“Amor al enemigo”. 7 Tiempo ordinario – C (Lucas 6, 27-38)

Domingo, 23 de febrero de 2025

IMG_0028«A los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian». ¿Qué podemos hacer los creyentes ante estas palabras de Jesús? ¿Suprimirlas del Evangelio? ¿Borrarlas del fondo de nuestra conciencia? ¿Dejarlas para tiempos mejores?

No cambia mucho en las diferentes culturas la postura básica de los hombres ante el «enemigo», es decir, ante alguien de quien solo podemos esperar algún daño. El ateniense Lisias (siglo V a. C.) expresa la concepción vigente en la antigua Grecia con una fórmula que sería bien acogida también hoy por bastantes: «Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos».

Por eso hemos de destacar todavía más la importancia revolucionaria que se encierra en el mandato evangélico del amor al enemigo, considerado por los exegetas como el exponente más diáfano del mensaje cristiano.

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pensando en un sentimiento de afecto y cariño hacia él, pero sí en una actitud humana de interés positivo por su bien.

Jesús piensa que la persona es humana cuando el amor está en la base de toda su actuación. Y ni siquiera la relación con los enemigos ha de ser una excepción. Quien es humano hasta el final respeta la dignidad del enemigo, por muy desfigurada que se nos pueda presentar. No adopta ante él una postura excluyente de maldición, sino una actitud de bendición.

Y es precisamente este amor, que alcanza a todos y busca realmente el bien de todos sin excepción, la aportación más humana que puede introducir en la sociedad el que se inspira en el Evangelio de Jesús.

Hay situaciones en las que este amor al enemigo parece imposible. Estamos demasiado heridos para poder perdonar. Necesitamos tiempo para recuperar la paz. Es el momento de recordar que también nosotros vivimos de la paciencia y el perdón de Dios.

José Antonio Pagola

“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Domingo 23 de febrero de 2025. 7º Ordinario. Ciclo C

Domingo, 23 de febrero de 2025

IMG_9908De Koinonia:

1Samuel 26, 2 7-9. 12-13. 22-23: El Señor te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra ti.
Salmo responsorial: 102: El Señor es compasivo y misericordioso.
1Corintios 15, 45-49: Somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Lucas 6, 27-38: Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

Primera lectura En 1Sam 24 leemos que David perdona la vida de Saúl. Muy cerca, en 1Sam 26 nos encontramos una versión del mismo relato, que, aunque distinto en la forma, en el fondo sigue siendo el mismo. El texto pretende mostrar cómo en la vida de David la misericordia está unida a su valentía. Después entrar de David en el ejército de Saúl, sus brillantes actuaciones despertaron en Saúl envidia y deseos de darle muerte. David tiene que huir, viviendo un tiempo como fugitivo. Los Zifitas le avisan a Saúl que David está escondido en el desierto. De inmediato “Saúl se levantó y bajó al desierto de Zif, acompañado de tres mil hombres escogidos de todo Israel, para buscar allí a David” (1 Sam 26,2). Dándose cuenta David que Saúl había armado su campamento y que todos dormían, se acercó junto con su ayudante Abisay, encontrando efectivamente dormido a Saúl y todo su ejército. Dios les había mandado un sueño profundo. Todas las condiciones estaban dadas para que David diera de baja a quien quería darle muerte sin razón. Abisay le pide a David que le permita clavar a Saúl en tierra con su lanza. David se niega porque no puede ser clavado en tierra aquel cuya vida depende del que está en el cielo, pues ha sido ungido por el mismo Dios. David muestra su misericordia respetándole la vida a Saúl, y su fidelidad a Dios, reconociéndolo como su ungido. David termina la escena dejando todo en manos de Dios: “Yahvé devolverá a cada uno según sus méritos y fidelidad, pues te había entregado en mi poder, pero no he querido levantar mi mano contra ti por ser el ungido de Yahvé” (1 Sam 26,23).

Segunda lectura

Pablo sigue empeñado en su reflexión sobre la resurrección de los muertos. 1Cor 15,35-58 trae algunos argumentos sobre el modo de nuestra resurrección corporal. En el texto de hoy, Pablo recoge algunas interpretaciones judías que identifican al Adán del primer capítulo del Génesis como el creado a imagen de Dios y por tanto como ser celestial; en cambio, el del capítulo 2 corresponde al Adán sacado del barro y por tanto, un ser terreno y mortal. Jesucristo es el Adán espiritual a quien deben asemejarse los creyentes. Hay que anotar que los judíos no entendían lo espiritual como lo inmaterial, sino como lo que es dinámico, activo, que anima y da vida. Los cristianos en cambio conocemos las dos facetas, en cuanto que nacemos como el Adán terrestre, pecador y corruptible, pero estamos llamados a ser semejantes al Adán espiritual, que es Cristo, que nos anima y nos da vida en abundancia.

Evangelio

Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.

En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos, la gran novedad de la ética cristiana. El filósofo judío del siglo XX P. Lapide (citado por Francois Bovon) escribió: “alegrarse de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal, son actos prohibidos, mientras que se exige la magnanimidad y el socorro ofrecido al enemigo necesitado. Pero el judaísmo ignora el amor a los enemigos como principio moral.

Este imperativo es el único en los tres capítulos del sermón de la montaña, que no tiene ni un paralelismo claro ni una analogía con la literatura rabínica. Constituye, en términos teológicos, una propiedad jesuánica”. La novedad de Jesús supera por tanto la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. También supera la fórmula veterotestamentaria y neotestamentaria de “amarás al prójimo como a ti mismo” pues ya incluye a los enemigos. Esto no significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.

Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames” (vv. 29-30). Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación (se trata de ser mansos, pero no “mensos”, tontos). ¿Por cuánto tiempo utilizaron los poderosos la “resignación cristiana” para acallar las voces que exigía sus derechos? No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento…” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.

En 6,31 encontramos lo que suele llamarse la regla de oro de la convivencia humana. Esta regla era ya conocida en el mundo judío. La novedad de Jesús es cambiar su sentido de reciprocidad por la búsqueda sincera e inagotable de “tratar bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de “tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc. Esto hay que concretizarlo religiosamente rezando por los que nos persiguen y bendiciendo a los que nos maldicen. Amar, bendecir, orar por los “enemigos” no significa perder el sentido de la crítica, de la denuncia o de la reprensión. Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la bendición la llevemos los cristianos. Es el testimonio lo que más rápida y eficazmente puede cambiar a los que odian, hacen el mal y maldicen. Bien dice Mt 5,16: “hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. El v. 35 es un precioso resumen de todo lo dicho hasta el momento. En el v. 36 encontramos un tercer principio para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes”. Mientras Lucas habla de misericordia Mateo de perfección. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, por que lo es también de Dios.

¿Nos hemos preguntando alguna vez cuán misericordiosos somos? Muchas veces confundimos la misericordia o la compasión con la lástima y eso no es cristiano, por que el que tiene lástima inconscientemente se presenta como superior al otro, en cambio el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.

En cuarto lugar, tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados” (v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo malo, sino destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la capacidad de perdonar, por que es en este momento cuando las comunidades llegan a vivir realmente como hermanos. La última exhortación, también en positivo es “Den y se les dará”. La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su propio Hijo. ¿Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica de vivir el cristianismo. Leer más…

Dom 7 TO. El riesgo de un perdón/amor impuesto por los prepotentes (Lc 6, 27-38)

Domingo, 23 de febrero de 2025

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Del blog de Xabier Pikaza:

Estamos en un tiempo en que los prepotentes (señores del mundo) quieren imponer su pretendido “perdón” (=su paz), para seguir dominando sobre el mundo, reuniéndose para ello en Múnich o en Arabia  En contra de eso, el verdadero perdón y paz (amor)   sólo puede ofrecerse/darse en gratuidad y sólo puede extenderse desde las víctimas.

Principios

(1) Novedad del evangelio. Actualidad del perdón. Jesús ha radicalizado y universalizado la experiencia bíblica del perdón, no sólo ofreciéndolo en nombre de Dios, sino pidiendo a los hombres que se perdonen entre sí. Por otra parte, la experiencia pascual es una experiencia de perdón radical y de nuevo nacimiento. Frente a la ley del sistema, donde sigue rigiendo el talión (¡a cada uno según su merecido!), el evangelio sitúa a los hombres ante el don y tarea del perdón, que supera el legalismo, haciéndonos capaces de desactivar la bomba de violencia que amenaza con destruir la vida de la humanidad. Así lo ha destacado la antropóloga judía H. Arendt:

  El descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret. El hecho de que hiciera este descubrimiento en un contexto religioso y lo articulara en un lenguaje religioso no es razón para tomarlo con menos seriedad en un sentido estrictamente secular (La condición humana, Paidós, Barcelona 1993, 255-262).

El primer requisito para alcanzar la paz, en las condiciones actuales de la humanidad, dividida por la imposición de unos, el deseo de revancha de otros y el odio de todos, es el perdón, que viene a revelarse como el único poder que rompe el círculo del eterno retorno del pasado (con su ley de acción y reacción) que encierra a los hombres en su destino de violencia. El perdón rompe la lógica de la venganza (del talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente); de esa forma libera al hombre del automatismo de la violencia y permite que su vida trascienda el nivel de la ley, donde nada se crea ni destruye, sino que sólo se transforma. Sólo el perdón nos sitúa en un nivel de gratuidad creadora. El perdón es gracia; de esa forma supera el pasado y abre un comienzo de vida allí donde la vida se cerraba en sus contradicciones y luchas de poder.

(2) Perdón gratuito, no expiación ni castigo), ni política de imposición de los derrotados, de las víctimas. Jesús ha introducido su libertad de amor en el mundo sacral de escribas y sacerdotes. Pues bien, invirtiendo el camino de Jesús, parte de la iglesia posterior ha interpretado a veces el perdón en forma sacral, como expresión de los méritos de la muerte expiatoria del mismo Jesús, en una línea cercana a los sacrificios del templo.

IMG_0062Expiar es pagar por una culpa, sometiéndose al juicio de Dios. Sin duda, el Nuevo Testamento asume a veces un lenguaje expiatorio, como se esperaba en un contexto marcado por el templo, pero lo hace de un modo marginal. Para el conjunto del Nuevo Testamento la muerte de Jesús no ha sido un sacrificio expiatorio (¡ciertamente, mejor que los anteriores!), sino el despliegue de la gracia salvadora de un Dios que no necesita que le expíen o aplaquen, porque él mismo es perdón, él mismo expía (si vale ese lenguaje) a favor de los hombres (cf. Rom 3, 24-25). El evangelio invierte así la experiencia y tema de las religiones sacrificiales y entre ellas la de cierto judaísmo: Dios no exige expiación o sometimiento, para afianzar de esa manera su poder, sino que ofrece gratuitamente su perdón, porque él es gracia y así se manifiesta en Cristo.

Según eso, el perdón nace del amor mesiánico y pascual, no de un ritual de sometimiento y violencia victimista. En ese contexto ha de entenderse la actitud de Jesús, que ha perdonado a pecadores, sentándose a la mesa con ellos, invitándoles a compartir su camino (cf. Mc 2, 15-17 par; Mt 11, 29 par; Lc 15, 1). De esa forma ha ofrecido el reino de Dios a los excluidos: no sólo a los simples de mente (am ha aretz), incapaces de cumplir la ley por falta de conocimiento, y a los pobres (plano económico) o ritualmente manchados (por lepra y flujos de semen o sangre), sin acceso al culto, sino también a los pecadores estrictamente dichos, según la perspectiva israelita, es decir, a separados de la alianza de Dios por su conducta (publicanos, prostitutas): Precisamente a ellos ha ofrecido solidaridad y perdón supra-legal.

Lucas 6, 37-42 par. Amad a los enemigos, perdonar.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “A los que me escucháis os digo:

Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.

-Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.”

La palabra que nos ocupa (perdonad y seréis perdonados, amad a vuestros enemigos) constituye una expansión y aplicación de la palabra primera: No juzguéis y no seréis condenados. Mateo no siente la necesidad de introducirla, pues al decir no juzguéis (en negativo) se está diciendo ya en positivo perdonad. El perdón es la forma concreta de superar el nivel del “juicio” en el que los hombres viven según la ley del talión.

            El talión es el buen juicio, un juicio equilibrado, donde la condena responde a la falta. Pues bien, al superar el talión, superando así el nivel del juicio, los seguidores de Jesús se encuentran llamados a ofrecer y conceder el perdón, superando así al “castigo”, entendido como reacción ante la culpa. Esta afirmación (perdonad y seréis perdonados), inserta en la palabra clave de “no juzguéis” ha de entenderse desde los siguientes presupuestos:

Amar-perdonar no es una forma de dominación política, sino un regalo gratuita de vida, desde los más pobres, desde las víctimas   (Lc 6, 37 ss).

Hay un amor  interesado, una “ayuda” con “altísimos intereses”, para arruinar a los ayudados…… para seguir dominando a los “pobres”

Hay un perdón que esclaviza a los perdonados

Gran parte del judaísmo sacral del tiempo de Jesús se había establecido como una “máquina de perdón”, para mantener de esa forma el dominio sobre los “perdonados”… centrada en el templo de Jerusalén y controlada por los sacerdotes. Ésta ha sido la nota distintiva del judaísmo del “segundo templo” (del 525 a. C. al 70 d. C.), que estaba culminando precisamente entonces: los judíos aparecían así básicamente como “pecadores” que pueden y deben ser perdonados y que tienen, para ello, un medio concedido por el mismo Dios: los sacrificios del templo.

Hay una iglesia que ha mantenido el monopolio del perdón… para mantener el poder sobre las conciencias de los hombres…  Ha podido hacer mucho bien, en línea de moralidad…, pero ha corrido el riesgo de tener a hombres y mujeres esclavizados bajo máquinas de inquisición…

Pues bien, Jesús descubre que ese modo de perdonar (a través de los sacrificios del templo, para seguir dominando a los perdonados) resulta no sólo insuficiente (como lo había sabido ya Juan Bautista), sino que es en el fondo contrario a la “verdad” de Dios,

 -El perdón tiene que ser gratuito, sin imponer cargas a los perdonados… sin establecer métodos de vigilancia y dominio de conciencia….

– El perdón tiene que nacer desde los ofendidos…que perdona a través del perdón de los hombres (empezando por los pobres) y no a través de unas instituciones de dominio religioso, controladas por personas que en el fondo están aliadas con los que destruyen a los pobres (la economía del templo es inseparable de la economía de los que destruyen a los pobres en Galilea). Desde ese fondo podemos distinguir algunos tipos de perdón:

Puede haber un perdón arbitrario y caprichoso, propio de unos dictadores o autócratas, que muestran su “magnanimidad” indultando a quienes quieren, de un modo irracional (sin necesidad de justificaciones), y castigando también a quienes quieren (sin dar razones de ellos), para exaltación del propio poder. Así castigan a unos (para mostrar su soberanía y aterrorizar a los posibles rebeldes o contrarios) y perdonan a otros (para manifestarse magnánimos y aparecer como benefactores). De esa forma ofrecen un perdón arbitrario, que se encuentra muy alejado de la justicia racional (y del perdón cristiano, del que aquí hablamos).

En contra de ese “perdón” interesado de los autócratas, que es sólo una forma de imposición de la barbarie, en la línea de la fortuna (de la suerte que le toque a cada uno) y del capricho de los pre-potentes, ofrece y promueve Jesús el perdón de la gracia creadora, que no va en contra de la justicia, sino que la desborda y fundamenta. Éste es el perdón que sólo pueden ofrecer las víctimas, los ofendidos y humillados, sin que puedan hacerlo en su nombre (en contra de ellos) unos dictadores o sacerdotes pretendidamente superiores

Puede haber un perdón políticamente racional y provechoso… pero para bien de los plutarcas que perdonan, no para bien de los pobres Casi todos los estados que conozco han decretado amnistías, desde los asirios del siglo VIII a. C. hasta los romanos del tiempo de Jesús, que tenían como lema el “perdonar a los sometidos”. Son amnistías políticamente calculadas, para gloria de los soberanos o estados que las proclaman, al servicio de un tipo de pacificación que de otra forma sería difícil de lograr.

No todos suelen estar de acuerdo con ellas, ni en plano legal, ni en plano personal, pero se han ofrecido y pueden ofrecerse, sobre todo allí donde el poder resulta suficientemente sólido como para permitir ciertas “excepciones” en el cumplimiento de la ley, sobre todo, en circunstancias de fuerte cambio social o político, que se interpretan como principio de un nuevo régimen social.

Éste es un perdón políticamente racional y quizá provechoso, pero que, a no ser que sea asumido por las víctimas reales, corre el riesgo de situar la oportunidad política (con su racionalidad partidista) por encima de la justicia legal. Puede discutirse la conveniencia y legalidad de  una amnistía de ese tipo, pero ella se sitúa en el plano de la justicia política, con sus cálculos de estabilidad, no en el nivel del perdón de Jesús, que parte siempre de los pobres y ofendidos, es decir, de las víctimas [1].

