensión auténtica, del sufrimiento realmente sentido, permitían ver, como a través de una puerta entreabierta, el inmenso camino que había tenido que recorrer esta mujer para llegar a generar encuentros así»[4].

Hija única de Jules Delbrêl y de Lucile Junière, heredó de su padre, ferroviario, el dinamismo, el sentido de la organización y el don de la comunicación; y de su madre, la sensibilidad, la firmeza y el encanto cautivador. Debido a los traslados por el trabajo de su padre y a su salud frágil, Madeleine recibió una formación no convencional. A los doce años hizo su primera comunión, deseada y ferviente, pero a partir de entonces, el trato con amigos cultos y no creyentes de su padre ejercería en ella una fuerte influencia que la llevó a declararse atea a los 17 años. Marcó su vida el encuentro con Jean Maydieu, joven del que se enamora y que la corresponde, pero que la dejará para entrar en la orden dominicana en 1925.

En 1926, Dios se abre una brecha en su vida y Madeleine, deslumbrada, se convierte. Al reflexionar que no es rigurosamente imposible que Dios exista, decide tratarlo como una persona viva y, en consecuencia, comienza a rezar[5]. Según ella testimonia, el Evangelio, con el que el padre Jacques Lorenzo le enseñó a interactuar, «le explotó» en el corazón y la convirtió de atea de un Dios abstracto en creyente fiel del Dios vivo, una persona a quien se puede amar, como dice Santa Teresa.

En 1933, luego de haber obtenido el diplomado en enfermería y de ser admitida en la Escuela práctica de servicio social, junto a Suzanne Lacloche y Hélène Manuel ingresan para siempre en la comuna de Ivry, para vivir el evangelio entre la gente obrera y estar al servicio de la Parroquia de San Juan Bautista[6]. En 1943, visita su comunidad el padre Jacques Loew. Comienza entre ellos una colaboración y amistad estrecha. En diciembre del mismo año Madeleine publica Misioneros sin barca. Hasta 1946, en que decide dedicarse a tiempo completo a su comunidad, Madeleine desplegó una actividad incansable en el servicio social, primero privadamente y luego en cargos públicos, con diferentes administraciones, marxistas y anti-marxistas, siendo respetada y buscada por todos[7]. Madeleine resiste la «tentación marxista»: trabaja codo a codo con todos, pero desde su amor por Jesucristo y la Iglesia. Su fidelidad al Papa la lleva en agosto de 1952 a peregrinar a Roma con el fin de rezar en San Pedro por la renovación misionera que ha surgido en Francia, para que permanezca en la unidad de la Iglesia. En 1953, realiza una nueva peregrinación en medio de la crisis del movimiento de sacerdotes obreros, para interceder por ellos ante Pío XII. En 1961 abren una fraternidad en Costa de Marfil, adonde viajará a pesar de no encontrarse bien de salud. En 1962 se le pedirá un trabajo sobre las formas de ateísmo contemporáneo con vistas al Concilio. Madeleine envía un dossier sobre «Ateísmo y evangelización» pocos días antes de la apertura conciliar. Muere en 1964. En 1996 es declarada Sierva de Dios.

Madeleine y papa Francisco

Francisco confiesa no haber conocido en su juventud mucho de la vida y los escritos de Madeleine, pero lo que le impresiona de esta «gran mujer» es «cómo se metía en las barriadas más pobres»[8].

Dos breves menciones a la venerable. En el 2015, el papa Francisco y el resto de los miembros de la curia romana se reunieron en Ariccia, en la Casa Divin Maestro de los religiosos paulinos, para realizar los Ejercicios Espirituales. El retiro de Cuaresma estaba dedicado a la vida del profeta Elías; pero «junto a Elías, hubo una “compañera” de viaje en los ejercicios de la curia. En el programa preparado para la ocasión por la Prefectura de la Casa Pontificia, al lado de una imagen de un icono que representaba al profeta con su carro de fuego, hay un breve escrito de la mística francesa Madeleine Delbrêl. «La verdadera soledad», se lee, «no es la ausencia de los hombres, es la presencia de Dios», y continúa: «no hay soledad sin silencio. El silencio: a veces es callar, siempre es escuchar»[9].

El Papa también citó expresamente a Madeleine en la audiencia dirigida a los sacerdotes de la diócesis de Créteil, e invitó a rogar por su intercesión: «Pedid insistentemente al Espíritu Santo que os guíe e ilumine. Que os ayude, en el ejercicio de vuestro ministerio, a hacer que la Iglesia de Jesucristo sea amable y amorosa, de acuerdo con la bella expresión de la Venerable Madeleine Delbrȇl[10]. Con esta fuerza proveniente de lo alto, os sentiréis empujados a salir para estar más cerca de todos cada día, especialmente de aquellos que están heridos, marginados, excluidos»[11].

Madeleine_Delbrel2Madeleine Delbrêl es una de las Santas de la puerta de al lado de las que siempre habla el Papa; una mujer que situó su vida en medio de las barriadas pobres marxistas y ateas de Ivry. Es la mujer que, para escuchar a Dios, no se va al desierto de arena, sino al desierto de las multitudes, al medio de la calle, al metro, a los barrios más pobres: va con la actitud de la que quiere ser hermana de todos y servir a todos y, escuchando a cada uno, aprender a escuchar la voz de Dios, que habla siempre a través de los más pequeñitos y abandonados.

Escribir sobre Madeleine Delbrêl implica un continuo deshacer el camino andado hacia la literatura para reemprender el camino hacia el evangelio. En la corrección trabajosa de sus escritos se nota este empeño de Madeleine no de hacer literatura, sino de sacar todo lo que pueda quitar la palabra a Dios. En su meditación sobre el silencio hará notar que el silencio es activo: activa escucha de Dios. Que no lo impiden los ruidos normales ni las palabras normales de la vida. Lo impide la actitud del que con sus palabras le quita la palabra a Dios. El 15 de marzo de 1956 ella hace notar que no escribía por el gusto de escribir: «evitar caer un día u otro en la “literatura”, lo que me parecería el peor de los males»[12]. Por eso, cuando escribe, dice que no quiere hacer un trabajo de síntesis, sino dejar – siguiendo la vida – que se constituya un dossier sobre diversos aspectos de los temas.

Si Madeleine viviera hoy podríamos decir que cada exhortación apostólica y encíclica del Papa hubiera caído como anillo al dedo a su carisma y a sus aspiraciones. Al respecto, afirma don Luciano Luppi: «Cuando leemos hoy la Evangelii gaudium del papa Francisco, o Fratelli tutti, a la luz de muchos pasajes de la obra de Delbrêl, se observa una sorprendente consonancia entre los dos. Y, sin embargo, han pasado décadas desde entonces. ¿Por qué? Las motivaciones pueden ser múltiples. El papa Francisco y Madeleine Delbrêl tienen varias cosas en común: la cercanía a las enseñanzas espirituales de san Francisco y san Ignacio; una lectura del Evangelio que no es abstracta o espiritualista, sino preocupada de la adhesión profunda a lo concreto del Evangelio y de la vida; la voluntad de dejarse interpelar por el dolor de los pobres, escogiendo compartir la marginalidad y la pequeñez, el conocimiento vivo del Evangelio como el de una noticia sorprendente y decisiva, de la que el cristiano no puede sino sentirse en deuda con todos»[13].

