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No hay “otro” en la familia de Dios

Lunes, 10 de junio de 2024
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IMG_7401Sr. Jane Aseltyne, IHM

La publicación de hoy es de es de la colaboradora invitada Sr. Jane Aseltyne, IHM. La Hna. Jane está en primeros votos con las Hermanas Siervas del Inmaculado Corazón de María de Monroe, Michigan. Tiene una maestría en Teología Sistemática y Espiritualidad de la Unión Teológica Católica de Chicago. Su tesis de maestría titulada “Más allá de lo binario: ampliando la comprensión de la Imago Dei” busca desarrollar una comprensión más inclusiva de lo que significa ser hecho a imagen y semejanza de Dios, particularmente en lo que respecta al género y la orientación sexual.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el X Domingo del Tiempo Ordinario, se pueden encontrar aquí.

Para muchos de nosotros, personas LGBTQ+, el proceso de salir del armario no es lineal ni un trato único. Es continuo. Momentos de claridad (la sensación de finalmente poder nombrarse a uno mismo y abrazar una identidad que puede haber estado enterrada durante mucho tiempo) se alternan con momentos de miedo (preguntarnos si aquellos a quienes se lo decimos todavía nos amarán tal como somos). Y hay momentos de tranquilidad, en los que nos sentamos con nuestro Dios y nos permitimos ser amados por Aquel que nos creó tal como somos.

En mi propio viaje de salida del armario, recuerdo este tipo de momentos muy claramente. Durante años, permanecí en las sombras del armario, temiendo abrir la puerta para dejar entrar la luz. Me preocupaba que si salía, sería rechazado, llamado pecador y mirado de manera diferente. Pero lo que superó el miedo a las reacciones negativas fue el deseo de mostrarle al mundo quién soy y quién siempre he sido.

La segunda lectura de la liturgia de hoy me recuerda un viaje de salida del armario, como el mío y el de otras personas con las que he caminado. Pablo dice: “que el que resucitó al Señor Jesús, también a nosotros nos resucitará con Jesús y nos colocará con vosotros en su presencia. Por tanto, no nos desanimamos; más bien, aunque nuestro yo exterior se va desgastando, nuestro yo interior se va renovando día a día”. Continúa diciendo que “lo que se ve es transitorio, pero lo que no se ve es eterno”. Esta noción de una disposición interna de renovación y una relación correcta con uno mismo y con Dios revela que el viaje que se desarrolla dentro de cada uno de nosotros debe considerarse sagrado, incluso cuando las cosas son difíciles.

Para los católicos LGBTQ+, la lucha interna por la autenticidad a veces puede ser intensa. Hemos internalizado la homofobia y debemos navegar en una Iglesia y una cultura que todavía luchan por aceptarnos plenamente y vernos a través de los ojos de Dios. A veces, nos preguntamos si ciertos espacios serán lo suficientemente seguros para que podamos presentarnos tal como somos. Nos ocupamos de titulares clickbait que en un momento declaran al Papa Francisco como un defensor LGBTQ+ inclusivo y en el siguiente sugieren que posiblemente usó un insulto homofóbico. Si bien los titulares pueden ser engañosos y a menudo no cuentan toda la historia, el impacto emocional de este tira y afloja puede ser un desafío. Destaca la realidad de que existimos en un mundo que tiene muchos pensamientos y opiniones sobre lo que significa ser gay y católico.

Como personas queer, a menudo nos vemos obligados a filtrar la retórica exterior para poder prestar atención a lo que se agita en nuestro interior, como describe Paul.

Pablo también nos recuerda que no nos desanimemos porque Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos también nos resucitará a nosotros. El deseo de vivir como Dios nos llamó a vivir alimenta la renovación de nuestra vida interior a través de la oración, la comunidad y la lucha continua por la justicia y la inclusión. Jesús traspasó los límites de la inclusión, como vemos en la lectura del Evangelio de hoy cuando desafió las concepciones tradicionales de la familia.

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En el pasaje del evangelio de hoy, leemos que cuando la madre y los hermanos de Jesús lo encuentran enseñando frente a la multitud, no los recibe fácilmente con los brazos abiertos. En cambio, cuando se le notifica su llegada, pregunta: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” Estoy seguro de que esta pregunta sorprendió a algunos de los que estaban allí con Jesús. Básicamente pregunta: ¿quién es cercano a mí en la relación? ¿Quién está ahí para mí? ¿Quién me entiende? ¿En quien puedo confiar? ¿Quién comparte mi vida, misión y visión para lograr el reino de Dios?

En la comunidad queer, a menudo hablamos de “familia elegida“. Si bien una familia elegida puede parecer diferente para todos, en términos generales está formada por personas cuyo amor y apoyo son inquebrantables, independientemente de su orientación sexual o identidad de género. Para algunas personas queer, tenemos tanto una familia elegida como una familia de origen amorosa y tolerante en la que nacimos. Para otros, una familia elegida puede ser el sistema de apoyo central cuando la familia de origen no es un espacio seguro.

Como revela Jesús, no hay “otro” en la familia de Dios. Todos tienen un lugar en la mesa. Dios es quien nos llama a ser nosotros mismos y quiere que vivamos en la luz de Dios como los seres hermosos para los que Dios nos creó. Unidos en la misión con Jesús, podemos entrar en espacios difíciles sabiendo que el Dios dentro de nosotros nos ama y guía, sosteniéndonos y amándonos mientras navegamos por las complejidades de un mundo polarizado. Dios nos levantará. Mi esperanza para nosotros, especialmente durante este mes del Orgullo, es que dejemos espacio para las experiencias de vida de los demás: que escuchemos, aprendamos, soñemos y trabajemos juntos por un mundo más justo.

—Sr. Jane Aseltyne, IHM, 9 de junio de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“La fuerza sanadora del Espíritu”. Domingo 10 Tiempo ordinario – B (Marcos 3,20-35)

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5217El hombre contemporáneo se está acostumbrando a vivir sin responder a la cuestión más vital de su vida: por qué y para qué vivir. Lo grave es que, cuando la persona pierde todo contacto con su propia interioridad y misterio, la vida cae en la trivialidad y el sinsentido.Se vive entonces de impresiones, en la superficie de las cosas y de los acontecimientos, desarrollando solo la apariencia de la vida. Probablemente esta trivialización de la vida es la raíz más importante de la increencia de no pocos.

Cuando el ser humano vive sin interioridad, pierde el respeto por la vida, por las personas y las cosas. Pero sobre todo se incapacita para «escuchar» el misterio que se encierra en lo más hondo de la existencia.

El hombre de hoy se resiste a la profundidad. No está dispuesto a cuidar su vida interior. Pero comienza a sentirse insatisfecho: intuye que necesita algo que la vida de cada día no le proporciona. En esa insatisfacción puede estar el comienzo de su salvación.

El gran teólogo Paul Tillich decía que solo el Espíritu nos puede ayudar a descubrir de nuevo «el camino de lo profundo». Por el contrario, pecar contra ese Espíritu Santo sería «cargar con nuestro pecado para siempre».

El Espíritu puede despertar en nosotros el deseo de luchar por algo más noble y mejor que lo trivial de cada día. Puede darnos la audacia necesaria para iniciar un trabajo interior en nosotros.

El Espíritu puede hacer brotar una alegría diferente en nuestro corazón; puede vivificar nuestra vida envejecida; puede encender en nosotros el amor incluso hacia aquellos por los que no sentimos hoy el menor interés.

El Espíritu es «una fuerza que actúa en nosotros y que no es nuestra». Es el mismo Dios inspirando y transformando nuestras vidas. Nadie puede decir que no está habitado por ese Espíritu. Lo importante es no apagarlo, avivar su fuego, hacer que arda purificando y renovando nuestra vida. Tal vez hemos de comenzar por invocar a Dios con el salmista: «No apartes de mí tu Espíritu».

José Antonio Pagola

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“Satanás está perdido”. Domingo 09 de junio de 2024. Tiempo Ordinario B

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5118(imagen WikiCommons CC BY-SA 2.5)

Leído en Koinonia:

Génesis 3, 9-15: Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.
Salmo responsorial: 129: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
2Corintios 4, 13-5,1: Creemos y por eso hablamos.
Marcos 3, 20-35: Satanás está perdido.

Para sus familiares Jesús está loco, fuera de sí. Ha perdido la cabeza y deben contenerlo volviéndolo a su casa y haciéndole reflexionar, para eso llevan a su madre con ellos. Y para los letrados de Jerusalén, Jesús está poseído de un demonio. Loco y endemoniado. Desquiciado y dominado por un mal espíritu. ¡Pobre Jesús! Se necesitaba mucha valentía y convicción para superar opiniones tan negativas de su propia familia y de los maestros de su pueblo. ¡Cómo quedarían de confundidos los discípulos después de escuchar comentarios de tal calibre sobre el Maestro que recién comenzaban a seguir!

Jesús no pierde la serenidad. Enfrenta con firmeza profética a sus adversarios. A los escribas los desenmascara colocándolos delante de sus propias contradicciones. Si está poseído por un demonio ¿Cómo puede echar otro demonio? Si Satanás está contra Satanás significa que su reino está siendo destruido. Si una persona está siendo liberada por el poder de Jesús de la alienación a la que estaba sometida, ¿cómo pueden declarar a Jesús endemoniado, si el que aliena y domina es el demonio? Están luchando contra la evidencia de que Dios ha comenzado a actuar en la historia a través de Jesús. Están luchando para no ver, para cerrar los ojos a la verdad. Están luchando contra el Espíritu de Dios que libera y da vida. Ese pecado no puede ser perdonado porque es cerrazón a la gracia, es contumacia, es obstinación. No niegan a Dios, niegan que la práctica liberadora de Jesús sea de Dios. Y a su familia que lo tiene por desquiciado, Jesús agrega una nueva locura: declara que ese pequeño grupo de hombres y mujeres de Galilea, sentados a su alrededor, son más familia suya que la que lo busca. Esa nueva familia está comulgando con sus ideas y sus enseñanzas más que la otra.

Delante de este Jesús valiente y libre, debemos preguntarnos cuántas veces nosotros mismos que nos decimos cristianos, que nos decimos su comunidad, enmascaramos nuestras cobardías ante lo nuevo de Dios y nos refugiamos en poner etiquetas y descalificar lo que no queremos admitir: que donde hay liberación, más salud, más vida y dignidad está actuando el Espíritu de Dios. Leer más…

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09.06.2024. Jesús, Dios falsificado. Muchos le acusan de ser un demonio (Mc 3, 22-30)

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_7392Del blog de Xabier Pikaza:

Éste es quizá, con sus paralelos (Mt 12, 24-29; Lc 11, 15-23 y Ap 17-18),  el texto más inquietante del NT.  Los que acusan a Jesús de “demonio” no son gente de fuera, sino de su “iglesia”, incluso de sus “familiares” (argumento de Mc 3).

El tema no es que muchos dejen este cristianismo (esta iglesia), sino que una iglesia (sociedad) llamada cristiana diga estar con Jesús para hacer y decir lo contrario de lo que  él hacía y decía. El problema  no es nuevo. Había comenzado ya poco después de Jesús (e incluso en el tiempo de su vida) conforme a Marcos (y Mateo).

Éste es el argumento de fondo del libro de Th. Ruster (portada): Si no vales para cristiano como Jesús, intenta “dar el cambiazo”, diciendo que él estaba endemoniado A juicio de Ruster, uno que no falsificó/demonizó a Jesús fue Juan de la Cruz, recio cristiano del XVI.   

Un tema complejo

    Mil años de cristianismo de poder nos han enseñado a leer este pasaje al revés, de forma que es preciso un ejercicio de “inversión” para entenderlo a “las derechas”. Así he querido hacerlo en mis comentarios a Marcos y Mateo y especialmente al Apocalipsis (Ap 17-18). Aquí me limito a ofrecer unas simples reflexiones de “advertencia”. Siga quien quiera entrar en el tema o lea con cierta detención el evangelio:

Marcos 3,20-35

En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.”

Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.” Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

  Los escribas acusan a Jesús llamándole endemoniado… porque no está de acuerdo con su forma de luchar contra Satán

Los escribas/dirigentes del pueblo quieren que Jesús defienda su sistema de poder, expulsando a los malvados, a los “endemoniados”, a los distintos.

Jesús, en cambio, defiende a los excluidos, en contra del sistema de poder… Por eso le acusan diciendo que está aliado con los enemigos, que no es buen “patriota”. — Jesús se defiende, insistiendo en el pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en no dejar que Dios (su enviado mesiánico) libere a los pobres y posesos. Éste es el pecado de aquellos que negando a los otros se niegan y destruyen a sí mismos.  Los escribas le acusan de expulsar demonios con ayuda de Belcebú…Dicen que en el fondo (esta guerra)  el fondo está  contra los que quieren destruir la nación de Dios…., ayudando a gente de mala vida, excluidos, endemoniados.

