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Primer Domingo de Cuaresma. Ciclo B. 21 de febrero, 2021

Domingo, 21 de febrero de 2021
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El Espíritu impulsó a Jesús al desierto”.

(Mc 1, 12-15)

Parece que al leer esto, lo primero que nos sale es: «¡Ay, ay, Jesús no vayas! ¡Ten cuidado! Van a intentar liarte y hacerte mal… «. Pero se nos olvida, o no prestamos atención, al sujeto de la frase: el Espíritu. Es Dios quien le empuja… No va a estar solo… Además, el evangelista Marcos nos lo presenta justo después del Bautismo donde Jesús escuchó: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.

Nos olvidamos de la acción del Espíritu de Dios en nuestro día a día. Nos podemos preguntar: ¿qué pasaría si fuésemos consciente de la acción de Dios en cada momento, en este mismo instante? ¿Cómo sería si nos dejásemos empujar libremente por su Espíritu? Nuestra vida cambiaría, ¿verdad? Seríamos personas llenas de agradecimiento, de confianza, de esperanza.

El desierto… ese lugar que nos atrae y nos da miedo al mismo tiempo… Silencio y soledad. Escucha atenta. Mirada profunda. Encuentro con nuestras sombras, con aquello que tratamos de esconder en nuestra vida porque duele… Dios está aquí, con nosotras, siempre.

Jesús fue puesto a prueba, y no solo en el desierto. Dios decidió hacerse persona, y eso incluía las pruebas, los miedos y el dolor. Conoce nuestra fragilidad, nuestros límites. Y, con toda nuestra realidad, nos llama a amar, a servir y a anunciar su Reino.

Se nos invita hoy también a convertirnos, a volver el corazón a Dios, a creer en el Evangelio. ¿Creemos en la Buena Noticia de Jesús? ¿Nos habla la Palabra de Dios? ¿Nos interpela y nos mueve a hacerla vida?

Tenemos tarea para esta Cuaresma (y para toda nuestra vida): volver nuestro corazón a Dios, creer en la Buena Noticia de Jesús y ponerla en práctica, y dejarnos impulsar por el Espíritu. ¡Ánimo, que promete salir bien!

Oración

Trinidad Santa, vuelve nuestro corazón a ti. Haz que nos dejemos impulsar por tu Espíritu en cada momento de nuestra existencia.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Jesús no fue al desierto a hacer penitencia sino a meditar.

Domingo, 21 de febrero de 2021
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20130418-jesus_tentacion_en_el_desierto_pinturaMc 1, 12-15

Durante siglos, hemos puesto en el perdón de Dios la meta de nuestras relaciones con Él. Esta idea de Dios está en las antípodas del evangelio. Jesús nos dice que el perdón es el punto de partida. Nuestro concepto de pecado se basa en el mito de la ruptura. A partir de ahí, la religiosidad consistirá en una recuperación de lo perdido. Hoy tenemos datos para intentar otras explicaciones. Somos fruto de la evolución y seguimos avanzando.

El pecado es una de las experiencias más dolorosas y humillantes del ser humano. Lo que tenemos que superar es una explicación demasiado primitiva de fallo y descubrir un modo de afrontarlo que pueda ser útil para superarlo eficazmente. El mal no tiene nada de misterio. Es consecuencia inevitable de nuestra condición de criaturas limitadas. Una inercia de tres mil millones de años de evolución, que nos empuja hacia el individualismo, no puede ser contrarrestada por unos cientos de miles de años de trayectoria humana.

El primer objetivo de todo ser vivo fue mantener esa vida contra todas las agresiones externas e internas. Esta experiencia se va almacenando en el ADN. Gracias a él, la vida no solo se conservó sino que fue alcanzando cotas más altas de perfección, hasta llegar al “homo sapiens”. Su relativa perfección permite al hombre unas relaciones completamente distintas; ahora fundadas en la armonía. Pero permanece el instinto de conservación que le lleva al individualismo. La visión miope tiene que ser superada por un nuevo conocimiento.

Fijaos bien que los tres temas clásicos de la cuaresma son: Oración, ayuno, limosna. En ellos quedan resumidas todas las posibles relaciones humanas: con Dios, con uno mismo, con los demás, con las cosas. La calidad humana del hombre depende de la calidad de sus relaciones. Si no sobrepasan lo puramente instintivo, esas relaciones estarán basadas en un individualismo feroz, buscando el provecho biológico inmediato. Si esas relaciones están basadas en el conocimiento de tu auténtico ser, te llevarán a la armonía con todos los seres.

El hecho de que Marcos sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos está diciendo que en Mateo y Lucas, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles por parte del primero. También pudiera ser que Mateo y Lucas encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Marcos. En todo caso, esas diferencias nos estarían demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Mc está planteando en tres líneas toda la trayectoria humana de Jesús.

El objetivo del relato es muy distinto en cada uno de los sinópticos. Marcos no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En él no hay tres tentaciones, porque plantea toda su vida como una constante lucha contra el mal. En el evangelio de Marcos no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora. La tentación está siempre a nuestro alrededor.

Inmediatamente. Comienza la lectura de hoy con la anodina frase de siempre “en aquel tiempo”. Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el Espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del Espíritu. Este Espíritu, no es todavía el “Espíritu Santo” según la idea que se desarrolló en los siglos VI y V; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar.

El Espíritu le empujó. El verbo griego empleado es “ekballo” = Empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone una cierta violencia. El Espíritu no abandona a Jesús, pero le arrastra a otro lugar: el desierto. Al recibir el Espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado y apartado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud. Precisamente por haber alcanzado la meta como ser humano, está capacitado para marcarnos el camino a nosotros.

Al desierto. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, es lugar del encuentro con Dios. Es imposible comprender todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto. Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo.

Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días fueron necesarios para que se convirtieran los ninivitas. 40 días caminó Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús.

Tentado por Satanás. “Peireo” indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber un aprobado si no hay examen. ‘Satán’ significa el que acusa en el juicio, exactamente lo contrario que ‘paráclito’, el que defiende en un juicio. En Mateo y Lucas las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Marcos no aparece el ayuno por ninguna parte, y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Marcos no nos habla de penitencia, sino de lucha por comprenderse en Dios.

Estaba entre las fieras. La traducción oficial de “alimañas” condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos. Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras). Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera será total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras.

Y los ángeles le servían. El verbo que emplea es “diakoneô” que significa servir, pero con un matiz de afecto personal en el servicio. En el NT “diaconía” es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio de los seguidores de Jesús. Su primer significado era “servir a la mesa”. Pero aquí este significado iría en contra de todo el sentido del relato, porque indicaría que en vez de ayunar era alimentado por los ángeles. Podría significar las fuerzas del bien, o expresar que Dios estaba de su parte.

Nadie ni nada puede malearnos sustancialmente, ni el pecado de Adán ni nuestros propios pecados. Nuestra tarea consiste en ir descubriendo lo que nos deteriora como seres humanos y lo que nos va construyendo como personas.

Meditación

La tentación fundamental es hacer un dios a mi medida,
dejándome llevar por una cómoda idolatría.
El antídoto es el Dios de Jesús,
El Abbá que me hace vivir su misma Vida.
Si descubro mi verdadero ser,
surgirá dentro de mí la armonía y la capacidad de amar.

 
Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Proclamar la Buena Nueva.

Domingo, 21 de febrero de 2021
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003-jesus-waterSi un accidente ha parado en seco tu vida, sigue soñando (María Villota)

Domingo 21 febrero DOMINGO I DE CUARESMA

Mc 1, 12-15

La frase de Proclamar la Buena Nueva concluye la introducción del Evangelio y da comienzo a una nueva etapa de intensa actividad de Jesús en Galilea.

Proclamar y predicar es la tarea principal e intensa de Jesús; “Se ha cumplido el plazo” indica el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación.

El reinado de dios no es un lugar sino una experiencia de vida bajo los parámetros del proyecto divino (vida, justicia, solidaridad, fraternidad, paz).

La presencia de Jesús hace cercano ese reinado; como decía el Bautista “Arrepentíos”. Significaba cambiar de rumbo, encontrar un nuevo camino diferente, volver a Dios, en este caso, creer en la Buena Noticia de Jesús.

“Si un accidente ha parado en seco tu vida, sigue soñando”, nos aconsejaba la piloto de fórmula I, que en una ocasión tuvo un accidente, María Villota.

 

No importaban las dificultades y resistencias que iba a encontrar en su nueva tarea. Jesús soñaba un proyecto, un reinado de Dios y se puso a predicar la Buena Nueva por todas las aldeas de Galilea, diciéndolo con tanta fuerza que aquellos galileos creían cuanto él les decía.

De mi libro Soliloquios este Poema:

 

HAY TORMENTAS EN MI MAR

Se levantan tempestades
en los caminos del mar.

(¡De mi mar y mi camino!)

Cansado estoy de remar.
Señor del trueno y del viento:
¡No me dejes naufragar!

Apacigua mis tormentas
que tanto encrespan mi mar.

En tu andar de peregrino…
¡¡calma mi peregrinar!!

Un perenne recorrido,
un constante caminar

Un enseñar a los otros
Buenas Nuevas sin parar

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Las tentaciones en tiempos de pandemia.

Domingo, 21 de febrero de 2021
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hombre_rezando_en_el_desiertoMc 1, 12-15

En aquellos tiempos, se extendió una peste por Israel. Jesús reunió al grupo de discípul@s y los envió de dos en dos, diciéndoles:

– He oído que en esta pandemia la gente experimenta grandes tentaciones. Id por los caminos, con los ojos y los oídos bien abiertos. Dentro de unos días, cuando nos reunamos de nuevo, compartiremos el sufrimiento de nuestro pueblo.

Se pusieron en camino. Observaron. Dialogaron. Tocaron de muchas formas el dolor ajeno. A la vuelta, compartieron lo que habían visto y oído.

– Maestro, unos sabios han preparado un ungüento que evita la peste, pero hay gente poderosa que lo está comprando en grandes cantidades y no llega a los pueblos más pobres. Incluso algunas familias del sanedrín se han saltado las normas para poder recibir el ungüento, antes que los ancianos y los enfermos.

– Hay mercaderes que se están enriqueciendo de manera escandalosa. Traen productos de primera necesidad de otros países, sirviéndose de esclavos; la peste ha traído nuevas formas de esclavitud.

– Las meretrices están abandonadas a su suerte. Los clientes las han rechazado, como si fueran animales contagiosos. Ellos están confortablemente en sus casas y ellas están a las afueras de las ciudades, intentando sobrevivir.

– Los políticos de Roma y los de Jerusalén se enfrentan continuamente, porque quieren atribuirse los logros en el control de la peste. Les ahoga la vanagloria y olvidan el bien común.

– Hay jóvenes que siguen organizando bacanales. No hacen caso de las leyes, solo piensan en divertirse y honrar al dios Baco y están extendiendo la peste, incluso entre su propia familia.

– Muchos paganos, extranjeros y proscritos se han movilizado para atender a los apestados. Pero hay gente que no valora su trabajo porque dice que “no son de los nuestros”.

– Algunos que cantaban salmos en la sinagoga cada sábado, parece que han olvidado lo que cantaban y rezaban y se comportan como si no tuvieran esperanza, como si Yahvé se hubiera alejado de nosotros.

Y así, de dos en dos, fueron compartiendo estas y muchas otras tentaciones que habían descubierto en la pandemia.

Jesús les dijo…

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Han pasado 2.000 años y seguimos experimentando las mismas tentaciones, las mismas pruebas que tuvo Jesús en el desierto, antes de comenzar la vida púbica. Nuestro ego reclama: ser l@s primer@s (incluso para recibir la vacuna); que nuestra gloria se expanda (aunque sea vana-gloria y nos ahogue); que las piedras del camino desaparezcan por obra de los enchufes, el amiguismo o la traición…

Cada uno, cada una, y cada comunidad podemos nombrar las tentaciones, especialmente las que han cobrado fuerza en la pandemia.  Además:

a) El evangelio nos pone sobre aviso de que tenemos “fieras” y “ángeles”, en nuestro interior y alrededor, que forman parte de esta lucha.

b) El telediario nos muestra a quienes vencen y a quienes sucumben.

c) Nuestra conciencia nos recuerda las oportunidades de crecimiento que nos ha brindado cada prueba/tentación. Tenemos una valiosa experiencia acumulada.

El evangelista Marcos nos ofrece una vacuna, que no nos impide tener tentaciones, pero nos inocula anticuerpos para enfrentarnos a ellas y vencer: “¡Convertíos y creed en el Evangelio!”

¿Qué llamadas a la conversión estamos descubriendo en plena pandemia?

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Impermanencia y plenitud.

Domingo, 21 de febrero de 2021
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41283DD2-2944-4700-BAEB-E90E9436B942Domingo I de Cuaresma

21 febrero 2021

Mc 1, 12-15

   En este breve relato, cargado de simbolismo, resaltan los contrastes: Espíritu-Satanás, alimañas-ángeles, huida-buena noticia. La polaridad es una característica del mundo fenoménico o de las formas y, por tanto, de nuestra propia realidad cotidiana.

