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El amor consiste en esto: actividades de una Universidad Popular por Gaza

Lunes, 6 de mayo de 2024
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IMG_4577La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Lily (ellos/él/ella), estudiante de doctorado en una gran universidad pública del Medio Oeste, donde investigan instituciones internacionales y estudios queer. Tienen experiencia en organización interreligiosa y educación en justicia social, y les apasiona facilitar el diálogo sobre cómo los jóvenes de fe pueden participar en movimientos por la paz y la justicia social.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el VI Domingo de Pascua  se pueden encontrar aquí.

Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros
y tu alegría sea completa.
Este es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os amo.
Nadie tiene mayor amor que este,
dar la vida por los amigos
…Esto os mando: que os améis unos a otros”.
— Juan 15:9-17

En la lectura de hoy del Evangelio de Juan, Jesús nos da un mandato claro: amar al otro como él nos ama a nosotros. Como adulto converso a la fe católica, continuamente me sorprende el papel central que desempeña el amor en el impulso de la labor de paz y justicia de la Iglesia. Si uno realmente acepta esta enseñanza, debe transformar radicalmente la forma en que uno ve el mundo y el valor absoluto que debemos otorgar a la humanidad de los demás, especialmente cuando nosotros, la comunidad LGBTQ+, respondemos a los acontecimientos mundiales.

Si todos, absolutamente todos, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso significa que debemos y debemos esforzarnos en dar, todos y cada uno de los seres humanos merecemos el nivel de cuidado que profesamos darle a Dios. Este es especialmente el caso de amar a los más marginados por sistemas de opresión que se cruzan, lo cual es desafiante, central para nuestra fe y, a menudo, desgarrador. Nos pide que vivamos en solidaridad con quienes enfrentan cantidades impensables de violencia sistémica e interpersonal.

Estoy escribiendo la reflexión de hoy desde una Universidad Popular de Gaza, como se conoce a muchos campamentos de estudiantes pro palestinos. Me sorprende el inmenso amor que representa este campamento estudiantil que me rodea. No puedo enfatizar lo suficiente lo hermoso que es este pequeño pueblo de tiendas de campaña, una comunidad alternativa de intercambio y generosidad donde siempre hay comida, naloxona, pruebas de COVID, productos para la menstruación y materiales de arte gratis. También hay una biblioteca de la liberación y, todos los días, la gente imparte clases diarias sobre cuestiones de justicia social. Los miembros de la comunidad verifican constantemente las necesidades de los demás. Esta pequeña ciudad de tiendas de campaña se está convirtiendo en una comunidad de amor encarnada, una donde todos son bienvenidos.

Aquí hay más personas queer de las que he conocido en todo mi tiempo en esta ciudad, y tengo algunas suposiciones sobre por qué. Por un lado, la lucha por la liberación queer está fundamentalmente entrelazada con la lucha por una Palestina libre. Resistir y desafiar los sistemas de opresión y discriminación es el núcleo de ambos movimientos. La liberación queer lucha contra la heteronormatividad, la homofobia y la transfobia, mientras que la lucha por una Palestina libre se centra en resistir la ocupación, el colonialismo y la opresión nacional. La liberación de un grupo no debe producirse a expensas de otro, y la liberación de ambos no puede producirse sin poner fin al militarismo global, una causa común por la libertad, la paz, la igualdad y la justicia.

Además, siempre ha habido y sigue habiendo gente queer en Palestina. En Queering the Map, una plataforma comunitaria, encontrará numerosas publicaciones de palestinos queer de los últimos meses. Allí cuentan sus historias para dejar evidencia de su existencia antes de que posiblemente sean asesinados por el ejército israelí. Nadie puede contar las historias de los palestinos queer mejor que ellos, por eso quiero compartir con ustedes algunas publicaciones que encontré en la plataforma:

“Siempre te he imaginado a ti y a mí sentados al sol, tomados de la mano, libres al fin. Hablamos de todos los lugares a los que iríamos si pudiéramos. Sin embargo, ya no estás. Si hubiera sabido que las bombas que caían sobre nosotros te alejarían de mí, con mucho gusto le habría dicho al mundo que te adoraba más que a nada. Lamento haber sido un cobarde.”⁠

“Me gustaría poder ver contigo la puesta de sol sobre el mar de Gaza. Por una noche desearía que esta ocupación ya no existiera y que pudiéramos ser libres por una vez en nuestra propia tierra”.

“Estar fuera no significa nada para mí. Deseo ver Haifa. Deseo ver el pueblo que mis padres tuvieron que dejar. Deseo ver a mi hermano que fue asesinado. Deseo ser libre, pero mi libertad va más allá de estar fuera: es ser palestino, ante todo. Dios tenga piedad de mi hermano y mis hermanos palestinos”.

“Por favor, sepan que, a pesar de lo que dicen los medios, hay palestinos homosexuales. Estamos aquí, somos Queer. Palestina libre.”

Montamos nuestras tiendas de campaña sobre césped, nos guiamos unos a otros en canciones y nos cruzamos de brazos para proteger a nuestra comunidad musulmana durante sus momentos de oración, cuando es común que se produzcan arrestos. Nuestro amor por nuestros hermanos asesinados en Gaza nos trae aquí. En solidaridad con ellos, montamos esta pequeña ciudad de tiendas de campaña y exigimos a nuestra universidad que se deshaga del genocidio en curso. Recordamos a los médicos martirizados por su atención, a las familias enteras borradas de la tierra y a los trabajadores humanitarios asesinados sirviendo a los pobres. Elegimos el amor mutuo por encima de todo, inspirados por estas personas en Gaza, incluidos los palestinos queer, que también eligen el amor.

Queridos amigos, el llamado de Jesús a amarnos unos a otros como él nos ama y a prestar atención a este llamado en nuestras acciones es claro. Ver este amor en acción puede cambiar radicalmente tu vida, una verdad que la gente queer conoce desde siempre. Visita una zona liberada en un campus universitario cercano a ti. El amor es la razón por la que muchos de nosotros nos presentamos a la causa de la liberación palestina, y espero que respondan al llamado de Jesús ayudando a poner fin al genocidio en Gaza. Como ha dicho el Papa Francisco: “Basta, por favor. Digamos todos: ¡Basta, por favor! Detengan la guerra.” Dudo que sea fácil elegir continuamente el amor por el pueblo de Gaza, especialmente en el clima político actual, pero debemos hacerlo, especialmente si luchamos por la liberación queer.

—Lirio, 5 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Del miedo al amor”. 6º Pascua – B (Juan 15,9-17)

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4369No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.

Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.

Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.

Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.

La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.

Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.

Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud».

José Antonio Pagola

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“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Domingo 05 de mayo de 2024. Domingo sexto de Pascua

Domingo, 5 de mayo de 2024
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32-PascuaB6 cerezoDe koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.
Salmo responsorial: 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10. Dios es amor.
Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La primera lectura de este domingo, el famoso episodio de la visita de Pedro a Cornelio, en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, refleja simbólicamente un momento importante del crecimiento del «movimiento de Jesús»: su transformación en una comunidad abierta, transformación que le llevará más allá del judaísmo en el que nació. Dejará de identificarse con una religión étnica, una religión casada con una etnia y su cultura, religión étnica que se tenía por la elegida, y que miraba a todas las demás por encima del hombro considerándolas «los gentiles», dejados de la mano de Dios. Es un tema muy importante, y relativamente nuevo, en todo caso, desatendido por la teología tradicional. Para una homilía puede merecer la pena, más que insistir en el tema eterno del amor…

El pasaje se presta además para toda una lección de teología. Es bueno recomendar a los oyentes que no se queden con la referencia entrecortada que habrán escuchado en la lectura (una selección de unos cuantos versículos salteados), sino que la lean en casa despacio (sin más: “el capítulo 10” de los Hechos, y que saquen sus conclusiones. También se puede recomendar a los grupos e estudio de la comunidad parroquial que lo tomen para su estudio.

Pedro ni sus compañeros de comunidad, todavía no se llamaban «cristianos»… eran simplemente judíos conmovidos por la experiencia de Jesús. Y observaban todas las leyes del judaísmo. Una de ellas era la de no mezclarse con «los gentiles». Y eran leyes sagradas, que eran normalmente observadas por todos, y cuyo incumplimiento implicaba incurrir en «impureza» y obligaba a molestas prácticas de purificación.

Pero Pedro da varios saltos hacia adelante. En primer lugar deja de considerar profano o impuro a ninguna persona, a pesar de que se lo mandaba la ley; es como el levantamiento de una condenación de impureza que pesaba sobre las “otras” religiones desde el punto de vista del judaísmo. Y en segundo lugar «cae en la cuenta» de que Dios no puede tener acepción de personas, ni de religiones, sino que no hace diferencia entre las personas según su etnia o su cultura-religión: acepta a quien practica la justicia, sea de la nación que sea. Es un salto tremendo el que dio Pedro.

Respecto al primer punto, de la valoración negativa de las demás religiones, en la historia subsiguiente se retrocedería: se llegaría a pensar que las otras religiones serían… no sólo inútiles, sino falsas, o incluso negativas, hasta diabólicas. Por poner sólo un ejemplo: el primer catecismo que se escribió en América Latina, nada menos que por el profético Pedro de Córdoba, superior de la comunidad dominica de Antonio Montesinos, declara en su primera página: «Sabed y tened por cierto que ninguno de los dioses que adoráis es Dios ni dador de vida; todos son diablos infernales».

Respecto al segundo punto, la «no acepción de personas por parte de Dios en lo que se refiere a razas, culturas y religiones», o lo que es lo mismo, la igualdad básica ante Dios de todos los seres humanos –incluyendo todas sus culturas y religiones-, hoy mismo continuamos en retroceso con relación a Pedro: la posición oficial de la Iglesia católica dice que las «otras» religiones «están en situación salvífica gravemente deficitaria» (Dominus Iesus 22).

Paradójicamente, la posición de Pedro en los Hechos de los Apóstoles resulta más afín a la mentalidad de hoy que nuestra teología oficial actual. Es por ello por lo que, en este domingo, confrontarse con la Palabra de Dios puede traducirse en una aplicación concreta a nuestras maneras de pensar respecto a las otras religiones. En el guión subsiguiente proporcionamos algunas cuestiones para un tratamiento pedagógico del tema.

El evangelio de hoy, de Juan, es el del mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. Pocas palabras deben saturamos tanto en el lenguaje cotidiano como ésta: «amor». La escuchamos en la canción de moda, en la conductora superficial de un programa de televisión (tan superficial como su animadora), en el lenguaje político, en referencia al sexo, en la telenovela (más superficial aún que la animadora, si eso es posible)… Se usa en todos los ámbitos, y en cada uno de ellos significa algo diferente. ¡Pero, sin embargo, la palabra es la misma!

El amor en sentido cristiano no es sinónimo de un amor «rosado», sensual, placentero, dulzón y sensiblero del lenguaje cotidiano o posmoderno. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su «sentir», o su felicidad sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes amamos. Nada es más liberador que el amor; nada hace crecer tanto a los demás como el amor, nada es más fuerte que el amor. Y ese amor lo aprendemos del mismo Jesús que con su ejemplo nos enseña que «la medida del amor es amar sin medida».