Puede haber un perdón sacral, como el que existía en tiempos de Jesús, en el judaísmo, pero tendía a estar controlado por los sacerdotes del templo, al servicio del sistema, para mantener el orden establecido.  Este era un perdón al servicio del poder político-social de los prepotentes religiosos. En contra de eso, Jesús ha perdonado de un modo gratuito, sobre la ley y el sistema, pidiendo a los mismos ofendidos que perdonen (¡ellos son los únicos que pueden hacerlo desde Dios!) para crear de esa manera un camino de Reino. El perdón sagrado del templo se expresa y expande a través de sacrificios rituales, celebrados por los sacerdotes, regulados según ley por los escribas. De esa manera, con su sistema social y religioso, ellos monopolizaba la expiación por los pecados, como «máquina de perdón», que les hacía funcionarios sacrales y les situaba sobre el resto del pueblo.

Templo y culto daban a los sacerdotes el poder de perdón, la autoridad expiatoria, situándoles por encima del pueblo. Jesús, en cambio, ofrece su perdón de un modo mesiánico, superando el sistema del templo, acogiendo de manera gratuita a los expulsados y excluidos de la comunidad sagrada de Israel y convirtiéndoles en verdaderos portadores del perdón, los auténticos sacerdotes. Actuando de esa manera, él ha sido el más judío de todos los judíos: el heredero de las tradiciones israelitas más profundas del Dios de la misericordia. Pero, al mismo tiempo, al desvincular su perdón del orden sagrado del templo, ha corrido el riesgo de romper la identidad nacional del judaísmo.

Jesús ofrece (y promueve) un perdón mesiánico, gratuito, desde los más pobres, para bien de todos. Quizá en su origen su gesto tiene algo que ver con las “amnistías” sociales  que el judaísmo quería que se proclamaran cada siete y cada cuarenta y nueve años (año sabático, con la liberación de los encarcelados y el perdón de las deudas, y  año jubilar, con el reparto de tierras y bienes debían repartirse de nuevo entre todos los buenos judíos); pero ese perdón se hallaba estructurado también de un modo “legal”, al servicio de los buenos “propietarios”. Por otra parte, los profetas de Israel han hablado del perdón como atributo supremo de Dios,  vinculándolo a los pobres, pero no habían llevado esa experiencia hasta el final. El perdón de Jesús será más y menos que eso.

Por un lado, el perdón de Jesús que el año sabático o jubilar, porque no se puede cumplir ni exigir por ley (aunque parece que no todos los  judíos cumplían de manera regular, según ley, las exigencias del año sabático y jubilar). Por otro lado, es más que el perdón sabático o jubilar, porque busca un tipo de redención (comunión) y reconciliación, personal y social para todos (no sólo para “buenos” propietarios que han perdido sus tierra anteriores), empezando por los más pobres (por los excluidos del sistema). Son precisamente ellos, los excluidos y prescindibles, los ofendidos y humillados los que pueden ofrecer y ofrecen perdón, ocupando así el lugar que en otros esquemas han usurpado los gobernantes o sacerdotes sagrados.

 Jesús ha radicalizado y universalizado la experiencia bíblica del perdón, no sólo ofreciéndolo en nombre de Dios, sino pidiendo a los hombres que se perdonen entre sí, a partir de los ofendidos (que son los que pueden perdonar de verdad). Frente a la ley del sistema, donde sigue rigiendo el talión (¡a cada uno según su merecido!), Jesús sitúa a los hombres (¡precisamente a los oprimidos y expulsados!) ante el don y tarea del perdón, de manera que ellos pueden superar la Ley y desactivar la bomba de violencia que amenaza con destruir el conjunto de la sociedad.

El perdón de Jesús ¿Quiénes pueden perdonar?

 El perdón rompe la lógica de la venganza (del talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente) y de esa forma libera a los hombres del automatismo (de la repetición incesante) de la violencia y permite que su vida trascienda el nivel de la ley, donde nada se crea ni destruye, sino que todo se transforma, permaneciendo idéntico en el fondo. Sólo el perdón nos permite amar de manera creadora. La ley mantiene lo que existe; el perdón, en cambio, lo trasforma, permitiéndonos superar la esclavitud (fatalidad) del pasado, abriendo un comienzo de vida allí donde la vida se cerraba en sus contradicciones y luchas de poder.

El Dios de Jesús no exige expiación o sometimiento, para afianzar su poder, sino que regala gratuitamente su perdón, porque es gracia  creadora y así lo manifiesta su mensaje de Reino. Según eso, el perdón nace del amor mesiánico, no de un ritual de sometimiento y violencia victimista. En ese contexto ha de entenderse la actitud de Jesús, que ha perdonado a “pecadores”, sentándose a la mesa con ellos, invitándoles a compartir su camino, es decir, a compartir el perdón (cf. Mc 2, 15-17 par; Mt 11, 29 par; Lc 15, 1). De esa forma ha compartido el Reino con los marginados legales (am ha aretz), incapaces de cumplir la ley por falta de “conocimiento”, con los pobres y mendigos (plano económico), con los ritualmente manchados (por lepra y flujos de semen o sangre) y con los que se consideraba pecadores estrictamente dichos, pues parecían separados de la alianza de Dios por su conducta (publicanos, prostitutas) [2].

Pero Jesús no sólo ofrece perdón, sino que pide a los hombres que perdonen, de una forma que sigue resultando paradójica e incluso escandalosa, pues aquellos que parecen pecadores (pequeños, hambrientos, rechazados, víctimas) son precisamente los que tienen que perdonar a los “grandes” y limpios de la sociedad. Los sacerdotes oficiales perdonaban a los convertidos, que volvían a cumplir la Ley, como mandaban los ritos y las buenas tradiciones. El proceso era claro: los manchados debían limpiar su impureza, los pecadores dejar el pecado y volver a la alianza. La misma ley que condenaba al pecador le ofrecía, al mismo tiempo, un camino de perdón, si se convertía y volvía al pacto. Pero Jesús inicia un camino distinto:

No exige a los “pecadores” que se conviertan primero, sino que empieza ofreciéndoles perdón y solidaridad del Reino. En esa línea ha entrado en conflicto con la Ley sagrada del templo ha recibido en su mesa y comunión a leprosos y hemorroisas, publicanos y prostitutas (pecadores), lo mismo que a los pobres de la tierra (poco cumplidores). De esa forma devalúa la ley de purezas y pecados y el conjunto del ritual del templo, pues lo considera innecesario y, en el fondo, opresor para los pobres. No mantiene discusiones sobre leyes o ritos en concreto: no quiere reemplazar una sacralidad por otra, sino que ha suscitado, desde el centro de Israel, una comunión escatológica y mesiánica donde los mismos ofendidos son los que perdonan, renunciando a la venganza e iniciando un camino de solidaridad donde caben todos.

Jesús pide a los excluidos y pobres que perdonen, en gesto que puede parecer de sometimiento (¡deben humillarse y perdonar a quienes les oprimen!) pero que, en el fondo, expresa la mayor de las “autoridades”. Ellos, los oprimidos, son “sacerdotes” y portadores de perdón, es decir, de un nuevo orden social que no se funda en el dominio de unos sobre otros, ni en la revancha de los sometidos, sino en la gracia universal y creadora, desde abajo, desde los marginados y ofendidos. Son precisamente ellos los que toman la iniciativa y, sin luchar externamente contra los sacerdotes y jerarcas, asumen su lugar como autoridad que persona (sin poder político ni religioso ninguno).

  1. Padrenuestro: como nosotros perdonamos

Los textos de Jesús sobre el perdón nos sitúan en el centro del Sermón de la Montaña y no pueden separarse de la palabra anterior, sobre el no-juzgar, ni tampoco de la palabra que después veremos sobre el amor a los enemigos. Sólo se puede perdonar allí donde, superando la ley del talión (es decir, la dinámica del juicio), los hombres y mujeres son capaces de amar de un modo activo, ofreciendo así futuro de vida a los posibles “enemigos”. Desde ese contexto se entienden algunas palabras clave sobre el amor, vinculada a la oración de Jesús:

 – El Padrenuestro (perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores: Mt 6, 12) nos sitúa en el centro de mensaje del Reino, traducido en forma de oración. Orar implica perdonar no sólo las “ofensas”, sino también las deudas. En este contexto de Galilea, Jesús no pide a los ricos que perdonen a los pobres, sino que se dirige a los pobres y dice que son ellos los que tienen que perdonar a los ricos (el perdón de los ricos sería simplemente justicia). Además, no pide sólo el perdón de los “pecados”, sino el de las “deudas”.

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23.2.25. Dom 7 TO Del perdón a la paz. Jesús, una tabla de perdones

Domingo, 23 de febrero de 2025

IMG_0060Del blog de Xabier Pikaza:

El próximo domingo (Dom 7 TO) celebra la Iglesia el día del amor al enemigo y del perdón, conforme al sermón de la llanura” de Lc 6, como ayer puse de relieve en RD y en FB.

El mismo domingo 23 pronunciaré en Congreso de la CONFER de Madrid (Justicia y misión, Los nombres de la esperanza) la ponencia final, dedicada al perdón y a la paz como principio de misión cristiana.

Presentaré mañana un esquema y compendio de mi intervención.  Aquí ofrezco una sencilla introducción al tema. Buen día.

20.02.2025

A diferencia de otros fundadores y profetas, tras haber descubierto que Dios ama y le llama (cf. Mc 1, 10-11), Jesús no mostró conciencia de pecado (no se arrepintió, no pidió perdón), sino que comenzó a manifestarse en Galilea, de un modo consecuente, como testigo del amor de Dios sobre la violencia y el odio de los hombres.

Juan Bautista empezaba por la penitencia y anunciaba el juicio (prometiendo el perdón a los arrepentidos), siguiendo así en la línea de los sacerdotes, aunque con otros medios (bautismo en el Jordán en vez de sacrificios de templo). Jesús, en cambio, proclama y ofrece el perdón como punto de partida, gracia previa, antes de toda conversión (que vendrá después, cf. Mc 1, 14-15), porque Dios es el primero y él perdona (es decir, crea) por amor, no para dominar mejor a los sometidos (como el Imperio Romano).

Al ofrecer el perdón, Jesús se independiza no sólo de los sacerdotes, sino de Juan Bautista (a quien seguirá considerando el mayor de los nacidos de mujer, aunque aún fuera del Reino: cf. Mt 11, 11). Por eso rompe no sólo con la institución sagrada (templo) y la política imperial (Roma), sino con el mismo proyecto de conversión y bautismo de Juan, para implantar ya el Reino de Dios desde los pobres y marginados de Galilea. Desde ese fondo se entiende su estrategia, es decir, su alternativa: Sabe que Dios no “juzga”, sino que ama, haciendo que los hombres puedan amar a sus enemigos, abriendo desde los ofendidos que perdonan y aman un camino de vida liberada; por eso no instaura una religión de pecado y perdón (como el templo de Jerusalén), sino de liberación (curación) y perdón universal, como muestra esta pequeña “tabla de perdones”:

1.Estrategias del perdón

1 Perdón, comer juntos.  Jesús come con “pecadores” (cf. Mc 2, 13-17; cf. Lc 15, 1-2), anticipando así el perdón (banquete) del Reino que Juan prometía sólo a los convertidos tras el Juicio (no a los que seguían siendo pecadores). En contra de un judaísmo previo, y de gran parte de la Iglesia posterior Esas comidas son un dato esencial de su historia, y nos sitúan en la línea de todo su mensaje. Por ellas ofrece Jesús un perdón que “sacramental” y escandaloso, que se expresa en la comida (banquete de Reino) con los pecadores oficiales, sin exigirles primero conversión, sino ofreciéndoles la conversión a través del perdón y la misma comida [1].

2. Perdonar es sanar, Jesús; Perdona, cura al paralítico(Mc 2, 1-10). Este “milagro” de hondo simbolismo tiene un fondo histórico y recoge el recuerdo de un paralítico famoso, a quien descolgaron por el techo de una casa para así ponerle ante el Maestro galileo. Las palabras que Jesús le dice (¡Hijo, tus perdonados te son tus pecados!), para después curarle, tras haber relacionado perdón y sanación (Mc 2, 5-10), han sido creadas probablemente por la iglesia posterior, pero ellas evocan, sin duda, un recuerdo histórico. Las curaciones de Jesús son el signo de un perdón que transforma la vida de los hombres (capacitándoles para “caminar”).

3 Perdonar es acoger, el hijo pródigo(Lc 15, 11-32). A juicio de algunos, el perdón del padre parabólico, con el que Jesús defiende su conducta (él perdona a los pecadores) se opone a la justicia de Dios, que exige penitencia y transformación de los pecadores, según los principios de la justicia conmutativa. Pero, como he dicho en cap. 11, Jesús ha superado esa dinámica, porque Dios ama de un modo antecedente (antes que el pecador se arrepienta), perdonando y curando (es decir, pidiendo que amemos) a enemigos y pecadores [2].

Estos y otros rasgos semejantes definen la estrategia (y exigencia) de un perdón, que desborda la justicia conmutativa (talión) y supera el orden religioso de una sociedad centrada en un templo expiatorio, con sus sacrificios por el pecado. De esa forma, perdonando de un modo gratuito y retornando al principio de la creación (Gen 1), antes de que hubiera templo, Jesús instaura un camino universal de Reino, de tal manera que los perdonados (amados, liberados, acogidos), sin estar obligados por ley, pueden iniciar una forma de vida marcada por el amor mutuo y por la comunión, como muestra por contraste la parábola del “siervo perdonado” que se niega a perdonar (cf. Mt 18, 21-35).

Situándose de esa forma en una línea que asumirán después dos “seguidores” suyo, Esteban y Pablo (cf. Hch 7, 35-53 y Gal 3), con otros movimientos judíos de su tiempo, Jesús fundamenta su mensaje y proyecto en el principio de la historia israelita (creación, patriarcas, éxodo…), antes de que hubiera institución sacrificial estable, antes de la separación oficial del pueblo judía, abriendo un mensaje y camino de paz universal. De esa forma eleva su apuesta consecuente a favor del perdón ofrecido y compartido entre todos: Ha descubierto que aquellos que entienden la vida como juicio (talión) la acaban destruyendo, y se destruyen a sí mismos, pues la justicia no puede imponerse por violencia, ni el Reino de Dios por Ley y sacrificios, sino por perdón y amor mutuo, empezando desde los pobres y expulsados de la sociedad.

2.Perdónanos, como nosotros perdonamos

Esa estrategia del perdón se expresa en el documento fundacional de Jesús, que es su oración (Padrenuestro: Lc 11, 2-4; Mt 6, 9-13), donde se vincula la invocación de Dios Padre y el perdón.

Mt 6, 12: Y perdónanos (kai aphes hêmin) nuestras deudas (opheilêmata) ‒ como nosotros (ôs kai autoi) hemos perdonado (aphêkamen). a nuestros deudores (tois opheiletais hêmôn)

Lc 11, 4:  Y perdónanos (kai aphes hêmin) nuestros pecados (hamartías) ‒ pues también nosotros (kai gar autoi) perdonamos (aphiomen) a todo deudor nuestro (panti opheiloti hêmin)

Perdón de Dios, perdón humano. Éste es el tema de fondo no sólo de esta oración de Jesús, sino de todo su evangelio, como muestran las variantes del texto: «Perdónanos como nosotros hemos perdonado» (Mt); «Perdónanos, pues también nosotros perdonamos…» (Lc). Lucas destaca la simultaneidad entre el perdón de Dios y el humano, de manera que el uno ha de verse a la luz del otro. Mateo supone que hay una anterioridad del perdón humano, poniéndonos ante una comunidad que ha perdonado ya, pero que espera todavía (para el futuro) el pleno “perdón” de Dios (el Reino). A la luz del mensaje de Jesús, ambas fórmulas suponen que el perdón de Dios es lo primero, pero lo relacionan íntimamente con el perdón interhumano, que así aparece como consecuencia y signo del perdón de Dios y elemento básico de la dinámica del Reino. Conforme a esa dinámica (a todo el mensaje de Jesús), lo primero es Dios, de forma que el perdón humano es su signo y consecuencia. No es que los hombres empiecen perdonando, para pedir luego a Dios que les perdone, sino que Dios lo hace primero, de un modo gratuito, de tal forma que les mueve también a perdonarse unos a otros, empezando por los pobres y expulsados, en la misma vida, no en un templo especial.

En ese contexto se entiende esta oración que Jesús ha enseñado a unos pobres de Galilea, que acaban de pedir a Dios que les conceda el pan “nuestro” (compartido), diciéndoles ahora que se perdonen las deudas (todo lo que se deban entre sí), como signo y presencia del perdón de Dios, en la misma vida social, no en el templo: Perdónanos como nosotros “hemos perdonado ya” (Mt); “pues también nosotros perdonamos” (Lc). De esa forma se expresa la audacia increíble de esta oración de Jesús y de sus seguidores, que no se presentan ante Dios como “pobrecitos” (incapaces de asumir el Reino), sino como portadores de la más alta dignidad, es decir, capaces de perdonar como Dios perdona, de manera que ellos, pobres y excluidos con verdaderos sacerdotes de Dios [3]. Jesús está convencido de que el Reino de Dios se expresa y llega a través del amor y el perdón interhumano, iniciando así, desde Galilea, un movimiento fuerte de transformación social.

