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“El rostro humano de Dios”. 2 Domingo de Navidad – A (Juan 1,1-18)

Domingo, 5 de enero de 2020
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Sagrada Familia 1El cuarto evangelio comienza con un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a creer en Jesús de manera más profunda. Solo nos detenemos en algunas afirmaciones centrales.

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.

Pero Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que solo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús. Para conocerlo no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.

«A Dios nadie lo ha visto jamás». Los profetas, los sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos mucho de Dios, pero ninguno de nosotros lo ha visto. Solo Jesús, «el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer».

No lo hemos de olvidar. Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender para dejarnos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en Jesús.

Cómo cambia todo cuando captamos por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más sencillo y más claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.

José Antonio Pagola

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“ La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. Domingo 5 de enero de 2019. 2º Domingo después de Navidad.

Domingo, 5 de enero de 2020
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BB2DD6FD-AE48-43A5-9E16-193986032301Leído en Koinonia:

Eclesiástico 24,1-4.12-16: La sabiduría habita en medio del pueblo elegido. 
Salmo responsorial: 147: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. 
Efesios 1,3-6.15-18: Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo. 
Juan 1,1-18:  La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

  (Jn.1,1-18)  La Iglesia en este domingo en el que seguimos reviviendo el tiempo de la encarnación de Dios, nos ofrece la oportunidad de profundizar en el misterio del Niño nacido en Belén: “Hay mucho que ahondar en Cristo, –escribió san Juan de la Cruz– porque es como una abundante mina con muchos tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término”.

Por eso hoy oramos con el autor de la carta a los Efesios, que Dios nos “conceda un espíritu de sabiduría y una revelación que nos permita conocerlo plenamente”. El texto evangélico de hoy es un canto al misterio de la Palabra que está en el seno del Padre dirigiéndose a él desde toda la eternidad. Esta Palabra ha puesto su tienda en medio de nosotros, llevando a cumplimiento aquella misericordia de Dios, que existe ya en el Antiguo Testamento en las intervenciones de Dios en favor de su pueblo y en el don de su Palabra.

La Palabra se ha hecho carne; ha querido hacerse uno de nosotros; y a veces este hecho lo tomamos como algo tan natural que no llega a sorprendernos; ¡claro que es sorprendente que Dios haya querido hacerse uno de nosotros, que haya querido morar entre nosotros y vivir entre los hombres! Debe sobrecoger nuestro corazón el conocer que el Dios en el que creemos, el Creador de todo…quiso enviar a su Hijo, a su único Hijo para que pusiera su morada entre nosotros.

Ha acampado para siempre entre nosotros Jesucristo. Creyentes y no creyentes podemos redescubrir en Él valores perdidos, despertar sentimientos positivos, recuperar la alegría de vivir.

Dios está entre nosotros: Se ha hecho hombre, semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Hagamos nuestras las palabras del profeta Isaías: Regocíjate, Jerusalem, rompe a cantar a coro, que el Señor consuela a su pueblo y viene a visitarnos.

Cómo no amar y seguir a Dios hecho hombre…si creemos lo que no vemos…cuánto más amar y decidir nuestra vida por el que ha vivido entre nosotros; la Palabra se ha hecho carne; el Verbo eterno de Dios, el que vivía antes de la creación del mundo…se ha bajado y se ha hecho uno de nosotros…para hacer de nosotros hijos de Dios.

Hemos de sorprendernos cada día con este hecho tan admirable…con la encarnación verdadera de Dios; por eso celebramos durante estos 8 días el mismo acontecimiento: Que Dios se ha hecho uno de nosotros, que Dios nos mira con ojos de niño, con la mirada tierna y dulce de un bebé recogido en los brazos de una Madre que nos lo ofrece con todo su amor.

Recibamos a la Palabra con mayúscula, vivamos de verdad su evangelio, su buena noticia y dejémonos amar por El.

 

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Misterios de Navidad, Encarnación de Dios (María de la Carne 2)

Domingo, 5 de enero de 2020
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D9E3E705-FFB2-4F6C-9F10-4E48831F2DECDel blog de Xabier Pikaza:

Navidad, historia de De Dios

Concebido por el Espíritu Santo, Dios en la historia

Presenté el otro día (31, 12.19) una reflexión sobre la “maternidad carnal” de María (y de José) en el contexto de la “encarnación de Dios”. Hoy, ante el segundo domingo de la Navidad (5.1.20) sigodesarrollando ese tema y lo hago en dos partes complementarias.

1 Primero presento de forma esquemática seis misterios del nacimiento y seis de la vida oculta de Jesús, tal como los he desarrollado  en Biblia-Ciudad,  como “misterios” gozosos del gran “rosario” divino de la vida humana

2 Después reflexiono el misterio-base de la humanidad de Dios, encarnado por el Espíritu Santo… insistiendo en el principio básico de la divinización de los hombres y mujeres, que nacemos de Dios, somos sus hijos, insertos como estamos en su Navidad, que es el principio y sentido de nuestro nacimiento y vida humana.

1.  Seis misterio del Nacimiento de Jesús, con  Mt 1-2 y Lc 1-2 

 FF7A0A70-14CA-4390-9906-A728FEEAD64D Jesús nació en torno al 6 aC, pues los cálculos de un monje de Escitia (en la actual Rumanía), llamado Dionisio el Exiguo (a principios del VI dC), para datar el año del nacimiento de Jesús (que han fundado la “cronología” cristiana, ahora casi universal), están equivocados. Jesús no nació el año cero/uno d.C., sino en torno al 6 aC.Marcos no habla de ese nacimiento, empieza con bautismo de Jesús; el Evangelio de Juan se remonta a la generación eterna del Verbo-Hijo de Dios, no a su origen humano. Pero Mateo 1-2 y Lucas 1-2 han tratado, de formas diversas y complementarias, de ese nacimiento, en el que se pueden distinguir seis misterios: 

1. Anunciación (Lc 1, 26-38; Mt 1, 18-25)

 Como en el nacimiento de las grandes figuras del AT (Samuel, Sansón) y de Juan Bautista (Lc 1, 6-25), el ángel de Dios anuncia a María (Lc 1, 26-38) o a José (Mt 1, 18-25) la concepción divina de un hijo (por obra del Espíritu Santo), que se llamará Jesús, y será salvador de los hombres. Este anuncio ha marcado el comienzo de la experiencia y salvación cristiana.

2. Visitación (Lc 1, 39-56)

 Lc 1 ha vinculado las  anunciaciones y nacimientos de Juan Bautista y Jesús, creando un paralelo  entre ambos. En ese contexto introduce la visitación (1, 39-56), situando en el comienzo de la salvación a dos mujeres y madres: (a) Isabel que es el signo del AT; (b) María que es la Madre del Señor mesiánico (1, 43), que será muy importante en el culto de la Iglesia.

 3. Nacimiento (Lc 2, 1-21; Mt 2, 1-2)

 En Belén, ciudad de David, cumpliendo así las promesas. Mateo supone que sus padres vivían allí; Lucas afirma que fueron desde Nazaret para empadronarse, según ley romana.  Desde ese fondo, Lucas presenta el nacimiento de Jesús como “evangelio” (buena noticia) en la línea de los relatos romanos en los que se anunciaba el nacimiento del emperador

 4. Presentación (Lc 2, 22-35)

 Lucas ha puesto de relieve la importancia del templo de Jerusalén donde Jesús fue ofrecido ante el Dios de Israel (su Padre), siendo recibido por Ana y Simeón. En este contexto añade que sus padres cumplieron las leyes del AT sobre los hijos primogénitos, destacando la espada de dolor que ha de atravesar el “alma” de María, madre mesiánica.

