Comentarios desactivados en ¿Cuáles son sus pactos (bajo el arco iris de Dios) en esta Cuaresma?
La reflexión de hoy es del colaborador invitado John Huân Vũ. John es un líder del ministerio laico en la Diócesis de San José y miembro del consejo asesor LGBTQ+ del Departamento de Policía de San José. Es gerente de producto en PayPal y ex voluntario que trabaja en la empresa como presidente de oración interreligiosa global.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el primer domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.
En este primer domingo de Cuaresma, nos sumergimos en la historia de Noé y su familia, quienes acaban de sobrevivir a una inundación masiva en la tierra. Dios reconoció la destrucción y estableció un pacto, una declaración o una promesa a Noé y sus descendientes de que “nunca más toda vida será destruida por el agua de un diluvio; nunca más habrá diluvio que destruya la tierra” (Génesis 9:11 NVI).
Demos un paso atrás e imaginemos cómo se habrían sentido Noé y su familia en ese momento. Me imagino que sintieron miedo, tristeza, confusión o incluso enojo. Al reconocer estos sentimientos, Dios ofreció una “señal” de su alianza: un arco iris.🏳️🌈
¿No es hermoso que la primera aparición de la palabra “arco iris” en las Escrituras Hebreas apareciera en un acontecimiento tan significativo? Casi todos hemos visto un arcoíris, especialmente aquellos que miran a través de las nubes después de un poco de lluvia. Un día lluvioso puede ser deprimente, pero ver un arcoíris puede levantarnos el ánimo. Un arcoíris es un hermoso regalo para recordarnos que debemos seguir esperando en el pacto de Dios.
Cuando ves un arcoíris, ¿qué significa para ti? ¿Qué tal una bandera arcoíris, un cartel o incluso un pin en un edificio gubernamental, una casa o las pertenencias personales de otra persona?
En junio de 2022, estaba en un crucero de Alaska que hizo escala en el puerto de Skagway. Temprano en la mañana, antes de emprender una excursión ese mismo día, decidimos aventurarnos por el pueblo de camino a una caminata en un bosque cercano. Mientras caminábamos por este pequeño y tranquilo pueblo, notamos que varias tiendas tenían algo inesperado: banderas de arcoíris, pancartas y parafernalia. ¡Nunca esperé que esta ciudad de Alaska tuviera tantos artículos de arcoíris!
Más tarde, ese mismo día, Skagway estaba lleno de turistas y tiendas abiertas. Caminando por la ciudad, notamos a una mujer marimacha de aspecto estereotipado ayudando a los visitantes. Le preguntamos si Skagway era una ciudad amigable con LGBTQ+ dada la cantidad de arcoíris que vimos a lo largo del día. Ella sonrió y nos dijo que este era el inicio del tercer Skagway Pride anual. Unos minutos más tarde, esta ciudad tuvo un pequeño pero poderoso desfile del Orgullo compuesto por cinco autos decorados con banderas arcoíris, con las drag queens y los reyes del festival. ¡Si parpadearas, te perderías el desfile!
En el evento de inauguración del Orgullo más tarde esa noche, éramos los únicos pasajeros que conocimos a varios residentes para escuchar cómo se unieron para el Skagway Pride. Fue conmovedor escuchar al alcalde compartir lo importante que era para él que la asamblea municipal aprobara una resolución que daba la bienvenida a Skagway a personas de todas las identidades de género y orientaciones sexuales.
Mientras caminábamos de regreso a nuestro crucero, reflexioné sobre lo que significó toda esta experiencia para mí. Ver esos artículos del arcoíris representó un pacto, una declaración o una promesa de que la pequeña ciudad de Skagway realmente les da la bienvenida a todos. Esos arcoíris reflejaron la esperanza intrínseca de que Dios estará con nosotros para ayudar a la humanidad a ser inclusiva, acogedora y amorosa.
Cuando miramos a nuestra sociedad, esa esperanza intrínseca parece cada vez más imposible. Aunque podemos elegir fácilmente el miedo, la tristeza, la confusión o incluso la ira como Noé y su familia, sabemos que eventualmente aparecerá un arcoíris. Vemos ese arco iris cuando extraños ayudan a extraños.Vemos ese arcoíris cuando las personas se ofrecen como voluntarias en un refugio, abren sus hogares, donan sus pertenencias o ayudan a otros a encontrar a sus seres queridos. Vemos ese arco iris cuando las personas pueden dejar de lado sus creencias, sus diferencias y sus puntos de vista políticos para trabajar juntos para ser inclusivos, acogedores y amorosos.
Entonces, la próxima vez que seas testigo de un “arco iris en las nubes” en forma de compasión y bondad humana, piensa en el pacto que Dios está haciendo contigo. ¿Es un pacto de protección? ¿Es un pacto de vida plena? ¿Es una alianza de amor? ¿Es un pacto de servicio? ¿Es algo más?
En todos estos años que existió la humanidad, Dios ha sostenido su arco iris. ¿Confías en que el pacto de Dios se ha hecho contigo “y con todos los seres vivientes de toda especie”?
¿Qué pacto harás para ti, para los demás y para Dios durante este tiempo de Cuaresma?
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Anthem
Los pájaros cantaron
Al amanecer
Empieza otra vez
Los oí decir
No te detengas en lo que
Ya se ha ido
O lo que aún no ha sido
Sí, las guerras
Serán libradas otra vez
La paloma sagrada
Será capturada otra vez
Comprada y vendida
Y comprada otra vez
La paloma nunca es libre
Toquen las campanas que aún suenan Olviden sus sacrificios perfectos Hay una grieta, una grieta en todas las cosas Así es como entra la luz
Pedimos señales
Las señales fueron enviadas:
El nacimiento traicionado
El matrimonio gastado
Sí, la viudez
De todo gobierno
Señalеs que pudieran ver todos
Ya no puеdo correr más
Con esa multitud sin ley
Mientras los asesinos en lugares altos
Dicen sus plegarias en voz alta
Pero han convocado, han convocado
Una nube de tormenta
Y lo van a oír de mí
Toquen las campanas que aún suenan Olviden sus sacrificios perfectos Hay una grieta, una grieta en todas las cosas Así es como entra la luz
Puedes juntar las partes
No obtendrás la suma
Puedes iniciar la marcha
No hay un tambor
Todo corazón, todo corazón
Al amor vendrá
Pero como un refugiado
Toquen las campanas que aún suenan Olviden sus sacrificios perfectos Hay una grieta, una grieta en todas las cosas Así es como entra la luz
Toquen las campanas que aún suenan Olviden sus sacrificios perfectos Hay una grieta, una grieta en todas las cosas Así es como entra la luz Así es como entra la luz Así es como entra la luz
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Leonar Cohen
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***
El Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás;
vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”
*
(Marcos 1, 12-15)
***
Hacerse hombre significa hacerse “pobre”, no tener nada con que presentarme fuerte frente a Dios, ningún apoyo, ninguna fuerza o seguridad fuera del compromiso y el sacrificio del propio corazón. El llegar a ser hombre viene a ser como la confesión de la pobreza del espíritu humano frente a la reivindicación total de la inaccesible trascendencia de Dios. Con la valentía de esta pobreza comenzó la aventura divina de nuestra salvación. Jesús no se tuvo por nada ni se defendía con nada, ni siquiera con su origen. Satanás, por el contrario, trata de impedir esta pobreza radical. Quiere hacer a Jesús fuerte, porque sólo teme una cosa: la impotencia de Dios en la naturaleza humana que asumió, Dios en un corazón humano destinado al sacrificio, que desde la fidelidad incondicional a su innata pobreza sufre desde dentro – y por lo tanto salva la necesidad y perdición del hombre.
Por eso la tentación de Satanás es un atentado contra el autoaniquilamiento de Dios, una tentación contra la seguridad y “riqueza de espíritu”, contra la divinidad de Jesús, un sondeo a la seriedad y grandeza de su humanidad. Desde los comienzos hizo y hace lo mismo, y siempre le reconoceremos por las palabras: “Seréis como dioses”. Esta es la tentación de las tentaciones, con mil variaciones: la tentación contra la verdad de la naturaleza asignada al hombre. El pretende que la tierra sea exclusivamente suya, y con la tierra también el hombre: el hombre, en torno al cual se combatía antes de despertarse al alba de su libertad de suerte que ya nunca se le podía pedir e invitar a tomar una decisión libre por sí mismo de manera desinteresada, pero siempre o cortejado amigablemente o astutamente atacado.
*
J. B. Metz, Pobreza en el Espíritu. Meditaciones teológicas, Brescia 1968, 105.
Comentarios desactivados en “Escuchar la llamada a la conversión”. Domingo 1 Cuaresma – B (Marcos 1,12-15)
«Convertíos, porque está cerca el reino de Dios». ¿Qué pueden decir estas palabras a un hombre o una mujer de nuestros días? A nadie nos atrae oír una llamada a la conversión. Pensamos enseguida en algo costoso y poco agradable: una ruptura que nos llevaría a una vida poco atractiva y deseable, llena solo de sacrificios y renuncia. ¿Es real mente así?
Para comenzar, el verbo griego que se traduce por «convertirse» significa en realidad «ponerse a pensar», «revisar el enfoque de nuestra vida», «reajustar la perspectiva». Las palabras de Jesús se podrían escuchar así: «Mirad si no tenéis que revisar y reajustar algo en vuestra manera de pensar y de actuar para que se cumpla en vosotros el proyecto de Dios de una vida más humana».
Si esto es así, lo primero que hay que revisar es aquello que bloquea nuestra vida. Convertirnos es «liberar la vida» eliminando miedos, egoísmos, tensiones y esclavitudes que nos impiden crecer de manera sana y armoniosa. La conversión que no produce paz y alegría no es auténtica. No nos está acercando al reino de Dios.
Hemos de revisar luego si cuidamos bien las raíces. Las grandes decisiones no sirven de nada si no alimentamos las fuentes. No se nos pide una fe sublime ni una vida perfecta; solo que vivamos confiando en el amor que Dios nos tiene. Convertirnos no es empeñarnos en ser santos, sino aprender a vivir acogiendo el reino de Dios y su justicia. Solo entonces puede comenzar en nosotros una verdadera transformación.
La vida nunca es plenitud ni éxito total. Hemos de aceptar lo «inacabado», lo que nos humilla, lo que no acertamos a corregir. Lo importante es mantener el deseo, no ceder al desaliento. Convertirnos no es vivir sin pecado, sino aprender a vivir del perdón, sin orgullo ni tristeza, sin alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y no somos. Así dice el Señor en el libro de Isaías: «Por la conversión y la calma seréis liberados» (30,15).
Comentarios desactivados en “Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían”. Domingo 18 de febrero de 2024. Domingo primero de cuaresma
Leído en Koinonia:
Génesis 9,8-15: El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio. Salmo responsorial: 24:Tus sendas, Señor, son mi misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza. 1Pedro 3,18-22: Actualmente os salva el bautismo. Marcos 1,12-15:Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían.
La primera lectura, Génesis 9, contiene la «alianza de Dios con Noé». La alianza famosa, la más importante, tendrá lugar más tarde, la alianza con Abraham. La Alianza con Noé pertenece a un segundo plano de “la economía de la salvación”. ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra!, le asegura Dios a Noé (Gn 9,11). Y esta promesa va acompañada de un memorial: el arco iris, señal del nuevo pacto entre Dios y la humanidad.
¡El miedo al “diluvio” ha sido quebrado! Ahora tenemos una nueva alianza a partir de una alternativa de vida para todos los seres vivientes. El arca que ha abrigado a la familia se transforma en una gran casa acogedora de la vida, en donde el cuidado con los animales se destaca de una manera especial (Gn 9,1-7). Es la casa de la vida que coloca al ser humano en comunión con la tierra, con la naturaleza, con el cosmos.
El río Jordán, el desierto, y la Galilea son como un mismo “hilo conductor” de un desplazamiento fundamental que da inicio al evangelio de Marcos. Ahí percibimos el movimiento del reino de Dios que nos invita a movilizarnos en búsqueda de nuestros propios “lugares del Reino” donde se concreten y desarrollen nuestras opciones por la vida, por la dignificación de las personas y de las comunidades.
El río Jordán evoca grandes y significativos hechos de la historia de Israel. El más importante, sin duda, cuando Josué y el grupo del desierto atraviesan el río para entrar en la tierra prometida (Jos 3-4). Relato de los orígenes de aquel proyecto de vida igualitaria revelado por Dios a los esclavos fugitivos de Egipto. A partir de esta memoria primordial, Juan el Bautista convoca al pueblo alrededor de una nueva esperanza mesiánica. Allí también acude Jesús, procurando “las aguas de Juan”.
