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Hay! ¿Habrá miedo, y angustia,? ¡Hay!

Domingo, 1 de diciembre de 2024
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IMG_8776Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.-  Angustia en la vida

        Es importante intuir qué final nos aguarda; o de otro modo, es decisivo tratar de saber cuál pueda ser el sentido de nuestra vida.

El evangelio que hemos acogido hoy está redactado en un lenguaje escatológico-apocalíptico para hablarnos del final de la historia, de nuestro propio final. Es una forma de hablar “tremendista”: habrá signos en el sol, estruendo en el mar, los astros se tambalearán, habrá angustia, miedo y miedo en los seres humanos…

Sabemos que es un lenguaje fuerte, un modo de hablar simbólico y radical y también sabemos que las cosas no sucederán así

Pero creo que no solamente es un lenguaje, sino que la vida misma nos muestra su faz de miedo, angustia.

¿O quizás, hasta cierto punto, nuestro existir no está lleno de miedo y ansiedad? Nuestra propia vida a veces se ve embargada por la desazón y la angustia.

La enfermedad y la muerte generan gran desasosiego, miedo y angustia.

Hoy en día las guerras de Ucrania e Israel nos causan también una cierta angustia a la humanidad ante la realidad bélica ya existente y ante la posibilidad de una tercera guerra mundial

02.- ¿Qué es la angustia?

La angustia es la situación de ansiedad opresiva sin causa precisa. (Diccionario RAE). La angustia es un estado afectivo difuso y penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido.

El filósofo (luterano) danés, Sobren Kierkegaard (1813-1855), en su libro “El Concepto de la angustia” vincula la angustia con el pecado y con la libertad.

         Este problema lo tenemos los católicos muy dentro de nosotros mismos.

Una desorbitada insistencia en el pecado, en la condenación, en el infierno ha generado una profunda culpabilidad, escrúpulo y miedo en muchas personas y conciencias

Esta “martille ante” insistencia en la culpabilidad, en el miedo a Dios y al infierno, el escrúpulo han inyectado en el alma de muchos católicos, en un estilo de catolicismo una gran angustia, un pánico a la condenación. Dios es un ser temible al que “hay que tener a raya”. Una dura experiencia de Dios encauza la vida hacia la angustia.

La religión, “los sistemas religiosos” pueden agudizar los problemas más que resolverlos. Por desgracia esta experiencia negativa nosotros la hemos vivido en nuestros tiempos jóvenes, digamos que hasta el concilio Vaticano II. Hizo mucho daño aquella predicación moral, aquellos ejercicios y confesiones torturadoras.

+       Lo malo de aquella educación es que se grababa a fuego en la psicología humana y muchas personas no pueden salir de “aquel infierno”, de aquella angustia y miedo.

         Yo me temo que esta involución que estamos viviendo en la Iglesia pretende volver a aquel tipo de moral, de cristianismo ultra riguroso.

         El Concilio supuso para muchos de nosotros una liberación: levantaos, que está cerca vuestra liberación. El Éxodo supuso la liberación del pueblo, de las tribus hebreas de la esclavitud de Egipto. El Concilio fie también para nosotros un Éxodo, una liberación.

         Yo la a la esclavitud de Egipto, anterior al concilio, no vuelvo…

03.- Algunas consideraciones

+       La angustia es una encrucijada de dimensiones, en ocasiones problemas o conflictos, no asumidos, no resueltos o no “puestos” los caminos de solución, quizás porque “no se ven” tales caminos.

+       Una dura experiencia de “Dios” puede encauzar la vida hacia la angustia.

+       Las neurosis, adicciones, comportamientos compulsivos, fanatismos, escrúpulos, etc. probablemente son expresiones angustiosas de hondos sufrimientos de los que se quiere salir, pero no se hallan caminos.

+       Tres son los ríos principales por los que fluye la angustia:

la culpa-pecado, el absurdo-sin.sentido y la muerte.

03.- La nube.

Cuando veáis venir al Hijo del hombre sobre las nubes, se acerca vuestra liberación.

         Esto no va a ser un hecho histórico. El Hijo del hombre llegará cuando nosotros lleguemos a Él.

La nube no es “quedarse a lo tonto en las nubes”. La nube es el símbolo de la protección de Dios.

+       En su marcha por el desierto, Dios protegía al pueblo del rigor del sol con la nube.

+       En el bautismo de Jesús brotó una voz desde el cielo: este es mi hijo amado.

+       En la Transfiguración la nube les envolvía a los apóstoles allí presentes

+       En la Ascensión JesuCristo quedó tapado por la nube, que significa: Dios.

         Cuando venga el hijo del Hombre o nosotros lleguemos a Él, la nube, el ámbito de Dios nos acogerá, nos cubrirá. Estamos y terminaremos en Dios.

         Esta confianza despeja la angustia y nos confiere una gran serenidad en la vida. ¡Cuántas veces repitió Jesús: no tengáis miedo!

         La esperanza en el futuro es la serenidad y alegría del presente, porque se acerca nuestra liberación

04.- Se acerca vuestra liberación.

         En la situaciones de miedo y angustia, miremos al cielo, a la nube. “Siempre está Dios” que es nuestra liberación.

         Jesús, el cristianismo no hurga en el terror, más bien el cristianismo es todo lo contrario: sana la culpabilidad, la depresión y nuestras enfermedades más profundas, nos libera de la muerte.

+       La salida al problema de la libertad – culpa, no está en que se rebajen las leyes y sea más fácil la cosa, sino en no temer y confiar cuando hemos hecho mal uso de la libertad.

+       La solución al problema de la muerte, no está en la resurrección, sino en la confianza en Dios (Bonhoeffer).

+       La salida al absurdo, al vacío está en confiar en el ser.

+       No temáis, confiad.

05.- Ánimo

        Cada cual y todos comenzamos el Adviento como nos pilla la vida personal y comunitaria: Vivamos serán y esperanzadamente. Hemos de activar la esperanza precisamente cuando no tenemos muchos motivos ni ganas.

Se acerca vuestra liberación

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24.11.25. Cristo Rey. Ser testigo de la verdad

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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IMG_8707Del blog de Xabier Pikaza:

¿Eres Rey? Para eso he venido, para ser testigo  de la verdad. No para ganar la guerra,  ni para ser presidente del Gran Tribunal, sino para dar testimonio de la Verdad.

El primer muerto en la guerra es la verdad, el primero fue Jesús. No le mataron por un tema militar, económico o político (aunque eso está en el fondo), sino para ofrecer el testimonio de la verdad la verdad, como sabe Ap 13-17, con  el texto de Juan, este día de la Fiesta del Testigo

Casi cualquiera puede ser rey, presidente o caudillo con suerte y en general con violencia y engaño. En tiempos de Jesús había más reyes/emperadores/caudillos impresentables que presentables, más sangrientos que pacíficos, más mentirosos que verdaderos. En ese “juego” de reyes, por no ser como otros, mataron en un contexto de riesgos militares y guerras que culminaron en el 67-70 d.C.

Pasado un tiempo, hacia el 90/100 d.C. el evangelio de Juan  reinterpretó esa historia en una página admirable  , diciendo que el tema de fondo no era militar, ni siquiera político, en sentido estricto, ni económico. El tema era la verdad, como en USA en las elecciones, en Palestina/Israel en la guerra mesiánica sin fin, y lo mismo en la Iglesia, y  en la política actual de España, con el resto de Europa, Asia y América. El primer muerto en toda guerra es la verdad.

 Domingo de Cristo rey. Jn 18, 33-37. Poncio Pilato, Representante del Rey/Emperador de Roma, le pregunta: ¿Tú eres Rey? Y Jesús contesta: Lo soy. Por eso he nacido y para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad (Jn 18, 37).

Significativamente, este pasaje (para eso he venido, para dar testimonio de la verdad) es el primer texto conservado del NT, en un papiro llamado Rylands 52, como seguiré contando.  Puede ser casualidad o providencia, pero es cierto. Estamos en riesgo de que muera totalmente la verdad. Son, puede ser, los últimos tiempos.

El reino de Jesús es la verdad

Jesús identifica así el Reino de Dios con la Verdad, en sentido pleno: Personal y social, material y espiritual, económico, político y religioso. Que cesen y acaben las mentiras y ocultamientos, de personas y pueblos, de iglesias y personas… de forma que cada uno se abra de un modo transparente ante los otros.

En ese sentido, Jesús es Rey, porque viene a dar testimonio de la verdad…,no de una verdad metafísica o teológica separada de la Vida, sino de la misma vida como transparencia de amor, en comunión de todos y con todos, de la misma vida como verdad.

Jesús es Rey (y todos podemos ser en él y con él reyes), siendo en verdad lo que somos, en gesto de transparencia, que es amor mutuo, conocimiento compartida, sin armas, sin secretos militares, sin dineros escondidos…Ésta es la fiesta de la Iglesia, la fiesta de la Verdad.

No se trata de decir que Jesús es la verdad y vivir después en un tipo de mentira estructural  organizada… Se trata, simplemente, de vivir en verdad:-– Verdad que es transparencia afectiva y personal, sin secretismos de ningún tipo… Se trata de ser lo que somos, de no tener miedo, de vivir en trasparencia, en salud expansiva, pues la verdad cura (en el tema de la pederastia, en el tema del dinero, en el tema del poder…).

La primera palabra de Jesús. Ésta es, significativamente, la primera palabra de Jesús (y del Nuevo Testamento) que se ha conservado hasta hoy, escrita en un pequeño papiro que se encontró en Egipto en los años 20 del siglo pasado y que y que se conserva en una biblioteca de Manchester, con el nombre de P. J. Rylands 52. Está escrito en la letra llamada “adriánica” (del tiempo de Adriano) y se debió escribir hacia el año 140 d.C. Ofrezco aquí el texto central, con imagen del papiro, quizá el mayor tesoro de la literatura cristiana primitiva:

En ese sentido, Jesús es Rey, porque viene a dar testimonio de la verdad…, pero no de una verdad  separada de la Vida, sino de la misma vida como transparencia de amor, en comunión de todos y con todos. Jesús es Rey (y todos podemos ser en él y con él reyes), siendo en verdad lo que somos, en gesto de transparencia, que es amor mutuo, conocimiento compartido, sin armas, sin secretos militares, sin dineros escondidos…

Ésta es la fiesta de Cristo Rey, la fiesta de la Verdad. No se trata de decir que Jesús es la verdad y vivir después en un tipo de mentira jerárquica organizada, sino de vivir en verdad Verdad que es transparencia afectiva y personal, sin secretismo y engaño

Ésta es como he dicho a primera palabra de Jesús (y del Nuevo Testamento) que se ha conservado hasta hoy, escrita en un pequeño papiro que se encontró en Egipto en los años 20 del siglo pasado y que y que se conserva en una biblioteca de Manchester, con el nombre de P. J. Rylands 52.

Está escrito en la letra llamada “adriánica” (del tiempo de Adriano) hacia 140 d.C. Ofrezco aquí el texto central, con imagen del papiro, quizá el mayor tesoro de la literatura cristiana primitiva:

“Soy Rey. Para eso he nacido y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”

Así dice el primer papiro conservado del NT:

ΒΑΣΙΛΕΥΣ ΕΙΜΙ ΕΓΩ ΕΙΣ ΤΟΥΤΟ ΓΕΓΕΝΝΗΜΑΙ ΚΑΙ ΕΙΣ ΤΟΥΤΟ ΕΛΗΛΥΘΑ ΕΙΣ ΤΟΝ ΚΟΣΜΟΝ ΙΝΑ ΜΑΡΤΥΡΗΣΩ ΤΗ ΑΛΗΘΕΙΑ

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  En un contexto como aquel, obsesionado por pecados, faltas e impurezas, en un tiempo en que el templo de Jerusalén funcionaba como máquina de expiación y purificaciones, al servicio de la remisión de los pecados, Jesús vino a presentarse como un hombre a quien Dios mismo había enviado para dar testimonio de la verdad, anunciar así un Reino en el que todos los hombres y mujeres serían “reyes”, seres libres, abiertos a Dios por la verdad.

Ciertamente, Jesús utilizó la imagen del Reino de Dios, presentándose implícitamente como servidor y testigo de ese Reino, esto es, de Dios como Rey pero no en sentido de dominio económico, social o militar, sino de servicio mutuo, ofreciendo a los hombres el testimonio de la verdad de Dios y del sentido de la vida.

Por eso no vino anunciando una guerra apocalíptica, ni la destrucción de los perversos, sino sembrando humanidad, desde Galilea, ofreciendo a los enfermos, marginados y pobres la Palabra, pues otros se habían apropiado de ella, dejándoles sin nada, sin riqueza ni semilla humana. Quiso así que todos fueran reyes, en un Reino fundado en la verdad de Dios y en la fraternidad entre los hombres. Jesús no sabía de antemano la forma en que vendría ese Reino en concreto (ni en qué día), pero estaba seguro de que había comenzado a revelarse, y que culminará muy pronto, desde Galilea, transformando a los artesanos y pobres, a los expulsados y enfermos de las aldeas de su tierra, que se convertirán en portadores de la Verdad de Dios, desde Galilea.

No quiso ni pudo evocar sus detalles, pero estaba convencido de que el Reino estaba viniendo a través de los campesinos, artesanos y pobres, a quienes él concibió como portadores de la verdad de Dios, para culminar así la obra de la creación (Gen 1). No fue a las ciudades mayores de Galilea (Séforis, Tiberíades) o de su entorno helenista (Tiro, Escitópolis, Gadara, Gerasa, Damasco), pues, aunque en ellas había muchos pobres, su núcleo dominante se hallaba pervertido, al servicio del poder.

Así inició su marcha de Reino entre las aldeas de Galilea, con la certeza de que Dios le enviaba a recoger y transformar a las “ovejas perdidas” (cf. Mt 10, 6), para iniciar con ellas un movimiento al servicio de la Verdad de Dios (que es el Reino), para Israel y para la humanidad entera.

  . Ciertamente, en un sentido, la llegada del Reino será como relámpago que alumbra y transforma de pronto el espacio y tiempo de los hombres. Pero en otro ha de entenderse como resultado de un proceso que habían puesto en marcha los profetas y que Jesús ha ratificado y acelerado con su vida, siendo testigo de la verdad de Dios. El reino viene con la Verdad, el Reino de Dios es la verdad del ser humano

Jesús no fue inventor de empresas productoras, ni organizó nuevos mercados laborales, como los que estaban imponiendo en aquel tiempo los magnates de Galilea, ni fue promotor de una alternativa política, pero hizo algo mucho más profundo y duradero:

Inició desde (con) los pobres (enfermos, excluidos) de su entorno un camino de humanidad, es decir, de verdad , siendo así testigo de la verdad de Dios y de su vida entre los hombres. No fue pensador erudito como Filón de Alejandría (maestro de filósofos), ni profeta político como Josefo (que al fin pactó con el poder establecido), sino hombre de pueblo, que conocía por experiencia el sufrimiento de los hombres, sabiendo que la historia de Israel (y el mundo) no podía seguir manteniéndose en su dinámica actual de imposición y violencia (mentira)… . Así respondió a Pilato diciéndole que «su reino no era (= no provenía) de las fuerzas de este mundo dominado por la mentira estructural de la política y la economía dominante.

Jesús aparece y actúa como testigo de la verdad, frente a Pilatos y frente a los sacerdotes de Jerusalén, que le acusan ante Pilato, porque también ellos tienen que apelar a la mentira para mantenerse en el poder. Jesús sólo quiere el Reino de la vida del Hombre y su Verdad, de los hombres y mujeres en verdad de amor y vida.

Por eso no pudo triunfar externamente  en un mundo de mentira y violencia, dominado por políticos y militares… por sacerdotes  de la mentira organizada Pero de esa forma él ha podido quedar y queda como testigo y portador de la verdad entre los hombres, como signo y representante del Dios de la verdad, es decir, de una humanidad reconciliada y fraterna.

Juan Bautista había sido  profeta de juicio   y así pensaba que este mundo debía pasar por el fuego (siendo destruido por el hacha y huracán), a fin de que surgiera después otro distinto, para un “resto”, un grupo pequeño de liberados (Mt 3, 1-10 par). Jesús no quiso anunciar el juicio, ni ofrecer la salvación sólo a unos pocos (un resto de salvados), sino que inició un programa de liberación por la verdad, anunciando y preparando así la llegada del Reino de Dios para todos los que buscan y aceptan la verdad (cf. Mc 1, 14-15).

       La respuesta de Juan era más fácil: Dios había fracasado con el mundo y debía destruirlo, para crear después uno distinto (con los limpios, ya purificados). Jesús, en cambio, se atrevió a pregonar la presencia y acción creadora de Dios en ese mismo mundo que parecía condenado, para crear de esa manera un Reino distinto, fundado en la verdad, desde los pobres y excluidos.

Jesús, en cambio, vino simplemente a decir la verdad, la verdad de cura, que transforma, que sana.  Ciertamente, Jesús utilizó la imagen del Reino, pero no en sentido de dominio económico, social o militar, sino de servicio mutuo, ofreciendo a los hombres el testimonio de la verdad de Dios y del sentido de la vida. Por eso no vino anunciando una guerra apocalíptica, ni la destrucción de los perversos, sino sembrando humanidad, desde Galilea, ofreciendo la Palabra a los enfermos, marginados y pobres, pues otros se habían apropiado de ella, dejándoles sin nada, sin riqueza ni semilla humana. Quiso así que todos fueran reyes, en un Reino fundado en la verdad de Dios y en la fraternidad entre los hombres.

No sabía de antemano la forma en que vendría ese Reino en concreto (ni en qué día), pero estaba seguro de que había comenzado a revelarse, y que culminará muy pronto, desde Galilea, transformando a los artesanos y pobres, a los expulsados y enfermos de las aldeas de su tierra, que se convertirán en portadores de la Verdad de Dios, desde Galilea. No quiso ni pudo evocar sus detalles, pero estaba convencido de que el Reino estaba viniendo a través de los campesinos, artesanos y pobres, a quienes él concibió como portadores de la verdad de Dios, para culminar así la obra de la creación (Gen 1). No fue a las ciudades mayores de Galilea (Séforis, Tiberíades) o de su entorno helenista (Tiro, Escitópolis, Gadara, Gerasa, Damasco), pues, aunque en ellas había muchos pobres, su núcleo dominante se hallaba pervertido, al servicio del poder.

Así inició su marcha entre las aldeas de Galilea, con la certeza de que Dios le enviaba a recoger y transformar a las “ovejas perdidas” (cf. Mt 10, 6), para iniciar con ellas un movimiento al servicio de la Verdad de Dios (que es el Reino), para Israel y para la humanidad entera.

 Jesús no fue inventor de empresas productoras, ni organizó nuevos mercados laborales, como los que estaban imponiendo en aquel tiempo los magnates de Galilea, ni promotor de una alternativa política, pero hizo algo mucho más significativo: Inició desde (con) los pobres (enfermos, excluidos) de su entorno un camino de humanidad, es decir, de Reino de Dio,  siendo así testigo de la verdad de Dios y de su vida entre los hombres.

No fue pensador erudito como Filón de Alejandría (maestro de filósofos), ni profeta político como Josefo (que al fin pactó con el poder establecido), sino hombre de pueblo, que conocía por experiencia el sufrimiento de los hombres, sabiendo que la historia de Israel (y el mundo) no podía mantenerse ya en su dinámica actual de imposición y violencia (mentira)… Por eso, sabiendo que Dios es mayor que el pecado de los hombres y que había decidido cumplir sus promesas, proclamó y preparó la llegada y triunfo de su Verdad, que es el Reino.

Jesús no quiso hacerse rey militar, pues la violencia pertenece al nivel de los poderes de un mundo donde la verdad se encuentra pervertida por la mentira  de los poderosos.  Jesús quiso ser Rey, pero de forma que todos fueran reyes, testigos de la verdad. Asi respondió a Pilato diciéndole que «su reino no era (=no provenía) de las fuerzas de este mundo». Pilato sólo conoce un Reino que se funda en la espada y la mentira oficial del imperio (cf. Rom 13, 1-7; Ap 13) que se apoya y defiende con las armas, de manera que la verdad como tal resulta secundaria, preguntando a Jesús ¿qué es la verdad?  para marcharse sin esperar una respuesta(cf. Jn 18, 38a).