5. Epifanía

0AF56891-041B-4242-B96C-6920FDCA0711Mt 2, 1-13 destaca la importancia de Belén (ciudad de David), donde vie-nen los “magos” de Oriente a venerar al Rey de los Judíos, que se manifiesta (epifanía) como salvador universal.  Herodes, rey judío impuesto por Roma, quiso matar a Je-sús, a quien sus padres llevan  exilado a Egipto, donde estuvieron los hebreos al principio (cf. 2, 19-23).

6. Matanza de los inocentes

 En el contexto anterior ha introducido Mt 2, 16-18 la historia de los niños de Belén, asesinados por He-rodes, que quiso matar a Jesús (y no pudo). Así ha destacado la tragedia de Israel que, al rechazar a Jesús, se destruye a sí mismo, matando a sus hijos (cf. Ex 11-13). El nacimiento de Jesús se integra así en la historia de muerte de la humanidad.

Textos comparativos. Muchos textos antiguos de tipo mítico/simbólico evocan las “relaciones” entre dioses y mujeres, con el nacimiento de seres divino. Pero los relatos de Mt y Lc no hablan de esas relaciones, sino de la presencia creadora del Espíritu de Dios en la concepción y nacimiento humano de Jesús. En ese contexto se puede citar una tradición antigua de Henoc Eslavo 71, 1- 8, que habla de la generación de Melquisedec (sin origen humano: cf. Hbr 7, 3), y un pasaje de la Crónica Siríaca de Zuqnin, que habla de una estrella que guía a unos magos al lugar donde nace un niño. En perspectiva teórica (teológica), cf. Filón, Cherubim 44-48 y Plutarco, Vida de Numa 4, 3-5.

Contexto temporal, histórico: 

– Año del nacimiento. Tanto Mateo  como Lucas suponen que Jesús nació en tiempo del rey Herodes (que muere el 4 aC, bajo el emperador Autusto de Roma), pero las perspectiva de su relato son diferentes:

– Mt 2,1-23 cuenta el nacimiento y primera infancia de Jesús en un contexto judío, bajo el rey Herodes, que por miedo a Jesús, Rey de los Judíos, hace matar a los niños betlemitas de menos de dos años (2, 16). Desde ese fondo se ha venido suponiendo que Jesús nació dos años antes de la muerte de Herodes, en torno al 6 aC.

– Lc 1, 5 supone que Jesús fue concebido y nación en tiempo de Herodes, rey judío, pero destaca el contexto romano de su origen y de su obras, bajo Cesar Augusto, en el tiempo del censo Cirino (cf. 2, 1-2), dato que ha de tomarse simbólicamente, pues tal censo aconteció en torno al 6 dC, tras la deposición de Arquelao, hijo de Herodes. La relación de Jesús con a Augusto es importante, pues él había establecido una “era de paz” (que a su juicio sería universal), tras suponer que había vencido y sometido a los cántabros y astures de España, en torno al año 24 aC).

Seis misterio de la vida oculta de Jesús: Mt 1-4; Lc 1-4; Jn 1-4

               Los evangelios no describen expresamente la educación/maduración de Jesús, como si no conocieran el tema, o no le dieran importancia, sino que le presentan como ya maduro, anunciando el Reino de Dios en Galilea (Mc 1, 14 par). A pesar de ello ofrecen rasgos importantes para conocer su despliegue mesiánico,suponiendo que él se educó en la “escuela” de una familia piadosa, muy interesada en la esperanza mesiánica de Israel (como indican los nombres de sus hermanos: Mc 6, 3 y la referencia a José en Lc 4, 22). Era posiblemente un “nazoreo” (miembro de una comunidad de judíos observantes). Conocía bien las tradiciones de su pueblo (Moisés y los profetas, las promesas de Dios y la esperanza israelita). Desde ese fondo se entienden los seis misterios siguientes:

1 Marcos y Juan: en familia y pueblo

Jesús discute con escribas (letrados, hombres de escuela) sobre temas de ley, de forma que todos preguntan: ¿cómo sabe leyes si no ha estudiado? (Jn 7, 15). ¿De dónde le viene esta sabiduría? (Mc 6, 2). Esos evangelios suponen que él se ha educado en familia, en la vida misma de su pueblo (es judío galileo). No ha cursado la escuela, pero “sabe” y actúa de un modo eficaz, quizá precisamente por ello (Mc 1, 21-28).

2. Niño en el templo (Lc 2, 41-47)

Suponiendo de algún modo la perspectiva de Mc y Jn, esta historia ejemplar de Lc presenta a Jesús adolescente en el templo de Jerusalén (quizá en la ceremonia del Bar Mitzváh, a los 12 años), donde pregunta y responde a los maestros oficiales de la ley, con gran sabiduría. Una historia semejante  la refiere de sí F. Josefo (Aut II, 8-9), con cierta vanidad; pero Jesús no ha ido al templo,  para quedarse, sino para volver a Nazaret, el pueblo.

 3. Artesano/carpintero (Mc 6,3)

Así le define el evangelio de Marcos, suponiendo que aprendió como tekton, artesano, en las durísimas condiciones laborales de Galilea en el primer tercio del I dC. Mt 13, 5 le llama “hijo del artesano”; Lc y Jn omiten ese dato, quizá porque lo consideran poco digno del Mesías, mostrando precisamente por eso su importancia. El trabajo y contacto con la gente oprimida de Galilea ha sido la escuela de Jesús, más que los libros.

 4. Discípulo del Bautista

Mc 1, 1-7 par afirman que Jesús estuvo con Juan Bautista, profeta apocalíptico cuya doctrina aceptó y siguió por un tiempo. Juan (cf. 1, 1-24; 3, 22-30; 4, 1-2) le presenta no sólo como discípulos, sino como colaborador (e incluso competidor) de Juan Batista, en cuya escuela aprendió y de la que surgió, integrándose así en la tradición viva de la profecía israelita.

5. Voz de Dios: Bautismo

Fue discípulo de Juan y recibió su bautismo (Mc 1, 9 par), pero los evangelios suponen que su educación fundamental vino después (no en el rito del agua), cuando el mismo Dios se le mostró y le reveló que era su Hijo, dándole su Espíritu (Mc 1, 10-11 par). Su verdadero maestro no fue Juan, sino el mismo Dios, como sucedió también con los grandes profetas de Israel.

 6. Nacido de Dios en la eternidad, nacido de la historia de los hombres (Jn 1, 1-14)

   Todos estos pasajes y misterios culminan en el evangelio de este domingo, que trata de la Encarnación de la Palabra de Dios, que ha de entenderse como divinización de los hombres, es decir, de todos los creyentes, que, naciendo del deseo de varón y de la sangre-vida de la mujer nacen/nacemos de Dios,    

Visión de conjunto. Jesús no fue a una escuela oficial (regentada por rabinos), como las que empezaban a surgir entonces. Pero recibió la educación más rica y realista que podía darse en aquel tiempo, pero no en el templo de Jerusalén o en una escuela de rbinos, sino en el mundo del trabajo (era artesano) y en  la tradición profética de Israel, a través de Juan Bautista. Por su propia vida, y no por libro, Jesús representa (asume) las mejores experiencias de Israel, un pueblo donde cada nuevo ser humano (en especial los primogénitos) estaba llamado a encarnar (cumplir y completar) el largo camino mesiánico del pueblo.  Naciendo así de Israel, como hijo de José y María, Jesús nace de Dios (es la encarnación de su Palabra), de forma que los creyentes, sus hermanos, nacemos con él como Hijo de Dios. 