El desierto es muy frecuentemente mediación de discernimiento, formación y maduración en el proyecto de Dios. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, lugar por excelencia donde Israel aprendió a ser pueblo. Sujeto y proyecto anudados alrededor de la memoria del éxodo dando inicio al evangelio de Jesús.
Galilea es el lugar donde Jesús concreta su opción de humanidad y de humanización. Esta geografía es para Jesús el espacio vital del Reino. Es un mar, una tierra y un pueblo abierto a las naciones del entorno. Las fronteras se “cruzan” dando lugar a la inclusión de lo diverso en múltiples “misturas”. Favorabilidad donde madura e irrumpe el kairós del reino de Dios.
El paso del Jordán al desierto, plantea la articulación de movimientos mesiánicos proféticos que tienen en esos lugares, sus fuentes de inspiración y de organización. La confrontación con Satanás, como principio cósmico del mal que Marcos lo vincula con la enfermedad, la marginación y la muerte de los pobres, será para Jesús la definición de su vida por la ruta del reino de Dios. El desierto deja de ser lugar de prueba y penitencia según la tradición judía, para convertirse en lugar de aprendizaje definitivo en la confrontación y el desequilibrio. El Espíritu de Dios lleva a Jesús hasta la memoria fundacional de Israel, donde, venciendo a Satán, la vida se torna en fidelidad hacia Dios y hacia lo humano.
El simbolismo de los “cuarenta” tiene que ver con el trauma del nuevo nacimiento. Los poderes de la historia se hallan enfrentados: Jesús como principio de la humanidad liberada desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de la muerte en el mundo. Nos hallamos frente al relato de un nuevo origen. Marcos re-escribe la historia, llevándonos del agua del bautismo a la re-construcción de la humanidad, para decirnos que Jesús está ahí apostando por una opción de vida, dignidad y felicidad humana. Pero Jesús no asume el combate solitario. Está junto con los animales y los ángeles como evocando un nuevo paraíso. El servicio angélico comunica esperanza y porta salvación. Al retomar el “paraíso” para re-iniciar el camino de lo humano, Jesús cuenta con fuerzas naturales y angelicales (la tierra y el cielo) favorables. Jesús se encuentra entre la tentación satánica y el servicio angélico. Es el dilema que permanentemente enfrentaremos. Marcos ha evocado estos poderes como en un espejo para que podamos mirarnos en ellos. Nos ha dicho lo que es tentar y servir, nos ha arraigado en la “historia original”. Ya en la historia concreta esos actores sobrenaturales desaparecen y es cuando Jesús nos enseña a servir, sirviendo a su comunidad discipular.
Obviamente, los cuarenta días del desierto no desaparecen. Duran todo el evangelio, toda la vida. Son paradigma de la contradicción y el desequilibrio que permanentemente atraviesan la historia. En la trama de la vida humana se ha venido a introducir y decidir la trama de pecado y esperanza de todos los vivientes (incluidos los animales, los ángeles y los diablos).
En definitiva, la liturgia nos presenta este evangelio del comienzo del ministerio de Jesús, por paralelo con el comienzo de la cuaresma. La Cuaresma es la vida humana… Leer más…
Comentarios desactivados en 18.2.24 Metanoia: Con-versión, supra-conocimiento (Mc 1, 14-15, Dom 1 Cuaresma)
Del blog de Xabier Pikaza:
Si no cambiamos de forma de pensar y vivir, de trabajar y relacionadas (en un plano ecológico, económico, afectivo, social, militar…) moriremos pronto como individuos y especie.
Del polvo venimos y al polvo cósmico volvemos (pulvis es et in pulverem reverteris), a no ser que nos convirtamos (meta-noeîte),subiendo de nivel de pensamiento y obra). Así dice la palabra clave de la cuaresma: el “plazo (kairos) se ha cumplido, llega el reino de Dios (o la muerte cósmica); convertíos y creed en el evangelio (Mc 1,14-15).
| Xabier Pikaza
Introducción.
Esta es la palabra y experiencia clave que voy a comentar al comienzo de cuaresma, como palabra de iglesia (evangelio) que puede y debe aplicarse en un plano personal y social, familiar y eclesial, económico, político, militar. Del polvo venimos, ante la muerte estamos, a no ser que nos con-virtamos (que cambiemos de vertiente, vertedera, arada).
Así comienza el cuerpo evangelio de Marcos (Mc 1,14-15), con una formulación que vincula el mensaje/vida de Jesús básico y la teología de Pablo. Entendida en esa línea, la conversión ha sido, en formas diversas y convergentes la palabra clave de la modernidad, desde la ilustración al marxismo, desde el nazismo a Heidegger (su famosa Kehre o vuelta), desde el capitalismo a las revoluciones post-nacionales, con las “terceras olas” sexuales y afectivas, ecológicas, económicas, y los diversos tipos de dependencias y drogadicciones. Si no nos convertimos y cambiamos moriremos
Pequeña historia bíblica.
Entre los elementos de la religión se suelen citar la conversión o trans-formación del ser humano y de la historia (por presencia de Dios y por cambio humano), con el arrepentimiento, el perdón (vinculado a unos ritos sagrados y a la gracia de Dios) y a un tipo de mutación humana
En esa línea ha destacado el judaísmo, que ha sido y es religión de gracia y amor (elección, alianza), siendo también religión de conversión y arrepentimiento, como muestran algunos de los textos centrales de la Biblia, desde Ex 34,5-7 y Sal 51 (¡Miserere!), hasta Lev 16 y Dan 3,23-34. En esa línea destaca el texto clave de penitencia y conversión titulado Oración de Manasésde la Biblia Griega (de algunas ediciones los LXX), escrito hacia el siglo II a.C., que ha tenido y sigue teniendo un gran influjo en el “ordo” penitencial de las iglesias, especialmente en las comunidades cristianas ortodoxas y en muchas tradiciones católica
«Pues tú, Señor, Dios de los justos, no estableciste la conversión (metanoia) para los justos, para Abrahán, Isaac y Jacob, que no pecaron contra ti, sino que estableciste la conversión para mí, pecado porque he cometido más pecados que las arenas del mar, se han multiplicado mis culpas, Señor, se han multiplicado, y no soy digno de volver la mirada hacia la altura del cielo por la multitud de mis injusticias (OrMan 8-9). A ti pido, Señor: ¡perdóname, Señor, perdóname! Porque tú eres, oh Dios, el Dios de los que se arrepienten» (OrMan 13, libro de Joel).
La Oración de Manasés y el judaísmo en general)tiende a interpretar la conversión como algo que los hombres pueden realizar, por misericordia de Dios; ellos, por sí solos, serían incapaces, pero Dios ha establecido en su favor un nuevo principio de vida: les ofrece tiempo y camino de conversión. A diferencia de eso, conforme al mensaje de Jesús y a la teología de Pablo, Dios no empieza estableciendo un tiempo de conversión para los hombres, sino ofreciendo un tiempo de perdón, de manera que la conversión podrá venir después, como efecto del perdón anterior de Dios.
Conforme a un esquema de pacto legal, la Oración de Manasés y el judaísmo rabínico en general supone que los hombres son capaces de realizar la obra buena de la conversión, de manera que la salvación empieza por ella. Así lo muestran otros textos como la Vida de Adán-Eva, Sabiduría y los Testamentos de los XII Patriarcas. Según ellos, Dios ofrece a los judíos un camino de conversión; no les deja perderse en el pecado, no se desentiende de ellos, sino que les busca y ayuda a fin de que se transformen. Pero al final son ellos, los judíos los que deben convertirse y hacerse así merecedores del perdón. Les salva Dios, si ellos se salvan; les convierte, si ellos se convierten. Ésta es la grandeza y límite del judaísmo en su visión de lo divino. Dios necesita que el hombre se convierta, para así volverse justo.
En esa línea, OrMan define al Señor como Dios de los justos(=Theos tôn dikaiôn). No es el Dios que justifica a los pecadores, según la formulación mesiánica de de Jesús y de Pablo, sino el amigo de los que ya son justos, según la teología del judaísmo. Por eso, el pecador se debe convertir, de manera que su justicia se expresa precisamente allí donde confiesa su pecado para superarlo. Lógicamente, cuando más intensa sea su confesión de culpas mayor será su mérito.
A través de su metanoia o penitencia creadora, el pecador se vuelve justo, llegando de esa forma a ser amigo de Dios. Por eso, para mostrar su conversión tiene que multiplicar y multiplica sus palabras de confesión de pecados. En el fondo, esta OrMan nos sitúa dentro de la más fuerte retórica de confesión de culpas. En este contexto podemos hablar de una de una antropología penitencial, es decir, del hombre que llega a ser justo a través de la conversión. El pecado era destrucción del humano; la conversión es recreación. Dios quiere perdonar todo… pero necesita que los hombres se confiesen pecadores y le invoquen: ¡Perdóname, Señor, perdóname! (OrMan 13, Sal 51 ).
Novedad de Jesús
En ese contexto, pero superando la obsesión penitencial de Manasés y de otros textos semejantes se sitúa el mensaje de Jesús quien, superando la praxis penitencial de los sacerdotes (y la enseñanza de los escribas oficiales de su tiempo que aparecen como agoreros de la ira de Dios y administradores de un pequeño perdón según sus leyes d intereses), proclama ante los pecadores un perdón gratuito, superior, antecedente, sin exigir que ellos se conviertan primero (sin necesidad de que empiecen recitando un tipo de oración como la de Manasés). Según eso, antes que hablar de un Dios de los justos hay que hablar de un Dios de los justificados, Dios que justifica y cura, Dios que perdona y llama, potenciando así a los hombre y mujeres para que le respondan, pero no por ley, sino por gratuidad.
Éste es el ensanchamiento de Dios, en línea de impulso de vida: Dios perdona (acoge, impulsa, promete salvación y vida) de antemano, por principio, sin exigir que los hombres cambien previamente de conducta, es decir, sin necesidad de conversión legal (sin sacerdotes o templos). Dios se ensancha introduciéndose como potencial de amor en la vida de los hombres, de forma que ellas no sólo puedan acogerle (pistis, fe), sino que se transformen. Ese Dios no está fuera, sino que como aliento vital (Gen 2, 7) forma la parte/dimensión más honda de la vida de los hombres.
Sobre el polvo de la tierra en que vivimos, superando el miedo cósmico y la obsesión de pecado y muerte, Dios ofrece a los hombres perdón (esto es, camino y futuro de vida), sin exigir que empiecen haciendo hagan penitencia, ni siquiera después de haber sido perdonados. No lo hace desde fuera, por arriba, sino desde dentro de ellos: como Padre que alienta amando en sus hijos, amigo que habita por dentro en los amigos.
Jesús empieza ofreciendo a los hombres el perdón, es decir, la vida, confiando que ellos se “convertirán” y cambiarán, pero no por amenaza y Ley (para seguir siempre sometidos), sino por gracia, es decir, por impulso interior y comunitario de vida, en una línea de comunión de amor y esperanza de Reino (de nueva humanidad).
En ese sentido estricto, Jesús perdona sin condiciones antecedentes (que los hombres confiesen primero sus pecados), ni consecuentes (que reparen el mal que han cometido de un modo legal, por sometimiento), pues la misma vida nueva, en fe, en comunicación gratuita es ya perdón. Dios no exige arrepentimiento al estilo de un tipo templo de Jerusalén, donde los sacerdotes perdonaban o declaraban perdonados a los arrepentidos (según la ley sagrada, conforme a un talión sacrificial), sino que se sitúa y sitúa a los hombres por encima de un modelo de ley o talión, perdonando por pura gracia de Dios, para que así los hombres y mujeres puedan perdonarse a sí mismos a través de una vida renovada..
Un tipo judaísmo rabínico (y después un tipo cristianismo oficial) ha tenido a legalizar la conversión, en la línea de la Oración de Manasés, elevando a unos hombres especiales (sacerdotes, rabinos) por encima de los otros, como ejecutores y garantes de un perdón establecido y sancionado por ley, instaurando una ley penitencial, de acción/reacción, culpa/castigo, manejada por un tipo de jueces aliados del poder..
En contra de eso, Juan Bautista había confesado ya que el pecado es demasiado grande para ser perdonado a través de un arrepentimiento. Eso significa que este mundo, cerrado en sí mismo, carece de perdón, de forma que no tiene más salida que la muerte (muerte cósmica/ecológica, muerte socia y militar etc.). Lógicamente, los hombres no pueden hacer otra cosa que “confesar sus pecados” e introducirse en el agua del bautismo, esperando el juicio de Dios, para poder entrar en la tierra prometida.