La condena de los escribas resulta coherente: Sólo el Dios de Israel es para ellos el Señor de la Morada Buena y ejerce su reinado desde Jerusalén, salvando a los humanos a través del judaísmo; el Diablo, en cambio, es Señor de la Morada Mala y quiere destruir la obra de Dios por todos los medios a su alcance. Al servicio de ese Diablo obra Jesús: parece bueno lo que hace; como un hombre piadoso ayuda a posesos y enfermos, pero en realidad actúa así para engañar a los ingenuos, destruyendo al judaísmo y encerrando a los humanos bajo el reino implacable de Satán.

Ésta es la sentencia final de unos letrados oficiales que han venido de Jerusalén para observar a Jesús y definir con autoridad el sentido de su obra. Han verificado su conducta, han sopesado su intención de fondo y su manera de enfrentarse al poder de lo satánico en el mundo. Han visto claro y pueden emitir su veredicto. No se sientan en el aula de condenas capitales (como harán en 14, 53-66, con sacerdotes y ancianos), pero a nivel social y religioso ya han fijado la sentencia: ¡Culpable de magia diabólica o satanismo! Este tribunal se coloca en el lugar de Dios, en cuyo Nombre (viniendo de Jerusalén y apoyándose en su Ley) dicta sentencia. No se limita a rechazar algunos rasgos menores del mensaje de Jesús: no le acusa por desviaciones secundarias. Ha visto lo que hace y desde Dios emite sentencia:

— Es una sentencia teológico-social. El tema de discusión no es Dios, en plano de teoría o de experiencia individual sino saber cómo se expresa, a través de quién (de qué comunidad o iglesia) actúa, cómo se manifiesta en la vida social. El tema de fondo es el de saber cuáles son las mediaciones sociales de la manifestación y presencia de Dios.

— Es sentencia razonada y razonable. Los escribas no parecen envidiosos o engañado: piensan que el movimiento de Jesús es un peligro pues destruye la identidad social del pueblo israelita. Por eso su más hondo deber (cf. Dt 17) les obliga a dar sentencia: piensan que Jesús es emisario de Satán y así lo tienen que decir, en nombre de Jerusalén y el judaísmo.  La acusación en contra de Jesús sigue la lógica de los poderes del mundo, que se defienden a sí mismo (su visión de estado, diciendo que los que van en contra de ella (de su poder, de su autoridad, de su visión de Estado) son unos endemoniados.    Los escribas de Jerusalén han condenado el movimiento de Jesús, diciendo que es satánico. Marcos le defiende, poniendo en boca de Jesús unas palabras rítmicas, con una pregunta, tres frases condicionales y una afirmación conclusiva, que retoma el motivo de la pregunta. Éste es el núcleo de su argumento: a Pregunta de Jesús: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? (2, 23). ¿Cómo puede permitir Satanás que yo ayude a los marginados…? Si Satanás permite que yo ayude a los pobres, acoja a los sin casa, defienda a los expulsados… está luchando en contra de sí mismo. Este es el problema de fondo:

Los escribas nacionales… quieren el bien de la nación, el orden del estado, la autoridad establecida… Todo lo que debilite de algún modo el poder sagrado del templo y sus escribas, del poder del Estado y sus prerrogativas es diabólico… Por eso, ellos acusan a Jesús de estar endemoniado, de ir en contra del poder de Dios.

 Jesús, en cambio piensa que la autoridad de Dios son los pobres, los locos, los expulsados, los posesos, los enfermos… El bien de los pobres (expulsados, posesos, enfermos, extranjeros…) está por encima del Estado Sacral del templo y de sus instituciones…

El problema es dónde está Dios, cómo se defiende la obra de Dios… defendiendo al Estado-Poder-Sistema por encima de los pobres…. O defendiendo a los pobres, expulsados por encima del sistema…Entiéndase desde aquí las preguntas (parábolas) de Jess:

  1. Si un reino está dividido… (3, 24). Sirve como ejemplo o concreción del tema (por eso empieza kai ean, y si…), situándolo a la luz del símbolo del reino (basileia; cf. 1, 15). Ha venido Jesús a construir el Reino de Dios, pero los escribas dicen que de hecho está construyendo el de Satán. Jesús responde: ¿podría mantener su reino Satanás si estuviera dividido, permitiendo que Jesús cure a sus posesos? ¿no habrá que entender la acción sanadora de Jesús y de su iglesia como argumento en favor de la caída del reino de Satán? Así supone Marcos.
  2. Si una casa está dividida… (3, 25).Repite el comienzo anterior (kai ean) y la estructura de la frase, pero no desde la perspectiva del reino, sino de la casa, entendida como espacio (edificio) donde Dios y Satán disputan su dominio. Los escribas llaman a Jesús enviado de Satán, dicen que rompe la casa judía y destruye su verdad sagrada. Jesús responde adoptando el argumento anterior: si la casa de Satán estuviera dividida, si Jesús luchara en contra de sus habitantes (posesos), esa casa no podría mantenerse. Argumentando así, Marcos desea que el oyente (lector) responda de manera negativa: ¡No! Satán no deja que su casa se divida
  3. Si Satanás está dividido… (3, 26).Lo que decía sobre el reino y casa se aplica ahora a Satán, objeto de la controversia. Han acusado a Jesús de emisario suyo diciendo que en su nombre expulsa a los demonios. Jesús contesta otra vez en estilo condicional (kai ei…): ¿cómo podría mantenerse Satanás así escindido? La respuesta del lector ha de ser esta: Satanás no está escindido; Jesús ha conquistado el duro edificio de su reino y casa; no ha venido a destruir la casa de Israel sino a Satán que dominaba a los humanos; de esa forma construye la iglesia/casa de los liberados. b. Afirmación mesiánica conclusiva: nadie puede entrar en la casa del Fuerte sin atarle o vencerle primero (3, 27). De las condicionales pasamos a afirmación solemne de Jesús (encabezada por un alla, pero…), por las que él se presenta veladamente como triunfador de Satán. Fuerte (iskhyros) era Satán; dura su casa o familia (oikia), potente su reino. Pero Jesús es el Más Fuerte (cf. Iskhyroteros de 1, 7), conforme a una palabra de clara confesión mesiánica: él ha conquistado ya el reino/casa de Satán; le ha vencido, le ha atado, ha empezado a liberar a sus cautivos, cumpliendo así lo que latía en 1, 12-13. La iglesia de Jesús está constituida por aquellos que confiesan su victoria sobre el Diablo y continúan realizando su tarea sobre el mundo.
  4. Argumentación de Jesús sobre Satanás (3, 23-27). Jesús asume el reto de los escribas y responde, en palabras de gran dureza que expresan su mensaje. Recogiendo elementos prepascuales, su discurso (3, 23-30) forma parte de la polémica cristiana con el judaísmo. La respuesta de Jesús empieza siendo una llamada al pensamiento, para culminar en una de condena fuerte expresada a través de una intensa voz de alerta, que dirige a los que manipulan a los otros, manteniendo la propia religión (seguridad) a costa de oprimirles. No desarrollo la respuesta; me limito a presentar sus temas:

Reino o casa dividida. Siguiendo la terminología de aquel tiempo, Jesús supone que Satanás tiene su reino bien organizado y así pregunta: ¿Cómo podría mantenerse ese reino si está dividido? Si una casa se escinde en lucha interna, no puede mantenerse. Si, como dicen los escribas, luchara Satanás contra Satanás, esa sería una noticia buena. ¿Qué más podrían pedir los escribas? La propia división de Satanás ofrecería un signo de su ruina. Pero ¿es eso cierto? Así pregunta Jesús, introduciendo un tinte de ironía inquietante en el discurso que han trenzado los escribas (3,23-27).

• La casa del fuerte. Juan llamó a Jesús «más fuerte» (1,7). Pero en el lenguaje de los escribas el más fuerte es Satanás. Así lo emplea Jesús y pregunta: ¿quién puede entrar en su casa y atarle para apoderarse luego de su armamento? Pues bien, al venir y vencer a Satanás, el mismo Jesús cumple la palabra del Bautista y se presenta, de un modo implícito, pero bien claro, como aquel que es más fuerte que Satanás: es emisario de Dios. Sus enemigos, los escribas, no lo han entendido. Viene a luchar contra Satanás, liberando a los posesos-pecadores y ofreciendo a todos un camino de reino, y los escribas, enfrascados en sus discusiones eruditas y en su forma de entender los ritos de su pueblo, no le aceptan (3, 27).

• Profundización: Pecado contra el Espíritu Santo (3, 28-29). Son iglesia los que aceptan la acción liberadora de Jesús. Caen en pecado, según Marcos, aquellos que le condenan como emisario de Satán. De esa manera, Jesús invierte la razón de los escribas, diciendo que son ellos en el fondo los endemoniados (pues luchan contra el Espíritu de Dios), corriendo el riesgo de quedar prendidos, destruidos, bajo el poder diabólico de la opresión humana.

El argumento de Jesús: Los pobres, posesos, expulsados… por encima del sistema de poder el templo    Los escribas acusan a Jesús de traición contra la casa nacional del judaísmo, afirmando que es un “poseso”: no es hombre de Dios, sino del Diablo. Jesús les contra-acusa diciendo que son ellos los que en realidad destruyen la obra de Dios (del Espíritu Santo), corriendo así el riesgo de quedar prendidos bajo el poder de Satán (pecado contra el Espíritu Santo). La misma ayuda que Jesús ofrece a los proscritos, su forma de acoger a los posesos, pecadores, publicanos, viene a presentarse también (junto al tema de la comida con los pecadores y marginados, cf. 2, 16) como articulum stantis et cadentis Ecclesiae (es decir, como el “dogma práctico” que define la esencia de la iglesia).

Los escribas piensan que al abrir su comunión a los posesos, marginados, pecadores, Jesús destruye la estructura sagrada del judaísmo legal, actuando así como emisario satánico. Por el contrario, Jesús muestra que su acción expresa y despliega la más honda verdad del judaísmo universal (abierto desde ahora a todos los necesitados del mundo). En el fondo de esta disputa se vinculan el aspecto teológico y social. Hemos destacado hasta aquí más el rasgo social; ahora evocamos el teológico:

— Dios. Sólo rechazando a los escribas, Jesús puede ofrecer mensaje de Dios y acción liberadora en favor de los proscritos. Por eso emplea la fórmula de revelación solemne (amên legô hymin), mostrando (cf. pasivo divino) que Dios mismo perdona los pecados… (3, 28). En nombre de ese Dios actúa Jesús cuando ayuda a los endemoniados. Sin el descubrimiento fuerte y creativo de su gracia carece de sentido esta controversia. Sólo allí donde Dios se revela como amor, venciendo la opresión de los que intentan controlar a los demás con su legalismo, puede hablarse de evangelio.

— Espíritu Santo. Han acusado a Jesús de poseso, infiltrado de Satán, Espíritu impuro (3, 22), como muestra el aparte literario conclusivo: ¡Decían: tiene un Espíritu impuro! (3, 30). Pues bien, al hablar así, los escribas pecan en contra del Espíritu Santo, rechazan la acción salvadora universal que convoca por Jesús a los posesos y pobres (3, 28-29). De esta forma se oponen los espíritus: el impuro de la destrucción del ser humano, vinculado a Satán; y el santo que brota de Dios y se presenta por medio de Jesús como fuerza de liberación. El Espíritu Santo es el Poder de pureza que se opone a la impureza del demonio; es el amor y comunión que va creando familia desde los últimos (posesos). — Jesús. Aparece en el centro de la discusión como Fuerte (iskhyros, cf. 3, 27), en palabra que sitúa nuestra escena en el trasfondo del Bautismo (cf. iskhyroteros: 1, 7). Vino a vencer a Satanás, ya le está venciendo. Esa victoria no implica el fortalecimiento de la ley sino superación del Israel de los escribas. Jesús no es mensajero de renovación israelita; no ha venido a repetir u organizar en clave de ley lo que ya existe, para bien de la nación sagrada, como desean los escribas (cf. 1, 22), sino a vencer a Satanás y construir sobre el mundo la nueva familia de Dios, con autoridad sobre los espíritus impuros (cf. 1, 21-28). Leer más…

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“Desconfianza, condena, aceptación”. Domingo 10. Ciclo B

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5121Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Estos son mi madre y mis hermanos

Después de tantas fiestas (Pentecostés, Trinidad, Corpus Christi), volvemos al Tiempo Ordinario y a los comienzos de la actividad de Jesús. Ateniéndonos al relato de Marcos, después del Bautismo y las Tentaciones, Jesús ha predicado en la sinagoga de Cafarnaún y ha realizado diversos milagros. Sin embargo, su forma de actuar, sus ideas y sus pretensiones, provocan la oposición de los fariseos que, ya desde el principio, «se pusieron a planear con los herodianos la forma de acabar con él» (Mc 3,6). Pero todavía queda mucho para la pasión y muerte. Jesús sigue ganando popularidad en todas partes (3,7-12) y elige a los doce (3,13-19).