 Contexto:

– Roma: Augusto es emperador hasta el 14 dC (cuando Jesús tiene 20 años). Le sucede Tiberio (del 14 al 37)

– Galilea. A la muerte de Herodes (4 aC) le sucede su hijo Antipas, como “tetrarca (él se llamará rey), hasta el 39 dC, impulsando una política de concentración económica. Bajo su dominio crecerá  y madurará Jesús.

– Judea. Del 4 aC al 6 dC gobierna Arquelao, hijo de Herodes. Pero Roma le destrona y nombra gobernadores directos (bajo supervisión de Siria): Coponio (6-9), Marco Ambivio (9, 12), Annio Ruvo (12-15), Valerio Grato (15-26) y Poncio Pilato (26-36), que condenará a muerte a Jesús.

– Sincronismo básico. Lo ofrece Lc 3, 1-2: «En el año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de las regiones de Iturea y de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abiline; en tiempo de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto». Éste es el año 28/29, pues Tiberio comenzó a reinar el 14 dC).

CONCEBIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO. TODOS NACEMOS DE DIOS, SOMOS CON JESÚS NAVIDAD

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Textos de fondo: a) El Espíritu Santo vendrá sobre ti, Dios te cubrirá con su sombra, de forma de forma que el que nacerá sera Hijo de Dios (Palabra del ángel de Dios Dios a María, la madre de Jesús: Lc 1, 26-38). b) No temas en recibir a María, pues lo que ella ha concebido es por Obra del Espíritu Santo (Palabra del ángel de Dios a José, esposo de María: Mt 1, 18-25)

Texto del día: Evangelio del 5 del 1 del 2020: A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 11-14).

Narración de fondo de la Concepción por el Espíritu Santo

El Espíritu Santo que actúa y engendra al Hijo de Dios por María es el mismo Dios providente, que crea y anima (=da vida) a todo lo que existe, introduciéndose de un modo superior en la historia humana, tal como ha venido a centrarse en la concepción y nacimiento de Jesús, por medio de María. De esa manera, pudiendo ser en un plano hijo de María (y de José), el texto dice que Jesús ha sido concebido y ha nacido por medio del Espíritu Santo, siendo así expresión privilegiada del misterio de Dios que se encarna y vive en forma humana.  Jesús nace de María Virgen (con José), naciendo de Dios. En ese contexto, la Iglesia ha destacado la función de la mujer:

María viene a presentarse como signo radical de fe (en sentido receptivo), como Madre virginal (receptiva, pasiva), como expresión del más pleno acogimiento de la gracia y de la acción salvadora de Dios, humanidad (=mujer) que escucha y acoge la Palabra, “en su mente y en su vientre” (seno materno), de forma que Jesús pueda nacer y crecer como Palabra de Dios, en nueva creación, por obra del Espíritu Santo (1). Leer más…

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La Sabiduría y la Palabra.

Domingo, 5 de enero de 2020
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la-palabraDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Segundo Domingo después de Navidad

Una homilía problemática

Predicar este año 2020 el segundo domingo después de Navidad es un desafío. La mayoría de los fieles estarán pensando en la cabalgata de Reyes que se celebrará por la tarde o en los regalos que van a hacer o recibir. Si la misa es por la tarde, ya no se dice la del domingo sino la de la Vigilia de la Epifanía. Y el evangelio es el Prólogo de san Juan, el mismo que se leyó en la tercera misa del día de Navidad, con la posibilidad de eliminar las partes referentes a Juan Bautista.

Una buena escapatoria (la segunda lectura: Efesios 1,3-6.15-18)

El sacerdote puede refugiarse en la segunda lectura, Aunque tampoco sea demasiado fácil, contiene ideas importantes, fáciles de entender y que debemos poner en práctica: bendecir a Dios por todos los bienes que nos ha concedido, especialmente por ser sus hijos; darle gracias por todas las personas buenas que nos han ayudado y siguen ayudando con su ejemplo y su fe; pedirle conocer cada día más y mejor a su hijo Jesucristo. Con esto podrían volver los fieles a sus casas más que satisfechos. Pero no habríamos dichos nada de la primera lectura y del evangelio. En el comentario que envié para el día 25 traté el Prólogo de Juan. Ahora ofrezco unas ideas más fáciles de predicar comparándolo con la primera lectura.

La visión optimista de la primera lectura (Eclesiástico 24,1-4.12-16)

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto es lo que dice Jesús ben Sira, autor del libro del Eclesiástico, con un optimismo fuera de lo común.

La Sabiduría existe desde el principio, creada por Dios antes de los siglos; reside en la asamblea del Altísimo, donde es alabada, admirada y bendecida por todos. Entonces Dios decide trasladar su morada a Jerusalén, en la ciudad santa y escogida, y echa raíces en la porción del Señor. Ni una nube ensombrece el horizonte. La relación entre la Sabiduría eterna y el pueblo de Israel es perfecta.

La visión pesimista/optimista del evangelio (Juan 1,1-18)

Aunque en la Iglesia primitiva se identificó a Jesús con la Sabiduría de Dios, el autor del cuarto evangelio prefiere el término Palabra (muy frecuente en la teología judía de la época, con claras referencias a los antiguos profetas que recibían la palabra del Señor y la proclamaban). [No me entusiasma el cambio de la liturgia actual que usa Verbo en vez de Palabra.]

De esa Palabra comienza hablando con el mismo optimismo que el Eclesiástico: existía desde el principio, estaba junto a Dios, era Dios, todo fue hecho por medio de ella, en ella había vida y era luz de los hombres.

Pero, cuando Dios decide que la Palabra venga al mundo, «el mundo no la conoció». Ni siquiera Israel, su propio pueblo. «Vino a su casa y los suyos no la recibieron». Estamos en las antípodas de esa Sabiduría acogida y alabada de la que hablaba el libro del Eclesiástico.

¿Fracaso total? No. Algunos están dispuestos a recibirla, se convierten en hijos de Dios y contemplan su gloria, lleno de gracia y de verdad.

Jesús es el mayor regalo de Dios, idea que encaja muy bien en la Víspera de Reyes. Por desgracia, muchos no aprecian ese regalo y lo rechazan. Quienes lo acogemos tenemos motivos de sobra para agradecer la venida de «este Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad».

José Luis Sicre

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05 de Enero. Segundo Domingo despues de Navidad. Ciclo A

Domingo, 5 de enero de 2020
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La Palabra era la luz verdadera, que son su venida al mundo ilumina a toda persona. (…) A cuantas la recibieron, a todas aquellas que creen en su nombre, les dio poder para ser hijas de Dios.

(Jn 1, 1-18)

En este tiempo de Navidad puede venirnos muy bien “encender la Palabra” y dejarla que ilumine cada rincón de nuestra vida. Y también, ¿por qué no? todas aquellas vidas que sabemos que andan a oscuras o con falta de luz. Porque cuando nos detenemos, pensamos, oramos y reflexionamos, junto con nuestros dolores y alegrías van apareciendo otros sufrimientos y otros gozos más o menos conocidos.

