Sexilios en Paraguay: por qué y adónde migran las personas LGBT+
Cinco historias de sexilio narran una migración motivada por la orientación sexual o identidad de género. La esperanza y lo que se deja atrás.
ASUNCIÓN, Paraguay. En Carmen del Paraná, la ciudad en la que nació Cuco Viveros, se conocen todes. En 2012 había pocas personas jóvenes, y prácticamente, ninguna era LGBTI+. Al menos ninguna había salido del clóset aún. Carmen del Paraná queda en el departamento de Itapúa, al sur de Paraguay. Sus siete mil habitantes saben casi todo de la vida de las personas que allí viven, en la frontera con Encarnación, una ciudad más grande a la que habitualmente migran las personas de la diversidad sexual.
Cuco dice que recuerda el colegio como un lugar horrible, un espacio de maltrato y discriminación. Sus gestos, sus expresiones y su forma de caminar eran razón de burla tanto por sus compañeres como por sus docentes. A los 19 le contó a su familia que era gay. Ahí comenzó un trabajo minucioso e incesante de reconocimiento y lucha que duró diez años. Su primera migración fue a Encarnación, donde estudió tecnología de los alimentos y donde vio por primera vez a una mujer trans bailar en el carnaval más grande del país.
La historia de Cuco es como la de muchas personas LGBTI que migran de sus ciudades de origen por las leyes anti-LGBT o para buscar geografías más amigables con las diversidades sexuales. A esto se le llama “sexilio”, un exilio motivado por la orientación sexual o la identidad de género. La abogada feminista, Michi Moragas, dice: “En muchos casos, esto hace que puedan, por ejemplo, salir del clóset cuando no lo hacen en sus propias comunidades. A veces, esto también implica la distancia física con relación a la familia de origen porque no saben o no les aceptan”.
Refugio drag
“¿Qué iba a hacer en Carmen del Paraná?”, refirió Cuco. “Yo no tenía representación, no tenía conocidxs gays, nadie hablaba del tema, ni siquiera mis amigxs sabían de mi orientación sexual. No sé si hasta ahora lxs chicxs que viven ahí hablan del tema o si son aceptadxs. Obviamente, mis padres querían que me quede, pero a mí me parecía súper difícil pensar en crecer como drag. Siempre lo vi como una carrera”, contó a Presentes.
A su identidad drag la bautizó Dislexia Severa.
Los estudios, la profesión y la exclusión no fueron los únicos motivos por los que decidió migrar. “Yo pensaba: ¿y cómo voy a conocer el amor? No había nadie. Yo no tuve la oportunidad de tener ese noviazgo adolescente. Recién de grande pude desarrollar mis emociones en base a mi orientación. Te roba un poco la vivencia”, reflexionó Cuco.
Encarnación, frontera con Posadas, es una ciudad conservadora con una historia de resistencia LGBT. Cuco quería mudarse a Asunción, pero antes decidió terminar su carrera. “Trabajé en fiestas en Encarnación y Posadas, pero quería más espacios para el arte drag. Todas las marchas se hacen acá, las fiestas drag, las discos gays, todo está acá. Y yo quería pertenecer a ese mundillo”, contó Cuco. Llegó en abril de 2019 y se convirtió en una figura emblemática de la escena drag en la capital.
Pero Asunción no necesariamente es una ciudad más tolerante o menos violenta, sino que se producen dos fenómenos específicos. Por un lado, la diversidad está inmersa en una masa de gente más grande. Por otro, la migración se produce de las distintas expulsiones al microcentro de Asunción, donde están concentradas muchas personas de la diversidad sexual y de género. Es, de hecho, donde se encuentran la mayoría de las oficinas de las organizaciones sociales que trabajan por los derechos LGBTIQ+.
“Muchas veces se piensa que es la gente de zonas rurales de Paraguay la que viene a Asunción escapándose de su comunidad. En realidad, quienes vivimos en Asunción también tuvimos que migrar de nuestras casas, irnos al centro, compartir habitaciones con otras personas gays o trans, volver a generar una familia”, analiza Erwing Szokol, abogado, investigador y activista por los derechos humanos TLGBI.
