Cada judío nace con el libro de los salmos grabado en el corazón y sus palabras forman parte del tejido relacional que los vincula con su Dios. El judío Jesús pertenecía a ese pueblo de orantes que acudían a los salmos para expresar su alabanza, sus súplicas, sus temores, sus sufrimientos o sus alegrías.
Una breve frase al final del relato de la última cena, antes de salir hacia Getsemaní, es significativa: “Cantaron el himno y salieron hacia el monte de los Olivos” (Mt 26,30). Alude al salmo 136 con el que terminaba el ritual de la cena pascual y Jesús recitó (¿cantó?) aquella noche estas palabras: “Me cercaban y me acorralaban, me rodeaban como avispas, empujaban para derribarme; (…) me envolvían redes de muerte, me alcanzaban los lazos del abismo…”.
Los escenarios que recreaban aquellas imágenes eran estremecedores y Jesús debió intuir oscuramente que también él iba a sentirse cercado, atacado por un enjambre peor que de avispas, atrapado entre redes, empujado y derribado por una muchedumbre hostil.
No es de extrañar que se identificara con la confesión del salmista: “Caí en tristeza y angustia”, pero que, al pronunciar la continuación del salmo, se contagiara también de la certidumbre de otras palabras: “Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo, arrancó mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída…, el Señor fue mi auxilio…”.
También él se sentía habitado por una confianza que ni en los peores momentos iba a quebrarse, y aquella noche sintió que le alcanzaba la seguridad de una promesa: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”.
Al terminar la oración en el huerto, dijo a sus discípulos: “Está hecho. Llega la hora” y esa expresión “está hecho” anticipa el “está consumado” de la cruz. Es el anuncio del término de una carrera, de la rendición después de un combate, de un ceder, soltar, abandonar la resistencia, entregarse sin condiciones como exhortaba un salmo: “Rendíos y reconoced que yo soy Dios” (Sal 46,11).
En la cruz va a ser “el rendido” y su gesto de inclinar la cabezaevoca una actitud de consentimiento absoluto al Padre, el final coherente de su apuesta arriesgada de confiar por encima de todo. No se había protegido antes y tampoco podía hacerlo ahora, porque no hay nada tan vulnerable como el costado de un hombre crucificado.
Un salmista había dicho: “Al atravesar el valle de las lágrimas, alumbrarán un manantial” (Sal 84,7). Jesús había atravesado ese valle, confiando en que su muerte alumbraría un manantial. Había perdido su vida vaciándola como un cántaro, pero la había ganado y moría convertido en fuente.
Dolores Aleixandre
Jubilada feliz. Encajando el envejecer con cierto garbo (de momento). Convencida de la fuerza de la Palabra y de la bondad última de las personas. Adicta a la Biblia y a contársela a otros. Agradecida a la vida, al cariño de tantos amigos y al sentido del humor. Aficionada al cine, a la música polifónica y a Gomaespuma. Lectora desordenada y escritora de vuelo corto. Orgullosa de ser columnista de alandar. Tratando de callarme más, rezar más y vivir más atenta al latido del corazón de Dios en el corazón del mundo.
[Al ver la «Última Cena» de Leonardo da Vinci, Milán, 1904.]
de Rainer Maria Rilke
Se reúnen, asombrados y perturbados,
en torno a él, quien, como un sabio, resolvió su destino,
y ahora abandona a quienes más amaba,
dejándolos y pasándolos de largo como un extraño.
La antigua soledad le invade,
que le ayudó a madurar para sus actos más profundos;
ahora volverá a caminar por el olivar,
y quienes lo aman aún huirán ante su vista.
*
A esta última cena los ha convocado,
y (como un disparo que espanta a los pájaros de los árboles)
sus manos se apartan de alcanzar los panes
a su orden: vuelan hacia él;
revolotean, asustados, alrededor de la mesa,
buscando una salida. Pero él está presente
en todas partes como un crepúsculo que todo lo impregna.
***
—Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 17 de abril de 2025
Fuente New Ways Ministry
***
Nota: En el mural de 1498 de Leonardo da Vinci – como en la “copia” de 1520 de Gianpietrino – el pintor ha elegido de las escrituras bíblicas el momento inmediatamente después de que Jesús dice: “En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros, que está comiendo conmigo, me va a entregar [“traicionarme“]”. La pintura representa las reacciones de los discípulos a las palabras de Jesús.
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
“Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.“”
*
Salmo responsorial: 115
El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
*
1Corintios 11,23-26
Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
– “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.”
Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo:
– “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.”
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
*
Juan 13,1-15
Los amó hasta el extremo
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
– “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”
Jesús le replicó:
– “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”
Pedro le dijo:
– “No me lavarás los pies jamás.“
Jesús le contestó:
– “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.“
Simón Pedro le dijo:
– “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”
Jesús le dijo:
– “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.”
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.“
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
– “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”
Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.
He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.
Un Cristo que la encarna
Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.
1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL
La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación. Leer más…
Todos, varones y mujeres, son hoy “sacerdotes” de Jesús y así proclaman: ¡esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre!, pues Jesús les (nos) dijo: Haced esto en conmemoración mía.
Quizá nadie lo ha sabido y lo ha dicho como Teresa de Lisieux. Por eso quiero empezar recordando su oración sacerdotal ante la muerte.
En un segundo momento trataré de la última Cena de Jesús según el evangelio de Marcos. El sacerdocio del Jueves Santo no es de honor y ordenación clerical, sino de comunión de vida: Esto es mi cuerpo.
| Xabier Pikaza
TERESA DE LISIEUX. TODOS SACERDOTES
No sólo el dirigente litúrgico, sino todos los participantes de la eucaristía, mujeres y varones, comparten la Cena del Señor y dicen con Jesús (=han de decir) tomad, esto es mi cuerpo, tomad ésta es mi sangre, uniéndose a Jesús que les dijo (nos dijo) “haced esto en memoria de mí”, haciéndose y siendo así carne y sangre de vida unos de otros,
Estas son palabras de Jesús, el Cristo, asumida por todos los cristianos, pues en ellos vive Cristo (Gal 2, 20) y viven ellos unos en los otros, como eucaristía. Por eso, una eucaristía que observamos desde lejos no es verdadera celebración del Señor, una eucaristía en la que no compartimos unos con los otros nuestro cuerpo y sangre, como cuerpo-sangre de Jesús, no es celebración de su cena, no es fiesta de Jueves santo. Por eso, un celebrante aislado no es tampoco eucaristía.
La palabra central de la celebración suena siempre así: ¡esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre!, un cuerpo y sangre que comparto con mis hermanos y que ofrezco a todos los hombres y mujeres, para que así todos podamos ser eucaristía, presencia de Dios en nuestra vida compartida, pues Cristo, Hijo de Dios, se ha encarnado, para que seamos carne/sangre unos de otros, cuerpo mesiánico.
El pan es cuerpo porque se comparte; el vino es sangre porque todos beben de la misma copa. En esa línea, la memoria de Jesús, hecha la eucaristía, se convierte en eucaristía de todos los cristianos, en camino de entrega mutua y comunión camino que conduce, por el don y entrega de vida, unos en otros, mutua, a la libertad y comunión de todos en Cristo.
Éste es el más alto oficio, la tarea gozosa y salvadora de la historia: Aprender a ser y ser (hacerse) un cuerpo de amor en Cristo, en comunión de vida, unos en otros, con el mismo Dios que por Jesús ha venido a convertirse en compañero nuestro, entregándonos su vida y sangre en el intento.
Así lo vivió, de un modo intenso, Teresa de Lisieux, quizá la mayor cristiana de los dos últimos siglos. Por solidaridad personal y cuidado cristiana y por comunión de vida, con la humanidad entera, ella se sintió responsable de toda la iglesia, de la humanidad en su conjunto (incluso de los no creyentes, pues ella misma se siente con ellos no creyente, en la prueba fuerte de la noche y silencio de la fe).
Y de esa forma, como nuevo Cristo, se eleva al Padre, haciendo suyas las palabras sacerdotales de Jn 17, en un jueves santo, acercándose al Viernes Santo de su comunión completa en Cristo, con todos los seres humano:
Amado mío, yo no sé cuándo acabará mi destierro… Más de una noche me verá todavía cantar en el destierro tus misericordias. Pero, finalmente, también para mi llegará la última noche [Última cena de Jesús y de Teresa], y entonces quisiera poder decirte, Dios mío: “Yo te he glorificado en la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. He dado a conocer tu nombre a los que me diste. Tuyos eran y tú me los diste. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de tí, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido y han creído que tú me has enviado. Te ruego por éstos que tú me diste y que son tuyos”….
“Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo y que el mundo sepa que tú los has amado como me has amado a mi”.
Sí, Señor, esto es lo que yo quisiera repetir contigo [con Jesús] antes de volar a tus brazos. ¿Es tal vez una temeridad? No, no. Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser audaz contigo. Como el Padre del Hijo Pródigo cando hablaba con su Hijo mayor, tú me dijiste: “Todo lo mío es tuyo” (Lc 15, 31). Por tanto, tus palabras son mías y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre celestial… (Mc C, 34v y 35r, 323-324).
Teresa de Lisieux se identifica con el Cristo del Jueves Santo, conforme a la oración sacerdotal de Jesús en Jn 17 La historia de la entrega de Jesús se vuelve así su historia, las palabras de Jesús son su palabra. Sin duda, ella se siente dentro de la iglesia católica y el acepta el ministerio parcial de sus sacerdotes. Pero, estrictamente hablando, ella actúa como Sacerdote de la humanidad entera. Por eso, asume la palabra de Jesús y, en una especie de Eucaristía universal, ella se presenta en amor ante Dios Padre, llevando en sus manos y en su corazón el sufrimiento y búsqueda de todos los humanos.
Sus palabras son muy conocidas: las saben de memoria y las repiten muchísimos cristianos. Pero Teresa de Lisieux las hace suyas y las proclama de nuevo, en la noche de su vida (como noche de Jueves Santo de Jesús), sin comentario alguno, tal como son: palabras de entusiasmo amante y de amorosa entrega de la vida en favor de los demás.
Estas palabras de la gran Consagración Sacerdotal de Teresa pueden y deben conservarse en el centro de la iglesia, no como simple “intimidad privada“, exageración perdonable de un alma piadosa, sino como verdad profunda y sentido de la vida todos los creyentes, todos sacerdotes cristianos unidos al Cristo del Jueves Santo que dice “esto es mi cuerpo, esta es mi sangre” de la gran misa de Semana Santa..
COMENTARIO. LA EUCARISTÍA EN MARCOS 14, 18-21
La investigación exegética ha discutido intensamente el tema, desde la perspectiva del judaísmo de su tiempo, fijándose especialmente en el día en que ella pudo celebrarse. De todas formas, pienso que, más que la fijación del día de su celebración, a Marcos le interesa el hecho de que Jesús ha pasado de la vieja pascua nacional (celebrada con cordero sacrificado en el templo) a la nueva experiencia de su muerte y de su pascua (celebrada con pan y vino). Pero ese tema sigue siendo discutido. Por eso, para situarlo mejor, podemos empezar distinguiendo tres opiniones:
– Cena pascual. Algunos exegetas, tomando la anotación de Mc 14, 12 par en sentido historicista, suponen que la Última Cena tuvo lugar la misma Vigilia de Pascua, el día en que la celebraba los judíos en conjunto, con los corderos que habían sido sacrificados unas horas antes en el templo. Según eso, Jesús habría empezado comiendo la carne del cordero sacrificado por los sacerdotes, con el resto de los fieles judíos, pero después transformó de un modo significativo el rito antiguo, rechazando probablemente el cordero (¡no aceptaba los sacrificios del templo!) y poniendo en primer plano los signos del pan y del vino, a los que confirió un sentido nuevo, vinculado a su propia entrega por el reino.
Pero en ese caso habría que decir que (según el relato de Marcos) el juicio de Jesús ante Pilato y la crucifixión tuvo que realizarse la mañana siguiente, cosa bien extraña (y casi imposible) pues era el día de gran fiesta y en ella los judíos no podían realizar ningún trabajo (ni un juicio con condena a muerte) ( J. Jeremias, La última Cena. Palabras de Jesús, Cristiandad, Madrid 1980).
– Cena no pascual. Otros, siguiendo a Jn 19, 31-37, suponen que Jesús fue crucificado la víspera de pascua, por la tarde, es decir, en el momento en que se estaban matando en el templo los corderos, que se comerían unas horas después, esa misma noche, como alimento y signo de libertad para Israel. Conforme a esta visión, que parece hallarse al fondo de 1 Cor 5, 7b, Jesús habría muerto en el momento en que la mayoría del pueblo estaba preparando la pascua judía, de manera que su Última Cena aconteció la noche anterior (es decir, antes de la pascua judía).
De esa forma se podría decir que la muerte sería una especie de antítesis de la pascua tradicional judía. Lógicamente, la Última Cena tendría que haberse celebrado la noche anterior, de manera que no pudo ser cena pascual (en sentido judío), sino cena especial de despedida (sin cordero) (Cf. E. Nodet y J. Taylor, The Origins of Christianity, Liturgical Po, Collegeville MI 1998).
