Nuestra generación, las pasadas y las que vendran pedimos signos para creer en Dios. No nos damos cuenta de que los signos son los otros. Dios escondido en los que sufren, en los que echamos de las casas y los dejamos sin techo porque no pueden pagar. Dios que se ahoga en el mediterraneo en busca de una vida mejor para sus famiias... Pero nosotros seguimos pidiendo signos.
Jesús vivió una especie de decepción y rabia con aquellos grupos que pedían una señal del cielo para poder creer. Los signos los tenemos, pero nos da pereza dejar nuestras comodidades y desinstalarnos.
YOEL. Valencia.