  La polaridad, a su vez, va de la mano de la impermanencia: los dos polos de la realidad manifiesta se hallan en cambio constante. Y donde hay impermanencia son inevitables los altibajos y el dolor. Porque el cambio significa que, para que algo nazca, algo tiene que morir. El constante nacimiento/muerte parece ser la ley que rige nuestro mundo.

   De acuerdo con esa ley inexorable, la sabiduría consiste en aprender a vivir, de manera consciente y lúcida, esa dinámica, reconociendo que en nuestra existencia todo es una permanente impermanencia: nosotros mismos estamos naciendo/muriendo de manera constante.

   Con lo cual, la cuestión que marca la diferencia es el modo como asumimos y vivimos tal proceso. Sin embargo, con frecuencia, nos situamos como si la vida “debiera” acomodarse a nuestras expectativas, tuviera que ser “justa” con nosotros o responder a nuestras demandas. Y cuando eso no ocurre, quedamos atrapados en la frustración, el enfado o el resentimiento.

   Sin embargo, la vida no es lo que se supone que debe ser. Es lo que es.

 La comprensión es lo que hace la diferencia. La comprensión nos regala un doble fruto: por un lado, nos hace alinearnos con la vida –no con la “idea” que nos habíamos hecho de ella–; por otro, nos libera de nuestra reducción a la impermanencia.

  La ignorancia consiste en identificarse con el mundo de las formas o de los objetos y, por tanto, en reducirse a lo impermanente. La comprensión nos muestra que, más allá de la forma (persona) en la que nos estamos experimentando, somos “Aquello” que está más allá de las formas, Aquello –dijera José Saramago– “que no tiene nombre”, pero que saboreamos en cuanto salimos de la hipnosis generada por el hecho de habernos identificado con la mente.

  De la comprensión brotan dos actitudes fundamentales: confianza –somos plenitud– y aceptación: dejamos de estar en lucha con la vida y vivimos diciendo sí a lo que es. Y es entonces cuando, de manera admirable, se nos hace patente que el resultado no es la resignación ni la indiferencia, sino la acción adecuada y creativa que, brotando de la misma vida, fluye a través de nosotros. Esta es la “Buena Noticia” y la realización del “Reino de Dios”.

¿Cómo vivo las frustraciones?

Enrique martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Tentaciones o corazón inquieto?

Domingo, 21 de febrero de 2021
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1er-domingoDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. A continuación, el Espíritu empujó a Jesús al desierto…

No pensemos que las tentaciones de Jesús se produjeron materialmente en el desierto y de la noche a la mañana. Tampoco pensemos que, una vez vencidas las tentaciones, Jesús quedó libre de todo peligro. Por tanto hemos de pensar que Jesús fue tentado, como todos nosotros, a lo largo de toda su existencia.

La película La última tentación de Cristo”, (Martín Scorsese), refleja cómo Jesús tuvo tentaciones hasta el Calvario.

La escena del evangelio de hoy se sitúa “a continuación” del bautismo de Jesús en el Jordán, donde el Espíritu desciende sobre Jesús: este es mi Hijo.

“Cuarenta días” son los cuarenta años de camino de los israelitas por el desierto de la vida hacia la libertad y tierra de promisión. Por otra parte, “cuarenta años” significaba toda la vida. Jesús atravesó el desierto de la vida, y durante toda su vida tuvo sus tentaciones, como todos.

Marcos no especifica las tentaciones que sufrió Jesús. Pero hemos de pensar que sufrió las mismas tentaciones que padecemos todos en la vida, pues Jesús se hizo hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.

  1. ¿La gran tentación (intento) no será el deseo de absoluto?

            En lo más hondo de nuestro ser, todos tenemos una nostalgia infinita de vida y bienestar, de plenitud. Somos un eterno deseo incumplido, hoy por hoy. Nuestra esperanza es como un deseo absoluto, pero con el conocimiento de que nosotros no nos podemos dar a nosotros mismos la plenitud, la felicidad completa. Somos una pasión infinita.

            Todo ser humano es una búsqueda infinita. Esta eterna búsqueda no es una cuestión religiosa. La llamada de la felicidad no depende de que uno sea creyente o no. Todos, creyentes y no creyentes, tenemos “hambre y sed de todo y del Todo. “El gozo quiere ser eterno; todo placer y felicidad reclaman eternidad”, decía ya Nietzsche, que fue irreligioso terminal.

Somos siempre para nosotros mismos una asignatura pendiente. Somos una diferencia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser y vivir.

Seamos creyentes o ateos, ninguna realidad humana llena nuestro corazón. Nunca el placer es bastante, nunca el dinero colma el corazón de ser humano. El hombre se supera a sí mismo infinitamente porque siempre está en camino hacia la plenitud infinita.

Intentamos sobrepasamos el mundo de la naturaleza, pero nuestro corazón no se aquieta con la simple satisfacción de nuestras pulsiones e instintos.

San Agustín escribía aquello de: Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto, pues solamente descansará cuando te encuentre.

            Un salmo expresa muy bien estas cosas:

Mi alma tiene sed de ti, mi vida ti ansia de Ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua, (Salmo 63,2)

  1. ¿tentaciones, intentos, pecado, equivocaciones o desequilibrios?

            No creo que las tentaciones provengan del diablo, de un señor al que Dios le da permiso para zascandilear al personal, de modo que la gente “caiga”, y así tiene un cliente más en el infierno. Seamos cristianos adultos.[1]

Eso como lenguaje mítico, puede servir si se entiende y se explica bien, pero las cosas no son tan simples. Podíamos pensar que las tentaciones más bien son intentos de ser felices en la vida.

            La misma expresión: “tentación”, viene de “intentar”. Intentamos hacernos con la plenitud, “ser como dioses”. La tentación es la continua tentativa de “tocar”, de llegar al absoluto. Las tentaciones son expresiones de ese deseo “irremediable” de felicidad que todos llevamos dentro.

Lo que pasa es que en ocasiones nos equivocamos.

            Por eso, muchas opciones en la vida más que pecado, son desequilibrios, errores, viejos problemas psíquicos, adicciones, costumbres inveteradas que tienen que ver más con la psicología, cuando no con la patología. Un drogadicto, un ludópata, un alcohólico no tienen tentaciones.

Probablemente las adicciones son salidas (compulsivas) a grandes sufrimientos y ansiedades. Es un intentar aliviar esos sufrimientos profundos con una “huida definitiva”

La libertad humana, -¡débil y pobre libertad humana!- se las tiene que haber con esos intentos-tentaciones, que tienen que afrontar las diversas crisis con las que nos debatimos en la vida: la desesperación, la desconfianza, las amarguras, la angustia, el miedo, que pueden terminar por llevarnos a una pérdida de la fe, de la esperanza, del amor.

Hay casos límite como puede ser el suicidio, las adicciones a la droga, al erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. En el fondo se busca calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor.

Eso no son tentaciones, ni pecado y no sería cristiano culpabilizar (nunca es cristiano culpabilizar). En estas cosas de tentaciones y tendencias del ser humano, se entremezclan y funcionan mecanismos psicológicos, subconscientes e inconscientes, “viejas historias”, etc., que pueden requerir atención médica, psiquiátrica, también espiritual.

  1. Voluntarismo.

(Viene de voluntad, fuerza de voluntad), que a su vez, deriva del latín: querer.

Pero no siempre las tentaciones, los desequilibrios, adicciones, etc., se resuelven desde la voluntad. No siempre es cierto el refrán castellano: querer es poder. Todos tenemos conciencia de que muchas veces, querer no es poder.

Hay búsquedas y tentaciones que han de ser tratadas desde la medicina, psicología, logoterapia, desde la apertura a la misión, a los demás.

Los voluntarismos pueden terminar siendo patológicos.

Quizás la tentación humana, nuestra tentación, nuestro intento de ser feliz es descansar en el Señor, en la gracia, en la gratuidad.

Cuando una persona dice en su interior: no puedo con mi alma, está ya descansando en el Señor y -en lenguaje demasiado voluntarista-: está venciendo la tentación. (La tentación no es cuestión de guerra, vencer, derrotar al enemigo, etc., sino que es cuestión de paz interior. Nuestra plenitud, nuestro ser están en Dios: Sólo en Dios descansa mi vida, Salmo 61).

  1. La Cuaresma y la vida son tiempo de gracia y evangelio

La cuaresma y la vida son siempre desierto y dureza y no es fácil caminar a trompicones, con hambre y con sed.

Pero, sobre todo, la cuaresma (y la vida) no es tiempo de culpabilidades y de fanáticas penitencias y castigos. La cuaresma es tiempo de gracia, de caminar sereno y de evangelio.

Que el espíritu, la fuerza de Dios nos atraiga y nos impulse en la vida, de modo que no nos cansemos de caminar, que, tal vez sea la gran tentación

Tentaciones no nos van a faltar, probablemente el pecado estará presente en nuestra vida, pero con toda seguridad quien estará siempre con nosotros es Dios, como la nube que cubría al pueblo por el desierto.

La conversión no equivale a evocar culpabilidades y remordimientos, a repetir y repetir confesiones y más confesiones, sino que convertirse es poner nuestra mirada en Dios. No significa mirar atrás con amargura, sino mirar hacia adelante con esperanza.

Los cristianos vivimos aquello que dice el salmo 31,1.

Dichoso aquel a quien Dios no le tiene en cuenta su culpa,

a quien le han sepultado su culpa.

            Con este espíritu vivamos la cuaresma desde el Evangelio: confiad en el evangelio.

[1] Es hora ya de acoger e interpretar los simbolismos de un cristianismo pre-moderno.

 

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“Las tentaciones de la Iglesia de hoy”. 5 de marzo de 2017. 1 Cuaresma (A). Mateo 4, 1-11.

Domingo, 1 de marzo de 2020
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20130418-jesus_tentacion_en_el_desierto_pinturaLa primera tentación acontece en el «desierto»

Después de un largo ayuno, entregado al encuentro con Dios, Jesús siente hambre. Es entonces cuando el tentador le sugiere actuar pensando en sí mismo y olvidando el proyecto del Padre: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan». Jesús, desfallecido pero lleno del Espíritu de Dios, reacciona: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de Dios». No vivirá buscando su propio interés. No será un Mesías egoísta. Multiplicará panes cuando vea pasar hambre a los pobres. Él se alimentará de la Palabra viva de Dios.

Siempre que la Iglesia busca su propio interés, olvidando el proyecto del reino de Dios, se desvía de Jesús. Siempre que los cristianos anteponemos nuestro bienestar a las necesidades de los últimos, nos alejamos de Jesús.

La segunda tentación se produce en el «templo»

El tentador propone a Jesús hacer su entrada triunfal en la ciudad santa, descendiendo de lo alto como Mesías glorioso. La protección de Dios está asegurada. Sus ángeles «cuidarán» de él. Jesús reacciona rápido: «No tentarás al Señor, tu Dios». No será un Mesías triunfador. No pondrá a Dios al servicio de su gloria. No hará «señales del cielo». Solo signos para curar enfermos.

Siempre que la Iglesia pone a Dios al servicio de su propia gloria y «desciende de lo alto» para mostrar su propia dignidad, se desvía de Jesús. Cuando los seguidores de Jesús buscamos «quedar bien» más que «hacer el bien», nos alejamos de él.

La tercera tentación sucede en una «montaña altísima»

Desde ella se divisan todos los reinos del mundo. Todos están controlados por el diablo, que hace a Jesús una oferta asombrosa: le dará todo el poder del mundo. Solo una condición: «Si te postras y me adoras». Jesús reacciona violentamente: «Vete, Satanás». «Solo al Señor, tu Dios, adorarás». Dios no lo llama a dominar el mundo como el emperador de Roma, sino a servir a quienes viven oprimidos por su imperio. No será un Mesías dominador, sino servidor. El reino de Dios no se impone con poder, se ofrece con amor.

La Iglesia tiene que ahuyentar hoy todas las tentaciones de poder, gloria o dominación, gritando con Jesús: «Vete, Satanás». El poder mundano es una oferta diabólica. Cuando los cristianos lo buscamos, nos alejamos de Jesús.

José Antonio Pagola

 

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”Jesús ayuna cuarenta días y es tentado”. Domingo 01 de marzo de 2020. Domingo 1º de Cuaresma, ciclo A.

Domingo, 1 de marzo de 2020
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14-CuaresmaA1Leído en Koinonia:

Gn 2,7-9; 3,1-7: Creación y pecado de los primeros padres
Salmo responsorial 50: Misericordia, Señor: hemos pecado
Rom 5,12-19: Si creció el pecado, más abundante fue la gracia
Mt 4,1-11: Jesús ayuna cuarenta días y es tentado

 Los comentarios bíblico-litúrgicos para ayudar a la elaboración de las homilías dominicales de este típico “domingo de las tentaciones”, el primero de cuaresma, suelen presentar en esta ocasión un sencillo paralelismo antagónico: la primera tentación fue la que se le presentó a Eva, que acabó en el pecado; pero ha habido otra tentación, la que sufrió Jesús en el desierto, que acabó en victoria, de la que podemos tomar ejemplo. En esta línea es muy fácil encontrar comentarios en la red. Por eso mismo quisiéramos nosotros hacer esta vez una aportación diferente, en sentido crítico. Obviamente, este aspecto no será apropiado en cualquier caso para convertirlo sin más en una homilía… pero creemos que tampoco sería bueno que una homilía olvide este aspecto crítico. En todo caso, cada agente de pastoral sabrá lo que su comunidad necesita, y sabrá encontrarlo en otros puntos de servicio bíblico-litúrgico de la red.