− ¿Una pascua heterodoxa… o menos ortodoxa, tipo esenio? Finalmente, otros investigadores piensan que en tiempo de Jesús había, al menos, dos fechas de celebración de la pascua, según las diferencias entre el calendario solar o el lunar, por el que se habían separado, por ejemplo, los esenios de Qumrán y algunos otros, entre los que se hallaría el grupo de Jesús. En esa línea, además, habría grupos de tendencia casi vegetariana que rechazaban no sólo la comida de carne (cf. Dan 1, 12.16), sino incluso los sacrificios de animales, de manera que celebraran su fiesta con pan y con vino (como hará Jesús) (El tema ha sido tratado ya en este blog por Ariel Álvarez. Cf. también su trabajo Cuándo fue la última cena, en Por qué murió Jesús, Paulinas, Buenos Aires 2010. Sigue siendo clásico el libro de. A. Jaubert, La date de la cène. Calendrier biblique et liturgique chrétienne, Aubert, Paris 1957.
Repartir el pan y la copa de vino se hacía en todas las comidas importantes. Sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora”. Me mosquea que la Didaje, un escrito de finales del s. I no diga nada de la consagración. Dice: “después, los que entre nosotros se llaman diáconos reparten entres los asistentes el pan y el vino eucaristizados”. Y me mosquea aún más que Juan en el relato no diga nada de la institución de la eucaristía.
Creo firmemente que en la aparición de la eucaristía en la primera comunidad ha tenido mucha más influencia el recuerdo de las comidas de Jesús que la última cena. La eucaristía fue, en un principio, un hacer presente a Jesús en el compartir con los demás lo que cada uno tiene y es. En aquella sociedad lo más perentorio era la comida.
El relato de Juan muestra la importancia del lavado de los pies. “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Aquí está la clave de la celebración de hoy.
En el gesto del lavatorio de los pies, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos. Lavar los pies era un servicio de esclavos. Jesús manifiesta que él está entre ellos como el que sirve. Es lo que había hecho Jesús durante su vida.
Si yo os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Desde aquí debemos entender el final de relato del pan y el vino: haced esto recordándome a mí. No se refiere a partir el pan y pronunciar unas palabras mágicas sino a partirnos y repartirnos como él se partió en beneficio de todos.
Juan, el que más profundizó en la comprensión de Jesús, ni siquiera menciona la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como servicio. La verdadera grandeza está en parecerse a Dios que se da sin reservas.
Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación que da Jesús a lo que acaba de hacer. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse totalmente. La eucaristía es signo de la entrega. Si solo es signo, se queda en garabato.
El lavatorio dice lo mismo que el partir el pan, pero evita el peligro de quedarnos en el aspecto ritual de la celebración. El significado de la eucaristía lo percibiremos mejor a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y, mientras lo parte y lo reparte, les dice: esto soy yo. Yo estoy aquí para partirme y repartirme, para dejarme comer.
Lo que los evangelios nos dicen con estos gestos es que Jesús era un ser para los demás, que el objetivo de su vida era darse; que había venido para servir. Muestra de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada. De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del viernes.
Decía el padre Arrupe que: Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena
Tomás Muro Ugalde
01.- Sabiendo Jesús que estaba llegando su hora.
Todo el evangelio de S Juan está atravesado por una tensión reflejada en la “hora:
En las bodas de Caná todavía no había llegado su hora, (Jn 2,4).
Jesús se encuentra con la samaritana a la hora sexta (Jn 4,6) que es la misma hora de la muerte de Jesús.
Llegará la hora en que a Dios se le adorará en espíritu y en verdad (Jn 4, 21.23).
Está llegando la hora de la vida: quienes escuchen su voz vivirán (Jn 5,25-28).
Por más que procuraban detenerle no podían, porque no había llegado su hora, (Jn 7,30; 8,20).
En alguna ocasión Jesús les recuerda a los suyos que no ha llegado su hora (Jn 12,23).
En algún momento siente un cierto miedo y angustia ante la hora que se acerca, (Jn 12,27).
Ahora, antes de la fiesta de la Pascua de los judíos, Jesús sabe que ha llegado su hora (Jn 13,1).
Ha llegado la hora (Jn 17,1). La hora es la hora sexta (crucifixión).
En nuestra vida también hay muchas “horas”, momentos cruciales, “valles de tinieblas”.
Desde el Jueves Santo, podemos pensar y vivir nuestra vida como un Éxodo libertador.
Jesús salió del Padre y vuelve a Él. También nosotros hemos sido creados por Dios Padre y volvemos a Él.
La hora final, nuestra propia muerte vivida desde JesuCristo, se torna de gran esperanza.
02.- Jesús se reúne con los suyos.
Los “suyos” somos todos: en la misma mesa están Jesús, los discípulos, Pedro: hombre de poder, Judas: traidor, el Discípulo Amado por Jesús…
Probablemente también nosotros hemos vivido, vivimos, momentos de todos esos “personajes”. Como a Pedro, también a nosotros nos gusta el poder, tal vez hemos sido algo “Judas” en la vida, en todo caso, todos y siempre somos amados por JesuCristo, el Discípulo amado.
Jesús se reúne siempre con los suyos, que somos nosotros.
Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. (Jn 4,8)
Jesús es expresión (sacramento) del amor de Dios.
03.- Lavar los pies.
Con esa “ironía” que emplea el evangelista san Juan, enmarca de gran solemnidad un gesto tan pobre y cotidiano como lavar los pies de los suyos. Jesús se quita el manto de Señor… (Al día siguiente, el viernes, se lo pondrán tras la flagelación).
El lavatorio no tiene lugar al comienzo de la Cena. No es un rito de purificación judío, sino que es un momento central en la cena. Es una actitud de servicio y ayuda para con los demás. El servicio es una actitud fundante de la Iglesia. Una iglesia que no sirva a la comunidad no es la iglesia de Jesús: no tenéis nada que ver conmigo…
Una Iglesia que viva en una dialéctica de poder no es la Iglesia de Jesús.
“Extrañamente” en la Última Cena del evangelio de san Juan no hay Eucaristía. El pan de vida lo ha resuelto S Juan en el cp 6, en la multiplicación de los panes: Yo soy el pan de Vida.
Decía el padre Arrupe que: Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena.
A lo largo del tiempo de su vida pública, Jesús había comido frecuente con pecadores y publicanos, que eran auténticas eucaristías, comidas, encuentros salvíficos.
La Eucaristía que hemos escuchado en la segunda lectura (1ª Corintios) no es una ceremonia plagada de ritos es una asamblea de creyentes en el servicio como pauta de vida.
En la última Cena del evangelio de San Juan, el centro lo ocupa Jesús servidor, esclavo, que lava los pies a los suyos y un Jesús que ama hasta el final: servicio y amor.
04.- Servicio en la iglesia.
Estamos viviendo la ancianidad y enfermedad del Papa.
Que sea lo que Dios quiera y cuando Dios quiera. Nosotros oramos por él, le respetamos y le queremos en su condición de anciano y enfermo.
Francisco ha vivido y ha predicado una iglesia de los pobres, una iglesia que fuese un “hospital de campaña”, una iglesia al estilo del “buen samaritano”.
Sin embargo muchos eclesiásticos y laicos, no pocos movimientos religiosos siguen una línea más bien legalista, judaizante.
La Eucaristía tiene mucho que ver con los comedores sociales, con los bancos de alimentos, con las personas y movimientos que trabajan por la paz, con los voluntarios que ayudan a los ancianos, enfermos, a los niños, a los encarcelados…
Hemos visto muchas veces el gesto del lavatorio de los pies, a veces siendo sacerdotes quienes se ponen en el lugar de Jesús, otras veces personas consagradas o seglares. Pero… si nos preguntara Jesús, como hizo a sus discípulos: ¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotras?… ¿Qué responderíamos? Quizás que podemos describir lo que hemos visto, pero comprender su sentido…
¿Cómo vivir hoy en día ese quitarse el manto, tomar una toalla, ceñírsela a la cintura y lavar unos pies que han caminado descalzos o con sandalias? Hay que ser una persona muy libre para hacerlo.
Este es un símbolo de entrega muy concreto: hacer lo que nadie quiere hacer (por eso lo hacían los esclavos). Y de eso seguro que tenemos ejemplos que se nos vienen a la mente, vivamos solos, en familia o en comunidad. Ya trabajemos o estudiemos o en las diferentes actividades en las que participemos… Siempre hay cosas que nos cuestan más, que se dejan para el final para ver si las hace otra… Parece que es ahí donde nos jugamos la vida, donde el seguimiento a Cristo se hace realidad y no se queda en un ideal.
¿Y si nos cambiamos de rol y nos ponemos en la piel de Pedro y los demás discípulos? ¿Cómo aceptamos ser ayudadas? Más aún, ¿cómo acojo que otra persona a quien admiro, “gaste” su tiempo, se desgaste, se abaje haciendo algo por mí? ¿Me dejo? ¿Me abandono? La verdad es que nos llama más el hacer que el dejarnos hacer… El sabernos fuertes y capaces de dar, más que sencillas y humildes para recibir.
Jesús nos pide hacer lo mismo las unas por las otras: entregar la vida y aceptar ser sujetos receptores de esa vida entregada de otras personas.
Oración
Trinidad Santa, danos tu humildad para entregar la vida las unas por las otras.
Con la Liturgia de la Cena del Señor intentamos, sólo podemos intentar, entrar en el misterio pascual, el misterio de nuestra salvación que revivimos en estos tres días santos de la pasión, muerte y resurrección del Señor.
Es sobre todo la escucha de la Palabra lo que nos permite participar en este misterio: lo que hemos escuchado como Ley en el libro del Éxodo (Ex 12,1-14), la memoria eucarística que Pablo da a los cristianos de Corinto (1 Cor 11,23-32) y el Evangelio del lavatorio de los pies (Jn 13,1-15) nos dicen algunos aspectos de la Pascua del Señor, y nosotros en nuestra pobreza de año en año tratamos de escrutarlos, de conocerlos un poco más, para poder pasar del conocimiento al amor del Señor, del conocimiento a la realización cotidiana de lo que se nos revela.
El Misterio Pascual nos parece cada vez más inagotable y somos cada vez más conscientes de nuestra insuficiencia para acoger y transmitir esta Palabra del Señor. Voy a intentar detenerme en el pasaje de San Pablo sobre la institución de la Eucaristía por Jesús. Me detengo solo en unas pocas palabras, sin pretender comentar el pasaje completo. Pero éstas son aclaraciones, las que nos da el mensaje de San Pablo, que son urgentes y decisivas para la vida cristiana de cada uno de nosotros y de cada comunidad.
Ante todo, el Apóstol recuerda a los cristianos que la acción que realizan en el seno de sus comunidades, especialmente en el Día del Señor, es una acción que recibió directamente del Señor, y que les transmitió a ellos, los cristianos de Corinto, anunciando la Buena Noticia del Evangelio. ¡San Pablo recibió una acción, un gesto, unas palabras que vienen del mismo Señor! La Eucaristía no es algo que la Iglesia se ha dado a sí misma o que alguien ha reglamentado: es simplemente una acción recibida del Señor y que debe ser transmitida siempre a los creyentes en Él en la plenitud del misterio que contiene.
Por eso San Pablo precisa ante todo: “La noche en que Jesús fue entregado”, es decir, en la noche de la traición, en la noche del no reconocimiento, en la noche del abandono por parte de todos los discípulos. Si hay una hora de negación de vínculos en la comunidad del Señor, es precisamente esa: y precisamente en esa situación Jesús entrega el gesto y las palabras eucarísticas.
Éste es ya un mensaje en sí mismo: “la noche en que fue entregado”, y significativamente la Iglesia en la liturgia occidental nos hace repetirlo en todas las oraciones eucarísticas. “La noche en que fue traicionado”, o se podría decir: “la noche en que fue abandonado”, “la noche en que fue negado por Pedro”.
Éste es verdaderamente el contexto en el que Jesús da el don de la Eucaristía, da el don de la alianza, pero precisamente cuando la alianza es existencialmente rota, destrozada por todos aquellos que pertenecían a la comunidad del Señor. En esa noche Jesús realiza gestos y palabras: ésta es la Eucaristía, memorial esencial de la vida de toda Iglesia.
En la noche en la que se niega la alianza, Jesús celebra su alianza con los suyos. Debemos acoger en toda su verdad escandalosa este contexto del don de la Eucaristía, que sucedió aquella noche no porque fuera la última noche antes del arresto, sino porque fue la noche en la que Jesús sufrió exactamente aquello de lo que somos capaces como hombres: traicionar, negar, abandonar.
De todos los Evangelios se desprende claramente que Jesús quiere tener una cena, una comida de alianza con sus discípulos. Él quiso, planeó esta comida, incluso envió algunos discípulos a prepararla, y cuando llegó la hora declaró: «He deseado ardientemente comer esta cena con vosotros» (cf. Lc 22,14).
Es significativo que el cuarto evangelio ni siquiera nos diga si se trataba de una comida pascual, como especifican los evangelios sinópticos: lo importante, según San Juan, es que se trataba de una comida de alianza. Si miramos lo que realmente hay detrás de esa velada, no es tanto la Pascua en sí, sino la alianza.
Por eso, toda esa comida se resume en el ritual del pan y en el ritual del vino, en un paralelismo que genera un gran significado. El pan y el vino, elementos esenciales de la comida judía, adquieren en esta cena un significado que transciende su materialidad: Jesús quiso que aquella comida no fuera sólo para comer y beber, siempre en un contexto de oración y de liturgia, sino que sobre todo quiso, a través de ese pan y de ese vino, celebrar la alianza.
