Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.
Últimamente he estado pensando mucho en las leyes. Como mujer queer, tengo muy presente el panorama político que cambia rápidamente para las personas LGBTQ+ en los Estados Unidos. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) está rastreando 469 proyectos de ley anti-LGBTQ en Estados Unidos en este momento. En 2023 se presentó una cantidad récord de proyectos de ley anti-LGBTQ en 2023: al menos 510, lo que representa casi el triple de la cantidad de proyectos de ley presentados en 2022. En 2024, 11 Estado tienen leyes que impiden que las personas transgénero utilicen instalaciones sanitarias acordes con sus identidades de género .
Estas leyes tienen consecuencias reales para las personas trans y no binarias, especialmente para jóvenes como Nex Benedict, un joven no binario de 16 años Two-Spirit (de dos espíritus) de ascendencia Chahta (Choctaw) que vivía en Owasso, Oklahoma. A Nex le encantaba la naturaleza, dibujar, leer, jugar videojuegos como Ark y Minecraft, ver The Walking Dead y tener un gato, Zeus. El 7 de febrero de 2024, Nexfue violentamente atacado por compañeros de estudios en el baño de niñas de su escuela. Nex murió al día siguiente a causa de sus heridas. Nex es al menos la segunda persona trans o no binaria violentamente asesinada en 2024..
La muerte de Nex no ocurrió en un vacío político. Oklahoma ha aprobado varias leyes duramente anti-trans en los últimos años. La muerte de Nex fue el resultado de una pelea en el baño de una escuela que Nex estaba obligado a usar por ley, y el ataque ocurrió en un estado que prohíbe los cuidados de afirmación de género. Su fallecimiento es fundamentalmente inseparable de la legislación transfóbica que controlaba su vida y su autonomía.
Las leyes son el tema central de la primera lectura litúrgica del Éxodo de hoy en la que se presenta lo que ahora se conoce como los Diez Mandamientos. Aunque memoricé estas reglas en la escuela primaria, una frase llamó mi atención nuevamente: “Honra a tus [padres], para que tengas una larga vida en la tierra” (Éxodo 20:12, énfasis mío).
Allison Connelly-Vetter
En este versículo, Dios revela el verdadero propósito de los Diez Mandamientos. Dios no tiene la intención de avergonzar o controlar al pueblo de Dios para que siga algún plan rígido. Más bien, Dios da estas leyes como una bendición, para que el pueblo de Dios “tenga una larga vida” en el contexto de su comunidad y su hogar.
Cuán diferentes son las leyes de amor de Dios de las leyes anti-trans de Oklahoma, que se elaboran a través del miedo, la intolerancia y la ignorancia deliberada. Nex Benedict, como todos los hijos de Dios, merecía una larga vida en su tierra. La muerte de Nex Benedict fue permitida por las leyes de Oklahoma, pero está prohibida por la ley de Dios.
El mensaje de que las leyes de Dios están hechas para ayudar a las personas a prosperar, no para explotarlas, aparece en la lectura del Evangelio de hoy, que contiene la famosa historia de Jesús limpiando el Templo. Al crecer, pensé que Jesús simplemente estaba molesto porque la gente vendía cosas en un lugar de culto. Sin embargo, como aprendí en el seminario, la compra y venta de animales en el Templo era una práctica esperada y casi necesaria, ya que los viajeros al Templo necesitaban comprar animales para un sacrificio.
Los cambistas del Templo cobraban precios exorbitantes y depredadores por las palomas, la compra sacrificial más asequible para los pobres. Estos comerciantes obligaban a los viajeros pobres (muchos de los cuales eran agricultores y pescadores que apenas sobrevivían bajo los aplastantes impuestos del Imperio Romano) a pagar grandes sumas de dinero para poder hacer el sacrificio requerido. Por eso Jesús se dirige específicamente a los vendedores de palomas y les dice que “saquen [las palomas] de aquí”. Al limpiar el Templo, Jesús estaba protestando por la explotación de los pobres.
Esta historia ha sido interpretada con narrativas que promueven una agenda antijudía, pero se aplica apropiadamente a los legisladores y cabilderos cristianos en los Estados Unidos que promulgan el mismo tipo de violencia económica y legal contra los marginados. En Oklahoma, el senador estatal David Bullard presentó un proyecto de ley en 2023 que “constituiría un delito grave que los médicos proporcionen procedimientos de transición de género a cualquier persona menor de 26 años”. Citando la fe cristiana como motivación para esta ley anti-trans, Bullard, un diácono bautista, dijo que “el nombre de la ley alude a un pasaje del Libro de Mateo que sugiere que cualquiera que haga pecar a un niño debe ser ahogado en el mar con un una piedra de molino colgaba de sus cuellos”. Me imagino que si Jesús hubiera estado presente en la audiencia de ese proyecto de ley en el Senado del estado de Oklahoma, también habría volteado algunas mesas allí.
No puedo dejar de pensar en Nex Benedict y en cómo deberían seguir aquí, acurrucando a su gato y subiendo de nivel en su videojuego. Nex Benedict, y todos y cada uno de los jóvenes trans y no binarios, merecen una vida larga, una vida larga y fácil de alegría, juego y amor. Una larga vida en la tierra, en su tierra, ya sea que esa tierra sea Oklahoma o Tennessee o cualquiera de los otros, ya demasiados, estados con legislación anti-trans en los libros.
Espero que nunca olvidemos a Nex Benedict. Espero que nuestra fe cristiana nos obligue a trabajar por la vida y la liberación de cada hijo de Dios, mientras que al mismo tiempo denunciamos y condenamos la transfobia y el acoso. Espero que volteemos pronto todas las mesas de explotación, violencia y muerte que nos arrebatan a nuestros jóvenes trans y queer.
Nex Benedict, decimos tu nombre. Honramos tu memoria. Nunca dejaremos de luchar por la larga vida que mereces.
—Allison Connelly-Vetter (ella/ella), 3 de marzo de 2024
Comentarios desactivados en “Qué religión es la nuestra”. 3º de Cuaresma – B (Juan 2,13-25)
Todos los evangelios se hacen eco de un gesto audaz y provocativo de Jesús dentro del recinto del Templo de Jerusalén. Probablemente no fue muy espectacular. Atropelló a un grupo de vendedores de palomas, volcó las mesas de algunos cambistas y trató de interrumpir la actividad durante algunos momentos. No pudo hacer mucho más.
Sin embargo, aquel gesto cargado de fuerza profética fue lo que desencadenó su detención y rápida ejecución. Atacar el Templo era atacar el corazón del pueblo judío: el centro de su vida religiosa, social y política. El Templo era intocable. Allí habitaba el Dios de Israel. ¿Qué sería del pueblo sin su presencia entre ellos?, ¿cómo podrían sobrevivir sin el Templo?
Para Jesús, sin embargo, era el gran obstáculo para acoger el reino de Dios tal como él lo entendía y proclamaba. Su gesto ponía en cuestión el sistema económico, político y religioso sustentado desde aquel «lugar santo». ¿Qué era aquel Templo?, ¿signo del reino de Dios y su justicia o símbolo de colaboración con Roma?, ¿casa de oración o almacén de los diezmos y primicias de los campesinos?, ¿santuario del perdón de Dios o justificación de toda clase de injusticias?
Aquello era un «mercado». Mientras en el entorno de la «casa de Dios» se acumulaba la riqueza, en las aldeas crecía la miseria de sus hijos. No. Dios no legitimaría jamás una religión como aquella. El Dios de los pobres no podía reinar desde aquel Templo. Con la llegada de su reinado perdía su razón de ser.
La actuación de Jesús nos pone en guardia a todos sus seguidores y nos obliga a preguntarnos qué religión estamos cultivando en nuestros templos. Si no está inspirada por Jesús, se puede convertir en una manera «santa» de cerrarnos al proyecto de Dios que Jesús quería impulsar en el mundo. Lo primero no es la religión, sino el reino de Dios.
¿Qué religión es la nuestra?, ¿hace crecer nuestra compasión por los que sufren o nos permite vivir tranquilos en nuestro bienestar?, ¿alimenta nuestros propios intereses o nos pone a trabajar por un mundo más humano? Si se parece a la del Templo judío, Jesús no la bendeciría.
Comentarios desactivados en “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Domingo 03 de marzo de 2024. Domingo tercero de Cuaresma
Leído en Koinonia:
Éxodo 20,1-17: La Ley se dio por medio de Moisés. Salmo responsorial: 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna. 1Corintios 1,22-25: Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero, para los llamados, sabiduría de Dios. Juan 2,13-25: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
El evangelio de Juan coloca esta manifestación mesiánica de Jesús al comienzo de su actividad pública y en el contexto de una fiesta de Pascua en Jerusalén. Para Juan es muy importante poner a Jesús y a su comunidad en ese marco de la sucesión de las fiestas judías. Eso lo vemos a lo largo de todo el evangelio, pues no hay ningún acontecimiento fuera de ese marco. Juan optó por encuadrar toda la actividad pública de Jesús en el tiempo religioso de los que su propio Evangelio define como “los judíos” (!). Al organizar la narración en función de una serie de fiestas judías, deja entrever una construcción ideológica y cultural rica, articulada e intencionada (hoy sabemos que las cosas no se sucedieron así, sino que se trata de una organización literaria de la narración, con una intención significativa).
La pascua judía es confrontada por Jesús y su comunidad discipular tres veces en el evangelio de Juan. Es evidente el simbolismo: con Jesús irrumpe una nueva Alianza (tres siempre simboliza el nacimiento de algo nuevo). El tiempo del Reino construye una nueva festividad. El tiempo de las fiestas judías es contrapuesto con un tiempo inusual y alternativo. El relato centra su interés en la dialéctica entre la estructura simbólica y temporal del judaísmo, y una estructura nueva alternativa que se quiere afirmar e institucionalizar.
El simbolismo de la revelación mesiánica de Jesús es sumamente resaltado en la confrontación con el templo. El relato necesita hacerlo; al fin y al cabo se está construyendo y afirmando una nueva identidad. El templo de Jerusalén es el centro de las instituciones y símbolo de la gloria y el poder de la nación judía (tanto la residente en Palestina como la que se encuentra en la Diáspora). El evangelio emplea un símbolo conocido para indicar la presentación mesiánica de Jesús: el “látigo con cuerdas”. Era proverbial la frase “el látigo del Mesías” para significar la violencia que implica la irrupción de la era mesiánica. El uso que Jesús hace del “látigo” no deja la menor duda acerca de su identidad y del proyecto que encarna: con él arroja fuera del templo el ganado que se vendía para los sacrificios, las ovejas y los bueyes. Sacrificios, como ovejas y bueyes, así como sus potenciales compradores (sólo los ricos podían ofrecer este tipo de ganado en el sacrificio) son puestos fuera del horizonte del nuevo proyecto mesiánico-profético.
Al echar todos afuera del templo con sus ovejas y sus bueyes, Jesús declara la invalidez del culto de los potentados, del que los sacrificios constituían el momento cumbre. Jesús no denuncia solamente, como habían hecho los profetas, «el culto que encubre la injusticia», sino que declara infame «el culto que es en sí mismo una injusticia», por ser medio de explotación, pero sobre todo «por ser legitimación religiosa de la injusticia y del crimen». No propone una reforma del culto, sino su abolición.
La expulsión de los bueyes tiene que ver con la misma constitución de la sociedad tributaria-monárquica. El primer rey de Israel se constituyó a partir del “grupo de campesinos propietarios de bueyes”. No es de extrañar que a partir de entonces, latifundistas, bueyes y sacrificios en el templo estén articulados en un solo proyecto, y que se correspondan ideológica y religiosamente. Además el dios Baal de los agricultores cananeos se representaba con un buey. La agricultura y la ganadería necesitan su propio dios y su propio culto. Los latifundistas fueron aliados importantes de Herodes para la consolidación de su poder, y él, como retribución, mantuvo en forma opulenta al templo. Así podemos entender por qué el templo estaba lleno de bueyes, si la ideología religiosa dominante cuyo centro simbólico estaba allí era la justificación principal del sistema social estratificado y concentrador en Palestina desde la Reforma de Josías.
La expulsión de las ovejas del templo tiene también un rico sentido simbólico. Las ovejas son figura del pueblo, encerrado en el recinto donde está condenado al sacrificio. Los dirigentes explotan y asesinan al pueblo –verdadera víctima del culto–, sacrifican y destruyen al rebaño, a cuya costa viven. Jesús no se propone reformar aquella institución religiosa propósito por cierto inútil, sino rescatar al pueblo de ella.
Todos los grupos judíos esperaban la utopía del Reino, de forma que la agitación del primer siglo hizo a muchos pensar que la hora estaba próxima. Para los zelotas era la hora de tomar las armas contra la ocupación romana para instaurar el reino de Dios en el cual el templo y su personal ya no estuvieran sujetos a ningún imperio. Los saduceos no esperaban activamente el Reino y se contentaban con mantener como mejor podían el culto del templo con la ayuda de las autoridades romanas. Los esenios, como los zelotas, estaban listos para tomar las armas por el Reino, pero se habían retirado al desierto en espera del momento oportuno (kairós), considerando que el templo estaba en manos ilegítimas. Los fariseos también consideraban que para que llegara el Reino había que acabar con el dominio extranjero y restaurar la autonomía del templo. Sin embargo, no entraron a ninguna guerrilla y se dedicaron a la más riguroso observancia de la ley.
A diferencia de los grupos anteriores, la actitud de Jesús y de su comunidad discipular es de tajante oposición al templo, lo que aparece de una manera mucho más radicalmente –no sólo como rechazo de un culto de los poderosos– en las acciones contra los cambistas, a quienes les desparrama las monedas, y contra los vendedores de palomas, a quienes les ordena quitar de en medio su mercancía.