En este momento comienza el evangelio de hoy. Se compone de tres episodios que reflejan tres actitudes ante Jesús: 1) Desconfianza: la familia de Jesús desconfía de él y piensa que está loco. 2) Condena: los escribas lo acusan de endemoniado. 3) Aceptación: hay personas que se convierten en la verdadera familia de Jesús.

Desconfianza de la familia

En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.

  Los escribas y fariseos se escandalizan de lo que hace y dice Jesús. La reacción de su familia es distinta. Cuando se entera de que no tiene tiempo ni para comer, piensan que está loco, «fuera de sí», y quieren llevárselo a la fuerza a Nazaret. [La traducción litúrgica deja mejor a la familia. No traduce: «porque decían», sino «porque se decía», como si la familia no compartiese del todo la opinión.] Al principio no queda claro quiénes son «los suyos». Al final, cuando lleguen a Cafarnaúm, sabremos que son «tu madre y tus hermanos y tus hermanas». Toda la familia.

Para Mateo y Lucas, la simple sospecha de que la familia de Jesús lo considerase «fuera de sí» resultaba inaceptable, y suprimieron estos versículos de su evangelio: la madre y los hermanos bajan a visitarlo, no porque desconfíen de él. Sin embargo, el evangelio de Juan confirma esta desconfianza de sus hermanos (no de María): «sus hermanos no creían en él» (Juan 7,5). Si queremos conocer bien a Jesús, este dato es fundamental. Las críticas de escribas y fariseos, el rechazo de los sacerdotes, el desinterés de muchos de sus oyentes, le resultarían dolorosos; pero la desconfianza de la propia familia sería algo más duro de lo que podemos imaginar. Sin embargo, el saberlo serviría de consuelo a tantos cristianos del siglo I para los que hacerse cristianos supondría un enfrentamiento a la familia.

Condena de los escribas

Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.

El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:

-¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido.

Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

  Los grandes conocedores de la Ley de Moisés, los escribas, emiten un juicio más radical: «Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Lo peor que puede decirse de uno que pretende hablar y actuar en nombre de Dios. A nosotros puede extrañarnos que el evangelista dedique tanta atención a este tema, pero Jesús debía defenderse, y las comunidades cristianas saber responder a esta acusación gravísima. Curiosamente, Jesús no reacciona de forma airada. Se porta como un maestro que hace reflexionar a sus alumnos y los instruye. Su breve discurso contiene un argumento, una enseñanza y una amenaza.

  El argumento es de sensatez: si Satanás se introduce en Jesús para expulsar a los endemoniados, está luchando contra sí mismo, destruyéndose. Solo un estúpido puede decir que Jesús «expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».

La enseñanza se centra en la victoria de Jesús sobre Satanás. Los discípulos, al ver los milagros de Jesús y las curaciones de endemoniados, pueden considerarlos hechos aislados, sin relación entre ellos. Para Jesús, demuestran que él ha vencido a Satanás, el aparentemente forzudo, y por eso puede arrebatarle todas sus víctimas. La primera lectura de hoy, tomada del Génesis, pienso que se ha elegido porque anuncia esta victoria de Jesús sobre el demonio.

La amenaza se dirige a los escribas y a quienes piensan como ellos: quien considere a Jesús un endemoniado, blasfema contra el Espíritu Santo y no tendrá perdón jamás. Es el famoso «pecado contra el Espíritu Santo»: cuando Jesús perdona los pecados lo hace con el poder del Espíritu; quien dice que ese espíritu es el demonio, se cierra el perdón, porque Satanás no puede perdonar.

Aceptación

Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice:

Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.

Él les pregunta:

¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:

Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

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  Estos son mi madre y mis hermanos

Jesús ha terminado su breve discurso y le avisan de su familia está fuera y lo busca. Una vez más comienza formulando una pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos»? Como Sócrates, quiere que la gente piense, aunque lo más probable es que nadie respondiera nada. Pero así adquiere más fuerza la solución: «El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Esas palabras las dirige a quienes los rodean y escuchan. Porque la condición indispensable para hacer la voluntad de Dios es escuchar a Jesús. Y ellos lo hacen. Ellos son la familia de Jesús.

En nuestra sociedad, muchos presumen de «conocer» a una familia importante, de haberla visto un día en directo, incluso de haber dado la mano a alguno de ellos. Tenemos un motivo de orgullo mucho mayor: ser la familia de Jesús… si lo escuchamos y cumplimos lo que nos dice.

Nota pastoral para la homilía

En el evangelio hay dos cuestiones que pueden resultar complicadas (por no mencionar la primera lectura, en la que todo es complicado):

1) La familia de Jesús. El mismo Marcos ofrecerá más tarde los hombres de los hermanos: Santiago, José, Judas y Simón. No creo que merezca la pena, en una homilía, perderse en las discusiones sobre este tema: si eran hijos de un primer matrimonio de José (cosa que ya rechazaba san Jerónimo), si se trata de primos hermanos (el concepto de «hermano» es muchísimo más amplio entre los pueblos semitas que entre nosotros), etc.

2) Quienes disfrutan hablando del demonio, como Marcos, tienen este domingo materia abundante. Pero otros pueden sentirse molestos de tener que abordar este tema. El ejemplo de Mateo y Lucas es muy instructivo. Cuando encontraban en Marcos algo que podía escandalizar o extrañar a sus lectores, lo omitían.

Algo me parece esencial en el evangelio de hoy: las actitudes tan distintas que provoca la persona de Jesús, que siguen dándose hoy día. No creo que nadie lo acuse de endemoniado (cada vez son menos los que creen en el demonio); pero el rechazo de su persona, o el rebajarlo a un simple iluso «fuera de sí», son reacciones muy frecuentes. Aunque su familia sea pequeña (cada vez más), aconsejaría centrar en ella la atención.

 

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Domingo X del Tiempo Ordinario. 10 de junio de 2018

Domingo, 9 de junio de 2024
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“Y pasando la mirada por el corro, dijo: -Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.”

(Mc 3, 20-35)

El evangelio de Marcos acaba de comenzar, nos encontramos en el tercer capítulo. Sin embargo, la incomprensión y la oposición a Jesús ya es bien palpable.

Por un lado, su familia lo busca porque piensa que “no está en su cabales”. Por otro lado, los letrados, las personas influyentes del tiempo de Jesús, andan diciendo que Jesús tiene un demonio dentro.

La verdad es que todo junto no se puede catalogar como un buen inicio. Se oye decir eso de que “si es de Dios saldrá”. Es una frase peligrosa.

¿Acaso todo lo que acaba “saliendo” es cosa de Dios? Porque es evidente que muchas veces prosperan cosas que son malas de raíz. Y también sucede que muchas veces hay cosas buenas que encuentran grandes obstáculos y acaban por no salir.

Nosotras, las personas cristianas, creemos que lo de Jesús venía todo de Dios, sin embargo no le salieron las cosas muy bien que digamos. La marca de Jesús es la marca del fracaso personal.

Es condenado a muerte como un criminal, se oponen a él tanto el poder religioso como el poder civil de su tiempo, su grupo de seguidores le abandona y de su familia no volvemos a saber nada, desaparece aquí, al principio del evangelio, y lo que sabemos es que pensaban que estaba loco.

Tendemos a relacionar lo bueno que nos pasa en la vida con la voluntad de Dios y eso está bien. Dios habita nuestras alegrías y, como nos recuerda el profeta Sofonías, ¡es el primero en danzar y saltar de alegría por nosotras! De esto no hay duda.

Pero de lo que no deberíamos dudar ni un solo instante es que Dios habita también nuestros fracasos. Dios también está en la adversidad, es más, nos lleva la delantera (Cfr. Mc 10, 32)

Dios en Jesús nos dice que Él ha querido ocupar esos lugares de desprecio y sin razón, de dolor y de sufrimiento. La muerte en cruz de Jesús es el grito de Dios por la humanidad sufriente. Es la compasión de Dios encarnada y doliente que acompaña a cada una de sus hijas.

Los cristianos deberíamos estar convencidos de que Dios está en cada fracaso humano, en toda adversidad y sufrimiento. No, Dios no nos envía el sufrimiento, no. Lo que hace Dios es sufrir con nosotros, arrimar el hombro, procurar que el peso de la adversidad no nos aplaste.

El sufrimiento forma parte de la existencia humana. Eso lo sabemos todos por propia experiencia. Desde el momento en que nacemos, antes incluso de respirar, experimentamos el sufrimiento. Dicen los expertos que el parto es doloroso tanto para la mujer que da a luz como para la criatura que nace.

Sí, el sufrimiento es un misterio que acompaña la existencia humana y Dios no ha querido desentenderse, al contrario, ha elegido pasarlo con nosotros. Ha querido ser hijo y hermano nuestro.

Oración

Regálanos, Trinidad Santa, esa hermosa mirada de Jesús, que nuestros ojos se encuentren con los suyos y podamos reconocernos como hermanas, y hermanos, y madre suyas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Para Jesús fue más importante la familia de Dios que su familia.

Domingo, 9 de junio de 2024
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Mc 3,20-35

Es frecuente en el evangelio de Marcos hacer relatos encerrados en otro relato. En este caso el acusarlo de poseído por Belcebú está colocado dentro de un episodio, más bien desagradable con sus familiares. No fue un hecho puntual ni anecdótico. Este enfrentamiento familiar se manifiesta de muchas maneras en los evangelios y debemos tenerlo en cuenta si queremos acercarnos a los hechos reales. No es ningún desdoro para ellos, porque lo que intentaban era evitar su marginación y un fatal desenlace.

El relato sobre el enfrentamiento de su familia tiene muchas posibilidades de ser histórico porque a nadie se le hubiera ocurrido añadir por su cuenta esta oposición de su familia a la predicación de Jesús. Encontramos en los evangelios otros claros indicios de que su familia se opuso a que Jesús sacara los pies del tiesto y se pusiera a predicar abandonando su estado social. Lo que su familia buscaba era que Jesús se acomodara a la manera normal de pertenecer a una familia, actuando como uno más de sus miembros.

Casi nunca se trata el tema de la relación de Jesús con su familia, porque plantea serios problemas. No encaja con el concepto que nos hemos hecho de la sagrada familia. Si somos capaces de superar los prejuicios, veremos como normal que incluso su madre se preocupara de las andanzas de Jesús que no podían acarrearle nada bueno. En los evangelios se ve con toda claridad el conflicto que Jesús tuvo con sus parientes; y eso a pesar de las matizaciones que hacen y la delicadeza con que tratan el tema.

A los doce años nos cuentan el primer problema; se queda en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. En su pueblo, les echa en cara su falta de confianza: “solo desprecian a un profeta en su pueblo y entre sus parientes”. Su familia quiere apartarlo de la vida pública porque considera que esa manera de actuar es una locura. El tiempo les dio la razón. Ellos no tenían capacidad para comprender desde qué perspectiva actuaba Jesús. Desde su punto de vista humano, puramente humano, era lógico que su familia se preocupara por las acciones de Jesús que ponían en peligro su honor y su vida.

Este relato deja muy claro que todo lo que habían dicho Mateo y Lucas sobre la infancia de Jesús eran elucubraciones piadosas. Si hubieran tenido algún fundamento histórico, su madre y familiares hubieran aceptado desde el primer momento todo lo que Jesús hacía y enseñaba. Lo que hicieron su madre y sus hermanos (parece que José había muerto) fue cumplir con su obligación de preocuparse del futuro de la familia y de Jesús, evitándole una catástrofe como la que terminó sucediendo con su persecución y muerte.

Debemos dejar muy claro que esta actitud de la familia de Jesús lo que pretendía era salvar su honor. El honor era el principal valor de una familia, sin él no había posibilidad ninguna de mantener relaciones dignas con los demás. Por esta razón, la principal obligación de todo miembro de la familia era velar por ese honor familiar. Lo que veían los familiares de Jesús era que estaba poniendo en riesgo ese honor y por lo tanto había que hacer todo lo que estuviera en sus manos para evitar la catástrofe. Jesús ya había dado muestras suficientes de que le interesaba más el reino de Dios que su familia.

