Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista
Mc 6, 17-29
Juan era un profeta, no uno de esos perros mudos (Is 56,10) que se ponen una mordaza para salvar el pellejo. Llamaba a Israel a la conversión, a entrar de nuevo en la tierra como pueblo fiel a la Alianza, a ser bautizado en el Jordán para recibir el perdón de sus pecados, a servir por fin al Señor con santidad y justicia. También a Herodes lo alcanzó su denuncia, porque el tetrarca no estaba por encima de la Ley. Juan se jugó la cabeza. La Comunidad cristiana lo celebra como el testigo de la luz, como el amigo del esposo, como el mayor de los nacidos de mujer, como el defensor y vivificado por Dios.
Un saludo