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Entradas Etiquetadas ‘2º Domingo de Pascua’

La vida real, en persona, de cerca, en Carne y hueso.

Lunes, 17 de abril de 2023
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TomasApostol1Las lecturas litúrgicas de hoy para el Segundo Domingo de Pascua (Domingo de la Divina Misericordia) se pueden encontrar aquí.

El Papa Francisco ha sido reconocido correctamente como un líder católico que ha promovido un enfoque positivo hacia las personas LGBTQ+ en la iglesia. Como líder de la Iglesia Católica Romana, incluso los pequeños gestos o palabras de apoyo para las personas LGBTQ+ tienen un efecto inmenso a nivel mundial. Francisco tiene mucho que aprender, particularmente en lo que respecta a la identidad de género, pero aún merece reconocimiento y aplausos por sus esfuerzos para difundir un mensaje de bienvenida y diálogo.

El Papa, sin embargo, no originó la idea de la aceptación LGBTQ+ en la Iglesia Católica. Esta idea proviene de la base: de muchas décadas de padres católicos que aceptan a sus hijos LGBTQ+, de ministros pastorales que se acercaron a las personas LGBTQ+ incluso cuando estaban amenazados con la censura eclesial, y de los mismos católicos LGBTQ+, cuyos testimonios y testigos han demostrado a la iglesia que el Espíritu de Dios está activo en sus vidas.

Me acordé de esta realidad histórica cuando leí las lecturas litúrgicas de hoy. La primera lectura de Hechos ofrece una descripción de cómo se difundió la fe cristiana en los primeros días de la iglesia. Si bien se mencionan los líderes apostólicos, los que se alaban en este pasaje son los cristianos comunes que dieron testimonio de lo que realmente son la fe y la vida en el Espíritu. Confiar en ese mensaje extraordinario del amor de Dios y de que Dios da nueva vida a todos los que sufren permitió a estos primeros cristianos transformar sus comunidades locales y difundir la fe.

Lo mismo ha ocurrido con los católicos LGBTQ+ en la iglesia contemporánea. Si bien la mayor apertura de la iglesia está relacionada con los mensajes positivos de algunos líderes de la iglesia, el cambio real, fuerte y duradero se ha producido porque las personas LGBTQ+ han seguido desempeñando un papel activo en la comunidad de la iglesia, incluso cuando han enfrentado discriminación, humillación. y persecución. Persistían incluso cuando las instituciones religiosas los rechazaban rotundamente, y tenían que “partir el pan en sus casas”, como nos dice Hechos que hicieron los primeros cristianos. Y, sobre todo, continuaron viviendo y celebrando “con júbilo y sinceridad de corazón”, sin dudar de que Dios estaba con ellos a pesar de su condición de minoría y la negación de su existencia por parte de otros.

La lectura del evangelio de hoy de Juan, que describe dos apariciones de Jesús a sus apóstoles después de la resurrección, es paralela a la historia de la gran cantidad de católicos en las bancas, quienes, incluso antes de que las personas LGBTQ+ fueran más aceptadas en la sociedad y la iglesia, se dieron cuenta de la santidad de sus vidas y los acogió abiertamente.

En la primera aparición de Cristo, el apóstol Tomás estaba ausente, y sólo llegó a creer que Jesús había resucitado cuando, en la segunda aparición, metió la mano en las llagas de Cristo. Tomás tuvo que tener un encuentro en la vida real, en persona, de cerca, en persona con Jesús para aceptar esta nueva realidad. Aún más importante, Tomás llegó a creer cuando pudo encontrar los lugares donde Jesús fue herido, los lugares donde experimentó dolor.

Los aliados pioneros de años pasados, e incluso del presente, han podido acoger a las personas LGBTQ+ no porque leyeran sobre ellas en un periódico o las vieran en la televisión. Estos aliados llegaron a aceptar y amar a las personas LGBTQ+ porque experimentaron estar en una relación con una persona o personas LGBTQ+ de la vida real. Nuestra fe cristiana es una fe encarnacional y, como tal, nos invita a relacionarnos con personas del mundo real, con todas sus heridas y dones. Y esa relación puede ser transformadora, no solo para nosotros o para las personas con las que nos encontramos, sino para toda la iglesia, cuando compartimos esa experiencia con los demás.

Como dije al comienzo de esta reflexión, el Papa Francisco realmente merece crédito por ayudar a nuestra iglesia a avanzar hacia enfoques más positivos para las personas LGBTQ+. No puedo evitar preguntarme que una de las principales razones por las que el Papa Francisco ha sido tan amigable con la comunidad LGBTQ es por su profunda amistad con dos hombres homosexuales, Yayo Grassi y Juan Carlos Cruz. El Papa sigue sus propias recomendaciones de estar abiertos al encuentro y al diálogo con los que son diferentes a nosotros.

Nuestra iglesia se está transformando no solo por la iniciativa personal del Papa Francisco, sino porque, como cualquier buen líder de la iglesia, él está articulando la fe de las personas en la iglesia, aquellos que viven vidas LGBTQ+ y aquellos que se han encontrado con ellos. Al igual que la “piedra desechada por los constructores que se convirtió en piedra angular“, el ministerio y la participación LGBTQ+ ahora está ayudando a transformar nuestra iglesia en una que sea más fiel al mensaje evangélico de amor y abierta al poder del Espíritu que constantemente renueva el mundo como Los cristianos continúan desarrollando el depósito de la fe a través de sus continuos encuentros humanos.  Como concluye la lectura de hoy de Hechos, es debido a las acciones de la gente común en la comunidad cristiana primitiva que “cada día Dios añadía a su número a los que iban a ser salvos”.

–Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 16 de abril de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Abiertos al Espíritu”. 2 Pascua (A). Juan 20, 19-31.

Domingo, 16 de abril de 2023
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thomas-et-jesusNo hablan mucho. No se hacen notar. Su presencia es modesta y callada, pero son «sal de la tierra». Mientras haya en el mundo mujeres y hombres atentos al Espíritu de Dios será posible seguir esperando. Ellos son el mejor regalo para una Iglesia amenazada por la mediocridad espiritual.

Su influencia no proviene de lo que hacen ni de lo que hablan o escriben, sino de una realidad más honda. Se encuentran retirados en los monasterios o escondidos en medio de la gente. No destacan por su actividad y, sin embargo, irradian energía interior allí donde están.

No viven de apariencias. Su vida nace de lo más hondo de su ser. Viven en armonía consigo mismos, atentos a hacer coincidir su existencia con la llamada del Espíritu que los habita. Sin que ellos mismos se den cuenta son sobre la tierra reflejo del Misterio de Dios.

Tienen defectos y limitaciones. No están inmunizados contra el pecado. Pero no se dejan absorber por los problemas y conflictos de la vida. Vuelven una y otra vez al fondo de su ser. Se esfuerzan por vivir en presencia de Dios. Él es el centro y la fuente que unifica sus deseos, palabras y decisiones.

Basta ponerse en contacto con ellos para tomar conciencia de la dispersión y agitación que hay dentro de nosotros. Junto a ellos es fácil percibir la falta de unidad interior, el vacío y la superficialidad de nuestras vidas. Ellos nos hacen intuir dimensiones que desconocemos.

Estos hombres y mujeres abiertos al Espíritu son fuente de luz y de vida. Su influencia es oculta y misteriosa. Establecen con los demás una relación que nace de Dios. Viven en comunión con personas a las que jamás han visto. Aman con ternura y compasión a gentes que no conocen. Dios les hace vivir en unión profunda con la creación entera.

En medio de una sociedad materialista y superficial, que tanto descalifica y maltrata los valores del espíritu, quiero hacer memoria de estos hombres y mujeres «espirituales». Ellos nos recuerdan el anhelo más grande del corazón humano y la Fuente última donde se apaga toda sed.

José Antonio Pagola

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“A los ocho días, llegó Jesús”. Domingo 16 de abril de 2023. 2º Domingo de Pascua.

Domingo, 16 de abril de 2023
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24-PascuaA2Leído en Koinonia:

Hch 2,42-47: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
Salmo responsorial 117: Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
1Pe 1,3-9: Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva
Jn 20,19-31: A los ocho días, llegó Jesús

Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso, tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección.

Las fallas, los tropiezos y las caídas en el proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa no hay que verlos como la demostración de que no se puede lograr esa construcción; esos aspectos negativos se pueden percibir como el signo de que ciertamente no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús hasta derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesamos ser seguidores suyos veamos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese es el principal sentido de la Resurrección y eso es lo que los discípulos no entienden de manera inmediata.

Justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro. Aunque los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v.19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v. 26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.

Tal vez a nosotros, como creyentes de este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más el aspecto de la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana que confesamos tan folclóricamente y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer. Leer más…

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16.4.23. Dom 2. Pascua de Tomás, resurrección: Ser iglesia (comunión) y tocar/curar las llagas de los crucificados (Jn 20, 19-31)

Domingo, 16 de abril de 2023
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9777A289-2AE6-47A8-B235-72125F15AF06Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo 1 fue la pascua de Magdalena: tocar a Jesús amigo y realizar su misión (no me sigas tocando…). Este domingo 2 es la pascua de Tomás (crear iglesia, compartir la vida con los crucificados).

El  pasaje de Tomás (Jn 20) forma con Jn 21 el epílogo y conclusión del Cuarto Evangelio, su mensaje final, en contra de unade “gnosis” de sabios que van a lo libre, con pretendida mística, pero poca iglesia (no comparten vida con los hermanos) y menos acción liberadora (no “tocan” ni curan las llagas de los crucificados.

Introducción.

Éste es un evangelio y programa de Iglesia “de carne” (comunidad real: compromiso por los crucificados y vinculación “carnal” entre los creyentes)  que ha de interpretarse a partir de los grandes textos anti-gnósticos de Juan, empezando por las bodas de Caná (Jn 2), siguiendo por el sermón del pan de vida  (Jn 7) y culminando en el Sermón de la Cena (Jn 13-17).

Este programa anti-gnóstico de Juandesemboca en el epílogo pascual (Jn 20-21), con Magdalena “tocando” en amor a Jesús y la “gran pesca” con el pacto/complementariedad de Pedro y el Discípulo, amado,  en el que,  como testigo y compañero “de carne” de la iglesia, emerge Tomás, con Natanael, los zebedeos y dos discípulos más. Éstos son son los siete u ocho fundadores de la iglesia (si el discípulo amado es uno de los dos discípulos innominados del finson siete; si es distinto son ocho).Divido mi exposición en 4 partes

(1)   Jn 20,19‒23. La Pascua es comunión de vida,  creación de una comunidad de discípulos/amigos comunión, que se expresa en forma de paz, presencia activa acción del Espíritu Santo y perdón mutuo.

(2)  Jn 24,31. La pascua es redención/liberación de los crucificados Sólo resucita aquel que mete su mano y toca (cura) las heridas de los crucificados de la historia para compartir con ellos el dolo y  el amor, la  redención de Jesús crucificado.