 Jesús, en cambio, no quería más Reino que la vida del Hombre en la Verdad. Por eso, en el caso de que él hubiera triunfado externamente (¡por un milagro de Dios!) Jesús no habría actuado como rey político o militar, en el sentido usual del término; no habría tomado el poder, ni se habría convertido en emperador o regente político, sino que se presentaría como testigo y portador de la verdad de Dios entre los hombres, presentándose como signo y representante del Dios de la verdad, es decir, de una humanidad reconciliada y fraterna.

Nos faltan modelos para imaginar este reinado de Jesús, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político o sagrado. Pero el evangelio de Juan ha trazado el perfil fundamental de su reinado, diciendo que Jesús ha venido a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería como la de aquellos sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (como se dice en la República), sino una verdad de amor compartido, desde los más pobres.

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17.11.24 Entonces verán al Hijo del Hombre (Mc 13, DOM 33 TO)

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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IMG_8633Del blog de Xabier Pikaza:

Este sol y esta luna no se apagarán para que el mundo quede a oscuras, sino para que pueda brillar y brille el Hijo del Hombre a quien todos verán, viniendo con gran gloria, con su luz más alta, alumbrándoles con ella. En ese sentido se puede afirmar que al final no hará falta sol o luna porque el Hijo del Hombre (Dios y su Cordero: cf. Ap 21, 23; 22, 5) serán directamente luz y vida para todos los elegidos.

Venida del Hijo del hombre (13, 24-27)

La señal que los cuatro habían pedido a Jesús (13, 4) era la Abominación de 13, 14, pues ella está vinculada, de un modo general, al cumplimiento de “todas estas cosas” (13, 4), que aluden sobre todo a la caída del templo de Jerusalén. Pero, en sentido más profundo, la señal definitiva será el Hijo de Hombre que viene, como culmen del evangelio.

 (a. Tiempo) 24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación,

(b. Des-astre) el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; 25 las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán;

(c. Hijo del hombre) 26 y entonces verán al Hijo del humano viniendo en nubes con gran poder y gloria.

(d. La gran reunión) 27 Y entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo.

Ésta es la afirmación central de la escatología de Marcos, una palabra que, unida al camino de muerte y resurrección de Jesús, constituye el eje de su evangelio. Podían decirse y se decían (o se dirán) palabras semejantes sobre la venida del Hijo del hombre en otros lugares del judaísmo de aquel tiempo, partiendo de Dan 7, 13-14 (como en la tradición de Henoc y en la de Esdras), pero sólo los cristianos identifican al Hijo del hombre con Jesús crucificado y le interpretan en ese contexto.

            Significativamente, este Hijo de Hombre viene “después de aquella tribulación”, de manera que no tiene que combatir directamente contra el Anticristo o contra el Diablo (o contra alguna otra figura satánica). No tiene rasgos guerreros, ni vence luchando a sus enemigos. Por eso, su venida no puede entenderse en forma de violencia, como resultado de algún tipo de guerra, sino como triunfo de la gracia sobre la violencia. Éste es el centro de la “teodicea” cristiana, la defensa de Dios, la manifestación suprema de su poder y gloria, como salvación de los elegidos[1].

 13, 24a. Tiempo final, en aquellos días

24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación,

             La escena empieza con un corte: pero (alla). Frente a todo lo anterior surge algo nuevo, distinto. Éste es el pero de Dios, que se alza y revela como divino frente a todas las cosas de los hombres, desde la altura suprema (o desde el final) de la historia, no para condenar a nadie (no hay ninguna condena), sino para mostrarse divino y salvar a los “elegidos” (a los suyos), desde los cuatro extremos del orbe. Significativamente, aquí no se dice nada de infierno, en contra del esquema dual (buenos y malos, salvados y condenados) que aparece en otros textos significativos de la Biblia (como Dan 12, 1-3 o Mt 25, 31-46)[2]. Tampoco se habla aquí de Gehena, como en Mc 9, 43-47, sino sólo de la salvación de los elegidos, como seguiremos viendo.

           − En aquellos días (en ekeinais tais hêmerais) es una frase hecha que se emplea en las narraciones simbólicas (fábulas y cuentos) para indicar un tiempo indeterminado, pero de gran importancia. Es una frase que aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento (desde Mt 3, 1 hasta Ap 9, 6; y dentro de Maros en 1, 9; 8, 1), y que denota un tiempo indefinido que no quiere o no puede especificarse más. De todas formas, aquí se vincula, de manera más concreta, al período que empieza con la Abominación de la Desolación (13, 14), un período que 13, 19 ha definido como tiempo de la crisis más grande de la historia.

Después de aquella tribulación, señalada de un modo especial en 13, 19, tras “el despliegue” de la Abominación de 13, 14 y de la gran lucha que sigue… Según eso, el tiempo de la Abominación y el del Hijo del Hombre no coinciden, ni ellos (el Abominable y el Cristo) luchan entre sí, sino que el “tiempo” del Hijo de Hombre (si es que puede interpretarse como tiempo) viene “meta”, es decir, después que se han agotado y terminado los días de la Abominación.

             Se trata, por tanto, de un tiempo que es próximo (como he venido mostrando la dinámica del evangelio, desde 1, 14-15 hasta 9, 1), pero que, por otra parte, se abre de un modo indefinido, que está marcado por la misión del evangelio en todo el mundo (13, 10; 14, 19).

De esa forma, el Jesús de Marcos libera a sus oyentes de la angustia vinculada a la inmediatez apocalíptica (¡no se puede decir que el fin viene ya, en un tiempo prefijado, pero muy cercano!), para ofrecerles una tarea de misión universal. En esa línea debemos añadir que el tiempo de la misión del evangelio es tiempo de prueba (de gran tribulación), que se extiende y abre, trazando un camino de seguimiento de Jesús y de creación de comunidades. Puede ser un tiempo “largo”, pero no es tiempo sin fin, sino que culminará con la gran manifestación del Hijo del Hombre, vinculada a los signos de un desastre cósmico.

 13, 24b-25. Des-astre, el sol se oscurecerá

el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; 25 las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán;

             Tomo esa palabra (des-astre) en su sentido fuerte, como destrucción del orden astral donde se sustenta (o refleja) la vida de la tierra y la historia de los hombres. Como la Biblia sabe y dice, desde su perspectiva cósmica (Gen 1, 14-19, el día cuarto), en el centro de su gran Semana creadora, Dios ha fijado el orden de la bóveda celeste, con el sol, luna y estrellas, por “encima” de la tierra, para iluminarla y hacer así posible que exista vida en ella. Por eso, el fin de la historia actual viene marcado con la destrucción de ese orden, es decir, con el gran des-astre, algo que sólo Dios puede realizar.

            Los fenómenos anteriores, incluidos en la gran tribulación, sucedían antes en el plano de la tierra (terremotos, hambre), y en el plano de la historia de los hombres (guerras, persecuciones, abominación, engaños, huída…), aunque en ella viniera a proyectarse la sombra de Satán, a quien hemos visto luchando contra Jesús desde 1, 13 (pasando por 3, 23-26 y 4, 15). Ahora, al final, interviene otro agente, que es Dios, que aparece como causa del gran des-astre, con sus dos vertientes. (a) La destrucción del orden cósmico actual. (b) La creación de un orden nuevo de salvación, centrado en el Hijo del hombre (y no en este sol, luna y estrellas).

            El primer motivo (destrucción del orden astral) aparece en la Biblia desde antiguo y puede vislumbrarse ya su “riesgo” en Gen 7, cuando se supone que Dios abrió las “compuertas” que cierran y regulan la caída de las aguas del gran mar que se extiende sobre la bóveda celeste, amenazando con inundar y ahogar toda forma de vida sobre la tierra. Pero Dios se “arrepintió”, cerró luego las compuertas, dejó que la tierra se secara e inicio un nuevo camino de historia prometiendo a los hombres que “mientras dure la tierra” seguirá habiendo frío y calor, verano e invierno, noche y día, con los astros regulando la vida desde arriba (cf. Gen 8, 1. 20-22). Pues bien, Mc 13, 24 supone que ha llegado ya el fin para el orden de la tierra.

            En esa línea, siguiendo una antigua tradición, que no sólo es judía sino que aparece en relatos míticos (cosmogónicos) de muchos pueblos, desde la India hasta Grecia (e incluso en la América pre-colombina), 2 Ped 3, 6-7 asegura que el primer mundo fue destruido por el agua (en tiempos de Noé) y que este mundo actual (el último) lo será por el fuego, a través de una gran conflagración o incendio cósmico, que se vincula de algún modo con el infierno. Pues bien, este pasaje de Marcos no introduce ni evoca esos motivos (del agua y del fuego). Ciertamente, Marcos recuerda, en otro contexto, el fuego sin fin de la Gehena (9, 43-47); pero aquí, al final de todo, no hay fuego ninguno ni incendio, sino sólo el apagamiento del orden astral de la actualidad.

            Este des-astre ha sido evocado, de un modo más poético que “científico”, en diversos textos del Antiguo Testamento, muy semejantes al nuestro (tejido con citas de Is 13, 10; 34, 4; Joel 2, 10. 31; 3, 15). En ellos se supone un gran oscurecimiento (y también un derrumbamiento). Según la cosmología de aquel tiempo, el orden actual de la tierra (y la historia humana) existe porque hay luz de sol y de luna, y porque las estrellas están “fijadas” en el cielo, sin caerse. La manera más sencilla de imaginarse el fin es un gran “apagamiento” del sol y de la luna, que dejan de emitir su luz, dejando todo a oscuras. No hacen falta más terrores, sólo una gran oscuridad, con los astros cayendo como meteoritos sobre la faz de la tierra.

            De esa forma, Marcos ha compuesto un texto apocalíptico de gran sobriedad y de profundo efecto simbólico, sin apelar a ningún tipo de terrores, limitándose a recordar la fragilidad de un orden cósmico que surge de Dios y que Dios puede abandonar. Marcos sabe que los grandes y pequeños astros no son divinos, ni eternos, sino que pueden apagarse y que, de hecho, se apagarán un día (que él relaciona con el pecado de los hombres y en especial con la Abominación, evocada en 13, 14). No ha tenido que vincular de un modo más preciso esos momentos (la maldad de los hombres, la Abominación histórica, el oscurecimiento de los astros), aunque supone que están relacionados. Pero más que esa relación destructora (que algunos han visto en el Apocalipsis de Juan), Marcos ha destacado la relación positiva que existe entre el fin de este mundo y la reunión salvadora de los elegidos.

            Estrictamente hablando, como seguiremos viendo, los astros no se apagan para castigar y condenar a los impíos (a los seguidores de la Abominación), que quedan así a oscuras y sufriendo un horror insufrible, como los perversos de Sab 17, 1−18, 4 en Egipto, sino para salvar a los elegidos. Este sol y esta luna no se apagarán para que todo quede a oscuras, sino para que pueda brillar y brille el Hijo del Hombre a quien todos verán, viniendo con gran gloria, es decir, con su luz más alta, alumbrándoles con ella. En ese sentido se puede afirmar que al final no hará falta sol o luna porque el Hijo del Hombre (Dios y su Cordero: cf. Ap 21, 23; 22, 5) serán directamente luz y vida para todos los elegidos.

 13, 26. El Hijo del Hombre

26 y entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria.

             Atrás queda el signo de la Abominación (el Abominable), elevándose allí donde no debe (13, 14). Significativamente, Marcos no ha dicho qué ha pasado con el Abominable, ni siquiera una palabra evocando su ruina, aunque supone que su intento de dominio (de elevarse frente a Dios, ocupando su lugar) ha sido vano. En esa línea debemos añadir que, según Marcos, no ha existido (no se ha dado) una batalla apocalíptica, sino sólo un intento frustrado (el Abominable no ha logrado aquello que quería), con el triunfo final del Hijo del hombre, que viene cuando Dios quiere, sin necesidad de batalla ninguna (a diferencia de lo que aparece en 4 Esd 13, donde se dice que el Hijo del Hombre aniquilará a los enemigos con el aliento de su boca; cf. también Ap 19, 21).

Introducción, Hijo del Hombre. Como sabemos ya, el Hijo del hombre tiene poder de perdonar sobre la tierra, para que todas las cosas (incluso el sábado) se pongan al servicio de los hombres (cf. 2, 20.28). Su mismo gesto de perdón y su manera de entender-superar la ley le han llevado a dar la vida en gesto de servicio hacia los otros, como temáticamente ha indicado 8, 31. Pues bien, ese mismo Hijo de hombre (implícitamente vinculado siempre con Jesús), que empieza perdonando-ayudando a los demás, y sufre por ello, es quien ha de venir al fin en la gloria de su Padre, rodeado de los ángeles santos (cf. 8, 31 y 8, 38). Esa unión de sufrimiento y gloria subyace en este pasaje, vinculando la entrega de los discípulos (13, 8-13) y la venida final del Hijo del hombre glorioso, para recoger a los elegidos de los cuatro extremos de la tierra y conducirles a su Vida (13, 27)[3].

La novedad de este pasaje (Mc 13, 24-279, en su conjunto, no está en la promesa de la venida final del Hijo del hombre (cosa que puede encontrarse ya en Dn 7), ni tampoco en su posible función de juez final (que han desarrollado más las Parábolas de 1 Henoc, en contexto no cristiano), sino en que identifica al Hijo del hombre que viene (es culminador cósmico o juez final) con el mismo hombre Jesús que ha perdonado los pecados, ha superado la vieja ley del sábado y ha sido entregado, ofreciendo su vida a favor de los demás (cf. 10, 45).

La tradición judía conocía la figura del Hijo del hombre, pero sus rasgos en Marcos (poder sobre la tierra, entrega y culminación escatológica) sólo han podido vincularse en concreto desde la experiencia cristiana, que presenta a Jesús como encarnación personal y realización histórica de la figura antes dispersa, multiforme o puramente evocativa de ese Hijo del hombre, tanto en Dn 7 (donde aparecía tras el juicio) como en 1 Henoc 37-71 y 4 Esdras 13 (donde venía también al fin de la historia).

Marcos ha sido el primero que ha escrito la historia humana de Jesús Hijo del Hombre, presentándola en su evangelio de una forma personal, encarnada y coherente. Desde ese fondo ha escrito la historia de Jesús, Hijo del Hombre, cuya figura se centra en tres momentos. (a) Es sembrador de reino: perdona los pecados y supera la vieja ley (sábado), en gesto de amor liberador que se dirige a los pobres y perdidos de la tierra (2, 10.28). b) Es aquel que sufre y entrega la vida por el reino, como hemos señalado de una forma programada en el camino de subida a Jerusalén (8, 31; 9, 31; 10, 33). (c) Por último, Hijo del hombre es aquel que ha de venir en la gloria final (8, 31; 13, 26; 14, 62), en gesto de culminación que asume y lleva a su pleno desarrollo los rasgos anteriores.

Esos tres momentos ofrecen el perfil mesiánico de Jesús, como implícitamente indica Marcos cuando reinterpreta el título de Cristo en términos de Hijo del hombre, tanto en 8, 29-31 como en 14, 61-62 (como veremos en su lugar). Por eso, este pasaje (Mc 13, 26. 27) que anuncia la venida final del Hijo del hombre, que envía a los ángeles y reúne a los elegidos, ha de verse a partir de todo el evangelio. Aquel que vendrá tras el oscurecimiento del sol y la luna, y la caída de la estrellas (13, 24-25), no es un ser divino indeterminado, un ángel supremo, ni tampoco un mediador al estilo de aquellos que aparecen en Daniel, 1 Henoc o 4 Esdras, sino el mismo Jesús que ha realizado sus signos de reino en la tierra y que ha muerto por cumplir con fidelidad lo que ellos exigían.

Venida final. Ahora podemos comentar ya el texto, señalando que su visión de la venida del Hijo del hombre ha de entenderse a la luz de la experiencia pascual (cf. 16, 6-7), que es una anticipación y primer cumplimiento de la culminación escatológica, que no se identifica con la gran crisis (13, 21-23), sino después de ella (13, 13, 24-27), como sucedía ya al principio de la historia mesiánica de Jesús que no empezaba en el bautismo, sino después, cuando Jesús había salido del agua (cf. 1, 10- 11). Entonces le verán no sólo los cuatro testigos de 13, 2, sino los jueces de 14, 61-62, de una manera, gloriosa, definitiva, inapelable.

 − Verán al Hijo de hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Este pasaje es una cita de Dan 7, 13-14, pero ahora ya no es sólo el profeta el que “ve” al Hijo de Hombre, sino que le verán (opsontai) un grupo indeterminado de personas, que se identifican sin duda con todos los hombres y mujeres de la historia final (y quizá, de un modo más preciso, con aquellos que han perseguido a los cristianos). No se dice más, simplemente que “le verán”, en medio de la gran noche (pues sol y luna se han oscurecido y los astros han caído). Eso significa que él viene como gran luz, como nuevo “cielo de Dios”, realizando de manera más alta (salvadora) la función que antes realizaban sol y luna. Significativamente, el joven de la tumba vacía utiliza esa misma palabra para decir a las mujeres que ellas y los discípulos verán (opsesthe) a Jesús resucitado en Galilea, de esa forma se identifican la venida del Hijo del Hombre y la experiencia pascual de Jesús. Leer más…

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“No estás lejos del reino de Dios”. Domingo 03 de noviembre de 2024. 31º Ordinario

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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58-ordinariob31-cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 6, 2-6: Escucha Israel: Amarás al Señor con todo el corazón.
Salmo responsorial: 17: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Hebreos 7, 23-28: Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
Marcos 12, 28b-34: No estás lejos del reino de Dios.

En las estepas de Moab, Moisés da sus últimas instrucciones al pueblo que se prepara para entrar a la tierra de Canaán. Atrás quedó Egipto, debió quedar. Y atrás quedó también el desierto donde supuestamente el pueblo tuvo que haber aprendido muchas cosas que tendrán que ser muy útiles para su proyecto como pueblo en la tierra de la libertad. Egipto será un lugar para nunca volver, al desierto será necesario volver cuando el pueblo olvide o pierda su horizonte ya que ése es el espacio ideal para el reencuentro con su Dios, para dejarse reconquistar por él (cf. Os 2,14). Aquí, pues, en su despedida, Moisés insiste en lo más importante para que el pueblo tenga vida: cumplir las instrucciones y normas que el Señor ha dado. El texto del Deuteronomio que leemos hoy es el alma, la guía, la hoja de ruta que Israel no puede descuidar ni cambiar por otra cosa so riesgo de perderse y perecer como nación. La connotación en hebreo del verbo shemá lleva implícito el imperativo de obedecer, poner en práctica, y eso era lo que tenía que haber hecho el pueblo: escuchar obedeciendo, escuchar poniendo en práctica.

La redacción de este pasaje, aunque aparenta ser de una época previa a la conquista y posesión de la tierra, en realidad es de una época en la cual Israel ha probado y experimentado en carne propia lo que significa no escuchar poniendo en práctica los mandatos y preceptos del Señor. Estamos en la llamada época del post-exilio, Israel ha pasado por las experiencias históricas más crueles y difíciles: desaparición del sistema solidario tribal, aparición de la monarquía (punto de partida de todos sus pecados), división del reino, destrucción de ambos reinos, deportación… En todo momento Israel fue instruido por medio de los profetas que siempre lo invitaban a reorientar su camino, pero la queja de Dios fue siempre constante: «Israel no me escucha» (Sof 3,2), no me obedece, va camino a la perdición…

Las experiencias históricas obligan a Israel a aprender qué significa escuchar a su Dios y poner en práctica su Palabra, su instrucción. Con base en todo lo que le ha pasado, Israel descubre que los mandatos del Señor no buscan atarlo, cerrarle horizontes ni poner a todo un pueblo bajo la dirección de un Dios caprichoso. No es un Dios cualquiera el que libre y espontáneamente ha optado por este pueblo, es un Dios de Vida que sólo busca orientar al pueblo por sendas de vida. Israel no entendió siempre así el propósito de Dios y se fue detrás de otros dioses, y cuando se metió en el proyecto de otras divinidades empezó a perderse, se confundió y resultó siendo peor que otros pueblos que no conocían al verdadero y único Dios. Así pues, después de sobrevivir a las más duras experiencias, Israel vuelve a recordar cuál era desde el principio la propuesta de su Dios: amarlo sólo a él, buscarlo sólo a él y no confiarse de ninguna otra propuesta por más llamativa que fuera para no volver a caer en un fracaso peor.