Aquí el amor es fruto de una unión, de «permanecer» unidos a aquel que es el amor verdadero. Y ese amor supone la exigencia -«mandamiento»- que nace del mismo amor, y por tanto es libre, de amar hasta el extremo, de ser capaces de dar la vida para engendrar más vida. El amor así entendido es siempre el «amor mayor», como el que condujo a Jesús a aceptar la muerte a que lo condenaban los violentos. A ese amor somos invitados, a amar «como» él movidos por una estrecha relación con el Padre y con el Hijo. Ese amor no tendrá la liviandad de la brisa, sino que permanecerá, como permanece la rama unida a la planta para dar fruto. Cuando el amor permanece, y se hace presente mutuamente entre los discípulos, es signo evidente de la estrecha unión de los seguidores de Jesús con su Señor, como es signo, también, de la relación entre el Señor y su Padre. Esto genera una unión plena entre todos los que son parte de esta «familia», y que llena de gozo a todos sus miembros donde unos y otros se pertenecen mutuamente aunque siempre la iniciativa primera sea de Dios. Leer más…

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5.5.24 Dom 6 Pascua. No os llamo siervos, sino amigos: Vivid (resucitad) unos en otros

Domingo, 5 de mayo de 2024
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discipulos-de-jesusDel blog de Xabier Pikaza:

Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos….. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…

Esto os digo: que os améis unos a otros.”

Así puede definirse el pecado:  “El día en que comáis el fruto de vuestro conocimiento egoísta, de dominio de unos sobre otros, moriréis” (cf. Gen 2, 17).

Esta es la gracia: El día en que os améis, viviendo unos en otros, ese día seréis vida de Dios en la tierra y resucitaréis. Ésa es la mística, es la resurrección.

Amor redentor, civilización de amor

 Ni la mística vale por sí misma (si es sólo apertura individual o elitista al misterio), ni vale un tipo de iglesia o de vida religiosa si se encierra en sus signos sagrados, sin verdadero amor, como decía Pablo (1 Cor 13), todo eso es mentira, como un campana que tañe en el vacío.

 – La vida cristiana del siglo XXI deberá traducir su experiencia de comunión de amor en forma de liberación de los oprimidos/cautivos o perderá sentido (dejará de existir). Muchos hombres han pensado que la sociedad sólo puede mantenerse sobre bases de poder sacral, sometimiento religioso y sumisión política. Pues bien, en contra de eso, retomando sus raíces evangélicas, la vida religiosa del siglo XXI ha de ser fuente de liberación personal y comunitaria, para abrirse luego en forma de comunicación liberadora.

– La vida cristriana del siglo XXI deberá ofrecer espacios de comunión mística y de comunicación liberadora o perderá su sentido. Han existido entusiasmos y místicas elitistas, vinculadas a la evasión espiritual y a la imposición social. Pues bien, en contra de eso, la verdadera comunión mística ha de convertirse en comunicación liberadora, en la línea de la civilización del amor que han propuesto los últimos papas (desde Pablo VI).

Contemplación redentora: mirar sin velos, amor liberado  

Éste es un pensamiento que San Pablo desarrolló de manera sorprendente en 2 Cor 3, reflexionando sobre la identidad de un tipo de judaísmo y cristianismo. A su juicio, ciertos judíos (o cristianos) de tipo legalista con los que discute en esa carta, habían puesto un velo sobre sus corazones, cada vez que leían a Moisés, y querían cumplir su ley, pues lo hacían con un corazón “endurecido”, de manera que la religión era para ellos un signo de sometimiento (una forma de mantener a los hombres oprimidos), pero:

Cuando se vuelvan al Señor caerá su velo, pues el Señor es el Espírituy donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad (cf. 2 Cor 3,15-17).

 Esa es la verdadera contemplación, quitar el velo de los ojos del corazón, mirarse y admirarse en amor, en libertad, dándose la vida unos a otros. Esta luz de amor nos capacita para mirar a Cristo y descubrir en él a Dios, de forma que nuestra vida se transforme en amor, como sigue diciendo (2 Cor 3, 18):

En cambio, nosotros, contemplando sin velo la Gloria del Señor, nos tansformamos conforme a su imagen, de gloria en gloria, según el Espíritu del Señor.

Esto es el amor: Podemos mirar sin velo al Señor, y mirarnos así, de manera transparente, unos a otros, en contemplación que es comunicación de vida. Sólo esta mirada mística, más alta, sin velo, nos permite descubrir a Cristo como libertad en el amor y como amor liberador. Nos hemos puesto con frecuencia un velo, para no mirar cara a cara, corazón a corazón, al Dios de Cristo, que se entrega y muere para que los hombres vivan, y para no ver tampoco a los hombres. Pues bien, la verdadera contemplación, que es ir viendo a Dios en ese mundo, consiste en rasgar ese velo, mirar cara a cara en amor al Dios encarnado en los pobres y cautivos,  en los tristes y los deprimidos…. para abrir con ellos un espacio de amor mutuo.

  1. AMIGOS, NO SIERVOS (JN 15, 15). CONOCIMIENTO LIBERADOR

 Hay un conocimiento que es engaño, que nace y se expresa en el velo de las ideologías que nos ponen, y que nosotros mismos vamos poniendo ante los ojos, quedando de esa forma ciegos. En esa línea está el engaño de los que dicen que no puede cambiarse lo que hay, que la pobreza de algunos es un condición social, que la esclavitud es sólo un simple daño colateral de un sistema que en sí mismo funciona.

Esclavo es aquel a quien no dejan que conozca. El conocimiento del Dios de Jesús es un saber de amor sin velo, que no engaña, que no oprime, que no oculta, que no expulsa, sino que capacita a los hombres y mujeres para conocer en verdad aquello que son y deben ser. Es un conocimiento de “amistad”, pues los hombres y mujeres han de ser todos amigos, en el sentido radical de la palabra:

 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor.Yo os he dado a conocer todo lo que he escuchado de mi Padre (Jn 15, 15a).

Por el contrario, las esclavitudes nacen de falta de conocimiento: Que unos impidan conocer a otros, o que los ignorantes no quieran (no se atrevan a) conocer.

En el principio de toda esclavitud se encuentra según eso la imposición de unos “amos” o señores, que no permiten que haya relaciones de reciprocidad con los “siervos”, que no comparten su conocimiento, que no se entregan en amor a los demás , compartiendo cada uno lo que tiene, a favor de los otros. Para eso se inventan jerarquías de opresión, un tipo de “religiones del poder”, que en el fondo son justificaciones ideológicas, defendidas con muchas razones falsas.

Separaciones para resguardarse. En esa línea, los poderosos imponen unas relaciones de opacidad, pues ellos necesitan separarse para resguardarse, mentiras culturales, fronteras políticas, religiosos y sociales, y a veces incluso muros de ladrillo, hormigón o redes metálicas, para dejar fuera a los que juzgan peligrosos. La sociedad que surge de esta imposición es mentirosa y opresora, y de esa forma impone un “dios” de oscuridad (sin transparencia) sobre todos, amos y esclavos, a favor de los amos.

 Lo propio de la amistad es el conocimiento mutuo, en transparencia comunicativa, que se expresa a través de la palabra (os he dado a conocer…), pero abriéndose a todos los niveles de la vida, interpretada desde el recibir, el dar, el compartir. El Padre ha dado a Jesús todo lo que tiene, Jesús lo ha recibido, pero no para encerrarlo en sí, en forma egoísta, sino para ofrecerlo y compartirlo con sus amigos, de manera que estos, los hombres, se comuniquen la vida en amor, unos con otros.

Sólo la amistad libera. Siglos de ley y miedo, de sacrificios violentos y expiación por los pecados (de justicia impositiva), habían situado la religión y vida humana bajo la disciplina de la imposición violenta, del silencio y la obediencia a los mandatos exteriores. A veces, incluso los mismos gestores sociales de la religión (sacerdotes y reyes) habían utilizado la visión de un Dios secreto, de poder, para imponerse con violencia sobre otros, teniendo sometido al pueblo. Pues bien, en contra de eso, Jesús ofrece a los humanos su experiencia de Dios su propia vida, como principio de libertad para (en) el amor, definiendo desde aquí el sentido de su vida, el valor de la libertad.

MÍSTICA Y CONTEMPLACIÓN CRISTIANA

              Hay un tipo de mística que, en sentido extenso, desde una perspectiva de psicología y ciencia de las religiones, suele ir vinculada con fenómenos extáticos y con experiencias parapsicológicas, que muchas veces se atribuyen a la presencia e influjo de lo sagrado: el místico penetra de tal manera dentro de sí mismo que supera (transforma) el funcionamiento normal de su sensibilidad y  entendimiento, suscitando (descubriendo) un espacio mental más hondo en el que vienen a expresarse diversos fenómenos divinos (o demoníacos), que van más allá de la conciencia y del conocimiento normal.

Jesús fue contemplativo, más que místico  en el sentido anterior. La contemplación cristiana (pudiendo expresarse también a veces en fenómenos extáticos) se identifica con un tipo de experiencia del Espíritu que brota de su vida y del sentido de su historia (muerte, pascua) y se expresa en claves de comunicación interhumana. Ciertamente, algunas comunidades cristianas antiguas (como de Corinto) han sentido y cultivado fenómenos de transcendimiento racional, de manera que muchos de sus miembros han “hablado en lenguas”, superando el ritmo normal de la racionalidad discursiva.  Pero, como dice Pablo en 1 Cor 12‒14, la experiencia cristiana no se identifica con esos fenómenos, sino con la fe y el amor de Cristo, que se abre en forma de amor entre los hermanos.

En esa línea, Jesús no ha sido místico en el sentido ordinario del término (con técnicas de éxtasis) ni ha querido que sus discípulos lo fueran. Ciertamente, él ha creído en “espíritus” o fuerzas sagradas de tipo divino perverso (demoníaco) y proclamado su mensaje con la ayuda del Espíritu de Dios (cf. Mt 12, 28), es decir, apoyándose en la fuerza divina del reino. Pero, más que místico en la línea de esos fenómenos extraordinarios, él ha sido contemplativo: un hombre que ha centrado su vida en el amor de Dios y en el encuentro de amor con los demás, abriendo cauces de amor y comunión liberadora entre los hombres.

Si le llamamos místico, debemos añadir que es místico liberador, profeta del amor de Dios, mesías de la comunión: su palabra de Dios, su mesianismo, se identifica con el mismo gesto de la unión entre los hombres. Por eso ha entregado la vida en amor, poniéndola en manos de Dios, y en manos de los hombres, por amor a los necesitados. En esa línea es preferible llamarse “contemplativo en acción liberadora”, más que místico.

La esencia contemplativa del evangelio: Vivir unos en otros, resucitar unos en otros:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor…”. Permanecer unos en otros, vivir unos en otros, esto es el amor, es la amistad, es la resurrección.

  • La contemplación constituye un elemento específico del cristianismo,pero ella es, al mismo tiempo, un fenómeno de tipo muy hondamente humano y por tanto religioso, vinculado al “ver y escuchar” en profundidad, en la línea de aquello que siempre han sabido videntes y profetas, poetas y amantes.  El contemplativo no quiere explorar misterios extraños (cf. 1 Cor 13), sino abrir los ojos y oídos, para dejar que la realidad más honda le alumbre y acompañe.
  • El contemplativo no se ocupa de “suscitar” (producir o recibir) fenómenos psíquicos o mentales de tipo extático, sino dejarse transformar por el poder y belleza de la realidad (de Dios) que sale a su encuentro y le habla, especialmente a través de los hermanos. No se evade del mundo para encerrarse en el vacío de su mente, sino que admira el mundo, ama a las personas, dejándose amar por ellas. No se impone sobre las cosas, sino que deja que ellas le llenen e interroguen, le impresionen y transformen.
  • Un tipo de místico puede acabar siendo un solitario, alguien que explora su propio misterio divino, buscando su hondura superior, un nivel de realidad más alta (elitista) , para privilegiados como él. Por el contrario, el contemplativo cristiano está siempre abierto a la gracia amorosa de Dios y al encuentro personal con otros: sabe mirar con intensidad, descubre y admira el valor de los demás, pudiendo avanzar así en la línea del diálogo personal, del amor mutuo.
  • Hay un tipo de místicos que pueden acabar amando su propia verdad interior (o su vacío). Por el contrario, el contemplativo está preparado para ver y dejarse ver por Dios  y por los demás seres humanos, y para amarles como tales, pues goza al mirarles y ayudarles y goza al dejar que ellos le miren. Lógicamente, para que culmine y alcance su plenitud en amor, la contemplación tiene que ser recíproca: mirar y ser mirado, amar y ser amado.

