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El problema no es tanto ser pecador, sino creerse justo

Domingo, 18 de diciembre de 2022
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Para una celebración de” perdón.

01.- El Espíritu de Dios está sobre María.

La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.

La persona y la vida de María están presididas por el Espíritu de Dios.

Es el Espíritu del Génesis:

    La tierra al comienzo era confusión y caos, las tinieblas cubrían la tierra, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas y surgió la luz y el sentido (Gn 1,2-3).

    La evolución alcanzó un momento cualificadamente diverso y superior cuando Dios infunde aliento vital a la debilidad humana, al barro (Gn, 2,7) y así el ser humano llega a ser viviente.

  • ¿Soy consciente de mi debilidad, de que por mí mismo soy barro? El barro humano sin espíritu es un caos y confusión. La inteligencia, la libertad, la sexualidad, las capacidades humanas sin espíritu quedan en pura materialidad, sin “aliento vital”.
  • ¿Mi vida es un caos, una confusión de cosas, deseos y pulsiones sin espíritu? ¿Hay espíritu, aliento vital en mi vida? ¿”Soy viviente” o “vegeto” por la existencia? ¿Qué espíritu preside y guía mi vida?
  • Mi vida se me había vuelto un fruto seco, (Salmo 31). ¿Tal vez vivo un tanto inconscientemente?, ¿La vida se me escapa de entre las manos “sin enterarme”?

    El Espíritu es la fecundidad de María (Mt 1, 18)

  • Cuando el Espíritu de Dios preside nuestra vida, como la de María, brota vida, surge la Vida.
  • La “nube de Dios” por el desierto de la vida, su Espíritu protege y hace fecunda la existencia humana y la llena de sentido, de libertad y creatividad.

Sin el Espíritu de Dios, lo engendrado por la mujer galilea, es, sin más, hijo de María. Con y desde el Espíritu de Dios, el hijo de María es, Cristo, hijo de Dios.

  • Lo santo, lo noble nace de la epifanía (manifestación) del Espíritu que se encarna en nuestra humanidad de pecado y de gracia.
  • ¿Mi espíritu es de vidao de dinero, de patria, placer, de poder o de “nada”?

    Jesús vive una profunda alegría porque el Espíritu está en él. (Lc 10, 21).

    Cristo resucitado confiere su espíritu a la comunidad cristiana. Y ese Espíritu es paz, alegría e impulso e ilusión para vivir y para la misión. (Jn 20, 22).

  • El Espíritu es quien nos anima y consuela en nuestros desánimos y momentos difíciles. (Jn 16, 7).
  •  ¿Soy persona de calma y serenidad o transmito nervios allá por donde voy? ¿Cuál es mi espíritu, mi tono vital?
  • Los discípulos, los cristianos, se llenaron de alegría al ver al Señor: ¿es mi caso?
  • ¿Soy “buen compañero de viaje”, sé animar y apoyar una idea, un proyecto? Siempre en la discreción: ¿me preocupo y visito a los enfermos que me son más o menos cercanos, personas ancianas, etc.? ¿Doy limosna?

02.- Jesús: Dios salva / Emmanuel: Dios con nosotros

Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Mateo 1)

La virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. (Isaías 7 / Mateo 1)

  • Cuando Dios decide acercarse a la humanidad lo hace salvíficamente y se hace Jesús: Dios salva. Dios se acerca a nosotros para ser con nosotros: Emmanuel.
  • Dios está con nosotros para salvarnos.
  • ¿Dios está en mi vida? ¿Dios cuenta algo en mi vida? ¿Dios está con nosotros, en mi vida?

Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave” (1 Re 19,11-12).

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“Acoger a jesús con gozo”. 4 Domingo de Adviento – B (Lucas 1,26-38)

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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12251El evangelista Lucas temía que sus lectores leyeran su escrito de cualquier manera. Lo que les quería anunciar no era una noticia más, como tantas otras que corrían por el imperio. Debían preparar su corazón: despertar la alegría, desterrar miedos y creer que Dios está cerca, dispuesto a transformar nuestra vida.

Con un arte difícil de igualar recreó una escena evocando el mensaje que María escuchó en lo íntimo de su corazón para acoger el nacimiento de su Hijo Jesús. Todos podemos unirnos a ella para acoger al Salvador. ¿Cómo prepararnos para recibir con gozo a Dios encarnado en la humanidad entrañable de Jesús?

«Alégrate». Es la primera palabra que escucha el que se prepara para vivir una experiencia buena. Hoy no sabemos esperar. Somos como niños impacientes, que lo quieren todo enseguida. No sabemos estar atentos para conocer nuestros deseos más profundos. Sencillamente se nos ha olvidado esperar a Dios, y ya no sabemos cómo encontrar la alegría.

Nos estamos perdiendo lo mejor de la vida. Nos contentamos con la satisfacción, el placer y la diversión que nos proporciona el bienestar. Sabemos que es un error, pero no nos atrevemos a creer que Dios, acogido con fe sencilla, nos puede descubrir nuevos caminos hacia la alegría.

«No tengas miedo». La alegría es imposible cuando vivimos llenos de miedos, que nos amenazan desde dentro y desde fuera. ¿Cómo pensar, sentir y actuar de manera positiva y esperanzada? ¿Cómo olvidar nuestra impotencia y cobardía para enfrentarnos al mal?

Se nos ha olvidado que cuidar nuestra vida interior es más importante que todo lo que nos viene desde fuera. Si vivimos vacíos por dentro, somos vulnerables a todo. Se va diluyendo nuestra confianza en Dios y no sabemos cómo defendernos de lo que nos hace daño.

«El Señor está contigo». Dios es una fuerza creadora que es buena y nos quiere bien. No vivimos solos, perdidos en el cosmos. La humanidad no está abandonada. ¿De dónde sacar verdadera esperanza si no es del Misterio último de la vida? Todo cambia cuando el ser humano se siente acompañado por Dios.

José Antonio Pagola

 

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“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo”. Domingo 20 de diciembre de 2020. Domingo 4º de Adviento.

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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04advientoB4cerezoLeído en Koinonia:

2Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16: El reino de David durará por siempre en la presencia del Señor.
Salmo responsorial: 88: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Romanos 16,25-27: El misterio, mantenido en secreto durante siglos, ahora se ha manifestado.
Lucas 1,26-38: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo

La lectura del segundo libro de Samuel nos cuenta que, deseando David edificarle una casa Yahvé en Jerusalén, Yahvé dirigió la palabra al profeta Natán, para comunicarle que no sería David quien le edificaría una casa a Yahvé, sino que Yahvé le edificaría una casa a David. En aquellos tiempos «casa» se entendía de varias maneras, como Templo, como morada, o como descendencia. Esta profecía quiere decir es que Dios le dará una descendencia a David, es decir, la permanencia del linaje de David sobre el trono de Israel. Esta es la promesa que hace Yahvé a David y que la tradición posterior interpretará en relación con el Mesías como hijo-descendiente de David. La primitiva Iglesia entendió estas palabras en relación con Jesús como el verdadero Mesías. Mateo y Lucas se esfuerzan en presentar en sus genealogías a Jesús como descendiente de David, y varias veces se le llama Hijo de David. Es claro, Jesús es el Mesías esperado, en él se cumplen las promesas de Dios.

En los versículos que hemos leído del largísimo salmo 88 están dispuestos en la liturgia para mostrarnos la relación de Jesús con Dios. El salmo es un himno al Creador seguido de un oráculo mesiánico. En este oráculo el salmista pone en boca de Dios estas palabras: yo lo nombraré mi primogénito, altísimo entre los reyes de la tierra. Se refiere al Mesías, al salvador esperado, pero que nosotros como cristianos lo leemos claramente referido a Jesús. Él es el Hijo, la primicia por la que todos seremos salvados, el primogénito entre todos los hombres. Por su predicación, por su sencillez y servicio a los más pequeños, por su sí incondicional a Dios hasta la muerte, Dios lo resucitó haciéndolo altísimo entre los reyes de la tierra.

La segunda lectura tomada de la carta de Pablo a los Romanos nos presenta una oración de alabanza a Dios (doxología) con la que concluye toda la carta. La oración está dirigida a Jesucristo, en él cual se revela el misterio que Dios había mantenido oculto por siglos, pero que ahora, gracias a la Escritura y la predicación del mismo Jesucristo fue dado a conocer a todos, pero especialmente a los gentiles para la obediencia de la fe. Finaliza con una bendición tomada de las costumbres judías. Reconocemos que el misterio oculto por los siglos, es Jesús mismo que ahora nos revela el rostro del Padre y que se convierte en salvación para de todos los hombres.

En el evangelio leemos el anuncio del ángel a María del nacimiento de Jesús, que la convierte en la primera discípula y evangelizada: escucha la palabra de Dios, es capaz de reconocer que la acción de Dios pasa por los más pequeños y humildes. María era una mujer joven y pobre de un pueblo muy pequeño del norte del país. Ella recibe el anuncio del ángel, que la sorprende pero que sabe reconocer la acción de Dios en el anuncio. Le dice sí a Dios. A diferencia de Zacarías el signo que pide María no parte de la incredulidad, sino de la necesidad de poner por obra las palabras del ángel.

El evangelista Lucas pone de manera consecutiva el anuncio a Zacarías y el anuncio a María para resaltar que la acción de Dios se manifiesta fuera del Templo, fuera del lugar sagrado, en medio de los pobres y abandonados, como lo es María triplemente excluida por ser mujer, por ser pobre y por ser joven. Y es en ese lugar de marginación y pobreza donde el proyecto de Dios para la humanidad va a fructificar, por medio del sí consciente de María y de todos los que se identifican con ella.

El niño que nacerá de María será el Salvador, el Mesías, un «Hijo de Dios». Dios se hace ser humano en la persona de Jesús para que siendo como él, los seres humanos seamos semejantes a Dios. Pero no lo hace en contra de la voluntad de los hombres. María, con su «sí» al proyecto de Dios, introduce a Jesús en la historia, haciéndose hombre pobre y creyente.

Adviento es tiempo de preparación, de espera de la fiesta de la Natividad, de la manifestación del Mesías. Participar de esta fiesta es asumir la misma dinámica de María que le dice sí a Dios, y la misma actitud de Dios que se hace pobre para nuestra salvación en la persona de Jesús de Nazaret. Leer más…

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Dom 4º Adviento. La puerta de la Navidad, María (Lc 1, 26-38)

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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DDE95D42-F1BA-4396-867C-A6339EB8E70BDel blog de Xabier Pikaza:

Presenté ayer el “portal” del Nacimiento, con tres motivos de fondo: Historia, Confesión de fe, apertura simbólica (o “mítica” en sentido profundo ). En ese  portal, la puerta es María, a la que llamamos con la tradición “ianua christi” o puerta del mesías (en la letanía lauretana se le llamara “ianua coeli”, es decir, puerta del cielo.

Lógicamente, el evangelio de este domingo, puerta de la Navidad, es la anunciación de María (= encarnación de Cristo) que comentaré  basándome  en dos trabajos anteriores, sobre la historia de Jesús y sobre los temas centrales de la Biblia.  Exposición actualizada del tema, en línea de compromiso creyentes, en Radio Galilea, Córdoba, Argentina.

17.12.2020

Lc 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le podrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”

El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.” María contestó: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.” Y la dejó el ángel[1].

(Imagen 1: Puerta de la Majestad, colegiata de Toro. Imagen 2: Puerta del Perdón, catedral de Ciudad Rodrigo. María es en ambas la Ianua Christi, puerta de la Navidad)

Encarnación del Hijo de Dios

La escena se encuentra estructurada a partir de la triple palabra del ángel a María.

  1. a) Hay un momento de presentación: «salve, oh agraciada, el Señor está contigo» (1,28). El saludo transmite un amor muy especial y es comprensible que María, la doncella, se turbe al meditarlo (1,29)
  2. b) Hay una primera explicitación: «no temas, María, porque has hallado gracia ante Dios; he aquí que concebirás…» (1,30-33). El saludo anterior se convierte así en encargo: es revelación de una tarea que María debe realizar.
  3. c) Hay una segunda explicitación.María ha interrogado (Lc 1,34) y el ángel le responde de nuevo diciendo: «el Espíritu santo vendrá sobre ti…» (1,35). La presencia de Dios y su gracia en María se expresan definitivamente por medio del Espíritu.