Situándose en la línea del Bautista y suponiendo que la conversión del hombre cerrado en sí resulta insuficiente, pero añadiendo que Dios actúa, se expresa y perdona a través (desde dentro) de los hombres, Jesús proclama y ofrece ya el perdón de Dios como expresión y presencia de su Reino; no se limita a anunciar un perdón para el final del mundo sino que acoge a los pecadores y abre ante ellos un camino de vida (un Reino, una Reconciliación, un futuro de esperanza, una resurrección).
Eso significa que Jesús no ha sido un profeta de conversión, sino un mensajero de la gracia de Dios, esto es, de la gracia y esperanza humana que se expresa no sólo en el perdón de los pecados, sino en la curación de los enfermos, en la acogida de los excluidos, en la purificación de los manchados y en la apertura a una vida distinta de amor y de gracia, no por ley impuesta desde fuera, sino por transformación personal y social de gracia y amor.
Desde ese fondo, actúa Jesús como promotor de un movimiento de trasformación radical de la vida humana, no por imposición militar (celotas), ni por sumisión sacerdotal (templo de Jerusalén), ni por orden imperial (Roma), sino por conversión (meta-noia, supra-conocimiento, metamorfosis de acción vida en gratuidad, desde los campesinos galileos, empezando por abajo, partiendo de los pobres y expulsados del sistema, para iniciar con ellos un camino gratuito de “conversión”, es decir, de Reino. Así lo muestra su gran proclamación, formulada de un modo clásico por Pablo y colocada por el evangelio de Marcos como principio y lema de la nueva experiencia de Dios, expresada en forma de transformación humana en un par de versos en paralelismo sintético de tipo creciente (Mc 1, 15):
se ha cumplido (llenado) el tiempo (kairos) ↔ y se ha acercado (está presente) el Reino de Dios
con-vertíos (metanoeite) cambiad de mente (gnosis) ↔ y creed (piestêute) en el evangelio
Se ha cumplido/llenado (peplèrôtai) el tiempo (kairos). Se ha cumplido el tiempo, que no aparece como kronos (tiempo cronológico, de astros o reloj: cronología), sino como kairos (tiempo humanizado, en la línea de acontecimiento, mutación antropológica, histórica y socia). Nosotros, occidentales modernos, que simplificamos las cosas, solemos utilizar para todo el mismo término (tiempo, time), aunque la filosofía moderna comenzó precisamente analizando los diversos sentidos de tiempo, partiendo de M. Heidegger, Sein und Zeit (Ser y tiempo, 1927), retomando motivos que habían sido analizados en otro tiempo por los clásicos bíblicos (cf. Kohelet 3).
Lo que se ha cumplido, según Mc 1, 15 no es el kronos cósmico (a pesar de Gal 4, 4: al llegar la plenitud del kronos, tiempo), sino el kairos de la historia humana. Ese kairos (tiempo de la acción y del pecado de los hombres, tiempo de la manifestación de Dios) se había cumplido/llenado cuando Jesús anunciaba el reino: Había crecido de forma insoportable la maldad histórico/social de los hombre, se había cumplido la paciencia/esperanza de Dios.
Comentarios desactivados en Jesús contra el Diablo: demonios del mundo y de la iglesia (Mc 1, 12-13)
Del blog de Xabier Pikaza:
El evangelio de este Dom 1 Cuaresma (Mc 1, 12-15) consta de dos partes. De la segunda (1, 14-15: Mensaje de Jesús: conversión o metanoia) traté ayer. De la primera (1, 12-13: Jesús y el Diablo) trato aquí de forma esquemática. He desarrollado el tema con mucha extensión en otros trabajos. Aquí lo presento de un modo esquemático, como introducción al evangelio de Marcos y reflexión sobre el drama de Dios y la tarea de los hombres. Buen domingo.
| Xabier Pikaza
Texto, Marcos 1,12-15
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre animales, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”
Introducción
Hoy comento la primera parte del texto, que retoma el motivo del paraíso (Gen 2-3) y lo aplica a Jesús, como hombre nuevo (verdadero Adán/Eva), principio de la nueva humanidad, presentación de los dos personajes del evangelio de Marcos: el Diablo y Jesús. Estos son sus cuatro temas.
— Jesús estuvo en el desierto cuarenta días. Cuarenta días son el tiempo de prueba de la vida, camino que en Éxodo lleva de la esclavitud (Egipto) a la libertad de la tierra. Primitiva. Jesús es la Nueva humanidad, en él condensada, varón y mujer, judíos y gentiles. Esos cuarenta días no son tiempo “cronológico”, sino kairológico (kairos, condición de la vida humana)
— Siendo tentado por Satanás. Jesús es el Hijo (la humanidad de Dios, como acaba de decir la voz de 1,9-11). Es Dios encarnado, realizando la travesía de la humanidad. Satanás (Diablo/Tentador) forma parte de la humanidad/encarnación de Dios. Se le puede entender como condición de la finitud (Dios haciéndose tierra, vida humana) y riesgo de culpabilidad. No un Satán Externo (Dios o diablo con cuernos y poderes cósmicos). Es la misma tentación o riesgo de la vida.
Dios no lo crea (no es creación, sino anti-creación, un tipo de antimateria). Ese Diablo/tentación es la misma prueba de la vida humana. Es por una parte lo más grande que somos/tenemos (libertad, poder dudar del mismo Dios, de nosotros mismos), siendo por otra parte lo más arriesgado y peligroso (poder de destruirnos, poder de muerte). Según eso, el Diablo/tentación forma parte necesaria y peligrosa de nuestra vida. No es un diablo material externa, es la condición diabólico/divina de nuestra vida humana.
— Y vivía con las animales (theriôn), es decir de los animales (no de las alimañas como pone de un modo equivocado la traducción litúrgica española). Éste es el nuevo Adán, que pone nombre a los animales, como dice Gen 2-3, pero que esta sólo ante ellos y con ellos, pues no le dan verdadera compañía. La buena nueva de Jesús es un retorno de nuestro origen cósmico y animal, el descubrimiento de que somos tierra/polvo, de que somos árbol/planta, de que somos animales, ha puesto de relieve la tradición ecológica.
—Y los ángeles le servían (Mc 1, 12-13). Siendo parte del mundo animal, el hombre es parte del mundo angélico, es decir, del espíritu y palabra de Dios…Sabiendo que todo está al servicio de los hombres… Igual que los animales están al servicio de los hombres, también están a su servicio los ángeles, las “inteligencias, la vida”, como dice de un modo radical Pablo: “ todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. (1 Cor 3, 22-23).
Esta es la nueva humanidad, condensada en Jesús, a quien el mismo Dios ha llamado (creado, instituido, como Hijo: Mc 1, 10-11) es un relato simbólico, de intenso contenido existencial, que ha de entenderse bien, pues indica la hondura abismal y la tarea de la vida de Jesús (y de los que en él creen/creemos), en términos de fondo sagrado y de intenso compromiso, como ayer mostraba. Es un texto que ha de entenderse como relato de nueva creación (como Rom 5), pero con unas anotaciones fundamentales
Este Cristo, hijo de Dios, es la humanidad entera, varón y mujer, judíos y gentiles (cf. Gal 3, 28), humanidad que no comienza en un paraíso (Gen 2-3), sino en un desierto que debemos atravesar, para convertirlo en paraíso. El mundo del que nacemos, en el crecemos no es aún paraíso, sino que es desierto que debemos convertir en paraíso.
Esta nueva humanidad no se transmite por generación varón-mujer (como en Gen 2-3), sino por comunicación humana, a través de la palabra y testimonio, por humanidad compartida. No se niega la generación biológico-personal, pero se abre un tipo más alto de comunicación humana.
Desde aquí (a partir de Mc 14-15: tema de la conversión, metanoia o nueva conocimiento-ser) comienza la nueva humanidad, el evangelio como conocimiento nuevo, recreación humana.
Desde ese fondo hay que re-interpretar el tema de las “fieras” (animales, sería), que no son alimañas como he dicho sino el fondo animal de la vida humana… Conforme a la tradición apocalíptica, los animales puede convertirse en fieras destructoras (Dan 7), en un tipo de monstruos demoniacos.
Éste es el prólogo de todo el evangelio. El conjunto de Marcos será la concreción y desarrollo de este comienzo… Este es el tema del Apocalipsis de Juan, pero expresado en forma biográfica, no de escatología consecuente.
Entorno bíblico. Los judíos, un pueblo experto en “satanismo ·
División de “espíritus”. Israel ha trazado una separación de campos: ángeles y demonios han dejado de ser equivalentes: Partiendo de un dualismo moral, que adquiere caracteres muy intensos, los ángeles se muestran como poderes buenos, al servicio de Dios y para ayuda de los hombres; los demonios son, en cambio, negativos, destructores.
a) La separación de campos no llega al dualismo teológico: El Diablo no tiene verdadera categoría de antidiós; es simplemente un principio del mal que en ámbito de cosmos y, sobre todo, en un plano de división antropológica. Lo demoníaco forma parte de una historia humana que se destruye a sí misma.
b) Jerarquización de lo demoníaco: El ámbito de poderes o espíritus perversos se halla dominado y dirigido por un príncipe del mal que ha recibido el nombre de Satán, Mastema, Diábolos o Diablo, Belial y Beelzebú, según las tradiciones; los demonios son sus ayudantes y seguidores, son la expresión concreta de lo demoníaco/satánico en la vida de los hombres.
c) Ángeles y demonios realizan (simbolizan) funciones contrarias que se centran, básicamente, en estos cinco espacios: sostenimiento o destrucción de la vida humana, apertura y cierre de la historia, origen del mal, libertad o esclavitid del cosmos, plenitud (cielo, resurrección) o destrucción de la vida humana (muerte, infierno: retorno al abismo/caos del que ha surgido la humanidad de Dios por medio de la palabra y el amor).
d) Conclusión cristiana: Jesús, gran ángel encarnado en la historia, Hijo de Dios. El Nuevo Testamento reasume esos rasgos y supone esas funciones, pero las transforma y retraduce de una forma que juzgamos decisiva. Para ello, significativamente, rompe el paralelo entre los dos espacios: quien se enfrenta con lo demoníaco no es ya el mundo de los ángeles, sino el mismo Hijo de Dios, que es Jesucristo. Por eso, los ángeles pierden su importancia, al menos desde un punto de vista teológico; la función que ellos podían realizar, como enviados de Dios y amigos de los hombres, vienen a cumplirla Cristo y el Espíritu.
Teología satánica del Antiguo Testamento. Las tres perversiones
Entre los ángeles que forman la corte de Yahvé y que de acuerdo con la vieja terminología politeísta reciben el nombre de sus «hijos», debe haber como en las cortes de este mundo un funcionario que defienda el interés de Dios y observe los pecados de los hombres, acusándoles delante de su trono. Tal es el personaje que aparece en Job 1 y que se llama, con su nombre de trabajo, el «satán», que significa «aquel que prueba» o adversario.
Si se hiciera una encuesta a los cristianos sobre las tentaciones de Jesús, algunos mencionarían la de convertir una piedra en pan; otros, que Satanás le ofreció toda la gloria y riqueza si lo adoraba; los más listos incluso recordarían lo de tirarse desde el pináculo del templo. Con eso, demostrarían conocer los relatos de las tentaciones que cuentan Mateo y Lucas. Pero Marcos no dice nada de eso.
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían.
Más que un relato parece un guion con seis datos que el catequista deberá desarrollar.
El Espíritu. En la tradición bíblica, el Espíritu es el que impulsa a los Jueces y a los profetas a realizar la misión que Dios les encomienda: salvar al pueblo de sus enemigos o transmitir su palabra. En este caso, con notable diferencia, el Espíritu impulsa a Jesús al desierto.
El desierto es el lugar de la prueba, como lo fue para el pueblo de Israel cuando salió de Egipto, camino de la Tierra Prometida. Allí fue tentado para ver si era fiel. Y la inmensa mayoría sucumbió en la prueba, mostrándose un pueblo de corazón duro y obstinado. Jesús, en cambio, superará en el desierto la tentación.
Los cuarenta días equivalen a los cuarenta años que, según la tradición bíblica, pasó Israel en el desierto. Es número de plenitud, de tiempo redondo (recuérdense los cuarenta días del diluvio, los cuarenta días de Moisés en el Sinaí, los cuarenta días entre la resurrección de Jesús y la Ascensión, etc.).