Los cambistas representaban “el sistema financiero” de la época. Todos los varones judíos mayores de 21 años estaban obligados a pagar un tributo anual al templo, e infinidad de donativos en dinero iban a parar al tesoro del templo. Además, en la antigüedad, los templos, por la inmunidad que les confería su carácter sagrado, eran el lugar elegido por los pudientes para depositar sus tesoros. El templo de Jerusalén llegó a ser uno de los mayores bancos de la antigüedad. Pero pagar el tributo y los donativos no se podía hacer en monedas que llevasen la efigie imperial, considerada idolátrica por los judíos: el templo acuñaba su propia moneda y los que iban a pagar tenían que cambiar sus monedas por las del templo. Los cambistas cobraban, naturalmente, su comisión. Al volcar sus mesas y desparramar sus monedas, Jesús estaba atacando directamente el tributo al templo y, con él, al sistema económico religioso dominante. El templo es para Jesús una empresa que explota económicamente al pueblo. De hecho, el culto proporcionaba enormes riquezas a la ciudad y a los comerciantes, sostenía a la nobleza sacerdotal, al clero y a los empleados. La acción de Jesús toca, por tanto, un punto neurálgico: el sistema económico e ideológico que representaba el templo en Israel.
La acción contra los vendedores de palomas es igualmente de enorme impacto ideológico. Las palomas eran animales sacrificiales de menor importancia, pues con ellas los pobres ofrecían sus cultos a Dios; sin embargo el hecho de que sus vendedores hayan sido los únicos a quienes Jesús se dirige y a los que hace responsables de la corrupción del templo, quiere hacer ver la enorme preocupación de Dios por la suerte de los pobres y su enojo por quienes hacen negocio con su pobreza. En contraste con las dos acciones anteriores, Jesús no ejecuta acción alguna, sino que se dirige a los vendedores mismos acusándolos de explotar a los pobres por medio del culto, del impuesto, y del fraude de lo sagrado.
El templo es “casa del mercado”, y allí el dios es el dinero. Al llamar a Dios mi Padre, Jesús no lo identifica con el sistema religioso del templo. La relación con Dios no es religiosa sino familiar, está en el ámbito de la casa familiar. La relación se desacraliza y se familiariza. En la casa del Padre ya no puede haber comercio ni explotación, siendo casa-familia acoge a quien necesite amor, intimidad, confianza, afecto.
Aún, Jesús da un paso más en su confrontación radical con el templo al proponerse él mismo como santuario de Dios. Frente al poder de Herodes (cuarenta y seis años de construcción del templo) emerge el poder del resucitado (tres días). En el Reino de Dios no se requiere templos sino cuerpos vivos. Éstos son los santuarios de Dios, donde brilla su presencia y su amor, si viven dignamente. Jesús no viene a continuar la línea religiosa tradicional. Vino a proponer una humanidad restaurada a partir del principio de la ultimidad de la vida en cuerpos que viven con dignidad. Sobre esta base es posible soñar y construir otra manera de vivir y otra manera de creer. Leer más…
Comentarios desactivados en Cuaresma Dom 3 (3.3.24). Destruiré este templo: Cueva de ladrones, casa de negocios (Jn 2, 23-15)
Del blog de Xabier Pikaza:
Tras entrar en Jerusalén, para proclamar el Reino, Jesús quiso limpiar la religión, expulsando del templo a los ladrones/negociantes que se habían allí establecido.
Tres fueron las tentaciones de Jesús según Mt 4 y Lc 4 (dinero, poder y mala religión). Las tres se condensan aquí en el templo, que Jesús “purifica” (quiere destruir/cambiar) para comenzar su ministerio de nueva humanidad/iglesia.
Los sinópticos (cf. Mc 1, 15-17) sitúan esa purificación al final del ministerio mesiánico de Jesús, como principio de su pasión y muerte. Jn 2, 14-16 la sitúa al comienzo. Sólo tras haber “limpiado” el tiemplo puede iniciar su tarea de humanidad.
| Xabier Pikaza
Dos evangelios, una experiencia de fondo.
Marcos.“Llegaron a Jerusalén y entrando en el templo comenzó a expulsar a los que vendían y compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían las palomas, y no consentía que nadie pasase por el templo llevando cosas. Luego se puso a enseñar diciéndoles: ¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Vosotros, sin embargo, la habéis convertido en cueva de bandidos/ladrones” (Mc 11, 15-18).
Juan: “Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quitad esto de aquí; no convirtáis la casa de mi Padre en un Oikos emporiou (casa, emporio o centro de negocios)” (Jn 2, 14-17).
Marcos, cueva de bandidos.
Su comparación de fondo (el templo/iglesia es una cueva de ladrones económicos o bandidos políticos, pues ambas cosas significa lestes) viene de Mc 15, 17, que la toma de Jer 7, 11. Según ella, el templo/religión es una cueva/guarida de ladrones económicos y/o bandidos político-sacerdotales (lêstôn), que emplean su poder y religión para robar con violencia y guardar (justificar) así lo robado.
El profeta Jeremías utilizó esa expresión en torno al 600 a.C., cuando Nabucodonosor rey de Babel (actual Irak) se creía justificado por Dios para conquistar/robar medio mundo, haciéndose llamar “civilizador”, enviado del Dios Marduk. Pues bien, a juicio de Jeremías, los sacerdotes/ricos de Jerusalén seguían en el fondo la misma política/religión de Nabucodonosor, justificando sus robos con el templo. Como nuevo Jeremías habla y sufre Jesús por criticar el poder/opresión del templo.
Juan, casa de negocios, emporio económico.
Interpreta la “cueva de bandidos” (lenguaje profético de Marcos), en forma de centro comercial, oikos emporiou, un gran centro comercial. De esa forma ha pasado del lenguaje de reyes/bandidos militares y de templos ligados a esos reyes al lenguaje “comercial” de fenicios y griegos que, en vez de robar haciendo guerras de conquista con soldados, crearon “emporios” o colonias comerciales, a lo largo y a lo ancho del Mediterráneo y del mundo occidental, enriqueciéndose a costa de los pobres. Todavía actualmente, una antigua ciudad comercial de los griegos, ubicada en Cataluña/España se llama, se llama Ampurias” o el emporio.
Pues bien, conforme a la visión de Jesús, según el evangelio de Juan, el templo de Jerusalén se había convertido en un emporio, centro o casa comercial al servicio de los ricos (conforme a la nueva economía de mercado griegos. Este es el tema de fondo del evangelio de este domingo 3.3.24 (3º de Cuaresma) que comentaré en lo que sigue, comparando la visión de Marcos y la de Juan, teniendo a fondo las dos expresiones: Cueva de ladrones, casa de negocios. Para los evangelistas ambas cosas son en el fondo lo mismo.
La gran transformación, el cambio de la iglesia.
Son muy importantes otros temas: los vinculados al “sexo pervertido” (posible pederastia, poca madurez afectiva de algunos cristianos, clérigos o laicos…), los del tema de la autoridad (discusiones sobre el sínodo de la iglesia alemana o de las iglesias del mundo entero, con violencias y opresiones de diverso tipo… Pero el evangelio de este domingo, que sigue al anterior de la transformación/transfiguración del Tabor, se centra en el dinero. La transformación de la iglesia empieza por lo económico: Echar de la iglesia a los ladrones de la cueva, convertir la casa/emporio de economía en lugar de comunión y servicio mutuo en amor.
El tema de fondo (de Jesús y de la iglesia) sigue siendo el dinero, con el poder/bandidaje que ello implica. El Papa Francisco y otros líderes eclesiales están consiguiendo cambios importantes en una línea de transformación sinodal de la iglesia, pero se les hace casi imposible el tema de la “conversión económica”, vinculada a la conversión ecológica y a la creación de una hermandad/fraternidad de “pobres”.
Conforme al lenguaje de la iglesia, desde el AT, el tema no consiste en no tener, sino en tener compartiendo, poniendo pobreza y/o dinero al servicio de la fraternidad.
Marcos, un tema de bandidos.
Según Marcos los responsables del templo lo han convertido en “cueva de ladrones” (spelaion lêstôn: cf. Jer 7, 11), un lugar para robar al pueblo fiel, en nombre de Dios, con medios de bandidaje anti-legal (engañando, robando, matando) o con medios de bandidaje aparentemente legal, propio de reyes y dirigentes políticos (en aquel entorno de Jer 7, donde los que robaban eran precisamente reyes nobles del pueblo). Ese es el modelo más oriental de los imperios ladrones, que estaban conquistando y robando a lo grande, es decir, en aquel tiempo (en torno al 600 a.C. los babilonios).
Pues bien, Jeremías dice a los sacerdotes de Jerusalén y “nobles” de Jerusalén que están haciendo lo mismo que los ladrones del imperio de los babilonios, que conquistan el mundo para apoderarse de sus riquezas.
En el fondo, los sacerdotes del templo de Jerusalén (en tiempo de Jesús, en nuestro tiempo) corren el riesgo de convertir el gran templo, la gran iglesia, en una sucursal de los bandidos político/militares, con la diferencia de que lo hacen en nombre del Dios de Israel o del Dios de Jesucristo El tema de fondo del templo de Jerusalén en el evangelio de Marcos sigue siendo este maridaje entre religión y dinero injusto (dinero de bandidos), puesto al servicio de una religión de engaño.
Juan: Nuevos bandidos, agentes de negocios.
Según Juan, los sacerdotes han convertido la Casa de su Padre en centro de negocios (oikos emporiou, casa de comerciantes). De esa forma pasa del modelo del imperio-ladrón de oriente (Babilonia) a la terminología de un comercio colonial, conforme al esquema de los fenicios y griegos que habían creado “colonias” a lo ancho del Mar Mediterráneo para “cambiar mercancías con ventaja”, para así enriquecerse, sin necesidad de mantener grandes tropas imperiales, que eran caras.
Por oro fueron muchos hispanos, anglosajones, holandeses, alemanes y rusos por el mundo entero, diciendo que iban a evangelizar o civilizar a los salvajes… pero de hecho buscando dineros o comercio al servicio de la metrópoli.
El evangelio de Juan utiliza una terminología comercial moderna, empleada también por el Evangelio de Tomás 64). Según esa terminología, los soldados/bandidos de Marcos (cueva de ladrones, que roban que roban pero no sabe negociar, sino que meten lo robado en una cueva) se convierten en agentes comerciales, en directores económicos de emporio (que van por ahí sin robar a mano armada, pero están protegidos por ejércitos de soldados, legisladores y jueces de diverso tipo…).
Este cambio de la imagen “cueva de bandidos” a “casa de negocios” se impone en la iglesia de occidente a partir del siglo XII d.C., cuando la iglesia aparece (con ciertos banqueros judíos, florentinos, renanos o flamencos como creadora de un tipo de economía capitalista.
Conforme a su lógica de gratuidad (de Reino), Jesús ha subido Jesús al templo de Jerusalén, para culminar su obra, que en este contexto tiene sentido destructor. No se limita a purificarlo o reformarlo un poco, condenando sus excesos, para que volviera a estar limpio, como siempre debió hallarse, sino que anuncia y expresa simbólicamente su ruina (como hizo al presentar en este contexto signo de la higuera): ¡Qué nadie coma nunca más de sus frutos! (cf. Mc 11, 14).
‒ Expulsa a vendedores y compradores de animales para los sacrificios… ( Mc 11,15b). De esa forma hace imposible todo el ejercicio de los sacrificios de animales, fundados en la compra y ofrecimiento de animales a Dios. Según eso, Jesús ha «expulsado» del templo (es decir, de lo sagrado) a los poderes económicos que lo controlan
‒ Derriba las mesas de cambistas de dinero y de los vendedores de palomas (Mc 11,15c). No se limita a expulsar a los vendedores, sino que derriba ese centro material del templo que es la mesa de los cambios, el banco de la economía y de la venta de palomas. Ése es un gesto simbólico: Como derriba Jesús estas mesas, vendrá a derrumbarse en el suelo el edificio «sagrado» del templo.
– Jesús no deja que pasen por el templo con utensilios de compra-venta y de servicios materiales… Jesús impide así que el templo tenga otras funciones sociales de transformación económica o laboral. Quiere que el templo (la religión) sea espacio de encuentro humano, de comunicación personal.
– Jesús quiere que el templo sea casa de encuentro (de oración) entre todas las naciones: Espacio y camino de comunión con Dios y de diálogo entre los hombres y mujeres, sin intermediarios sacerdotales (es decir, sin funcionarios de lo sagrado).
Tema actual. Tres conversiones del templo
Conversión económica, un templo-iglesia que no sea cueva de bandidos ni emporio económico. El templo de Jerusalén constituía el centro mercantil del pueblo israelita, que se había comprometido a mantener sus instituciones y su culto, al menos tras la “restauración” del exilio (año 525 a. C.) y las reformas de Esdras y Nehemías (cf. Neh 10, 2-39). El templo así entendido ejercía funciones económicas que podían ayudar al pueblo… pero se terminó convirtiendo en cueva de bandidos/emporio de ricos. Sin un cambio radical en este campo no ser puede hablar
de conversión cristiana. No se trata de expulsar del templo a los bandidos/bandidos, sino a los “arribistas económicos”. En eso estamos, en eso quiere estar en Roma en Papa Francisco, en su forma actual de administración, ese cambio/conversión que quiso Jesús se le está (se nos está) resistiendo. Hay tarea para muchas cuaresmas.