En la armonía progresiva de esa triple palabra se va descubriendo el sentido de la presencia de Dios en María. Se trata de una misma presencia que viene a mostrarse en dos efectos complementarios. a) Enriquece a María, convirtiéndola en agraciada de Dios. b) Actúa a través de ella, para el surgimiento de su Hijo. La plenificación personal de María y su colaboración como madre al nacimiento de Jesús forman como dos caras de una misma donación y entrega de su vida.

 Con habilidad especial, en la línea del AT, Lucas ha tejido la escena de tal forma que las tres intervenciones del ángel vienen a encontrarse separadas por dos interrupciones o preguntas de María, que sirven para realzar los motivos, resaltando su sentido más profundo.
  1. Ante el primer saludo (1,28), María responde con su turbación interna. No le turba la teofanía en sí; ella parece estar acostumbrada a Dios. Le inquieta la palabra que Dios le ha dirigido: presiente que en el fondo de ella hay un misterio y por eso, ante la novedad de la revelación, se turba, de tal forma que su misma turbación le sirve de pregunta.
  2. La primera aclaración del ángel suscita una pregunta nueva de María, que ahora interroga expresamente: «¿cómo será esto, pues no conozco varón?» (1,34). Tampoco esta pregunta debe interpretarse en sentido historicista. Ella se formula para explicitar la búsqueda de María y, sobre todo, para situar mejor el tema, permitiendo una respuesta del ángel que aclare el sentido de la intervención de Dios. 3

Dios se ha revelado y María le responde preguntando. Entre los dos se ha establecido un diálogo tejido de respeto y de con-fianza. Dios no se le impone, le razona. María no vacila en preguntar, presenta su camino. Sólo así, en un clima de entrega mutua puede afirmarse que la escena ha culminado: Dios ofrece su Espíritu (Lc 1,35); María le responde ofreciéndole su vida (Lc 1,38).

De esta forma, ella participa personalmente en el misterio del surgimiento mesiánico. No es un medio que se emplea y después se deja fuera. Al contrario: sólo en la medida en que ella es im-portante (como espacio de presencia de Dios y transparencia de su Espíritu; cf. 1,28.35) puede colaborar con Dios, siendo mediadora personal de su encarnación sobre la tierra.

El enriquecimiento personal de María como “agraciada de Dios” resulta inseparable de su transformación dinámica, es decir, de su actuación comomadre del Mesías. Sólo una vez que eso está claro se pueden formular dos temas de carácter más teológico: ¿cómo actúa Dios? ¿cómo se presenta en nuestra escena?

De Dios se habla en un lenguaje personal: Dios es quien llama, pregunta, responde. Su palabra se explicita por medio del «ángel del Señor» (cf. Lc 1,11), que recibe nombre propio y se llama Gabriel, fuerza de Dios (1,19.26), o simplemente «el ángel» (1,18.30. 35.38).

Resulta evidente que ese ángel, visto en el trasfondo del AT, es el mismo Dios: es un modo de hablar de su presencia personal y dialogante en relación con María. Pues bien, al lado de ése, hay un lenguaje dinámico en que Dios viene a expresarse y actuar por medio del Espíritu (Lc 1,35). Del sentido de ese Espíritu hablaremos todavía. Volvamos a las personas que mantienen el diálogo.

Por un lado está María. Ella comienza en actitud pasiva, escucha, se ad-mira, pregunta; pero su misma pasividad viene a convertirse en muy activa. Ella es quien pronuncia la palabra decisiva, el «hágase» que pone en marcha la actuación de Dios y su presencia salvadora sobre el mundo.

A través del ángel, que es señal de la palabra del Altísimo, María ha dialogado con Dios de cara a cara, de libertad a libertad, de reverencia a reverencia. Ha dialogado y respondido: «hágase» (1,38). De esa manera deja libre el camino de Dios que actúa por su Espíritu. Esto significa que el diálogo se vuelve triangular. En los extremos se hallan Dios y María: el centro, como campo de unidad y encuentro, es el mismo Espíritu divino.

Diálogo significa cruzamiento, encuentro de «logos» (palabras): se unen así el Logos de Dios y el logos de María, la “palabra de Dios” y la palabra de una mujer. Dios mismo pronuncia su Palabra en el Espíritu. María, por su parte, le responde, pronunciando esa palabra de Dios como palabra humana y así nace Jesucristo. Esto nos permite precisar de nuevo los aspectos del misterio.

Dios aparece como dueño de la eternidad, origen y sentido de todo lo que existe; pues bien, Dios ha expresado su Palabra eterna, hablando con María, en el Espíritu.

Maria representa el camino israelita, mejor dicho, el camino de los hombres: por vez primera, en el transcurso de la historia, ellos pueden hablar con Dios de igual a igual; por eso, en su palabra humana (fiat) viene a pronunciarse humanamente, esto es, se encarna, la Palabra eterna de Dios Padre.

El Espíritu aparece ahora como el gran misterio del encuentro: es, por un lado, Espíritu de Dios, es el espacio de su amor en el que viene a pronunciarse su Palabra; pero, al mismo tiempo, es desde ahora Espíritu de María, es la intimidad y hondura de su vida abierta hacia el misterio de Dios, engendrando sobre el mundo al Hijo Jesucristo.

De este modo, la vida y persona de María, sin formar parte de la eternidad de Dios, se ha convertido en condición necesaria de su manifestación en el camino de la historia. Ella pertenece al surgimiento humano del Hijo Jesucristo. Una vez más podemos formular el tema.

Para ser Padre dentro de la historia Dios mismo necesita de María: sólo si ella consiente y colabora, Dios engendra sobre el mundo a su Hijo Jesucristo.

Para ser lazo de unión entre Dios y los hombres, el Espíritu santo necesita de María: sólo a través de ella puede explicitarse sobre el mundo, haciendo así posible el nacimiento de Jesús, el hombre que mantiene relación filial perfecta con Dios Padre. Por medio de Jesús el resto de los hombres pueden vincularse plenamente al misterio del Espíritu. Leer más…

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Tres mensajeros, tres promesas y un misterio. Domingo 4º de Adviento. Ciclo B

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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fra-angelico-the-annunciationDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Primer mensajero (Natán) y primera promesa (a David)

               Al final de numerosas aventuras, David se ha convertido en rey del Norte y del Sur, de Israel y Judá. Ha conquistado una ciudad, Jebús (Jerusalén) que le servirá de capital. Se ha construido un palacio. Y ahí es donde comienzan los problemas. Mientras se aloja cómodamente en sus salas, le avergüenza ver que el arca de Dios, símbolo de la presencia del Señor, está al aire libre, protegida por una simple tienda de campaña. Decide entonces construirle una casa, un templo. El profeta Natán está de acuerdo. Dios, no. Será Él quien le construya a David una casa, una dinastía. A su heredero lo tratará como un padre a su hijo. «Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre».

            En esta antigua promesa se basa la esperanza mesiánica. Vendrán crisis políticas, morirán reyes judíos asesinados, terminará desapareciendo la monarquía cuando los babilonios deporten a los últimos reyes. Pero algunos grupos siempre mantendrán la certeza de que Dios no ha abandonado a David y le suscitará un descendiente, concebido con rasgos cada vez más grandiosos.

Lectura del segundo libro de Samuel 7,1-5. 8b-12. 14a.16

Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán:

̶  Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.

Natán respondió al rey:

̶  Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.

Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor:

̶  Ve y dile a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.”

Segundo mensajero (Gabriel) y segunda promesa (a Israel)

El anuncio de Gabriel a María es como un cuadro que solo comprendemos bien cuando lo comparamos con otro situado a su izquierda: el anuncio de Gabriel a Zacarías. Entonces, contemplando las diferencias, captamos mejor su mensaje.

[El cuadro de la anunciación a María, tan distinto del de Fray Angelico, es de Henry Ossawa Tanner, 1898.]

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1) El anuncio a Zacarías tiene lugar en el espacio sagrado del templo, el de María, en un pueblecillo desconocido de Galilea, de doscientos habitantes.

2) Gabriel se aparece a un anciano venerable, casado con una mujer muy piadosa, los dos israelitas modélicos; luego Dios lo envía a una pareja joven, todavía sin casar, de los que no se menciona ninguna virtud.

3) En el primer caso, el protagonista es un varón (Zacarías); en el segundo, una muchacha (María).

4) A Zacarías se le aparece provocándole un miedo sagrado; a María la saluda con palabras tan elogiosas que se siente turbada y sorprendida.

5) En ambos casos se anuncia el nacimiento de un niño, pero con enormes diferencias entre ellos: Juan será un profeta, al estilo de Elías, y su misión consistirá en preparar al pueblo; Jesús será un rey que gobernará en la Casa de David eternamente. A menudo se pasa por alto el fuerte contenido político de las palabras relativas a Jesús: «Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Si tenemos en cuenta que «Hijo del Altísimo» no significa «Segunda persona de la Santísima Trinidad», sino que es un título del rey de Israel, las palabras de Gabriel repiten insistentemente la idea de la realeza de Jesús. Pero su reino no es universal, se limita a «la casa de Jacob».

6) En ambos casos, el nacimiento parece imposible: Zacarías e Isabel son ancianos; María no ha tenido relaciones con José. [La traducción habitual: “no conozco varón” se presta a malentendido, ya que María conoce a José, es su novio; lo que quiere decir es «no he tenido relaciones sexuales con ningún hombre».]

7) Ante esa dificultad, Zacarías pide una garantía de que eso pueda ocurrir [algo que solo se percibe claramente en el texto griego: kata. ti, gnw,somai tou/toÈ]; María se limita a formular una pregunta: «¿Cómo puedo quedarme embarazada si no he tenido relaciones con un hombre?» [pw/j e;stai tou/to( evpei. a;ndra ouv ginw,skwÈ].

8) En consecuencia, mientras Zacarías queda mudo hasta el día del nacimiento de Juan, María es la que pronuncia la última palabra: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Esta frase sintetiza la actitud de María en toda su vida y, al mismo tiempo, la presenta al cristiano como modelo de disponibilidad absoluta.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:

̶  Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre las mujeres.

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

̶  No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

Y María dijo al ángel:

̶  ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?

El ángel le contestó:

̶  El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.

María contestó:

̶  Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Y la dejó el ángel.

Tercer mensajero (Pablo) y tercera promesa (al mundo entero)

                Pablo no ha visitado todavía Roma cuando escribe su carta a los romanos. Pero tiene una larga experiencia de apostolado y de reflexión. Sobre todo, ha tenido una experiencia fundamental en el momento de su vocación: el Mesías Jesús no ha sido destinado por Dios solo al pueblo de Israel, sino a todas las naciones.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 16,25-27

Hermanos: Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

El misterio

Desde David hasta Pablo se recorre un largo camino y la perspectiva se abre de modo asombroso: lo que comenzó siendo la promesa a un rey, más tarde a un pueblo, termina siendo la promesa al mundo entero. Como dice la segunda lectura, esta es «la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos».

Tres reacciones a tres mensajeros

                ¿Cómo reaccionan los interesados antes los mensajes que reciben?

                La respuesta de David no la recoge la lectura, pero es una extensa oración de alabanza y acción de gracias por la promesa que Dios le hace (2 Samuel 7,18-29).

                María reacciona con aceptación y fe. No imagina los momentos tan duros que tendrá que aceptar por causa de Jesús (“una espada te atravesará el alma”) ni la cantidad de fe que necesitaría cuando vea a su hijo criticado y condenado por terrorista y blasfemo.

                La reacción de Pablo, la que desea inculcar a sus lectores romanos, es cantar la sabiduría y la gloria de Dios a través de Jesucristo.

Tres reacciones muy adecuadas para vivir estos días previos a la Navidad.

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20 Diciembre. Cuarto Domingo de Adviento, ciclo B.

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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“-No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”.

(Lc 1, 26-38)

Ahora que la Navidad ya se asoma la liturgia nos regala este texto de la anunciación. Nos colocamos en la intimidad de uno de los momentos más importantes de la vida de María, y también más decisivo.

María, una mujer joven de Nazaret, escucha la voz de Dios en su vida y recibe una misión: ser la Madre de Jesús. Es el encuentro de dos libertades. La libertad de Dios que quiere depender, que elige necesitar de su criatura. Y la libertad de María que se abre a la promesa de Dios sin seguridades.

