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Presentación de Jesús, Purificación de María y… Salida del armario

Lunes, 3 de febrero de 2025
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IMG_9102La reflexión de hoy es de Jason Steidl Jack, teólogo católico gay y profesor adjunto de Estudios Religiosos en la Universidad de San José en Nueva York. Es el autor de LGBTQ Catholic Ministry: Past and Present, publicado por Paulist Press.

Las lecturas litúrgicas de la Presentación del Señor se pueden encontrar aquí.

Hoy la Iglesia celebra la Fiesta de la Presentación del Señor, también conocida como la Fiesta de la Purificación de María. La festividad se origina en Lucas 2:22-40, que relata la aparición de María con el niño Jesús en el templo para cumplir dos obligaciones religiosas: primero, la escritura requería que las familias hebreas ofrecieran a sus primogénitos varones como un sacrificio simbólico a Dios; y segundo, se esperaba que las mujeres que habían dado a luz pasaran por un sacerdote para restaurar su pureza ritual. Entonces, ¿qué tiene que ver la festividad con las personas queer?

A primera vista, celebrar la purificación de María parece misógino. Según la tradición hebrea, una nueva madre era considerada ceremonialmente impura, “como en el momento de su menstruación” (Lev. 12:2), durante los primeros siete días después del nacimiento de un niño, o durante 14 días después del nacimiento de una niña. Durante este tiempo, cualquier objeto o persona que tocara también se volvería ceremonialmente impuro. Estas reglas significaban que las madres jóvenes podían ser separadas físicamente de sus esposos y de algunos de los muebles de su casa. Durante 33 días adicionales después del nacimiento de un niño (66 días en el caso de una niña) la nueva madre tenía que esperar hasta “estar limpia de su flujo de sangre”. Durante este tiempo, Levítico insistía, “no tocará ninguna cosa sagrada ni entrará en el santuario hasta que se cumplan los días de su purificación” (Levítico 12:4).

Hoy en día, muchos podrían ver estas reglas como parte de un antiguo patriarcado que objetivaba y avergonzaba los cuerpos de las mujeres, especialmente durante la menstruación o inmediatamente después del parto. De hecho, la ley levítica mantenía a las madres jóvenes fuera de los espacios sagrados, pero también restringía su acceso al poder y la autoridad religiosa. Después de semanas de espera, una madre joven tenía que presentarse ante un sacerdote varón, quien sacrificaba un animal en su nombre para “hacer expiación” y restaurar su pureza ritual. Intencionalmente o no, la Torá limitaba el acceso de las mujeres a lo sagrado mucho más que el de los hombres.

Sin embargo, las académicas judías feministas señalan que la tradición hebrea significa mucho más que exclusión y dominación. En el mundo hebreo antiguo, la impureza ritual para hombres y mujeres era resultado del contacto con la muerte o la “pérdida de la vida potencial”, porque sólo los vivos pueden alabar a Dios, como observa el Salmo 115. La rabina Lauren Eichler Berkun explica que dar a luz en el mundo antiguo, como hoy, ponía en peligro la vida tanto de las madres como de los niños. Incluso cuando salía bien, el nacimiento siempre era “un encuentro con la muerte potencial” y, por lo tanto, exigía un tiempo de separación de la vida religiosa ritual. Desde esta perspectiva, la purificación de María habría sido un motivo de celebración, una forma de dar la bienvenida de nuevo a la tierra de los vivos a quienes habían estado cerca de tocar la muerte. La purificación era, en cierto modo, la afirmación de la nueva orientación relacional de la madre y el niño con todos los que los rodeaban.

Las personas queer experimentan algo análogo a la precariedad de dar a luz. Al igual que el embarazo, aceptar quiénes somos puede ser un proceso complicado que exige tiempo y atención. Salir del armario, como el nacimiento, suele ser complicado y lleno de peligros, percibidos y/o reales. Puede parecer que cada aspecto de nuestra vida espiritual y relacional se está desgarrando. Salir del armario en el momento equivocado o ante la persona equivocada puede amenazar las relaciones con la familia, los amigos y la iglesia que nos sostuvieron en el pasado. Para algunos, salir del armario puede sentirse como una especie de muerte, ya que muere el sueño de una vida “normal” y cishet*. Si sobrevivimos, es como una persona diferente, y puede que quede poco de cómo éramos antes.

Pero salir del armario, como dar a luz, también tiene sus recompensas: una nueva forma de ser y relacionarse con los demás. Para la persona queer, como Jesús y María en la historia de la Presentación, salir del armario pone fin al aislamiento y la vergüenza con el reconocimiento gozoso de la buena obra de Dios en nuestra sexualidad y nuestro ser. Salir del armario nos abre a ver y abrazar la salvación que Dios trae para transformar nuestro mundo para mejor.

Los autores del Evangelio relatan este espíritu de celebración en la segunda mitad de la historia. Imaginemos la alegría de Simeón, que, después de haber esperado toda una vida para recibir al elegido de Dios, tomó al niño Jesús en sus brazos y proclamó: «Señor, ahora despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado en presencia de todos los pueblos, luz para revelación a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (v. 29-32). La esperanza irracional del profeta dio paso a la experiencia de la alegría divina. La oscuridad del mundo fue iluminada de repente por el niño que trajo la luz.

Lucas también presenta a Ana, una viuda anciana que había estado viviendo y orando en el templo durante décadas. Cuando finalmente conoció a Cristo, su alegría era palpable para todos los que la rodeaban y ella “comenzó a alabar a Dios y a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén” (v. 38). Juntos, Simeón y Ana anunciaron el fin del peligro y el aislamiento que enfrentaron María y Jesús al dar a luz y anunciaron un nuevo comienzo para la sagrada familia.

La Presentación y la Purificación, por supuesto, no significan que los problemas de María y Jesús habían terminado. De hecho, Simeón advirtió que una espada atravesaría el alma de María, ya que Jesús estaba “destinado a la caída y al levantamiento de muchos en Israel y a ser un signo que será contradicho” (v. 34-35). Lo mismo sucede con quienes recorren el difícil camino de ser queer en este mundo. Nuestros corazones, como el de María, serán traspasados muchas veces, ya sea por nuestras propias penas o por las penas de los demás. Nuestras vidas y nuestros amores, nuestro ser mismo, pueden estar en clara contradicción con lo que el mundo espera de nosotros.

En la Fiesta de la Presentación, podemos regocijarnos de que el dolor y la vergüenza den paso a la luz y la vida. La separación de la comunidad y la cercanía a la muerte pueden persistir durante un tiempo, pero Dios, obrando a través de su hijo, Jesucristo, y del testimonio de María, nos da la bienvenida de nuevo a la abundancia de vida y a la plena afirmación de nuestra humanidad.

—Jason Steidl Jack, 2 de febrero de 2025

* cishet: una contracción común de “cisgénero y heterosexual

Fuente New Ways Ministry

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“Nadie está solo”. (Lucas 4,21-30)

Domingo, 2 de febrero de 2025
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IMG_9718Todavía hoy se da entre los cristianos un cierto «elitismo religioso» que es indigno de un Dios que es amor infinito. Hay quienes piensan que Dios es un Padre extraño que, aunque tiene millones y millones de hijos e hijas que van naciendo generación tras generación, en realidad solo se preocupa de verdad de sus «preferidos». Dios siempre actúa así: escoge un «pueblo elegido», sea el pueblo de Israel o la Iglesia, y se vuelca totalmente en él, dejando a los demás pueblos y religiones en un cierto abandono.

Más aún. Se ha afirmado con toda tranquilidad que «fuera de la Iglesia no hay salvación», citando frases como la tan conocida de san Cipriano, que, sacada de su contexto, resulta escalofriante: «No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por Madre».

Es cierto que el Concilio Vaticano II ha superado esta visión indigna de Dios afirmando que «él no está lejos de quienes buscan, entre sombras e imágenes, al Dios desconocido, puesto que todos reciben de él la vida, la inspiración y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven» (Lumen gentium 16), pero una cosa son estas afirmaciones conciliares y otra los hábitos mentales que siguen dominando la conciencia de no pocos cristianos.

Hay que decirlo con toda claridad. Dios, que crea a todos por amor, vive volcado sobre todas y cada una de sus criaturas. A todos llama y atrae hacia la felicidad eterna en comunión con él. No ha habido nunca un hombre o una mujer que haya vivido sin que Dios lo haya acompañado desde el fondo de su mismo ser. Allí donde hay un ser humano, cualquiera que sea su religión o su agnosticismo, allí está Dios suscitando su salvación. Su amor no abandona ni discrimina a nadie. Como dice san Pablo: «En Dios no hay acepción de personas» (Romanos 2,11).

Rechazado en su propio pueblo de Nazaret, Jesús recuerda la historia de la viuda de Sarepta y la de Naamán el sirio, ambos extranjeros y paganos, para hacer ver con toda claridad que Dios se preocupa de sus hijos, aunque no pertenezcan al pueblo elegido de Israel. Dios no se ajusta a nuestros esquemas y discriminaciones. Todos son sus hijos e hijas, los que viven en la Iglesia y los que la han dejado. Dios no abandona a nadie.

José Antonio Pagola

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“Mis ojos han visto a tu Salvador”. Domingo 02 de febrero de 2025. Presentación del Señor. Ciclo C

Domingo, 2 de febrero de 2025
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13-Presentacion-TO-scaledLeído en Koinonia:

Malaquías 3,1-4: Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis.
Salmo responsorial: 23: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
Hebreos 2,14-18: Tenía que parecerse en todo a sus hermanos
Lucas 2,22-40: Mis ojos han visto a tu Salvador.

El domingo del tiempo ordinario que correspondería celebrar, se ve desplazado en este domingo por la celebración de «La presentación del Señor», fiesta del 2 de febrero. No importa demasiado, porque no estamos en un tiempo «fuerte» del año litúrgico, ni los domingos del llamado «tiempo ordinario», en el que estamos, guardan un sentido mínimo de secuencia que pudiera verse alterada. Aunque hace unas cinco semanas hemos celebrado la navidad, y hace menos de un mes el «bautismo del Señor» –en el que lo dejábamos ya con sus treinta años–, hoy, inesperadamente volvemos atrás, de un día para otro, para poner en el centro de la atención del foco litúrgico al niño Jesús presentado en el templo. Son cosas que la reforma litúrgica conciliar no se atrevió a «racionalizar un poco más». El 2 de febrero no es ningún aniversario histórico de la presentación de Jesús en el templo, de forma que se puede desligar perfectamente de esa fecha y ponerla en un lugar más razonable dentro del desarrollo del «año litúrgico». (Otro tanto pasa a varias fiestas y solemnidades, que nos traen y nos llevan hacia adelante y hacia atrás en el año litúrgico, sin más razón que la mera tradición de las fiestas litúrgicas populares).

Pero eso sería sólo uno de los problemas. Otro, más importante, situado a un nivel más profundo, es la plausibilidad misma de hacer de estas escenas de los evangelios de la infancia una celebración litúrgica tan importante que «vence sobre la celebración del domingo» correspondiente. ¿Estamos seguros de que el hombre y la mujer de hoy se sentirán bien al verse sorprendidos este domingo, al entrar este domingo en la Iglesia y ver girar todo en torno a la escena del niño presentado en el templo? Es bien conocida la escena para los biblistas e incluso para los cristianos laicos asiduos a la catequesis bíblica; ¿pero será una escena susceptible de montar sobre ella un mensaje inteligible para el hombre y la mujer de hoy? ¿O sería mejor que la arquitectura del año litúrgico se montara sobre una visión más amplia, más actual, menos encerrada en las páginas bíblicas? Creemos que sí. Y lo decimos, para no cooperar con nuestro silencio a la sensación falsa de que «aquí no pasa nada», todo está bien en la liturgia de la Iglesia católica, sólo son las personas cristianas descreídas las que van abandonando masivamente —por decenas, o centenas de millones— las que abandonan la práctica de la liturgia dominical.

Para quienes no comparten este punto de vista crítico, montar una homilía «tradicional» no les resultará difícil. Les recomendamos acudir a los comentarios bíblico-litúrgicos oficiales, o a las notas de la misma Biblia, e instalarse y sumergirse en el escenario de la «teología bíblica» propia de los evangelios de la infancia. Los oyentes habituales, ya acostumbrados, aprietan la tecla correspondiente, y son capaces de escuchar con toda naturalidad esa teología de hace casi dos mil años; tiene un encanto propio, que seduce y calma los espíritus. Quienes no gustan de ser retrotraídos al mundo mental de esas argumentaciones y representaciones —principalmente los jóvenes— hace tiempo que han abandonado la liturgia.

En cuanto a la historicidad del relato, de esta escena neotestamentaria, ya sabemos que se trata de una construcción teológica, escrita varias décadas después de cuando pudo tener lugar y, con toda verosimilitud, sin ningún recuerdo histórico de base; está construida toda ella, como es fácil adivinar, en función de reinterpretar al Jesús nazareno muerto en la cruz en el marco de esa visión profética y mesiánica de la que echa mano el texto del evangelio de hoy. Es bien conocido.

Por otra parte la Iglesia católica celebra hoy la Jornada de la Vida Religiosa.

En primer lugar muchos se preguntarán por qué escogieron (ha sido hace bien pocos años) por qué se ha escogido esta fecha-celebración para celebrar en ella la jornada de la vida religiosa. ¿Se preguntarán a quién preguntaron quienes decidieron, o si tales personas que decidieron eran miembros de la vida religiosa o si, al menos, la conocían. Porque todo parece indicar que la naturaleza de la vida religiosa es bien difícil de relacionar con esa escena del evangelio —si es que concebimos la vida religiosa con suficiente rigor—. A quienes quieran aprovechar la ocasión para presentar ante el pueblo de Dios una reflexión sobre ella, les será difícil —o demasiado artificioso— tratar de relacionarla con «la presentación del Señor». Será mejor que cambien los textos, o que sencillamente presenten el tema sin pretender crear una relación artificial con el texto.

