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“Allanar el camino a Jesús”. 3 Domingo de Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28)

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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03advientoB3cerezo«Entre vosotros hay uno que no conocéis». Estas palabras las pronuncia el Bautista refiriéndose a Jesús, que se mueve ya entre quienes se acercan al Jordán a bautizarse, aunque todavía no se ha manifestado. Precisamente toda su preocupación es «allanar el camino» para que aquella gente pueda creer en él. Así presentaban las primeras generaciones cristianas la figura del Bautista.

Pero las palabras del Bautista están redactadas de tal forma que, leídas hoy por los que nos decimos cristianos, provocan en nosotros preguntas inquietantes. Jesús está en medio de nosotros, pero ¿lo conocemos de verdad?, ¿comulgamos con él?, ¿le seguimos de cerca?

Es cierto que en la Iglesia estamos siempre hablando de Jesús. En teoría nada hay más importante para nosotros. Pero luego se nos ve girar tanto sobre nuestras ideas, proyectos y actividades que, no pocas veces, Jesús queda en un segundo plano. Somos nosotros mismos quienes, sin darnos cuenta, lo «ocultamos» con nuestro protagonismo.

Tal vez, la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y mujeres que se dicen «cristianos», en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y apagada. Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia no está marcada por Jesús.

Esta Iglesia necesita urgentemente «testigos» de Jesús, creyentes que se parezcan más a él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten el camino para creer en Cristo. Necesitamos testigos que hablen de Dios como hablaba él, que comuniquen su mensaje de compasión como lo hacía él, que contagien confianza en el Padre como él.

¿De qué sirven nuestras catequesis y predicaciones si no conducen a conocer, amar y seguir con más fe y más gozo a Jesucristo? ¿En qué quedan nuestras eucaristías si no ayudan a comulgar de manera más viva con Jesús, con su proyecto y con su entrega crucificada a todos. En la Iglesia nadie es «la Luz», pero todos podemos irradiarla con nuestra vida. Nadie es «la Palabra de Dios», pero todos podemos ser una voz que invita y alienta a centrar el cristianismo en Jesucristo.

José Antonio Pagola

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“En medio de vosotros hay uno que no conocéis.”. Domingo 14 de diciembre de 2014. Domingo 3º de Adviento

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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imagesLeído en Koinonia:

Isaías 61,1-2a.10-11: Desbordo de gozo con el Señor.
Interleccional: Lucas 1,46-54: Me alegro con mi Dios.
1Tesalonicenses 5,16-24: Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor.
Juan 1,6-8.19-28: En medio de vosotros hay uno que no conocéis.

 El profeta Isaías invita a todo el pueblo que retorna del destierro, y que ha visto que las promesas con que esperaban encontrar su tierra no son tan ciertas; lo invita a la esperanza. La acción de Dios es efectiva y eficaz. La Jerusalén que ahora ven arruinada, será en un futuro centro de peregrinaciones y a la que acudirán todas las naciones de la tierra. Es una realidad muy dura de pobreza, de tristeza y de cautiverio. Por eso, la vocación del profeta esta dirigida hacia esas personas. Se siente capacitado por Dios para el anuncio de «buenas noticias» de esperanza a los marginados del país. Las cosas están difíciles pero podemos salir adelante, Dios no nos abandona, parece decir el profeta. Aunque haya dificultades al regreso el Señor ha revestido al pueblo de ropas de salvación, le ha retornado el don de la tierra, y así como está hace germinar los frutos, quien hace germinar la justicia y la alabanza es el Señor.