Por eso San Pablo recuerda que «Jesús tomó el pan, dio gracias y lo partió»: Jesús da gracias, es decir, dice una palabra de bendición a Dios, y en la alabanza, en la bendición, en la acción de gracias a Dios parte el pan. Esto es lo esencial, y es algo de la Eucaristía que no meditamos lo suficiente, quizá también porque en nuestras Eucaristías la fracción del pan no recibe ningún significado por parte de quienes las celebran. Y en cambio la fracción del pan es importante, es esencial. Jesús toma en sus manos el pan, es decir, un pan que recibe y acoge de Dios; reconoce que es un don que viene de Dios. Luego lo parte, lo divide, lo comparte. Aquí está la fracción del pan.
La comida es una acción humana –ciertamente sólo los humanos saben hacerlo, no los animales–, pero en esa comida el creyente recibe, agradece y comparte. Se recibe el pan para compartirlo, para “partirlo”, para luego distribuirlo a todos los que están alrededor de la mesa, para que todos compartan el mismo pan.
Así Jesús constituye la comunidad de la mesa, de aquellos que comparten el mismo pan, que por tanto participan de la comunión, son koinonoí y forman una koinonía, una comunión (este es el lenguaje de San Pablo). La mesa eucarística de Jesús no se define por ser justa o injusta: no había personas dignas aquella noche, en aquella comida eucarística.
Pero en ese mismo contexto Jesús dio el pan diciendo: “Es mi cuerpo por vosotros”. Al comer este pan, al alimentarnos todos del mismo alimento, vivimos la misma vida que es la vida de Jesús, vida de la que su cuerpo fue la manifestación más real posible. Todo esto hasta que seamos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, el cuerpo del cual Cristo es la cabeza y del cual nosotros somos los miembros, indignos pero miembros. Éste es el verdadero y profundo dinamismo eucarístico, ante el cual nuestras preocupaciones sobre la presencia real no sólo son inadecuadas, sino engañosas y sobre todo muy poco inteligentes.
Precisamente repitiendo este gesto y estas palabras, como gesto y palabras de Jesús, desde aquella tarde de la traición hasta el día de su regreso en la gloria, entramos en esta dinámica espiritual en la que nos convertimos en cuerpo de Cristo y Cristo se hace vida en nosotros.
¡La Eucaristía es esto y no es otra cosa! Es estar en la mesa del Señor, en la que Él parte su cuerpo, es decir, nos da su vida. No podemos olvidar que aquella tarde Jesús partió el pan para los doce apóstoles que lo abandonaron, lo negaron, lo traicionaron; como durante su vida había partido el pan con sus amigos en Betania; como había partido el pan mientras comía en las casas de los pecadores; mientras partía el pan con la multitud que había venido a Él y entendía poco de lo que decía y hacía. La verdad es que Jesús partió el pan con todo tipo de invitados, ¡todos pecadores!
Pero San Pablo, tras recordar este primer rito eucarístico, en el que la Eucaristía es comunión en Cristo de los hombres llamados a salir del pecado, de la condición de pecadores, nos recuerda en paralelo el segundo rito: «Del mismo modo… tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Haced esto, cuantas veces la bebáis, en memoria mía”».
Las palabras del cáliz profundizan aún más la vida comunitaria, la koinonía, indicada sobre todo por el pan partido, porque especifican que esta vida es vida en la alianza. Lo que atestigua la tradición de Jerusalén, según Marcos y Mateo: «Esta es mi sangre de la nueva alianza» (Mc 14,23; Mt 26,27), lo afirma claramente la tradición antioquena seguida por Lucas (Lc 22,25) y por Pablo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre».
He aquí el término calificativo: “nueva alianza”. El pacto entre Dios e Israel había sido roto: “¡Este pacto, mi pacto, lo habéis roto!” (cf. Jr 31,2) –, y por eso Dios había prometido una nueva (cf. Jr 31,31), que Jesús mismo inaugura: ese cáliz que Jesús tiene en sus manos es la nueva alianza en su sangre.
Ahora bien, para entrar en la alianza con Dios, es necesario formar parte de la nueva alianza, en el sentido de la alianza definitiva, la alianza sellada en la sangre de Jesús. Esa copa, gracias a la palabra eficaz de Jesús, contiene su sangre, y esa sangre es la nueva alianza, o, si se prefiere, la vida de Jesús es la nueva alianza.
Porque si el Siervo recibió la misión de ser «alianza para todos los pueblos» (cf. Is 42,6), Jesús tiene la misión de ser Él mismo la alianza nueva y definitiva, para siempre, que no podrá romperse jamás, una alianza eterna. Y así con esta segunda señal y con estas palabras vemos que lo que era una koinonía es también un pacto.
Podríamos decir, parafraseando el comentario de San Pablo a las palabras del pan: «Como hay una sola copa, participamos de la única vida que es Jesucristo, porque bebemos de una sola copa».
La sangre es vida, y Jesús la gastó en un sacrificio existencial, no en un sacrificio ritual como los que tenían lugar en el Templo: en el sacrificio de Jesús no hay ningún rito, sino que está la ofrenda de su vida, de toda su existencia, a Dios y a los hermanos.
Ay de nosotros si en el cáliz viéramos sólo la sangre de la Pasión del Señor, sólo el acto preciso de su muerte: la sangre es toda la vida de Jesús, toda su vida humana que fue sacrificio existencial, vida de servicio, de cuidado, de «amor hasta el extremo» (cf. Jn 13,1) a los hermanos.
Jesús vivió así, leamos un poco mejor los Evangelios: a Él no le preocupaba mucho nuestro pecado, le preocupaba el sufrimiento que encontraba entre nosotros. Ésta es la verdad de Jesucristo, que debemos recordar nosotros que tantas veces hablamos en su nombre y somos capaces de ver más el pecado que el sufrimiento de los hombres.
No olvidemos cómo la Carta a los Hebreos reinterpretó el sacrificio de Cristo desde una perspectiva verdaderamente cristiana: «Al venir al mundo», es decir, al hacerse hombre, Jesús le dice a Dios, casi orando: «Sacrificios y ofrendas rituales no quisiste, holocaustos y ofrendas por el pecado no te agradaron, porque no te agradaron y fueron ineficaces. Entonces dije: He aquí que vengo… para hacer, oh Dios, tu voluntad» (cf. Hb 10,5-7; Sal 40,7-9).
Éste es el sacrificio existencial de Jesús: toda su vida, significada por la sangre que es la vida de todo hombre, fue entregada plena, totalmente a Dios y a los hombres.
Por eso la koinonía, que nos recuerda la fracción del pan, aparece en el signo del cáliz como alianza nueva y definitiva, “alianza eterna” – dirá también la Carta a los Hebreos (Hb 13,20) – que no falla nunca. San Pablo no especifica que esta sangre de la alianza es “derramada para remisión de los pecados” (Mt 26,27), “derramada por las multitudes” (Mc 14,24), “derramada por vosotros” (Lc 22,20), pero esto se entiende, porque donde hay alianza ya no hay pecado, los pecados son perdonados y se establece una comunión con Dios más fuerte que la separación del pecado.
La Eucaristía es pues esta comunión en alianza, en la que cada uno de nosotros permanece con su propia responsabilidad. El Señor se la ofreció a todos: a Judas que lo traicionó, a Pedro que lo negó, a aquellos discípulos insensatos y sin ninguna convicción valiente. Eran huéspedes de Jesús, igual que nosotros. Cada uno de nosotros puede preguntarse si no somos Judas, si no somos Pedro, si no somos uno de los discípulos que abandonaron a Jesús.
Lo que San Pablo nos pide es «reconocer el cuerpo de Cristo»: solo si reconocemos el cuerpo y la sangre de Cristo, es decir, su vida, no somos condenados; y sólo aquellos que no reconocen la vida de Cristo “comen y beben su propia condenación”, porque no ven el don que Dios les da.
Comenzamos a revivir las acciones y palabras de Jesús, escuchándolas, acogiéndolas en nuestro corazón y meditándolas, porque esto es lo único que podemos hacer aquí y ahora, juntos. Todos estamos dispuestos a beber de la fuente del misterio, porque sostenidos por esta agua que brota en nosotros (cf. Jn 4,14), podemos vivir precisamente viviendo este misterio en nuestra carne y en nuestra mente.
Cada uno de nosotros tiene su propio peso sobre los hombros y sobre el corazón: sí, con el corazón agobiado por el peso del duro trabajo de vivir, agobiado por nuestros pecados, que no son otra cosa que contradicciones al amor, agobiado por la conciencia de nuestra incapacidad cada vez mayor para ser coherentes con lo que hemos aprendido y seguimos conociendo del mismo Jesús. Leer más…
La Pascua es un tiempo para la autenticidad, para lo coherente, para la verdad de nuestra propia vida.
Es un tiempo de silencio, de escucha atenta, escucha absorbente….
“Todo comienza en el silencio, este es el primer paso para hablar de Dios, este el momento de la escucha y la oración, luego vendrá el lenguaje engendrado en esa calma”. “Del silencio del Padre viene la Palabra del Hijo”, decía Ireneo de Lyon. Desde el silencio, la oración y la contemplación se comienza a ver el mundo de un modo nuevo. Sin esto, la liberación puede terminar nublada por un frenético activismo o una enfurecida vocación por juzgar, de los cuales la gente también necesita liberación. Entrar en la tierra sagrada del Padre involucra purificación, especialmente respecto de dioses falsos y del orgullo egoísta que esclaviza. Es un llamado a elegir la vida en medio de las tinieblas de la sociedad humana, de los ídolos hechos por nosotros mismos y de las injusticias del mundo moderno.”
Muchos de vosotros estáis en un tiempo de incertidumbre, finalizando la carrera, o comenzando a trabajar, o tomando decisiones que influirán en vuestra vida de una forma tal vez definitiva, es decir, decisiones que definirán vuestra vida.
Soltemos los hilos que nos mueven desde lo exterior, desde lo inconsistente, desde la apariencia. Dejemos el afán de tener porque hoy Jesús nos pregunta: “¿quién es el mayor el que está a la mesa o el que sirve?” (Lc. 22, 27); el de hacer, seguir la corriente como autómatas porque nos pregunta: ¿Cómo es que estáis dormidos? (Lc., 22, 46); librémonos del miedo, solo genera violencia contra nosotros y contra los otros, porque Jesús nos pregunta: ¿Como a un salteador habéis venido a prenderme con palos y espadas? (Lc. 22, 52)
Hay tres palabras que resuenen con fuerza en este día y tal vez nos ayuden realmente a encontrar una respuesta a las preguntas de Jesús: AMOR, SACRIFICIO Y ELECCIÓN
AMOR.
En este año 2019, el primer texto que proclamamos, que leímos en la Vigilia de Año Nuevo fue la carta de Pablo a la iglesia de Corinto, donde habla acerca del amor. Lo podéis encontrar en la primera carta, en el capítulo 13. (1Co. 13, 1-13)
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Hoy, Jueves Santo, es el día del Amor Fraterno. Tal vez nos suena más aquello del 14 de febrero porque es más comercial, creo que hoy los grandes centros comerciales no venden figuritas de amigos, familias, o desconocidos abrazándose. Esto es una ventaja porque nos ayuda a sumergirnos de una forma más limpia y menos manipulada en su significado.
En el contexto de una cena de amigos hay un signo de entrega. No es una cena de empresa, ni de cumpleaños, ni una despedida de soltero…. Es una cena de amigos creyentes, porque su vínculo es la fe. Aunque cada uno la vive de una manera, con sus torpezas, sus incoherencias y sus miedos. Pero la fe es más fuerte que todo eso. La fe en esas palabras del Maestro que resuenan hoy de forma especial: (Mt. 5, Lc. 6)
–Si amáis solo a vuestros amigos….
–Cuando te peguen, pon la otra mejilla…
– A quien te pida, dale…
– No juzguéis….
Hoy es un buen día para recapitular mi vida: ¿me creo estas palabras? ¿Dónde están, en mi cabeza, como una idea, o en mi corazón, donde nace la confianza? Es decir, ¿confío en estas palabras? ¿Son un ideal, o una realidad?
Y por el contrario ¿por qué no las pongo en práctica? ¿a qué tengo miedo?
SACRIFICIO
En nuestro lenguaje cotidiano, según los diccionarios:
Ofrenda hecha a una divinidad en señal de reconocimiento u obediencia, o para pedir un favor. Seguramente comprendamos mejor aquello de hacer algo por Dios a modo comercial: yo hago tal cosa, y tú me das tal cosa.
Esfuerzo, pena, acción o trabajo que una persona se impone a sí misma por conseguir o merecer algo o para beneficiar a alguien.
En lenguaje de la Biblia, que es donde se inspira la liturgia, se refiere a una ofrenda ritual a Dios, con la intención de rendirle tributo. Con la intención de relacionarse con Él y darle gracias, o pedirle perdón, o hacerle presente en la vida. En estos casos, el sacrificio incluye dar muerte a un animal. (El pueblo hebreo realiza sacrificios de animales, nunca de seres humanos.)
En el Antiguo Testamento hay una evolución en cuanto a los sacrificios, porque el Antiguo Testamento relata la historia de relación del pueblo hebreo con su Dios, una larga historia que evoluciona. Igual que nosotros no nos relacionamos igual con nuestros padres, por ejemplo, cuando teníamos cinco años que ahora.
Se pasa de la sencillez original, rudimentaria, según las costumbres nómadas (erección de altares, invocación del nombre, ofrenda de animales o productos de la tierra), sin lugar fijo; a una complejidad mayor, con más variedad, y especialización, más importancia del sacerdote, de forma más sedentaria.