Y así, poquito a poco, nuestra oración se agranda y la vida se nos llena de hermanas y hermanos, por lejas y desconocidas que sean las gentes porque sabemos que para Dios son hijas e hijos.

El poder para ser hijas de Dios nos capacita para ser hermanas. Y el poder que tienen quienes se descubren como hermanas es infinito. Es un poder que atraviesa fronteras, acorta distancias, disuelve saltos generacionales, aúna razas y colores, entrelaza lenguas, culturas y banderas, honra diferencias y dilata los espacios.

Cuando descubres que ningún ser humano vale más ni menos que tú. Que toda persona tiene exactamente la misma dignidad, porque eso no es algo con lo que se pueda negociar. Entonces, se empieza a ver el mundo de otra manera. Entonces, la Palabra se hace luz verdadera primero y carne después.

Ojalá que en este Navidad todas las personas que nos llamamos cristianas, descubramos el poder para ser hijas que Dios nos ha regalado y lo dejemos circular sin trabas por toda la humanidad.

Oración

Enciende, Trinidad Santa, la luz de tu Palabra en nuestra Navidad. Que todos los deseos de estos días empiecen a tomar carne, se hagan realidad. Para que tu Presencia se note un poco más en nuestro mundo.


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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Lo que era Dios, era la Palabra.

Domingo, 5 de enero de 2020
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123116-Jn-1-1-18-660x330Jn 1,1-18

Es improbable que este texto haya salido de la pluma de un solo autor. Es más bien un himno litúrgico elaborado a través del tiempo por la comunidad. Se trataría de una comunidad eminentemente mística, en la que todos los miembros vivían una íntima unión con Dios y que expresaban esa vivencia en la liturgia. Solo así se explica la cantidad y la profundidad de las ideas que se van desgranando a través del texto. En realidad, es todo el evangelio condensado. El redactor último del evangelio, lo colocó al principio como introducción, pero podía haberlo puesto al final como epílogo de la obra.

Por supuesto que es un evangelio que desborda el ámbito de una homilía. Pretender una explicación exhaustiva, sería una locura. Para mí, la idea envolvente de todo el relato es la íntima interconexión de lo humano y lo divino. Ésta es la experiencia en la que todos los místicos de todas las religiones y todos los tiempos, coinciden. Una vez superados los primeros estadios de la religiosidad, en la que la relación era con un ser superior y externo, se entró en la dinámica de la mística, es decir, en la relación del hombre con el Dios que es la base de su propio ser y con el que se identifica en lo más íntimo.

Al principio es la misma palabra con que empieza el Génesis. Esto no es casual, es propósito del himno, hacer referencia al principio de la Biblia. Lo que es la Palabra entra dentro del plan de la creación de Dios. La encarnación será precisamente la culminación de la creación. En el principio, cuando Dios crea el cielo y la tierra, la Palabra ya existía. El imperfecto indica la duración de una acción. La palabra no comenzó, porque estaba ya allí. Cuando todo pasaba del no ser al ser, la Palabra permanecía en el ser.

Ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y Dios era la Palabra. Tres frases con la misma estructura. Construidas con verbo “sum” y ligadas con la conjunción “et”. Las tres formadas por los elementos imprescindibles: sujeto, verbo y complemento. El sujeto es siempre el mismo “la Palabra”. El verbo también es el mismo en griego y en latín, “era”; en español se desdobla en tres significados: Existía, estaba, era; así se evita la monotonía. En griego y en latín, empezar la frase siguiente “incluyendo” la última palabra de la anterior. Con ello el texto adquiere una cohesión y una fuerza increíbles.

Logos es un término que se empleaba en filosofía desde hacía mucho tiempo, pero el significado que se le quiere dar aquí no tiene paralelo en los textos bíblicos ni en la literatura profana. Se trata de un concepto original. Por eso es tan difícil concretar lo que nos quiere decir. Desde un punto de vista intelectual es imposible comprenderlo. Solo después de una experiencia mística se podrá entender. La comunidad llegó a este concepto por un despliegue continuado de la experiencia pascual. Descubriendo en Jesús la presencia de Dios, fueron capaces de entender la implicación de Dios en Jesús.

Logos, Verbo, Palabra, Proyecto querría expresar el más elevado plan de Dios sobre la creación. En el AT, Dios obra por medio de su Palabra. Pero la palabra es siempre expresión de una idea. La idea, el plan que Dios tenía era lo primero. Una vez que Dios tiene la idea, pronuncia la palabra que es capaz de hacer realidad la idea. Dios se vuelca totalmente sobre la palabra que pronuncia y no se reserva nada para sí; por eso lo que era Dios lo era la Palabra. Si, como nos dice la teología, en Dios el pensar, el obrar y el ser son la misma realidad, podemos imaginar la unidad que se quiere expresar.

Al insistir en que “estaba junto a Dios”, nos esta advirtiendo de una “no identificación”. Por dos veces nos dice que “la Palabra estaba junto a Dios”. “Junto a Dios” (pros ton Theon)= vuelto hacia, junto a. Indica a la vez proximidad y distinción. En íntima unión, pero por relación dinámica, no por identificación. Esto no siempre lo hemos tenido en cuenta. La tercera frase no es nada fácil de comprender. Podíamos traducir: lo que era Dios, lo era la Palabra;  y  también: Un ser divino era el proyecto. Para los judíos, Dios era el totalmente trascendente; no podía haber otro. Para los helenistas, el peligro era el politeísmo. Por eso nos dice que ni es una “mónada” aislada ni son dos seres.

Ella contenía vida, y la vida era la luz del hombre. Es muy importante que nos demos cuenta de lo que dice. La Vida es primero que la luz. La ilumina­ción viene precisamente porque ha llegado la Vida. Esto va más allá de lo que dice el Génesis, que la Luz fue lo primero. Está más allá también de las ideas judías. Para ellos la Ley era la luz que ilumina y salva. Esta idea de que la Vida es anterior a la luz, es clave para entender el evangelio de Juan. Dios, por medio de la Palabra, comunica la Vida y es la Vida comunicada la que da luz. Se entiende mal a Jn, si se quiere ver en Jesús un maestro de verdades que dan vida.

El mundo no la reconoció. Los suyos no la acogieron. Para el AT el pecado era no obedecer a Dios. Para Jn, es no reconocer a Jesús. Estaba en el mundo como aquel por quien el mundo fue hecho, pero los hombres no conocieron a Dios a través de la creación. No hay que entenderlo en el sentido intelectual griego, sino en el sentido semita. Conocimien­to que entraña una actitud de fidelidad a Dios. “Los suyos” son el pueblo judío, representado en sus dirigentes, que rechazaron a Jesús.

A cuantos le recibieron, los ha hecho capaces de hacerse hijos de Dios. Se trata de una afirmación rotunda y desorbitada. Dios es siempre Padre, pero el ser hijo depende de cada ser humano. En el AT ya se aplicaba el título de hijo de Dios: a) A los ángeles. b) Al rey. c) Al pueblo judío en su conjunto. Ninguna de estas ideas sirve para comprender lo que Juan quiere decir. En el NT, Padre se aplica a Dios como aquel que comunica su misma Vida divina. Podíamos decir que la Vida que había en la Palabra se comunica al que la acepta. Lo importante no es nacer de la carne y de la sangre, sino de Dios. La fe en Jesús nos capacita para actuar como Dios, para hacer presente a Dios , para ser hijos.