A pesar de todo Jesús sigue adelante en su empeño de comunicar a los demás su experiencia de Dios, a años luz de la de su religión. Esta postura de Jesús puede ilustrar el tema del desapego de su familia. Jesús no se conforma con lo que le enseñan de Dios, quiso ir más allá en el descubrimiento de lo que Dios es para el hombre y el hombre para Dios y para los demás. Se abre al Espíritu. No tiene inconveniente en cuestionarse hasta las verdades más sagradas. ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Esta enseñanza supone una cristología muy elaborada que supone una larga andadura de la comunidad. Desde muy pronto comenzaron a llamarse hermanos, lo que denota una conciencia de familia espiritual con lazos más fuertes que los de cualquier familia carnal. Con ello quería expresar su convicción de que sentirse unidos por lazos espirituales les daba mayor seguridad que los lazos puramente biológicos. De hecho, muchos cristianos tuvieron que elegir entre su familia y la pertenencia a la nueva comunidad.

Acusarle de endemoniado tiene mucho que ver con la locura de que le acusa su familia. En aquella época, toda enfermedad se creía que estaba causada por espíritus diabólicos. Tal vez esta idea es la que une el tema del endemoniado con el de su familia. En ambos casos se da por supuesto que Jesús está fuera de sí y que no actúa desde la libertad de una persona normal. Ni unos ni otros fueron capaces de admitir que Jesús no era una persona normal, pero no porque era menos, sino porque sobrepasaba toda expectativa.

No es fácil concretar lo que en el texto quiere decir ‘pecado contra el Espíritu Santo’. Podría referirse a estar cerrados a toda posible novedad, por miedo a lo nuevo o por creernos en la posesión de la verdad absoluta. La mente rechaza espontáneamente todo aquello que no encaja con lo que ya tiene adquirido. Es un mecanismo de defensa automático que le da seguridad. Podríamos recordar el dicho castellano: el que no se arriesga no pasa la mar. O aquel otro oriental que me habéis oído tantas veces: El que se empeña en cerrar la puerta a todos los errores, dejará inevitablemente fuera la verdad.

Siempre que nos aferramos a una verdad, dándole valor absoluto, estamos pecando contra el Espíritu Santo que siempre empuja hacia delante. La Verdad es inalcanzable para nuestra mente, por eso debemos estar siempre abiertos a ir más allá de la verdad que ya tenemos, por muy seguros que estemos de ella. Tampoco podemos apelar a la revelación para defender una verdad, porque ni el mismo Dios puede actuar por encima de nuestras limitaciones. La Verdad no puede ser formulada con nuestros conceptos racionales.

Nos ha tocado vivir una época de cambios drásticos en todos los órdenes, sobre todo en el orden de las verdades trascendentes. Estamos constatando que verdades que creíamos absolutas se están desvaneciendo como un azucarillo en un vaso de agua. Hace falta tener una gran valentía para superar las seguridades y abrirnos a lo que nos deja más a la intemperie. El principal reto de nuestro tiempo es aprender a vivir en constante búsqueda sin pretender tenerlo todo atado y bien atado como pretende la religión.

La verdadera salvación sólo puede venir por el camino del conocimiento. En la medida que tengamos conocimiento de lo que es bueno para nosotros, seremos capaces de actuar en consecuencia. No olvidemos la frase capital del evangelio: la verdad os hará libres. Solo la verdad tiene capacidad de liberar y de salvar del error y por lo tanto del pecado. Estar abiertos a la verdad es estar abiertos al Espíri­tu y viceversa.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El dinero

Domingo, 9 de junio de 2024
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20190110-Dios-o-el-dinero-mockup-final.1jpgMc 3, 20-35

«Está poseído por Belcebú»

El evangelio de hoy es muy instructivo para conocer el ambiente de incomprensión y acoso en que tuvo que moverse Jesús en Galilea, pero de él podemos sacar pocas enseñanzas útiles para vivir nuestra vida. Por ello, me van a permitir dedicar esta reflexión a un tema que nada tiene que ver con el texto de hoy, pero que es recurrente a lo largo de todo el evangelio y nos atañe muy directamente: el dinero.

El dinero es sin duda un talento que podemos poner a trabajar por el Reino, pero es un talento peligroso por el que Jesús muestra un gran recelo. Llama bienaventurados a los pobres, alerta sobre la dificultad de los ricos para entrar en el Reino, considera necio al hombre ufano de su riqueza que esa noche va a morir, en la parábola de Epulón y Lázaro muestra hasta qué punto se puede endurecer el corazón de un hombre por causa de su riqueza… «Aunque resucite un muerto» … y se entristece cuando el “joven rico” renuncia a seguirle porque tenía muchos bienes…

El dinero no es algo marginal en el evangelio, algo que se menciona de pasada, sino una línea clara y recurrente dentro del mensaje global y la concepción del Reino. Algo que nos interpela de manera especial, porque vivimos en una sociedad de ricos en la que el dinero ha dejado de ser un medio para convertirse en el fin por excelencia de nuestra vida. Y cuando esto sucede, el dinero se convierte en amo, en el peor amo que podemos tener, porque nos esclaviza, socava nuestra humanidad y nos arrebata la capacidad de compadecer, de ayudar, de perdonar, de servir…

La expresión que usa Jesús para alertarnos de la trampa mortal que encierra el dinero, es una de esas exageraciones geniales que empleaba para hacer especial énfasis en algo importante: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios».

Pero siendo realistas, en el mundo actual el dinero es necesario no solo para vivir el día a día, sino también para prevenir el futuro ante las infinitas incertidumbres que presenta la sociedad actual. Por eso, para nosotros, «vende lo que tienes y dalo a los pobres» no es una orden que podamos cumplir al pie de la letra, pero sí es un espíritu que puede marcar nuestra forma de poseer y de usar.

Y lo que es válido a nivel individual también lo es a nivel colectivo, porque las sociedades opulentas estamos llevando al mundo al desastre con nuestra forma de vivir. Sólo un cambio de mentalidad generalizado puede evitarlo, pero cuando más necesita la humanidad de un potente bagaje moral para hacer frente a la situación extrema a la que se ve abocada, mayor es su carencia; mayor es la dureza de su corazón. Quizá la única vía de salida que le queda a este mundo sean las palabras que Jon Sobrino repetía tan a menudo: «Debemos caminar hacia la cultura de la austeridad compartida».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La Buena Noticia que legitima el actuar de Jesús.

Domingo, 9 de junio de 2024
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thebible_castMc 3,20-35

Marcos relata un episodio en el que encontramos a Jesús viviendo una situación muy difícil. Después de un tiempo proclamando la Buena Noticia de Dios por las tierras de Galilea se ve confrontado no solo por escribas y fariseos sino por su propia familia. La experiencia de liberación que acompañaba a sus curaciones, sus enseñanzas sobre un Dios amor y perdón que solo quería acoger y salvar se veían cuestionadas por el miedo, la vergüenza y las actitudes rigoristas de aquellos/as que no podían entender que Dios iba más allá de lo que esperaban de él (Mc 1).

Los/as pobres, los/as heridos/as, los/as marginados/as lo buscaban porque en él encontraban lo que nadie les había ofrecido nunca. Junto a él encontraban nuevas posibilidades de ser y de vivir, descubrían que Dios no los/as había abandonado, aunque la sociedad y la religión si lo hicieran. Sabían que solo necesitaban confiar en aquel hombre, que los/as miraba con ternura, los defendía y los/as acogía, para recuperar el camino perdido, el espacio robado y su voz silenciada (Mc 2, 1-3, 12). Pero había quien no entendía que esa alegría y esperanza recuperada pudiese venir de Dios sino pasaba por las normas, doctrinas o valores instituidos (Mc 2, 23-3,6).

Lo acusaban de blasfemo

Para los que se consideraban fieles observantes de ritos y normas establecidos siglos atrás para cumplir con la voluntad de Dios y honrarlo adecuadamente, la conducta y el mensaje de Jesús eran blasfemas porque hablaban mal de Dios y por lo tanto, la autoridad para hablar así y el poder para actuar del modo en que lo hacía no podía venir de Dios, sino que era obra de Satanás (Mc 3, 22-23).

Lo que más les molestaba era que Jesús dijese que los seres humanos tenían a su alcance el perdón de Dios de forma gratuita y sin condenas, que podían reincorporarse a la comunidad si confiaban y se dejaban sanar por el amor de Dios que los acogía sin límites y sin esperas. Para ellos Jesús no tenía autoridad para afirmar tal cosa de parte de Dios. Con esa actitud se imposibilitaban para acoger ellos mismo ese perdón que Dios también les ofrecía a ellos.

Jesús les responde con contundencia: ellos son los que blasfeman porque están negando la acción que Dios está realizando. El Espíritu de Dios es el que está haciendo nuevas las cosas, es el que trae vida y vida en abundancia, es que el que pone en nosotros/as la fuerza para construirnos desde lo mejor de nosotros/as mismos/as. No hay nada más triste y desesperanzador, más limitante y destructor que negar esa acción de Dios en todo ser humano. Nadie es más ciego que quien pretende limitar la misericordia y la bondad de Dios creyendo que cumple su voluntad. (Mc 3, 28-30)

Pensaban que estaba fuera de sí

El relato recuerda también que s u madre y sus hermanos van a buscarle para vuelva a casa y reoriente una conducta que no solo le afecta a él sino a sus familiares pues las críticas que está recibiendo ponen en entredicho la honorabilidad familiar.

En el mundo antiguo la familia designaba a un grupo amplío de parentesco a través del cual se transmitía el honor, las propiedades y la condición social. En ella se ofrecía apoyo y sustento y, salvo excepciones, nadie consideraba honorable abandonarla porque suponía la perdida de la identidad y pertenencia. El hecho de que Jesús abandonase su casa dejando a su madre viuda era difícil de entender. Sin embargo, Jesús dio a esta decisión un profundo significado y le permitió construir una nueva familia, la familia del Reino. Una familia que cuestionaba muchos de los valores tradicionales y posibilitaba relaciones circulares e inclusivas.

Ante las demandas familiares Jesús responde señalando que la Buena Noticia del Reino de Dios incluía la propuesta audaz de una comunidad alternativa. Por eso, cuando proclama que su familia es quien cumple la voluntad del Padre, no está rechazando a su familia biológica, sino que está proponiendo un nuevo modo de relaciones, una nueva forma de encuentro y de vida compartida en la que la única jerarquía era la paternidad/maternidad de Dios y el único poder era el servicio. Y era así como de verdad se podía encarnar la Buena Noticia.

Cumplir la voluntad de Dios

La voluntad del Padre era para Jesús liberar y sanar, perdonar e incluir y por eso quien decide vivir haciendo vida la voluntad de Dios es su hermano, su hermana y su madre (Mc 3, 35). Su nueva familia, su comunidad. Una comunidad llamada a ser inclusiva, generadora de vínculos sanadores y de sueños compartidos. Una comunidad que discierne la voluntad de Dios desde lo que genera vida y potencia lo mejor de cada miembro.

Una comunidad que libera la memoria del perdón, la misericordia y la acción salvadora de Dios y la ofrece allí donde hay heridas, sufrimiento, impotencia o miedo.  Una memoria que no quiere ser encerrada en los límites de nuestra justicia, de nuestras costumbres o ideas. Una memoria que reivindica la alegría, la pasión, la esperanza y el encuentro. Una memoria conflictiva y audaz. En definitiva, la memoria del Reino.

 

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Descalificaciones

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5204Domingo 9 de junio de 2024

Mc 3, 20-35

Con demasiada frecuencia, el ser humano recurre a descalificaciones, utilizando recursos simplones, que consisten en imponer una etiqueta despectiva a quienes discrepan de sus propios planteamientos.

Como es lógico, las etiquetas varían, según el momento histórico y el ambiente cultural. Así, en tiempos de Jesús -en una cultura mítica y marcadamente religiosa-, una de las más graves acusaciones, con las que se pretendía descalificar a alguien de manera definitiva, era etiquetarlo como “endemoniado” o poseído por Satanás. En otros momentos, más cercanos a nosotros, a alguien se le descalifica de modo sumario colgándole otras etiquetas igualmente simplonas, según las modas y los propios prejuicios.

La descalificación degrada o incluso llega a imposibilitar la convivencia armoniosa, generando un ambiente de crispación, que tiende a retroalimentarse en un crescendo sin límites, donde cada cual busca la etiqueta más peyorativa con que descalificar al adversario. Encerrados en una mente dicotómica, cuesta reconocer que toda postura mental, por verdadera que parezca, contiene algún error, de la misma manera que toda postura errada contiene alguna verdad.