(3) Visión de conjunto de Tomas, apóstol de la pascua en los evangelios canónicos. Pablo no le cita entre los testigos de Jesús, (Pedro, los Doce) Santiago…: 1 Cor 15, 3-9), pero él es con Magdalena y las demás mujeres el representante más significativo de la Pascua cristiana.

(4) Contrapunto. El Tomás gnóstico del evangelio apócrifo de Tomas. Todo lo anterior se entiende y sitúa desde la perspectiva de ev.Tomás (apócrifo). En esa línea podemos decir que el Cuarto evangelio es el primero y más fuerte de todos los librosnti-gnósticos del NT, y eso aparece de un modo especial en nuestro pasaje.

 1)   JN 20,19‒23. PASCUA COMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA COMUNIÓN DE SUS DISCÍPULOS

María Magdalena había “tocado a Jesús”, que le dijo “deja ya de tocarme” (noli me tangere), vete y diles a mis hermanos…  (Jn 20, 17). Ahora es Tomás el que toca a Jesús, un apóstol a quien la tradición concederá gran inmensa importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon). Parece formar parte de un tipo de “gnosis” (cristianismo sin comunidad/iglesia ysin presencia liberadora en los heridos y crucificados). No vive en comunión de iglesia (de vida compartida con los hermanos); no puede haber visto a Jesús resucitado.  Así comienza el texto:

A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo:- ¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: – ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo:- Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (20, 19-23).

 Tomás andaba a lo libre y no  podía “ver” al resucitado, pues en soledad espiritual, sin iglesia (sin amor mutuo,) no hay salvación, ni hay pascua… porque la pascua y salvación de Jesús  es comunión de vida entre los creyentes… Pero los otros cristianos le invitan y él viene, y de esa forma, en unión con los hermanos, ve y toca a Jesús.

La iglesia, reunida aquí en comunidad, está formada por un grupo extenso  de creyentes; no son sólo los Doce apóstoles, sino más, hombre y mujeres, reunidos en oración y amor En este contexto se inscribe la experiencia de pascua. Tomás, que anda por libre, no puede ver/tocar a Jesús resucitado.

Estos  discípulos no son iglesia por estar sometidos a una autoridad superior, sino por ser todos hermanos en comunión de vida y perdón. Por eso se han separado  de un tipo de judaísmo de ley; ellos mismos son ley de vida en amor, pro tienen miedo, cierran las puertas, esperando y amando a   Jesús en su amor.

 Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ésta son las notas de su experiencia de resurrección.

La Pascua es ante todo paz, vivir en comunión.Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, dividido, enfrentado en odios, ofrece Cristo paz entre y para todos. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal, una vida que se abre a todos en perdón y resurrección. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos con la llaga de los clavos y el costado herido por la lanza (20, 20). Jesús resucitado no es tipo de idea espiritual intimista, sino experiencia y principio de comunión de amor, desde los perseguidos y crucificados. La iglesia no empieza con los triunfadores o jerarcas de la ley, sin con los perseguidos, conforme a la palabra clave del evangelio:  ¡Era necesario que el Cristo  fuera perseguido y muriera…! (Lc 24, 26.46). Sólo los perseguidos, los humillados y crucificados pueden ser principio de la iglesia de pascua de Cristo.

La pascua se vuelve así Pentecostés: A través de los heridos y crucificados se hace presente en el mundo el Espíritu Santo, el camino de la nueva humanidad.. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado.

Ésta es la nueva creación que comienza con los perseguidos y los crucificados… La pascua se vuelve así Pentecostés: aquel que muere por los demás abre un camino de amor y de transformación en esta misma tierra. Éste es el don de Pascua: tener el mismo Espíritu de Jesús, vivir de su aliento.

La pascua es finalmente misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Juan ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los cristianos son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo. Están cerrados por miedo, tienen que abrirse. Están a la defensiva: tiene que ofrecer su testimonio a todos, generosamente.

El texto de pascua y la pascua de Jesús culmina en un signo de perdón. Según el Padre nuestro, las notas de los creyentes (de la pascua) son el pan nuestro y el perdónanos como nosotros perdonamos… Juan insiste en el perdón de todos, para todos… Este es a los ojos de Jn el gran problema del mundo: no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles. Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre esa violencia y guerra de pecado (falta de perdón), Juan ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón.

Éste no es el perdón que unos jerarcas de ley imparte sobre otros inferiores, no es el perdón que unos sacerdotes de templo declaran sobre los legos del pueblo, sino el de todos los creyentes. Todos los cristianos de la pascua son sacerdotes y mediadores del perdón, de manera que si no hay perdón y comunión de vida no hay Pascua (perdónanos como nosotros perdonamos). Esta experiencia de gracia pascual pertenece al conjunto de la comunidad. El perdón de la resurrección  no está reservado a los Doce, ni a presbíteros, ni a varones, sino a todos. En este texto pascual no se distinguen ni mujeres, pues todos son creyentes, todos con la misma experiencia, todos con la misma tarea.  Jesús confía su palabra y obra de perdón pascual a todos… de forma que si ellos no se perdonan no puede expresarse y realizarse en el mundo el perdón de Dios en Cristo.

2. PASCUA ES “TOCAR” LAS LLAGAS DE JESUS EN LOS CRUCIFICADOS, ACOMPAÑARLES Y CURARLES (Jn 20, 24-29).

El texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea, sino uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Precisamente Tomás, uno de los líderes de la iglesia primitiva, corre el riesgo de entender la resurrección de un modo espiritualista, individualista, sin comunión mutua, sin compartir la vida con los crucificados.  fuera de la comunidad.

Éste Tomás es un seguidor “especial” de Jesús, máxima autoridad en plano espiritualista, pero sin “carne y sangre”, es decir, sin compromiso social. Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor de las llagas, al Señor del Perdón para todos los pueblos (Jn 20, 25). Pero él duda, tiene su Jesús interior, no quiere otro. Por eso pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…). No es un signo más, sino el signo y verdad  de la resurrección en la carne, como principio de misión y perdón universal. Pide un signo y Jesús se lo concede, en eta bellísima parábola pascual:

Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas,se puso en medio y dijo:- ¡Paz a vosotros!Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel! Respondió Tomás y dijo:- ¡Señor mío y Dios mío!Y Jesús le dijo: – Porque has visto has creído. ¡Felices los que no han visto y han creído! (Jn 20, 26-29).

 Tomás es como el dicho un cristiano espiritual, un tipo de gnóstico-líder separado del pueblo)… un pretendido cristiano, pero sin resurrección, es decir, sin verdadera comunión de iglesia, sin auténtico servició liberador, que empieza desde los crucificados y oprimidos.

 Probablemente cree en Jesús, pero en un Jesús espiritual (puramente interior), sin compartir la vida con los hermanos y con los crucificados.  Cree en un Cristo glorioso, pero desligado de la de amor y sufrimiento de los hombres. Pues bien, ese Tomás, sólo puede ver/tocar al Cristo resucitado si vive en comunión con los hermanos, si toca y ayuda a los perseguidos, a las víctimas.

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“El Tomás incrédulo y las comunidades creyentes”. Domingo 2º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 16 de abril de 2023
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expo3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes, y diverso de los otros, es el del próximo domingo.

Un relato con dos partes y un epílogo (Jn 20,19-31)

            Lo que cuenta Juan se divide en dos partes, separadas por ocho días, y el final de su evangelio (al que más tarde se añadió otro final, el c.21).

            Lo que ocurre al anochecer del primer día de la semana contiene un clímax y un anticlímax. El clímax lo representa la aparición de Jesús, que transforma el miedo de los discípulos en alegría, y el don del Espíritu Santo. El anticlímax, la reacción incrédula de Tomás, que no estaba presente en aquel momento y su exigencia de unas pruebas claras para creer en la resurrección de Jesús. No olvidemos que Tomás fue el que dijo, cuando Jesús decidió ir a curar a Lázaro: «Vamos también nosotros y muramos con él». Tomás quiere mucho a Jesús, pero la otra vida no entra en su perspectiva.

            Al cabo de ocho días se presenta de nuevo Jesús y se dirige especialmente a Tomás, que nos representa a todos nosotros, para darle y darnos la gran lección: «Dichosos los que creen sin haber visto».

            El epílogo insiste en la finalidad del evangelio. Todo lo escrito, que podría haber sido mucho más, pretende que creamos «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él». Este mensaje de fe y vida resulta muy adecuado en estos momentos, cuando estamos tan rodeados de noticias de enfermedad y muerte.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

–Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

– Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

– Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

– Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás:

– Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás:

– ¡Señor Mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

– ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Aunque parezca extraño, este saludo sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos, les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo, para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente, se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas físicas y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  6. El don del Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que, en Juan, perdonar o retener los pecados significa admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Dos lecturas contra Tomás

Las dos primeras lecturas le quitan la razón a Tomás cuando piensa que para creer hace falta una demostración personal y científica. Las dos hablan de personas que creen en Jesús resucitado, y viven de acuerdo con esta fe sin pruebas de ningún tipo.

La primera, de Hechos, ofrece un cuadro espléndido, quizá demasiado idílico, de la primitiva comunidad cristiana. Que en medio de numerosas críticas y persecuciones un grupo de gente sencilla desee formarse en la enseñanza de los apóstoles, comparta la oración, los sentimientos y los bienes, es algo que supera todo expectativa. Estas personas creen, sin necesidad de prueba alguna, que Jesús ha resucitado y las salva.

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

La segunda, tomada de la Primera carta de Pedro, alaba a Dios por su gran misericordia y destaca la fe de la comunidad en medio de diversas pruebas. Para terminar con unas palabras, las que indico en rojo, que son el mejor comentario a lo que dice Jesús a Tomas:

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

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Domingo II de Pascua. 16 Abril, 2023

Domingo, 16 de abril de 2023
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Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.”

(Jn 20, 19-31)

Hoy es fácil hablar de los apóstoles reunidos “a puerta cerrada” o de las dudas de Tomás. También de la insistencia del resucitado en ofrecerles paz a aquellos discípulos amedrantados por el miedo.Y está muy bien hablar de todas estas cosas. Ya que muchas veces el conocer la experiencia de otras personas nos ayuda a confrontar nuestras vidas.

Pero lo cierto es que al leer el evangelio me han golpeado los dos últimos versículos. Los que la Biblia de la Casa de la Biblia titula: “Finalidad del evangelio”. Los dos versículos con los que hemos empezado este comentario:

“Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.” (Jn 20, 30-31)

De manera que el evangelio, los evangelios, no pretenden contarnos la vida de Jesús, un Galileo del siglo primero. Tampoco nos quieren contar lo que sucedió en un momento dado, no son una crónica. El evangelio es un despertador.

Su finalidad, lo que quiere conseguir es que CREAMOS y “para que creyendo tengáis en él (en Jesús) vida eterna.”