Si creen en su nombre. Ya sabemos lo que significa creer para la Biblia. En ningún caso se trata de aceptar unas verdades teóricas (doctrina). Para la Biblia lo que importa es la persona. Tener fe es confiar en la persona; es vivir que el otro es para ti y tú para el otro. Para traducirlo, tendríamos que unir dos palabras: confianza en, y fidelidad a...

La Palabra se hizo carne. Todo el relato está orientado a esta idea clave. La “carne” no es ya lo contrario del Espíritu, sino su aliado. Según la visión judía, carne era el aspecto más bajo de la criatura humana, pero era también lo que hacía posible el Espíritu en el hombre. Quiere decir que no puede haber Espíritu si no hay carne. Esta idea tenía que hacernos cambiar el sentido maniqueo que seguimos teniendo de la creación. Si Jesús dijo a Nicodemo que había que nacer del Espíritu, es porque existe esa posibilidad y la clave de una vida humana es aprovecharla y no quedarse en el nivel de la pura carne.

Entrar en la dinámica de este texto sería vivir la realidad de un Dios que se hace uno con la criatura. El “Proyecto” de Dios es desplegarse en el hombre. Pero como el Proyecto y Dios es la misma cosa, el único Dios está disponible en el hombre. En el Hombre Jesús, se ha manifestado de una manera incontestable, pero la meta es que se manifieste en todo ser humano. En adelante, no tendrá sentido buscar a Dios fuera del hombre. Dios no se encuentra ni en los templos ni en los sacrificios ni en la liturgia. Para mí, ésta es la esencia del evangelio. Ésta es la “buena noticia”. Esto es el “Reino que es Dios”.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Noche y día.

Domingo, 5 de enero de 2020
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Joaquin_Sorolla_y_BastidaDurante nuestros momentos más oscuros debemos centrarnos en ver la luz (Aristóteles)

5 de enero. DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD

Jn 1, 1-18

La luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron

El Génesis nos presenta el reloj del tiempo en las mismas dos cadencias mencionadas por el evangelista, la experiencia en el ritmo imperturbable del día y de la noche: “Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero” (Gn. 1, 5)

Luz y Sombra son símbolos profundos que tienen mucho que ver con los hechos de la vida y de la muerte; el mundo de los muertos es la región de la oscuridad: “…a la tierra lóbrega y opaca…donde la misma claridad es sombra” (Job 10, 22).

El AT es más pródigo en lo referente a la Luz, que en el mismo Job aparece contra puesta a la sombra equivalente a vivir“para sacarlo vivo de la fosa, para alumbrarlo con la luz de la vida” (Job 33, 30); en Nm 6, 25: “el Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti”; Isaías dice que en el tiempo escatológico habrá un crecimiento de luz: “¡Levántate, brilla, que llega tu luz, la gloria del Señor amanece sobre ti!” (Is. 60, 1).

Una luz espiritual que no puede quedar encerrada en nuestra casa y estar exclusivamente a nuestro servicio. Cuando Dios dijo en la Creación Fiat lux (Gn 1, 3), la luz existió para iluminar al mundo entero, lo cual quiere significarnos que la nuestra no es de nuestra propiedad, sino que nos ha sido ha sido concedida para que, abriendo todas la puertas y ventanas de nuestro cuerpo y vida, incremente la luz de los demás.

La iluminación espiritual es la experiencia de lo divino, una experiencia que se manifiesta en paz, amor, felicidad o sentido de unidad con el universo.

En el NT se hace resaltar también el sentido positivo de la luz; Juan lo dice en su evangelio de este domingo segundo después de Navidad; Mateo nos invita en 10, 27 a manifestar nuestra luz: “Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día”; como símbolo, Dios y Jesús son luz: y la vida era la luz de los hombres (Jn 1, 4).

La luz brilla en las tinieblas, es un libro del vietnamita Cardenal Van Thuan (1928-2002), que es la crónica inacabada de un gran amor, porque su luz sigue brillando en medio de la obscuridad de nuestro tiempo.

La pintura, no ha sido ajena a estos requerimientos, pues, aparte de ella y los pinceles, las luces y las sombras han prefijado siempre los contenidos de tal arte.

Pintores como De Chirico, Dalí, Rembrant, Sorolla, etc, manifestaron en su obra sus preocupaciones por este simbolismo; el valenciano Joaquín Sorolla, gran maestro de la iluminación, lo hace en el cuadro La bata rosa, que mostramos en este artículo.

 

Durante nuestros momentos más oscuros debemos centrarnos en ver la luz, dijo el filósofo griego Aristóteles, y que es lo que el evangelista Juan quería decirnos con lo de La luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron, porque, indiscutiblemente al hombre le cuesta hacerlo.

HIJO DE LA LUZ Y DE LAS SOMBRAS

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada de sol adonde quieres,
con un solar impulso, con una luz suprema,
cumbre de las mañanas y los atardeceres.

Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.

Miguel Hernández

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La salvación hecha palabra eterna.

Domingo, 5 de enero de 2020
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mano-extendida-de-jesc3bas-ft-imgPara los y las primeras creyentes en Jesús uno de los mayores desafíos que tuvieron que afrontar fue comprender que la oferta salvadora que él encarnaba no podía mantenerse cerrada dentro de la casa de Israel, que ya no podían leer las Escrituras como siempre lo habían hecho. Su encuentro con el Maestro les abría horizontes insospechados de gracia que sobrepasaban lo conocido y esperado.

No fue fácil, hubo conflictos, deserciones, bloqueos, pero la Santa Ruah y la memoria viva de Jesús los y las fue llevando más allá de sus expectativas. Los textos del Nuevo Testamento son testigos del proceso y de muchas formas recogen el camino de dar a luz la profunda certeza de que la salvación de Dios se revelaba como misericordia, bondad y perdón en las palabras y en la vida de Jesús de Nazaret y que esa salvación no quedaba limitada a las promesas de Israel, sino que estaba dirigida a todos los hombres y mujeres de cualquier lengua, pueblo, cultura o condición (Hech 2).

En estos días de Navidad recordamos algunos textos que explicitan con mucha claridad esta experiencia y muestran con absoluta contundencia que “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros/as, y hemos contemplado su gloria…porque de la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”.  (Jn 1,1-18).

La comunidad joánica en este comienzo del evangelio nos transmite con bellas metáforas la fe que la hizo fuerte a pesar del rechazo. Su fe en Jesús les hizo descubrir que Dios estaba desde siempre con la humanidad, por eso proclamaron que él desde siempre estaba junto al Padre, que en él estaba la Vida (con mayúsculas) que en él estaba la luz y ninguna tiniebla la podía ocultar. Pero también conocieron que no todos ni todas se alegraban de esta Buena Noticia, que no todas las casas se abrían a la alegría de una Visita que no encajaba en sus expectativa, o simplemente les hacía salir de su zona de confort.

La Palabra, que se hacía humanidad, no había que buscarla en ningún diccionario, ni entenderla según ninguna creencia específica, sino que había que recibirla, acogerla, sostenerse en ella y proclamarla en la vida. Porque solo así esa Palabra podía ser escuchada, solo así esa Palabra podía mostrar su significado, el regalo (gracia) de que era portadora, solo así esa Palabra era salvadora.

Pero como muy bien entendió la comunidad Joánica acoger esa Palabra que estaba en Dios, era acoger a Jesús de Nazaret y su radical propuesta.  Era reconocer la gratuidad del amor de Dios que no esperaba de los seres humanos que se aferraran a la ley, por muy sagrada que fuese, sino que se atreviesen a dejarse salvar por la debilidad del perdón y por el misterio de la bondad que estaban desde el principio en Dios.

