El joven monje se quejaba de que muchos visitantes no traían nada y el Abad les invitaba y compartía lo poco que tenían con ellos. El abad sonrió abiertamente y contestó:
Nuestra persona debe ser la casa donde acoger a los demás. Debemos ser una casa con las puertas siempre abiertas. Esto nos ayuda a ser personas sencillas haciendo el camino con poco equipaje.
Cuando no tengamos nada, compartiremos nuestra sonrisa, nuestro afecto y siempre nuestro amor. Nuestro amor precisamente es lo más difícil y complicado de compartir. La sociedad lo ve como una rareza, un disgusto para muchas familias y en nuestro corazón queda el descoldo del que dirán y pensaran de mi.
yoel
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. También hay conservadores y mariquitas a la vez. No me gustan pero tienen derecho.
. Los hombres nacemos libres y iguales, pero a partir de entonces dejamos de serlo.
. Ser Cristiano exige una experiencia vital de Jesucristo.