El salmo recoge hoy la oración de María cuando visita a Isabel, que la tradición llama Magnificat. La oración esta basada en el cántico de Ana que encontramos en el 1Sam 2, 1-10. Se centra en dos grandes temas, por una parte los pobres y humildes son socorridos en detrimento de los poderosos, y por otra, el hecho de que Israel es objeto del favor de Dios desde la promesa hecha a Abraham (Gn 15,1; 17,1). María canta la grandeza de Dios salvador que se ha fijado en los humildes, especialmente en la pequeñez de María, y nos muestra que la lógica de Dios no siempre coincide con la lógica e los poderosos. Precisamente ha hecho una promesa con un pueblo pequeño cumpliendo la promesa de Abraham, se ha fijado en la humildad y pequeñez de María, ha derribado del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. La lógica de Dios pasa por el reconocimiento de los más pequeños como sujetos preferenciales de su acción. En eso consiste ser creyente. Esta es la palabra profética que la tradición pone en boca de María.

En la segunda lectura vemos como el apóstol Pablo invita a la comunidad de Tesalónica a la fidelidad. La vida de la comunidad tenía algunas dificultades: problemas con los animadores de la comunidad, peleas, desánimo, falta de fe, fornicación. Es una comunidad que se ha convertido del paganismo al cristianismo (1,9) y que ha dejado los ídolos, sus dioses, para seguir al Dios verdadero, pero que le cuesta desprenderse del todo de sus tradiciones antiguas, de su legado cultural. Parece que la exigencia de la vida de comunidad no le era satisfactoria a muchos que se sentían desilusionados. Es por esto que Pablo les llama la atención; reconoce que ha sido una comunidad que se ha esforzado por seguir a Jesús, que posee el Espíritu del Resucitado, pero que aún puede dar más. Les llama a estar alegres, a orar constantemente, a no dejarse desanimar. No se trata de rechazar todo lo que les viene de fuera y que les impide la vida de comunidad, se trata de examinar todo y quedarse con lo bueno. Les llama a fidelidad y a continuar en el camino que han emprendido. No hay que dejarse desanimar por los problemas, que siempre habrán, se trata de ser fieles al camino emprendido y vivirlo con alegría pues estamos convencidos que es el mejor camino a la felicidad.

El evangelio de Juan no presenta el testimonio de Juan el Bautista que ahondaremos a lo largo de esta semana litúrgica. La lectura nos introduce diciendo que este es el testimonio de Juan y luego nos cuenta que de Jerusalén los dirigentes judíos enviaron delegados para preguntarle si era el Mesías o Elías que precedería a la llegada del Mesías. La respuesta de Juan es ambigua. Si bien no se reconoce como Mesías tampoco se reconoce como Elías que ha de venir; sin embargo, sí se reconoce como la voz que clama en el desierto, que prepara la venida del Mesías. La respuesta genera una pregunta lógica en los emisarios judíos: si no eres, entonces ¿por qué bautizas? Su respuesta es parecida a la primera, el bautismo de agua es un bautismo purificador, si se quiere externo, pero quien vendrá traerá un bautismo que purificará a todo el ser humano y ante el cual el bautismo de Juan es solo anticipo. Es claro que la figura de Juan el Bautista tiene gran importancia para las primeras generaciones cristianas. Además de homologarlo con el profeta Elías, muchos de los seguidores de Juan pertenecieron a las primeras comunidades cristianas. Por otro lado, fue crítico ante el poder dominante de los romanos y de Herodes, lo que le llevó a la muerte. Fue un hombre que supo entregarse a su misión y que supo ver en el futuro que se avecinaba, los tiempos esperados. Leer más…

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Dom 14 12 2014. “Adviento, la gran libertad”

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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libertadDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 3º de Adviento. Ciclo b. Is 61, 1-2a. 10-11 y Jn 1, 6-8. 19-28. El domingo pasado traté de Juan Bautista. Hoy quiero detenerme en la primera lectura (Is 61), poniendo de relieve la forma en que Jesús la aplica a su propio ministerio en Lc 4, 18-19.

El Adviento se entiende hoy como libertad de los oprimidos. Del sueño y tarea de la libertad, entendida en forma de esperanza y compromiso a favor de la justicia trata este pasaje de Isaías y su interpretación por parte de Jesús, en Nazaret.