Leer las Escrituras… seguir su estrella

El relato sugerente y entrañable de la visita de los Magos de Oriente al lugar de Belén donde nació Jesús recoge algunas de las cuestiones que preocupaban a la comunidad de Mateo y a las que el evangelista quiere responder.

Nos encontramos con una pequeña comunidad que se ha distanciado radicalmente de sus hermanos judíos. La peculiar lectura de las Escrituras judías a la luz de la fe en Jesús que las primeras generaciones cristianas hacen se fundamenta en su convicción de que Jesús es la Palabra definitiva de Dios y que en él se cumplen las promesas dadas por Dios a Israel.  Esta afirmación desafía y confronta las fronteras identitarias del judaísmo desembocando en un conflicto que terminará con expulsión de los seguidores y seguidoras de Jesús de la comunidad israelita.

Esta nueva comprensión de la fe judía favorece la incorporación de hombres y mujeres no israelitas a las comunidades cristianas. Esto va a propiciar la creación de grupos diversos y plurales que sostienen su identidad en la fe en Jesús y no en la pertenencia a un pueblo, cultura o género.  Este mestizaje no siempre es fácil de articular y es necesario ahondar en las palabras y en la vida de Jesús para sostener y fortalecer su vida en común.  Narrar los orígenes de Jesús es para Mateo una oportunidad de recordar a sus destinatarios y destinatarias quién es el que los ha convocado y cuál es la promesa a la que han sido llamados/as. A través de las narraciones intenta ofrecerles un relato de la vida de Jesús que les ayude a dialogar con sus hermanos judíos, de modo que puedan presentarles su fe en Jesús como mesías a partir de los textos que sostienen también la esperanza de Israel.

Belén es un pueblo pequeño cercano a Jerusalén que estaba cargado de simbolismo en la memoria de Israel, en él David fue ungido por Samuel como rey (1 Sm 16,1-13) y a este rey y a su dinastía se vinculaba la promesa mesiánica.  Mucho tiempo después casi sin ruido el Mesías esperado comienza su vida en ese lugar.

Belén se configura, así como el lugar en que Jesús se presenta como el Mesías enviado a Israel (Miq 5, 1-3; 2 Sam 5,2), pero también como el destino de unos paganos, unos hombres de Oriente, que han visto una estrella (Nm 24,17), que anuncia el nacimiento del rey de Israel y quieren adorarlo. Todos los personajes que están o llegan a Belén muestra actitudes de confianza y acogida hacia el recién nacido. Las referencias a la Escritura judía muestran como este niño cumple lo que se había dicho sobre el Mesías en ella.

Jerusalén, el otro lugar que aparece en la historia, representa sin embargo la oscuridad y la desconfianza. En ella está Herodes, que se asusta al conocer la información de los sabios y utiliza todos sus recursos para deshacerse de Jesús y evitar que se propague la noticia de su nacimiento, pues ese recién nacido amenaza su poder y cuestiona su legitimidad como rey.

Los sabios de Oriente, que ven la estrella, se ponen en camino atentos a las señales que los han de guiar. Los representantes del pueblo judío, sin embargo, conociendo las Escrituras, no son capaces de descubrir en ellas a Jesús y no solo no se ponen en camino, sino que el miedo a perder su estatus les hace actuar con engaño y maldad.

Mateo jugando con esos contrastes, invita a su comunidad a mirarse en aquellos sabios que se dejaron guiar por la estrella, acogiendo los pequeños signos de la historia. Como ellos, l@s seguidor@s de Jesús, a los que escribe Mateo, están llamados a dejarse guiar por la luz que su fe en Jesús irradia en sus vidas, y han de seguir profundizando en las Escrituras para afianzar e iluminar su fe.

Hacer memoria del misterio de la encarnación, ver a Dios poner su tienda entre nosotros/as, pero a la vez descubrir el mal y el sufrimiento que impide de muchos modos dejar a Dios regalarnos su salvación, nos recuerda nuestro compromiso con la Buena Noticia en la que creemos, nos invita de nuevo a abrir surcos en esta tierra herida para que pueda recibir la semilla de la bondad, la ternura y la paz.

En Belén Dios nos invita a soñar a dejar que nuestro corazón nos guíe, como a los sabios, por caminos alternativos capaces de construir un mundo nuevo, sin llanto ni dolor. Un mundo que ha de ser la utopía que guie nuestro caminar diario, de pequeños pasos y gestos sencillos…

De nuevo en Navidad estamos invitadas e invitados a soñar, a intuir nuevos caminos, nuevas sendas de inclusión, de hospitalidad, de acogida de ternura y solidaridad… a soñar porque Dios amanece en nuestras vidas.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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En el Principio era la Vida

Domingo, 5 de enero de 2020
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Vida.2-300x192Domingo II de Navidad 

5 enero 2020

El evangelio más antiguo –Marcos– se inicia con el relato del bautismo de Jesús por parte del Bautista. Mateo y Lucas narran el nacimiento. El cuarto evangelio, que se escribe mucho más tardíamente, se remonta al “principio”. Y se abre con un grandioso prólogo-himno al Logos, la Palabra o la Vida.

          “Principio” no significa comienzo histórico, sino que remite a lo que está más allá de la historia, más allá del tiempo, a la atemporalidad o eternidad. En una palabra, el “principio” del que se habla aquí es el no-tiempo, el eterno presente inalterable.

                Me resulta profundamente significativo que hoy sea la misma ciencia la que nos advierta del engaño de nuestra mente. Una de las teorías de la física cuántica -afirma la reconocida física y divulgadora científica Sonia Fernández-Vidal en una entrevista reciente- dice que el tiempo no fluye como un río, sino que, como ocurre con el espacio, todo está ahí fuera ya, desde lo que ha pasado a lo que tiene que pasar. Aunque nosotros lo vivamos como un fluir continuo”.

          Estamos tan habituados e incluso identificados con las formas que nos resulta difícil transcenderlas. Nuestra mente no puede salir de las referencias espacio-temporales: para ella, todo sucede en un tiempo y en un lugar determinados. Por eso, incluso cuando habla de “eternidad”, la imagina como un “tiempo prolongado” que no acabaría jamás.

          Sin embargo, más allá de las categorías espacio-temporales, fruto por otro lado de la propia mente, como descansando o sostenidas por ella, permanece la Presencia que no tiene principio ni fin. Lo que es –lo que somos– transciende el tiempo y el espacio. Por esa razón, para entrar en conexión con ello necesitamos acallar la mente –silenciar el yo– para poder ser introducidos en el Silencio consciente que somos.

      Cualquier palabra que utilicemos resultará inadecuada: Presencia, Silencio consciente, Vida… Pero todas ellas apuntan hacia Aquello que transciende el tiempo y el espacio, a lo que “es desde el principio”, a lo que somos en profundidad: lo no nacido y que nunca morirá.

          El autor del evangelio presenta a Jesús como aquel que da a conocer ese misterio último, que se ha nombrado como “Dios”. Se trata, evidentemente, de la profesión de fe de aquella comunidad, que cree en Jesús como el “revelador” de la Divinidad. Y es cierto que en Jesús puede advertirse lo que sucede en una persona cuando se vive desde la comprensión de lo que somos. Por eso podemos reconocerlo como un espejo nítido en el que nos vemos reflejados. Pero no hay nada que no sea “reflejo” de aquella misma vida. Todas las formas que existen no son sino disfraces en los que la Vida se oculta. Por eso, las palabras que este evangelio pone en boca de Jesús –“Yo soy la vida”– constituyen la revelación suprema de lo que somos todos. No somos un yo separado que tiene vida; somos Vida –Presencia atemporal desde “el principio”– que se está experimentado en estas personas.

