Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
01.- El Buen Pastor.
El IV domingo de Pascua es el del Buen Pastor: (el redil, el rebaño, las ovejas, la puerta) (Juan, 10). Yo soy el Buen Pastor.
Inspira gran confianza saber que el Señor es el Pastor que guía y apacienta nuestra vida.
Este domingo del Buen Pastor es un momento propicio para pensar un poco en qué pueda consistir (y cómo) ser pastor de la comunidad
02.- Vocaciones nativas: ¿Día del clero nativo?.
Coincidiendo con este día del Buen Pastor, celebramos el día de las vocaciones nativas.
No deja de tener alguna ironía que hablemos de vocaciones nativas para denominar a las vocaciones del tercer mundo, en los países de misión.
Nativos somos todos: en algún sitio hemos nacido.
Pudiéramos decir que es una jornada para pensar un poco más que en las vocaciones, en los ministerios, en las tareas en la Iglesia. Los textos de hoy los podríamos tomar en esta perspectiva ministerial, eclesial.
03.- Vocación: llamada.
La palabra “vocación” significa llamada: llamamiento.
Pero ¿quién es el que ¿llama y para qué?
Nosotros entendemos como que Dios llama a una persona: un chico o una chica para que entren en un noviciado, en un seminario y, al cabo de unos años de formación, se ordenen de sacerdote o hagan los votos para determinada Congregación.
Solemos decir que estamos atravesando una gran crisis de “vocaciones”. Los seminarios y noviciados están casi vacíos: va disminuyendo el número de sacerdotes, de religiosos, frailes, monjes y monjas, etc…
La llamada en los primeros tiempos de la iglesia
En la época del NT, en los primeros siglos de la vida eclesial no existió, no podía existir tal crisis de vocaciones y no porque fuesen mejores cristianos que nosotros, sino porque los criterios para estas cosas eran muy diferentes de los que nosotros conocemos y vivimos.
En los primeros siglos los criterios para constituir a una persona en un servicio eclesial (ministerio) eran:
- Quien llamaba era la comunidad eclesial, que pedía a determinadas personas aptas, prestaran un servicio a la vida de la comunidad.
- Tal llamada era para atender las diversas necesidades de la vida comunitaria: la Palabra, los enfermos, atender a los necesitados, el alimento (quizás hoy diríamos Cáritas), necesitados, la presidencia de la Eucaristía, (sacramentos), etc…
Propiamente en aquellos primeros momentos no existía clero [1], ni sacerdotalización, ni celibato…
04.- La ministerialidad no se agota en el diacono, presbítero, epískopos (obispo).
En la época del NT y en los primeros tiempos los servicios (ministerios) en la Iglesia los marcaba no la trilogía diácono, presbítero, obispo, sino que la ministerialidad era mucho más amplia y venía marcada por las necesidades de la comunidad, por las necesidades que tenían las comunidades. Y así había profetas, doctores, mujeres –quizás viudas- que atendían algunas necesidades, jóvenes, etc.
Esto quiere decir que los ministerios, las responsabilidades en las comunidades cristianas eran mucho más ágiles y mucho más amplias de lo que serán posteriormente.
Pablo o Pedro en Corinto, Roma, etc… crean unas comunidades cristianas entre gente muy sencilla, con los estibadores de los puertos, gente ruda, pobre, inculta,
San Pablo en Corinto, por ejemplo, no ordena ningún cura, pero alguien presidía la Eucaristía. (La Iglesia puede vivir sin curas, pero no puede vivir sin Eucaristía). Las comunidades leían algunas palabras o “textos” de Jesús provenientes de los apóstoles (después serán los evangelios), leían alguna carta o texto. Aquellas comunidades ayudan a los enfermos, ancianos, etc…
Ni tan siquiera -en esta época inicial- se puede hablar de clero y laicos. Son unas pequeñas comunidades de creyentes que se ayudan a vivir la fe. Y el que presidía aquella comunidad, las necesidades, aquel presidía la Eucaristía, sin pensar en una ordenación.
Probablemente los ministerios eclesiales en aquella época neotestamentaria se parecen más a los laicos que prestan algún servicio a la comunidad cristiana: catequesis, confirmación, cáritas… más que a los curas actuales.
05.- Posibilidades abiertas.
Este modo de ser y entender el ministerio eclesial en el NT abre grandes posibilidades en la vida de la Iglesia y de las comunidades, no solamente en países lejanos, sino también en los nuestros que somos “tierra de misión“.
Muchas comunidades cristianas africanas y en otras latitudes, incluyendo ya las nuestras, no tienen un sacerdote. El catequista africano, generalmente un hombre sencillo, pobre e inculto, (pero creyente y testigo de la fe) es el que convoca la asamblea el domingo, quizás también los días de labor, lee y explica la Palabra lo mejor que sabe y puede, pero no pueden celebrar la Eucaristía (¿).
06.- Presidencia de la Eucaristía.