Parte de la Iglesia (y gran parte de la humanidad actual) vive conforme al ideal de aquellos nazarenos de Lucas que no quiere la verdadera libertad, sino quedarse en lo que tienen. Por eso es necesario ese gran Evangelio de Adviento, que nos despierte a todos, desde el mensaje de Isaías

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Isaías se ha tomado muchas veces como “quinto evangelio” de la Iglesia cristiana, el evangelio de la libertad. Así quiero verlo hoy. Buen domingo de adviento, un saludo emocionado a todos los lectores de mi blog

Texto: Isaías 61,1-2a (+2b) y 10-11

El texto litúrgico toma dos pasajes de Is 61 y los une de un modo armónico. Yo quiero tratar sólo del primero (aunque el segundo es bellísimo) y lo completo con un medio verso que no ha sido introducido.

(a: Primer pasaje):
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren,
para vendar los corazones desgarrados,
para proclamar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor (Is 61, 1-2a)

(b: Texto suprimido)
y un Día de Venganza (yom naqam)para nuestro Dios;
para consolar a todos los afligidos… (Is 61, 2b).

(a’: Segundo pasaje) Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos (Is 61, 10-11).

a. Comentario a Is 61, 1-2

Voy a comentar los dos versos enteros (Is 61, 1-2) porque sólo así se entiende el mensaje del profeta (introduciendo también el medio verso de Is 61, 2b, suprimido por la liturgia)

Contexto:

Los nuevos ricos del siglo V y IV a. C., especialmente los sacerdotes, estaban acudiendo a la opresión legítima (cepos, prisiones, un tipo de sistema carcelario) para mantener el orden de su ley, en nombre de Dios. Había surgido una fuerte desigualdad, se habían roto los viejos tejidos sociales, muchos pasan hambre. La misma cultura sacral y urbana de Jerusalén estaba generando duras formas de opresión. Pues bien, en ese contexto eleva su voz el profeta, pidiendo a los judíos ricos que superen un tipo de ley de violencia (como si las cosas se arreglaran con la cárcel), creando más bien una cultura de solidaridad activa, que se expresa ante todo en la ayuda dirigida hacia los más necesitados, que forman parte de la “propia carne”, es decir, de la misma humanidad.

Sobre la pura ley distributiva, que acaba siendo violenta (e incapaz de resolver los problemas de la convivencia), se eleva un tipo de ley superior, que nos e dirige ya a unos opresores externos (egipcios o babilonios imperiales), sino a los miembros más ricos y fuertes en la sociedad israelita. Contra ellos se eleva esta experiencia y acción liberadora del Siervo:

El texto entero:
El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí,
porque Yahvé me ha ungido, me ha enviado:
(1) para evangelizar a los oprimidos;
(2) para vendar los corazones quebrantados;
(3) para proclamar la liberación para los cautivos y la apertura de la cárcel para los prisioneros;
(4) para proclamar el Año de Gracia de Yahvé y un Día de Venganza (yom naqam) para nuestro Dios;
(5) para consolar a todos los afligidos… (Is 61, 1-2) (traducción propia):

He querido destacar las cinco veces que se repite el término para (con lamed hebreo), indicando la finalidad mesiánica de la misión de este profeta-siervo, que no ha venido simplemente a exigir a los demás un cambio, como parecía querer el texto precedente sobre el verdadero ayuno, sino a realizarlo, como delegado de Dios y portador de su salvación. Por eso dice que Yahvé le ha ungido con su Espíritu creador y salvador.

Tema central de Is 61, 1-2

La liberación no es cosa de otros, algo que está en manos de las autoridades legales o políticas, sino tarea de aquellos que quieran actuar como “siervos de Yahvé”, portadores del poder liberador de Dios, como hace este profeta:

(1) Este pasaje profético (de Isaías 3) asume la tradición de los profetas, especialmente del 2º Isaías, proyectando la gracia creadora de Dios y su salvación en las condiciones actuales de la historia del pueblo, que corre el riesgo de sancionar unas formas de opresión general.