Por eso no podemos acercarnos a los evangelios buscado una respuesta. Algo así como la receta exacta para la felicidad plena.

No hay recetas. La fe no es una respuesta, es un camino. Casi podríamos decir que la fe es una pregunta. Y creer es tratar de dar respuesta a ese anhelo. Como enamorarse. Cuando te enamoras no encuentras una respuesta, lo que encuentras es un camino lleno de novedad.

Podemos decir que los evangelios fueron escritos para “enamorarnos. Para mostrarnos un camino lleno de novedad.

Si creemos, si amamos… entonces comenzamos a dar pasos, a entrar en la VIDA eterna, en la vida plena.

Oración

Trinidad Santa, despierta nuestro corazón para que CREAMOS.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Solo amando, podemos descubrir a Jesús vivo.

Domingo, 16 de abril de 2023
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image2DOMINGO 2º DE PASCUA(A)

Jn 20,19-31

Es esclarecedor que en los relatos pascuales Jesús solo se aparece a los miembros de la comunidad. O como es el caso de hoy, a la comunidad reunida. No hace falta mucha perspicacia para comprender que están elaborados cuando las comunidades estaban ya constituidas. No tiene mucho sentido pensar, como sugieren los textos, que el domingo a primera hora de la mañana o por la tarde ya había una comunidad establecida. Los exégetas han descubierto que los textos quieren decir algo muy distinto.

“Todos lo abandonaron y huyeron”. Eso fue lo más lógico, desde el punto de vista histórico y teológico. La muerte de Jesús en la cruz perseguía precisamente ese efecto demoledor para sus seguidores. La muerte en la cruz no pretendía solo matar a la persona sino borrar completamente su memoria. Seguramente lo dieron todo por perdido y escaparon para no correr la misma suerte. Todos eran galileos, que habían venido a la fiesta para volver a su tierra. La muerte de Jesús solo pudo acelerar esa vuelta.

Cómo se fueron estructurando esas primeras comunidades, es una incógnita. Ese proceso de maduración de los seguidores de Jesús no ha quedado reflejado en ninguna tradición. Los relatos pascuales nos hablan ya de la convicción absoluta de que Jesús está vivo. Es una falta de perspectiva histórica el creer que la fe de los discípulos se basó en las apariciones. Los evangelios nos dicen que para “ver” a Jesús después de su muerte, hay que tener fe. El sepulcro vacío, sin fe, solo lleva a la conclusión de que alguien lo ha robado y las apariciones, a pensar en un fantasma.

Esa experiencia de que seguía vivo, y además, les estaba comunicando a ellos mismos Vida, no era fácil de comunicar. Antes de hablar de resurrección, en las comunidades primitivas, se habló de exaltación y glorificación, del juez escatoló­gico, del Jesús taumaturgo, de Jesús como Sabiduría. Estas maneras de entender a Jesús después de morir, fueron condensándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado para explicar la vivencia de los seguidores de Jesús. En ninguna parte de los escritos canónicos del NT se narra el hecho de la resurrección. La resurrección no es un fenómeno constata­ble empíricamente.

La experiencia pascual de los seguidores sí fue un hecho histórico. Cómo llegaron los primeros cristianos a esa experiencia no lo sabemos. En los relatos se manifiesta la dificultad del intento de comunicar a los demás esa vivencia de una realidad que está fuera del tiempo y el espacio. Fueron elaborando unos relatos que intentan provocar en los demás lo que ellos estaban viviendo. Para transmitir esa experiencia, no tuvieron más remedio que encuadrarla en el tiempo y el espacio para que fuera comprensible.

Reunidos el primer día de la semana. Jesús comienza la nueva creación el primer día de una nueva semana. El texto manifiesta la práctica de reunirse el domingo que se hizo común muy pronto entre los cristianos. Los que seguían a Jesús, todos judíos, empezaron a reunirse después de terminar la celebración del sábado, que seguían manteniendo como buenos judíos. Al reunirse en la noche, era ya para ellos el domingo. En el texto se ve que estaba ya consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas.

Se hizo presente en medio sin recorrer ningún espacio. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Él es para la comunicad fuente de Vida, referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. Jesús se manifiesta, se pone en medio y les saluda. No son ellos los que buscan la experiencia, sino que se les impone. Después de lo que habían vivido, era imposible que no pensaran en Jesús que estaba vivo.

Los signos de su amor (las manos y el costado) evidencian que ese Jesús que están viendo es el mismo que murió en la cruz. Este es el objetivo de todos los relatos pascuales. Lo que ven no es un fantasma ni una elucubración o alucinación mental de cada uno. El miedo que les había atenazado al ser testigos de su muerte en la cruz, desaparece. Ahora descubren que la verdadera Vida nadie puedo quitársela a Jesús ni se la quitará a ellos. La permanencia de las señales indica la permanencia de su amor. La comunidad tiene la experiencia de que Jesús comunica su misma Vida.

Sopló” es el verbo usado por los LXX en Gn 2,7 para indicar que Dios convirtió el hombre barro en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da la verdadera Vida. Queda completada así la creación del hombre nuevo. “Del Espíritu nace espíritu” había dicho Jesús (Jn 3,6). Ahora toman conciencia de lo que significa nacer de Dios. Se ha Hecho realidad en Jesús y en ellos, la capacidad para ser hijos de Dios. La condición de hombre-carne queda transformada en hombre-espíritu, objetivo de la creación.

Al dejar claro en el relato que Tomás no estaba con ellos, pretende aportar una lección magistral para todos los cristianos. Separado de la comunidad, es imposible llegar a la experiencia de un Jesús vivo. El separado está en peligro de perderse. Solo cuando se está unido a la comunidad se puede ver a Jesús, porque solo se manifiesta en el amor a los demás que sería imposible si no hay alguien a quien amar. Nadie puede pensar en un amor intimista que pudiera existir sin hacerse efectivo en los demás.

Cuando los otros le decían que habían visto al Señor, le están comunicando la experiencia de la presencia de Jesús, que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les había hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. De todos modos, queda demostrado en el relato, que los testimonios de otros no pueden suplir la experiencia personal.

¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad. Se negó a creer si no tocaba sus manos traspasadas. Ahora renuncia a la certeza física y va mucho más allá de lo que ve. Al llamarle Señor y Dios, reconoce la grandeza, y al decir mío, el amor de Jesús y lo acepta dándole su adhesión. Naturalmente Tomás no es una persona concreta sino un personaje que representa a cada uno de los miembros de la comunidad que dudan, pero terminan por superar esas dudas.

Dichosos los que crean sin haber visto. Todos tienen que creer sin haber visto. Lo que se puede ver no hace falta creerlo. Lo que Jesús le reprocha es la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Eso ya no es posible. Solo el marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo pero desde una perspectiva nueva.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La misión.

Domingo, 16 de abril de 2023
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Jn 20, 19-31

envio-misionero«Recibid el Espíritu Santo»

Tras la lectura de los relatos de la Pasión —eminentemente históricos— corremos el riesgo de pensar que los textos de la Resurrección siguen narrando los sucesos de aquel fin de semana; y no es así. El único suceso que podemos considerar histórico es la increíble transformación de los discípulos de Jesús, que pasaron de estar con las puertas atrancadas por miedo a los judíos, a jugarse la vida, y en muchos casos perderla, para dar testimonio de su fe en el crucificado.

¿Pero cuál fue la experiencia que provocó ese cambio? … El evangelio la expresa como apariciones del resucitado, pero sospechamos que el peso de lo simbólico y teológico apenas nos deja adivinar los sucesos que tuvieron lugar. Nos gusta suponer (quizá basados en los relatos evangélicos) que los discípulos creyeron de repente fulminados por una gracia espectacular. Así lo narra Juan en el texto de hoy: «Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”», pero en Jesús hemos visto que éste no es el estilo de Abbá; que su forma de actuar en el mundo se parece más a la de la semilla o la levadura.

La muerte de Jesús supuso un golpe mortal para la fe de sus seguidores, y todo indica que tras ella estaban en proceso de disolución. Lucas expresa esta idea con el pasaje de los dos discípulos de Emaús volviendo desmoralizados a su casa. Juan nos dice que Pedro, los Zebedeos y otros discípulos, había vuelto a Galilea y retomado sus ocupaciones…

Probablemente fue en este contexto de dispersión y desánimo cuando actuó en ellos el Espíritu; sin alardes, desde dentro, despacio, en silencio; como la semilla, como la levadura… Porque sólo la fuerza del Espíritu hace comprensible que recuperasen la fe contra toda evidencia; o, mejor dicho, que naciesen a otra fe, porque la anterior estaba muerta, enterrada con el cuerpo de Jesús en el sepulcro y sellada con la losa.

Y desde esta perspectiva, podemos aventurar que los relatos de la Resurrección son en realidad una profesión de fe en “Jesús Señor”, y solo seremos fieles a los textos leyéndolos así. Pero la curiosidad nos tienta y nos plantea preguntas: ¿Cuánto tiempo pasó hasta que los testigos manifestasen su fe? ¿semanas? ¿meses?… No lo sabemos ni nos importa, porque lo importante es que aquellos hombres, acobardados tras su muerte, se presentaron de nuevo en el Templo afirmando, y empeñando su vida en ello, que lo habían visto vivo después de su muerte y que habían recibido de él una misión: «Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros».

Excelente definición de la Iglesia: enviados por Jesús, con su misma misión. Ruiz de Galarreta invitaba a leer también en términos de misión esta otra frase del texto de hoy: «Lo que atéis quedará atado, y lo que desatéis quedará desatado» … Es decir, “Si perdonáis y compadecéis habrá perdón y compasión en el mundo, y si no lo hacéis no los habrá” … mucho más profunda que la meramente jurídica o fundacional

Es el compromiso con la misión lo que da sentido a la vida del cristiano, y lo hace hasta el punto que lo demás solo es importante en la medida que ayude a la misión.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adula

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Carta abierta a Tomás, apóstol, (e incrédulo, como yo).

Domingo, 16 de abril de 2023
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Juan 20, 19-31

Querido Tomás, apóstol y hermano:

El evangelio de hoy nos habla de ti, pero el evangelista Juan no nos lo pone fácil.  En primer lugar, apenas tenemos datos sobre tu vida. En segundo lugar, Juan no narra una situación, sino que ofrece una catequesis a su comunidad. Hoy, veinte siglos más tarde, ayúdame a recuperar el sentido de esa catequesis.

Para empezar, voy a imaginarme la escena, como si nos la contara alguien del grupo que hubiera presenciado lo que narra el texto. O, como decía San Ignacio de Loyola: “Como si presente me hallase”.

Anochecía. El día se nos había hecho muy largo, porque no podíamos hacer nada; estábamos con las puertas cerradas, sin hacer ruido. Los judíos nos buscaban; seguramente los romanos también, porque cuando ajusticiaban a uno de los nuestros, perseguían a su grupo, para ajusticiarlo. Lo sabíamos por experiencia.