La escena es bonita, la hemos visto representada de mucha maneras. Hay muchos cuadros, esculturas, películas y representaciones sencillas que recrean aquel idílico momento en el que, digámoslo, todo parece fácil.

El ángel le dice: “concebirás a y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”. Suena sencillo, parece que ya está todo pensado y solucionado. Pero cuando María se queda sola, cuando el ángel la deja, empiezan a emerger las dificultades. Un embarazo fuera de la vida de pareja todavía hoy es un problema, pero en el caso de María podía suponer la pena de muerte.

La misión de María fue difícil y arriesgada, llena de libertad y de compromiso. No fue una vida apacible y despreocupada, no hizo lo que quería sino que tuvo que salir al paso de lo que iba llegando.

Ahora que vamos a comenzar el Tiempo de Navidad podemos contemplar la valentía y la fortaleza de María, la mujer valiente de Nazaret.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por regalarnos a María como Madre y como compañera de camino

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La encarnación de Dios es la clave.

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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annunciation-mary-bible-video-1398414-galleryLc 1, 26-38

Los textos que vamos a leer estos días están tomados del “evangelio de la infancia”. Debemos tomar conciencia del sentido “no histórico” de los textos. El anuncio del nacimiento de un hijo de dios, el nacimiento de madre virgen, el nacimiento en una gruta, los pastores adorando al niño, el intento de matar al niño, la huída después de un aviso, la muerte de los inocentes, el anuncio por medio de una estrella, la adoración de unos magos, etc.; todos son relatos míticos ancestrales y ninguno es original del cristianismo.

El decir “mítico” no quiere decir “mentira”. Este es el primer error a superar. El mito es un relato que intenta desvelar una verdad radical que atañe al hombre entero, y que no se puede explicar por medio de discursos racionales. Al decir que estos relatos son míticos, no estamos devaluando su contenido, sino todo lo contrario; nos estamos obligando a descubrir el significado profundo y vital que tienen. Lo nefasto es haber considerado los relatos míticos como crónicas de sucesos sin mayor alcance vital.

Todo esto lo ha descubierto la exégesis hace muchas décadas. No acabo de comprender por qué existe tanto miedo a que el pueblo conozca la verdad. ¿No nos dice el mismo evangelio que la verdad os hará libres? ¿O es que lo que nos asusta es esa libertad? Es verdad que la explicación del sentido profundo de estos textos no es sencilla, pero es precisamente esa dificultad la que debía espolearnos. He visto a la gente abrir ojos como platos cuando han comprendido la profundidad del mensaje.

En las lecturas de hoy destaca el contraste entre la actitud de David, que después de hacerse un palacio, decide hacer un favor a Dios, construyéndole un templo para que habite; y la actitud de María que ve solo la gratuidad de Dios para con ella. La humildad de María hace posible el acercamiento a Dios. La soberbia de David le aleja de Él. La lección es clara: Nosotros no podemos hacer nada por Dios, es Él quien lo hace todo por nosotros. Ni siquiera tenemos que comprar su voluntad con sacrificios y oraciones.

Lo que Lucas nos propone es la teología de la encarnación entendida desde el AT. Todas las palabras del relato hacen referencia a situaciones bíblicas. El evangelista acaba de narrar la concepción de Juan que tiene como modelo la de Isaac. Para la concepción de Jesús, Lucas toma como modelo la creación de Adán. Como Adán, Jesús nace de Dios sin intermediarios; y como él, va a ser el comienzo de una nueva humanidad. No es uno más de los grandes personajes de la historia de Israel. Esta es la clave de todo el relato.

Ángel=mensajero no tiene, en el AT, la misma connotación que tiene para nosotros. No debemos pensar en unos seres al servicio de Dios, sino en la presencia de Dios de una manera humana para que el hombre pueda soportarla. El pueblo de Nazaret no es nombrado en todo el AT; es algo completamente nuevo. Galilea era la provincia alejada del centro de la religiosidad oficial. La intervención divina en Jesús rompe con el pasado y va a constituir una auténtica novedad. Todo sucede lejos del templo y de la oficialidad.

La escena se desarrolla en una casa sencilla de un pueblecito desconocido. A una virgen= doncella, no ligada a la institución sino completamente anónima. Ni tiene ascendencia ni cualidad alguna excepcional. De los padres de Juan acaba de hacer grandes elogios, de María, ninguno. Virgen no debemos entenderla según nuestro concepto actual. Se trata de una niña aun no casada. Alude a la absoluta fidelidad a Dios, por oposición a la imagen del pueblo rebelde, tantas veces representado por los profetas como la adúltera o prostituta. María representa al pueblo humilde, sin relieve social alguno, pero fiel.

Alégrate, agraciada, el Señor está de tu parte. Alusión también a los profetas: “Alégrate hija de Sión, canta de júbilo hija de Jerusalén”. Es un saludo de alegría en ambiente de salvación. Cercanía de Dios a los israelitas fieles. Dios se ha volcado sobre ella con su favor. La traducción oficial, “llena de gracia”, nos despista, porque el concepto que nosotros ponemos detrás de la palabra “gracia”, se inventó muchos siglos después. No se trata de la gracia, (un ser divino) sino de afirmar que le ha caído en gracia a Dios.

Al contrario que en Mateo, José, descendiente de David, no tiene papel alguno en el plan de salvación anunciado en Lucas; María misma impondrá el nombre a Jesús (Salvado). No será hijo de David, sino del Altísimo. Ser Hijo, para un judío, no significa generación biológica, sino heredar la manera de ser del padre, y tener por modelo al Padre. No será David ni cualquier otro ser humano, el modelo para Jesús, sino Dios. Jesús no puede tener padre humano, porque en ese caso tendría la obligación de obedecerle e imitarle.

El Espíritu Santo y la fuerza del Altísimo son lo mismo. Cubrir con su sombra hace referencia a la gloria de Dios, que en el Génesis se representaba por una nube que cubría el campamento. Santo=Consagrado, Hijo de Dios, son designaciones mesiánicas. Consagrado hace referencia siempre a una misión. El rey ungido era, desde ese instante, hijo de Dios. El Espíritu no actúa sobre el cuerpo, sino sobre el ser de Jesús, dándole calidad divina. “De la carne nace carne, del Espíritu nace Espíritu”, dice Juan. No es la carne de Jesús la que procede del Espíritu, sino su verdadero ser. Claro que Jesús fue ‘engendrado’ por obra del Espíritu, pero de un modo más profundo de lo que pensamos.

Aquí esta la esclava del Señor. Hemos insistido tanto en los privilegios de María que hemos convertido en impensable la encarnación de Dios en alguien que no sea perfecto. Pablo nos habla del misterio escondido y revelado. El misterio mantenido en secreto, por generaciones, es que Dios es encarnación. Dios salva desde dentro de cada persona, no desde fuera con actos espectaculares. La buena noticia es una salvación que alcanza a todos. Misterio que está ahí desde siempre, pero que muy pocos descubren. No es que Dios realice la salvación en un momento determinado; Dios no tiene momentos.

Cambia el concepto de Dios para el evangelista. El Dios que a través de todo el AT se manifiesta como el poderoso, el invencible, el dador de la muerte y la vida, pide ahora el consentimiento a una humilde muchacha para llevar a cabo la oferta más extraordinaria en favor de los hombres. Ese formidable cambio en la manera de concebir a Dios no es fácil de comprender. Una y otra vez, hemos vuelto al Júpiter tonante, que está a nuestro favor y en contra de nuestros enemigos, pero estará también contra nosotros si fallamos.

Dios se hace presente en la sencillez. Seguimos esperando portentos y milagros en los que se manifieste el dios que nos hemos fabricado. Ningún acontecimiento espectacular hace presente a Dios. Al contrario en cualquier acontecimiento por sencillo que sea, podemos descubrirlo. Somos nosotros los que ponemos a Dios allí donde lo vemos. Pascal dijo: “Toda religión que no predique un Dios escondido, es falsa”. Los budistas repiten: “Si te encuentras al Buda, mátalo”. Todo dios que percibimos viniendo de fuera es un ídolo.

Meditación

La disponibilidad de María es la clave del mensaje.
Dejar hacer a Dios es descubrir lo que está haciendo.
Él lo está haciendo todo en cada instante.
Descubrir esta presencia activa
es la esencia de toda vida espiritual auténtica.
No tienes que hacer nada ni conseguir nada.
En ti está ya la plenitud que quieres alcanzar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El don de la maternidad.

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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1_madre“Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia” Jn 10, 10.

20 de diciembre, domingo IV de Adviento

Lc 1, 39-45

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre

El don de la maternidad no tiene sexo y es consustancial a todas las criaturas en todo espacio y tiempo.

Cuando Dios se encarna ser humano -y se ha encarnado siempre en todos los seres-, la encarnación es alma que lo anima todo. Es, como dice Arregi: “la dinamys que late en la realidad. Es la presencia operativa, creadora, transformadora, que habita todo cuanto es, desde las partículas hasta las galaxias”.

Jesús lo remarcó en Jn 10, 10: ”Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. Para compartir gozo y alegría, como compartieron María e Isabel, embarazadas ambas. Dar a luz es dar luz; es inspirar e iluminar: “La religiones mueren cuando fallan sus luces”, escribió el gran teólogo alemán W. Pannenberg (1928-2014).

Uno de los grandes poetas sufíes de la tradición mística musulmana, Rûmî (1207-1273), escribió con enorme hondura mística y apertura ecuménica esta frase:

Nuestro país debe ser la tierra de oportunidad ilimitada para todos. “Nuestro cuerpo es semejante a María: cada uno tiene un Jesús en su interior, pero éste no puede nacer hasta que los dolores de parto no se manifiesten en nosotros”.

Célibe o casado, embarazada o virgen, todos han concebido en un “hágase en mí” gozoso. Un “fiat” que es un peregrinar al templo de nuestro propio ser, a nuestro centro. Y es una invitación a salir luego de nuestro vientre personal, a implicarse en los problemas de los otros y ayudarles a que también ellos puedan acudir cuanto antes al paritorio.

Toda maternidad es don y donación. No se puede engendrar sin parir luego. La Naturaleza, al menos, lo consideraría una traición. Es como impedir que la vida personal siga cumpliendo su mandato espiritual. La decisión de tener un hijo, decía Elizabet Stone, nadadora paralímpica, es trascendental. Se trata de decidir que tu corazón caminará siempre fuera de tu cuerpo”.

El hijo al que canta Gabriela Mistral en su Canción de madre, le reclama ese derecho:

“Los  ojitos que me diste / me los tengo de gastar / en seguirte por los valles / por el cielo y por el mar…”

Únicamente de este modo podremos cambiar el mundo y hacerlo más habitable. En la película Los mejores años de nuestra vida (Usa 1946), decía el director, señor Milton al Consejo de Administración: “Nuestro país debe ser la tierra de oportunidad ilimitada para todos”. ¿Lo decía pensando en la maternidad donante y generosa de la Madre Tierra? 

Y para cambiarnos a nosotros, el doctor japonés Hiromi Shinya, ha descubierto unas enzimas-madre multifuncionales que permiten al organismo corporal autocurarse. En su reciente obra La enzima prodigiosa expone la revolucionaria forma en que nuestra Madre Cuerpo Humano nos ayuda a mantenernos fisiológicamente también sanos.

LA MADREPERLA

Concebiste en tu seno nacarado
las doce puertas que eran doce perlas
según San Juan en el Apocalipsis. 

Y el Evangelio de Jesús compara
el Reino de los Cielos
a un mercader que busca perlas finas. 

Al descubrir una de gran valor
va, vende cuanto tiene y la compra.
¡Es un sueño de amor el que tuviste! 

Yo deseo también ser concebido
en tu iriscente seno nacarado,
y llegar a ser perla de tus sueños.

(NATURALIA.
El Sueño de las Criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Llamados/as a vivir a la sombra del espíritu.

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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annonciationLc 1, 26-38

Como otras muchas veces nos encontramos hoy con un texto evangélico muy conocido, un texto que hemos oído explicar muchas veces referido exclusivamente a María. Es verdad, el texto nos habla de  esta mujer, toda de Dios que bajo la acción del Espíritu Santo consiente, da su SI incondicional al Creador y, así, por su medio, el hijo de Dios se hace hombre, persona humana como nosotros. Esta reflexión nos ha ayudado, sin duda, a conocer y admirar a María. A considerarla realmente la madre de Jesús por obra del Espíritu Santo.

