Habrá más alegría en el cielo por un sol pecador que se convierta
Lc 15, 1-32
Hoy Dios nos ha entregado a nosotros este ministerio de la misericordia. Igual que hizo con Pablo, que fue perseguidor de los cristianos, blasfemo y violento, como él mismo dice en la segunda lectura (1 Tim 1, 12-17). Pero Dios lo llamó –oveja perdida–, lo capacitó, se fió de él y le confió el ministerio de predicar: el misterio de la misericordia de Dios que llega a todos los hombres y mujeres pero, sobre todo, a los que están perdidos y a los que más sufren. Dios nos mira siempre con misericordia, aunque seamos un pueblo de dura cerviz (primera lectura: Ex 32, 7-14). Así debemos mirar siempre a nuestros hermanos y hermanas y, como Jesús, acogerles siempre en nuestra compañía. Así seremos en el mundo testigos de la misericordia de Dios.
Feliz domingo