La vida religiosa institucionalizada en la Iglesia no arranca desde el principio del cristianismo. Surgió espontáneamente, desinstitucionalizadamente, y fue sólo más tarde cuando se fue institucionalizando. Como tantas otras cosas, acabó no sólo institucionalizada, sino «cautiva» de la institución.

Puede ser bueno recordar que, hace sólo cincuenta años, hasta el Concilio Vaticano II, hablábamos de la vida religiosa en términos de «la vida de perfección en la Iglesia». Era el «estado de perfección», el más perfecto (poniendo aparte el estado episcopal, del que se decía que era el «estado de perfección adquirida», status perfectionis adquisiate, frente al de los religiosos, que sólo era estado de perfección por adquirir, status perfectionis adquirendae).

Con el Concilio implosionó toda aquella teología y se derrumbó sin dejar rastro, quedó totalmente abandonada, prácticamente de golpe. Comenzó a hablarse de los consejos evangélicos y del «seguimiento de Jesús». Era un nuevo camino, sin retorno; nunca volveríamos atrás.

Ya en el posconcilio surgió la teología de los carismas religiosos: cada «familia espiritual» en la Iglesia se constituye en torno a un carisma fundacional (gracia) otorgadi por Dios al fundador/a, no para él mismo/a, sino como una «gracia trasmisible» destinada a ser compartida con otros y prolongada en la historia mediante la misión de esa familia religiosa. Las congregaciones se volcaron —empujadas por la Iglesia misma— a la tarea de (re)descubrir el carisma de su fundador y su propio carisma. Esta teología de los carismas ha sido una creación realmente feliz y ha prestado un servicio muy interesante a la identidad y misión de las familias espirituales, de las congregaciones religiosas.

Pero podemos decir que ya está superada. Los tiempos han cambiado demasiado. La problemática conciliar ha quedado enteramente desplazada por nuevas cuestiones, muy profundas, que en aquellos tiempos no podían ser captadas ni imaginadas. Hace tiempo ya que la teología de la vida religiosa ha evolucionado hacia planteamientos más profundos y existenciales. La vida religiosa sería fundamentalmente radicalidad. Todos los humanos somos religiosos, tenemos esa dimensión profunda en nuestra existencia; pero hay personas en las que esa dimensión se convierte en central y dominante, hasta el punto de poner entre paréntesis dimensiones muy naturales y «normales» de la vida (matrimonio, paternidad/maternidad, independencia, proyecto familiar, y a veces profesionalidad civil). La vida religiosa se puede identificar por la «liminalidad» que representa en su realización (ese estar en el limen, en el límite de la experiencia religiosa.

Esta perspectiva ha ampliado notablemente el concepto de la vida religiosa, a saber: no se trata de un concepto netamente cristiano, sino profundamente humano; la vida religiosa no sería cristiana (no la fundó Jesús), sino que está presente en muchas religiones y es una realidad de la vida humana, incluso civil (hay formas y estados de vida en los que el sujeto hipoteca aspectos y dimensiones naturales «normales» de su vida, para vivir en la radicalidad del compromiso y de la entrega).

Dentro del cristianismo, la vida religiosa sería el seguimiento radical de Jesús. Y ahí surge una dificultad grave: la forma canónica de la vida religiosa católica no puede identificarse con esa definición, porque está marcada por una fundamental «cautividad institucional»: no pone, no puede poner todo bajo el seguimiento de Jesús; por encima de este seguimiento está en última instancia la autoridad incontestable e incuestionable de la institución eclesiástica. Los institutos religiosos han de ser aprobados canónicamente para existir. Una vez aprobados no son ya una iniciativa libre de seguimiento radical de Jesús, sino una institución canónica de la Iglesia católica, sobre la que siempre pesa la hipoteca de la sumisión a la autoridad eclesiástica, externa a la familia religiosa, por encima incluso de lo que los religiosos en cuestión perciban en conciencia como exigencia de la radicalidad, del seguimiento radical de Jesús. El conflicto de la profecía y la radicalidad de los religiosos frente a las imposiciones de las congregaciones vaticanas (para la vida religiosa o para la doctrina de la fe), lo hemos vivido clamorosamente en las últimas décadas: religiosos que se querían comprometer con los pobres, que elaboraban una teología profética, que renovaban sus constituciones en la línea de la espiritualidad de la liberación… y que no podían hacerlo porque, en Roma, los monseñores de turno —la mayor parte de las veces no religiosos— simplemente lo prohibían. En la iglesia católica la vida religiosa puede ser seguimiento de Jesús sólo hasta donde el derecho canónico lo permite y/o hasta donde la curia vaticana lo consiente, no seguimiento radical-liminal de Jesús. Es una de las reformas profundas pendientes en la Iglesia.

En esta situación, no tiene de extraño que haya muchas formas de «vida radical» fuera de la vida religiosa católica, en el amplio mundo del Pueblo de Dios: personas que entregan radicalmente su vida a causas generosas y desinteresadas, libres de mediaciones institucionales.

Será bueno aprovechar la homilía para exponer con claridad a los fieles, por unos pocos minutos, la naturaleza evangélica de la vida religiosa, y la necesidad de dejarle renovarse liberándola de toda cautividad institucional. Leer más…

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2.2.25.Luz de Dios, no venganza, de Simeón a Simeón, de Judit a María. Meditación de Candelas

Domingo, 2 de febrero de 2025
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IMG_9748Del blog de Xabier Pikaza:

El próximo domingo, 2.2.25 celebramos con la tradición el fin del tiempo de Navidad, la fiesta de la de la paz, vinculando a dos varones y dos mujeres: (a) Por un lado está Simeón “guerrero” de la venganza israelita, con Judit cortando el cuello al enemigo. (b) Por otro lado está Simeón, el anciano de la paz que acoge a Cristo en sus brazos niño diciendo “ahora Señor puedes dejar a tu siervo morir en paz y diciendo a su madre que llevará siempre la espada de Dios en sus entrañas

No es normal que esta fiesta que han celebrado hasta ayer nuestros mayores  se olvide actualmente. Me parece justo retomarla como fiesta de la “candelaria” como día de paz, con el nuevo Simeón y con María, ante Jesús, Candela de paz.

Introducción. La Biblia de las venganzas de Dios. IT

 En la línea de mi postal r puede situarse la oración del Eclesiástico, que recoge testigo de la venganza de Dios:

Sálvanos, Dios del universo, infunde terror a todas las naciones… Despierta la ira, derrama la cólera, doblega al opresor, dispersa al enemigo… Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre; de Israel a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo (Eclo 36, 1-2. 8-9. 17-18).

En esa línea puede situarse el motivo central de 2 Macabeos 14-15, pero en lugar de Antíoco IV hallamos al rey donde el general perverso cae vencido en el campo de batalla por Judas Macabeo el guerrero de la venganza de Dios. En un contexto semejante aparece Judit, la judía vengadora, que vende y mata (degüella) a Holofernes,  guerrero infernal que que quiere destruir toda la tierra (cf. 2Mac 15,34-36; Jud 13, 9-10; 14, 6-13) [1].

Judit es la nueva la heroína de  Israel, lo mismo que David en otro tiempo, al matar a Goliat y cortar su cabeza (cf 1Sam 17). Pero el tiempo de Judit ya no es tiempo de varones guerreros  como “David (pues no los hay, todos están atemorizados),   de mujeres fuertes que arriesgan su vida y alcanzan victoria con la ayuda del Dios de la venganza que se opone a Nabucodonosor, signo de los reyes opresores del mundo:

 ‒Por un lado está Nabucodonosor que se hace dios sobre la tierra, apareciendo así como enemigo del verdadero de Judá/Jerusalén. A su lado está Holofermes que representa el poder militar casi absoluto de ese rey anti-divino; da la impresión de que no tiene fallo alguno, no hay resquicio de debilidad en su estructura y fuerza combativa.

A otro lado está Judit, la bella y valiente judía que confía en el Dios verdadero y destruye el poder del falso y perversodios del mundo. Frente al poder brutal de los pueblos viene a triunfar la fe superior de la mujer, conforme a un tema expresamente desarrollado en 3 Esdras 3-5: fuerte es el vino, más fuerte el rey (guerrero), pero más fuerte todavía la mujer activa.

De esta forma, reflejando la política del tiempo, el libro nos introduce en la complejidad de los poderes humanos. Lo mismo que David, bello muchacho, venció con su honda frágil al durísimo guerrero Goliat, Judit, viuda bella “pero” religiosa, derrotó con la panoplia de su seducción al invencible general asirio, en el momento de suprema confusión del pueblo, cuando las autoridades de la ciudad simbólica (Betel/Betulia) deciden entregarse al enemigo, si las cosas no mejoran (Jud 7). Ella es la que dicta la más honda lección de teología vengadora  a los judíos sitiados, pidiendo tiempo para realizar suplan. Ellos lo conceden, sin saber de que se trata (Jud 8), un plan que ella (descendiente de Simeón, el vengador antiguo) presenta ante Dios en oración:

Señor Dios de mi padre Simeón a quien pusiste en la mano la espada, para vengar a los extranjeros que violaron la matriz de una virgen para mancharla, que desnudaron sus partes para vergüenza y profanaron su matriz para deshonra; aunque tú habías dicho (no se actúe así! ellos lo hicieron. Por eso entregaste sus jefes a la muerte; y su lecho, envilecido por su engaño, con engaño quedó ensangrentado; heriste a esclavos con sus señores y a los señores con sus tronos. Entregaste sus mujeres al pillaje, sus hijas a la cautividad; y todos sus despojos fueron repartidos entre tus hijos queridos.

            Aquí está los asirios, crecidos en su fuerza, orgullosos por sus caballos y jinetes, ufanos con el vigor de su infantería confiados en sus escudos, lanzas, arcos y hondas; no reconocen que tú eres el Señor que pones fin a las guerras.  Tu nombre es Señor: destruye su poderío con tu fuerza, aplasta con tu cólera su dominio. Porque han decidido profanar tu santuario, manchar el tabernáculo donde descansa tu nombre glorioso, echar abajo con la espada los cuernos de tu altar.  Mira su arrogancia, descarga tu ira sobre sus cabezas,  pon en mi mano de viuda la fuerza para hacer lo que he pensado.

Aplasta por la seducción de mis labios al esclavo con el señor y al señor con su criado;   quebranta su altivez por mano de una mujer.  Pues tu poder no está en el número ni tu imperio en los poderosos; sino que eres Dios de los humildes, defensor de los pequeños, protector de los débiles, animador de los desanimados, salvador de desesperados…  Haz que todo tu pueblo y todas las tribus conozcan y sepan que tú eres el único Dios, Dios de toda fuerza y poder y que no hay nadie que proteja a la raza de Israel fuera de ti (Jud 9, 2-14) [2].

          Judit ha puesto su oración y gesto sobre el trasfondo de una historia de durísimo talión: Simeón y Leví vengaron antaño la “afrenta” de Dina, su hermana, violada/utilizada por Siquem el cananeo. Ellos, Simeón y Leví,  mataron a todos los varones del lugar, después de haberlos engañado y debilitado con astucia, en un gesto que el libro del Génesis condena o, por lo menos, no ensalza (cf. Gen 34, 30-31; 49, 5-7). Pues bien, la nueva teología judía   (cf. Jub 30; Test Leví) rehabilita a Simeón: es bueno vengar con sangre la afrenta de sangre que se hace a los judíos.

         La oración de Judit asume y reelabora aquella saga de la venganza de Simeón actualiza y repetida por Judit, que degüella con engaño al cruel pero simple Holofernes.     Desde este fondo ha de entenderse la oración que vincula el gesto de Simeón y el de Judit. En ese contexto ella define al Señor como Dios de Simeón, Dios de venganza:

 ‒Dios de Simón, Dios de Judit (Jud 9, 2-4).Éste es el Dios de Finés/Pinjás, sacerdote vengador, que mata al hebreo que pacta con la cananea (Núm 25,7-11 y a Ex 2,23).  Este es el Dios de la judía (Judit) que emerge como nuevo Simeón, pidiendo la ayuda de Dios, Señor celoso que protege el honor de su pueblo   para engañar y destruir a los contrarios. Como los hijos mayores de Jacob/Israel (Simeón y Leví) debían vengar, por ley tribal, a la hermana maltratada, así Judit, heroína mayor de Israel, pide a Dios venganza y se dispone a castigar a los extranjeros: matar a sus jefes y herir a esclavos con señores, entregando al pillaje a todas las familias enemigas. Sobre un fondo de fidelidad y celo de Dios, que cuida de la suerte de su pueblo, emerge aquí la más violenta acción de engaño/guerra. El Dios de Judit es salvación por la venganza astuta; es expresión de la debilidad (Judit) hecha más fuerte que la pura fuerza de Holofernes.

‒ Dios eterno de venganza (Jud 9,5-6). Eternidad significa continuidad salvadora; el gesto de liberación y venganza, realizado en otro tiempo a través de Simeón, viene a convertirse en paradigma de su acción perpetua (la de antes, la de ahora, la de luego). Por eso, cuando Judit eleva su plegaria ante la omnipotencia y omnisciencia de Dios no se presenta ante algún desconocido, sino ante el Dios de la historia de su pueblo. En este contexto, se expresa la acción del Dios eterno, que diciendo hace las cosas en contra del dios falso, Nabucodonosor/Holofernes que dice y no cumple lo dicho (cf.  2,1-13). Éste es el Dios de la guerra santa, el Dios militar de Sión y de la tradición guerrera de Israel, de la que Judit toma los pensamientos y palabras de su plegaria (cf. Ex 15,1-17 y 1 Rey 18-19).