Bien mirado, el fenómeno de la descalificación esconde, al menos, estas características: pereza intelectual, autoafirmación del propio ego, desprecio del otro e inseguridad afectiva de base.

En primer lugar, resulta más sencillo colocar una etiqueta que entrar en un diálogo razonado y sereno que requiere inteligencia, lucidez, serenidad y empatía. En segundo lugar, quien descalifica no busca, aunque sea de manera inconsciente, sino autoafirmar su propio ego: es sabido que este vive únicamente gracias a la confrontación y a la creencia de separación; solo cuando me confronto con el otro, tengo la sensación de ser un “yo”. En tercer lugar, en esa confrontación afloran con facilidad actitudes de desprecio que buscan desvalorizar al otro como medio para autoafirmarse uno mismo. Y finalmente, en la base de ese tipo de comportamientos, yace, aunque no se advierta de manera consciente, un arraigado y quizás reprimido sentimiento de inseguridad afectiva: solo quien se siente inseguro intenta rebajar o anular al otro.

Frente a la tendencia a la descalificación, que con frecuencia suele ir acompañada de acritud, la convivencia sana requiere valoración del otro, respeto y empatía. Más brevemente, tal convivencia armoniosa únicamente es posible cuando, superando la falsa creencia de separatividad, que nos hace creernos yoes separados, se vive de manera expresa en la consciencia de unidad.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La familia de Jesús sagrada, sí; tranquila, no.

Domingo, 9 de junio de 2024
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IMG_5244Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

¿Quiénes son familia de Jesús?

01. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales

Llama la atención –y no es la primera vez en el NT- que la familia de Jesús se queda extrañada ante las actitudes y el comportamiento de Jesús.

La familia de Nazaret será santa, pero tranquila, no. La Sagrada familia fue sin duda santa, pero ciertamente no fue tranquila.

Tenemos una imagen muy distorsionada de la familia de Jesús: La Virgen vestida de manto celeste hilando lana, San José medio angelical trabajando la madera y “Jesús niño” rubio como un sueco, ojos azules, de color sonrosado,

¿Todo muy idílico? Pues no, de eso nada de nada.

La agitación, como en tantas familias, es causada por el hijo y no le comprenden.

        Bien es verdad que Jesús tampoco facilita mucho las cosas.

Los tres, Jesús, José y María son santos pero inquietos.

        Inquieto José porque no ve respetada su autoridad. Inquieta María, que no entiende a este Hijo. Inquieto Jesús, porque soporta mal las pretensiones de sus padres.

Jesús adolescente en el Templo

        Nos retrotraemos un poco en el tiempo, en la vida familiar de Jesús.

José y María, buenos creyentes, nunca faltaron a la celebración de la Pascua en la ciudad santa: Jerusalén. Esta vez llevan a su hijo todavía menor de edad.

        Después de haber celebrado la Pascua en Jerusalén con los paisanos de Nazaret y demás peregrinos, comienzan el viaje de vuelta, parten para Nazaret. Serán cuatro o cinco días para recorrer los 141 kms que separan Nazaret de Jerusalén.

        El ambiente de la caravana es festivo, caminan alegres como en las romerías a las ermitas de nuestros pueblos: saludos, encuentros, comidas de campaña,  música, cantos…

Los hijos van por su cuenta jugando.

        Pero Jesús permanece en Jerusalén cuando todos han partido.

María y José no se dan cuenta. (¿Seguro que no se dan cuenta?)

Tras un día de viaje, distantes ya de Jerusalén una treintena de kilómetros, comienzan a darse cuenta de que Jesús no está entre ellos.

No lo han visto en la comida … estará comiendo en cualquier grupo  de la caravana… llegará … Sin embargo Jesús no aparece.

Han de volver a Jerusalén para encontrarlo.

¿Dónde encontrarlo?

Tres días de angustia y de búsquedas inútiles.

Nada.

Finalmente es localizado Jesús. ¿Y dónde va a estar?  En el Templo.

María seguramente angustiada, aunque ya aliviada ve a Jesús en el centro de una polémica conversación teológica con los maestros de la Ley, en el Templo.

María le dice a Jesús: “Hijo” ¿por qué te has comportado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados, (Lc 2,48).

Jesús no acepta la reprensión.

Jesús conocía el cuarto mandamiento: padre y madre, pero se “salta” al primer mandamiento: Amarás a Dios ante todo (Ex 20, 1-12). Y es Jesús quien pasa a reprochar a sus padres. Y lo hace con palabras duras, que merecerían más que un “tirón de orejas” por parte de José.

¿Por qué me buscabais? ¿Todavía no habéis entendido que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre? (Lc 2,49). Y Jesús subraya ante José, mi Padre.

María está equivocada. Y Jesús se lo recuerda: su padre no es José (“tu padre y yo…”).  “Mi Padre es otro…”

“Le haría mucha gracia a José esta contestación…

Jesús les recuerda a María y José que no tiene ninguna obligación hacia su familia. Jesús, no ha venido para seguir el camino de los padres, sino del Padre.

Lo recordarán siempre, pero sin entenderlo. No entendieron aquellas palabras que les decía, (Lc 2,50).

¿Se trata de un arrebato o una bravuconada de un mocoso adolescente?

Vuelven juntos a Nazaret.

Jesús ha quedado decepcionado de cuanto ha visto lo que sucede en el Templo.

Actitudes de Jesús

Por otra parte y al mismo tiempo, Jesús estaba habituado al sereno culto familiar de Nazaret, a la lectura de la Palabra en la sinagoga de Nazaret, a cantar los salmos, a las bendiciones en armonía pacífica.

Y Jesús ha quedado desconcertado del culto sanguinario del Templo en Jerusalén. Por vez primera ha asistido a un sacrificio de animales: una carnicería. Se sacrificaban centenares de corderos, becerros, palomas, toros degollados en honor de Yahvé. Un río de sangre para satisfacer a Dios. Más que un santuario aquello parecía una carnicería, con el humo del incienso que se mezclaba el de la carne asada.

Algo ha cambiado en Jesús. Algo se ha roto.

El Jesús que vuelve a Nazaret no es el mismo que el de antes de subir a Jerusalén. “las cosas” del Padre le queman por dentro.: un fuego que ha llegado para incendiar la tierra, (Lc 12,49). Le entristece no logra transmitir esta llama a sus padres, del mismo modo que tampoco lo ha logrado con los maestros del Templo.

Es el comienzo de la ruptura radical con la familia, con la religión, con la patria.

        Por otra parte más adelante, ya como adulto, el comportamiento de Jesús no es especialmente ejemplar para el mundo judío, para sus paisanos, ni para su familia. Jesús se salta la ley, el sábado,  para curar enfermos, lo mismo toca leprosos que se deja toca por la hemorroísa (sangre). Parte de sus discípulos son medio zelotas si no zelotas enteros. Entre sus discípulos hay mujeres: Magdalena, la samaritana, sana a la suegra de Pedro, la hija de Jairo; tiene amistad con Marta y María. Jesús come con pecadores y publicamos, acoge a prostitutas. Para más inri vuelca las mesas de los mercaderes del Templo, finalmente es condenado a muerte en cruz.

¿Quién es, pues, para José y María, para su familia biológica y para sus paisanos Jesús?

        Es “natural” que su familia pensara que estaba loco y lo quisiera retirar de la vida pública.

02. – ¿Quiénes son familia de Jesús?

«Quiénes son mi madre y mis hermanos?»

Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:

«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Dos aspectos:

03.- Una primera cuestión es que Jesús nos trata, nos llama y nos trata como familia.

        La relación de Dios con los seres humanos es de padre, y la relación de Jesús con nosotros es de hermanos.

        Nos podía llamar adeptos de su religión, pero no. Jesús nos convoca como hermanos: mi madre y mis hermanos sois los que tratáis de vivir conforme al Padre.

        La Iglesia no es una “agencia de seguros salvíficos” que ha de conseguir cuantos más clientes mejor. Más bien los cristianos somos hijos de Dios y hermanos de Jesús:

        Jesús nos enseñó a llamar a Dios: Padre: Padre nuestro…

Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre.

San Mateo entenderá la iglesia como una comunidad de hermanos: todos vosotros sois hermanos, (Mateo 23,9)

        San Pablo comentará cómo Dios en Cristo nos ha destinado a ser hijos de Dios, (Efesios 1,5)

        Alivia mucho la existencia entendernos y vivir no como adeptos o clientes de un sistema religioso, sino como familia de Jesús y de Dios.

        En una familia sana y -más o menos normal-, se está bien, en paz, se está en casa.

03.- Mi madre y mis hermanos son los que viven conforme a Dios Padre.

Cumplir la voluntad de Dios es vivir conforme a la bondad de Dios expresada en Jesús: vivir en paz, servicio, amor, libertad nos hace familia de Dios.

Para saber lo que es vivir conforme a Dios miremos no al cumplimiento de la normativa vigente sino al evangelio de Jesús. ¿Qué pensaba y hacía Jesús? Pues aquello por lo que su familia biológica creía que Jesús no estaba en sus cabales: ser libre, curar en sábado, devolver la vista, sanar la lepra, tratar por igual a todos: hombres y mujeres, judíos, samaritanos y romanos…

        Salgamos hoy de la Eucaristía con la conciencia de que somos familia de Jesús y de Dios, que el amor preside nuestra vida y nuestra relación con Dios.

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“ Los “de la casa” son los discípulos que cumplen la voluntad de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 9 de junio de 2024
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De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo X del Tiempo Ordinario 09-06-2024

Lo que representa el diablo y los demonios son las fuerzas del anti reino, contra las que Jesús lucha. Pero no imaginemos fuerzas sobrenaturales sino toda la realidad de opresión y exclusión que viven los contemporáneos de Jesús y a quienes él les anuncia la Buena Noticia del Reino.

En realidad, los escriban están atacando al Espíritu Santo quien obra en Jesús y ellos se niegan a reconocerlo.

La familia del reino son los que entran a la casa, los que escuchan la palabra, los que reconocen el obrar del Espíritu de Jesús

Jesús llegó a una casa, y la multitud se juntó de nuevo, a tal punto que ellos ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes oyeron esto, fueron para hacerse cargo de Él, porque decían: Está fuera de sí. Y los escribas que habían descendido de Jerusalén decían: Tiene a Belcebú; y expulsa los demonios por el príncipe de los demonios. Y llamándolos junto a sí, les hablaba en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Y si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede perdurar. Y si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá permanecer. Y si Satanás se ha levantado contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata; entonces podrá saquear su casa. En verdad les digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con que blasfemen, pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, sino que es culpable de pecado eterno. Porque decían: Tiene un espíritu inmundo. Entonces llegaron su madre y sus hermanos, y quedándose afuera, le mandaron llamar. Y había una multitud sentada alrededor de Él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan. Respondiéndoles Él, dijo: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a su alrededor, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre. (Marcos 3, 20-35)

Después de tantas festividades que hemos venido celebrando -Ascensión, Pentecostés, Trinidad, Corpus-, volvemos a retomar los domingos del tiempo ordinario y continuamos leyendo el evangelio de Marcos que es el que corresponde a este año del Ciclo B. Marcos ha venido presentando el ministerio de Jesús en Galilea, enseñando, curando y llamando a sus discípulos. En el evangelio de hoy, se nos presenta a un Jesús que llega a una casa y está rodeado, de nuevo, de una multitud. A partir de aquí, el texto va a tener tres partes: La primera, los parientes que van a buscarlo porque han oído decir que “esta fuera de sí”. La segunda, la discusión con los escribas que afirman que tiene a Belcebú o príncipe de los demonios y en su nombre expulsa los demonios y, la tercera, Jesús aprovecha la presencia de sus familiares para declarar quién es la verdadera familia del reino.

Expliquemos brevemente cada parte. El hecho que los familiares vayan a buscarlo se entiende mejor hoy, a partir de los aportes de las ciencias sociales a la hermenéutica bíblica, que nos ayuda a comprender la importancia del “honor” para la familia judía. El que critiquen a Jesús no lo mancha solo a él, sino a toda la familia. De ahí, que sea tan importante que ellos vayan a ocuparse de Jesús.