 La primera lectura de este domingo reúne, resumidamente, dos importantes relatos bíblicos: el de la creación y el del pecado original. Son muy significativos, muy importantes, y hoy día, también muy problemáticos.

 Es importante hacer recordar a los oyentes que estos textos, y todos los que forman el grupo de los once primeros capítulos del Génesis, que se refieren a los inicios de la «historia de la Salvación», han sido entendidos desde siempre de un modo literal. Todas las generaciones que nos precedieron en la fe los entendieron así. Seguramente que nuestros padres -y ciertamente nuestros abuelos- nunca pensaron otra cosa, y muchos cristianos mayores también lo piensan hoy día. Desde tiempo inmemorial, estos textos han fungido para muchísimas generaciones, como una fuente capital de su comprensión del mundo y de la historia. Las “coordenadas generales” que estos mitos trazan (Dios arriba, naturaleza abajo, un acto divino de creación que pone en marcha el cosmos, una creación del ser humano distinta a la creación de todos los demás seres, Dios que prohíbe comer el fruto del árbol, la desobediencia del ser humano que se convierte en el «pecado original» que transformará la suerte de toda la humanidad posterior –¡y del cosmos!–, el protagonismo principal de la mujer en este pecado, el enfado de Dios, su consecuente ruptura de relaciones con la Humanidad por haber comido ésta el fruto prohibido…), han sido para toda esa humanidad judeocristiana de los tres mil últimos años, el “paradigma” desde el que han entendido tanto el mundo, como a Dios, como a sí mismos, es decir, la realidad global. Estamos ante unos mitos religiosos ante los que hay que descalzarse, como quien pisa tierra sagrada.

 Hace apenas cien años, en 1906, la Pontificia Comisión Bíblica –respaldada obviamente por la Inquisición romana, la actual Congregación para la Doctrina de la Fe, que todavía no se llamaba Santo Oficio–, reafirmaba solemnemente, y bajo pena de excomunión a quien no lo aceptara, que el contenido de los once primeros capítulos del Génesis es histórico, no mitológico.

 Es importante recordar a los oyentes que hoy no creemos que estos relatos haya que entenderlos así, literalmente. Es decir: que hoy sabemos que la Biblia no puede decirnos cómo fue el origen del cosmos, ni el del ser humano. Que la Biblia no contiene mensajes de física, ni de química, ni de biología evolutiva, ni de geofísica o astrofísica… que nos informen sobre todos esos campos. Y que por tanto se puede ser cristiano y aceptar lo que la ciencia nos dice hoy, incluidas las opiniones contrarias a tantas afirmaciones y supuestos incluidos en estos relatos bíblicos.

 Es importante hacer caer en la cuenta de que esta nueva manera de entender los textos bíblicos no fue fruto de un descubrimiento fácil e ingenuo, sino una intuición laboriosamente trabajada por los biblistas y teólogos, que durante varios siglos han tenido que enfrentarse a la oposición y a la condena de las autoridades de sus respectivas Iglesias. Todavía hoy, en tiempo de Benedicto XVI, el biblista argentino Ariel Álvarez Valdés, doctor en teología bíblica por la universidad de Salamanca, fue públicamente adversado y perseguido por la Secretaría de Estado del Vaticano por no sostener de la historicidad de Adán y Eva y su pretendido pecado original (véase su propio testimonio en Youtube [http://www.youtube.com/watch?v=2Ys3kcwjbSY&list=PL84001F9AB27C6E32].

 Todo cristiano medianamente culto puede tener su opinión sobre el origen del mundo, igual que puede tener sus opiniones en medicina, en astronomía o en psicología, libremente, sin coacción, y sin que haya ninguna opinión «oficial» de la Iglesia en esos campos que pudiera ser «obligatoria». Los relatos bíblicos están en otro plano, un plano simbólico, que no afecta al campo autónomo de la ciencia. Esto es al menos lo que solemos decir hoy día, después del Vaticano II, pero sería más correcto reconocer que aquellos relatos no fueron concebidos, como decimos, meramente en un plano simbólico; para nuestros ancestros religiosos-y-culturales, esos relatos eran históricos, y con esa historia inventada, sin ningún fundamento científico, trataban de encontrar respuestas a problemas humanos y existenciales de muy diverso género (el mal, la felicidad, la vida, nuestro origen, nuestro fuuro…). Es ahora, sólo ahora, cuando nosotros, al ver que sus creencias expresadas en esos mitos estaba profundamente equivocadas –como hoy sabemos por la ciencia– sostenemos que esos mitos sólo podemos interpretarlos de un modo puramente simbólico. Nuestros antepasados –hasta nosotros mismos hace 50 años entre los católicos– los hemos considerado obligadamente históricos, literales, contados directamente por la misma boca reveladora de Dios.

 Hay que dar claramente al público cristiano la buena noticia de que hoy no sostenemos que el símbolo judeo-cristiano del llamado «pecado original» tenga un fundamento histórico. No hay por qué sostenerlo. Más bien resulta prácticamente imposible que lo tenga, por cuanto lo más probable es que no hubo un solo filum biológico evolutivo de surgimiento de nuestra especie, y el poligenismo es hoy la opinión más común de la ciencia. La proclamación que la Iglesia católica hizo del monogenismo en el siglo pasado se debió al espejismo (que todavía sufría) de pensar que el significado del símbolo del pecado original dependía efectivamente de un pecado histórico real que habría cometido una primera pareja de la que descendemos absolutamente todos los hombres y mujeres.

 Resulta especialmente importante aclarar que hoy día resulta del todo inverosímil -teológicamente hablando- todo el conjunto simbólico de la tentación y el pecado original: pensar que toda la humanidad esté en una situación de postración espiritual (que sea una massa damnata, una «muchedumbre condenada», como repetía san Agustín) a raíz de un supuesto primer pecado de una inexistente primera pareja, y pensar que debido a ello Dios habría roto sus relaciones con la Humanidad, y que esa ruptura no podría ser superada sino nada menos que con la sangre de la muerte en cruz del Hijo de Dios, tal y como ha sido presentado por la tradición más común y constante del cristianismo, resulta hoy absolutamente inaceptable. Deben por tanto sentirse aliviados todas las personas que se sienten incómodas ante las acostumbradas explicaciones homiléticas al respecto, tan parecidas a las catequesis infantiles que recibimos cuando fuimos niños, y como nosotros, todas las generaciones cristianas durante más de milenio y medio.

 Otras varias salvedades y comentarios críticos también muy importantes se podrían hacer entre los temas implicados en esos dos grandes relatos bíblicos que han sido juntados en la primera lectura de este domingo (por ejemplo sobre la «transcendencia» de Dios, que ahí se presenta como obvia, sobre la imagen misma de “theos”, la visión negativa de la realidad que conlleva la creencia en un primer «pecado primordial», la terrible inferiorización y culpabilización de la mujer causada por ese texto…). Ya hemos dicho que no pretendemos que esta lista de advertencias críticas sea el contenido de una homilía, sino simplemente el trasfondo crítico a tener en cuenta a la hora de hablar de las “tentaciones” y del “pecado”, para lo que sin duda se encontrará mucho material en los numerosos portales de servicio bíblico de la red.

 Es importante que digamos claramente, e insistamos, en que se puede ser cristiano y ser «persona de hoy» en las propias opiniones científicas. Y que hay otras formas de hablar del la realidad del mal y del pecado, que la de tomar como referencia unos mitos religiosos elaborados hace dos milenios y medio.

 Finalizamos diciendo que ya que tantas veces hemos insistido en el pecado original y en sus fatales consecuencias para toda la humanidad, sería bueno compensar esa actitud refiriéndonos a lo que hoy intuye la teología de frontera: que, más bien, lo original no fue un pecado, sino una bendición… Puede ayudar el libro de FOX, Mathew, “Original Blessing”, Bear & Company 1983; traducido como: La bendición original. Una nueva espiritualidad para el hombre del siglo XXI, Obelisco, Barcelona 2002, 410 pp Leer más…

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1.3.2020. Dom. I de Cuaresma, Ciclo A (Mt 4, 1‒11) Tentaciones de Jesús: ¿Marxismo, exégesis falsa, teología de la liberación?

Domingo, 1 de marzo de 2020
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Del blog de Xabier Pikaza:

siria

Un camino de retorno: de Benedicto XVI al Evangelio de Mateo

He comentario varias veces este evangelio del Dom. 1 de Cuaresma, con las tentaciones de Jesús según el Mt 4, 1‒11 (cf. Lc 4). El tema es conocido: Viene el Diablo y le propone a Jesús, en nombre de Dios y buenas citas de la Biblia, una “hoja de ruta mesiánica” con tres proposiciones  que responden a los tres problemas fundamentales de la humanidad:

  1. El Diablo económico le pide a Jesús que multiplique infinitamente el  pan, empezando por las piedras del desierto, instaurando así el mesianismo del disfrute de los bienes económico. Benedicto XV supone que esta había en el siglo XX la tentación marxista. Pero Jesús responde de un modo inquietante: No sólo de pan vive el hombre.
  2. El Diablo teológico le pide a Jesús que funde una religión de maravillas, un teatro de milagros, saltando del alero del templo, con ángeles parando su caída, ante el hurra de  los espectadores de un circo jubiloso.  Según Benedicto XVI  este Diablo de los teólogos habría sido responsable de un gran derrumbamiento de la Iglesia en el siglo XX. Pero Jesús sigue respondiendo de un modo inquietante: No tentarás a Dios.
  3. El Diablo político pide a Jesús que tome el poder, que se haga rey supremo sobre todas las naciones, imponiendo de esa forma el “orden infinito”. Un mesías emperador de emperadores, eso es lo que el mundo necesita, dice el Diablo, para organizar bien el reparto de panes, para distribuir armónicamente lo milagros religiosos. Esta habría sido, según Benedicto XVI la tentación de un tipo de teología y práctica de liberación (en una línea en el fondo marxista). Pero Jesús termina respondiendo de un modo muy inquietante: Los hombres no son siervos de nadie (sólo a Dios servirás).

La historia de la interpretación de las tentaciones de Jesús sigue siendo esencial para entender el cristianismo. Desde ese fondo he compuesto esta “postal”, que tiene dos partes:

2e5f2e1217d7bc337c6fc2ac4df0e370--testament-lent(a) La interpretación de Benedicto XVI que identificaba al Diablo de las tentaciones con el marxismo, con una teología contraria al Dios verdadero y con una política de liberación, que identifica el cristianismo con la toma de poder político (terminando por perder su misma esencia religiosa).

(b) Una relectura rigurosa y actual del texto de las tentaciones de Mt 1, 1‒11. Quien siga leyendo verá la importancia que concedo a Benedicto XVI y a su proyecto de Iglesia, aunque pienso que es necesario volver al Jesús y proyecto de Iglesia de Mateo y Lucas).

  1. INTERPRETACIÓN DE BENEDICTO XVI

9788497346894El Papa jubilado publicó el año 2007 la primera parte de una famosa trilogía titulada J. Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La Esfera del Libro, Madrid 2007, donde ofreció una interpretación “magisterial” de las tentaciones de Jesús (cf. págs. 52-72), ofreciendo su mejor visión de conjunto de la tarea de Jesús y del compromiso actual de la Iglesia, desde la perspectiva. Éste era a su juicio el fondo y contenido actual de las tentaciones de Jesús (que son las tentaciones de muchos cristianos actuales y de parte del mundo.

Quien siga leyendo verá la importancia que concedo a su teología, aunque pienso que en el fondo estaba desenfocada, no sólo en su lectura del marxismo, sino, y sobre todo, en su forma de juzgar a los teólogos y de interpretar la propuesta y camino de la liberación.

1ª tentación: Convierte estas piedras en pan (marxismo)

Tema: «La prueba de la existencia de Dios que el tentador propone en la primera tentación consiste en convertir las piedras del desierto en pan. En principio se trata del hambre de Jesús mismo; así lo ve Lucas: «Dile a esta piedra que se convierta en pan» (Lc 4, 3). Pero Mateo interpreta la tentación de un modo más amplio, tal como se le presentó ya en la vida terrena de Jesús y, después, se le proponía y propone constantemente a lo largo de toda la historia. ¿Qué es más trágico, qué se opone más a la fe en un Dios bueno y a la fe en un redentor de los hombres que el hambre de la humanidad? El primer criterio para identificar al redentor ante el mundo y por el mundo, ¿no debe ser que le dé pan y acabe con el hambre de todos? Cuando el pueblo de Israel vagaba por el desierto, Dios lo alimentó con el pan del cielo, el maná. Se creía poder reconocer en eso una imagen del tiempo mesiánico: ¿no debería y debe el salvador del mundo demostrar su identidad dando de comer a todos? ¿No es el problema de la alimentación del mundo y, más general, los problemas sociales, el primero y más auténtico criterio con el cual debe confrontarse la redención? ¿Puede llamarse redentor alguien que no responde a este criterio? “ (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, 55).