Irse de la familia
Migrar no significa sólo mudarse de ciudades pequeñas a las grandes capitales o al exterior, sino huir de un hogar y familia en búsqueda de un nuevo lugar de pertenencia. Pero en el caso de Matías Irala, migrar significó buscar su autonomía fuera de los límites de Asunción. “De hecho, me mudé porque estaba en una relación con un chico que había migrado a Buenos Aires. Y a eso también agregar que estaba motivado por historias de chicos que habían encontrado en la “ciudad de la furia” un espacio más libre para vivir su sexualidad”, agrega.
Matías es periodista y creativo del área de la moda. Salió del clóset a los 13 años por presión de su familia. Un día, al no querer asistir a la iglesia, confesó que era gay, pensando que recibiría comprensión y empatía. No fue así. En cambio, fue el inicio de una larga cruzada en la que se vio afectado por una posición más violenta y reactiva por parte de su núcleo familiar. “Esa situación me obligó a buscar lazos paralelos que me permitieron sostenerme. Me hizo entender que la familia se puede crear a partir de las experiencias, la comprensión y el cariño más allá de la política sanguínea”, comenta.
Algo que lo marcó profundamente fue la primera vez que fue al cine en Buenos Aires y vio a parejas LGBT expresando libremente su cariño en público. “Este hecho, aparentemente convencional, me hizo ver la gran brecha en materia de derechos que nos separa a ciudades como Buenos Aires, y la nuestra, aún conservadora, Asunción”, comenta. Matías cree que si no hubiera migrado, no habría podido trabajar en su rubro actual. Ni hubiera tenido las herramientas para entender su sexualidad y la de otras personas a su alrededor.
Lo que se pierde
Pato Masera, cofundadora de Nhi Mu Teatro Aéreo, asistente de dirección y production manager, cree que una de las cosas más fundamentales de haber migrado fue el poder sentirse individuo. En Paraguay, Pato no tenía una buena relación con su familia, y siempre se sintió en la periferia de su experiencia familiar. Además de esto, su madre no logró aceptar su bisexualidad. Si bien no se sentía parte de este círculo familiar, al migrar dejó atrás una parte vital de su persona, la comunidad creativa y afectiva que representa Nhi Mu, a sus compañeras que se convirtieron en su familia. Actualmente Pato vive en Astoria, un barrio de Queens, Nueva York, con su esposa.
El acto de migrar también genera pérdidas, sensaciones de abandono y de lejanía. Así lo siente Pato cuando piensa en lo que dejó atrás. “Me culpo todos los días por no estar ahí, por no sufrir lo que sufren mis compañeras, por no necesitar lo que necesitan ellas. Hay veces que siento que perdí la oportunidad de hacer creativamente eso que quiero, aunque ya no sea el teatro aéreo lo único que me emociona”. Y aun así, siente también que se ganó a sí misma.
En este tipo de migraciones, existen muchos matices que van desde la expulsión, el sentir que la única opción es salir, la conformación de familias por fuera de las familias biológicas, la exploración de una identidad oprimida y discriminada, hasta las ganas de vislumbrar el mundo con ojos distintos.
Ana Díaz Sacco hablaba de mudarse a los Estados Unidos desde que estaba en el colegio. Ana es música, estudiante de artes sónicas en Portland, Estados Unidos, y también hace bagels y café para pagar las cuentas. Antes de migrar, vivía en Asunción e integró proyectos musicales importantes para la escena musical asuncena como EEEKS y Wilson Wilson. En esa odisea de dejar su vida en Paraguay —dejar a su comunidad de amigos, la escena musical de la que formaba parte— ganó perspectiva y conexiones muy especiales. Como el hecho de haber conocido a su novia, con quien quiere pasar el resto de su vida. “Todavía no puedo creer que estoy tan lejos. Es una aventura en un espacio liminal. La música es el lenguaje común que me mantiene acá”, explica.
Diásporas trans
En ocasiones, se trata de una migración basada en la búsqueda de mejores contextos para ser libres de ser quienes son, ya sea por su orientación, su identidad o su expresión de género. En muchos casos, las personas trans migran buscando mejores oportunidades para transicionar. O para ir a lugares donde claramente pueden encontrar apoyos para tratamientos hormonales o reasignación de sexo.