Una Iglesia que “se construye”

Un hecho singular en la vida de Madeleine ayuda a comprender su concepción de la Iglesia. En 1952 Madeleine hizo un viaje relámpago a Roma para rezar ante la tumba de Pedro. Había manifestado a sus compañeras la necesidad de rezar por la misión de Francia. Estaba convencida de que a los sacerdotes obreros les estaba faltando el fundamento de la oración de todos los cristianos y había sentido la necesidad de hacer una peregrinación a Roma para orar ante la tumba de San Pedro. Iba a pedir que la gracia del apostolado que le había sido dado a Francia no se perdiera, sino que se mantuviera en la unidad y que esta gracia fuera reconocida y fortalecida por la Iglesia. Sin embargo, alguien le susurró al oído que le parecía un poco caro hacer un viaje de ida y vuelta a Roma sólo para rezar unas horas en San Pedro.

Esa misma semana, una amiga sudamericana de Madeleine que había visitado la comunidad, no habiendo podido comprar flores para dejar de regalo, compró un billete de lotería. Lo dejó sobre la mesa y nadie le prestó atención, hasta que se dieron cuenta de que era un billete ganador. ¡Y exactamente de la suma que se requería para hacer un viaje como el que quería hacer Madeleine! Fue así como ella viajó dos días y dos noches, estuvo 12 horas casi ininterrumpidas rezando en San Pedro – «à cœur perdu… et à perdre cœur» – y luego regresó a su tierra. Toda esta peripecia la hacía sin saber que un tal Jean Guègen la estaba esperando ese 6 de mayo de 1952 en Termini, con un billete para una audiencia con Pío XII.

En el prólogo a su biografía de Madeleine, Guéguen cuenta que en marzo de 1952 una amiga de Madeleine, con la que se habían conocido estando ella de gira por Roma, le escribió pidiéndole que recibiera «a una amiga» que llegaría a Roma, a la estación de Termini. Guèguen no conocía el aspecto de Madeleine y no lograron encontrarse[14]. Al regresar a su casa, Jean puso el billete para la audiencia con el Papa Pío XII en una carta y se lo envió a Madeleine al nº 11 de la calle Raspail, en Ivry. Cuando Madeleine lo recibió, le escribió una carta al Papa pidiendo perdón y así comenzó la amistad con Jean Guèguen[15]. Al año siguiente, Guèguen le ayudará a obtener la entrevista. Este es quizá un bello ejemplo del desfase de tiempos entre lo que el Espíritu obra en el corazón de un miembro pequeño del pueblo fiel de Dios y lo que obra en la maquinaria oficial de la iglesia jerárquica. Lo interesante no es el desfase, sino cómo lo vive con buen espíritu la primera interesada. En su libro Noi delle strade, Madeleine cuenta que fue a Roma para rezar y no para pedir «luces», pero algunas cosas se le impusieron como una misión[16]. Una, que Jesús, que había hablado tanto del poder del Espíritu Santo y de su vitalidad a propósito de la Iglesia, dijo que la habría edificado sobre Pedro, que se había convertido en una piedra. «¡Una piedra a la que se le ha pedido que ame! Según el pensamiento de Cristo la Iglesia no debe ser sólo algo vivo, sino algo construido[17]».

Esta revelación, que se le impone sencillamente, del pensamiento de Cristo acerca de una Iglesia que debe ser «construida», resuena en todas las dimensiones y acciones de la vida de Madeleine. Destacamos cuatro. La primera, que para construir la Iglesia hay que «hacer lugar a Dios». No necesariamente un gran lugar. Basta dejar que Él se abra una brecha y entre en nuestra vida. Segundo: para construir la Iglesia hace falta situarse. No en cualquier lugar ni en todo el espacio, sino allí donde el Espíritu abrió su brecha. A veces hemos confundido el espíritu de ir a todos los pueblos con ocupar territorialmente todo el mundo, cuando de hecho, hay lugares donde hay que permanecer y otros de los que hay que sacudir hasta el polvo de las sandalias, al menos hasta que venga un tiempo favorable. En tercer lugar, para construir la Iglesia hay que profundizar. Profundizar en la oración y en la conversión. Por último, para construir la Iglesia hay que incluir a todos.

La brecha: permitir que Dios se haga lugar

Para construir la Iglesia hay que permitirle al Señor que se haga lugar. «A los veinte años – confesaría años despúes Madeleine – fui literalmente “deslumbrada por Dios”; lo que había encontrado en Él no lo había encontrado en nada. Fue el abad Lorenzo quien hizo estallar, para mí, el Evangelio… el cual se convirtió no sólo en el libro del Señor vivo, sino en el libro del Señor para ser vivido»[18].

Madeleine descubre a un Señor que está del lado de la vida. Un Dios que no niega la danza, la poesía, la música, la literatura, el teatro, la filosofía… Ahora que ve la vida de esta manera cada minuto adquiere una importancia singular. Gracias al abad Lorenzo Dios deslumbró a Madeleine, el Evangelio se abrió paso en su vida no como una luz que viene de lo alto y entra en la oscuridad de un bosque, sino como una luz que «estalla», como una onda expansiva de luz que se expande desde adentro hacia afuera. Así concebirá Madeleine la misión del cristiano, como la misión de dar vida y salud al que nunca la tuvo o ya no la tiene. Afirma: «Si los cristianos deben recibir la Gracia en ellos, rezar y sufrir para que la evangelización del mundo sea eficaz, para que los pecadores sean curados, esto no puede eximirlos de ser, cada uno en la frontera con el no creyente con el que confina = brecha para el Evangelio»[19].

Recibir la gracia en sí está en tensión con ser brecha para que la gracia llegue a los demás. No se trata solo de «ser» iluminados por el Evangelio, sino de, al mismo tiempo, ser «brecha» para que pase a los otros esta luz. Y no solo para que pase: importa también discernir dónde esta luz del Evangelio está ya operante: «Discernir en toda persona lo que es luz, incluso fragmentaria, incluso distorsionada. Ser conscientes de que es difícil arrancar la cizaña sin arrancar el trigo bueno. Buscar poner en toda persona siempre más y más grano bueno, sin ocuparse de la cizaña. Respetar a cada uno: no ensuciar su ideal a causa de sus desencantos o rencores. No combatir contra el mal, sino sembrar un poco de vida donde se encuentra el mal, ya que el mal es ausencia de bien[20].

Situarse

Para construir la Iglesia hay que situarse. Madeleine fue una mujer situada, que encontró su lugar en el mundo y allí echó raíces y fructificó. El lugar tiene que ver no solo con la construcción, sino con las cosas superfluas que se dejan de lado para que la vida crezca en lo esencial. Se va a vivir a las barriadas pobres porque la palabra, para ser experimentada y escuchada y entendida, necesita este espacio de la proximidad y cercanía.

Pero lo que maravilla es cómo se concreta esta concepción suya, que es a la vez la más simple y tradicional: la del mal como ausencia de bien. Se concreta en ir a vivir allí donde, más que «haber» mal, lo que hay es «ausencia de bien». Sin ocuparse de la cizaña, ir a sembrar un poco de bien y de vida donde falta. No se trata de ir a arrancar la cizaña sino a sembrar(se) como un poco de trigo bueno. Es todo lo contrario de alejarse del mundo e ir al desierto para vivir allí la propia santidad. Para Madeleine, es en medio de los hombres donde Dios ama estar. Se convierte así en la mujer que una y otra vez pone su vida como levadura en la masa. Madeleine como las santas de la puerta de al lado, se mete en medio de su pueblo para hacerle lugar a Dios en la acción y en la palabra.