Deudas más que pecados.El perdón de Juan Bautista funcionaba en un plano sacral: Vendrá tras la confesión de los pecados (hamartíais; cf. Mc 1, 6; Mt 1, 6) y se logrará en el juicio futuro de Dios, simbolizado por el bautismo. Por el contrario, Jesús ofrece el perdón de Dios y pide el perdón interhumano antes del juicio, y no lo relaciona con la confesión de las propias culpas (y con el bautismo), sino con el perdón de las deudas que ofrecen y comparten aquellos que le escuchan y le siguen (¡como nosotros hemos perdonados; pues también nosotros perdonamos).

Dicho eso, debemos añadir que los discípulos de Jesús no piden a Dios que perdone sus pecados (hamartíais, en clave religiosa), sino sus deudas (opheilêmata), como ha destacado expresamente Mt 6, 12: «¡Perdona nuestras deudas como hemos perdonado a nuestros deudores!». Jesús no se sitúa en el espacio religioso del pecado (terreno propio de sacerdotes), sino en el plano más social de las deudas, que incluyen no sólo los pecados, sino los “bienes” que unos hombres deben a los otros (y en otro plano a Dios).

El evangelio de Lucas ha sentido la dificultad de mantener en ambos casos ese lenguaje judío, propio de la tradición profética de Jesús, y cambia la primera expresión, para situarse en un nivel más sacro-sacerdotal (cercano a Pablo: cf. Rom 5-8), diciendo “perdona nuestros pecados” (hamartías, en vez de opheilêmata, deudas). Pero no ha tenido libertad para cambiar la terminología en el segundo caso, y así sigue diciendo “pues también nosotros perdonamos a quien nos debe algo” (panti opheilonti hêmin). Lucas supone así que la relación con Dios puede expresarse en forma de pecado, mientras que la relación con otros hombres se expresa como “deuda”, confirmando así la prioridad del lenguaje social (económico) sobre el religioso [4].

3 Pueblo sacerdotal, pueblo que perdona. .

 Juan Bautista se había opuesto a los sacerdotes del templo, que querían mantener su monopolio sobre el pecado, pero el perdón que él prometía se hallaba vinculado al bautismo (para perdón de los pecados), y Dios lo concedería sólo al final de este tiempo (en el juicio) y sólo a quienes se hubieran arrepentido… Pues bien, en contra de eso, el perdón que Jesús pide a Dios es en el punto de partida (es lo primero, es el don de Reino) y se vincula al perdón mutuo entre los hombres (¡como nosotros perdonamos!), no a un rito bautismal relacionado con la conversión y el juicio [5].

Al principio de la oración, los seguidores de Jesús han pedido a Dios que llegue el Reino (y el pan), pero inmediatamente se atreven a decirle que les perdone todas las deudas, como ellos se perdonan entre sí. Allí donde los hombres comparten el pan (y para compartirlo) deben perdonarse, superando en clave de gratuidad (¡más allá del talión!) un tipo de vida centrada en la obligación del pago de las deudas (¡ojo por ojo, diente por diente!). Siendo don de Dios (perdón), el Reino exige que los hombres se perdonen, y que los primeros en perdonar sean los más pobres. Estos orantes de Jesús no piden a otros que (les) perdonen, ni quieren imponerles algún tipo de filosofía religiosa superior, sino que empiezan perdonando, y así lo dicen (lo prometen) ante el Dios del Reino. Éste es un perdón que emerge desde los pobres, pues ellos oran con (como) Jesús, pidiendo a Dios que les perdone y perdonando a sus deudores [6].

Así queda trazada la estrategia de la comunidad que surge en torno a Jesús. Ella ha de fundarse en el perdón, en plano social y religioso, personal y económico, pues la palabra «deudas» incluye esos aspectos. En esa línea, los que perdonan las deudas a los otros vienen a presentarse como signo de Dios, portadores de su Reino, formando el grupo de Jesús y siendo transmisores de la Vida de Dios. ¿Qué perdonan? Externamente poco, pues no tienen capacidad legal de exigir a los ricos la devolución de aquello que les han tomado (robado). Pero, en sentido más profundo, lo perdonan todo, iniciando así un tipo de vida centrado en la gratuidad y el pan compartido [7].

4. Reino de Dios, camino de perdón.

 Jesús ha fundado con un grupo de pobres galileos, un movimiento de perdón gratuito. ¡No llevan a juicio a los ricos (que les han “robado”), sino que proclaman ante ellos (y en el fondo, a favor de ellos) un camino más alto de vida, es decir, de perdón! Los mensajeros de Jesús no actúan de un modo pasivo (no exigen, se dejan morir), sino muy activo, comprometido, expresando así un aspecto esencial del Reino como perdón. Llevado hasta el fin, este perdón iguala a judíos y gentiles, religiosos y no religiosos, pues a todos se ofrece y se pide lo mismo, empezando por los pobres: ¡Que se perdonen las deudas, iniciando una dinámica universal de comunión, abierta al conjunto de la vida!

Ésta es la religión de Jesús, éste su culto, sin más mandamiento ni rito que el amor mutuo expresado en el pan compartido y el perdón, desde los pobres, que perdonan a quienes les han utilizado (convirtiéndoles en pobres). En este contexto no se puede hablar todavía de sistemas e iglesias, con ceremonias o poderes especiales: El Dios de Jesús es Padre que ama y crea por el perdón interhumano (cf. Mc 11, 22-26). Así lo muestra la continuación de Mateo, que vincula perdón de Dios y perdón de los orantes (que son aquí los pobres ofendidos): «Si no perdonáis las ofensas de los hombres tampoco vuestro Padre celestial os perdonará…» (Mt 6, 14-15) [8].

 Marcos, que no ha recogido el Padrenuestro, ha situado ese motivo tras la purificación del templo (¡lugar del perdón oficial!), mostrando que Dios no se revela o perdona por ritos, sino por el perdón: «Todo lo que pidiereis orando, creed que ya lo habéis recibido y así será dado. Y cuando oréis, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre celestial os perdone » (Mc 11, 24-25). El templo es inútil, pues Dios se revela y perdona donde los hombres se perdonan [9].

Jesús no necesita templos, su perdón no se logra con rituales, sino por el perdón interhumano, de manera que los pobres, que renuncian a vengarse y que perdonan a sus deudores (superando una justicia puramente legal), son sacerdotes de Dios, humanidad reconciliada. Ese perdón es gratuito, pero no indiferente; es superior, pero se encarna (ha de encarnarse) en el amor interhumano, creando un orden social que no nace del talión (doy para que me des), sino del perdón de los ofendidos [10].

5. Perdonad, y seréis perdonados

 En el contexto anterior han de entenderse tres sentencias, quizá posteriores, que Lucas introduce tras la palabra clave: «no juzguéis y no seréis juzgados»:   No condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados, dad y se os dará (Lc 6, 37-38).

En el principio, el perdón. Apoyándose en el Dios que perdona y crea, Jesús pide a los hombres que respondan de igual forma: Que no condenen, que perdonen y den gratuitamente lo que tienen:

 − No condenéis y no seréis condenados. Esta aplicación parece innecesaria, pues si no se puede juzgar menos se puede condenar. Pero es posible que al formularla se quiera responder a la objeción de aquellos que protestan diciendo: ¡No podemos condenar, pero podemos y debemos juzgar! A esos parece decir nuestro pasaje: ¡Atreveos, si queréis, a juzgar pero sabiendo que nunca podréis condenar! Si el texto dice así es porque supone que Dios no condena, pues es creador, no destructor de vida (como dice Pablo, según la tradición israelita en Rom 4, 17).

Perdonad y seréis perdonados. Esta palabra, igual que la anterior, nos sitúa en el centro del mensaje de Jesús. Quien no juzga debe perdonar, con amor que se adelanta a las ofensas e injurias, introduciendo una experiencia del amor creador en el centro de la vida de los hombres, por encima de la espiral del odio y la pura justicia retributiva. No se trata de negar el mal que existe, ni de dejarlo impune (como si todo diera igual), sino de superarlo por medio del perdón, tanto en un plano de deudas como de ofensas y pecados.

Dad y se os dará, una medida buena, remecida… No es perdonar de un modo indiferente, como si no hubiera remedio y si las cosas estuvieran condenadas a ser siempre lo que son (sin cambio alguno), en una rueda eterna de fortuna (eterno retorno), sino de responder en un plano más alto, introduciendo amor donde imperaba el odio y gratuidad allí donde la vida se entendía como imposición o venganza. Esta respuesta supone que el bien supera al mal, y el perdón a la venganza, y que Dios se manifiesta de manera creadora y gratuita en la historia de los hombres.

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Gloria a Dios en lo Alto, Paz en la Tierra a los hombres (22-23.2. 2025 CONFER España: Justicia y Misión)

Domingo, 23 de febrero de 2025

aDel blog de Xabier Pikaza:

Presento mañana, 23.2.25 la ponencia final de estas jornadas de justicia   y misión

El tema de fondo está tomado del libro El camino de la paz, Khaf, Madrid. Para los que quieran saber de qué se trata y no puedan estar o conectarse  electrónicamente presento aquí el esquema y desarrollo de la ponencia. Buen fin de semana a todos

Lc 2, 14: Canto de Navidad. Gloria in excelsis Deo et pax in terra hominibus 

  1. Bienaventurados los pobres de espíritu(Mt 5, 3).
  2. Bienaventurados los que sufren(Mt 5,4), los que saben renunciar
  3. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 5).
  4. Bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia (Mt 5, 6).
  5. Bienaventurados los misericordiosos (Mt 5, 7).
  6. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8).
  7. Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9).
  8. Bienaventurados los perseguidos por la justicia (Mt 5, 10,11).
  1. UN FUERTE CAMINO, OCHO ESTACIONES
  • 1ª estación. Paz y justicia económica. Una marcha universal de pobres
  • 2ª estación. Paz religiosa, una Palabra transparente. La verdad
  • 3ª estación. Comunicación universal, alianza de religiones
  • 4ª estación. Paz y ecología. Hermano sol, hermana luna
  • 5ª estación. Religiones, experiencia curativa: Los pobres curan a los ricos
  • 6ª estación. Educar en libertad, no para el triunfo
  • 7ª estación. Iglesia en justicia, una marcha de pacificadores
  • 8ª estación. Educar para la paz, para el nuevo corazón, para la ternura

 PONENCIA

Navidad. Lc 2, 14. La gloria de Dios es la Paz entre los hombres

Este es el canto (villancico) principal de Navidad, la teología y experiencia más honda de la Biblia. No hay primero Gloria de Dios y después, además, Paz entre los hombres, como si fueran cosas distintas (separables), sino que según el canto de los ángeles de Navidad (Lc 2,14), la gloria de Dios (Kabod, Doxa) se identifica con la paz entre los hombres (Shalom, Eirênê),

 Debemos empezar traduciendo bien el texto que dice Gloria a Dios en las alturas “y” paz en la tierra a los hombres que ama el Señor (=de la buena voluntad del Señor). La gloria de Dios y la paz entre (en) los hombres no son dos cosas, de manera que una se pueda sumar a la otra, sino que son lo mismo: La gloria de Dios es la paz entre los hombres, pues la partícula “y” tiene aquí un sentido de identificación, como en la frase central de la teología gloria dei / vivens homo, la gloria de Dios es el hombre viviente gloria dei / pax hominibus, es decir, la gloria de Dios en el cielo es la paz (=amor) en la tierra entre los hombres, no porque los hombres sean Dios y construyan por sí mismos la paz, sino porque en ellos se expresa y encarna, por Cristo la buena voluntad, la eudokía de Dios.

            Éste es el himno supremo de la Navidad, el himno/canto emocionado de los ángeles que identifica la gloria de Dios con la paz entre los hombres. Una palabra como esa está latente en todo el AT, pero sólo se revela y despliega, se canta y acoge plenamente en la encarnación cristiana.

            Dios no es obligación, imposición, ni miedo; no es amenaza ni castigo… sino gloria divina y principio de paz para cada familia, para todos los hombres y pueblos, que son familia de Dios sobre la tierra. La gloria/culto de Dios consiste en que los hombres se amen, es decir, reciban y desplieguen en su vida la paz de la vida de Dios.

No dijeron más los ángeles en la noche de Belén, ni más se necesitaba; pero tampoco dijeron menos. Sólo acogiendo, viviendo y comunicando la paz del Cristo de Belén podemos celebrar la vida, el verdadero nacimiento de hijos de Dios. Todo lo demás es consecuencias… Por eso, la palabra clave es Shalam aleikum, Eirêê hymin, Paz a vosotros, Pakea zuekin.

Texto

    Mi exposición se divide en dos partes complementarias, cada una en ocho secciones menores. (a) La primera presenta los ocho vagones del tren de la paz, en orden progresivo, del primero al último, según el modelo de las bienaventuranzas de Mt 5, 3-11, (b) La segunda expone las ocho estaciones del tren de la paz, que empieza en la opción por pobreza (y en la ayuda a los pobres) para desembocar en una visión del cristianismo como camino sinodal de la paz, en la línea del Papa Francisco [1].

 1. UN TREN DE OCHO VAGONES, OCHO BIENAVENTURANZAS

Las bienaventuranzas son proclamación y presencia de amor que pacifica:ellas expresan la certeza de que irrumpe el fin, de que ha llegado el Reino, como palabra de gracia. No exigen el cambio de los hombres, para así alcanzar a Dios, sino que empiezan hablando de Dios, para hacer así posible el cambio de los hombres

  1. Las bienaventuranzas son palabra per-formativa, re-formativa, creadora: realizan lo que dicen. Ellas expresan el sentido de la obra de Jesús: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios… y a los pobres se les anuncia la buena noticia (Mc 11, 5-6).
  2. Las bienaventuranzas marcan un principio de pacificación divina y humana. Todo es don de Dios, regalo de su vida y amor sobre la historia fuerte de lo hombres en de la tierra. Pero ese don se vuelve exigencia: quien recibe la gracia de Dios ha de convertirse en gracia para los demás.
  3. Las bienaventuranzas son palabra comprometida.El Dios de Jesús no es un Dios neutral , sino un Dios parcial, se pone totalmente al servicio del amor que es fuente y esencia de paz. Como principio de amor, Dios se ha comprometido positivamente en favor de los hombres, ofreciendo vida a todos, abriendo un camino que ellos mismos pueden y deben recorrer: ¡El camino de la paz mesiánica!
  4. 5.Lo contrario a las bienaventuranzas no es la malaventuranza (malditos vosotros.., como podría decir mal entendido el texto de juicio Mt 25, 31-46, sino la lamentación, el dolor de Dios. Dios no puede imponer la paz, pues la paz impuesta sería guerra, opresión, infierno. Dios es paz regalada. Por eso, el llora, cando los hombres no la reciben, como lloró Jesús al acercarse a Jerusalén: Dominus Flevit: Ay de ti Jerusalén, cómo me dueles…(Lc 19, 41-42).

Bienaventurados los pobres de espíritu(Mt 5, 3).Mateo ha puesto “pobres de espíritu” donde Lc 6, 20 decía simplemente “pobres”, no para negar el sentido “material” de la pobreza (cf. Mt 18, 1-14), sino para entenderla desde la visión total del evangelio, ampliando su sentido. Pobres de espíritu no son simplemente aquellos que siendo ricos son “sencillos” de corazón, pero se desentienden de los pobres reales de su entorno, sino aquellos que acogen (eligen) y viven la pobreza como medio de trasformación mesiánica. No son pobres por necesidad, sino por opción, poniéndose al servicio del Reino (es decir, de los más necesitados). Éstos son los que “se hacen” pobres porque quieren vivir según el evangelio, para trasformar de esa manera el mundo desde la pobreza. Para conseguir la paz hay que empezar por la pobreza. Éste es el punto de partida: Sin conversión (meta-noia) económica, personal y social no puede haber paz. El primer enemigo de la paz es laa riqueza hecha mamona.