Contemplativos en el mundo

Jesús ha buscado a los hombres y mujeres de su entorno, les ha ofrecido amor en gesto poderoso de transformación y ha dialogado con ellos por encima de leyes y opresiones que separan y distinguen a unos de los otros. Estrictamente hablando, él ha sido contemplativo en el mundo. Así ha desplegado el amor como mirada directa, amistad fundada en Dios, en transparencia, desde el centro de una sociedad convulsionada por las imposiciones y mentiras del mundo. Por eso, la herencia de su reino (su Espíritu) debe expresarse en formas de comunicación contemplativa: en diálogo de amor cercano comprensivo, liberador de mirada a mirada, de corazón a corazón.

Por eso, sabiendo mirar a Jesús en clave de amor, el contemplativo cristiano ha de expresar y expandir su mirada hacia los hombres y mujeres que viven a su lado, en comunicación gratuita que puede interpretarse en claves de enamoramiento.

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Dios nos ha amado. Amémonos unos a otros. Domingo 6º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4525Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.

 Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura)

            La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.

En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro».

            Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo:

Levántate, que soy un hombre como tú.

Pedro tomó la palabra y dijo:

Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:

-¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

            Indico algunos detalles interesantes:

1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia.

2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios.

3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere».

            La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos.

Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)

La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.

Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas».El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados».

La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo.

            Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.

En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)

En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: Si tanto nos ha amado Dios…” Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros”».

            Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo.

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6º Domingo de Pascua. 05 Mayo, 2024

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotras, y vuestra alegría llegue a plenitud.”

(Jn 15, 9-17)

Lo que nos presenta el evangelio de hoy es una declaración de amor. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.” Estas son las palabras que Jesús no deja de pronunciar en la vida de cada creyente.

El signo de los cristianos no es la cruz, es el Amor. La cruz por sí sola es un instrumento de tortura. Cuando Jesús en un acto infinito de amor y generosidad se deja clavar en cruz la convierte en símbolo de Amor.

El problema que tenemos los cristianos es que nos quedamos mirando a la cruz. O mirando al Amor. Y eso hay que hacerlo, pero no podemos quedarnos ahí. El evangelio continua, Jesús no dice: “amadme como yo os he amado.” No, lo que dice es: “amaos unos a otros como yo os he amado”.

Jesús era muy listo, y nos conoce bien. Sabía que no íbamos a tener grandes dificultades en amarle a Él o amar a Dios. Esto último ya lo hacía muy bien el pueblo judío. Pero no basta. El amor a Dios, para ser completo, para que de verdad se convierta en alegría, tiene que pasar por las hermanas, por las personas que conviven con nosotras.

Por que el amor del que habla Jesús no es una cuestión teórica sino una realidad existencial y práctica. No es algo que “se aprende de memoria” sino algo que que se experimenta en la vida.

Las teorías, por buenas que sean, no provocan alegría. La alegría brota de la vida, de la “práctica”. Y la vida concreta es mucho más audaz y sorprendente que cualquier teoría.

Por que “en teoría” es feliz aquella persona que consigue éxito, fama y dinero. La publicidad nos vende una infalible teoría sobre la felicidad. Es feliz la persona que es guapa, joven y tiene buena salud. Es decir, que tiene un cuerpo atlético, un hermoso cabello, una piel sin arrugas y un buen bronceado.

Pero la vida nos muestra otra cosa. Vemos el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de una madre que ve salir adelante a su hijo con parálisis cerebral. O en un joven que se queda en silla de ruedas tras un accidente y pierde movilidad pero descubre la Vida.

La alegría que llega a plenitud es la que es capaz de atravesar los fracasos y el dolor. Es la que lleva consigo la conciencia de saberse vulnerables pero profundamente amadas.

Oración

Trinidad Santa, no dejes que nos conformemos con medias alegrías, sino que caminemos hacia la alegría que brota de Ti. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús se identificó con el Amor-Dios y con ese amor pudo amar como sólo Dios ama.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Jn 15,9-17

El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, muestra Jesús la esencia de su mensaje. Sin metáforas nos coloca ante el centro del mensaje: El AMOR. En el c. 13 ya nos había dado la consigna: un mandamiento nuevo os doy. Solo el amor nos hace humamos.

Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que se ha manifestado en Jesús. “Un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera.

Juan emplea la palabra “agape”. Los primeros cristianos emplearon ocho palabras para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “agape” expresa el amor sin mezcla alguna de egoísmo. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios.

Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Juan lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla es la tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.

Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús y a mí, pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no puede dejar de amar un instante. Jesús sí puede manifestar el amor de Dios amando como humano.

Juan intenta trasmitirnos que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Juan comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor, que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.

No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un “mandamiento” de amor están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías, que empleamos en ajustarnos a una programación, tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.

El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor es más que sentimiento. La prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todo lo demás es engaño.

El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser que es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría.

Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay límite en mi entrega, no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.

Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser. Jesús se lo acaba de demostrar lavándoles los pies. La eucaristía dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo.

Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en el cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.

No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotrosDebemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al sacramento del amor. “Eucaristía” significa exactamente acción de gracias.

Cualquier relación con Dios, sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la puede hacer la institución, por eso se muestra Jesús tan distante e independiente de todas ellas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Abba

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4506Juan 15, 9-17

«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado»

El amor al prójimo no es ningún mandamiento que debamos cumplir para lograr un premio o evitar un castigo, sino la respuesta al amor del Padre. El amor de Dios hacia nosotros sus hijos es el fundamento de nuestra fe; es el primer acto de fe del cristiano. Si no es así, si nuestro fundamento es otro, estaremos convirtiendo el cristianismo en una escuela de sabiduría de la vida o un club de personas altruistas, pero lo estaremos despojando de su elemento fundamental; Abbá, la buena Noticia.

El problema es que nos resulta muy difícil creer en Abbá; el Dios de Jesús que nos quiere como las madres quieren a sus hijos. Y nos resulta difícil, porque nuestra mente ilustrada nos impide aceptar nada que no haya pasado antes por el filtro de la razón. Y claro, la razón nos dice que Dios-Abbá es incompatible con el espectáculo atroz del mal en el mundo, porque… ¿cómo un Dios bueno y todopoderoso puede tolerar tanto dolor y sufrimiento, tanta injusticia y opresión como hay en él?…

Ya Epicuro (siglos cuarto y tercero antes de Cristo) puso el dedo en la llaga con una crudeza demoledora y una simplicidad extrema: «O Dios quiere evitar el mal, pero no puede, y entonces es impotente, o puede y no quiere, y entonces es malo, pero en ninguno de los casos sería Dios». Y es que la lógica humana es clara y contundente: Si hay Dios, no puede haber mal, y si hay mal, es que no hay Dios… y mucho menos el Dios de Jesús.

El argumento de Epicuro parece definitivo, pero no lo es. Como afirma J. Antonio Estrada en su libro “La pregunta por Dios”, si aplicamos con rigor los principios de la lógica al argumento de Epicuro, comprobamos que solo demuestra que la presencia del mal en el mundo no tiene explicación racional. Y nada más. El problema es que hemos sacralizado hasta tal punto la razón, que no podemos admitir que haya algo inasequible a ella… y entonces el argumento de Epicuro resulta muy sólido.

La única forma de creer en Abbá es a través de la fe que nos merezca Jesús. Y aquí se nos presenta un bonito dilema para calibrar la fortaleza de nuestra fe: La razón me empuja con fuerza a rechazar la existencia de Abbá, pero Jesús me invita, tanto a través de sus parábolas, como a través de su propia vida, a creer en Él…

¿Con cuál de los dos me quedo?…

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Declaración de amistad-amor insuperable.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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1102014719_univ_lsr_xlJuan 15, 9-17

Este último año dos personas, por razones que desconozco y que no acceden a compartir, han roto una relación-amistad larga y profunda. Era una amistad que surgía en la comunidad cristiana en la que todas participábamos. Personas unidas por la experiencia de la Ruah en nuestras vidas.

Reconozco que me sigue doliendo y desconcertando. Si sabes el motivo por el cual te desprecian puedes intentar algo. Si te bloquean y abiertamente dicen que no quieren ni tomar un café contigo, te produce algo así como entrar en un vacío, en un bucle que quita ilusión y energía, que impide utilizar la mente porque te desconcierta y preocupa y le das vueltas.

Creía que había “alguien” al otro lado, pero resulta que era un espejismo. Otros casos son más claros, si les das lo que desean son amigas y amigos, si no, se acaba todo. Este caso es el superficial, el que busca siempre algo para llevarse, el que quiere aprovechar para sus intereses. No responde como amigo.

La amistad no puede forzarse, va surgiendo. Y es escasa.

El texto del evangelio de hoy Juan 15, 9-17 me resuena como una declaración de amistad-amor insuperable.

Me permito escribir el texto quitando alguna frase cuya traducción nos puede confundir. Veamos:

Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado

yo el mío. Manteneos en ese amor mío. Os dejo dicho esto para

que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría

llegue a su plenitud.

Sólo os pido que os améis, igual que yo os he amado.

Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que

entrega su vida por ellos. Vosotros sois amigos míos. No os

llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que

hace su señor; a vosotros os vengo llamando amigos, porque

todo lo que le oí a mi Padre os lo he comunicado.

No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros y os

destiné a que os pongáis en camino, produzcáis fruto y vuestro

fruto dure.

Esto os mando: que os améis.

Por respeto a la traducción y por evitar malestar no lo pongo en femenino. Pero sí os invito a las mujeres que al leerlo, al orarlo lo pongáis en femenino para que os resuene más adentro. Somos la inmensa mayoría. Creo que es justo hacerlo.

La amistad no puede forzarse. La amistad desmonta los muros más altos, normalmente creados por fantasmas oscuros que nos conducen a negatividad. Y llega una amiga, te mira a los ojos y te dice “déjalo correr” esa persona te trata así porque tiene miedo, o… tú sigue.

Jesús experimentó como nosotros y nosotras que lo más difícil es la comunidad-grupo de amigas adheridas a Jesús-. Por eso hay tan pocas comunidades atractivas, porque lo difícil no es rezar, lo difícil es aceptar, aguantar, perdonar…

Pero si no perdemos la perspectiva sabemos que el objetivo del amor mutuo es porque somos elegidos a reproducir el modo de amor que hay entre el Abba y Jesús. Y ese amor mutuo crea comunidad.

Como dice una pensadora “los pedazos que soy, mi amiga los reúne y me los devuelve en el orden correcto”. Este es el objetivo de la comunidad de Jesús.

Te invito a leer el texto varias veces, despacio, muy despacio. Y déjate llevar por la frase que te llega,  la que llama a tu puerta y déjala entrar.

¿Qué hago con todo lo que Jesús me comunica? ¿Me lo quedo? ¿Es mío?

Comparto esta frase de “El Principito” de Saint-Exupery:

Lo que embellece al desierto es que esconde un  pozo en cualquier parte…

Si las personas no nos dedican tiempo, si no se comunican, entonces la soledad se hace presente, aún en medio de una multitud.

Y es precisamente ese saber que en medio de la aridez, del ser siervo, que alguien te llama amiga, lo que descubre y localiza tu pozo interior.

Ese es el significado último del Evangelio, el esfuerzo que hace Jesús para comunicarnos donde bebe, donde está su pozo en medio de su desierto, y esa fuente es el Abba. Su intimidad, su complicidad que deja de ser lo que sea: religiosidad, moral… para ser amistad, relación de confianza absoluta.