La Biblia atestigua desde los comienzos la coexistencia de diferentes tipos de sacrificios. Por un lado el holocausto, donde se quemaba enteramente una víctima (toro, cordero, cabrito, pájaro); y por otro, sacrificios que consistían en comidas sagradas, se llamaban banquetes, sacrificios, de comunión. Una parte de la víctima correspondía a Dios, señor de la vida, y por eso para Él es la sangre, símbolo de la vida, y las grasas. La carne correspondía a los invitados.
Hay un libro de la Biblia, el Levítico, donde se especifica y se concreta con lenguaje técnico los dones ofrecidos a Dios.
Hay una corriente que va atravesando estas acciones, el pecado y la necesidad de expiación. Ante la grandeza de Dios el ser humano se siente pecador, digamos sucio, pequeño, y necesita ser limpiado, y a esto se le llama expiación.
Un matiz importante. El Dios del que habla la Biblia no saca provecho de los sacrificios, no se considera a Yahveh como un deudor del ser humano (el ser humano me debe algo). Es el ser humano quien se gira hacia Dios. Los sacrificios son un rito que expresa algo más, un signo. Si no es así es pura hipocresía, y Dios se enfada con la falsedad. El sacrificio interior no es un sucedáneo sino lo esencial.
Junto a las leyes del libro del Levítico tan concretas, la Biblia ofrece otra manera a través del profeta Isaías (Is. 53). El siervo de Dios, que se ofrece a sí mismo como sacrificio.
Para expresar mi amor, mi reconocimiento a Dios, ofrezco un animal, el mejor que tengo, y se lo entrego a Dios. En el Génesis leemos cómo Abraham quiere hacer algo similar con su hijo, el único que tiene. Pero Isaías está hablando no de ofrecer la vida de otro ser humano, del vecino, sino de ofrecer la propia vida.
Jesús como buen judío conoce perfectamente la Torá, los cinco primeros libros de la biblia. También el resto. Habla en un lenguaje conocido por el profeta Isaías: “vine para servir”, “dar la vida”.
La última cena, que celebramos hoy está inmersa en el marco de una fiesta que celebraba, y celebra hoy día también, el pueblo judío: la Pascua judía. Una fiesta que rememora la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Es la fiesta de la libertad, cuando Dios saca al pueblo y lo guía por el desierto, y en el desierto hace una alianza, un pacto, un compromiso. Para celebrar esta fiesta el pueblo judío realiza un sacrificio, la víctima es un cordero, es un sacrificio de comunión, de banquete.
Los cristianos entendemos que la profecía de Isaías se cumple en Jesús, que con su entrega, inaugura un pueblo nuevo, un pueblo unido por la fe, no por la raza, por la manera de tratar a los demás, no por la manera de rezar. “No el que diga Señor, Señor, es el que entrará en el Reino de mi Padre, sino quien escucha y hace su voluntad” “Dichosos los uqe escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Quien se fía, quien confía….
ELECCIÓN
Y aquí enlazamos con la tercera palabra de hoy: la elección.
Toda la vida de Jesús fue una elección.
“Nadie me quita la vida;
yo la entrego voluntariamente” (Jn 10,18)
Toda nuestra vida, la vida de cada uno de nosotros, está realizada a base de elecciones, más o menos conscientemente, pero elecciones.
Y aquí también la Biblia es maestra:
Elige la vida y vivirás, elige la muerte y morirás. (Dt. 30)
Parece sencillo, ¿no?
Hoy se pone de manifiesto la verdad de Jesús, y también la nuestra. La confianza de Jesús, que, al menos, cuestiona la nuestra.
La palabra confianza tiene más que ver con las relaciones humanas. No hablaríamos en los mismos términos si nos referimos a ideas. Las ideas son buenas, pueden ayudar a caminar hacia un horizonte. Y pueden implicar todo una vida: creer en la libertad en un país bajo una dictadura implica toda la vida. Dan un sentido a la vida, y a la muerte. Mucha gente admirable ha muerto fiel a sus ideas.
A veces metemos la fe, me refiero a Dios, en el mismo saco que las ideas. De hecho utilizamos la palabra creer para referirnos a Dios, igual que una idea. Para muchas personas es lo mismo decir creo en el amor que creo en Dios, porque ponen a Dios en la estantería de las ideas. Y no saben que eso ahí colocado no es Dios. El amor, la libertad son términos abstractos, inertes, que podemos definir. Pero Dios no entra en esas categorías humanas, va más allá, no se le puede simplemente definir.
Porque hay un matiz más allá, un matiz que lo transfigura todo; se da cuando conozco, sé, experimento, que Dios no es “algo”, es “Alguien”. Alguien que se relaciona conmigo, no forma parte del decorado de mi vida sino que empieza a tomar protagonismo.
Para intentar definir a Dios nos podemos acercar con las palabras Padre, o Madre, Amigo, Amante, Hermano… y aún así no llegamos, se nos quedan pequeñas las palabras.
Mejor que utilizar un sustantivo, utilicemos un verbo: confiar, que es de la familia de entregar, acoger, soltar, recibir, esperar, comprender, donar y perdonar….
Jesús elige confiar en Abba, no dejarse llevar por el miedo, por la angustia, que están, y muy presentes, pero no mueven su vida, porque se sabe acompañado. No está solo, como no lo estamos ninguno de nosotros.
El Señor omnipotente me ha concedido
tener una lengua instruida,
para sostener con mi palabra al fatigado.
Todas las mañanas me despierta,
y también me despierta el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor omnipotente me ha abierto los oídos,
y no he sido rebelde ni me he vuelto atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban,
mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
ante las burlas y los escupitajos
no escondí mi rostro. Por cuanto el Señor omnipotente me ayuda,
no seré humillado.
Por eso endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé que no seré avergonzado. (Is. 50, 4-7)
Para llegar a la celebración de esta tarde tenemos que dar unos cuanto pasos. Igual que Jesús había caminado muchos caminos antes de sentarse a la mesa con sus discípulos. Son imperfectos, fanfarrones, miedosos… Sólo el Maestro es consciente de lo que sucede y va a suceder. Los discípulos, no. Mientras Jesús dirige los ojos a la cruz, unos discuten y disputan, cegados por la ambición y el orgullo, por los primeros puestos en el Reino que el Maestro promete; otros se entregan nerviosos a la preparación de la cena; Judas ha urdido ya la traición.
Hoy Jesús recoge estas tres palabras en su mesa, elige entregar todo su amor fiado en su Padre, nuestro Padre.
“El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”
Así mismo también el cáliz después de cenar diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre” (1Cor 11,24-25)
Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:
Lo primero que se me ocurrió les rompió todos los esquemas. Lavar los pies a alguien solo lo hacen los esclavos, no quienes se consideraban maestros o profetas. Yo les quería mostrar otro camino: el del servicio que deberían ofrecerse unos a otros. Pero no lo entenderían hasta bastante más tarde.
Después les comuniqué el mandamiento que consideraba más importante, el que había intentado vivir cada día de mi vida: Amaos unos a otros. Pero con un detalle importante: como yo los había amado cada día de mi vida, desde que estaba a su lado, y de forma preferencial a las mujeres y a los más débiles, oprimidos y desfavorecidos de mi mundo.
Porque el amor que yo había gustado de mi Padre y Madre, por medio de los demás, solo se puede vivir desde el servicio, desde la humildad, desde la vulnerabilidad de la vida. Nadie en la comunidad debe creerse mayor que nadie, y el que lo sabe y lo pone en práctica es feliz.
Les quería decir muchas cosas como despedida, pero sabía que me quedaba poco tiempo. Todos estaban preocupados, porque me veían triste y me preguntaban qué es lo que me pasaba. Y yo les decía: No os angustiéis, confiad en el Dios de la Vida y también en mí.
He intentado caminar humildemente por el camino que me mostrado Dios.También ser testigo de su verdad en mi vida. Conocéis ahora a Dios Padre y Madre por mí, porque está en mí y yo en Él. Igual que vosotras y vosotros ya vivís en su seno maternal. He tratado que mis obras transparentaran lo que yo intuía que era el misterio de Amor, que me subyugaba y me invitaba a hacer presente la buena noticia de la liberación.
Yo sabía que había llegado el momento decisivo de mi existencia, pero deseaba que todo lo que yo había vivido permaneciera en ellos. Les dije que la Ruah, el Espíritu de Dios, que habitaba en ellos y ellas tanto como en mí, les iría diciendo lo que tenían que vivir y hacer en cada momento de su existencia, cuando yo no estuviera.
Comenté que les dejaba mi paz, que no era como la piensa el mundo en que vivían. Porque el shalom, la paz de Dios, solo será verdadera cuando esté basada en el perdón, en la reconciliación, la fraternidad y la justicia. Les recordé el salmo en que se decía: La paz y la justicia se besan.
También les aseguré que nada ni nadie nos podría separar, aunque no estuviéramos juntos físicamente. Si permanecían unidos, intentando vivir los valores y el compromiso que yo había tenido con los más empobrecidos y desfavorecidos, para gloria del Misterio de la Vida, estaríamos unidos siempre, entre ellos y ellas y conmigo.
Con una angustia terrible en la garganta que me impedía respirar, les dije que toda mi esperanza, mi alegría, mis ilusiones quedaban latiendo en sus corazones. En el cariño que se tuvieran estarían mis palabras, mi recuerdo, mis acciones, mi vida siempre presente.
También les aseguré que no sería fácil su camino en el futuro. Tendrían que pasar por muchas dificultades, luchas, desesperanzas, frustraciones, porque todos somos humanos. Pero que podrían continuar adelante si seguían el sendero de la confianza y el recuerdo vivo del amor de Dios que siempre está presente en cada uno y cada una.
Y por otra parte, aunque no quería irme ni dejar de estar a su lado, les era conveniente que me fuera, para que emprendieran sin ninguna atadura su propio camino. Cuando fueran libres la alegría inundaría su espíritu, el de cada uno y el de toda la comunidad.
Porque eso sí que les dejé claro, no podrían ser fuertes ni vivir la buena noticia del Reinado de Dios, si no permanecían unidos, en comunidad fraterna y sororal. Y pensando en lo que se me venía encima les confié: la vida eterna no es un más allá que nadie sabe cómo será. La vida eterna es vivir cada día unido al Eterno, a la Fuente de Vida, al Misterio de Bondad en quien vivimos, sentimos, gozamos y existimos. Así lo había vivido siempre yo y así se lo dije. La vida eterna se hace presente cada día, en cada gesto de bondad, justicia, cuidado y ternura, cuando el amor es real entre todos los miembros de la comunidad de seguidores del Evangelio.
Entonces hice una pausa, tomé el pan y dando gracias a nuestro Abbá, les dije:
+ Tomad y comed de este pan, partido y compartido, es mi cuerpo que os entrego y se ha entregado por todos, en especial por los más pobres y excluidos.
Después cogí una copa de vino, pronuncié la bendición, di gracias a nuestro buen Dios y les dije:
+ Tomad y bebed, es mi sangre que se derrama por todos, la que circula ya por vuestro cuerpo, porque estamos unidos por el amor que nos tenemos. Cada vez que hagáis este gesto de agradecimiento y entrega por el reinado de Dios, hacedlo acordándoos de mí.
Sabía muy bien cuál había sido mi apuesta y a lo que me exponía. Ahora tenía que ser consecuente con mi opción de vida. Lo que me mantenía con fuerzas era el amor de Dios, que se me hacía presente a través de ellas y ellos, mis grandes amigas y amigos. Porque la amistad es el cariño y la compañía, que te sostiene en los mejores momentos pero, sobre todo, en las situaciones más difíciles de la vida.
También les pedí que no llamaran a nadie señor, maestro, excelencia… entre ellos y ellas. Ni a mí tampoco. Yo había intentado ser uno más a su lado, porque soy el hijo de un hombre y de una mujer, como cualquier otra persona. Por lo tanto, no eran mis discípulos, sino mis amigos y mis amigas: “Quien desee ser el mayor entre vosotros y vosotras que sea el menor, el más servicial, el más comprometido, el más humano”.
Queridas amigas y amigos de las comunidades cristianas, estoy muy feliz de seguir cada día a vuestro lado, y hoy en particular, en este Jueves Santo.
Seguid cuidando y dejándoos cuidar, comprometiéndoos por construir otro mundo posible, más fraterno y sororal, más justo, libre y en paz. Que las Bienaventuranzas leídas y, sobre todo, vividas con amor, sean vuestra única norma de vida.
Mi paz ya está en vuestros corazones. Mi mirada en vuestros ojos. Mi aliento en vuestro espíritu. Sed mis manos, mis oídos, mis pies. Mi ternura. Es la única forma que tenéis de poder humanizar, es decir, divinizar, esta tierra tan dolorida y tan hermosa a la vez.
Solo así podréis resucitar, realizando gestos concretos para que otras personas, las más olvidadas y ninguneadas, tengan vida y en abundancia, que recuperen la ilusión, la esperanza, la confianza en un nuevo mañana.
Mi amor late en cada uno, en cada una de vosotras. No me olvidéis. Yo os llevo tatuados en mi corazón. Vivid alegres, con confianza.
Recibid mi bendición: Que el Dios de la Vida, el Manantial de agua viva, el Seno materno de inmensa Bondad, os ilumine, entusiasme y acompañe siempre.