  1. Bienaventurados los que sufren(Mt 5,4), los que saben renunciar,los que saben “perder”, para bien de los demás. No pueden ser “pacificadores” los que no saben sufrir, los que quieren vencer, triunfar y gozar a costa de todo. Así lo evoca el canto de Francisco de Asís cuando dice ¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación! Nadie lo ha dicho mejor que yo sepa, nadie lo ha vivido como él. Sin capacidad de renuncia y sufrimiento (al servicio de la vida de todos) no podrá haber paz en la tierra.
  2. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 5).La paz no se consigue con más dinero o más ejército, con la toma de poder y el triunfo de algunos sobre otros, sino allí donde los hombres renuncian a la estrategia de la violencia armada y de la imposición económica, para así ofrecer y compartir la vida en humanidad. Jesús ha sido manso de esa forma y así ha podido decir: «Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde…» (Mt 11, 28-29). Este yugo de Jesús no es sólo de tipo espiritual, sino también económico y social: Es el yugo de los pobres que aceptan el Reino y son capaces de “curar” a los ricos que les acogen.
  3. Bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia (Mt 5, 6).Ciertamente, son bienaventurados los hambrientos sin más, como ponía el texto de Lc 6, 20-22. Pero Mateo sabe que hay “hambrientos” mesiánicos, hambrientos de otro tipo de pan, no sólo para ellos, sino para todos los .En el principio del camino activo de la paz están éstos hambrientos creativos, aquellos que habiendo descubierto la presencia de Dios en los necesitados se empeñan en ponerse a su servicio, buscando así la “justicia de Dios”, que es la redención y salvación de todos, como sabe el Antiguo Testamento, y como ha dicho de un modo ejemplar San Pablo, cuando habla de la “justificación” de los pecadores. No sólo de pan vive el hombre (cf. Mt 4, 4), sino de la palabra de Dios y del despliegue de su justicia liberadora.
  4. Bienaventurados los misericordiosos (Mt 5, 7).El hambre y sed de justicia se expresa en forma de “misericordia”, en la línea del Dios de Israel a quien la Escritura presenta como “clemente y misericordioso, lento a la ira…” (Ex 34, 6-7). En ese contexto, el camino de la paz se identifica con el despliegue de la misericordia, que va más allá de la violencia y la venganza, de la lucha, la opresión y la condena. En esa línea, el evangelio Mateo ha definido a Jesús como el Mesías misericordioso, Hijo de David que tiene piedad de los perdidos sobre el mundo (cf. Mt 9, 27; 20, 30-31; 25, 22. 31-46).Misericordia quiero y no sacrificio, dice Jesús, en nombre de Dios, definiendo así el sentido de su camino mesiánico de pacificación (Mt 9, 13; 12, 7; cf. Os 6, 6). Hay un tipo de “sacrificio” que se impone desde arriba, en forma de justicia impositiva (e incluso de castigo).
  5. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8).Frente a la pureza de una Ley puesta al servicio de los fuertes y “justos” según el mundo (piadosos y cumplidores, pero sin corazón), que la utilizan para dominar a los demás, Jesús ha destacado la limpieza del corazón, abierta en forma solidaria a todos, especialmente a los expulsados del “buen orden social”. Así ha querido superar el orden de purezas legles, centradas en la exclusión de los leprosos o en la observancia del sábado (cf. Mc 1, 4-0-45; 2, 23-3, 6), en los tabúes de sangre y de sexo (cf. Mc 5) o las reglas de separación y comida (cf. Mc 7). En contra de una pureza simplemente legal, el ha buscado la limpieza y transparencia mesiánica, hecha de cercanía de corazón y de apertura a los necesitados, desde los más pobres. Los limpios de corazón que “ven a Dios” son aquellos que saben “ver” el corazón de los demás, amándoles así como personas.
  6. Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9). Algunos grupos judíos podrían haber proclamado la bienaventuranza de los guerreros de Dios que conquistar el reino del mundo (celotas). Pues bien, para Jesús, la bienaventuranza verdadera culmina allí donde los hombres, en la línea de todo lo anterior, son capaces de extender la paz del reino, regalando la vida por los otros en amor. Ésta es la bienaventuranza séptima, que es en un sentido la definitiva, y desde aquí se deben retomar todas las anteriores, recibiendo su sentido.  No es posible hablar de paz sin asumir un camino de pobreza, y sin optar de un modo intenso por la justicia del Reino (cf. Is 32, 17).En esa línea se sitúa el camino de Cristo, como ha visto la tradición cristiana (él es nuestra paz: Ef 2, 14-15). Jesús es pacificador porque ama sin imponerse, desde los más pobres; es pacificador porque no responde a la violencia con violencia, porque es manso y limpio de corazón….
  7. Bienaventurados los perseguidos por la justicia,bienaventurados seréis cuando os persigan, insulten y calumnien(Mt 5, 10,11).   Quien asume el camino de la paz ha de estar dispuesto que le persigan aquellos que quieren controlar el mundo con sus armas y dinero. Ciertamente, Jesús ofrece bienaventuranza (paz interior) y Reino de Dios (culminación amorosa de la historia), pero no triunfo externo, sino incluso persecución, porque este mundo (el de tiempos de Jesús y el de la actualidad, año 2025), sino estando dominado por principios de violencia establecida. Los violentos luchan entre sí por el control de los bienes de la tierra y de las personas, pero se unen todos en contra de aquellos que asumen un camino de pacificación no violenta, en amor, desde los pobres, como ha hecho Jesús.

 Entendidas así, las bienaventuranzas no son sentencia sobre aquello que se cumplirá al fin de los tiempos, sino anuncio de salvación presente. No piden un cambio del hombre, para llegar hasta Dios, sino que se apoyan en el don de Dios, para promover de esa manera el cambio de los hombres. Por eso, en su raíz se encuentra la certeza de que Dios está viniendo: «¡Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! Porque os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís y no lo oyeron» (Mt 13, 16-17). Sólo porque llega Dios, como principio de Reino, y porque algunos (Jesús y los suyos) lo instauran puede decirse: ¡Dichosos, vosotros, los pobres…!.

  1. UN FUERTE CAMINO, OCHO ESTACIONES

            Recojo ahora, en otra perspectiva, el camino de las ocho bienaventuranzas, que nos llevan de la pobreza a la paz, para desarrollarlas en una perspectiva más extensa, como en un tren de ocho estaciones, que lleva hacia Asís, la ciudad de la paz. El lector podrá relacionar fácilmente estas ocho estaciones con las ocho bienaventuranzas de Jesús.

 1ª estación. Paz y justicia económica. Una marcha universal de pobres

  Hay una sentencia latina que dice si vis pacem para bellum: Si quieres la paz prepárate para la guerra. Pues bien, en contra de ella, debemos elevar otra que dice si vis pacem para (=accipe, colle) paupertatemSi quieres la paz escoge y cultiva la pobreza (es decir, la renuncia a la posesión de bienes en contra de los otros). Leer más…

Amad a vuestros enemigos. Domingo 7º. Ciclo C

Domingo, 23 de febrero de 2025

IMG_9514Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, en la primera parte del “Discurso en la llanura”, Jesús distinguía dos antagónicos: pobres-odiados y ricos-estimados. Los primeros recibirán en el cielo su recompensa; los segundos lo perderán todo. Pero aquí, en la tierra, ¿cómo deben relacionarse ambos grupos? ¿Deben comenzar los pobres una guerra contra los ricos? ¿Pueden contentarse, al menos, con maldecirlos y desearles toda clase de desgracias? A favor de esta postura se podrían citar numerosos salmos, textos proféticos, y la práctica contemporánea de la comunidad de Qumrán. Pero Lucas quiere inculcar una actitud muy distinta, basándose en la enseñanza de Jesús.

Comportamiento con los enemigos (6,27-36)

Al comienzo del evangelio de Lucas, Zacarías, padre de Juan Bautista, profetiza que el descendiente de David vendrá “para que arrancados de las manos de los enemigos, le sirvamos [a Dios] con santidad y justicia”. Es una falsa esperanza. La venida de Jesús no nos arranca de las manos de los enemigos. ¿Qué hacer con ellos?

Ante los sentimientos y palabras adversos

«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.

Jesús comienza dirigiéndose a “vosotros que escucháis”, sus discípulos. No puede ser más duro y exigente: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ya no se trata de dos grupos separados (pobres – ricos), cada uno viviendo su propia vida. Hay un grupo enemigo que odia, maldice e injuria a las comunidades cristianas. Igual que hoy día se odia, insulta y critica a la Iglesia. ¿Cómo reaccionar ante ello? Es frecuente la autodefensa, negar las acusaciones o relativizarlas. No es eso lo que quiere Jesús. Incluso en el caso de que el odio, la crítica o la maldición sean injustificados, la postura del cristiano debe ser positiva. De las cuatro cosas que indica Lucas, dos al menos son posibles en cualquier circunstancia: hacer el bien y rezar. El “amor” no hay que entenderlo en sentido afectivo (como el amor entre los esposos, o entre padres e hijos), sino en el sentido práctico dehacer el bien”. En el evangelio de Lucas, el ejemplo concreto sería el de Jesús curando la oreja del soldado que viene a detenerlo.

Ante las acciones

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que te quite lo tuyo, no se lo reclames.

De repente, del “vosotros” se cambia al “”. Lo que hay que afrontar ahora no son sentimientos adversos (odio) o palabras hirientes (maldiciones, injurias), sino acciones concretas: “Al que te golpee en la mejilla… al que te quite el manto… al que te pide… al que te quite”. Estas frases le gustarían mucho a Gandhi. Pero a la mayoría le pueden resultar absurdas y prestarse al chiste: Al que te robe el móvil, dale también el reloj”; “al empresario que intenta robarte, no se lo reclames.

¿Hay que tomar estas exhortaciones al pie de la letra? En el NT se escuchan dos bofetadas: una a Jesús y otra a Pablo. Ninguno de los dos pone la otra mejilla. Jesús reacciona: Si he hablado mal, dime en qué. Y si no, ¿por qué me pegas?” (Jn 18,23). Pablo, que se dirige al sumo sacerdote, es más duro:Dios te va a golpear a ti, pared encalada. Tú estas sentado para juzgarme según la Ley y me mandas golpear contra la Ley” (Hch 23,3).

En cambio, con respecto al no reclamar en caso de injusticia, hay una reflexión de Pablo muy parecida. Un miembro de la comunidad de Corinto tuvo un pleito con otro y acudió a los tribunales paganos. Pablo les escribe que eso debería resolverlo un experto dentro de la comunidad. Y añade algo en la línea del evangelio que comentamos:Ya es bastante desgracia que tengáis pleitos entre vosotros. ¿Por qué no os dejáis más bien perjudicar? ¿Por qué no os dejáis despojar? (1 Cor 6,1-11).

La regla de oro

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. 

El discurso vuelve al “vosotros”: “Como queréis que os traten los hombres tratadlos vosotros a ellos. La formulación negativa de esta famosa norma aconseja: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan”. Aquí se pide algo más que no hacer daño; se pide tratar bien a cualquier persona. ¿Cómo te gusta que te trate la gente, hable de ti (por delante y por detrás), se comporte contigo? Ponte en la piel de la otra persona y actúa como te gustaría que ella se comportase contigo.

Motivos para actuar así

Lucas es consciente de que Jesús pide algo muy difícil. Por eso añade tres motivos que pueden ayudarnos a actuar de ese modo.

1) El cristiano debe superar a los pecadores.

Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué merito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman.
 
Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
 
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué merito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.

Lo repite tres veces, recogiendo dos verbos iniciales (amar, hacer el bien) y añadiendo uno nuevo (prestar). Si el cristiano se limita a imitar al pecador, no tiene mérito alguno. Se queda sin premio.

2) El premio.

¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.

Ya al principio del discurso prometió Jesúsuna recompensa abundante en el cielo (6,23). Ahora vuelve a mencionar esa recompensa abundante (6,35). Pero no habrá que esperar a la otra vida para recibirla porque, actuando de ese modo, seréis hijos de Dios, que es generoso con ingratos y malvados. Algunas personas han pagado grandes sumas por un título nobiliario. La realidad de hijo de Dios” no se compra, se consigue actuando de forma benévola con los enemigos.

3) Un buen hijo  debe imitar a su Padre, que es compasivo (v.36),

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

  La compasión de Dios la confirmará más adelante la parábola de los dos hermanos, en la que el padre abraza y festeja al hijo sinvergüenza que ha gastado su fortuna con malas mujeres. Jesús pide mucho, pero también Dios se exige mucho a sí mismo.

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Jesús y sus enemigos: ataque, reproche, silencio, disculpa y perdón

Los preceptos anteriores resultan a veces muy tajantes, sin matices. Si Jesús mismo no practicó alguno de ellos, ¿cómo debemos interpretar los otros? La respuesta se encuentra en el resto del evangelio. Leyéndolo se advierte que el tema de los enemigos es mucho más complejo de lo que aquí aparece. Jesús encuentra enemigos muy distintos a lo largo de su vida: los escribas y fariseos, enemigos continuos, que critican y condenan todo lo que hace; las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén (sacerdotes y ancianos), que lo condenan a muerte y se burlan de él cuando está en la cruz; Judas, que lo traiciona; los soldados, que se burlan de él, lo golpean y crucifican; el mal ladrón, que lo zahiere.

La reacción de Jesús es muy distinta en cada caso. A los escribas y fariseos no los bendice; los ataca de forma durísima, sin desaprovechar ocasión alguna de condenarlos, insultarlos y dejarlos en ridículo. A las autoridades les reprocha en el huerto que vengan a apresarlo como si fuera un ladrón, luego guarda silencio. Con un reproche reacciona también ante Judas: “¿Con un beso entregas al hijo del hombre?”. Ante los soldados, por mucho que se burlen de él y lo hieran, no protesta ni maldice. Pero su actitud global la representan sus palabras en la cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, que abarcan a todos los grupos. No solo perdona, también disculpa. Al morir por todos nosotros, estaba cumpliendo su mandato de hacer el bien a los que nos odian.

La medida que uséis con los demás la usará Dios con vosotros (37-38)

El discurso cambia de tema. Deja de referirse a los enemigos para centrarse en la conducta con los otros miembros de la comunidad.

No juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados;
dad, y se os dará:
os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
La medida que uséis, la usarán con vosotros.

La primera parte comenzó con cuatro órdenes (amad, haced bien, bendecid, rezad). Ahora encontramos dos prohibiciones (no juzguéis, no condenéis) y dos mandatos (perdonad, dad).

Lo novedoso es que de nuestra conducta depende la que adopte Dios con nosotros. Si juzgamos, nos juzgará; si condenamos, nos condenará; si perdonamos, nos perdonará; si damos, nos dará. Y aquí llega al colmo el tema de la recompensa abundante que ha salido ya dos veces en el discurso; ahora se dice que será una medida generosa, apretada, remecida, rebosante.

Estas cuatro normas parecen una receta excelente para corromper a Dios y forzarle a tratarnos bien y perdonarnos. Por desgracia, muchas veces preferimos arriesgar su condena por el breve placer de criticar o condenar a alguien.

El tema de no juzgar y no condenar se desarrolla a continuación, pero la liturgia ha reservado el resto del discurso para el domingo 8º.

La 1ª lectura (1 Samuel 26,2.7-9.12-13)

En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David.
 
David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David:
 
—«Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe».
 
Pero David replicó:
 
«¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor».
 
David tomó la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.
 
David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó:
 
«Aquí está la lanza del rey. Que venga uno de los mozos a recogerla. El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. Porque él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor».

Ofrece un ejemplo concreto de perdón al enemigo, pero por debajo de lo que pide el evangelio. David, perseguido continuamente por Saúl, tiene la posibilidad de matarlo. A eso lo anima su compañero Abisai. David se niega a hacerlo porque no se puede atentar impunemente contra el Ungido del Señor. ¿Y si no se tratara del rey? Cuando estaba al servicio de los filisteos devastaba los pueblos vecinos sin dejar vivo hombre ni mujer. David no es el modelo ideal para el modo de tratar al enemigo. Pero podemos aplicarnos el mensaje de esta escena: si David perdonó a Saúl por ser el rey de Israel, yo debo perdonar a cualquiera por ser hijo de Dios.

Cuando los enemigos nos hacen un gran favor

En esta época en que se critica tanto a la Iglesia, conviene recordar que las críticas y persecuciones le hacen gran bien. Tertuliano escribía en el siglo III: La sangre de los mártires es semilla de cristianos.

En 1870, el estado italiano se apoderó de Roma y arrebató al Papa la mayor parte de los Estados Pontificios. Lo que muchos católicos de finales del siglo XIX vivieron como una terrible ofensa a la Iglesia, hoy lo vemos como una bendición de Dios. Algunos incluso piensan que Italia debería haberse quedado con todo. San Pedro no tenía nada.

Un propósito muy evangélico

No enviar por las redes sociales ninguna noticia, chiste o comentario que fomente el odio o el desprecio, que insulte o se burle de cualquier persona de cualquier ideología.

23 de Febrero. Domingo VII. Tiempo Ordinario

Domingo, 23 de febrero de 2025

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Amad a vuestro enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.”

(Lc 6, 27-38)

Con el evangelio de hoy no nos vale esa excusa tan socorrida del “no lo entiendo”. Algunas veces nos encontramos con pasajes de significado oscuro pero hoy todo queda meridianamente claro.

Sabemos exactamente lo que quieren decir las palabras de Jesús. No hay problemas de interpretación.