Las historias de vida de la mayoría de las personas trans son de expulsión de sus familias y de búsquedas de otro hogar, otros lugares donde sus cuerpos corran menos riesgos. “Ser travesti en Paraguay y en otros países de América Latina está relacionado con el ejercicio de la prostitución porque la mayoría son expulsadas de sus familias, escuelas, cuando se rebelan al mandato de género establecido para ellas”, escribe Verónica Villalba Morales, comunicadora, miembra fundadora de Aireana, activista lesbiana y feminista, en su artículo Diásporas guaraní desde las disidencias sexuales, del libro Migrantes. Perspectivas (críticas) en torno a procesos migratorios del Paraguay.
Integrante de la Coordinación de Mujeres del Paraguay. Miembra fundadora de Aireana, grupo por los derechos de las lesbianas
“Una migración nunca es fácil”, dijo Yren Rotela, defensora de derechos humanos y fundadora del primer centro comunitario para personas LGBT, Casa Diversa. “Venir a Augusto J. Saldívar no fue solamente una decisión. Tratamos de evitar situaciones graves de violencia que estábamos viviendo en San Lorenzo, una ciudad que recibe a muchas personas de distintas partes del país”, sostuvo.
San Lorenzo fue por mucho tiempo una ciudad de destino de personas LGBTI porque ofrece oportunidades para ejercer el trabajo sexual. Casa Diversa estuvo varios años allí y las mujeres trans que vivían en el albergue podían acceder fácilmente a centros de salud, mercados y transporte. Pero también se volvió la ciudad más violenta para las personas trans.
“Acá (en A. J. Saldívar) también hay mucha inseguridad, de eso no nos salvamos. Lo positivo es que estamos en un barrio tranquilo. Es una comunidad servicial que nos sorprendió mucho. Nosotras vamos a la plaza, jugamos, cosas que nunca antes hacíamos. Nos invitan a cumpleaños, las chicas hoy tienen amistades de su edad, de su entorno, que eso es muy positivo”, agrega Yren Rotela.
Diásporas LGBT en Paraguay de los años 60
En 1959, en plena dictadura de Alfredo Stroessner, luego del asesinato de Bernardo Aranda, acusar a “lxs 108” de cualquier situación de violencia se volvió íntimo. Ese acontecimiento hizo que muchas personas fueran exiliadas sexualmente. Cómo vivir la sexualidad y cómo mostrarse ante lxs otrxs era una carga que comenzaba a pesar sobre las personas LGBT.
Erwing Szokol analiza: “La gente que sobrevivió al caso 108 no podía vivir más en Paraguay. Por tanta presión que había, muchas de esas personas tuvieron que migrar, principalmente, a Buenos Aires, la capital más importante y más cercana que tenía Paraguay”. Este fenómeno se repitió en varias otras ocasiones.
El último caso de persecución masiva a las personas homosexuales fue el de Mario Luis Palmieri de 1982, donde se calcula que hasta 600 personas fueron detenidas. “Eso se vuelve como un dispositivo de control de las corporalidades, de los discursos tanto por la fuerza pública como por el sistema social. Sos un excluido de los ambientes: de las escuelas, de los clubes, de las universidades, del trabajo y así van aislándote hasta desactivarte totalmente como persona”, explica Erwing.
Entre las principales razones de sexilio, Moragas menciona los contextos conservadores. “Une migra buscando tener reconocimiento de derechos o tener un contexto donde no le de miedo salir a la calle o tener pareja, expresar la identidad de género”, expresó la abogada del Consultorio Jurídico Feminista.
El hecho de que Paraguay sea un laboratorio de discursos anti-derechos genera un clima hostil hacia las personas LGBT, y refuerza el estigma que ya existe. Para Moragas, es un discurso que impide el crecimiento de la sociedad y de los debates, y el reconocimiento del aporte de las personas LGBT a la sociedad.
Con respecto a las políticas públicas TLGBI, Paraguay está en las mismas condiciones que en la dictadura: sin ley de identidad de género, sin ley de matrimonio igualitario, sin ley contra toda forma de discriminación. Se reproducen fenómenos migratorios de hace cincuenta años por las mismas razones: “migrar para poder ser”.
Fuente Agencia Presentes
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