Después de su anuncio del reino se va a poner en juego el amor de Dios que Jesús ha testimoniado con sus palabras y obras
El lavatorio de los pies será el signo profético que así lo muestre
Lavar los pies es lo propio de los esclavos. En este gesto, Jesús asume este papel, mostrando que la comunidad que se ha formado en torno suyo tiene otros valores
El jueves santo se celebra la institución de la eucaristía. Ella es signo de comunión, del compartir el pan, del amor afectivo y efectivo hacia todos, amor que se entrega a los demás, comenzando por los últimos
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo:
-“Tú, Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí?”.
Jesús le respondió:
+ “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”.
– “No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!”.
Jesús le respondió:
+ “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”.
– “Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”.
Jesús le dijo:
+ “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”.
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:
+ “¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes
(Juan 13, 1-15).
La lectura de hoy, corresponde al evangelio de Juan, evangelista que estructura su texto desde “la hora”. Recordemos que en las bodas de Caná Jesús le dice a su madre que no ha llegado la hora (Jn 2, 4). Este texto empieza con la afirmación de que ha llegado su hora. Pero ¿en qué consiste la hora de Jesús? Después de su anuncio del reino se va a poner en juego el amor de Dios que Jesús ha testimoniado con sus palabras y obras. Llega el momento del amor en su expresión máxima y el lavatorio de los pies será el signo profético que así lo muestre. La cena de este evangelio no es la cena pascual, es un día antes. Pero en ella Jesús va a realizar con el gesto de lavar los pies a sus discípulos, el amor incondicional de Dios por su pueblo. Lavar los pies es lo propio de los esclavos. En este gesto, Jesús asume este papel, mostrando que la comunidad que se ha formado en torno suyo tiene otros valores a los aceptados comúnmente. La comunidad de Jesús no tiene superiores. Por el contrario, en ella, quien coordina se hace servidor los demás y todos entre sí han de ser servidores y esclavos unos de otros.
El texto muestra la incomprensión de los mismos discípulos expresada en el diálogo con Pedro. Él no quiere dejarse lavar los pies y Jesús es contundente: “si no te los lavo, no podrás compartir mi suerte”. O, dicho de otro modo, si no sigue la lógica del reino no puede compartir la mesa que Jesús instaura: la mesa de la inclusión, del servicio, de la solidaridad, de la justicia.
Está claro que otros no van a comprender y esto lo manifiesta la figura del demonio entrando en Judas quien ya ha decidido entregar a Jesús. La pregunta ¿comprenden lo que he hecho con ustedes? sigue vigente para todos los que hoy dicen seguir a Jesús. No basta afirmar que se le sigue, sino comprender hondamente la propuesta del Reino.
En el jueves santo también se conmemora la Institución de la Eucaristía. Pero no son dos celebraciones separadas. Por el contrario, el lavatorio de los pies devela el significado profundo de la Eucaristía. Esta no es para alimentar el alma de los fieles, como se dice comúnmente, de manera individual. La eucaristía es un signo de comunión, del compartir el pan “para que nadie pase necesidad” (Hc 4, 34-35), del amor afectivo y efectivo hacia todos, amor que se entrega a los demás, comenzando por los últimos.
Que este inicio del triduo pascual nos permita comprender a Jesús y el amor al extremo que nos ha manifestado. En tiempos de injusticia social, de exclusión de muchos, de la lógica del más fuerte y del marcado clericalismo eclesial, que este día nos permita recuperar la lógica del servicio de unos hacia los otros, para testimoniar el amor de Dios “hasta el extremo”, sin desvirtuarlo, sin rebajarlo.
(Foto tomada de: https://www.obramercedaria.org/el-significado-del-lavado-de-pies-a-los-presos-en-jueves-santo/)
Todos los cuadros que nos recuerdan la última cena de Jesús, lo ponen a Él en el centro. Y los apóstoles alrededor.
Pero quiero recordar aquellas palabras del evangelio de Lucas: “no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre vosotros yo soy como el que sirve. Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas”.
Es cierto que Él se levanta y se pone un delantal para lavarles los pies. Luego se sienta a la mesa. Jesús vive en actitud de servicio, con el delantal puesto en toda su vida sirviendo a las personas.
En casi todas las misas de Jueves Santo, se hace el lavatorio de pies. Claro que previamente las personas se han lavado y ya van preparadas. Entiendo que eso es poco gesto. Es preciso recordar y revivir el gesto de Jesús: lavar los pies sucios y cansados de andar; Y a veces, llenos de heridas.
Si queremos acercarnos de verdad a los empobrecidos, es preciso hacernos como ellos, vestir austeramente, y sobre todo tener la postura y el sentimiento de servidores. Con un traje o con un vestido de boda es difícil ponerse a lavar los pies. Parece un tanto extraño ese cambio. ¿Así era Jesús en la última cena?
Me choca mucho que a los pocos minutos del lavatorio colocamos la Eucaristía en un trono de luces y flores, en una custodia de oro, bajo un palio. Sacamos en procesión unas magníficas imágenes… Lo de Jesús ¿fue un hecho aislado o era así su vida?…
Tanto es así su vida que Él mismo nos invita a servir constantemente “Felices vosotros si practicáis estas cosas” (Juan 13, 17).
Me duele que la Pasión de Jesús se vive como un acto de interés turístico. A veces hasta pienso que si Jesús lo llega a saber, nos hubiese preparado para que la vivencia de estos acontecimientos de su muerte y resurrección, los celebrásemos con total sencillez y austeridad. Como lo fueron en su realidad dura y traspasada de amor.
Bonito compromiso al ponerme este día mi delantal para que sea un recuerdo vivo y una actitud de vida.
Escuchando el relato de Juan sobre la Última cena de Jesús con sus discípulos y discípulas sorprende el símbolo que realiza para transmitir el legado teológico y existencial que supone ese día y esa cena para Jesús.
En medio de la cena Jesús se levanta de la mesa y sorprende a sus compañeros y compañeras de mesa con un gesto que nadie esperaría que Jesús hiciese. Se arrodilla para lavarles los pies. En aquella época lavar los pies era un gesto de acogida para un invitado o huésped. Era un acto que, aunque honraba a quien lo recibía, era humillante para quien lo realizaba, por eso, lo hacían los esclavos o sirvientes y a veces también las mujeres (1 Sam 25,41).
Los amó hasta el extremo
Jesús ocupa el lugar del que sirve (Lc 22,27) pero no para demostrar su humildad sino su amor. Él no quiere que nadie se humille para demostrar su valía espiritual, y menos que alguien se sienta inferior a los demás porque realiza un oficio invisible o no valorado. Jesús lava los pies a sus compañeros y compañeras porque quien ama de verdad sabe que nadie es más que nadie, que todos y todas somos dignos/as de ser acogidos/as y cuidados/as y todos/as hemos de acoger y cuidar especialmente a quien vive arrodillado/a e invisibilizado/a por quienes se consideran superiores o mejores.
Jesús arrodillándose ante sus compañeros/as de camino les recuerda que Dios no ve la vida desde arriba sino desde abajo, por eso, quien cree en él ha de mirar como mira él. Al mirar así descubrimos los detalles, los pequeños gestos y desde ese lugar descubrimos que es más fácil entender y perdonar como lo hizo Jesús con Judas. Desde abajo podemos sentirnos a la misma altura y acercarnos unas/os a otras/os, escucharnos, valorarnos.
Por todo eso, lavarse los pies unas/os a otras/os es señal de amor y no de humildad, aunque se necesite para perdonar, reparar y liberar. Jesús lo sabía desde el corazón, por eso, amó hasta el extremo en esos momentos oscuros que tenía que atravesar.
Si yo, os he lavado los pies, también vosotr@s debéis lavaros los pies uno@s a otr@s
Jesús, al lavar los pies a aquellos hombres y mujeres que lo acompañaron desde Galilea a Jerusalén, que escucharon sus enseñanzas, acogieron sus gestos y se entusiasmaron por el Reino, les está también recordando todo lo vivido juntos y, sobre todo las consecuencias del proyecto que Dios había puesto en sus manos: “No he venido a ser servido sino a servir…Es el amor y no el poder lo que importa…
Arrodillado frente a cada uno de sus amigos y amigas Jesús sabe que es tiempo de decisiones, de entrega y también de fracaso, pero su Abba lo acompaña y confía en que al atravesar aquel trance todo adquirirá sentido. Por eso en aquella última cena, aunque no lo comprendieran, quiere dedicar tiempo al gesto sencillo y, a la vez, cargado de densidad de lavar los pies acogiendo a cada uno/a de sus discípulos y discípulas desde abajo y desde dentro. Solo así, podía expresarles su amor sin fisuras y convocarlos/as a comenzar de nuevo el camino cuando llegase el momento.
Aquel lugar, aquella hora y aquel gesto siguen formando parte de nuestra memoria, pero no han de quedarse en un recuerdo apacible o en la tradición de una liturgia. El mandato de Jesús de lavarnos los pies unas/os a otras/os es una llamada a la trasgresión profética, es decir, a subvertir los valores que no construyen sororidad ni fraternidad, a romper los esquemas jerárquicos de poder a los que tantas veces nos acomodamos, a denunciar los abusos en las relaciones y anunciar que Dios siempre está abajo acogiéndonos descalzos/as y vulnerables, confiando en nuestra bondad a pesar del barro, amándonos hasta el extremo.
Hermanos y hermanas, con la narración del lavatorio de los pies Juan nos recuerda los tres pilares esenciales en la vida de Jesús: la importancia de los gestos pequeños; el servicio humilde y el amor a los hermanos y hermanas. Oremos.
Que nuestra vida sea servir y amar
• Que la Iglesia sea escuela de silencio, contemplación, meditación, servicio, relaciones que humanizan y dignifican.
Que nuestra vida sea servir y amar
• En este día que contemplamos a Jesús lavando los pies nos sintamos llamados a no buscar privilegios sino a vivir en clave de servicio.
Que nuestra vida sea servir y amar
• Que la radicalidad del amor de Jesús que le lleva a dar su vida sea invitación y motor en nuestro día a día, con los de cada día.
Que nuestra vida sea servir y amar
• Que no olvidemos que el amor y la entrega de Jesús, celebrado en la liturgia y hecha realidad en la vida, es la esencia de nuestra fe cristiana.
Que nuestra vida sea servir y amar
• En este día que celebramos el amor fraterno, nos comprometamos a vivir fraternalmente preocupados y ocupados los unos por los otros.
Que nuestra vida sea servir y amar
• En este día recordamos también a todos los sacerdotes, que sean humildes servidores, lejos de todo tipo de poder o dominio, y como dice Francisco: “que huelan a oveja”
Que nuestra vida sea servir y amar
Padre Madre buena, el lavatorio de los pies nos recuerda que el servicio a los más pobres es la piedra angular de todo discípulo o discípula de Jesús; que acertemos a ayudarnos a que así sea.
“Las procesiones se quedan en el hecho mismo del dolorismo de Jesús y de María”
“La Semana Santa no termina el Viernes Santo como puede parecer a la vista del contexto procesional”
“Todo está centrado en los días más trágicos y amargos de Jesús cuando nuestra fe lo que celebra es la Pasión y Resurrección de Cristo. Sin la segunda, no tienen sentido la primera”
Fui cofrade en mis tiempos mozos y soy una persona que disfruta de la imaginería religiosa, como arte que es y que evoca a la mejor inteligencia espiritual del ser humano, en unas fechas de honda significación cristiana. Las procesiones pueden tener varias connotaciones -religiosa, turística, cultural, las tres a la vez- pero es innegable el sustrato básico religioso. Ojalá que la impresión que dejan cada año en cientos de miles de personas, sea más evangélica que artística o cultural.
Dicho lo preliminar, traigo a la consideración de los lectores una reflexión que lleva tiempo rondando por mi cabeza. Se trata del contexto procesional, precisamente a la luz de la Buena Noticia que vive en el mensaje evangélico. Si observamos la dinámica que siguen todas las cofradías, sin excepción, recrean de alguna manera la pasión y muerte de nuestro Señor Jesús. Pero yo me pregunto ahora cuál es el sentido de la Semana Santa procesional que se remonta al judaísmo anterior a Cristo en Pascua, Pentecostés y las Fiestas de los Tabernáculos. Más recientemente, tuvo un motivo penitencial de los penitentes que desfilan para limpiar sus pecados y mostrar su arrepentimiento.
Lo importante de verdad es enmarcar las procesiones en el contexto de la Semana Santa evangélica. Por una parte, nuestra sociedad sigue reproduciendo, en grado y condiciones diversas, la misa trama que en tiempo de Jesús y que hoy lo llevaría de nuevo a ser crucificado. La muerte violenta de Jesús, su crucifixión, es una consecuencia de su modo de vivir y quienes le asesinaron -nunca se utiliza esta palabra, ¿por qué?- lo hicieron calumniosamente bajo una capa hipócrita de piedad y respeto a la ley de Dios.
Las procesiones no tocan para nada este tema y se quedan en el hecho mismo del dolorismo de Jesús y de María. Por otra parte, la Semana Santa no termina el Viernes Santo como puede parecer a la vista del contexto procesional. Existen algunas procesiones minoritarias en la madrugada del Sábado Santo y desde hace poco tiempo se procesiona en algunos lugares el domingo de Resurrección. Pero todo está centrado en los días más trágicos y amargos de Jesús cuando nuestra fe lo que celebra es la Pasión y Resurrección de Cristo. Sin la segunda, no tienen sentido la primera.