En ese contexto, los enemigos asirios (en realidad los babilonios) aparecen como anti-Dios, la fuerza estatal divinizada, el poder militar que pretende aparecer como absoluto. Estrictamente hablando, ellos son el ídolo supremo, signo del hombre que se vuelve antivino por la conquista y la venganza. Ellos son el Son pecado siempre repetido: se colocan en lugar de Dios y quieren destruir su santuario/tabernáculo/altar, es decir, los tres signos privilegios de la presencia divina en el mundo, conforme a la visión israelita. Contra ellos emerge el Dios Israelita, representante de una fuerza y venganza más alta:

 ‒Sólo Dios es el Señor, Kyrios de la historia. Este es el Dios que, conforme a la experiencia de la guerra santa (en cita de Ex 15,3 LXX), pone fin a toda guerra; no necesita luchar por medio de un ejército; no se apoya en los soldados y las armas, como los asirios, sino que demuestra su poder a través de la debilidad de Judit, mujer vencedora.

Judit es mediadora de la victoria/venganza de Dios. Ella es débil, una simple viuda(Jud9,9), mujer que debía hallarse sometida a la violencia o prepotencia de otros. No empuña la romphaia o espada cortante de su padre Simeón (9,2); pero tiene buena mano y puede actuar; tiene labios de mentira(apatês) y desea engañar para matar a los perversos. Esto es lo que ofrece a Dios, esto es lo que pone al servicio de su pueblo: una mano de viuda/mujer, una astucia de labios seductores.

En vez de Judit, matando a Holofernes, viene María con la paz de Cristo su hijo

Así lo ha entendido y presentado el evangelio de Lucas en la escena de la purificación/presentación de María y de su hijo. Ella es la nueva Judit (pero con un sentido inverso/adverso). Pero en vez de encontrarse con el patriarca Simeón, héroe de la venganza de Israel, ella se encuentra en el tempo con un anciano de paz, símbolo del verdadero Israel, llamado también Simeón:

22Cuando se cumplieron los días de su purificación,según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor…25Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel…  Le había sido revelado por el Espíritu Santoque no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.  27Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, 28Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29«Ahora, Señor, según tu promesa,| puedes dejar a tu siervo irse en paz.3 0Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: 32luz para alumbrar a las naciones | y gloria de tu pueblo Israel».33Su padre y su madre estaban admiradospor lo que se decía del niño (Lc 2, 22-33)

  Éstos son los temas princípiales de la escena: Paz para Israel, luz para las naciones…  Éste es el día de la Candela, lluz de Cristo, luz de su madre Israel,  salvación para los pueblos, verdadera purificación…Así lo ratifica Simeón, el israelita piadoso que toma en brazos entonando su canción de despedida:

Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz…,porque han visto mis ojos tu Salvación,luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo Israel (Lc 2, 29-32)

 Al decir a Dios que quiere (puede) morir, Simeón hace suya la historia del pueblo de la alianza: Ha cumplido su tarea de vigía mesiánico, ha mantenido por siglos (milenios) la espera y por fin ha visto y ha palpado al portador de la salvación que es Jesús, gloria de Israel y revelación, luz para los gentiles. Todo final es muerte y Simeón que lo conoce, está dispuesto a morir, sabiendo que esa muerte (la del Cristo, la suya como israelita) es para bien/luz de los gentiles y gloria de Israel (las dos cosas van unidas, morir y ser luz para los gentiles).

Por eso, el canto de bendición de Simeón a Dios con el niño en brazos es un culto de amor y vida universal, de israelitas y gentiles a la vez, no de unos contra otros. El anciano Simeón está dispuesto a morir ya, en amor colmado de esperanza, con todo lo que ha hecho y ha sentido a lo largo de los siglos el pueblo israelita, con todo lo que han buscado y sufrido los gentiles.

Con Jesús termina el tiempo del templo, se han cumplido los ritos de preparación particular de Israel, sólo queda el por-venir universal de Dios en Cristo que nace como niño, para empezar la nueva humanidad desde la infancia. Lo que así termina no no es sólo la vida de Simeón; sino una forma de ser israelita; un tipo de templo, una experiencia de historia y nacionalidad particular judía, tal como lo muestra la obra de Lucas (Lucas y Hechos).

Jesús suscita de esa forma una crisis de muerte y nuevo nacimiento, en forma de conocimiento y comunicación, de vida compartida y de resurrección. Para que el camino de las promesas (de la búsqueda de Israel) se cumpla de un modo universal tiene que morir Simeón, pero sigue viviendo en María, la madre de Jesús que asume en su corazón/alma de creyente la vida y destino de todos los hombres, como le dice Simeón, del modo más solemne:

Tu hijo es signo de caída y resurrección de muchos en Israel,una señal controvertida (σημεῖον ἀντιλεγόμενον),y a ti misma una espada atravesará el alma (τὴν ψυχὴν),para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones(ἐκ πολλῶν καρδιῶν διαλογισμοί., cf. Lc 2, 35)

Cristo, Hijo de María, será causa de caída (muerte) y resurrección, de fracaso y cumplimiento del Primer Testamento en el Segundo, de muchos de Israel, a favor o en contra de la Iglesia. No todos se alegrarán de su venida; no todos cantarán ante él, no todos entonarán el himno de muerte del anciano israelita, sino que muchos se alzarán en contra del mesianismo de Dios y perderán al fin su vida (su esperanza). Esta ha sido la experiencia más sangrante de la iglesia antigua, tal como aparece en los evangelios de Marcos y Mateo, tal como la revive Pablo y como Lucas la recoge luego en Hechos. El mismo Jesús que ha venido a ofrecer la paz para Israel se ha convertido en principio de lucha, controversia y muerte para muchos judíos.

Una paz que se alcanza por dolor

 Jesús será bandera o señal discutida; ante ella se alzarán, litigarán unos con (contra) otros, judíos de un tipo y de otro. Lo que antes fue gozosa esperanza (todos se unirán, transformados) viene a convertirse en voz de llanto, profecía de desdichas. Precisamente aquí se inscribe la tarea y respuesta de María. La batalla por Jesús viene a librarse dentro de su alma o psiché de María, que  ilumina por dentro con Cristo, de forma que en ella se expresan los pensamientos de muchos corazones, en camino de sufrimiento y vida de los hombres, a quienes Jesús ilumina con su vida. Leer más…

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Seis imágenes de Jesús. Fiesta de la presentación en el templo. 2 de febrero

Domingo, 2 de febrero de 2025
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Este año 2025, el 4º domingo del Tiempo Ordinario cede el puesto a la fiesta de la purificación de María y de la presentación de Jesús en el templo. La Presentación recuerda que Dios es el autor de la vida, y se simboliza con la ofrenda del primogénito, de acuerdo con la ley contenida en Éxodo 13,2.11-12. La Purificación, que la mujer, al dar a luz, ha estado en contacto con algo misterioso; ha quedado «impura», aunque no en el sentido de haber hecho algo malo o haber contraído una mancha; tiene que purificarse, como prescribe Levítico 12,1-8.

            Hoy día, nadie entiende que una mujer quede «impura» por haber tenido un hijo y deba ofrecer algo en compensación. En cuanto a la ofrenda del primogénito, aunque el cristiano está convencido de que la vida es don de Dios, no ha sido educado en la necesidad de expresarlo mediante la entrega del primogénito y su posterior rescate.

            Los textos de la liturgia ofrecen seis imágenes complementarias de Jesús. Imaginemos a cinco personajes (Malaquías, un salmista, el autor de la Carta a los Hebreos, el anciano Simeón, la profetisa Ana) que ven entrar al niño en el templo. Cada uno emitirá su opinión sobre cómo lo considera y lo que espera de él.

  1. El mensajero terrible y purificador (Malaquías 3,1-4).

Así dice el Señor:

-«Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar –dice el Señor de los ejércitos–. ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.»

Las primeras frases encajan muy bien con la fiesta de hoy: la entrada en el templo de Jesús. Pero el tono cambia de repente. No es una venida pacífica y festiva. Viene a purificar a los levitas, responsables del culto, cuyo comportamiento deja mucho que desear. Esta segunda parte sería más fácil relacionarla con la purificación del templo llevada a cabo por Jesús al principio de su vida (según Juan) o al final (según los Sinópticos). La lectura podría interpretarse como anuncio de lo que ocurrirá más tarde. Según Lucas, Jesús solo va dos veces al templo: ahora, cuando niño, y antes de morir, para purificarlo. Aunque Malaquías se dirige a los levitas, nos invita a todos a examinar si hacemos al Señor nuestra ofrenda como es debido.

  1. El rey de la Gloria (Salmo 23)

Este salmo se cantaba probablemente cuando el Arca de la Alianza entraba en el templo. Aplicándolo a Jesús, se repite como un estribillo que él es el Rey de la Gloria.

El Señor, Dios del universo, es el Rey de la gloria.

¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. 

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra. R/.

¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. 

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios del universo. Él es el Rey de la gloria.  

  1. Un hermano de nuestra carne y sangre (Hebreos 2,14-18)

A diferencia del Salmista, el autor de esta carta subraya la humanidad de Jesús, que lo hace igual a todos nosotros. No es un ángel. Y esa igualdad le permite morir y sufrir, dos cosas esenciales en la vida humana; y con ello, ser compasivo y auxiliar a los que pasan por la prueba del dolor.

Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

  1. El que da sentido a mi vida (Simeón)

A través de este anciano perfecto Lucas transmite un mensaje a todos los cristianos: lo único que da sentido a su vida es esperar al Mesías; cuando lo tiene en sus brazos, ya puede morir en paz.

Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.»

  1. Luz de las naciones, gloria de Israel (Simeón)

«Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

Simeón es también profeta y puede revelar algo nuevo Jesús: será luz de las naciones. Un israelita de pura cepa que no se encierra en los privilegios de su pueblo sino que tiene una visión universal. Mensaje muy actual en esta época donde el nacionalismo puede desembocar en el tribalismo. En esta imagen de la luz se basa la fiesta de hoy y el rito complementario de la procesión de las candelas (La Candelaria). La liturgia da un enfoque muy personal a esta idea, relacionando los cirios encendidos con la práctica del bien para «llegar felizmente al esplendor de tu gloria». Sin embargo, las palabras de Simeón (y de Isaías) tienen un alcance universal que no podemos perder de vista.

  1. Una bandera discutida (Simeón a María)

«Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Como profeta, Simeón también conoce el futuro de Jesús («será una bandera discutida»). El rey de la Gloria, luz de las naciones, gloria de Israel… no será aceptado por todos. Muchos (la mayor parte del pueblo judío) se le opondrá. Esta oposición la sufrirá también María, a la que una espada traspasará el alma, y, consiguientemente, a todos los cristianos.

  1. El libertador de Israel (Ana)

«Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.»

Curiosamente, la visión más política de Jesús la propone una anciana piadosísima, que ha pasado ochenta y cuatro años (12 x 7) de viudez entre ayunos, oraciones y visitas al templo. Pero, cuando ve a Jesús, «hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel»: liberación de los romanos, destitución de Herodes y de sus descendientes, eliminación de las autoridades injustas. «Para servir al Señor libres de nuestros enemigos», como rezaba Zacarías.

  1. Quienes no dicen nada: Los padres de Jesús.

            Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.

Lucas tiene mucho interés en presentarlos como judíos piadosos, observantes de la Ley de Moisés. Una forma indirecta de responder a quienes acusan a Jesús y a los cristianos de despreciar las leyes y tradiciones judías. Pero Lucas, cuando Simeón habla del niño como Salvador de todos los pueblos y gloria de Israel, añade un dato desconcertante: «José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño». ¿Cómo pueden admirarse después de lo anunciado por Gabriel a María, después de una concepción y un parto virginales, después de lo que han contado los pastores? Podríamos decir que la admiración procede de ver cómo se acumulan títulos sobre Jesús: Gabriel lo presentó como rey de Israel; el ángel, a los pastores, como «el Salvador, el Mesías, el Señor». Simeón rompe los límites de Israel y lo presenta como «luz de las naciones». Lucas, a través del asombro de José y María pretende que también nosotros nos asombremos de lo mucho que significará ese pequeño niño de cuarenta días.

            Y para ti, ¿quién es Jesús y qué significa?

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02 de Febrero, 2025. Domingo IV del Tiempo Ordinario. La Presentación del Señor.

Domingo, 2 de febrero de 2025
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Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto ya tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos…”

(Lc 2, 22-40)

Este domingo viene de la mano de la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo y es, además, el día de la vida consagrada.

El fragmento del evangelio que nos presenta la liturgia de esta fiesta nos muestra a Simeón, un “hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él”. Podemos sentirnos identificadas e identificados con Simeón, ver en él a una persona que espera, o mejor dicho, una persona que tiene esperanza. Dice el texto que aguardaba el consuelo de Israel y el Espíritu Santo moraba en él.

Ojalá fuésemos así todas las consagradas y consagrados, toda persona bautizada. Estoy convencida de que si nuestro anhelo profundo fuese el consuelo de nuestra humanidad y nuestro interior estuviera lleno de la Santa Ruah nuestra Iglesia sería diferente y la vida consagrada muy distinta.

Y lo es cuando te encuentras con alguien que vive así su consagración. Sí, por ahí hay muchos “Simeones”, hombres y mujeres que aguardan con los ojos bien abiertos. Personas que tienen “un algo” que atrae y provoca admiración.

Personas consagradas que desde la sencillez y la cotidianidad dejan en nuestra vida un poquito de Dios. Aquella religiosa que nos enseñó las primeras letras. Quienes nos llevaron de campamentos y acompañaron nuestra adolescencia. Una monja o un religioso que ha sabido escucharnos. A quienes hemos visto orar o les hemos pedido que oren por nosotros o por los nuestros.

Oración

Conduce, Trinidad Santa, a la Vida Consagrada por los caminos de la honradez y la misericordia, llena a las personas consagradas de tu Espíritu para que sean un verdadero Consuelo para la humanidad.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La verdadera salvación no vendrá de fuera, ya la tenemos dentro.