Pero este evangelio, no habla solo de María. No está escrito solo para que la conozcamos, o conozcamos su historia. Estamos ante una catequesis que busca ayudarnos a crecer en la fe. La palabra catequesis significa “resonar, hacer eco”, es decir, una catequesis es la resonancia de una palabra ya dicha. En este caso la resonancia de la Palabra de Dios en nosotros.

Por eso, ante este evangelio, hoy, en este final del adviento de 2020, en las circunstancias que estamos viviendo es bueno que nos preguntemos:

¿Qué resuena en mí al escuchar esta Palabra de Dios? ¿Qué eco queda en mi corazón de lo escuchado en profundidad?

También podemos preguntarnos, ¿qué nos quiere decir Lucas en este texto? ¿Cuál era el mensaje o el propósito de escribir este texto, esta catequesis, que forma parte de los que llamamos evangelios de la infancia de Jesús y que solo él nos narra?

En primer lugar, desvelar o explicar de algún modo los orígenes de Jesús. Este Jesús que ha vivido entre nosotros, al que hemos visto morir a manos de los romanos y del que tenemos la “experiencia” de que está vivo y camina a nuestro lado, aunque de otra forma, ¿Quién es realmente? ¿De dónde viene? ¿Cuál es su origen? Y Lucas contesta inequívocamente: viene de Dios, es obra de su Espíritu; pero a la vez su gestación y nacimiento se realizan a través de una mujer, como el de cada uno de vosotros.

Por eso Jesús es hijo de Dios e hijo de María, una mujer sencilla del pueblo, totalmente disponible ante Dios. María, la esposa de José, por quien Jesús entra a formar parte del pueblo judío, en la tribu de David, y de la humanidad entera (Lc. 3, 23)

Pero también hay un segundo objetivo. Si, como dice Dolores Aleixandre, de todo texto evangélico puedo decir: “esta historia es mi historia”, ¿qué dice de mí y que me dice a mí este evangelio? Si miramos en profundidad dejando un poquito de lado lo que tantas veces hemos oído, podemos descubrir que este texto habla de nosotros. Nos dice a qué estamos llamados todos los seguidores y seguidoras de Jesús, nos habla de nuestra común vocación, poniéndonos como referente a María.

Como a ella, también a cada uno de nosotros nos llega la palabra de Dios, que “entrando donde estamos” allí, en nuestra vida habitual, en nuestras familias y tareas… irrumpe con un saludo que nos paraliza y nos choca. No entraba en nuestros planes, posiblemente. Y como ella nos preguntamos, ¿Qué saludo es este? ¿De qué nos hablas, Señor? Nuestra vida, como la de ella, ya está organizada y planificada aunque ahora el COVID lo líe todo… Ya somos cristianos, medianamente buenos, vamos a misa, rezamos, ayudamos a los pobres… ¿Qué quieres de nosotros ahora?

Nuestra vida, como la de María, está llamada a ser lugar de encuentro con Dios. ¿Nos permite nuestra forma de vivir “enterarnos” de la presencia de Dios, allí donde estamos?

También nosotros nos llenamos de temor, nos da  miedo… Porque intuimos que la llamada de Dios, todas sus llamadas, nos sacan de lo habitual, de lo de todos, de lo que pensábamos… pero con infinito amor y comprensión, en vez de regañar nuestra falta de fe (motivos tendría) nos dice: NO TENGAS MIEDO. No temas María, no temas José, no temas Carmen, Antonio…  “Has encontrado gracias ante mí” Te miro con amor, te he elegido… para que tu vida sea fecunda, y sea una vida que viene de Dios, para que hagas presente a mi hijo en la tierra.

Y nos toca contestar. Arriesgar desde la fe, dejar que sea la fuerza del Espíritu la que nos cubra con su sombra y que lo que nazca de nosotros sea “hijo de Dios, vida de Dios” o… callarnos, o decir que no, o darnos la vuelta y seguir con lo de siempre, con los  cumplimientos que controlamos y nos hacen sentirnos seguros. Quizá hasta justificándonos, “Yo no conozco varón, yo no tengo fuerza, yo no…”

Ojalá que poco a poco, como María, cada uno de nosotros y nosotras, como todas las personas “llamadas” de la Biblia, vayamos descubriendo que el protagonismo y la fuerza vienen de Dios, de su Espíritu, que “nos cubrirá con su sombra”, expresión repetida en el AT tiene un sentido muy profundo. Desde esta experiencia también descubriremos que la inmensidad de la encomienda no es proporcional a nuestras posibilidades de personas creyentes pero débiles. Y entonces, lúcida y confiadamente, respondamos SI a este deseo, voluntad, sueño de Dios. “Si tú lo vas a hacer, por mí no hay problema”. En luz y en oscuridad… pero en confianza y cariño.

En la medida en la que experimentemos que el Espíritu nos habita y nos cubre con su sombra, tomaremos conciencia, con más fuerza, de la necesidad de hacer un mundo más al estilo de Dios, de reconstruir esta sociedad desde otras claves: trabajando para que haya vacuna para todos los pueblos y todas las personas, tejiendo nuevas redes de solidaridad y fraternidad, relativizando estructuras eclesiales, etc.

En definitiva, la experiencia de que Dios le “anuncia” no solo es de María, nos anuncia a cada uno y cada una de nosotras que hemos encontrado gracia ante Él, que gratuitamente nos quiere y quiere hacerse presente, nacer en el mundo por medio nuestro…

Ojalá, aun en medio de pequeños o grandes temores, encontremos la confianza y el amor suficiente, aunque sea para balbucir tan solo: Si, hágase en mí…  El resto es cosa del Espíritu.

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Unas actitudes permanentes

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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DFC9BF8C-7237-48A0-956E-F3FADEF06935Domingo IV de Adviento

20 diciembre 2020

Lc 1, 26-38

El relato de la anunciación –como todos los relativos a la infancia de Jesús– presenta un marcado carácter simbólico-teológico. Más que una crónica de lo sucedido, parece ser una construcción del evangelista con la que, a través de imágenes míticas, busca transmitir el contenido nuclear de la fe de aquellas primeras comunidades en Jesús como “Hijo de Dios”.

 Posteriormente, la piedad popular y el arte cristiano harían de esta “escena”, entendida a la letra, un icono del cristianismo y de la devoción a María.

 En cualquier caso, transcendiendo la literalidad del relato, emergen en él unas actitudes luminosas que, coloreando toda la escena, le otorgan una verdad profunda y una actualidad permanente.

  Todo el texto es una invitación a la alegría, a la confianza(“no temas”), al reconocimiento de la “presencia divina”en todo y a la rendición, como actitud sabia ante la vida.

 Tal invitación se apoya en la certeza de que, en lo profundo, todo está bien. Todo se halla transido de la “presencia divina”, es decir, del Fondo último de lo real, como fuente de gozo y de confianza. Tanto los miedos como la tristeza aparecen cuando nos reducimos al impermanente mundo de las formas. Sin embargo, cuando somos capaces de ver más allá, cuando entramos en conexión vivencial con lo profundo, encontramos un océano de quietud y de alegría.

 Ante esa comprensión, la actitud adecuada solo puede ser una: la aceptación profunda que se plasma en rendición: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

 La rendición no es justificación de lo que ocurre, ni aprobación de lo que sucede, ni claudicación ciega ni resignación fatalista… Es la actitud sabia que consiste en alinearse con la vida y que, por ello, permite que la vida se exprese en libertad. Resulta significativo el hecho de que la acción adecuada, constructiva y eficaz no nace del “no” a lo que es –de una resistencia que se apoya en una consciencia de separatividad–, sino de la aceptación profunda.

  La “esclava del Señor” –quien se rinde a la vida– no es una persona pusilánime, indolente o fatalmente resignada. Porque la aceptación –cuando es tal– va siempre acompañada de un dinamismo interno que se traduce en acción adecuada y eficaz.

  Una persona teísta cristiana, el jesuita José María Rubio, expresaba esa actitud con estas palabras: El secreto de la sabiduría consiste en “hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Y otra persona, atea y crítica con la religión, el filósofo Friedrich Nietzsche lo hacía de este modo: “Quiero ser, un día, alguien que solo dice sí”. Uno y otro, más allá de las referencias mentales de cada cual, estaban diciendo lo mismo.

¿Qué hay en mí de alegría, confianza, presencia divina y rendición a la vida?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Humanamente hablando el nacimiento de Juan Bta y Jesús eran imposibles.

Domingo, 20 de diciembre de 2020
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fray-angelico-la-anunciacion-museo-nacional-del-pradoDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Dos personas y dos universos: Juan Bautista y Jesús: la realidad y la historia son de salvación

Humanamente hablando el nacimiento de Juan Bautista y de Jesús son prácticamente imposibles: por ancianidad (Zacarías e Isabel) y porque no se dan las condiciones humanas para ello (José y María).

         Para Dios no hay nada imposible.

         Los niños que están llegando, Juan Bautista y Jesús, configuran y determinan total y felizmente la vida de Zacarías, Isabel, José y María. (También los hijos que nacen determinan la vida de sus padres y de sus familias).

La vida es siempre esperanza. Aunque no lo parezca y aunque siempre estemos peor que nunca, las cosas pueden cambiar, la vida puede nacer y renacer siempre.

         ¡Cuántas cosas hay imposibles en la vida!

         Que uno cambie, que llegue la paz, que cese la pandemia, que termine el paro y el hambre, que renazca la esperanza y la vida son un auténtico milagro, humanamente “casi” imposible. Las cosas de Dios, -y las cosas de Dios son las que nos hacen bien a los hombres-, no acontecen en los cálculos humanos. Si por nosotros fuese no habría nacido ni Juan Bautista, ni Jesús, ni el perdón, ni la caridad, ni el cielo, etc. Para Dios no hay nada imposible.

O2.   El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.

         (Breves apuntes)

  • o Es difícil conocer cómo Dios pueda entrar en nuestra historia, cómo pueda hablarnos. No es sencillo. El evangelio de Juan dice escuetamente que la Palabra, lo que Dios nos quería decir, se hizo carne (Sarx: debilidad) (Jn 1,14). Mateo y Lucas narran los relatos de la infancia de Jesús: Belén, los pastores, los Magos, la huida a Egipto, etc.
  • o Pero de alguna forma hay que decir lo que es indecible. ¿Cómo Dios nos habla, convive con nosotros?
  • o Los hijos son expresión de los padres. En diversos aspectos, los hijos son, más o menos, un reflejo de los padres: en lo físico, en los psíquico, modos de ser, adn, etc.

En este sentido, Jesús no es expresión de José, sino del Padre. Esto lo dice el mismo Jesús cuando, discutiendo con los doctores de la ley en el templo, les dice a José y María: ¿No sabíais que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre? (Lc 2,49).

Jesús no es expresión de José, sino de Dios Padre. Jesús no va a seguir las tradiciones religiosas, las leyes, el modo judío (José), sino que la vida de Jesús es una referencia continua al Padre, a Dios Padre.

Por eso los Evangelios (Lucas) dice que Jesús nace por la fuerza del Espíritu, del Altísimo. El Espíritu de Dios es quien continuamente impulsa a Jesús durante toda su vida y acciones.

  1. Apertura al misterio.

         Nosotros estamos troquelados por el pensamiento científico, y pensamos que lo que no es ciencia, no es verdad o no existe o es un “cuento chino”.

         Pero para “comprender” la mayor parte de las cuestiones humanas y de las cuestiones religiosas: en nuestro caso: cristianas, hemos de abrirnos al misterio: ¿cómo nació Jesús? ¿Qué significan o cómo fueron gran parte de los milagros de Jesús, la resurrección de Lázaro o de la hija de Jairo? ¿Qué o cómo fue la resurrección de Jesús etc…

         O en otro orden de cosas, pero que son las mismas: ¿Cómo demostrar que la vida tiene sentido? ¿Cómo será nuestra resurrección? ¿Cómo vivir en paz, en libertad, etc.?

         Todo eso escapa a la ciencia. Recurrir a la biología, a la medicina para explicar estas cosas es tarea inútil.

         Todo ese mundo más allá de nuestra historia y de la ciencia lo intuimos en una apertura al misterio.

         Decía K. Rahner (1904-1984) una afirmación que se ha hecho muy popular: El cristiano del siglo XXI será místico o no ser.