La acción con la que Madeleine le hace lugar al obrar de Dios tiene que ver con el estilo de las bienaventuranzas. Afirma Madeleine en «Felices los mansos»: «Para cumplir tu obra sobre la tierra, tú Señor no tienes necesidad de nuestras acciones sensacionales, sino de un cierto volumen de acatamiento amoroso, de un cierto grado de obediente docilidad, de un cierto peso de ciego abandono, situado no importa donde en medio de la multitud de los hombres. Y si en un solo corazón se encontraran juntos todo este peso de abandono, este acatamiento amoroso y esta docilidad, el aspecto del mundo cambiaría, ciertamente. Porque este solo corazón te abriría el camino, se convertiría en la brecha para tu invasión, en el punto débil donde cedería la rebelión universal»[21]. La invasión de la que habla Madeleine recuerda lo que dice el papa Francisco acerca del «desborde de la Misericordia»: «Se trata de discernir el punto concreto – de apertura, de fragilidad, de abajamiento – que permite el desborde de Dios. Cuando decimos “punto concreto”, nos referimos al hecho de que el desborde puede ocurrir sea por medio de una intervención en el momento justo, sea por un cambio de tono, o quizás por un gesto de abajamiento y/o de acercamiento al otro, que desequilibria lo que bloqueaba la relación vital»[22].

Profundizar

Para construir la Iglesia es necesario profundizar. A partir de 1933, en que se establece en Ivry, Madeleine pasa de la idea de una «misión en extensión», con las consiguientes partidas a lugares lejanos, desarraigos y nuevas fundaciones, a lo que ella llama una «misión en profundidad»[23]. Lo expresa mejor que en ningún otro escrito en un breve retrato de Santa Teresita del Niño Jesús: «Quizás Teresa de Lisieux, patrona de todas las misiones, fue designada para vivir al comienzo de este siglo un destino en el cual el tiempo estaba reducido al mínimo, los actos reconducidos a lo minúsculo, el heroísmo indiscernible a los ojos que lo ven, la misión limitada a un metro cuadrado: y esto para que nos enseñase que ciertas eficacias se escapan a la medida del reloj, que la visibilidad de los actos no siempre los recupera, que a las misiones en extensión se estaban por agregar aquellas en intensidad (que van) al fondo de las almas humanas, las misiones en profundidad, allí donde el espíritu del hombre interroga al mundo y oscila entre el misterio de un Dios que lo quiere pequeño y despojado y el misterio del mundo que lo quiere poderoso y grande. Prueba evidente de que consolidar un compromiso misionero con el marxismo no es algo accesorio, un refuerzo artificial, sino un retomar las fuerzas vitales en el lugar mismo en que se quiere minar la fe»[24].

En una charla que dio a sus compañeras de comunidad en 1956[25], Madeleine hace unas reflexiones muy hermosas y prácticas acerca de saber aprovechar los momentos en que se nos vuelve cercano Jesús haciendo lugar a Dios en la profundidad. Su charla era sobre la oración, porque es en la oración donde se nos aproxima Jesús, donde maduran la apertura del Reino y nuestra capacidad para entrar en él. Madeleine afronta un problema muy actual: no tenemos ni espacios ni tiempos adecuados para rezar. No los tenemos tal como los imaginamos cuando pensamos cómo deberían ser un lugar y un tiempo de oración, según una imagen un poco idealizada de la vida contemplativa. Ella nos hace ver que la oración es encuentro con el Dios vivo: cuando rezamos «nos encontramos al Cristo vivo»[26]. Y para las personas vivas siempre hay tiempo y espacio, aunque no sea el ideal (y si no lo hay, las personas mismas se lo hacen).

Aquí, Madeleine hace una consideración muy interesante acerca de una cercanía que, si no se da «horizontalmente», siempre se puede dar «en profundidad»[27]. Recuerda que en la antigüedad, para obtener calor había que quemar madera o sacar carbón, lo cual requería trabajar sobre grandes extensiones de tierra. Hoy se «perfora» un pozo petrolífero y se obtiene un combustible aún mejor. La cuestión es que el deseo de calor y de energía es lo que mueve a buscar los medios. En la oración es igual: el deseo de Jesús – de su calidez y de su energía vital – es el que crea espacios de oración y hace que se encuentren momentos maduros dondesea que uno esté.

Escuchemos a Madeleine sobre los espacios y tiempos para rezar: «El retiro al desierto puede consistir en cinco estaciones del metro al fin de un día en el cual estuvimos perforando un pozo (profundizando con nuestro deseo de Jesús) hacia esos mínimos instantes que la vida nos regala. Y por el contrario, el desierto mismo puede ser sin “retiro” si hemos esperado a estar allí para empezar a desear el encuentro con el Señor. Nuestras idas y nuestros retornos – y no solamente aquellos que se hacen de un lugar a otro, sino también los momentos en los que nos vemos obligados a esperar – ya sea para pagar en la caja, para que se libere el teléfono o para que se haga un lugar en el micro, son momentos de oración preparados para nosotros en la medida en que nosotros nos hayamos preparado para ellos. A ver los momentos desperdiciados porque no estábamos listos, podemos considerarlos como aquello que son: un pecado venial. Pero si un día en nuestra relación con el Señor no se tratará más de considerar pecados, sino amor, quizá tomaríamos conciencia de haber sido ridículos amantes»[28]. «¡Ridículos amantes!» Qué bien captado lo esencial y qué bien expresado. El que ama aprende rápido de sus errores sin necesidad de que otro se los eche en cara.

La cercanía o lejanía del Reino, en la cosmovisión de Delbrêl, es cuestión de amor. El que está enamorado profundiza todo el día en el deseo de encontrar a la persona amada y no se pierde la oportunidad de un encuentro porque sea breve; al contrario, si se trata de un encuentro casual, en el que se tiene poquísimo tiempo, se aprovecha mejor, y da una alegría más grande que si se hubiera planeado y se contara con todo el tiempo del mundo. Continúa Madeleine: «Harían falta muchísimos ejemplos para hacer comprender que en el Evangelio no es el tiempo o el lugar lo que más cuenta. Entre personas que se aman, el tiempo que han tenido para decírselo a veces ha sido brevísimo. Cada uno ha tenido tal vez que salir para su trabajo o para cumplir con una obligación. Pero ese trabajo y esa obligación no habrán sido ese día otra cosa que el eco de las pocas palabras dichas con amor en pocos minutos. Si hemos perdido a alguien a quien amamos y nos encontramos con una carta suya o con alguna nota que nos dicen un poco de su vida nos parece haber encontrado un tesoro. Y nuestro espíritu queda verdaderamente pleno con este tesoro. Y si por casualidad estas notas hablaran acerca de lo que esta persona amada pensaba de nosotros, lo que deseaba que nosotros hiciéramos, esas palabras se convertirían en nuestro pensamiento dominante. El Evangelio es un poco todo esto para nosotros o, al menos, debería serlo. Si lo queremos estudiar desde el punto de vista histórico o teológico el Evangelio requerirá tiempo. Pero si en el Evangelio buscamos algo del Señor vivo que todavía ignoramos: su palabra, su pensamiento, su modo de obrar, aquello que quiere de nosotros; en fin, algo de Él mismo, éste “Él mismo” que buscamos en todos los lugares donde Él nos dice que está, y que nunca encontramos tanto como querríamos, para esto, no es de tiempo que tenemos necesidad. Más exactamente: es de todo nuestro tiempo que, en un cierto sentido, tendremos necesidad. En efecto, vivir no exige tiempo: se vive todo el tiempo, y el Evangelio debe ser, antes de todo, vida para nosotros. Para que las palabras del Evangelio que hemos leído, rezado, y que quizá hemos estudiado, puedan realizar su trabajo de vida en nosotros, es necesario llevarlas con nosotros todo el tiempo que les es propio, para que la luz que les es propia nos ilumine y vivifique»[29].