Domingo, 2 de febrero de 2025
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maxresdefaultDOMINGO 4º (C)

Lc 4,21-30

Seguimos con el tema del domingo pasado. “Hoy se cumple esta escritura”, pero no va a ser como esperan los de su pueblo. En todos los evangelios se habla de los milagros de Jesús como manifestación de su divinidad pero, a la vez, se critica que pretendan poner en las curaciones la salvación ofrecida por Jesús. Una salvación por el poder de Dios, directo o a través de un intermediario, no tiene sentido. Seguimos arrastrando la idea de un dios todopoderoso que pondrá su poder a mi servicio si cumplo unos requisitos.

Hoy se cumple esa Escritura en cada uno de nosotros. Dios la cumple siempre sin tener que hacer nada. Que se cumpla hoy depende exclusivamente de mí. Por no tener en cuenta estos dos planos, la religión nos ha metido por un callejón sin salida y nos ha hundido en la miseria. Seguimos esperando que Dios haga que me toca hacer a mí. Soy yo el que tengo que preguntarme: ¿cumplo yo hoy esa escritura que acabáis de oír?

La Iglesia, ya desde muy pronto, prefirió potenciar en Jesús la idea de Hijo de Dios y se olvidó de la de Mesías; aunque está claro que en los orígenes querían decir lo mismo. Así, la salvación que se pensaba como acontecimiento que debía darse en la historia, se convirtió en la salvación trascendente y ahistórica para el más allá. El mordiente que encerraba la imagen del Mesías se disolvió como un azucarillo. Jesús ya no necesita hacer presente la liberación desde la historia sino desde la estratosfera de su divinidad.

Hemos leído: “todos le daban su aprobación y se admiraban”. Pero hay una alternativa: El verbo (martyreo) = dar testimonio, que se traduce por “dar su aprobación”, cuando está construido con dativo, significa “testimoniar en contra”. Por otra parte, (thaumazo) = Admirarse, significa también extrañarse. La traducción sería: “todos se declaraban en contra, extrañados del discurso sobre la gracia (para todos) que salía de sus labios”. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, que de otro modo, parece que inicia él la gresca.

La importancia de suprimir la última frase del texto de Isaías queda más clara con la explicación que da hoy Jesús. Tiene que rectificar el texto de Isaías, pero menciona a otros dos profetas que avalan esa aparente mutilación. Elías y Eliseo son ejemplos de cómo actúa Dios con relación a los no judíos. Para entenderlo hoy, podíamos decir que Elías atendió a una viuda libanesa y Eliseo a un general sirio. ¡Qué poco han cambiado las cosas! La atención a la viuda de Sarepta y Naamán el sirio deja en evidencia la pretensión de salvación exclusiva que los judíos, como pueblo elegido, pretendían.

El evangelista quiere subrayar que este argumento contundente, no solo no les convence, sino que provoca la ira de sus vecinos que se sienten agredidos porque les echa en cara su ceguera. La tradición de Mc, que copia Mt, no hace alusión ni al texto de Isaías ni a Elías y Eliseo. Esto indica la intención de recalcar la oposición de sus paisanos. Los primeros cristianos se esforzaron por proponer a Jesús como continuación del AT aprovechando cualquier resquicio para demostrar que en él “se cumplen las Escrituras”. Jesús sobrepasó, con mucho, todo lo que pudieron insinuar las Escrituras.

¿No es este el hijo de José? La razón para rechazar las pretensiones de Jesús es que es uno del pueblo, conocido de todos. La grandeza de Jesús está en que, siendo uno de tantos, fue capaz de descubrir lo que Dios esperaba de él. Jesús no es un extraterrestre que trae de otro mundo poderes especiales, sino un ser humano que saca de lo hondo de su ser lo que Dios ha puesto en todos. Habla de lo que encontró dentro de sí mismo y nos invita a descubrir y vivir en nosotros lo mismo que él descubrió y vivió.

El primer rechazo que sufre Jesús en Mateo no viene de los sumos sacerdotes ni de los escribas o fariseos, sino del pueblo sencillo. Sus paisanos ven que no va a responder a las expectativas del judaísmo oficial, y se enfadan. Cualquier visión que vaya más allá de los intereses del gueto (familia, pueblo, nación) será interpretada como traición a la institución. Las instituciones tienen como primer objetivo la defensa de unos intereses frente los intereses de los demás. Incluso nuestra manera de entender el ecumenismo responde, la mayoría de las veces, a esta dinámica contraria al evangelio.

No pueden aceptar un mesianismo para todos. Ellos esperaban un Mesías poderoso que les iba a librar de la opresión de los romanos y a solucionar todos los problemas materiales. Si Jesús se presenta como tal liberador, ellos tenían que ser los primeros beneficiarios de ese poder. Al darse cuenta de que no va a ser así, arremeten contra él. El odio es siempre consecuencia de un amor imposible. El evangelista echa mano del AT para demostrar que los profetas ya habían manifestado esa actitud de Dios a favor de los extranjeros. Quiere decir que su mensaje no es contrario ni ajeno a la Escritura.

El Dios de Jesús no puede tener privilegios, ama a todos infinitamente. Dios no nos ama por lo que somos o por lo que hacemos. Dios nos ama por lo que Él es. Ama igual al pobre y al rico, al blanco y al negro, al cristiano y al musulmán, a la prostituta y a la monja de clausura, a Teresa de Calcuta y a Bin Laden. En algún momento de esta escala progresiva nos patinarán las neuronas. Es más de lo que podemos aguantar. Nos pasa lo que a los paisanos de Jesús. Mientras sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que debemos amar al que no lo es.

Jesús viene a anunciar una salvación de todas las opresiones. Pero esa salvación no depende de Dios ni de un intermediario sino de cada uno de nosotros. Su salvación no va contra nadie, sino a favor de todos. Ahora bien, no debemos ser ingenuos, lo que es buena noticia para los oprimidos, es mala noticia para los opresores. De ahí que, en tiempo de Jesús, y en todos los tiempos, los que gozan de privilegios se opongan a esa práctica liberadora. Si no estamos dispuestos a liberar al oprimido, somos opresores.

Tenemos que comprender que el opresor no hace mal porque daña al oprimido, sino que hace mal porque se hace daño a sí mismo. El que explota a otro le priva de unos bienes que pueden ser vitales, pero lo grave es que él mismo se está deteriorando como ser humano. El daño que hace le afecta al otro en lo accidental. El daño que se hace a sí mismo le afecta en lo esencial. El que muere por mi culpa puede morir repleto de humanidad; pero yo, al causar su muerte, me hundo en la más absoluta miseria.

¿Hemos caído en la cuenta de que lo único que puede garantizar mi religiosi­dad es el servicio a los demás? ¿Nos hemos parado a pensar que sin amor no soy nada? Ahora bien, el único amor del que podemos hablar es el amor a los demás. Sin éste, el amor que creemos tener a Dios, es una falacia. La única pregunta a la que debo contestar es esta. ¿Amo sin exclusión? Sin amor, nuestra vida cristiana se convertirá en un absurdo.

Meditación

Ignoramos lo que realmente somos.
Tú eres, como Jesús, ungido.
Estás capacitado para la tarea que debes realizar.
Cuando despliegues tu verdadera salvación,
estarás en condiciones de ayudar a otros a encontrarla.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús judío de raza y religión.

Domingo, 2 de febrero de 2025
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14bff1f8-1764-4845-9ed2-ca2070c37edbPresentación de Jesús en el templo

Lc 2, 22-40

Los de cerca (*) se alegrarán de saber que esta fiesta se llama en oriente “el encuentro” (Hypapante) en griego. En occidente tomó el nombre de la purificación de María o “la candelaria” porque la ceremonia más vistosa de este día era la procesión de las candelas. En la nueva liturgia se llama “la presentación del Señor”. En esta fiesta se retoma el simbolismo de Epifanía y se recuerda a Jesús como luz de todos los pueblos.

Para comprender los textos debemos recordar que la familia de Jesús procedía de Judea. Nos da pie para sospechar esto los nombres de sus miembros y los numerosos indicios que encontramos en todos los evangelios. Se trasladarían desde Judea en alguna repoblación que se llevó a cabo en Galilea después de las deportaciones.

Que Jesús como primogénito debía ser rescatado y maría como recién parida tenía que purificarse no es noticia; todo judío tenía que cumplir la Ley. Lo único que intenta decirnos es que eran auténticos judíos. Los galileos, por estar lejos, escapaban al control de los oficiales y eran mucho menos estrictos en el cumplimiento de las normas. Seguramente por esa razón insiste el texto en que eran cumplidores de las leyes.

Aunque es muy probable que María y Jesús fueran al templo a los cuarenta días de nacer, no podemos estar seguros de lo que pasó. Parece que, según la Ley, ni Jesús ni María tenían obligación de subir al templo para cumplirla. El relato es teología que intenta presentarnos a Jesús integrado en el pueblo judío. Todo son símbolos, incluidos los dos personajes que aparecen como próximos al templo y esperando la salvación.

En la ley de Moisés estaba prescrito que todo primogénito debía dedicarse al servicio de Dios en el templo. Cuando ese servicio se reservó a la tribu de Leví, los primogénitos debían ser rescatados de la obligación de servir al Señor, pagando 5 siclos de plata. Las ofrendas eran exigidas para la purificación de la madre. Lucas nos advierte que José y María tuvieron que conformarse con la ofrenda de los pobres, un par de tórtolas.

Es inverosímil que un anciano y una profetisa descubrieran en un niño, completamente normal, al salvador esperado por Israel. Pero es interesante lo que Lucas señala: que dos ancianos del pueblo se hubieran pasado la vida esperando y con los ojos bien abiertos para descubrir el menor atisbo de que se acercaba la liberación para el pueblo. No me extraña que Lucas muestre a María y José pasmados ante lo que oían del niño.

Pero la extrañeza carece de lógica, si tomamos por cierto lo que nos había dicho en el capítulo anterior. María tenía que haber dicho a Simeón. Ya lo sabía, yo misma he dado consentimiento para que en mi seno se encarnara el Hijo de Dios. Además, los ángeles y los pastores les habían dicho quién era aquel niño. Una prueba más de que en los relatos de la infancia no tenemos que buscar lógica narrativa, sino impulso teológico.

Simeón va al templo movido por el Espíritu. No solo toda la vida de Jesús la presenta como consecuencia de la actuación del Espíritu, todo lo que sucede a su alrededor está

dirigido por el mismo “Ruah” de Dios que estaba llevando adelante la liberación de su pueblo. La voluntad de Dios se va manifestando y cumpliendo paso a paso. Todo lo que sucede en torno a Jesús tendrá como última consecuencia la iluminación del mundo.

Ana aparece más pegada al AT. Identificada con el Templo que era la columna vertebral de toda la espiritualidad judía. Toda su vida al servicio de la institución que mantenía viva la esperanza de una definitiva liberación. Es muy curioso que proclame la grandeza del niño que va a desbaratar esa misma institución y a proponer algo completamente nuevo, para una relación con Dios absolutamente distinta.

Debemos resaltar que los números que se refieren a la edad de Ana son simbólicos. Se casaban a los 14 (dos veces 7). Siete de casada. 84 (12×7) de viuda. El 12 número de las tribus de Israel y el siete, el número más repetido en la Biblia como signo de plenitud. Fijaros que 14+7+84=105. Esa edad era impensable en aquella época.

¿Qué puede significar para nosotros hoy esta fiesta? Me acuerdo cuando se celebraba con gran solemnidad. Era una de las grandes fiestas del año litúrgico. Hoy tenemos que esperar la carambola de que caiga en domingo para poder hacerle algún caso. Vamos a intentar aprovechar esta oportunidad para acercarnos al Jesús que fue tan niño como todos nosotros y vivió la pertenencia al pueblo judío con toda normalidad.

El final del relato es más realista: El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría. Como todos los niños nació como un proyecto y tiene que desarrollándose. Se ha olvidado de todas las maravillas que nos había contado sobre él. Debemos convencernos de que fue un niño completamente normal, que, como todos los niños, tuvo que partir de cero y depender de los demás, para ir completando su personalidad.

En el relato del niño perdido, es más concreto: “Y Jesús iba creciendo en estatura en conocimiento y en gracia ante Dios y los hombres”. Lucas lo tiene claro: Es un niño normal que tiene que recorrer una trayectoria humana exactamente igual que cualquier otro niño. No es esto lo que hemos oído. El haberle divinizado desde antes de nacer, nos ha separado de su humanidad y nos ha despistado en lo que podía tener de ejemplo.

Que Jesús haya desarrollado su infancia en contacto con una religiosidad judía es muy importante a la hora de valorar su trayectoria. Si no hubiera vivido dentro de la fe judía, nunca hubiera llegado a la experiencia que tuvo de Dios. Lo que Jesús nos enseñó no lo sacó de la chistera como si fuera un prestidigitador. Fue su trayectoria religiosa lo que le llevó a la experiencia de Dios que luego se transformó en mensaje.

Todo lo que Jesús nos contó sobre Dios, lo vivió antes como hombre que va alcanzando una plenitud humana. Su propuesta fue precisamente que nosotros teníamos que alcanzar esa misma plenitud. Su objetivo y el nuestro es el mismo: desplegar todo lo que hay de posibilidad humanizadora en cada uno de nosotros. Esa posibilidad de crecer hasta el infinito está disponible gracias a lo que Dios es en cada uno de nosotros.

Con mucha frecuencia la misma religión nos propone unos logros intermedios como meta y nos despista de lo que tenía que ser el punto de llegada de toda trayectoria espiritual, que es lo verdaderamente humano. Todo lo que nos dice la religión, que no sea esta meta, debemos considerarlo como medio para alcanzar ese fin.

(*) Nota de la edición: Cada semana la comunidad de Parquelagos, “los de cerca”, se reúnen para comentar el evangelio y a esa reunión le llaman “El encuentro”.

Fray Marcos

 Fuente Fe Adulta

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Ni lo entendían ni lo aceptaban.