Con el evangelio en la mano, es infinitamente anterior la necesidad y el derecho a celebrar la Eucaristía, antes que el tener una figura sacerdotal. Son muchos los teólogos que han pensado y piensan que es más importante y anterior la celebración de la Eucaristía a tener un sacerdote “modo tridentino“. Las comunidades de S Pablo no tuvieron sacerdotes de este estilo, pero con toda seguridad celebraron la Eucaristía, el Bautismo, la Palabra…
El criterio era que: quien pastoreaba –quien presidía- la comunidad, presidía la Eucaristía.
Pensemos en comunidades que se quedan o no tienen sacerdote:
- Comunidades de personas enfermas: clínicas, hospitales. Desde la mentalidad de Pablo y del NT, Qué duda cabe que los Hermanos de San Juan de Dios (por ejemplo), que llevan adelante una clínica, un grupo de enfermos son los que podrían y deberían atender las necesidades humano-cristianas de esa comunidad Los Hermanos y Hermanas que atienden a esos enfermos son los que deberían administrar la Unción, celebrar la Eucaristía. [2]
- Comunidades de ancianos: asilos. Quien atiende a esos ancianos, es quien también les acompaña en la fe, les conforta en la etapa final y les ofrece -celebra- el Pan de Vida.
- Comunidades educativas: En la enseñanza-educación de niños, adolescentes, según la mentalidad del NT, los hermanos (Escolapios, la Salle, Salesianos, Marianistas, Maristas, así como colegios regidos por religiosas, etc.) dedicados a la enseñanza. Religiosos y religiosas que están las “ocho horas” del día y siguen toda la evolución desde niños hasta la juventud, son quienes les habrían de explicar la Palabra y quienes de celebrar con ellos la Eucaristía, han de confirmarles en la fe.
- Comunidades perseguidas: en la antigua Unión Soviética, en China: comunidades en las que no contaban con sacerdotes (estaban encarcelados o habían sido martirizados). En esa larga noche de persecución no podían celebrar la Eucaristía por una mera cuestión disciplinar. ¿No debería “alguien” debidamente designado, presidir la Eucaristía, el perdón, la unción de los enfermos…?
- Comunidades cristianas nacientes en el corazón de Africa, jóvenes Iglesias a las que un modo de entender el ministerio les priva de celebrar la Eucaristía.
- En los Hechos de los Apóstoles hay un momento en el que se presenta la necesidad de atender las mesas (el alimento) y las necesidades de las viudas de la comunidad. La comunidad elige a 7 personas, (HH 6,1-7). En nuestra diócesis (y en otras muchas) estamos en un momento de nombramiento de un nuevo obispo: ¿se consultará a los sacerdotes, al pueblo de Dios? La Tradición apostólica dice en el siglo III que “se ordene como obispo a aquel que haya sido elegido por todo el pueblo y que sea irreprochable”. [3] En el año 428 el papa Celestino I decía: “Ningún obispo contra la voluntad de su pueblo”.
07.- ¿Sinodalidad o volver al Nuevo Testamento?
Estas cosas fueron así en los primeros siglos de la vida de las comunidades cristianas y podrían seguir siendo así. Es cierto que hay que ser prudentes, que habría dificultades prácticas, que los pasos a dar habrían de ser respetuosos y quizás lentos, pero ello no significa que las cosas no pudieran y debieran cambiar. Al menos “no aprisionemos la Verdad”. No apaguéis el Espíritu.
El primer paso debiera ser primero confiar en los laicos y confiarles tareas con plena responsabilidad, cosa a la que todavía no hemos llegado ni en nuestras Parroquias ni en nuestras propias Diócesis. La desconfianza y el miedo al mundo laical es enorme.
Está bien orar por las vocaciones, pero hay que dar pasos eficaces en el plano teológico y disciplinar, de lo contrario todo se queda en música celestial y en una deshonestidad cristiana.
Es cierto que vivimos una profunda crisis religiosa, pero no es sano ni cristiano el acentuar más la crisis con unos criterios de acceso al ministerio que dificultan todavía más las cosas. El concilio de Trento fue un gran concilio que elevó mucho el nivel moral, intelectual y disciplinar del clero, pero Trento no es ni la última, ni la única, ni la más importante Palabra del cristianismo. El evangelio, el Nuevo Testamento y, sobre todo Cristo, es el único y buen Pastor.
Que el Buen pastor siga dándonos la Vida eterna, tal y como hemos escuchado en el evangelio y Él guíe nuestras comunidades.
[1] Hace unos días decía el cardenal salesiano Cristóbal López, arzobispo de Rabat, decía en un encuentro celebrado en que: “la Iglesia en España funcionará mejor cuando haya 10.000 sacerdotes menos; si no, los cristianos laicos no tomarán la responsabilidad que les corresponde”. La reducción del número de fieles es un “signo” que hay que interpretar “positivamente”, asegura.
[2] Cf BOROBIO, D. Los ministerios en la comunidad cristiana, Barcelona, Centro Pastoral Litúrgica, Biblioteca Litúrgica n 10, 1999. En esta obra el autor sugiere la necesidad de crear unos ministros extraordinarios de la Eucaristía.
[3] JMR Tillard, El Obispo de Roma. Estudio sobre el papado,, Santander, Ed Sal Terrae, 1986, 95
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Biblia, Espiritualidad
4º Domingo de Pascua, Buen Pastor, Ciclo C, Dios, Evangelio, Jesús, Pascua
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