De la segunda parte, conviene decir una palabra sobre el diablo o príncipe de los demonios, los demonios y los exorcismos. Del diablo siempre se habla en singular y de los demonios en plural. Estos últimos son los que poseen a las personas, no el diablo. Y Jesús los expulsa, por la autoridad de su palabra y no por un exorcismo -lo cual implicaría seguir un ritual-. Con esto ya vemos que toda la cinematografía que se ha construido en torno a los exorcistas está muy lejos de corresponder a los datos bíblicos. Ahora bien, lo que representa el diablo y los demonios son las fuerzas del anti reino, contra las que Jesús lucha. Pero no imaginemos fuerzas sobrenaturales sino toda la realidad de opresión y exclusión que viven los contemporáneos de Jesús y a quienes él les anuncia la Buena Noticia del Reino. Es buena noticia porque supone la transformación de la realidad que viven. Pero precisamente los escribas lo acusan por su denuncia profética acusándole de actuar en nombre del diablo. Jesús les invita a entender que ni un reino, ni una casa, ni satanás, divididos contra sí mismos pueden subsistir. En realidad, los escriban están atacando al Espíritu Santo quien obra en Jesús y ellos se niegan a reconocerlo.

En la tercera parte, vuelven a aparecer los familiares de Jesús, encabezados por su madre y la respuesta de Jesús parece desconcertante. Pregunta quienes son su madre y sus hermanos y mirando a los que están en la casa, dice que ellos son su madre y sus hermanos. Hay que entender que no es un desprecio hacia su familia sino una aclaración de la familia que se está formando en torno suyo. La familia del reino son los que entran a la casa, los que escuchan la palabra, los que reconocen el obrar del Espíritu de Jesús. Es decir, la familia que se forma en torno a Jesús no es la familia biológica sino la de los discípulos.

Con todo lo anterior podríamos concluir que el mensaje de hoy para nosotros puede centrarse en algunas preguntas: ¿estamos formando parte de la familia de Jesús, es decir de los discípulos en torno suyo? ¿entramos a la casa, es decir, le escuchamos verdaderamente y nos dejamos conducir por su espíritu? ¿anunciamos la buena noticia del reino capaz de transformar las situaciones que esclavizan y excluyen a las personas?Son tiempos de comprometernos con la misión encomendada por Jesús a los suyos y no de alimentar historias de diablos, demonios y exorcismos que trasladan a fuerzas exteriores lo que no existe más que en el corazón humano y que con la fuerza del Espíritu estamos llamado a transformar.

(Foto tomada de: https://www.redentoristasdecolombia.com/24-de-enero-quienes-son-mi-madre-y-mis-hermanos/)

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“Qué es más sano?”. Domingo 10 Tiempo ordinario – B (Marcos 3,20-35)

Domingo, 10 de junio de 2018
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10_to_bLa cultura moderna exalta el valor de la salud física y mental, y dedica toda clase de esfuerzos para prevenir y combatir las enfermedades. Pero, al mismo tiempo, estamos construyendo entre todos una sociedad donde no es fácil vivir de modo sano.

Nunca ha estado la vida tan amenazada por el desequilibrio ecológico, la contaminación, el estrés o la depresión. Por otra parte, venimos fomentando un estilo de vida donde la falta de sentido, la carencia de valores, un cierto tipo de consumismo, la trivialización del sexo, la incomunicación y tantas otras frustraciones impiden a las personas crecer de manera sana.

Ya S. Freud, en su obra El malestar en la cultura,consideró la posibilidad de que una sociedad esté enferma en su conjunto y pueda padecer neurosis colectivas de las que tal vez pocos individuos sean conscientes. Puede incluso suceder que dentro de una sociedad enferma se considere precisamente enfermos a aquellos que están más sanos.

Algo de esto sucede con Jesús, de quien sus familiares piensan que «no está en sus cabales», mientras los letrados venidos de Jerusalén consideran que «tiene dentro a Belzebú».

En cualquier caso, hemos de afirmar que una sociedad es sana en la medida en que favorece el desarrollo sano de las personas. Cuando, por el contrario, las conduce a su vaciamiento interior, la fragmentación, la cosificación o disolución como seres humanos, hemos de decir que esa sociedad es, al menos en parte, patógena.

Por eso hemos de ser lo suficientemente lúcidos como para preguntarnos si no estamos cayendo en neurosis colectivas y conductas poco sanas sin apenas ser conscientes de ello.

¿Qué es más sano, dejarnos arrastrar por una vida de confort, comodidad y exceso que aletarga el espíritu y disminuye la creatividad de las personas o vivir de modo sobrio y moderado, sin caer en «la patología de la abundancia»?

¿Qué es más sano, seguir funcionando como «objetos» que giran por la vida sin sentido, reduciéndola a un «sistema de deseos y satisfacciones», o construir la existencia día a día dándole un sentido último desde la fe? No olvidemos que Carl G. Jung se atrevió a considerar la neurosis como «el sufrimiento del alma que no ha encontrado su sentido».

¿Qué es más sano, llenar la vida de cosas, productos de moda, vestidos, bebidas, revistas y televisión o cuidar las necesidades más hondas y entrañables del ser humano en la relación de la pareja, en el hogar y en la convivencia social?

¿Qué es más sano, reprimir la dimensión religiosa vaciando de trascendencia nuestra vida o vivir desde una actitud de confianza en ese Dios «amigo de la vida» que solo quiere y busca la plenitud del ser humano?

José Antonio Pagola

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Marina Ibarlucea

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“Satanás está perdido”. Domingo 10 de junio de 2018

Domingo, 10 de junio de 2018
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962992053-68668015Leído en Koinonia:

Génesis 3, 9-15: Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.
Salmo responsorial: 129: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
2Corintios 4, 13-5,1: Creemos y por eso hablamos.
Marcos 3, 20-35: Satanás está perdido.

Para sus familiares Jesús está loco, fuera de sí. Ha perdido la cabeza y deben contenerlo volviéndolo a su casa y haciéndole reflexionar, para eso llevan a su madre con ellos. Y para los letrados de Jerusalén, Jesús está poseído de un demonio. Loco y endemoniado. Desquiciado y dominado por un mal espíritu. ¡Pobre Jesús! Se necesitaba mucha valentía y convicción para superar opiniones tan negativas de su propia familia y de los maestros de su pueblo. ¡Cómo quedarían de confundidos los discípulos después de escuchar comentarios de tal calibre sobre el Maestro que recién comenzaban a seguir!

Jesús no pierde la serenidad. Enfrenta con firmeza profética a sus adversarios. A los escribas los desenmascara colocándolos delante de sus propias contradicciones. Si está poseído por un demonio ¿Cómo puede echar otro demonio? Si Satanás está contra Satanás significa que su reino está siendo destruido. Si una persona está siendo liberada por el poder de Jesús de la alienación a la que estaba sometida, ¿cómo pueden declarar a Jesús endemoniado, si el que aliena y domina es el demonio? Están luchando contra la evidencia de que Dios ha comenzado a actuar en la historia a través de Jesús. Están luchando para no ver, para cerrar los ojos a la verdad. Están luchando contra el Espíritu de Dios que libera y da vida. Ese pecado no puede ser perdonado porque es cerrazón a la gracia, es contumacia, es obstinación. No niegan a Dios, niegan que la práctica liberadora de Jesús sea de Dios. Y a su familia que lo tiene por desquiciado, Jesús agrega una nueva locura: declara que ese pequeño grupo de hombres y mujeres de Galilea, sentados a su alrededor, son más familia suya que la que lo busca. Esa nueva familia está comulgando con sus ideas y sus enseñanzas más que la otra.

Delante de este Jesús valiente y libre, debemos preguntarnos cuántas veces nosotros mismos que nos decimos cristianos, que nos decimos su comunidad, enmascaramos nuestras cobardías ante lo nuevo de Dios y nos refugiamos en poner etiquetas y descalificar lo que no queremos admitir: que donde hay liberación, más salud, más vida y dignidad está actuando el Espíritu de Dios. Leer más…

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“Desconfianza, condena, aceptación”. Domingo 10. Ciclo B

Domingo, 10 de junio de 2018
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115a6555-edb8-44bf-9593-4391e7eadd27Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

… Mi hermano y mi hermana y mi madre

Después de tantas fiestas (Pentecostés, Trinidad, Corpus Christi), volvemos al Tiempo Ordinario y a los comienzos de la actividad de Jesús. Ateniéndonos al relato de Marcos, después del Bautismo y las Tentaciones, Jesús ha predicado en la sinagoga de Nazaret y ha realizado diversos milagros. Sin embargo, su forma de actuar, sus ideas y sus pretensiones, provocan la oposición de los fariseos que, ya desde el principio, «se pusieron a planear con los herodianos la forma de acabar con él» (Mc 3,6). Pero todavía queda mucho para la pasión y muerte. Jesús sigue ganando popularidad en todas partes (3,7-12) y elige a los doce (3,13-19).

En este momento comienza el evangelio de hoy. Se compone de tres episodios que reflejan tres actitudes ante Jesús: 1) Desconfianza: la familia de Jesús desconfía de él y piensa que está loco. 2) Condena: los escribas lo acusan de endemoniado. 3) Aceptación: hay personas que se convierten en la verdadera familia de Jesús.

Desconfianza de la familia

EN aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de si.

Los escribas y fariseos se escandalizan de lo que hace y dice Jesús. La reacción de su familia es distinta. Cuando se entera de que no tiene tiempo ni para comer, piensan que está loco, «fuera de sí» (evxe,sth), y quieren llevárselo a la fuerza a Nazaret. Al principio no queda claro quiénes son «los suyos» (oi` parV auvtou/). Al final, cuando lleguen a Cafarnaúm, sabremos que son «tu madre y tus hermanos y tus hermanas». Toda la familia.

Para Mateo y Lucas, la simple sospecha de que la familia de Jesús lo considerase «fuera de sí» resultaba inaceptable, y suprimieron estos versículos de su evangelio: la madre y los hermanos bajan a visitarlo, no porque desconfíen de él. Sin embargo, el evangelio de Juan confirma esta desconfianza de sus hermanos (no de María): «sus hermanos no creían en él» (Juan 7,5). Si queremos conocer bien a Jesús, este dato es fundamental. Las críticas de escribas y fariseos, el rechazo de los sacerdotes, el desinterés de muchos de sus oyentes, le resultarían dolorosos; pero la desconfianza de la propia familia sería algo más duro de lo que podemos imaginar. Sin embargo, el saberlo serviría de consuelo a tantos cristianos del siglo I para los que hacerse cristianos supondría un enfrentamiento a la familia.

Condena de los escribas

Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

-Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.

El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:

-¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido.

Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Los grandes conocedores de la Ley de Moisés, los escribas, emiten un juicio más radical: «Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Lo peor que puede decirse de uno que pretende hablar y actuar en nombre de Dios. A nosotros puede extrañarnos que el evangelista dedique tanta atención a este tema, pero Jesús debía defenderse, y las comunidades cristianas saber responder a esta acusación gravísima. Curiosamente, Jesús no reacciona de forma airada. Se porta como un maestro que hace reflexionar a sus alumnos y los instruye. Su breve discurso contiene un argumento, una enseñanza y una amenaza.

El argumento es de sensatez: si Satanás se introduce en Jesús para expulsar a los endemoniados, está luchando contra sí mismo, destruyéndose. Solo un estúpido puede decir que Jesús «expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».

La enseñanza se centra en la victoria de Jesús sobre Satanás. Los discípulos, al ver los milagros de Jesús y las curaciones de endemoniados, pueden considerarlos hechos aislados, sin relación entre ellos. Para Jesús, demuestran que él ha vencido a Satanás, el aparentemente forzudo, y por eso puede arrebatarle todas sus víctimas. La primera lectura de hoy, tomada del Génesis, pienso que se ha elegido porque anuncia esta victoria de Jesús sobre el demonio.

La amenaza se dirige a los escribas y a quienes piensan como ellos: quien considere a Jesús un endemoniado, blasfema contra el Espíritu Santo y no tendrá perdón jamás. Es el famoso «pecado contra el Espíritu Santo», que desconcertaba a un amigo mío y no sabía cómo interpretar. Sin embargo, me parece fácil: cada vez que Jesús perdona los pecados lo hace con el poder del Espíritu; quien dice que ese espíritu es el demonio, se cierra el perdón, porque Satanás no puede perdonar.

Aceptación

Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice:

-Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.

Él les pregunta:

– ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:

-Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Jesús ha terminado su breve discurso y le avisan de su familia está fuera y lo busca. Una vez más comienza formulando una pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos»? Como Sócrates, quiere que la gente piense, aunque lo más probable es que nadie respondiera nada. Pero así adquiere más fuerza la solución: «El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Esas palabras las dirige a quienes los rodean y escuchan. Porque la condición indispensable para hacer la voluntad de Dios es escuchar a Jesús. Y ellos lo hacen. Ellos son la familia de Jesús.

En nuestra sociedad, muchos presumen de «conocer» a una familia importante, de haberla visto un día en directo, incluso de haber dado la mano a alguno de ellos. Tenemos un motivo de orgullo mucho mayor: ser la familia de Jesús… si lo escuchamos y cumplimos lo que nos dice.