Respuesta falsa. Marxismo (y cierto capitalismo). «El marxismo ha hecho precisamente de este ideal —muy comprensiblemente— el centro de su promesa de salvación: habría hecho que toda hambre fuera saciada y que «el desierto se convirtiera en pan». «Si eres Hijo de Dios…»: ¡qué desafío! ¿No se deberá decir lo mismo a la Iglesia? Si quieres ser la Iglesia de Dios, preocúpate ante todo del pan para el mundo, lo demás viene después» (Ibid. 56).

Más allá del pan (y del marxismo). Benedicto XVI cita unas palabras Alfred Delp, ejecutado por los nacionalsocialistas: «El pan es importante, la libertad es más importante, pero lo más importante de todo es la fidelidad constante y la adoración jamás traicionada». «Cuando a Dios se le da una importancia secundaria, que se puede dejar de lado temporal o permanentemente en nombre de asuntos más importantes, entonces fracasan precisamente estas cosas presuntamente más importantes. No sólo lo demuestra el fracaso de la experiencia marxista» (Ibid 57‒58). Ciertamente, la respuesta de Benedicto XVI es muy buena, pero quizá no ha articulado la relación entre la respuesta de Jesús (no sólo de pan…) y la exigencia de justicia evangélica entre los hombres sigue así el tema abierto.

2ª tentación: Échate del templo (falsos teólogos)

 Tema.Benedicto XVI sabía mucho del tema, pues (como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y después como Papa) dedicó mucho esfuerzo a “evaluar” a los teólogos. Conforme a su visión, sigue habiendo en la iglesia muchos Diablos de Campanario que dicen a Jesús lo que tiene que hacer (como tirarse del pináculo del templo y arreglar la religión). En esa línea, Benedicto XVI ha identificado a ese Segundo Diablo (Diablo de campanario) con los malos teólogos (escrituristas) que manipulan la Palabra de Dios y esclavizan a los fieles.

El diablo “escriturista” (Falso teólogo). Para fundar su interpretación, Benedicto XVI apela (quizá de un modo sesgado) a un pensador ruso llamado V. Soloviev (perdónese la cita algo larga): «Vladimir Soloviev toma este motivo en su Breve relato del Anticristo: el Anticristo recibe el doctorado honoris causa en teología por la Universidad de Tubinga; es un gran experto en la Biblia. Soloviev expresa drásticamente con este relato su escepticismo frente a un cierto tipo de erudición exegética de su época. No se trata de un “no” a la interpretación científica de la Biblia como tal, sino de una advertencia sumamente útil y necesaria ante sus posibles extravíos. La interpretación de la Biblia puede convertirse, de hecho, en un instrumento del Anticristo. No lo dice solamente Soloviev, es lo que afirma implícitamente el relato mismo de la tentación. A partir de resultados aparentes de la exégesis científica se han escrito los peores y más destructivos libros de la figura de Jesús, que desmantelan la fe.

papa-emerito-benedicto-xvi-cardenal-sarah-libro-desde-lo-profundo-de-nuestros-corazones-celibato-defensaHoy en día se somete la Biblia a la norma de la denominada visión moderna del mundo, cuyo dogma fundamental es que Dios no puede actuar en la historia y, que, por tanto, todo lo que hace referencia a Dios debe estar circunscrito al ámbito de lo subjetivo. Entonces la Biblia ya no habla de Dios, del Dios vivo, sino que hablamos sólo nosotros mismos y decidimos lo que Dios puede hacer y lo que nosotros queremos o debemos hacer. Y el Anticristo nos dice entonces, con gran erudición, que una exégesis que lee la Biblia en la perspectiva de la fe en el Dios vivo y, al hacerlo, le escucha, es fundamentalismo; sólo su exégesis,  la exégesis considerada auténticamente científica, en la que Dios mismo no dice nada ni tiene nada que decir, está a la altura de los tiempos.

El debate teológico entre Jesús y el diablo es una disputa válida en todos los tiempos y versa sobre la correcta interpretación bíblica, cuya cuestión hermenéutica fundamental es la pregunta por la imagen de Dios. El debate acerca de la interpretación es, al fin y al cabo, un debate  sobre quién es Dios. Esta discusión sobre la imagen de Dios en que consiste  la disputa sobre la interpretación correcta de la Escritura se decide de un modo concreto en la imagen de Cristo: Él, que se ha quedado sin poder mundano, ¿es realmente el Hijo del Dios vivo?

Así, el interrogante sobre la estructura del curioso diálogo escriturístico entre Cristo y el tentador lleva directamente al centro de la cuestión del contenido. ¿De qué se trata?  Se ha relacionado esta tentación con la máxima del panem et circenses: después del pan hay que ofrecer algo sensacional. Dado que, evidentemente, al hombre no le basta la mera satisfacción del hambre corporal, quien no quiere dejar entrar a Dios en el mundo y en los hombres tiene que ofrecer el placer de emociones excitantes cuya intensidad suplante y acalle la conmoción religiosa. Pero no se habla de esto en este pasaje, puesto que, al parecer, en la tentación no se presupone la existencia de espectadores» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, 60-61).

web3-jericho-mount-of-temptationsUna condena quizá simplista de los teólogos “diabólicos”. Las palabras anteriores constituyen el alegato más fuerte de Benedicto XVI en contra los malos escrituristas (=exegetas, teólogos) que serían el Segundo Diablo (la segunda tentación) a la que alude el relato de Jesús. Esos “malos” teólogos con su interpretación torcida de la Biblia, serían agentes satánicos, una gran tentación para los fieles. Da la impresión de que Benedicto XVI echa la culpa de la crisis mesiánica de Jesús (de la Iglesia actual) a los malos teólogos (que serían como una especie de encarnación del Diablo). Ciertamente, Jesús no se sometió a ellos, sino que supo responderles bien y vencerles, con una famosa cita de la Biblia donde se dice “no tentarás a Dios” (Mt 4, 7), pero la Iglesia moderna ha podido caer en manos de esta segunda tentación del Diablo.

3ª tentación: “tibi dabo”: Todo esto te daré (Teología de la liberación)

Tema, relato bíblico. El Diablo lleva a Jesús a una montaña altísima y le dice “todo esto te lo daré, si es que me adoras…”. El evangelio supone así que para alcanzar cierto poder hay que someterse al Diablo. Mt 4 está hablando de la “tentación mesiánica”, es decir, de Jesús y de su Iglesia. Su problema no son según eso los otros, esto es, lo que pueden hacer los soldados romanos o los celotas judíos, sino lo que ha de hacer él, lo que ha hacer su Iglesia.  En contra de eso, Benedicto XVI pasa de largo ante el tema eclesial, como si Jesús no tratara de él (como Papa) y de su Iglesia, sino de otros; como si Jesús quisiera dar una lección de filosofía política (cosa que hace también) y no de praxis mesiánica (que es lo que verdaderamente hace).

evangelio-de-mateoPara Benedicto XV el tema es Barrabás, una forma de toma revolucionaria del poder. Evidentemente, el Papa no cita a la “teología de la liberación”, pero todo nos lleva a suponer que está pensando en ella. Éste es su tema clave”: “La fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: La fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios.La alternativa que aquí se plantea adquiere una forma provocadora en el relato de la pasión del Señor. En el punto culminante del proceso, Pilato plantea la elección entre Jesús y Barrabás. Uno de los dos será liberado. Pero, ¿quién era Barrabás? Normalmente pensamos sólo en las palabras del Evangelio de Juan: «Barrabás era un bandido» (18, 40). Pero la palabra griega que corresponde a «bandido» podía tener un significado específico en la situación política de entonces en Palestina. Quería decir algo así como «combatiente de la resistencia».

Barrabás había participado en un levantamiento (cf. Mt 15, 7) y —en ese contexto— había sido acusado además de asesinato (cf. Lc 23, 19.25). Cuando Mateo dice que Barrabás era un «preso famoso», demuestra que fue uno de los más destacados combatientes de la resistencia, probablemente el verdadero líder de ese levantamiento (cf. 27, 16). En otras palabras, Barrabás era una figura mesiánica.

La elección entre Jesús y Barrabás no es casual: dos figuras mesiánicas, dos formas de mesianismo frente a frente. Ello resulta más evidente si consideramos que «Bar-Abbas» significa «hijo del padre»: una denominación típicamente mesiánica, el nombre religioso de un destacado líder del movimiento mesiánico. La última gran guerra mesiánica de los judíos en el año 132 fue acaudillada por Bar-Kokebá,  «hijo de la estrella». Es la misma composición nominal; representa la misma intención (Ibid 65‒66).

No a la guerrilla religiosa, no a la toma del poder por los “cristianos de la liberación”. Benedicto XVI identifica a un tipo de teología de la liberación con Barrabás (que a su juicio tendría que haber sido condenado por los romanos)… Dando un paso en esa línea, Benedicto XVI identifica al nuevo Barrabás con el Imperio de la Ilustración sin Dios, con un mundo donde el hombre es ya todo, todo en sí mismo, sin necesidad de Dios. Frente a ese Barrabás (que sería la religión convertida en Imperio universal), Benedicto XVI sitúa a Jesús, que es el testigo del amor y de la gratuidad, aquel que es capaz de morir por los demás. En esa línea termina su interpretación de las tentaciones de Jesús en la actualidad: “El tentador no es tan burdo como para proponernos directamente adorar al diablo. Sólo nos propone decidirnos por lo racional, preferir un mundo planificado y organizado, en el que Dios puede ocupar un lugar, pero como asunto privado, sin interferir en nuestros propósitos esenciales” (Ibid 66‒67).  Leer más…

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“Adán, Eva y Jesús frente a la tentación”. Domingo 1º de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 1 de marzo de 2020
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Tentación de Adán y Eva (Miguel Ángel)

Miguel Ángel. Tentación y expulsión del paraíso

Al comenzar la Cuaresma, tiempo de conversión y preparación para celebrar la Pascua, la Iglesia nos recuerda dos actitudes muy distintas frente a la tentación: la de Adán y Eva, en la que podemos vernos reflejados todos nosotros, y la de Jesús. En el primer caso triunfa la debilidad, la caída inmediata; en el segundo, la fuerza, la capacidad de resistir en la prueba. Pero esta contraposición no pretende desanimarnos ni denunciar lo débiles y malos que somos. Al contrario, como afirma Pablo en la segunda lectura, «si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos».

La debilidad de Eva y Adán (1ª lectura: Génesis 2,7-9; 3,1-7)

El relato describe el proceso que lleva al pecado. No lo hace con un lenguaje intelectual, sino mediante un dialogo vivo. Para ello introduce a la serpiente, que ya en el poema mesopotámico de Gilgamesh, desempeñaba un papel capital como enemiga del hombre, al que roba la planta de la vida y la inmortalidad. Pero el autor de nuestro relato enfoque el tema de manera distinta, más profunda. La serpiente no roba la planta de la vida, sino que destruye al ser humano por dentro.

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:

«¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?».

La mujer respondió a la serpiente:

—«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte”».

La serpiente replicó a la mujer:

«No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal».

La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó el fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.

Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

La tentación comienza con una mentira, exagerando y falseando la prohibición de Dios (comparar sus palabras con 2,16‑17). Presenta al Señor como alguien inhumano y cruel, que impone al hombre algo terrible. Sus palabras son tan burdas que al principio es fácil rechazarlas. Pero la tentación insiste. Niega la existencia de peligro. Y entonces surge la atracción por lo prohibido y la apetencia. Hasta entonces, parece como si Eva y Adán no se hubiesen fijado en el árbol. El simple miedo a morir los retrae de su contemplación. Ahora, «la mujer vio que el árbol tentaba el apetito, era una delicia para los ojos y apetecible para adquirir conocimiento» (3,6). A partir de ese momento, está perdida, y también su marido.

Al punto, el pecado produce sus frutos. La serpiente había prometido que se les abrirían los ojos (3,5). Efectivamente, se les abren y adquieren un conocimiento nuevo (3,7). Pero lo que aprenden es que están desnudos, y esto provoca vergüenza mutua y vergüenza y miedo ante Dios. También surge el sentimiento de culpa, y el ansia de descargar en otro la propia responsabilidad. En su deseo de justificarse, el hombre culpa a la mujer, rompiendo con ello la solidaridad entre la pareja. La mujer, sin otra alternativa, culpa a la serpiente. [Esta última parte no se lee en la liturgia.]

La serpiente ha sido identificada: 1) con Satanás; 2) con una figura simbólica: el apetito humano, la curiosidad intelectual; 3) con una figura mitológica. Es fundamental la idea de que ha sido creada por Yahvé. Sugiere el carácter misterioso del mal.

  1. La fortaleza de Jesús (evangelio: Mateo 4,1-11)

Tentacion jesusEl contraste más fuerte con Eva y Adán lo representa Jesús en el momento de las tentaciones. El relato más antiguo, el de Marcos, es muy breve y misterioso. Mateo y Lucas lo completaron con las tres famosas tentaciones que todos conocemos, y que empalman con el episodio del bautismo, en el que la voz del cielo proclama: «Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco». ¿Cómo entiende Jesús su filiación divina? ¿Cómo un salvoconducto para pasarlo bien y triunfar? Todo lo contrario. Inmediatamente después marcha al desierto, y allí va a quedar claro cómo entiende su filiación.

            Primera tentación: solucionar las necesidades primarias

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

El tentador se le acercó y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.