Incluir

Un modelo actual de inclusión era para ella Charles de Foucauld. «Para estos hombres [como el padre de Foucauld] el amor a Jesucristo lleva al amor a todosnuestros hermanos. […] Sin esperar resultados, sin alterarse por su total fracaso; conserva su paz cuando, después de pasar toda su vida en el desierto, su único balance es la conversión – no muy firme – de un africano y de una anciana. Ama por amar, porque Dios es amor y está en él, y porque amando «hasta el extremo» a todos los suyos, imita – en la medida de lo posible – a su Señor[30]. «Señor, haz que todos los humanos vayan al cielo», es la primera oración que se propone enseñar a los catecúmenos que nunca tendrá[31]. Para Madeleine, el Padre de Foucauld ha resucitado para nosotros «la figura fraterna de todos de Jesús en Palestina, que acoge en su corazón, a lo largo de los caminos, a obreros y sabios, judíos y gentiles, enfermos y niños, tan sencillo que a todos les resulta inteligible. Nos enseña que, al lado de los apostolados necesarios, en los que el apóstol debe impregnarse del medio que tiene que evangelizar y con el que casi tiene que desposarse, hay otro apostolado que requiere una simplificación de todo el ser, un rechazo de todo lo adquirido anteriormente, de todo nuestro yo social, una pobreza que da vértigo. Esta especie de pobreza evangélica o apostólica nos da una disponibilidad total para reunimos en cualquier sitio con cualquiera de nuestros hermanos, sin que ningún bagaje innato o adquirido nos impida correr hacia él. Al lado del apostolado especializado, se plantea la cuestión del todo a todos[32].

Reza Madeleine en su «Liturgia de los sin oficio», una noche entre 1945 y 1950, en que va con sus compañeras a un café y contempla a tantas personas que «solo están allí por no estar en otro sitio»: «Dilata nuestro corazón para que quepan todos; grábalos en ese corazón para que queden inscritos en él para siempre»[33]. Para construir la Iglesia hay que incluir a todos. La presencia de todos en el deseo básico, inicial, cotidiano, y el trabajo por hacer real esta inclusión de todos, uno a uno, será lo que dé la medida y las estructuras de la construcción. El uno a uno es un universal concreto: es por donde se desborda la misericordia de Dios.

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  1. Cfr D. Roccheti, «Madeleine Delbrêl, una donna di fuoco», en https://www.amicidilazzaro.it/index.php/madaleine-delbrel-una-donna-di-fuoco/
  2. Cfr G. Sporgill, «Chiesa indietro di 200 anni», en Corriere della Sera (https//bit.ly/36pxMHI), 1 de septiembre de 2012.
  3. Ibid.
  4. M. Delbrêl, Noi delle strade, Milano, Gribaudi, 1969, 8-9, con la introducción de Jacques Loew, de 1957.
  5. Cfr. Ibid., 17; M. Delbrêl, Ville marxiste, terre de mision, París, Editions du Cerf, 1957, 225.
  6. La caridad de Jesús fue el nombre que dieron a su comunidad de mujeres laicas Madeleine y sus primeras compañeras en 1933. El grupo no estaba ligado a ninguna organización, no preveía votos ni promesas oficiales. La vida común era muy intensa. El fin era unirse lo más posible a Cristo en pleno mundo, imitar su vida, obedecer al Evangelio y transmitirlo. Lo cual exigía una vida de oración fuerte y dejarse conducir por la caridad hacia una acción siempre concreta, viendo un hermano en el prójimo, tratándolo sin tacticismos, sino con todo el amor de Jesús (cfr M. Delbrêl, «Pedido de información a propósito de su modo de vida», en https://it.cathopedia.org/wiki/Anne_Marie_Madeleine_Delbrêl#La_Charit.C3.A9_de_J.C3.A9sus.
  7. En 1937 obtiene con la nota máxima el diploma de asistente social. Su tesis «Amplitud independencia del servicio social» es publicada inmediatamente. En 1938 publica «Nosotros, gente de la calle» en la revista Études Carmelitaines. El 21 de septiembre de 1939 es nombrada asistente social de la comuna de Ivry. En 1940, la administración comunista es destituida en Ivry y Madeleine coordinará todo el servicio social. Cuando regresen los comunistas, en 1944, continuará su trabajo colaborando con ellos.
  8. Conversación personal con el autor.
  9. Cfr C. Santomiero, «Francesco agli esercizi: in compagnia di Elia e Madeleine Delbrel», en https://it.aleteia.org/2015/02/23/francesco-agli-esercizi-in-compagnia-di-elia-e-madeleine-delbrel/
  10. «L’Église, il faut s’acharner à la rendre aimable. L’Église, il faut s’acharner à la rendre aimante»: «Hay poner todo el empeño para volver amable a la Iglesia, hay que esforzarse al máximo para hacerla amable». (M. Delbrêl, Nous autres, gens des rues, París, Seuil, 1995, 137).
  11. Francisco, Discurso a los sacerdotes de la diócesis de Créteil, 1 de octubre de 2018.
  12. M. Delbrêl, La alegría de creer, Santander, Sal Terrae, 1997, 22.
  13. L. Luppi, «Delbrêl, la mistica che ama le periferie come Bergoglio», en Credere, 15 de Marzo de 2015, 48-51.
  14. Cfr J. Guèguen, Madeleine Delbrêl. Una mistica nel mondo, Milano, Massimo, 1997, 6-8.
  15. «Jean se convierte en el hombre de confianza y el facilitador de los contactos cada vez que va a Roma. Este visita con frecuencia el 11 rue Raspail, en Ivry, y se vuelve un familiar de los “Equipes Madeleine Delbrêl”, bastante después de la muerte de Madeleine, el 13 de octubre de 1964» (G. François, «Décès du Père Jean Gueguen, premier postulateur de la cause en béatification de Madeleine Delbrêl» en Église catholique en Val-de-Marne [https://bit.ly/36qm5R7].
  16. Le escribe Madeleine a Jean: «Cuatro personas que no conocía antes de estos últimos años me ayudaron sin motivo. Tú eres una de ellas y puedo decirte que las cuatro, en diferentes terrenos, me han dado incomparablemente más de lo que puedes imaginar» (M. Delbrêl, La alegría de creer, cit. 27). ¿De qué se había «hecho cargo» Madeleine cuando le escribió: «Lo que tengo como encargo, es, después de Dios, gracias a ti»? (traducción nuestra del francés). Tal vez, sin Jean Guéguen, Madeleine «sólo» habría ido a Roma a rezar. Para ella eso era lo esencial. Pero Jean la había «cargado» (con una misión) poniéndola en contacto con Pío XII y con el obispo Veuillot. A partir de entonces, Madeleine fue a Roma cada año durante los siguientes diez años. Guéguen la había ayudado a concretar ese «indispensable ir y venir entre la jerarquía y los fieles», sin el cual la misión no podría prosperar. Sobre todo y más allá de eso, Jean fue también el amigo inesperado durante los años más difíciles, de 1955 a 1958, cuando la «Caridad» estaba en crisis y el apoyo a Madeleine se había esfumado. Fueron entonces cuatro los que ayudaron a Madeleine «sin razón», cuatro personas providenciales mientras Madeleine vivía con gran dificultad este tiempo de gran dolor y aislamiento (cfr J. Guéguen, Madeleine Delbrêl. Una mistica nel mondo, cit., 66-67).
  17. M. Delbrêl, Noi delle strade, cit., 134-136.
  18. Cfr D. Roccheti, «Madaleine Delbrêl, una donna di fuoco», cit.
  19. M. Delbrêl, «Lettera del 18 aprile 1951 a padre J. Loew», en Id., Insieme a Cristo per le strade del mondo, vol. 2: Corrispondenza 1942-1952, Milano, Gribaudi, 2008, 167.
  20. Ibid., 176-177.
  21. Id., La alegría de creer, cit., 53.
  22. D. Fares, «Il cuore di “Querida Amazonia”. Trabbocare mentre si è in cammino», en Civ. Catt. 2020 I 535.
  23. M. Delbrêl, La alegría de creer, cit. 19.
  24. Id., Noi, delle strade, cit., 11-12.
  25. Cfr Id., La alegría de creer, cit., 209 ss.
  26. Ibid., 214.
  27. Cfr Ibid., 217-218.
  28. Ibid., 219.
  29. Ibid., 219-220.
  30. Id., «Por qué amamos al Padre de Foucauld», en La alegría de creer cit., 40-41.
  31. Ibid., 42.
  32. Ibid., 45.
  33. Ibid., 206.