Por eso, hoy tampoco nos vale eso de “no sé lo que quiere Dios de mí”. Este texto es todo un programa de vida. Podríamos incluso llamarlo “La Regla de Vida de Jesús.” Vamos a ver cómo quedaría:

Regla de Vida de Jesús

  1. Amad a vuestros enemigos.
  2. Haced el bien a los que os maldicen
  3. Orad por los que os injurian.
  4. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra.
  5. Al que te quite la capa, déjale también la túnica.
  6. A quien pide, dale.
  7. Al que se lleva lo tuyo, no se lo reclames.
  8. Tratad a los demás como queráis que ellos os traten.
  9. Prestad sin esperar.
  10. Sed compasivos.
  11. No juzguéis.
  12. No condenéis.
  13. Perdonad.
  14. Dad.

La verdad es que queda bien, es un texto corto, fácil de aprender, no tan fácil de vivir. Creo que hoy comprendo un poco más a San Francisco cuando, ante la insistencia de sus hermanos en que escribiera una Regla, los remitía al evangelio. No sé si a aquellos primeros franciscanos les parecería poco, o quizá demasiado…

Lo cierto es que, hacer de la vida de Jesús, o de sus palabras nuestro criterio de vida, no es tarea fácil. Ni siquiera sería fácil tomar este pequeño fragmento de hoy y tratar de vivirlo. Tal vez por eso necesitamos las unas de las otras, por eso nos conviene que la Iglesia sea muy plural y rica en matices. Necesitamos distintos movimientos y familias religiosas que con su esfuerzo hagan vida una palabra, un gesto, un rasgo de la vida de Jesús y, así, entre todos y todas, iremsos formando ese hermoso Rostro de Dios del que somos imagen cuando nos unimos.

Oración

Haznos parte de esa imagen tuya. Ayúdanos, Trinidad Santa, a reflejar un pequeño destello de tu Luz.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

Todos somos uno, no hay otro a quien amar u odiar.

Domingo, 23 de febrero de 2025

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Lc 6,27-38

Seguimos con el sermón del llano de Lucas. Después de las bienaventuranzas, nos propone otro de los hitos del mensaje evangélico: “Amad a vuestros enemigos”. Es el único dato que puede asegurarnos que cumplimos sus propuestas. Tampoco es fácil entenderlo, mejor dicho, es imposible entenderlo, si no se tiene la vivencia de unidad con Dios. Como programación o como obligación venida de fuera, nunca tendrá éxito, aunque el que lo proponga sea el mismo Dios. Para entrar en la dinámica que los evangelios nos proponen es indispensable comprender que no hay ningún enemigo.

Si sigo pensando que estas exigencias son demasiado radicales, es que no he entendido nada del mensaje evangélico; aún estás pensándote como individualidad separada y egótica, no te has enterado de lo que realmente eres. Jesús propone un planteamiento existencial, que va más allá de toda comprensión racional. Compromete el ser entero, porque se trata de dar sentido a toda mi existencia. Es verdad que desbarata el concepto de justicia de todo el AT y también el del Derecho Romano, que nosotros manejamos. Pagar a cada uno según sus obras o la ley del talión, ojo por ojo… quedan superadas.

Quiero sacaros de la sensación de angustia al descubrir que no somos capaces de amar al enemigo. Esa incapacidad es consecuencia inevitable de un mal planteamiento. Si creo que el evangelio me obliga a amar al enemigo con amor humano, que es un sentimiento, cerceno la posibilidad de cumplir el evangelio, porque los sentimientos son anteriores a nuestros deseos, no están sujetos a la voluntad. En griego hay dos verbos que nosotros traducimos por amar: “agapao” y “phileo”. Pero los primeros cristianos aplicaron al agapao un significado muy concreto que va más allá del que aplicamos al amor humano.

Agape significó para ellos el amor de Dios o el de un ser humano que imita el amor de Dios. Y ya sabemos que el amor en Dios no es una relación sino una total identificación con todo. Phileo siguió significando un amor de amistad, de cariño, de empatía con otra persona. En el texto que comentamos dice agapete, es decir, amaos como Dios ama o mejor, amaos con el mismo amor de Dios. Esta pequeña aclaración nos puede dar una pista de cómo debemos entender el amor a los enemigos. No se nos exige simpatía o amistad con el enemigo sino el amor de Dios al que tenemos que imitar.

Cuando interpreto la propuesta de amar al enemigo como una obligación de tener sentimientos positivos hacia él, entramos en una esquizofrenia porque no está a mi alcance. Lo que pide Jesús es otra cosa que sí está al alcance de nuestra voluntad. Se nos pide que amemos con el mismo amor con que Dios nos ama. Yo no puedo tener simpatía hacia el que me está haciendo daño, pero puedo considerar que hay algo en ese sujeto por lo que Dios le ama; y yo estoy obligado a tener en cuenta ese aspecto que me permita considerarlo parte de mi e identificarme con él a pesar de su actitud.

Esto quiere decir que el amor que nos pide Jesús no está provocado por las cualida­des del otro, sino que es consecuencia exclusiva de una maduración personal. En la vida normal damos por supuesto que tenemos que amar a la persona amable; que debemos acercar­nos a las personas que nos pueden aportar algo positivo. El evangelio nos pide algo muy distinto. Dios ama a todos los seres, no porque son buenos, sino porque Él es bueno. Pero en vez de entrar en la dinámica del amor de Dios, le hemos metido a Él en la dinámica de nuestro instinto. Hemos hecho un dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Si pensamos que Dios ama solo a los buenos, ¿qué podemos hacer nosotros?

Ningún amor puede ser consecuencia de un mandamiento. Cualquier forma de programación es lo más contrario al amor. Ésta es la causa de tanto fracaso espiritual. El amor de que habla el evangelio, como todo amor, tiene que ser consecuencia de un conocimiento. La voluntad es una potencia ciega, no tiene capacidad ninguna de elección. Solo puede ser movida por un objeto que la inteligencia le presente como bueno. Lo que le es presentado como malo, lo rechaza sin paliativos, no puede hacer otra cosa. Cuando en la vida real, repetimos una y otra vez una acción que consideramos mala, es que, en el fondo, no hemos descubierto la razón de mal en esa acción, y solamente la hemos considerado mala como fruto de una programación externa o una obligación impuesta.

Pero ese conocimiento que nos lleve a descubrir como algo bueno el amor al enemigo, no puede ser el que nos dan los sentidos ni la razón, que ha surgido exclusivamente para apoyar a los sentidos y garantizar la vida individual y biológica. El conocimiento que me lleve a amar al enemigo tiene que ser una toma de conciencia de lo que realmente soy, y por ese camino, descubrir lo que son los demás. Este amor es lo contrario del egoísmo. Llamamos egoísmo a una búsqueda del interés individual del falso yo. Cuando descubro que mi verdadero ser y el ser del otro se identifican, no necesitaré más razones para amarle. De la misma manera que no tengo que hacer ningún esfuerzo para amar todos los miembros de mi cuerpo, aunque estén enfermos y me duelan.

No podemos esperar que este Amor que se nos pide en el evangelio, sea algo espontáneo. Todo lo contrario, va contra la esencia del ADN que nos empuja a hacer todo aquello que puede afianzar nuestro ser biológico y a evitar todo lo que pueda dañarlo. Para dar el paso de lo biológico a lo espiritual, tenemos que recorrer un proceso de aprendizaje inteligente, pero más allá de la razón. Solo la intuición puede llevarme al verdadero conocimiento, del que saldrá el verdadero Amor-agape.

Los motivos que propone el evangelio para ese amor, también apuntan al “agape”. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Mateo es más radical y habla de “sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto”. Se nos pide que nos comportemos como Dios. Se nos pide salir al padre, comportarse como el padre. Solo alcanzando una conciencia clara de ser hijos, podremos considerarnos hermanos. Para los judíos, el concepto de hijo estaba más ligado a la relación humana que a la biológica. Alcanzar la plenitud humana, es imitar a Dios como Padre. Por eso Jesús consideró a Dios su Padre.

Otro problema muy complicado es compaginar este amor con la lucha por la justicia, por los derechos humanos. Jesús habla de no oprimir, pero también, de no dejarse oprimir. Tenemos la obligación de enfrentarnos a todo el que oprime a otro o trata de oprimirme a mí. Tolerar la violencia es hacerse cómplice de esa violencia. Si no ayudamos a los demás a conseguir los derechos mínimos que no se le pueden negar a un ser humano, se nos calificará, con razón, de inhumanos. Pero la defensa de la justicia, nunca se debe hacer con odio, venganza y violencia. Sin la experiencia interior, será imposible armonizar la lucha por la justicia y el verdadero amor. Sin renunciar a la lucha por la justicia, debemos tener claro que esa lucha, tenemos que llevarla a cabo con amor.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

Jesús en estado puro.

Domingo, 23 de febrero de 2025

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Lc 6, 29-38

«Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan …»

Estamos en el núcleo más íntimo del evangelio; en lo que más genuinamente expresa el sueño de Jesús; el Reino: una humanidad de hijos que solo queriéndose como hermanos encontrará su camino.

Pero estas expresiones que hoy leemos pueden ser interpretadas de muy diversas maneras. De hecho, unos la interpretan como una norma moral sumamente exigente que nos abre las puertas del cielo, otros, como un tratado de sabiduría que nos señala el camino de la felicidad, y otros, como una propuesta genial de convivencia capaz de llevar la humanidad a la plenitud a la que está destinada.

Pero conociendo a Jesús como creemos conocerle, resulta muy difícil imaginar que solo buscase la raquítica salvación de una docena de perfectos, sino que nos estaba proponiendo un proyecto de una gran envergadura. Y así debieron creerlo también los poderosos de Israel, pues solo necesitaron unos meses de predicación para saber que tenían que matarlo porque su doctrina hacía peligrar su estatus y comprometía su forma de vida.

Una lectura superficial del evangelio nos puede llevar a concluir que Jesús no abordó los problemas sociales y políticos de su época –y por tanto de ninguna época–; que sus consideraciones están centradas en la persona particular y no son válidas para dar solución a las dificultades reales de la sociedad. Pero si profundizamos en él, veremos que es justo al contrario, porque Jesús construye el Reino desde dentro, desde abajo, desde el servicio, no desde fuera, desde el poder. Jesús se centra en las personas para que esas personas construyan una sociedad humana mucho más justa y fraterna.

El objetivo último de cualquier sociedad es la convivencia, pero la convivencia se puede tratar de imponer a través de las leyes –cosa que nunca se logra– o se puede sembrar. Como decía Ruiz de Galarreta: «La ley deja a la persona a sus fuerzas, le pone preceptos que debe cumplir, le amenaza, le castiga, pero no le cambia el corazón. El Evangelio le coloca ante el don de Dios, le hace conocer a su Padre, le convierte en Hijo, lo cambia por dentro… y ya no tiene que mandarle nada».

Cuando la convivencia se siembra, tarda un tiempo en dar fruto, pero cuando lo da, da el ciento por uno. La razón es que las actitudes evangélicas –aunque parezca lo contrario– son contagiosas, y cada acción de generosidad, de perdón, de fraternidad, es una siembra que acaba dando fruto. Y es por eso por lo que estamos invitados a actuar como hijos; a estar en el mundo como estuvo Jesús, porque su semilla es poderosa y capaz de cambiarlo definitivamente a mejor.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

El secreto del Reino.

Domingo, 23 de febrero de 2025

de-tal-padre-tal-hijo-11-730x548Comentario al Evangelio del 23 de Febrero

Ahora bien, a vosotrxs lxs que me escucháis os digo…

Así inicia Lucas nuestro texto de hoy: Lc 6, 27-38. Es el comienzo de la segunda parte del sermón del llano, dirigido al pueblo.

La primera parte va dirigida a los discípulos; en ella propone Lucas dos horizontes, uno de felicidad y otro de desdicha, invirtiendo los valores de la sociedad. Los pobres sufren, pero en el reino de Dios, la nueva sociedad, saldrán de esa situación.

La segunda parte, tema de este domingo, trata el amor generoso y universal, es decir el amor sin distinciones, incluso a los enemigos.

Ahora bien, a vosotrxs lxs que me escucháis os digo:

Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen… al que te pide, dale…es decir, tratad a los demás como queréis que ellos os traten…”

Te invito a una reflexión orante de estas palabras. No tienen ninguna lógica, sin embargo contienen el secreto del reino, la clave de nuestro seguimiento, sin la cual el cristianismo sería una ideología más. Sin embargo, gracias a ese estilo de sociedad y actuación tan alternativa que Jesús nos propone, tenemos el tesoro escondido.

Hay que nacer de nuevo” le dirá Jesús a Nicodemo que anda en su noche más oscura intentando acoplar el mensaje de Jesús con sus conocimientos y práctica exhaustiva y fiel de la Tora, de la Ley mosaica.

Y Jesús le dice “hay que nacer de nuevo”. Hay que dejarse nacer por el Espíritu Ruah, que con su sabiduría nos conduzca a la luz para comprender el nuevo modo de pensar y actuar que propone Jesús.

Para nacer tenemos que cruzar la estrechez y la oscuridad de la madre que nos saca, nos empuja a un mundo nuevo, desconocido y en cierto modo aterrador.

De un lugar recogido, pequeño y nutrido, se nos saca a un mundo al que necesitamos entrar despacio. Ahí está el papel de la madre, sigue ofreciéndonos su regazo, su alimento, su calor, su atención…es el gran papel, medio olvidado, de la oración. Oración como diálogo de amor, apaciguador y capacitador para vivir esa escucha, de la que habla Jesús: “A vosotrxs, lxs que me escucháis, os digo

Me atrevo a afirmar que sólo desde ese calor de presencia que la fe nos garantiza, y a diario, como alimento insustituible por libros, audios…así en el silencio de ese abrazo que nos nutre, sí podemos aprender a ser hijas e hijos.  Esa filiación la otorga esa manera de amar, sentir y actuar alternativa, más bien opuesta a la normalizada por una sociedad, incluso iglesia que se ha mezclado demasiado con el poder olvidando la desnudez y vulnerabilidad de los métodos del Nazareno; él cambió la historia con sus manera tan diferente de vivir.

A vosotrxs, lxs que me escucháis os digo:

Potentes y entrañables esas palabras. Si te las tomas en serio te transportan a lugares desconocidos de alegría honda, de pasión encauzada a sacar de la noche a tantxs que hoy están amenazadxs por dictadores enloquecidos de poder.

No, ellos no son la ley, la ley la tenemos inscrita en nuestro corazón y conciencia y sólo si la vivimos desde el calor del amor comprenderemos la necesidad que tiene el mundo de hoy de vidas menos teóricas y más arriesgadas en sus actuaciones en defensa de los más perseguidos.

He vivido y estudiado muchos años en USA. Hoy mis amigxs, las personas con las que compartí vida y fe del Salvador, de Guatemala, de México, de Argentina… gente joven que a fuerza de un trabajo agotador se han hecho su rinconcito en un país que no les quiere oficialmente, pero que se aprovecha de su mano de obra barata…hoy están amenazados de ser deportados. Las madres les dicen a sus hijos al dejarles en el colegio, “si no vengo a recogerte cariño, no llores, vendrá tu tía y te enviará a nuestro país…

Conozco a muchísima gente que les apoya y acompaña. A muchísimas religiosas que dedican su vida y propiedades a apoyar y acompañar. A muchos  laicos que dedican parte de su sueldo para aliviarles.  Muchos, en lugar de hacer turismo de tercera edad se dedican a luchar por ellos de mil maneras: utilizando sus profesiones para ayudarles, utilizando sus recursos, utilizando su tiempo creando espacios seguros, para, como dice Jesús, darles de lo que nos  piden porque es suyo, al fin y al cabo.

A vosotrxs, lxs que me escucháis, os digo:

Actuad hoy ya, sin demora, como las hijas e hijos de Dios que sois. Sabemos que hijx en la Biblia se refiere al que actúa como su padre, no se refiere tanto al hijo biológico, como al que y a la que adquiere la profesión y modo de actuar del padre.

Mensaje aclarado, somos esxs hijxs predilectas cuando actuamos como el Abba.

Hay mucha tarea, y en efecto, debemos dejarnos nacer de nuevo.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

Amar a los enemigos.

Domingo, 23 de febrero de 2025

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Lc 6, 27-38

Parece innegable que nuestra especie no está programada para amar a los enemigos. De hecho, en nuestra evolución moral, la llamada “ley del talión” supuso un progreso notable. “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”, se lee en el Libro del Éxodo (21,24-25), cuya versión definitiva puede datarse en el siglo VI a.C. Con esa norma, presente también en el Código de Hammurabi -en torno al siglo XVIII antes de nuestra era-, se trataba de preservar el principio de reciprocidad, que suponía un paso adelante en el comportamiento ético de los humanos, en cuanto buscaba evitar una venganza desmedida y sin control.