Conversión política. En un plano, los judíos habían separado religión y vida social, de tal forma que podían conservar su propia identidad religiosa y su culto mientras que el orden político quedaba bajo el Imperio. En esa línea, Jesús dijo dad a Dios lo que es Dios, devolver al Cesar lo que es del César…Pero de hecho las grandes iglesias se han aliado con los políticos… En Europa Occidental el gran cambio jurídico se dio hace 800 años, en el concordato de Worms (1222) y después en la revolución francesa, con la separación de la iglesia y el poder político…
Pero el tema sigue pendiente. Un tipo de “derecha política” (perdónese) la expresión quiere mantener el poder utilizando a la iglesia (y a la inversa, un tipo de iglesia se apoya en la derecha)… En otra línea ha existido y existe un tipo de izquierda que quiere tomar el poder religioso, desde los celotas/sicarios del tiempo de Jesús.
No parece que haya solución hasta que se supere un tipo de poder de imposición social, económica y religiosa. No se trata de cambiar el poder, sino de superarlo, no se trata de tomar el poder, sino de transformarlo en gratuidad-servicio. Hay tema largo para superar un tipo de iglesia-emporio económico, para convertirla mercado gratuito de intercambio de vida. Convertir el mercado monetario en “merced”-regalo de vida. Por andaba Jesús al expulsar a los imperiales/comerciantes de emporio. Le quedan algunos por expulsar, del Vaticano y de sus alrededores, no sólo católicos, sino protestantes, ortodoxos y de otras tendencias “cristianas”.
Conversión religiosa, conversión cristiana de iglesia.En tiempos de Jesús, el templo se había convertido en gran edificio de imposición religiosa. Lo mejor que le podía suceder a aquel templo, para bien de la gente, es que fuera destrucción, convertido en “casa de comunión/oración” de todos los pueblos. El templo simbolizaba y expresaba el poder religioso de unos sacerdotes sobre l conjunto del pueblo… Se sigue tratando hoy de superar el poder religioso, convirtiendo la religión verdadera en principio de perdón, fraternidad y libertad. Eso quiso Jesús, por eso le mataron.
‒ Yo destruiré este templo, hecho con manos humanas… (cf. Mc 14, 58). Sin destrucción de un templo construido por “intereses humanos” de poder-dinero-sometimiento no puede haber evangelio. Jesús va en contra de un templo construido por manos humanas, lo mismo que la torre de Babel (cf. Gen 10), un templo construido al servicio como capital externo, signo de pecado. Quizá pudiéramos decir con Esteban (cf. Hech 7, 47-53), que este templo, cerrado en sí mismo, ha sido el “pecado originario” de Israel, pues ha servido para negar la profecía universal y liberadora del mensaje original de Dios.
‒ Y en tres días edificaré otro, no hecho por manos humanas (Mc 14, 58). El templo antiguo era un edificio hecho por intereses humanos (kheiropiêton, cf. Hech 7, 41.48), de forma que más que signo de Dios era un ídolo satánico, en la línea de la “mammona”, el Dios dinero opresor( Mt 6, 24). Frente al “ídolo” de aquellos que quieren encerrar a Dios en sus propias construcciones, al servicio de su seguridad y su poder ( se eleva Dios que creará precisamente “humanidad”, a los “tres días”, es decir, en el tiempo de plenitud escatológica del Reino.
La escena de la expulsión de los mercaderes del templo la cuentan los cuatro evangelios. Pero, como ocurre a menudo, hay algunas diferencias entre ellos.
Preguntas para un concurso
¿Cuándo tuvo lugar dicha escena? ¿Al comienzo de la vida de Jesús o al final?
Esta escena ha sido pintada por numerosos artistas, entre ellos el Greco. En todas ellas aparece Jesús empuñando un azote de cordeles. Pero, de los cuatro evangelios, sólo uno menciona dicho azote; en los otros tres Jesús no recurre a ese tipo de violencia. ¿De qué evangelio se trata?
Sólo un evangelio dice que Jesús prohibió transportar objetos por la explanada del templo. ¿Cuál?
¿Qué evangelista cuenta la escena de la forma más breve?
¿Quién la cuenta con más detalle, incluyendo una discusión con las autoridades judías?
Respuestas
Juan la sitúa al comienzo de la vida de Jesús. Mateo, Marcos y Lucas al final, pocos días antes de morir.
El único que menciona el azote es Juan.
Esa prohibición sólo se encuentra en Marcos.
El más breve es Lucas.
Juan.
El relato de Juan (Jn 2,13-25)
El concurso anterior no se debe a un capricho. Pretende recordar que los evangelistas no cuentan el hecho histórico tal como ocurrió, sino transmitir un mensaje. Por eso alguno insiste en un detalle, mientras otros lo omiten por no considerarlo adecuado para su auditorio. Lucas, por ejemplo, reduce al mínimo la actitud violenta de Jesús, mientras que Juan la subraya al máximo. El relato de Juan se divide en dos partes: la expulsión de los mercaderes y la breve discusión con los judíos.
Un gesto revolucionario
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
̶ Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
A nuestra mentalidad moderna le resulta difícil valorar la acción de Jesús, no capta sus repercusiones. Nos ponemos de su parte, sin más, y consideramos unos viles traficantes a los mercaderes del templo, acusándolos de comerciar con lo más sagrado. Pero, desde el punto de vista de un judío piadoso, el problema es más grave. Si no hay vacas ni ovejas, tórtolas ni palomas, ¿qué sacrificios puede ofrecer al Señor? ¿Si no hay cambistas de moneda, cómo pagarán los judíos procedentes del extranjero su tributo al templo? Nuestra respuesta es muy fácil: que no ofrezcan nada, que no paguen tributo, que se limiten a rezar. Esa es la postura de Jesús. A primera vista, coincide con la de algunos de los antiguos profetas y salmistas. Pero Jesús va más lejos, porque usa una violencia inusitada en él. Debemos contemplarlo trenzando el azote, golpeando a vacas y ovejas, volcando las mesas de los cambistas.
Imaginemos la escena en nuestros días. Jesús entra en una catedral o una iglesia. Se fija en todo lo que no tiene nada que ver con una oración puramente espiritual, lo amontona y lo va tirando a la calle: cálices, copones, candelabros, imágenes de santos, confesionarios, bancos… ¿Cuál sería nuestra reacción? Acusaríamos a Jesús de impedirnos decir misa, poder comulgar, confesarnos, incluso rezar.
¿Por qué actúa Jesús de este modo? En el evangelio de Marcos, lo explica como un buen maestro, empalmando dos textos proféticos, de Isaías y Jeremías: “¿No esta escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pues vosotros la tenéis convertida en una cueva de bandidos”.
En el evangelio de Juan, Jesús no actúa como maestro sino como hijo: “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.” Estamos al comienzo del evangelio (lo único que se ha contado después de la vocación de los discípulos ha sido el episodio de las bodas de Caná), y ya se anuncia lo que será el gran tema de debate entre Jesús y las autoridades judías en Jerusalén: su relación con el Padre. Ese sentirse Hijo de Dios en el sentido más profundo es lo que le provoca esa fuerte reacción de cólera, incluso trenzando y usando un látigo (detalle que no aparece en los Sinópticos).
Juan explica esta reacción con unas palabras que no aparecen en los otros evangelios: «Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora.» El celo por la causa de Dios había impulsado a Fineés a asesinar a un judío y a una moabita; a Matatías, padre de los Macabeos, lo impulsó a asesinar a un funcionario del rey de Siria. El celo no lleva a Jesús a asesinar a nadie, pero sí se manifiesta de forma potente. Algo difícil de comprender en una época como la nuestra, en la que todo está democráticamente permitido. El comentario de Juan no resuelve el problema del judío piadoso, que podría responder: «A mí también me devora el celo de la casa de Dios, pero lo entiendo de forma distinta, ofreciendo en ella sacrificios». Quienes no tendrían respuesta válida serían los comerciantes, a los que no mueve el celo de la casa de Dios sino el afán de ganar dinero.
La reacción de las autoridades
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
̶ ¿Qué signos nos muestras para obrar así?
Jesús contestó:
̶ Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron:
̶ Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
En contra de lo que cabría esperar, las autoridades no envían la policía a detener a Jesús (como le ocurrió siglos antes al profeta Jeremías, que terminó en la cárcel por mucho menos). Se limitan a pedir un signo, un portento, que justifique su conducta. Porque, en ciertos ambientes judíos, se esperaba del Mesías que, cuando llegase, llevaría a cabo una purificación del templo. Si Jesús es el Mesías, que lo demuestre primero y luego actúe como tal.
La respuesta de Jesús es aparentemente la de un loco: “Destruid este templo y en tres días lo reconstruiré”. El templo de Jerusalén no era como nuestras enormes catedrales, porque no estaba pensado para acoger a los fieles, que se mantenían en la explanada exterior. De todas formas, era un edificio impresionante. Según el tratado Middot, medía 50 ms de largo, por 35 de ancho y 50 de alto; para construirlo, ya que era un edificio sagrado, hubo que instruir como albañiles a mil sacerdotes. Comenzado por Herodes el Grande el año 19 a.C., fue consagrado el 10 a.C., pero las obras de embellecimiento no terminaron hasta el 63 d.C. En el año 27 d.C., que es cuando Juan parece datar la escena, se comprende que los judíos digan que ha tardado 46 años en construirse. En tres días es imposible destruirlo y, mucho menos, reconstruirlo.
Curiosamente, Juan no cuenta cómo reaccionaron las autoridades a esta respuesta de Jesús. (Resulta más lógica la versión de Marcos: los sumos sacerdotes y los escribas no piden signos ni discuten con Jesús; se limitan a tramar su muerte, que tendrá lugar pocos días después.) Pero el evangelista sí nos dice cómo debemos interpretar esas extrañas palabras de Jesús. No se refiere al templo físico, se refiere a su cuerpo. Los judíos pueden destruirlo, pero él lo reedificará. Tenemos aquí, también desde el comienzo del evangelio, algo equivalente a los tres anuncios de la Pasión y Resurrección en los Sinópticos, aunque dicho de forma mucho más breve: “Destruid este templo (Pasión) y en tres días lo levantaré” (Resurrección).
Cuaresma y resurrección
Esto último explica por qué se ha elegido este evangelio para el tercer domingo. En el segundo, la Transfiguración anticipaba la gloria de Jesús. Hoy, Jesús repite su certeza de resucitar de la muerte. Con ello, la liturgia orienta el sentido de la Cuaresma y de nuestra vida: no termina en el Viernes Santo sino en el Domingo de Resurrección.
Jesús, nuevo templo de Dios
Hay otro detalle importante en el relato de Juan: el templo de Dios es Jesús. Es en él donde Dios habita, no en un edificio de piedra. Situémonos a finales del siglo I. En el año 70 los romanos han destruido el templo de Jerusalén. Se ha repetido la trágica experiencia de seis siglos antes, cuando los destructores del templo fueron los babilonios (año 586 a.C.). Los judíos han aprendido a vivir su fe sin tener un templo, pero lo echan de menos. Ya no tienen un lugar donde ofrecer sus sacrificios, donde subir tres veces al año en peregrinación. Para los judíos que se han hecho cristianos, la situación es distinta. No deben añorar el templo. Jesús es el nuevo templo de Dios, y su muerte el único sacrificio, que él mismo ofreció.
Portentos y sabiduría (1 Corintios 1,22-25)
En la segunda lectura aparece también el tema de los prodigios. Pablo, judío de pura cepa, pero que predicó especialmente en regiones de gran influjo griego, debió enfrentarse a dos problemas muy distintos. A la hora de creer en Cristo, los judíos pedían portentos, milagros (como se ha contado en el evangelio), mientras los griegos querían un mensaje repleto de sabiduría humana. Poder o sabiduría, según qué ambiente. Pero lo que predica Pablo es todo lo contrario: Cristo crucificado. El colmo de la debilidad, el colmo de la estupidez. Ninguna universidad ha dado un doctorado “honoris causa” a Jesús crucificado; lo normal es que retiren el crucifijo. Pero ese Cristo crucificado es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Quien sienta la tentación de considerar el mensaje cristiano una doctrina muy sabia humanamente, digna de ser aceptada y admirada por todos, debe recordar la experiencia tan distinta de Pablo.
Hermanos:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados -judíos o griegos-, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
El Decálogo: tercer momento de la Historia de la salvación (1ª lectura)
Pensando especialmente en los catecúmenos se recuerda en la primera lectura el Decálogo. A pesar de su enorme interés, es difícil tratar las tres lecturas en la homilía. Por su estrecha relación con la Cuaresma convendría limitarse a la segunda y al evangelio.
Jesús se dirige a Jerusalén, lugar donde está situado el templo. Templo de piedra, de tradición, donde la ley es la norma. En él se encontraba el arca de la Alianza y, por lo tanto, la presencia de Dios.
Lo que pone de relieve este texto es que la absolutización de la religión trae los totalitarismos. La dualidad entre lo profano y lo religioso ha provocado demasiado enfrentamiento y sufrimiento.
Sin embargo, Jesús inaugura una época nueva, no la de la ley, sino la de la experiencia, del Encuentro.
Él también tuvo que expulsar fuera de sí muchos “animales”, todos aquellos que no le permitían vivir en la coherencia, y le sometían a la ira, el miedo, el no entender…
Hoy Jesús nos habla de no vaciar de contenido lo esencial. Las piedras son piedras, pero su cuerpo es templo del Espíritu. Un templo que no admite cambistas, ni trueques, ni animales. Es espacio vacío, desalojado de todo aquello que no le permite vivir en ese silencio y soledad que hacen que el Espíritu haga en Él su morada.
Un cuerpo como el de Jesús que está habitado por el Espíritu y que nadie puede destruir. En la fluidez que da la libertad de pensar, sentir y obrar en coherencia, en esa autenticidad de llevar a cabo la voluntad de Dios.
Jesús es el ser humano libre, que crece en la medida que experimenta el amor por su Padre y por las personas, por eso su ser se dilata y dinamiza a medida que se expone al amor del Espíritu.