(2) También asume y desarrolla la experiencia del Año Jubilar, entendido como Año de Gracia (=agradable a Dios). Conforme a la experiencia antigua, año sabático y jubilar se repetían cada siete y/o cuarenta y nueve años. Éste, en cambio, será el Año Definitivo, culmen de la libertad creadora de Dios.

(3) Este jubileo liberador está vinculada a la acción del profeta-siervo: no es algo que se pueda imponer por ley, ni un principio general que se aplica neutralmente a todos los humanos, sino efecto de una solidaridad y entrega personal del profeta, que ha sido enviado “para evangelizar-liberar-consolar…”.

(4) Conforme a una visión normal de la teología israelita, ese año de Gracia (jubileo salvador) será al mismo tiempo día de venganza, tiempo de destrucción para los poderes opresores. Sólo así, al reverso de esa destrucción o juicio de condena, se podrá entender y aplicar la salvación.

Aquí ha llegado y culminado la revelación israelita, vinculando la exigencia legal de liberación (jubileo) con la imaginación y tarea profética de entrega de la vida, a favor de los más pobres (presos y oprimidos del pueblo). Aquí ha llegado y aquí nos ha dejado, en un lugar espléndido de esperanza y compromiso en favor de los necesitados.

Lo único que falta es que podamos traducir y concretar estas palabras en perspectiva universal. Eso es lo que a nuestro juicio ha realizado Jesús de Nazaret, judío mesiánico, que asume y quiere expresar con su mensaje y en su vida la esperanza profética de Isaías y la experiencia del jubileo israelita.

Ampliación cristiana a Is 61, 1-2

Conforme a la tradición posterior de la iglesia, que ha releído el pasaje anterior de Is 61, 1-3 a partir de Lc 4,18-19 (como más tarde veremos), he querido mantener la palabra evangelizar (basar)) en su relación originaria con los oprimidos. El evangelio no ha sido en principio (en Israel), ni será en Jesús, una enseñanza de libertad interior, sino una experiencia y exigencia integral de liberación para los oprimidos.

El mismo Jesús, como Siervo-Profeta y portador de este mensaje, será un verdadero evangelizador; pero su anuncio profético-jubilar de Lc 4, 18-19 ha suprimido la oposición entre Año de Gracia y Día de Venganza, que nos seguía colocando en línea de talión (de oposición judicial) para destacar sólo el Año de Gracia del Señor, es decir, la liberación positiva. Leer más…

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“Preparación a la Navidad en tres actos”. Domingo 3º de Adviento. Ciclo B.

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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10439347_671801269570491_4602481636228923258_nFotograma de “Salomé el Musical”

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La liturgia del tercer domingo de Adviento, teniendo en cuenta la cercanía de la Navidad, pretende ser una clara invitación a la alegría. El protagonista de la primera lectura afirma: “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”; san Pablo pide a los tesalonicenses “estad siempre alegres”. Juan Bautista es demasiado serio para hablar de alegría, pero da testimonio de la luz que inundará el mundo, y eso también es motivo de gozo. Aparte de este dato común, la mejor forma de entender las lecturas es imaginarnos espectadores de una obra de teatro en tres actos.

Acto primero

Cuando se descorre el telón se ve un personaje de pie en el centro del escenario, rodeado de una multitud sentada en el suelo, pobremente vestida. Son antiguos desterrados en Babilonia, actuales oprimidos por el imperio persa. La escena está en penumbra, transmitiendo al espectador una sensación de agobiante tristeza; sólo un foco ilumina el rostro del protagonista. Mira en silencio, durante largo rato, a la multitud que le rodea. Finalmente, abre la boca y dice algo inaudito: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Suena a blasfemia. El Espíritu del Señor hace siglos que no se posa sobre nadie. Eso dicen algunos sabios: que el Espíritu se retiró después de la destrucción del templo de Jerusalén. Pero el personaje parece muy seguro de lo que dice. Y les habla de la misión que llevará a cabo movido por el Espíritu: “daros una buena noticia a vosotros que sufrís, vendar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, proclamar el año de gracia del Señor”.