De ahí el dolor cuando intentamos amar así, en confianza, como Jesús desde nuestra pequeñez y alguien se encarga de ponerte en el rol de sierva: sírveme lo que sabes hacer, pero no te relaciones conmigo…

¿Es así nuestra relación de preferencia con Dios? Que no se acerque demasiado, pero que siga dándome el amor, la comprensión, la fuerza que necesito para hacer sus obras pero, que no se acerque demasiado, este es mi espacio.

Madurar en la amistad con Dios, es dar pasos de madurez en nuestras relaciones humanas y con la Tierra. Es comprender que la base de toda relación es la confianza que se muestra en el respeto.

Muchas veces preferimos servir, ser servidores, que ser amigos, confidentes, comprometidas a producir frutos que duren.

Como dice el Principito “lo esencial es invisible a los ojos”.

Buen domingo. Disfruta del día con el que nos lo comunica todo, sin filtros para que llevemos por dentro su alegría y la contagiemos.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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Amor y alegría

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Amor.2Domingo VI de Pascua

5 mayo 2024

Jn 15, 9-17

El cuarto evangelio muestra un reiterado interés en presentar unidas estas dos realidades: el amor y la alegría. Junto con la paz -otro tema recurrente en este mismo evangelio-, constituyen los tres signos característicos de la madurez psicológica y espiritual.

No es difícil de comprobar: cuando está realmente bien, la persona es amorosa, alegre y serena. Como se suele decir, la persona feliz es buena. Cuando lo que percibimos en alguien es odio, tristeza o agitación, la causa hay que buscarla en algún sufrimiento, presente o pasado, todavía no resuelto o en la ignorancia radical acerca de lo que realmente somos.

El amor y la alegría brotan de la vida y de la unidad que somos. La vida, siempre que no esté bloqueada por sufrimientos no resueltos o por mecanismos defensivos nacidos de aquellos, se expresa en alegría. Por eso, acertaba plenamente Henri Bergson al decir que la alegría es la señal inequívoca de que la vida triunfa. Y Michel de Montaigne cuando afirmaba que la señal más manifiesta de sabiduría es una alegría continua.

Por su parte, la consciencia de unidad es certeza de no-separación, y esa es justamente la más adecuada definición de lo que es amor. Antes que un sentimiento o una emoción, el amor que merece tal nombre es certeza que sabe ver que, aun siendo diferentes, somos lo mismo. Es lo que se percibe cuando vivimos en la consciencia de unidad.

Podría decirse que la alegría nace del amor y que este se hace más “cercano”, incluso más vivo, gracias a la alegría. Uno y otra fluyen en tanto en cuanto permanecemos anclados en la profundidad que somos, en ese “lugar” siempre disponible, al que en todo momento podemos volver.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Solo el amor es digno de la fe.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Jesús-y-sus-discípulos-Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Dios es amor.

La vivencia que Jesús tiene de Dios es que es amor, (1Jn 4,18).

Jesús podía habernos dicho que Dios es infinito, eterno, justo, juez implacable, ultraortodoxo, etc.

Pues bien, JesuCristo tiene una experiencia muy distinta. Dios le ama, nos ama, Dios es Padre que quiere y ama.

Esto será lo que Jesús haga con nosotros: como el Padre me ha amado, así os he amado yo. (v 9).

Hay muchas religiones -muchas “religaciones”- con Dios y probablemente todas sean buenas, pero no todas son iguales. La vivencia, la experiencia que Jesús tiene de Dios es que es amor, (1Jn 4,8).

Somos cristianos porque hemos sido amados, porque Dios nos ha amado y somos cristianos porque amamos.

El “adn” del cristiano no es la doctrina, ni la ley, ni el cumplimiento, ni la perfección de nuestros actos, mucho menos la escrupulosidad de su moral, ritos, vestimentas,  etc.

Somos cristianos está en el amor. Comenzamos a ser cristianos no cuando aprendemos el catecismo cuando nos sentimos amados.

La primera catequesis de una madre (familia) para con sus hijos no es cuando le enseña doctrina, sino cuando les quiere.

 Hemos escuchado hoy que: Quien no ama, no ha conocido a Dios. Uno puede saber toda la doctrina y teología del mundo, pero si no ama, no ha conocido a Dios.

Muchos de nosotros tenemos o hemos tenido una imagen, una experiencia de un Dios duro, justiciero y condenador.

Recuerdo aquello que decía con ironía un sabio cura rural: El Dios de muchos católicos es muy justo, porque castiga a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan

Es no es el Dios de Jesús.

Volvamos nuestra mirada al amor de Dios: conozcamos la misericordia de Dios y de Cristo. Somos discípulos amados, no clientes o consumidores religiosos.

Ser cristiano es permanecer, demorarse, “quedarse” en el amor del Señor.

Solamente el amor es digno de la fe.

02.- El amor trasmite paz y alegría.

Los relatos evangélicos de Pascua nos transmiten la paz y alegría del resucitado.

JesuCristo nos ama, Dios nos ama y disfruta cuando su alegría permanece en nosotros, (1ª lectura).

En la Iglesia se ha vivido, -y se vive- un sistema  doctrinal, moral que produce miedo, angustia, condenación. Muchos de los “pocos” que todavía perviven -pervivimos- en la Iglesia susbsisten con la idea de un Dios que tiene la “mecha corta”,  se ofende por menos de nada, y condena en cuento te descuidas…

Quizás por eso la Iglesia es muy sombría, férrea, probablemente muy “religioso-católica”, pero poco cristiana, porque no vive en el Dios de amor.

03.- Este es mi mandamiento: que os améis.

Los judíos tenían 613 preceptos (normas) de comportamiento provenientes de la Biblia (Pentateuco / Torá: 5 primeros libros de la Biblia).

La moral había terminado en el mundo judío y en el católico por ser una mera cuestión jurídica. Todo consistía en el cumplimiento o la transgresión de unas cuantas normas o leyes. De hecho la moral se estudiaba prácticamente en el Derecho Canónico.

Pero el comportamiento cristiano, la moral, es otra cosa más hermosa y más profunda.

En primer lugar se trata de seguir a Jesucristo. La moral cristiana en principio no es cumplir con nada, sino sentirnos amados por Cristo y amarle, lo cual es realizador.

En ocasiones los católicos damos la impresión de ser personas esclavas, reprimidas, que llevamos penosamente y a rastras nuestra fe.

Cristo es libertad. Así lo entendió enseguida San Pablo. Cristo no nos llama a ser esclavos de un esquema religioso legal. No os llamo siervos, sino amigos. Los creyentes estamos liberados por Cristo. La moral cristiana no es esclavizante, angustiante.

Por desgracia este tipo de moral se veía reforzada con la amenaza del Infierno, lo cual ha sido muy poco honesto.

La ética-moral se vio reducida a una pura casuística anecdótica. El bien y el mal eran casos y cosas aisladas y en muchos casos mínimas. Cualquier cosa era pecado mortal.

Jesús nos dice que su mandamiento es uno, el amor. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Decía Karl Rahner (1904-1984) que la Iglesia haría bien en recordarnos que Jesús nos dejó solamente un mandamiento: el amor. Las concreciones, las conclusiones de ese hermoso mandato las debiera extraer el cristiano.

San Agustín lo decía de otro modo: ama y haz lo que quieras.

03.- Permaneced en mi amor.

Somos cristianos porque hemos sido amados, hemos recibido el amor de Dios y nos hacemos cristianos porque amamos.

La identidad de la Iglesia no radica en la perfección de su estructura, en la grandeza de su cultura, de sus templos o de su doctrina, arte.

Conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros, (Jn 13, 35).

Las comunidades, la Iglesia de San Juan tras el sufrimiento y rupturas internas padecidas, insiste en permaneced en el amor, que es el centro del cristianismo

El mundo eclesiástico comenzará o comenzaremos a ser eclesiales y cristianos cuando intentemos ver la vida y las situaciones y problemas desde el amor y no tanto desde el legalismo, el miedo, el poder y la ortodoxia.

04.- Somos discípulos amados.

San Juan entiende que cristiano es el Discípulo Amado por el Señor.

El amor produce una gran confianza y una gran serenidad. Noches oscuras nos van a venir, pero quien ama, quien ama la humanidad, la vida, los valores del Reino de Dios vive con el alma sosegada, en calma.

Esto os mando: que os améis unos a otros.

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“La vida cristiana no es de normas o cumplimientos; es de relación, de amistad, de amor”, por Consuelo Vélez.

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4500De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del 6° domingo de Pascua

El amor de Dios da un gozo pleno, colmado, total. Y quien tiene ese gozo, con certeza puede amar en verdad a todos los demás

Perder la vida por fidelidad es lo que produce frutos. De lo contrario es un sufrimiento inútil

Mostrar en el amor de unos a otros que el amor de Dios recibido se hace fraternidad y sororidad en la historia concreta del aquí y el ahora.

Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo este en ustedes y su gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. No les llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los he llamado amigos porque todo lo que he oído de mi Padre se los he dado a conocer. No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto y que ese fruto permanezca; de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los conceda. Lo que les mando es que se aman los unos a los otros (Jn 15, 9-17).

 

En este sexto domingo de Pascua, continuamos leyendo el capítulo 15 del evangelio de Juan. El domingo pasado leímos lo correspondiente a la Vid y los sarmientos y hoy se continúa el relato haciendo énfasis en el amor de Dios que nos llega a través de Jesús. El Padre ama al Hijo y el Hijo nos sigue amando a cada uno de nosotros. De ahí se desprende el llamado de amarnos unos a otros, pero no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Precisamente por eso, se pueden destacar aspectos irrenunciables de ese amor de Dios. Un primer aspecto, es la necesidad de permanecer en ese amor. Es como si Jesús nos estuviera abriendo su corazón y nos revelará que el amor de Dios da un gozo pleno, colmado, total. Y quien tiene ese gozo, con certeza puede amar en verdad a todos los demás.

Un segundo aspecto es el límite de ese amor: “hasta la dar la vida. No significa que se este invitando al sacrificio por el sacrificio sino a mantener la fidelidad, la coherencia, la verdad. Perder la vida por fidelidad es lo que produce frutos. De lo contrario es un sufrimiento inútil.

Pero tal vez algo central del evangelio de hoy es la relación que Jesús quiere establecer con los suyos: los llama amigos y no siervos. La experiencia cristiana no es de normas o cumplimientos; es de relación, de amistad, de amor. El texto leído literalmente puede desdecir lo que acabamos de afirmar porque Jesús dice que son sus amigos si hacen lo que les manda. Pero el sentido es lo que en otras ocasiones hemos insistido: la amistad lleva a la comunión de vida, de intereses, de objetivos. Es una obediencia no en el sentido de obligación sino de identificación con el amigo. En otras palabras, el amor de Dios llega gratis, total, infinito, por medio de Jesús, a la vida de cada persona. Es un don que se nos ofrece de antemano. Es una elección que Dios ha hecho por pura “gracia”, no por nuestros méritos o por nuestras capacidades. Y, precisamente por esa elección gratuita la consecuencia lógica es dar los frutos de amor correspondientes, mostrar en el amor de unos a otros que el amor de Dios recibido se hace fraternidad y sororidad en la historia concreta del aquí y el ahora.

La vida del Resucitado que seguimos conmemorando en la Pascua se encarna en el testimonio de amor de cada uno de los cristianos que han comprendido la misión encomendada y se disponen a realizarla en el amor mutuo, en la entrega recíproca, en la corresponsabilidad compartida.

Por parte del Padre todo está dado, todo está concedido. Por parte nuestra se necesita reconocer todo el amor recibido en nuestra vida y disponernos a dar gratis lo recibido gratis, a amar con esa generosidad, misericordia y entrega sin límites, como es el amor de Dios que sigue desbordándose en cada uno de nosotros.