         María, José. Jesús se “entienden” desde la mística, no desde la biología, ni desde la ciencia, aunque las ciencias: la historia, la arqueología, las lenguas sirven de mucho a la hora de acercarnos al Jesús de la historia, a una comprensión del NT, de los evangelios, etc.

María acepta la misión que Dios le confía: hágase en mí según tu palabra. Será la madre del hijo de Dios.

         La desconocida muchacha de Nazaret, que “nadie conocía” (Orígenes), será “proclamada por todas las generaciones”, (Lc 1,48).

         La mujer, que, según la tradición judía, no podía osar acercarse al santuario, “contendrá” al Dios que el santuario pretendía guardar-encerrar en sus muros.

         La mujer, que ni tan siquiera podía tocar la Biblia, acogerá dentro de sí la Palabra hecha carne.

         La mujer, que no podía dirigirse al sacerdote y mucho menos tocarlo, será la madre del “Santo de los santos”.

  1. No temas, alégrate llena de gracia.

         En el texto evangélico de hoy se da como una “escalada” gozosa:

         María recibe una noticia (ángel) de Dios, una noticia llena de felicidad (alégrate), una alegría que despeja miedos y angustia: María se turbó, perono temas. En ti está Jesús (Dios salva). El espíritu de Dios te protege, nos protege.

Que el Espíritu del Señor venga también sobre nosotros.

 

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“¿No necesitamos a Dios entre nosotros?”. 4 Adviento – A (Mateo 1,18-24)

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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04-adv-a-600x883Hay una pregunta que todos los años me ronda desde que comienzo a observar por las calles los preparativos que anuncian la proximidad de la Navidad: ¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de esas fiestas tan estropeadas por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad?

No soy el único. A muchas personas las oigo hablar de la superficialidad navideña, de la pérdida de su carácter familiar y hogareño, de la vergonzosa manipulación de los símbolos religiosos y de tantos excesos y despropósitos que deterioran hoy la Navidad.

Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo puede celebrar el misterio de un «Dios hecho hombre» una sociedad que vive prácticamente de espaldas a Dios, y que destruye de tantas maneras la dignidad del ser humano?

¿Cómo puede celebrar «el nacimiento de Dios» una sociedad en la que el célebre profesor francés G. Lipovetsky, al describir la actual indiferencia, ha podido decir estas palabras: «Dios ha muerto, las grandes finalidades se extinguen, pero a todo el mundo le da igual, esta es la feliz noticia»?

Al parecer, son bastantes las personas a las que les da exactamente igual creer o no creer, oír que «Dios ha muerto» o que «Dios ha nacido». Su vida sigue funcionando como siempre. No parecen necesitar ya de Dios.

Y, sin embargo, la historia contemporánea nos está obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se hablaba de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre». Hace algunos años se proclamaba «la desaparición de Dios»; hoy se anuncia «la desaparición del hombre». ¿No será que la muerte de Dios arrastra consigo de manera inevitable la muerte del hombre?

Expulsado Dios de nuestras vidas, encerrados en un mundo creado por nosotros mismos y que no refleja sino nuestras propias contradicciones y miserias, ¿quién nos puede decir quiénes somos y qué es lo que realmente queremos?

¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros, que brote con luz nueva en nuestras conciencias, que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones?

Para encontrarnos con ese Dios no hay que ir muy lejos. Basta acercarnos silenciosamente a nosotros mismos. Basta ahondar en nuestros interrogantes y anhelos más profundos.

Este es el mensaje de la Navidad: Dios está cerca de ti, donde tú estás, con tal de que te abras a su Misterio. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su cercanía misteriosa nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios.

José Antonio Pagola

 

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“Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David”. Domingo 22 de diciembre de 2019. 4º de Adviento

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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04-advientoa4-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 7,10-14: Mirad: la virgen está encinta.
Salmo responsorial: 23:
Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria.
Romanos 1,1-7: Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios.
Mateo 1,18-24: Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David.

 Vamos a hacer en primer lugar un comentario litúrgico-pastoral a estos textos bíblicos en una línea más bien tradicional. Luego haremos una nota crítica.

En el pasaje de Isaías que escuchamos hoy resuena ese anuncio esperanzador del nacimiento de alguien que estará permanentemente inserto en medio de su pueblo. Al parecer estas palabras del profeta al rey Acaz se dieron en un contexto en el que las esperanzas del mantenimiento de la seguridad del reino de Judá se centraban más en el poder político y militar, dejando a un lado la confianza en el Dios YHWH. Isaías ha visto los afanosos intentos del rey para aliarse con sus vecinos en orden a defenderse de las amenazas del reino del norte, quienes a su vez se han aliado con otros para defenderse del poderoso de turno.

Para despertar de nuevo la confianza en Dios, el profeta se vale de un hecho probablemente histórico, el embarazo de alguna de las doncellas del rey. Así como esa joven dará a luz un primogénito, del mismo modo enviará Dios un descendiente davídico que asuma los destinos del pueblo, en medio del cual estará siempre; por eso su nombre “Emmanuel”, Dios con nosotros. Con base en esta profecía, se fue fomentando la idea de que el Mesías nacería de una virgen. Desde entonces, toda primeriza en Israel albergaba la esperanza de ser la madre del Mesías; todo ello debido a la misma terminología empleada tanto en el hebreo como en el griego y luego en nuestra lengua. Cuando Mateo relata la concepción de Jesús, se hace eco de esta profecía de Isaías y la cita textualmente.

La segunda lectura está tomada de la carta de san Pablo a los romanos, concretamente se trata del encabezamiento de la carta. Allí relata Pablo a los cristianos de Roma su propia vocación al apostolado, para lo cual fue elegido por el mismo Dios. Para Pablo está claro que el evangelio que él predica es Jesucristo mismo, su persona, su obra, su muerte y resurrección. Es muy importante para el apóstol subrayar que este Jesús es descendiente de David en cuanto a lo humano, pero que Dios le otorgó su Espíritu constituyéndolo en Mesías todopoderoso, Señor Único, resucitándolo de entre los muertos. Otra cosa que recalca Pablo es que su actividad evangelizadora le ha sido otorgada por puro don, por vocación; de ahí que su preocupación haya sido durante toda su vida el dar a conocer a la noticia de Jesucristo especialmente a los gentiles.

En el evangelio, Mateo nos narra el origen de Jesucristo. María estaba desposada con José, pero aún no vivían juntos. Ello indica que estaban en un período que llamaban desposorio o compromiso matrimonial, período que podía durar de seis meses a un año, tiempo prudente para el esposo construir o acondicionar la casa en donde recibiría a su esposa. En el entretiempo la novia seguía viviendo con sus padres, dependiendo de su papá hasta que pasara formalmente a depender de su marido. La promesa de matrimonio o desposorio implicaba completa fidelidad al novio; todo acto de infidelidad era adulterio, y como tal podía ser castigado conforme a la ley mosaica.

En esas circunstancias, nos narra el evangelio que María resultó embarazada; pero aclara diciendo: “por obra del Espíritu Santo”. El hecho haría sentirse muy mal a José; sin embargo, agrega Mateo, que como “era un hombre justo, y para no exponerla a la infamia, decidió abandonarla en secreto”. José hubiera podido hacer valer sus derechos, exigir el castigo previsto por la ley…; con todo, quizá sin darse cuenta, va colaborando también él con los planes divinos.

En estos planes divinos no todo está garantizado, pues en ellos también están involucradas la libertad y la voluntad humanas. Es una constatación que podemos hacer en toda la historia de la salvación partiendo desde el mismo paraíso. Parece que los planes de Dios caminaran sobre el filo de la navaja (!). Un ejemplo de ello lo tenemos en el relato que hoy nos cuenta Mateo.

Pero en esos planes hay siempre una cosa muy importante que se llama diálogo. Precisamente en el diálogo con el ángel que le habla en sueños a José se nos muestra cómo Dios va incorporando a su proyecto a sus mismas criaturas. El silencio de aceptación de José es la respuesta que Dios nos pide también a nosotros. Le ponemos muchas trabas y condiciones a la obra de Dios. A veces intentamos “corregir” la manera como Dios actúa; ¡no es necesario! Basta que pongamos nuestra fuerza y voluntad al servicio del plan de Dios, lo demás Él sabe cómo lo hace.

Aunque en nuestro pasaje se resalta la figura de José en su duda, en su aceptación de ser padre de Jesús y de ponerle el nombre, la verdad es que María, que apenas es nombrada, está también allí recordándonos su actitud de fe y sumisión a los planes de Dios que son vida para el hombre y la mujer de todos los tiempos.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 133 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Una noche de dudas». El audio, el guión del texto, y su comentario bíblico-teológico, puede ser tomado de aquí: https://radialistas.net/article/133-una-noche-de-dudas/

Como nota crítica podríamos decir algo que hace mucho tiempo que es ya un «lugar común» en el mundo bíblico: los profetas no fueron en su tiempo adivinos del futuro, ni muchas de las cosas que los primeros cristianos creyeron ser «cumplimiento de lo anunciado por las Escrituras» realmente lo fueron. Ese esquema apologético de que lo sucedido en Jesucristo estaría previsto y anunciado en el pasado, hace tiempo que ha sido abandonado en los estudios bíblicos. Más. Desde hace apenas unos años, menos de veinte, se está hablando de una nueva ola, un «revolcón» en el tema de la historicidad bíblica. Ya sabíamos que había muchas cosas y figuras (importantes) de la Biblia que no eran literalmente histórica. Los grandes especialistas bíblicos ya exhibían hace tiempo una visión bastante matizada de la base histórica de la Biblia. Los planteamientos concordistas de La Biblia tenía razón, aquel famoso libro (1955), hace mucho tiempo que no gozan de audiencia. Pero en los últimos años, como decimos, se ha dado una vuelta de tuerca. Hay toda una corriente arqueológica última, la más actual, que se pronuncia ya con claridad por una postura bastante más radical sobre la historicidad. No quieren ya utilizar la arqueología para ornamentar con curiosidades la ciencia bíblica, sino que creen que debemos ser honrados y someter los estudios bíblicos a lo que la arqueología descubre y cree poder probar. Es, de alguna manera, una nueva edición del conflicto entre la ciencia y la fe, pero a estas alturas, la solución del conflicto está ya muy precocinada, y no caben componendas. Ya no vamos a condenar a Galileo… ni a los arqueólogos.

No podemos entrar aquí en más profundidad. Remitimos a un libro clave, de Finkelstein, La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, Siglo XXI Editores, Madrid y Buenos Aires, 2003. O vean cualquiera de estos cuatro videos: https://vimeo.com/user10361814/videos, que son de toda calidad científica. Leer más…

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Dom 4º de Adviento. José, la conversión del patriarcado.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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FCA7CCD8-A41B-43B7-BF77-1D6D78FF7C79Del blog de Xabier Pikaza:

Teología de la Navidad. No temas al Espíritu Santo

Mt 1, 18-25. No tengas miedo de acoger a María: ha concebido por el Espíritu Santo

El evangelio de este domingo 4 de Adviento (Mt 1, 18-25, 22 XII 2019), ha sido y sigue siendo uno de los más discutidos y manipulados de la historia cristiana. Trata, ciertamente, de María y del Espíritu Santo, de José y del judaísmo (de las promesas de David); pero en el realidad trata de Dios y de la Iglesia, de forma que sólo ahora (desde las reformas del Papa Francisco) puede entenderse plenamente:

  1. Este evangelio nos lleva de la ley patriarcal, representada por José, hijo de David, a la era de María y del Espíritu Santo,  expresada en forma de libertad creadora, de amor que acoge y alumbra (da a luz), de apertura de Dios a todos los pueblos, desde Amazonia a Roma, desde la Meca a Samarcanda.
  2. Este evangelio marca el cumplimiento (=fin) de la era patriarcal, con el paso de una era de varones muy legales y una ley que encierra a todos en la servidumbre (representada por José, el hombre legal del AT) al Nuevo Testamento de la libertad del Espíritu, que crea vida en María, que no es sólo una mujer, sino la humanidad abierta a la  gracia y libertad mesiánica.
  3. Éste es el evangelio de la obediencia de José, es decir, de la escucha y respuesta creadora de la Iglesia patriarcal, que cumple su último deber desapareciendo,  es decir, muriendo, poniéndose al servicio de la libertad creadora de Dios, representada por María y el niño que nace, es decir, por la nueva Iglesia de la gratuidad y comunión, del Dios de las mujeres y los niños que aman y, amando transforman y redimen también a los varones (como José).
  4. Hablando en un sentido popular, José tiene que hacerse el “harakiri”,   dejarse morir, pero amando (acogiendo a la madre y al niño, llevándolos a Egipto…), para que nazca la vida de la gracia, como hizo Juan Bautista, diciendo a Jesús: Tengo que menguar para que tú crezcas, para que crezca la gracia de todos (en la que quiero también incluirme)… Algo así tiene que decir hoy la iglesia patriarcal (patriarcalista): Tengo que pasar, para que vengan ellos: Jesús y María, la nueva Comunión universal de los creyentes, habitados y transformados por el Espíritu de Dios.
  5. Éste no es un morir pasivo (simplemente resignado: Muramos,pues, que vengan otros; tras de mí el “diluvio…”), sino un morir dando vida, es decir, resucitando, poniendo la propia la propia existencia, nuestra propia historia de varones patriarcales al servicio de la nueva humanidad de Dios…, esto es, de la Navidad que es acción creadora del Espíritu, humanidad reconciliada y resucitada (más allá de un tipo de Vaticano, que tiene que morir con José, como he puesto de relieve en una postal anterior).