Las piedras son duras, rígidas, solo son receptáculos. Si pierden el espíritu, son edificios muertos, son obras de arte que nos recuerdan otros tiempos, por eso Jesús inaugura un templo nuevo, SU CUERPO, un cuerpo que se llena de vida, a medida que se vacía de sí mismo para llenarse del Amor de Dios.
Oración
Padre, ayúdanos a poner a punto nuestro cuerpo para que sea templo, como lo fue el de Jesús, dinamizado por tu espíritu.
Comentarios desactivados en Jesús denuncia un culto externo que no exige un cambio interno.
DOMINGO 3 º DE CUARESMA (B)
Jn 2,13-25
En las tres primeras lecturas de los domingos que llevamos de cuaresma, se nos ha hablado de pacto. Después de la alianza con Noe y con Abraham, se nos narra hoy la tercera alianza del Sinaí. La alianza con Noe fue la alianza cósmica del miedo. La de Abrahán fue la familiar de la promesa. La de Moisés fue la nacional de la Ley. ¿Cómo debemos entender estos relatos? Noe, Abrahán y Moisés son personajes legendarios.
La historia “sagrada” que narra la vida y milagros de estos personajes se escribió hacia el s. VII antes de Cristo. Son míticas leyendas que no debemos entender al pie de la letra. Se trata de experiencias vitales que responden a las categorías religiosas de cada época. Hoy nadie puede pensar que Dios le dio a Moisés unas tablas de piedra con los diez mandamientos. No fue Dios quien utilizó a Moisés para comunicar su Ley, sino Moisés el que utilizó a Dios para hacer cumplir unas normas que él elaboró sabiamente.
Dios no puede hacer pactos porque no puede ser “parte”. Una cosa es la experiencia de Dios que los hombres tienen según su nivel y otra muy distinta lo que Dios es. Jesús habló del Dios de la “alianza eterna”. Dios actúa de una manera unilateral y desde el ágape, no desde un “toma y da acá“. Dios se da totalmente sin condiciones ni requisitos, porque el darse es su esencia. En el Dios de Jesús no tienen cabida pactos ni alianzas. Lo único que espera de nosotros es que descubramos el don total de sí mismo.
No se trata de purificar el templo sino de sustituir. El relato del Templo lo hemos entendido de manera simplista. Siempre interpretamos la Escritura de manera que nos permita tranquilizar nuestra conciencia echando la culpa a los demás. Como buen judío, Jesús desarrolló su vida espiritual en torno al templo; pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se cocía no era lo que Dios esperaba. Recordemos que cuando se escribió este evangelio, ni existía ya el templo ni la casta sacerdotal tenía ninguna influencia. Pero el cristianismo se había convertido ya en una religión que imitó la manera de dar culto a Dios. Es el culto de ayer y de hoy el que debe ser purificado.
Es casi seguro que algo parecido a lo que nos cuentan sucedió realmente, porque el relato cumple perfectamente los criterios de historicidad. Por una parte, lo narran los cuatro evangelios. Por otra es algo que podía interpretarse por los primeros cristianos, (todos judíos) como desdoro de Jesús, no es fácil que nadie se pudiera inventar un relato que critica todo el organigrama del culto desde una mayor fidelidad a Dios.
Nos han dicho que lo que hizo Jesús en el templo fue purificarlo. Esto no tiene fundamento, puesto que lo que estaban haciendo allí los vendedores, era imprescindible para la actividad del templo. Se vendían bueyes ovejas y palomas, que eran la base de los sacrificios. Los animales vendidos estaban controlados por los sacerdotes; así se garantizaba que cumplían todos los requisitos de pureza. También eran imprescindibles los cambistas, porque al templo solo podía recibir dinero puro, es decir, acuñado por el templo. En la fiesta de Pascua, llegaban a Jerusalén israelitas de todo el mundo; para hacer la ofrenda no tenían más remedio que cambiar su dinero por el del templo.
Jesús quiso manifestar con un acto profético, que aquella manera de dar culto a Dios no era la correcta. En esos días de fiesta podía haber en el atrio del templo unas 8.000 personas. Es impensable que un solo hombre con unas cuerdas pudiera arrojar del templo a tanta gente. El templo tenía su propia guardia, que se encargaba de mantener el orden. Además, en una esquina del templo se levantaba la torre Antonia, con una guarnición romana. Los levantamientos contra Roma tenían lugar siempre durante las fiestas. Eran momentos de alerta máxima. Cualquier desorden hubiera sido sofocado.
Las citas son la clave para interpretar el hecho. Para citar la Biblia se recordaba una frase y con ella se hacía alusión a todo el contexto. Los sinópticos citan a (Is 56,3-7) “mi casa será casa de oración para todos los pueblos; y a (Jer 7,8-11) “pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos”. Is hace referencia a los extranjeros y a los eunucos, y dice: “yo los traeré a mi monte santo y los alegraré en mi casa de oración. Sus sacrificios y holocaustos serán gratos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”. En los tiempos mesiánicos, los eunucos y los extranjeros podrán dar culto a Dios. Ahora no podían pasar del patio de los gentiles.
El texto de (Jer 7,8-11) dice así: “No podéis robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal, correr tras otros dioses y luego venir a presentaros ante mí, en este templo consagrado a mi nombre, diciendo: ‘Estamos seguros’ para seguir cometiendo los mismos crímenes. ¿Acaso tenéis este templo por una cueva de bandidos?” Los bandidos no son los vendedores, sino los que hacen las ofrendas sin conversión. Son bandidos, no por ir a rezar, sino porque solo buscaban seguridad. Lo que Jesús critica es que, con los sacrificios, se intente comprar a Dios. Como los bandidos se esconden en las cuevas, seguros hasta que llegue la hora de volver a robar y matar.
Juan cita un texto de (Zac 14,20) “En aquel día se leerá en los cascabeles de los caballos: “consagrado a Yahvé”, y serán las ollas de la casa del Yahvé como copas de aspersión delante de mi altar; y toda olla de Jerusalén y de Judá estará consagrada a Yahvé y los que vengan a ofrecer comerán de ellas y en ellas cocerán; y ya no habrá comerciantes en la casa de Yahvé”. La inscripción “consagrado a Yahvé” la llevaban los cascabeles de las sandalias de los sacerdotes y las ollas donde se cocía la carne consagrada. En los días mesiánicos, no habrá distinción entre cosa sagrada y profana.
Los vendedores interpelados (los judíos) le exigen un prodigio que avale su misión. No reconocen a Jesús ningún derecho para actuar así. Ellos son los dueños y Jesús un rival que se ha entrometido. Ellos están acreditados por la institución misma, quieren saber quién le acredita a él. No les interesa la verdad de la denuncia, sino la legalidad de la situación, que les favorece. Pero Jesús les hace ver que sus credenciales han caducado. Las credenciales de Jesús serán, hacer presente la gloria de Dios a través de su amor.
Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré. Aquí encontramos la razón por la que leemos el texto de Jn y no el de Mc. Esta alusión a su resurrección da sentido al texto en medio de la cuaresma. Le piden una señal y contesta haciendo alusión a su muerte. Su muerte hará de él el santuario definitivo. La razón para matarlo será que se ha convertido en un peligro. El fin de los tiempos, en Jn, va ligado a la muerte de Jesús.
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Jn 2, 13-25
«Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado»
Entraron en el patio de los gentiles por el ángulo Suroeste, y allí se encontraron con los puestos de venta de animales para los sacrificios y las mesas de los cambistas de dinero extranjero por dinero del Templo. En ambos casos su función era necesaria para el buen funcionamiento del Templo, pues quien llegaba allí con la intención de ofrecer un sacrificio, precisaba de los unos y de los otros. Además, no estaban en el Templo propiamente dicho, sino en uno de los patios de libre acceso.
Pero todo el negocio era controlado por los sacerdotes, que habían convertido la actividad normal del Templo en algo muy lucrativo. Cada vez era mayor el número de nimiedades que requerían un sacrificio para que el infractor recuperase la pureza perdida, y así, los beneficios de esta empresa crecían sin cesar. Se multiplicaba la fortuna de aquellos privilegiados pertenecientes a la aristocracia sacerdotal, y ello a costa de los hombres y mujeres de las clases populares que, por su propia forma de vida, estaban más expuestos a verse inmersos en situaciones que requerían sacrificio para su expiación.
Jesús se había indignado muchas veces ante el espectáculo de esta mercadería, pues convertía al propio Dios en cómplice de las supercherías de las autoridades religiosas, pero la simple indignación no era motivo suficiente para intervenir en los negocios de aquella gente. En cambio, ahora, el motivo era muy distinto, pues Jesús quería hacer un gesto claro e inequívoco para mostrar que el Templo estaba acabado; que era estéril; que no tenía ningún papel en el Reino; que era el más rancio símbolo de lo viejo, de lo muy viejo; tanto, que ya los profetas habían proclamado en nombre de Yahvé: «Misericordia quiero, y no sacrificios».
Pero el Templo significaba sacrificios: sacrificio de animales y sacrificio de judíos y galileos para mantenerlo. Y en el Templo la palabra misericordia había perdido todo su significado. Por eso, Jesús le había dicho a la mujer samaritana: «Créeme mujer: Se acerca el tiempo en que no daréis culto al Padre ni en Garizim ni en Jerusalén. Llega la hora en que los que den culto auténtico, darán culto al Padre en espíritu y en verdad».
Era necesario destruir el Templo con sus sacrificios, sus tributos, su culto externo, su poder, sus sacerdotes corruptos, su mentalidad nacionalista… pues si permanecía en pie, nunca podría reinar Abbá; nunca podría instaurarse su Reino. Era necesario rasgar los odres viejos, porque no podían contener el vino nuevo.
Evidentemente, no le era posible derribar aquella inmensa edificación, pero al menos podía realizar un gesto que pusiese de manifiesto su rechazo; que lanzase un mensaje claro al pueblo de Jerusalén. Debían saber que su opción rompía con lo antiguo porque lo antiguo se había vuelto infecundo; porque había llegado el tiempo de convertirse a Abbá; porque había que optar, y hacerlo urgentemente; radicalmente.
Al entrar en el gran patio volvieron a aparecer ante sus ojos los puestos de venta de animales y los mostradores de los cambistas, y se volvió a indignar ante aquel espectáculo. Derribó las mesas de los cambistas. Luego se dirigió a los puestos de los vendedores de palomas y estrelló las jaulas contra el suelo. De entre las ramas rotas de sus jaulas, los pobres animales salían volando, despavoridos, provocando gran confusión y alboroto. Los vendedores de bueyes y ovejas, al ver lo que les venía encima, arrearon a sus animales hacia la puerta de salida más cercana.
Algunos de los vendedores —los más corajudos— decidieron permanecer en sus puestos de venta, porque no estaban dispuesto a dejarse avasallar por aquel hombre. Pero cuando llegó a ellos aquella fuerza desatada, con aquella determinación y aquel arrojo, con aquella mirada iracunda que taladraba el ánimo, decidieron no enfrentarse a él y seguir la estela de sus compañeros.
Los discípulos que habían entrado con él en el Templo estaban en un rincón del patio agrupados y desconcertados por la escena inaudita que se abría ante sus ojos. Ya estaban acostumbrados a que les sorprendiese con sus hechos y sus dichos, pero nunca hubiesen sospechado que pudiese hacerlo hasta ese punto. Pedro y los Zebedeos no entendían nada, pero estaban prestos a entrar en acción si alguien se le enfrentaba. Judas, estupefacto, contemplaba cómo Jesús actuaba justo en sentido contrario a como esperaba, pues en vez de atacar a los romanos, atacaba al Templo. Las mujeres temían por él, y el resto no salía de su asombro.
Al fin salieron del edificio central doce sacerdotes de túnica fastuosa y se dirigieron hacia donde él estaba. Sus ademanes nada tenían que ver con la pompa y el boato de los que habitualmente hacían gala, sino que eran apresurados; casi marciales. El que parecía su jefe, un hombretón iracundo de barba negra y abundante, se colocó a un palmo de las narices de Jesús, y le gritó en tono amenazador: «¿Con qué derecho haces estas cosas?»
Mucha gente contemplaba la escena desde la distancia. Los Zebedeos dieron un paso adelante para dirigirse hacia donde estaba Jesús; solo y rodeado de sacerdotes beligerantes. Pedro, que conocía mejor que nadie su coraje y su personalidad, les cogió del brazo y no les dejó ir. Si la cosa iba a mayores, él sería el primero en dar la cara, pero dudaba mucho que fuese necesario.
Jesús, todavía sofocado por el esfuerzo, calmó su espíritu, esbozó una sonrisa y les contestó: «También voy a haceros yo una pregunta, y si me respondéis, os diré con qué poder hago yo estas cosas: El bautismo de Juan ¿era del cielo o era de los hombres?… Respondedme».
Se retiraron unos metros y se pusieron a cavilar. Eran conscientes de que la gente estaba siendo testigo de toda la escena y redoblaron sus esfuerzos por salir de aquel atolladero en que se habían metido; pero no tenía salida porque cualquier respuesta que diesen era mala para ellos: «No lo sabemos» … «Entonces, yo tampoco os digo con qué poder hago estas cosas». Y desentendiéndose de ellos, se acercó a sus amigos.
Cuando salió del Templo, los sacerdotes se reunieron con los escribas para ver la forma de perderle… Acababa de llegar y ya le temían.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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Al recibir las tablas de la Ley y sellar la Alianza con Yahvé, el pueblo, que peregrinaba hacia la Tierra Prometida, consideraba que el arca que albergaba las piedras contenía la “presencia del mismo Dios”.
Cuando David decidió trasladar el arca de la alianza a Jerusalén lo hizo con el propósito de construir un magnífico edificio para albergarla. El Templo de Jerusalén era concebido como la morada donde residía físicamente Yahvé, el Dios de Israel.