(Foto tomada de: https://www.moralzarzal.es/declaracion-institucional-dia-universal-de-los-derechos-de-la-infancia/)

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Un gran árbol en flor en el centro de un aro

Lunes, 15 de mayo de 2023
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índiceMaka Black Elk

La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, Maka Black Elk.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el VI Domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

Jesús dijo a sus discípulos:

“…No os dejaré huérfanos; Vendré a ti. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. En ese día te darás cuenta de que yo estoy en mi Padre y tú estás en mí y yo en ti”. (Juan 14:18-21)

En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a sus discípulos que cuando él deje este mundo, no quedarán huérfanos porque el Espíritu Santo vendrá y estará entre ellos. Él les ruega que lo amen y sigan sus mandamientos porque ellos también serán amados y sostenidos por Dios Padre.

De muchas maneras veo esto en cómo me relaciono con la memoria de mi padre. Mi padre falleció cuando yo aún era joven, y los recuerdos de él tristemente se atenúan un poco más cada año. Me dirijo a él en busca de orientación y lo llamo en busca de ayuda. Era un hombre profundamente católico, fuerte en su amor por Cristo. Es en gran parte debido a su influencia que me siento tan atraído por mi fe y amor por Cristo, porque mi padre me mostró ese amor en la forma en que me transmitió y modeló esa fe. Vivió una vida que me hizo conocer su profundo amor por mí como su hijo.

Uno de mis mayores arrepentimientos con la muerte de mi padre fue que nunca pude salir del armario ante él como gay. Creo que sé cómo habría respondido. Siento en lo más profundo de mi corazón que me hubiera dicho que aún me amaba. Que él estaba conmigo sin importar qué. Aunque ya no lo tengo hoy, me consuela esta verdad de quién era él y cómo me amaba.

Nicholas Black ElkIMG_9710

Fue mi padre quien también me enseñó mucho sobre mi antepasado, Nicholas Black Elk, un hombre tan fuera de su tiempo. Ahora es un Siervo de Dios en la Iglesia Católica, potencialmente en camino a convertirse en un nuevo santo estadounidense. Era un curandero, un líder espiritual entre nuestra comunidad que nos guiaba a través de nuestras ceremonias, que tenía grandes visiones y que vivía profundamente en su espiritualidad. Recuerdo a mi padre hablando sobre Nicholas Black Elk y su legado, y en particular, su visión de cómo era Dios.

Black Elk imaginó un gran árbol en flor en el centro de un aro. Este aro contenía todas las creaciones del mundo. Todos los seres vivos están juntos en un gran círculo. Habló de que el centro de ese aro está en todas partes, y que el centro de ese aro también está dentro de nosotros. Y el centro de ese aro también es Dios.

El amor de nuestras familias, sin importar su forma, puede ser una poderosa demostración del amor de Dios. Para las personas LGBTQ+, a veces las experiencias de salir del armario pueden ser momentos en los que este amor es particularmente evidente, como imagino que habría sido ese momento con mi padre. Y hay muchas otras ocasiones en las que sentimos ese amor y lo manifestamos en nuestras vidas, de forma muy parecida a como Black Elk imaginó el aro con su árbol en flor por todas partes. En estos momentos, podemos apreciar más profundamente las palabras de Jesús a los discípulos, y a nosotros hoy: “En ese día se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre y ustedes están en mí y yo en ustedes”.

—Maka Black Elk, 14 de mayo de 2023

Nota: Icono del sioux Black Elk (alce negro). Arte Religioso Cristiano Católico – Icono por Br. Robert Lentz, OFM – De su equipo de Trinity Stores, “¡Benditas imágenes ecuménicas de santidad!

Black Elk era un famoso wicasa wakan (hombre santo) de la banda Oglala de la tribu Lakota, parte de la Gran Nación Sioux. Su nombre lakota era Hehaka Sapa (alce negro).

Black Elk está siendo reconocido en todo el mundo como un hombre santo y como una guía espiritual celestial. La Iglesia Católica lo reconoce como ‘Beato’, que es la religión que practicó en su vida anterior.

Fuente New Ways Ministry

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“Tenemos un defensor”. 14 de mayo de 2023. 6 Pascua (A). Juan 14, 15-21.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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26_6-PASC_A_1682735-768x511La verdad es que los seres humanos somos bastante complejos. Cada individuo es un mundo de deseos y frustraciones, ambiciones y miedos, dudas e interrogantes. Con frecuencia no sabemos quiénes somos ni qué queremos. Desconocemos hacia dónde se está moviendo nuestra vida. ¿Quién nos puede enseñar a vivir de manera acertada?Aquí no sirven los planteamientos abstractos ni las teorías. No basta aclarar las cosas de manera racional. Es insuficiente tener ante nuestros ojos normas y directrices correctas. Lo decisivo es el arte de actuar día a día de manera positiva, sana y creadora.

Para un cristiano, Jesús es siempre su gran maestro de vida, pero ya no le tenemos a nuestro lado. Por eso cobran tanta importancia estas palabras del evangelio: «Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad».

Necesitamos que alguien nos recuerde la verdad de Jesús. Si la olvidamos, no sabremos quiénes somos ni qué estamos llamados a ser. Nos desviaremos del evangelio una y otra vez. Defenderemos en su nombre causas e intereses que tienen poco que ver con él. Nos creeremos en posesión de la verdad al mismo tiempo que la vamos desfigurando.

Necesitamos que el Espíritu Santo active en nosotros la memoria de Jesús, su presencia viva, su imaginación creadora. No se trata de despertar un recuerdo del pasado: sublime, conmovedor, entrañable, pero recuerdo. Lo que el Espíritu del Resucitado hace con nosotros es abrir nuestro corazón al encuentro personal con Jesús como alguien vivo. Solo esta relación afectiva y cordial con Jesucristo es capaz de transformarnos y generar en nosotros una manera nueva de ser y de vivir.

Al Espíritu se le llama en el cuarto evangelio «defensor» o «paráclito», porque nos defiende de lo que nos puede destruir. Hay muchas cosas en la vida de las que no sabemos defendernos por nosotros mismos. Necesitamos luz, fortaleza, aliento sostenido. Por eso invocamos al Espíritu. Es la mejor manera de ponernos en contacto con Jesús y vivir defendidos de cuanto nos puede desviar de él.

José Antonio Pagola

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“Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor”. Domingo 14 de mayo de 2023. 6º Domingo de Pascua.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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28-PascuaA6 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo
Salmo responsorial: 65: Aclamad al Señor, tierra entera.
1Pedro 3,15-18: Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida
Juan 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor

La palabra de Felipe, un misionero que lleva el mensaje de Jesús a nuevas fronteras, es escuchada con atención porque hay coherencia entre lo que dice y lo que hace. La palabra y el poder sanador de Felipe son motivo de alegría para la comunidad samaritana. Para que una comunidad se mantenga firme en el evangelio es necesario tener la fuerza y la gracia del Espíritu Santo, algo que solo se logra con la oración, la imposición de las manos como signo de herencia fraterna y el bautismo comprometido con la misión de Jesús. Los discípulos y discípulas de ayer y de hoy tenemos la gracia de haber recibido el Espíritu Santo a través del Bautismo y la imposición de las manos. El Espíritu Santo es el único que puede garantizar el éxito y la eficacia de la misión. Discipulado, Espíritu y misión son las marcas que identifican al misionero de Jesús.

El pasaje de la carta de Pedro insta a la comunidad a ser santos. Una santidad que está siempre ligada al seguimiento y a las consecuencias que esta opción misionera imponga en nuestras vidas.

El Evangelio de Juan nos da la clave del verdadero seguimiento: AMAR. Este amor es el mandamiento que Jesús da a quienes quieran seguirlo. Ser discípulos o discípulas de Jesús implica tener como norma de vida el amor, un amor activo, liberador y eficaz. Ésta es la esencia del Evangelio, éste es el corazón de la vida y la práctica de Jesús, esto es lo que identifica a todos aquellos y aquellas que han asumido su misión.

Jesús teme por el futuro de sus discípulos. Sabe que las fuerzas del mal son poderosas y no escatiman esfuerzos para eliminar a las fuerzas del bien. Reconoce que sus discípulos no tienen todavía la formación y la convicción necesaria para enfrentar estas fuerzas malignas. Por esto, en un gesto de amor profundo, Jesús le pide al Padre que derrame el Espíritu sobre los discípulos de ayer y de hoy, para no dejarnos huérfanos, para que permanezca siempre con nosotros en la continuidad de la misión. Mientras el mundo permanece ciego, el Espíritu permite a los discípulos de Jesús reconocerlo en los hermanos. En el amor a los demás se reconoce el verdadero rostro de Jesús. Sólo el amor, al que somos llamados, es garantía de la presencia de Dios en nosotros y en nuestras comunidades. Si el amor es la clave del seguimiento de Jesús, tendremos que preguntarnos que estamos haciendo en nuestra vida y en nuestras comunidades para impregnar el mundo de amor, un amor que con la fuerza del Espíritu, permita que la verdad, la justicia y la fraternidad sean las huellas del Reino en el mundo de hoy.


La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, nos presenta a Felipe predicando a los samaritanos en su capital. Es una noticia inusitada si tenemos en cuenta la enemistad tradicional entre judíos y samaritanos, tan presente en los evangelios, en pasajes como la parábola del buen samaritano (Lc 10,29-37), o la conversación de Jesús con la samaritana (Jn 4,1-42) o en otros pasajes más breves (Mt 10,5; Lc 9,51-56; 17,16; Jn 8,48). Los judíos consideraban a los samaritanos como herejes y extranjeros (cfr. 2Re 17,24-41) pues, aunque adoraban al único Dios y vivían de acuerdo con su ley, no querían rendir culto en Jerusalén, ni aceptaban ninguna revelación ni otras normas que las contenidas en el Pentateuco. Los samaritanos pagaban a los judíos con la misma moneda, pues los habían hostigado en los períodos de su poderío y habían llegado a destruir su templo en el monte Garitzín. Por todo esto nos parece sorprendente encontrar a Felipe predicando entre ellos, en su propia capital, y con tanto éxito como sugiere el pasaje que hemos leído, hasta concluir con un hermoso final: que su ciudad, la de los samaritanos, “se llenó de alegría”.

Esta obra evangelizadora que rompe fronteras nacionales, que supera odios y rivalidades ancestrales, provocando en cambio la unidad y la concordia de los creyentes, es obra del Espíritu Santo, como comprueban los apóstoles Pedro y Juan, que con su presencia en Samaria confirman la labor de Felipe. Se trata de una especie de Pentecostés, de venida del Espíritu Santo sobre estos nuevos cristianos procedentes de un grupo tan despreciado por los judíos. Para el Espíritu divino, no hay barreras ni fronteras. Es Espíritu de unidad y de paz.

La 2ª lectura sigue siendo, como en los domingos anteriores, un pasaje de la 1ª carta de Pedro. Escuchamos una exhortación que con frecuencia se nos repite y recuerda: que los cristianos debemos estar dispuestos a «dar razón de nuestra esperanza» a todo el que nos la pida. ¿Por qué creemos, por qué esperamos, por qué nos empeñamos en confiar en la bondad de Dios en medio de los sufrimientos de la existencia, las injusticias y opresiones de la historia? Porque hemos experimentado el amor del Padre, y porque Jesucristo ha padecido por nosotros y por todos, para darnos la posibilidad de llegar a la plenitud de nuestra existencia en Dios. Por esta misma razón el apóstol nos exhorta a mostrarnos pacientes en los sufrimientos, contemplando al que es modelo perfecto para nosotros, a Jesucristo, el justo, el inocente, que en medio del suplicio oraba por sus verdugos y los perdonaba. La breve lectura termina con la mención del Espíritu Santo por cuyo poder Jesucristo fue resucitado de entre los muertos.