Domingo, 2 de febrero de 2025
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IMG_9729Lc 4, 21-30

«lo llevaron a un barranco del monte sobre el que estaba edificada la ciudad»

Tenemos tendencia a pensar que la vida pública de Jesús tuvo dos etapas muy distintas; la primera gloriosa en Galilea con multitudes que le seguían entusiasmadas, y la segunda dramática en Jerusalén, donde fue sometido a pasión y muerte.

Pero ésta es una percepción errónea, o al menos incompleta, porque la predicación de Jesús estuvo siempre marcada por la incomprensión y el rechazo. Ni sus discípulos más cercanos le entendían, y aunque le seguían fascinados, tuvo que morir para que le entendiesen y creyesen en él. En esta situación, no es difícil imaginar que en muchos momentos Jesús se habría sentido frustrado y fracasado.

¿Pero, por qué no le entendían?…

Pues porque eso era lo natural. Su misión era proclamar a Abbá –el Padre que nos engendra por amor y nos perdona siempre y sin condiciones–, y precisamente en el origen de la misión estaba también el origen del problema; porque Abbá tenía poco que ver con el Dios que proclamaban los doctores y los santos de Israel.

Ambos habían rechazado su mensaje desde el principio y se habían posicionado inequívocamente en su contra. Y no les faltaba razón. Habían consagrado su vida al Dios de Abraham, al Dios de Moisés, en definitiva, al Dios de la Tradición, y aquella nueva doctrina era para ellos la mayor de las imposturas. No les cabía duda de que aquel nazareno que la pregonaba era un farsante; y además un farsante peligroso, porque si triunfaba, ellos —junto a los sacerdotes— serían los más perjudicados.

Pero, aparte de escribas y fariseos, para cualquier israelita la conversión a Abbá suponía abandonar al Dios de sus padres, renunciar a la tradición y lanzarse al vacío; y éste era un plato demasiado fuerte para el que no estaban preparados. Por eso, todo cuanto le oían decir lo amoldaban a la horma de sus tradiciones, y todo acababa interpretándose en clave política. Les entusiasmaba lo de Jesús, pero no podían aceptar que aquello pudiese entrar en conflicto con sus creencias milenarias.

Como decía Ruiz de Galarreta: «Los judíos están dispuestos a aceptar que “Jesús es el Mesías”, pero Jesús les invita a otra aceptación: aceptar que “el Mesías es él”, y no lo que esperaban, sino otra cosa muy distinta…»

La consecuencia fue que sufrió un permanente acoso, que en Nazaret trataron de despeñarlo, que los fariseos le acusaron de blasfemo y de actuar en nombre de Belcebú, que sus familiares se lo quisieron llevar porque pensaban que está loco y que una buena parte de sus seguidores le abandonaron de golpe cuando quisieron proclamarle rey y él se negó.

Cuando subió a Jerusalén por la Pascua, ocurrió que los levitas lo prendieron, los sacerdotes del sanedrín lo condenaron a muerte y los romanos lo crucificaron. Ciertamente no fue un camino de rosas, pero tuvo el coraje de mantener su compromiso hasta el final.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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Mis ojos han visto a tu salvador.

Domingo, 2 de febrero de 2025
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Jesús-es-presentado-en-el-temploLc 2,22-40

El 2 de febrero viene cargado de muchas celebraciones. En España y en varios países de Latinoamérica se celebra la Candelaria en honor a María, 40 días después de haber dado a luz. La Vida Consagrada celebra su día, desde que en 1997 Juan Pablo II lo instituyó “para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor”. Y celebramos la Presentación del Señor en el templo, que en Oriente se conoce como “Fiesta del Encuentro”, porque Jesús “encuentra” el templo y sus sacerdotes, pero también a Simeón y Ana, figuras del pueblo de Dios que hoy nos invitan a cultivar determinadas actitudes.

Yo no lo he llegado a vivir nunca, pero al poner “el Belén” en casa en tiempo de Navidad, en alguna ocasión una de mis hermanas mayores de comunidad me ha recordado que “antes” no se quitaba hasta el día 2 de febrero. “Era cuando terminaba la Navidad…”, me decía.

Me gusta esa tradición popular que se mantuvo hasta no hace tanto tiempo y me asombra la sabiduría sencilla para hacer asociaciones más allá de lo establecido… porque, realmente, la fiesta de la Presentación puede vincularse a todo lo que hemos celebrado en el tiempo de Navidad.

Entonces conmemorábamos el nacimiento de Jesús y hoy celebramos los 40 días (ya sabemos lo simbólico de este número) desde esa fecha. Es pues, en primer lugar, un recordatorio del acontecimiento que cambió la historia: el misterio de la Encarnación, del Dios que se hace ser humano, que acoge absolutamente nuestra humanidad y pasa “como uno de tantos” (cf. Flp 2,7) por el mundo revelándonos que es Dios-con-nosotros. Siempre. En toda circunstancia. Hasta el final. Su fuerza divina se hace debilidad humana para acoger nuestra fragilidad y posibilitarnos la Vida.

En segundo lugar, resuena también la Epifanía, la revelación de este Dios-con-nosotros a todos los pueblos, la manifestación de que la Salvación ofrecida por Dios es universal, para todos. Jesús es presentado ese día 6 de enero como la Luz del mundo y hoy vuelve a repetírsenos en boca de Simeón: “Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

Y, por último, terminamos la Navidad con el Bautismo, en el que se revela el misterio Trinitario al encontrar al Padre y al Espíritu junto a Jesús en un nuevo momento de presentación, esta vez al pueblo sencillo que busca cómo vivir desde Dios y por ello escucha a Juan el Bautista. También en el texto que nos acompaña se hace presente el Espíritu, que moviliza a Simeón y le hace hablar para certificar quién es Jesús, como lo hace el Padre en el momento de ser bautizado.

Toda la simbología del texto está cuidada. Lucas se ha preocupado de desarrollar una historia teológicamente muy completa: el lugar (el Templo de Jerusalén, centro neurálgico del judaísmo), el acento en el cumplimiento de la Ley a través de la ofrenda (para mostrar cómo Jesús queda inserto en su pueblo), el contenido de esa ofrenda (para resaltar la sencillez de la familia de Nazaret, en línea con el humilde nacimiento de Jesús) y la presencia de Simeón y Ana.

Vamos a detenernos en estos personajes, que aparecen únicamente en esta ocasión en el Evangelio y que son paradigmas de paciencia y constancia, de esperanza y oración. También su presencia nos recuerda a la Navidad. En ella veíamos cómo ángeles, pastores o sabios reconocían en ese niño pequeño al Mesías esperado, al Salvador. Hoy son dos ancianos del pueblo quienes lo hacen. Personas que se han pasado la vida esperando, como centinelas, con la mirada puesta en el horizonte, atisbando cada signo de Presencia de Dios, interpretando las esperadas señales de liberación (cf. Is 25,6-10) sin decaer a pesar del paso del tiempo.

A través de ellos, nosotros somos invitados a vivir con unas determinadas actitudes para poder reconocer también al Mesías encarnado en nuestra realidad. Simeón, nos dice Lucas, era “justo y piadoso” que es como decir que era “hombre de Dios”, que había buscado siempre hacer su voluntad y vivir conforme a sus deseos. El Espíritu Santo “estaba con él”… como está con cada uno de nosotros. Simeón le ha sabido escuchar, ha confiado en su palabra y está dispuesto a ponerse en movimiento, en camino, ante ella.

Ana, a quien, a través de todos los datos que se nos ofrecen de ella, podemos reconocerla como representante del pueblo judío (descendiente de Aser, hijo de Jacob, y por tanto, de una de las doce tribus de Israel), “no se apartaba del templo, dando culto al Señor día y noche con ayunos y oraciones”. Era, pues, también “mujer de Dios”, que, tras quedarse viuda muy joven, había entregado la vida a su servicio. Ella se convierte, haciendo honor a su rol de profetisa, en vocera de Dios, dando a conocer a todos quién es ese niño.

También nosotros somos invitados a reconocer a Jesús, frágil y pequeño, en medio de nuestra realidad cotidiana y así poder decir: “mis ojos han visto a tu Salvador”. Quizás, para ello, necesitemos abrir bien los ojos y los oídos, y escuchar, como Simeón, la voz de la Ruah discerniendo los signos de su presencia. O quizás nos toque desempolvar nuestras gargantas y superar ciertos miedos para, como Ana, ser capaces de hablar de Él y que muchos otros tengan también la oportunidad de conocerlo.

María, que en el texto escucha la profecía de Simeón sobre el dolor que le conllevará el camino de entrega de su hijo y que se convierte en representante de la comunidad creyente, nos ayudará y acompañará en ello.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Xenofobia como defensa (falsa) de la propia seguridad.

Domingo, 2 de febrero de 2025
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IMG_9716Comentario al evangelio del domingo 2 febrero 2025

Lc 4, 21-30

Lo que irrita a los paisanos de Jesús es la referencia de este a extranjeros -la viuda de Sarepta, el sirio Naamán- que, según la interpretación bíblica de la época, habrían sido “preferidos” de Dios, por encima de los propios necesitados de Israel.

Por más que estemos habituados a ello, no deja de sorprender el modo como revive el espíritu de tribu o de clan, que lleva a idealizar lo propio, en todos los sentidos, mientras se demoniza lo foráneo. La verdad es lo que afirma el propio clan y sus propios derechos deben primar siempre sobre todos los demás. Tras estos posicionamientos, introyectados desde la infancia, no es difícil percibir el miedo ancestral ante la amenaza ajena y, en último término, la inseguridad que explica tanto comportamiento excluyente, condenatorio y xenófobo.

No se niega la necesidad de proteger la propia seguridad. Lo que se cuestiona es que el miedo se erija en criterio último de comportamiento, a la vez que se expande la idea absurda de que la propia seguridad excluye necesariamente la presencia del otro diferente, en una actitud que parece denotar una inseguridad psicológica no resuelta. Es sabido que, para quien vive en la inseguridad y en el miedo, todo lo diferente es percibido como amenaza.

Sin entrar en medidas concretas que sería necesario implementar, lo que parece evidente es que toda actitud xenófoba, de cualquier modo que se la quiera presentar o incluso justificar, nace de un rígida y errónea consciencia de separatividad, que hace ver a los otros como radicalmente “extraños” (extranjeros) para uno mismo. Y que tal actitud solo puede revertirse en la medida en que los humanos, más allá de miedos e inseguridad que habremos de atender, podamos crecer en la consciencia de unidad. En latín hay dos formas de referirse al otro: como “alius” (de ahí, “alienígena”: amenaza) o como “alter” (de ahí, “alteridad”: riqueza). Solo anclados en la consciencia de unidad, será posible ver al otro no como amenaza (“alius”), sino como riqueza (“alter”).

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Presentación: encuentro con Dios en la debilidad

Domingo, 2 de febrero de 2025
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resizeimag-5-2Del blog de Tomás Muro, la Verdad es libre:

01.- Fiesta del encuentro. Un canto a la debilidad humana

En la tradición eclesial oriental (iglesias ortodoxas) esta fiesta de la Presentación es llamada del “Encuentro”. Jesús es presentado al Señor y se encuentra con Dios siguiendo la tradición de su pueblo.

El relato de la presentación de Jesús en el templo es un canto a la debilidad humana.

Se trata de un encuentro amable y humilde: una pobre familia: la de Jesús, un niño, dos ancianos: Simeón y Ana…

Simeón da gracias a Dios porque sus ojos han visto la salvación…

Ana también da gracias a Dios por aquel niño…

Los “grandes” del Templo no están presentes, ni los sacerdotes, ni saduceos, fariseos, etc. (Se irán haciendo presentes hasta la crucifixión).

San  Lucas nos presenta a Jesús ante o con el aval de los dirigentes religiosos, sino ante dos personas ancianas, Simeón y Ana, prototipo de la “fe de los sencillos”.

La fe sencilla de Simeón y Ana representan a todo hombre y mujer de cualquier tiempo y lugar que tienen un corazón abierto para encontrarse con Dios y para propiciar acogida a los hermanos.

02.-Encontrarse con Dios en la vida

        En los años conciliares (Vaticano II) se desarrolló una hermosa teología del encuentro con Dios. JesuCristo es el sacramento del encuentro del  hombre con Dios. La Iglesia es el “lugar” del encuentro con Cristo.

Ser cristiano es encontrarse amablemente con Dios en la vida.

        El encuentro con Dios acontece no con grandes alharacas, hierofanías, concentraciones, manifestaciones, sino que –seguramente- se da en el silencio y la quietud de la vida: a veces en la ancianidad como Simeón y Ana, quizás en la enfermedad en la debilidad, en los momentos de tomar decisiones…

         El encuentro con Dios es luz y salvación. Mis ojos han visto la salvación luz… La luz se hace en nuestra existencia en el encuentro con Dios.

03.- Propiciar encuentros

        La fiesta de la Presentación, el cristianismo es como una llamada a propiciar también encuentros entre las personas, los pueblos, las culturas. (Toda cultura puede ser reflejo de la Palabra, de Cristo).

        Mariann Edgard Budde (obispa episcopaliana) respondía a Trump con toda razón que la grandeza y la “edad de oro” de un país no son ni lo más importante de la vida y mucho menos se logran a costa del desprecio de la dignidad de tantos seres humanos emigrantes y pueblos.

        La patria, ninguna patria está por encima de una sola persona.

04.-Luz para alumbrar a las naciones.

        La Presentación es también una fiesta llena de luz. El anciano Simeón dice de Jesús que es luz para alumbrar a las naciones.

        Podríamos pensar con afecto que la Presentación de Jesús, su humanidad, lo humano de Jesús, se encuentra con el misterio de Dios, si bien Jesús, poco a poco, habrá de ir adentrándose y ganando intimidad con Dios Padre, para que en Él, en JesuCristo se exprese el misterio de Dios. Jesús iba creciendo en sabiduría y en gracia…

05.- hora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz…

        Una vez que el anciano Simeón ve y acoge a JesuCristo, prorrumpe en ese canto lleno de nostalgia: Ahora Señor, Según tu promesa, puedes dejar ir a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto al Salvador.