Satanás. Nosotros hemos adornado este personaje con tantos elementos (incluidos cuernos y rabo) que conviene dejar claro cómo lo concibe Marcos. El evangelista usa el nombre de Satanás en cinco ocasiones (1,13; 3,23.26; 4,15; 8,33), y desaparece en la segunda parte del evangelio (cc.9-16); curiosamente, la última vez que se menciona a Satanás no se refiere al demonio sino el apóstol Pedro, que quiere apartar a Jesús de la pasión y la cruz. Por consiguiente, Satanás es el símbolo de la oposición al plan de Dios. Satanás quiere apartar a Jesús del camino que Dios le ha trazado en el bautismo: hacer que se olvide de pobres y afligidos, dejar de consolar a los tristes, de anunciar la buena noticia. O, como hará Pedro más adelante, pedirle que cumpla su misión, pero sin pensar en cruz ni sufrimientos.
Fieras y ángeles. Esta curiosa mención está cargada de simbolismo. Los animales del desierto no son los que ve cualquier campesino galileo a su alrededor: mulos, vacas, ovejas… Son escorpiones, alacranes, etc. Y esto nos recuerda el Salmo 91,11-13, donde aparecen mencionados junto con los ángeles:
«A sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en todos tus caminos;
te llevarán en sus palmas
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre chacales y víboras,
pisotearás leones y dragones».
Jesús, en el desierto, sufre la tentación de Satanás. Pero Dios está a su lado, lo protege mediante sus ángeles, y hace que triunfe en todos los peligros.
Estos elementos (tentación, vivir con los animales, servicio de los ángeles) recuerdan al relato de Adán en el paraíso, tal como se contaba en las tradiciones rabínicas. De este modo, Marcos presenta a Jesús como el nuevo Adán, que, a diferencia del primero, no sucumbe a la tentación, sino que la supera.
Primera actividad de Jesús y síntesis de su predicación (Marcos 1,14-15)
El relato de las tentaciones en Marcos es tan breve que la liturgia ha añadido las frases siguientes. Aunque tratan un tema muy distinto (el comienzo de la actividad de Jesús), la invitación a la conversión encaja muy bien al comienzo de la Cuaresma.
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Esas palabras ya las leímos el domingo 3º del Tiempo Ordinario. Marcos ofrece tres datos: 1) momento en el que Jesús comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.
Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.
Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo.
Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: «Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur», comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: «Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta» (Jn 7,52).
Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio («Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios») y una invitación («convertíos y creed en el Evangelio»).
El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que «está cerca».
Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.
Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús.
Pero Jesús invita también a «creer en la buena noticia» del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.
El recuerdo del bautismo (dos primeras lecturas)
Desde antiguo, la celebración de la Pascua quedó vinculada con el bautismo de los catecúmenos el Sábado Santo, y eso ha influido en la selección de las lecturas. Ya la primera carta de Pedro ve en la salvación de ocho personas del diluvio atravesando el agua un símbolo del bautismo que ahora nos salva. Este texto se recoge en la segunda lectura. La primera, como es lógico, recuerda el relato del Génesis.
Génesis 9.8-15
Dios dijo a Noé y a sus hijos:
Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Establezco, pues, mi alianza con vosotros: el diluvio no volverá a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra.
Y Dios añadió: Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes.
La carta de Pedro (llamada así, aunque no la escribió san Pedro) ve en el diluvio un simbolismo del bautismo: Noé y sus hijos se salvaron cruzando las aguas del diluvio, el cristiano se salva sumergiéndose en el agua bautismal.
1 Pedro 3, 18-22
Queridos hermanos: Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu; en el Espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión, a los desobedientes en otro tiempo, cuando la paciencia de Dios aguardaba, en los días de Noé, a qué se construyera el arca, para que unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaran por medio del agua. Aquello era también un símbolo del bautismo que actualmente os está salvando, que no es purificación de una mancha física, sino petición a Dios de una buena conciencia, por la resurrección de Jesucristo, el cual fue al cielo, está sentado a la derecha de Dios y tiene a su disposición ángeles, potestades y poderes.
Jesús y nuestro bautismo
La presentación de Jesús como nuevo Adán está estrechamente relacionada con la nueva vida que comienza en el cristiano con el bautismo. La Cuaresma es el mejor momento para profundizar en este sacramento que, en la mayoría de los casos, recibimos sin ser conscientes de lo que recibíamos.
Parece que al leer esto, lo primero que nos sale es: «¡Ay, ay, Jesús no vayas! ¡Ten cuidado! Van a intentar liarte y hacerte mal… «. Pero se nos olvida, o no prestamos atención, al sujeto de la frase: el Espíritu. Es Dios quien le empuja… No va a estar solo… Además, el evangelista Marcos nos lo presenta justo después del Bautismo donde Jesús escuchó: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.
Nos olvidamos de la acción del Espíritu de Dios en nuestro día a día. Nos podemos preguntar: ¿qué pasaría si fuésemos consciente de la acción de Dios en cada momento, en este mismo instante? ¿Cómo sería si nos dejásemos empujar libremente por su Espíritu? Nuestra vida cambiaría, ¿verdad? Seríamos personas llenas de agradecimiento, de confianza, de esperanza.
El desierto… ese lugar que nos atrae y nos da miedo al mismo tiempo… Silencio y soledad. Escucha atenta. Mirada profunda. Encuentro con nuestras sombras, con aquello que tratamos de esconder en nuestra vida porque duele… Dios está aquí, con nosotras, siempre.
Jesús fue puesto a prueba, y no solo en el desierto. Dios decidió hacerse persona, y eso incluía las pruebas, los miedos y el dolor. Conoce nuestra fragilidad, nuestros límites. Y, con toda nuestra realidad, nos llama a amar, a servir y a anunciar su Reino.
Se nos invita hoy también a convertirnos, a volver el corazón a Dios, a creer en el Evangelio. ¿Creemos en la Buena Noticia de Jesús? ¿Nos habla la Palabra de Dios? ¿Nos interpela y nos mueve a hacerla vida?
Tenemos tarea para esta Cuaresma (y para toda nuestra vida): volver nuestro corazón a Dios, creer en la Buena Noticia de Jesús y ponerla en práctica, y dejarnos impulsar por el Espíritu. ¡Ánimo, que promete salir bien!
Oración
Trinidad Santa, vuelve nuestro corazón a ti. Haz que nos dejemos impulsar por tu Espíritu en cada momento de nuestra existencia.
Comentarios desactivados en Jesús fue al desierto para dilucidar el sentido de su mesianismo.
DOMINGO 1º DE CUARESMA (B)
Mc 1,12-15
Durante siglos, hemos puesto en el perdón de Dios la meta de nuestras relaciones con Él. Esta idea de Dios está en las antípodas del evangelio. Jesús nos dice que el perdón es el punto de partida. Nuestro concepto de pecado se basaba en el mito de la ruptura. A partir de ahí, la religiosidad consistía en una recuperación de lo perdido. Hoy tenemos datos para intentar otra solución al problema. Somos fruto de la evolución y seguimos avanzando. Vamos de menos a más y nuestra preocupación debe ser acelerar la marcha.
El pecado es una de las experiencias más dolorosas y humillantes del ser humano. Lo que tenemos que superar es una explicación demasiado primitiva de “fallo” y descubrir un modo de afrontarlo que pueda ser útil para superarlo eficazmente. El mal no tiene nada de misterio. Es consecuencia inevitable de nuestra condición de criaturas limitadas. Una inercia de tres mil millones de años de evolución, que nos empuja hacia el individualismo, no puede ser contrarrestada por unos cientos de miles de años de trayectoria humana.
El primer objetivo del ser vivo fue mantener esa vida contra todas las agresiones externas e internas. Esta experiencia se va almacenando en el ADN. Gracias a él, la vida no solo se conservó, sino que fue alcanzando cotas más altas de perfección, hasta llegar al “homo sapiens”. Su relativa perfección permite al hombre unas relaciones completamente distintas; ahora fundadas en la armonía. Pero permanece el instinto de conservación que le lleva al individualismo. Debemos superar esa visión miope por un nuevo conocimiento.
Fijaos bien que los tres temas clásicos de la cuaresma son: Oración, ayuno, limosna. En ellos quedan resumidas todas las posibles relaciones humanas: con Dios, con uno mismo, con los demás. Con las cosas tendríamos que añadir hoy. Nuestra calidad humana depende de la calidad de las relaciones. Si no sobrepasan lo instintivo, esas relaciones estarán basadas en un individualismo feroz. Si esas relaciones están basadas en el conocimiento de tu auténtico ser, te llevarán a la armonía con todos los demás seres.
El hecho de que Marcos sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos está diciendo que, en Mateo y Lucas, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles por parte del primero. También pudiera ser que Mateo y Lucas encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Marcos. En todo caso, esas diferencias nos están demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Mc está planteando en tres líneas toda la trayectoria humana de Jesús.
El objetivo del relato es distinto en cada uno de los sinópticos. Mc no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En él no hay tres tentaciones, porque plantea toda la vida de Jesús como una constante lucha contra el mal. En el evangelio de Marcos no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora. La tentación está siempre a nuestro alrededor. De aquí parte la necesidad que nosotros también tenemos de ayuno, oración y limosna.
Inmediatamente. Comienza la lectura de hoy con la anodina frase de siempre “en aquel tiempo”. Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el Espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del Espíritu. El Espíritu, no es todavía el “Espíritu Santo” según la idea que se desarrolló en los siglos VI y V; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar.
El Espíritu le empujó. El verbo griego empleado es “ekballo” = Empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone violencia. El mismo verbo que el domingo pasado empleó Jesús para despedir al leproso. El Espíritu le arrastra al desierto. Al recibir el Espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud. Precisamente por haber alcanzado la meta como ser humano, está capacitado para marcarnos el camino a nosotros.
Al desierto. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, del encuentro con Dios. Es imposible comprender todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto. Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo.
Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días fueron necesarios para que se conviertan los ninivitas. 40 días camina Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús.
Tentado por Satanás. “Peireo” indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber un aprobado si no hay examen. ‘Satán’ significa el que acusa en el juicio, exactamente lo contrario que ‘paráclito’, el que defiende en un juicio. En Mateo y Lucas las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Marcos no aparece el ayuno por ninguna parte y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Marcos no nos habla de penitencia, sino de lucha por comprenderse en Dios.
Estaba entre las fieras. La traducción oficial de alimañas condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos. Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras) Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera será total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras.
Y los ángeles le servían. El verbo que emplea es “diakoneô” que significa servir, pero con un matiz de afecto personal en el servicio. En el NT “diaconía” es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio, de los seguidores de Jesús. Su primer significado en griego clásico era “servir a la mesa”. Pero aquí este significado iría en contra de todo el sentido del relato, porque indicaría que, en vez de ayunar, era alimentado por los ángeles. Seguramente quieren hacer un contrapeso al diablo que le tentaba.
«El reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la buena Noticia»
La cuaresma se inspira en los cuarenta días de oración y penitencia que Jesús pasó en el desierto, y por eso tradicionalmente se le ha dado un carácter penitencial. Pero no es ése su sentido. No es un periodo de expiación por la vida mundana que llevamos el resto del año ni de penitencia por nuestros pecados, sino tiempo de conversión.
Convertirse es “volverse”, “cambiar de dirección”. Vamos caminando por la vida, nos encontramos con Jesús y tomamos su misma dirección porque nos convence su forma de vida, porque el encuentro con él produce cambio; cambio de criterios, de valores; cambio de Dios. Y Ahí está la buena Noticia, porque el Dios al que nos tenemos que convertir no es el que nos estropea la vida con exigencias, no es el que nos amenaza con castigos, sino el que salva nuestra vida de la trivialidad y el sinsentido. Convertirse es abrazar la buena Noticia.
Convertirse es ante todo desterrar el “mal espíritu” con el que nos tienta el mundo; es vivir con el “espíritu de Jesús”. El mal espíritu es el que nos mueve a banalizar la vida, a vivirla ajenos al espíritu de Dios; ajenos a Dios. Es el que nos impide aceptar la buena Noticia y nos arrastra a seguir viendo a Dios como juez que premia y castiga, y no como Padre que se desvive por sus hijos. Es el que nos imposibilita aceptar la vida como misión de Dios; una misión de salvar y de servir.