Poco a poco, la luz que iluminaba sólo el rostro aumenta de intensidad y permite ver que el protagonista, a diferencia de los demás, está vestido de gala, envuelto en un manto regio y espléndido, que refuerzan la alegría de su rostro. Pero no habla como un rey a su corte. Se dirige a campesinos, con el lenguaje que pueden entender: “Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los cantos de alegría ante todos los pueblos.”

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.  Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos. (Lectura del libro de Isaías 61, 1-2a. 10-11)

Acto segundo

En el centro del escenario un muchacho de unos veinte años sentado a una mesa y escribiendo. Pablo camina por la habitación mientras dicta.

̶  “Guardaos de toda forma de maldad.”

̶  No sigas. (Lo interrumpe el muchacho cuando acaba de escribir la frase). Ya van siete consejos.

Pablo lo mira extrañado.

̶  ¿Los has ido contando?

̶  Claro. Los seis anteriores han sido: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión. No apaguéis el espíritu. No despreciéis el don de profecía. Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno.” Ahora basta con que los encomiendes a Dios y les asegures su protección.

̶  ¿Cuál de esos consejos te viene mejor?

El muchacho se queda releyendo los consejos y pensando mientras cae el telón.

De la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5,16-24

Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la Paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas. 

Acto tercero

Escena a orilla del río Jordán. En el centro Juan Bautista, rodeado de un grupo de sacerdotes y levitas. Las noticias que han llegado a Jerusalén son alarmantes. Cada vez más gente acude al río, y las autoridades temen que se produzca una revuelta. ¿Quién es ese Juan? ¿Es el Mesías, el rey que los liberará del poder romano? ¿Es cierto, como dicen unos, que es el profeta Elías, que ha vuelto a la tierra? ¿O es el profeta del que habló Moisés, el que otros esperan antes del fin del mundo? ¿Qué dice él de sí mismo?

Lo asedian a preguntas, pero no consiguen arrancarle más que negativas, cada vez más escuetas: “No soy el Mesías”. “No lo soy”. “No”. Al final, cansado de tanto interrogatorio, les da una clave que ellos probablemente no comprenden. “Yo sólo soy una voz que grita en el desierto. Al que deberías buscar es a uno que no conocéis, que viene detrás de mí, mucho más importante que yo.”

Los sacerdotes y levitas dan a Juan por imposible y se retiran.

Juan mira a sus discípulos y les comenta:

̶  Han venido desde Jerusalén queriendo saber quién soy yo, y no les interesa lo más mínimo saber quién es el que viene detrás de mí.

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 6-8.19-28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:  este venia como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:  ¿Tú quién eres?

El confesó sin reservas: Yo no soy el Mesías.

Le preguntaron: Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?

 Él dijo: No lo soy.

¿Eres tú el Profeta?

Respondió: No.

Y le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?

Contestó: Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, Como dijo el profeta Isaías.

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Crónica del periódico

Como preparación a la Navidad se representó ayer una extraña obra en tres actos que provocó bastante desconcierto entre el público presente. En opinión de este comentarista, la clave se encuentra en el contraste entre los actos primero y tercero: el primero habla de un personaje seguro de sí mismo y de su misión; el tercero de Juan, que se empequeñece a sí mismo para poner de relieve la grandeza del que lo sigue. Y el que lo sigue es precisamente el que lo ha precedido, el protagonista del primer acto. Alguien con un mensaje de esperanza y alegría para los que sufren. Quien no esté de acuerdo con estas sutilezas deberá contentarse con poner en práctica los buenos consejos de Pablo.

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