Pero él le contestó, diciendo:

—Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en benefi­cio propio. Es la tentación de las necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: «(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3).

En la experiencia del pueblo se han dado situacio­nes contrarias de necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un papel la palabra de Dios como alimento vivifica­dor. En realidad, el pueblo no aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado. Mientras no estu­viesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de sentido la palabra de Dios.

En el caso de Jesús, el tentador se deja de sutilezas y va a lo concreto: «Si eres Hijo de Dios, di que las piedras éstas se conviertan en panes». Jesús no necesita quejar­se de pasar hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que diga Dios por su boca».

La enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es la visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios.

            Segunda tentación: pedir pruebas a Dios

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:

—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.

Jesús le dijo:

—También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”.

Tentación pináculo del temploPináculo del templo de Jerusalén

La segunda tentación (tirarse desde el alero del templo) también se presta a interpretaciones muy distintas. Podríamos considerar­la la tentación del sensacionalismo, de recurrir a procedi­mientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostóli­ca. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante. El tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre. Lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios. Por eso parece más exacto decir que la tentación consiste en pedir a Dios pruebas que corroboren la misión encomendada. Nosotros no estamos acostumbrados a esto, pero es algo típico del Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1-7), Gedeón (Jue 6,36-40), Saúl (1 Sam 10,2-5) y Acaz (Is 7,10-14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre espontá­neos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tran­quilice y anime a cumplir la tarea.

Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11-12 («a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra»), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio: «No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). La frase del Dt es más explícita: «No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá (Tentación)». Contiene una referencia al episodio de Números 17,1-7. Aparentemente, el problema que allí se debate es el de la sed; pero al final queda claro que la auténtica tentación consiste en dudar de la presencia y la protección de Dios: «¿Está o no está con nosotros el Señor?» (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús no es así. Su postura supera con mucho incluso a la de Moisés.

            Tercera tentación: el deseo de triunfar

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:

—Todo esto te daré, si te postras y me adoras.

Entonces le dijo Jesús:

—Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

Tentación de los reinosLa tercera tentación, a tumba abierta por parte del tentador, consiste en la búsqueda del poder y la gloria, aunque suponga un acto de idolatría. No es la tentación provocada por la necesidad urgente o el miedo, sino por el deseo de triunfar. Jesús rechaza la condición que le impone Satanás citando Dt 6,13. Como prueba de la victoria, Satán se aleja y los ángeles se acercan a servirlo.

* * *

Para Mt, Jesús en el desierto es lo contrario de Israel en el desierto. En aquella época, el pueblo sucumbió fácilmente a las pruebas inevitables de la marcha: hambre, sed, ataques enemigos. Dudaba de la ayuda de Dios, se quejaba de las dificultades. Jesús, nuevo Israel, sometido a tentaciones más fuertes, las supera. Y las supera, no remontándo­se a teorías nuevas ni experiencias personales, sino a las afirmaciones básica de la fe de Israel, tal como fueron propues­tas por Moisés en el Deuteronomio. Los judíos contemporáneos de Mateo y de su comunidad no tienen derecho a acusar a su fundador de no atenerse al espíritu más auténtico. Jesús es el verdadero hijo de Dios, el único que se mantiene fiel a Él en todo momento.

            El problema de la historicidad

El relato de Mt nos obliga a preguntarnos si se trata de hechos históricos o ficticios. Porque el diálogo con el tentador, el viaje a la ciudad santa y el otro a una montaña altísima no parecen tener nada de histórico.

Es interesante recordar que el cuarto evangelio no contiene un episodio de las tentaciones, pero habla de ellas a lo largo de la vida de Jesús. La más fuerte es la del poder, en el momento en que los galileos quieren nombrar a Jesús rey. Y tentaciones muy parecidas en su contenido, no en la forma, se repiten al final de la vida de Jesús, en la cruz: «Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz» (Mt 27,40). Estas tentaciones reflejan otro dato de gran interés: los tentadores son los hombres, no Satanás.

Reflexión final

La tentación es un hecho real en la vida de Jesús, a la que se vio sometida por ser verdadero hombre.

Mt ha recogido este tema para dejarnos claro desde el princi­pio cómo entiende Jesús su filiación divina: no como un privile­gio, sino como un servicio.

En el fondo, las tres tentaciones se reducen a una sola: colocarse por delante de Dios, poner las propias necesidades, temores y gustos por encima del servicio incondicional al Señor, desconfiando de su ayuda o queriendo suplantarlo.

Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades, miedos y apetencias, y nuestro grado de interés por Dios.

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Primer Domingo de Cuaresma. 01 Marzo, 2020

Domingo, 1 de marzo de 2020
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“Entonces le dijo Jesús:

-Vete, Satanás, porque está escrito:

Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto.

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían”.

Mt 4, 1-11

Empieza este tiempo de preparación para la gran fiesta de la Pascua. No conviene olvidar que la Cuaresma debe conducirnos hasta la Pascua. A veces le damos tanta importancia a los preparativos que cuando llegamos a la fiesta estamos agotadas; ¡grave error! Vivamos en profundidad la Cuaresma pero orientando todas nuestras energías hacia la Pascua, no vaya a ser que nos perdamos la Resurrección…

A lo largo de estos cinco domingos vamos a recorrer escenarios muy diferentes: las tentaciones de Jesús, la transfiguración, el encuentro con la Samaritana, la curación del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. Conociendo el itinerario conviene dosificar las fuerzas.

Este primer domingo de Cuaresma nos sitúa en mitad del desierto y en compañía de nuestras contradicciones.

Podríamos identificar el desierto con ese lugar íntimo y personal: nuestro propio ser. Ese “adentro” que nos constituye, donde nos descubrimos como nosotras mismas y donde no puede entrar nadie (es nuestro desierto personal).

Pero en ese desierto interior sabemos de sobra que tienen lugar nuestras grandes batallas. Ahí se dan cita lo mejor de nosotras mismas (el mismo Espíritu de Dios que nos habita) y nuestras sombras más oscuras (Satanás en persona).

Y en esa soledad nos toca elegir. Lo que se pone en juego es, nada más y nada menos que, nuestra libertad. El poder que Dios ha puesto en nuestras manos y con el que podemos llegar a la plenitud o destruirnos como personas.

Hay oscuridad en nuestro interior (también en nuestro mundo) pero no tiene la última palabra, el poder para actuar se lo damos nosotras.

Satanás no puede hacer nada sin nuestro consentimiento. Jesús lo sabe y termina su lucha con un: “-Vete, Satanás.” Y Satanás se va, porque no puede hacer nada más que convencernos. No tiene la fuerza por eso viene a buscarnos. Sin nosotras se desvanece.

Oración

Ven, Trinidad Santa, a recordarnos que podemos dominar el pecado (Gn 4, 4-7). Amén.

Circuito Cuaresma, destino La Pascua

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Cuidar la biología no es malo. La trampa está en quedarse solo en eso.

Domingo, 1 de marzo de 2020
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img_men_2011_2014-3-09_6Mt 4, 1-11

Debe cambiar radicalmente nuestra manera de afrontar el tiempo de cuaresma. Se nos ha insistido hasta la saciedad que la cuaresma era un tiempo de examen de conciencia para descubrir nuestros fallos, para concienciarnos de que habíamos ofendido a Dios, para sentirnos pecadores. Una vez que descubrimos que estábamos enfangados en la mierda, pedir a Dios que nos sacara de ella y si Dios era reacio a perdonarnos, ahí estaba la muerte de Jesús que nos daba derecho a ese perdón. Pasada la alegría de sentirnos perdonados, llegaba la angustia de volver a fallar.

La cuaresma es un tiempo privilegiado para analizar la trayectoria de nuestra vida y descubrir que, con demasiada frecuencia, nos equivocamos, dando pasos que nos alejan de la plenitud de humanidad que es nuestra meta. No tiene mucho sentido que nos paremos a analizar la piedra en la que hemos tropezado. Tampoco tiene sentido hacer penitencia pensando que es el requisito indispensable para que Dios nos perdone. Se trata de tomar conciencia de que alcanzar la meta supone esfuerzo y decisión para no caer en la trampa del hedonismo.

De lo dicho se desprende, que más importante que mirar hacia atrás mortificándonos por los pasos mal dados, es descubrir donde está la meta y comenzar a andar en esa dirección. Lo importante es tomar conciencia clara de donde está la meta. Pero resulta que no puedo saber donde está porque nunca estuve allí. Aquí puede venir en nuestro auxilio la experiencia de otros seres humanos que sí se aproximaron a ella. Para nosotros los cristianos, el hombre que más cerca estuvo de ella es Jesús, por eso debemos fijarnos en él y tomarlo como guía en nuestra vida.

Las tentaciones de Jesús, y las nuestras, nos advierten de la necesidad de esfuerzo para no ser engañados por el placer inmediato que puede proporcionarnos poner nuestra mente al servicio de los sentidos, las pasiones y los apetitos. Los animales disponen de un piloto automático que les conduce en todo momento a su propia meta. Al ser humano se le han entregado los mandos de la nave y no tiene más remedio que dirigirla él. No podemos conducir un vehículo manteniendo fijo el volante. Tampoco nadie puede conducirlo por nosotros, ni siquiera Dios.

La primera tentación pretende convertir a Jesús en oprimido y le ofrece liberarse a cambio de pan. La segunda le ofrece honor y gloria a cambio de servidumbre. Tanto oprimir a otro como dejarse oprimir son ofertas satánicas. La tercera es una oferta de poder desmedido sobre todo y sobre todos los hombres. La opresión es el único pecado, porque es lo único que nos impide ser humanos. Vamos a analizar las tentaciones de Jesús en lo que tienen de común con las trampas que el placer, con apariencia de bien, tiende a todos los hombres.

A nadie se le ocurrirá hoy tomar el relato del Génesis como un hecho histórico. El pecado de Adán es un mito ancestral que encontramos en muchas culturas. Esto no quiere decir que sea simplemente mentira. El mito, en sentido estricto, es un intento de explicar conflictos vitales del ser humano que no se puede entender de una manera racional. El relato de Adán y Eva intenta explicar el problema del mal, y lo hace partiendo de las categorías de aquel tiempo.

Tampoco el relato de las tentaciones es una crónica de sucesos. Jesús se retiró muchísimas veces al “desierto”. Se trata de resumir todas las pruebas que tuvo que superar a lo largo de su vida. En Jesús la tentación tiene una connotación especial, porque se plantea conforme a su situación personal. La talla de su humanidad tiene que darla en relación con la tarea que se le ha encomendado: cómo desarrollar su auténtico mesianismo.

Los posibles tropiezos, al recorrer su camino mesiánico, se relatan condensados en un episodio al comienzo de su vida pública, pero resumen la lucha que tuvo que mantener durante toda su vida. A Jesús no le tentó ningún demonio. La tentación es algo inherente a todo ser humano. Por eso es el mejor argumento a favor de su humanidad. Quien no se haya enterado de que la vida es lucha, tiene asegurado el más estrepitoso fracaso. A todos se nos dan unas posibilidades infinitas de plenitud, pero alcanzarlas supone poner toda la carne en el asador para conseguirlas.

A ver si soy capaz de haceros ver que no se trata de una elección entre el bien y el mal. El ser humano no es el lugar de lucha de dos fuerzas contrarias: el Espíritu y el diablo, el Bien y el Mal. Esa alternativa no es real porque el mal no puede mover la voluntad. Se trata de discernir lo bueno y lo malo, siendo capaces de ir más allá de las apariencias. La lucha se plantea entre el bien auténtico y el aparente. El plantear una lucha contra el mal no tiene ni pies ni cabeza. Una vez que descubro que algo es malo para mí, no tengo que hacer ningún esfuerzo para vencerlo.

Las tres tentaciones de Jesús no son zancadillas puntuales que el diablo le pone. Se trata de contrarrestar una inercia que, como todo ser humano, tiene que superar. Ni el placer sensible, ni la vanagloria, ni el poder, pueden ser el objetivo último de un ser humano. El poder y las seguridades, como fundamento de una relación con Dios, quedan excluidos. El poder podía haber dado eficacia a su mesianismo, pero no llevaría la libertad al hombre. La salvación tiene que llegar al hombre desde dentro de sí mismo, por lo que tiene de específicamente humano.

No necesitamos ningún enemigo que nos tiente. Somos lo bastante complicados para meternos solitos en esos berenjenales. La tentación es inherente al ser humano, porque en cuanto surge la inteligencia y tiene capacidad de conocer dos metas a la vez, no tiene más remedio que elegir. Como el conocimiento es limitado, la posibilidad de equivocarse está siempre ahí. Y suele suceder que adhiriéndose a lo que creía bueno, se encuentra con lo que es malo para él. Si esto no lo tenemos claro, pondremos el fallo en la voluntad que elige el mal, lo cual es imposible.

Si el problema no está en la voluntad, no se podrá resolver con voluntarismo. Aquí está una de las causas de nuestro fracaso en la lucha contra el pecado. Nos han insistido en la fuerza de voluntad para superar la tentación pero todos sabemos que esa estrategia es ineficaz. Si el problema es de entendimiento, solo se podrá resolver por el conocimiento. Mi tarea será descubrir lo que es auténticamente bueno o malo para mí. Ese “para mí”, se refiere a mi verdadero ser, no al yo egoísta e individualista. Ni siquiera podemos esperar de Dios que me saque del dilema.