Con el espíritu de Jesús la vida tiene un sentido, y ese sentido es colaborar en la obra de Dios. Tiene una meta que es lograr la plenitud humana; el sueño de Dios. Y también tiene un camino que recorrer; el camino que nos muestra Jesús. Con el espíritu de Jesús la vida es algo diferente, es una vida nueva, renovada, con sabor, salvada de la oscuridad y de la muerte. Y todo ello animados por la fuerza de Dios, empeñado en que sus hijos lleguen a la meta.
Convertirse es también cambiar nuestro concepto del bien y del mal. “Bien” no es lo que me apetece, lo que me produce contento o placer, sino lo que me sirve para caminar hacia la Vida. “Mal” no es lo que me contraría, lo que me produce sufrimiento, sino lo que me estorba para caminar. Ni siquiera se trata de que viviendo así vayamos a ser más felices, pues no recibimos gratificación alguna por ello. Si somos más felices (el ciento por uno en esta vida) es una buena señal, es que vamos por el buen camino, pero el premio es simplemente vivir así, vivir válidamente, no tirar la vida. El premio es salvar la vida.
La cuaresma no es por tanto un esfuerzo nuestro para ver si Dios me perdona, para ver si Dios me escucha. Es un esfuerzo de Dios para que yo le escuche, una oferta de vida. “Convertíos” significa simplemente, hacedle caso a Dios, aceptad la oferta de Dios salvador.
(Entresacado de un artículo de J. E. Ruiz de Galarreta)
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
“En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto…”
Verdaderamente suena muy fuerte el verbo “empujar” refiriéndose a la acción del Espíritu hacia Jesús.
Empujar a alguien implica cierta violencia: no se respeta lo que está haciendo, no se tiene en cuenta su elección, su forma de actuar.
Subir al monte a orar en la soledad de la noche es una cosa, pero adentrarse en el desierto por cuarenta días (esa cifra tan presente en momentos claves a lo largo de toda la Biblia) a enfrentarse con lo que vivía por dentro y lo que se complicaba en el camino que tenía por delante, debió ser complejo.
El Espíritu a veces susurra, otras empuja. Aquí se impuso un buen empujón, amoroso pero contundente. Había que prepararse para el combate en el mundo venciendo las tres conocidas tentaciones, tan comunes en el ser humano: apego a las cosas materiales, poner a prueba a Dios y las ansias de poder.
Se inicia la Cuaresma. Otra vez el número cuarenta nos sirve de referencia de preparación, entrenamiento y discernimiento en el desierto de cada día.
¿Qué le pido al Espíritu? Un buen empujón, como el de Jesús, para adentrarme en el desierto estos cuarenta días. Me refiero al desierto interior, ese que todos llevamos dentro y que tantas veces dejamos de lado o rodeamos para no aclarar cómo va nuestra vida interior.
Decía Thomas Merton*: “El verdadero desierto es esto: enfrentarse a las limitaciones reales de la existencia y el conocimiento de uno y no intentar manipularlas ni disfrazarlas” (1).
Merton se hace también una pregunta más directa: “¿Qué es mi desierto? Su nombre es ‘compasión’. No hay desierto más terrible, más hermoso, más árido y fructífero que el desierto de la compasión. Es el único de desierto que florecerá verdaderamente como el lirio. Se convertirá en un lago, brotará y florecerá y se regocijará con alegría. Es en el desierto de la compasión donde la tierra sedienta se convierte en manantiales de agua, donde el pobre posee todas las cosas” (2)
Cuando Jesús dejó el desierto tras los cuarenta días “se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios”, lo que me hace pensar que su corazón compasivo, lleno de todas las gentes que se le habían acercado por los caminos, le impulsó a expandir el mensaje de conversión y de creer en el Evangelio. En definitiva, continuar su Misión.
El mensaje sigue estando de total actualidad en nuestro tiempo, así que habrá que ir compartiendo cuando salgamos del desierto interior tras la puesta a punto de la Cuaresma.
Mari Paz López Santos
2024.02.18 – FEADULTA
I Domingo de Cuaresma
*DICCIONARIO DE THOMAS MERTON, Ediciones Mensajero, 2015, (1) pág. 142, (2) pág.143
En la Biblia, desierto significa, a la vez y de manera paradójica, lugar de prueba y lugar de intimidad con Dios. Aunque, si lo miramos detenidamente y, sobre todo, si lo experimentamos, apreciaremos el sentido de aquella paradoja.
Lo que solemos designar como “prueba” -pérdidas de todo tipo, dificultades, contratiempos, crisis…- saca a flor de piel nuestra vulnerabilidad. Y cuando la vulnerabilidad se acoge y se acepta, abre la puerta a nuestra humanidad profunda y, con ella, al amor y la compasión. De ese modo, la prueba se convierte en puerta que nos introduce en la profundidad.
El ser humano tiende a buscar e instalarse en cualquier zona de confort. Como si en cada uno de nosotros viviera un pequeño burgués amante de la comodidad y del bienestar. Y eso no está mal. Lo malo suele ser que esa misma dinámica tiende a mantenernos en la superficie, alejados de lo mejor de nosotros mismos, de los demás y de la vida. Porque en la superficie fácilmente nos conformamos con “sobrevivir”.
Las pruebas nos zarandean y, al hacerlo, si no nos hundimos ni nos endurecemos, nos obligan a buscar aquello que nos sostiene; la experiencia de lo impermanente -doloroso en sí mismo, antes o después- nos pone en camino de aquello que permanece. El propio dolor nos muestra nuestra vulnerabilidad, haciéndonos conscientes de que no podemos escamotearla.
Y es ahí, al abrazarla, cuando nos hace más humanos. Y eso ocurre porque, como escribe Eckhart Tolle, solo en la medida en que aceptamos nuestra vulnerabilidad, descubrimos nuestra invulnerabilidad verdadera. Absolutamente vulnerables en la forma, somos, a la vez, aquello que permanece siempre estable. por ese motivo, también el desierto, cuando sabemos vivirlo, nos conduce a casa.
La experiencia del desierto nos humaniza porque nos hace pasar de la superficialidad a la profundidad, del narcisismo a la empatía y la compasión, del egocentrismo a la ofrenda, del despiste sobre nosotros mismos a la comprensión y el gozo de lo que realmente somos, de sobrevivir a vivir en plenitud…
Comentarios desactivados en Del Paraíso al desierto y del desierto al Paraíso
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- COMENZAMOS LA CUARESMA: CUARENTA DÍAS.
La cuaresma son los cuarenta días de preparación a la Pascua del Señor.
Cuarenta es un número simbólico que aparece en momentos decisivos de la Biblia, de la cultura del pueblo de Israel y de Jesús.
El número cuarenta aparece más de 100 veces en la Biblia:
+ Cuarenta días y cuarenta noches estuvo lloviendo en el diluvio “bautismal” en tiempos de Noé.
+ De Moisés se dice que vivió 120 años: 40 en Egipto, cuarenta como pastor en Madián y cuarenta años peregrinando con las tribus hebreas tras el Éxodo hasta llegar a la libertad y la tierra de promisión.
+ Cuarenta son los días que Jesús estuvo en el desierto superando las tentaciones del desierto.
+ Jesús asciende a los cielos a los cuarenta días de la resurrección.
Cuarenta Significa un tiempo -toda la vida- de una experiencia humano-religiosa intensa, decisiva.
Llegar a la tierra de promisión, a la felicidad, a la realización personal (y comunitaria), nos va a costar “cuarenta años”, toda la vida de desierto.
02.- EL DESIERTO
El desierto no es solamente algo geográfico, un lugar árido y hostil, el desierto del Sahara…
El desierto en la Biblia tiene un sentido teológico y es una actitud de vida humano-religiosa.
El desierto es el lugar de la austeridad, del silencio, de la oración, es el lugar o la situación de prueba: la dureza de la vida. El desierto es camino y búsqueda.
La vida es un desierto. A lo largo de nuestro caminar atravesamos por un desierto muchas veces entre alimañas de todo tipo como escuchábamos en el evangelio, con tentaciones de todo tipo, con crisis y penas.
Nos hará bien huir del “mundanal ruido”, retirarnos de la algarabía social al desierto, escapar del zapping y cosas por el estilo.
Mejor nos encerramos en nuestra habitación para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios.
Por otra parte, una cierta austeridad en la vida nos hace bien.
Parece como que el ideal de vida es pasarlo bien, todo fácil, cuantas menos horas de trabajo, mejor.
Facilitar todo a las generaciones más jóvenes -y a las nuestras- ¿no está creando personas más bien blandas? La vida es desierto, camino, esfuerzo, crisis, gracia, Éxodo, libertad y liberación.
03.- NOSTALGIA DE PLENITUD
Todos tenemos un anhelo infinito de vida y felicidad. Somos un eterno deseo de bienestar, de vivir bien. Somos una pasión infinita.
Nuestra vida, nuestro Éxodo, siempre está marcado también por el esfuerzo, heridas y alimañas: el mal, la culpa y muerte ¿Tres heridas incurables?
Somos siempre una asignatura pendiente para nosotros mismos. Somos una diferencia entre lo que somos y lo que quisiéramos vivir, incluso somos un pequeño abismo entre lo que somos y lo que deberíamos ser.
El hombre moderno (Ilustración) piensa que puede darse a sí mismo la felicidad y la plenitud, pero eso no es cierto. Pensamos que el progreso, la técnica, los políticos nos van a traer el paraíso terrenal, pero seamos conscientes de que no está en nuestras manos concedernos la plena felicidad.
Ninguna realidad humana llena nuestro corazón. Nunca el placer es bastante, nunca el dinero, ni el poder colman el corazón de ser humano.
Nuestro corazón no se aquieta con la simple realización de nuestras necesidades.
El ser humano no puede, no podemos colmar nuestra vida.
San Agustín escribía aquello de: Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto, pues solamente descansará cuando te encuentre.1
Un salmo expresa muy bien estas cosas:
Mi alma tiene sed de ti, mi vida ti ansia de Ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua,
(Salmo 63,2)
04.- LA CUARESMA TIEMPO DE GRACIA.
Es cierto que la cuaresma es tiempo de penitencia y de conversión, pero, sobre todo, es tiempo de gracia.
No carguemos las tintas en el pecado y la penitencia con sus secuelas de culpabilidades, miedos, angustias, condenaciones, etc.
Convertirse no es un esfuerzo titánico contra el mal a base de penitencias y castigos, ayunos, cilicios y disciplinas. Nuestra conversión es comprender y vivir que Dios es bueno. Convertirnos es pasar de la imagen de un Dios justiciero a la realidad de un Dios de bondad y misericordia.
La cuaresma, el Éxodo es mirar al futuro con esperanza. Lo que esperamos de la bondad de Dios es la alegría del presente.
Que tengamos una serena travesía creyendo en el Evangelio de la gracia: Dios está de nuestra parte,
Dios hizo un pacto con la humanidad (Noé – alianza).
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Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:
Comentario al evangelio del 1° domingo de cuaresma (18-02-2024)
Considerar las tentaciones mesiánicas de Jesús es, entonces, confrontar nuestra propia fidelidad a la misión encomendada
Como nos cuesta creer y vivir el reino anunciado por Jesús, el anuncio del evangelio que hacemos no tiene la fuerza de transformación que Jesús nos dijo que tendría
A continuación, el Espíritu empuja a Jesús al desierto y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentando por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea y proclamaba la Buena Nueva de Dios: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Nueva”(Marcos 1, 12-15).
Comienza el tiempo de cuaresma y el evangelista Marcos, en cuatro versículos, nos relata las tentaciones y el contenido de la predicación de Jesús. Sabemos que Mateo y Lucas describen más detalladamente las tentaciones. Aquí sólo se nos dice que Jesús fue tentado durante cuarenta días lo cual podría ser más semejante a nuestra propia vida. Las crisis, dudas, retrocesos y caídas no son solo en un momento puntual, superándolas en el acto. Por el contrario, la vida es ese continuo caminar con toda la ambigüedad, dificultad, avances y retrocesos que nuestra condición humana implica. En el caso de Jesús sabemos que sus tentaciones son mesiánicas, es decir, respecto a su misión y no a lo que comúnmente llamamos tentaciones en la vida cotidiana. Jesús permanece firme en la misión encomendada, Jesús no cambia la radicalidad de la misma. De ahí que se gane la cruz y la asuma con todas las consecuencias. Precisamente porque se conoce el final de la vida de Jesús, el evangelista puede afirmar, desde el inicio del evangelio, la fidelidad durante toda su vida. Considerar este pasaje de la vida de Jesús es, entonces, confrontar nuestra propia fidelidad a la misión encomendada preguntándonos seriamente si mantenemos el vigor primero o si lo hemos acomodado a nuestros intereses o a lo socialmente aceptado para evitar conflictos y persecuciones.
