Llegó destrozado a la cueva del ermitaño. No físicamente, sino anímicamente.
- Perdona, vengo hablar contigo si eres tan amable, por que pienso que sabrás escuchar a una persona que no sabe hacia donde tirar. Tu debes haber pasado lo tuyo, para terminar en la cueva.
- A mi me están pasando todos los males. Mi mujer me ha dejado, mis hijos son drogadictos y antisistema, mis compañeros de trabajo no me hablan....Yo, que he dedicado mi vida a mi mujer, a mis hijos, a ayudar a mis compañeros...
. El ermitaño posó sus ojos llenos de paz sobre él y le preguntó:
. Los has amado?
El hombre respondió casi con violencia:
. ¿Qué si los he amado? No he hecho otra cosa en mi vida. Estaba pendiente del menor deseo de mi mujer. Siempre estaba con ella. Ni en pensamientos le he sido infiel. Me volqué en mis hijos para que no les faltara de nada, ni en lo material, ni en formación...Y mis compañeros de trabajo eran para mi hermanos. Los reemplazaba, los ayudaba, los intentaba promocionar y todo ha sido un fracaso.
. El ermitaño, como a veces hacía cuando reflexionaba, tomó un puñado de polvo y lo dejó deslizar lentamente por sus dedos. Luego dijo:
- Tu problema es que no te has dejado amar.
.El hombre lo miró interrogativo;
.¿?
- Sí, Tú creías amar a tu mujer por que todo el día estabas pendiente de ella, pero nunca la dejaste que ella su preocupara por ti. No la dejaste que te amara. No te extrañe que se haya ido con el primero que se ha dejado amar.
Creías que amabas a tus hijos por que se lo dabas todo. ¿Los escuchaste realmente? Ellos querían un padre para amar, no un proveedor de todo. Los hijos aprenden a amar amando a sus padres. Tus compañeros quieren ser ellos mismos. Quieren amarte por lo que eres, no por lo que haces por ellos
. El ermitaño miró el horizonte y afirmó:
- Creo que no te has dejado amar. Es más difícil dejarse amar que amar...
YOEL. Valencia.España