Afirmar que, como especie, no estamos programados para amar al enemigo no significa conceder que la energía que ha movido nuestro desarrollo haya sido básicamente la agresión, el enfrentamiento y la competitividad. Estudios recientes vienen a demostrar, por el contrario, que el principio de cooperación ha sido, a lo largo de la historia, tanto o más frecuente y más poderoso que el de competitividad. Pero, en cualquier caso, al “enemigo” -a todo el que era percibido como tal para el propio grupo- se le privaba incluso de su condición de “humano”, lo cual establecía las bases para eliminarlo.

Han sido las tradiciones sapienciales las que nos invitan a mirar la realidad desde otro ángulo, un ángulo que ahora vienen a confirmar las ciencias como el más ajustado.

Aunque es indudable que podemos hacer daño a otros, de la misma manera que podemos recibirlo de ellos, no lo es menos que cada cual, en cada momento, hace lo mejor que sabe y puede. Entender el daño que se hace no significa justificarlo. Pero no entenderlo revela solo narcisismo por parte de quien no puede ver más allá de sus propios “mapas” mentales. Dado que, si pudiéramos ponernos en la piel del otro, seríamos capaces de entender -aunque no justificar- todo lo que hace.

Las tradiciones sapienciales han insistido siempre en que el ser humano se halla constitutivamente orientado hacia el bien. Y la ciencia actual -biología, neurociencias- nos van mostrando que la culpa no existe. Y que, hablando con rigor, llamamos “libre albedrío” a lo que todavía desconocemos de la biología.

Eso explica que, en línea con la propuesta de Jesús, si supiéramos o pudiéramos mirar en profundidad, veríamos que no existen “enemigos”; existen personas que hacen daño, desde su propio sufrimiento no resuelto y desde una ignorancia radical de la que tampoco son culpables.

Esa mirada en profundidad es la que nos permite situarnos en la consciencia de unidad donde, más allá del comportamiento de cada cual, nos percibimos Uno con todos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

La clave para acercarnos al Dios de Jesús no es el poder, sino el amor.

Domingo, 23 de febrero de 2025

IMG_9910Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

0.1.- ¿Qué Dios hemos experimentado en la vida?

        Cada cual vive y habla de lo que ha percibido y de lo que experimenta en la vida. Esto nos ocurre en todos los ámbitos de la vida y también en el de la fe.

        Nosotros hablamos de un Dios fuerte: “todo-poderoso”: todo poder, que muchas veces ha derivado en Dios “milagrero”, cuando no en un Dios justiciero, que está siempre juzgando y, por menos de nada, nos castiga. En esa experiencia de Dios hemos sido educados. Y hablamos de un Dios prepotente porque es el Dios que hemos experimentado.

        En nuestra educación religiosa Dios era un ser temible, “Dios era peligroso”. (En tiempos de la Inquisición era sospechoso de herejía hablar y predicar sobre la misericordia de Dios).

Cuestiones como el pecado, la culpa – la culpabilidad, la angustia, el escrúpulo, el juicio, la condenación, el infierno configuraban en gran medida el centro de nuestra vivencia de Dios. Y lo peor era y es que esa mentalidad queda grabada como a fuego en la conciencia de muchas personas. Y esa mentalidad sigue vigente hoy en día en muchos sermones, catequesis, confesonarios, ideologías eclesiásticas, etc.

A veces da la impresión de que las catequesis y homilías son autoescuelas sobre lo que hay que hacer y evitar. La primera catequesis y más importante catequesis es el afecto al niño, a la persona.

        El habitat “normal” de un católico era ¿y es? tener miedo a Dios.

02.- El Dios de Jesús.

        Sin embargo el Dios de Jesús es completamente distinto. Dios es amor, (1Juan 4,7) y en el amor no hay temor (1Juan 4,18).

        Malamente ha pasado la experiencia de la bondad de Dios Padre a nuestra teología, a nuestra moral, a los confesonarios, liturgias, a las catequesis y homilías, etc… Sin embargo la clave para acercarnos al Dios de Jesús no es el poder, sino el amor.

        Jesús ve a Dios como a su Padre que le ama y eso es lo que vive y nos comunica: Dios no es juez, Dios es nuestro Padre.

        Pensamos que Dios un ser prepotente que podría curar un cáncer, que incluso podría parar las guerras, un ser que nos va a juzgar y posiblemente nos mande al infierno.

Pero lo que Jesús nos dice de Dios es que es nuestro Padre y nos ama. Lo genuino y propio de unos padres es amar a sus hijos, luego la vida irá como vaya. Pero los padres y Dios aman. Lo primero y ante todo es el amor.

En el amor no hay temor.

03.- Experimentar el amor.

        Creer en el Dios de Jesús, ser cristiano no es atragantarse de dogmas (Denzinger), de normas, de ritos y de “puertas”, sino sentirnos queridos por Dios.

        Es esencial y decisivo en la vida sentir, vivir en el amor.

Podemos vivir -hemos vivido- con escasos medios económicos, sin dinero, sin libertad, si justicia, lo que no podemos vivir sanamente es sin amar y sin ser amados.

        Un niño, un hijo no deseado y no querido en la familia (quizás maltratado) lo va a tener muy difícil después en la vida.

        El amor no es una dimensión especialmente cristiana -que también-, sino humana. El amor humano, el amor familiar es sacramento del amor de Dios.

        Cuidemos esta dimensión de amor en la vida, que será acogida, a veces será respeto, otras veces cercanía, en ocasiones perdón…

04.- La experiencia fundamental del cristiano.

La experiencia primordial y fundante del cristiano es la de ser amado por Dios. Dios nos ama siempre y, sobre todo, en nuestra condición de pecadores y seres débiles:

Dios nos ama cuando aún éramos (y somos) pecadores, (Rom 5,8).

        Ni tan siquiera se trata de un amor recíproco, de amistad (filia), sino de que Dios nos ha amado primero, (1Jn 4,10.16). Dios no nos ama porque nosotros cumplimos lo que nos manda, sino que nos ama porque es nuestro Padre.

En una plegaria eucarística del Misal romano dice: “cuando por desobediencia perdimos tu amistad, no nos abandonaste… ¿Quién les ha dicho a los liturgistas que Dios retiró su amistad al ser humano? ¿Quién les ha dicho a los liturgos que el padre retiró su amistad al hijo perdido?

        La experiencia cristiana más genuina es el amor. Donde hay amor, hay cristianismo. Si no hay amor estamos lejos de ser cristianos. Es lo que tantas veces hemos cantado en nuestra vida: Ubi charitas et amor, Deus ibi est: donde hay caridad y amor, allí está Dios.

        Somos cristianos cuando y porque nos sentimos amados por Dios, incluso -y sobre todo- cuando nos vemos hundidos en la vida. Cuando no se tiene la experiencia de ser amado en la vida es muy difícil ser cristiano, sentirse bienaventurado en la vida (recordemos lo que escuchábamos el domingo pasado: sed bienaventurados, felices en la vida).

Uno puede ser un perfecto religioso cumplidor de la ley, aceptar militarmente el dogma y la disciplina eclesiástica. Eso es ser religioso. Pero ser cristiano es amar y ser amado.

05.-    Ama y haz lo que quieras

        Jesús nos llama a vivir en el amor de Dios y de la humanidad.

        Pero el amor no es un mandamiento más de  “moralina barata” que se le ocurriera a Jesús lo mismo que podría haber dicho que los viernes no se puede comer carne o que los domingos hay que venir a Misa.

        Decía K Rahner (1904-1984) que el único criterio moral en el cristianismo es el amor. Después cada cual habrá de extraer las pautas de comportamiento para su vida.

        En último término es lo que decía San Agustín (350-430): ama y haz lo que quieras. O si preferimos podemos darle la vuelta: ama y lo que quieras, hazlo.

 

“ Brindar al mundo “exceso” de amor misericordioso como lo hace nuestro Dios “, por Consuelo Vélez

Domingo, 23 de febrero de 2025

IMG_0029De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del VII domingo del TO 23-02-2025

El evangelio presenta tres actitudes concretas en las que se presenta la diferencia entre una sociedad donde cada uno ve por su propio interés y lo que ha de ser el actuar cristiano.

La vida cristiana tiene algo más que ofrecer al mundo. Allí donde impera la violencia puede ponerse la paz. Allí donde impera el egoísmo, puede implementarse el compartir. Allí donde prima la indiferencia, puede ponerse la atención a los otros, buscando también lo mejor para ellos

La vida cristiana, por tanto, está llamada a testimoniar el amor misericordioso de Dios y esa misericordia siempre es “generosa, apretada, sacudida, rebosante

A ustedes que me escuchan yo les digo:

Amen a sus enemigos, traten bien a los que los odian; bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian.
Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica.
Da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a sus amigos.  Si hacen el bien a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen. Si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan para recobrar otro tanto.
Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados.
Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante.
Porque con la medida que ustedes midan serán medidos

(Lucas 6, 27-38)

 El domingo pasado reflexionábamos sobre el pasaje de las bienaventuranzas. El evangelio de hoy continúa esa presentación de los valores del reino mostrando tres actitudes concretas en las que se presenta la diferencia entre una sociedad donde cada uno ve por su propio interés y lo que ha de ser el actuar cristiano. La primera se refiere a los enemigos, a los que tratan mal o injurian. Sobre ellos se dice que se han de amar, tratar bien, bendecir, rezar por ellos. La segunda se refiere a los que usan la violencia o roban las pertenencias. La respuesta es no poner resistencia y darle todo lo que se tiene. La tercera es dar todo lo que pidan y si alguien quita algo, no reclamarle. Vistas estas actitudes en sociedades como las nuestras tan llenas de violencia y de aprovechamiento de unos sobre otros, resulta muy difícil ponerlo en práctica. Pero la cuestión no es tomar al pie de la letra los ejemplos señalados sino entender el espíritu de lo que significa la vida cristiana. En realidad, se resume en la llamada “regla de oro”: hacer a los otros lo que queremos que ellos nos hagan. Y la fundamentación de tal actuar también radica en que la gente se porta bien con los que se portan bien, con las personas que ama. Pero no lo hace con los que no ama. Y aquí viene la pregunta para el cristiano: ¿Qué mérito se tiene si solo se hace el bien a los que se ama? Eso lo hacen todas las personas. La vida cristiana tiene algo más que ofrecer al mundo. Allí donde impera la violencia puede ponerse la paz. Allí donde impera el egoísmo, puede implementarse el compartir. Allí donde prima la indiferencia, puede ponerse la atención a los otros, buscando también lo mejor para ellos.

Ahora bien, la razón para este comportamiento lo explicita la segunda parte del evangelio: “Ser compasivos o misericordiosos como Dios es misericordioso”. En este mismo texto, pero en la versión de Mateo, se dice “sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Y ambos textos remiten al texto del Levítico (19,2): “sean santos como Dios es santo”. Ahora bien, la santidad en Israel implicaba la “separación” para participar de lo sagrado y se hablaba de ello en el ámbito ritual. Conocemos que Jesús cuestiona esa pureza ritual que excluye a muchos. Por tanto, hablar de Dios como misericordioso puede ser mucho más significativo que los otros términos. De hecho, el Antiguo Testamento también habla de Dios como misericordioso y el evangelio de Lucas lo presenta en este texto muy diciente para sus destinatarios que son los pobres y excluidos.

La vida cristiana, por tanto, está llamada a testimoniar el amor misericordioso de Dios y esa misericordia siempre es “generosa, apretada, sacudida, rebosante”. Si hay algo que los cristianos pueden ofrecer al mundo de hoy es ese “exceso” de misericordia porque, efectivamente, todos necesitan de ese amor gratuito en muchos momentos de la vida y para algunos es la única posibilidad de levantarse de las situaciones de injusticia a las que las estructuras de pecado los someten. El evangelio termina con el refrán de oro expresado de otra manera: “de la forma que midan, así serán medidos”. Ojalá que estos valores del reino sean vividos con mayor radicalidad, con total generosidad como Dios mismo lo hace con absolutamente todos sus hijos, aunque sean ingratos y malvados.

(foto tomada de: https://www.ecognitiva.com/salud/ayuda-a-domicilio-mayores/#google_vignette)

María: La vida no puede equivocarse.

Sábado, 22 de febrero de 2025

Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“En la tradición cristiana, María es la mujer del “sí”. Quizás, en una lectura mítica –unida a intereses espurios que nada tienen que con el evangelio ni con la espiritualidad–, tal actitud se presentó como “sumisión” pasiva que anulaba a la persona. Sin embargo, no es nada de eso: se trata, por el contrario, de una actitud sabia que sabe alinearse con el momento presente, porque reconoce su verdadera identidad en la Vida única que todo lo rige. Es a esa Sabiduría mayor a la que la persona dice “sí”. Y no es anulación, porque esa sabiduría –y no el yo o ego– constituye, en lo profundo, nuestra verdadera identidad. Es ella la que dice: que todo sea; amo lo que es. Y es entonces, solo entonces, cuando, paradójicamente, la Vida se manifiesta a través de nosotros de un modo adecuado: todo fluye.

 Ahora bien, para vivir tal actitud sabia y humilde, se requiere silencio interior: silencio de la mente y de todos los movimientos mentales y emocionales. Se requiere aprender a “guardar las cosas en el corazón”, dejar reposar todo, en actitud de paciencia. Todo lo que sucede tiene que suceder: la Vida no puede equivocarse. Lo que ocurre es que nuestra mente no alcanza a entenderlo y automáticamente genera resistencias. Por eso necesitamos aprender a calmar o aquietar la mente: para no vivirnos en el oleaje, sino en el fondo del océano, donde todo es quietud“.

*

Enrique Martínez Lozano

Otro modo de leer el Evangelio

***

“La educación ante la alarma ecológica”, por Leonardo Boff, teólogo

Sábado, 22 de febrero de 2025

madre-tierraDe su blog La fuerza de los pequeños:

“El destino común nos convoca a un nuevo comienzo”

“Un planeta pequeño y con bienes y servicios (recursos) limitados como la Tierra no soporta un proyecto de desarrollo/crecimiento ilimitado, el motor teórico y práctico que puso en marcha toda la modernidad”

“La Deep Seek china, la más avanzada de todas las plataformas y de libre acceso, anunció la ‘insostenibilidad humana y la obsolescencia histórica del neoliberalismo del modelo económico occidental’

“Todos los seres vivos tenemos el mismo código genético. Tal paradigma tendría la facultad de crear la conciencia colectiva de que debemos tratarnos, entre nosotros los humanos y con todos los demás seres de la naturaleza, como hermanos y hermanas”

“Quiero detenerme en un valor que se suele olvidar y que debe estar presente en la escuela: la espiritualidad natural, que forma parte de la naturaleza humana”

Por más que haya negacionistas, no se puede negar el hecho de que la Tierra y la humanidad han cambiado. En primer lugar se da como cierta la constatación de que un planeta pequeño y con bienes y servicios (recursos) limitados como la Tierra no soporta un proyecto de desarrollo/crecimiento ilimitado, el motor teórico y práctico que puso en marcha toda la modernidad. Es la conocida Sobrecarga de la Tierra (The Earth Overshoot).

La Deep Seek china, la más avanzada de todas las plataformas y de libre acceso, anunció la “insostenibilidad humana y la obsolescencia histórica del neoliberalismo del modelo económico occidental. Está destinado a desaparecer, por más que prolongue la agonía con violencias, agresiones y guerras. Tal anuncio dejó aterrorizados a los dueños de las grandes plataformas que en un momento perdieron en total un billón de dólares.

En otras palabras: la Tierra, considerada como un superorganismo vivo, sintiéndose agredida sistemáticamente por la forma como los occidentales decidieron relacionarse con ella y con la naturaleza en los últimos tres siglos, explotándola al máximo para conseguir una ilimitada acumulación de riqueza material privada, hecha mediante la competición más feroz, está reaccionando cada vez con más frecuencia. Envía señales tales como una gama enorme de virus, de bacterias, el último más universal, el coronavirus, eventos extremos como severas sequías, inundaciones avasalladoras, erosión de la biodiversidad y, últimamente, con incendios, inaugurando más allá del vigente antropoceno y del necroceno una nueva era geológica, tal vez la más peligrosa, el piroceno (la era del piros en griego, del fuego).

Pero la reacción más sensible y violenta de Gaia es el calentamiento global. No estamos yendo hacia él. Estamos ya dentro de él. El Acuerdo de París de 2015 de disminuir al máximo la emisión de gases de efecto invernadero para que no llegásemos a 1,5C en 2030 no se ha respetado. La fecha se ha anticipado. El año 2024 ha sido el más caliente de la historia conocida, llegando a un aumento de 1,55ºC de media y en algunos lugares hasta de 2ºC o más. Los científicos reconocen que la ciencia ha llegado demasiado tarde. Ya no puede hacer retroceder ese calentamiento. Todo lo más puede advertir de la llegada de eventos extremos y mitigar los daños. Ni siquiera necesitamos la ciencia para hacer esta constatación: por todas partes ocurren eventos extremos, que hacen que nos demos cuenta de que el planeta Tierra ha perdido su equilibrio y está buscando otro. Este, más caliente, puede asolar gran parte de la biosfera y diezmar millones de seres humanos que no conseguirán adaptarse a un clima más caliente.