¿Me abro a comprenderme como “Vida” habitando una forma temporal?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Acoger la Palabra no es un amasijo de citas bíblicas

Domingo, 5 de enero de 2020
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4E843CB0-6CB7-4716-97D0-AC8767FFFD53Del blog de Tomás Muro La Verdades Libre:

  1. Prólogo de san Juan.

         Por segunda vez en navidades escuchamos el comienzo del evangelio de san Juan: en el principio existía la Palabra y la Palabra era luz, vida y creación. Y en los versos 12-13 se nos dice:

vv 12-14 Pero a cuantos la recibieron (la Palabra), les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

  1. Conocer la Palabra no coincide con estudiar la Biblia.

         Conocer acoger la Palabra no es ser un experto en Biblia o en teología. “Conocer” supone implicaciones personales: sobre todo ser creyente. Todos conocemos intelectualmente cosas: ideologías, personas, actitudes con las que no comulgamos, no porque sean malas, sino porque no van con nuestra mentalidad o esquema de vida.

         Conocer la Palabra, conocer a Cristo significa JesuCristo me dice, me llena y quiero vivir en el tono vital del Señor, con mis tinieblas y mi pecado a cuestas.

         La Palabra -toda palabra- se conoce y se acoge en la fe. Hay personas que están convencidas de la nada: no existe Dios, no hay valores. Eso es también fe, una triste palabra y una triste fe, pero el pasotismo es también una fe: estar convencido firmemente de la nada.

         Quien confía (cree) en JesuCristo no está cimentado en la nada, sino en el ser.

  1. A quienes conocen y asumen la Palabra Dios da la capacidad de ser hijos de Dios.

Es decir, pensar y vivir conforme a la Palabra posibilita vivir humanamente, que significa vivir como seres humanos, y si vivimos como personas humanas no estamos lejos de vivir como hijos de Dios.

La Palabra de Dios, que no es otra cosa que JesuCristo, es decir: la Luz, la Vida y la creatividad, supone una llamada en lo profundo que crea personas y comunidades.

La Palabra, el pensamiento, la cultura, la Luz, el diálogo, la razón y lo razonable en la vida encaminan hacia ser hijos de Dios. La irracionalidad, el vivir en la mera biología, pulsionalidad, en la carne y en la sangre, en el escepticismo no crea humanismo, ni hijos de Dios.

Cuando en la vida personal, profesional, eclesiástica, política no se admite la Palabra: la luz y la vida, el pensamiento y el diálogo-, significa que hemos renunciado a ser y vivir como personas y como hijos de Dios.

Por ejemplo: cuando nace un niño, ha nacido alguien muy valioso, pero hasta ese momento ha nacido conforme a carne y sangre. Nadie nace cristiano, ni sabio, ni probablemente bueno: queda un largo camino para construir una persona: educación, valores, etc. Y ese camino lo hemos de estructurar con la Palabra. ¿Qué otra cosa es acoger la Palabra sino un largo proceso de educación personal, familiar, escolar, universitaria, social, política?

El ser humano vive de carne y sangre (de pan vive el hombre), pero si vivimos solamente de carne y sangre, morimos.

La Ilustración y la Revolución francesa tuvieron graves fallos y tienen grandes lagunas, pero abrieron al ser humano hacia la palabra y hacia la razón.

Quizás el encuentro entre razón y fe, ciencia y fe, Iglesia y mundo, progreso humano y escatología, no se ha producido o se ha producido muy esporádicamente y, en muchos casos, a regañadientes. Pero guste o no guste a políticos y eclesiásticos, es verdad aquello que dijo santo Tomás: la verdad venga de donde venga, viene del Espíritu Santo. Si nacemos de carne y sangre y renacemos de agua y Espíritu, estaremos en camino de ser hijos de Dios, es decir: personas humanas. Él, la palabra nos bautizará en Espíritu.

  1. La Palabra se hizo carne.

La tradición de San Juan tiene mucho cuidado en subrayar que la Palabra, Jesús, se hizo hombre. Este interés de San Juan es debido a que muy pronto hubo cristianos que tendieron a un cristianismo espiritualoide, incluso tenían reparo y negaban que Jesús hubiese sido hombre. Pensaban que, si Jesús era hijo de Dios, no podía ser hombre. Lo corpóreo, material siempre se ha mirado en las religiones con un cierto recelo. Por eso S Juan subraya que Jesús fue hombre y para ello utiliza la expresión que expresa la mayor debilidad humana: sarx: carne,[1]

Jesús no fue un extraterrestre que un buen día aterrizó entre nosotros: Jesús fue hombre como nosotros (menos en el pecado) y porque fue hombre, es como pudo expresar, manifestarnos a Dios, el amor de Dios.

         El cristianismo no es un espiritualismo, una religión de práctica y ritos, sino que es la experiencia del amor de Dios en la vida, en la creación y con los demás. La tentación de las religiones suele ser la de “echar balones fuera” con celebraciones rituales, normas y preceptos morales.

El Dios del cristianismo es amor, Dios es amor, (1Jn 4,8)

Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. (1Jn 4,20)

         Y amar no es andar por la estratosfera de los espíritus, sino vivir en la tierra de los seres humanos en la Palabra: luz y verdad

  1. Estamos comenzando un nuevo año.

         Estamos comenzando un nuevo año.

         Que la Palabra y la razón vayan haciéndose un poco carne en nuestra historia por medio de nuestras vidas.

[1] En castellano tenemos algunas palabras que recogen este término: sar.cófago, sar.coma.

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“Recuperar a Jesús”. 2 domingo después de Navidad – C (Juan 1,1-18)

Domingo, 3 de enero de 2016
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8_2-D_desp_de-Navidad-C-300x242Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos.

Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto nadie jamás».

Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.

Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.

Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.

Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.

No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Esta es la tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.

José Antonio Pagola

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Dom 3.1.16. La Palabra se hizo Carne

Domingo, 3 de enero de 2016
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Oasis-smaller-672x372Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 2. Después de Navidad. Ciclo C. Según el evangelio, que se lee y canta de forma solemne este domingo, los cristianos afirmamos que Dios es de tal forma divino que se ha hecho carne (vida humana) en la vida de Jesús. Más que eso no se puede decir, ni menos tampoco si se quiere mantener el cristianismo

— Un tema conciliar. En esa línea afirmará el concilio de Nicea que Jesús es Dios (de naturaleza divina) y el de Calcedonia que es perfecto Dios y perfecto hombre (de naturaleza divina y de naturaleza humana)…

— Un tema de experiencia. En la base de esas formulaciones conciliares está la experiencia y la vida de aquellos que dicen que han encontrado a Dios en Jesús (en su vida proyecto de Reino). Éste es el principio del cristianismo, que se puede y se debe articular en tres formulaciones:

(a) Dios “es” (se hace) historia. El mismo Jesús histórico, nacido, muerto y resucitado es la Carne de Dios. Por eso, los cristianos buscamos y vemos a Dios en la “carne de todos los hombres”, es decir, en la vida compartida, en amor que es justicia, misericordia, ternura y esperanza.