Nota pastoral para la homilía

En el evangelio hay dos cuestiones que pueden resultar complicadas (por no mencionar la primera lectura, en la que todo es complicado):

1) La familia de Jesús. El mismo Marcos ofrecerá más tarde los hombres de los hermanos: Santiago, José, Judas y Simón. No creo que merezca la pena, en una homilía, perderse en las discusiones sobre este tema: si eran hijos de un primer matrimonio de José (cosa que ya rechazaba san Jerónimo), si se trata de primos hermanos (el concepto de «hermano» es muchísimo más amplio entre los pueblos semitas que entre nosotros), etc.

2) Quienes disfrutan hablando del demonio, como Marcos, tienen este domingo materia abundante. Pero otros pueden sentirse molestos de tener que abordar este tema. El ejemplo de Mateo y Lucas es muy instructivo. Cuando encontraban en Marcos algo que podía escandalizar o extrañar a sus lectores, lo omitían.

Algo me parece esencial en el evangelio de hoy: las actitudes tan distintas que provoca la persona de Jesús, que siguen dándose hoy día. No creo que nadie lo acuse de endemoniado (cada vez son menos los que creen en el demonio); pero el rechazo de su persona, o el rebajarlo a un simple iluso «fuera de sí», son reacciones muy frecuentes. Aunque su familia sea pequeña (cada vez más), aconsejaría centrar en ella la atención.

 

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Domingo X del Tiempo Ordinario. 10 de junio de 2018

Domingo, 10 de junio de 2018
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d-x

“Y pasando la mirada por el corro, dijo: -Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.”

(Mc 3, 20-35)

El evangelio de Marcos acaba de comenzar, nos encontramos en el tercer capítulo. Sin embargo, la incomprensión y la oposición a Jesús ya es bien palpable.

Por un lado, su familia lo busca porque piensa que “no está en su cabales”. Por otro lado, los letrados, las personas influyentes del tiempo de Jesús, andan diciendo que Jesús tiene un demonio dentro.

La verdad es que todo junto no se puede catalogar como un buen inicio. Se oye decir eso de que “si es de Dios saldrá”. Es una frase peligrosa.

¿Acaso todo lo que acaba “saliendo” es cosa de Dios? Porque es evidente que muchas veces prosperan cosas que son malas de raíz. Y también sucede que muchas veces hay cosas buenas que encuentran grandes obstáculos y acaban por no salir.

Nosotras, las personas cristianas, creemos que lo de Jesús venía todo de Dios, sin embargo no le salieron las cosas muy bien que digamos. La marca de Jesús es la marca del fracaso personal.

Es condenado a muerte como un criminal, se oponen a él tanto el poder religioso como el poder civil de su tiempo, su grupo de seguidores le abandona y de su familia no volvemos a saber nada, desaparece aquí, al principio del evangelio, y lo que sabemos es que pensaban que estaba loco.

Tendemos a relacionar lo bueno que nos pasa en la vida con la voluntad de Dios y eso está bien. Dios habita nuestras alegrías y, como nos recuerda el profeta Sofonías, ¡es el primero en danzar y saltar de alegría por nosotras! De esto no hay duda.

Pero de lo que no deberíamos dudar ni un solo instante es que Dios habita también nuestros fracasos. Dios también está en la adversidad, es más, nos lleva la delantera (Cfr. Mc 10, 32)

Dios en Jesús nos dice que Él ha querido ocupar esos lugares de desprecio y sin razón, de dolor y de sufrimiento. La muerte en cruz de Jesús es el grito de Dios por la humanidad sufriente. Es la compasión de Dios encarnada y doliente que acompaña a cada una de sus hijas.

Los cristianos deberíamos estar convencidos de que Dios está en cada fracaso humano, en toda adversidad y sufrimiento. No, Dios no nos envía el sufrimiento, no. Lo que hace Dios es sufrir con nosotros, arrimar el hombro, procurar que el peso de la adversidad no nos aplaste.

El sufrimiento forma parte de la existencia humana. Eso lo sabemos todos por propia experiencia. Desde el momento en que nacemos, antes incluso de respirar, experimentamos el sufrimiento. Dicen los expertos que el parto es doloroso tanto para la mujer que da a luz como para la criatura que nace.

Sí, el sufrimiento es un misterio que acompaña la existencia humana y Dios no ha querido desentenderse, al contrario, ha elegido pasarlo con nosotros. Ha querido ser hijo y hermano nuestro.

Oración

Regálanos, Trinidad Santa, esa hermosa mirada de Jesús, que nuestros ojos se encuentren con los suyos y podamos reconocernos como hermanas, y hermanos, y madre suyas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Fray Marcos: Jesús no se amolda a la voluntad de su familia.

Domingo, 10 de junio de 2018
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imagesMc 3, 20-35

El tema del pecado y de la salvación es un tema muy serio. El pecado es aparentemente un contrasentido, no tiene fácil explicación; por eso el hombre ha buscado respuesta en los mitos. Hoy tendemos a creer que los mitos eran cuentos inventados para engañar a la gente; sin embargo en ellos se encuentran enseñanzas muy profundas. Lo que sucede es que no se pueden entender literalmente. Hay que decodificar el lenguaje.

El mito de la inocencia primigenia perdida por un pecado del primer hombre, nos quiere trasmitir una verdad profunda, pero no podemos entenderlo al pie de la letra. La situación anterior a la caída, hay que entenderla como una armonía total con la naturaleza por parte del ser humano que aún no había tomado conciencia de su singularidad, de su diferenciación de la realidad que le rodea. Era una situación que se adivina como idílica; parecida a la del niño en el vientre de su madre, protegido y seguro. Seguridad que hay que abandonar si quiere llegar a ser un hombre completo.

Lo que llamamos pecado, es el resultado inevita­ble de esa individua­li­zación. En cuanto el ser humano tomó conciencia de que era algo separado, se erigió en persona con capacidad de conocer y por lo tanto con capacidad de elegir, de tomar decisiones basadas en ese conocimiento. Como el conocimiento no es perfecto, la decisión puede ser equivocada y llega el fallo. En vez de elegir lo que le edifica, elige lo que le deterio­ra; a eso le llamamos pecado. En las culturas orientales, la serpiente no es el símbolo del mal como nos han hecho creer, sino de la inteligencia y de la astucia.

Hay que hacer una sería revisión de lo que entende­mos por pecado. En nuestra cultura, ha estado siempre ligado a la voluntad. Se ha creído que la persona podía elegir entre lo bueno y lo malo. Si elegía el bien, se consideraba a la persona buena, si elegía el mal, se consideraba depravada. Esto no es así. La voluntad no tiene capacidad para elegir el mal. Es una potencia ciega que sólo puede ser movida por el bien. Por lo tanto el pecado es siempre una ignorancia o falta de conocimien­to. Si tuviéramos claro que algo nos hace daño, nunca la voluntad se pegaría a ello. El único antídoto es mayor conocimiento.

Con frecuencia me dicen que la persona obra el mal sabiendo que hace mal. Siempre buscamos nuestro bien, aunque ello reporte algún mal para otro. No basta haber aprendido, por programación, que una cosa es mala. Hay que estar verdaderamente convencido de ello. Si acepto una cosa como mala, solo por programación, podré acomodarme artificialmente a esa enseñanza, pero la actitud fundamental y vital no está de acuerdo con la programación y antes o después, la actitud vital prevalecerá. Esta es la razón de nuestros pecados, confesados una y otra vez, pero nunca rectificados. Nuestra moral es artificial. Nuestro arrepentimien­to ficticio, y nuestras confesiones fingidas.

La existencia del ser humano es imposible si le negamos la posibilidad de equivocarse. Muchas veces no podemos saber que está el anzuelo escondido hasta que no lo mordemos. El ser humano que progresa, no es el que no se equivoca nunca, sino el que reconoce sus fallos. El único pecado irreparable es negarse a rectificar, es decir instalarse en una postura estática y no querer avanzar. Esta postura es mucho más frecuente de lo que nos podemos imaginar. Se debe a dos razones fundamentalmente:

Una, el miedo a equivocarse, el miedo al pecado y al castigo ha paralizado a muchísimas personas que sin ese obstáculo hubieran podido aportar logros increí­bles a la evolución. Cuando queremos actuar desde la seguridad, vivimos volcados en el pasado y el progreso es imposible. Otra, creer que ya hemos llegado. Creer que ya lo sabemos todo, que tenemos respuestas para todo, que no hay que esperar nada nuevo. Es la postura que más daño ha hecho al ser humano. Jesús dijo: “Tengo muchas cosas que deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; el E. S. os irá llevando hacia la verdad plena”.

Este sería el pecado contra el Espíritu Santo. Estar cerrados a toda posible novedad, por miedo a la equivocación, o por creernos en la posesión de la verdad absoluta. Podríamos recordar el dicho castellano: el que no se arriesga no pasa la mar. O aquel otro oriental que me habéis oído tantas veces: El que se empeña en cerrar la puerta a todos los errores, dejará inevitablemente fuera la verdad.

La verdadera salvación sólo puede venir por el camino del conocimiento. En la medida que tengamos conocimiento de lo que es bueno para nosotros, seremos capaces de actuar en consecuencia. No olvidemos la frase capital del evangelio: la verdad os hará libres. Solo la verdad tiene capacidad de liberar y de salvar del error y por lo tanto del pecado. Estar abiertos a la verdad es estar abiertos al Espíri­tu.

Casi nunca se trata el tema de la relación de Jesús con su familia, porque plantea serios problemas. No encaja con el concepto que nos hemos hecho de la sagrada familia. Si somos capaces de superar los prejuicios, veremos como normal que incluso su madre se preocupara de las andanzas de Jesús que no podían acarrearle nada bueno. En los evangelios se ve con toda claridad el conflicto que Jesús tuvo con sus parientes; y eso a pesar de las matizaciones que hacen y la delicadeza con que tratan el tema.

A los doce años nos cuentan el primer problema; se queda en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. En su pueblo, les echa en cara su falta de confianza: “solo desprecian a un profeta en su pueblo y entre sus parientes”. Su familia quiere apartarlo de la vida pública porque considera que esa manera de actuar es una locura. El tiempo les dio la razón. Ellos no tenían capacidad para comprender desde qué perspectiva actuaba Jesús. Desde un punto de vista humano, era lógico que su familia se preocupara por las andanzas de Jesús que ponían en peligro su vida.

A pesar de todo Jesús sigue adelante con una postura poco obedien­te… Esta postura de Jesús puede ilustrar el tema de hoy. Jesús no se conforma con lo que le enseñan de Dios, quiere ir más allá en el descubrimiento de lo que Dios es para el hombre y el hombre para Dios. Se abre al Espíritu. No tiene inconveniente en cuestionarse hasta las verdades más sagradas. ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?

Meditación

Tu limitado conocimiento te hace falible.
Se debe a tu condición de criatura, acéptalo.
Pertenece a tu esencia, no es una tara.
Estás aquí para aprender de tus errores
y caminar así hacia tu plenitud.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Maestro incomparable del Amor.

Domingo, 10 de junio de 2018
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jesusamorCreo que no hay nada más artístico que amar verdaderamente a la gente (Película Loving Vincent)

10 de junio. Domingo X del TO

Mc 3, 20-35

El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

Hoy la ciencia justifica este amor, no sólo desde el Evangelio, sino también desde el punto de vista de los investigadores de la Genética. Todos los seres vivos tenemos el mismo ancestro común. Y esto se hace patente cuando se compara a los humanos en el árbol evolutivo de la vida con nuestros parientes más cercanos: los chimpancés. La secuencia del genoma de éste y de aquellos revela que ambos son un 96% idénticos a nivel de ADN.

No estaría demás que se informara a los cristianos lo estrechamente relacionados que están todos los seres vivos, incluyéndonos a nosotros“El alma sin ciencia no es buena”, se dice en Proverbios 19, 2.

La directora de cine y guionista polaca Dorota Kobiela, diseña su película con sumo respeto a la obra del artista Vincent van Gogh (1853-1890. Se estrenó en España a finales de enero de 1918. Lleva por título Loving Vincent, y mantiene un brillante lenguaje cinematográfico. Allí están con gran fuerza los trazos arremolinados que hacen vibrar el fondo de sus cuadros: esos cielos en pleno arrebato meteorológico, las luces que tintinean en las pinturas nocturnas, las ondas expansivas de los paisajes. Todo ello con una inteligente diana: dar vida a los cuadros del artista y recorrer parte de su trágica y misteriosa vida a través de las cartas que escribía con frecuencia a su hermano Theo. Precisamente en su última carta Van Gogh le escribía: “Creo que no hay nada más artístico que amar verdaderamente a la gente”.