A quince días de que termine la cincuentena pascual, la Iglesia comienza a prepararnos para la gran celebración que la concluirá: la de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. La manifestación pública de la Iglesia. Podríamos decir que su inauguración –teológicamente hablando, no históricamente hablando–. En la lectura del evangelio de san Juan, tomada de los discursos de despedida de Jesús que encontramos en los capítulos 13 a 17 de su evangelio, el Señor promete a sus discípulos el envío de un “Paráclito”, un Defensor o Consolador, que no es otro que el Espíritu mismo de Dios, su fuerza y su energía, Espíritu de verdad porque procede de Dios que es la verdad en plenitud, no un concepto, ni una fórmula, sino el mismo Ser Divino que ha dado la existencia a todo cuanto existe y que conduce la historia humana a su plenitud.

Los grandes personajes de la historia permanecen en el recuerdo agradecido de quienes les sobreviven, tal vez en las consecuencias benéficas de sus obras a favor de la humanidad. Cristo permanece en su Iglesia de una manera personal y efectiva: por medio del Espíritu divino que envía sobre los apóstoles y que no deja de alentar a los cristianos a lo largo de los siglos. Por eso puede decirles que no los dejará solos, que volverá con ellos, que por el Espíritu establecerá una comunión de amor entre el Padre, los fieles y El mismo.

El «mundo» (en el lenguaje de Juan) no puede recibir el Espíritu divino. El mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría del dinero y del poder, de las vanidades de las que tanto nos enorgullecemos a veces los humanos. En ese mundo no puede tener parte Dios, porque Dios es amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad. El Espíritu alienta en quienes se comprometen con estos valores, esos son los discípulos de Jesús.

Esta presencia del Señor resucitado en su comunidad ha de manifestarse en un compromiso efectivo, en una alianza firme, en el cumplimiento de sus mandatos por parte de los discípulos, única forma de hacer efectivo y real el amor que se dice profesar al Señor. No es un regreso al legalismo judío, ni mucho menos. En el evangelio de San Juan ya sabemos que los mandamientos de Jesús se reducen a uno solo, el del amor: amor a Dios, amor entre los hermanos. Amor que se ha de mostrar creativo, operativo, salvífico. Leer más…

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14.5.23. No sabéis de qué Espíritu sois. Pecado original de la iglesia y del “mundo” (Lc 9, 51-55, Dom 6 pascua)

Domingo, 14 de mayo de 2023
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Duccio_di_Buoninsegna- Jesús aparece alos discipulosDel blog de Xabier Pikaza:

Jesús condena a los que quieran mandar excluyendo (matando) a los contrarios. Su palabra se dirige contra el “ala derecha” (zebedea) de su iglesia, que quiere que Dios mande fuego del cielo y devores a los samaritanos. Pero ella se alza, al mismo tiempo, contra todos los poderes del mundo, que más que el triunfo de todos (e incluso el de su grupo) quieren la destrucción y muerte de los contrarios, adorando al ídolo mezquino de la envidio antes que al de la soberbia altanera.

Éste es un pasaje esencial (y textualmente muy discutido) de Iglesia; pero es, al mismo tiempo, un pasaje de humanidad, como advertirá quien lo sitúe en el contexto de algunas pre-campañas políticas como las de USA y España en estos mismos días.

Introducción

Termina el tiempo de pascua, viene tras éste el domingo de la Ascensión del Señor, y después el de Pentecostés. De forma consecuente, en una iglesia que se siente bien fundada en el Espíritu de Cristo, el evangelio trata del Paráclito (Jn 14, 15-21). En más de una docena de postales de FB y RD, a lo largo de los últimos años, he desarrollado ese motivo, como podrán ver sin dificultad mis lectores, buscando esas postales.

 Por eso he preferido citar y comentar un texto que se lee y medita en las iglesias, el texto clave con el que Lucas comienza, de un modo solemnísimo, la segunda Parte de su evangelio: Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén, para culminar (realizar) Pascua, su Ascensión y su Pentecostés. Pues bien, en este contexto, oponiéndose al ala derecha de su iglesia que quiere tomar el poder y matar a los contrarios, empezando por los samaritanos, Jesús eleva su advertencia más solemne: No sabéis de qué Espíritu sois (Lc 9, 51-56). Así Jesús a los zebedeos, así puede decirnos a muchos de nosotros, pues no sabemos de qué “espíritu” somos, del Espíritu de Dios o del espíritu del Diablo.

 Este es un pasaje histórica, teológica y textualmente discutido, pues los primeros copistas de los evangelios han andado un poco “a la greña”, sin saber si debía ponerse “no sabéis de qué Espíritu sois” y decírselo a la cara a los dos jefes zebedeos (Santiago y Juan) o si debía suavizarse el tema, diciendo sencillamente que Jesús les “regañó” un poco (epetimêsen), pasando de largo, como si eso fueran “pecados menores”, gajes del oficio sufrido de tener que mandar.

            Como verá quien siga leyendo, según todo el evangelio de Lucas (y el conjunto de los evangelio) éste no es un pecado más, pero pequeño, del “clero mandante”, sino el pecado original (y muy actual) de una iglesia a la que Jesús fundó para dar vida a todos, pero que ha empezado viviendo a costa de los otros (mandando sobre ellos, queriendo dominarles). De eso trata esta postal, centrada en el don y pecado de la iglesia, abierta al conjunto de la humanidad. Empiezo citando el texto, ofrezco después una lectura crítica de su contenido (no sabéis de qué Espíritu sois), para exponer finalmente el sentido del Espíritu de Jesús, en un contexto de Asunción y peparación de Pentecostés

Texto. Lc 9, 51-55. Sois del espíritu del diablo

51 Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. 52 Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. 53 Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. 54 Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». 55 Él se volvió y los regañó: No sabéis de qué Espíritu sois (pues el Hijo del Hombre no ha venido a destruir a los hombres, sino a salvarles). 56 Y se encaminaron hacia otra aldea.

 LECTURA CRÍTICA. PECADO ZEBEDEO

Éste es un texto clave del evangelio de Lucas, marca el paso (tránsito definitivo) del mensaje de Reino en Galilea a la subida a Jerusalén (con pasión, ascensión y Pentecostés) Ante ese camino se abren los dos espíritus: (a) Los zebedeos, ilustres “dirigentes” de la iglesia tienden a escoger al “mal espíritu”, que es la violencia y destrucción del Diablo. (9) Pero Jesús quiere que ellos sean, que seamos, de “otro espíritu”, del suyo. Ante la opción zebedea o cristianos nos sitúa el evangelio.

En ese contexto ha introducido Lucas ese pasaje esencial de “preparación”, centrado en el paso por una aldea de samaritanos, que no compartían la visión judía del templo y que, posiblemente, consideraban que el hecho de que Jesús y sus doce pasaban por allí subiendo hacia Jerusalén como una provocación (y tenían razones para hacerlo, pues muchos judíos de “obediencia” jerosolimitana actuaban como provocadores entre los samaritanos, acusándoles de ser infieles, renegados y malditos.

Jesús pasa con los suyos por Samaría, pero no como provocador, sino respetando y valorando con todo cuidado a los samaritanos, aunque algunos no lo saben (no lo han visto, no lo aceptan) y no les reciben. No les hace nada positivamente malo. Se limitan a cerrar la puerta.

De un modo consecuente, con su “genio Zebedeo”, Santiago y Juan quieren responder con violencia: Piden a Jesús que mande fuego del cielo (como se dice que hacía en otro tiempo Elías) y mate así a todos los malos samaritanos. Así retoman así su línea eclesial que aparece clara en el texto donde se dice que pidieron a Jesús sus dos “ministerios principales” (sentarse a su derecha y a su izquierda, para dirigir con violencia político-militar su empresa de reino: Mc 10, 35-41). En esa línea, Mc 9, 38-42 par, afirma que Juan Zebedeo quiso imponer en la iglesia un control de sacramentos, doctrina y exorcismo, expulsando (anatematizando a los que no fueran de su grupo, es decir, a los que no quisieran obedecerles a ellos).

A modo de anécdota pudiéramos seguir diciendo que Juan y Santiago formaron desde el principio de su llamada (Mc 1, 16-20 par) el ala derecha del movimiento de Jesús, en línea quizá más “militarista” (Santiago) y más mística (Juan). Pero eso son especulaciones. Lo cierto es que el espíritu violento de fuego y guerra está vinculado por Santiago con un tipo de catolicismo hispano, centrado en Zaragoza, donde la Virgen María había venido a visitarle en cuerpo mortal, y en Compostela (donde sus discípulos habrían traído más tarde el cuerpo muerto/reliquia de Santiago).

Un texto (un tema) que ha sido y sigue siendo discutido

Los zebedeos quisieron matar (=que el Dios de Jesús matara) con fuego del cielo a los samaritanos herejes y enemigos. Pero Jesús les reprimió (epetímêsen autois), como había reprimido (con epitimein) a Pedro, llamándoles “satanás”, cuando quiso actuara como mesías militar de victoria y muerte contra los enemigos (cf. Mc 8, 32-33).

Eso es lo que dicen actualmente los textos “oficiales”, conforme a la opción del New Testament Greek, votado y elegido como más probable por una serie de grandes expertos protestantes, católicos y agnósticos. Pero la opción de esos expertos no es “dogma”, ni ha convencido a todos, empezando por la versión oficial de la Vulgata (que dice nescitis cuius spiritus estis. Filius hominis non venit animas perderé sed salvare). Entre los textos y las traducciones antiguas hay muchas variantes.

La segunda parte del texto de la la Vulgata (no ha venido a perder almas=personas, sino a salvarlas) está menos atestiguada y aquí prescindimos de ella, aunque ofrece un buen comentario de todo el pasaje. Pero la primera (no sabéis de qué Espíritu sois) está firmemente anclada en el D (código de Beza o Cantabrigense, de Cambridge, donde se conserva).

 Los “críticos más oficiales” han tendido a dar prioridad al Códice Vaticano, rechazando sistemáticamente las “lecturas” (peculiaridades) del D (documento de Beza o Cambridge). No soy técnico en el tema, aunque seguí con pasión las clases del prof. C. Martini, luego Cardenal, uno de los editores del NT Griego y he apelado con cierta asiduidad al Código D, siguiendo la edición fac-símil de A. Ammassari, Ed. Vaticana 1996, compartiendo los principios críticos de mi amigo y colega J. Rius-Cams, el mayor experto actual en el tema (cf. The Message of Acts in Codex Bezae. London: T & T Clark International, 1-4, 2004/2009).

 En esa línea, me atrevo a pensar que esa expresión (no sabéis de qué Espíritu sois) forma parte del evangelio de Lucas y recoge la experiencia cristiana del Espíritu Santo. Es evidente que en la iglesia antigua hubo ya dos visiones del Espíritu Santo:

— Algunos identificaban y siguen identificando al Espíritu Santo con el fuego que destruye/mata (=debe matar) a los “contrarios” (a los que no son de nuestro grupo, en este caso a los samaritanos. Este sería el Pentecostés anti-samaritano, la revelación del fuego de Dios que desciende y destruye a los que los “buenos zebedeos” se atreven a tomar como “perversos” (mejor que murieran todo). Algunos, como el Pedro de Mc 8, 31-33 (par) tuvieron ese “espíritu”, eran partidarios de una “guerra santa” en contra de los enemigos, una guerra con fuego de Dios, con destrucción a infierno para los opositores, conforme a una ley del talión (amar a nos enemigos y odiar a los enemigos: Mt 5, 36-48). Pues bien, bien, Jesús dijo a ese Pedro “apártate de mí Satanás”, no piensas como Dios, sino como los hombres, no tienes el Espíritu de Dios, sino el de Satanás (Mc 8, 33).