El evangelio nos presenta la versión «marquiana» (de Marcos) de la pregunta a Jesús sobre el mayor y más importante de los mandamientos. La versión mateana (Mt 22,34-40) tuvimos oportunidad de reflexionarla hace unos días. Ambas versiones están ubicadas en el mismo contexto de la discusión de los saduceos con Jesús a cerca de la resurrección de los muertos. Cuando los fariseos ven que Jesús ha callado a los saduceos, se juntan con los escribas para ponerlo ellos también a prueba, pensarán que con ellos tal vez no saldrá tan bien librado. Y es que «pasar el examen» con los fariseos y maestros de la ley, seguramente no era fácil dado que para ellos la ley no era sólo aquella que Dios había dado a su pueblo por medio de Moisés, recordemos que en tiempos de Jesús esta gente manejaba ¡más de medio millar de mandatos y preceptos! Dependiendo de su forma de ver y de pensar, un mandato podía variar de importancia para unos y para otros, pues como es normal había distintas tendencias o escuelas, alguna muy liberal, y otras no tanto. ¿Cuál de ellas está representada aquí? No lo sabemos. Por la respuesta del escriba a Jesús, uno podría pensar que se trataba de una tendencia bastante liberal (vv. 32-33), al punto que a Jesús le pareció simpática su respuesta y le advierte lo cerca que está del reino de Dios.

Jesús se encuentra con que su pueblo cumple con una norma de varios siglos. Todos los días, tres veces al día todo israelita varón recita el «Shemá Israel, escucha Israel: el Señor nuestro Dios es uno sólo, a él amarás…», el shemá, pero ese shemá se quedó sólo en el campo auditivo, al campo de la práctica no se ve, y eso es lo que Jesús denuncia a lo largo de su ministerio, muchas palabras, muchas normas y preceptos, mucho apelo a Dios para todo, muchas frases de la ley en los bordes del manto, en el marco de la puerta, en el brazo, en la frente, pero nada en el corazón y menos aún en la vida ordinaria, en la práctica cotidiana.

En la comunidad de Marcos se están presentando situaciones similares a las del judaísmo. Las normas y preceptos que conocen los primeros cristianos son necesariamente aquellas que vienen del mundo judío; ahora, ¿serán de obligatorio cumplimiento todos esos preceptos en esta nueva experiencia de vida que se supone está animada por la presencia viva del Señor resucitado? Lo primero y más importante que los creyentes deben tener en cuenta es que no se trata de una adhesión a una divinidad distinta a la del judaísmo. Es el mismo Dios revelado a pueblo de Israel y en la Escritura, es el mismo Dios de Jesús, por tanto lo que primero tiene que hacer el cristiano es profesar su fe, amor y adhesión a ese Único Dios en términos de «escuchar» su Palabra y ponerse en función de obedecerle. Ese es el proyecto de vida de Jesús, eso fue lo que movió toda su vida y su obra y eso es lo que tiene que mantener vivo al cristiano, su adhesión a ese único y verdadero Dios a quien no le interesa otra cosa que el amor y adhesión a El lo vivan sus fieles en el amor mutuo y fraterno. No tiene sentido para Jesús hablar del amor a Dios sin tener en cuenta la ÚNICA puerta de acceso a Él: el prójimo. Leer más…

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“El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Domingo 29 de septiembre de 2024. Domingo 26º de tiempo ordinario

Domingo, 29 de septiembre de 2024
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53-OrdinarioB26 cerezoDe Koinonia:

Números 11, 25-29: ¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta!
Salmo responsorial: 18: Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
Santiago 5, 1-6: Vuestra riqueza está corrompida.
Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te hace caer, córtatela

Una clave de comprensión para las lecturas de este domingo: «Nadie puede ser excluido del servicio que se realiza en nombre de Dios».

En medio de las tradiciones del pueblo israelita por el desierto, el libro de los Números nos presenta el relato del «reparto» del espíritu de Moisés, entre setenta miembros del pueblo. La intención es que Moisés no tenga que llevar la carga solo. Con esta decisión de Yavé, la responsabilidad queda repartida: cada uno de quienes han recibido «parte» del espíritu que estaba en Moisés debería ser profeta en el pueblo. Ahora bien, tendríamos que atenernos al contexto para intuir qué características implicaba la tarea de estos personajes.

El capítulo 11 del libro de los Números nos da cuenta de las etapas de la marcha por el desierto; la narración se centra en una dificultad que tiene el pueblo: llevan varios meses comiendo maná y ya se encuentran hastiados: «tenemos el alma seca» (v. 6), «no vemos más que maná» (v. 6b), y con esto viene la tentación de añorar el tiempo de abundancia de comida en Egipto. Por aquí podemos intuir la grave dificultad en que se halla Moisés, ¿cómo hacer para que el pueblo no siga pensando en Egipto? El desierto es el gran desafío. Detrás está Egipto, con su abundancia, pero también con su esclavitud. Hacia delante está la promesa de una tierra, una libertad, una vida digna, pero que hay que conquistar a precio de privaciones, sacrificios, esfuerzos.

El relato causa admiración porque Yavé monta en cólera… Es un recurso literario para introducir la preocupación de Moisés, que se expresa en una bella oración de intercesión por el pueblo. La solución que plantea Yavé es la adecuada: reunir setenta representantes del pueblo para repartir entre ellos el espíritu que estaba en Moisés; de esa manera la dirección, orientación y concientización del pueblo sería obligación de muchos y no sólo de Moisés.

El espíritu que se dona a todas estas personas viene a ser, entonces, profético; es decir, está en función de profetizar. Hay que asumir que esta actividad profética está orientada a ayudar al pueblo a tomar más y más conciencia del plan de Dios con ellos, a entender lo que hay realmente detrás: Egipto y su abundancia de comida pero con su esclavitud que es lo contrario al plan divino, y lo que está por delante: un desierto inevitable, desafiante, mortal, pero al fin y al cabo, un medio que es necesario asumir para poder llegar a la tierra de la libertad, tierra de promisión. A cualquier persona del pueblo que, entendiendo las cosas así, «catequizara» a sus hermanos en este sentido había que verlo como profeta «autorizado» no porque hubiera estado necesariamente en la tienda del encuentro, sino por estar en comunión con el ideal de Yavé.

Ese parece ser el caso de Eldad y Medad. Ellos no estuvieron en el momento del reparto del espíritu y sin embargo estaban profetizando. Viene la reacción de Josué, el mismo que más tarde se encargará de guiar a su pueblo en los trabajos de conquista y ocupación de la tierra prometida. Josué no entiende todavía que todo el que influya de manera positiva en la conciencia del ser hermano, debe ser considerado profeta, y por eso aconseja a Moisés que lo prohíba (v. 28). Por su parte, Moisés ha captado muy bien que en el trabajo de liberación del pueblo, todos y todas tienen una gran tarea, y responde a Josué con palabras aparentemente duras, pero que en definitiva buscan también abrir la conciencia de su ayudante: «ojalá todo el pueblo fuera profeta» (v. 29); ojalá cada uno asumiera con verdadero empeño la tarea de concientizarse y concientizar a su semejante, a su prójimo, ¿no es eso justamente lo que Dios quiere y espera? A Josué pues, no le preocupaba mucho la necesidad de que cada miembro del pueblo tuviera una conciencia bien formada para continuar hacia adelante por el desierto; le preocupaba más defender lo «oficial», lo «autorizado» por Dios en la tienda del encuentro, es decir lo «instituido», la defensa de «los derechos de Dios».

En la misma línea, nos presenta el evangelio de Marcos para este domingo, una situación semejante con los discípulos de Jesús. Apenas transmitida por Jesús la lección sobre quién es el mayor (Mc 9,33-37), se produce un incidente que tiene que ver con la exclusividad de los miembros del grupo seguidor de Jesús. Juan le cuenta a Jesús que le han impedido a un hombre expulsar demonios en su nombre porque no se trataba de uno de los miembros del grupo (v. 38). No hay una pregunta, cómo hacer en casos semejantes, qué posición asumir, etc. La respuesta de Jesús es sabia, «nadie que obre un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí» (v. 39), y «el que no está contra nosotros, está con nosotros». En la tarea de construcción del reino nadie tiene la exclusiva. Tal vez los discípulos no tenían claro o no recordaban que su pertenencia al grupo de Jesús fue un don de pura gratuidad; ninguno de ellos presentó ante Jesús un concurso de méritos para ser elegido; fue Jesús quien se presentó ante ellos, se les atravesó a cada uno por su camino y los llamó, aun a sabiendas de que no eran ni los mejores ni lo más representativo de su sociedad. En ese sentido también otros y otras pueden seguir siendo llamados. En cada hombre y en cada mujer Dios ha sembrado las semillas del bien; cómo y cuándo esas semillas comienzan a germinar y dar frutos, eso es decisión de cada uno. A veces nos parecemos a Juan y al resto de discípulos, nos ponemos celosos de quienes sin pertenecer a la institución hacen obras mejores que las nuestras. Y sale inevitablemente la frase: «pero ése o ésa es de tal o cual religión, o de tal o cual grupo…». Anteponemos a la vocación universal de hacer el bien y a la práctica del amor, unos intereses mezquinos y unos criterios de autoridad y de exclusividad absolutamente rechazados por Jesús (cf. Mc 9,39)

El diálogo de Jesús con sus discípulos refleja la situación de la comunidad para la cual Marcos escribe su evangelio. Una comunidad quizás muy consciente de lo que eran las exclusiones, pero al mismo tiempo en peligro de ser exclusivista, con una excusa quizás aparentemente sana: «ser o no ser de los nuestros», «ser o no ser del camino», «estar o no estar en el proceso…», y en fin otras talanqueras que pretendidamente intentan justificarse con la excusa de defender la «pureza» de la fe o del «credo» o del «orden» o, en definitiva, de «defender los derechos» de Dios.

Pues bien, cuando se cae en el extremo de «defender» a Dios, o los «derechos» de Dios, lo que se logra en definitiva es minimizar a Dios, ponerlo en ridículo ante el mundo, y la consecuencia más inmediata, la que previó Jesús y quizás la que ya se veía en la primera comunidad, era la del escándalo a los más pequeños. A Jesús le preocupan los «pequeños», no sólo los menores de edad, sino los que apenas empiezan a intuir la dinámica del reino con la subsiguiente imagen de Dios que él propone.

Con todo, a través de los siglos, los peligros de la comunidad primitiva se convierten en hechos reales: cuántos creyentes promotores del bien, de la justicia y de la paz excluidos o en entredicho sólo porque «no eran de los nuestros», cuántos Josués y Juanes empeñados todavía en «defender» una pretendida exclusividad que, por supuesto, nadie posee, con lo cual lo único que logran es escandalizar cada vez más a muchos, haciéndoles creer que Dios es tan pequeño, que puede reducirse a los estrechos límites de un grupo o de una institución, aunque sus adeptos se cuenten por millares.

Si logramos tomar conciencia de que Dios es más grande que un grupo o una institución y que en ningún momento nuestra vocación es la de defender unos supuestos derechos de Dios, sino simplemente servir, ponernos en función de construir el Reino con y desde las múltiples posibilidades que ello implica dada la insondable riqueza del mismo espíritu, entonces jamás se nos ocurrirá pensar si éste o aquél es o no es «de los nuestros», sino mejor… ¡como cooperar más y mejor con aquél o aquélla que tan bien están luchando por construir aquí el Reino! Leer más…

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¡María, la Santa jornalera, tu vecina y hermana!

Sábado, 28 de septiembre de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

maria_jovenfamilia


¡
María, la Santa jornalera, tu vecina y hermana!

¡María, ruega por nosotros, por todos nosotros!

Que cada día peleas para sostener a tu familia
Tu marido murió hace unos meses, jornalero del campo,

y por una rara y avanzada enfermedad: te ha dejado sola con tus cinco hijos

Todas las mañanas, al salir el sol madrugas mucho para que el patrón te dé trabajo
Hoy te ha querido contratar
¡Y como no has caído en las redes de sus amores como muchas veces, hoy no has trabajado!

Una mujer mayor del pueblo te ha comentado que hay trabajo en el norte, para la recogida de la fruta, y a casi dos mil kilómetros de tu casa

Doscientas personas del pueblo se van a ir a trabajar al norte de Francia.
El dinero no es mucho después de doce intensas horas cada jornada
¡Y el domingo, por ser el día del Señor, se descansa!

María.
Si acepta el trabajo, los servicios sociales cuidarán de sus hijos
¿Y de ella, quién cuidará?

No quieres estar con ningún hombre, porque ninguno es todavía hombre
Trabajando en la fruta tendrás trabajo para cuatro meses

María.
¡Qué dolor en el corazón de la madre!
¡Sin besar a tus hijos, sin que te besen y acaricien!
Con el dolor del emigrante esclavo, condenado a cadena perpetua, sin remisión de la pena

En las calamidades de cada día
Donde se sobrevive porque no hay otra
Y la esperanza de la lucha por tus hijos te sostiene y te da paz

Cuando no reconoces la lengua extraña.
La lengua del egoísmo humano, voraz y sórdida
Con el ansia de  mejorar un poco la vida, dejándose la salud y la vida para ello, en un medio hostil de falta de fraternidad
Donde uno ya ha sido condenado al infierno de por vida

¿Dónde están los cristianos de María?
La fraternidad, la solidaridad
¿Dónde está la justicia humana?

El emigrante, con el grave peligro de retrasar dos pasos al equivocarse al discernir y tomando la decision equivocada hundirse en la miseria
Cuando ha peleado hasta la extenuación por conseguir dar un paso adelante…

Analfabeta, sin dobleces y sin papeles
Sin conocer la lengua extranjera

¡María, la jornalera, ruega por todos nosotros!

¡Tú no necesitas mucho las oraciones, las tuyas son verdaderas!

Solo sabes rezar con la Virgen  el Ave María y hablar con ella
Así te lo enseñó tu anciana madre
¡Casi nada, menudo ejemplo!

Y por esa fe que tienes es más que suficiente
Tu muy dura vida es también oración, de la abnegación por ser mujer hoy en día  y madre  para sacar adelante a tus cinco hijos

¡Los Santos están aquí!
María es una de ellas

¡La Madre Santa María está contigo!
Ya reza ella por ti
No temas, no te preocupes más, ella ha alcanzado ya tu oración y ahora la va a prolongar para que su hijo te dé lo que precisas

Pronto, muy pronto, alcanzarás misericordia.
¡El favor de Santa María!

La Virgen María pasó también muchas calamidades cuando emigró con su hijo y su esposo a Egipto, tres años y medio viviendo en una cueva, solos los tres, en tierras extrañas, atravesando desiertos, mesetas y valles, venciendo muchos obstáculos en cada momento, salvando a su hijo
de una muerte segura

Madre María
Así das la vida cada día por todos tus hijos
Salvandonos de mil muertes seguras cada día…

¡María, la jornalera, por tu vida ya has hecho Oración, ya has hecho Oración…!

Ya nos has enseñado a todos a rezar
Qué rezar es amar mucho, mucho, para ser oración verdadera
Oración activa que se convierte en Amor de Santa María, ya nada ahora te podrá negar ella

¡Y cuántos nos atrevemos a decir que somos de María!

¡Que alguien me diga de que María somos!
¡De María, la Santa María, la Madre de Dios, que no amamos y no vemos!
¿O somos de la que vemos todos los días?
¡De la Madre Santa María, que está en María la Jornalera, y amamos y podemos verla siempre que queramos!

María
La que ruega por todos nosotros cada día
La de corazón puro y amor enorme, casi divino, por ser hija de Santa María

La luchadora por sus hijos, como su madre, la Santa María
Y la hermana nuestra de cada día, que no está ahora en los Cielos, sino en la durísima tarea de conseguir un trabajo estable, y unas dignas condiciones de vida, dejando de pasar ya calamidades

¡Bendita seas, Madre  María!

Porque has amado tanto, tanto, que hoy estarás con Santa María

Y por lo que has rogado, tus cinco hijos te acompañarán contigo

Lo que no hagáis por uno de estos, mis hijos, será juzgado con el poder divino que nada lo corrompe y es sabio y justo

Madre
¡Del espanto de nuestro egoísmo libranos!

Y por un instante, haznos ver el corazón miserable de lo peor que tiene el hombre, para así volver a ti y nunca más pecar

Y no nos dejes llevar a nuestros hermanos: al terrible espanto de la cueva negra de nuestra agonía perpetua
De la insolidaridad del hombre
¡Esto te lo pedimos con confianza y paz!

Santa María.
Madre de todas las Marías
Madre de todos los oprimidos del mundo: de techo, pan y sal

Santa María!

Danos tu fuerza, toda tu fuerza para hacer justicia contigo
Justicia de la divina, que no se corrompe
Acompañados cada día
Para qué optemos por los más pobres, por todos esos que son por ti muy predilectos

Bendita seas María, con nuestra madre Santa María

Del Evangelio a la Vida
De la Vida al Evangelio

***

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14.9.(Santa Cruz); 15.9 (Dom 24.TO): Y como sabía vivir supo morir por los demás, llevando su cruz

Domingo, 15 de septiembre de 2024
Comentarios desactivados en 14.9.(Santa Cruz); 15.9 (Dom 24.TO): Y como sabía vivir supo morir por los demás, llevando su cruz

IMG_7527Del blog de Xabier Pikaza:

Marcos 8, 27-35: Y empezó a instruirlos: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.” Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!” Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”

Los animales no viven (=no saben que viven), ni saben que mueren… Por eso no pueden vivir para los demás, ni morir por ellos.  Los hombre, en cambio, saben que viven y pueden vivir por los demás, muriendo por ellos, como Jesús.

Pero muchos viven matando a los demás, y de esa forma se matan ellos mismos y mueren para siempre sin resucitar. Jesús, en cambio vive dando vida, tomando su cruz (la de los otros) para que ellos vivan, haciendo que resuciten y resucitando en ellos, como celebramos hoy (14.9: la Cruz de Septiembre)  y celebraremos mañana (15.9: Dm 24. TO), como dice el evangelio de Mc 8, el centro del Evangelio.

Introducción

Vegetales y animales ni nacen ni mueren, sino que forman parte de un continuo biológico, sin identidad personal. Sólo el hombre nace, sólo el hombre muere… Así lo pusieron de relieve los judíos, el pueblo de María.

Si no muriéramos no dejaríamos sitio en el mundo para los que vienen, no podríamos darles del todo aquello que hemos sido y somos. Si no muriéramos haríamos que fuera imposible la vida de nuestros sucesores. De esa forma morimos para que otros vivan, abriendo con nuestra vida y nuestra muerte un espacio (un cuerpo) en el que ellos puedan encarnarse y recorrer su camino en Dios en esta humanidad en la que habita Dios con los hombres.

La muerte nos da miedo, e incluso suscita en nosotros el terror supremo. Pero sólo sabiendo que hay muerte podemos gozar de verdad de la vida y regalarla a los demás, para que puedan vivir, y nosotros podamos per-vivir en ellos:

«Por la muerte, por el miedo a la muerte empieza el conocimiento del Todo… Todo lo mortal vive en la angustia de la muerte; cada nuevo nacimiento aumenta en una las razones de la angustia, porque aumenta lo mortal».

       Así comenzaba Rosenzweig su libro inquietante y luminoso de antropología judía (La Estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997 43-44). En un sentido, ese saber sobre la muerte es maldición, como ha visto el relato del «pecado ejemplar» de Adán/Eva, en Gen 2-3: «El día en que comas morirás…». Pero, en otro sentido, la muerte puede y debe convertirse en bendición: Es el momento culminante del sí a la vida, en Dios y con los otros.

Sólo los hombres pueden morir sabiendo que mueren, regalando la vida a los demás (con ellos, para ellos); sólo los hombres pueden abrir su cuerpo (dar  su vida), para que otros vivan por ellos (como hizo Jesús en su Pascua, como muchos cristianos han visto también en María, su madre). Sólo por saber que morimos podemos regalar y transmitir de verdad lo que somos y queremos a los otros. Un hombre condenado a no morir, sería un monstruoso, un ser de pura angustia, una momia, como las terribles momias de Egipto o de algunos lugares de la América pre-colombina.