¿Cómo salir de esta crisis planetaria? No vemos otro camino realista que inaugurar otro paradigma en la relación con la naturaleza y la Tierra viva: buscar vivir aquel valor presente en todas las culturas al cual dediqué dos libros: “la búsqueda de la justa medida”: cuánto extraer de la naturaleza para nuestra subsistencia y cuánto preservarla para que pueda regenerarse y continúe ofreciéndonos lo que necesitamos para vivir.

Si el paradigma dominante era el del dominus, el ser humano amo y señor de la naturaleza, no sintiéndose parte de ella, y nos ha llevado a la crisis sistémica actual, ahora se impone aquello que el sentido común y la propia biología nos han enseñado: el frater (el hermano y la hermana). Todos los seres vivos tenemos el mismo código genético de base como lo demostraron Watson y Crick en los años 50 cuando identificaron la fórmula de cómo se construye la vida, lo que nos hace objetivamente hermanos y hermanas unos de otros. Tal paradigma tendría la facultad de crear la conciencia colectiva de que debemos tratarnos, entre nosotros los humanos y con todos los demás seres de la naturaleza, como hermanos y hermanas.

El cuidado, la cooperación, la solidaridad, la compasión y el amor constituirían las bases de esta nueva forma de habitar el planeta Tierra. Evitaríamos los peligros de autodestrucción y crearíamos las condiciones para la continuidad de nuestra vida sobre este planeta. De lo contrario podríamos conocer el camino recorrido por los dinosaurios, que hace 67 millones de años no consiguieron adaptarse a los cambios de la Tierra y desaparecieron definitivamente.

Dentro de este contexto se hace urgente enriquecer la educación con el valor del cuidado, con la ética de la solidaridad, con el sentimiento de amorosidad hacia todos los seres y la iniciación a la espiritualidad natural. Como afirmaba Hannah Arendt: podemos informarnos durante toda la vida sin educarnos nunca. Hoy tenemos que educarnos de forma adecuada a los cambios que están ocurriendo. No se trata de tener una cabeza llena con todo tipo de información, sino una cabeza bien organizada. Educar no es llenar una vasija vacía sino encender una luz en la mente.

Nos advierte la Carta de la Tierra: “como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a un nuevo comienzo. Esto exige una nueva mente y un nuevo corazón”. Es decir: asumir que la Tierra está viva y es nuestra Gran Madre; rescatar los derechos del corazón: el lazo de amorosidad para con todos los seres y superar el uso utilitarista, pues cada uno posee un valor en sí. Enriquecer la razón intelectual, tan desarrollada en la modernidad, con la sensibilidad del corazón que nos hace sentirnos realmente hermanos y hermanas unos de otros, con el imperativo ético de guardar y cuidar de la herencia sagrada que es la Tierra, nuestra única Casa Común.

Entre otros valores quiero detenerme en uno que se suele olvidar: recuperar la espiritualidad natural. Ella no es una derivación de las religiones, más bien estas beben de esta fuente que es más originaria. La espiritualidad natural es parte de la naturaleza humana como la inteligencia, la voluntad, el poder y la libido. La espiritualidad natural se expresa por el amor que no excluye a nadie, por la solidaridad, por el lazo afectivo con todos los seres, por la compasión con los que sufren. Esta espiritualidad debe estar presente en la escuela, desde la más tierna infancia. Así se formarán no consumidores y usuarios de los medios tecnológicos, sino ciudadanos conscientes, críticos, sensibles, profundamente humanos.

*Leonardo Boff teólogo, filósofo, escritor, ha escrito: La búsqueda de la justa medida: el pescador ambicioso y el pez encantado, Vozes 2022.

El Ministerio LGBTIQ+ de una parroquia se pronuncia en contra de las órdenes anti-trans de Trump, así como del apoyo de la USCCB a estas acciones.

Sábado, 22 de febrero de 2025

IMG_0041-768x563Entrada principal de la iglesia parroquial de Todos los Santos

El líder del grupo del ministerio LGBTQ+ de una parroquia católica ha criticado públicamente el apoyo de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) a las acciones represivas del presidente Donald Trump contra las personas transgénero, diciendo que tales acciones “no son solo discriminatorias; son peligrosas… [y] contribuyen al estigma y la marginación que las personas transgénero ya enfrentan, aumentando su vulnerabilidad a problemas de salud mental, suicidio y violencia“.

En una carta al editor del periódico Post-Standard de Syracuse, Nueva York, Jeff Wright, presidente del Grupo de Trabajo LGBTQIA+ de la All Saints Catholic Church (Iglesia Católica de Todos los Santos), ubicada en la misma ciudad, también anunció que en respuesta al apoyo de la USCCB a la política de Trump, la parroquia está estableciendo “un grupo de apoyo que brindará un espacio compasivo e inclusivo para los feligreses transgénero, sus familias y amigos. El objetivo es fomentar la comprensión, ofrecer apoyo y fortalecer el sentido de comunidad dentro de nuestra iglesia, donde creemos en la importancia del amor, la aceptación incondicional y el apoyo a todas las personas, incluidas todas las identidades de género”.

Debemos defender políticas que reconozcan y respeten el espectro completo de identidades de género”, afirmó Wright. “Debemos apoyar a las personas transgénero en su lucha por la igualdad, el respeto y la dignidad. Y debemos responsabilizar a nuestros líderes por el daño que causan sus acciones, tanto a los líderes políticos como a los religiosos”.

Wright también señaló que los efectos que tendrá la política de Trump son “reales y devastadores”, y que una directiva de este tipo “no tiene cabida en la Iglesia católica de los Estados Unidos ni en el mundo entero”.

La comprensión de una política de este tipo se basa en “una definición estrecha y científicamente inexacta que no tiene en cuenta las experiencias vividas y las identidades de las personas transgénero, no binarias e intersexuales”, explicó Wright. Los expertos médicos y legales han repudiado este enfoque del género, dijo, porque “no reconoce la complejidad y diversidad de la biología y la identidad humanas”.

¿Qué está haciendo su parroquia, institución o comunidad de fe católica para apoyar a la comunidad LGBTQ+ mientras el gobierno federal de los EE. UU. continúa con las órdenes represivas en su contra?

¿Servicios de oración? ¿Grupos de apoyo? ¿Manifestaciones de protesta? ¿Campañas de redacción de cartas? ¿Algo más? Envíe una descripción de no más de 400 palabras a info@NewWaysMinistry.org. Asegúrese de incluir su nombre, el nombre de su parroquia y su ubicación (ciudad, estado), su papel en la comunidad (¿pastor? ¿voluntario? ¿personal pastoral? ¿miembro del comité?). Intentaremos publicar tantas respuestas como podamos. ¡Gracias!

La parroquia All Saints es una comunidad católica culturalmente diversa que es el resultado de una fusión de varias parroquias hace varios años. Al menos una de esas parroquias tenía un ministerio gay establecido desde hace mucho tiempo, y All Saints ha continuado ese ministerio y ese alcance, incluso cuando ha dado la bienvenida a los inmigrantes congoleños recién llegados a Syracuse. El padre Fred Daley, un sacerdote gay declarado que es un defensor desde hace mucho tiempo de la bienvenida a los grupos marginados, es el pastor. Él y muchos otros líderes laicos de la parroquia han trabajado con éxito en la integración de la comunidad LGBTQ+ y congoleña, y también en ayudar a grupos que tradicionalmente han estado en desacuerdo entre sí a llegar a entenderse y aceptarse mutuamente.

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Miembros del Grupo de Trabajo LGBTQIA+ de Todos los Santos en el Desfile del Orgullo local en 2016.

La parroquia tiene el único santuario católico del país dedicado al padre Mychal Judge, OFM, el sacerdote gay que fue capellán del Departamento de Bomberos de Nueva York que murió en los ataques del 11 de septiembre al World Trade Center. Cada año, la parroquia entrega el Premio Padre Mychal Judge a personas y grupos que ejemplifican los valores del sacerdote fallecido. En 2022, el Ministerio New Ways fue el destinatario. El santuario era una estatua emotiva del padre Judge que cuatro socorristas sacaron de los escombros del World Trade Center.

Esta carta al editor es una manera fuerte y eficaz de hacer saber a los demás que no todos los católicos apoyan las políticas represivas LGBTQ+ de Trump, y tampoco apoyan el elogio de tales políticas por parte de los líderes de la USCCB. Estar en desacuerdo con los líderes de la iglesia de esta manera no es un desacuerdo sobre doctrina, sino sobre política.

Además, el plan de la comunidad de All Saints de apoyar a las personas de todas las identidades de género que sufren tales políticas es una expresión poderosa de auténtica caridad cristiana e ideales católicos de justicia social.

New Ways Ministry se enorgullece de apoyar la forma en que han respondido en tiempos tan temibles, desesperanzadores y peligrosos. Que sean un ejemplo para toda la Iglesia Católica en los EE. UU.

—Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 20 de febrero de 2025

Para encontrar una comunidad católica acogedora cerca de usted, consulte la lista de parroquias y comunidades religiosas amigables con la comunidad LGBTQ del New Ways Ministry en línea. Si conoce alguna parroquia que deba agregarse a la lista, infórmenos haciendo clic aquí y completando el formulario simple.

Fuente New Ways Ministry

“Trump está dando rienda suelta al sadismo, pero no podemos dejar que nos abrume”, por Judith Butler

Sábado, 22 de febrero de 2025

IMG_6258Quienes festejan su insolencia y su sadismo están tan atrapados en su lógica como aquellos paralizados por la indignación

Judith Butler

9 de febrero de 2025 22:09 h

Actualizado el 10/02/2025 08:17 h

Mientras Donald Trump emite a diario una serie de declaraciones públicas y decretos devastadores y atroces, nunca ha sido tan importante evitar quedar atrapados en su obscenidad para, en su lugar, centrarnos en cómo estos problemas están interconectados.

Es fácil olvidar o dejar de lado órdenes ejecutivas como la prohibición de programas y discursos sobre diversidad, equidad e inclusión (DEI), así como de la “ideología de género” en todos los programas financiados por el Gobierno federal, a medida que nuevas obscenidades invaden el ciclo de noticias. Entre la rápida sucesión de anuncios figuran las amenazas de deportación a estudiantes internacionales que participen en protestas legítimas, las ambiciones expansionistas sobre Panamá y Groenlandia, y las propuestas de que EEUU se haga cargo de la expulsión total y forzosa de los palestinos de sus tierras en Gaza.

En cada caso, Trump hace de sus declaraciones una demostración de poder, poniendo a prueba su capacidad de surtir efecto. Si bien los tribunales pueden poner un freno a las órdenes ejecutivas, ya se ha dado inicio a la deportación de inmigrantes, al igual que a la reapertura de los grotescos campos de Guantánamo.

Acumular poder autoritario depende, en parte, de la disposición de la gente a creer en el poder ejercido. En algunos casos, las declaraciones de Trump buscan tantear el terreno, pero en otros, sus escandalosas afirmaciones son un logro en sí mismas. Trump desafía la vergüenza y las restricciones legales para demostrar que es capaz de hacerlo, exhibiendo al mundo un sadismo descarado.

Exhibición descarada del odio

El regocijo del sadismo descarado incita a otros a celebrar esta versión de la masculinidad, una que no solo está dispuesta a desafiar las reglas y principios que rigen la vida democrática (libertad, igualdad, justicia), sino que convierte estas acciones en formas de “liberación” de ideologías falsas y de las limitaciones impuestas por la ley. Un odio exultante ahora se presenta como libertad, mientras que las libertades por las que muchos de nosotros hemos luchado durante décadas son objeto de obstáculos y distorsionadas como un “wokismo” moralmente represivo.

El gozo sadista en cuestión no es solo suyo. Depende de ser comunicado y disfrutado ampliamente para existir: es una celebración comunal y contagiosa de la crueldad. De hecho, la atención mediática que genera alimenta la orgía sádica. Este desfile de indignación reaccionaria e insolencia debe ser conocido, visto y escuchado. Y por eso ya no es suficiente con exponer la hipocresía. No hay una fachada de moralina que debamos arrancarles. No, la demanda pública de una apariencia de moralidad por parte del líder se ha invertido: los seguidores de Trump se excitan con la exhibición de su desprecio por la moralidad, la cual comparten.

La descarada exhibición de odio, el desprecio por los derechos, la disposición a despojar a las personas de sus derechos a la igualdad y la libertad prohibiendo el “género” y sus desafíos al sistema binario de sexo (negando la existencia y los derechos de las personas trans, intersexuales y no binarias), destruyendo los programas DEI destinados a empoderar a aquellos que han sufrido una discriminación sistemática y persistente, las deportaciones forzadas de inmigrantes, y los llamados a la desposesión total de quienes, traumatizados, han sobrevivido a las acciones genocidas en Gaza.

Raphael Lemkin, abogado polaco-judío que acuñó el término “genocidio”, dejó claro que la definición incluye “un plan coordinado destinado a la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de los grupos nacionales… Puede lograrse eliminando toda base de seguridad personal, libertad, salud y dignidad”. De hecho, el traslado forzado de niños es el quinto acto punible bajo la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio adoptado en 1948.

No todas las formas en que Trump despoja de derechos encajan en la categoría de genocidio, pero muchas de ellas expresan pasiones fascistas. Negar el derecho a la atención médica, al reconocimiento legal y a la libertad de expresión para las personas trans, intersexuales y no binarias ataca los cimientos mismos de sus vidas. Incluso el Tribunal Supremo conservador consideró que la discriminación contra personas trans y no binarias constituye discriminación por razón de sexo (Bostock v. Clayton, 2020).

Por lo tanto, es un sinsentido afirmar que los derechos de las personas trans amenazan las leyes basadas en el sexo: esos derechos pertenecen a esas leyes y deben ser protegidos por ellas. Acorralar a inmigrantes en escuelas y viviendas, deportarlos forzosamente a centros de detención y arrebatarles su derecho al debido proceso no solo muestra un claro desprecio por esas comunidades, sino también por la democracia constitucional misma. La amenaza a la ciudadanía por nacimiento desafía una protección constitucional básica y coloca a Trump por encima del derecho constitucional y el equilibrio de poderes.

Que no nos paralice

Si seguimos estando presos de la indignación y paralizados por la estupefacción ante cada nueva proclama, no seremos capaces de discernir cuál es el vínculo entre ellos. Ser cautivos de las declaraciones de Trump es precisamente el objetivo de su emisión. En cierto modo, cuando nos captura y paraliza quedamos a su merced. Aunque hay toda razón para indignarse, no podemos dejar que esa indignación nos inunde y bloquee nuestras mentes. Porque este es un momento para comprender las pasiones fascistas que alimentan este descarado afán de poder autoritario.

Aquellos que celebran su insolencia y su sadismo están tan cautivos de su lógica como aquellos que se paralizan ante la indignación. Tal vez sea momento de distanciarnos de estas pasiones para ver cómo funcionan, pero también para encontrar nuestras propias pasiones: el deseo de una libertad compartida equitativamente, de una igualdad que cumpla las promesas democráticas, de reparar y regenerar los procesos vitales de la tierra, de aceptar y afirmar la complejidad de las vidas que encarnamos, de imaginar un mundo en el que los gobiernos apoyen la salud y la educación para todos, donde vivamos sin miedo, sabiendo que nuestras vidas interconectadas son todas igual de valiosas.

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Judith Butler es profesora distinguida en la Escuela de Graduados de la Universidad de California en Berkeley. Su último libro, ‘¿Quién teme al género?’, fue publicado en español por Paidós.

Traducción de Julián Cnochaert.

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Fuente elDiario.es

Citas rápidas para cristianos gay: cómo fue la terapia de conversión grupal en Liberty University

Sábado, 22 de febrero de 2025

Gay-Christian-Speed-__Citas-¿Como-fue-la-terapia-de-conversionGay-Christian-Speed-__Citas-¿Como-fue-la-terapia-de-conversionLucas F. W. Wilson

A los estudiantes se les dijo que actuaran como los hombres que Dios quería que fueran. ¿Pero por qué sonaban todos tan falsos?

Por Alex Bollinger Jueves, 30 de enero de 2025

Lo que sigue es un extracto del nuevo libro de Lucas F.W.Wilson, Shame-Sex Attraction, una colección de historias de sobrevivientes de la terapia de conversión, publicado la semana pasada por Jessica Kingsley Publishers, está disponible en Bookshop.org. El libro contiene 17 ensayos personales, y esto es parte de los de Wilson sobre sus experiencias con la terapia de conversión grupal en la Universidad Liberty.

“¿Cómo crees que serán los chicos del grupo?” Pregunté mientras empujaba mi bandeja hacia adelante y tomaba el último bocado de mi cena.