Nos mirábamos en silencio, pero no acertábamos a decir nada. En el Gólgota nos habíamos hecho muchas preguntas: ¿Había merecido la pena acompañar al Maestro hasta el final? ¿Nos crucificarían los romanos por formar parte del grupo? ¿Cómo sería la morada que nos había prometido Jesús, para estar a su lado, cuando él se fuera? Ahora, sin la presencia de Jesús ¿qué íbamos a hacer? ¿Nos iríamos cada uno por nuestro lado? ¿Qué sería de nosotras, las mujeres del grupo, que habíamos dejado todo para seguirle y no podíamos volver a nuestras casas?  

Hoy ya no nos hacíamos preguntas, sólo cabía esperar… ¡Y ni siquiera sabíamos lo que esperábamos!

De repente, en la penumbra, oímos la voz inconfundible de Jesús:

– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo.

Quedamos desconcertados. Supimos que era Él. Su voz era inconfundible. Se había dado cuenta de que el miedo nos ahogaba, de que ni siquiera teníamos aliento para vivir, por eso sopló con fuerza sobre nosotros y nos dijo:

– Recibid el Espíritu Santo

Recordé que muchas veces nos había hablado del Espíritu Santo y nos lo había prometido. Que solía saludarnos dándonos su paz… Pero esta vez era diferente. En medio de nuestro miedo y de nuestra cobardía, el Maestro se hacía presente en la comunidad para comunicarnos el aliento de Vida.

Es más, se atrevía a enviarnos. Pero, ¿a dónde? ¿Cuál sería nuestra misión, de ahora en adelante? ¿No se daba cuenta de la situación de Jerusalén? Había crucifixiones casi a diario. La fiesta de la Pascua era una ocasión para que las autoridades políticas sembraran el pánico sobre el pueblo, especialmente sobre la gente de Galilea.

Esta noche no estaba Tomás en el grupo. Era un tipo curioso. En realidad, se llamaba Judas, pero le llamaban Tomás (que significa gemelo en arameo) y Dídimo (que significa gemelo en griego), aunque él nunca nos habló de quién había sido su hermano o hermana.

Cuando le contamos nuestro encuentro con Jesús, Tomás reaccionó como era habitual en él, como un “incrédulo”, pero, en el fondo, reconocíamos que todos éramos tan incrédulos como él, o más. Pero él era valiente y lo reconocía. Los demás disimulábamos nuestra falta de fe.

Pocos días después, cuando seguíamos reunidos en la casa, Tomás se quedó helado, como si viera a un fantasma. No se atrevía a acercarse a Jesús, pero el Maestro le ofreció sus manos y le invitó a tocarle; cuando le dijo: “No seas incrédulo, sino creyente”, supimos que nos lo estaba diciendo a cada uno de nosotros, a cada una. No era un reproche, era una invitación del Maestro a confiar, a entregarle nuestros miedos y acoger su paz.

Nuestros padres habían visto muchas señales. Habían sido liberados de Egipto, habían recibido a los profetas y habían creído, porque habían visto la mano de Yahvé que los acompañaba. Ahora Jesús, a través de Tomás, nos pedía creer sin haber visto.

Entendimos que nos pide creer, en lugar se sucumbir a la vida pagana de los romanos, que se extiende cada vez más. Creer, aunque por ello nos persigan los judíos y quienes no entienden nuestro discipulado. Creer que Jesús es el Hijo de Dios, aunque nosotros, con nuestros ojos, veamos a un proscrito, crucificado a las afueras de la ciudad. Creer que somos hijos e hijas de Dios, aunque continuamente toquemos nuestro barro. Creer que el Reino está dentro de nosotros y de cada persona, aunque veamos leprosos, pecadores o tiranos. Jesús nos pide dar un salto sobre el abismo, en lugar de quedarnos atrapados en lo que ven nuestros ojos…

——————

Tomás, hermano, ayúdanos, para que descubramos que HOY, en medio de los vaivenes del mundo, sigue haciéndose presente el Resucitado, en cada persona y en cada comunidad, con su saludo de paz. Que no olvidemos que sigue enviándonos su aliento de Vida. Que nos demos cuenta de que no podemos tocar las huellas de sus manos, pero nos ofrece “tocar” las huellas que ha ido dejando en nuestra vida y en la comunidad, para reconocerle. Que nos invita a “tocar” las heridas de las manos y el costado de l@s crucificad@s de la tierra. Y, que, al tocarlas y abrazarles, podamos decir contigo: ¡Señor mío y Dios mío!

 

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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¿Resurrección de la carne?

Domingo, 16 de abril de 2023
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DD218862-6A09-4A61-BFDF-F52EFC1534A9Domingo II de Pascua

16 abril 2023

Jn 20, 19-31

Hace unas semanas, en una web de contenido religioso, Leonardo Boff, citando a Rumi, escribía: “Cuando muera, mi espíritu volverá al Espíritu del que nunca se separó. Cuando desaparezca mi forma, volverá al Sin-forma, del que ninguna frontera le separaba”.

Pues bien, comentando esas palabras, un participante escribió lo siguiente: “Nuestro Señor resucitado asó pescado en la orillica con su gente y me temo que las formas disueltas en formas espectrales no son del mismo placer. Francamente igual que adoro a Dios muerto en la cruz y arrojado a la fosa de los ajusticiados malditos, adoro a Jesús disfrutando del pescaico asado (sic) al amanecer”.

(El “pescaico asado” hace referencia a un “relato de apariciones” que se narra en el apéndice añadido al evangelio de Juan (21,1-14). Pero tal relato no quiere reflejar un hecho acaecido. Se trata, más bien, de una catequesis, construida con elementos simbólicos, sobre la presencia del Resucitado y la Eucaristía, simbolizada justamente en la imagen de los peces asados que, en la narración, Jesús les ofrece).

Está bien que alguien tenga unos gustos u otros. La cuestión, sin embargo, es que no se trata de gustos, sino de atender a la verdad. Si por gustos fuera, también los niños desearían que sus papás fueran omnipotentes y que los Reyes Magos existieran realmente. Y mucho me temo que, hablando del “más allá de la muerte”, los humanos tenemos tendencia a crear paraísos a nuestra medida, acordes con nuestros gustos personales, buscando perpetuar el yo, que se vería finalmente liberado de todo sufrimiento. Ahora bien, ¿no suena esto más a ilusión que a realidad? ¿Qué ocurre cuando se ha comprendido que el yo, como tal, no existe? Si no somos el yo que pensamos ser, si ninguna forma -el yo es una forma más- es permanente, si todo lo que nace muere…, ¿tiene sentido pensar que los yoes pervivirán más allá de la muerte? ¿No es más sensato y más verdadero tener el coraje de deshacernos de ilusiones infantiles?

Sabemos que el pensamiento griego, al partir de una antropología dualista, podía defender la inmortalidad del alma, aun aceptando la descomposición del cuerpo. Por el contrario, el mundo judío, sobre la base de una concepción antropológica monista -que no concebía un “alma” separada del cuerpo- únicamente podía hablar de una vida más allá de la muerte garantizado que habría de resucitar la persona “entera”, dado que toda ella sería indivisible. Y esto fue lo que llevó a hablar de la “resurrección de la carne”. Pero, ¿realmente alguien puede creer que los cuerpos -por más que se hable de “cuerpos gloriosos”- vayan a resucitar?

Carecemos de respuesta a lo que haya de ocurrir tras la muerte. Sin embargo, no parece difícil saber lo que no puede ser. En cualquier caso, la postura de cada cual ante ese tema, dependerá de la respuesta que de a la gran cuestión: ¿qué soy yo? Si, en la línea de Rumi, lo que somos es Consciencia, Lo sin-forma, Espíritu…, esto es lo único que permanecerá, porque solo eso es eterno, no la forma del yo.

Se comprende que el yo ame perpetuarse por toda la eternidad, incluso que disfrute del “pescaico asado al amanecer”. Pero quizás necesitemos abandonar sueños y ahondar en la verdad de lo que somos. Hemos “olvidado” que el yo es solo un hijo del pensamiento -una construcción de la mente- y nos hemos apegado tanto a él que hemos terminado pensando que era nuestra identidad. ¿Dónde está ese yo al que tanto queremos, cuando la mente se silencia y no hay pensamientos? Cuando nos atrevemos a mirar con rigor, descubrimos que la “forma espectral” no es la consciencia sin forma, sino el yo, realidad virtual (pensada), que añora el disfrute de aquello a lo que nuestra mente se había apegado.

¿Puedo ver más allá de la ilusión del yo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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“Con Francisco, el paradigma y los criterios han cambiado y van volviendo al Evangelio”

Domingo, 16 de abril de 2023
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010-主耶稣向门徒显现-远景-20160129Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

La comunidad de Jesús vive en paz, con serenidad-alegría,e ilusión (Espíritu). Lo demás son agencias de servicios religiosos

01.- Ni son todos los que están, ni están todos los que son.

    Aquel grupo inicial de creyentes –o no tan creyentes- y nosotros podríamos hacer nuestro el refrán castellano: ni están todos los que son, ni son todos los que están.

Y no estaban todos, porque faltaba Judas, que se había suicidado. Faltaba Tomás, que probablemente “había echado la toalla” y “había dejado ya la iglesia”. Probablemente faltaban muchos que terminaron decepcionados de Jesús y habían vuelto a sus tareas normales de pescadores. Por otra parte los “Once” que estaban, estaban “derrotados”.

¿Como nosotros?

Estaban los “Once” (número símbólico de los “Doce”), pero estaban encerrados y con el miedo metido en el alma.

¿También como nosotros?

02.- Cristo no estaba en el grupo, en la comunidad,

    Estaba el grupo, pero no estaba Cristo. Era un grupo “medio-judeo cristiano” pero sin JesuCristo.

    Y, porque no estaba Cristo, aquella comunidad naciente se encontraba agitada (sin paz),encerrada, triste, con miedo y sin ganas de vivir.

    El miedo bloquea, paraliza la mente y la creatividad y se echa mano del eterno “siempre se ha hecho así”, que hace unos días criticaba el papa Francisco [1].

03.- La resurrección, Cristo, impregna la vida de paz, alegría y espíritu

    Pocas huellas y poco testimonio de resurrección daba aquella comunidad eclesial: aquellos “Once”, y, sobre todo, faltaba Cristo.

    Pero, cuando Cristo está presente en nuestras vidas, en una comunidad cristiana, en la Iglesia, confiere: paz, alegría y Espíritu (aliento vital– ganas de vivir).

    Cuando Cristo está presente en nosotros experimentamos una profunda paz-serenidad, una inmensa alegría-gozo y su espíritu nos infunde vitalidad.

    El Evangelista San Juan de nuevo vuelve al Génesis, a la creación. Dios, para terminar la creación exhaló su aliento vital sobre el barro humano y así llegó, llegamos- a ser seres vivientes, (Gn 2,7).