Pero ¿cuál es la misión de Jesús y, por ende, la nuestra? En otro versículo, Marcos nos presenta a Jesús anunciando que el tiempo se ha cumplido, es decir, lo que anunciaba Juan el Bautista ya se hace realidad con su presencia y es hora de dar una respuesta contundente: convertirse y creer en la buena nueva. La palabra “convertirse” no significa lo que comúnmente entendemos de arrepentirnos de algo malo que hemos hecho. En este caso es situarse en otro horizonte -el del reino de Dios-, cambiar de mirada, darse la vuelta para iniciar un camino distinto. En eso consiste la vida cristiana. Es encontrar en la vida de Jesús lo que Dios espera de la humanidad y por eso disponernos a vivir como Él vivió, a mirar el mundo desde el horizonte que Él lo hizo.
Ese horizonte no es otro que el amor inconmensurable de Dios sobre la humanidad. En Dios solo hay misericordia y generosidad. En Él no hay castigo, ni reproches. Por eso mismo escandaliza y se rechaza. Nos gustaría más que Dios castigue a los malos y premie a los buenos -entre los cuales creemos estar nosotros- y nos cuesta creer que la metodología de Dios es transformar el corazón humano a punta de amor y no de miedo. Y como nos cuesta creerlo y vivirlo, el anuncio del evangelio que hacemos no tiene la fuerza de transformación que Jesús nos dijo que tendría.
Pero la Palabra de Dios nos sigue insistiendo por dónde se hace presente el reino. Tal vez en esta cuaresma podríamos poner el énfasis no en sacrificios o confesiones de los pecados de siempre sino en mirar la vida de Jesús a ver si le logramos entenderlo a fondo y convertirnos al Reino de Dios, muy distinto de normas, liturgias, confesiones, inciensos y sermones de castigo que surgen con tanta fuerza en este tiempo. Convertirse al amor, a la misericordia, a la generosidad del mismo Dios sería una buena manera de comenzar este tiempo de cuaresma.
(Foto tomada de: https://liturgia.jesuitas.pe/2019/03/08/las-tentaciones-de-jesus-en-el-desierto/)
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“Adán y Eva” de Lucas Cranach, el Viejo, 1528
La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0 Michaelangelo Allocca, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el primer domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.
Las lecturas litúrgicas de este domingo comienzan con un pasaje que se convirtió en la plataforma para gran parte de la obsesión genital distorsionada del cristianismo. Espero arrojar algo de luz sobre la esperanza genuina e incluso el gozo que se encuentra en su mensaje real, que culmina en la lección del evangelio.
El relato de Génesis de la Caída cuenta la historia de la lucha de la humanidad, atrapada entre Dios y la tentación. El relato de Mateo sobre la tentación de Jesús en el desierto, cuenta otra versión de la misma lucha. Lo que me llama la atención en la lectura de Génesis es su descripción de cómo Dios hace el jardín para nosotros, con árboles “deleitables a la vista y buenos para comer”. Aviso: agradable, y no simplemente útil. Un jardín que contenga sustento para la pareja humana es simplemente un buen sentido práctico. Pero hacerlo estéticamente agradable (“deleitable de ver“) también es, bueno, gratuito, como dijo una vez un amigo sobre la belleza elegante y frágil de una garza que estábamos observando. Es un recordatorio más, junto con el hecho de compartir el aliento de Dios que se recuerda con más frecuencia, de la relación íntima y amorosa de comunión gozosa que Dios pretendía.
Este énfasis en el deleite es aún más llamativo si recordamos el marcado contraste entre nuestros antepasados espirituales y las culturas que los rodeaban. En el antiguo Cercano Oriente, la idea de que toda la creación era el acto deliberado de un solo Dios era sorprendentemente inusual. La mayoría de los vecinos de los hebreos eran politeístas. Los mitos de la creación de estos vecinos generalmente veían nuestro mundo físico como un accidente, una ocurrencia tardía o el efecto secundario de una guerra entre diferentes grupos de deidades. Ninguno de estos mitos tiene un indicio de amor real por los humanos proveniente del dios creador. En cambio, el propósito de los humanos era casi siempre ser esclavos de los dioses y ser severamente castigados si fallaban en el trabajo.
Pero Génesis nos muestra como hijos predilectos de un Dios que quiere que disfrutemos del mundo en sociedad con Dios. Sin embargo, este disfrute y esta relación se rompen cuando “la serpiente” trata de reemplazar la asociación con la competencia por el poder y el control. Las comillas alrededor de “la serpiente” están ahí para mostrar que nuestros antepasados sabían leer simbólicamente una serpiente parlante: la serpiente es simplemente una manifestación física externa de pensamientos que los humanos ya albergaban. Eva ve que el árbol es “bueno para comer, [y] agradable a la vista”, una repetición casi textual de la descripción que escuchamos antes. ¿Este pensamiento le recuerda al Hacedor del árbol y le sugiere que debería confiar en ese Hacedor más que en la voz de la serpiente que le dice “Está mintiendo”? No. Y así comienza el pecado cuando los humanos pasan de la comunión amorosa del plan de Dios a la búsqueda del control y el poder.
Y, sin embargo, muchos en la historia cristiana han leído esta historia y no vieron el ansia de poder, sino simplemente la vieja lujuria, como el comienzo del pecado. De una tonta mala lectura de la imagen de la desnudez de la historia, muchos concluyen que esta historia trata sobre el sexo, razón por la cual la llamo la fuente de la obsesión genital de la Iglesia. Nada malo u obsceno se dice en la historia sobre los genitales de la pareja humana. De hecho, Dios no pensó que necesitaban ser cubiertos. La conciencia de los humanos de su desnudez no era más que una representación poética de la pérdida de la inocencia. (Los animales y los bebés no “saben que están desnudos”, por lo que no sienten vergüenza por ello).
Sospecho que la fusión cristiana (especialmente, pero no exclusivamente, católica) de la sexualidad con este primer pecado es la fuente principal de la denigración tanto de las mujeres como de todos los que pueden apartarse de “la norma” sexualmente hablando, más obviamente homosexuales o homosexuales. gente trans. Si el sexo es malo y debe controlarse estrictamente (por ejemplo, solo está permitido dentro del matrimonio de un hombre y una mujer), cualquiera que desafíe ese control está, por definición, “objetivamente desordenado”. Por eso debemos reclamar una lectura adecuada del relato de Génesis sobre “la caída”.
¿Realmente quiso decir Génesis que el pecado, en su raíz, se trata de aferrarse a una relación puramente transaccional basada en el poder con Dios y con el resto del mundo? La historia de la tentación de Mateo en el evangelio de hoy proporciona la respuesta. Satanás trata de seducir a Jesús (no con sexo, casi como si eso no fuera un problema tan grande) para que tenga una relación puramente transaccional basada en el poder con Dios y con el resto del mundo.
Satanás claramente conocía las Escrituras, pero creo que su verdadero error fue no darse cuenta de que Jesús entendió la historia de Génesis como una historia de poder. Satanás probó precisamente el mismo tipo de tentación en Jesús que le había ofrecido a Adán y Eva, como si esa historia no hubiera sido leída y estudiada por el pueblo de Jesús por generaciones. Ordena a estas piedras que se conviertan en pan (es decir, ejerce poder sobre ellas). Engañar a Dios para que ordene a sus ángeles que lo salven (es decir, use poder coercitivo/engañoso para obligar a Dios a usar el poder de Dios). Adórame, y te daré (presumiblemente para comandarlos y ejercer poder sobre ellos) todos los reinos del mundo.
Aunque tenían la intención de ocultar los órganos sexuales de Adán y Eva, esos Fruit-of-the-Looms [1] de hoja de parra lograron centrar la atención en ellos. Lo único que encubrieron fue el verdadero significado de la historia.
En lugar del mensaje claro de que el pecado original fue la introducción de dinámicas de poder y competencia en el hermoso y armonioso jardín de Dios, las hojas de higuera llevaron a algunas personas a engañarse pensando que el pecado era sexo, con consecuencias destructivas, principalmente para las mujeres y las minorías sexuales. , durante dos milenios.
Esta Cuaresma, que Jesús nos guíe individualmente y como Iglesia, lejos del deseo de mandar y controlar, y de regreso a la gozosa comunión que Dios quiso.
—Michaelangelo Allocca, New Ways Ministry, 26 de febrero de 2023
[1] Fruit of the Loom es una empresa estadounidense de ropa, en particular ropa informal y ropa interior. La sede mundial de la empresa se encuentra en Bowling Green, Kentucky. Desde 2002 ha sido una subsidiaria de Berkshire Hathaway (Wiquipedia)
Comentarios desactivados en “Nuestros errores”. 25 de febrero de 2023. 1º Cuaresma (A). Mateo 4, 1-11.
Toda persona que no quiera vivir alienada ha de mantenerse lúcida y vigilante ante los posibles errores que puede cometer en la vida.
Una de las aportaciones más válidas de Jesús es poder ofrecer a quien le conoce y sigue la posibilidad de ser cada día más humano. En Jesús podemos escuchar el grito de alerta ante los graves errores en que podemos caer a lo largo de la vida.
El primer error consiste en hacer de la satisfacción de las necesidades materiales el objetivo absoluto de nuestra vida; pensar que la felicidad última del ser humano se encuentra en la posesión y el disfrute de los bienes.
Según Jesús, esa satisfacción de las necesidades materiales, con ser muy importante, no es suficiente. El hombre se va haciendo humano cuando aprende a escuchar la Palabra del Padre, que le llama a vivir como hermano. Entonces descubre que ser humano es compartir, y no poseer; dar, y no acaparar; crear vida, y no explotar al hermano.
El segundo error consiste en buscar el poder, el éxito o el triunfo personal, por encima de todo y a cualquier precio. Incluso siendo infiel a la propia misión y cayendo esclavo de las idolatrías más ridículas.
Según Jesús, la persona acierta no cuando busca su propio prestigio y poder, en la competencia y la rivalidad con los demás, sino cuando es capaz de vivir en el servicio generoso y desinteresado a los hermanos.
El tercer error consiste en tratar de resolver el problema último de la vida, sin riesgos, luchas ni esfuerzos, utilizando interesadamente a Dios de manera mágica y egoísta.
Según Jesús, entender así la religión es destruirla. La verdadera fe no conduce a la pasividad, la evasión y el absentismo ante los problemas. Al contrario, quien ha entendido un poco lo que es ser fiel a un Dios, Padre de todos, se arriesga cada día más en la lucha por lograr un mundo más digno y justo para todos.
Gn 2,7-9; 3,1-7: Creación y pecado de los primeros padres Salmo responsorial 50: Misericordia, Señor: hemos pecado Rom 5,12-19: Si creció el pecado, más abundante fue la gracia Mt 4,1-11: Jesús ayuna cuarenta días y es tentado
Los comentarios bíblico-litúrgicos para ayudar a la elaboración de las homilías dominicales de este típico “domingo de las tentaciones”, el primero de cuaresma, suelen presentar en esta ocasión un sencillo paralelismo antagónico: la primera tentación fue la que se le presentó a Eva, que acabó en el pecado; pero ha habido otra tentación, la que sufrió Jesús en el desierto, que acabó en victoria, de la que podemos tomar ejemplo. En esta línea es muy fácil encontrar comentarios en la red. Por eso mismo quisiéramos nosotros hacer esta vez una aportación diferente, en sentido crítico. Obviamente, este aspecto no será apropiado en cualquier caso para convertirlo sin más en una homilía… pero creemos que tampoco sería bueno que una homilía olvide este aspecto crítico. En todo caso, cada agente de pastoral sabrá lo que su comunidad necesita, y sabrá encontrarlo en otros puntos de servicio bíblico-litúrgico de la red.
La primera lectura de este domingo reúne, resumidamente, dos importantes relatos bíblicos: el de la creación y el del pecado original. Son muy significativos, muy importantes, y hoy día, también muy problemáticos.