Sabemos que el Templo fue arrasado hasta sus cimientos en varias ocasiones; ya no se menciona la presencia del arca de la alianza, tal vez perdida para siempre durante el saqueo babilónico.
Herodes el Grande acometió sobre el 20 a.C. obras de ampliación y embellecimiento del Templo que no habían concluido en el tiempo de Jesús.
Y es en este momento, en el que el evangelio de Juan nos describe la subida de Jesús a Jerusalén.
Al llegar al templo nos presenta un panorama desolador: el templo, centro religioso y símbolo nacional de Israel, convertido en lugar de comercio y explotación.
“Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas instalados, y haciendo como un azote de cuerdas, a todos los echó del templo. –Quitad eso de ahí: no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios”. (Jn.2: 14, 16)
Me resultaría relativamente fácil hacer un comentario a este pasaje basándome en la simbología del “azote de cuerdas”, en lo que significan las “ovejas” y las “palomas” pero nos quedaríamos en el cambio que realizó Jesús con respecto al Antiguo Testamento.
Ya sabemos que Jesús establece una nueva relación entre Dios y las personas. Ya sabemos que Jesús es el nuevo templo y que a partir de Él no necesitamos intermediarios para nuestra relación con Dios.
También sabemos que los vendedores del templo representan a la jerarquía que explotaba a los pobres con el fraude de lo sagrado y que el dinero se había convertido en el dios del templo en lugar del Padre.
El arca de la Alianza ya no estaba en el templo, se había perdido por tanto el propósito del mismo. El lugar que había sido construido para recordar que Dios permanecía fiel y que el pueblo, que había hecho un compromiso de reciprocidad se había convertido en lugar de negocios, de explotación de los pobres en nombre de Dios.
¿Cómo no iba a enfadar a Jesús un panorama tan desolador como ese? ¿Cómo hubiera podido dejar de pronunciarse antes las autoridades judías, a pesar de estar seguro de que no le entenderían?
¿Son nuestros “templos” hoy lugar de oración, de relación con Dios?
No hace falta remontarnos a los tiempos de Jesús, sino leer algunos de los titulares que aparecen en nuestros periódicos de los últimos meses, me refiero a periódicos religiosos de Estados Unidos y España para pronunciar:
Basta ya de profanar el cuerpo, la mente y el espíritu de tantas mujeres, niñas y niños por parte de aquellos que creen tener “poder” porque se les ha otorgado un ministerio que era para estar al servicio, no para “servirse de”.
Basta también de tergiversar el mensaje de Jesús por parte de aquellos que considerándose sucesores en la línea de los apóstoles, ni hacen ni dejan hacer: frustrados, amargados por una soledad invivible que cortan las iniciativas, que acallan la voz del Espíritu en ese cuerpo de Cristo que somos todas y todos.
¿Hasta cuándo vamos a aguantar tanta humillación, tanto dolor, tanta frustración?
“La pasión por tu casa me consumirá”.
No hermanos, no os confundáis, no nos tratéis con condescendencia ni os escudéis en que estos son solo unos pocos casos. Las mujeres en la iglesia sí, reclamamos el diaconado, el sacerdocio, la plena participación en las decisiones que conciernen a la comunidad local como a la comunidad universal; pero lo que realmente reclamamos es que consideréis nuestro cuerpo y por tanto nuestra mente y nuestro espíritu como templo sagrado, como lo hizo Jesús.
Hay algunos hermanos enfermos que abusan sexualmente de mujeres, hombres, niñas y niños, pero el peligro de hacer del poder y del dinero ídolos, está en todos nosotros. También el conformismo “ñoño” de los que miran para otro lado, o que intentan calmar las aguas que esconden su mediocridad y tibieza.
La acción de Jesús descrita en este pasaje es violenta. El enfrentamiento con las autoridades judías no puede ser más dura. Han usurpado el lugar de Dios y se sirven del templo para enriquecerse haciendo uso de un poder que se han otorgado a sí mismos.
-“¿Qué señal nos presentas para hacer estas cosas? Les replicó Jesús:
– Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré.”Jn 2:18-19
“Él se refería al santuario de su cuerpo.” Jn. 2:21
Cuando la verdad molesta lo más fácil es quitar a la persona de en medio. Jesús se está convirtiendo en alguien indeseable.
¿Cuál es la verdadera conversión, la metanoia, el cambio de mente y corazón al que se nos invita en esta cuaresma?
La verdadera alianza ya nos la ha mostrado Jesús dando su vida por la realización del proyecto de Dios desde siempre: hacernos hijxs y hermanxs. Solo hay un camino: Cristo crucificado, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres; y la debilidad de Dios es más potente que los hombres. (1Cor 1:24-25)
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Domingo III de Cuaresma
3 marzo 2024
Jn 2, 13-25
Si nos atenemos al testimonio del cuarto evangelio, Jesús no era muy amante del templo. Al gesto simbólico que narra este texto habría que añadir aquellas otras palabras que Juan pone en boca del Maestro de Galilea: “Ha llegado la hora en que, para dar culto al Padre, no tendréis que subir a este monte ni ir a Jerusalén [al templo]… Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,21-24).
Las religiones han visto el templo como “la casa de Dios”, la morada de la divinidad. Eso casaba bien con la idea de un dios más o menos “controlado” por la autoridad religiosa. Jesús desmonta ese engaño y, con ello, desnuda cualquier idea sobre dios. La divinidad, según sus palabras, habita en nuestro cuerpo y, por extensión, en todo el mundo, en toda la realidad.
El dios del templo es el dios secuestrado. O, al menos, el dios hecho a nuestra propia medida. El Dios del que habla Jesús es Aquello que no tiene nombre -porque trasciende las formas- y que constituye la Profundidad de todo lo que es.
No es, por tanto, un dios separado, un ser antropomorfo, fruto de proyecciones humanas, hijo de nuestras necesidades y de nuestros miedos. La palabra “Dios” evoca, más bien, la dimensión profunda de lo real que se hace manifiesta en cada forma concreta, en el universo, en el planeta, en cada ser humano…
Quien ve a dios en el templo, puede caer en la trampa de pensar que es posible una relación con él al margen de la que fuera la relación con las cosas y las personas. Aquí se asientan el legalismo y el ritualismo religioso de quienes creen que se puede amar a dios independientemente de las actitudes que puedan vivir hacia los otros o hacia el mundo. Por el contrario, trascendida esa creencia, se comprende y experimenta que lo que se ha llamado “Dios” es tan radicalmente inseparable de las formas, que algún místico ha dicho de él que es lo no-otro de todo lo que es.
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
01.- Sustituciones de Jesús en el evangelio de San Juan
v 13 La Pascua, pero de los judíos.
Comienza el evangelio de hoy diciendo que se celebraba la Pascuade los judíos.
Nunca en el Antiguo Testamento se habla de la Pascua del pueblo, ni de la Pascua de los judíos. La Pascua era la Pascua del Dios liberador, del Éxodo, de la tierra de promisión.
San Juan habla de la Pascua de los judíos, de “vuestra Pascua”, que no es la Pascua del Señor. Ya no es la celebración del Éxodo, de la libertad, sino de los judíos. La Pascua de los judíos se había convertido en unos ritos religiosos comercializados.
Jesús sustituye el Templo por su propia persona. Destruid este templo y en tres días los resucitaré.
Igualmente Jesús sustituye el culto de la vieja religión veterotestamentaria. En el Evangelio de San Juan san Juan se produce la sustitución, la renovación del culto.
A la pregunta de la mujer samaritana (Jn 4): ¿dónde hay que adorar a Dios: aquí en Garizín (Samaria) o en Jerusalén (Judea)? Jesús responde:
A Dios se le adora en Espíritu y en verdad
02.- Jesús expulsa a los vendedores del Templo.
Jesús se encuentra en un templo y con un culto reducido a mercantilización de los sacrificios, ritos, venta de animales, etc.
El templo, la religión se ha convertido en la “Banca” de Israel, en una pura comercialización.
Toda buena realidad se pervierte cuando es utilizada como instrumento de poder. Corruptio optimi pesssima: cuando lo mejor se corrompe resulta algo pésimo.
En nuestro caso se trata de una concepción mercantilista del cristianismo: yo me justifico a mí mismo con mis actos de culto en el Templo y así “compro” la gracia y la justificación (todo el problema de las indulgencias todavía no resuelto); y con todo ello, y de paso, aplaco a Dios.
Es la visión más contraria a la gracia y al amor de Dios. El templo y el mundo religioso tienen el peligro, como todo, de convertirse en compra-venta. ¿Se vende lo gratuito?
03.- Jesús hace un látigo
La expulsión de los comerciantes del Templo es un gesto profético mesiánico. El Mesías haría un látigo… Jesús destruye el sistema económico, de poder de lo religioso.
El Templo cristiano es Cristo.
A Dios se le adora no en este templo que tiene más indulgencias, o en aquel que lo preside determinada persona. A Dios se le da culto en espíritu y en verdad
Y sabemos que el espíritu de Jesús es el amor fraterno, la honradez (verdad), el servicio, la cercanía a los pobres y débiles.
04.- Tiempos de sinodalidad, de renovación eclesial.
Llevamos unos tres años en la Iglesia católica con la cuestión de la sinodalidad, de la renovación en la Iglesia.
Sínodo significa caminar juntos y sinodalidad significaría la Iglesia como Pueblo de Dios en camino, en peregrinación hacia el Reino. La sinodalidad subraya la dignidad común de todos los cristianos y afirma su corresponsabilidad en la misión evangelizadora.
Parece que la sinodalidad sería un recorrido que caminamos juntos hacia una reforma y renovación de la Iglesia, sería un cambio y adaptación al mundo a los problemas de hoy, etc. Cuestiones muy deseadas y deseables en la Iglesia.
Pero mi impresión es que muchos tenemos una visión distorsionada de la cuestión. Muchos cristianos -jerarcas y laicos- piensan que la sinodalidad es como lo que ocurre en política: unas trasferencias que el gobierno central de la Iglesia entendida como jerarquía, Curia, Roma, Vaticano, va a conceder -o no- a las Iglesias locales. Los laicos hablan, piden y vamos a ver qué responde Roma…
Pero eso no va a ser así ni es deseable que así sea.
La Iglesia no es una multinacional, ni un gobierno central del que la gran mayoría de laicos pende y depende.
La Iglesia no es como un Estado cuyas instituciones y legislación hay que acatar porque lo dice que “gobierno central”.
05.- La Iglesia es la comunidad que vive del Espíritu del Señor. Ecclesia semper reformanda, siempre en Renovación.
La Iglesia -toda la iglesia- es pueblo de Dios y vive de y en un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre, (Efe 4,5).
La reforma en la Iglesia -creo yo- no va a venir porque se permitan o se prohíban desde la Curia determinadas cuestiones en la Iglesia.
Renovación
Renovación significa “volver a lo nuevo”. Lo nuevo, lo más nuevo en la Iglesia es siempre el Evangelio del Señor, el espíritu de JesuCristo.
Posiblemente nos decepcione, pero para los cristianos lo nuevo, lo más nuevo no es el último canon o documento romano, sino que lo más nuevo es el Evangelio de Jesús, el espíritu de Jesús.
La renovación en la Iglesia, la sinodalidad se producirá cuando todos volvamos al Espíritu de Jesús: el amor fraterno, a la honradez (verdad), al servicio, a la cercanía, a los pobres y débiles.
La jerarquía, la Curia se impone. (Es lamentable la actitud frente al episcopado alemán). Los laicos, -aunque a lo mejor hayan podido decir una palabra-, esperan pasivamente a que Roma emane unas cuantas disposiciones.
El centro y la piedra angular de la Iglesia es Cristo. La sinodalidad, la renovación de la Iglesia se producirá cuando todos: jerarquía y pueblo volvamos al evangelio del Señor y cuando su espíritu embargue nuestro caminar.
Decía el patriarca oriental Ignacio IV (1920-2012) en 1968 en el Consejo Ecuménico de Upsala
Sin Espíritu, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos.
Pero en el Espíritu, Cristo resucitado está aquí, el Evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el actuar humano queda divinizado.
Cuando el espíritu del Señor esté en el Pueblo de Dios, en la Iglesia, se producirá la sinodalidad, la renovación, la reforma.
Comentarios desactivados en Éxodo – De orgullo y marchas
Para el tercer domingo de Cuaresma, Bondings 2.0 ofrece una reflexión bíblica para las personas LGBTQ y sus aliados. La serie es parte de nuestra creciente biblioteca de ejercicios de reflexión bíblica catalogados en nuestra serie “Journeys”. Estos recursos son adecuados para la reflexión individual, para la discusión con un amigo o consejero espiritual, o para la reflexión comunitaria en una parroquia, escuela u otra comunidad religiosa. Oramos para que estos recursos te ayuden en tu jornada personal con Dios.
Si desea compartir algunas de sus reflexiones con otros lectores de Bondings 2.0, no dude en publicar las respuestas que tenga en la sección “Comentarios” de esta publicación.
El libro del Éxodo es un viaje de la esclavitud a la libertad. Esclavizados por el faraón de Egipto, los israelitas sufren pesadas cargas hasta que el profeta Moisés, elegido por Dios, ordena al faraón: “¡Deja ir a mi pueblo!”. Lo que sigue es un viaje fuera de Egipto y al desierto durante 40 años. Sin embargo, en lugar de ser una nación perdida en el desierto, el libro de Éxodo evoluciona para entrar en un pacto con Dios, formarse como el pueblo de Dios y descubrir quiénes son realmente como el orgullo de Dios.