Morir es duro. Pero más dura sería esta vida sin muerte, condenados a ser como piedras de menhir plantadas en la tierra, dólmenes sagrados sin aliento. Una vida sin muerte sólo tiene sentido en otra “tierra” muy distinta, cuando cambien en Dios las condiciones de este mundo, como ha querido Jesús, como han querido y quieren millones de personas, que esperan y desean una resurrección. Sólo muriendo a este mundo (regalando a otros la vida que tenemos, como Jesús en la cruz, como su madre rodeada de “apóstoles”) podemos esperar una resurrección como entrada a la vida sin muerte.

      Así lo ha enseñado Jesús en su sermón central de Cesarea de Felipe, bajo el monte Hermón  conforme a leyendas antiguas (libros de Henoc) bajaron los ángeles viejos haciéndose demonios y enseñando a los hombres a matar y violar para vivir. Jesús, en cambio, nos enseña a dar la vida, para que vivan otros y nosotros resucitemos en ellos.

Sólo quien acepta la muerte puede vivir plenamente. 

Muchos filósofos y pensadores han querido engañar a los hombres con una mentira piadosa, diciendo que son inmortales y añadiendo que la muerte no es más que una apariencia.   Los hombres mueren, es su destino; mueren y no son felices… pero todavía serían más infelices si no pudieran morir.

       Los hombres mueren, pero pueden descubrir en la muerte la mano de Dios y ofrecer su mano de amor a otros, como ha hecho Jesús. En ese contexto se sitúa la respuesta de la fe, cuando afirma que el sentido de la vida está en vivir para los demás… y que de esa forma la misma muerte, sin perder su bravura, dureza y enigma (¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?), se convierte en signo de solidaridad (de comunión de vida en todos y con todos).

  MORIR PARA DAR VIDA, dar vida muriendo

 Le mataron rápido, muy rápido, para que su cruz no estorbara el día de la fiesta. Le enterraron después de inmediato, por puro oficio, los sepultureros oficiales,judíos o romanos, con ganas de acabar muy pronto, antes de que llegara la noche, casi a escondidas, por puro oficio, para que el cadáver de Jesús no impidiera las celebraciones de pascua.

La vida histórica de Jesús acabó donde acaba la muerte de muchos condenados, descartados, asesinados, con juicio o sin juicio, para acabar encerrados o incinerados en la fosa común, de los que mueren y son expulsados, arrojados, aplastados, sin honor, en cualquier zanja de la humanidad triunfante.

Allí quisieron echarlo, allí lo echaron con los otros dos crucificados (quizá con la ayuda de un hombre bueno, llamado José de Arimatea), para que los otros (¡los judíos y romanos triunfadores, nosotros!) pudiéramos seguir celebrando la vida orgullosa de una Pascua dedicada al Dios de la victoria de los «buenos». Pues bien, de esa manera, Jesús bajó al infierno de la historia humana, a través de la fosa común, para dar vida a los muertos, según confiesa estremecida la tradición cristiana (el credo romano).

Lógicamente, las mujeres que fueron al “tercer día” (el sábado no se podía salir fuera de las murallas) no lograron encontrar su cuerpo. Quizá lo habían cambiado de fosa o sepultura. Quizá era imposible separar su cuerpo de los otros cuerpos de los ajusticiados. El evangelio de Marcos dice que las tres mujeres con aromas vieron el sepulcro “abierto”, pero no pudieron   encontrar su cuerpo, ni embalsamarlo con honor, ni llevarlo a casa, como quiso en locura de amor María Magdalena (Jn 20).

            No pudiera hacerlo simplemente porque era imposible en aquellas condiciones de persecución, de violencia, de miedo y de muerte. Pero pronto descubrieron que la razón era mucho más profunda, una razón de Dios, razón de Vida y Pascua: No podían encontrarle porque “no estaba allí”, porque se hallaba vivo, en la Vida del menaje que había proclamado, en la más intensa travesía del camino del Reino que él había iniciado y sembrado en la tierra:

¡Si el grano de trigo no muere…! (Jn 12, 24). Murió como el grano de trigo para que la espiga naciera, el ciento por uno, el millón por cada unos. Eso es vivir de verdad: morir dando vida por los demás, por todos,  sin buscar glorias ajenas, haciéndose semilla de vida, fermento de resurrección en la tierra.

            Por eso, no se le pudo enterrar en un glorioso sepulcro de mártir (como el de Mahoma en Medina, como el de los apóstoles en Roma, como el de Lenin en Moscú), pues su muerte se había trasformado en Vida para todos y en ellos (en nosotros) vivía y sigue viviendo. Y por eso el ángel de la pascua les dijo a las mujeres, en palabra de fe que nosotros seguimos escuchando:

«No está aquí, id a Galilea, es decir, al camino de su vida… Allí le encontraréis, con aquellos y en aquellos que aceptan su historia» (cf. Mc 16, 7-8).

Dios trasformó de esa manera la muerte del “maldito” Jesús (condenado a muerte y crucificado) en victoria de Vida. Desde ese fondo puede y debe leerse el relato simbólico de Mt 28, 1-4 que evoca la acción escatológica de Dios, que ha empezado a romper las tumbas de la vieja historia de muerte, para ofrecer una esperanza a los crucificados y muertos de la historia (cf. Mt 27, 51-53). Es muy difícil asegurar lo qué pasó físicamente con su cadáver, pero, según la tradición que hemos evocado, Jesús «bajó a los infiernos», entró hasta el fin en el reino de la podredumbre y muerte, para iniciar desde allí un camino de pascua (cf. 1 Pedro 3, 18-22).

SER TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN

Desde el trasfondo se entienden los bellísimos relatos de los evangelios sobre la tumba vacía, que la Iglesia ha transmitido no como prueba histórica de la resurrección, sino como signo de la fe pascual, que ella confiesa, porque los cristianos “han visto a Jesús resucitado”.

Lógicamente, esos textos poseen más valor antropológico integral que puramente físico. Por eso, en un plano de historia materialista (saber lo que externamente pasó) y de biología (saber cómo se descompuso o desmaterializó el cadáver de Jesús) debemos tener mucha sobriedad, pues resulta difícil alcanzar conclusiones «científicas».

  Parece que Jesús no tuvo un entierro honorable y su tumba (propiedad de un rico y famoso judío) se encontró después vacía, sin que humanamente se pudiera saber lo que pasó. Le enterraron como a un ajusticiado peligroso, para que ninguno de sus discípulos pudiera llegar hasta su tumba para robar su cadáver y proclamar la venganza por su muerte. Sus discípulos varones no hallaron su tumba, pero después afirmaron que él había “bajo al infierno” de la muerte para liberar de allí a los condenados.

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“Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”. Domingo 01 de septiembre de 2024. Domingo 22º ordinario

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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48-ordinarioB22 cerezoDe Koinonia:

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8. No añadáis nada a lo que os mando…, así cumpliréis los preceptos del Señor.
Salmo responsorial: 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?.
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27: Llevad a la práctica la palabra.
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23:Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

 Es antigua la tentación de considerar que lo esencial de una religión está en el cumplimiento de formalidades rituales, y no en la asunción de sus principios vitales. También esta tentación acompañó al «pueblo de Dios» de Israel -como a muchos otros «Pueblos de Dios»-, desde tiempos inmemoriales. Hoy, si alguna persona se atreve a cuestionar, aunque sea indirectamente, ciertos lastres históricos y a proponer alternativas coherentes con el evangelio, en poco tiempo es tachada de «desviarse de la auténtica doctrina». Sin embargo, como nos recuerda el Salmo, no son los muchos ornamentos ni el boato de las celebraciones lo que nos eleva a Dios, sino la justicia, la honestidad, la recta intención y el respeto. Anunciar la justicia y vivirla en el día a día constituye la exigencia fundamental de las Escrituras judeocristianas –y en esto coinciden con tantas otras Escrituras-. Los rituales, las prescripciones, las ceremonias… nos pueden ayudar a continuar por el camino de Dios, pero no pueden sustituirlo. Por esta razón, la exhortación que Moisés dirige a su pueblo se centra en la necesidad que tiene el pueblo de Dios de hacer una clara opción por el Dios de la libertad y de la justicia que los ha sacado de Egipto. De lo contrario, el sueño de la «tierra prometida» se puede convertir en una cruel pesadilla.

Los primeros cristianos experimentaron en carne propia la amenaza del formalismo y el ritualismo. Después de un tiempo de dedicación y fervor por la misión, los ánimos comenzaron a ceder y la comunidad se vio rápidamente atraída por las relaciones puramente funcionales y formales. De este modo se perdía la fraternidad que les daba identidad y coherencia.

La carta de Santiago nos pone en guardia contra una religión que no encarne los valores del Evangelio. La palabra escuchada en la Sagrada Escritura debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana. El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura. El cristianismo se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. La comunidad de creyentes es el espacio ideal para que la persona realice su opción y viva, en compañía de otros hermanos y hermanas, el llamado de Jesús.

Aunque el libro del Deuteronomio -que Jesús sigue muy de cerca- propone como religión una serie de principios éticos orientados a crear lazos de solidaridad, equidad y justicia; sin embargo, el judaísmo del primer siglo estaba más inclinado a valorar las formalidades. Lavarse o no lavarse la manos antes de ingerir alimentos había pasado de ser una norma elemental de higiene a convertirse en una norma que decidía quién era religioso y quién era un pecador. La tentación de canonizar los objetos, los rituales, los espacios y el tiempo le pueden hacer olvidar a la persona piadosa que la esencia de su relación con Dios no está en los protocolos culturales, sino en el respeto, la compasión y la misericordia.

Jesús nos invita a redescubrir la esencia del cristianismo en nuestra opción por construir la Utopía de Dios -lo que él llamaba en arameo «Malkuta Yavé», Reino de Dios- y por vivir de acuerdo con los principios del evangelio. Todas nuestras normas y protocolos están al servicio de una auténtica vivencia de sus enseñanzas. Nosotros no debemos renunciar a una vida auténtica y creativa para seguirlo a él. Todo lo contrario. Debemos recrear aquí ya ahora toda la novedad de su profecía y toda la radicalidad de su amor incondicional por los excluidos.

Conectado con todo este tema está aquel otro de «la letra y el espíritu»: la letra es el detalle de lo mandado, la prescripción, el rito, la acción concreta, la «verdad superficial» (Niels Bohr)… El espíritu es el sentido con el que ha sido concebida aquella práctica concreta, y la vivencia con la que debe ser vivida, la «verdad profunda» (Bohr). Por eso se dice que la letra (se entiende: la sola letra, o la letra sin espíritu, la verdad superficial) mata, mientras que el espíritu vivifica. La letra es medio, mientras que el espíritu es un fin. Éste puede darse aun sin aquélla, al margen o incluso «en contra» de ella: en efecto hay veces que, en circunstancias muy especiales, el espíritu de una ley o de una práctica ritual puede exigir hacer en aquella situación, «precisamente lo contrario» de lo que la letra prescribe. Esa flexibilidad, esa «libertad de espíritu» se exige a los cristianos, como a todo ser humano adulto y maduro.

Otro problema distinto –que no podemos abordar aquí, pero que sería bueno no dejar de mantenerlo dentro del horizonte- es que la religiosidad actual se está transformando. Por su propia naturaleza, las «religiones» (llamamos así aquí, técnicamente, a «la forma que ha revestido la espiritualidad del ser humano a partir de su sedentarización neolítica», a partir de la revolución agraria, hace sólo unos pocos miles de años -porque antes había espiritualidad, pero no «religiones»), han tenido en los ritos, en las prácticas rituales, minuciosamente prescritas, un medio importantísimo de expresión, y un modo a la vez de control social. La religión, en las sociedades agrarias, ha sido el mejor y más potente vehículo de identidad de la sociedad, y de control por parte del poder, y han sido los ritos su expresión más visible.

Hoy estamos llegando precisamente al fin de la edad agraria (el neolítico), después de la revolución industrial y tecnológica, la mundialización plural, y el progresivo advenimiento de la sociedad del conocimiento. Las «religiones agrarias» -en aquel sentido técnico preciso- ya no tienen cabida. (Sí lo tiene, insuperablemente, la espiritualidad, la religiosidad profunda, más allá de sus concreción en las diferentes «religiones»). El ser humano post-agrario ya no puede aceptar su identidad ni puede aceptar un control por los vehículos «religionales» basados en «creencias» (en sentido también técnico). Obviamente, la espiritualidad del ser humano va a continuar, es inamisible. Pero lo que han sido técnicamente «las religiones agrarias», está muriendo, va a desaparecer, y es bueno que desaparezca, porque la humanidad está en otra etapa de su historia. Los ritos, las prácticas religiosas prescritas… son, por eso, en alguna sociedades actuales avanzadas, realidades «residuales», que desaparecen vertiginosamente. Si la Iglesia no acepta afrontar sin miedo estos planteamientos, lo único que hace es retrasar el reconocimiento de una enfermedad que no deja de socavarle sus entrañas en los millones de fieles que silenciosamente se van autoexiliando cada año, no sólo en las sociedades llamadas «avanzadas», sino también ya en América Latina. Fue en el año 2008 que comenzamos a conocer «apostasías» voluntarias de cristianos en algunos países de América Latina, un fenómeno absolutamente nuevo en su historia, pero un fenómeno significativo -y creciente- en el momento actual de la historia globalizada del mundo. Leer más…

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“Vosotros también fuisteis emigrantes”, por Miguel Ángel Mesa.

Martes, 27 de agosto de 2024
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De su blog Otro mundo es posible:

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«Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto»
(Dt 19,19).

En el libro del Levítico (19,33-34) dice Dios: «Cuando un emigrante se establezca con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis. Será para vosotros como el nativo: lo amarás como a ti mismo, porque emigrantes fuisteis en Egipto». Esta última frase también aparece en el libro del Éxodo (22,20). En el libro del Deuteronomio (10,18; 27,19) se dice: «Vuestro Dios ama al forastero, a quien da pan y cobijo… Maldito quien tuerza el derecho del forastero». Así podríamos continuar con más textos del Antiguo Testamento.

He querido comenzar con estos versículos para dar más fuerza a mi argumento.Los cristianos creemos que en el espíritu y, muchas veces, en la letra de los libros de la Biblia está presente una ética que proviene de la misma voluntad de Dios. Y el deseo de Dios es que, como hemos leído anteriormente, amemos, protejamos, defendamos, hagamos justicia, alimentemos y vistamos… al emigrante. Si prescindimos de la palabra de Dios, la misma ética y práctica fraternal puede servir para cualquier otro creyente o no creyente.

En nuestro mundo actual existen millones de emigrantes externos, hacia otros países e internos dentro del mismo país, por diversas causas: por hambre, por trabajo, por persecución política, por su tendencia sexual, por ser mujer, por guerras o diferentes conflictos.

Y, en lugar de abrir las fronteras ante tanta gente necesitada, las cerramos, levantamos muros, ponemos alambradas con cuchillas o electrificadas… El dinero se puede mover libremente en nombre de la libertad. En nombre de esa supuesta libertad se viola, se oculta en guetos, se deja morir en las aguas del Estrecho… a las personas emigrantes, que solo desean sobrevivir con dignidad y en paz.

Creemos que solo tienen derecho a vivir en un país los nacionales, quienes tienen el DNI y los papeles en regla. El Derecho Internacional dice que cualquier persona es libre de emigrar a cualquier país. Pero los derechos están para violarlos cuando no nos convienen. Por otra parte, ¿quién puede decir que su sangre es pura y pertenece a un estado? Cada país proviene de una gran mezcla de otros pueblos y razas que han ido pasando y viviendo en él durante cientos de años. Nadie se puede considerar puro, nuestros padres y abuelos han sido muy diversos.

La diversidad, la pluralidad, las culturas y religiones de los emigrantes no merman, sino que enriquecen a cada país y a las gentes que viven en él, cuando los acogen, integran y se dejan afectar por ellos y ellas, sintiendo que forman parte de la misma familia humana.

No está bien visto en nuestra sociedad defender a los emigrantes, pues los discursos, las leyes de inmigración y las actitudes contra los inmigrantes por parte de diversos partidos (en especial los de ultraderecha), medios de comunicación y en las redes sociales, invita a pensar a la población que vienen solo a quitar el trabajo a los nacionales, a delinquir, a disfrutar de nuestras conquistas sociales sin ofrecer nada a cambio… Solo mentiras, manipulación, bajeza humana.

Una de las cosas más enriquecedoras humanamente es el contacto de unas personas con otras. Cuando nos relacionamos, dialogamos, conocemos sus costumbres, su religión, su forma de vida, su pensamiento… crecemos en inteligencia, tolerancia, respeto, aceptación, humanidad.

«Felices quienes han comprendido que la pluralidad, las culturas, la diversidad les enriquece, les hace crecer como personas, como hermanos de una sola familia humana».

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Abandono, seguimiento y traición. Domingo 21. Ciclo B.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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3b32a400-f8f1-4ffa-bc94-18d9c966940dDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado terminamos de leer el debate de Jesús sobre el pan de vida. Lo curioso, y extraño, es que el evangelista no cuenta la reacción final del auditorio. Anteriormente, en dos ocasiones, han interrumpido a Jesús mostrando su desacuerdo. Ahora no dicen nada, como si no mereciera la pena seguir discutiendo. Sin embargo, se cuenta la reacción de los discípulos de Jesús, con dos posturas muy distintas (unos lo abandonan, otros lo siguen) y el aviso de la traición de uno de ellos.

Evangelio (Jn 6, 60-69)

En aquel tiempo muchos de los discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

-«Esto que dice es inadmisible. ¿Quién puede admitirlo?».

    Jesús, conociendo que sus discípulos hacían esas críticas, les dijo:

«¿Esto os escandaliza? ¡Pues si vierais al hijo del hombre subir adonde estaba antes! El espíritu es el que da vida. La carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero entre vosotros hay algunos que no creen». (Jesús ya sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a traicionar).

Y añadió:

-«Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre».

     Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.

     Jesús preguntó a los doce:

«¿También vosotros queréis iros?».

   Simón Pedro le contestó:

-«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios».

Abandono

«Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.» Es un momento de crisis muy fuerte. Hasta ahora, los discípulos de Jesús no han tenido ningún problema. Ahora, la mayoría abandona a Jesús. ¿Por qué? Ellos lo justifican diciendo que «este discurso»es duro, intolerable. No se refieren solo a la idea de comer su carne y beber su sangre; se refieren a todo lo que ha dicho Jesús sobre sí mismo: que es el enviado de Dios, que ha bajado del cielo, que resucitará el último día a quien crea en él, que él es el verdadero pan de vida. En el fondo, comer el cuerpo y beber la sangre de Jesús equivalen a «tragárselo», a aceptarlo tal como él dice que es. Y eso, la mayoría de los discípulos, no está dispuesto a admitirlo. Lo han visto hacer milagros, pero eso no les extraña. También en el Antiguo Testamento se habla de personajes milagrosos. Sin embargo, ninguno de ellos, ni siquiera Moisés, dijo haber bajado del cielo y ser capaz de resucitar a alguien. Si Jesús hubiera aceptado ser rey, como ellos habían pretendido poco antes, si se hubiera limitado a hablar de esta tierra y de esta vida, no se habrían escandalizado y lo seguirían. Ellos quieren un Jesús humano, no un Jesús divino.

En su respuesta, Jesús empieza echando leña al fuego: si se escandalizan de lo que ha dicho, podría darles más motivos de escándalo. Su problema es que enfocan todo desde un punto de vista humano, carnal; y para creer en él hay que dejarse guiar por el espíritu. Pero esto solo lo consigue aquel a quien el Padre se lo concede. Estas palabras de Jesús resultan desconcertantes: por una parte, cargan la culpa sobre los discípulos que se sitúan ante él con una mirada puramente humana; por otra, responsabiliza a Dios Padre, ya que solo él puede conceder el acceso a Jesús («nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre»).

Quizá el evangelista está pensando en los cristianos que han abandonado la comunidad a causa de las persecuciones o por cualquier otro motivo. ¿Qué les ha pasado a esas personas? ¿Es solo culpa suya? ¿Hay un aspecto misterioso, en el que parte de la culpa parece recaer sobre Dios? Pensando en la gente que conocemos y cómo han evolucionado en su vida de fe, estas preguntas siguen siendo de enorme actualidad.

Seguimiento

El momento más dramático se cuenta con enorme concisión. Tras el abandono de muchos solo quedan los Doce. La pregunta de Jesús («¿También vosotros queréis iros»), sugiere cosas muy distintas: desilusión, esperanza, sensación de fracaso… La respuesta inmediata de Pedro, como portavoz de los Doce, recuerda a su confesión en Cesarea de Filipo, según la cuentan los Sinópticos: «Tú eres el Mesías».