        Desde el encuentro y acogida de Cristo en nuestra vida, vemos la luz y el horizonte de nuestra vida y de nuestra muerte.

        El anciano Simeón y muchos de nosotros -también ancianos- podemos descansar en la salvación del Señor, esperamos y confiamos en el Señor. La ancianidad es una buena atalaya desde la que podemos observar la vida. Hemos visto mucho, hemos vivido mucho. El consuelo del tiempo vivido y por vivir es que hemos visto al salvador, luz de la humanidad…

        La gracia y amistad de Dios permanecían en Jesús.

        Que esa luz y esa gracia permanezcan también y alienten nuestra existencia.

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“Un Jesús que sigue las costumbres de su tiempo, pero desde la novedad del Espíritu”. por Consuelo Vélez

Domingo, 2 de febrero de 2025
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IMG_9721De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio de la Fiesta de la Presentación del Señor 02-02-2025

Jesús es la luz para iluminar a las gentes pero es una luz que no está libre de contradicciones.

La profetisa Ana hablaba del niño a los que esperaban la salvación. Las mujeres tienen toda la capacidad y, de hecho, la realizan, de hablar de Dios, de predicar, de enseñar, de comunicar la buena noticia del reino, aunque canónicamente continúen existiendo restricciones para ello, por el hecho de ser mujeres

La iglesia hoy también celebra la fiesta de la Virgen de la Candelaria y desde 1997, instituida por Juan Pablo II, la Jornada Mundial de la vida consagrada para pedir por esta vocación específica

Hoy más que nunca, se necesita pedir para la vida consagrada la capacidad de renovarse “a fondo”, no simplemente cambiando estructuras organizativas sino pidiéndole al espíritu audacia y creatividad para dar testimonio de un seguimiento “significativo” en estos tiempos actuales

Y, cuando llegó el día de su purificación, de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor; además ofrecieron el sacrificio que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor. Conducido, por el mismo Espíritu, se dirigió al templo.

Cuando los padres introducían al niño Jesús para cumplir con él lo mandado en la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 

Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz porque mis ojos han visto a tu salvación, que has dispuesto ante todos los pueblos como luz para iluminar a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel.

El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, la madre:

Mira, este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será signo de contradicción y así se manifestarán claramente los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.

Estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada, casada en su juventud había vivido con su marido siete años, desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén.

Cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y el favor de Dios lo acompañaba.

(Lucas 2, 22-40)

El texto de hoy nos presenta a los padres de Jesús cumpliendo con los ritos religiosos de su tiempo al llevar al niño Jesús al templo para el rito de purificación. En realidad, no era obligación hacerlo, sin embargo, Lucas nos presenta el relato, buscando tal vez, mostrar la encarnación de Jesús en su cultura con todas las consecuencias. Pero lo interesante del relato es que no nos transmite el rito en sí, ni la presencia de los sacerdotes -autoridades oficiales del Templo., sino lo que pasa con dos personajes, un varón y una mujer -como acostumbra presentar el evangelista Lucas muchas veces en su evangelio-, los dos hablando sobre el Niño, inaugurando así el nuevo momento que significa la presencia de Jesús para la humanidad.

El primer personaje es Simeón al cual lo describe Lucas como un hombre honrado y piadoso que espera la liberación de Israel y es guiado por el Espíritu Santo. Simeón está encarnando esos tiempos nuevos del Espíritu que llegan con Jesús. Se convierte en un actor protagonista que no solo toma al Niño en sus brazos, sino que lo bendice afirmando que con Él ha llegado la salvación esperada. Por eso dice que Jesús es “Luz para iluminar a las gentes y gloria del pueblo de Israel”. Las palabras que luego le dirige a María dan la idea del camino de contradicción que supone creer en Jesús, interpelando a los suyos, develando la verdad del corazón humano donde en lugar de misericordia y compasión -como lo proclamará Jesús- habita el cumplimiento legalista y externo. Finaliza diciéndole a María que una espada le atravesará su corazón, palabras que hay que entender bien para no asimilarlas a la capacidad de aguante y sufrimiento de las mujeres -lo que ha llevado a tanto silencio y sacrificio por parte ellas, favoreciendo así una violencia resignada frente a la realidad que viven. Por el contrario, son palabras dirigidas a todo el discipulado, del que María, como hemos dicho otras veces, es la primera discípula, porque el seguimiento de Jesús implica enfrentar las fuerzas del anti reino y eso supone valentía y coraje para transformarlas.

El segundo personaje es la profetisa Ana quien no habla directamente a los padres de Jesús y Lucas la describe con rasgos que, siendo muy valiosos, -oración y ayuno- pueden prestarse a favorecer esa actitud callada y entregada de las mujeres, como lo dijimos antes. Pero lo interesante es fijarnos en la segunda parte donde dice que hablaba del niño a los que esperaban la salvación. Por eso se le considera profetisa y este rasgo conviene destacarlo más. Las mujeres tienen toda la capacidad y, de hecho, la realizan, de hablar de Dios, de predicar, de enseñar, de comunicar la buena noticia del reino, aunque canónicamente continúen existiendo restricciones para ello, por el hecho de ser mujeres.

El texto termina refiriéndose al crecimiento natural de Jesús, explicitando la sabiduría que va fortaleciéndose al vivir en la presencia de Dios.

Por esa proclamación de Jesús como luz de las gentes, la iglesia celebra también la fiesta de la Virgen de la Candelaria y desde 1997, instituida por Juan Pablo II, la Jornada Mundial de la vida consagrada para pedir por esta vocación específica. Hoy más que nunca, se necesita pedir para la vida consagrada la capacidad de renovarse “a fondo”, no simplemente cambiando estructuras organizativas sino pidiéndole al espíritu audacia y creatividad para dar testimonio de un seguimiento “significativo en estos tiempos actuales.

(Foto tomada de: https://www.morninglightint.com/elementor-5946/)

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Perturbando el “del Grupo”

Lunes, 29 de enero de 2024
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IMG_3161La reflexión de hoy es de Angela Howard McParland colaboradora de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

El Papa Francisco dijo recientemente que esperaba que el infierno estuviera vacío. “Es difícil imaginarlo”, dijo el Papa. “Lo que yo diría no es un dogma de fe, sino mi pensamiento personal: me gusta pensar que el infierno está vacío; Espero que lo sea.”

En gran parte de su ministerio y sus escritos, el Papa Francisco enfatiza la misericordia de Dios sobre el juicio, la redención sobre la condenación. Y muchos de sus críticos afirman que el mensaje del Papa sobre el abundante amor de Dios parece de alguna manera injusto: seguramente, afirman, algunas personas merecen castigo. A menudo, estos mismos críticos condenan la afirmación total de las personas LGBTQ+ en la iglesia. En su opinión, ser “elegido” significa que debe haber algunas personas que queden fuera. La aceptación plena y sin discriminación parece amenazar su propia inclusión.

Esta dinámica dentro y fuera del grupo no se limita a la iglesia, por supuesto. Los seres humanos deseamos pertenecer, ser parte de una comunidad y, muchas veces, definir quién está “dentro” de nuestro grupo, significa también tener claro quién está fuera. Esto es familiar para muchos católicos LGBTQ+, que se identifican como parte tanto de la comunidad LGBTQ+ como de la comunidad católica y, sin embargo, son llamados hipócritas por seguir siendo católicos, por un lado, y degradados como “objetivamente desordenados” por su iglesia, por el otro.

En la lectura del Evangelio de hoy, la dinámica nosotros/ellos se muestra de dos maneras diferentes. El hombre con el espíritu inmundo que ha perturbado las enseñanzas de Jesús claramente no es uno de la multitud de la sinagoga. Se le habría considerado impuro, un outsider. Cualquier comportamiento socialmente inaceptable que exhibiera fue explicado por el demonio que lo poseía. Y, sin embargo, Jesús le habla directamente a este extraño, sanándolo.

La segunda capa de internos y externos se refiere a la forma en que la multitud considera a Jesús mismo. Estaban “asombrados de sus enseñanzas” mientras él predicaba y luego aún más “asombrados” por este mandato del espíritu mientras enseñaba y sanaba con un nuevo sentido de autoridad que no habían presenciado antes. En esos momentos, Jesús desafió a sus compañeros líderes religiosos judíos a evitar tradiciones y enseñanzas excluyentes. Al igual que el hombre con el espíritu inmundo, la presencia de Jesús también es perjudicial para aquellos que se consideran “del grupo”.

Para algunos, la presencia de personas LGBTQ+ en la iglesia también es perjudicial. Invita a quienes se sienten perturbados a cambiar viejas formas de pensar, interpretaciones obsoletas sobre la sexualidad humana y el género, y la infinidad de formas en que pueden existir individuos, parejas y familias fieles. Pero el Papa Francisco nos recuerda que la realidad de Dios es siempre más creativa y vasta que nuestra imaginación humana más salvaje. Cualquier binario, desde la identidad de género hasta las ideas de nosotros/ellos, no puede provenir de uno santo que no solo se centra primero en el exogrupo, sino que a menudo aparece para alterar estas dinámicas. Nuestro propio desafío es encontrar formas de perpetuar estos límites y continuar ampliando nuestra aceptación y afirmación de todos y potencialmente perturbar en lugares donde vemos que continúa la exclusión.

—Angela Howard McParland (ella), Ministerio New Ways, 28 de enero de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Enseñar como enseñaba Jesús ”. Domingo 4 Tiempo ordinario – B (Marcos 1,21-28)

Domingo, 28 de enero de 2024
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IMG_2372El modo de enseñar de Jesús provocó en la gente la impresión de que estaban ante algo desconocido y admirable. Lo señala el evangelio más antiguo y los investigadores piensan que fue así realmente. Jesús no enseña como los «letrados» de la Ley. Lo hace con «autoridad»: su palabra libera a las personas de «espíritus malignos».

No hay que confundir «autoridad» con «poder». El evangelista Marcos es preciso en su lenguaje. La palabra de Jesús no proviene del poder. Jesús no trata de imponer su propia voluntad sobre los demás. No enseña para controlar el comportamiento de la gente. No utiliza la coacción.

Su palabra no es como la de los letrados de la religión judía. No está revestida de poder institucional. Su «autoridad» nace de la fuerza del Espíritu. Proviene del amor a la gente. Busca aliviar el sufrimiento, curar heridas, promover una vida más sana. Jesús no genera sumisión, infantilismo o pasividad. Libera de miedos, infunde confianza en Dios, anima a las personas a buscar un mundo nuevo.

A nadie se le oculta que estamos viviendo una grave crisis de autoridad. La confianza en la palabra institucional está bajo mínimos. Dentro de la Iglesia se habla de una fuerte «devaluación del magisterio». Las homilías aburren. Las palabras están desgastadas.

¿No es el momento de volver a Jesús y aprender a enseñar como lo hacía él? La palabra de la Iglesia ha de nacer del amor real a las personas. Ha de ser dicha después de una atenta escucha del sufrimiento que hay en el mundo, no antes. Ha de ser cercana, acogedora, capaz de acompañar la vida doliente del ser humano.

Necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del Espíritu. Una enseñanza nacida del respeto y la estima de las personas, que genere esperanza y cure heridas. Sería grave que, dentro de la Iglesia, se escuchara una «doctrina de letrados» y no la palabra curadora de Jesús que tanto necesita hoy la gente para vivir con esperanza.

José Antonio Pagola

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” Enseñaba con autoridad.” Domingo 28 de enero de 2024. Domingo cuarto del tiempo ordinario

Domingo, 28 de enero de 2024
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13-ordinarioB4 cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 18,15-20: Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”.
1Corintios 7,32-35: La soltera se preocupa de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos.
Marcos 1,21-28: Enseñaba con autoridad.

La palabra Deuteronomio viene de Deuteros = segundo, y Nomos = ley. Es la segunda versión de la legislación mosaica. El Deuteronomio fue elaborado a partir de pequeños fragmentos que fueron compilados por el autor o los autores a lo largo de más de seiscientos años. El material que conocemos tuvo un origen muy diverso. Una parte pertenece a la gran tradición oral que la confederación de tribus empleó para regular la aplicación de la justicia al interior de la comunidad y entre las tribus durante el tiempo de los Jueces. Otra parte proviene de las tradiciones del reino del Norte, elaborada por grupos que se oponían a la monarquía y proponían legislaciones alternativas para tratar de cambiar el despótico gobierno instalado en Samaría. Otra parte, es elaboración de tradiciones orales del reino del Sur vigentes en tiempos del rey Josías. Esta diversidad fue re-elaborada después del destierro por los sacerdotes y los sabios, hasta alcanzar la forma que hoy conocemos.

El documento tuvo varias ediciones en las que fue sucesivamente ampliado. Insiste en la necesidad de vivir unas relaciones interhumanas justas. La ley no es, en este documento, un fárrago de decretos aislados. Cada precepto está en función de defender la vida y la dignidad de cada persona en la comunidad. La ley expresa la vida íntima de la comunidad, la necesidad de que cada persona tenga lo mínimo para sobrevivir y nadie viva en una situación oprobiosa y miserable. De este modo, la ley deja de ser una ominosa obligación y pasa a ser un «don» que otorga Dios a todo el pueblo. Este don o alianza se fundamenta en el derecho de cada familia a poseer lo mínimo necesario, esto es, un pedazo de tierra donde pueda cultivar y donde pueda vivir sin ser una carga para los demás: “Como Yavé ha hecho don de este país su pueblo, nadie puede apropiarse de la tierra” (Dt 15, 4).

Para este autor la alianza, la ley o «don» debe ser interiorizada. La convivencia en el país que Dios ha dado al Pueblo peregrino exige un cambio de mentalidad que se traduce en una organización social donde el derecho divino prevalece sobre todas las instituciones. Lo central de este derecho es la justicia interhumana, entendida como fundamento de la convivencia social. “El rey debe ser hermano y recortar ventajas e intereses personales. Este abrirse generosamente a los otros es lo que demuestra la pertenencia a Yavé y lo que permite la pertenencia a este pueblo”.