Una Semana Santa de cofradías y pasos penitenciales que no remarcan nuestro compromiso por la unidad, la justicia, la fraternidad, el amor, el cuidado por los más pobres. Y, como digo, tampoco le dan la importancia troncal debida a lo más importante de la Santa Semana: la victoria de Cristo sobre la muerte, del amor sobre la maldad, de lo bueno frente a lo malo. Una Semana Santa procesional debiera equilibrar y compensar la importancia de la Resurrección respecto al resto de días previos; aquella da luz a estos. El sufrimiento y el fracaso de la cruz, como un apestado, tiene pleno sentido a la luz del Resucitado. Pero quienes asisten a los desfiles procesionales, sacarán una imagen muy poco en consonancia con la Buena Notica ni con el compromiso personas que ella encierra.
Qué oportunidad desperdiciada ante los miles de turistas y cristianos de bien que asisten cada año a la representación de los pasos de la Pasión para enfocar estas manifestaciones hacia la reflexión completa del misterio de la Muerte y la Resurrección de Cristo, el llamado Triduo Pascual, que mantiene en las procesiones el sábado como un día de luto y se conmemora también la Soledad de María después de llevar a Cristo al sepulcro, cuando la noche de Pascua de Resurrección –o el Domingo de Gloria- debiera ser la manifestación más importante del año cristiano. Sin embargo, en la Iglesia Ortodoxa, por ejemplo, se trata del Gran Sábado, conmemorando el descanso de Cristo.
Tanto esfuerzo y movilización para quedarnos con lo esencial en el tintero. Ciertamente que algo falta, algo esencial que desfigura el verdadero sentido de nuestra fe, esperanza y amor en un acontecimiento de masas que mostrará, otro año más, a la Semana Santa desenfocada en lo esencial.
Por su similitud con lo que estamos viviendo, rescatamos este artículo que leímos en su blog:
El arzobispo de Oviedo permite que Vox arranque su campaña en la Santina de Covadonga (Reli.Digital 11/04/19)
Sin conciencia crítica ante la realidad concreta de cada situación histórica, es imposible una fe adulta y madura coherente con el Evangelio
Todos sabemos muy bien que la fe sin compromiso no es fe aunque se vista de ropajes, capuchones, películas, imágenes, procesiones, tambores y teatros.Todos los años vemos a muchas personas participar en las celebraciones de la llamada Semana Santa, cada vez más en procesiones de siempre e incluso inventando otras nuevas, pero lamentablemente cada vez menos en las celebraciones que le deberían dar verdadero sentido. La gente no es culpable de actuar así, es víctima de lo que le hemos enseñado desde la oficialidad de la religión.
Lo que le sucedió a Jesús en los acontecimientos que celebramos en Semana Santa tenemos que traducirlo y aplicarlo a la realidad de nuestro tiempo, incluso hasta la muerte por las mismas causas por las que El fue asesinado.
Las procesiones de Semana Santa en los países desarrollados apenas hacen otra cosa que alimentar sentimentalismos, exhibiciones, turismo y presunciones, con gastos cuantiosos en imágenes, ropajes, músicas, viajes, etc. mientras Jesucristo está lleno de hambre, de enfermedad, de frío y miseria en millones de personas concretas: todo esto es completamente contrario al mensaje de Jesús. Esto no tiene nada que ver con lo que fue la realidad de la vida de Jesús desde el Domingo de Ramos al Domingo de Pascua. Todo ese gasto y esfuerzo es absurdo y debería dedicarse todo a los empobrecidos de Africa, Suramérica, la India, Bangladés, etc., así como a denunciar las causas y los causantes de los mismos.
1.-DOMINGO DE RAMOS: Manifestación a favor de Jesús
Jesús recibe un homenaje popular de gente que lo aclama, pero no de todos.
1.-Lo recibe de los pobres en quienes despertó la esperanza de una vida más digna.
2.-Lo recibe de los muchos enfermos a quienes devolvió la salud.
3.-Lo recibe de los muchos hambrientos a quienes dio de comer.
4.-Lo recibe de las mujeres más marginadas y despreciadas a quienes devolvió autoestima, dignidad y sentido de la vida.
5.-Lo recibe de quienes tenían hambre y sed de justicia, que fueron capaces de dejarlo todo para seguirlo.
6.-Lo recibe de los niños que se sienten atraídos por El porque los defendía, los bendecía y abrazaba.
Pero a este homenaje se oponían furiosos todos aquellos a los que Jesús había denunciado: los fariseos, los sumos sacerdotes, los escribas y los letrados. Eran todos aquellos que vivían a costa de los demás, que se atreven a decirle a Jesús: “mándales callar”. Todos estos fueron los que lo llevaron a ser condenado a muerte de cruz, la más dolorosa y cruel de aquellos tiempos.
¿A quiénes debemos denunciar hoy? ¿Quiénes son los que hoy rechazan a Jesús? ¿Quiénes son y dónde están?:
1.-Los grandes Bancos y Banqueros con sus Multinacionales, explotadoras del Hombre y la Madre-Tierra.
2.-Los paraísos fiscales, que solo son para los ricos, donde guardan el dinero robado a los pobres.
3.-Los que gestionan sus dineros a través de las SICAV en España, que solo tributan al 1 %. y acumulan 31.000 millones de €.
4-Los parlamentarios que aprueban leyes injustas a favor de si mismos y de los de arriba con grave detrimento para los de abajo.
5.-Los políticos que lejos de concebirla como servicio al pueblo, buscan en ella una profesión para vivir.
6.-Los ricos de los países ricos que son ricos a costa de los pobres, porque ninguna riqueza es inocente.
7.-Los ricos de los países pobres, como pasa con algunos gobernantes africanos, inmensamente ricos en medio de millones de pobres:
-Eduardo Dos Santos, Angola: 20.000 millones de $, y su hija Isabelita 3400 millones de $. IDH de 0,533, muy bajo.
–Mihamed VI, Marruecos: 2800 millones de $. IDH 0,630 notablemente bajo.
-Bongo Ondimba, Gabón: 2000 millones de $. 0,IDH 684 notablemente bajo.
-Teodoro Obiang , Guinea Ecuatorial: 600 millones de $. IDH 0,591 muy bajo.
8.-Los propios países ricos que lo somos a costa de explotar las tierras y las materias primas de los países pobres, pues la riqueza de los ricos es la miseria de los pobres.
9.-Los gobiernos corruptos de los países pobres que, confabulados y corrompidos por las Multinacionales corruptoras, les quitan las tierras a sus propios campesinos, obligándolos a huir de ellas o emigrar, incluso apoyadas por los ejércitos, la policía o los sicarios de los países pobres. En los últimos años han pasado a manos de las multinacionales más de 227 millones de hectáreas, principalmente en Africa y Suramérica, solo en fincas mayores de 1000 hectáreas, con el agravante de ser dedicadas a monocultivos, con el consiguiente daño grave también para el medioambiente. Los africanos viven cada vez más en un continente propiedad de Europeos, Chinos, Japoneses, y norteamericanos, mediante el soborno de gobiernos y políticos africanos.
10.-Los jueces que a veces suavizan al máximo las sentencias para los de arriba y las endurecen sin contemplaciones para los de abajo.
11.-Los Cardenales, Obispos y asimilados, que siempre los vemos en procesiones pero nunca con el pueblo en manifestaciones en la calle contra los desahucios, los paraísos fiscales, los empresarios y políticos corruptos, la privatización de lo público, los recortes en sanidad y los servicios sociales, el fraude fiscal, los salarios de pobreza, la defensa de los inmigrantes, la violencia de género, los ataques cada vez más masivos al medioambiente, los gastos sanguinarios militares y el nefando comercio mundial de armas, el espolio de las materias primas de los países pobres, la desigualdad cada vez más grande entre ricos y pobres, el comercio criminal de la droga, la trata infame de seres humanos, etc. Jesucristo optó preferencialmente por los más pobres e indefensos. Sin conciencia crítica ante la realidad concreta de cada situación histórica, es imposible una fe adulta y madura coherente con el Evangelio: la fe de esos señores ¿es coherente con el Evangelio?
Suelen decir que no entran en política y que son neutrales, pero en esta campaña que está empezando el Arzobispo de Oviedo autoriza a Vox a presentar su campaña delante de la Santina de Covadonga, “una formación política ultraconservadora, y que ya ha manifestado, en varias ocasiones, su desacuerdo con la pastoral del Papa Francisco en lo tocante a la acogida, los inmigrantes o la defensa de valores compartidos” (Ver Religión Digital 11/04/2019).
El mensaje de Jesucristo: Hay un hecho muy importante en el mensaje y en las palabras de Jesús que los Evangelios destacan sobremanera: la sensibilidad y el compromiso extraordinario de Jesús ante los sufrimientos, el dolor, el desamparo y necesidades de los demás, y muy especialmente si estos son pobres e indefensos, hasta el punto de haber sentenciado: “dichosos los perseguidos por causa de la justicia, dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”.
Esta es la tarea más importante a la que debería dedicarse toda la Iglesia, no con asistencialismo sedante a los empobrecidos, sino con compromiso liberador y transformador de tal manera que no haya ni opresores, ni oprimidos, ni ricos ni pobres, ni empobrecedores ni empobrecidos, ni amos ni esclavos, ni verdugos ni víctimas, para que se acaben de una vez los infiernos de este mundo, y “haya vida y vida en abundancia para todos, pues para esto yo he venido”, dice Jesús.
Entre los caracteres más conocidos del Nuevo Testamento está aquel a veces llamado “el anticristo”. Siempre es presentado en tonos oscuros, como agazapado en las esquinas, ocultando su rostro. Se dijo de él que “haría cualquier cosa por dinero”. En el cine, obras como “El Rey de Reyes”, y en el teatro – “Jesucristo super estrella”, entre otras, este carácter es siempre el segundo protagonista, la contraparte del héroe. Su nombre es Judas, pero en el Nuevo Testamento, típicamente se le da un título identificador, de modo que su nombre casi nunca es mencionado sin ese título. Se le llama Iscariote. Judas Iscariote.
¿Qué significa esta palabra? Antes, los eruditos pensaban que guardaba relación con su lugar de origen y señalaban que debería ser el poblado de Kerioth, en Judea. De ser cierto, esto haría de Judas el único discípulo no galileo. A partir de ahí, surgió la especulación de que su acto de traición se explicaba por el hecho de ser “forastero”. La especulación bíblica suele lanzarse a toda carrera con escasos datos reales.
Luego, alguien notó que en el primer siglo la gente no inventaba títulos para designar el lugar de origen. En esos tiempos decían “Jesús de Nazaret”, “Pablo de Tarso” o incluso “Pedro de Betsaida”. Hay sólo dos personas en el Nuevo Testamento que llevan este título descriptivo acompañando sus nombres: Judas Iscariote y María Magdalena. Hoy, el pensamiento común de los estudiosos es que esos títulos no se refieren al origen geográfico sino al carácter. “Magdalena” parece derivar de la palabra “migdal” (escrito “mgdl”, en hebreo), que parece hacer referencia al estatus de María. Migdal, que originalmente significaba “torre”, devino en “grande”, “alto”, “enorme”. De ser así, María Magdalena significaría “María la Grande” o “Gran María”, una idea que abre la puerta a todo tipo de nuevas posibilidades a desarrollar. De “Iscariote”, por su parte, hoy se piensa que procede de la palabra “sicarius”, que literalmente significa “asesino”. “Judas el asesino” sería probablemente la mejor traducción del término. Para el tiempo en que este personaje aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, su nombre ya ha sido conectado con la definición de “asesino”. Desde su primera mención, el recuerdo de este hombre no ha sido favorable.
Extrañamente, sin embargo, con todo lo central que fue el rol de este hombre en la historia de Jesús, no hay mención de él en ninguna fuente cristiana escrita hasta el s. VIII de nuestra era. Este hecho con frecuencia causa sorpresa en muchos, pero es verdad. Judas Iscariote hace su primera aparición en el tercer capítulo de Marcos, escrito en el año 72 e.c., unos 42 años después de la crucifixión. Esta referencia inicial está en Marcos 3:19. Marcos está describiendo los inicios del movimiento cristiano. Empieza con Juan Bautista preparando el camino, recibiendo y bautizando a Jesús y dando testimonio de su futura grandeza. Luego Marcos relata la historia del arresto de Juan y señala que, a partir de ese hecho, Jesús asume el liderazgo del movimiento. Luego describe el comienzo del movimiento de Jesús con el llamado a los discípulos y la ejecución de “actos de poder” o milagros que muestran su poderío. Finalmente, de entre un grupo de seguidores, dice que Jesús eligió a doce “para estar con él y ser enviados a predicar y contar con autoridad para expulsar demonios” (Mc. 3:14-15). Luego, Marcos hace una lista de los doce apóstoles, iniciándola con Pedro y dejando para el final a Judas Iscariote, “quien también lo traicionó”. El rol de Judas se expandirá con otros detalles que serán agregados a su vida cuando los demás evangelios fueron escritos – Mateo, en el año 85; Lucas, a comienzos de los 90; Juan, al final del primer siglo. No hay, sin embargo, mención alguna de Judas antes de Marcos. Hay referencias de Pedro y los 12 anteriores a Marcos, las que se encuentran en los escritos de Pablo, quien redactó sus epístolas entre los años 51 y 64, sin que se encuentre en ellas referencia alguna a Judas. ¿Acaso este hecho levanta sospechas acerca de la historicidad de Judas? Puede ser, pero no debemos apresurar conclusiones hasta que tengamos a la vista toda la evidencia disponible.
Hay quienes afirman que el hecho que Pablo no mencione a Judas es un argumento desde la omisión, lo cual nunca es un argumento poderoso. Pablo, sin embargo, no es tan silencioso como parece. Veamos qué dice Pablo que puede ser apropiado para este análisis.