ÉXODO 3:1-12
3 Moisés apacentaba el rebaño de Jetro, su suegro, sacerdote de Madián. Conduciendo al rebaño a lo profundo del desierto, Moisés llegó a Horeb, la montaña de Dios. 2 Allí se le apareció a Moisés el mensajero de Yahweh en llamas de fuego dentro de una zarza. Moisés vio que aunque la zarza estaba en llamas, no se consumía. 3 Así que Moisés pensó: “Iré y veré este espectáculo extraordinario: por qué la zarza no se quema”.
4 Cuando Yahweh vio que Moisés se acercaba para mirar más de cerca, Dios lo llamó desde dentro de la zarza: “¡Moisés! ¡Moisés!” Moisés respondió: “Aquí estoy”.
5 “No te acerques más”, dijo Dios. “Quítate las sandalias, porque el lugar donde estás es tierra sagrada”. 6 La voz continuó: «¡Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Sara y de Abraham, el Dios de Rebeca e Isaac, el Dios de Lea, Raquel y Jacob!»
Ante esto, Moisés se cubrió el rostro, porque tenía miedo de mirar al Santo.
7 Entonces Yahweh dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto. He oído sus gritos bajo los que los oprimen; He sentido sus sufrimientos. 8 Por eso he descendido para rescatarlos de la mano de Egipto y para sacarlos del lugar de su sufrimiento, a una tierra ancha y fértil, una tierra que mana leche y miel, la patria de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. 9 El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí, y he visto cómo los oprimen los egipcios.
10 Así que ahora, ve. Te envío a Faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto”.
11 Pero Moisés dijo a Dios: “¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar a los israelitas de Egipto?” 12 Y Dios dijo: “Yo estaré contigo. Y esta será para ti la señal de que soy yo quien te ha enviado: cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, adorarás a Dios en este mismo monte.
Para todas las lecturas del Tercer Domingo de Cuaresma haga clic aquí.
PARA LA REFLEXIÓN
1.- Como persona LGBT o aliado ante Dios, ¿qué es “tierra santa” para ti y qué te lleva a “quitarte las sandalias”?
2.- Cuando Moisés se encuentra con Dios, esconde su rostro porque tenía miedo de mirar a Dios. ¿Cuál es tu experiencia de estar en la presencia de Dios?
3.- Dios a menudo usa personas insignificantes para promover el Reino de Dios. ¿Crees que esta es la intención de Dios? ¿Por qué? Si te has sentido insignificante como persona o aliado LGBT, ¿cómo te está llamando Dios? ¿Respondes?
4.- El Libro del Éxodo refleja muchos de los elementos de una Marcha del Orgullo. Es una marcha de la esclavitud a la libertad; hay celebraciones, memoriales para recordar el pasado, la realización de una alianza y el comienzo de un nuevo pueblo. ¿Dónde te ves a ti mismo en la historia del Éxodo? ¿Cuál ha sido tu experiencia de las marchas del Orgullo, los desfiles y el movimiento LGBT por la igualdad de derechos? ¿Ha sido una experiencia sagrada?
5.- Los israelitas continúan vagando por el desierto durante 40 años antes de llegar a la Tierra Prometida. ¿Qué te hace seguir “vagando por los desiertos” incluso si tienes una “salida del armario” como persona o aliado LGBT? ¿Qué “maná” te alimenta en tu camino?
6.- El evento central de la “experiencia del desierto” fue establecer una relación de pacto entre Dios e Israel en el Monte Sinaí. El pacto recordaba al pueblo que era Dios quien los había sacado “de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre” (Éxodo 20:2). Si Dios fuera a redactar una relación de pacto contigo, ¿cómo sería ese pacto?
7.- Los eventos del Orgullo y especialmente los desfiles y marchas del Orgullo tienen que ver con la visibilidad y la creación de un sentido de pertenencia para las personas que pueden no tenerlo. Al igual que los israelitas que cargaron con pesadas cargas, el “Orgullo Gay” también se trata de ser parte de un grupo de personas que a menudo son rechazadas y atacadas por lo que son. ¿Dónde y cómo te ves a ti mismo como parte del orgullo y la esperanza LGBT?
ORACIÓN
Amado Dios que creó a toda la humanidad para ser libre, te pedimos tu bendición sobre todos aquellos que todavía son “esclavos” en todo el mundo. Levanta profetas, como Moisés, que estén dispuestos a salir de su zona de confort para defender a los esclavizados.
Pedimos perdón no solo por los momentos en que elegimos hacer la vista gorda, sino también por los momentos en que pudimos haber hecho el bien, pero nos abstuvimos de hacerlo.
Amado Dios, así como tu voluntad se cumple en los lugares celestiales donde no existe esclavitud, así también hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Amén.
VÍDEO MEDITACIÓN
A continuación se muestra el discurso de Harvey Milk: Dales esperanza. Mientras que el discurso en sí es breve, el mensaje es eterno; un recordatorio de que en todas las experiencias del desierto o viajes de la esclavitud a la libertad, esta palabra de cuatro letras lidera la marcha.
– Dwayne Fernandes, New Ways Ministry, 20 de marzo de 2022
Comentarios desactivados en “Vida estéril”. 3 Cuaresma – C (Lucas 13,1-9)
El riesgo más grave que nos amenaza a todos es terminar viviendo una vida estéril. Sin darnos cuenta vamos reduciendo la vida a lo que nos parece importante: ganar dinero, no tener problemas, comprar cosas, saber divertirnos… Pasados unos años nos podemos encontrar viviendo sin más horizonte ni proyecto.
Es lo más fácil. Poco a poco vamos sustituyendo los valores que podrían alentar nuestra vida por pequeños intereses que nos ayudan a «ir tirando». No es mucho, pero nos basta con «sobrevivir» sin más aspiraciones. Lo importante es «sentirnos bien».
Nos estamos instalando en una cultura que los expertos llaman «cultura de la intrascendencia». Confundimos lo valioso con lo útil, lo bueno con lo que nos apetece, la felicidad con el bienestar. Ya sabemos que eso no es todo, pero tratamos de convencernos de que nos basta.
Sin embargo, no es fácil vivir así, repitiéndonos una y otra vez, alimentándonos siempre de lo mismo, sin creatividad ni compromiso alguno, con esa sensación extraña de estancamiento, incapaces de hacernos cargo de nuestra vida de manera más responsable.
La razón última de esa insatisfacción es profunda. Vivir de manera estéril significa no entrar en el proceso creador de Dios, permanecer como espectadores pasivos, no entender lo que es el misterio de la vida, negar en nosotros lo que nos hace más semejantes al Creador: el amor creativo y la entrega generosa.
Jesús compara la vida estéril de una persona con una «higuera que no da fruto». ¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? La pregunta de Jesús es inquietante. ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Nos contentamos con pasar por esta vida sin hacerla un poco más humana?
Criar un hijo, construir una familia, cuidar a los padres ancianos, cultivar la amistad o acompañar de cerca a una persona necesitada… no es «desaprovechar la vida», sino vivirla desde su verdad más plena.
Comentarios desactivados en “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”. Domingo 20 de marzo de 2022. 3º de Cuaresma
Leído en Koinonia:
Éxodo 3, 1-8a. 13-15: “Yo soy” me envía a vosotros. Salmo responsorial: 102: El Señor es compasivo y misericordioso. 1Corintios 10, 1-6. 10-12: La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro. Lucas 13, 1-9: Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Análisis
El texto del libro del Éxodo nos presenta una versión -la más conocida, seguramente- de la así llamada vocación de Moisés, que es también la “autopresentación” de Yavé.
Las antiguas opiniones sobre diferentes fuentes hablan de dos antiguas tradiciones que se integran en este texto. Según Gen 4,26 Enosh fue el primero en invocar el nombre de Yavé, sin embargo, acá Moisés no lo conoce por lo que Diosa se lo debe revelar. Por otra parte el nombre del monte es Horeb y no Sinaí, y el suegro de Moisés es Jetró mientras que en 2,18 es Reuel. Así se ha hablado de las diferentes tradiciones a las que históricamente se las llamó Elohista y Yahvista, aunque el tema hoy está en discusión (en especial la antigüedad de éstas, y la existencia del primero).
Muchos elementos podríamos señalar, pero destaquemos solo algunos:
Moisés es llamado, y como es frecuente en los relatos de vocación de la Biblia se sigue un esquema similar: (1) oración y respuesta, v.7 y v.9; (2) promesa de salvación, v. 8 y v.10; (3) encargo, v.16-17 y v.10; (4) objeción, 4,1 y v.10; (5) signo, 4,1-9 y v.12; (6) nueva objeción, 4,10 y v.13; (7) respuesta final de Dios, 4,13-16 y 4,17. Como se ve, parecería que las dos fuentes entremezcladas tienen el mismo esquema. Que se utilice un “relato de vocación” nos pone en el contexto de los profetas, lo que no es ajeno al texto, ya que Moisés debe ser “escuchado” como uno que habla “en nombre de Dios”.
Otro elemento es lo que causa la intervención de Dios: lo que lo motiva es “el clamor”. El grito de dolor no deja a Dios “fuera” de la historia. Desde el clamor de la sangre de Abel, Dios toma partido por “los-que-claman”, los que sufren la opresión e injusticia (Gn 18,21; 19,13; Ex 11,6; 22,22: “no dejaré de oír su clamor”; 1 Sam 9,16; Is 5,7; Sal 9,13). El clamor de su pueblo no le permite “hacer oídos sordos”, y frente a ese dolor es que elige y envía a su elegido “Moisés”.
Finalmente digamos algo sobre el ”nombre” de Dios. Entre los antiguos semitas, el “nombre” es el sentido, es su misma existencia. Que Dios tenga nombre, y distinto del nombre que recibió hasta ahora indica que algo ha cambiado (cambiamos de Dios); este es un Dios que se muestra a partir de la historia, como un Dios que manda a los que elige para dar respuesta a los clamores que lo conmueven y no lo dejan indiferente. ¿Qué significa el nombre de Dios? Podemos preguntarnos qué significó en su origen, y qué significó para los lectores del Éxodo. No es fácil dar respuesta, lo cierto es que parece incluir el verbo “ser”/“estar”: las opiniones más sólidas hoy son tres: “yo soy el que hace ser”, lo que remite a que Dios es creador, aunque no se entiende a qué viene esta confesión de fe en este momento; además de que el reconocimiento de Dios como creador parece más tardío, como en el 2º Isaías, en tiempos del exilio); “yo soy el que soy” en el sentido de resaltar Dios existe, mientras que los dioses-ídolos no existen (en ese sentido parece usarlo Os 1,9), el marco remite en cierto modo a la alianza y la “duplicación” destaca la soberanía de Dios que “hace misericordia con quien hace misericordia” (Ex 33,19), es decir: siempre; finalmente, “yo soy el que estaré” (con ustedes), es el Dios de la presencia salvadora, el que acompaña la historia. Este último por el contexto, y el anterior por el marco son los que nos parecen más probables: Dios garantiza su presencia y se enfrenta con los dioses de Egipto: el clamor de su pueblo por el sufrimiento no puede quedar impune.
La Primera carta de Pablo a los Corintios presenta muchas dificultades cuando pretendemos “ubicarla”. Parece muy desordenada, y no es evidente que todo esté en el lugar que Pablo lo pensó. Sabemos que Pablo contesta preguntas escritas que la comunidad le ha hecho (7,1) y es probable que cada vez que usa “con respecto a” también lo esté haciendo (7,1.25; 8,1; 12,1; 16,1.12). Eso no impide que se hayan introducido en el resto de la carta textos provenientes sea de otras cartas o de nuevas circunstancias que exigieron una reelaboración del escrito por parte del mismo Pablo (esta última es nuestra opinión pero no es el caso destacarla acá). En principio, entonces, el texto de 1 Cor 10,1-13 pertenece al bloque donde Pablo responde acerca de la carne ofrecida a los ídolos.
La referencia a las figuras (typos) del AT que recuerdan el bautismo y la eucaristía, parecen decir que no se debe creer que por ser partícipes de la comunidad sacramental, no por estar bautizados y tomar parte de la eucaristía tenemos la garantía de no caer (eso sería hacerse un ídolo; ver 11,30). La idolatría es la clave de la unidad (lamentablemente omitida por el texto litúrgico). Los israelitas cayeron, y también nosotros debemos cuidarnos de no caer: “el que crea estar de pie cuide de no caer” es la conclusión y la clave del texto.
El Evangelio se ubica en el “viaje a Jerusalén” donde Lucas presenta muchos textos de su fuente propia, “L”, un poco -aparentemente- desordenados. Sin embargo, el relato presenta una cierta semejanza en la forma con lo que viene diciendo: en 12,51 también había preguntado “creen que…” y su respuesta fue “les aseguro que…” concluyendo con una parábola. En este caso se presenta abruptamente una situación histórica, con una aparente interpretación religiosa. Jesús corrige esa interpretación e incluso presenta otra situación semejante que se prestaría a la misma interpretación. “No, les aseguro” es la corrección que Jesús propone (vv.3.5) para lo cual presenta otra parábola (vv.6-9).
El acontecimiento histórico nos es desconocido. Se han propuesto diferentes hechos, pero ninguno coincide exactamente con este. Es extraño que Flavio Josefo no lo haya narrado siendo, como es, muy poco amigo de Pilato. Pero el debate supone un (o dos) acontecimiento(s) ocurridos realmente. La mezcla de sangre de galileos con la de los sacrificios hace pensar en la fiesta de la Pascua: en esa fecha Pilato y los peregrinos -también los de Galilea- se encuentran en Jerusalén, y los laicos participan de los sacrificios ya que deben llevar a su casa, o lugar de tránsito, el cordero para ser comido en familia. El otro hecho afecta a 18 personas, si el primero es incidental, este es ocasional, en el primero hay un criminal, pero en el segundo hay un hecho casual, lo común de ambos son los muertos y la interpretación que los interlocutores de Jesús hacen del hecho. De la torre de Siloé sabemos de su existencia, y su ampliación. Josefo la narra, pero no cuenta -tampoco- ningún accidente de este tipo. No sabemos si Lc no está pensando o puede estar releyendo la caída de Jerusalén posterior al 70, pero más allá del o los hechos históricos, lo importante es la respuesta a la imagen de Dios que todo esto supone.