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IMG_7995Diego Fares: 

Fue un miembro del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica, entre 2015 y 2022. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1976, se ordenó sacerdote en 1986: su padrino de ordenación fue el entonces Provincial de los jesuitas en Argentina, Jorge Mario Bergoglio. Tras graduarse en teología, obtuvo un doctorado en filosofía con una tesis sobre “La fenomenología de la vida en el pensamiento de Hans Urs von Balthasar” (1995). Antes de incorporarse a nuestra revista, fue profesor de Metafísica en la Universidad del Salvador (USAL), en Buenos Aires, y de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Entre los años 1995 y 2015 trabajó como Director de El Hogar de San José, para personas en situación de calle y pobreza extrema. El padre Fares falleció el día 19 de julio de 2022, dejando un valioso legado de escritos sobre diversos temas.

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“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús.

Martes, 15 de octubre de 2024
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Hoy, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

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“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

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Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

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“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

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 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

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Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

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“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

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(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

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“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

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(Camino de Perfección 21, 26)

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Entre los pucheros anda el Señor…

 

“No es sola esta persona, que otras he conocido de la misma suerte, que no las había visto algunos años había y hartos; y preguntándoles en qué se habían pasado, era todo en ocupaciones de obediencia y caridad. Por otra parte, veíalos tan medrados en cosas espirituales, que me espantaban. Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

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Fundaciones 5, 8

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“Francisco de Asís, en quien el ser humano resultó bien”, por Leonardo Boff

Viernes, 4 de octubre de 2024
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san-francisco-de-asc3ads-y-el-hermano-leproso6Considerando el panorama mundial, la violencia bélica en varias naciones con terribles matanzas de seres humanos, o la violencia de estudiantes que, enardecidos, invaden una escuela y abaten a tiros a decenas de compañeros, por no hablar de las torturas y de los abusos que se cometen contra inocentes, nos surge espontánea la pregunta: ¿el ser humano ha resultado bien? ¿No somos una excrecencia del proceso evolutivo?

Nos cuesta identificar figuras ejemplares que nos desmientan esta tétrica impresión. Pero gracias a Dios existen, como un Don Helder Câmara, una Hermana Dulce, la Hermana Teresa de Calcuta, un Chico Mendes, un José Mujica, ex-presidente de Uruguay, un Gandhi, un Dalai Lama y un Papa Francisco, entre otras.

Pero quiero detenerme en una figura seminal en la que la humanidad resultó bien de un modo convincente: San Francisco de Asís. Uno de los legados más fecundos del “Sol de Asís” como lo llama Dante, actualizado hoy por Francisco de Roma, es la predicación de la paz, tan urgente en los días actuales. El primer saludo que dirigía a los que encontraba por los caminos era “Paz y Bien”,que corresponde al Shalom bíblico. La paz que ansiaba no se restringía a las relaciones interpersonales y sociales. Buscaba una paz perenne con todos los elementos de la naturaleza, tratándolos con el tierno nombre de hermanos y hermanas.

Su primer biógrafo Tomás de Celano testimonia maravillosamente el sentimiento fraterno que lo invadía:

«Se llenaba de inefable gozo todas las veces que miraba el sol, contemplaba la luna y dirigía su vista hacia las estrellas y el firmamento. Cuando se encontraba con las flores, les predicaba como si estuviesen dotadas de inteligencia y las invitaba a alabar a Dios. Lo hacía con tiernísima y conmovedora candidez: exhortaba a la gratitud a los trigales y los viñedos, a las corrientes de los ríos, a la belleza de las huertas, a la tierra, al fuego, al aire y al viento».

Esta actitud de reverencia y de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no las pisasen. Durante el invierno daba miel a las abejas para que no muriesen de escasez y de frío. Pedía a los hermanos que no cortasen los árboles por la raíz con la esperanza de que pudiesen rebrotar. Hasta las malas hierbas debían tener un lugar reservado en los huertos, para que pudiesen sobrevivir, pues «ellas también anuncian al hermosísimo Padre de todos los seres».

Sólo puede vivir esta intimidad con todas las cosas quien ha escuchado su resonancia simbólica dentro del alma, uniendo la ecología ambiental con la ecología profunda. Jamás se situaba por encima de las cosas sino a su mismo nivel como quien convive verdaderamente como hermano y hermana, descubriendo los lazos de parentesco que unen a todos.

El universo franciscano y ecológico nunca es inerte. Todas las cosas están animadas y personalizadas. Descubrió por intuición lo que sabemos actualmente por vía científica (a través de Crick y Dawson, que descifraron el ADN): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, pues todos tenemos el mismo código genético de base.

De esta actitud nació una paz imperturbable, sin miedos y sin amenazas. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «Es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las demás personas, con otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16 f).

El Papa Francisco parece estar realizando las condiciones para la paz, fundada en la compasión por los que sufren, por la valiente denuncia del sistema que produce miseria y hambre, y por la permanente búsqueda de la justicia social que deja atrás la filantropía para dar lugar a los cambios estructurales.

La suprema expresión de la paz, hecha de convivencia fraterna y cálida acogida de todas las personas y cosas está simbolizada por el conocido relato de la perfecta alegría, donde, a través de un artificio de la imaginación, Francisco presenta todo tipo de injurias y violencias contra dos cofrades, uno de ellos él mismo. Aunque habían sido reconocidos como cofrades, fueron vilipendiados moralmente y rechazados como gente de mala fama.

En este relato de la perfecta alegría, que encuentra paralelos en la tradición budista, Francisco va paso a paso, desmontando los mecanismos que generan la cultura de la violencia.