Pero hay unas diferencias interesantes. Pedro no comienza confesando: “Nosotros creemos que tú has bajado del cielo, que eres el pan de vida, que quien come tu carne y bebe tu sangre tiene vida eterna…”. Nada de esto. Pedro no comienza confesando su fe en Jesús, sino preguntándole: «Señor, ¿a quién iremos?» Abandonar a Jesús y volver a sus trabajos es algo que no se les pasa por la cabeza. Necesitan un maestro, alguien que los guíe. ¿Dónde van a encontrar uno mejor que él? ¿Uno cuya palabra te hace sentirte vivo? Lo primero que hace Pedro es reconocer que necesitan a Jesús, no pueden vivir sin él.

Luego sigue la confesión de fe, pero eludiendo comprometerse con fórmulas que no entiende. Jesús ha dicho que la vida se consigue comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre. Pedro evita esta expresión tan dura y dice: “Tú tienes palabra de vida eterna”. Es su palabra la que alimenta y da la vida. En cuanto a la identidad de Jesús, prescinde de si ha bajado del cielo; ni siquiera le concede el título de Mesías, sino el de «Santo de Dios», título que sólo aparece una vez en el Antiguo Testamento, aplicado al sumo sacerdote Aarón, con sentido honorífico o por su estrecha relación con el culto (Sal 106,16). Sin duda, Pedro confiesa que Jesús está en una relación especial con Dios, sin meterse a discutir si ha bajado del cielo.

Traición

En el texto litúrgico, este tema solo aparece de pasada: Jesús sabía «quien lo iba a traicionar». Si no hubiesen mutilado el evangelio, quedaría mucho más claro. Porque, inmediatamente después de la intervención de Pedro, Jesús añade: «“¿No os he elegido yo a los Doce? Pero uno de vosotros es un diablo.” Lo decía por Judas Iscariote, uno de los Doce, que lo iba a entregar.»

Con ello surge una nueva pregunta y un nuevo misterio: ¿por qué Judas no abandona a Jesús en este momento, cuando tantos otros lo han hecho? ¿Por qué Jesús, si lo sabe, lo mantiene en el grupo? ¿Cómo puede llegar alguien a desilusionarse de Jesús hasta el punto de traicionarlo?

1ª lectura: el compromiso de los israelitas con Dios (Josué 24,1-2.15-18)

     Estamos en el capítulo final del libro de Josué. Los israelitas, a las órdenes de Josué, han conquistado todo el territorio que Dios les había prometido (es preferible no recordar cómo lo consiguieron, porque lo que ocurre actualmente en la frontera de Gaza resulta un juego entretenido). En ese momento, Josué reúne a todas las tribus en Siquén, les recuerda los beneficios pasados de Dios y les ofrece la alternativa de servir o no servir a Yahvé. Es un diálogo espléndido, dramático, en el que Josué, contra lo que cabría esperar, se esfuerza por convencer al pueblo de que no sirva a Yahvé. Es un dios celoso que no los perdonará si lo traicionan. Sin embargo, los israelitas porfían en que quieren servirlo, y todo termina con la alianza entre el pueblo y Dios.

     Quienes han seleccionado el texto han demostrado, una vez más, que no les entusiasma la Biblia: han mutilado la intervención de Josué, el diálogo con el pueblo, y el final. De 28 versículos, solo se han salvado 6.

En aquellos días Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos, jefes, jueces y escribas, y en presencia del Señor dijo a todo el pueblo:

-«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Vuestros padres, Téraj, padre de Abrahán y de Najor, vivían antiguamente al otro lado del río Éufrates y adoraban a otros dioses. Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir, si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río o a los dioses de los amorreos, cuya tierra ocupáis; yo y mi casa serviremos al Señor».

El pueblo respondió:

-«Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la casa de la esclavitud; ha realizado ante nuestros ojos estos grandes prodigios y nos ha protegido durante todo el camino que hemos recorrido y en todos los pueblos por los que hemos pasado. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios».

El texto, si se hubiera leído completo, ofrecería una relación más clara con el evangelio. Tanto Josué como Jesús hablan de manera clara y dura, como queriendo desanimar a sus seguidores. La gran diferencia radica en la diversa reacción de los oyentes. El texto de Josué ofrece un final feliz, ajeno por completo a la realidad: los israelitas siguieron sirviendo a otros dioses y abandonando a Yahvé. El evangelio traza un cuadro más realista, incluso pesimista: muchos discípulos abandonan a Jesús; solo quedan doce, y uno de ellos será un traidor.

2ª lectura: ¿Sería mejor suprimirla? (Efesios 5,21-32)

     Este es el texto que ninguna novia quiere que se lea el día de su boda. En los tiempos que corren, decirle que «sea sumisa a su marido», que «le debe estar sujeta en todo», porque no hay igualdad entre ambos, sino que «el marido es la cabeza de la mujer», no es lo más agradable. Aunque luego le diga al marido que ame a su esposa como a su propio cuerpo. De esta segunda parte de la lectura, ni se entera.

Hermanos, respetaos unos a otros por fidelidad a Cristo. Que las mujeres sean sumisas a sus maridos como si se tratara del Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual él es el Salvador. Así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres lo deben estar a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras esposas, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó él mismo por ella, a fin de santificarla por medio del agua del bautismo y de la palabra, para prepararse una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa y perfecta. Así los maridos deben también amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie odia jamás a su propio cuerpo, sino que, por el contrario, lo alimenta y lo cuida, como hace Cristo con la Iglesia, pues somos miembros de su cuerpo. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Éste es un gran misterio, que yo aplico a Cristo y a la Iglesia.

Esta mentalidad sobre el matrimonio, que hoy día nos escandaliza, era progresista en el siglo I. Basta mirar lo que ocurre en algunos países árabes. La mujer acepta con naturalidad estar sometida al marido. Pero el marido no siempre es consciente del cariño y delicadeza con que debe tratar a su mujer. La corrupción moral, tan extendida en el siglo I, explica que el autor exija a los matrimonios cristianos un comportamiento fundado en el respeto mutuo, por fidelidad a Cristo. Ojalá en todos los matrimonios cristianos actuales hubiera ese mismo respeto.

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El pacto de Siquem y los parlamentos. ¿Dónde mejor que en el Señor?

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6965Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- JOSUÉ REUNIÓ A LAS TRIBUS DE ISRAEL.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Josué, nos presenta el importante pacto de Siquén.

Allá por el siglo XIII a.C. las tribus hebreas que había salido de la esclavitud de Egipto, están llegando a la “tierra de promisión”. Moisés no entró en esta nueva tierra y Josué fue el nuevo líder de las tribus hebreas, de Israel.

En aquella tierra nueva y libre había habitantes con su cultura y religión.

Por otra parte las tribus no pensaban todas igual ni tenían los mismos esquemas de vida. Había que llegar a acuerdos y pactos: el pacto de Siquén.

Josué convocó a los ancianos de las tribus hebreas y a personas con autoridad para llegar a un acuerdo (pacto / alianza) que tuviera como sustrato común: un mismo Dios, una misma religión que amalgamara a todas las comunidades hebreas.

Josué reunió a las tribus de Israel y les propone: escoged hoy a quién queréis servir.

¿Qué otra cosa son las asambleas del pueblo, los parlamentos y la democracia hoy en día? Las personas, los grupos humanos vivimos en sociedad y como seres sociales hemos de comportarnos.

Aquella asamblea convocada por Josué era en el fondo, “como nuestros parlamentos”: para ver ante quién nos postramos, a quién queremos servir y cómo queremos vivir.

Si no os parece bien nuestra traditio (lo que se nos ha entregado), escoged cómo vivir y a qué dioses queremos servir.

Mejor seguimos en la tradición del Señor, antes que servir a otros señores.

02. MUCHOS DEJARON DE SEGUIR A JESÚS.

Tras la multiplicación de los panes y que Jesús se presentase como pan de vida muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

No se trata de una huida al estilo del hijo pródigo. El hijo pródigo nunca fue increyente. El hijo menor se marcha de casa, es una cuestión moral, pero aquel hijo conservó siempre la memoria de la casa de su padre. Las referencias -la tradición- las tenía bien puestas, la “cabeza bien amueblada” aunque en aquel momento de su vida se había despistado. (Pero no es lo mismo fe que moral).

Cuando san Juan dice que dejaron de seguir o de estar con Jesús, es que “terminaron la conversación”, rompieron el “carnet” y rompieron con todo. Hasta aquí hemos llegado y no quiero saber nada.

Esta historia del abandono nos es muy familiar en nuestro tiempo, en nuestro pueblo, en nuestras mismas familias, en nuestra Europa, especialmente en Europa.1 Mucha gente, muchos estratos de la sociedad han marchado del seno de la Iglesia, otros muchos no han estado dentro nunca. Entre los compañeros-discípulos de Jesús, -y en nuestro tiempo- hubo y hay muchos “transfugas” de todo tipo.

Quizás hoy en día mucha gente no es “nada”, ni creyente ni atea; un pasotismo nihilista, más o menos, ilustrado es el credo actual.

Vivimos en una civilización frívola. Nosotros ya no somos ateos, ni agnóstico, somos frívolos, superficiales

El diccionario de la Real Academia dice del término frívolo: “ligero, veleidoso, insustancial”. Una cosa es ser “ateo como Dios manda” y otra muy distinta es ser ligero, veleidoso e insustancial.

Más que ateos o agnósticos somos frívolos, superficiales.

Este es el “cuadro” religioso en España en estos momentos:

* No practicantes: 84,9%

* Agnósticos: 15,8%

* Ateos: 21,6%

* Católicos no practicantes: 31,7%

* No creyentes: 15,8%

* Practicantes: 15,1%

* Católicos practicantes: 13,2%

* Creyentes de otra religión: 1,9%

RELIGIÓN DIGITAL

P. Tillich (1886-1965) decía que: ateo solamente es quien no es capaz de tomarse en serio la profundidad de la vida.

Nosotros, nuestro momento cultural no es ateo, ni agnóstico, más bien somos frívolos y superficiales.

Quien es consciente de la complejidad y profundidad de la vida, ese tal no es ateo. Quien se toma en serio la familia, el trabajo, el pueblo, la libertad, la justicia, el sufrimiento, ese tal no es ateo; quien trabaja por la paz, quien trata de abordar humanamente la sexualidad, quien ama el desarrollo de las ciencias, quien ama la cultura, la estética-belleza, la felicidad, etc. está ya en el atrio de la fe.

En el fondo quien ama esas realidades profundas está muy cerca, está amando el Reino de Dios: Reino de justicia, de amor y de paz sembrado por Cristo.

03. ¿A DÓNDE VAMOS A IR, SI SOLAMENTE TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA?

Siendo razonables y legítimos muchos pensamientos, movimientos e ideologías son valiosas, sin embargo solamente confío, creo en Cristo.

* Es muy legítimo pensar que las ideologías pueden trabajar por la justicia en la sociedad, pero yo no creo en K Marx, ni en los líderes de los diversos partidos, ni en el capitalismo. Creo en Cristo.

* Es muy legítimo amar el propio pueblo, la propia cultura y sentirse perteneciente a un grupo humano, pero yo no creo, en el sentido de fe, en la etnia. Eso al fin y al cabo es también una ideología y no es lo mismo fe que ideología. Solamente creo en Cristo.

* Es muy razonable pensar en el psicoanálisis como terapia psicológica, pero yo no creo en S Freud, creo en Cristo.

* Es posible que algunos movimientos eclesiásticos actuales ultramontanos y “pseudo-segurolas” (dejémoslo ahí), hagan algún bien a determinadas personas, pero no son el eje de la fe, el centro, la roca de la fe es Cristo y solamente Cristo.

¿A dónde vamos a ir si solamente Tú tienes palabras, vida eterna?

El que creó y quienes oraban con el salmo 20 eran muy conscientes de esta cuestión:

Unos confían en sus carros de combate, otros confían en su caballería, nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios. (Salmo 20,7)

Unos confían en su poder, en la fuerza, en su dinero, en el brillo social, nosotros confiamos en el Señor.

El pasado domingo os comentaba en la homilía cómo podemos tener puesta nuestra esperanza con ansiedad en el progreso, en lo que la tecnología nos pueda ofrecer.

El cristiano confía y descansa en el Señor. No nos va a ocurrir nada más sereno y realizador que JesuCristo. Ex memoria, spes. Nuestra esperanza nos viene de la memoria de Cristo.

En el Señor se está bien y en paz. En el recorrido de la vida con sus momentos buenos, así como en las situaciones difíciles, en los fracasos y decepciones, se está bien en el Señor y se encuentra descanso.

Cuando ya más que adulto uno comienza a ser anciano, creer, lo que se dice creer, solamente cree y confía absolutamente en Dios por medio de JesuCristo.

En esta fe quiero vivir y morir

La fe es algo muy humilde, incluso frágil y pobre, pero llena de vida.

La semilla de la fe es la que da sentido a nuestra vida y su transcurrir.

NOSOTROS CREEMOS QUE TÚ ERES EL SANTO DE DIOS.

TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.

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Domingo XIX del Tiempo Ordinario. 11 de agosto de 2024

Domingo, 11 de agosto de 2024
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No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre, que me ha enviado”

(Jn 6,41-51)

Podemos comenzar transformando en positivo este versículo: “Bendecid. Solo puede venir a mí quien es atraído por el Padre”.

El seguimiento de Jesús no tiene su origen en nosotras, la iniciativa primera es de Dios. Es Dios quien atrae, quien despierta la sed, quien suscita el deseo… Nuestra parte está en ese ir a Jesús, acercarnos y seguirle, escucharle y dejarnos hacer por Él.

Los judíos que le escuchaban le criticaban porque creían saber quién era, de dónde venía, quiénes eran sus padres… Pero parece que Jesús les pide que vayan más allá, que traspasen ese muro de creer saberlo todo… y se dejen acariciar por el regalo de la novedad de su amor.

Juan, en esta parte del Evangelio, nos propone recordar a los israelitas que, al poco de huir de Egipto, en Éxodo 16, se quejan a Moisés y a Aarón por no tener qué comer.

También se nos invita hoy a mirar nuestras críticas y nuestras murmuraciones. En la Iglesia nos es muy fácil criticar a otras personas que no siguen a Cristo como nosotras, que oran de diferentes maneras, que tienen otros compromisos y otra forma de expresar su fe… Ojalá, cuando lo hagamos, escuchemos a Jesús diciéndonos: todas las personas que vienen a mí han sido atraídas por el Padre. Quizás comencemos a sentirnos realmente hermanadas, nos alegremos al descubrir la riqueza de las seguidoras de Cristo…

Cuando era adolescente, discutía mucho con mi hermano y luego iba quejándome a nuestra madre. Ella intentaba calmarme y me decía: “Pero, ¿por qué discutís tanto? ¡Si en el fondo sois los dos iguales!”. No le entendía nada. Luego me he dado cuenta “de mayor” que nos pasa lo mismo… Nos molesta y criticamos a las demás personas pero, en el fondo (nos guste o no), nos parecemos muchísimo… Hemos sido creadas a imagen y semejanza de Dios, ¿no?

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por atraernos hacia Ti.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Si vivimos la misma vida de Dios, somos ya eternos.

Domingo, 11 de agosto de 2024
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Jn 6,41-52

Seguimos en el c. 6 de Juan. Aumenta la tensión entre los judíos y Jesús. A medida que Jesús va profundizando en la enseñanza y ellos creen entender lo que quiere decir, se hace más insoportable su mensaje. La propuesta sigue siendo la misma, pero va apareciendo la enorme diferencia que existe entre lo que ellos han aprendido y lo que Jesús les quiere transmitir. El balance final es desolador; de los cinco mil quedaron doce, y uno es Judas.

Lo criticaban porque había dicho: yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Bajar del cielo es una de las claves para comprender a Jesús en este evangelio. Se trata de una metáfora que no podemos entender literalmente, Dios está en todo. Siguen las alusiones al AT. “Criticaban” es el mismo verbo que la versión de los LXX utiliza para hablar de las murmuraciones en el desierto. Los israelitas murmuraron contra Moisés en el desierto por no darles de comer como comían en Egipto. Les recuerda que el pueblo estuvo contra Moisés en los momentos difíciles. Aquellos no confiaron en Moisés y estos no confían en él.

¿No es este el hijo de José? En los sinópticos, hacen el mismo comentario los vecinos de su pueblo. El mayor obstáculo para acercarse a Jesús, es conocerlo demasiado bien. Lo mismo puede pasarnos a nosotros, creemos conocer a Jesús y nos quedamos en ayunas. Para su mentalidad la lógica es aplastante. Si es hijo de José, no puede ser hijo de Dios. Hoy apreciamos el ridículo que supone contraponer la paternidad de Dios a la de José, seguimos en la misma contradicción. Jesús no puede ser hijo de José, porque es hijo de Dios. Son realidades de naturaleza distinta. Hemos caído en la trampa solo que al revés.

Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae. Se trata de una expresión clave en el evangelio de Juan. Dios nos empuja siempre desde dentro. Más de 90 veces hace Juan referencia al Padre. Nuestro concepto de padre tenemos que cambiarlo por el de principio, origen, fundamento, germen, comienzo, razón de ser, realidad última. La última realidad no se puede expresar con palabras ni con imágenes, por eso encontramos en los evangelios tantas aparentes contradicciones. El mismo Jesús dice en otro lugar: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Para entenderlo, tenemos que ir más allá de los contrarios.

Y yo lo resucitaré el último día. Debemos tener mucho cuidado con esta frase. Lo que normalmente hemos entendido por resurrección no sirve para descubrir el sentido que aquí quiere darle el evangelio. Es una manera de decir que está tratando de una Vida, a la que no afecta la muerte. “Hemos pasado de la muerte a la vida, lo sabemos porque amamos a los hermanos”. La Vida definitiva tiene también un alimento trascendente. Ese alimento tiene el mismo origen que tiene esa Vida: Dios. “El último día” esa Vida permanecerá idéntica a hoy. La Vida definitiva ya está en nosotros, solo espera ser activada.

Serán todos discípulos de Dios. También Jesús es discípulo, el mejor; por eso puede ser a la vez maestro. Ir a Jesús, ir al Padre es conocerlos, no por vía racional, sino por vía vivencial. La fe es actitud vital y no asentimiento a verdades teóricas. “Esta es la salvación, que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado, Jesucristo”. Solo la persona que ha tenido experiencia de Dios, puede comprender lo que otra diga de Él. Ellos estaban incapacitados para comprender a un Dios que está al servicio del hombre. Para ellos Dios es el Soberano, el Señor. La única relación que cabe con Él es un servilismo de toma y da acá.

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, pero murieron. Una nueva referencia al maná para dejar clara la diferencia. El maná alimenta el cuerpo que tiene que morir. Jesús alimenta el espíritu, dando una Vida a la que no afecta la muerte. Esa es la diferen­cia. La expresión “pan de Vida” no se encuentra en ninguna otra parte de la Biblia; eso indica la originalidad de Juan. La VIDA (con mayúsculas) es el tema fundamental del evangelio de Juan. Se trata de la misma Vida de Dios. Más adelante nos dirá: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre”. Se trata de la VIDA que es el mismo Dios.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que come este pan vivirá para siempre. Jesús es alimento de la verdadera Vida. Este es el mensaje de Juan. Dios lo es todo para Jesús, y seguirá siéndolo todo para los vivan la misma Vida que vivió Jesús. Debemos tener claro que Jesús no puede suplantar en ningún momento a Dios. En este capítulo, más de quince veces se hace referencia a Dios, para dejar claro que el verdadero protagonista es Él, no Jesús. Ya en las primeras comunidades se pasó del Jesús que predica a Dios y su Reinado, al Cristo predicado. En Juan se ve claro este paso.

El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. No pueden comprender que su Dios se pueda manifestar en la carne. Recordemos que “carne”, para los judíos, era el mismo ser humano, pero en su aspecto más bajo; lo que le hacía limitado y contingente; aquello por lo que le venían todos sus “males”: dolor, enfermedad, muerte… Es tal vez la afirmación más rotunda sobre la encarnación en todo el NT. Para ellos, Dios era lo contrario de cualquier limitación. Para ellos un Dios-carne, un Dios ‘limitado’ es inaceptable. Jesús quiere hacerles ver que no hay contradicción, el Espíritu se manifiesta siempre en la carne.