Él tenía la noble virtud de hacerlo. Y como dice uno de los personajes del film: “no podemos expresarnos mejor que a través de nuestros cuadros”. En nuestro caso lo manifestamos a través de nuestro comportamiento.

Jesús nos ha llamado a ser sus hermanos y es Él el que nos ha elegido y destinado para llevar al mundo la Buena Noticia de su amor. Y esto lo haremos amándonos unos a otros, como Él lo ha hecho al dar la vida por nosotros y por el mundo entero.

En su primera carta el apóstol san Juan dice en 4, 7-8:Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor”.

En su Carta a los Corintios 13, 1 dice Pablo: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad”.

Los griegos contaban con El Coro de Musasque, según Hesíodo en su Teogonía, cantaban y danzaban en el monte Helicón. Eran siete, y entre ellas se encontraba Erato, señora de la poesía de amor y del teatro. Lo inmortalizaron con la figura de Psique atravesado por la flecha de Cupido. Fue siempre tema de inspiración en el arte. En LiteraturaKhalil Gibran dijo:“Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura; Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas”. En Pintura, El cumpleaños, de Marc Chagall. En Música, Sueño de amor, de Franz Liszt. En Escultura, El beso, de Rodin.

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”, dijoJesús en Jn 13, 34.

SUEÑOS SOBRE LA VIDA DEL ALMA

Te sueño vestida en lencería sexy
-en picardías-
como la que vistió coqueta Caroll
en la película.
¿Era de tul
con hilo multifilamento y fantasía?

Era de gasa con bordados y blondas decolores
que a gritos sugerían
al excitado novio
formas de tus intimidades.

Alma corpórea
como yo te veo y te deseo.
Siempre en noche de bodas,
siempre en picardías.

Y yo siempre esperando
para darte mis besos y caricias
con mis brazos abiertos y mi cuerpo.
Y tú siempre velando

para que con el mío te penetre,
y el tuyo me reciba también dentro.

Luego cesará el viento huracanado,
y en el latir de corazones y silencios
soñaremos unidos como amantes.

“¡Ah, llévame contigo, sí, corriendo,
a tu alcoba condúceme, rey mío:
a celebrar contigo nuestra fiesta!”,
dice el Cantar de los Cantares.

(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Perder para ganar.

Domingo, 10 de junio de 2018
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thebible_cast(Mc 3,20-35)

Jesús ejerce un gran poder de atracción sobre la gente. El evangelio nos muestra que son muchos quienes le buscan: la multitud, los miembros de su familia, los escribas… Muchos y muy diferentes, como distintas son las razones por las que se acercan a él.

Los primeros -la multitud– le buscan deseosos. La gente está admirada de su enseñanza (Mc 1,22) y de su capacidad para expulsar espíritus inmundos (1,27). Su fama se había extendido (1,28) y había curado a tantos enfermos (1,34; 3,10) que se agolpaban a la puerta de cada casa en la que Jesús se encontrara (1,33; 2,1) acudiendo a él de todas partes (1,45; 2,13; 3,7-9). Todos están maravillados y son capaces de reconocer que Dios actúa en él (2,12). Éstos, los sencillos y débiles, quienes se saben enfermos o incapaces, limitados o sin fuerzas, no dudan que Jesús les atenderá, los escuchará y les ofrecerá su consuelo y su tiempo, hasta el punto de ser capaz de dejar de comer por estar con ellos.

Sin embargo, en el relato aparecen también otros grupos cuyas razones para buscar a Jesús son bien distintas. Quizás porque, a diferencia de los primeros, éstos ya tienen algo que perder en su relación con Jesús. En el caso de los familiares, parecen enfadados (el verbo que Marcos usa para referirse a que se lo querían “llevar” es el mismo que utiliza cuando Jesús es arrestado en 12,12; 14,1.44-45) y preocupados por los comentarios que se vierten sobre él y que indican que está fuera de sí. En una sociedad como la de Jesús, se puede entender fácilmente que sus más allegados tengan miedo a perder el honor que su familia ha adquirido durante muchos años. El honor era un valor esencial en aquella cultura, un valor fundamental que estructuraba la vida diaria de la gente hasta tal punto que una familia no podía entenderse a sí misma si no era desde esta clave. Pero el honor sólo se posee si otras personas lo reconocen, y los comentarios sobre Jesús muestran, más bien, el preocupante riesgo de caer en vergüenza. Podemos, por tanto, entender fácilmente la actitud de esos familiares que sólo desean preservar la buena reputación de su linaje.

Y por último aparecen los escribas, que se ponen en camino (el texto dice que habían bajado de Jerusalén) para hablar mal de Jesús, para acusarle de realizar sus exorcismos con la fuerza del jefe de los demonios, para poner en entredicho su fama. Esta crítica, siendo muy grave, muestra que los signos realizados por Jesús son reconocidos por todos, incluso por quienes lo consideran un enemigo. La capacidad sanadora y liberadora de Jesús asusta a quienes, ante él, pueden perder no sólo poder y fama, sino la estabilidad dentro de una sociedad fuertemente estructurada en la que ellos sustentan puestos reconocidos.

Hasta ahora nos hemos detenido en quienes buscan a Jesús. Pongamos ahora nuestra mirada en él. Impresiona su actitud, la de un hombre con una confianza y una seguridad absolutas, la de un hombre esencialmente libre. Esta confianza y libertad de Jesús contrasta fuertemente con la de los dos protagonistas de la primera lectura de hoy domingo: Adán y Eva que, movidos por el miedo, se esconden ante Dios que les busca.

Jesús no se esconde. Al contrario. Invita a familiares y escribas a acercarse (3,22), a no quedarse fuera (3,31), a formar parte de su círculo íntimo (3,32-35). No se defiende, no discute con ellos. Les confronta con inteligencia y serenidad, buscando que comprendan que las acusaciones no tienen fundamento y que reconozcan que quien le mueve a liberar a las personas de sus posesiones es el mismo Espíritu Santo, el Aliento de Dios.

Ojalá, a nosotros, también sea el deseo lo que nos lleve a buscar a Jesús, la certeza de que él puede sanar nuestras heridas y liberarnos de nuestras opresiones, el deseo de escucharle y dejarnos curar por él.

Preguntémonos también si nos asusta, en nuestra relación con él, perder algo… quizás la comodidad y tranquilidad de nuestras vidas, quizás las seguridades a las que nos agarramos, quizás los poderes que creemos tener en algún ámbito…

Si somos capaces de no quedarnos fuera, de adentrarnos en su círculo, puede ser que perdamos todo eso, pero a cambio, ganaremos el ser parte de la nueva familia de Jesús (3,35). Lo ganaremos todo.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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¿Qué ética crea la Democracia?

Domingo, 10 de junio de 2018
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pensadorDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. NOTA PREVIA.
Normalmente la homilía suele ser un comentario a partir del Evangelio del día.
Así, a lo largo del año, muchos textos bíblicos del AT y también del NT, quedan de lado, pasamos de largo.

Hoy la homilía va a consistir en algunas breves consideraciones a partir de la primera lectura (Génesis) y del momento sociopolítico y cultural que estamos viviendo.

Son unas breves reflexiones sin ningún afán dogmático, mucho menos impositivo, sino más bien en un tono reflexivo. Echemos una “pensada” a la vida.

02. MOMENTO ACTUAL.

Hace unos días el nuevo presidente de gobierno español, Pedro Sánchez, juraba su cargo sobre la Constitución española, prescindiendo, eliminando todo símbolo religioso.

Es cierto que, desde la Revolución Francesa, finales del siglo XVIII, comienza una nueva etapa en la historia, en la sociedad al separarse Iglesia y estado, mundo laico y ámbito religioso. Gran parte de los estados son laicos y viven, gobiernan la sociedad desde el laicismo.

03. NO PERDAMOS SÍMBOLOS Y TRADICIONES.

Pero conviene no olvidar algunas cuestiones:

03.1 LOS PUEBLOS Y LAS SOCIEDADES TIENEN Y VIVEN DE SUS TRADICIONES Y SÍMBOLOS. 

Todo pueblo y toda sociedad tienen una mundo cultural en el que vive y desde el que construyen su universo de sentido.

Un pueblo o una sociedad que olvida su pasado, su traditio, (tradición significa “lo que se nos entrega) está perdiendo mucho de sí mismo, de su identidad, de los criterios que han dado sentido a la vida de ese grupo humano.

No es bueno ni sano dinamitar, (cuando no reírse) de los propios símbolos y del propio pasado, de las tradiciones, etc.

03.2 LA PRIMERA REFLEXIÓN SOBRE LOS PROBLEMAS HUMANOS FUE RELIGIOSA.

La primera reflexión sobre las grandes cuestiones de la vida las hizo y la hace siempre el pensamiento religioso. K. Marx, el padre del marxismo, se dio cuenta de ello. (Más tarde vendrán las ciencias y aportarán nuevos y valiosos datos), pero las primeras respuestas las ofreció y las ofrece la religión.

¿De dónde viene y por qué existe el ser humano, la humanidad? ¿Qué está bien y que es malo (ética)? ¿Por qué el ser humano decide, elige, (libertad)?, ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Por qué la muerte?

La primera lectura de hoy (Génesis) responde -muy primitivamente si se quiere- pero responde a la cuestión ética, la libertad, etc. El paraíso, Adán y Eva, el árbol del bien y del mal son mitos, casi dibujos animados, pero llenos de sabiduría …
El libro de Job se plantea el problema del sentido de la vida, de la muerte, etc.

La primera reflexión es, pues, religiosa, mítica, filosófica.

04. LOS MANDAMIENTOS (PRINCIPIOS UNIVERSALES).
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Los diez mandamientos de la tradición judeo-cristiana provienen del “Sinaí”. En última instancia provienen de Dios. (Otra cosa será cómo podemos entender que Dios pronuncia esos diez mandamientos y cómo los recogiera Moisés y el pueblo de Israel).

De los diez mandamientos, los tres primeros hacen referencia a Dios: 1 amarás a Dios, 2 El nombre de Dios, 3 Las fiestas. Pero los otros siete mandamientos son unos principios universales que están presentes de un modo otro en todos los pueblos y parlamento: 4 Familia, 5 No matar, 6 la sexualidad, 7 el dinero: no robarás, etc…

De manera que los principios éticos-religiosos son también profundamente humanos, laicales y cristianos.

05. DEMOCRACIA Y ÉTICA.

Hoy en día pretendemos resolverlo todo desde la democracia (y desde las ciencias). La democracia es una buena organización de la sociedad, de los pueblos.

Ahora bien, la democracia se ha convertido en el “sancta sanctorum” de la sociedad, de la ética. Los parlamentos son el “nuevo Sinaí” desde donde se pronuncian los nuevos decálogos (“10 mandamientos”) que correspondan.

Ahora bien, ¿la democracia, los parlamentos son capaces de sustentar una ética? En mi opinión, no.

No todo lo que legislan y promulgan los parlamentos es justo y bueno. No todo lo legal es bueno y ético. (Por eso pueden llegar situaciones en las que uno se aplica aquello de los Hechos: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, (HH 4,19.20)

La ética en las democracias brota del número de escaños parlamentarios, de las ideologías. Pero la ética es algo más serio que todo eso y no surge ni de las patrias, ni del capital, ni del poder, ni de los votos, ni de las mayorías. Lo que se legisla en los parlamentos, que denominamos democráticos, está al servicio de los partidos, no del ser humano. Se podría decir algo semejante a lo que se puede decir de la abogacía: el abogado no defiende la verdad, sino a su cliente.

El sentido de la vida y de la muerte tampoco son cuestiones que aborden los parlamentos, pero tales problemas están ahí.

06. LA PROFUNDIDAD DEL SER HUMANO.

Las respuestas a las grandes cuestiones de la vida están en otros ámbitos más humanos y humanistas.

Habrá que bucear en la profundidad del ser humano, que allí esta Dios. Dios se humaniza en la hondura del ser humano.

La ética, el sentido de la vida, de la libertad, el horizonte absoluto brotan cuando se mira, cuando miramos la hondura del ser humano, ahí encontramos la grandeza y miseria, las capacidades y la debilidades, la fragilidad del hombre.

La vida, la educación, la felicidad, la libertad, la paz y la pacificación, la salud, la eutanasia, la educación de los niños y jóvenes, etc. son cuestiones más serias, hermosas e importantes como para dejarlas en manos de los parlamentos, de los políticos y del poder.
Muchas otras personas y pensamientos debieran, -no sé cómo-, pero debieran estar en la “construcción de la ciudad”: pensadores, poetas, místicos, educadores, filósofos, gente de la cultura, creyentes, gente de buena voluntad, etc…

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares,

(Salmo 138)

***

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