Comentario
Jesús nos enseña, en el texto de hoy a aprender a escuchar la voz de Dios en los acontecimientos de la historia. De hecho sus interlocutores también lo hacían, y por eso van a contarle los hechos, pero escuchaban mal, Dios no decía lo que ellos entendían. Es verdad que Dios habla, pero hay que aprender a escucharlo. Dios no nos dice que los muertos de esos acontecimientos drásticos eran pecadores, de hecho todos lo son. Lo que Dios nos dice es que por serlo, debemos convertirnos y dar frutos de conversión. Los frutos son una palabra de Dios para esta etapa de la historia.
Vivimos en sociedades llamadas cristianas. “Occidental y cristiana” se decía, y los frutos fueron torturas, desapariciones, asesinatos, delaciones, miedo, desesperanza… y más todavía: hambre, desocupación, analfabetismo, falta de salud y vivienda, desesperanza… y “por los frutos se conoce el árbol“. Hoy, muchos llamados cristianos siguen viviendo su fe muy lejos de los frutos de amor y justicia que nos pide el Evangelio: participan de mesas de dinero, de la tiranía del mercado, pagan sueldos “estrictamente «justos»” y precisamente bajos, están afiliados a partidos que nada tienen que ver con la Doctrina Social de la Iglesia (¿se puede -por ejemplo- ser cristiano y neo-liberal? ¡ciertamente no!). ¿Y los frutos? Individualismo, hambre, pobreza… Así, por ejemplo, vemos que uno de los problema que tenemos en América Latina para el reconocimiento “oficial” de nuestros mártires es que quienes los han matado “se llaman ellos mismos cristianos!”, y esto desconcierta a muchos.
No bastan las palabras. De nada sirve una higuera estéril. Una higuera debe dar higos ya que para eso ha sido plantada. Un pueblo redimido por Cristo, debe edificar, con su vida (y con su muerte si fuera necesario) un Reino que dé frutos de verdad, de justicia y de paz, de libertad, de vida y de esperanza…. Estamos lejos, ¡muy lejos! de lograrlo. Es verdad que en decenas de comunidades hay también frutos muy vivos de solidaridad, de paz, de oración, de justicia y de vida, de celebración y de esperanza… y podríamos multiplicar los frutos que vemos en las comunidades; pero todo lo anterior también es cierto. Faltan muchos frutos que dar, falta mucha vida que cosechar y alegría que festejar. El continente de la violencia, de la injusticia y el hambre reclama frutos de los cristianos. Y esos frutos deben darse en la historia. Los acontecimientos cotidianos, de dolor y de muerte, que tan frecuentes vivimos en América Latina nos dan una palabra de Dios, una palabra que debemos aprender a escuchar, que debemos comprender para no creer que Dios dice lo que no está diciendo. Jesús nos enseña la “dinámica del fruto” para aprender a reconocer allí un Dios que sigue hablando y que nos sigue llamando a la conversión. no para una conversión individual y personal, sino que dé frutos para los hermanos, para la historia y para la vida. Y la Cuaresma es tiempo oportuno para empezar a darlos… Leer más…
Comentarios desactivados en Tres maneras de morir y una sola de salvarse. Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo C.
El evangelio de hoy es exclusivo de Lucas, sin correspondencias en Mateo y Marcos. Y las tres breves partes en que podemos dividirlo se centran en el mismo tema, muy apropiado a la Cuaresma: la conversión.
Lectura del evangelio según Lucas 13, 1-9
En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió:
– ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pareceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceareis de la misma manera.
Y les dijo esta parábola:
– Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?». Pero el viñador respondió: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar».
Tres maneras de morir
1) Asesinado por Pilato; 2) Aplastado por una torre; 3) Negándonos a convertirnos.
Todo comienza con el aparente deseo de informar a Jesús, galileo, de lo que ha hecho el procurador romano a otros galileos: matarlos mientras ofrecían sacrificios en el templo[1]. Parece un informe imparcial, pero es una trampa muy astuta: nadie le pregunta qué piensa de este hecho; se limitan a contarle el caso. Si responde airadamente, se enemistará con las autoridades; si se calla la boca, se revelará como un mal galileo y un mal israelita.
Para quienes han venido a contarle el caso, todo se juega entre unos galileos muertos, Pilato y Jesús. Ellos se limitan a informar, como la prensa; el caso no les afecta personalmente. Y aquí es donde Jesús va a cazarlos en su propia trampa. Con una ironía muy sutil da por supuesto que sus informadores no le piden una declaración de tipo político (Pilato es un asesino, ¡muerte a los romanos!) sino de tipo religioso (esos galileos han muerto por ser pecadores). De hecho, la mayoría de los judíos de la época (y muchos cristianos actuales), consideran que una desgracia es consecuencia de un pecado.
Pero Jesús toma un rumbo distinto. Los importantes no son los galileos muertos, Pilato y Jesús. Los importantes son ellos, los que preguntan, que no pueden considerarse al margen de los acontecimientos. Si piensan que esos galileos eran más pecadores que ellos, se equivocan. También se equivocaron quienes pensaron que los dieciocho aplastados por el derrumbe de la torre de Siloé eran más pecadores que los demás.
La muerte no solo la provocan políticos injustos y criminales (Pilato) o desgracias naturales evitables (la torre). Hay otra amenaza mucho más grave: la que tramamos contra nosotros mismos cuando nos negamos a convertirnos.
Dios pide higos a la higuera, no pide peras al olmo
La historia de los galileos y de la torre la ha utilizado Jesús para avisar seriamente, y por dos veces: «Si no os convertís, todos pereceréis». Pero esta exhortación no debe interpretarse de forma equivocada. Dios no va a caer sobre nosotros como una torre ni va a mandar a sus ángeles con espadas desenvainadas. Mediante un breve parábola Lucas cuenta cómo nos va a tratar: como un agricultor sensato, realista y paciente.
Sensato, porque solo nos pide lo que podemos dar naturalmente, sin especial esfuerzo. De la higuera solo espera que dé higos, no plátanos ni melones. Lo que espera de nosotros es algo que cada uno debe pensar teniendo en cuenta sus circunstancias familiares y laborales, pero nunca esperará nada que exceda nuestra capacidad.
Realista, porque no se deja engañar. La higuera lleva tres años sin dar fruto. Con él no valen las excusas del mal estudiante que asegura haber trabajado mucho cuando no ha dado golpe en todo el curso. A nosotros podemos engañarnos diciendo que damos fruto; a Dios, no.
Paciente, porque ha esperado ya tres años, y todavía está dispuesto a conceder uno más[2].
Pero la parábola no habla solo del dueño de la viña. El gran protagonista es el viñador, el que intercede por la higuera y se compromete a cavarla y echarle estiércol. Ya que la higuera nos representa a cada uno de nosotros, el viñador tiene que ser Jesús. Se espera que la higuera produzca fruto no solo por ella misma sino también gracias a su acción.
En definitiva, la parabolita final matiza bastante la dureza de la primera parte del evangelio. Pero matizar no significa anular. Si nos empeñamos en no dar fruto, si no mejora nuestra relación con Dios y con el prójimo, por más que Jesús cave y trabaje, la higuera será cortada.
Nosotros no somos distintos ni mejores (1 Cor 10,1-6.10-12)
En el evangelio, Jesús advierte a los presentes que no deben considerarse mejores que los asesinados por Pilato o muertos por el derrumbe de la torre. La segunda lectura nos recuerdan que nosotros no somos mejores que el pueblo de Israel. A pesar de tantos beneficios divinos (paso del Mar, maná, agua que brota de la roca), muchos israelitas no agradaron a Dios y terminaron pereciendo en el desierto. Esto debe servirnos de ejemplo y escarmiento. Nos puede ocurrir lo mismo si nos comportamos igual que ellos. Dicho con las palabras del evangelio. «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento, espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador.
Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.
Historia de la salvación (II): vocación de Moisés (Ex 3,1-8.13-15)
La primera lectura de los domingos de Cuaresma se dedica a recordar grandes personajes o momentos de la Historia de la Salvación, para sugerir que la Pascua es el culmen de dicha historia. Tras recordar a Abrahán el domingo pasado, hoy se cuenta la vocación de Moisés.
La lectura del Éxodo nos habla de la preocupación de Dios por su pueblo esclavizado en Egipto. La vocación de Moisés será el primer acto de su liberación. Por eso, el estribillo del Salmo repite: «El Señor es compasivo y misericordioso». Pero igual de importante, o más, es la revelación del nombre de Yahvé. Los judíos, para evitar el uso indebido del nombre de Dios, nunca usan Yahvé, sino «el Señor» (adonay), «el nombre» (ha-shem), «los cielos» u otro circunloquio. El Concilio Vaticano II pidió evitar la forma hebrea para no herir la sensibilidad de los judíos. Por eso, siempre que aparece, las traducciones españolas usan «el Señor», igual que hicieron los judíos de lengua griega al traducir la Septuaginta. Esta decisión, válida para la liturgia, significa un empobrecimiento horrible a la hora de entender muchos textos del Antiguo Testamento.
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó, la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza». Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
– Moisés, Moisés.
Respondió él:
– Aquí estoy.
Dijo Dios:
– No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.
Y añadió:
– Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
El Señor le dijo:
– He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.
Moisés replicó a Dios:
– Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: «El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros». Si ellos me preguntan: «¿Cuál es su nombre?», qué les respondo?
Dios dijo a Moisés:
– Yo soy el que soy. Esto dirás a los hijos de Israel: «Yo-soy me envía a vosotros».
Dios añadió:
– Esto dirás a los hijos de Israel: El Señor, Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación».
[1] Flavio Josefo no informa de este hecho, aunque sí de una matanza ordenada para reprimir una revuelta contra el uso del tesoro del templo para construir un acueducto (Guerra de los Judíos, libro II, 175-177). Tampoco tenemos información sobre el derrumbe de la torre de Siloé.
[2] Según el Levítico, cuando se planta un árbol frutal, los tres primeros años no se pueden cortar sus frutos; el cuarto año, se consagran al Señor; al quinto se pueden comer (Lv 19,23-25). El propietario lleva tres años viniendo a buscar fruta en ella, lo cual significa que ha sido improductiva durante siete. Su decisión de cortarla es comprensible, ya que la higuera absorbe mucho alimento y quita las sustancias nutritivas a las cepas que la rodean.
Jesús nos habla de la igualdad. Nos dice que nuestra condición humana tiene grandeza y pequeñez, que nadie es mejor que nadie, que todos llevamos en nuestro interior semillas de humanidad y eternidad.
Nos habla de conversión, metanoia, cambio, mejor, transformación. Si disponemos nuestro ser al encuentro con el Amor de Dios, nuestras semillas de pequeñez, de límites, germinarán y serán fecundadas por Su Amor siendo transformadas. Así nuestra miseria, nuestro estiércol, que no nos gusta e intentamos ocultar, lo descubriremos como posibilidad de nuevo nacimiento. Un nacimiento no de seno humano sino del agua y del espíritu que es lo que posibilita la metanoia.
Jesús nos recuerda que es tiempo de transformar, de querer cambiar, de dejar de mirar nuestro ombligo, de erradicar nuestras pulsiones de dominio, poder, y vivir en la solidaridad donde todo es para todos. La maravilla es que todas las semillas que nos conforman no son ni buenas ni malas, son semillas, y toda semilla lleva en su interior posibilidad de fruto, germen de vida nueva.
Pero para ello hay que querer no tanto dar fruto, sino ser fruto. Y esto conlleva dejarse comer, entregarse, despertenecerse. Ser para los demás.
Así hace Dios con nosotras. No nos pide imposibles, lo único que quiere es que demos al cien por cien lo que somos.
No nos pide producir naranjas si somos higuera, ni nos pide producir limones si somos ciruelo, solo nos pide que seamos lo que estamos llamadas a ser.
Para ello nos riega con la ternura, la cercanía, la compasión, la escucha. Sí, esa es la metodología de Jesús, esperar, darnos tiempo y arropar nuestra tierra seca para que germine.
Oración
“Jesús, viñador de nuestra tierra, gracias por tu espera paciente, por tu empeño constante, gracias por tu cercanía y compasión, riéganos con el agua de tu ternura, para que podamos ser ternura para nuestros hermanos.”
Comentarios desactivados en Dios no castiga, pero tampoco premia.
DOMINGO 3º DE CUARESMA (C)
Lc 13,1-9
El mensaje de hoy es muy sencillo de formular, pero muy difícil de asimilar. Con demasiada frecuencia seguimos oyendo la fatídica expresión: ¡Castigo de Dios! El domingo pasado decíamos que no teníamos que esperar ningún premio de Dios. Hoy se nos aclara que no tenemos que temer ningún castigo. Premio y castigo son dos realidades correlativas, si se da una, se da la otra. Si Dios es el que manda la lluvia, la sequía es necesariamente un castigo. Es difícil superar la idea de “el Dios que premia a los buenos y castiga a los malos”. Esta dinámica aplicada a Dios es un callejón sin salida, para Él y para nosotros.
La gran teofanía de Yahvé a Moisés indica el principio de la liberación. Debemos tener mucho cuidado al leer estos textos. No son relatos históricos tal como entendemos hoy la historia. Hacen referencia a acontecimientos del s. XIII a. de C. y se escribieron entre el VII y el IV. Los primeros relatos fueron orales. La última fijación de la Biblia se produjo en el siglo V a. de C. en tiempos de Esdras y Nehemías. Su objetivo era afianzar la fe del pueblo.