    Una comunidad, una Iglesia en la que Cristo está presente, tiene y vive en paz, con serenidad-alegría, con ilusión (Espíritu). Lo demás son agencias de servicios religiosos y doctrinarios.

    ¿Y nuestra diócesis?

    Con el cambio de obispo hay expectativas de que la vida eclesial en nuestra diócesis, en nuestra iglesia local de San Sebastián cambie, mejore y se acerque al evangelio de Jesús y al Concilio Vaticano II. (Sería no querer ver la realidad decir que aquí no ha pasado nada)

    Se barajan nombres para los cambios en los cargos diocesanos que parecen más que necesarios. No se trata de derrocar a nadie, pero quiera Dios que quienes sean elegidos para tales tareas diocesanas sean personas que transmitan paz, alegría – serenidad e ilusión (Espíritu) a nuestra comunidad eclesial.

04.- Se intuye en la Iglesia una vuelta al origen en las intuiciones de Francisco

  Gracias a Dios que el estilo y tono cristiano y eclesial de Francisco es más evangélico del que pulula en algunas diócesis y jerarquía.

El paradigma ha cambiado con Francisco.

Aunque el papa Francisco no logre muchas cosas y cambios que quisiera y son necesarios, al menos el paradigma y los criterios han cambiado y van volviendo al Evangelio. Quedémonos con el “tono vital” de Francisco, el espíritu que Jesús infundió en la comunidad naciente. Desde el papa Francisco, lo principal en la Iglesia católica ya no es el miedo y la represión, la cerrazón, la condenación, y el infierno, la Inquisición y la doctrina, liturgia y moral fanáticas contra quien sea. Francisco no carga machacona y agresivamente contra todo lo que se mueve en la Iglesia.

    Si el poder eclesiástico y religioso te hace daño, si una moral legalista te ha hecho daño: el Señor te alivia, te confiere paz, alegría e ilusión.

El ¡Señor mío y Dios mío! es JesuCristo y nadie más ni en el ámbito social-político, ni ninguna jerarquía eclesiástica sustituye a JesuCristo.

05.- Tomás no está en el grupo: Vivir a descampado es difícil

   El ser humano es un haz de relaciones, no somos islotes en el Atlántico. Somos y vivimos en grupo, en familia, en amistades, pueblo, en ideologías, en iglesia, en comunidad, etc.

Es difícil vivir “afuera”, “a descampado”: fuera de la familia, del pueblo al que uno pertenece, de la cultura en la que uno ha nacido, de la fe que ha dado sentido a la vida.

Fuera del grupo uno vive dislocado, hace frío, se está mal.

    Mientras Tomás está “fuera”, no cree.

    ¿Cómo nos va la vida “al margen” de la comunidad, en las rupturas familiares, en las disensiones eclesiásticas, ideológico-políticas?

Tomás “dejó la Iglesia” como tantas personas han abandonado la fe, la práctica religiosa, la Iglesia.

06.- Tomás vuelve al grupo.

    A los ocho días, o cuando fuere, Tomás se reincorpora al grupo. Son “los otros discípulos” los que le comunican: hemos visto al Señor.

    La educación, la fe, la cultura nos la transmiten siempre “los otros”, la familia, el pueblo, la iglesia. Es muy difícil vivir siempre sólo y al margen de alguna comunidad humana y de la comunidad cristiana. No se puede ser “cristiano por libre”, como no se puede ser familia por libre o no se pertenece a un pueblo si no es con un cierto sentido comunitario

    Y es que vivir en comunidad es algo tan natural y espontáneo como difícil y, en ocasiones, duro. La vida matrimonial y familiar es muy problemática en determinadas situaciones, lo mismo que la vida socio-política, y eclesiástica, en las comunidades religiosas. Pero no es menos cierto que somos socio-comunitarios. [2]

    La mayor y mejor parte del “Windows” que configura nuestra existencia, lo hemos recibido del “grupo” familiar, social, eclesial al que pertenecemos.

07.- Jesús se acerca a Tomás, al ser humano: Sus heridas nos han curado (1Pedro 2,25)

Jesús se acerca a la frustración  y angustia de Tomás, como se acerca a todo ser humano: a los dos de Emaús, a la hemorroísa, la samaritana, al ciego, leprosos, epilépticos, etc.

Sus heridas nos han curado, (1Pedro 2,25).

La herida de Tomás, como las viejas cuestiones familiares, las polémicas eclesiásticas, enfrentamientos políticos, etc., no estaban sanadas todavía.

    La herida está curada cuando ya no rezuma amargura y rencor y es fuente de luz y de paz.

    Las heridas de Cristo han sanado y nos han sanado desde el amor.

La memoria eclesial de Cristo nos sana y ayuda a vivir en paz, ilusión (espíritu), y esperanza.

    Solamente a Cristo le decimos:

Señor mío y Dios mío

[1] Decía el papa Francisco en la audiencia de hace dos o tres miécoles: “En la Iglesia tenemos que evitar lógica del siempre se ha hecho así”

[2] En la vida eclesial se baraja con excesiva frivolidad y simplismo las ideas de comunión y obediencia, sin tener en cuenta otras dimensiones como son el pluralismo, la diversidad, las tradiciones varias, los estilos eclesiales y carismas, la armonía, que no van, ni mucho menos contra la vida comunitaria. La obediencia no es dominación ni sometimiento.

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Lo contrario de paz.

Domingo, 16 de abril de 2023
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14-doubtingthomas_1“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos” (Jn 20, 19-31)

Apasionantes las lecturas de la primera semana de Pascua. Leerlas te adentra en el tiempo que vivieron los que luego les tocaría contarlo y dejar su testimonio escrito; aunque en esos momentos, su estado de ánimo sólo les permitiera estar atemorizados, mirando las puertas cerradas a un mundo hostil y excesivamente peligroso tras la pérdida de quien consideraban su guía y protector de cara al futuro.

El inicio de la Pascua es un camino lleno de luces y sombras, subidas y bajadas,  interrogantes y sorpresas y de profundos temores que echaron por tierra todo lo vivido antes la muerte de su Maestro.

Cayendo la noche escuchan con toda claridad. “¡Paz a vosotros”!… así, directo, de forma sencilla, coloquial.

Pero conociendo quiénes eran (y somos), ve que sería de ayuda aportar una prueba visible: “les enseñó las manos y el costado”. Los conocía bien, a nosotros también.

Viendo como reaccionaban, alegría en sus caras y posturas erguidas, se escuchó por segunda vez: “¡Paz a vosotros!

Me hice una pregunta directa: ¿Qué es lo contrario de Paz? Me ha servido a lo largo de la primera semana de Pascua para rumiar qué es lo que les ofrecías y que nos ofreces, más allá de un saludo.

He buceado intentando comprender qué es lo destruye la Paz. He preguntado a algunos amigos y personas cercanas, intentando abrir el abanico de posibilidades para saber qué entendemos como contrario a la Paz.

Alguien dijo que lo contrario de la paz es la guerra. Otro, la violencia. Una joven decía que es un estado de intranquilidad interior que genera desasosiego. Una amiga con mucho recorrido de vida dijo que es el dolor. La enemistad destruía la paz, dijo otra persona. Hostilidad y conflicto también salieron como contrarios a la Paz.

Mi respuesta es que lo contrario de Paz es miedo. El evangelio de Juan, antes de acabar el segundo renglón, lo deja claro. Pero he tenido que pasar la vista muchas veces para concretar.

El Miedo inyectado en el corazón humano mata la Paz. Todo lo demás son los hijos del Miedo que van minando el estado interior del ser humano, de la familia, comunidades, sociedad, estados y cualquier otro grupo humano por pequeño que sea.

El caso de Tomás que no estaba con los demás (quizás por miedo no se atrevió ni a salir a la calle) es ejemplo claro de lo que el miedo demanda: certezas y datos concretos: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado,  no lo creo”.

“A los ocho días, estaban otra vez los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Aunque la mayoría había recibido el Espíritu Santo y la misión que Jesús les encomendaba, las puertas seguían cerradas. Necesitaban tiempo.

Tomás escuchó el saludo más lo que iba dirigido en exclusiva a él: el dato, la certeza y el resultado. Que no es a lo que Jesús da primacía sino a lo contrario: “Bienaventurados los que crean sin haber visto”.

¿Cómo es la Paz de Cristo?

“La paz de Cristo no es una fórmula de evasión individual ni de realización egoísta. No puede haber paz en el corazón del hombre que busca la paz para él solo. Para hallar la verdadera paz, la paz de Cristo, tenemos que desear que otros también tengan la paz y estar dispuestos a sacrificar parte de nuestra paz y felicidad, con el fin de que otros tengan paz y sean felices.

La paz que trae Cristo no es la paz de un orden tiránico que es desorden porque en él toda oposición queda suprimida, y las diferencias se borran violentamente. La paz no significa la supresión de todas las diferencias, sino su coexistencia y fecunda colaboración. La paz no consiste en un hombre, un partido o una nación, que aplauden y dominen a todo lo demás. La paz existe donde los hombres que pueden ser enemigos son, por el contrario, amigos en razón de los sacrificios que han hecho con el fin de encontrarse en un nivel más alto, donde las diferencias entre ellos no son ya origen de conflicto”.  (Thomas Merton –  La paz monástica, 83)

Sí, dichosos y bienaventurados los que crean sin haber visto porque a través del perdón, la justicia, la acogida, la reconciliación la solidaridad… mantendrán abonada y bien regada la Paz que nos traes cada Pascua.

Vayamos por ahí cada día a repartirla gratis.

Mari Paz López Santos

II Domingo de Pascua –  16 abril 2023

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“Alegría y Paz”. 19 de abril de 2020. 2 Pascua (A). Juan 20, 19-31.

Domingo, 19 de abril de 2020
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thomas-et-jesusNo les resultaba fácil a los discípulos expresar lo que estaban viviendo. Se les ve acudir a toda clase de recursos narrativos. El núcleo, sin embargo, siempre es el mismo: Jesús vive y está de nuevo con ellos. Esto es lo decisivo. Recuperan a Jesús lleno de vida.

Los discípulos se encuentran con el que los ha llamado y al que han abandonado. Las mujeres abrazan al que ha defendido su dignidad y las ha acogido como amigas. Pedro llora al verlo: ya no sabe si lo quiere más que los demás, solo sabe que lo ama. María de Magdala abre su corazón a quien la ha seducido para siempre. Los pobres, las prostitutas y los indeseables lo sienten de nuevo cerca, como en aquellas inolvidables comidas junto a él.

Ya no será como en Galilea. Tendrán que aprender a vivir de la fe. Deberán llenarse de su Espíritu. Tendrán que recordar sus palabras y actualizar sus gestos. Pero Jesús, el Señor, está con ellos, lleno de vida para siempre.