Desde ese fondo he querido comentar este pasaje de Mt 1, 18-25,  que no en vano está (con la genealogía de Jesús, Mt 1, 1-17, que he comentado también en RD con la ayuda de W. Weren) al comienzo del Nuevo Testamento, como puerta de la Biblia Cristiana. Esta ha sido con mucha frecuencia una puerta giratoria, por la que muchos en la iglesia patriarcal han dicho entrar para volver de nuevo a la antiguo y ratificarlo con nuevas razone, privilegios y poderes.

   El “comentario” que sigue es largo, está tomado del Comentario a Mateo, y puede resultar “excesivo” para muchos, a quienes recomiendo que lean sólo la primera parte. Pero habrá algunos que quieran llegar hasta el final. Un saludo agradecido a todos,(y feliz preparación de Navidad, con José, que ha de morir (como tiene que morir la Iglesia patriarcal) para que nazca el verdadero José, símbolo de la nueva humanidad reconciliada, con María y Jesús. (En especial para ti, María José V., tú me entiendes).

Nacido por el Espíritu Santo (Mt 1, 18-25).

 Las cuatro mujeres anteriores (Mt 1, 1-17) han puesto de relieve la aportación o, quizá mejor, la ruptura femenina en el origen de la vida, y eso aparecerá con toda fuerza en el caso de Jesús, hijo de María, por el Espíritu Santo, como supone este pasaje cuando dice, al final de la genealogía que “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el llamado Cristo” (1, 16):

1, 18 El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: estando  María, su madre, desposada con José, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. 20 Mientras pensaba en ello, se le apareció en sueños el ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevar a María, tu mujer, a casa, porque lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

 22 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: 23 Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. 24  Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer 25. Y no la conoció hasta que dio a luz un hijo, a quien puso el nombre Jesús (1, 18-25)[1].

Este relato incluye aspectos de carácter teológico y antropológico, cristológico y sacral, que no pueden resolverse en un simple comentario. Por eso dejo a un lado rasgos que son importantes en otro plano (de crítica histórico/literaria) para centrarme en aquellos que son más significativos, en línea de mensaje, es decir, en perspectiva de novedad cristiana:

– Este pasaje nos sitúa ante un nacimiento irregular. En clave de ley, desde el punto de vista de José, Hijo de David y portador de su promesa, el surgimiento de Jesús se opone al orden patriarcal y nos sitúa en los bordes del mayor “pecado” posible: El adulterio como ruptura del orden familiar. El esposo/padre José, que decide abandonar a María, dejándola a su suerte, aunque sin condenarla externamente, con el hijo ya engendrado, es el signo de una religión que quiere separar a los judíos de los extraños, impuros, diferentes (gentiles), no pudiendo acogerles en su casa, en su comunidad (que en este caso sería la comunidad judeo-cristiana)[2].

– El evangelio amplía la visión de Dios. En contra de lo que podía esperar cierto judaísmo (o judeo-cristianismo), Dios se expresa y actúa a través de una mujer irregular, María, en la línea de las cuatro ya indicadas (extranjeras, problemáticas) para fecundarla con su Espíritu Santo, a fin de que ella sea madre del mesías. Ciertamente, José, que es hombre justo, hijo de David “según la carne” (cf. Rom 1, 3), quiere actuar según ley, en obediencia a la legalidad del propio grupo (es decir, de un tipo de judeo-cristianismo)[3].

El Espíritu Santo se identifica  con la misma acción y presencia de Dios que se revela creadoramente, a través del gesto acogedor de María, superando un tipo de ley patriarcalista simbolizada por José, que era hombre justo (di,kaioj: 1, 19). Allí donde reinaba un orden de justicia eterna, simbolizada por el padre de familia, en línea de buena ley (por medio de José, hombre justo), viene a elevarse/revelarse la más alta función de María, mujer y madre, que aparece como signo de acogida universal humana, en línea de gratuidad[4]. Leer más…

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“Una lotería que siempre toca”. Domingo 4º de Adviento. Ciclo A

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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DCF9D48A-9574-44BD-9A1F-95D12C1CAA42Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Este año, el cuarto domingo de Adviento coincidirá, al menos en España, con el sorteo de la Lotería de Navidad. Las lecturas nos hablan de la auténtica lotería, la que tocó y sigue tocando todos los días y en todas partes del mundo.

El premio

No son millones de euros. Es un premio mucho mayor: una persona. Al principio puede resultar decepcionante. Con este premio no se puede comprar un gran chalé, ni un coche de último modelo. No podemos permitirnos un crucero de lujo ni costear una operación en el mejor hospital del mundo. Pero es un premio personal, que redime nuestro pasado y garantiza nuestro futuro. Las lecturas dedican pocas frases a describir a esa persona: desciende del rey David, nace de una muchacha virgen, y le ponen por nombre Jesús porque nos salva de los pecados. También se le puede llamar Emmanuel, que significa «Dios con nosotros». La cercanía de Dios puede inspirar incluso miedo. En este caso, no. Es un Dios que se presenta como un niño, con el compromiso de morir por nosotros.

La publicidad (1ª lectura)

Este premio no se anuncia en verano, con pocos meses de antelación, como la Lotería de Navidad, sino varios siglos antes. En el año 734 a.C. los reyes de Siria y Efraím se coaligaron para conquistar Judá y deponer al rey Acaz de Jerusalén. Cuenta el profeta Isaías que, cuando llegó la noticia, «se agitó el corazón del rey y del pueblo como se agitan las hojas de los árboles con el viento». El profeta se presenta ante el rey y le ofrece una señal, un signo portentoso realizado por Dios, para mantener la calma. Acaz, que ha pedido ayuda a Asiria, confía en este imperio (los EE. UU de la época) más que en Dios, y responde que no quiere pedir señal alguna. Pero Isaías se la da: «la muchacha está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros». El nacimiento del niño garantizará la salvación de Judá y de Jerusalén.

El sorteo (evangelio)

En tiempos de Isaías, algunos pensaron que la muchacha encinta era la esposa del rey, y Emmanuel el hijo que nacería dentro de poco: Ezequías. Este niño fue un buen rey, pero no cumplió las grandes esperanzas depositadas en él. Pasaron los siglos y Emmanuel no llegaba. Hasta que los cristianos ven cumplida la promesa en el nacimiento de Jesús. Este viene del Espíritu Santo y José le pondrá ese nombre «porque él salvará a su pueblo de los pecados». No salvará de los asirios, ni de los romanos, sino de nuestros pecados, muriendo por nosotros. Y Mateo añade: «Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta». Ya no hay que seguir esperando. Ha salido el primer premio.

Los afortunados (2ª lectura)

En esta lotería todos tienen premio. Incluso cabe la posibilidad de comprar el décimo después de que haya sido premiado. Es lo que dice Pablo a los romanos. El premio no es solo para los judíos, también para los paganos. No toca solo en Jerusalén o Belén, también en Roma. Allí, entre los paganos, se ha difundido el evangelio y se sienten «amados por Dios y llamados a formar parte de su pueblo santo». Igual que nosotros, al cabo de veinte siglos, debemos sentir la alegría de haber sido beneficiados por Dios. El evangelio del domingo pasado hablaba del desconcierto de Juan Bautista, y nos obligaba a pensar en el desconcierto y escándalo que podemos sentir ante la conducta y el mensaje de Jesús. El evangelio del cuarto domingo da un paso adelante. El desconcierto y el escándalo se pueden superar. El asombro se da ante el misterio y no acaba nunca, dura toda la vida.

***

Lo anterior es un sencillo esquema que ayuda a entender el mensaje del cuarto domingo y a prepararnos para la Navidad. Para comprender mejor el evangelio entresaco algunos datos de mi comentario El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz (Verbo Divino, Estella 2019, pp. 52-56.

Mateo da un título a lo que va a contar: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Sin embargo, no es eso lo que cuenta, se limita a ofrecer una serie de datos sobre ese misterio.

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

‒ José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros“.»

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

El relato consta de los elementos típicos: planteamiento, nudo y desenlace. Como en cualquier novela policíaca. Pero existe una diferencia. Mientras Agatha Christie dedica la mayor parte al nudo, a las peripecias de Hércules Poirot en busca del asesino, Mateo es brevísimo en las dos primeras partes y pasa enseguida al desenlace. No se trata de un relato dramático, sino didáctico.

Planteamiento

Parte de unos personajes que da por conocidos para el lector, María y José, y de una costumbre que también da por conocida entre judíos: después de los desposorios (la petición de mano), los novios son considerados como esposos, con el compromiso de fidelidad mutua, pero siguen viviendo por separado. De repente, resulta que María espera un hijo del Espíritu Santo. Mt no deja al lector ni un segundo de duda. Con perdón del Espíritu Santo, y siguiendo el símil policiaco, el lector sabe desde el principio quién es el asesino.

Nudo

La duda es para José, hombre bueno. Según el Deuteronomio, si un hombre se casa con una mujer y resulta que no es virgen, si la denuncia, “sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido en Israel la infamia de prostituir la casa paterna” (Dt 22,20ss). José prefiere interpretar la ley en la forma más benévola. La ley permite denunciar, pero no obliga a hacerlo. Por eso, decide repudiar a María en secreto para no infamarla. Mt escribe con enorme sobriedad, no detalla las dudas y angustias de José. Como mejor se advierte esto es comparando el relato con un fragmento del Génesis Apócrifo encontrado en Qumrán, en el que leemos algo parecido a propósito del patriarca Lamec: advierte que su mujer, Bitenós, está encinta, y duda de que ese hijo sea suyo (el estado fragmentario del texto no permite saber por qué duda). La angustia del personaje la refleja el autor de forma casi patética:

“Entonces pensé que la concepción era obra de los Vigilantes, y la preñez de los Santos, y pertenecía a los Gigantes […] y mi corazón se trastornó en mi interior por causa de este niño. Entonces yo, Lamec, me asusté y acudí a Bitenós, mi mujer, y dije […]: júrame por el Altísimo, por el Gran Señor, por el Rey del Universo […] que de veras me harás saber todo, me harás saber de veras y sin mentiras si esto […]. Júrame por el Rey de todo el Universo que me estás hablando sinceramente y sin mentiras […] Entonces Bitenós, mi esposa, me habló muy reciamente, lloró y dijo: ¡Oh, mi hermano y señor! Recuerda mi placer, el tiempo del amor, el jadear de mi aliento en mi pecho […] Yo te juro por el Gran Santo, por el Rey de los cielos, que de ti viene esta semilla, de ti viene este embarazo, de ti viene la siembra de este fruto, y no de ningún extranjero, ni vigilante, ni hijo del cielo. ¿Por qué está la expresión de tu rostro tan alterada y deformada, y tu espíritu tan deprimido?” (1QapGn Col. II, 1-17).

Ni siquiera con estas palabras de su esposa queda tranquilo Lamec; acude a su padre, Matusalén, para que le pregunte a Henoc y se informe de todo con certeza. Es una pena que la columna esté tan estropeada en algunos momentos capitales para la interpretación del argumento. El relato de Mt parece en muchos detalles como la antítesis del Génesis Apócrifo.