Un peligro añadido es que en nuestra sociedad tendemos a considerar como bueno lo que la mayoría acepta como tal. El esfuerzo por alcanzar una verdadera humanidad es todavía una actitud de minorías. A través de la historia humana, han sido muy pocos los que han manifestado con su vida una plenitud humana. La mejor prueba es que los consideramos seres extraordinarios. La mayoría de los mortales nos contentamos con vivir cómodamente sin valorar el esfuerzo por llegar a ser algo más. Aquí el valor de la democracia queda muy relativizado.

El “está escrito, repetido por tres veces, tiene un profundo significado. Adán y Eva pretendieron ser ellos los dueños del bien y del mal, es decir, que sea bueno lo que yo determine como tal y que sea malo lo que yo quiero que lo sea. Es la constante tentación de todo ser humano. Cuando Jesús repite por tres veces: “está escrito”, reconoce que no depende de él lo que está bien o lo que está mal, está determinado, no por una voluntad externa de Dios, sino por la misma naturaleza del ser. Sin descubrir esa naturaleza nunca podremos acertar.

Meditación

La verdadera conquista de lo humano se consigue en el interior.
Solo lejos del bullicio, del ruido y de la vorágine de los sentidos
te puedes encontrar contigo mismo y dilucidar tu futuro.
No te dejes engañar por los cantos de sirena.
Son cada vez más y con más poder de seducción.
Pero la fuerza del Espíritu, siempre será mayor.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

 

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Servir a Jesús

Domingo, 1 de marzo de 2020
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“El obispo, como todo cristiano, “servidor de todos” (San Agustín, obispo de Hipona)

1 de marzo. DOMINGO I DE CUARESMA

Mt 4, 1-11

Al punto lo dejó el diablo y unos ángeles vinieron a servirle

El relato de las tres tentaciones en el desierto que trae a nuestra consideración este primer domingo de cuaresma, relatando cómo el diablo intenta provocar la rebelión de Jesús contra los designios del Padre, nos trae a la memoria las triples relaciones opresoras -que también han tentado a la humanidad a lo largo de la historia- en el triple orden de lo económico (pan), lo político (reinos de la tierra), y lo religioso (milagro), como señala Schökel en La Biblia de nuestro tiempo.

Pero lo que no explica el evangelio es qué fue lo que los ángeles le sirvieron, y si por respeto a estos seres celestiales aceptó sus servicios quien en cierta ocasión dijo que él “no había venido a ser servido, sino a servir” (Mt, 20, 28).

“El obispo, como todo cristiano, “servidor de todos”, lo dijo una destacada autoridad de la Iglesia: San Agustín, obispo de Hipona, que conocía muy bien el Evangelio.

Y servir a los otros es redimir cautivos, como hacían y siguen haciendo los Mercedarios, fieles al lema de su Orden: “De cautivos a redimidos”, y en cuyas Constituciones, hoy vigentes todavía, que donde haya una necesidad social, allí estarán ellos presentes para liberar a los demás de sumisiones, pues como dice Sancho Panza en El Quijote“el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

Cuando escuché todo lo aquí mencionado, me quedé estupefacto, apoyé mis manos sobre la faz de ello, y me tembló todo el cuerpo poblándomelo de energía, por cuya causa dejé volar mis pensamientos, que habían despegado de la pista de mi mente, y recogido el tren de aterrizaje se fueron de nuevo a un aeropuerto evangélico con el nombre de María Magdalena en el frontispicio.

Lo había construido una arquitecta argentina que había estudiado Bellas Artes, y por eso era tan “lindo”, como ella misma hubiera dicho.

Entré en aquel museo que Marisa Ventura, la arquitecta argentina que había estudiado Bellas Artes, y pasé la mañana disfrutando de su ciencia: “Un viaje de descubrimiento espiritual al corazón de María Magdalena”.

He aquí dos joyas, Marisa y María Magdalena, sonora una otra en silencio, a las que yo trataré de poner música emocionado, porque cuando nos conocimos en Parquelagos aquella tarde, tu cabello enjugó mi rostro, como un día enjugaron los pies del Nazareno, dejando sus pies y mi rostro florecidos.

“Ella fue la mujer y complemento divino de Jesús, la custodia de su mensaje original, de su descendencia y linaje, Mujer de inmensa fe, sabiduría y coraje”, cuya imagen sonora aparece en el Autorretrato con laúd: imagen de sonido, de Jan Havicksz Steen.

“Habitualmente se la describe como la líder del grupo de mujeres seguidoras de Jesús, como una mujer fuerte e independiente, leal seguidora de Cristo”.

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La primera en verle resucitado, Magdalena, y te dijo: Nolli me tángerecon su brazo levantado señalando el cielo, aunque seguro estoy, hubiera sido su deseo haberte dado con él un tierno abrazo: “Quiero morir en tus brazos, Magdalena, como Alfredo murió en los de Violetta”.

LLÉVAME DE LA MANO

Llévame de la mano a tus banquetes carnales

y convídame a la fiesta de tu cuerpo,

hecho de trágicos amores.

Te enseñaré las flores, Violetta,

y pediré a los pájaros que te canten canciones matinales,

y que las cítaras se bajen de los árboles,

donde los judíos deportados por Nabucodonosor a Babilonia las habían colgado,

y entonen de nuevo el coro, añorando su regreso a Judea:

Va, pensiero sull’ali dorate
va, ti posa sui clivi, sui colli,
ove olezzano trepide e molli
l’aure dolci del suolo natal!

Y tú dirás a Alfredo:

di questo cuore non puoi comprenderé tutto l’amore,

porque tan grande es el amor que le tienes, que no te cabe en el pecho.

Hasta que un día el doctor Grenvil le pronostica

que no vivirá mucho tiempo, y

Alfredo muere en los brazos de Violetta.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Jesús de Nazaret vocero del Reino y digno de confianza.

Domingo, 1 de marzo de 2020
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b22a3fce51f505a5a401188868d40d8272a45212ee87d5e9b9286b3f7d4fbe95Mt 4, 1-11

El evangelio de Mateo después de informar sobre el bautismo de Jesús en el Jordán introduce el relato de las tentaciones. Un relato que no busca recordar una experiencia ocurrida en un momento y lugar determinado de la vida del Maestro, sino que quiere ofrecer respuestas a algunas preguntas clave que tiene la comunidad receptora del evangelio.

Mateo pertenece a una comunidad cristiana procedente del judaísmo(judeocristianos), pero que han sido expulsados de la sinagoga por defender, ante sus hermanos judíos, que en Jesús se habían cumplido las promesas que Dios había dado a Israel y era el Mesías.  Esta situación les produce dolor y desarraigo y necesitan ahondar y afianzar su fe, por eso para Mateo es tan importante recordarles con frecuencia que Jesús desde su nacimiento está cumpliendo las Escrituras y que en su vida las cosas no ocurren por casualidad, sino que en todo está guiado por el Espíritu de Dios.

Mateo señala con fuerza que Jesús es el hijo de Dios, el mesías y, a pesar de la cruz, el Dios de Israel lo resucitó y confirmó toda su vida, sus palabras y sus obras. La comunidad ha de construir su nueva identidad en Cristo fuera de la sinagoga, pero sabe que el Dios que acompañó a Israel por el desierto hacia la tierra prometida os acompaña ahora también a ellos en su camino de seguimiento de Jesús el Cristo.

El relato de las tentaciones pone de manifiesto de qué manera Jesús es Mesías e Hijo de Dios. Este episodio presenta a Jesús afrontando la experiencia de ser tentado pero la intención primera de la narración no es exhortar a la excelencia moral, ni alertar sobre el carácter engañoso de muchos reclamos sociales que enfrentan y empequeñecen a las personas porque las hacen egoístas soberbias e incluso tiranas.

El relato muestra que Jesús es digno de confianza como lo había afirmado Dios, su padre/madre, en el bautismo. Jesús, al afrontar la misión recibida de proclamar que el Reino de Dios está llegando, no va a utilizar a Dios en su propio beneficio (4,3-4), ni va a vincular su mensaje a la espectacularidad o el éxito (4,5-7), ni va a reunir adeptos por su poder (4,8-10).

La escena se centra en Jesús afrontando el espejismo de las seguridades religiosas.  Las tentaciones lo llevan desde el desierto al Templo.  Dos espacios que, en la fe de Israel, evocan encuentros significativos con Dios.

El desierto es memoria del Dios liberador que acompaña y alimenta a su pueblo, pero también lugar de tentación, de cansancio y búsqueda de seguridades. El templo, lugar sagrado por excelencia para Israel se convirtió muchas veces en terreno donde crecía el orgullo y se levantaban muros de desigualdad y elitismo.  Jesús citando la Escritura rechaza entrar en ellos asumiendo sus tentaciones y los resignifica para convertirlos en espacios de la acción salvífica de Dios.

 Jesús afrontando la tentación deja fuera de su camino la manipulación de lo sagrado, la tranquilidad de las seguridades, el miedo a perder. Afrontando la tentación se hace digno de confianza, inaugurando un modo nuevo de escuchar a Dios, de creer en él. Afrontando la tentación se hace palabra encarnada del Dios del Reino, hogar de quienes tienen hambre y sed, de quienes no tienen poder ni político ni religioso.

Para Mateo y su comunidad contemplar a Jesús en este relato fortalece su fe en él, sostiene su esperanza, los invita a transitar una nueva sacralidad fuera ya de la sinagoga. Las palabras del Deuteronomio pronunciadas por Jesús suenan ahora de forma nueva:

No son los milagros los que hacen mesías a Jesús sino la liberación y sanación que sus signos ofrecen en nombre de Dios (Mt 4,4; Dt 8,3)

No es la construcción de un Reino poderoso lo que orienta la vida de Jesús, sino el hacer visible el amor gratuito de Dios que reconstruye lo que estaba perdido (Mt 4, 7; Dt 6,16)

No todo vale cuando se habla de Dios, no toda forma de creer es digna de Dios, solo la Palabra de la cruz (1 Cor 1, 17-31) balbucea la fe en el Abba de Jesús, locura y necedad para quienes esperan milagros o sabiduría donde solo puede haber amor y perdón (Mt 4,10; Dt 6, 13).

Carme Soto Varela, ssj

Fuente Fe Adulta

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Tentación e ignorancia

Domingo, 1 de marzo de 2020
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Prisa-300x300Domingo I del Cuaresma 

1 marzo 2020

Mt 4, 1-11

En principio, parece claro que nos tienta todo aquello que promete seguridad y autoafirmación del yo. Mientras nos percibamos como seres separados –identificados con el “yo”– no podremos sino buscar cualquier cosa que fortalezca esa supuesta identidad, porque algo nos dice que en ello nos va la vida. Y dado que ese yo se descubre esencialmente frágil y vulnerable, se comprende que persiga a toda costa todo aquello que le ofrezca seguridad.

   El relato evangélico señala con agudeza las tres tentaciones que acechan al ser humano y que pueden resumirse en tener, poder y aparentar. Tres palabras que apuntan hacia aquello que, supuestamente, le permite mantenerse seguro y en pie.

      En cuanto vacío, el yo necesita ansiosamente bienes a los que llamar “míos” para sostener la ilusión de que él es “alguien”.

     Frente al miedo que acompaña inexorablemente a todo yo separado, necesita el poder, no solo para sostener la ilusión de que es inmune al peligro, sino como medio de autoafirmarse por encima de los demás. Es sabido que el yo se afirma gracias al contraste, la comparación y la prepotencia.

    Y ante el pánico que le supone ser un “don nadie” o desaparecer, el cultivo de la imagen parece otorgar al yo una aureola de grandeza a toda prueba.

     Así planteado, parece evidente que las tentaciones se anclan en una doble fuente: en la necesidad psicológica de seguridad y en la ignorancia espiritual acerca de nuestra verdadera identidad.

    Por tanto, si queremos comprender de dónde vienen nuestras tentaciones –trampas– y, a la vez, deseamos hallar el camino de superación de las mismas, tal vez sería bueno plantearnos una doble cuestión: ¿cómo me percibo a mí mismo? y ¿dónde pongo mi seguridad?

  Resulta obvio que ambas preguntas se hallan íntimamente relacionadas ya que, según me perciba a mí mismo, pondré la seguridad en una cosa u otra. O mejor todavía, depositaré la seguridad en algún objeto –del tipo que sea– o comprenderé que la seguridad no es algo añadido a lo que realmente soy.

     En síntesis, cuando comprendemos qué somos de una manera experiencial o vivencial, la inquietud por la seguridad desaparece. Y podremos vivir las tentaciones como oportunidad para afianzarnos en la comprensión de que somos aquello que no necesita seguridades ajenas porque se halla siempre a salvo. Tal comprensión es la fuente de la libertad.

    Y eso es lo que se pone de manifiesto en las respuestas del sabio Jesús. A cada tentación, él se remite –eso parece significar que cite palabras de la Escritura judía– a su verdadera identidad, a Aquello donde es uno con Dios.

¿Dónde pongo mi seguridad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No nos dejes caer en la tentación.

Domingo, 1 de marzo de 2020
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E6A321A9-BBEB-4711-BEDB-0F1D542FFB3FDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. De nuevo al desierto.