En esta misma línea se ubica la promesa acerca del profeta venidero. Ese profeta se compara con Moisés. No viene a recordar al pueblo una u otra cosa. Viene para indicar cuál es el rumbo que el pueblo debe seguir. El profeta se preocupará por mantener vivo el Espíritu de la Ley, tema en el que insiste el Deuteronomio, de modo que no se convierta en una mera formalidad, sino que exprese las necesidades vitales de la comunidad y de cada ser humano.

El Deuteronomio da inicio a una tendencia que Jesús llevará adelante. Para Jesús, y en general para todos los profetas, lo fundamental de la ley es preservar la dignidad, la intimidad y el valor de cada ser humano, el derecho a vivir en una comunidad donde sea valorado por lo que es y no por lo que tiene. De este modo, la legislación deja de ser un precepto que rige alguna cosa en particular, y se convierte en expresión de las necesidades vitales del ser humano. A esto llama la Biblia “llevar la Ley en el corazón”.

Esta nueva manera de ver la ley es la que aplica Pablo en la carta a los corintios. Él aconseja, sugiere, opina, exhorta y amonesta teniendo en cuenta la situación de la comunidad, en el marco social, y la situación de la persona, en el marco de la comunidad. No impone criterios rígidos que agobien la conciencia de las personas, sino que busca que cada persona esté a gusto con su situación.

La comunidad, preocupada por opiniones adversas al matrimonio, le pregunta al apóstol Pablo: ¿sería preferible no casarse? Para Pablo lo importante es que cada persona de la comunidad cristiana se sienta a gusto y motivada para servir. Por eso su mensaje no orienta a los que están casados, sino que se preocupa por los judíos y por los esclavos. Los judíos para que no renieguen de su cultura y tradiciones, pero para que tampoco se la impongan a los demás. A los esclavos los anima a no desanimarse por su condición y a buscar una oportunidad para liberarse. De este modo, ninguno se puede sentir ni inferior ni superior a los otros. Todos son iguales porque al interior de la comunidad se respeta la diferencia. Este es el principio de igualdad.

En todos los casos, situaciones, estados civiles, posiciones sociales… Pablo insiste en la urgencia de buscarse un camino para vivir la libertad que nos dejó Cristo y, siendo libres, preparar la irrupción del Reino. El Señor vuelve cuando la comunidad, libre ya de trabas sociales, culturales o ideológicas, da testimonio de un modo de vivir alternativo y liberador.

Esta capacidad, para discernir cada situación en particular, fue una de las cosas que más admiró la multitud en Jesús. Mientras otros maestros y líderes respondían con exhaustivas explicaciones y citando códigos, preceptos y doctrinas, Jesús respondía con la verdad simple y llana.

Jesús estaba interesado en la situación particular de cada ser humano: en sus sufrimientos, en las ideas que lo atormentaban, en aquellas cosas que le impedían ser libre y espontáneo. Este interés no obedecía a un interés político encubierto, sino a una genuina valoración de cada persona que encontraba en el camino. Muchos movimientos y grupos muestran interés por los individuos mientras estos sirven a sus intereses proselitistas, mientras son sus adeptos, luego, si disienten, los ignoran o los marginan. Jesús se manifestó abiertamente contra este modo de actuar y lo declaró abiertamente: el sábado, o sea la ley, las costumbres, todo lo prescrito, está al servicio de cada ser humano y no al contrario.

Precisamente, su lucha contra los demonios fue una lucha contra las ideologías instaladas en las sinagogas, que buscaban un mesías glorioso, un militar implacable, un reformador religioso. Jesús nunca se identificó con estos propósitos. Por esta razón, conmina a los “espíritus inmundos” o ideologías opresoras a guardar silencio y a no tratar de seducirlo con falsas aclamaciones y reconocimientos.

El pueblo sencillo reconocía esta lucha contra el formalismo de la ley la ideología que la sustentaba. La propuesta de Jesús los liberaba de la pesada carga moral, económica y cultural que suponía cumplir los más de seis mil preceptos que estaban vigentes para regular todos los aspectos de la vida personal y comunitaria. Mucha gente se preguntaba: ¿no será este hombre el nuevo legislador? ¿No será el hombre prometido como reemplazo del profeta Moisés? ¿No será la propuesta de Jesús, el Reinado de Dios, la “nueva Ley?” ¿Por qué sus acciones liberadoras y su lucha contra el mal es tan eficaz?

Hoy debemos preguntarnos: ¿hemos seguido la propuesta de Jesús de que cada ser humano tenga un valor inalienable? ¿Creemos que nuestra tarea, como anunciadores de la buena nueva, es ayudar a todos los seres humanos a liberarse de las trabas que nos les permiten crecer con libertad y espontaneidad? ¿Tiene carácter normativo la Buena Nueva de Jesús, o la tomamos a la ligera como las noticias de cada día? Leer más…

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28.1.24 Dom 4 TO. Un demonio específico de sinagoga/iglesia (Mc 1, 21-28)

Domingo, 28 de enero de 2024
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IMG_2704Del blog de Xabier Pikaza:

Hay cien tipos de demonios (“daimones” de  personas o grupos), bien estudiados por antropólogos judíos y cristianos, occidentales y orientales (desde el Talmud y Padres de la Iglesia hasta hoy). De ellos me he ocupado en otros trabajos.

Esos demonios se trans-mutan y trans-figuran. No tienen entidad ontológica objetiva (sub-stancias tipo aristotélicas), sino que forma parte del despliegue socio-personal/de los hombres (como belzebú y mammón). El problemas no es su existencia en abstracto, sino su forma de existencia.

La tabla de categorías/predicamentos de Aristóteles sigue teniendo un valor inmenso. Pero, al lado de ella, debe colocarse la tabla  de categorías demoníacas del NT, que aparece de formas distintas en Marcos, Apocalipsis, Pablo y Juan, por poner cuatro ejemplos.   El evangelio de hoy habla de un demonio sinagogal (eclesiástico)  según  Marcos.

Texto. Mc 1, 21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu impuro, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.”

Jesús le increpó: “Cállate y sal de él.” El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.” Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Tema de fondo

Trasfondo. Una sinagoga del Diablo. Había en Israel sinagogas donde los fieles acudían para escuchar la Palabra de Dios y comentar (aplicar) la Escritura. Pues bien, precisamente allí donde el pueblo debía alcanzar mayor pureza (y vivir más resguardado), ha descubierto Jesús al hombre impuro, al endemoniado. La sinagoga/iglesia, creada para el bien, ha venido a convertirse en el lugar donde actúa más a sus anchas el demonio (=espíritu impuro).

 El Diablo en la Iglesia. Pero no acusemos a los judíos de entonces, sino, de un modo especial, a los cristianos (para quieres escribe Marcos su evangelio), sabiendo que hay sinagogas-iglesias que, debiendo ser casas de Dios, se han convertido en “guaridas del Diablo”, lugares donde se oprime a los indefensos y se destruye a las personas.

Esta es una escena de fondo histórico sinagogal: La iglesia conservaba recuerdos de Jesús que actuaba en algunas sinagogas, realizando allí sus exorcismos. En ese sentido, el evangelio de Marcos recoge tradiciones de la historia de Jesús que aparece realizando exorcismos en sinagogas que, en vez de ser lugares de la “palabra de Dios”, para sanación de los hombres, se habían convertido en refugio de poder malignos, de opresión y mentira.

Pero más que las sinagogas antiguas, a Marco le importan la comunidades cristianas. El poder diabólico, destructor del hombre, sigue actuando en comunidades cristianas que, en vez de ser espacios “liberados” han venido a convertirse en lugares de opresión, impureza humana y muerte. Éste es un tema clave de las iglesias del siglo XXI,  con escándalos de dominio clerical, dominación opresora y per-versión sexual (empezando por la pederastia).

El tema no es si es si hay un diablo personal (hembra o macho), sino dónde actúa lo diabólico. Es evidente que la mayoría de las sinagogas o lugares eclesiales han sido espacios santos, casas de Dios. Pero seguimos corriendo el riesgo de convertirlas en guaridas del Diablo. Por eso sería conveniente “llamar” a Jesús y pedirle que “limpie” a su Iglesia, in capite et in membris, como siempre se ha dicho, es decir, empezando desde de lo más alto…

Que la sinagoga y la iglesia sea lo que son, casas de la Palabra, hogares para el diálogo con Dios. Eso es lo que quiso Jesús. Por eso, según Marcos, él empezó aquí su misión (Mc 1) su misión limpiando la sinagoga de Cafarnaúm, para terminar limpiando el templo de Jerusalén (guarda y guarida de ladrones  (Mc 11).

Misión de Jesús: Descubrir y acallar demonios (Mc1, 21-22).

 No ha comenzado ofreciendo su palabra en los lugares que parecen más contaminados: casas públicas, cuarteles, mercados, caminos… Al contrario, él ha venido al corazón de la pureza judía (sinagoga) como indicando que precisamente allí, en el espacio que debía ser más limpio, se encontraba un hombre hundido en gran necesidad, poseído por un espíritu impuro. Él ha escogido con toda claridad el lugar de su actuación.

No clama en el desierto, esperando que los hombres vengan, como hacía Juan bautista. Le hemos visto en la orilla del mar, para llamar a cuatro pescadores. Más tarde le hallaremos enseñando de manera sistemática en el campo, también junto al mar (cf. 3,7-12). Pero ahora, por imperativo de su formación (raíz) judía, él tiene que acudir a la sinagoga que convoca y reúne a los creyentes normales de su pueblo.

Aprovecha el sábado, día en que los fieles se reúnen, para así enseñarles, como judío cumplidor que tiene una palabra para el pueblo. Aunque Marcos dice que la sinagoga era de ellos (autôn), como indicando la ruptura que ya existe (hacia el 70 d. C.) entre cristianos y judíos fieles a su vieja tradición, es evidente que en tiempo de Jesús no había tales divisiones. El nuevo profeta galileo entra de forma normal en esa casa de cultura-religión y enseña de manera programada dentro de ella. Como maestro de renovación intrajudía se comporta Jesús en ese tiempo.

Pero el texto destaca pronto un rasgo imprevisto: dentro de la sinagoga se halla un hombre impuro, un endemoniado, una presencia que va en contra de todos los esfuerzos de separación y santidad que ha trazado (está trazando) el rabinismo, a partir de los principios recogidos en el código legal antiguo de Lv 16.

  Un demonio de sinagoga

Ciertamente, las autoridades judías no parecen saber que es un impuro; si pudieran conocerlo, si supieran que dentro de la misma sinagoga se esconde un hombre extraño (endemoniado), lo hubieran expulsado de su seno… Pero de hecho, un tipo de sinagogas e iglesias atraen al Diablo.  Era difícil encontrar un signo más hiriente. La sinagoga debería ser espacio de total pureza, hogar donde los humanos forman la auténtica familia de Dios, en libertad y transparencia. Pues bien, en contra de eso, Jesús sabe que la sinagoga mantiene al hombre en impureza, fuera de sí, cautivado.

Por eso, él viene con sus cuatro pescadores finales, para empezar su tarea, en gesto solemne, buscando al pobre endemoniado, primer destinatario de su reino. Jesús viene al lugar donde debía encontrarse todo limpio, pero “descubre” que en esa sinagoga sufren y malviven los humanos oprimidos por los varios “demonios” de este mundo: enfermos, marginados, destruidos por la patología religiosa. ¿Cómo explicar eso?

¿Cuál es la razón de que haya endemoniados en la sinagoga/iglesia?

El texto supone que ello se debe a la impotencia de los escribas. Lo que está en juego es el valor o, mejor dicho, el poder de la enseñanza. Ciertamente, los escribas saben:son técnicos capaces de entender e interpretar las Escrituras al detalle, fijando su sentido literario y precisando sus aplicaciones. Pero les falta poder para cambiar al hombre, es decir, para descubrir y curar al poseído.

Las sinagogas son casas donde se estudia y se quiere cumplir la Ley de la pureza Dios (de la Escritura), pero el pobre endemoniado sigue impuro y nadie puede transformarlo. Discuten los sabios y el poseso calla, dominado por su enfermedad, como aplastado por su misma sensación de desamparo y dependencia. Parece que todo está normal, hasta que llega Jesús. Los letrados callan, pero la gente sabe discernir: ¡éste trae una enseñanza nueva! Callan los escribas, pero los endemoniados hablan: entran en crisis, descubren en Jesús algo distinto; por eso le preguntan y le increpan: ¿«qué tenemos que ver contigo?, ¿has venido para perdernos?».

Sinagogas/iglesias que “crean” demonios

El impuro de la sinagoga “conoce” a Jesús, descubriendo que ha venido a “luchar contra el demonio”… Los otros no saben que había demonio, pensaban que el sometimiento del “endemoniado” era natural. La misma sinagoga creaba hombres endemoniados

 No es el impuro el que habla, sino el “espíritu” que le tiene poseído, un espíritu plural, que conoce a Jesús desde el principio, y así le dice: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Es como si le dijera que “ellos” no quieren hacer la guerra, que pueden pactar con Jesús, repartiéndose cómodamente las “posesiones”, como han hecho con las autoridades de la sinagoga, donde pueden entrar y tener sus posesos.

 Jesús cura al poseso. Palabra y presencia sanadora (1, 25-26

  No argumenta con él, no razona. Hay poderes de perversión con los que no se puede hablar, hay que mantenerles en silencio desde el principio, no con la autoridad de una doctrina erudita (como aquella que han desarrollado los escribas), sino con el poder más fuerte de la vida, propio del Hijo de Dios, que sabe descubrir la opresión humana y luchar contra ella, en la sinagoga o fuera de ella (o en la misma iglesia).