Los zebedeos (que son con Pedro los primeros dirigentes de la iglesia militante criticada por Marcos y por todo el NT) siguen aquí (Lc 9, 51-55) en la línea de Pedro, no quieren hacer guerra ellos sí mismos, matando con su espada a los contrarios, sino pidiendo a Dios que los mate con su fuego. Según eso, el Fuego-Espíritu de Pentecostés, no sería fuente de comunión (palabra) de amor universal, sino fuego destructor de los contrarios. Pero, el Espíritu de Dios según Jesús no es principio de destrucción de los malvados, sino de salvación de todos. Así quiero mostrarlo en las reflexiones que siguen, en las que retomo y recojo los elementos fundamentales del “espíritu de Dios”, que, según Jesús es principio de salvación/liberación de todos, no de destrucción.

             Como he dicho, siguiendo una visión crítico-textual que concede prioridad (al menos relativa) al Texto D, pienso que esta versión final del pasaje de los zebedeos culmina con el apotegma clave de Jesús que dice no sabéis de qué Espíritu sois. En esa línea añado seis observaciones centrales:

  1. Jesús escoge a Doce, para iniciar con ellos un camino de transformación de Israel, pero los más importantes de esos Doce (Pedro, los zebedeos…) empiezan rechazando el camino de Jesús, queriendo fundar otra iglesia (la suya, no la de Jesús), imponiendo su poder y matando de un modo directo indirecto a los contrarios.
  2. Con grandes dificultades, en un camino que sólo al fin se aclara (por muerte-pascua-ascensión y pentecostés cristiano), los cristianos primeros (empezando por Pedro y siguiendo por los zebedeos, que al fin no matarán sino que “serán matados” por el evangelio: Mc 10, 39) entenderán al fin lo que implica el Espíritu de Jesús, que no es matar-triunfar, sino dar la vida.
  3. Nuestra iglesia (año 2023) sigue “en la misma pelea”. Hay un Lobby petrino-zebedeo, que se cree importante (superior a Jesús) y no acepta su Espíritu … Un lobby de gente más alta, observante (con tentáculo entre los Doce, Cardenales-Obispos y alto clero) que no tiene (¿no tenemos?) Espíritu de Jesús, sino un soplo de envidia, deseando la muerte física o “espiritual” (eclesial, social) de los contrarios, pidiendo que venga fuego del cielo contra ellos…
  4. Jesús reprende a los jefes de ese lobby de soplo zebedeo (epetimêsen autois, como dice el texto edulcorado de las tradiciones eclesiales…). Les reprende, sin duda, y yo pienso que añade “no sabéis de qué espíritu sois (ouk oidate oiou/poiou Pneumatos este)… No saben (no sabemos): No conocen el Espíritu de Dios (=no creen en Dios), no se conocen a sí mismos (no saben, no sabemos: ignoran su ignorancia, no reconocen su envidia, justifican su violencia…).
  5. Éste fue el tema del principio de la iglesia (los zebedeos con Pedro eran “malos”, pero quizá eran necesarios). Jesús no les mató con fuego del cielo, como solía hacer el Dios de los sacerdotes oficiales de Jerusalén, que lograron que Dios abrasara a sus adversarios: cf. Num 16). La iglesia primera no nació sólo de luces, sino de luces y sombras. Sólo las mujeres que entran en la tumba de Jesús (Mc 16, 1-8) lograrán sacarla del “atolladero” de condenas y contra-condenas…(sin que a ellas las hagamos simplemente santas, de torma que la historia termine)
  6. Ése es el tema de nuestro tiempo. No se trata quizá de poner nombre a los nuevos zebedeos para fulminarlos…, sino de cambiarles, de cambiarnos todos, haciendo el camino de Jesús, pues a todos se nos dice “no sabéis de qué Espíritu sois”, a no ser que hagamos todo el camino de Jesús

 EL ESPÍRITU DE DIOS

              El tema no son los zebedeos, sino el mismo Jesús a quien los escibas de siempre, con la ley o el CIC en la mano acusan diciendo: «Tiene a Belcebú y con el poder del Príncipe de los demonios (del Espíritu malo) expulsa a los demonios» (Mc 3, 22 par).

 Conforme a esos escribas de ley, los buenos exorcistas deberían avalar y confirmar el poder de las instituciones sagradas, sometiendo a los hombres bajo el poder de un sistema social de imposición, de una comunidad sagrada de pura ley. En contra de eso, conforme al pasaje centrar del Lc 11, 20 (cf. Mt 12, 28), Jesús proclama que sus exorcismos son presencia y acción liberadora de Dios, son experiencia, promesa y garantía de la llegada de su reino. Éste es, a su juicio, el testimonio de Dios: Que los hombres y mujeres puedan vivir en libertad, siendo dueños de sí mismos, capaces de ayudarse mutuamente, abriendo así un camino de transformación (de resurrección) sobre el mundo. Leer más…

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Alegría, esperanza, amor. Domingo 6º de Pascua.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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jsalvDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las lecturas continúan las tres situaciones de la iglesia que comenté el domingo pasado.

Iglesia naciente: modelo de una nueva comunidad (Hechos de los apóstoles)

En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

            Tras la institución de los diáconos, Lucas cuenta la actividad de uno de ellos, Felipe, en la fundación de la comunidad de Samaria. Esto le sirve para indicar las características que debería tener cualquier nueva comunidad.

            1) No debe excluir a nadie. Felipe se dirige a Samaria, la región más despreciada y odiada por un judío.

           2) Felipe predica a Cristo. Los misioneros no proponen una filosofía moral ni una ética; su intención primordial no es reformar las costumbres sino dar a conocer a Jesús.

           3) La palabra va acompañada de la acción. Lucas la concreta en signos y prodigios semejantes a los que realizaron Jesús y los apóstoles: curación de todo tipo de enfermos.

           4) El fruto de esta actividad es que «la ciudad se llenó de alegría». El evangelio no es un mensaje triste.

           5) Sólo falta algo que el diácono Felipe no puede dar: el Espíritu Santo. Eso lo concede la oración de los apóstoles Pedro y Juan, que simbolizan al mismo tiempo con su presencia la unión entre la nueva comunidad y la iglesia madre de Jerusalén.

Iglesia sufriente: calumnias y esperanza (1 de Pedro)

Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

            La carta de Pedro menciona el tema de las calumnias que sufrían los primeros cristianos. Recuerdo dos de ellas, tomadas de textos de Tertuliano y Minucio Félix.

Se decía que cuando uno iba a incorporarse a la comunidad e iniciarse en los misterios, se tomaba a un niño muy pequeño, se lo recubría por completo de harina y se lo colocaba sobre una mesa. Cuando el neófito entraba en la sala, le ordenaban golpear con fuerza aquella masa. Él lo hacía, pensando que no se trataba de nada grave. Y golpeaba una y otra vez hasta matar al niño. Entonces, todos se lanzaban sobre el niño muerto para lamer su sangre y repartirse sus miembros, sellando de ese modo la alianza con Dios.

Otra acusación era la del incesto. Según ella, los cristianos se reúnen en sus días de fiesta para celebrar un gran banquete. Acuden con sus hijos, hermanas, madres, personas de todo sexo y edad. La sala está iluminada sólo por un candelabro, al que se encuentra atado un perro. Cuando han comido y bebido abundantemente, ya medio borrachos, excitan al perro tirándole trozos de carne a un sitio al que no puede llegar, hasta que el perro tira el candelabro, se apaga la luz, y todos se abrazan al azar y se entregan a la mayor orgía entre hermanos y hermanas.

En este contexto, la carta de Pedro recomienda:

1) Saber dar razón de nuestra esperanza con mansedumbre y respeto. Es decir, saber explicar qué creemos y esperamos, pero sin usar condenas y descalificaciones.

2) Es mejor padecer haciendo el bien que padecer haciendo el mal.

Esta conducta, humanamente tan difícil, sólo se puede conseguir recordando el ejemplo de Jesús que, siendo inocente, murió por los culpables. E igual que él resucitó, también nosotros recibiremos el premio de nuestra paciencia.

Iglesia creyente: una advertencia y dos promesas (Juan 14,15-21)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.

Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.

No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

            Imaginemos la escena. Jesús está a punto de morir (en el lenguaje del cuarto evangelio, de “volver al Padre”). Es lógico que los discípulos se sientan abandonados. Jesús los anima con una advertencia y dos promesas.

            1) La advertencia. Este breve fragmento comienza y termina con palabras muy parecidas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.» «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama». Como dice el refrán: «Obras son amores, y no buenas razones». La relación entre el amor y la observancia de los mandamientos es muy antigua en Israel: se remonta al Deuteronomio, donde amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, se concreta en la observancia de sus leyes, mandatos y decretos. En el caso de Jesús hay una gran diferencia, sus mandamientos se resumen en uno solo: «Esto os mando: que os améis los unos a los otros como yo os he amado».

            2) Primera promesa. Nos prepara para la próxima fiesta de Pentecostés: «Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros». El término griego “paráclito” se suele traducir también como “valedor”, “consolador”, “intercesor”. En este caso subraya Jesús la relación del Espíritu con la Verdad. Idea que el evangelio aclara poco después: «El Valedor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os dije» (Jn 14,26); y «él dará testimonio de mí» (Jn 15,26). El Espíritu nos ayudará a conocer el mensaje y la persona de Jesús.

Resulta extraño que, después de decir que pedirá al Padre que les dé un defensor, Jesús añada que ese Espíritu «vive con vosotros y está con vosotros». Parece contradictorio pedir al Padre que nos dé algo que ya vive en nosotros. La solución se encuentra en los dos momentos recogidos por el discurso: el de Jesús, que mira al futuro y pide al Padre que nos dé un defensor; y el nuestro, que ya hemos recibido el Espíritu y vive en nosotros.

3) Segunda promesa. La vuelta de Jesús. «No os dejaré huérfanos, volveré.» ¿Cuándo volverá? Las opiniones se dividen: a) Jesús habla de su vuelta al fin de los tiempos, como lo sugiere la fórmula “en aquel día” (que la liturgia traduce por “entonces”; b) Jesús habla de su vuelta como resucitado, en las apariciones y en la vida actual de la Iglesia.

En cualquier hipótesis, esa vuelta nos servirá para advertir la unión plena de Jesús con el Padre y nosotros con él: «Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros.»

Reflexión final

            A menudo podemos sentirnos, como los discípulos en la última cena, angustiados y desconcertados. Más aún, Jesús no está a punto de irse, sino que se ha ido, no lo vemos ni encontramos fácilmente. Necesitamos alguien cercano, que nos consuele y anime, que nos asegure que no estamos solos, que Jesús y el Padre están con nosotros. Y la mejor forma de experimentar todo esto es amar a los demás como nos amó Jesús.

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14 de Mayo. Sexto Domingo de Pascua. Ciclo A

Domingo, 14 de mayo de 2023
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Las lecturas de este sexto domingo de Pascua nos pasean por nuestro interior a modo de guía turística para despertarnos a lo esencial, que, como decía El Principito, es invisible a los ojos. Nos llevan hacia lo que habita dentro, nuestros amores, lo que escuchamos, lo que vemos y conocemos y, muy importante, nuestros descubrimientos. Esas experiencias que anclan la existencia en Dios.
Felipe en Samaría es capaz de alegrar a toda la ciudad hablando de Jesús, de Cristo. Contando que vive y que su presencia es sanadora, liberadora, permite volar al viento del Espíritu.

La calle de la alegría

Así que la primera parada en nuestra ruta turística interior, es la calle de la alegría. Aquella que descubrimos cuando Dios se hizo presente en nuestra vida, o nos dimos cuenta de que siempre había estado ahí, acompañándonos con su mirada enamorada. ¿Cómo andamos de alegría? Atención, cuidado con desviarse por la calle de la amargura porque se nos avinagra la sonrisa.

Si pasamos a la segunda lectura, nos encontramos con una carta de Pedro. Nos anima a ser valientes y explicar abiertamente a quien nos lo pregunte, sin pudor, qué es lo que llena nuestra vida de esperanza, de confianza, de serenidad. Nos invita a hablar de Dios a quien nos quiera escuchar… pero nos pide que lo hagamos con delicadeza y respeto. Nada de caer en la tentación de imponer nuestra experiencia a otras personas, o despreciarlas y sentirnos por encima.