La verdadera alegría no está en la autoestima, ni en la necesidad de reconocimiento, ni en hacer milagros y hablar lenguas. En su lugar coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón y la reconciliación más allá de cualquier reclamación, retribución o exigencia previa. Vivida esta actitud irrumpe la paz, la paz del corazón, inalterable, capaz de convivir jovialmente con las más duras oposiciones, paz como fruto de un completo despojamiento. ¿No son estas las primicias de un Reino de justicia, de paz y de amor que tanto deseamos?

Esta visión de la paz de San Francisco representa otro modo de estar-en-el-mundo junto con las cosas, una alternativa al modo de ser de la modernidad y de la posmodernidad, asentado sobre el estar-sobre-las-cosas, dominándolas y usándolas de forma irrespetuosa para el enriquecimiento y el disfrute sin el menor sentido de sobriedad.

El descubrimiento de la hermandad cósmica nos infundirá un espíritu de respeto y nos devolverá la claridad y la inocencia infantil de la edad adulta, importantes para que salgamos bien de la crisis.

Leonardo Boff escribió Francisco de Asís: ternura y vigor, 6ª edición, Sal Terrae, 1995.

Traducción de MJ Gavito MiIano

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“Cuatro libros transformadores”, por Gabriel María Otalora.

Sábado, 21 de septiembre de 2024
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IMG_7717De su blog Punto de Encuentro:

A los lectores nos gusta compartir lecturas: hablar de ellas, transmitir de igual manera que nos gustaría que otras personas nos recomendaran sus libros. No me refiero aquí a la crítica literaria, necesaria tantas veces, sino a la experiencia interior que el autor o autora de un libro comunica. O mejor dicho, lo que uno filtra de lo que está leyendo y cree que puede servir a otras personas, al menos lo esencial de dicha vivencia tan intelectual como espiritual.

Dicho lo anterior, voy a recomendar cuatro libros que son para mí un verdadero kit de campaña con el que adentrarse con amor en la vida cotidiana. Son una bocanada de aire fresco, tanto por separado como entrelazados, por su capacidad de rumiar con éxito sus relecturas. Un accidente casero me ha permitido más tiempo para ahondar de nuevo en tres de ellos, y descubrir este libro que paso a comentaren primer lugar:

¡Oh noche que guiaste!, subtitulado De la inhospitalidad al encuentro (Sal Terrae), y escrito por Carlos María Antunes. Es un libro breve que no parece a primera vista que atesora tanta sabiduría. Su reflexión gira en torno a la fortaleza que supone reconocer la vulnerabilidad. Un libro luminoso y lleno de esperanza, accesible y que además permite convertir su reflexiones en oración. Para descubrir el tesoro que llevamos dentro: “A través de nuestras ruinas Él nos enseñará la dimensión del corazón de Dios. Es a través de la herida por donde entra la luz”.

Compasión (Sígueme), de Katerina Lachmanova. Es un librito cuyo título lo dice todo. En capítulos breves y sencillos, que no simples, la autora nos introduce en el corazón de esta actitud esencial humana y cristina por su profundo sentido teológico, pegado al Evangelio. La compasión como el lenguaje de la fraternidad. Este libro es una excelente ayuda para abrir nuestro corazón a la necesidad del otro. Lo he regalado en varias ocasiones con resultados reconfortantes.

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El aliento del alma. Reflexiones sobre la oración, de Joan Chittister (Sal Terrrae). Libro también breve cuyas reflexiones se han convertido en lectura de cabecera. Cuando la autora afirma que la oración es co-creadora, toca un punto muy sensible de nuestra fe. De hecho, esta afirmación se complementa con otra reflexión suya, que vale su peso en oro: cuando nuestra oración no es respondida, solo sabemos con seguridad una cosa: que el desafío que la vida nos plantea ahora consiste en vivirla de manera diferente. Y será mediante la oración cómo descubriremos la manera de hacerlo.

Muéstrame tu rostro. Hacia la intimidad con Dios, de Ignacio Larrañaga (San Pablo).Con más de 22 ediciones, estamos ante un libro consolador. La aceptación -que no resignación- nos lleva del abandono de la fe a la paz; la fortaleza ante el silencio, la esperanza contra toda esperanza, vivir según la figura de Jesús, bendecir siempre… Estamos ante un tratado de superación sustentado en actitudes y conductas de amor que llevan aparejadas algunos ejercicios para preparar nuestro interior de la mejor manera. Un clásico que no defraudará para ser leído como un manual de navegación interior

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Vulnerabilidad sanadora, compasión, oración, aceptación desde la fe. Casi nada. Quiero finalizar con un breve poema de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, recogido en el libro de Antunes:

Las personas más bellas
Con las que me he encontrado
Son aquellas que han conocido
La derrota, el sufrimiento, la pérdida
Y han encontrado la forma de salir
De sus abismos. Estas personas
Tienen un aprecio, una sensibilidad
Y una comprensión de la vida
Que las llenan de compasión, de humildad
Y de una profunda inquietud amorosa.
Las personas bellas no surgen de la nada.

***

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La Cruz Gloriosa

Sábado, 14 de septiembre de 2024
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Celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz significa tomar conciencia en nuestra vida del amor de Dios Padre, que no ha dudado en enviarnos a Cristo Jesús: el Hijo que, despojado de su esplendor divino y hecho semejante a nosotros los hombres, dio su vida en la cruz por cada ser humano, creyente o incrédulo (cf. Flp 2,6-11). La cruz se vuelve el espejo en el que, reflejando nuestra imagen, podemos volver a encontrar el verdadero significado de la vida, las puertas de la esperanza, el lugar de la comunión renovada con Dios.

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Estaríamos enajenados hasta el punto de permitirnos el lujo de buscar a Dios, en las horas cómodas del ocio, en templos lujosos, en liturgias pomposas y a menudo vacías, y de no verle, oírle y servirle allí dónde está, y nos espera, y exige nuestra presencia: en la humanidad, en el pobre, en el oprimido, en la víctima de la injusticia de la que somos, muy a menudo,  cómplices?

 

*

Don Helder Camara,
Un pensamiento para cada día”,
Médiaspaul, 2010

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Jesus in Love

***

Orar, es penetrar despacio, tranquilamente,
En el silencio de Dios,
Dejar a Dios darse y darme su silencio,
Para que pueda dejar mi corazón
latir al unísono del suyo,
dejar mi respiración entrar
En la respiración de Dios,
Dejarme penetrar por Su presencia,
Darme cuenta cada vez más
de que Dios está dentro de mí,
No, evidentemente, para evitar a mis hermanos
Sino para llevarles más,
Porque es verdaderamente imposible acercarse al crucificado
Sin acercarse a los crucificados del mundo entero.

*

Jean Vannier

***

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En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

Nadie ha subido al cielo, a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

1Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él.

*

Juan 3,13-17

***

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Jesús conquista a los hombres por la cruz, que se convierte en el centro de atracción, de salvación para toda la humanidad.

Quien no se rinde a Cristo crucificado y no cree en él no puede obtener la salvación. El hombre es redimido en el signo bendito de la cruz de Cristo: en ese signo es bautizado, confirmado, absuelto.

El primer signo que la Iglesia traza sobre el recién nacido y el último con el que conforta y bendice al moribundo es siempre el santo signo de la cruz. No se trata de un gesto simbólico, sino de una gran realidad.