Todos experimentan lo mismo: una paz honda y una alegría incontenible. Las fuentes evangélicas, tan sobrias siempre para hablar de sentimientos, lo subrayan una y otra vez: el Resucitado despierta en ellos alegría y paz. Es tan central esta experiencia que se puede decir, sin exagerar, que de esta paz y esta alegría nació la fuerza evangelizadora de los seguidores de Jesús.

¿Dónde está hoy esa alegría en una Iglesia a veces tan cansada, tan seria, tan poco dada a la sonrisa, con tan poco humor y humildad para reconocer sin problemas sus errores y limitaciones? ¿Dónde está esa paz en una Iglesia tan llena de miedos, tan obsesionada por sus propios problemas, buscando tantas veces su propia defensa antes que la felicidad de la gente?

¿Hasta cuándo podremos seguir defendiendo nuestras doctrinas de manera tan monótona y aburrida, si, al mismo tiempo, no experimentamos la alegría de «vivir en Cristo»? ¿A quién atraerá nuestra fe si a veces no podemos ya ni aparentar que vivimos de ella?

Y, si no vivimos del Resucitado, ¿quién va a llenar nuestro corazón?, ¿dónde se va a alimentar nuestra alegría? Y, si falta la alegría que brota de él, ¿quién va a comunicar algo «nuevo y bueno» a quienes dudan?, ¿quién va a enseñar a creer de manera más viva?, ¿quién va a contagiar esperanza a los que sufren?

José Antonio Pagola

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“A los ocho días, llegó Jesús”. Domingo 19 de abril de 2020. 2º Domingo de Pascua.

Domingo, 19 de abril de 2020
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24-PascuaA2Leído en Koinonia:

Hch 2,42-47: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
Salmo responsorial 117: Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
1Pe 1,3-9: Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva
Jn 20,19-31: A los ocho días, llegó Jesús

Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso, tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección.

Las fallas, los tropiezos y las caídas en el proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa no hay que verlos como la demostración de que no se puede lograr esa construcción; esos aspectos negativos se pueden percibir como el signo de que ciertamente no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús hasta derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesamos ser seguidores suyos veamos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese es el principal sentido de la Resurrección y eso es lo que los discípulos no entienden de manera inmediata.

Justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro. Aunque los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v.19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v. 26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.

Tal vez a nosotros, como creyentes de este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más el aspecto de la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana que confesamos tan folclóricamente y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer. Leer más…

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Dom 2 Pascua. Jn 20, 19-3. Dom 19.20.20. Pascua de Tomás: Tocar las llagas, crear comunidad, ser evangelio

Domingo, 19 de abril de 2020
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295692feccfe9d17d8e31e31fc9060e6Del blog de Xabier Pikaza:

El 2º de Pascua es el Domingo de Tomás, uno de los personajes más importantes de la Iglesia, después de Magdalena (a la que hemos recordado en dom 1º de Pascua). Así lo indicaré esta postal, que consta de tres partes:

(1) Comentario del evangelio, Jn 20,19‒31: Aparición de Jesús a sus discípulos, sin Tomás y con Tomas, con el tema de fondo de “tocar las llagas” (heridas visibles de clavos, heridas internas de coronavirus, en tiempos de confinamiento “por miedo”…), para crear nuevas formas de comunidad y de celebración, con un evangelio renovado.

(2) Tomás apóstol y evangelista, breve biografía. La mayoría de los lectores podrán quedar en la parte anterior, centrada en la liturgia del día. Pero algunos querrán saber quién era ese Tomas, que irrumpe de pronto en la comunidad, en la familia, para tocar/compartir/curar las llagas y heridas de Jesús, en este tiempo de “miedo”, antes desconocido, que es tiempo de nueva celebración, en casas y comunidades, no sólo por miedo, sino por desbordamiento y alegría pascual.

(3) Evangelio de Tomás,  apócrifo esencial para entender una línea más gnóstica y mística de iglesia (en la línea del evangelio de Juan). Los lectores que no han parado en la primera parte, y han leído la segunda… podrán animarse y llegar a esta tercera, la más larga, donde expongo el tema y contenido de evangelio apócrifo de Tomas. Si no tenéis en casa  un libro de Evangelios apócrifos: cf.:  https://mercaba.org/FICHAS/Religion/evangelio_segun_el_apostol_tomas.htm o en http://escrituras.tripod.com/Textos/EvTomasGn.htm

   Será una buena lectura para esta pascua de confinamiento… Y ya de paso leed entero el evangelio canónico de Juan, que ése sí, está en todas las biblias.(Los temas que siguen están tomados Ciudad‒Biblia, Historia de Jesús y de Gran Diccionario de la Biblia).

1) DOM 2 PASCUA, JN 20,19‒31: APARICIÓN DE JESÚS, SIN Y CON TOMAS.

María Magdalena había “tocado a Jesús”, que le dijo “deja ya de tocarme” (noli me tangere), vete y diles a mis hermanos…  (Jn 20, 17). Ahora es Tomás el que tiene que tocar, un apóstol a quien la tradición dará una inmensa importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon). Quizá está vinculado con un tipo de “gnosis” (cristianismo sin Jesús resucitado en la carne); por eso se mueve fuera de la Gran Comunidad, un Jesús que ha resucitado sólo de un modo espiritual, sin verdadera cruz, ni compromiso social, sin verdadera comunidad abierta al mundo. Por eso, no está el “primer domingo de Pascua” con los restantes discípulos.

 Pero se “convierte” y viene el domingo siguiente, y no sólo le “ve”, sino que le toca. Esta experiencia de tocar a Jesús forma parte esencial del misterio de la pascua cristiana. Así lo destaqué en una postal muy antigua (15 4 07), así lo destaco ahora, resituando el texto de entonces, dentro del Via Lucis pascual

La Gran Comunidad (Jn 20, 19-23). Falta Tomás

IncredulEstá reunida la comunidad, formada por un grupo grande de creyentes (más que los Doce). Es evidente está María Magdalena, la única que ha creído ya viendo al Señor (cf. Jn 20, 11-18); también está el discípulo amado, que no ha tenido que ver a Jesús para creer, pues le basta la experiencia del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 8). Parece que los demás no creen, pero es evidente que están reunidos y separados, en una casa cerrada, por medio de los judíos (20, 19). Son iglesia en frágil, oración y dudas, son comunidad que necesita la presencia del Señor. En este contexto se inscribe la visión:

A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo: – ¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: – ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo: – Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (Jn 20, 19-23).

 Los discípulos se encuentran reunidos en forma de comunidad eclesial que se ha separado ya del judaísmo. Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ellos son la iglesia la que está reunida ante Jesús y por Jesús, que les envía a realizar su misión (ofrecer su perdón).

Notas de la Pascua

– La Pascua es ante todo paz. Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz fundante, creadora. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

– La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir el valor del sufrimiento, es descubrir a Jesús crucificado como Señor glorioso. En el fondo está la misma experiencia teológica de Lc: ¡Era necesario que el Cristo muriera…! (Lc 24, 26.46). En ese fondo está la más honda experiencia social: Jesús resucitado está en los que sufren sobre el mundo.

– La pascua se vuelve así Pentecostés. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado. Recordemos que Lucas 24 y Hech. 1 habían separado cuidadosamente los matices, poniendo primero la pascua y después Pentecostés (cf 17ª estación). Juan ha vinculado ambos momentos, uniéndonos en un único misterio: la misma aparición pascual se vuelve efusión del Espíritu de Dios (que es Espíritu del Cristo rescatado) sobre el conjunto de la iglesia. Esto es la pascua: aquel que muere por los demás abre un camino de amor y de transformación sobre la tierra. Éste es el don de Pascua: tener el mismo Espíritu de Jesús, vivir de su aliento.

– La pascua se vuelve misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Jn ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los cristianos son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo. Etán cerrados por miedo, tienen que abrirse. Están a la defensiva: tiene que ofrecer su testimonio a todos, generosamente.

– El texto culmina en un signo de perdón: a quienes perdonéis los pecados… (20, 23). El camino de Jesús se vuelve gracia creadora de perdón. Este es a los ojos de Jn el gran problema del mundo: no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles. Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre ese desierto de pecado (falta de perdón), Juan ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón. Le Iglesia es perdón que se abre a todos, sin excepciones, sobre un mundo donde los hombres no perdonan.

– ¿Simetría pascual entre perdón y no perdón? Ciertamente, el texto divide a las personas de una forma que parece simétrica (a quienes perdonéis, a quienes retengáis…), de tal modo que alguno pudiera pensar que la iglesia es una institución neutral, que reparte perdón o no perdón de forma indiferente. Pues bien, en contra de eso, a la luz de todo el evangelio, debemos afirmar que la iglesia sólo es comunidad de Jesús si es signo y fuente de perdón. Ella misma expresa el perdón y así lo encarna y anuncia sobre el mundo. Por eso, donde ella ofrece perdón hay perdón y donde ella muestra que no existe perdón es que los hombres siguen enfrentados. Esta experiencia de gracia pascual pertenece al conjunto de la comunidad. Aquí no está reservada a los Doce o los presbíteros, no es algo que se deba encerrar en algunos iniciados varones. Aquí no hay varones ni mujeres, hay creyentes, todos con la misma experiencia, todos con la misma tarea. Aquí no hay sólo Pedro ni Zebedeos, aquí está María Magdalena, con la otra María, con todas las Marías… Ésta es la Iglesia universal de los que escuchan la palabra, y reciben el aliento de Jesús. La iglesia entera, desde el don pascual de Cristo, es signo y principio de perdón sobre la tierra. Allí donde el perdón se expresa y se hacer carne en una comunidad está presente y se hace visible el Señor resucitado.

Tomas entra en la Gran Comunidad: Tocar a Jesús (20, 24-29).

icono-santo-tomas-apostolBastaban las señales anteriores: la paz de Cristo, el recuerdo de su entrega (manos y costado), el perdón en el Espíritu. Pero el texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea, sino uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Precisamente Tomás, uno de los líderes de la iglesia primitiva, corre el riesgo de entender la resurrección de un modo espiritualista, fuera de la comunidad (icono de Santo Tomás)

Éste Tomás es un seguidor “especial” de Jesús, máxima autoridad en plano espiritualista, pero sin “carne y sangre”, es decir, sin compromiso social. Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor de las llagas, al Señor del Perdón para todos los pueblos (Jn 20, 25). Pero él duda, tiene su Jesús interior, no quiere otro. Por pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…). No es un signo de “resurrección sin más”, sino de resurrección en la carne, como principio de misión y perdón universal. Pide un signo y Jesús se lo concede, en eta bellísima parábola pascual:

Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y dijo: – ¡Pas a vosotros! Luego dijo a Tomás: – Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel! Respondió Tomás y dijo: – ¡Señor mío y Dios mío! Y Jesús le dijo: – Porque has visto has creído. ¡Felices los que no han visto y han creído! (Jn 20, 26-29).