La grandeza de la carne consiste en que está informada por el Espíritu sin dejar de ser carne. Desde ahora, solo se puede encontrar al verdadero Dios en la realidad material, no en alguna parte fuera de ella y en el Hombre. Esa diferencia radical es la que trata de manifestar el evangelio de Juan. Pensemos en el diálogo con Nicodemo: “Hay que nacer de nuevo”. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. La carne es neutral; puede ser la base de lo más bajo y de lo más sublime. Nuestro error es pensar que para acercarse a Dios hay que alejarse de la carne.

Después de dos mil años, seguimos sin comprenderlo. Un Dios involucrado en la carne sigue siendo inaceptable para nosotros. Por eso hemos descarnado la persona misma de Jesús corvirtiéndolo en Cristo. La Escritura dice con toda claridad que el Verbo se hizo carne, pero nosotros nos empeñamos en decir que la carne se hizo Dios. El Dios identificado con la carne no interesa a nadie, y menos a los dirigentes, porque hace imposible la manipulación de los intermediarios. Pero es inaceptable también para los cristianos de a pie, porque nos permite la relación intimista que no pasa por el encuentro con los demás.

Hemos convertido la eucaristía en cosa sagrada, olvidándonos de que es signo de la unidad y del amor. El fin de la eucaristía es descubrir que todo ser humano es sagrado, haciéndole objeto de nuestra adoración. Cada vez que nos arrodillamos ante Dios, estamos creando un ídolo. Dios no es objetivable. Cuando me arrodillo estoy poniendo a Dios de rodillas ante mi falso yo, que intento potenciar. Seguimos empeñados en convertir el pan en Jesús, pero el evangelio dice que Jesús se convierte en pan. No tengo que adorar a Jesús, convertido en pan sino convertirme yo en pan y ser de provecho para todo el que me coma.

 Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Maná del cielo: El beneficio espiritual de las quejas.

Lunes, 5 de agosto de 2024
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IMG_6583Maná caído del cielo


La publicación de hoy es de Michaelangelo Allocca, colaborador de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el decimoctavo domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Si ha leído alguna de mis reflexiones sobre las Escrituras en este blog, probablemente no le sorprenderá saber que he impartido un curso llamado “Humor y espiritualidad” varias veces; Nadie que me conozca personalmente se sorprende en absoluto. Tampoco debería sorprender que la primera lectura de hoy aparezca generalmente en mi curso.

Escuchamos acerca de Dios proporcionando maná en el desierto. El humor no está en la alimentación milagrosa (aunque la caza masiva nocturna de codornices proporciona algunas imágenes cómicas), sino en lo que la provoca. La historia comienza con “toda la comunidad quejándose contra Moisés y Aarón”, algo comprensible para un viaje de cuarenta años a través de territorio desconocido; imagínese cualquier viaje largo en automóvil con niños.

El elemento cómico está tanto en el estilo como en el contenido de la queja. La queja básica – “tenemos hambre” – es comprensible, pero preste mucha atención a cómo se expresa:

“¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, mientras nos sentábamos junto a nuestras ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos! ¡Pero tuviste que llevarnos a este desierto para que toda la comunidad muriera de hambre!”

Observe cómo la clásica apertura en lenguaje de rabieta “Ojalá estuviera muerto” realza lo irrazonable de la queja. Luego observe el contraste que están haciendo: “¡¡¡TENÍAS que arrastrarnos hasta aquí para morir de hambre, en lugar de dejarnos contentos y llenándonos la cara en Egipto!!!”

Es un poco difícil imaginar a alguno de estos quejosos diciendo esto con cara seria. Todo el éxodo comienza porque Dios escucha y responde a los gritos de los israelitas, que suplican ser liberados de la dolorosa opresión que han estado sufriendo durante muchos años en esclavitud. El lamentable sufrimiento descrito, los suspiros y gemidos por el rescate divino, no se parecen en nada a la comodidad cómoda y a las cenas de filete chuletón de todo lo que puedas comer por las que parecen sentir nostalgia en sus quejas actuales.

No hace falta decir que Dios vuelve a escuchar sus gritos y responde con alivio, quizás sonando un poco gruñón: “Ahora haré llover pan del cielo” tiene connotaciones de “¿Quieren comida? Les daré comida, está bien…

Los evangelios obviamente muestran que la respuesta de Dios continúa en la persona de Jesús; más obviamente, en la historia del evangelio del fin de semana pasado sobre Jesús alimentando milagrosamente a miles de personas.

Pero como vemos en las lecturas de hoy, el mismo síndrome de memoria increíblemente corta del pueblo de Dios continúa. La historia del evangelio comienza con la multitud persiguiendo a Jesús a través del mar de Galilea después de que éste desapareciera tras el episodio anterior (Juan 6,1-15, evangelio del domingo pasado) cuando multiplicó los panes y los peces. Esta acción demuestra claramente su fe en Jesús y su deseo de seguirlo – y sin embargo, unos pocos versículos después de la conversación, cuando Jesús les pide que crean en él, ellos responden: “¿Qué señal puedes hacer para que podamos ver y creer en tí?” (Imagina el gesto de incredulidad de Jesús)

Estas son las mismas personas, más de 5.000 personas, que Jesús acaba de alimentar con el equivalente a un cubo de ocho piezas del Coronel. Y por eso lo siguieron hasta el otro lado del mar. La ironía se vuelve aún mayor, porque en el momento en que piden una señal, hacen la comparación obvia de qué señal quieren: “Nuestros antepasados comieron maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”. Seguramente una persona entre esta multitud, recordando que sus antepasados fueron alimentados milagrosamente en el desierto, habría notado: a) les acababa de suceder lo mismo; yb) también estaban reviviendo la memoria absurdamente selectiva de sus antepasados.

Por más fácil que sea reírse de las debilidades del pueblo de Dios en las Escrituras (aunque, espero, reconocerlas como nuestras propias debilidades), en realidad encuentro que la risa es espiritualmente útil: estoy bastante seguro de que el humor de las Escrituras está ahí para recordarnos que es un rasgo necesario, saludable y dado por Dios.

Como católico gay, encuentro la espiritualidad de un sano sentido del humor quizás incluso más esencial que mis hermanos heterosexuales, y también aprendo algo irónico de estos textos: quejarse, dentro de lo razonable, puede ser algo espiritualmente positivo. Cuando miramos más allá de la divertida desorientación de la gente en las historias de hoy, también vemos que Dios rescató a los israelitas porque los escuchó clamar. Su insatisfacción con su vida actual en Egipto les hizo pedir a Dios un futuro mejor, y la respuesta fue ““. Abundantemente. De manera similar, las personas que siguen a Jesús quieren algo más que su status quo actual y puede que no obtengan una respuesta que tenga sentido inmediato, pero obtienen Su atención y compasión.

Nosotros, en la comunidad católica LGBTQ+, también necesitamos encontrar una respuesta mejor que la resignación o la desesperación por ser vistos como miembros poco completos o indignos por muchos en nuestra Iglesia. Los hijos de Israel clamaron pidiendo ayuda y fueron escuchados. Los seguidores de Jesús siguieron siguiéndolo, sin importar cuán confundidos estuvieran a veces, y siempre encontraron la compasión de Aquel a quien buscaban.

Estas historias y otras similares me ayudan a encontrar el humor y la paciencia necesarios para creer, como lo hicieron mis antepasados, que mis quejas también serán escuchadas y contestadas. “Pedid y recibiréis”, nos dicen. Sin embargo, no se especificó el tono de voz para la pregunta.

—Michaelangelo Allocca, New Ways Ministry , 4 de agosto de 2024

Fuente New Ways Ministry

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París bien vale una misa (Dom 18 TO, Jn 6, 24-36): Eucaristía, carne de Dios

Domingo, 4 de agosto de 2024
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IMG_6571Del blog de Xabier Pikaza:

 Sólo un humano puede saciar a otro humano, dándole así vida”

Esta frase (Paris vaut bien une messe) se atribuye a Enrique de Borbón y Navarra, que, tras duras guerra de religión, dejó el calvinismo y se convirtió al catolicismo, para ser coronado rey de Francia en Paris,el 25 de julio  del 1593, iniciando una dinastía de borbones, que siguen reinando en España

La frase “París bien vale una misa” parece apócrifa,   pero está en el fondo de un tipo de política social y religiosa, que ha llegado hasta los juegos olímpicos de París 2024, inaugurados, bajo la imagen ambigua de una Cena que suscitó la protesta de muchos católicos.

Imágenes. No me parece oportuna poner la de los juegos Paris 2024. Pongo una imagen confesional (Catacumbas, Roma antigua) y otra de crítica social (Buñuel, Viridiana, 1961)

Dios se hace carne, “cena” de Dios, Jn 6,24-35.

Quizá Enrique IV no pronunció esas palabras, ni los organizadores de los  juegos Paris 2024 quisieron herir a los cristianos, pero el tema de fondo  (carne de Dios) es muy importante para todos los cristianos.   Muchas cosas han cambiado desde entonces, no sólo en Francia, sino en todo el mundo  y a pesar del mayor ecumenismo y tolerancia del  momento actual hay signos como el de la imagen de la Cena de los juegos qu3  debieron haberse evitado, a  no ser que se quiera entrar al fondo del tema, como hace el evangelio del domingo.

“En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, cuándo has venido aquí?” Jesús contesto: “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.” Ellos le preguntaron: “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”” Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan.” Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre”.

Yo soy el pan de vida

IMG_6572Jesús no dijo “Soy el que soy” en absoluto (Ex 3, 14, sino yo soy el pan (ho artos), es decir, el alimento (en hebreo: lejem), aquello que hace vivir, añadiendo  ho dsôn, es decir, el pan que está vivo (en hebreo, hayyim), como el mismo Dios que es HayHayyim, Viviente, la Vida.

Ciertamente, el pan empieza siendo alimento biológico y signo de riqueza material (y dede poder social), y por eso Jesús puso como primer mandato “dar de comer al hambriento” (Mt 25, 31-46), pero, cuando el Diablo quiso arreglar todos los problemas del mundo a través del pan de la economía material comprada y vendida, Jesús le respondió “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios” (Mt 4, 4), para que los hombres la compartan. Hay un pan externo que puede volverse principio de poder de unos sobre otros. Pero hay un par de vida compartida, en gratuidad, pan de afecto  y comunicación personal

                        Desde esta perspectiva podemos y debemos afirmar que la vida y alimento de un  ser humano  es otro ser humano, y que el único pan que le sacia es otro ser humano, en forma de vinculación  social y familiar. Hay Eucaristía (somos  Cena de Dios) allí donde nos damos y acogemos mutuamente, alimentando a los demás con nuestra vida.

 Este es el tema del discurso del “pan de vida” de Jesús en Cafarnaúm, que sigue a las multiplicaciones.  En un sentido,  el relato de Juan resulta más tradicional que el de los sinópticos pues ha destacado el carácter mesiánico y político del signo, de forma que sus beneficiarios que se han alimentado con los dones de Jesús quieren tomarle y coronarle rey, traduciendo su  “milagro” en forma de poder eclesial y alimenticio (cf. Jn 6, 14).

 Sólo un humano puede saciar a otro humano, dándole así vida

IMG_6573Ser hombre de verdad (mesías de Dios) implica convertir la vida en “carne” (pan de vida) para otros El hombre se alimenta de comida, leche y pan, fruta, cereales etc.,  pero sobre todo de alimento humana: Por el cuidado de padres y formadores hemos crecido, por su amor somos los que somos, de forma que no sólo nos alimentamos juntos (compartimos comida), sino que vivimos unos de la vida de otros.

Pan del cielo. Ellos dijeron a Jesús:¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?   Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dio a comer pan del cielo. Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios el que baja del cielo y da la vida al mundo (Jn 6, 30-34).

Somos pan de Dios unos para otros; pero a veces en vez de ser fuente de vida para otros somos causantes de su muerte. La humanidad sólo tiene sentido y futuro si nos hacemos eucaristía unos para otros, ofreciéndoles no sólo palabra, sino comunión de vida. De esa manera, en esa línea, para ser fuente de vida en amor para otros vino Jesús y actuó como mesías de Dios sobre la tierra.

Hambre de Dios. Entonces dijeron al  Señor: danos siempre de ese pan. –  Jesús les dijo: Yo soy el pan vivo (=de vida). El que venga a mí, no tendrá hambre,  el que crea en mí, no tendrá nunca sed (Jn 6, 35).

             Jesús es Pan viviente que sacia un hambre distinta de humanidad, hambre de comunión y perdón, hambre de resurrección. Hay millones de hombre y mujeres que viven con hambre de pan material, pero muchos más tienen hambre de humanidad, de acogida, respeto, dignidad (Mt 25, 31-46).

Más que cuerpo compartido la eucaristía de Jesús, es “carne”. Algunos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo, preguntando: ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede  decir ahora: He bajado del cielo? – Jesús les respondió:  No murmuréis entre vosotros…. Yo soy el pan de vida. Vuestros   padres comieron el maná en el desierto y murieron….  Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le daré, es mi carne para vida del mundo (Jn 6, 41-51).

            El tema de fondo es la “carne” (vida más honda de amor, respeto mutuo, perdón, entendimiento). Ciertamente, hombres y mujeres comen pan externo y se alimentan mientras siguen en el mundo de alimentos materiales, de plantas y animales. Pero sólo les sacia una comida humana, el cuerpo y sangre (carne) de otros seres personales, como supo Jesús cuando decía, el día de la Cena: Comed: esto es mi Cuerpo.

            Nosotros somos el más hondo alimento del mundo, el más necesario. De  la madre y padre vive el niño, del amor vive el amigo, de la solidaridad de otros vivimos…  vida de los seres humanos se vuelve así amor, cuerpo mesiánico centrado y culminado en Cristo, cuerpo compartido de la humanidad entera (1 Cor 12-14).

Disputa sobre la carne de Jesús.– Discutían entre sí algunos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? – Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros… Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.  El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Como el Padre viviente me ha enviado, y yo vivo por el Padre, el que me coma vivirá por mí (Jn 6, 52-57). Si no dais vuestra vida en comida a los otros, si no os alimentáis de amor mutuo, palabra de afecto, de ayuda mutua, todos acabaréis destruyéndoos.

Esta es la revelación de la Eucaristía, de la “última cena” de la humanidad… Esta es la cena en que unos dan vida a los otros. Ciertamente, Cristo dice “esto es mi cuerpo, esta es mi sangre”, pero en Cristo y con Cristo, como mesías total han de decirlo todos los creyentes, unos a los otros, pues cada uno está (existe) en sí mismo en la medica que se da y existe en los otros.

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Eucaristía e inmortalidad. Domingo 18. Ciclo B.

Domingo, 4 de agosto de 2024
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fraccic3b3n-del-pan-3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

¿Cuántos miles de veces has comulgado desde que hiciste la Primera Comunión? ¿Se ha convertido ya en rutina, aunque seas consciente de su importancia? Hablando de otro tema: ¿qué piensas de la otra vida? ¿Eres de los que dicen: «El pobrecito se ha muerto», como si fuera una desgracia sin remedio? A menudo preferimos no hacernos estas preguntas. Es más cómodo esconder la cabeza, como el avestruz. Pero el autor del cuarto evangelio (san Juan o quien sea) disfruta amargándonos la vida.

El debate sobre el pan de vida

Este domingo y los tres siguientes se lee el «Debate sobre el pan de vida», que continúa el tema de la multiplicación de los panes y los peces. El inconveniente de dividir el debate y sus consecuencias en cuatro domingos es que se pierde su fuerte tensión dramática. Por ello, considero importante ofrecer una visión de conjunto, aunque haya que anticipar datos de los próximos domingos.

Los interlocutores del debate

Los interlocutores de Jesús, aunque resulte extraño, cambian: al principio son los galileos que se beneficiaron del milagro de la multiplicación de los panes; cuando el debate adquiere un tono polémico, son los judíos quienes «critican» a Jesús y «discuten entre ellos». Pero su reacción final, cuando termina de hablar Jesús, no se cuenta. El protagonismo pasa a muchos de sus discípulos [de Jesús], que «se escandalizan» y lo abandonan. Al final, solo quedan los doce.

Los tres puntos principales del debate

Los debates y discursos de Jesús en el evangelio de Juan, aunque largos y complicados, se pueden resumir en pocas ideas. En este podemos distinguir tres, estrechamente relacionadas.

  1. La «vida eterna» (vv.27.40.47.54), «la vida» (v.33.53), «vivir para siempre» (v.51.58). Es un tema obsesivo del cuarto evangelio, que comienza afirmando que «el Verbo era vida» y lo ejemplifica en la resurrección de Lázaro, donde Jesús se muestra como «la resurrección y la vida». Recuerda lo que decía Miguel de Unamuno: «Con razón, sin razón, o contra ella, lo que pasa es que no me da la gana de morirme».
  2. Esa vida eterna se consigue comiendo «el pan de la vida» (v.35.48.51), «el verdadero pan que da la vida al mundo» (v.33.51), «el pan que ha bajado del cielo» (v.41.50.58). Al que come de ese pan, Jesús «lo resucitará en el último día» (vv.39.40.44.54).
  3. Los dos temas anteriores están muy vinculados al de la fe en Jesús: «lo que Dios quiere es que creáis en el que ha enviado» (v.29); «el que cree en mí nunca tendrá sed» (v.35); «el que cree en mí tiene la vida eterna» (v.47). Por eso, los discípulos que abandonan a Jesús lo hacen porque «no creían» (v.64); en cambio, los Doce, como afirma Pedro, «hemos creído y sabemos que tú eres el santo de Dios» (v. 69).

Por consiguiente, al hablar del «pan de vida», la fuerza capital recae en «la vida», esa vida eterna a la que Jesús nos resucitará en el último día. Igual que la comida no es un fin en sí misma, sino un medio para subsistir, el pan eucarístico está directamente enfocado a la obtención de la inmortalidad. Quien comulga, como algunos corintios, sin creer en la otra vida, no es consciente de la estrecha relación entre eucaristía y vida eterna.

El desarrollo del debate y sus consecuencias

En el texto litúrgico (que suprime el pasaje 6,36-40) podemos distinguir tres grandes partes (domingos 18, 19, 20), centradas en el diálogo entre Jesús y los presentes en la sinagoga de Cafarnaúm. Todo termina con la reacción tan distinta de muchos discípulos y de los Doce (domingo 21).

La primera parte (domingo 18), que desarrollaré luego, termina con una revelación inimaginable por parte de Jesús: «Yo soy el pan de vida», «el que baja del cielo y da la vida al mundo».

La segunda (domingo 19) comienza con la reacción crítica de los judíos ante la pretensión de Jesús de haber bajado del cielo. Imposible: conocen a su padre y a su madre. Pero él termina con una afirmación más desconcertante aun: «el pan que yo daré es mi carne».

La tercera (domingo 20) empalma con la afirmación anterior: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Los judíos llevan razón. Parece imposible, absurdo. Jesús no lo explica ni matiza. Insiste en que comer su carne y beber su sangre es la única forma de conseguir la vida eterna.

Con lo anterior termina del debate, sin que se diga cómo reaccionan los judíos. Pero sí se indica la reacción de los discípulos (domingo 21), distinguiendo entre el escándalo de mucho de ellos y la respuesta positiva de los Doce.

Notas al debate

  1. Aunque las ideas puedan resultar claras, son difíciles de aceptar. La reacción normal de los oyentes es que les están tomando el pelo, que Jesús está loco, o que es un blasfemo. Una persona a la que conocen de pequeño, igual que a su familia, tiene que haberse vuelto loca para decir que ha bajado del cielo, que es superior a Moisés, que quien viene a él no tendrá nunca hambre ni sed, que es preciso comer su cuerpo y beber su sangre, como si ellos fuesen caníbales.
  2. Jesús recurre a la ironía («me buscáis porque os hartasteis de comer»), al escándalo (rebajando la importancia del maná) y a expresiones simbólicas desconcertantes (comer su carne y beber su sangre). Con ello pretende lo contrario que los políticos actuales: que solo lo siga un grupo selecto, aquellos que «le trae el Padre». Este enfoque desconcertante del cuarto evangelio se basa probablemente en la experiencia posterior a la muerte de Jesús, y pretende explicar por qué la mayoría de los judíos no lo aceptó como enviado de Dios.
  3. El debate no reproduce lo ocurrido al pie de la letra, es elaboración del autor del cuarto evangelio. Él sabe que sus lectores, su comunidad, entenderá rectamente los símbolos. Cuando Jesús dice que «mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida», que hay que comer su cuerpo y beber su sangre, saben que no se trata de comer un trozo de su brazo o beber un vaso de su sangre; se refiere a la eucaristía, al pan y la copa de vino que comparten.
  4. Desde un punto de vista pastoral, si el tema ya era complicado y escandaloso para muchos discípulos, los teólogos se han encargado de complicarlo aún más con el concepto de «transubstanciación». El que tenga dificultades sobre este punto podría acogerse a las palabras finales de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios». Y que los teólogos sigan discutiendo.