La vida cristiana nace de la cruz de su Señor, el cristiano es engendrado por el Crucificado, y sólo adhiriéndose a la cruz de su Señor, confiando en los méritos de su pasión, puede salvarse.

Ahora bien, la fe en Cristo crucificado debe hacernos dar otro paso. El cristiano, redimido por la cruz, debe convencerse de que su misma vida debe estar marcada – y no sólo de una manera simbólica- por la cruz del Señor, o sea, que debe llevar su impronta viva. Si Jesús ha llevado la cruz y en ella se inmoló, quien quiera ser discípulo suyo no puede elegir otro camino: es el único que conduce a la salvación porque es el único que nos configura con Cristo muerto y resucitado.

La consideración de la cruz nunca debe ser separada de la consideración de la resurrección, que es su consecuencia y su epílogo supremo. El cristiano no ha sido redimido por un muerto, sino por un Resucitado de la muerte en la cruz; por eso, el hecho de que Jesús llevara la cruz debe ser confortado siempre con el pensamiento del Cristo crucificado y por el del Cristo resucitado .

*

G. di S. M. Maddalena,
Infinita divina, Roma 1980, pp. 342ss

***

La Iglesia católica Romana, muchos grupos protestantes y ortodoxos celebran la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre, ya que ese día es el aniversario de la consagración de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén en el año 335 de la era actual, tras haber sido descubierta la cruz por Santa Elena. También se dice que ese día se conmemora la recuperación de la Cruz por Heraclio en el 628 de manos de los persas, quienes la habían llevado a Ctesifonte tras tomar Jerusalén en 614. En la liturgia se tiene constancia de esta celebración desde el siglo IV. En la liturgia romana celebra este día como “fiesta del Señor“, segunda categoría litúrgica entre las fiestas de los santos, celebrándose en todas las iglesias. Si cae en domingo, tiene preferencia ante la celebración dominical. El color litúrgico del día es el rojo. Tradicionalmente, en esta fiesta se exponen las reliquias de la Santa Cruz, si existen en el templo, u otras cruces.

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Los santos están regresando. Es hora de canonizar al P. Mychal Judge, sostiene escritor

Martes, 3 de septiembre de 2024
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IMG_6969Hno. Mychal Juge, OFM

Cada año, Antonio Pagliarulo hace una peregrinación a la Iglesia de San Francisco de Asís de Manhattan para visitar el santuario del P. Mychal Judge, OFM, un fraile católico gay que murió ayudando a los socorristas el 11 de septiembre de 2001.

Para Pagliarulo, el P. Mychal es un santo. No sólo demostró una inmensa valentía en el World Trade Center, sino que también era conocido por ayudar a las personas en recuperación y a los afectados por la crisis del SIDA. También era abiertamente gay, e incluso participó en el primer desfile del Día de San Patricio en la ciudad de Nueva York.

Pagliarulo explicó su devoción y deseo de que Judge sea canonizado en un ensayo para Out. Una encuesta de Pew Research encontró que el 64% de las personas en los EE. UU. se consideran “espirituales”. El autor continúa:

Vivimos en una época en la que los santos están regresando. Más allá de la canonización de [Carlos] Acutis, Hollywood nos regaló la película biográfica del Padre Pío en 2022. En 2024, Cabrini interpretó la vida de Santa Francisca Cabrini, la primera estadounidense canonizada. Decenas de miles de personas en todo Estados Unidos vieron las reliquias de San Judas en los últimos meses.

“Estos avances están dando un nuevo significado a una práctica espiritual antigua y universal. Cada año, millones de religiones diferentes visitan las tumbas de sus santos o los lugares de grandes milagros para pedir curación, protección, prosperidad, amor, fertilidad y más”.

En esta nueva realidad, los santos no tienen que estar conectados con la religión organizada. Muchas personas que se sienten excluidas de los espacios religiosos, incluida la comunidad queer, “todavía desean experiencias que les permitan obtener sabiduría más allá del plano mortal“.

IMG_6973Algunos santos son particularmente populares dentro de la comunidad queer. Pagliarulo nombra a Francisco de Asís y Juana de Arco por su desafío a las normas de género. Sin embargo, también ha habido un aumento en lo que Pagliarulo considera “santos seculares”. Entre ellos se incluyen muchas personas queer y aliados a quienes deberíamos “pedir alimento y ayuda espiritual”, incluso si no están conectados con la Iglesia Católica. El autor explica:

“Incluyen a pioneros sociales como Bayard Rustin y Cecilia Gentili; el diseñador de moda Alexander McQueen y el pintor Simeon Solomon; el primer artista drag de Estados Unidos, William Dorsey Swan; y la defensora trans y practicante espiritual Rachel Pollack. Está la innovadora comediante Moms Mabley y los músicos Tina Turner y Freddie Mercury, cada uno de ellos reconocido por su talento audaz y el apoyo de la comunidad queer”.

¿Por qué es importante que las personas queer tengan sus propios santos en quienes apoyarse? Pagliarulo sostiene:

“En primer lugar, vivieron vidas terrenales. Experimentaron todo el espectro de luchas, alegrías y miedos que componen la condición humana, incluida la identidad sexual y de género. Para cada necesidad existencial, hay un santo con quien identificarse.

“En segundo lugar, murieron. Los santos sufrieron y sucumbieron a todo tipo de enfermedades y dolores, y a menudo soportaron tremendos traumas y dudas sobre sí mismos. Algunos tuvieron finales espantosos si fueron martirizados por sus creencias o diferencias. Un santo comprende nuestro dolor y ofrece esperanza en su final”.

4420Para Pagliarulo, el P. Mychal Judge es un santo queer que debería ser reconocido como tal. Sin embargo, él no es el único. Muchas otras personas y aliados queer pueden contribuir a nuestro alimento espiritual. En lugar de alejar la santidad, es hora de que recuperemos la palabra “santo” permitiendo que incluya a todos aquellos que impactan positivamente a la comunidad queer.

Para leer más sobre la vida, muerte y legado del P. Mychal Judge, OFM, incluido el tema de su identidad gay, consulteMychal Judge: ‘Take Me Where You Want Me to Go, (Mychal Judge: ‘Llévame a donde quieras que vaya’), de Liturgical Press, escrito por El director ejecutivo del New Ways Ministry, Francis DeBernardo. Más información está disponible aquí.

—Sarah Cassidy (ella), Ministerio New Ways, 21 de agosto de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Activemos el parón veraniego”, por Gabriel María Otalora

Viernes, 16 de agosto de 2024
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IMG_6351De su blog Punto de Encuentro:

No hace tanto que el verano era sinónimo de recogida de la cosecha, más  que tiempo de descanso. Siguiendo el curso escolar (de septiembre a agosto), la estación veraniega resulta propicia para un sano parón y para hacer recuento de nuestra propia cosecha.

Lo mejor de todo es que mientras nosotros descansamos, Dios no descansa en su amor. Dormimos mientras Dios vela por nosotros. Qué paz interior cuando siento estas realidades. El Espíritu no descansa y vela siempre, no solo por mí; lo hace por todos y por todas, grandes y pequeños, buenos y no tan buenos. En vacaciones, Dios sigue de guardia sin desmayar en su amor incondicional. Esta es nuestra fe que azuza al compromiso para ser instrumentos de paz y descanso para otros.