Los hebreos se pasaron cuarenta años caminando por el desierto, es decir: toda la vida. Y es que, salir de Egipto (y de todos nuestros “egiptos y esclavitudes particulares”) y llegar a la tierra de promisión y a la libertad, eso cuesta toda la vida, “toda una vida”.

Así es que, ligeros de equipaje, comencemos esta santa cuaresma, pero mirando hacia la libertad y a la tierra de promisión, que a Egipto no quiero volver ni loco.

  1. Peligros y tentaciones.

            El primer domingo de cuaresma nos ofrece e invita siempre a pensar un poco en esto que se ha dado en llamar: las tentaciones. ¡Cuántas veces hemos rezado: No nos dejes caer en la tentación!

            ¿Y qué es la tentación o qué son las tentaciones?

            Yo no creo, -en sentido de fe-, no creo en la visión de una tentación como si Dios fuese un señor caprichoso al que le gustan las manzanas reinetas, por lo que se las reserva para él, prohibiendo que nadie toque su árbol, y cuando una mujer y su marido se comen amigablemente una de tales manzanas, Dios pilla un rebote y un enfado del que todavía no se ha repuesto, condenando a toda la humanidad, incluido su Hijo, a galeras. Si no fuese trágica la cosa, sería cómica.

            La tentación no es que Dios dice A, nosotros hacemos B, va y se enfada y, por lo tanto estamos condenados. Eso es de una simpleza infinita.

            Estamos ante un mito que piensa y expresa algunas cosas sobre la ética, la libertad, la tentación, el mal. Decía ya K. Marx que la primera reflexión sobre las grandes cuestiones de la vida es la bíblica, la religiosa.

  1. La tentación antídoto del sufrimiento humano

                        Quizás toda tentación -grande o pequeña- consiste en querer salir de un sufrimiento más o menos grande y hallar alivio o salida en alguna realidad.

Hay casos límite como puede ser el suicidio, las adicciones a la droga, al erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. En el fondo se busca calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor. La tentación (caer en la tentación) es intentar aliviar esos sufrimientos profundos con una “huida definitiva” o con un erotismo compulsivo, con un robo, que creo me conferirá un poco de seguridad, con un juego (ludopatía) que me va a reportar un sueño paradisíaco de dinero (ludopatía), etc.

            Por lo general, son “tentaciones de la vida cotidiana”, pero que responden al mismo esquema: huir del sufrimiento que la vida inevitablemente conlleva. La tentación reporta un cierto bienestar, al menos momentáneo.

  1. Cuando caemos en tentación, disfrazamos el dolor.

            Me parece a mí que lo que nos ofrecen las tentaciones edulcoran, disfrazan el dolor; son como el “orfidal o el valium” que calman, pero no curan. Y es que todo placer requiere eternidad (Nietzsche); nunca el placer es suficiente. El dolor existencial vuelve y vuelve en un ritornello sin fin.

  1. La libertad.

Las tentaciones tienen como sustrato la libertad humana.  El ser humano es libre y puede elegir, escoger. En el fondo de toda tentación, de toda elección hay un uso correcto -o menos- de la libertad

Ahora bien, ¿qué podemos entender por libertad?

Se puede considerar que la libertad tiene como tres niveles de profundidad:

  • La libertad es la capacidad de elección. Podemos escoger entre varios objetos: legítimos o no. Es la capacidad de elección, primer nivel elemental de la libertad y de una libertad más bien superficial: la capacidad de escoger.
  • Una segunda cota de la libertad son las libertades cívicas, los derechos humanos: libertad de expresión, libertades políticas, sindicales, libertad religiosa, etc. Es un nivel necesario y todo grupo humano tiene derecho a vivir en esas libertades. pero no significa que las libertades cívicas garanticen personas libres.

En tiempos de la dictadura no teníamos libertades cívicas, pero había personas libres. En estos tiempos democráticos, creo yo que tenemos libertades cívicas, pero hay infinidad de personas esclavas del consumismo, de las adicciones, de las ideologías, etc.

  • La libertad como capacidad de ser. Cuando escogemos una posibilidad en la vida, no escogemos meramente una posibilidad “externa”, sino que “me escojo a mí mismo en esa posibilidad”. Cuando un joven escoge la carrera de Magisterio o Derecho, en el fondo se está escogiendo a sí mismo como maestro o como abogado. Cuando una persona decide casarse o entrar en la vida célibe religiosa-contemplativa, se está escogiendo a sí mismo como persona capaz de formar una familia o de realizar su vida en el claustro, en el sacerdocio.

De manera que la libertad es la capacidad de ser, de construirnos como personas; capacidad que Dios nos ha dado y que ya desde el Génesis entra en crisis, porque no es una cuestión sencilla.

  1. No culpabilizar, ni amenazar.

            Es cierto que cuando “caemos en tentación”, “nos hacemos daño”, podemos hacer daño a los demás”, “destrozamos, más o menos, la creación” y “Dios está triste”.[1]

            Dios no castiga, no es inmisericorde. Por ello, no culpabilicemos, no amenacemos con castigos que no vienen de Dios, ni hurguemos en viejas heridas, no carguemos moralmente con fardos pesados a los demás. No culpabilicemos ni condenemos a los demás.

            Sobre todo quienes tenemos alguna responsabilidad como padres, educadores, presbíteros, no encaucemos a nuestras gentes al “colapso moral”. Abramos horizontes, caminos, puertas, Éxodos, liberación, paz, vida, resurrección[2]…

            Dios no se enfada con estas situaciones nuestras, no nos deja en la estacada, mucho menos nos manda al infierno. En una de las oraciones introductorias al rezo del Rosario se dice:

también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.

            Humano, desde luego, no. Pero ¿esto es cristiano? Más bien es mentira, simplemente mentira.

            En el cristianismo la salida a la caída en la tentación está en el perdón de Dios. El salmo 129 dice que el Dios de Jesús no es un Dios eternamente enojado, que cantábamos, sino que nuestro Dios se hace sentir por su bondad y misericordia:

de Ti procede el perdón, y así infundes respeto. (salmo 129)

Dios se hace respetar por el perdón a nuestras caídas en las tentaciones, no por el látigo. La salida a la tentación y a nuestras caídas está en descansar en el Señor, su respeto no está en la disciplina, en el castigo, sino en el perdón y la acogida (la casa del Padre y el hijo pródigo).

No nos dejes caer en la tentación, pero si caemos en tentación, que caeremos, después viene: líbranos del mal.

Somos barro, somos ceniza, somos dolor, tentación, somos caídas:

Si creció el pecado, más abundante fue la gracia (San Pablo)

[1] Dios, el padre del hijo pródigo, jamás se enfada: está triste, sufre, nos espera y siempre nos acoge

[2] Jesús no fue un predicador del infierno, sino de la vida.

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“No desviarnos de Jesús”. 1 Cuaresma – C (Lucas 4, 1-13)

Domingo, 10 de marzo de 2019
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01-CUAR-C-600x415Las primeras generaciones cristianas se interesaron mucho por las pruebas que tuvo que superar Jesús para mantenerse fiel a Dios y para vivir siempre colaborando en su proyecto de una vida más humana y digna para todos.

El relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio aislado, que acontece en un momento y en un lugar determinado. Lucas nos advierte que, al terminar estas tentaciones «el demonio se marchó hasta otra ocasión». Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus seguidores.

Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que superar a lo largo de los siglos si no quieren desviarse de él.

En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a utilizar a Dios para saciar su propia hambre: «no solo de pan vive el hombre». Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una muchedumbre hambrienta.

También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con derecho a tenerlo todo, y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de quienes carecen de casi todo.

En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del mundo. Jesús no buscará nunca ser servido sino servir.

También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación de mantener, como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados. Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.

En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar. Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Se dedicará a hacer signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la gente.

Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta y difunde su Amor.

José Antonio Pagola

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El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado”. Domingo 1º de Cuaresma

Domingo, 10 de marzo de 2019
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17-cuaresmaC1 cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 26, 4-10: Profesión de fe del pueblo escogido.
Salmo responsorial: 90. Está conmigo, Señor, en la tribulación.
Romanos 10, 8-13:Profesión de fe del que cree en Jesucristo.
Lucas 4, 1-13: El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado.

Análisis

El texto “mi padre era un arameo errante”, fue motivo de arduas discusiones entre los estudiosos hace muchos años. Hoy parece que las aguas se han aquietado. Se afirmó —el gran biblista alemán G. von Rad— que estamos ante un “credo primitivo”, pronunciado en el santuario de Guilgal en la liturgia, y que representa el corazón histórico de Israel. Todo el Hexateuco, sigue diciendo, se formula a partir de este texto. Hoy tenemos muchos elementos para cuestionar su antigüedad, y podemos pensar que otros “credos” (como quizás el de Núm 20,14b-16) son más antiguos. Por otra parte, el esquema opresión-clamor-liberación es muy característico del autor deuteronomista (particularmente del libro de los Jueces) como para pensar en una pura originalidad. La importancia de la tierra, como lugar del descanso, tierra dada por Yahvé también es muy importante en el deuteronomista por lo que no parece fácil seguir sosteniendo lo que von Rad decía. Sin embargo hay un elemento que es característico de los credos israelitas, y no debiera discutirse, y es su dimensión histórica. El Dios de Israel es un Dios que se revela en la historia de su pueblo, en la de ayer y la de hoy. En este sentido es muy importante notar, por un lado los usos de las primeras personas del singular, y los plurales: el orante se planta personalmente ante Dios (“mi padre”, “traigo”…) pero cuando debe hacer memoria de su pecado y la intervención salvadora de Dios recurre al plural: “nos maltrataron”, “nos oprimieron”, “nos impusieron servidumbre”, “clamamos”, “escuchó nuestra voz”… “nos trajo”). Ese cambio de personas puede resumirse diciendo “mi padre era Israel, por lo tanto nosotros somos Israel”.

Tradicionalmente esto no ha tenido dificultad, pues desde siempre la tradición cristiana ha heredado con toda naturalidad esa visión según la cual nuestra fe es una respuesta a la intervención de Dios en la historia. Siempre nos ha parecido «natural» que Dios intervenga en el mundo con hechos milagrosos para decirnos algo, o para hacer algo con su pueblo. A Dios siempre lo hemos pensado como un vecino del piso de arriba, pero como un vecino que puede bajar en cualquier momento, y de hecho está siempre pendiente de nosotros. HOY es muy problemática esta visión, porque no forma parte ya de la cosmovisión moderna entender la realidad cósmica como dos pisos: el nuestro y el de Dios. Como sugiere el título del libro de Lenaers, «No hay un Dios ahí arriba». El Dios altísimo, el dios en lo alto del cielo… ha pasado a ser una frase hecha, con sabor añejo, o rancio, que ya no se sabe bien qué significa, porque en nuestra visión moderna actual no hay dos pisos, ni creemos estar conviviendo con vecinos del segundo piso que puedan bajar a éste en cualquier momento.

Hay además un nuevo problema respecto a la historia. Esas intervenciones de Dios en la historia, bien registradas en la Biblia, están siendo cuestionadas por la arqueología científica. No es el lugar para exponerlo aquí, pero puede ser una buena recomendación para la propia formación el estudiar el tema del «nuevo paradigma arqueológico bíblico»: hay toda una nueva visión –documentada, científica, arqueológica– sobre la historicidad de hechos principales que narra la biblia, y que desde siempre creímos literalmente históricos. En realidad no es nada nuevo, pues ya hace mucho tiempo que sabemos que Moisés no escribió el Pentateuco, o que Jesús no nació el 25 de diciembre ni en Belén… pero hay nuevos datos muy llamativos sobre otros elementos cuya historicidad sería decisiva. (Véase la revista VOICES (http://eatwot.net/VOICES) y tómese su último número –en línea, gratuito–; ofrece un buen material de lectura para iniciarse en el tema).

La Iglesia nos propone el Salmo 91 (90) por ser, precisamente, el que utilizará el diablo en la tentación. Quizá para que podamos ver cómo «sacar un texto de contexto puede ser diabólico»… No es unánime la opinión de frente a qué tipo de Salmo nos encontramos, y esto condiciona la interpretación. Unos piensan en un diálogo litúrgico, otros en una homilía sapiencial.

Luego de la sección teológica de la carta a los romanos (caps 1-8) y antes de la sección parenética (caps. 12-15), Pablo introduce un paréntesis sobre Israel (caps. 9-11). Paréntesis que no es ajeno a la totalidad de la misma ya que desde el comienzo nos dijo que la salvación es para todos, pero “primero para los judíos” (1,16; 2,10). Sin embargo, sus “hermanos de raza” demoran en reconocer a Cristo, y Pablo manifiesta su dolor por ello; de todos modos lo ve como un tiempo pedagógico de Dios para dar oportunidad a la conversión de los paganos. Después -quizá movidos por los celos- todo Israel se salvará (11,26). Pero esto no exime de responsabilidad a los judíos ya que miran la justicia que les viene de ellos mismos y no la que viene de Dios. La iniciativa de Dios (gracia) es uno de los temas centrales de la teología paulina, y es grave creer que de nosotros depende. Ese es el motivo, además, por el que Pablo abunda en citas de la Escritura en esta unidad. Este es el marco del párrafo que hoy nos propone la liturgia. Es evidente, y el manejo de los textos lo confirma, que Pablo es consciente de estar polemizando.