Desenlace

En cuanto José toma la decisión, se aparece el ángel que resuelve el problema. José obedece, y María da a luz un hijo al que José pone por nombre Jesús. En esta sección final, entre las palabras del ángel y la obediencia de José introduce Mt unas palabras para explicar el misterio: se trata de cumplir la profecía de Is 7,14 (que se lee hoy como 1ª lectura).

Mensaje

Este análisis literario demuestra que Mt no ha intentado poner en tensión al lector. Sabe desde el comienzo a qué se debe el misterio. Entonces, ¿qué pretende decirnos con este episodio? Tres cosas fundamentales a propósito del protagonista de su obra.

¿Quién es Jesús? Al comienzo del evangelio, en la genealogía, Mt acaba de indicarnos que es verdadero israelita y descendiente de David. ¿Significa que sea el Mesías? Para eso hace falta algo más según la tradición de ciertos grupos judíos. El Mesías debe nacer de una virgen, según está anunciado en Is 7,14. Este episodio demuestra que Jesús cumple ese requisito. Pero hay otro dato que no contiene el texto de Isaías: Jesús viene del Espíritu Santo, con lo cual se quiere expresar su estrecha relación con Dios.

¿Qué hará Jesús? Lo indica su nombre: salvar a su pueblo de los pecados. Salvar de los pecados no es lo mismo que perdonar los pecados. Perdonar los pecados se puede hacer de forma cómoda, sentado en el confesionario, o incluso paseando o tomando un café. Salvar de los pecados sólo se puede hacer ofreciendo la propia vida. Sabemos desde niños que Jesús, para salvarnos de nuestros pecados, dio su vida por nosotros. Pero no debe dejar de asombrarnos. Porque la actitud normal de un judío piadoso ante el pecado no es comprenderlo ni justificarlo, mucho menos morir por el pecador. Es condenarlo.

¿Qué repercusiones tiene su aparición? Mt, al escribir su evangelio, parte de la experiencia de su comunidad, perseguida y rechazada por aceptar a Jesús como Mesías. Mt le indica desde el comienzo que las dificultades son normales. Incluso las personas más ligadas al Mesías, sus propios padres, sufren problemas desde que es concebido. El cristiano debe ver en José un modelo que le ayuda y anima. No debe tener miedo a aceptar a Jesús y seguirlo, porque “viene del Espíritu Santo” y “salvará a su pueblo de los pecados”.

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Cuarto Domingo de Adviento. 22 diciembre, 2019

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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“José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le podrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados.”

(Mt 1, 18-24)

¡Ya viene! se puede decir que ya se oye el rumor de sus pasos… La Navidad ya está muy cerca recordándonos que Dios ha querido ponerse en nuestras manos frágil, pequeño y desnudo.

Y supongo que nos pasa un poco como a José: ¡que no acabamos de creerlo! Se nos llena el corazón de dudas…

¿Cómo es posible que Dios tenga algo que ver en esta historia nuestra? ¿Cómo lo vamos a reconocer envuelto en tanta fragilidad, con una apariencia tan vulnerable?

No tuvo que ser nada fácil para José reconocer el paso de Dios por su vida precisamente en la “irregularidad” del embarazo de su prometida. Porque, vamos a ver, no es fácil reconocer el paso de Dios en aquello que nos hiere y nos complica de quienes más cerca tenemos: una novia embarazada, un marido enfermo, una amiga con sida, un primo con cáncer… no parece, a simple vista, la tarjeta de visita de la felicidad, de la vida plena, del amor. No, no lo parece.

Pero Dios, Nuestro Dios Amor, nos sorprende haciendo brillar aquello que nos parecía una terrible oscuridad. Así viene Dios a nuestras vidas bajo unas apariencias sospechosas, que muchas veces nos dan miedo y nos llenan de dudas.

María y José pueden ser un ejemplo de cómo puede llegar a descolocarse la vida cuando Dios viene a tu historia. Muchas veces nos empeñamos en hacer de las grandes figuras bíblicas o de las personas con fama de santidad unas criaturas extrañas, especiales, que tenían muy claro lo que Dios quería de ellas y cómo tenían que llevarlo a cabo, pero no fue así. Todas ellas tuvieron sus dudas y dificultades. Pasaron por momentos de desconcierto, de no entender. Todas probaron el sabor amargo de tener que cambiar sus planes, sus vidas.

El evangelio de este domingo nos muestra la lucha de José. A nosotras que nos sabemos el final de la historia nos pasa casi desapercibido. Pero el texto dice claramente: “José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto”. Llegar a tomar esta decisión debió de costarle más de una noche sin dormir. A fin de cuentas, lo único en claro que podía sacar José era que María le había engañado. Ella estaba embarazada y él no tenía nada que ver…

Llevamos todo el adviento diciéndole a Dios que venga: ¡Maranatha, ven Señor Jesús! Hoy podemos pararnos a pensar si estamos dispuestas a dejarle venir como él quiera…

¿Le abriríamos la puerta si viene llenando nuestras vidas de dificultades? ¿Dejaremos que entre si viene poniendo en tela de juicio nuestra buena fama y la de nuestra familia? ¿Podremos dejarle entrar si viene con una enfermedad?

Quién sabe, tal vez este año tampoco encuentre posada y es que las cosas de Dios son bastante complicadas…

Oración

Si te decides a venir, Buen Jesús, no te olvides de traer algo de valentía, de esa que ensancha el corazón y abre los ojos a la luz que tú pones en toda oscuridad.

Si vienes, insiste, que aunque dudamos y no queremos complicarnos la vida, tampoco podemos vivir sin ti.

Ven que cuando ya estés aquí, se nos quitarán los miedos y desaparecen las dudas.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En Jesús lo divino nunca se percibe por los sentidos.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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Hoy la clave nos la da Pablo: “Nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios.” Pero hay otra frase en Jn más esclarecedora; cuando Jesús propone a Nicodemo qué hay que nacer de nuevo, dice: “lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu”. De la carne no puede nacer el espíritu ni del espíritu puede nacer la carne. Pablo considera normal la procedencia de la humanidad de Jesús. “nacido de una mujer”, pero lo importante es lo que hay en él de divino; y eso, sin duda ninguna, ha nacido del Espíritu.

Los relatos “de la infancia” de Mt y Lc, no son crónicas de sucesos, no son “historia” en el sentido que hoy damos a la palabra. Son teología narrativa. Mc no sabe nada de la infancia de Jesús. Jn tampoco quiere saber nada de esas historias. La fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mt y Lc, solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. El interés por la figura de Jesús, empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior.

Para resaltar lo que Jesús fue para los cristianos, vieron la necesidad de hablar de las maravillas de su infancia, fue una necesidad de comunicación, para hacer creíble lo que ellos habían descubierto con tanta dificultad. Los conocimientos que hoy tenemos nos hacen pensar que la infancia de Jesús fue de lo más normal. Nadie pudo adivinar lo que después iba a manifestar con su vida. Sus padres lo trataron siempre como a un niño normal. La mejor prueba de ello es que, cuando empezó a salirse de la norma, creyeron que estaba loco y quisieron impedírselo.

Solo después de la experiencia pascual, se intentó explicar quién era Jesús, más allá de lo que se podía percibir. El modo en que lo hicieron era lo lógico para ellos. Ni se engañaban ni quisieron engañar. Nos engañamos nosotros al entender literalmente el texto, dando al relato un sentido distinto al que ellos le dieron. En todas las culturas se ha intentado explicar la grandeza de unos personajes contando historias sobre su nacimiento portentoso. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se dice que han nacido de madre virgen. Esos datos no pretenden afirmar nada sobre sus madres sino sobre los personajes.

Es ridículo tratar de determinar, desde nuestra manera de entender el mundo, si es verdadero o es falso lo que dicen. Todas esas afirmaciones tienen su verdad. En todos los casos se habla de la infancia de esos personajes después de haber constatado que su vida sobrepasó lo que se puede esperar de un ser humano. Si lo que hacen es más que humano, tiene que ser divino. Es una manera de hablar que todos entendían y que no causaba conflicto alguno. Los cristianos, después de descubrir en la experiencia pascual lo que Jesús significaba, razonaron: Si de tantas personas famosas se puede decir que son hijos de dios, de Jesús con mucha más razón.

“María estaba desposada con José”. El matrimonio, constaba de dos partes: el contrato y la boda. Lo importante era el contrato (desposorio). En la boda se celebraba la acogida de la esposa en la casa familiar del novio. Según la ley judía, María y José estaban casados a todos los efectos jurídicos. El anuncio se hace a José. ¿Por qué ha tenido tan poca repercusión en nuestra religión este anuncio, comparado con el que ha tenido la Anunciación de María? Vamos a dar un somero repaso al texto que acabamos de leer.

“Antes de vivir juntos”. Mt quiere transmitirnos el origen divino de Jesús. Por dos veces lo dice sin rodeos. Todo lo que es y significa Jesús, es obra del Espíritu. Pero, ¿creéis que eso queda explicado diciendo que Dios se hizo espermatozoide? El pensar que Dios garantiza su presencia en Jesús por vía biológica es una monstruosidad. Dios no puede manipular la materia biológica. Dios no tiene actos puntuales. En Dios ser y actuar son la misma realidad. La presencia de Dios en Jesús, se manifiesta en lo humano, no desde fuera de ello.

“Por obra del Espíritu Santo”. Dos veces hace Lc referencia al Espíritu. En los dos casos está sin artículo. Al traducirlo con artículo determinado, estamos empujando a entenderlo mal. “Pneumatos Agiou”, hace referencia a Dios Espíritu (viento, aliento vital, fuerza, energía). Sería: “por obra de la fuerza de Dios”. “Agiou” (Santo) tampoco coincide con nuestro concepto de santo; significa, más bien, separado, incontaminado, completamente distinto, y además separador y purificador. Apunta  a una absoluta originalidad. Jesús no es obra de la casualidad, ni de una evolución progresiva, sino que responde a la presencia en él de Dios

“José, su esposo que era bueno.” José es el centro del relato. Ni la palabra “bueno” ni la de “justo”, traducen la riqueza del término griego. Significaría un israelita auténtico, temeroso de Dios y cumplidor de la Ley. Simboliza el “resto de Israel” fiel. María, para Mt, simboliza la nueva comunidad. En las dificultades que encuentran estos dos personajes, se está manifestando el conflicto que se vivía en tiempo de Mt, entre el judaísmo fiel al AT y la nueva comunidad. El origen divino simboliza la superioridad del NT. El encargo a José, de recibir a María, está indicando que todo buen israelita debe aceptar la novedad, porque es lo que Dios ha querido.

“El ángel del Señor”, no es una naturaleza angélica como lo concebimos nosotros, sino la presencia misteriosa del mismo Dios. Es Dios mismo el que hace la invitación a dar el salto. Los judíos pueden sentirse seguros al abandonar lo antiguo y hacerse cristianos. “En sueño”, es la manera normal de dirigirse Dios a los hombres en todo el AT. “Hijo de David”. La referencia a David, deja bien clara la pertenencia al pueblo judío. José es el encargado de legitimar la transición. Se trata de deshacer toda posible prevención por parte de los judíos.

“Tú le pondrás por nombre Jesús”. Si conociéramos lo que significaba en todo el AT poner el nombre a una persona, descubriríamos la importancia que toma José en este relato. El nombre es resumen de lo que va a ser una persona. El innombrable va a tener nombre, y la imposición de ese nombre va a depender de otro hombre, José. Recordemos que en relato de Lc el nombre se lo revela a María el ángel y ella será quien se lo imponga.

“Para que se cumpliera la Escritura. Mt hace especial hincapié en el cumplimiento de lo anunciado por el AT. En el párrafo de Isaías citado, la palabra hebrea `almâ’, que significa joven, fue traducida de manera incorrecta por “párthenos” que significa (célibe, soltera, doncella, virgen). En hebreo hay una palabra (betûâ) que significa de manera precisa virgen, pero no fue la usada en el pasaje. El malentendido lo denunció ya Trifón (s II). El relato bíblico se refiere a la joven esposa del rey Acaz que va a tener su primer hijo, y que iba a suponer la salvación para el reino. Jesús será salvador, como aquel hijo.