1ª lectura (Ex 16, 2-4.12-15)

Ya que el evangelio hace referencia al don del maná, se lee la versión del libro del Éxodo, que lo une al de las codornices (pan y carne). Hay otra versión muy distinta del maná, nada milagrosa, en el libro de los Números 11,7-9. En este relato, el pueblo está harto de no comer más que maná. Y se añade: «El maná se parecía a semilla de coriandro con color de bedelio; el pueblo se dispersaba a recogerlo, lo molían en el molino o lo machaban en el almirez, lo cocían en la olla y hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía el rocío en el campamento y encima de él, el maná».

Sin embargo, la versión que terminó imponiéndose fue la milagrosa, de un alimento que envía Dios desde el cielo, no cae los sábados para respetar el descanso sabático, todos recogen lo mismo, sabe a galletas de miel, y es tan maravilloso que hay que conservar dos litros en el Arca de la Alianza. Estos detalles han sido suprimidos en la versión litúrgica, que, sin embargo, mantiene a las codornices; podría haberlas dejado volando y nadie las echaría de menos.

En aquellos días, la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:

-¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad.

El Señor dijo a Moisés:

-Mira, haré llover pan del cielo para vosotros; que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi instrucción o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios.

Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento, y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto una polvo fino, como escamas; parecido a la escarcha sobre la tierra. Al verlo, los hijos de Israel se dijeron: «¿Qué es esto?». Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer.»

El maná y el pan de vida (Jn 6, 24-35)

La introducción ha suprimido muchos datos. Después de la multiplicación de los panes y los peces, los discípulos se marchan en la barca mientras Jesús se retira al monte huyendo del deseo de la gente de hacerlo rey. Por la noche, cuando la barca está en peligro por un viento en contra, Jesús se aparece caminando sobre el agua, sube a la barca y al punto llegan a tierra. Lo anterior se ha suprimido. El relato comienza cuando la gente advierte la ausencia de Jesús y de los discípulos y va a Cafarnaúm en su busca.

Empieza entonces el largo debate. La sección de hoy consta de cuatro intervenciones de la gente (tres preguntas y una petición), seguidas de cuatro respuestas de Jesús.

Todo comienza con una pregunta muy sencilla: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús, en vez de responder a la pregunta, hace un suave reproche («me buscáis porque os hartasteis de comer») y les habla del alimento que dura hasta la vida eterna. Lo lógico sería que la gente preguntase cómo se consigue ese alimento; en cambio, pregunta cómo pueden hacer lo que Dios quiere. Y Jesús responde: lo que Dios quiere es que crean en aquel que ha enviado. Los galileos captan que Jesús habla de creer en él, y adoptan una postura más exigente: para creer en él deberá realizar un gran prodigio, como el del maná. Con la referencia al maná le ponen a Jesús el tema en bandeja. Enfrentándose a la tradición que presenta el maná como «pan del cielo» y «pan de ángeles», Jesús dice que el maná no se puede comparar con el verdadero pan del cielo, que no se limita a saciar el hambre, sino que da la vida al mundo. Los galileos reaccionan de forma parecida a la samaritana: «Señor, danos siempre de ese pan». La respuesta de Jesús no puede ser más desconcertante: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás ¿Cómo reaccionará la gente? La solución el domingo próximo.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

-Maestro, ¿cuándo has venido aquí?

Jesús les contestó:

-En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna; el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

-Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?

Respondió Jesús:

-La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado.

Le replicaron:

-¿Y qué signo haces tú para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo».

Jesús les replicó:

-En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.

Entonces le dijeron:

-Señor, danos siempre de este pan.

Jesús les contestó:

-Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.

«El hombre comió pan de ángeles» (Sal 77)

El salmo alaba al Señor por su poder al alimentar al pueblo con el maná e introducirlo en «las santas fronteras» de la tierra prometida. Pensando en las palabras de Jesús, debemos alabarlo, no por aquel milagro pasado, sino por darnos cada día el verdadero pan del cielo.

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Noble actitud: sentir compasión

Domingo, 21 de julio de 2024
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jesus-orando-a-solasDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco…

        Los apóstoles vuelven cansados de las tareas misionales.

        Jesús les dice: venid a descansar a un sitio tranquilo…

Pero no se trata de un descanso tipo vacaciones del capitalismo. Eso se llama turismo o cosa parecida.

El descanso de Jesús es vivir en paz y en calma. Se trata de descanso y serenidad personal.

El descanso de Jesús es interior, es el estar con él, que meditábamos el pasado domingo.

El capitalismo nos programa los cansancios para programarnos las vacaciones. Y las vacaciones son como los “sanfermines”. Lanzan el cohete y todo el mundo sale disparado en un vuelo low cost hacia la playa de moda o hacia un país más o menos exótico…

Viktor Frankl criticaba este tipo de “kilometradas” como una ansiedad neurótica que no descansa el espíritu, la psicología, ni el espíritu humano.

Algo de esto podemos observar también en la vida pastoral de la iglesia. La vida pastoral se ha convertido en un activismo litúrgico ritual, pero sin calma, sin presencia. Según me parece, es preferible que un cura este en una y no en cinco  parroquias, y que esté presente (pastoral de presencia) en un pueblo atendiendo a los enfermos, a los niños, a los ancianos, etc… a que esté de “Herodes a Pilatos” celebrando misas. Mejor estar en calma, descansado en una comunidad, que no convertirse en trasportes litúrgicos en varias parroquias, sin estar en ninguna…

Estemos tranquilos y con serenidad en la vida:  tengamos descanso interior…

El descanso nos viene de poner serenidad en nuestra vida, de “poner en orden las cosas”, la propia existencia. Descansar en alguien, en último término en Dios.

02.- El Buen Pastor

Las dos lecturas de hoy nos hablan de los pastores: de los falsos pastores y del Buen Pastor.

Es una imagen muy bíblica. Dios es el Pastor de Israel: El Señor es mi Pastor… dice el salmo 22. El Señor guía a su pueblo … El buen Pastor apacienta, guía y lleva su rebaño hacia fuentes tranquilas, hacia verdes praderas. El evangelio de S Juan aplica esta  imagen a Jesús: Yo soy el Buen Pastor (Jn  10).

Es una noble tarea ser buenos pastores en la vida.

Los padres de familia y otros miembros de la familia sois buenos pastores. Un buen maestro, un médico vocacionado, algunos psicólogos competentes son buenos pastores. Algunas personas religiosas son también buenos pastores.

Sería muy noble también que políticos y sindicalistas, periodistas, medios de comunicación, juristas actuasen también guiando honradamente al pueblo y no tanto “asalariados” de los intereses de sus ideologías.

Jesús es buen Pastor que nos conoce y nos orienta en la vida. Estemos bien con Él y dejémonos guiar por Él.

03.- Sintió lástima.

        ¡Cuántas veces vemos en los evangelios que Jesús siente compasión, lástima de un enfermo, de quien sufre, de los marginados, del pueblo que vivía como ovejas sin pastor.

Jesús cuando ve aquellas gentes siente compasión de ellas porque, o no tenían pastores, o si los tenían era mejor que no los tuvieran: eran como un rebaño sin pastor… Y es que: todos los anteriores han sido salteadores y asalariados, (Jn 10, 8). Han sido cambistas y vendedores …

Sentir lástima, compasión es una actitud muy noble en la vida.

Hoy en día da pena que los políticos anden a la greña por si reciben o no a unos emigrantes. Se ha cambiado la compasión por los intereses políticos.

En la mentalidad bíblica se da un gran respeto por el extranjero y emigrante:

no maltratarás ni oprimirás al extranjeros, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto, (Éxodo 22,21).

Políticos que hacen la guerra y otros muchos que fabrican, venden o regalan armamento son los pastores de hoy en día, los que “guían” hoy al pueblo. ¿No andaremos también nosotros como ovejas sin pastor?

Jesús siente lástima: se acerca siempre con misericordia y bondad al ser humano, al pueblo.

Jesús no le pidió “papeles” a la samaritana, que no era judía, ni al centurión romano, no consideró ilegal a nadie…

Jesús se acerca al ser humano no por su nacionalidad, ni por su rectitud moral, ni por su riqueza o prestigio social o político…

Jesús se acerca a nosotros, a las personas, con misericordia: siente lástima. Jesús no viene con leyes y mandatos, ordenando esto o aquello, Jesús nos mira con afecto, con el corazón. Jesús lo vive todo desde la compasión. Era su manera de ser.

Jesús no pasa de largo ante el dolor, el sufrimiento, se acerca, acoge, sana, perdona. Así fue vivido y recordado por las primeras generaciones cristianas.

La cercanía, la compasión, la bondad sanan, alivian el sufrimiento. Jesús sufre con nosotros.

Jesús es el buen Pastor, quien ama, guía y llega a dar la vida por sus ovejas, por los suyos…

04.- ¿Nos sentimos queridos y guiados por el Buen Pastor?

        Es sanante y cristiano sentirnos no despreciados, ni abandonados, mucho menos condenados, sino acompañados por el Buen Pastor.

        Así podremos transmitir también a los demás, a las gentes sencillas, la bondad de Dios.

        A veces pensamos que la gente se ha marchado de la iglesia por cuestiones doctrinales, ¿No será que en la Iglesia no se percibe la compasión y la misericordia de Dios.

 

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Celibato de Jesús y misión LGBT, con Cristóbal RH y Fernando Cordero

Martes, 16 de julio de 2024
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IMG_5736Fernando Cordero y Cristóbal Rodríguez

Del blog de Xabier Pikaza:

“La tesis de Cristóbal Rodríguez es digna de ser reseñada”

Cristóbal Rodríguez Hernández, presbítero de la Iglesia de Tenerife, buen amigo, ha defendido en la U. Gregoriana de Roma su tesis doctoral “¿Cristianos de segunda categoría? Presencia de los creyentes LGBT en la Iglesia: acompañamientos e itinerarios de vida cristiana”.

Fernando Cordero, del Gobierno General de la Congregación de los Sagrados Corazones, también amigo, ha publicado en su canal You Tube, Cruzando fronteras”, una  entrevista con Cristóbal RH sobre la comunidad LGBT y su presencia en la Iglesia.

Imagen 1: Fernando Cordero y Cristóbal R. H., entrevistado sobre la tesis y el tema. La reflexión que sigue  sirve para situar bíblicamente el tema de la tesis de Cristóbal RH y está tomado de mi libro la Familia en la Biblia. 

IMG_5737Los cristianos LGBT no son toda la iglesia, pero son muy significativos. Por su forma de articular la fe y dar testimonio del Reino en un contexto con frecuencia marginado, y por el aval de la Univ. Gregoriana, la tesis de Cristóbal es digna de ser reseñada y situada en este blog. Cristóbal conoce bien mi forma de ser y pensar en la iglesia.  Hace unos años me invitó a compartir su amistad y su mesa, con el apostolado  que realiza en la parroquia de la Braña Alta, de la isla de la Palma en Canarias. Fueron para mí unos días importantes de aprendizaje y encuentro, con  alumnos y colegas,  en un contexto único de  mar y tierra,  de lava, de volcán.  Gracias, Cristóbal por todo y en especial por tu amistad.

    No quiero comentar tu tesis, ellas se comenta por sí misma,  y viene con el aval de Gregoriana, la institución de estudio y enseñanza más significativa de la iglesia romana. Sirva, además, de introducción la entrevista de Fernando Cordero, periodista amigo y colega. En este contexto para mis amigos de RD y FB adjunto aquí las páginas que siguen, tomadas de mi libro La Familia en la Biblia y de una editorial de Madrid que me ha pedido unas páginas sobre el celibato y misticismo de Jesús.

JESÚS, MÍSTICA DE  FAMILIA EUNUCO POR EL REINO

Jesús de Nazaret no cursó estudios oficiales, pero tuvo una aguda conciencia de la identidad israelita y de su tarea al servicio del Reino de Dios, a cuya llegada dedicó su vida. Fue yahvista radical, asumió las promesas de Israel (Antiguo Testamento) y quiso cumplirlas de manera radical. No se educó en una escuela de rabinos, ni en el templo de Jerusalén, sino en su familia y trabajo (fue artesano, en tiempos de grandes dificultades de subsistencia, como supone Mc 6, 4), pero un día abandonó casa y trabajo, para hacerse discípulo de Juan Bautista, compartiendo su mensaje y anunciando el juicio de Dios y la conversión.

Después se separó de Juan y comenzó a proclamar la inminencia del Reino de Dios y a preparar su llegado, escogiendo un grupo de discípulos con los que inició una fuerte “campaña” mesiánica, que le llevó a Jerusalén, donde fue ajusticiado por las autoridades del Templo y la administración romana. En ese fondo se entienden los dos apartados de este capítulo, que retoman dos elementos importantes de la vida de Jesús, en línea de familia:

  1. Eunuco por el Reino, una familia mesiánica. Para entender su proyecto debemos empezar evocando su estado social en el momento en que anunciaba su mensaje. Los evangelios le presentan como célibe, no por ascesis o compromiso de separación del mundo, sino por opción evangélica de entrega al servicio del Reino de Dios.
  2. Ruptura de familia. Ésta fue quizá su mayor ruptura (novedad): Quiso superar un tipo de familia de poder qu definía la vida y pensamiento israelita, no por afán de destrucción, sino para anunciar e iniciar el surgimiento de un nuevo modelo y camino de familia, abierta a los expulsados de aquella sociedad patriarcal.

01.- Proyecto de Reino, familia mesiánica

IMG_5727Tras haber dejado a Juan, para anunciar, provocar e iniciar el Reino de Dios, Jesús no se ocupó de sí mismo, sino de los pobres, excluidos, enfermos y hambrientos de su entorno galileo. Probablemente, se consideraba nazoreo, descendiente de David, pero eso no le situaba en un plano de de superioridad, sino que le hacía ponerse al servicio los otros, especialmente de los pobres y marginados (sin familia), a quienes anunciaba y ofrecía el Reino. En este contexto se entiende su celibato.

 Invocó a Dios Padre, y se consideró su hijo (como verdadero israelita), pero eso no le distanció o separó, sino que le unió con otros hombres y mujeres, pues se sintió llamado a compartir con ellos su camino. Vivió para los demás, como hijo de Dios, siendo hermano y amigo de los carentes de familia, de forma que tras su muerte en cruz «aquellos que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo…» (Josefo, Ant. XVIII, 63-64). En ese contexto se entiende su celibato, como forma de ser y vivir para el Reino,  en libertad de amor y en servicio de vida para crear una fraternidad universal, a partir de los marginados, apareciendo así como eunuco por el Reino de los cielos.

Parece que fue célibe. La tradición israelita suponía que tanto el varón como la mujer debían casarse y tener hijos, pero ya Sab 3, 13‒4, 6 había incluido una alabanza al eunuco y a la mujer soltera/estéril, si eran fieles a Dios (cf. Is 56, 3-5). En esa línea, algunos movimientos judíos de origen helenista y palestino (terapeutas y esenios), habrían podido aceptar e incluso apoyar un celibato, vinculado al descubrimiento de Dios o a motivos de pureza y cercanía escatológica, pero casi siempre en clave de ascetismo “varonil” y de “nobleza” espiritual.

Pero Jesús no ha sido célibe en esa línea, por pureza o espiritualismo (huída del mundo), ni para cultivar de esa manera una “virtud” más alta, como varón liberado para el servicio de los auténticos “valores”, sino para identificarse con los pobres, en especial con aquellos que no podían crear familia estable según ley, pues no contaban con medios materiales, sociales o personales que les permitieran casarse (=mantener una casa), y así pudieron vincularle con los “eunucos” a quienes en general se acusa de “falta de hombría”.

En principio pudo haberse casado antes de hacerse discípulo del Bautista, pero la tradición no ha conservado recuerdo de ello, en un contexto donde su matrimonio no hubiera creado dificultades para la Iglesia posterior, que tuvo, sin embargo, aprietos para situar y entender la función de su madre y sus hermanos, en un contexto donde podían haberle acusado de abandonar a su esposa (abandono que iba en contra de su opción de reino, en Mc 10, 1-9).

Un texto de tradición antigua (Mc 6, 4) le presenta como artesano (tektôn), pero no conocemos su estilo de vida anterior, y el conjunto del Nuevo Testamento (cuidadoso en situar a su madre y hermanos  en la Iglesia) no ha transmitido la memoria de su esposa o de sus posibles hijos, como haría si los hubiera tenido. Un pasaje muy significativo le presenta como “eunuco por el Reino” (Mt 19, 12), en un contexto donde esa palabra tiene un carácter peyorativo.

 Eso, y su modo de vida, está indicando a, mi entender, que era célibe, no por opción espiritual (intimista), sino  por experiencia y voluntad de comunión con miles de personas que no podían mantener un tipo de familia patriarcal   y porque buscó otro tipo de comunicación donde cupieran los excluidos, solitarios, enfermos, y de un modo especial los eunucos, con las prostitutas. Su celibato no se entiende, ni tiene importancia por aislado (¡los evangelios ni lo mencionan!), sino por la forma concreta en que Jesús debió vivirlo, como expansión y consecuencia de su opción de Reino. No fue un presupuesto ni expresión de una condena de los lazos familiares (o del sexo), sino una experiencia que le vinculaba con los más pobres. No era un tipo de vida que le liberaba de las “pasiones de la carne”, ni de las ataduras que supone un tipo de familia, sino una experiencia de solidaridad con grupos y personas despreciadas de su tiempo.

Jesús fue célibe por su vinculación con los pobres sin casa  posibilidad de casamiento  y familia (leprosos, prostitutas, enfermos, abandonados), que no podían mantener una relación de vida estable, socialmente reconocida como indica su respuesta sobre  de los eunucos  que los son desde el vientre de su madre y de aquellos que han sido castrados por los hombres, comparándose con ellos, y presentando a sus discípulos como “eunucos por el Reino de los cielos” (cf. Mt 19, 12).

En su forma actual (inserto en la disputa sobre el matrimonio) ese logion o palabra puede haber sido recreada por una comunidad posterior, con tendencias ascéticas (en la línea de un celibato honorable, que permite crear una “casta” de funcionarios eficientes al servicio de la Iglesia), y así se ha entendido en parte de la tradición cristiana. Pero, en su origen, conserva un recuerdo de Jesús y de su grupo, pues su celibato (eunucato) no nació por ascesis, sino por despliegue de una afectividad no patriarcal, que le permitió vivir en solidaridad con los marginados y pobres (y en especial con los eunucos). Leer más…

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Dom 14.7.24. Marginar el “instrumento” sinodal, retomar el evangelio (Mc 6, 6-12)

Domingo, 14 de julio de 2024
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IMG_6177Del blog de Xabier Pikaza:

Dije  hace dos días en RD y FB que el “instrumento de trabajo” para el Sínodo  “estaba algo vacío de evangelio“.

La fortuna litúrgica ha querido que este domingo (14.7.24, Dom 15 TO, Ciclo B) toque un evangelio clave (Mc 6, 6-12) para plantear desde otra perspectiva,  como haré en la reflexión que sigue.

Mc 6, 6b-12 (+ 6, 30)

  • (a. Envío) 6b. Y recorría las aldeas del entorno enseñando. 7 y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos,
  • (b. Autoridad) dándoles poder sobre los espíritus impuros.
  • c. Equipamiento) 8 Les ordenó que no tomaran nada para el camino, excepto un bastón. Ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja. 9 Que calzaran sandalias, pero que no llevaran dos túnicas. 10 Les dijo además:
  • (c Programa de Misión) Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de aquel lugar. 11 Si en algún sitio no os reciben ni os escuchan, salid de allí y sacudid el polvo de la planta de vuestros pies, como testimonio contra ellos.
  • (b’. Cumplimiento de la misión) 12 Y, saliendo predicaban para que se convirtieran. 13 Expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. (a’ Retorno) [en Mc 6, 30-32]

Introducción

  Éste pasaje ofrece unas líneas básicas de la sinodalidad para la nueva misión siglo XXI (Sínodo 2024), desde una perspectiva de recreación de iglesia. Hay en el NT otros pasajes importantes para replantear el tema, empezando por las cartas originales de Pablo, siguiendo por Juan, pasando por Hechos y culminando en cartas deutero-paulinas, pero Mc 6, 6-13 par es el más significativo.