Pablo es el primer escritor cristiano en usar la palabra “traición” en relación con Jesús. Lo hace en la primera carta a los Corintios (11:23-26), que fue escrita alrededor del año 54 e.c., un poco menos de una década antes de la aparición de Marcos. Este texto es uno de los dos, ambos en la misma epístola, en los que Pablo usa palabras similares para introducir lo que dice y reclamar autoridad especial para ello. He aquí, dice, “Yo recibí del Señor lo que también os he entregado” palabras que aseguran la atención de su audiencia. El contenido de ese material era: “que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado (la palabra griega es “isparedideto”, que literalmente significa “entregado”), tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió”. Luego, Pablo sigue con la institución de la eucaristía cristiana. Es interesante notar que Pablo no dice quién lo “traicionó” o “entregó”. Por cierto, no hay nada en esta epístola que sugiera que la traición de Jesús fuera obra de uno de “los doce”.
Para fortalecer la idea de que éste no es un argumento basado en el silencio, nos movemos cuatro capítulos más adelante en esta misma carta, 1 Corintios, a la segunda y última vez que Pablo declara estar entregando material autoritativo de importancia original. Esta vez, en 1Corintios 15:3, Pablo escribe: “Os he enseñado como de gran importancia lo que previamente recibí”, y a continuación relata la primera versión de los eventos finales en la vida de Jesús. Describe la crucifixión en una frase: “Murió por nuestros pecados, de acuerdo a las escrituras”. Luego, describe el funeral de Jesús en sólo dos palabras: “fue sepultado”. Y de ahí salta a la experiencia pascual.
Acerca de la resurrección, Pablo dice: “Que fue levantado al tercer día, de acuerdo a las escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1Cor. 15:4-5). Noten la palabra en cursiva. Los “doce” incluye a Judas. Pablo está diciendo que tres días después de la crucifixión, los discípulos – los doce – estaban aún intactos. Cuando Mateo escribía a mediados de la novena década, luego de que la historia de Judas Iscariote había ingresado en la tradición, los discípulos eran mencionados como “los once” (Mt. 28:16). Obviamente, parece lógico concluir que Pablo nunca había oído la idea de que uno de los doce había traicionado a Jesús. ¿Significa ésto que la historia de Judas Iscariote fue una adición posterior, quizás mitológica, en la tradición de los evangelios? Ciertamente tal posibilidad queda abierta, pero aún se necesitan más datos antes que esa conclusión empiece a parecer probable. Así que profundicemos la investigación. ¿Es significativo que el nombre del traidor sea Judas? Judas es simplemente la versión griega de Judá, que es el nombre de toda la nación judía. A través de los evangelios hay un intento evidente de trasladar la culpa por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos. Esto se ve más claramente en Mateo, cuando Pilatos, el rostro oficial de Roma en Judea, aparece lavándose las manos públicamente y proclamándose “inocente de la sangre de este hombre justo”, sólo para recibir en respuesta el clamor de la multitud judía gritándole “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Hacer el nombre del traidor idéntico al nombre de la nación también serviría al propósito de transferir la culpa ¿Verdad? Así es como la sospecha sobre la historicidad de Judas Iscariote entra en nuestras mentes y empieza a crecer.
Ahora veamos detalles de la historia de Judas. Marcos, Mateo y Lucas identifican unánimemente a Judas como “uno de los doce”. Marcos dice que las autoridades judías le prometieron un pago pero no especifica su monto. Sólo Mateo lo hace, con las famosas “treinta piezas de plata”. En la Última Cena, Jesús anuncia que “uno de los doce me traicionará”. Todos preguntaron “¿Seré yo?” Marcos no identifica a Judas. Mateo, sin embargo, nos muestra a Jesús respondiendo la pregunta de Judas con las palabras “tú lo has dicho”. Juan hace decir a Jesús: “a quien yo le de el pan mojado, ese es”. Luego mete el pan en la fuente y se lo ofrece a Judas. En Juan, Judas se hunde inmediatamente en la noche. Todos los evangelios coinciden en que el acto de la traición es un beso. Sólo Mateo, sin embargo, cuenta la historia del arrepentimiento de Judas y su intento por devolver el dinero. Ante el rechazo recibido, Judas arroja las monedas al interior del templo. También sólo Mateo cuenta la historia de Judas saliendo y colgándose. Lucas, en el Libro de los Hechos, insinúa una muerte bien diferente para Judas. En su relato, un Judas nada arrepentido va a inspeccionar el campo comprado con el dinero recibido, dice Lucas: “cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Eso no es el resultado de un colgamiento. Cada evangelio predice un terrible fin para el traidor e incluso es llamado ladrón en el cuarto evangelio. A medida que pasan los años, Judas se torna más y más malo.
De modo que los detalles bíblicos concernientes a Judas revelan que la historia de uno de los doce traicionando a Jesús es una tradición desarrollada posteriormente. Y le dieron al traidor el nombre de la nación sobre la que quieren poner la culpa por la muerte de Jesús. Y lo pintan con colores oscuros mientras buscan blanquear o exonerar a Pilatos. ¿Hay aquí algo que va más allá de la historia recordada?
¿Será posible que la historia de Judas Iscariote sea parte de una mitología en desarrollo?¿Es Judas una persona real o es un carácter literario desarrollado posteriormente? Conservemos estas preguntas en la mente. Seguiremos en este tema con más evidencia bíblica en la próxima columna.
Se llamaba Jesús, como Josué, primer conquistador israelita, pero la tradición cristiana ha resaltado su sentido mesiánico diciendo que Jesús significa “Dios salva” (Mt 1, 21), añadiendo que es el Cristo, ungido de Dios o Mesías (cf. Mc 8, 29 par).
A partir de aquí, los cristianos le han dado otros títulos, han destacado otras funciones y así he querido hoy destacar algunas, ofreciendo una nueva procesión personal de Semana Santa
| Xabier Pikaza
1.JESÚS ES HIJO DE…
Entre los hebreos un hombre se definía por su padre (en hebreo ben, en arameo bar, en árabe ibn) y así Jesús aparece como “hijo” de una serie de personajes que definen hasta hoy su identidad:
‒ Hijo de Abraham. Todos los judíos se consideraban hijos de Abraham, patriarca original de los semitas occidentales, también se consideran hijos de Abraham (por línea de Agar e Ismael) los árabes… Pablo le presenta así como Hijo de Abraham, heredero de las promesas en Gal 3‒4 y en Rom 4, lo mismo que Mt 1, 1.
‒ Hijo de David (Mc 10, 48; cf. 12, 37), heredero de las promesas mesiánicas, rey vencedor sobre los enemigos del pueblo… Pronto esa visión de Jesús como hijo de David toma matices distintos: Es sabio como Salomón, es misericordioso…
‒ Hijo de María(Mc 6, 3), denominación sorprendente de tipo metronímico, pues le vincula con la madre más que con el padre… Esa es la visión que está en el fondo de la historia de los magos en Mt 2, lo mismo que en los evangelios de la infancia (Lc 1‒2, Mt 1‒2).Esa visión ha marcado toda la tradición cristiana.
‒ Hijo de hombre, título que aparece en diversos contextos de poder (Mc 2, 10.28), de entrega de la vida (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33) y de venida escatológica (cf. Mc 13, 26; 14, 62). Jesús es Hijo de hombre porque ha nacido de otros, integrándose en una experiencia y proceso de generación. Pero, al mismo tiempo, es Hijo de Dios: proviene de la humanidad, naciendo de Dios, conforme al testimonio unánime de los evangelios. Esta solidaridad receptiva le define, desde el principio de la iglesia como Aquel que depende de otros naciendo de Dios, como aquel que ofrece a los otros la vida del amor de Dios
‒ Hijo de Dios, como pone de relieve Marcos en el comienzo de su evangelio (Mc 1, 1). Este título tiene una larga prehistoria, no sólo en el paganismo ambiental (donde cualquier taumaturgo o místico puede llamarse Hijo de Dios), sino en el judaísmo, donde el pueblo israelita y su rey reciben este nombre de hijos de Dios. Por su especial vinculación con Dios, en plano de conocimiento profundo y obediencia (cumplimiento de la voluntad divina), Jesús se llamó a sí mismo Hijo de Dios. No es Hijo de Dios quien puede y manda, imponiéndose sobre los demás, sino quien puede y ama, obedeciendo en gesto de entrega de la vida. Siguiendo en esa línea, la comunidad cristiana le ha concebido después como el Hijo de Dios por antonomasia (el Hijo), no sólo en su vida temporal (en vocación/bautismo o nacimiento), sino en la misma intimidad de lo divino (cf. Mt 11, 25-30 par, y en todo el evangelio de Juan.
2 NOMBRES DE ACCIÓN, LAS OBRAS DE CRISTO
‒ Exorcista, vencedor. Los evangelios le presenta como aquel que ha luchado contra el Diablo (Mc 1, 12-13), expulsando a los demonios, como indica la controversia de Mc 3, 21-30. En esa línea aparece como el gran Vencedor, el más Fuerte (Christus Victor), que libera a los hombres de la opresión (posesión) de lo diabólico.
‒ Sanador, terapeuta… Éste es quizá (con el de exorcista) el nombre más importante que le atribuye la tradición sinóptica… La verdadera libertad es la “salud”: Que los hombres, en especial los enfermos y excluidos vivan… Una tradición muy temprana, propia de los adversarios, le llamará muy pronto mago, hechicero…, hombre de fondo diabólico que cura en un sentido para oprimir mejor. Así le presentan los adversarios dentro del mismo judaísmo como en el mundo pagano, como ha puesto de relieve el filósofo Celso en el siglo II d.C. Cristo es el gran engañador.
‒ Maestro, rabino, rabbi… (cf. Mc 4, 18; 5, 35; 9, 17.38; 10, 17.20.35; 12, 14.19.32, etc.), título que se utiliza en varios niveles, desde dentro y desde fuera de la Iglesia, presentándole como alguien que tiene autoridad para enseñar y formar discípulos. Éste es el título más utilizado por la tradición cristiana primitiva… Jesús es el gran Maestro, el que enseña (el didáskalos…). No se impone como rey, sino que dirige e ilumina a los hombres por la verdad… En esa línea, en el juicio de Pilato, según el evangelio de Juan, él es rey porque “enseña”, porque dice la verdad.
‒ Profeta y siervo de Dios. Es Profeta (Mc 6, 15; 8, 28), no se limita a enseñar como maestro, sino que proclama la palabra, en gesto de anuncio y denuncia, en una línea que puede compararse a la de Juan Bautista. Pues bien, Jesús se ha pensado y presentado a sí mismo como Profeta escatológico en quien viene a culminar la esperanza israelita. Así le han visto e invocado también tras la pascua los judeo-cristianos. Pero, al mismo tiempo, ellos le han llamado Siervo (Servidor) de Dios, porque ha realizado la tarea de Dios sobre el mundo, en la perspectiva del Siervo de Yahvé del Segundo Isaías. Muchos israelitas veneraban (e incluso esperaban) la figura de un misterioso Siervo de Dios que debía enseñarles la lección fundamental de la historia: aceptar y transformar el sufrimiento. Aprender a sufrir y sufrir por los demás: ésta es la máxima experiencia salvadora. De un modo consecuente, siendo profeta escatológico, Jesús aparece también como el Siervo sufriente de Dios. No ha realizado su tarea triunfando, imponiendo su vida sobre los demás, sino muriendo por ellos, en actitud expiatoria (cf. Hch 4, 30; Mt 12, 15-21).
‒ Compasivo, misericordioso, hombre para los demás. Así le presentan sobre todo los evangelios de Mateo y Lucas (Manso y humilde de corazón, cargó con nuestros dolores…). Así le presenta la iglesia retomando un texto de Oseas, cf. Mt 9, 10‒13; 11, 1‒6. Según eso, la presencia de Dios en el mundo es la misericordia… Puso la misericordia por encima de un tipo de culto sacral judío o de justicia romana y por eso le mataron.
‒ Pastor, pescador… En la línea anterior, desde la perspectiva de su acción, la iglesia le presentará muy pronto como buen pastor, que guía a las ovejas (Jn 10)y también como pescador paradójico, con discípulos pescadores (Mc 1, 16-20). No pesca para matar a los peces, sino para salvar a los hombres…
‒ Mesías, el Cristo. Es quizá el nombre más discutido, aquel por el cual ha muerto, ha sido el Mesías o Cristo, como le llama Pedro (Mc 8, 29) y como supone la pregunta del sumo sacerdote (14, 61), con el sarcasmo de los sacerdotes (Mc 15, 32); para ellos, Jesús sería un pretendiente mesiánico (fracasado). Muchos judíos esperaban la llegada de un Mesías concebido sobre todo en términos políticos, instaurando y expresando sobre el mundo la verdad del Gobierno de Dios. Jesús estaba convencido de la verdad de esa visión (y en esa línea pudo presentarse como nazoreo), pero no quiso aceptar los aspectos militares vinculados con el mesianismo. Sabía que el Gobierno de Dios no se impone por las armas ni por otros medios de violencia. Por eso, evitó ese título a lo largo de su vida, aceptándolo sólo de manera abierta y clara al final de su camino, ante el tribunal que le condenaba a muerte. En esa línea, Rom 1, 2-3 afirma que Jesús fue “hijo de David” según la carne, es decir, en un plano histórico fracasado. Jesús no se ha limitado a proclamar la venida de un Reino futuro, independiente de su vida, sino que ha visto su misma vida integrada en ese reino.