 En medio de la comunidad reunida, como signo de falta de fe y de confesión creyente (de en la resurrección carnal, de fe en la presencia de Jesús en los que sufren), el evangelio de Juan ha destacado la figura de Tomás (el cristiano espiritual, el apóstol-jerarca separado del pueblo), elaborando en torno a él esta bellísima escena pascual. Tomás es la expresión del ser humano al que le cuesta creer en la resurrección del Jesús Histórico, del Jesús de las llagas en los manos y el costado, del Jesús de la carne, del Jesús del pueblo crucificado.

 Probablemente cree en Jesús, pero en un Jesús espiritual (puramente interior), sin necesidad de compromiso comunitaria… sin llagas en las manos y el costado. Probablemente cree en un Cristo glorioso, desligado de la historia de Jesús, de las manos que han tocado a los pobres, del corazón que ha amado a los expulsados de la sociedad. Pues bien, en contra de eso, la comunidad, que es aquí la Gran Iglesia, le dice que hay que “tocar a Jesús”, que el resucitado es el mismo Jesús de la historia, el de las llagas en las manos y el costado.

Tocar al Cristo, la pascua mística.

Ciertamente hay un tipo de “toque espiritual”, del que han hablado los místicos. Así lo ha señalado la primera carta de Juan:

Lo que existía desde el principio, lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos sobre la Palabra de la Vida, y la Vida se ha manifestado y hemos visto y damos testimonio… Eso que vimos y oímos os lo anunciamos ahora (1 Jn 1, 1-3). Leer más…

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“El Tomás incrédulo y las comunidades creyentes”. Domingo 2º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 19 de abril de 2020
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expo3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el del próximo domingo.

Un relato con dos partes y un epílogo (Jn 20,19-31)

            Lo que cuenta Juan se divide en dos partes, separadas por ocho días, y el final de su evangelio (al que más tarde se añadió otro final, el c.21).

            Lo que ocurre al anochecer del primer día de la semana contiene un clímax y un anticlímax. El clímax lo representa la aparición de Jesús, que transforma el miedo de los discípulos en alegría, y el don del Espíritu Santo. El anticlímax, la reacción incrédula de Tomás, que no estaba presente en aquel momento y su exigencia de unas pruebas claras para creer en la resurrección de Jesús. No olvidemos que Tomás fue el que dijo, cuando Jesús decidió ir a curar a Lázaro: «Vamos también nosotros y muramos con él». Tomás quiere mucho a Jesús, pero la otra vida no entra en su perspectiva.

            Al cabo de ocho días se presenta de nuevo Jesús y se dirige especialmente a Tomás, que nos representa a todos nosotros, para darle y darnos la gran lección: «Dichosos los que creen sin haber visto».

            El epílogo insiste en la finalidad del evangelio. Todo lo escrito, que podría haber sido mucho más, pretende que creamos «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él». Este mensaje de fe y vida resulta muy adecuado en estos momentos, cuando estamos tan rodeados de noticias de enfermedad y muerte.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

–Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

– Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

– Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

– Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás:

– Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás:

– ¡Señor Mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

– ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Algún listillo podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom alekem, igual que los árabes saludan salam aleikun». Pero no es tan fácil como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  6. El don de Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Dos lecturas contra Tomás

Las dos primeras lecturas le quitan la razón a Tomás cuando piensa que para creer hace falta una demostración personal y científica. Las dos hablan de personas que creen en Jesús resucitado y viven de acuerdo con esta fe sin pruebas de ningún tipo.

La primera, de Hechos, ofrece un cuadro espléndido, quizá demasiado idílico, de la primitiva comunidad cristiana. Que en medio de numerosas críticas y persecuciones un grupo de gente sencilla desee formarse en la enseñanza de los apóstoles, comparta la oración, los sentimientos y los bienes, es algo que supera todo expectativa. Estas personas creen, sin necesidad de prueba alguna, que Jesús ha resucitado y las salva.

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

La segunda, tomada de la Primera carta de Pedro, alaba a Dios por su gran misericordia y destaca la fe de la comunidad en medio de diversas pruebas. Para terminar con unas palabras, las que indico en rojo, que son el mejor comentario a lo que dice Jesús a Tomas:

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

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Domingo II de Pascua. 19 Abril, 2020

Domingo, 19 de abril de 2020
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Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.”

(Jn 20, 19-31)

Hoy es fácil hablar de los apóstoles reunidos “a puerta cerrada” o de las dudas de Tomás. También de la insistencia del resucitado en ofrecerles paz a aquellos discípulos amedrantados por el miedo.Y está muy bien hablar de todas estas cosas. Ya que muchas veces el conocer la experiencia de otras personas nos ayuda a confrontar nuestras vidas.

Pero lo cierto es que al leer el evangelio me han golpeado los dos últimos versículos. Los que la Biblia de la Casa de la Biblia titula: “Finalidad del evangelio”. Los dos versículos con los que hemos empezado este comentario:

“Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.” (Jn 20, 30-31)

De manera que el evangelio, los evangelios, no pretenden contarnos la vida de Jesús, un Galileo del siglo primero. Tampoco nos quieren contar lo que sucedió en un momento dado, no son una crónica. El evangelio es un despertador.

Su finalidad, lo que quiere conseguir es que CREAMOS y “para que creyendo tengáis en él (en Jesús) vida eterna.”

Por eso no podemos acercarnos a los evangelios buscado una respuesta. Algo así como la receta exacta para la felicidad plena.

No hay recetas. La fe no es una respuesta, es un camino. Casi podríamos decir que la fe es una pregunta. Y creer es tratar de dar respuesta a ese anhelo. Como enamorarse. Cuando te enamoras no encuentras una respuesta, lo que encuentras es un camino lleno de novedad.

Podemos decir que los evangelios fueron escritos para “enamorarnos. Para mostrarnos un camino lleno de novedad.

Si creemos, si amamos… entonces comenzamos a dar pasos, a entrar en la VIDA eterna, en la vida plena.

Oración

Trinidad Santa, despierta nuestro corazón para que CREAMOS.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo en la comunidad podemos descubrir a Jesús vivo.

Domingo, 19 de abril de 2020
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Es esclarecedor que en los relatos pascuales Jesús solo se aparece a los miembros de la comunidad. O como es el caso de hoy, a la comunidad reunida. No hace falta mucha perspicacia para comprender que están elaborados cuando las comunidades estaban ya constituidas. No tiene mucho sentido pensar, como sugieren los textos, que el domingo a primera hora de la mañana o por la tarde ya había una comunidad establecida. Los exégetas han descubierto algo muy distinto.

“Todos lo abandonaron y huyeron”. Eso fue lo más lógico, desde el punto de vista histórico y teológico. La muerte de Jesús en la cruz perseguía precisamente ese efecto demoledor para sus seguidores. Seguramente lo dieron todo por perdido y escaparon para no correr la misma suerte. La mayoría de ellos eran galileos, y se fueron a su tierra a toda prisa. La muerte en la cruz no pretendía solo matar a la persona sino borrar completamente su memoria.

Hoy tenemos claro que en el origen del cristianismo, existieron dos comunidades, una en Judea (Jerusalén) y otra en Galilea. La de Jerusalén, parece ser que sustentada por sus familiares más cercanos y la de Galilea por sus discípulos que se volvieron a su tierra, decepcionados por la muerte de su maestro. Las dos siguieron trayectorias distintas y tenían muy diversas maneras de interpretar a Jesús. Más tarde surgió la de Pablo, que no procedía de ninguna de las dos y que se desarrolló en la diáspora. Él mismo afirma que lo que enseña lo aprendió por revelación.

Cómo se fueron estructurando esas primeras comunidades es una incógnita. Ese proceso de maduración de los seguidores de Jesús no ha quedado reflejado en ninguna tradición. Los relatos pascuales nos hablan ya de la convicción absoluta de que Jesús está vivo. Es una falta de perspectiva histórica el creer que la fe de los discípulos se basó en las apariciones. Los evangelios nos dicen que para “ver” a Jesús después de su muerte, hay que tener fe. El sepulcro vacío, sin fe, solo lleva a la conclusión de que alguien lo ha robado y las apariciones, a pensar en un fantasma.

Esa experiencia de que seguía vivo, y además, les estaba comunicando a ellos mismos Vida, no era fácil de comunicar. Antes de hablar de resurrección, en las comunidades primitivas, se habló de exaltación y glorificación, del juez escatoló­gico, del Jesús taumaturgo, de Jesús como Sabiduría. Estas maneras de entender a Jesús después de morir, fueron condensándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado par explicar la vivencia de los seguidores de Jesús. En ninguna parte de los escritos canónicos del NT se narra el hecho de la resurrección. La resurrección no puede ser un fenómeno constata­ble empíricamente.

La experiencia pascual sí fue un hecho histórico. Cómo llegaron los primeros cristianos a esa experiencia no lo sabemos. En los relatos se manifiesta la dificultad del intento de comunicar a los demás esa vivencia, que está fuera del tiempo y el espacio. Fueron elaborando unos relatos que intentan provocar en los demás lo que ellos estaban viviendo. Para ello no tuvieron más remedio que encuadrarlos en el tiempo y el espacio que por sí no tenía.

Reunidos el primer día de la semana. Jesús comienza la nueva creación el primer día de una nueva semana. La práctica de reunirse el domingo se hizo común muy pronto entre los cristianos. Los que seguían a Jesús, todos judíos, empezaron a reunirse después de terminar la celebración del Sábado, que seguían manteniendo como buenos judíos. Al reunirse en la noche, era ya para ellos el domingo. El texto se ve que estaba ya consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas.

Se hizo presente en medio sin recorrer ningún espacio. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Él es para la comunidad fuente de Vida, referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. Jesús se manifiesta, se pone en medio y les saluda. No son ellos los que buscan la experiencia sino que se les impone. Después de lo que habían vivido, era imposible que pensaran en Jesús vivo.

Los signos de su amor (las manos y el costado) evidencian que ese Jesús que están viendo es el mismo que murió en la cruz. Este es el objetivo de todos los relatos pascuales. Lo que ven no es un fantasma ni una elucubración o alucinación mental de cada uno. El miedo, que les había atenazado al ser testigos de su muerte en la cruz, desaparece. Ahora descubren que la verdadera Vida nadie puede quitársela a Jesús ni se la quitará a ellos. La permanencia de las señales, indica la permanencia de su amor. La comunidad tiene la experiencia de que Jesús comunica Vida.

“Sopló” es el verbo usado por los LXX en Gn 2,7. Con aquel soplo se convirtió el hombre barro en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da la verdadera Vida. Queda completada así la creación del hombre. “Del Espíritu nace espíritu” (Jn 3,6). Ahora toman conciencia de lo que significa nacer de Dios. Se ha Hecho realidad, en Jesús y en ellos, la capacidad para ser hijos de Dios. La condición de hombre-carne queda transformada en hombre-espíritu.