  1. Los misioneros van “de dos en dos”. No hay autoridad de un hombre aislado (obispo, presbítero) porque el evangelio se propone y expande como testimonio de vida-amor de varias personas (hermanos, amigos, esposos…). Las iglesias modernas en general no han tenido en cuenta este principio.
  2. Los misioneros no llevan ninguna riqueza (ni alforja), ni libros de ley, ni documentos de acreditación, porque su misma es testimonio y tema de evangelio). Muchos misioneros han ido y siguen yendo de esa forma pero las iglesias han apelado en general a organizaciones piramidales de poder sagrado.
  3. Los misioneros de Marcos son emigrantes en camino, y van desamparados, sin dinero (alforja), sin poder (sin bastón) y sin más organización que su vida compartida, de dos en dos. Así llegan como pobres e indefensos, emigrantes de evangelio y se asientan por un tiempo entre las gentes del pueblo, viviendo quizá en carpas (no se dice), bajo un árbol o en un cobertizo abandonado, como rostro compartido suplicante de evangelio y, si al cabo de unos días nadie les acoge siguen caminando dejan el lugar y siguen caminando.
  4. De esa manera ofrecen con su humanidad compartida y amenazada un testimonio evangelio. Así viven y se muestran en profunda paz de Dios, como mendicantes que no piden, no molestan ni amenazan a nadie, limitándose a mostrar con el amor que se tienen sí y que irradian que ellos forman parte de un “planeta” llamado evangelio. Asi responden, si es que les preguntan…
  5. Si les expulsan o no les reciben se van sin protestar, en silencio bondadoso, como han venido, sacudiéndose hasta el polvo de los pies para no llevar consigo nada…. Si alguna casa les invitan y acogen en alguna casa entran en alla, y reciben lo que les dan y dan lo que ellos tienen…
  6. De esa manera dan el testimonio de Jesús y ofrecen un camino posible “conversión”, una vida diferente, vida liberada, sana, libre de demonios, en clave de Reino de Dios, no de imperio del mundo… Así lo dicen,, sin presumir de ello, actuando como “terapeutas” de la buena nueva: Descubren pronto si hay “demonios” en la casa, en el ambiente y, de un modo muy simple, sin imposiciones ni grandes ceremonias los expulsan, de forma que los habitantes de la casa quedar liberados para el amor mutuo, para la esperanza de la vida paz…

 IMG_6176He escrito sobre este pasaje (Mc 6, 6-13 y par) largo comentario en Evangelio de Marcos. La Buena Noticia de Jesús (Verbo Divino, Estella 2012, 456-469) y también en Historia de Jesús, VD,  Estella 2013. Acuda allí quien quiera seguir mejor el hilo de mi exposición. Aquí ofrezco sólo algunas ideas iníciales, situándome en el lugar donde había querido situarme hace dos días en mi comentario al Instrumentum Laboris del Sínodo 2024..

Esquema del texto.

(a) Envío (6, 6b-7a). Jesús comienza a enseñar de nuevo en la aldeas del entorno (6, 6b), y para ampliar su misión llama y comienza a enviar a los Doce, de dos en dos, dándoles su misma autoridad (6, 7a).

(b) Autoridad sobre los espíritus impuros (6, 7b). Los enviados son básicamente exorcistas, pues Jesús les ofrece su poder de expulsar demonios, haciendo así lo mismo que él hacia (cf. Mc 1, 27; 3, 22-30). Expulsar demonios no es hacer exorcismos de películacomo en las series de “exorcistas” que parecen hechas con mala idea, para impedir que se entienda el evangelio. Expulsar demonios significa lograr (procurar) que este mundo concreto no esté dominado por demonios de dinero, de violencia, de envidia, de sometimiento y expulsión, de mentira organizada, de autosuficiencia… Es como ir desactivando bombas para que la fuerte no estalle, como en la oración de Francisco:

Señor, haz de nosotros instrumento de tu paz. Que donde hay odio, pongamos amor. Que allá donde hay ofensa, pongamos perdón. Que donde hay discordia, pongamos concordia pongamos concordia…  Oh Señor, que no  busquemos  tanto ser consolados, cuanto consolar, ser comprendidos, cuanto   comprender, ser amados, cuanto amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado,

(c) Equipamiento (6, 8-9). Más que lo que deben decir, Jesús les indica cómo deben “ser” (cómo deben), para realizar su misión: Sin llevar comida, ropa o dinero, en gesto de confianza mesiánica, pues ellos mismos son el evangelio, sin libros de ley, sin mandatos. En su mutuo amor, en su presencia generosa ellos son encarnación del evangelio.

(c’) Ser acogidos (6, 10-11). La misión no es lo que ellos hagan, sino lo que susciten y provoquen con su vida, con su ejemplo. Así van y se quedan, sobre el banco, en la ladera de parque, junto al río… sin pedir nada, pero ofreciendo todo, sino dispuestos a darse a sí mismo, como portadores compartidos de Jesús…Más que pregoneros de un mensaje externo, ellos mismos son mensaje, con su forma de estar ¿Cuánto tiempo pueden resistir así, en un pueblo, en una aldea…? Ellos mismos han de verlo, porque han sido templados al temple de Jesús, como germen de una vida liberada  sobre el mundo .

(b’): Acción (6, 12-13). Marcos resume al fin lo que han hecho en su tiempo lo que han hecho los discípulos, la forma en que han cumplido el envío de Jesús, incluyendo exorcismos (cf. 6, 7b), mensaje de conversión y curación de los enfermos.

(a’) Retorno (6,30-32). Los discípulos vuelven y cuentan a Jesús lo que han hecho, disponiéndose a pasar un tiempo de descanso juntos.

evangelio-de-marcos Marcos no ha concretado la relación que ha de existir entre los  dos o tres misioneros que formaban de cada grupo, ni cuántos grupos hubo,  aunque al formar los Doce, que según 3, 13-19 eran varones, se podría suponer que hubo al principio seis parejas de hombres/varones misioneros, pero no tenemos ninguna certeza de ellos, porque estos grupos de dos en dos no tienen por qué formar parte  de los representantes de las doce tribus de Israel

Donde dos o tres están o van en mi nombres estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20)

 Su misma relación es “evangelio”, testimonio y presencia del amor de Cristo. Las malas lenguas se preguntarán si  son hombre y mujer (¿qué hacen a oscuras?), o lo que es peor, dos hombres juntos… Jesús no dice aquí, no tiene que decir, si son varones o mujeres, si uno es superior a otros, si están bien ordenados… Dice simplemente que son dos testigos del evangelio con su misma vida de amor

Esta indicación (de dos en dos) puede entenderse de diversas maneras (pueden ser compañeros o hermanos, célibes o casados, varones o mujeres…), todas las variaciones posibles. La identidad sexual o individual de los misioneros es secundaria, Lo único definido es que vayan en pareja o en trío (dos o tres como en Mt 18, 20). No parece haber uno superior y otro inferior, uno que manda, otro que obedece, conforme al esquema jerárquico posterior de la Iglesia. Frente a la tendencia monárquica que ha triunfado después en algunas comunidades cristianas (quizá reforzada por personalidades como Pablo), aquí tenemos un modelo de ministerios duales, en la línea de lo que pudiera llamarse una “diarquía”.

Dándoles poder sobre los espíritus impuros. Estrictamente hablando, estos Doce enviados, de dos en dos, reciben y realizan su misión como exorcistas, pues el texto dice que Jesús les dio autoridad (exousia) sobre los espíritus impuros, de manera que así repiten y amplían la misma obra de Jesús, a quien el evangelio ha comenzado presentado  (Mc 1, 22-28), como alguien que tiene autoridad sobre los espíritus impuros.

Eso significa que estos dos o tres comparten su combate contra Satán, como Marcos ha desarrollado en 3, 22-30, en una línea solemnemente ratificada por Mt 18, 20: “donde estén dos o tres en mi nombre…”.Reciben la autoridad de Jesús y tienen poder sobre “aquello” que oprime y destruye a los hombres, pero caminando por doquier de dos en dos. No son exorcistas individuales, sino comunitarios… Son portadores de un amor mutuo que expulsa demonios, que vence opresiones, que supera depresiones, que anima caminos. Leer más…

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7.7.24. DO 14B ¿No es ése el “técnico” (obrero), el Hijo de María…? (Mc 6, 1-6)

Domingo, 7 de julio de 2024
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IMG_5981Del blog de Xabier Pikaza:

No estoy seguro de la traducción exacta, pero la que pongo (técnico-obrero) me parece mejor que  “carpintero”. He discutido sobre el tema en Historia de Jesús, en comentarios a Marcos y Mateo y en otros libros (cf. imágenes) He leído y discutido y no he llegado a una conclusión definitiva. Debemos seguir buscando

De todas formas, Jesús no era un rico propietario agrícola, ni sacerdotes, ni rabino de algurnua. Por otra parte, el hecho de ser tekton/técnico puede tener sentido sentido negativo o  positivo. Negativo: No es propietario, es pobre, trabaja por cuenta ajena….Positivo:  Debe Conocer técnicas valiosas (de albañil, carpintero, herrero  o  cantero) y relacionarse con gestes que piden, buscan y ofrecen trabajo. Antes que obrero de reino parece haber sido  técnico ambulante de construcciones varias.

El tema es importante para situar a Jesús en su mundo social y laboral y también  en el nuestro.  Los que hoy actúan como representantes suyos en la iglesia van en contra de su ejemplo , no son técnicos-obreros a cuenta propia o ajena. Dentro de dos días me ocupare de su familia y de su provocativo nombre metronimico. Buen domingo

Mc 6, 1-3

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero/técnico, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón?

Contexto social: técnico/artesano para el Reino

Jesús no era propietario acomodado, en un entorno de campesinos autosuficientes, celosos de su identidad sagrada como pueblo. No era tampoco sacerdote, ni letrado, sino un trabajador manual.

Era un técnico, en griego tektôn…,  alguien que modela y construye con un tipo de “arte” (artesano). Puede ser carpintero, cantero, albañil… pero no agricultor ni pastor o pescador, que en aquel tiempo  no se consideraban trabajos de artesanos.  En hebreo/arameo un artesano es “jarash”, con sentido semejante al que tiene en griego.

Marcos escoge la palabra griega tektôn con gran precisión

El tektôn modela, construye…. con técnicas antiguas o nuevas como adelantados de un mundo técnico, que puede desembocar en la tecno-cracia (poder esclavizante de la técnica al servicio del dinero y del dominio de algunos) o en un tipo de tecno-sofía  o tecnología humanizadora, al servicio de la fraternidad universal.

En ciertos ambientes elitista… los artesanos se consideraban incapaces del estudio, del conocimiento de la sabiduría y la política social (como pone de relieve Eclo 38; los técnicos que trabajan con las manos son ciudadanos de segunda clase) pero en tiempos de Jesús estaba surgiendo una clase nueva de artesanos liberados para el estudio, como queda claro en Pablo (tejedor, talabartero, curtidor de pieles…).  Pienso que los teólogos y hombres de iglesia no hemos comparado a Jesús con Pablo, ambos obreros quizá de cierta técnica

Por eso, el hecho de que Jesús aparezca como tektôn se puede considerar como negativo, pero también como positivo.

Pero ese dato se puede tomar como negativo: Jesús no es rico, no es propietario, es un obrero a cuenta ajena… La mayoría de las visiones de Jesús y de José como carpinteros de taller rico están fuera de contexto. La mayoría de los “tektôn” malvivían  mendigando trabajo en el entorno de su ciudad o aldea.

Puede ser positivo… Los técnicos en piedra-madera-hierro pueden ser más sabios que los simples pastores/agricultores… Eran los “técnicos” del pueblo, sabían resolverlos problemas…Además, pueden formar parte de algún tipo de “agrupaciones” laborales, con ciertas privilegios. No sabemos si Jesús formaba parte de una “cofradía” de técnicos

Sea como fuere, Jesús formaba parte de un mundo emergente de oficios técnicos, en una línea que le capacita para relacionarse con más gente, para conocer mejor  los problemas del entorno… Y además, los creadores/rabinos del nuevo Israel (desde el siglo II d.C.. en adelante) serán todos, casi sin excepción trabajadores manuales..

El hecho de que la iglesia posterior se haya helenizado (hasta el día de hoy), convirtiendo a los “servidores” de la iglesia en “señores” (no en trabajadores manuales, no en técnicos auto-suficientes) ha sido y sigue siendo una desgracia y una rémora hasta el día de hoy.

Unos obispos, presbíteros etc. (sin trabajo manual, en contra del “orden” de los monjes…y de los rabinos judíos) ha influido muy negativamente en la iglesia.

Eso de querer imitar a Jesús….  pero sin ser trabajadores manuales, de oficio, de tekne o técnica como Jesús  quizá ha sido un engaño muy pagano, muy helenista, en iglesia.

Jesús, un proyecto social-económico y religioso desde la marginación.

 Pienso que era un campesino sin propiedades obligado a vender su trabajo para así vivir y/o mantener a su familia, y, de esa forma, cuando él hable de “pobreza” y llame bienaventurados a los ptôjoi (mendigos), Jesús evocará su situación de marginado económico, que conoce por dentro y comparte la suma pobreza de las gentes de su entorno.

No es un marginal por rareza u opción sacral, sino un marginado real que se enfrenta a los poderes causantes de la marginación y los rechaza, para superarlos de raíz, como iré indicando (y como había proclamado el Magníficat).

 No fue pensador de tiempo libre, ocupado en pequeñas mejoras, sino profeta en un mundo de opresión, decidido a proclamar e iniciar el camino del Reino, entre hombres y mujeres de un mercado de trabajo sin trabajo (cf. Mt 20, 1-16). Su mensaje no fue un lujo espiritual desconectado de la vida, sino una propuesta de transformación para la vida en un contexto de muerte, en el que resonaba la amenaza del Gen 2-3: El día en que comáis del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal moriréis…

Los poderosos de su tiempo (dueños del poder y del dinero, romanos invasores y judíos colaboradores…) estaban comiendo de ese fruto del árbol del “conocimiento” económico….(que Jesús condensará como Mammón: Mt 6, 24), mientras que el grueso de la población se hallaba amenazada por el hambre, la exclusión, la enfermedad… Esto es lo que él aprendió, trabajando quizá por un tiempo al servicio del rey Antipas, en sus nuevas capitales (Séforis, junto a Nazaret; o Tiberíades, sobre el lago), o de otros propietarios ricos. Ciertamente, pudo tener más movilidad y más conocimiento que un agricultor asentado en (atado a) su tierra, pero conoció la vida desde “el otro lado”, desde la pobreza, y a partir de ella (no desde los ricos, señores del pensamiento y del dinero) quiso cambiar la vida de los hombres y mujeres de su pueblo, en un gesto y camino abierto a todos los pobres del mundo[2].

Los artesanos de Galilea eran como hebreos en Egipto, sin seguridad material o social, pues habían perdido o estaban perdiendo la “herencia de Dios” (tierra). No tenían patrimonio (vinculado al patriarcado), ni tierras para herencia, pues carecían de herencia y de casa (estructura familiar). Desde ese fondo, planeó y desarrolló Jesús su propuesta de Reino. Posiblemente, como heredero de una familia que había emigrado de Belén cien años antes (tras la conquista de Galilea por Alejandro Janeo, el Macabeo, hacia el 100 a.C.), Jesús se sentía portador no sólo de la promesa de Abrahán (familia, tierra), sino de la esperanza de David, el betlemita, que incluye la posesión de una tierra, en la que todos han de ser propietarios, compartiendo el don del Reino. Pero, al mismo tiempo, él formaba parte de la gran masa de hombres y mujeres que habían perdido la tierra (hambrientos, enfermos…), y que parecían expulsados de la herencia de Dios[3].

Un cambio social de fondo.

Como he destacado ya, los campesinos y pastores del principio de Israel se habían unido formando una agricultura de comunicación y fraternidad, con intercambio directo de bienes; pero, en un momento dado, con el despliegue de la monarquía y el auge de poder económico-social del templo, había surgido una clase especial de burócratas mercantiles, al servicio de las élites político/religiosas, que controlaban la riqueza:

‒ Los mercaderes como “clasedependían del trabajo productor de agricultores, pastores y obreros, pero de tal forma lo controlaban que acabaron haciéndose dueños de sus beneficios. Frente al trabajo que produce bienes, surge y se desarrolla el dinero del mercado, de manera que el valor primario no es ya la persona o familia, ni las relaciones personales, sino el Capital Mammón, dios objetivado como diablo (cf. Mt 6, 24).‒ Los mercaderes ricos,con los “reyes” o funcionarios superiores y los sacerdotes (que sacralizan de algún modo ese dinero), se hacen árbitros de la sociedad, dirigiendo el proceso real de producción y distribución de bienes. Así se relacionan con un dinero que, por un lado “pertenece al César” (cf. Mc 12, 16-17), pero que, por otro (¿al mismo tiempo?), tiende a convertirse en Mammón sobre el mismo César (Mt 6, 24).

No parece que Jesús haya sido un purista anti-monetario, ni un reformador económico sin más, pues no ha condenado directamente a los comerciantes (en contra de EvTom 67), pero ha querido poner el comercio y dinero al servicio de la vida (de los pobres), de un modo gratuito (por comunicación directa), iniciando un cambio intenso, no una simple reforma, apelando para ello a la llegada del Reino de Dios, prometido por profetas y apocalípticos[4].

El ideal de Jesús era una sociedad igualitaria (no mercantil, no imperial), de agricultores, pastores (y pescadores), compartiendo bienes y trabajos.  Pero de hecho gran parte de los agricultores se habían ido vuelto campesinos sometidos, marginados, pobres, enfermos, al servicio de la estructura político-monetaria del Imperio (Roma), en un proceso que culminaba en aquel tiempo en Galilea [5].

Entre pobres y excluidos. Jesús compartió su mensaje y camino con esos campesinos sin campo, renteros, braceros o artesanos al margen de la sociedad, y en especial con los pobres (mendigos, enfermos, impuros…), que eran el equivalente de los huérfanos, viudas y extranjeros de la ley fundamental del Pentateuco[6]. Por eso es bueno precisar la situación que ellos tenían:

Podía haber artesanos asentados e incluso ricos, clientes del sistema político, económico y/o religioso al que sostenían, operarios al servicio de gobernantes, ciudades y/o templos, como el de Jerusalén, con miles de obreros privilegiados quienes, como es normal, no respaldarán a Jesús pues se encuentran bien con su trabajo.

‒ Pero muchos eran marginados sin más,itinerantes sin hogar fijo, eventuales al servicio de agricultores ricos o de comerciantes. Entre éstos parece hallarse Jesús, obrero eventual, dependiente de un “mercado” de trabajo inestable, sin medios de vida asegurada.

      En el último escalón había grupos y gentes que se hallaban fuera de todos los esquemas, que no podían llamarse ni siquiera pobres en el sentido de trabajadores con pocos recursos (penes, penetes), sino ptôjoi estrictamente dichos (por-dioseros), mendigos sin propiedad, extranjeros, enfermos, excluidos sociales, entre los que podemos distinguir tres grupos.

Esclavos. Eran abundantes en el Imperio, pero menos en el contexto rural de Galilea, de forma que Jesús no pudo iniciar una “rebelión de esclavos” (como Espartaco, el 71 a. C.), sino un movimiento de Reino, con un tipo más amplio de siervos y dependientes económicos: campesinos pobres, artesanos y mendigos.

Impuros, degradados…No parece que formaran una clase especial (como en la India), pero hallamos muchos en el evangelio, en la línea de los enfermos (leprosos) y en especial de los posesos o endemoniados, y quizá entre los publicanos y prostitutas, que forman el corazón del proyecto de Jesús, que (como he dicho) no buscaba la restauración de la pureza sacral del pueblo (como los fariseos y otros grupos, con el Benedictus de Zacarías), sino la liberación de los pobres y excluidos[7]

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