Todos los restantes principios de sinagogas o iglesias le parece secundarios (ritos, doctrinas, sacralidades…). Lo único que importa (que le importa) es la libertad de los hombres y mujeres: que puedan ser ellos mismos, sin disociación interior, sin estar poseídos por espíritus externos. La autoridad de Jesús se identifica con su misma palabra sanadora que ilumina al oprimido por la sacralidad ritual judía.

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Dos reacciones ante Jesús. Domingo 4º. Ciclo B

Domingo, 28 de enero de 2024
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IMG_2681La sinagoga de Cafarnaúm que no conoció Jesús

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Marcos ha presentado a Jesús recorriendo Galilea para anunciar la buena noticia del reinado de Dios. Pero no ha dicho nada de cómo reaccionaba la gente. Sabemos que cuatro muchachos, atraídos por su persona, lo dejan todo para seguirlo. ¿Y el resto? El evangelio de hoy constata dos reacciones opuestas: la mayoría de la gente se asombra de la autoridad de Jesús y de su poder sobre los espíritus inmundos; pero estos se rebelan inútilmente contra él.

El asombro de la gente

Marcos nos sitúa en uno de los pueblos más importantes de Galilea, Cafarnaúm, nudo de comunicaciones con Damasco. Un sábado, Jesús entra en la sinagoga y enseña. Marcos no se detiene a concretar su enseñanza. Lo que le interesa es la reacción del auditorio.

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.

«Con autoridad, no como los escribas». La idea es curiosa, porque los escribas no eran gente impreparada e ignorante, que decían cualquier tontería para salir del paso. Tenían una larga y profunda formación. Pero, en opinión de la gente, enseñaban sin autoridad, incapaces de tener una idea propia, de aportar algo nuevo. Jesús, en cambio, los asombra por esa autoridad. ¿Qué dijo para suscitar esa impresión? Marcos no lo concreta, porque su táctica consiste en despertar la curiosidad del lector y animarlo a seguir leyendo.

El rechazo de un pobre diablo

No todos están de acuerdo con lo escuchado. Hay uno que reacciona en contra: un endemoniado. En realidad, se trata de un pobre diablo. No opone resistencia. Sólo puede protestar, reconocer que los suyos están derrotados y abandonar, retorciéndose y huyendo, el campo de batalla.

Había precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

̶  ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.

Jesús lo increpó:

̶  Cállate y sal de él.

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él.

Espíritus inmundos y demonios forman, en la concepción dramática de Mc, el ejército de Satanás. Las palabras que pronuncia el espíritu condensan el misterio de Jesús y de su actividad. El que aparentemente es solo un hombre natural de Nazaret llamado Jesús es, en realidad, «el Santo de Dios». Este título es muy raro. Solo se encuentra aquí, en el texto paralelo de Lucas, y en el evangelio de Juan, cuando Pedro, después de que muchos abandonen a Jesús, afirma: «Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,69). Lo que Pedro y los demás discípulos han terminado creyendo, superando una gran prueba de fe, el endemoniado lo sabe de entrada. Descubrir el misterio de Jesús será una de las misiones del lector del evangelio.

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En cuanto a su actividad, la pregunta del endemoniado la deja claro: ha venido a acabar con los demonios y con el poder de Satanás. Al lector moderno le resulta un lenguaje extraño. Prefiere hablar de lucha contra el mal, de victoria del bien sobre las fuerzas del mal. Pero Marcos se mueve en otras coordenadas culturales y religiosas.

Aparece por primera vez, en este contexto, una idea que se repetirá muchos en Mc: Jesús impone silencio al espíritu, prohibiéndole hacer pública su verdadera identidad.

La guerra contra Satanás y los espíritus inmundos

Marcos concibe su evangelio como una guerra entre el bien y el mal. Inmediatamente después del bautismo, Jesús es impulsado por el Espíritu al desierto, y allí es tentado por Satanás, mientras los ángeles le sirven. Marcos no cuenta ninguna de las famosas tentaciones. Se limita a presentar a los dos adversarios en lucha: Jesús y Satanás. Y esa guerra continúa con una batalla, vencida fácilmente por Jesús, contra un soldado de Satanás.

  Ya que nuestra idea del demonio está muy marcada por ideas posteriores, recuerdo que en el evangelio de Marcos los espíritus inmundos aparecen con dos rasgos principales: a) Sirven para explicar casos muy complicados para la medicina de la época. b) Expresan la oposición radical al plan de Dios y a la actividad de Jesús.

  Marcos dejará claro a lo largo de su evangelio que los enemigos más peligrosos de Jesús no son los demonios sino los hombres. Serán ellos quienes terminen matándolo.

Admiración final

     Todos se preguntaron estupefactos:

     ̶  ¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen.

     Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Tras la huida del demonio, el protagonismo pasa a los presentes en la sinagoga. Antes se admiraron de la autoridad con la que enseña Jesús. Ahora se quedan estupefactos al ver que, además, tiene también poder sobre los espíritus inmundos. Y se preguntan: “¿Qué es esto?” ¿Qué está ocurriendo aquí?

¿Un profeta como Moisés? (Deuteronomio 18,15-20)

Lo que ocurre es el cumplimiento de algo pedido por los israelitas muchos siglos antes. En el monte Sinaí, donde piensan que Dios se comunica a través de truenos y del incendio de un volcán, muertos de miedo le piden a Moisés que Dios no le hable directamente. Moisés les promete que lo hará a través de un profeta como él. E indica dos condiciones: 1) el pueblo deberá escuchar al profeta; en caso contrario se le pedirá cuenta; 2) el profeta debe decir lo que Dios le mande, no lo que se invente, ni hablar en nombre de otros dioses.

  La relación con el evangelio es clara: 1) el profeta esperado es Jesús, aunque no será semejante a Moisés, sino muy superior a él. 2) El auditorio de Cafarnaúm, en su mayoría, escucha a Jesús, se admira de su enseñanza y lo alaba; hay uno, el poseído por un espíritu inmundo, que se opone, y es castigado. 3) Queda una duda: ¿enseña Jesús lo que Dios le manda? Marcos no lo dice, sólo insiste en que enseña con autoridad, algo que no tienen los escribas. El contenido de su predicación será lo que divida más tarde a los oyentes de Jesús: unos lo considerarán un auténtico profeta, que habla en nombre de Dios; otros, un hereje, un blasfemo y un endemoniado.

Moisés habló al pueblo, diciendo:

El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: «No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese gran fuego, para no morir».

El Señor me respondió: «Está bien lo que han dicho. Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá.”

¿Cuál será nuestra reacción?

  Marcos ha presentado dos reacciones muy opuestas ante la persona y la actividad de Jesús: admiración y rechazo. Con ello queda claro lo que espera de cada uno de sus lectores. Decía un pensador griego que «el asombro llevó a los hombres a filosofar». Marcos, de forma parecida, sugiere que la admiración es el punto de partida para creer en Jesús. Poco a poco, la pregunta de la gente «¿qué es esto?» se convertirá en «¿quién es éste?».

«No endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 94)

El salmo ha sido elegido por su relación con la primera lectura, en la que Dios exige escuchar al profeta que hable en su nombre, y el salmista nos exhorta: «Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor».

También es fácil relacionar el salmo con el evangelio. El poseído por el espíritu inmundo endurece su corazón, rechaza a Jesús. Nosotros debemos aclamar al que nos salva, darle gracias y escuchar su voz.

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Domingo IV del Tiempo Ordinario. 28 de enero, 2024

Domingo, 28 de enero de 2024
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Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza…”

(Mc 1, 21-28)

Ahora que las Navidades nos empiezan a quedar lejanas y que la rutina acecha mezclada con nuestra cotidianidad, nos viene bien ser Cafarnaún.

Sí, este domingo IV nos podríamos convertir en Cafarnaún y dejar que llegue Jesús. ¡Qué bueno que ande por nuestras calles y que se “meta” en nuestras cosas!

Y qué sorpresa tan agradable si este domingo viniera Jesús a enseñar (o a lo que Él quisiera) a nuestra iglesia. Sería estupendo verle entrar por la puerta y saber que ha querido venir a estar con nosotros. Le escucharíamos con gusto, quizá también con asombro.

¿Nos llamaría la atención su manera de enseñar? ¿Qué espíritus inmundos tendría que sacar fuera? ¿De qué tendría que liberarnos?

Impresiona ver que son los espíritus inmundos quienes primero reconocen a Jesús. “Sé quién eres, el Santo de Dios.” También es llamativa la facilidad que tiene Jesús para deshacerse de estos espíritus. “Cállate y sal de él.”

Dejemos que Jesús “llegando” a nosotras nos convierta en Cafarnaún (que significa “Aldea del Consuelo”). Que entre en nuestros espacios, tanto públicos como privados, y nos libere de cualquier mal espíritu que se nos haya colado. Hoy somos Cafarnaún. Y con Jesús en nuestro interior podemos ser una “Aldea de Consuelo” a la que se puedan acercar todas aquellas personas que necesitan un lugar acogedor donde encontrarse con Dios. Hoy podemos convertir nuestra oración en una plaza amplia, una plaza de pueblo, de aldea, donde tengan cabida los pequeños y los grandes sufrimientos de la humanidad. Que la unión de nuestras oraciones ensanche ese espacio de consuelo.


Oración

Bendícenos, Trinidad Santa, con el don del consuelo para que, como decía Etty Hillesum, “seamos bálsamo para toda herida”.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús liberado Él mismo, nos marca el camino de la liberación.

Domingo, 28 de enero de 2024
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mark3-1-6DOMINGO 4 º (B)

Mc 1,21-28

Estamos en el primer día de actividad de Jesús. Como veremos en estos dos domingos, fue un día de plena actividad. Naturalmente es un montaje perfecto para manifestar las intenciones de Jesús al comenzar su vida pública. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga, lugar donde se desenvolvían las relaciones humanas en aquella época. A la sinagoga se iba para comunicarse con Dios a través de la Ley y la oración. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo. La relación con Dios y la relación con las autoridades religiosas no liberaban, sino que esclavizaban.

Por dos veces se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. El domingo pasado había dejado claro que enseñaba la buena noticia de Dios. No va solo a enseñar, sino a liberar de toda opresión. La institución no da la libertad, sino que somete a la gente por una interpretación literal de la Ley. El texto nos habla de sus obras. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de todo poder opresor. Jesús libera cuando actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación de la fuerza opresora de la Ley. Su intención en este relato es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quién es este hombre? Todo lo que irá desarrollando a lo largo del evangelio será la respuesta.

Enseñaba como quien tiene autoridad. La palabra clave es “exousia”. No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este término. Debemos distinguirlo de “dynamis”. Esta distinción es relativamente fácil: “Dynamis” sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física. “Exousía” sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político, social o moral, siempre en el ámbito interpersonal. La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. La “exousía” puede tenerla por sí misma la persona la o recibirla de otro que se la otorga.

¿Qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa “autoridad”? Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios “Todopoderoso” que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Solo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla. Solo cuando tomemos conciencia de lo que somos perderemos el miedo a darnos totalmente.

Jesús no potencia la autoridad de la Ley, sino que manifiesta su propia autoridad. No se limita a repetir lo dicho por otros sino a decir algo nuevo. Jesús enseñaba con autoridad, porque hablaba de su experiencia. Trataba de comunicar a los demás sus descubri­mientos sobre Dios y sobre el hombre. Los letrados del tiempo de Jesús enseñaban lo que habían aprendido en la Torá. De ella tenían un conocimiento perfecto y explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir cumplirla, era que le dieran gloria a Él.

Les llamó la atención ver que Jesús hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autorida­des religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica, responden a lo mismo.

Cállate y sal de él. Jesús despierta la voz de los sometidos que antes estaban en silencio. La expulsión del “espíritu inmundo” refleja el planteamiento del evangelio como una lucha entre el bien y el mal.  “Mal” es todo lo que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del “exorcismo”, que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo estrafalario. Simplemente con su palabra obra la curación.

Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después repetimos como papagayos. Eso no puede funcionar. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se trasmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial. Esta es la razón también de que los jóvenes no nos hagan puñetero caso cuando les hablamos de Dios.

Espíritu inmundo sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás. Para los rabinos, impuro es el que no cumple la Ley, para Jesús impuro es el que está oprimido. Fijaos hasta qué punto estamos todos poseídos por espíritu inhumano. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. La tarea más acuciante del ser humano, es descubrir sus propios demonios. Solo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de vencerla. Muchas de las fuerzas que actúan hoy en nombre de Dios también oprimen, reprimen, comprimen y deprimen al ser humano.

Una importante tarea sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que somos. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que trata por todos los medios de que el hombre no alcance su plenitud. La manera de conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar la libertad que le permitiría alcanzar plena humanidad. En el lugar más sagrado para los judíos, Jesús descubre la impureza. No en el mercado, no en las plazas púbicas. Es muy clara la intención del evangelista al poner de manifiesto la realidad de la religión.

Nuestra vida debía ser no un acopio de poder sino de autoridad para ayudar al hombre a liberarse de sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra hombre alguno sino contra las fuerzas que los oprimen. Como individuos, como comunidad y como Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra autoridad, pero no la que desplegó Jesús sino la que nos permite dominar a los demás. Si utilizamos la autoridad para someterlos, aunque sea bajo pretexto de buscar su propio bien, estamos en la antípoda del evangelio.

Todos los seres humanos necesitamos ayuda para superar nuestros demonios, y todos podemos ayudar a los demás a superarlos. Es verdad que existe mucho dolor que no podemos evitar, pero debíamos distinguir entre el dolor y el sufrimiento que ese dolor puede infligir. Soportar el dolor antes de que alcance la categoría de sufrimiento sería la tarea decisiva de cada uno. Aquí tenemos un margen increíble para la maduración personal, pero también para desplegar cauces de ayuda a los demás. Estoy seguro que las curaciones de Jesús fueron encaminadas a suprimir el sufrimiento, no el dolor.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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