Nuestra guía turística interior después de mostrarnos la calle de la alegría nos para frente a la fuente de la esperanza… Agua fresca y gratuita, para todas las personas que se quieran acercar. Y digo que nos para porque es precisamente lo que se necesita, parar. Parar para comprender y contemplar cuál es nuestra verdadera fuente, qué aguas bebemos que a veces nos arrugan la mirada y nos decoloran la sonrisa.

Para escuchar las palabras de Jesús la Iglesia durante la Pascua nos acerca al Evangelio de Juan, que para algunas personas es belleza y poesía y para otras es más bien enigmático y filosófico. Este domingo, igual es porque escribimos desde una monasterio trinitario, lo que más resuena en el corazón es la presencia de las Tres Divinas Personas a lo largo del texto. Y, como no puede ser de otra manera, para hablar de Dios Trinidad habla de amar, del amor que damos, del que recibimos, del Amor. Y lo hace como simulando una danza de entrega y acogida.

«el Espíritu mora en vosotros»… «yo estoy en mi Padre, vosotros en mí, yo en vosotros»… «quien me ama, será amado por mi Padre, y y también lo amaré»

(Jn 14, 6-14)

Si leemos el texto con serenidad nos está invitando a participar en la danza del Amor, con Jesús, con Abba, con el Espíritu Santo. Así que, para nuestras sorpresa, esta ruta por nuestro interior no nos lleva a una clase teórica de dogmática cristiana sino a un taller de danza. La torpeza no es una excusa, porque el taller está preparado para quien se decida a dejar a un lado el pequeño mundo de los razonamientos y dejarse llevar por el ritmo trinitario del Amor. El Amor que habita en ti. Tan solo escucha, y que el latir del corazón se acompase con el latir de Dios. ¡A danzar!

Oración.

Tus palabras refrescan nuestra alma,
todo se hace posible,
envueltas y a la vez habitadas por Ti,
nos hacemos música para Ti.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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DOMINGO 6º DE PASCUA (A)

Jn 14,15-21

En este párrafo, se habla de la presencia de Dios de Jesús y del Espíritu en los miembros de la primera comunidad. Se trata de hacer ver a los cristianos de finales del s. I, que no estaban en inferioridad de condiciones con relación a los que habían conocido a Jesús; por eso es tan importante el tema para nosotros hoy. Nos pone ante la realidad de Jesús vivo que nos hace vivir a nosotros con la misma Vida que él tenía antes y después de su muerte; y que ahora se manifiesta de una manera nueva. Se trata de la misma Vida de Dios (Zoe). Esto explica que entre en juego un nuevo protagonista: el Espíritu.

No debemos dejarnos confundir por la manera de formular estas ideas sobre la relación de Jesús, Dios y el Espíritu por aquellos cristianos de finales del s. I. No se trata de una relación con alguna entidad exterior al ser humano. Tampoco se está hablando de tres realidades separadas, Dios, Jesús, Espíritu. Si uno se fija bien en el lenguaje, descubrirá que se habla de la misma realidad con nombres distintos. Una y otra vez insisten los textos en la identidad de los tres. Después de morir, el Jesús que vivió en Galilea, se identificó absolutamente con Dios que es Espíritu. Ahora los tres son indistinguibles.

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Mandamientos que en el capítulo anterior quedaron reducidos a uno solo: amar. Quien no ama a los demás no puede amar a Jesús, ni a Dios, porque ahora están en el otro. Los mandamientos son exigencia del amor. Las “exigencias” no son obligaciones impuestas desde fuera sino la exigencia que viene del interior y que se debe manifestar en hechos. Para Juan, “el pecado del mundo” era la opresión, que se manifiesta en toda clase de injusticias. El “amor” es también único, que se despliega en toda clase de solidaridad y entrega a los demás.

Yo pediré al Padre que os mande otro defensor que esté con vosotros siempre. Cuando Jesús dice que el Padre mandará otro defensor, no está hablando de una realidad distinta de lo que él es o de lo que es Dios. Está hablando de una nueva manera de experimentar el amor divino, que será mucho más cercana y efectiva que la presencia física de Jesús durante su vida terrena. Todo simbólico. Primero dice que mandará al Espíritu, después que él volverá para estar con ellos, y por fin que el Padre y él vendrán y se quedarán. Esto significa que se trata de una realidad múltiple y a la vez única, Dios.

“Defensor” (paraklêtos) = el que ayuda en cualquier circunstancia; abogado, defensor cuando se trata de un juicio. Se trata de una expresión metafórica. La defensa a la que se refiere no va a venir de otra entidad, sino que será la fuerza de Dios-Espíritu que actuará desde dentro de cada uno. Tiene un doble papel: interpretar el mensaje de Jesús y dar seguridad y guiar a los discípulos. El Espíritu será otro valedor. Mientras estaba con ellos, era el mismo Jesús quien les defendía. Cuando él se vaya, será el Espíritu el único defensor, pero será mucho más eficaz, porque defenderá desde dentro.

“El Espíritu de la verdad”. La ambivalencia del término griego (alêtheia) = verdad y lealtad, pone la verdad en conexión con la fidelidad, es decir con el amor. “De la verdad” es genitivo epexegético; quiere decir, el Espíritu que es la verdad. Jesús acaba de decir que él era la verdad. “El mundo” es aquí el orden injusto que profesa la mentira, la falsedad. El mundo propone como valor lo que merma o suprime la Vida del hombre. Lo contrario de Dios. Los discípulos tienen ya experiencia del Espíritu, pero será mucho mayor cuando esté en ellos como único principio dinámico interno.

No os voy a dejar desamparados. En griego órfanoús=huérfanos se usa muchas veces en sentido figurado. En 13,33 había dicho Jesús: hijitos míos. En el AT el huérfano era prototipo de aquel con quien se pueden cometer impunemente toda clase de injusticias. Jesús no va a dejar a los suyos indefensos ante el poder del mal. Pero esa fuerza no se manifestará eliminando al enemigo sino fortaleciendo al que sufre la agresión, de tal forma que la supere sin que le afecte lo más mínimo.

El mundo dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo tengo Vida y también vosotros también la tendréis. La profundidad del mensaje puede dejarnos en lo superficial de la letra. “Dejará de verme” y “me veréis”, no hace referencia a la visión física. No se trata de verlo resucitado, sino de descubrir que sigue dándoles Vida. Esta idea es clave para entender bien la resurrección. El mundo dejará de verlo, porque solo es capaz de verlo corporalmente. Ellos, que durante la vida terrena lo habían visto como el mundo, externamente, ahora serán capaces de verlo de una manera nueva.

Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. Al participar de la misma Vida de Dios, de la que el mismo Jesús participa, experimentarán la unidad con Jesús y con Dios. Es el sentido más profundo del amor (ágape). Ya no hay sujeto que ama ni objeto amado. Es una experiencia de unidad e identificación tan viva que nadie podrá arrancársela. Es una comunión de ser absoluta entre Dios y el hombre. Por eso, al amar ellos, es el mismo Dios quien ama. El amor-Dios se manifiesta en ellos como se manifestó en Jesús.

“El que acepta mis mandamientos y los guarda ese me ama”. Su mensaje es el del amor al hombre y no el del sometimiento. La presencia de Jesús y Dios se experimenta como una cercanía interior, no externa. En (14,2) Jesús iba a preparar sitio a los suyos en el “hogar”, familia del Padre. Aquí son el Padre y Jesús los que vienen a vivir con el discípulo. En el AT la presencia de Dios se localizaba en un lugar, la tienda del encuentro o el templo, ahora cada miembro de la comunidad será morada de Dios. No será solo una experiencia interior; el amor manifestado hará visible esa presencia.

Un versículo después de lo que hemos leído dice: el que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y permaneceremos con él. Los discípulos tienen garantizada la presencia del Padre y la de Jesús. Esa presencia no será puntual, sino continuada. Dios no tiene que venir de ninguna parte porque está en nosotros antes de empezar a ser. Una vez más se utiliza el verbo “permanecer” que expresa una actitud decidida de Dios. También queda una vez más confirmada la identidad del Jesús con Dios, una vez que ha terminado su trayectoria terrena.

Jesús vivió una identificación con Dios que no podemos expresar con palabras. “Yo y el Padre somos uno.” A esa misma identificación estamos llamados nosotros. Hacernos una cosa con Dios, que es espíritu y que no está en nosotros como parte alícuota de un todo que soy yo, sino como fundamento de mi ser, sin el cual nada puede haber de mí. Se deja de ser dos, pero no se pierde la identidad de cada uno. Esa presencia de Dios en mí no altera para nada mi individualidad. Yo soy totalmente humano y totalmente divino.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Las comunidades joaneas.

Domingo, 14 de mayo de 2023
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Jn 14, 15-21

«Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo, y yo con vosotros»

Sus discípulos, incluido Juan Zebedeo, habían creído en Jesús como el Mesías que había de venir; el ungido, el restaurador de la estirpe de David en todo su esplendor y todo su poder. Por supuesto, sin romanos y con gentes de todo el mundo viniendo a adorar a Yahvé en el Templo de Jerusalén. No olvidemos que tanto Juan como su hermano Santiago, llegaron a pedirle dos carteras ministeriales cuando instaurase su reino…

Pero subieron a Jerusalén y los sacerdotes lo crucificaron por medio de hombres sin Ley (los romanos) y aquella fe que se había mantenido en toda la etapa galilea murió en la cruz. Tras la cruz, sus discípulos tuvieron que dar un salto fundamental en su fe, y, de hecho, las primeras comunidades cristianas surgieron de la firme convicción en la relación estrecha de Dios con el crucificado. Y comenzaron a llamarle “El Señor”; título que lleva implícita esa relación, aunque evita llamarle directamente Dios.

Fue Pedro quien formuló la primera cristología explícita: «Dios estaba con él» (sencilla y asumible por todos), pero las comunidades del “discípulo amado” (tradicionalmente identificado con Juan) fueron más allá, y vieron en Jesús al Logos; la Palabra: «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» … Esta fórmula de Juan ponía en escena a dos dioses, el Padre y el Hijo, y tal como era de esperar, su enunciado les enfrentó de forma radical a los judíos —monoteístas netos—, y planteó un grave problema teológico al resto de cristianos; problema que no fueron capaces de afrontar de manera colegiada hasta el concilio de Nicea (325).

Su respuesta fue el dogma de la “Santísima Trinidad”; un dogma fundamental de la Iglesia que recurre a conceptos aristotélicos para tratar de explicar lo inexplicable. Quizá hubiese sido más sencillo admitir nuestra ignorancia; aceptar que la divinidad es inasequible a nuestra razón y que solo mirando a Jesús podemos conocer algo de Dios… pero eran otros tiempos, otra mentalidad y otras circunstancias.

En todo caso, enfrentadas a los judíos y de espaldas al resto de iglesias cristianas, las comunidades joaneas se convirtieron en comunidades herméticas directamente enganchadas a Jesús. Eran carismáticas y muy poco jerárquicas, vivían en unión mística con Jesús, y esto se manifestaba en la comunión en el amor de cada uno con el resto de los miembros de la comunidad. Mantenían una visión tan espiritualizada del cristianismo, que el resto de cristianos no terminaban de entenderles.

Pero murió el discípulo amado y las disputas internas se generalizaron. Una parte de sus miembros cayó en el docetismo, que solo admite la naturaleza divina de Jesús y afirma que su humanidad es mera apariencia. Otra fue presa del gnosticismo (que ya anidaba en su seno hábilmente mimetizado con la fe cristiana) y acabó absorbida por comunidades de ese signo. El resto se integró en alguna de las comunidades paulinas ya interconectadas en una gran red de creyentes extendida a lo largo y ancho del Mediterráneo… y dieron fruto abundante.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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