Hacia el año 316 vemos vagar por Seneset un muchacho Egipcio curtido por los avatares de la vida, fuerte como una roca y disciplinado como un soldado, a quien el destino tenía reservada una misión importante.
Detrás de la apariencia ruda latía un corazón noble y sensible, que con el tiempo habría que convertirse incluso en paternal. Por esas cosas misteriosas que tiene el destino se le habían abierto los ojos cuando oyó hablar de Jesucristo y decidió seguirlo, imitarlo, ser su amigo.
Desde los 19 años sirvió en el ejército del emperador Maximiliano, acabando en la cárcel. Fue allí donde entro en contacto con los cristianos y al ver la forma fraternal de comportarse deseó ser como ellos y pidió el Bautismo. Buscó el desierto deseando la soledad y llegó a la choza de un famoso anacoreta llamado Palemón al que pide quedarse con el para aprender los caminos del espíritu viviendo apartado del mundo.
El anciano accede y comienza la aventura ascética de Pacomio.
Siete años habían servido a Pacomio para descubrir los secretos de la vida interior y conocerse a sí mismo por dentro, con todas sus debilidades. Del maestro había aprendido muchas cosas sobre todo a rezar con el corazón abierto.
Por el año 320 en un paraje junto a la ribera del rio Nilo monto una nueva forma de vida para vivir el Evangelio (continuaré mañana)
YOEL