—Sinceramente, tengo mucha curiosidad por saberlo —dijo Thad con sus ojos de gato brillando. Se reclinó en su silla y levantó sus brazos venosos detrás de la cabeza. Su oscuro vello axilar asomaba por debajo de su camiseta. No pude dejar de mirar. ¿Estaba usando desodorante? Me pregunté. Todo lo que quería hacer era meter mi nariz en sus axilas, inhalar e inhalar profundamente.

Thad y yo estábamos sentados en la cafetería de Liberty. Liberty University, la universidad evangélica que se promocionaba como “la universidad más emocionante del mundo”, era donde ambos habíamos elegido estudiar y, al igual que nuestros compañeros, queríamos recibir una educación cristiana para, al graduarnos, marcar la diferencia en el mundo. En llamas por Jesús.

Era la segunda o tercera vez que Thad y yo pasábamos el rato juntos. Nos conocimos cuando Steph, la chica a la que intentaba convencer sin demasiado entusiasmo, “perseguir” en ese momento, sugirió y me conecto. Cuando le dije a Steph que me atraían más los hombres que las mujeres, para mi sorpresa, no le gustó nada. En lugar de eso, pensó que podía hablar con su amigo Thad, alguien que también luchaba con la atracción por personas del mismo sexo y que, dijo, potencialmente podría ayudarme a descubrir mi deseo por los hombres. Cuando me habló de él por primera vez, secretamente deseé que fuera guapo. Aunque creía que quería volverme heterosexual (sin mencionar sexualmente puro), mis hormonas todavía estaban alborotadas. Entonces, cuando Thad y yo finalmente nos conocimos, me encantó descubrir que, de hecho, él era un bebé.

Thad era uno de los pocos tipos como yo que conocía personalmente en el campus. Con la excepción de un amigo que conocí al principio de mi estancia en Liberty, solo había un par de personas más que también tenían atracciones hacia personas del mismo sexo. Uno de ellos era un Director de Vida Espiritual en mi dormitorio de primer año, con quien tuve una aventura de una noche increíblemente extraña y que dejó de hablarme inmediatamente después.

Fue debido a mi breve encuentro con mi Director de Vida Espiritual que inicialmente fui a reunirme con el Pastor Dane Emerick, el hombre en el campus que prometió ayudar a los estudiantes varones que luchaban con la atracción por el mismo sexo y el hombre que lideraba el grupo Thad y yo debíamos asistir esa noche. Cuando me conecté con mi Director de Vida Espiritual, sentí que no tenía a nadie más con quien hablar en una universidad que multaba, castigaba e incluso expulsaba a los estudiantes por actuar según su atracción hacia personas del mismo sexo.

Entonces, cuando Steph nos presentó a Thad y a mí, me sentí aliviada de conocer a alguien más que compartía mi lucha. Pero la carne era débil, y sólo podía esperar que él también lo fuera. Sin embargo, Thad no estaba interesado en absoluto. Me habló como si fuera su hermano menor. Aunque yo siempre estaba dispuesto a participar en algún buen juego de roles a la antigua usanza, estaba claro que Thad no, al menos no conmigo.

“Tengo la sensación de que ya sé quiénes son la mayoría de los chicos que estarán allí esta noche”, dije. Estábamos esperando hasta que llegara el momento de dirigirnos a la reunión del grupo que estaba no muy lejos de la cafetería. El grupo era para aquellos en Liberty que eran como nosotros, aquellos cuyos ojos se encontraban silenciosamente con los de otros chicos cuando nadie más los miraba, aquellos que también observaban el mar de deliciosas y diminutas camisetas sin mangas en el gimnasio que dejaban al descubierto espaldas elegantes y pectorales sudorosos, es decir, aquellos a los que les gustaba la polla.

Tanto Thad como yo nos habíamos reunido personalmente con el pastor Dane durante años. Pero después de que acordamos que queríamos tener algo de información sobre quién más lidiaba con la atracción por personas del mismo sexo en el campus, ambos preguntamos si podíamos unirnos al grupo, especialmente porque, como cada uno de nosotros argumentó, habíamos estado haciendo mucho progreso para convertirnos en… sexualmente puro. El pastor Dane estuvo de acuerdo.

—Lo mismo —respondió Thad. “Y, para ser sincero, no estoy demasiado entusiasmado con esos muchachos; ninguno me llamó la atención”.

En el campus de Liberty estaban los sospechosos habituales, quienes encubiertamente indicaban que eran de esa creencia, contándonos su secreto a diario sin tener que decir nunca una palabra. Algunos eran bastante lindos, pero al igual que Thad, no estaba realmente… interesado.

Thad continuó: “Pero tal vez habrá algunas sorpresas”.

Me gustaba pasar tiempo con Thad porque, aunque intentaba luchar contra sus deseos hacia personas del mismo sexo la mayor parte del tiempo, también era un chico travieso que ocupaba tanto la burbuja de Liberty como “el mundo”. Era realista acerca de su situación y la mía de sentirnos atraídos por los hombres, pero, a veces, era casi demasiado realista. Me dijo que después de graduarse, planeaba viajar al oeste, a California, y finalmente descubrir si Dios realmente dijo que no está bien ser gay. Aunque quería hacer lo mismo cuando me mudé a Toronto, la perspectiva también me aterrorizaba. Me pregunto constantemente: ¿Qué pasa si me equivoco? No quería renunciar a mi relación con Dios y ciertamente no quería ir al infierno. Así que me quedé dentro del redil y en general seguí el camino correcto, a pesar de alguna que otra noche en mi dormitorio con un frasco de vaselina y pañuelos de papel, usando los sitios web franceses que sabía que no eran detectados por el bloqueador antipornografía de Liberty. .

“Oremos”, respondí con ironía.

Después de coger nuestras mochilas y devolver nuestras bandejas, salimos de la cafetería y nos dirigimos al Music Hall, donde se celebraría nuestra reunión. Aunque muchos estudiantes de Liberty sabían que el grupo existía, nadie en el campus, aparte de sus miembros, sabía dónde o cuándo se celebraban las reuniones del grupo del pastor Dane. Éramos un secreto. A medida que caminábamos, la oscuridad de la noche nos ofrecía una sensación de anonimato. Pero a pesar de la oscuridad y de que nadie sabía hacia dónde nos dirigíamos, yo me sentía como si me estuvieran observando, algo que sentía regularmente en el campus. Tenía la paranoia de que me iba a topar con alguien conocido y, sin una coartada, tendría que explicarle a dónde iba. Afortunadamente, caminamos los cien metros aproximadamente y entramos al edificio sin ser vistos.

Mientras caminábamos por los pasillos, finalmente nos encontramos frente a la puerta de la sala de reuniones. Mi corazón seguía latiendo aceleradamente, ya no por la persistente ansiedad de ser visto, sino por la ansiosa anticipación de quién estaba al otro lado del muro. Me giré y le sonreí a Thad y entramos, uno tras otro. Frente a nosotros había un grupo de chicos, zumbando y charlando. Hicieron una pausa en sus conversaciones, se giraron y nos miraron de arriba abajo, observándonos. Poco a poco, volvieron a hablar entre ellos, pero seguían mirándonos. A medida que avanzábamos por la habitación, todavía podía sentir su mirada no tan furtiva sobre nosotros. Examiné la escena poco iluminada que tenía frente a mí. Thad y yo teníamos razón: pensábamos que serían sobre todo los chicos del campus los que estarían allí. Pero mientras observaba la compañía que tendría durante la siguiente hora, lo vi.

Estaba sentado en el suelo, al lado de un sofá, mirándome fijamente. Esto no era nuevo para él ni para mí, ya que lo había visto constantemente en el campus, y cuando nuestras miradas se cruzaban inevitablemente, se demoraban demasiado tiempo. Siempre me pregunté si él también luchaba con lo mismo que yo. Sin embargo, verlo en esa reunión pareció aclarar finalmente las cosas. En mi cabeza lo había llamado Phil porque se parecía a Phil Diffy de Phil del futuro de Disney. Ahora era mi oportunidad de presentarme.

Me giré y miré a Thad, que estaba detrás de mí, y él mostró sus dientes en una amplia sonrisa como si dijera: En realidad estamos aquí, ¿eh? Hice un gesto para que fuéramos a sentarnos en el sofá. Mientras algunos asistentes se hacían a un lado al acercarnos a nuestro destino, de repente vi a alguien que había conocido a través de un amigo. Él y yo éramos realmente sólo conocidos, pero él estaba en el sofá, al lado de la chica que me gustaba, lo que me dio una buena excusa para llamarla apresuradamente en su dirección.

“¡Oh, hola!” Yo dije.

—¡Oh, hola, Luke! ¿Cómo estás?” Mi conocido respondió con cierto entusiasmo, pero no sorprendido. Me pregunté si nuestro amigo en común le había hablado de mí.

Se levantó, me dio un abrazo, señaló el sofá y dijo: “Este es mi amigo Mac”.

Miré a Mac, que todavía estaba sentado en el suelo (sus ojos a la misma altura que mi entrepierna) y sonreí. Hola, Mac. Soy Luke.

Mac sonrió nerviosamente y me devolvió el saludo. Sentí como si él también me reconociera. Les presenté a Thad a ambos, y los tres que estábamos de pie nos sentamos en el sofá, apretados unos contra otros, cerca de Mac en el suelo. Charlamos unos minutos antes de recostarnos para observar a los chicos que hablaban entre ellos frente a nosotros.

¡Oye, hombre!” Uno de ellos le dijo a otro.

“¿Qué pasa, amigo?” el otro respondió.

-Hermano, ¡no mucho! ¡Simplemente viviendo el sueño!”

Me quedé allí sentado, escuchando, con la cara roja y encogiéndome. Sonaba como si estuvieran intentando aproximarse al discurso de alguna película porno gay de vestuario. Yo no era en absoluto el epítome de la masculinidad, pero tampoco hablé nunca de un modo que pareciera tan inauténtico. Siempre intenté, lo mejor que pude, hablar y actuar como el hombre que Dios quería que fuera (lo que el pastor Dane me había ordenado que hiciera si quería sentir atracción por el sexo opuesto), pero me negué a hablar así. Sabía por qué los chicos en esa sala actuaban como lo hacían: solo estaban siguiendo las instrucciones de Dane. Pero incluso para alguien que actuaba a diario como yo, la sala aturdía con su artificio.

El pastor Dane pronto comenzó la reunión con la ayuda de un estudiante que parecía ser su compañero esa noche. Nos guiaron a través de la oración, la lectura de las Escrituras y una discusión abierta sobre nuestra lucha compartida, que nos había unido. Hablamos de lo que significaba ser un hombre, un hombre de Dios, y de lo que salió mal para aquellos de nosotros que no estuvimos a la altura de ese estándar. Compartimos estrategias sobre cómo luchar contra las tentaciones, cómo resistir los avances de Satanás y cómo llegar a ser piadosos y sexualmente puros. El pastor Dane nos recordó que si viviéramos más plenamente en el mundo de los hombres, eventualmente podríamos encontrar una mujer con quien casarnos y llevar vidas completas y felices. Estas promesas me alimentaron. Me ofrecieron la esperanza de un futuro mejor, uno que finalmente me permitiría ser como mis amigos que salían con mujeres y se comprometían.

“Hacer las cosas que hacen los hombres nos permite convertirnos en los hombres que Dios nos llama a ser. Es por eso que, en parte, hemos planeado hacer una caminata este fin de semana… ¡para sudar! ¡Entra en la naturaleza! ¡Y seamos simplemente hombres juntos!” El pastor Dane dijo emocionado. “¿Quién viene aquí?”

Varios chicos levantaron las manos.

No hay ninguna posibilidad, pensé. Por mucho que hubiera querido conocer a otros chicos como yo en el campus, rápidamente y dolorosamente se hizo evidente cuando entramos a esa reunión que esos no eran los chicos con los que quería pasar el rato. Tenía que haber otros como yo en el campus, aquellos con quienes preferiría pasar calor y sudor y que querían lo mismo. Como, por ejemplo, Mac.

Nos dividimos en grupos pequeños para discutir lo que el pastor Dane había compartido con nosotros. Su lección no era novedosa, ya que era el mismo guión que me había presentado en nuestras reuniones individuales, y asumí que era el mismo que les había ofrecido a los demás en las suyas. Agradecí la repetición que definía sus mensajes: su consistencia era reconfortante a pesar de toda su familiaridad. Sus instrucciones eran simples, pero difíciles de aplicar en la práctica cuando se trataba de encontrar atracción por una mujer en particular. Pero Dios nunca prometió que las cosas serían fáciles, nos recordó.

La reunión terminó con una oración y varios de nosotros nos quedamos allí un rato más. Mientras charlábamos, Mac estaba a mi lado. Había querido hablar con él durante meses, así que aproveché esta oportunidad mientras pude avanzar en la conversación.

—Deberíamos juntarnos algún día —le sugerí a Mac y a mis compañeros de sofá.

Todos asintieron y Mac respondió: “Oh, sí, definitivamente”.

No pude evitar sonreír.

Fuente LGBTQNation

El Departamento de Educación de Trump exige que se despojen de récords y títulos a todos los atletas transgénero

Sábado, 22 de febrero de 2025

IMG_9985Es el último ejemplo del uso que el presidente hace del Departamento de Energía como arma para su agenda antitrans.

Por Greg Owen miércoles 12 de febrero de 2025

En otro ejemplo del uso del Departamento de Educación (DOE) como arma por parte del presidente Donald Trump, la Oficina del Asesor General del DOE está exigiendo que a los atletas transgénero de escuelas secundarias y universidades se les retiren retroactivamente sus récords, títulos y premios. La demanda surge tras la orden ejecutiva de Trump que busca prohibir a las atletas transgénero participar en todos los deportes escolares.

La carta del DOE dirigida a la Asociación Nacional de Atletismo Universitario (NCAA) y a la Federación Nacional de Asociaciones de Escuelas Secundarias Estatales (NFHS) afirma: “No podemos deshacer el daño infligido por años de políticas y prácticas que han negado la realidad material del sexo y han combinado esa característica inmutable con un concepto subjetivo y fluido de ‘identidad’ volviendo prospectivamente a clasificaciones de sexo objetivas y fácticas en el atletismo”.

Pero podemos reconocer los daños causados y las injusticias cometidas por esas políticas equivocadas, y revertir sus efectos restablecerá un compromiso genuino con la igualdad de oportunidades de las niñas y las mujeres en la competición deportiva en todo Estados Unidos”, dice la carta.

Con ello, el departamento exigió a las dos organizaciones deportivas “restituir a las atletas femeninas todos los récords, títulos, premios y reconocimientos atribuidos indebidamente a los atletas masculinos”.

La carta, obtenida en una “primicia” por el portavoz de la administración de derecha The Daily Caller, también pidió a la NCAA que adopte un “lenguaje claro y basado en hechos” que repita la orden ejecutiva de “ideología de género” del primer día de Trump, “restaurando la verdad biológica” y reconociendo solo dos sexos “inmutables“, masculino y femenino.

En un comunicado de prensa del Departamento de Energía que acompaña a la carta, el activista antitrans y ex nadador universitario Riley Gaines dijo: “Devolver los galardones deportivos robados a sus legítimos dueños es un paso crucial para restablecer la responsabilidad, la integridad y el sentido común, algo que apoyo incondicionalmente”.

Gaines empató en el quinto lugar con la atleta transgénero Lia Thomas en el campeonato femenino de 200 metros de la NCAA en 2022. Gaines sería la única que terminara en quinto lugar si la NCAA cediera a la demanda de Trump de revisar los registros universitarios.

La NCAA ya se ha plegado ante el dictado de la “ideología de género” de la administración. La semana pasada, el organismo rector de los deportes universitarios votó para prohibir que todas las mujeres transgénero compitan en deportes universitarios femeninos.

La carta del DOE argumentó que el último ataque de la administración contra los atletas transgénero es “totalmente consistente” con la nueva política de la NCAA.

El presidente de la NCAA, Charlie Baker, uno de los destinatarios de la carta, dijo a un comité del Senado en diciembre que tiene conocimiento de menos de 10 atletas transgénero entre más de 500.000 estudiantes-atletas que compiten en deportes de campeonato de la NCAA.

Un informe de Associated Press en 2021 reveló que docenas de legisladores que patrocinaron leyes para restringir la participación de atletas trans en deportes escolares no pudieron citar un solo ejemplo en su propio estado donde los atletas trans hubieran causado problemas.

Desde entonces, más de la mitad de los estadounidenses… Los estados han impuesto prohibiciones a los estudiantes transgénero en los deportes escolares.

Fuente LGBTQNation

Dios conoce nuestros silencios

Viernes, 21 de febrero de 2025

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Creemos que no sabemos rezar. En el fondo, no tiene importancia, porque Dios escucha nuestros suspiros, conoce nuestros silencios. El silencio es toda la oración y Dios nos habla en un soplo de silencio, nos alcanza en esta parte de la oración. “Una soledad interior que ningún ser humano puede llenar”.

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Hno. Roger de Taizé

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