Dios salva a su pueblo y en esa salvación, se reconoce como elegido por Dios. Fíjate bien, Dios responde a las quejas del pueblo. No es un Dios impasible trascendente que le importa muy poco la suerte de los seres humanos. Es un Dios que interviene en la historia a favor del pueblo oprimido. Así lo creían ellos, desde una visión mítica de la historia. Dios se sirve de los seres humanos para llevar a cabo la obra de salvación. Esto es muy importante a la hora de pensar la liberación. Somos nosotros los responsables de que la humanidad camine hacia una liberación o que siga hundiendo en la miseria a la mayoría de los seres humanos.
“Yo soy el que soy”. Estamos ante la intuición más sublime de toda la Biblia y seguramente de todo el pensamiento religioso: Dios no tiene nombre, simplemente, ES. El nombre de Dios es una expresión verbal: “El que es y será”. En aquella cultura, conocer el nombre de alguien era dominarlo. Pero Dios es inabarcable y nadie puede conocerle ni manipularle. Es una pena que hayamos intentado durante dos mil años, meterlo en conceptos y explicarlo. Todos sabemos que el discurso sobre Dios es siempre analógico, es decir: sencillamente inadecuado y solo “sequndum quid” acertado. Pero a la hora de la verdad, lo olvidamos y defendemos esos conceptos como si fueran la realidad de Dios.
Partiendo de la experiencia de Israel, Pablo advierte a los cristianos de Corinto que no basta pertenecer a una comunidad para estar seguro. Nada podrá suplir la respuesta personal a las exigencias de tu ser. El ampararse en seguridades de grupo puede ser una trampa. Esta recomendación de Pablo está muy de acuerdo con el evangelio. Pablo dice: “El que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga.” El evangelio dice por dos veces: “si no cambiáis de mentalidad, todos pereceréis”. La vida humana es camino hacia la plenitud, que necesita de constantes rectificaciones. Si no corregimos el rumbo equivocado, caeremos al abismo.
El evangelio de hoy nos plantea el eterno problema. ¿Es el mal consecuencia del un pecado? Así lo creían los judíos del tiempo de Jesús y así lo siguen creyendo la mayoría de los cristianos de hoy. Desde una visión mágica de Dios, se creía que todo lo que sucedía era fruto de su voluntad. Los males se consideraban castigos y los bienes premios. Incluso la lectura de Pablo que acabamos de leer se pude interpretar en esa dirección. Jesús se declara completamente en contra de esa manera de pensar. Está claro en el evangelio de hoy, pero lo encontramos en otros muchos pasajes; el más claro, el del ciego de nacimiento en el evangelio de Juan, donde preguntan a Jesús, ¿Quién pecó, éste o sus padres?
Debemos dejar de interpretar como actuación de Dios lo que no son más que fuerzas de la naturaleza o consecuencia de atropellos humanos. Ninguna desgracia que nos pueda alcanzar, debemos atribuirla a un castigo de Dios; de la misma manera que no podemos creer que somos buenos porque las cosas nos salen bien. El evangelio de hoy no puede estar más claro, pero como decíamos el domingo pasado, estamos incapacitados para oír lo que nos dice. Solo oímos lo que nos permiten escuchar nuestros prejuicios.
Insisto, debemos salir de esa idea de Dios Señor o patrón soberano que desde fuera nos vigila y exige su tributo. De nada sirve camuflarla con sutilezas. Por ejemplo: Dios, puede que no castigue aquí abajo, pero castiga en la otra vida… O, Dios nos castiga, pero es por amor y para salvarnos… O Dios castiga solo a los malos… O merecemos castigo, pero Cristo, con su muerte, nos libró de él. Pensar que Dios nos trata como tratamos nosotros al asno, que solo funciona a base de palo o zanahoria, es ridiculizar a Dios y al ser humano
Estamos en manos de Dios, pero su acción no tiene nada que ver con la nuestra, es de distinta naturaleza; por eso la acción de Dios, ni se suma ni se resta, ni se interfiere con la acción de las causas segundas. Desde el Paleolítico, se ha creído que todos los acontecimientos eran queridos por un dios todopoderoso. Pero resulta que Dios, por estar haciéndolo todo en todo instante, no puede hacer nada en concreto. No puede empezar a hacer nada, porque una acción es enriquecimiento del ser que actúa, y si Dios pudiera ser más, antes no sería Dios. No puede dejar de hacer nada, porque dejaría de ser Dios.
Si no os convertís, todos pereceréis. La expresión no traduce adecuadamente el griego metanohte, que significa cambiar de mentalidad, ver la realidad desde otra perspectiva. Perecer no es desaparecer sino malograr la existencia. No dice Jesús que los que murieron no eran pecadores, sino que todos somos pecadores y tenemos que cambiar de rumbo. Sin una toma de conciencia de que el camino que llevamos termina en el abismo, nunca estaremos motivados para evitar el desastre. Si soy yo el que voy caminando hacia el abismo, solo yo puedo cambiar de rumbo. Cada uno es responsable de sus actos. No somos marionetas, sino personas autónomas que debemos apechugar con nuestra responsabilidad.
La parábola de la higuera es esclarecedora. La higuera era símbolo del pueblo de Israel. El número tres es símbolo de plenitud. Es como si dijera: Dios me da todo el tiempo del mundo y un año más. Pero el tiempo para dar fruto es limitado. Dios es don incondicional, pero no puede suplir lo que tengo que hacer yo. Soy único, irrepetible. Tengo una tarea asignada; si no la llevo a cabo, esa tarea se quedará sin realizar y la culpa será solo mía. No tiene que venir nadie a premiarme o castigarme. El cumplir la tarea y alcanzar mi plenitud, es el premio, no alcanzarla el castigo. La tarea del ser humano no es hacer cosas sino hacerse, es decir, tomar conciencia de su verdadero ser y vivir esa realidad a tope.
¿Qué significa dar fruto? ¿En qué consistiría la salvación para nosotros aquí y ahora? Tal vez sea esta la cuestión más importante que nos debemos plantear. No se trata de hacer, o dejar de hacer, esto o aquello para alcanzar la salvación. Se trata de alcanzar una liberación interior que me lleve a hacer esto, o dejar de hacer lo otro, porque me lo pide mi auténtico ser. La salvación no es alcanzar nada ni conseguir nada. Es tu verdadero ser, estar identificado con Dios. Descubrir y vivir esa realidad es tu verdadera salvación.
Meditación
No tienes que esperar nada de fuera.
Dios ya te lo ha dado todo, lo que falta lo tienes que hacer tú.
La tarea fundamental está dentro de ti mismo.
Es un proceso de iluminación, de toma de conciencia de lo que eres.
Convertirse es centrarse, bajar al centro.
La única meta que te puede saciar está dentro.
Comentarios desactivados en Lo importante es el fruto.
Lc 13, 1-9
«Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro…»
Una de las parábolas clave para entender los criterios de Jesús es la del fariseo y el publicano. El fariseo da gracias a Dios por ser como es y ni siquiera se atribuye el mérito de ser así, pero el autor nos dice que no alcanzó la justificación que buscaba. Y nos preguntamos: ¿Cómo puede una oración de acción de gracias de un hombre justo no ser grata a Dios?
Parece una parábola paradójica, pero la explicación es muy sencilla: el fariseo había recibido mucho y se había quedado con todo. Pensaba que las virtudes con las que Dios le había favorecido eran parte de su “Haber”, cuando en realidad formaban parte de su “Debe”. Las había recibido para dar fruto y, según el sentido de la parábola, no lo había dado. Recuerdo decir a Ruiz de Galarreta: «Me preocupan más mis virtudes que mis pecados», y es lógico, porque el pecado es consustancial a nosotros, pero las virtudes —los talentos— las hemos recibido para algo.
El espíritu de Dios solo se puede manifestar en el mundo material si está encarnado, y esto significa que en el mundo no puede haber amor, sino personas que amen y sean amadas, ni puede haber misericordia, sino personas misericordiosas. El amor, la misericordia, la tolerancia o la felicidad, solo pueden darse en las personas; solo pueden darse encarnados. Y eso implica que si yo he recibido sabiduría, empatía o cualquier otro talento, es para que haya sabiduría y empatía en el mundo; y no me los puedo guardar para mí solo, sino que deben dar fruto.
Los frutos por excelencia son los derivados del amor, pues son reflejo directo del amor de Dios. Pablo manifiesta esta idea de forma magistral en su primera carta a Corintios: «Si me falta el amor de nada me sirve… si no tengo amor nada soy». Conocer a Jesús desde niño, ahondar en su mensaje a lo largo de la vida, guardar los mandamientos, pertenecer a la Iglesia, participar en sus ritos o frecuentar sus sacramentos, de nada me sirve si no amo y ese amor no da fruto.
Los frutos del amor son la entrega, la fraternidad, la solidaridad, el desprendimiento, la misericordia, la tolerancia, la ayuda mutua… y estos frutos son el modo que tenemos los seres humanos de contribuir a la obra de Dios; es decir, de generar humanidad y llevar la creación a plenitud.
Somos higueras esplendorosas muy bien cuidadas, podadas, abonadas y regadas, pero no debemos olvidar que todo ello tiene un único fin: dar fruto. Si no damos fruto lo único que hacemos es “cansar la tierra”.
Una cosa más; y ésta anecdótica. Si leyésemos la parábola de la higuera como si fuese una metáfora —cosa que no debemos hacer porque rara vez las parábolas de Jesús tienen carácter metafórico—, ¿con quién identificaríamos a Dios; con el amo que quiere arrancarla… o con el viñador que quiere seguir abonándola un año más para darle otra oportunidad?…
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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Lc 13, 1-9
III Domingo Cuaresma, 20 de marzo de 2022
Un Domingo más, el mensaje del evangelio sale a nuestro encuentro para despertarnos de nuestros letargos y hacer un poco más profundo el viaje hacia el encuentro con el sentido profundo de la vida.
El texto que hoy nos ocupa, narrado por Lucas, forma parte del viaje de Jesús a Jerusalén en el que muestra todo su programa socio-religioso: enseñando, sanando, predicando, viviendo el impacto de una vida conectada a Dios. Este relato podría parecerse a una parada en el camino para tratar dos asuntos muy controvertidos que vuelven a mostrar la discontinuidad de Jesús con el judaísmo institucional: el pecado y la posición de Dios frente a él.
La escena comienza con un grupo de personas, no se sabe muy bien su procedencia, que fueron a encontrarse con Jesús e iniciar una conversación que revela la mentalidad de aquella época: cualquier desgracia, condena, enfermedad, era una clara consecuencia del pecado. El pecado era el centro de la vida judía y toda la vida consistía en evitar pecar y pagar por los pegados. Una posición muy endeble, limitante y, tal vez, también elegida por algunos creyentes de hoy.
Jesús va cerrando el diálogo con unas palabras que, leídas al pie de la letra, podrían sonar radicales e incomprensibles: “Si no os convertís, todos perecéis de forma semejante”. Sin embargo, lo que ha hecho es cambiar de plano para ahondar en el significado de la conversión que poco tiene que ver con un esfuerzo sobrehumano para cambiar actos malos por actos buenos.
Para hacer comprender un poco mejor lo que es la conversión, como solía hacer Jesús, narra la parábola de la higuera estéril, una higuera que no da fruto, pero a la que no se arranca en la confianza de que lo dará. Con esta parábola, el sentido de pecado del judaísmo rabínico comienza a desvanecerse al proponer Jesús que la conversión es un proceso que acompaña de manera vital a la persona. Podría tratarse, más bien, de un proceso de crecimiento que consiste en ir ahondando hacia la profundidad de la verdadera naturaleza humana. Nuestra mente egoíca quizá rechaza esta visión, en principio, porque necesita inmediatez y recompensa casi de una manera instantánea.
Convertirnos no tiene mucho que ver actos buenos puntuales, ayunos, mortificaciones vacías, golpes de pecho para mostrar nuestra condición pecadora; quizá esta postura tiene más que ver con una soberbia escondida que utiliza la propia debilidad para mostrar a un Dios encantado con el pecador(a) y al que se le promete la salvación. Cuantos más pecados, más perdón de Dios. Y así nos vamos enfangando en una vida raquítica y sesgada que nos deja en la misma posición durante años y años. Tal vez existen personas que ansían la Cuaresma para ver si por fin, quiera Dios, que su vida sea mejor. Esta sí que es la esterilidad de la higuera, toda la vida plantada en el mismo sitio e inútil para la viña.
El proceso de conversión, al que tal vez se refiere Jesús, es un camino existencial, un viaje hacia el centro de la Fuente que nos nutre y nos lanza a la vida, donde está toda nuestra potencialidad como reflejo del acto creador de Dios en la misma entraña humana. Por tanto, la con-versión es ir descubriendo una nueva conciencia hasta conectar con nuestra versión original; un camino que requiere de paciencia, de lucidez, de confianza, de desear vincularnos con el dinamismo profundo que nos impulsa a ser. No es un camino de búsqueda de la salvación-plenitud como recompensa sino de la encarnación de esa salvación-plenitud que ya forma parte de lo que somos y que requiere enlazarse con el tiempo de Dios, tiempo de paciencia y confianza en lo mejor del ser humano.
Somos higueras llamadas a dar fruto, un fruto en formato de respeto a la dignidad, libertad y valor de cada ser humano, de una nueva mirada a cada rincón del planeta que hoy necesita mucha solidaridad, generosidad y compromiso. En este escenario hacemos presentes a cada una de las víctimas de esta atrocidad humana que estamos viviendo estos días. Ojalá el fruto de la higuera que somos sea la PAZ con toda la fuerza liberadora que esta palabra entraña.
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