Soy nuevo en el chat así que ante todo, gracias de la acogida.
Mi nombre es Bernard, tengo treinta y tantos y bueno, trabajo como profesor, me gusta cuidarme, voy al gimnasio cada día, intento aparentar una serenidad y felicidad pero hay algo que muy pocos saben: me estaba autodestruyendo.
Había entrado en un circulo de drogas y sexo, en el cual mientras lo hacía me sentía feliz pero hace poco sentí algo horrible; un grandísimo vacío, el vacío de Dios. Me había alejado tanto de Dios que un miedo me invadió todo el cuerpo de pensar si estando tan lejos sería capaz de volver a Èl, o de si Dios me querría después de todo esto.
Sinceramente, me volví loco, lance el teléfono móvil contra el suelo, busqué un rosario que creía haber visto alguna vez por los cajones y me puse a implorar algo que no me merecía; el perdón de Dios.
Pensaba que mi único final sería un final infernal, eternamente sin Dios. Cogí mi ordenador portátil y escribí en google: "me he drogado, Jesús perdóname", y me apareció la parábola del Hijo Prodigo o dicho de otro modo, la parábola del Padre que perdona hagas lo que hagas a sus hijos. Santo Dios, me puse a llorar como un niño, encerrado en el baño para que nadie se diera cuenta.
Después de esto, no se por qué, yo pensaba que podía confesarme directamente con Dios todos mis pecados, pero tenía la necesitad vital de que alguien me dijera que estaba perdonado. Fui a una céntrica parroquia de Alicante y me puse a esperar mi turno para entrar en el confesionario. Me asaltaban frases en mi mente: "no hace falta que entres, Dios ya sabe tus pecados", "te va a escuchar un hombre, y te va a juzgar como un hombre", "vas a escandalizar al cura, siente vergüenza y vuélvete por donde has venido"... Cada vez iba sintiéndome peor pero al final llegó mi turno y entré. Cuando le dije al sacerdote el tiempo que había pasado desde mi última confesión me respondió: "por fin has vuelto, te estaba esperando", como le dijo el Padre al hijo prodigo.
Sigo luchando fuertemente con las tentaciones. Cada vez son más y más fuertes. Un amigo me ha dicho que santa Teresa llamaba a esto "la loca de la casa", pero este sé que no es el caso. Siento que es el mismo diablo que está aporreando mi puerta para darme el zarpazo.
Pido vuestra oración, se que es un arma muy fuerte.
Un fuerte abrazo y Dios os bendiga