3.NOMBRES DE PASIÓN Y MUERTE, EL CRISTO DE SEMANA SANTA
El Entregado, traicionado… (cf. Mc 9, 31 y 10, 33). Ésta es una de las tradiciones más importantes de los evangelios… Jesús no ha sido sólo crucificado (ajusticiado) por los hombres de la justicia de este mundo, sino que ha sido traicionado y entregado por aquellos en quienes había confiado…
El juzgado y condenado. Así le presenta no sólo la tradición sinóptica, sino el mismo Pablo en Gálatas. El hombre judío era el que estaba bajo la ley, el romano era el que estaba bajo la justicia… Pues bien, la mejor ley del mundo, la mejor justicia le han condenado. Así aparece Jesús como la piedra rechazada por los arquitectos de la historia (Mt 21, 42 par), conforme a una acerada tradición israelita (Sal 118, 22‒23). Así es Jesús, el hombre excluido, descartado para el templo del poder y sacralidad del mundo.
El Torturado, el Crucificado, hombre de dolores… (Mc 16, 6, en la línea de Is 53, 3). Así le llama el joven de la pascua, añadiendo que Dios le ha resucitado. Al principio, la crucifixión era un escándalo, algo contrario a la fe, tanto en línea israelita como griega. Pero después, una vez que se ha visto a Jesús como hombre verdadero, Hijo de Dios, se puede afirmar también el valor salvador de la crucifixión, viendo en ella el testimonio más grande del amor de Dios: sólo así puede ser Mesías de Dios aquel que ofrecesu vida por todos, porque Dios es vida que se ofrece y se comparte.
Nazoreo-nazareno (Mc 14, 67; 16, 3). Así le presenta el título de la cruz… Jesús nazoreo, rey de los judíos (Jn 19, 19), que indica su procedencia y condición: su procedencia geográfica (de Nazaret de Galilea) o su origen mesiánico (forma parte del nezer o estirpe mesiánica de Jesé-David, como parece indicar Mt 2, 23 y Jn 19, 19). Es la raíz, es la semilla de la nueva humanidad
4.NOMBRES DE PASCUA, VICTORIA DE CRISTO
‒ Resucitado. Éste es el nombre y título puede verse en el en el fondo de toda la tradición sinóptica, desde Mc 16, 6, y de 8, 31; 9, 31; 1, 34; 14, 28. Es el título de la tradición de San Pablo, la primera conocida y desarrollada por el mensaje de la iglesia. Resucitado no es el que sale de la historia de los hombres, para habitar en un mundo distinto de cielo supracósmico, sino aquel que es semilla de nueva humanidad.
‒ Primogénito de entre los muertos, el Precursor… Primero de los que renacen de la muerte (cf. Ap 1, 5). En esa línea se le llama el “pródromos” o explorador (Hbr 6, 20), el que abre una vía de humanidad, camino de futuro, promesa de vida… en una historia siempre amenazada por la muerte. La tradición posterior insistirá en Juan Bautista como precursor de Jesús. Pero la carta a los Hebreos presenta al mismo Jesús como pro‒dromos (primer correror, precursor) de la nueva humanidad… En esa línea se sitúa el evangelio de Juan cuando dice que Jesús ofrecerá a los hombres su espíritu (paráclito) para que hagan (hagamos) sus obras y aún mayores (Jn 14, 12)
‒ Señor. Gran parte de los exegetas de la primera mitad del siglo XX pensaban que Jesús sólo había sido venerado como Kyrios o Señor* divino en las comunidades helenistas, influidas por la cultura y religión griega. Para los primeros cristianos palestinos Jesús habría sido simplemente un profeta moralista y un predicador del reino futuro. Eso significaría que el cristianismo como religión sólo pudo nacer en un contexto de cultura griega. Pues bien, en contra de eso, debemos afirmar que el título y culto del Kyrios divino provienen de la comunidad palestina, que invocaba ya a Jesús en arameo como su Marán o Señor, pidiéndole que venga a culminar su obra. Lógicamente, ese mismo título, que pone de relieve la condición divina de Jesús (presente en las comunidades de los cristianos), sirve para definir su experiencia social: los que veneran a Jesús como Kyrios, deben oponerse al culto político imperial del «Kyrios» de Roma. Éste Jesús muerto y resucitado es el Nombre sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús… (Flp 2, 6‒11).
5.TÍTULOS PERSONALES: COMPAÑERO, NOVIO, AMIGO
‒ Novio y esposo del creyente, el gran amigo. Esta visión ha sido más desarrollada por mujeres, pero también por varones, al menos desde la Edad Media. Tiene raíces bíblicas, pues el Nuevo Testamento presenta a Jesús, al menos implícitamente, como esposo (cf. Mc 2, 19; Mt 25, 1-13; 2 Cor 11, 2; Ef 5, 22-33), siguiendo un mensaje de los profetas del amor de Dios (como Oseas y el Segundo y Tercer Isaías). En esta línea, la fe mesiánica más honda aparece como experiencia de enamoramiento y unión con Jesús, quien viene a presentarse como encarnación personal del amor de Dios. Éste es el Cristo de Teresa y Juan de la Cruz, de los enamorados de (en) Dios de todos los tiempos de la Iglesia. Éste es el Cristo místico, centro y sentido de la vida de millones de creyentes.
‒ Hermano universal, familia de Dios. Según la tradición, Jesús no se ha perpetuado en unos hijos que transmiten su memoria. Ciertamente, el Nuevo Testamento habla de sus hermanos (Santiago, Judas etc.) y afirma que dirigieron la iglesia de Jerusalén. Pero Jesús no ha trasmitido su memoria a través ellos, sino por medio de discípulos (seguidores, hermanos, varones y mujeres), que le han visto tras la muerte, reconociéndole como Señor (=Kyrios) y hermano de todos los que sufren (cf. Mt 25, 31-46). Jesús no ha dejado una familia, no ha fundado un califato, donde el poder va pasando por generaciones, de padres a hijos, como en las dinastías de reyes y sacerdotes del mundo, sino que extiende su familia como fraternidad universal, diciendo «haced discípulos a todos los pueblos» (cf. Mt 28, 16-20) y añadiendo «no llaméis a nadie Padre, pues sólo uno es vuestro Padre, el de los cielos y todos vosotros sois hermanos» (cf. Mt 23, 7-12). Así le presentó Karl Adam en un libro (Cristo, nuestro hermano) que deberá reformularse en nuestro tiempo.
‒ Hermano especial de los hambrientos y excluidos… No es hermano sólo espiritual, en línea genérica…, sino hermanos de los hambrientos, exilados, desnudos, enfermos y encarcelados de la tierra (Mt 25, 31‒47). Ciertamente, se puede cantar: “Porque Cristo nuestro hermano, nos ha redimido, Iglesia alégrate…”. Pero el canto se debe transformar en vida y obra: “Dar de comer a los hermanos más pobres, los hambrientos…”
‒ Novio, amigo, amor… Así aparece en el evangelio y en la tradición del Discípulo Amado… Jesús es en primer lugar aquel “Amado” primigenio, que ha venido para dejarse amar (como afirma la tradición del Shema de Dt 6, 4‒6: Amarás, Dios es aquel que se deja amar). Viene desde el principio bajo la imagen del novio cercano (cf. bodas de Jn 2, 1‒11), aparece luego (¡al mismo tiempo!) como amigo de todos los amigos (Jn 15, 15), y termina apareciendo en Dios como amor de todos los amores (1 Jn 4, 7‒9). La tradición posterior ha interpretado la realidad como “ser”, construyendo una cristología más ontológica que mesiánica. Conforme al evangelio, el ser es amor, y Cristo el amor encarnado. Leer más…
Al ver que no fue a trabajar, sus familiares lo buscaron en su vivienda y lo hallaron con múltiples heridas con arma blanca. Se investiga si lo asesinó una persona que habría invitado.
Tirado en el suelo del apartamento donde vivía, los familiares encontraron el cuerpo sin vida de Juan Gonzalo Henao Montoya, de 54 años, de quien no tuvieron información desde la noche anterior a su hallazgo y su preocupación se generó porque no se había presentado a trabajar, algo que para ellos era algo que no había ocurrido en el pasado.
La muerte de este hombre, de la población LGBTIQ+, ocurrió en la noche del pasado martes en la calle 64BH con la carrera 106, en el barrio La Aurora, en el corregimiento San Cristóbal, en el occidente de Medellín, en el apartamento donde residía solo, de acuerdo con el informe de sus familiares tras su fallecimiento.
La preocupación se generó en la mañana de este martes, cuando el hermano del fallecido recibió una llamada por parte de la empresa, preguntándole el por qué su pariente no había ido a trabajar. Asombrado por la comunicación, intentó llamarlo, pero al ver que tampoco respondía, optó por ir con otros familiares a la vivienda.
En ese momento, se encontró con que estaba en la sala de la propiedad sin signos vitales y con heridas en varias partes de su cuerpo, al costado de su cuerpo había dos cuchillos ensangrentados, los cuales son investigados por parte de las autoridades para establecer plenamente si fueron utilizados para cometer este crimen.
También hallaron el teléfono celular de la víctima, el cual tenía la pantalla quebrada y varias manchas de color rojo que parecían sangre, lo que parecería que los criminales habrían dañado intencionalmente el equipo con el fin de eliminar la mayor cantidad de evidencias sobre este asesinato.
Según algunos testigos, el fallecido, a quien conocían como Memo, trabajaba en la empresa Interaseo. Se investiga si alguna persona, que habría conocido recientemente, le habría ocasionado la muerte, luego de departir con él durante varias horas.
Los agentes del CTI de la Fiscalía realizaron la inspección a este cuerpo sin vida y con las evidencias recolectadas, buscan dar con la identificación de los responsables de este asesinato, que es el número 29 de las personas LGBTIQ+ en Colombia este año, de las cuales 14 han ocurrido en Antioquia, el departamento con más casos de todo el país, de acuerdo con la ONG Caribe Afirmativo que lo recordaba en su perfil de X: “Hallan sin vida a una persona LGBTIQ+ en San Cristóbal, Medellín. Hacemos un llamado al gobierno nacional y entidades garantes de derechos humanos a hacer frente a la situación de emergencia por la arremetida de violencias contra personas LGBTIQ+“, haciendo constar que “En comparación con el primer trimestre del año 2024, se registra un aumento del 133% de las violencias. Y en lo que respecta a Antioquia, casi la mitad de los crímenes han pasado en ese departamento. Colombia está en alerta roja en violencia homicida contra personas LGBTIQ+”, por ello, “Insistimos en que se investigue con enfoque diferencia ante la posibilidad de que se trate de un crimen motivado por prejuicio. Medellín ha registrado en los últimos años un incremento en los casos de violencia hacia personas LGBTIQ+, una situación que enciende alarmas.”
Ante estos casos, la secretaria de las Mujeres de Antioquia, Carolina Lopera, señaló que “la violencia contra las mujeres y contra la población LGBTIQ+ son la máxima expresión de una cultura que continúa normalizando la exclusión, la marginación y la negación de derechos. Como instituciones del Estado tenemos la obligación de garantizar la protección efectiva de los derechos humanos de todas las personas, sin distinción”.
Lo que más preocupa a los colectivos LGBTIQ+ en Colombia es que aumenta la impunidad en materia de homicidios, ya que para este año se estima que el 63% de los casos contra estas personas no se resuelven, en gran parte, porque se han debilitado los grupos enfocados a combatir estos hechos, cuando la cifra llegó al 90%.
Fuente El Colombiano/Perfil de X de Caribe Afirmativo
Dedicado todas las víctimas de la guerra de Ucrania, Gaza, Israel, República Democrática del Congo, Sudán del sur, Yemen, Haití… y otros conflictos armados).
06.04.2022 | Pedro Miguel Lamet
PALABRAS DE MARÍA DOLOROSA A SU HIJO MUERTO EN LA CRUZ
¿Qué te han hecho, Jesús, hijo del alma?
¿A dónde el odio y la envidia te han traído,
que tu cuerpo te sangra malherido
y una espada atraviesa mis entrañas?
¿Dónde fueron las risas de aquel niño
que jugaba en la puerta de mi casa?
¿Dónde partió mi joven carpintero,
dónde, muerto José, mi único amigo?
Te ha matado el poder, la fuerza bruta
que no sabe de luz, que solo mata.
Ya no puedo escuchar tu voz bendita
ni puedo acariciarte con mis nanas.
El tiempo se ha parado, todo es noche,
tus discípulos todos han huido.
No hay consuelo ni alivio. Pon tu calma
en medio del dolor, mira qué frío
llena al mundo de miedo y pesadumbre.
Todo pide que vuelvas con tu Pascua.
Resucita, Jesús, en tus hermanos
vuelve otra vez a tus campos y tu barca.
Siembra entre los hombres el alivio
de saber que la vida es tu Palabra.
Repártenos tu Pan, danos tu Vino,
confirma que el Amor todo lo salva.
¡Vuelve a mostrar de nuevo tu camino!
¡Ven, Jesús, resucita! ¡Maranatha!
*
Pedro Miguel Lamet
***
Dedico este poema a todas las madres, esposas, hijos e hijas de las víctimas de la injusta e inexplicable agresión bélica de la Rusia de Putin a Ucrania, cuando esta Semana Santa nuestro pueblo paseará de nuevo las imágenes de la Dolorosa por nuestras calles para enjugar todas las lágrimas.
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