(b) Dios es (se hace) comunión de “carne”, de tal forma que vemos y tocamos a Dios vemos, tocamos, ayudamos a los hombres y mujeres, en especial a los más necesitados. En esa línea, conforme al lenguaje más filosófico de los Concilios (Nicea y Calcedonia) hay que decir que toda la “naturaleza” humana es carne de Dios (revelación de su Ser).

(c) Creer es crear humanidad “de carne”. Celebrar la encarnación de Dios en Jesús significa celebrar el valor divino de lo humano y comprometerse al servicio del hombre, de todos los hombres, y en especial de los excluidos de esta sociedad imperial de consumo, que son hermanos de Jesús, carne de su carne, sangre de su sangre, para emplear un lenguaje bíblico y eucarístico.

En la reflexión de hoy, dejo en penumbra ese último aspecto (tratado con frecuencia en este blog) para centrarme de un modo especial en la encarnación de Dios en Jesús, siguiendo el texto del evangelio de Juan 1, 1-8, que comentaré y presentaré desde una perspectiva de “pre-existencia” de Dios. Dios es en nosotros “primero” (nos pre-existe) para así poderse poner a nuestro servicio.

(Imagen: Caminando con los magos hacia el oasis de Jesús). Buen domingo a todos, buen camino.

El texto básico

[Palabra] En el principio era la Palabra y la Palabra era junto a Dios, y la Palabra era Dios. Esta era en principio junto (hacia) Dios.

[Palabra Creadora] Todas las cosas fueron hechas por ella, y sin ella no se ha hecho ninguna. Lo que fue hecho era (tenía) vida en ella y la vida era la luz de los hombres (Jn 1,1-4)

[Luz] Existía la Luz verdadera, que alumbra a todo ser humano, viniendo al mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella y el mundo no la conoció. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron; a cuantos le recibieron les dio poder para hacerse hijos de Dios… (1, 9-12)

[Encarnación] Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, gloria de Unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad (1, 14)

[Revelación] A Dios nadie le ha visto jamás, el Dios unigénito, que estaba en el seno del Padre, ese nos lo ha revelado (1, 18)

He citado los versos principales del himno de Jn 1, 1-18, aquellos que destacan la mediación creadora de la Palabra y Luz de Dios. La Palabra es comunicación verbal (¿más masculina?), la Luz es apertura visual (¿más femenina?). Dios se muestra en ambas casos (por los dos caminos) como Padre, porque habla y porque alumbra, suscitando de esa forma la existencia de las cosas.

El himno culmina allí donde se dice que la Palabra/Luz se hace carne, es decir, vida humana, recibiendo así el nombre de Hijo. De esa forma se ilumina todo lo anterior y recibe un contenido cristiano: Dios se llama Padre, la Palabra/Luz su Unigénito. Después que ha dicho eso, el prólogo puede terminar, con el comentario de 1, 18:

– A Dios nadie la ha visto jamás. Esta frase puede interpretarse en un sentido israelita; han sido precisamente ellos, los judíos, los que han afirmado que nadie puede ver a Dios sin morir; ellos son los que después han añadido que el nombre de Yahvé es silencio, que no puede ni decirse; ellos son los que, conforme a 2 Cor 3-4, han querido poner un velo sobre los ojos para no profanar el misterio de Dios.

A Dios nadie le ha visto: su misterio sigue siendo inaccesible. Esta es la verdad final del más hondo judaísmo que, sin embargo, de forma admirable, siglo tras siglo, ha sabido sacar fuerzas de esa trascendencia divina, para confesar a Dios, a través de la fidelidad a la Ley y tradiciones. No creen los judíos en el Hijo de Dios que es Jesús, pero la confesión del misterio divino les ha hecho vivir en actitud de confesión intensa.

– El Dios (Hijo) Unigénito que estaba en el seno del Padre ése nos lo ha manifestado... Algunos manuscritos dicen “el Hijo Unigénito”, pero los más significativos mantienen esta lectura más difícil, llamando a Jesús Dios Unigénito (monoguenes de dios), que habita en el seno del Padre, como Luz y Palabra. Estrictamente hablando, la palabra que traducimos como seno del Padre (kolpos, pecho,seno) significa pecho y, en algún sentido, corazón. Es como si el Hijo existiera reclinado en el pecho del Padre, como el Discípulo Amado lo estuvo en el pecho de Jesús. Esa esa imagen puede llevarnos a tomar a Dios como “un seno de madre” donde habita y crece el Hijo/Dios unigénito. Esta afirmación paradójica del Dios materno, del Padre en cuyo seno (materno) ha surgido y se mantiene el Hijo, es el culmen de la confesión cristiana.

– Ése nos lo ha revelado. Habitando en el Seno del Padre, Jesús vive (ha vivido) al mismo tiempo entre los humanos, en una historia bien concreta de amor y entrega en favor de ellos. Sólo aquel que ha vivido en los pechos de Dios puede revelar su amor de Padre. Este es el secreto, este el misterio radical del evangelio, que todo el resto del libro de Jn ha querido describir.
No podemos resumir aquí el mensaje de Jn sobre el Padre, pues ese mensaje se expande en todo el evangelio, de manera que sólo leyéndolo entero podemos conocerlo. Para ello deberíamos escribir otro libro, un tratado completo sobre el amor del Padre y del Hijo según Juan. Pero con esto rompemos nuestro esquema. Baste, por tanto, lo ya dicho.

Evangelio de Juan. Una teología de la pre-existencia y de la encarnación Leer más…

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“Una historia en cinco etapas”. Domingo 2º después de Navidad

Domingo, 3 de enero de 2016
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imagesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Presupuesto para entender el Prólogo

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.

La historia de la Sabiduría de Dios

1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36).

El Señor me estableció al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada,
antes de comenzar la tierra.
Antes de los océanos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban encajados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba
ni los primeros terrones del orbe.

2ª etapa: la Sabiduría y la creación

Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano;
cuando sujetaba las nubes en la altura
y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar,
y las aguas no traspasaban su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia;
jugaba con la bola de la tierra
disfrutaba con los hombres.

Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24).

Por todas partes busqué descanso
y una heredad donde habitar.
Entonces el creador del universo me ordenó,
el creador estableció mi morada:
Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.
En la santa morada, en su presencia ofrecí culto
y en Sión me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad.

Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25).

Os llamé, y rehusasteis;
extendí mi mano, y no hicisteis caso;
rechazasteis mis consejos,
no aceptasteis mi reprensión.

En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.

La historia de la Palabra

El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios;
ella estaba al principio junto a Dios.

Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios.

Segunda etapa: la Palabra y la creación

Todo fue hecho mediante ella,
y sin ella no se hizo nada de lo hecho.
Lo que surgió en ella fue la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
y la luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no consiguió derrotarla.

Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo: todo fue creado por la Palabra de Dios. El sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar…, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.

Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.

Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo.

En el mundo estaba,
y aunque el mundo se hizo mediante ella,
el mundo no la conoció.

El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza

¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa:

Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron.

Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros.

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Y la Palabra se hizo carne
y puso su tienda entre nosotros
y contemplamos su gloria,
gloria de Hijo único del Padre,
pleno de gracia y de lealtad.
Pues de su plenitud todos hemos recibido
gracia tras gracia.

Del optimismo ingenuo al realismo mágico

La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa.

Pero a los que la recibieron
los hizo capaces de ser hijos de Dios.

Y este grupo contempla su gloria, y de su plenitud recibe gracia tras gracia.

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