“Enmanuel (Dios-con-nosotros)”. La ausencia de Dios era la causa de todos los males para Judá. Su presencia garantizaba que las cosas iban a ir bien. Jesús no será un enviado más de Dios. No podía tener padre humano, porque sería a quien tenía que imitar en la tierra y no podía ser Dios su único modelo. Su modelo será exclusivamente Dios. Será Hijo porque en todo imitará al Padre. Para nosotros, es un lenguaje extraño, pero en aquella época, la referencia de un hijo al padre no se medía por lo biológico, sino por la capacidad del hijo para imitar al padre.

Meditación

Tengo que nacer del agua y del Espíritu.
Nadie puede hacerlo por mí; ni siquiera el mismo Dios.
El Espíritu ya está dentro de mí.
Mi tarea es darle a luz; es decir, tomar conciencia de esa realidad
y manifestarla en mi vida, para que la descubran los demás.
Ese proceso me llevará a la plenitud humana.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Los sueños de la Biblia.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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mt-118-24-gesu-nascera-da-maria-sposa-di-giuseppe-figlio-di-davide-1Una cosa es saber y otra saber enseñar (Cicerón)

22 de diciembre. DOMINGO IV DE ADVIENTO

Mt 1, 18-24

Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa (v 24)

Los sueños en la Biblia eran muy coherentes y reales, conteniendo unos mensajes muy claros, y no como los nuestros, que cuando te despiertan se pierden en la niebla. En Daniel 7, 1 se dice: “Daniel tuvo un sueño mientras dormía, y al punto escribió lo que había soñado”.

No sé lo que José soñaría sobre su prometida embarazada, pero seguramente estaría sorprendido, y como cantó Sglinde al conocer que llevaba en su seno la semilla de Sigmund, así cantaría María su embarazo con su hijo Jesús, que tanta gloria le daría a ella y al mundo entero tanto con sus palabras como con sus hechos.

Richard Wagner entonó todas estas cosas en El ocaso de los dioses, donde dijo también que los dioses y héroes perecerían ante el inexorablemente duro anatema, que culminará con el aniquilamiento total, porque los dioses han corrompido el mundo desde sus comienzos.

Y ahora soy yo el que digo:

¿Por qué no sucederá esto también con los dioses de todas las religiones, pues maldita la falta que nos hacen?

Una cosa es saber y otra saber enseñar, decía Cicerón, uno de los más grandes oradores de la República romana, pues para enseñar bien, antes hay que saber callar, cosa difícil para la mayoría de las mujeres.

Y la primera en conocer estas cosas debiera ser la Iglesia, y pensando estoy en el alto Clero, la de báculo y mitra, pues la Iglesia no sólo tiene que enseñar al mundo, sino y sobre todo aprender de él, puesto que en la vida es donde mejor se enseñan estas cosas.

Están próximas ya las Navidades, y como fieles cristianos no podemos olvidarnos de que una noche desembarcó en la casa de mi mente San Nicolás de Bari, y entrando cautelosamente en ella, pues los niños dormían y soñaban, y descargó su cesta de regalos, junto al árbol navideño que anteriormente ellos habían preparado.

Cuando Cicerón sabiamente dijo que “Una cosa es saber y otra saber enseñar”, ¡¡cuánta razón tenía!!

Como razón tenía igualmente cuando, como dice Mateo en su evangelio:

José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa.

En la Misa de Reyes, predicarán los curas sermones que casi nadie entiende que nadie atiende a lo que dice, únicamente están pensando en lo que Gaspar, Melchor y Baltasar, les van a traer en sus camellos.

El-pulpito

LA PRÉDICA DEL CURA

Fui condenado
por parodiar al cura en latinajos
que nadie en aquel pueblo comprendía.

Ni yo, ni el pueblo, ni los pájaros,
pero él erre que erre
con sus dominicales prédicas.

Al terminar la misa,
los feligreses salían de la iglesia,
se encogían de hombros y se iban
a celebrar con vino en la taberna
la incomprendida prédica del cura.

Y yo, que era el monaguillo,
quedé condenado para siempre
por la inicua condena
de aquel inicuo cura sin sustancia.

………………………..

¡Pobre Evangelio, pobre misa,
y pobres los vecinos de aquel pueblo!

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El nombre de Jesús

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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joseph-songeMt 1, 18-24

Si en aquel tiempo, el nombre revelaba la identidad y lo que se espera de una persona en su futuro, su misión, nada mejor que llamarle al niño que va a nacer, Jesús porque es Emmanuel. Jesús es Jesús, el salvador, porque Dios estaba con él. También nosotros estamos salvados y somos salvadores si experimentamos esa misma cercanía de Dios en nuestra vida y además imita y se parece a la de Jesús.

Según las narraciones de los evangelios de la infancia de Jesús José y María lo tuvieron muy fácil. Antes de que la criatura que llevaba en su vientre naciera un ángel o un arcángel les “soplan” cómo se debe llamar el niño, Jesús. Gabriel se lo comunica a María, según Lucas. Según Mateo el encargado de dar el nombre es José. El evangelio que hoy comentamos es el de Mateo. Según este evangelista, un ángel del Señor le dice, en sueños, a José: “tu le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Y todo esto (dichosos neutros) sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por medio del profeta Isaías al desconfiado rey Acaz: una doncella dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros” (primera lectura de hoy).

La unión de los dos nombres dados al niño que va a nacer, Emmanuel y Jesús, resulta altamente clarificadora del proyecto que viene a realizar en la tierra. De ahí la importancia de llamarse Jesús. Este niño será Dios con nosotros y Dios nos salva. En él Dios está con nosotros salvándonos. Si Dios está con nosotros, estamos salvados desde Dios. La toma de conciencia, el caer en la cuenta de que Dios está con nosotros, es la salvación desde nosotros. Ahora solo falta sacar las consecuencias. Vamos a ello.

Emmanuel significa “Dios con nosotros”. Jesús dijo e hizo lo que nos cuentan los relatos evangélicos porque Dios estaba con Él. Así lo testimonian los que lo vieron y oyeron. Jesús nos desvela la esencia de Dios. Siente su presencia en él. Le dice a Felipe: Quien me ve a mi ve al Padre. Yo y el Padre somos uno. ¿Qué nos dice Jesús del Dios en el que cree y confía? El Dios en quien cree y confía Jesús queda bien descrito en los evangelios. Dios es buena noticia para los hombres. Es un/a padremadre. Nos ha creado por amor, nos ha hecho a su imagen y semejanza, capaces de amar como Él nos ha amado. Está comprometido con nuestra felicidad y entregado a nuestra plenificación, codo con codo con nosotros, a nuestro lado siempre. Es nuestro amigo, compañero y cómplice, sufre con nosotros. En Él vivimos, nos movemos y existimos. El mejor retrato de Dios que Jesús hizo es la parábola del padre estupendo del hijo pródigo.

Como Jesús, nosotros seremos y haremos lo que tenemos que ser y hacer, lo que se espera de nosotros, nuestro ser verdadero, si descubrimos que Dios está en nosotros y entre nosotros. En el grado en que Dios sea nuestro fundamento, nuestra fuente, nuestro horizonte (alfa y omega), nuestra plenitud, nuestra vida reflejará nuestra participación en la vida divina. Seremos plenamente humanos y divinos. Como Jesús.

La palabra Jesús significa “Dios salva”. “Le pondrás por nombre Jesús porque el salvará a su pueblo de los pecados”. Dios salva. Necesitamos descubrir a Dios como nuestra salvación, nuestra liberación. Nos ayudará reflexionar e intentar contestar a estas tres preguntas: ¿De qué nos salva? ¿Para qué nos salva? ¿Cuándo y cómo sé yo que estoy salvado? Empecemos a responder. Nos salva del mal, para hacer el bien, y sé que estoy salvado cuando tengo la experiencia de que soy capaz de vencer mi egoísmo a favor del servicio a mi hermano. Ampliemos nuestra reflexión: Dios nos crea creadores, con capacidad de hacer el bien, de servir a los demás, de salvar a los hermanos. Estamos salvados y podemos ser salvadores. La humanidad necesita ser salvada del mal, de la injusticia y de la violencia. La salvación es el paso de las obras de las tinieblas a las obras de la luz. Sabremos que estamos salvados y salvando en el grado que seamos “luz de las naciones”. Luz que ilumina y vivifica. En respuesta a las preguntas: Dios, en Jesús, nos salva del mal (pecado) y nos salva para hacer el bien. Experimentamos que estamos salvados si somos capaces de que nuestra disponibilidad y entrega sea superior a nuestro egoísmo, si somos seres para los demás, más que solo para nosotros, si mi verdadero ser es la honradez y la bondad. En dos palabras, si construimos el Reino. Salvación y trabajo por el Reino son correlativos.

En resumen: Todo lo bueno, verdadero y bello que hay en nosotros es la huella de Dios, nuestro verdadero ser, la parte divina, nuestra participación en la vida de Dios. Es Dios en nosotros. Lo importante es experimentar su presencia misteriosa. Estamos salvados y somos salvadores en el grado en que activemos la presencia de Dios en nuestra vida. En la medida en que nuestra vida participe de la Vida de Dios con nosotros y seamos capaces de hacer el bien. La honradez y la bondad deben ser nuestros criterios de salvación. La capacidad de entrega y servicio es el termómetro de nuestra salud salvadora. Si me parezco a Jesús, que es el modelo de los salvados, si mi estilo de vida imita al de Jesús que pasó la vida haciendo el bien, curando el sufrimiento humano, alimentando al hambriento, librando al oprimido… entonces y solo entonces llegaré a mi plenitud humana.

África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Todos somos Emmanuel: Dios-en-nosotros.

Domingo, 22 de diciembre de 2019
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Ave-lápiz-300x225Domingo IV de Adviento 

22 diciembre 2019

Mt 1, 18-24

En el evangelio de Lucas es María quien recibe el “anuncio del ángel” (Lc 1,26-38); en el de Mateo, por el contrario, el destinatario es José. Ello nos muestra que nos hallamos ante un relato mítico, con el que los autores de ambos evangelios quieren presentar a Jesús como Hijo de Dios, nacido de una virgen.

          El parto virginal es un mito que se extendía en la antigüedad desde Egipto hasta la India. Horus, en Egipto, nace de la virgen Isis (tras el anuncio que le hace Thaw); Attis, en Frigia, de la virgen Nama; Krishna, en la India, de la virgen Devaki; Dionisos, en Grecia, y Mitra, en Persia, de vírgenes innominadas… Por cierto, de prácticamente todos ellos se dice que nacieron un 25 de diciembre, en el solsticio de invierno –en el hemisferio Norte–, justo cuando el Sol vuelve a “nacer”, venciendo a la noche.

          Sin embargo, tal mito encierra una gran sabiduría. En su propio lenguaje, podría expresarse de este modo: Dios está naciendo en todo lo que nace.

          Transcendido el mito, se comprende que Dios no es un Ser, sino un estado de ser, el Fondo último de todo lo que es. Tal como reconociera la mística beguina Margarita Porete, en el siglo XIII –“el único Dios verdadero es aquel del que nada puede pensarse”–, Dios no puede ser “alguien” pensado ni separado.

          O como advirtiera, en el mismo siglo, otro de los grandes místicos cristianos, el Maestro Eckhart, como una concesión a la mente pero evitando a la vez cualquier equívoco, se hace necesaria una distinción: “Deus” “Deitas”. Llamamos “Dios” (Deus) a “aquel” con quien nos relacionamos, en quien creemos y a quien oramos. Pero este “Dios” es una construcción de nuestra mente: puede ser nombrado y pensado. Sin embargo, la Deidad o Divinidad (Deitas) es inefable: nuestra mente ahí se silencia por completo, porque solo ve Vacío.

          “Dios” –la Divinidad– no se halla al alcance de la mente, porque es un estado de ser transmental. Es Aquello que somos todos en profundidad, la Mismidad de todo lo que es. Que puede ser vivido –es lo que somos–, pero no pensado. Y cada vez que lo intentamos pensar, creamos un ídolo.

          Ahí radica la sabiduría del mito acerca del nacimiento virginal de Jesús: todo es “Dios” naciendo, expresándose. Todos somos “Emmanuel”, no porque un “Dios” separado esté con nosotros, sino porque es nosotros en nuestra identidad última.

          Ante tal comprensión, no puede nacer sino la palabra de María: “Hágase en mí según tu palabra”. Que sea en mí lo que es, me rindo a la verdad última que somos, digo “sí” a la Vida en todo momento.

¿Vivo en un “sí” consciente a lo que es?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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