Parece que la fuente Q –en la que el evangelio de Lucas se inspira– expresó en tres tentaciones tomadas de las tentaciones del pueblo en el desierto, las tentaciones que tuvo Jesús en su ministerio, al menos las dos últimas aparecen destacadas. Allí donde Israel no supo hacer la voluntad de Dios, Jesús surge fiel, verdadero “Hijo” como ya el Bautismo lo había mostrado. Esto confirma la intención cristológica del relato, y también su probable intencionalidad polémica con el Israel de su tiempo.

Dado que la primera hace referencia a la “palabra de Dios”, la segunda a lo político y la tercera al Templo, algunos han pensado que se estaría ante una triple tentación profética, real y sacerdotal, pero no parece que eso esté en juego aquí. Sólo la tentación real aparece clara, mientras que la profética y más aún la sacerdotal no se revelan, y más aún, parecen muy improbables. Las respuestas apuntan en otra dirección.

En el relato de Lucas, a diferencia del de Juan, Jesús va del desierto a la ciudad, y en la ciudad comienza su ministerio, como en la ciudad culminará todo para desde allí comenzar, siempre conducido por el Espíritu el tiempo nuevo de la Iglesia. En la primera tentación, el diablo no discute que Jesús sea el Hijo de Dios, lo da por supuesto, y lo tienta a convertir en pan una piedra ya que lógicamente tiene hambre. Más que un “nuevo pueblo”, Jesús es “hijo de Dios”, “el Hijo de Dios”. ¿Por qué Jesús no obra el milagro? Porque los milagros que Jesús hace son siempre para los otros, como la multiplicación de los panes: allí Jesús mismo se preocupa: “denles ustedes de comer” (9,13). La segunda es la tentación de poder (exousía) política. En tiempos donde todo el mundo conocido está sometido al imperio romano, se puede ver de un golpe de vista todo: el imperio mismo es diabólico y perverso. E idólatra. La tercera tentación no sólo tiene como característica que ocurre en Jerusalén, sino también que el diablo cita la Escritura. La Escritura mal citada, o mal leída, también puede ser diabólica, o idolátrica. Por otra parte, Jesús deja muy claro que su ministerio es para otros, no para él. No es salvarse a sí mismo, como tampoco en la cruz: “si eres… sálvate” (23,35.37.39).

Como dos rabinos, Jesús y el diablo discuten con citas bíblicas. Y nos queda claro que es falso servidor de Dios el que se sirve de su ministerio en su propio provecho, que no es propio de los fieles a Dios reclamar milagros ya que Dios puede salvar sin necesidad de estas obras “maravillosas” o “teatrales”. Jesús nos muestra -con su vida- el camino de la obediencia de hijo conducido por el espíritu.

Comentario

El evangelio de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa: unidos a Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta. Deberíamos aprovechar la Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas injusticias… Pero, al revisarlas, corregirlas; es que la Cuaresma es tiempo de conversión, y conversión significa caminar, camino de vuelta al Padre.

Mientras el pueblo de Israel, en la tentación, no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa! Jesús aparece en el Evangelio de hoy como el que vence la tentación. Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil. Leer más…

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Las tentaciones de Jesús. Primer Domingo de Cuaresma. Ciclo C

Domingo, 10 de marzo de 2019
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El primer domingo de Cuaresma se dedica siempre a recordar el episodio de las tentaciones de Jesús. También los evangelios sinópticos abren la vida pública de Jesús con ese famoso episodio. Es un relato programático, para que el lector del evangelio sepa desde el primer momento cómo orienta Jesús su actividad y los peligros que corre en ella. Para eso, enfrentan a Jesús con Satanás, que encarna a todas las fuerzas de oposición al plan de Dios, y que intentará apartar a Jesús de su camino.

            Marcos habla de ellas de forma escueta y misteriosa: “En seguida el Espíritu lo empujó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, y Satanás lo ponía a prueba; estaba con las fieras y los ángeles le servían” (Mc 1,12-13). Tenemos los datos básicos que recogerán todos los evangelios (menos Juan, que no habla de las tentaciones): lugar (desierto), duración (40 días), la prueba. Pero Mc no habla del ayuno ni concreta en qué consistían las tentaciones; y el servicio de los ángeles es continuo durante esos días.

            Mateo y Lucas, utilizando una tradición paralela, han completado el relato de Marcos con las tres famosas tentaciones que todos conocemos; al mismo tiempo, presentan a Jesús ayunando durante esos cuarenta días (igual que Moisés en el Sinaí) y relegan el servicio de los ángeles al último momento.

            Las tentaciones empalman directamente con el episodio del bautis­mo y explican cómo entiende Jesús lo que dijo en ese momento la voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. ¿Significa esto que la vida de Jesús vaya a ser cómoda y maravillosa como la de un príncipe?

1ª tentación: utilizar el poder en beneficio propio

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

Jesús le contestó:

—Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre“.

Tentacion jesus

Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en beneficio propio. Es la tentación de las necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: “(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3). En la experiencia del pueblo se han dado situaciones contrarias de necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un papel la palabra de Dios como alimento vivificador. En realidad, el pueblo no aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado. Mientras no estuviesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de sentido la palabra de Dios.

Lo que acabo de decir refleja el gran problema teológico de fondo. En la práctica, la tentación se deja de sutilezas y va a lo concreto: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús, el nuevo Israel, no necesita quejarse del hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús, el nuevo Israel, demuestra que tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”.

En realidad, la enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es esa visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios.

2ª tentación: Tener, aunque haya que arrastrarse

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

—Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.

Jesús le contestó:

—Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto”.

Tentación de los reinos

 Este episodio siempre me trae a la memoria mi decepción cuando subí a la cumbre del monte Nebo con la esperanza de ver, como Moisés, toda la Tierra Prometida. La neblina permitía ver el Mar Muerto a duras penas. Cuanto más alto llevase Satanás a Jesús, menos vería el esplendor de todos los reinos del mundo. El episodio no debemos interpretarlo en sentido literal e histórico. Lo importante es su sentido.

La segunda tentación no es la tentación provocada por la necesidad urgente, sino por el deseo de tener todo el poder y la gloria del mundo. ¿Es esto malo, tratándose del Mesías? Los textos proféticos y algunos Salmos hablaban de su dominio cada vez mayor, universal, concedido por Dios. Pero Satanás parte de un punto de vista muy distinto, propio de la mentalidad apocalíptica: el mundo presente es malo, no está en manos de Dios, sino en las suyas; es él quien lo domina y entrega su poder a quien quiere. Solo pone como condición que se postren ante él, que lo reconozcan como dios. Jesús se niega a ello, citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “Está escrito: al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”.

El relato es tan fantástico que cabe el peligro de no advertir su tremenda realidad. El ansia de poder y de gloria lo percibimos continuamente (mucho más en España en tiempos de elecciones y de formación de gobierno), y también queda clara la necesidad de arrastrarse para conseguir ese poder. Pero este peligro no es solo de políticos, banqueros y grandes empresarios. Todos nos creamos a menudo pequeños ídolos ante los que nos postramos y damos culto.

3ª tentación: pedir pruebas que corroboren la misión encomendada.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.

Jesús le contestó:

—Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Tentación pináculo del templo

Pináculo del templo de Jerusalén

En 1972, cuando todavía estaba permitido llegar hasta el pináculo del Templo de Jerusalén, tuve ocasión de contemplar la impresionante vista de las murallas de Herodes prolongándose en la caída del torrente Cedrón. Una de las pocas veces en mi vida en las que he sentido vértigo. En ese escenario sitúa Satanás a Jesús para invitarlo a que se tire, confiando en que los ángeles vendrán a salvarlo.

Esta tentación se presta a interpretaciones muy distintas. Podríamos considerarla la tentación del sensacionalismo, de recurrir a procedimientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostólica. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante: el tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre, lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios.

Por eso considero más exacto decir que la tentación consiste en pedir pruebas que corroboren la misión encomendada. Nosotros no estamos acostumbrado a esto, pero es algo típico del Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1‑7), Gedeón (Jue 6,36‑40), Saúl (1 Sam 10,2‑5) y Acaz (Is 7,10‑14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tranquilice y anime a cumplir la tarea.

            Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11‑12 (“a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra”), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios.

            Sin embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16). La frase del Deuteronomio es más explícita: “No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá”. ¿Qué ocurrió en Masá? Lo cuenta el libro de los Números en el c.17,1-7: el pueblo, durante la marcha por el desierto, se queja por falta de agua para beber. Y en esta queja se esconde un problema mucho más grave que el de la sed: la auténtica tentación consiste en dudar de la presencia y la protección de Dios: “¿Está o no está con nosotros el Señor?” (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús confía plenamente en Dios, no quiere signos ni los pide. Su postura supera con mucho incluso la de Moisés.

            Cuando termina el relato de las tentaciones, Lucas añade que “el tentador lo dejó hasta otro momento”. Ese momento será al final de la vida de Jesús, cuando esté crucificado.

Nuestras tentaciones

Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades, miedos y apetencias y nuestro grado de interés por Dios.

1) La necesidad primaria: afecto, comprensión.

2) ¿Está Dios en medio de nosotros?

3) La tentación de tener.

4) La tentación del dejarse arrastrar, dejar hacer a los demás, callar.

1ª lectura: recordar nuestra historia con gratitud (Deuteronomio 26, 4-10)

            El texto del Deuteronomio recoge la oración que pronuncia el israelita cuando, después de la cosecha, ofrece a Dios las primicias de los frutos. Va recordando la historia del pueblo, desde Jacob (“mi padre era un arameo errante”), la opresión de Egipto, la liberación y el don de la tierra. En el contexto de la cuaresma, esta lectura nos invita a pensar en los beneficios recibidos de Dios y a ser generosos con él. El agradecimiento a Dios es más importante incluso que la mortificación cuaresmal.

Dijo Moisés al pueblo:

—El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios:

Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado“.

Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios».

2ª lectura: confesar al Señor e invocarlo (Romanos 10, 8-13)

            En este breve pasaje Pablo comenta dos frases de la Escritura, aplicándolas al tema de la salvación personal (1ª cita) y de toda la humanidad (2ª cita). ¿Cómo se alcanza la salvación? Confesando que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos. Algo que estamos tan acostumbrados a repetir que no valoramos rectamente. A mediados del siglo I, confesar a Jesús como Señor (Kyrios), cuando el Emperador romano era considerado el único Kyrios (César), suponía mucho valor. Y confesar que Dios lo había resucitado podía provocar más sonrisas y escepticismo del que podemos imaginar.

            La segunda cita «Nadie que cree en él quedará defraudado» la interpreta Pablo de forma revolucionaria. Para un judío, estas palabras sólo podrían aplicarse a los judíos, al pueblo elegido. Ellos serían los único en no quedar defraudados. En cambio Pablo la aplica a toda la humanidad, judíos y griegos. Cualquiera que invoca el nombre del Señor alcanzará la salvación.

Hermanos:

La Escritura dice:

«La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».

Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación.

Dice la Escritura:

«Nadie que cree en él quedará defraudado».

Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará».

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I Domingo de Cuaresma. 10 marzo, 2019

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

(Lc 4, 1-13)

Tras la fuerte e íntima experiencia de su propio Bautismo, Jesús se dirige al desierto. Acaba de conocer quién es, su identidad: “Tú eres mi Hijo amado”. Hijo y Mesías, Hijo y enviado, el Ungido.

Por la fragilidad de su condición humana necesita tiempo, espacio, pensar, asimilar su identidad y, en función de ella, reorientar su vida. Se retira al silencio y a la soledad del desierto. Con el paso de los días y lejos de las distracciones exteriores, es ahí, en la quietud del desierto, en su noche, cuando le asaltan los temores y la voz de su ego: “si eres hijo de Dios…” Reto que también le acompañará en la Cruz: “si eres hijo de Dios, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.

Lo es. Es Hijo de Dios, y además, Amado. Sentir esa certeza en lo más profundo de su ser es lo que le lleva a permanecer, al igual que en la cruz, hasta el final. En la soledad del desierto, en su noche, en la nada. Y sin embargo, esa misma permanencia le agudiza la escucha de la Palabra. Llenándole de confianza y seguridad, agarrándose a ella una y otra vez, y mirando cara a cara a sus temores: “Está escrito…”.

Jesús escucha la Palabra, la acoge en su corazón, la pronuncia con sus labios y la cumple por medio de sus acciones. Interesante y difícil tarea la que nos propone para, al menos, estos cuarenta días de Cuaresma. Podemos prestar especial atención a nuestra manera de escuchar la Palabra, de escuchar las palabras de quienes nos rodean. Reflexionar sobre el valor que damos a nuestras propias palabras e interrogarnos cuántas veces rompemos el Silencio pronunciando palabras absurdas.

Oración

Dios Trinidad, nuestro corazón está alegre
porque sabe que tú lo escuchas y lo miras.
Ojalá tu Palabra se sienta escuchada y acogida por nuestro corazón.
Que nuestros labios no la corrompan al pronunciarla.
Ojalá nuestras acciones sean reflejo suyo.
Amén.”

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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