Es importante hacer recordar a los oyentes que estos textos, y todos los que forman el grupo de los once primeros capítulos del Génesis, que se refieren a los inicios de la «historia de la Salvación», han sido entendidos desde siempre de un modo literal. Todas las generaciones que nos precedieron en la fe los entendieron así. Seguramente que nuestros padres -y ciertamente nuestros abuelos- nunca pensaron otra cosa, y muchos cristianos mayores también lo piensan hoy día. Desde tiempo inmemorial, estos textos han fungido para muchísimas generaciones, como una fuente capital de su comprensión del mundo y de la historia. Las “coordenadas generales” que estos mitos trazan (Dios arriba, naturaleza abajo, un acto divino de creación que pone en marcha el cosmos, una creación del ser humano distinta a la creación de todos los demás seres, Dios que prohíbe comer el fruto del árbol, la desobediencia del ser humano que se convierte en el «pecado original» que transformará la suerte de toda la humanidad posterior –¡y del cosmos!–, el protagonismo principal de la mujer en este pecado, el enfado de Dios, su consecuente ruptura de relaciones con la Humanidad por haber comido ésta el fruto prohibido…), han sido para toda esa humanidad judeocristiana de los tres mil últimos años, el “paradigma” desde el que han entendido tanto el mundo, como a Dios, como a sí mismos, es decir, la realidad global. Estamos ante unos mitos religiosos ante los que hay que descalzarse, como quien pisa tierra sagrada.
Hace apenas cien años, en 1906, la Pontificia Comisión Bíblica –respaldada obviamente por la Inquisición romana, la actual Congregación para la Doctrina de la Fe, que todavía no se llamaba Santo Oficio–, reafirmaba solemnemente, y bajo pena de excomunión a quien no lo aceptara, que el contenido de los once primeros capítulos del Génesis es histórico, no mitológico.
Es importante recordar a los oyentes que hoy no creemos que estos relatos haya que entenderlos así, literalmente. Es decir: que hoy sabemos que la Biblia no puede decirnos cómo fue el origen del cosmos, ni el del ser humano. Que la Biblia no contiene mensajes de física, ni de química, ni de biología evolutiva, ni de geofísica o astrofísica… que nos informen sobre todos esos campos. Y que por tanto se puede ser cristiano y aceptar lo que la ciencia nos dice hoy, incluidas las opiniones contrarias a tantas afirmaciones y supuestos incluidos en estos relatos bíblicos.
Es importante hacer caer en la cuenta de que esta nueva manera de entender los textos bíblicos no fue fruto de un descubrimiento fácil e ingenuo, sino una intuición laboriosamente trabajada por los biblistas y teólogos, que durante varios siglos han tenido que enfrentarse a la oposición y a la condena de las autoridades de sus respectivas Iglesias. Todavía hoy, en tiempo de Benedicto XVI, el biblista argentino Ariel Álvarez Valdés, doctor en teología bíblica por la universidad de Salamanca, fue públicamente adversado y perseguido por la Secretaría de Estado del Vaticano por no sostener de la historicidad de Adán y Eva y su pretendido pecado original (véase su propio testimonio en Youtube [http://www.youtube.com/watch?v=2Ys3kcwjbSY&list=PL84001F9AB27C6E32].
Todo cristiano medianamente culto puede tener su opinión sobre el origen del mundo, igual que puede tener sus opiniones en medicina, en astronomía o en psicología, libremente, sin coacción, y sin que haya ninguna opinión «oficial» de la Iglesia en esos campos que pudiera ser «obligatoria». Los relatos bíblicos están en otro plano, un plano simbólico, que no afecta al campo autónomo de la ciencia. Esto es al menos lo que solemos decir hoy día, después del Vaticano II, pero sería más correcto reconocer que aquellos relatos no fueron concebidos, como decimos, meramente en un plano simbólico; para nuestros ancestros religiosos-y-culturales, esos relatos eran históricos, y con esa historia inventada, sin ningún fundamento científico, trataban de encontrar respuestas a problemas humanos y existenciales de muy diverso género (el mal, la felicidad, la vida, nuestro origen, nuestro fuuro…). Es ahora, sólo ahora, cuando nosotros, al ver que sus creencias expresadas en esos mitos estaba profundamente equivocadas –como hoy sabemos por la ciencia– sostenemos que esos mitos sólo podemos interpretarlos de un modo puramente simbólico. Nuestros antepasados –hasta nosotros mismos hace 50 años entre los católicos– los hemos considerado obligadamente históricos, literales, contados directamente por la misma boca reveladora de Dios.
Hay que dar claramente al público cristiano la buena noticia de que hoy no sostenemos que el símbolo judeo-cristiano del llamado «pecado original» tenga un fundamento histórico. No hay por qué sostenerlo. Más bien resulta prácticamente imposible que lo tenga, por cuanto lo más probable es que no hubo un solo filum biológico evolutivo de surgimiento de nuestra especie, y el poligenismo es hoy la opinión más común de la ciencia. La proclamación que la Iglesia católica hizo del monogenismo en el siglo pasado se debió al espejismo (que todavía sufría) de pensar que el significado del símbolo del pecado original dependía efectivamente de un pecado histórico real que habría cometido una primera pareja de la que descendemos absolutamente todos los hombres y mujeres.
Resulta especialmente importante aclarar que hoy día resulta del todo inverosímil -teológicamente hablando- todo el conjunto simbólico de la tentación y el pecado original: pensar que toda la humanidad esté en una situación de postración espiritual (que sea una massa damnata, una «muchedumbre condenada», como repetía san Agustín) a raíz de un supuesto primer pecado de una inexistente primera pareja, y pensar que debido a ello Dios habría roto sus relaciones con la Humanidad, y que esa ruptura no podría ser superada sino nada menos que con la sangre de la muerte en cruz del Hijo de Dios, tal y como ha sido presentado por la tradición más común y constante del cristianismo, resulta hoy absolutamente inaceptable. Deben por tanto sentirse aliviados todas las personas que se sienten incómodas ante las acostumbradas explicaciones homiléticas al respecto, tan parecidas a las catequesis infantiles que recibimos cuando fuimos niños, y como nosotros, todas las generaciones cristianas durante más de milenio y medio.
Otras varias salvedades y comentarios críticos también muy importantes se podrían hacer entre los temas implicados en esos dos grandes relatos bíblicos que han sido juntados en la primera lectura de este domingo (por ejemplo sobre la «transcendencia» de Dios, que ahí se presenta como obvia, sobre la imagen misma de “theos”, la visión negativa de la realidad que conlleva la creencia en un primer «pecado primordial», la terrible inferiorización y culpabilización de la mujer causada por ese texto…). Ya hemos dicho que no pretendemos que esta lista de advertencias críticas sea el contenido de una homilía, sino simplemente el trasfondo crítico a tener en cuenta a la hora de hablar de las “tentaciones” y del “pecado”, para lo que sin duda se encontrará mucho material en los numerosos portales de servicio bíblico de la red.
Es importante que digamos claramente, e insistamos, en que se puede ser cristiano y ser «persona de hoy» en las propias opiniones científicas. Y que hay otras formas de hablar del la realidad del mal y del pecado, que la de tomar como referencia unos mitos religiosos elaborados hace dos milenios y medio.
Finalizamos diciendo que ya que tantas veces hemos insistido en el pecado original y en sus fatales consecuencias para toda la humanidad, sería bueno compensar esa actitud refiriéndonos a lo que hoy intuye la teología de frontera: que, más bien, lo original no fue un pecado, sino una bendición… Puede ayudar el libro de FOX, Mathew, “Original Blessing”, Bear & Company 1983; traducido como: La bendición original. Una nueva espiritualidad para el hombre del siglo XXI, Obelisco, Barcelona 2002, 410 pp
Comentarios desactivados en Cuaresma 2023 (Dom 1). Tentaciones de Jesús, poderes” de la Iglesia
Del blog de Xabier Pikaza:
Las tentaciones de la iglesia son sus “poderes”, tomados como imposición, no como servicio de amor. Y si hubiera alguna tentación más sería tambien de poder.
Estas fueron las de Jesús: Poder económico (pan/dinero),poder religioso (imposión sagrada), poder político/militar (imperio mundial). Estas son las de la iglesia actual: se aferra al dinero, quiere un control religioso sobre el mundo, elevarse por encima de todo y mandar sobre el mundo entero.
Si me atreviera a seguir imaginando diría que ésa ha sido y sigue siendo la tentación de un Dios inventado por los hombres: Quiere el poder absoluto, el control supremo, sobre/por el dinero, imponiendo un terrorismo sobre las conciencia y un mando sobre la voluntad…
| X Pikaza
Todo por poder, nada por amor en gratuidad. Ese es el Dios falso, el Cristo mentiroso, la iglesia prostituida, una economía mundial de imposición, unos estados concebidos como legalización de la violencia establecida. Frente a la Tiple-P. de esos poderes, nos sitúa el evangelio: Ante la gratuidad del amor (no sólo de pan/engaño y dominio vive el hombre…
He tratado varias veces en RD y FB de las tentaciones de Jesús según Mateo y Lucas. Los eruditos saben, desde antiguo, que ellas no exponen un dato externo, que deba tomarse al pie de la letra, como algo que pasó a Jesús un día, pero que definen el sentido de identidad mesiánica, y marcan desde la historia concreta de los hombres. Así lo he puesto de relieve (en la lìnea de lo que ahora sigue) en Historia de Jesùs,
Esas tentaciones no pasaron externamente así, aunque es muy probable que, iniciando su mensaje, Jesús haya debido superar alguna prueba, como expresión del conflicto permanente de su vida y de su obra. Más aún, gran parte de los hombres y mujeres de su tiempo (y en especial del nuestro) habrían aceptado la oferta Diablo, que tenía muchas más “razones” que Jesús, como vio certeramente Dostoievsky:
Si hubo alguna vez en la tierra un milagro verdaderamente grande fue aquel día, el día de esas tres tentaciones. Precisamente, en el planteamiento de esas tres cuestiones se cifra el milagro. Si fuese posible idear, sólo para ensayo y ejemplo, que esas tres preguntas del Espíritu terrible se suprimiesen sin dejar rastro en los libros y fuese menester plantearlas de nuevo, idearlas y escribirlas otra vez, para anotarlas en los libros, y a este fin se congregase a todos los sabios de la tierra… ¿piensas tú que toda la sabiduría de la tierra reunida podría discurrir algo semejante en fuerza y hondura a esas tres preguntas que, efectivamente, formuló entonces el poderoso e inteligente Espíritu en el desierto?…
Porque en esas tres preguntas aparece compendiada en un todo y pronosticada toda la ulterior historia humana y manifestadas las tres imágenes en que se funden todas las insolubles antítesis históricas de la humana naturaleza en toda la tierra (Los hermanos Karamásovi, en Obras completas, III, Aguilar, Madrid, 1964, 208)
Evangelio. Dom 1 Cuaresma
‒ En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó, diciendo: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ‒ Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios. ‒ Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían. (Mt 4, 1-11; cf. Lc 4).
Contexto
El Diablo que “tienta” a Jesús no es un “espíritu” cualquiera, sino “el espíritu del mundo”, aquel que ha dirigido y que dirige los grandes poderes del mundo: la economía “real”, la “Realpolitik” y la ideología de los grandes mass-media. Son esos los poderes que hablan a Jesús y que le dicen aquello de debía ser su mesianismo para triunfar sobre la tierra:‒ Le dicen que utilice su poder de “hijo de Dios” (ser poderoso) para que las piedras se hagan pan, pues el hambre muerde y quema a muchísimas personas. Simplemente tiene que “pedir rescate”, firmando el documento que le extienden.
‒ Le dicen que se sume a la máquina del poder, porque es grande la opresión de los gobiernos pervertidos, especialmente el imperial de Roma; que suba al carro de los poderosos, que pacte con ellos, y que así podrá triunfar.
‒ Le dicen que realice milagros externos de tipo religioso, al lado del gran templo, para que los hombres superen su angustia y puedan lograr seguridad sobre la tierra; que utilice así la religión para dominar a los demás.1º. Tentación, poder del pan venderse por dinero.
«Si eres hijo de Dios di a esas piedras que se vuelvan alimento» (cf. Lc 4, 3). Así argumenta el Diablo, con lógica perfecta: si Dios nos ha creado y sacado de Egipto (esclavitud) es evidente que debe alimentarnos. Son millones los hambrientos: si hay Dios, debe resolver su problema. Jesús ha respondido que «no sólo de pan viven los hombres» (Lc 4, 4), sino, y sobre todo, del don creador de la gracia y de la libertad, es decir, de unas nuevas relaciones humana. Dostoievsky ha interpretado así la razón del Satán, con palabras de un Inquisidor de Sevilla:
«Tú quieres irle al mundo, y le vas con las manos desnudas, con una ofrenda de libertad que ellos, en su simpleza y su innata cortedad de luces, ni imaginar pueden… porque nunca en absoluto hubo para el hombre y para la sociedad humana nada más intolerable que la libertad. ¿Y ves tú esas piedras en este árido y abrasado desierto?… Pues conviértelas en pan, y detrás de Ti correrá la Humanidad como un rebaño, agradecida y dócil. Pero tú no quisiste privar al humano de su libertad y rechazaste la proposición, porque ¿qué libertad es esa -pensaste- que se compra con pan?» (Ibid 208-209).
