Se acerco a la Abadía un joven con ganas de hablar y compartir con un monje. Esta harto, en todas partes todos le ninguneaban. ¡Era tan poca cosa!. Si había que trabajar en equipo, nadie lo quería en su grupo. En los debates nunca le deban la palabra o pasaban por alto sus sugerencias. Nadie lo escuchaba. Cuando escogían los equipos de deporte, siempre era el último en ser escogido. Era realmente un don nadie.
El Abad lo tomó de la mano y lo llevó a la sombra de un frondoso nogal. Allí, entre las rocas, brotaba un hilillo de agua. Era tan débil que no se le podía llamar manantial. Era eso; un hilillo de agua. Con ella se regaba el pequeño huerto de verduras.
¿Ves? Este hilillo de agua pensó mucho tiempo que no servía para nada y su escasa agua se perdía en el cercano barranco. Los monjes vimos en el hilillo de agua la solución para beber y regar nuestras verduras.
El Abad Ferran miró al horizonte y, dijo al muchacho.
- Anda, vete. Tu eres como el hilillo de agua. En tu humildad nadie te valora, pero con constancia, lograrás grandes cosas. Pon tu sencillez al servicio de los otros y verás como llegaran a considerarte imprescindibles....y el joven regreso a la ciudad.
YOEL.Valencia.España.
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. Ahora resulta que cuando los hijos salen del armario, los papás entran y se cierran el.
. Al amor no hay que tenerle miedo, venga de donde venga.
. Si no hablamos con libertad, nos convertimos en siervos sociales.
josepmaría.