 Estamos en un tiempo propicio para la introspección, acostumbrados como estamos a vivir “hacia fuera”, hiper estimulados más que nunca desde que la tecnología nos acerca a casi todo con un sencillo clic en el móvil. En este sentido, tiempos de descanso como el verano, pueden actuar como un cuchillo: que sirve para cortar el pan o para cortarnos un dedo. Depende de cada cual estimularse todavía más de fuera hacia dentro, o respirar espiritualmente desde un ejercicio de interioridad.

Nuestra cultura propicia la intrafobia o incapacidad -¿miedo?- para dialogar con las capas menos superficiales de nuestro interior, algo necesario para encontrarse con la esencia íntima personal; tememos a nuestras propias reacciones, aunque puedan ser sorprendentemente liberadoras. Miedo a las emociones por no haber practicado la introspección; o pereza por recuperar actitudes de oración, en el caso cristiano. Las causas pueden ser numerosas, lo importante no es detenerse ahí sino repensar la vida desde adentro, día a día, no desde fuera. A pesar de la cultura líquida, se constata una sed cada vez mayor de interioridad ante tanta insatisfacción. Y se vuelve la mirada a la atracción de los valores espirituales, sobre todo el potencial que el amor tiene como fundamento humano esencial.

Está de moda la meditación, bastante más que la oración. Hemos dejado de creer en su valor de relación amorosa, transformadora. Esa sed de autenticidad desde el corazón humano, ha propiciado muchas experiencias que buscan llegar al interior, como ocurre con la oración, donde la vulnerabilidad aceptada se convierta en creatividad; porqué no, si nos aceptamos en el amor que Dios nos tiene para impulsarnos hacia la mística del compromiso.

Leo en el último número de la revista franciscana Arantzazu una reflexión de Orla Hasson, experta en liderazgo, sobre la meditación. Ella nos dice que “una oracioncita de mañana y noche no es suficiente para centrarme en tiempos inciertos”. Y de seguido, recuerda el consejo del neurocientífico Andrew Newberg sobre los beneficios de sentarte a observar y conectar con una imagen de Dios amorosa y generosa. Según él, esta introspección puede reducir los niveles de ansiedad y depresión, así como aumentar niveles de seguridad y amor en las personas.

Más adelante, Hasson confiesa que la contemplación ignaciana “siempre es mi preferida” y propone 12 minutos al día de introspección. Lo importante es escribir, apuntar y “digerir descubrimientos y avances” en nuestras actitudes y conductas.

El problema pues, no es solo que la ciencia no piensa, como dijo Martin Heidegger. Tan peligroso como esa tecnocracia bien visible, es la superficialidad engañosa que nos convierte en adolescentes perpetuos.

Feliz agosto a todos y todas.

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“El síndrome de la leche mala”, por Isabel Pavón

Viernes, 9 de agosto de 2024
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IMG_6405Leyendo un artículo que resaltaba los beneficios de tomar productos lácteos, recordé a mi amiga Isidra. Lo que son las cosas, ella arrojaba las monedas que le sobraban de comprar la leche dentro del recipiente. Ese era el truco para no perderlas cuando volvíamos de la vaquería de Cristóbal, con la lechera en una mano y nuestros seis o siete años de inocencia en la otra.

Un día le pregunté si la leche no se envenenaba con tantos microbios. Mirándome muy seria a la cara, como la que dice y no dice “hija, pareces tonta”, respondió que no, que su madre la hervía tres veces, que los bichos no soportaban tanto calor y se morían. Fue Isidra quien me enseñó que la leche de vaca no es tan limpia como la materna, que la leche de vaca lo admite todo.

Isidra era una niña con mucha ciencia y poco cuerpo. Yo la admiraba. Con aquella edad pensar resultaba agotador y me encantaba oír las explicaciones tan claras que sabía dar a mis preguntas insulsas. Para aprender de ella, procuraba imitar sus hábitos, hasta que mi madre me los echaba por tierra sin ningún escrúpulo.

En aquel tiempo, las dos íbamos a catequesis. Nos preparábamos para hacer la primera comunión. Durante una sesión la maestra nos habló de las ventajas del arrepentimiento y la práctica de la confesión. Yo, que ese día andaba espabilada gracias a que se nos había acabado la cebada (o la malta, como ustedes quieran) y tuve que   merendar café con cafeína y leche, atrapé la idea al vuelo, y quise mentalmente comparar aquella enseñanza con el proceso de desinfección de la madre de Isidra. Esto es lo mismo, me dije.

Pues bien, en mis lucubraciones infantiles, mi cuerpo era la lechera; mi espíritu la leche; las monedas los pecados; el hervor la confesión; y las tres veces que su madre repetía el calentón, las Avemarías que el sacerdote solía poner de multa cuando, en confesión, le contabas lo que habías hecho y le asegurabas estar arrepentida. (Por cierto, nunca entendí porqué había que rezar a María, cuando se ofendía Jesús. Era como pagar una deuda a quien no se la debías). Como iba diciendo, con esta solución tan sencilla le perdí el miedo a las infecciones por microbios. Llegó un  momento que no me importaba en absoluto acumular pecados en mi leche. ¡Que los hierva el cura, que para eso está disponible en su cocinilla-confesionario un rato antes de misa y no paga butano!

Sin embargo, desde que soy una mujer adulta y me confieso directamente con Dios, sin hombres que hagan de intermediarios, desde que hace años comprendí el sacrificio de Cristo en la cruz, desde  que sé que es él quien de verdad hace hervir mis pecados y limpia mi espíritu,  desde que acepté lo que tuvo que sufrir para hacer desaparecer mis infecciones, desde entonces, cada vez que le ofendo, un sentimiento de culpa me agría por dentro.

De Isidra les digo que se quedó pequeñita, pequeñita. Vaya usted a saber si fueron las bacterias. Todo se paga.

IMG_3673Publicado en Protestante Digital en febrero de 2006

Isabel Pavón

Isabel Pavón es diplomada en Religión, Género y Sexualidad en UCEL/GEMRIP. Escritora y poeta, ha recibido numerosos premios (poesía y relato) tanto España como en el extranjero.

***

Fuente Lupa Protestante

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Vacaciones

Jueves, 1 de agosto de 2024
Comentarios desactivados en Vacaciones

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Querido hermano, querida hermana,

Desde hoy, jueves 01 de agosto, el blog adopta, durante todo el mes, un ritmo vacacional. El Foro, estará siempre activo.

En la portada, donde aparecen las  publicaciones diarias, se intentará seguir un ritmo regular, diario (sí se garantizará la “migaja” de espiritualidad y el artículo) pero puede que no…  sin embargo, podrás, seguro, encontrar publicaciones aleatorias de noticias, artículos o textos inéditos.

Para estar seguro de  no perderte nada, no te olvides de visitar el blog diariamente.

Mientras tanto muchos posts, artículos, noticias y… fotografías sugerentes que quizá se te habrán escapado, están ahí esperándote.  Es el momento de ir a visitarlas.

Ver y ver de nuevo, magia de las palabras, lo imaginario de las fotos, holgazaneo, sensualidad,  ensueño …

Sin olvidar un poco de espiritualidad …

Descanso del cuerpo,  sosiego del alma …

Buenas vacaciones a  todas y  todos

Besos

Mudejarillo

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Nota: Este post quedará fijado en la página inicial aunque se vayan publicando a diario las “migajas” espirituales y el diario artículo de espiritualidad…

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