Sabemos que en tiempo de Jesús el problema del hambre resultaba intolerable. Él mismo pertenecía a la clase de los campesinos sin tierra, de los artesanos precarios, hallándose cerca de los mendicantes y mendigos de diverso tipo. ¿Qué significaba en ese contexto conseguir comida, convertir las piedras del desierto en pan? Los terratenientes y terratenientes se habían convertido en dueños de un pan que ellos empleaban para imponerse así sobre los pobres. Pues bien, Jesús no quiere asumir ese camino, resolviendo desde arriba el problema del pan, pues con ello acabaría construyendo un nuevo tipo de imposición, más perversa que todas las anteriores.
Jesús no quiere “convertir las piedras en pan”, sino cambiar a los hombres, para que ellos mismos compartan el pan, los de Grecia y Alemania, los del Sahel y los de China. El diablo de Dostoyevsky piensa que “sólo construye del todo el que da de comer” y dice a Jesús: “de haber optado por el pan habrías respondido al general y sempiterno pensar humano: ¿ante quién adorar?”.
Adorar a los que manejan el dinero (economía) desde arriba, convirtiéndonos así en esclavos de la Mamona. Ésta es la primera propuesta del Diablo, para quien el hombre es ante todo “economía” (un estómago) y sometimiento. Pues bien, en contra de eso, Jesús sabe que el hombre es, ante todo, libertad para el amor, de manera que la economía está al servicio de la comunicación humana. Por eso rechaza la propuesta del Diablo, que ha sabido dónde está el primer problema de los hombres, pero que lo ha presentado de forma equivocada, entendiendo el pan en forma de imposición y “milagro” externa. Leer más…
Al comenzar la Cuaresma, tiempo de conversión y preparación para celebrar la Pascua, la Iglesia nos recuerda dos actitudes muy distintas frente a la tentación: la de Adán y Eva, en la que podemos vernos reflejados todos nosotros, y la de Jesús. En el primer caso triunfa la debilidad, la caída inmediata; en el segundo, la fuerza, la capacidad de resistir en la prueba. Esta contraposición no pretende desanimarnos ni denunciar lo débiles y malos que somos. Al contrario, como afirma Pablo en la segunda lectura, «si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos».
01.- La debilidad de Eva y Adán (1ª lectura: Génesis 2,7-9; 3,1-7)
Aviso sobre el texto seleccionado. Desde la antigüedad, tanto los rabinos judíos como los teólogos cristianos se sentían libres para seleccionar de un texto bíblico lo que les interesaba, marginando lo demás. Ese mismo criterio se ha aplicado a la primera lectura de hoy, hasta el punto de que el original resulta irreconocible. Los capítulos 2-3 del Génesis pretenden explicar hechos muy distintos:
1)La realidad del matrimonio: tras crear al varón (Adán), Dios ve que necesita alguien que lo acompañe y le busca un complemento creando los animales, pero ninguno de ellos se le adecua; crea entonces a la mujer (Eva), y esta sí que es «hueso de mis huesos y carne de mi carne», por la que está dispuesto a abandonar a su padre y a su madre.
2)La existencia del mal en el mundo: ¿por qué debemos morir? ¿Por qué la mujer debe dar a luz con dolor? ¿Por qué el trabajo agobiante y a veces inútil? ¿Por qué la rebelión de la naturaleza contra nosotros?
3)El uso del vestido. (No se olvide que los pueblos semitas, a diferencia de los griegos, son muy pudorosos).
A la primera lectura del domingo solo le interesa el fenómeno de la tentación y el pecado y elimina todo lo demás: a) el permiso a Adán de comer de todos los árboles del jardín donde lo ha colocado, a excepción del árbol del bien y del mal; b) la creación de los animales; c) la creación de Eva y el origen del matrimonio; d) las consecuencias del pecado: castigo de Adán (muerte y trabajo), de Eva (parir con dolor) y de la serpiente (arrastrarse por la tierra).
El texto resultante describe el proceso que lleva al pecado. No lo hace con un lenguaje intelectual, sino mediante un dialogo vivo. Para ello introduce a la serpiente, que ya en el poema mesopotámico de Gilgamesh aparece como enemiga del hombre, al que roba la planta de la vida y la inmortalidad. Pero el autor de nuestro relato enfoque el tema de manera distinta, más profunda. La serpiente no roba la planta de la vida, sino que destruye al ser humano por dentro.
El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
—«¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La mujer respondió a la serpiente:
—«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte”».
La serpiente replicó a la mujer:
—«No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal».
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó el fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
La tentación comienza con una mentira, falseando la prohibición de Dios, que se limitaba a comer del árbol de la ciencia. Presenta al Señor como alguien inhumano y cruel, que impone al hombre algo terrible. Sus palabras son tan burdas que, al principio, es fácil rechazarlas. Pero la tentación insiste. Niega la existencia de peligro. Surge entonces la atracción por lo prohibido, y la apetencia. Hasta entonces, parece como si Eva y Adán no se hubiesen fijado en el árbol. El simple miedo a morir los retrae de su contemplación. Ahora, «la mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia». A partir de ese momento está perdida, y también su marido.
Al punto, el pecado produce sus frutos. La serpiente había prometido que se les abrirían los ojos. Efectivamente, se les abren y adquieren un conocimiento nuevo. Pero lo que aprenden es que están desnudos, y esto provoca vergüenza mutua y la necesidad de cubrir la propia desnudez.
(El responsable del asesinato bíblico ha omitido otros datos esenciales en el relato primitivo: la vergüenza y miedo de la pareja ante Dios, el sentimiento de culpa, y el ansia de descargar en otro la propia responsabilidad. En su deseo de justificarse, el hombre culpa a la mujer, rompiendo con ello la solidaridad entre la pareja. La mujer, sin otra alternativa, culpa a la serpiente.)
02.- La fortaleza de Jesús (evangelio: Mateo 4,1-11)
El contraste más fuerte con Eva y Adán lo representa Jesús en el momento de las tentaciones, que empalman con el episodio del bautismo. En él, la voz del cielo proclama: «Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco». ¿Cómo entiende Jesús su filiación divina? ¿Cómo un salvoconducto para pasarlo bien y triunfar? Todo lo contrario. Inmediatamente después marcha al desierto, y allí va a quedar claro cómo entiende su filiación.
Primera tentación: solucionar las necesidades primarias
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Pero él le contestó, diciendo:
—Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en beneficio propio. Es la tentación de las necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: «(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3).
En el caso de Jesús, el tentador se deja de sutilezas y va a lo concreto: «Si eres Hijo de Dios, di que las piedras éstas se conviertan en panes». Jesús no necesita quejarse de pasar hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que diga Dios por su boca».
La enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminal, es la visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios.
Segunda tentación: pedir pruebas a Dios
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.
Jesús le dijo:
—También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”.
La segunda tentación (tirarse desde el alero del templo) también se presta a interpretaciones muy distintas. Podríamos considerarla la tentación del sensacionalismo, de recurrir a procedimientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostólica. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante. El tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre. Lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios. Por eso parece más exacto decir que la tentación consiste en pedir a Dios pruebas que corroboren la misión encomendada. Nosotros no estamos acostumbrados a esto, pero es algo típico del Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1-7), Gedeón (Jue 6,36-40), Saúl (1 Sam 10,2-5) y Acaz (Is 7,10-14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tranquilice y anime a cumplir la tarea.
Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11-12 («a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra»), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio: «No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). La frase del Dt es más explícita: «No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá (Tentación)», donde la auténtica tentación consistió en dudar de la presencia y protección de Dios: «¿Está o no está con nosotros el Señor?» (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús no es así. Su postura supera con mucho incluso a la de Moisés.
Tercera tentación: el deseo de triunfar
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:
—Todo esto te daré, si te postras y me adoras.
Entonces le dijo Jesús:
—Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
La tercera tentación, a tumba abierta por parte del tentador, consiste en la búsqueda del poder y la gloria, aunque suponga un acto de idolatría. No es la tentación provocada por la necesidad urgente o el miedo, sino por el deseo de triunfar. Jesús rechaza la condición que le impone Satanás citando Dt 6,13. Como prueba de la victoria, Satán se aleja y los ángeles se acercan a servirlo.
* * *
Para Mateo, Jesús en el desierto es lo contrario de Israel en el desierto. En aquella época, el pueblo sucumbió fácilmente a las pruebas inevitables de la marcha: hambre, sed, ataques enemigos. Dudaba de la ayuda de Dios, se quejaba de las dificultades. Jesús, nuevo Israel, sometido a tentaciones más fuertes, las supera. Y las supera, no remontándose a teorías nuevas ni experiencias personales, sino a las afirmaciones básica de la fe de Israel, tal como fueron propuestas por Moisés en el Deuteronomio. Los judíos contemporáneos de Mateo y de su comunidad no tienen derecho a acusar a su fundador de no atenerse al espíritu más auténtico. Jesús es el verdadero hijo de Dios, el único que se mantiene fiel a Él en todo momento.
El problema de la historicidad
El relato de Mateo nos obliga a preguntarnos si se trata de hechos históricos o ficticios. Porque el diálogo con el tentador, el viaje a la ciudad santa y el otro a una montaña altísima no parecen tener nada de histórico.
Es interesante recordar que el cuarto evangelio no contiene un episodio de las tentaciones, pero habla de ellas a lo largo de la vida de Jesús. La más fuerte es la del poder, en el momento en que los galileos quieren nombrar a Jesús rey. Y tentaciones muy parecidas en su contenido, no en la forma, se repiten al final de la vida de Jesús, en la cruz: «Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz» (Mt 27,40). Estas tentaciones reflejan otro dato de gran interés: los tentadores son los hombres, no Satanás.
Reflexión final
La tentación es un hecho real en la vida de Jesús, a la que se vio sometida por ser verdadero hombre.
Mt ha recogido este tema para dejarnos claro desde el principio cómo entiende Jesús su filiación divina: no como un privilegio, sino como un servicio.
En el fondo, las tres tentaciones se reducen a una sola: colocarse por delante de Dios, poner las propias necesidades, temores y gustos por encima del servicio incondicional al Señor, desconfiando de su ayuda o queriendo suplantarlo.
Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades, miedos y apetencias, y nuestro grado de interés por Dios.
Empieza este tiempo de preparación para la gran fiesta de la Pascua. No conviene olvidar que la Cuaresma debe conducirnos hasta la Pascua. A veces le damos tanta importancia a los preparativos que cuando llegamos a la fiesta estamos agotadas; ¡grave error! Vivamos en profundidad la Cuaresma pero orientando todas nuestras energías hacia la Pascua, no vaya a ser que nos perdamos la Resurrección…
A lo largo de estos cinco domingos vamos a recorrer escenarios muy diferentes: las tentaciones de Jesús, la transfiguración, el encuentro con la Samaritana, la curación del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. Conociendo el itinerario conviene dosificar las fuerzas.
Este primer domingo de Cuaresma nos sitúa en mitad del desierto y en compañía de nuestras contradicciones.
Podríamos identificar el desierto con ese lugar íntimo y personal: nuestro propio ser. Ese “adentro” que nos constituye, donde nos descubrimos como nosotras mismas y donde no puede entrar nadie (es nuestro desierto personal).
Pero en ese desierto interior sabemos de sobra que tienen lugar nuestras grandes batallas. Ahí se dan cita lo mejor de nosotras mismas (el mismo Espíritu de Dios que nos habita) y nuestras sombras más oscuras (Satanás en persona).
Y en esa soledad nos toca elegir. Lo que se pone en juego es, nada más y nada menos que, nuestra libertad. El poder que Dios ha puesto en nuestras manos y con el que podemos llegar a la plenitud o destruirnos como personas.
Hay oscuridad en nuestro interior (también en nuestro mundo) pero no tiene la última palabra, el poder para actuar se lo damos nosotras.
Satanás no puede hacer nada sin nuestro consentimiento. Jesús lo sabe y termina su lucha con un: “-Vete, Satanás.” Y Satanás se va, porque no puede hacer nada más que convencernos. No tiene la fuerza por eso viene a buscarnos. Sin nosotras se desvanece.
Oración
Ven, Trinidad Santa, a recordarnos que podemos dominar el pecado (Gn 4, 4-7). Amén.
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