La aclaración de que Tomás no estaba con ellos prepara una lección magistral para todos los cristianos. Separado de la comunidad, es imposible llegar a la experiencia de un Jesús vivo; está en peligro de perderse. Solo cuando se está unido a la comunidad se puede ver a Jesús, porque solo se manifiesta en el amor a los demás, que sería imposible si no hay alguien a quien amar. Nadie puede pensar en un amor intimista que pudiera existir sin hacerse efectivo en los demás.

Cuando los otros le decían que habían visto al Señor, le están comunicando la experiencia de la presencia de Jesús, que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les había hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. De todos modos queda demostrado que los testimonios no pueden suplir la experiencia personal.

A los ocho días, es decir, en la siguiente ocasión en que la comunidad se vuelve a reunir, quiere dejar claro que Jesús se hace presente en cada celebración comunitaria. El día octavo es el día primero de la creación definitiva. La creación que Jesús ha realizado durante su vida, el día sexto, y que tiene su máxima expresión en la cruz, llega a su plenitud en la Pascua. Tomás se ha reintegrado a la comunidad, allí puede experimentar la presencia de Jesús y el Amor.

¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad. Se negó a creer si no tocaba sus manos traspasadas. Ahora renuncia a la certeza física y va mucho más allá de lo que ve. Al llamarle Señor y Dios, reconoce la grandeza, y al decir mío, el amor de Jesús y lo acepta dándole su adhesión. Naturalmente Tomás no es una persona concreta sino un personaje que representa a cada uno de los miembros de la comunidad que duda y supera esas dudas.

Dichosos los que crean sin haber visto. Todos tienen que creer sin haber visto. Lo que se puede ver no hace falta creerlo. Lo que Jesús le reprocha es la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Eso ya no es posible. Solo el marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo pero desde una perspectiva completamente nueva. Se trata de una presencia que renueva la persona.

Meditación

Sin experiencia pascual, no hay cristiano posible.
si no vivimos lo que vivió Jesús no le conocemos.
Es necesario un proceso de interiorización de lo aprendido sobre Jesús
El difícil paso, que dieron los discípulos de Jesús,
es el paso que tengo que dar yo, del conocimiento teórico de Jesús,
a la vivencia interna de que me está comunicando su misma VIDA.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Entrar en la intimidad de Jesús.

Domingo, 19 de abril de 2020
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14-doubtingthomas_1La intimidad es la cercanía con otra persona, al igual que la intimidad que se desarrolla entre amigos cuando le cuentas a otra persona la historia de tu vida y todos tus secretos y sueños (Aforismo)

19 de abril. DOMINGO II DE PASCUA

Jn 20, 19-31

Dicho esto, les mostró las manos y el costado, y los discípulos se alegraron de ver al Señor

Jesús nos invita a entrar en su intimidad cuando el evangelista Lucas nos dice en 24, 39:

“Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Tocadme y miradme. Los fantasmas no tienen carne ni huesos, como veis que yo tengo”

Una intimidad con la que nos sentimos renacidos al Espíritu, a través del fuego que ha quemado nuestros egoísmos, como expresó poéticamente san Juan de la Cruz:

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma el más profundo centro! 

Razón por la cual, dice Lc en 6, 19: Toda la gente procuraba tocarle porque salía de él una fuerza que curaba a todos.

Y cuando en la zarzuela de José Serrano escuché esta canción se me saltaron las lágrimas:

“Mujer, primorosa clavelina / que brindas el amor, / yo soy caminante / que al pasar / arranca las hojas de la flor / y sigue adelante / sin recordar tu amor”.

Me había percatado de lo que tan furtivamente había sentido tan preciosa clavelina, y nuevamente volvieron a saltárseme las lágrimas.

Dice un aforismo español:

“La intimidad es la cercanía con otra persona, al igual que la intimidad que se desarrolla entre amigos cuando le cuentas a otra persona la historia de tu vida y todos tus sueños y secretos.

 

Y Jesús tuvo con nosotros la valentía de contárnoslos:

“El Padre y yo somos uno” (Jn 10, 30)

“Salí del Padre y he venido al mundo” (Jn 16, 28)

En mi libro de “El Legendario reino de los sentimientos” tengo un poema que hace referencia a la interconexión de corazones.

MI ISLA INTERIOR

Mi isla interior no es una isla
perdida en el mar del Universo.
Yo la siento trenzada con el Mundo
mirándose en el celestial espejo.
Mi corazón y el suyo, unidos, laten
en unívoco amor y sentimiento.
Que haya o no puentes construidos
sobre el frágil sentir de los océanos
!!qué importa¡¡:
las islas interiores no son islas
perdidas en el mar del Universo.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Hemos visto al Señor?

Domingo, 19 de abril de 2020
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0703still-doubting-jn-granville-gregoryJn 20,19-31

Jesús, el crucificado, ha salido a nuestro encuentro, está vivo, en medio de nosotros. Esta experiencia ha cambiado nuestra vida, somos personas nuevas, distintas… porque “hemos visto al Señor”.

Hoy se nos regala un texto evangélico que podemos leer en primera persona sin mucho esfuerzo. Juan nos hace descubrir en estas dos escenas, como en todas las que llamamos de “apariciones”, una experiencia profunda de los apóstoles, la experiencia que sostiene su fe: Jesús, el que había muerto, ha salido a su encuentro, está vivo en medio de ellos. Esta experiencia ha cambiado su vida, son personas nuevas, distintas… porque “han visto al Señor”. Esta experiencia de encuentro es fundamental para los primeros cristianos, y lo es también para nosotros. ¿No narra este evangelio, de alguna forma, nuestro caminar hasta el encuentro con Jesús vivo a nuestro lado?

En estos días en los que hemos aprendido a mirar hacia dentro y reflexionar, en que nos hemos preguntado tantas cosas, en los que hemos parado y hemos estado solos tantos ratos, seguro que nos va a costar muy poco descubrir que cada uno de nosotros somos miembros de esta comunidad y, con frecuencia, cada uno de nosotros somos Tomás.

¿A quién no le resulta familiar eso de estar en casa, con las puertas cerradas porque…? Sí, ese “#yo me quedo en casa,” tan repetido estos días, acompaña aún nuestro “Aleluya”. Y me quedo en casa con muchos miedos, con mucho dolor, con muchas inseguridades y preocupaciones por la propia vida y la de los míos, por el trabajo, por los proyectos, los sueños… Y nos preguntamos: ¿ahora qué?

Una experiencia semejante es la de los discípulos. Jesús ha muerto, lo han matado, todo se perdió, ¿que les va pasar? su vida peligra, no ven futuro… ¡y tienen tantos miedos! Y los miedos nos cierran, a ellos y a nosotros. Nos cerramos, nos paralizamos, perdemos toda perspectiva y capacidad de reaccionar. ¿No es una experiencia que compartimos?

“Y en esto…”, sin que nosotros sepamos cómo, Jesús se hace presente. Está en medio de la casa y de nuestras vidas, aunque las puertas sigan estando cerradas. Y a nosotros, cómo a ellos, nos cuesta reconocerle y miramos pasmados, asombrados… ¿De verdad eres tú? Pero nosotros te vimos clavado en la cruz, muerto en la cruz… Nosotros te creíamos muerto, ya no pensábamos encontrarte más, fíjate en todo lo que está pasando, estamos tan tristes… Y Jesús con una ternura y paciencia sobrecogedoras les muestra las manos, las heridas, “sus marcas” y los saluda. Nada de reproches ni de preguntas sobre su miedo y falta de fe. Les habla, nos habla, para tranquilizarlos y darles su Paz.

Y entonces le reconocen y todo cambia. La alegría, que es expansiva e invita a abrir puertas y ventanas, se apodera de ellos, casi no les cabe en el corazón. La razón, la suya y la nuestra: ¡Hemos visto al Señor!

Jesús hace un gesto muy significativo para ellos y para nosotros hoy: sopla sobre ellos. Ya lo sabemos, el aliento de Dios es signo de vida (Gen 2, 7) ¡Cómo valoramos estos días no tener dificultades para respirar, sentir que el aire llena nuestros pulmones! Para un enfermo de coronavirus es como volver a la vida, estar curado…  Y con este gesto Jesús les da su Espíritu, el que les comunica una vida nueva, el que les va a consolidar en la alegría, esa alegría que nadie ya les podrá quitar, el que les empuja y sostiene en esta nueva misión encomendada por Jesús: salid, id, predicad, perdonad…

La comunidad ha quedado transformada. La experiencia profunda de haber descubierto que Jesús está vivo y está con ellos en el centro de su comunidad, es definitiva. Ya están preparados para todo, ya no tienen miedo. Ya son en verdad discípulos del Resucitado.

¿No hemos sentido eso nosotros alguna vez? ¿No nos hemos sentido transformados sin saber muy bien cómo, después de una experiencia fuerte en la que el Señor se ha hecho presente? A veces oímos a alguien decir: soy otra persona… después de esto en mi vida hay un antes y un después. El encuentro personal con el Resucitado es el fundamento de nuestra fe, muy bien lo sabían las primeras comunidades que aún vivían en medio de persecuciones, pero que “habían visto al Señor”. Sí, nosotros también somos esa comunidad.

Pero resulta que, entonces y ahora, falta uno… alguien que no está cuando llega el Señor, cuando pasa algo decisivo para la comunidad… Y al que falta le suele pasar lo que a Tomás, que el testimonio de los demás no le sirve para creer: “Si no veo y no meto mi dedo…”

Y ocurre algo que nos sorprende, Jesús vuelve. Vuelve porque falta uno, ya nos lo había dicho con aquella oveja que se perdió y era solo una entre cien (Lc 15, 4-6). Vuelve, buscando al que no estaba y le llama por su nombre: ¡Tomás! Vuelve y le dice: trae tu dedo. Le enfrenta con su situación, con sus dudas, con su manera desconfiada de ser… Y Tomás no solo comprueba que es Jesús. Se encuentra cara a cara, corazón a corazón, con Él. Con quien desde ese momento, será “su Señor y su Dios”.

Tras la experiencia de Tomás, en la que podemos vernos reflejados, termina el evangelio diciendo cómo Jesús se acuerda de nosotros, de ti y de mí, de los que creemos “sin haber visto” y nos llama dichosos, bienaventurados.

Es verdad, no somos de esa primera generación. No hemos “comido y bebido con Él”. Pero también hemos sentido que, cómo a Tomas, el Señor nos ha llamado y nos ha dicho, trae tu dedo, trae tu dolor, trae tu fracaso… Y algo se nos ha movido por dentro y caemos en la cuenta de que solo Él es nuestro Dios y Señor, nuestro Salvador. Porque encontrarse con Él no es solo verle con los ojos, es abrirse a reconocerlo en tantas presencias en las que él nos espera y transforma nuestra vida. Por eso, porque somos capaces de decir: “Señor mío y Dios mío” somos bienaventuradas, somos bienaventurados.

Mª Guadalupe Labrador Encinas,  fmmdp

Fuente Fe Adulta

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